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La disciplina teoló gica, como tal, es un ejercicio académico desde el cual se busca
comprender el có mo del actuar divino en el ser humano. Sin embargo por el mismo
hecho de ubicarse dentro de un mundo racional y crítico se comprende así mismo
como una bú squeda antropoló gica en la cual el sujeto puede ver dentro de sí una
condició n que tiene de suyo de apertura hacia lo trascendental y en ultimas hacia
el Trascendente.
Ahora bien, ¿Cuá l es el primer hombre que el teó logo observa para reflexionar
acerca de la mostració n de Dios? É l mismo, es en la misma existencia del teó logo
donde este puede ver la acció n divina. Esto nos deja una diferencia con respecto a
otras disciplinas porque si bien es cierto que todas involucran al hombre por ser
este quien hace la reflexió n, aquí la reflexió n recae sobre el mismo sujeto que la
hace, para poder comprender có mo actú a Dios en él y así poder hacer la labor
disciplinada y sistemá tica de comprender, criticar, analizar y comunicar su objeto
de estudio.
No hay teología entonces sin una experiencia de fe, puede haber una reflexió n
acerca de la divinidad como un ente aprehensible y delimitado del cual se puede
decir sus características y demá s, pero no un verdadero logos de Dios, una palabra
humana interpelada por la divinidad. Sin experiencia de fe no hay un logos acerca
de Dios, porque no hay objeto que confronte al conocimiento y genere una palabra
en respuesta a lo mostrado, a lo revelado. Se necesita que el teó logo como ser
humano tenga una experiencia de fe para desde ella realizar su reflexió n y hacer
logos de lo que interpela su existencia, en ultimas poder empezar a hacer teología.
1.1. La palabra.
La palabra de Dios es quien crea la palabra humana que contesta, el logos acerca de
Dios, la teología en sí, es la palabra de Dios anterior a toda palabra teoló gica y es
ella la que le da su fundamento y constitució n.
Barth dirá con justa razó n que de este modo la teología es reproducció n de la
palabra divina y en este sentido só lo quien la ha oído en su existencia puede hacer
la analogía, la reflexió n y la reproducció n de la misma, con un profundo
compromiso de modestia y libertad. Se requiere por tanto una experiencia de fe
por parte de quien desee hacer tal labor para que a partir de su atenta audició n a
La Palabra, puede acogerla en sí, y evocado por dicha palabra que le precede,
llegue a ser liberado, autorizado, capacitado e impulsado para hacer teología.
El teó logo no solo es liberado para hacer teología sino ante todo para ser él mismo
logos, palabra de Dios, aquí no estamos hablando de la propia palabra o respuesta
humana sino del logos que el ser humano escucha y al que responde; el primer
interpelado por el logos tou theou es el hombre que busca conocerlo, aquel que ha
tomado por vocació n esta disciplina y su objeto de estudio 1.
Otro teó logo como Olegario de Cardedal dirá que “la teología se hace sobre y desde
la fe”. La afirmació n por si sola no dice má s que lo que nos preguntamos en un
principio, sin embargo es muy sutil en aclarar que sin fe no hay teología, só lo desde
ella hay una respuesta, la fe por tanto nos muestra la hermenéutica que debe hacer
el teó logo entre lo que experimenta y lo que vive. Es la doble vía reflexiva de la
disciplina teoló gica, por un lado se involucra al hombre en una experiencia de fe y
a su vez en direcció n opuesta la fe inquieta al teó logo para hablar de ella. Fe y
revelació n se autoimplican y acontecen en el sujeto directamente. El sujeto de la
teología es el creyente en la medida en que en él se dan estas dos categorías
constitutivas del cristianismo.
Bruno Forte por otra parte tiene en mente el contexto en el que el teó logo puede
validar su disciplina, que no es otro que la comunidad eclesiá stica en la que nace y
desde la que se nutre como lugar de encuentro y significació n comú n, pero có mo se
da esta significació n sin una experiencia de fe que las unifique, es la experiencia
comunitaria la que testifica una experiencia personal que luego se comparte y
genera una alteridad ú nica entorno al dato revelado, la diferencia que se da por
tanto entre el creyente y el teó logo esta en que este ú ltimo realiza de manera
disciplinada, reflexiva y ordenada una comprensió n de aquello que lo interpela, el
teó logo va má s allá y comprende su fe en relació n con el logos y desde este punto
hace la reflexió n y la crítica de lo que su contexto le presenta para poder así
actualizarlo y vivificarlo de acuerdo a su tiempo.
El teó logo es el ú nico que puede contemporalizar el logos a partir de una
experiencia de fe real que lo valida, lo capacita y lo impulsa para ello. No son
diferentes experiencias las que se da en el creyente y en el teó logo, sino el modo
como se acoge y se testifica, porque existe en aquel que es teó logo una necesidad
vital por responder de manera reflexiva y seria a los signos de los tiempos para
seguir posibilitando en otros el acoger la palabra primera que tiene como
fundamento el amor y la gratuidad.
Ser teó logo es posible en la mediad en la que el sujeto que se dedica a esta
disciplina se encuentre, como diría Barth, en una admiració n continua por el
misterio al cual ha accedido desde la experiencia de fe que lo fundamenta y pueda
responder a ella acorde a los signos de los tiempos con el talante necesario para
presentar tal dialéctica de un modo ordenado y metodoló gico en el que el
resultado sea construir Reino, de un modo singular: desde su mundo y su tiempo,
haciendo memoria del pasado, generando el amor del presente y proyectando la
esperanza futura.