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DERECHO PROCESAL CIVIL UNIDAD II

La Organización Judicial

A. La Organización Judicial

La función jurisdiccional es asumida por el Estado como una de sus


importantes potestades (poder-deber) dentro de sus obligaciones está la de
diseñar una estructura compuesta por elementos materiales, equipos,
herramientas y un grupo de personas (elemento personal) para poder prestar el
servicio con eficiencia.

Se trata de un complejo orgánico que, en su conjunto, se denomina


Administración de Justicia. Se trata de una “organización”, es decir, la existencia
de órganos y no de entes pues éstos se definen como sujetos de derecho, en
cambio los órganos forman parte estructural de un mismo ente. En nuestro caso,
los órganos jurisdiccionales forman parte del Poder Público Nacional en unas de
sus ramas: el Poder Judicial. Tales órganos pertenecen a un único ente: la
República a cuyo nombre y por autoridad de la ley, los jueces ejercen potestad
pública que se conoce como jurisdicción.

1. Definición

Se entiende por organización judicial, la actividad cumplida por el Estado que


consiste en la planificación, estructuración y dotación de los órganos del Poder
Judicial para la prestación efectiva de la función de administración de justicia,
compuesto por elementos materiales (papelería, lápices, útiles de limpieza, etc.),
equipos (máquinas de escribir, computadoras, impresoras, etc.) y el conjunto de
personas encargadas de esa tarea (jueces, secretarios, alguaciles, amanuenses o
escribientes y auxiliares).
2. Poder Judicial y Sistema de Justicia

La noción de organización judicial en aquella visión tradicional de la doctrina


constituida casi exclusivamente por el juez, secretario, alguacil y amanuenses
debe vincularse hoy con el llamado “sistema de administración de justicia” que
excede la noción de Poder Judicial. Artículo 253 CRBV.

Desde luego que sistema de justicia no es sinónimo de Poder Judicial, lo


significativo está en que la justicia no sólo corresponde al Poder Judicial sino que
es un sistema compuesto por disímiles elementos como el Ministerio Público o los
medios alternativos de solución de controversias.

Lo cierto es que corresponde al “Poder Judicial”, aún formando parte del


sistema de administración de justicia “conocer de las causas y asuntos de su
competencia mediante los procedimientos que determinen las leyes, y ejecutar y
hacer ejecutar sus sentencias”.

3. La Dirección Ejecutiva de la Magistratura

El Texto Constitucional vigente dispone la creación de la Dirección Ejecutiva de


la Magistratura para atender el régimen administrativo y disciplinario de los
magistrados y magistradas y jueces o juezas así como la ejecución del
presupuesto del Poder Judicial. Artículo 267 CRBV.

Dentro del ejercicio de sus atribuciones le corresponde:

1) La dirección, el gobierno y la administración del Poder Judicial;

2) La inspección y vigilancia de los tribunales de la República y las Defensorías


Públicas;

3) La elaboración y ejecución de su propio presupuesto y del presupuesto del


Poder Judicial;
4) El ejercicio de la jurisdicción disciplinaria judicial mientras se dicta el Código
de Ética del Juez Venezolano que disponga otra cosa;

La función disciplinaria la realiza la Dirección Ejecutiva de la Magistratura con


el auxilio del Inspector General de Tribunales; en la reciente Ley Orgánica del
Tribunal Supremo de Justicia la función la ejerce la Asamblea Nacional quienes
podrán remover a los magistrados del Tribunal cuando cometan algunos de los
hechos a que se refiere el artículo 12 de la mencionada ley.

4. Clases de órganos judiciales

Arístides Rengel-Romberg ha realizado una clasificación sobre los diversos


órganos judiciales existentes en Venezuela tomando en consideración el número
de tribunales, su duración, estructura y grado jurisdiccional.

a. En atención al número

Es decir, a la cantidad de órganos judiciales que ejercen su función sobre la


base de la misma competencia procesal. Se clasifican en únicos y múltiples.

Los tribunales únicos son aquellos de los cuales existe una sola categoría, tal
es el caso del Tribunal Supremo de Justicia, de igual modo, la Corte Marcial se
considera como un tribunal único en la competencia militar.

Los tribunales múltiples son aquellos que son de un mismo tipo en razón de la
competencia en la misma materia. Ejemplo los tribunales regionales con
competencia en materia civil y mercantil.

b. En atención a la duración
Esto es, al tiempo para el cual está previsto su funcionamiento para la
prestación del servicio de administración de justicia. Se clasifican en permanentes
o accidentales.

Los tribunales permanentes, también llamados naturales, son aquellos que


forman parte de la estructura del Poder Judicial y cumplen con regularidad sus
funciones.

Los tribunales accidentales, llamados transitorios, se crean para atender


causas donde el tribunal no pueda atender algunas causas específicas (en caso
de inhibiciones o recusaciones); también se constituyen tribunales accidentales
para ayudar en la tarea de decidir causas pendientes, normalmente se designan
para que decidan veinte (20) causas, aún cuando su nombramiento puede ser
prorrogado.

c. En atención a la estructura interna del tribunal

En otras palabras, se clasifican de igual manera por el funcionario o


funcionarios públicos judiciales encargados de ejercer la función jurisdiccional.
Estos se dividen en unipersonales y colegiados.

Los tribunales unipersonales son aquellos integrados por una sola persona que
cumple con la función de juez, en tanto que los tribunales colegiados están
constituidos por más de un juez cuyo número variará dependiendo del tribunal que
se trate.

d. En atención al grado jurisdiccional

O lo que es lo mismo, la jerarquía establecida por la ley procesal para el


conocimiento de una causa en específico. Los tribunales pueden ser de primer
grado de jurisdicción y los que ejercen el segundo grado de jurisdicción, los cuales
normalmente coinciden con los tribunales de primera y segunda instancia aunque
no siempre sea así.

B. El Juez

1. Concepto de juez y caracteres

El juez no es más que la persona física que ocupa el cargo y a quien


corresponde, única y exclusivamente, el ejercicio de la función jurisdiccional, esto
es, la prestación del servicio de administración de justicia. No obstante, es
necesario resaltar que, hablar de órgano jurisdiccional, no significa hablar de
función jurisdiccional y, mucho menos, del juez.

Con referencia a lo anterior, cuando se habla del órgano jurisdiccional se hace


referencia a la dependencia pública sin personalidad jurídica a través del cual se
realiza la función jurisdiccional como un todo integrado por el juez (o jueces, si se
trata de un tribunal colegiado), secretario y alguacil; el juez es la persona natural a
quien el Estado ha designado para el ejercicio de la función antes mencionada, y
finalmente, la jurisdicción (o la función) entendida como la potestad y el deber que
tienen los jueces de ofrecer tutela jurídica tanto a los derechos como los intereses
de los ciudadanos cuando por éstos sea requerida.

En cuanto a las características o caracteres que deben cumplir los jueces, el


artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece
las misma al disponer que la justicia debe ser imparcial, idónea, transparente,
autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita. A continuación se
desarrollarán aquéllas, consideradas por la Cátedra, de mayor importancia o
relevancia.

a. Imparcialidad e independencia
La imparcialidad no sólo es un rasgo característico de los jueces sino que
constituye también un deber; por tal se entiende el hecho de que los jueces no se
deben a una de las partes, es decir, no pueden tener interés directo o indirecto en
que resulte favorecida una de las partes en el proceso.

Unida a la imparcialidad tenemos la característica de independencia que es


otra forma de verla. Se refiere al hecho de que el juez no depende de
circunstancias políticas, económicas, gremiales, sindicales y, radicalmente, debe
ser independiente de las injerencias del Poder Ejecutivo.

b. Autonomía

La autonomía del juez se refiere a un aspecto funcional y conectado con la


aplicación del Derecho; así, se dice que los jueces no dependen de los tribunales
que fungen como superiores sino que gozan de un espacio de libertad para juzgar
y decidir cada caso concreto acorde con su conciencia jurídica y en atención a la
visión que se ha hecho de las causas y asuntos de su competencia.

Esto quiere decir que la existencia de “tribunales superiores” no implica que


éstos le puedan imponer a los tribunales de instancia modos de pensar ni maneras
de interpretar la ley salvo, como se ha visto en temas anteriores, el ejercicio por
parte del Tribunal Supremo de Justicia de la jurisdicción normativa.

2. Modos de designación y condiciones

En nuestro país se ha adoptado como una regla general para ingresar en la


función pública el concurso público fundamentado en principios de honestidad,
idoneidad y eficiencia (artículo 255 de la Constitución).
No hay en la Constitución ninguna otra norma que disponga condiciones o
modos de designación de los jueces, salvo los Magistrados del Tribunal Supremo
de Justicia. Se crea, no obstante un “comité de postulaciones judiciales” formado
por “diferentes sectores de la sociedad” (artículo 270 constitucional) que, entre
otras funciones, tiene:

1) Asesorar al Poder Judicial para la selección de los candidatos a magistrados


del Tribunal Supremo de Justicia;

2) Asesorar a los colegios electorales judiciales para la elección de los jueces de


la jurisdicción disciplinaria.

Conforme al sistema actual debe diferenciarse:

a. Nombramiento y designación de los Magistrados del Tribunal Supremo de


Justicia

La postulación para ser designado magistrado del Tribunal Supremo de Justicia


se hace ante el llamado “Comité de Postulaciones Judiciales” por iniciativa propia
o por organizaciones vinculadas con la actividad jurídica.

Este Comité, oída la opinión de la comunidad, efectuará una preselección para


su presentación al Poder Ciudadano, el cual efectuará una segunda preselección
que será presentada ante la Asamblea Nacional, la cual hará la selección
definitiva.

Con respecto de la remoción de los Magistrados, el artículo 265 dispone que


sólo mediante una mayoría calificada de las dos terceras partes de sus
integrantes, previa audiencia concedida al interesado, en caso de faltas graves
previamente calificadas por el Poder Ciudadano, en los términos que la ley
establezca.

En la nueva Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia se establece que el


Comité de Postulaciones estará formado por 11 personas, cinco de los cuales son
designados por la propia Asamblea Nacional y seis por los demás sectores de la
sociedad (artículo 13), y en cuanto al régimen disciplinario se establece que
procederá por remoción por parte de la Asamblea Nacional con el voto de las 2/3
partes de los integrantes, sin embargo, se dispone que el Magistrado queda
“suspendido” cuando el Poder Ciudadano considere que ha cometido una falta
grave y solicite la decisión de la Asamblea Nacional, y mediante “mayoría simple”
puede “revocar” el nombramiento de Magistrados cuando considere que se
equivocó en la apreciación de los requisitos.

b. Designación de los jueces de la competencia Contencioso Administrativa

La Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia establece una disposición


relativa a la designación de los jueces de la competencia contencioso
administrativa, según el cual el TSJ podrá designar por las dos terceras (2/3)
partes de los miembros de la Sala Político-Administrativa, a los jueces o juezas de
la jurisdicción Contencioso Administrativo y tribunales regionales (artículo 6,
párrafo 23 de la Ley).

Con esta norma pareciera que los jueces de la competencia contencioso


administrativa no serán designados por concurso sino mediante decisión de la
Sala Político Administrativa, con el voto de 3 de los cinco (5) magistrados.

c. Designación de los demás jueces de la República

Durante los años 2001 y 2002, la Dirección Ejecutiva de la Magistratura


implementó unos concursos para la evaluación y designación de nuevos jueces
que consistía en una evaluación escrita, un ejercicio práctico y un examen oral
sometido a la consideración de un jurado previamente escogido de los abogados
que se postulasen.

Como se recordará, la Asamblea Nacional Constituyente decretó la


reorganización del Poder Judicial y creó la Comisión de Emergencia Judicial que
fue sustituida por la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Poder
Judicial creada por la misma ANC mediante Resolución nº 10 de 14-2-2000. La
Dirección Ejecutiva de la Magistratura entró a regir el proceso de evaluación y
concurso de los jueces del país.

Actualmente se requiere de una ley que implemente la carrera judicial conforme


a los nuevos postulados constitucionales.

3. La carrera judicial

El artículo 255 de la Constitución de la República postula la carrera judicial bajo


cuya filosofía se entiende que la tarea de juez se sustenta en una vocación de vida
y para dedicarle toda la vida. Por ello se habla de “carrera” y no de un simple
empleo.

La carrera se inicia con el ingreso del juez y el ascenso a través de los diversos
grados de la jurisdicción para lo cual se ha diseñado tanto en la Ley de Carrera
Judicial como en el Proyecto de Código de Ética del Juez Venezolano, tanto un
sistema de ingreso, evaluación de permanencia aunque carece de un sistema de
profesionalización adecuado. La Constitución prevé la participación ciudadana en
el sistema de selección de jueces y los Tribunales Disciplinarios como órgano de
control y disciplina.

De acuerdo con lo previsto en el artículo 9 de la Ley de Carrera Judicial, los


jueces responden a tres categorías estableciendo así un escalafón judicial:

1) Jueces superiores y magistrados de las Cortes de Apelaciones (Categoría A).

2) Jueces de primera instancia (Categoría B).

3) Jueces de Municipio (Categoría C).

En principio, para ingresar a la carrera se requiere ser abogado y un mínimo de


ejercicio de la profesión que la ley discrimina para cada categoría y, por supuesto,
haber aprobado el respectivo concurso público de oposición. Igualmente para
“permanecer” en la carrera se requiere no incurrir en alguna causal que implique la
destitución o algún motivo de retiro; la función de los jueces está sometida a
constante evaluación.

4. Deberes y facultades de los jueces

La carrera judicial no sólo implica algunas posibilidades de profesionalización,


crecimiento y desarrollo personal, engendra derechos y verdaderos deberes.

a. Deber de administrar justicia

El primer deber del juez es también su facultad: administrar justicia, esto es,
conocer, tramitar y decidir las causas que se le someten a su conocimiento en el
marco del procedimiento que establezca la ley. El juez no puede sustraerse del
cumplimiento de este deber que, por virtud de lo establecido en el artículo 19
Código de Procedimiento Civil, se convierte en una verdadera obligación.

b. Deber concreto de imparcialidad

La imparcialidad es un carácter de los órganos jurisdiccionales y,


concretamente del juez, pero se requiere precisar que es más que eso: constituye
un verdadero deber-obligación que acarrea responsabilidades; en efecto, el
artículo 255 constitucional le establece al juez responsabilidad por la “parcialidad”
y ésta puede darse por cohecho o prevaricación y también cuando se demuestra
una conducta indebida de favorecimiento procesal a una de las partes en perjuicio
de otras o de terceros que son los casos del fraude personal.

c. La responsabilidad

La responsabilidad implica que, efectivamente, el juez responde por los actos


cometidos en el desempeño de sus funciones; pero se da en varios niveles:
a) La responsabilidad administrativa frente al sujeto público empleador que es
el Estado, ésta tiene carácter disciplinario que puede ir desde amonestación,
suspensión, remoción o destitución dependiendo de la gravedad de la falta.

b) La responsabilidad penal que incluye penas de prisión o presidio


dependiendo de la calificación que se haga de conformidad con el Código Penal
(por delitos de denegación, cohecho o prevaricación); y

c) La responsabilidad patrimonial frente a los particulares justiciables afectados


en su esfera patrimonial por daños causados debidos al error, omisión, retardo o
acción dolosa por parte del juez.

d. Potestad y discrecionalidad judicial

Sobre la base de que el juez debe poseer “conciencia social” (Carnelutti) y que
el juez no es menos órgano del Pueblo que el resto de los que forman el Poder
Público (Bachoff), desde hace medio siglo se viene construyendo la idea de un
juez más participativo en la tramitación de los procesos. Se trata de la visión del
juez como “director” del proceso.

Así entonces que al lado del principio dispositivo que consagra que el proceso
le pertenece a las partes y está a su servicio, se le han otorgado a los jueces
facultades inquisitivas para intervenir, con su poder de imperio, en muchas
situaciones indispensables para una mejor administración de justicia (artículo 12 y
14 del Código de Procedimiento Civil).

No obstante, de la normativa antes mencionada se extraen las facultades


fundamentales de los poderes del juez:

1) El poder de dirección del proceso


La ordenación del proceso implica la actividad procesal que tiende a disponer
los medios necesarios para que el juez cumpla con su misión; sin embargo esta
ordenación del proceso implica que alguien lo impulse, es decir, como lo define
Jaime Guasp:

Por impulso procesal se entiende aquella actividad que tiende a hacer avanzar el
proceso a través de cada uno de los momentos de tiempo, trámites, períodos,
fases, que lo componen.

En virtud del principio dispositivo en el proceso, el impulso procesal


corresponde a las partes quienes son los sujetos interesados en que se resuelva
la cuestión de mérito o de fondo sometido a conocimiento del órgano
jurisdiccional. El fenómeno del impulso procesal bien puede bifurcarse en sentidos
diferentes: a) el impulso que da el juez en virtud de un deber impuesto por la ley; y
b) el impulso que debe dar la parte, en razón de su interés, que se denomina
instancia. Es evidente que el juez “carece de instancia” aunque tenga el deber de
impulso.

2) El poder de buscar la verdad de los hechos a través de iniciativas probatorias

La corriente procesalística contemporánea ha sostenido la necesidad de que el


juez pueda intervenir directamente en la producción de la prueba; es decir, si bien
el principio dispositivo vincula al juez con respecto de los hechos alegados y como
quiera que la prueba se dirige a lograr el convencimiento de éste sobre tales
hechos, entonces resulta lógico que, también, el juez pueda realizar una actividad
probatoria en supuestos específicos.

En otras palabras, por vía excepcional, la ley permite al juez recabar alguna
prueba que se considere necesaria para cumplir con su labor jurisdiccional.

3) Poder disciplinario
Consiste en la posibilidad que tiene el juez de mantener el orden en la sede del
tribunal y de garantizar la majestad de la justicia. Los artículos 91, 93 y 94 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) establecen facultades disciplinarias para
ser aplicadas a todas las personas que incurran en desacato o irrespeto al Poder
Judicial.

5. El Código de Ética del Juez Venezolano

El artículo 267 constitucional prevé que el régimen disciplinario de los


magistrados o magistradas, jueces o juezas estará fundamentado en el Código de
Ética que dictará la Asamblea Nacional, sobre este mandato el Tribunal Supremo
de Justicia ha tomado la vanguardia en la elaboración de un proyecto del referido
Código el cual no ha sido aprobado aún por la Asamblea Nacional.

El Proyecto de Código se compone de sólo dos (2) títulos referidos a las


“Disposiciones fundamentales” y “De la jurisdicción disciplinaria y de su
procedimiento. En el primero se establecen las bases del comportamiento público
y privado del juez, mientras que el segundo regula la llamada “jurisdicción
disciplinaria”.

C. El Secretario de Tribunal

El secretario es el funcionario público dispuesto para que actúe con el juez en


la realización de algunos actos procesales y suscriba con él “los actos,
resoluciones y sentencias” y, en general, de dar autenticidad a los documentos
emitidos por el tribunal, custodiar el archivo y realizar las diligencias
encomendadas por la ley.

El secretario es entonces el jefe administrativo bajo cuya dirección se


encuentra el personal subalterno y bajo cuya responsabilidad se encuentra la
custodia de los expedientes y el mobiliario del despacho.
1. Designación y remoción

El secretario es persona de libre nombramiento y remoción de los jueces


(según lo dispone el artículo 94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), y como
todo funcionario público debe reunir los mismos requisitos de cualquiera de ellos:
ser mayor de edad, estar en el libre ejercicio de sus derechos y ser abogado.

2. Atribuciones de la secretaría

a. Funciones relacionadas con la jurisdicción

El secretario debe firmar junto con el juez las sentencias que dicta el tribunal
así como la realización de actos procesales de suma importancia: firmar con el
juez los actos de contestación, recusación, declaraciones, aceptaciones,
experticias y los demás que deban concurrir las partes o terceros llamados por la
ley (artículo 104 del Código de Procedimiento Civil). Debe igualmente escribir en el
expediente los actos del tribunal bajo el dictado o instrucciones del juez.

b. Funciones relacionadas con la administración

El secretario tiene las funciones de dirigir el trabajo de los amanuenses o


escribientes del tribunal así como llevar el control de las vacaciones, permisos,
actividades y tareas.

De igual modo, debe mantener en su custodia los sellos, libros y la


correspondencia enviada o recibida en el Tribunal; en cuanto a los expedientes,
debe cuidar que lleven un orden cronológico “absteniéndose de suscribir
diligencias o escritos que no guarden el orden cronológico mencionado” (artículo
108 del Código de Procedimiento Civil).

c. Funciones de autenticación
La firma del secretario en los escritos y documentos que presenten las partes
da fe en cuanto a la fecha de presentación y la persona que los presenta (artículo
107 del CPC).

El secretario de tribunal es el encargado de salvar las enmendaturas en las


foliaturas, palabras testadas y cualquiera interlineación que se presentaren en los
escritos (artículo 109 del CPC).

Expedir por secretaría las copias certificadas que conforme al artículo 112
eiusdem soliciten cualquiera de las partes en el proceso y puede certificar,
igualmente, los días de despacho que hubiesen transcurrido y se requiera para
cualquier cómputo legal.

D. El Alguacil

1. Nombramiento e incompatibilidades

El alguacil es otro funcionario público que colabora con las labores del juez y
secretario en la prestación del servicio jurisdiccional. Igual que todo funcionario
público tiene las atribuciones y responsabilidades que la ley le indica, sobre todo,
responsabilidad administrativa, civil y penal por el abuso en el ejercicio de sus
funciones.

No pueden estar vinculados con el juez ni con el secretario por parentesco o


comunidad conyugal, y requieren saber leer y escribir, ser mayor de edad y estar
en plenitud del ejercicio de sus derechos civiles y políticos.

2. Atribuciones y responsabilidad
El alguacil es el guardián del orden dentro del local del tribunal y ejecuta las
órdenes que, en uso de sus atribuciones, impartan el juez o el secretario.

La principal tarea del alguacil es practicar las citaciones y notificaciones a las


partes o terceros que deban realizarse a lo largo del proceso judicial. Tal como lo
establece el artículo 115 del Código de Procedimiento Civil.

Igual que el resto de los funcionarios está obligado a asistir al despacho y no


ausentarse sin justa causa (artículos 74 y 76 del Código de Procedimiento Civil).

E. Otros Funcionarios Permanentes, Eventuales u Ocasionales

Para cumplir con las labores que se requieren en la prestación del servicio, los
órganos jurisdiccionales se sirven de un conjunto de personas, profesionales o no,
que se dedican a la realización de tareas específicas durante el desarrollo del
proceso. Estos funcionarios pueden ser permanentes u ocasionales.

1. Funcionarios permanentes: Los escribientes y archivistas

Los escribientes son conocidos con el nombre de amanuenses. Constituye el


personal de apoyo en el tribunal encargado de realizar las tareas asignadas por el
juez o el secretario que van desde atestiguar en la realización de un acto procesal
hasta intervenir en la certificación de documentos.

Son funcionarios públicos que pertenecen a la Dirección Ejecutiva de la


Magistratura con las responsabilidades y atribuciones antes señaladas.

Por otro lado, en todo los tribunales (sean unipersonales o colegiados) funciona
un ”archivo” que es el lugar donde se guardan y custodian los expedientes y
correspondencias del tribunal. El archivista es el encargado de facilitar a los
usuarios del servicio el préstamo de los expedientes así como la distribución de
los expedientes asignados en los tribunales colegiados.

Los archivistas son designados conforme al estatuto de personal que regule la


relación funcionarial (artículo 71 de la Ley Orgánica del Poder Judicial) y deberán
asistir al despacho no sólo dentro de las horas comprendidas para su labor sino
también cuando sea requerido (artículo 74 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).

2. Funcionarios eventuales: peritos, depositarios, y otros

Existen otras personas que actúan y sirven al proceso judicial de manera


esporádica, eventual o temporal (salvo los relatores permanentes) y para tareas
específicas: tales como los relatores cuya misión es colaborar con el juez en la
sustanciación y estudio de las causas e incidentes que le encargue dicho
funcionario. Estos relatores pueden ser temporales o permanentes y su única
misión es participar en la elaboración de un proyecto de sentencia para que sea
aprobado por el juez de la causa si lo estima pertinente (artículo 125 del CPC).
Los relatores pueden ser recusados por las partes y en caso de proceder el juez
asume la tarea encomendada.

También participan en el proceso los peritos, depositarios o cualquier otra


persona que ocasionalmente pueda requerirse para la prestación del servicio
jurisdiccional como sería el caso de los médicos forenses (artículo 82 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial). Bien es cierto que la medicatura forense no depende
de los jueces sino que constituye una dependencia oficial, de libre nombramiento y
remoción del Ejecutivo Nacional. Son funcionarios temporales los llamados a
ocupar la vacancia dejada por el juez titular, y quienes deban suplir las faltas
temporales de los secretarios y alguaciles, los cuales serán llenadas así: en los
tribunales colegiados por la persona que designe el presidente, y en los
unipersonales, por la que nombre el juez (artículo 52 de la Ley Orgánica del poder
Judicial).
La Competencia:

Tal como lo ha expresado el Maestro Humberto Cuenca en sus textos


procesales, el Estado no puede ejercer la función jurisdiccional en todo el país con
un solo tribunal sino que, por necesidades prácticas de la vida, es necesario crear
cientos de tribunales y distribuir entre ellos el trabajo jurisdiccional.

Desde luego, todos los tribunales creados tienen jurisdicción y nunca la pierden
salvo que el caso a resolver le corresponda a jueces extranjeros o que la cuestión
a dilucidar sea atribución de la Administración Pública. Tradicionalmente, se ha
dicho que la competencia es la “medida” o el “límite” de la jurisdicción para indicar
que todos los tribunales tienen jurisdicción aunque no todos tengan competencia,
pero deben tenerla en, al menos, alguna materia.

La competencia se ha querido abordar en la ciencia procesal olvidándose que


se trata de un fenómeno del Derecho público es decir, es un presupuesto para la
validez del ejercicio de la función pública. Esto se debe a que la competencia para
el Derecho público (por ejemplo: constitucional o administrativo) tiene algunas
características que difieren cuando se trata de la competencia procesal.

En materia procesal, la jurisdicción como poder que emana de la Constitución,


pero la competencia puede ser convenida por las partes (en caso de la
competencia territorial), puede ser suprimida por vía de reglamento o acto
administrativo y, además, la falta de competencia produce actos jurídicos válidos.

1. La competencia como potestad de Derecho público

La competencia en relación con el ejercicio de potestades públicas se ha


asimilado a la capacidad, es decir, a la atribución por parte de la Constitución y la
ley de determinadas aptitudes para que un órgano de Derecho público pueda
actuar y producir modificaciones en la esfera jurídica de los particulares. Esto se
sustenta en el hecho de que las atribuciones de los órganos que ejercen el Poder
Público deben estar previstas en la Constitución y la ley, en clara expresión del
principio de legalidad. Allan Brewer-Carías define la competencia, desde el punto
de vista del Derecho público, de la siguiente manera:

La competencia es la aptitud legal de los órganos de la Administración contenida


en el conjunto de facultades, poderes y atribuciones que le han sido legalmente
asignadas para actuar en sus relaciones con los demás órganos del Estado y con
los particulares.

En tal sentido, la competencia es “la aptitud que tiene un órgano del Estado
para actuar”, pero no solamente se trata de una “facultad” sino también es una
“obligación” y un “límite” dentro del cual puede actuar el órgano. Entre otras
características de la competencia, como potestad de Derecho público,
encontramos:

1) La competencia requiere texto expreso, es decir, debe estar prevista en la


Constitución y, en general, en el bloque de legalidad;

2) Las normas que regulan la competencia son de estricto orden público, lo que
implica que no pueden relajarse ni derogarse por convenios particulares ni por
voluntad del funcionario;

3) La competencia no es sólo una facultad de acción que se otorga a los


funcionarios sino que, al mismo tiempo, constituye su obligación (potestad);

4) La falta de competencia, en el Derecho público, genera la absoluta invalidez


del acto dictado por el funcionario incompetente.

En efecto, la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos (LOPA)


establece, como causal de nulidad absoluta de los actos administrativos:

Artículo 19 LOPA. Los actos de la Administración Pública serán absolutamente


nulos en los siguientes casos:

4. Cuando hubiesen sido dictados por autoridades manifiestamente


incompetentes, o con prescindencia total y absoluta de procedimiento legalmente
establecido.
De tal forma que la competencia, en materia de Derecho público administrativo,
adquiere la fisonomía de un verdadero presupuesto cuya ausencia genera la
nulidad absoluta de cualquier acto que se hubiere dictado. Además, en el mismo
sentido, se presenta como inconvalidable por actos de los particulares o del mismo
funcionario.

2. La competencia procesal

Para Hernando Devis Echandía la competencia se define como “la facultad que
cada juez o magistrado de una rama jurisdiccional tiene, para ejercer la
jurisdicción en determinados asuntos y dentro de cierto territorio”.

Asimismo, para Rafael Ortiz-Ortiz, “la competencia procesal es la aptitud


material u objetiva establecida por la Constitución o la ley, constituida por esferas
de la vida, sobre la cual el órgano jurisdiccional, puede actuar procesalmente; y la
aptitud formal o subjetiva, constituida por la ausencia de impedimento personal
(causas de inhibición) para pronunciar sus decisiones”.

La definición anterior genera una primera clasificación de la competencia:


Objetiva y subjetiva; la primera, según se apunte al conjunto de atribuciones
legales a través de las cuales se ejerce la función jurisdiccional y, la segunda,
atendiendo a la ausencia de algún impedimento personal que acarree parcialidad
en las decisiones del juez.

3. Competencia y jurisdicción. Relaciones

La primera distinción que se encuentra de la jurisdicción con respecto de la


competencia está en que la primera es una potestad pública, genérica de todo
tribunal; mientras que la competencia es un poder específico para intervenir en
determinados aspectos materiales de la vida, es decir, en una causa y un proceso
concreto.
Es cierta, entonces, la afirmación según la cual todo juez tiene competencia por
el solo hecho de serlo, pero no todos los jueces tienen la misma competencia,
pues ésta puede variar dependiendo del criterio atributivo que se establezca.

En segundo lugar, se afirma que la competencia es un “límite” o la medida de la


jurisdicción que ejerce en concreto el juez (Mattirolo, Rengel Romberg), y otros
como Rocco afirman que se trata de la “porción del poder jurisdiccional que
corresponde en concreto a cada oficina”. Todas estas afirmaciones pueden
compartirse si se toma en cuenta que la competencia sigue siendo la esfera
material de la vida sobre la cual cada juez, particular y específicamente, puede
actuar en un caso concreto.

4. La jurisdicción como presupuesto del proceso y la competencia como


presupuesto de la sentencia

Un error, frecuente y extendido, está en considerar que la competencia es un


presupuesto procesal o que es una “facultad genérica” de los jueces. En nuestro
Derecho procesal la falta de competencia no anula el proceso sino, en todo caso,
la sentencia que se dicte. Lo que sí constituye un presupuesto de validez del
proceso es la jurisdicción pero, la competencia, es un presupuesto sólo de la
sentencia.

A diferencia del Derecho público y, en particular, en el Derecho administrativo,


donde la falta de competencia manifiesta del funcionario genera la nulidad
absoluta del acto administrativo, en el Derecho procesal, la falta de competencia
del juez no genera la invalidez o nulidad de los actos cumplidos, sobre todo si
éstos cumplieron la finalidad y no se quebrantaron algunas normas de orden
público; el efecto procesal de la declaratoria de falta de competencia es pasar el
expediente o los autos al tribunal que efectivamente la tenga.

En cambio, la jurisdicción sí es un presupuesto de validez y existencia del


proceso, pues la declaratoria de falta de jurisdicción genera automáticamente el
archivo del expediente, previa declaratoria de nulidad de lo actuado en el mismo.
En este mismo sentido, se ha pronunciado Arístides Rengel Romberg al
expresar que la competencia es un presupuesto de la sentencia de mérito, es
decir, “la falta de competencia impide al juez entrar a examinar el mérito de la
causa, de tal modo que este requisito ha sido calificado por algunos autores como
requisito o presupuesto del examen de mérito de la causa”.

B. Clasificación de la Competencia

La doctrina tradicional denomina “clasificación” de la competencia a lo que, en


realidad, constituye modalidades de criterios de atribución; es decir, se refiere a
los factores que se toman en cuenta para saber si un órgano jurisdiccional puede
conocer, tramitar y decidir los asuntos que se le sometan a su conocimiento.

De modo que es conveniente determinar cuáles son esos factores que


determinan la competencia de los órganos jurisdiccionales para comprender
cuándo un tribunal está habilitado para dictar sentencia en un proceso judicial.

Los asuntos atinentes a los criterios atributivos de “competencia procesal”


están previstos en el Libro Primero “Disposiciones generales”, título I “De los
órganos judiciales”, capítulo I “Del juez”, sección I “De la competencia del juez por
la materia y por el valor de la demanda” (arts. 28 a 47 CPC). En su articulado se
derivan las reglas básicas en la determinación de la competencia por la materia, el
valor y el territorio.

Es necesario señalar que éstos no son los únicos criterios para ello, pues
también tenemos el criterio funcional (previsto en la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales) o el campo de las competencias
exclusivas. Igualmente, lo relativo a las figuras procesales de la recusación e
inhibición que conforman la competencia subjetiva del juez para decidir una causa
determinada.

1. Competencia por la materia


a. Definición

Constituye el primer criterio de atribución de competencia, de acuerdo con el


orden establecido por el código de Procedimiento Civil (CPC).

Esta modalidad de competencia se encuentra vinculada con la naturaleza de la


cuestión que se discute, tal como se desprende del artículo 28 del CPC.

De igual manera, Arístides Rengel Romberg ha expresado que, “en la


determinación de la competencia por la materia se atiende a la naturaleza de la
relación jurídica objeto de la controversia, y sólo en consideración a ella se
distribuye el conocimiento de las causas entre diversos jueces”. En tal sentido, se
crean determinados tribunales a quienes se atribuye, exclusivamente, la
posibilidad de conocer de ellos y decidirlos.

El objeto del proceso se determina con base en el interés sustancial que se


invoca en un proceso, sea que éste asuma el carácter de una controversia (interés
en conflicto) o que el interés sea mutuo entre las personas que acuden a la
jurisdicción.

Según Rafael Ortiz-Ortiz, la “competencia por la materia es un criterio atributivo


de aquélla que se determina atendiendo a la naturaleza del asunto objetivo o
material sobre el cual verse el interés de las partes en el proceso”.

b. Competencia general u ordinaria

De conformidad con nuestro sistema jurídico, todo asunto que no corresponda


a la competencia penal está atribuido a los jueces ordinarios civiles, salvo que
tenga un procedimiento o una regulación especial.
En efecto, el artículo 338 del Código de Procedimiento Civil dispone que “las
controversias que se susciten entre partes en reclamación de algún derecho, se
ventilarán por el procedimiento ordinario, si no tienen pautado un procedimiento
especial”.

De lo anterior se desprende que, cualquier asunto de naturaleza civil (lo cual se


determina con referencia a la materia penal) debe tramitarse por el procedimiento
ordinario civil, salvo que tal asunto tenga pautado un procedimiento especial que
bien pudiera disponer que la competencia la tenga otro tribunal, como ocurre con
los asuntos mercantiles, agrarios, laborales, niños y adolescentes, tránsito,
contencioso-administrativo, etc.

2. Competencia por el valor

a. Definición

De acuerdo a lo expresado por el Maestro Humberto Cuenca, en el proceso se


debaten dos clases de intereses humanos: económicos y morales. Pese a que
cada cuestión jurídica tiene su propia importancia, independientemente de su
valor, ha incluido poderosamente en el ánimo del legislador el valor moral o
económico de la demanda para determinar la competencia por la cuantía.

En la determinación de la competencia por el valor, no se atiende a la calidad


de la relación controvertida, sino al aspecto cuantitativo de la misma, y con base
en el valor se distribuye el conocimiento de las causas entre diversos jueces.

“La determinación de la competencia por el valor de la demanda no da lugar,


como ocurre en la determinación de la competencia por la materia, a la
distribución de las causas entre jueces ordinarios y jueces especiales, sino a la
distribución de ellas entre diversos tipos de jueces ordinarios” (Rengel Romberg).
Para Rafael Ortiz-Ortiz, la “competencia por el valor se determina atendiendo a
la cuantía o el valor económico de los asuntos sometidos a conocimiento de los
órganos jurisdiccionales, sean de cualquier naturaleza, pues, por regla general,
todas las pretensiones son apreciables en dinero”.

b. Regla general para la determinación de la cuantía

Constituye el segundo criterio atributivo de competencia procesal. La


competencia por el valor de la demanda se rige por las disposiciones del Código
de Procedimiento Civil y la Ley Orgánica del Poder Judicial y éste último
instrumento legal permitía que el extinto Consejo de la Judicatura, mediante
Resolución pudiera modificar los valores o el quantum establecido para la
determinación de la competencia.

En principio, debemos señalar que todas las pretensiones son apreciables en


dinero, salvo las que tienen por objeto o interés el estado y la capacidad de las
personas.

De tal manera que, existe un criterio básico para la determinación de las


pretensiones que tengan por objeto el estado y la capacidad de las personas, cuya
competencia está atribuida a los jueces civiles, salvo la materia de niños y
adolescentes.

3. Competencia por el territorio

Se trata del tercer criterio atributivo de competencia que toma en consideración


el elemento territorial, es decir, no se atiende a la naturaleza de la cuestión
sometida a conocimiento de los órganos jurisdiccionales (criterio objetivo o
material) ni tampoco al valor o cuantía de los intereses jurídicos debatidos en el
proceso (criterio económico), sino al lugar donde se desarrollan los hechos que
generan el conflicto o el interés y la sede del órgano jurisdiccional.
En ese mismo sentido Rengel Romberg ha señalado que, “no basta, a los fines
de la determinación de la competencia, haber aclarado a qué tipo de órgano
corresponde, por la materia y por el valor, el conocimiento de una causa
determinada sino que es necesario, además, para individualizar en concreto al
juez que debe conocer de ella, determinar a cuál de los diversos jueces de aquel
tipo corresponde conocer de esta causa singular, y esta determinación se realiza
en consideración a la vinculación que tienen las partes o al objeto de la
controversia con el territorio en que actúa el juez”.

La competencia por el territorio puede ser prorrogada por las partes con entera
autonomía de voluntad, salvo limitaciones específicas establecidas en la ley.

4. Competencias específicas

Se trata de competencias que, por política legislativa, rompen con las reglas
generales y ordinarias; tales son los casos de la competencia funcional en materia
de amparo constitucional y las llamadas competencias exclusivas.

a. Competencia funcional en amparo constitucional

En efecto, en materia de amparo constitucional ordinario, el juez competente se


determina por la materia, esto es, por la competencia afín con la naturaleza de los
derechos o garantías constitucionales transgredidas o amenazadas de lesión. De
tal modo que, si se trata de una relación de empleo público, el juez competente
por la materia será el contencioso funcionarial; si, en cambio, se trata de una
relación de trabajo, serán competentes los tribunales laborales; si se trata de un
contrato comercial, entonces, el juez competente será el que conozca de los
asuntos mercantiles.

Sin embargo, cuando se trata de una pretensión de amparo constitucional


contra sentencia, la regla varía y ya no se trata del derecho o garantía
constitucional transgredida sino el órgano judicial jerárquicamente superior. En
estos casos lo que determina la competencia no es el interés material determinado
por el derecho o garantía transgredida sino, concreta y específicamente, el juez
superior al que dictó la sentencia lesiva; por ejemplo, si un juez de municipio viola
el derecho al trabajo con una sentencia, el competente para conocer de la
pretensión de amparo no es el juez del trabajo sino el juez de primera instancia
civil, pues es éste el superior jerárquico del juez querellado. Así se desprende del
artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.

En tal sentido, el juez competente en primera instancia o primer grado de


competencia constitucional será el tribunal inmediatamente superior al que emitió
el pronunciamiento, sin importar el valor, la materia o el territorio. Se trata
entonces de una competencia específica y no de una competencia ordinaria.

Este aspecto conviene saberlo en particular cuando un tribunal de primera


instancia es incompetente por la materia (por ejemplo, un tribunal mercantil que
dicta una sentencia en materia laboral decidiendo sobre un contrato de trabajo
para lo cual carece de competencia), y se pretende un amparo constitucional
contra esa sentencia, debemos preguntar: ¿Cuál es el tribunal competente para
conocer de la pretensión de amparo? ¿será el tribunal superior mercantil o un
tribunal superior del trabajo? La respuesta es obvia: Aunque el tribunal de primera
instancia sea incompetente por la materia, el juez superior jerárquico (mercantil)
será siempre competente para conocer de las pretensiones de amparo que se
intenten contra decisión judicial porque, en este caso, la competencia es funcional
y no material.

b. Las competencias exclusivas

Además de la competencia funcional, existen las denominadas competencias


jurisdiccionales exclusivas. Consisten en criterios específicos del legislador el cual
decide que determinada materia, asunto o controversia sea resuelto en exclusiva
por un tribunal y, como consecuencia, se excluyen los demás.

Lo anterior ocurre, por ejemplo, con la competencia del Tribunal Supremo de


Justicia para conocer del enjuiciamiento del Presidente de la República, en
cualquier caso, y, también, del Vicepresidente, ministros, procurador general,
contralor general, entre otros funcionarios.

De conformidad con el artículo 266 de la Constitución, esta competencia está


asignada exclusivamente a la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia; pero
también hay competencias exclusivas en cabeza de la Sala Constitucional (por
ejemplo, el ejercicio de la jurisdicción constitucional).

C. Caracteres de la Competencia

Si bien es cierto que los criterios atributivos de competencia pueden ser


múltiples, sin embargo existen unas reglas generales aplicables en todo caso de
competencia, las cuales se cobijan bajo la noción de caracteres o características
generales.

1. Carácter de orden público relativo y no absoluto

De acuerdo al planteamiento tradicional se decía que la competencia era un


asunto de orden público absoluto, fundamentalmente se refería a la competencia
derivada de los criterios atributivos por la “materia” y por la “cuantía”.

En esos casos, se pensaba que la competencia era absoluta o de orden


público respecto de las cuales los límites de la jurisdicción estaban preordenados
a ciertos fines de orden público, con prescindencia de toda consideración de
conveniencia o utilidad de las partes. Mientras que, la competencia territorial era
prorrogable, relativa o dispositiva, en la cual los límites de la jurisdicción del juez
se fijaban en atención a la utilidad de la partes, para facilitar a éstas el acceso a
los tribunales más próximos a su domicilio, donde pudieran fácilmente ser
aportadas las pruebas de los hechos. No obstante, la regla hoy es mucho más
precisa, así lo ha expresado Rengel Romberg:
La evolución doctrinal y positiva en esta materia, alteró aquel paralelismo indicado,
que concluyó en la distinción de tres tipos de incompetencia: La relevable de oficio
por el juez en todo estado y grado del juicio (materia y funcionalmente territorial);
relevable de oficio por el juez en cualquier momento del juicio en primera instancia
(valor), y la relevable solamente por las partes en el primer acto defensivo
(territorial ordinaria).

El Código de Procedimiento Civil, en su artículo 60, regula de modo expreso la


declaratoria oficiosa de la falta de competencia, con lo cual pueden concluirse
varios aspectos relativos a la competencia:

a) Si la falta de competencia es por la materia y en las causas donde deba


intervenir el Ministerio Público o en cualquier otro en que la ley expresamente lo
determine, entonces el juez puede declarar su incompetencia en cualquier estado
y grado del proceso.

b) Si la falta de competencia es por el valor sólo puede declararse en primera


instancia pero no cuando la causa se encuentra en el segundo grado.

c) Si la incompetencia es territorial entonces debe ser señalada como cuestión


previa (primer ordinal del artículo 346 del CPC).

Asimismo, la competencia no es un presupuesto del proceso sino de la


sentencia, en cuyo caso los actos producidos por un juez incompetente son
válidos; esto nos permite llegar a una conclusión fundamental: La competencia es
de orden público relativo y no absoluto. Es relativo porque todo depende de la
circunstancia concreta en la cual se deba verificar la competencia y también
porque los actos producidos por un juez incompetente, salvo la sentencia,
producen plenos efectos.

Ahora bien, este carácter de orden público genera que las normas sobre la
determinación de la competencia son inderogables, indelegables, prorrogable con
las limitaciones del caso y de aplicación oficiosa, sin embargo lo “relativo” se
evidencia porque no toda incompetencia puede alegarse en cualquier estado y
grado de la causa (como ocurriría si se tratara de “orden público absoluto”) sino
que el legislador establece unas modalidades específicas de tal alegación.

2. Obligatoriedad e irrenunciabilidad

La competencia no puede renunciarse, es decir, no admite relajamientos por


parte del funcionario público ni restricciones voluntarias. En otras palabras, el
funcionario no puede renunciar a ejercerla. Es de ejercicio obligatorio aunque la
ley, en ciertos casos, dé cierto margen de apreciación de las circunstancias de
hecho.

La base normativa la encontramos en el artículo 253 de la Constitución vigente.


Este carácter es una consecuencia de concebir el ejercicio jurisdiccional como una
potestad, es decir, engendra facultades de actuación por parte del titular de la
competencia pero, al mismo tiempo, concede a los justiciables la posibilidad de
exigir su cumplimiento, lo que torna aquella facultad en una verdadera obligación.

De lo mencionado se desprende que, el juez no puede, por ningún motivo,


renunciar a la competencia judicial que le ha sido asignada; puede, en todo caso,
declarar su incompetencia, en cuyo caso estamos ante un supuesto diferente de la
renuncia.

3. Inderogabilidad o improrrogabilidad

Como regla general, el artículo 5 del Código de Procedimiento Civil, establece


que “La competencia no puede derogarse por convenio de las partes, sino en los
casos establecidos en este Código y en las leyes especiales”; esto significa, que la
competencia no puede ser prorrogada por la sola voluntad de las partes ni puede
derogarse por convenios particulares. Salvo las excepciones que el propio texto
procesal estipula. Los casos son los siguientes:
a) En materia de competencia por el territorio las partes pueden “elegir”
cualquier juez de la República (que sea competente por el valor y la materia) para
ventilar sus asuntos; en caso de no haber elección de domicilio procesal expreso
con indicación de la competencia entonces podrá demandársele en el lugar donde
se encuentre (arts. 46 y 47 del CPC).

b) Las otras formas de prórroga son: Por sumisión expresa, cuando opuesta la
incompetencia territorial como cuestión previa, la otra parte se adhiere a la
competencia indicada por el demandado (art. 60 in fine); y por sumisión tácita
cuando el demandado no hace valer la incompetencia territorial dentro del lapso
fijado para la contestación de la demanda; en consecuencia no podrá alegarse la
incompetencia por el territorio en ningún otro momento del juicio.

Salvo estos casos, el principio es absoluto y mucho más en materia penal.

4. Indelegabilidad

En razón de que la competencia es una potestad pública, la misma no puede


ser delegada por el juez competente.

A los efectos de aclarar esta situación, señalamos que en el acto de delegación


hay una transferencia de competencia de un órgano a otro órgano (delegación
interorgánica) o de un ente (con personalidad jurídica) a otro ente (delegación
intersubjetiva). Lo importante es que el delegante se desprende de su
competencia y ésta es transferida temporal o definitivamente al delegado.

En Derecho público es impensable que la competencia pueda delegarse a


particulares o a los ciudadanos. En el Derecho procesal, la competencia tampoco
puede delegarse en ningún caso; como la competencia está fundamentada en
razones de orden público, no puede ser delegada por el titular del órgano al cual
se atribuye.
Se admite, sin embargo, que el juez, por motivos de auxilio judicial cometa a
otros (comisionados) la realización de algunos de los actos procesales que no
puedan efectuar por sí mismos; así, por ejemplo, todo lo que deba realizarse del
área territorial de competencia asignada. Estos son los supuestos de la llamada
comisión judicial.

También es posible que los jueces exhorten a otros tribunales del mismo rango
para la práctica de alguna diligencia (pruebas, citación, notificación, etc.), en cuyo
caso estamos ante la figura del exhorto judicial. De igual manera, es posible que
un juez inferior le pida a uno superior (en caso de no haber tribunales inferiores en
la región) o a un tribunal extranjero, la práctica de tales actos, en cuyo caso
estamos ante la figura de la rogatoria.

5. Aplicación oficiosa

El mismo carácter de orden público (aunque sea relativo) implica que la


competencia puede ser relevada de oficio por parte del juez, salvo los casos de
prórroga. Como se ha dicho, el Código de Procedimiento Civil (artículo 60)
establece la declaratoria oficiosa de la falta de competencia en tres casos:

En la competencia por la materia (en cualquier estado y grado del proceso).

En la competencia por la cuantía sólo en la primera instancia (aún cuando se


encuentre en estado de sentencia o en el texto de la misma).

En la competencia por el territorio sólo en aquellos casos donde sea indispensable


la intervención del Ministerio Público en los casos previstos en la ley (como ocurre
en el divorcio o separación de cuerpos, cuya competencia la tiene asignado el juez
del domicilio conyugal y dónde es obligatoria la presencia del Ministerio Público de
conformidad con el Código Civil).

D. Momento Determinante de la Competencia (Perpetuatio Iurisdictionis)


Se trata de la inmodificabilidad de la competencia. Consiste en que una vez se
precisen las circunstancias de hecho, esta fijación permite determinar el tribunal
competente, no puede modificarse a lo largo del proceso por el hecho de que
“cambien” tales circunstancias.

En otras palabras, el principio alude al supuesto concreto en que los supuestos


de hecho que determinaron la competencia pueden “cambiar” durante la
tramitación del proceso y ello no implica que la competencia fijada, se modifique.

La perpetuatio iurisdictionis, “establece que la competencia está determinada


por la situación de hecho al momento de la demanda y ésta es la que la determina
para todo el curso del juicio, cuando dichas condiciones luego variaran” (Enrique
Véscovi).

1. Definición

Para Giuseppe Chiovenda la competencia del juez una vez iniciada la causa,
queda insensible a cualquier cambio sobrevenido de las circunstancias que la
habían determinado (per citacionem perpetuatur iurisdictio). Base legal: Artículo 3
del Código de Procedimiento Civil.

En tal sentido, la potestad de juzgamiento y la competencia del órgano


jurisdiccional se determina por la situación fáctica existente para el momento de
introducción de la demanda, sin que pueda modificarse esa jurisdicción y
competencia, en razón de los cambios que se presenten en el curso del proceso.

2. Supuestos de aplicación de la perpetuatio iurisdictionis

Ya se ha señalado que la fijación de este principio es de suma importancia para


resolver entre otros aspectos:
a. Efecto sobre la edad de los litigantes

Se trata de aquellos casos en los cuales se inicia un proceso judicial, teniendo


como una de las partes a un “niño” o “adolescente”, y, en el transcurso del
procedimiento éste alcanza la mayoría de edad (o mayoridad).

Cuando dicha situación ocurre, no significa que el tribunal tenga un motivo de


incompetencia sobrevenida, puesto que seguirá conociendo hasta su conclusión;
esto se debe a que, la competencia, se determina con base en las circunstancias
de hecho y de derecho aplicables al momento del inicio del proceso.

b. Efecto de modificación en el valor de la demanda

Aquí se habla del supuesto de cuál es la cuantía que se debe tomar en


consideración para recurrir en casación, esto es, el valor de la pretensión jurídica
inicial o el aumento del valor de esa pretensión en el tiempo por efecto de la
inflación sobrevenida a la presentación del libelo de la demanda.

Por ello, el Máximo Tribunal de la República ha sentado criterio sobre este


asunto al exponer que la cuantía del asunto a los fines de poder decidir acerca de
la admisibilidad del recurso de casación es la que se estima en la demanda, como
valor independiente de la inflación.

Así como estos supuestos, lo importante es captar la regla general: La


jurisdicción y la competencia se determinan con base en las circunstancias
fácticas que configuran el interés sustancial deducido en el proceso y cuyo valor
se estima en el libelo de la demanda.
DETERMINACIÓN DE LA COMPETENCIA POR LA MATERIA Y POR EL
VALOR:

Determinación de la Competencia por la Materia y por el Valor:

La Competencia por la Materia:

Se determina por la naturaleza de la cuestión discutida y por las disposiciones


legales que la regulan. Hay que tomar en consideración la causa de pedir (causa
petendi) y el objeto (petitum). Al momento de proponer la demanda el demandante
debe observar si conforme a los criterios tipificados en la Ley para determinar la
competencia, es correcto para conocer de esa demanda por corresponderle esa
esfera de poderes y atribuciones dentro del cual puede ejercer en concreto esa
función jurisdiccional.

Principalmente va a estar determinada por la naturaleza de la cuestión discutida y


por las disposiciones legales que lo regulan; tomado en cuenta la causa petendi y
el objeto; ya que, dependiendo de estos dos aspectos, se determinará la
aplicación de ciertos requisitos y disposiciones legales que se encuentran dentro
de reguladas dentro de la cuestión discutida, y esto lo vemos reflejado en el Art.
28 del C.P.C.

Un ejemplo de esto lo vemos reflejado en materia de protección de niños y


adolescentes, donde la competencia está señalada en el mismo Código Civil en el
Artículo 524 de la precitada Ley; atribuyéndosela así, a un Juez de protección de
niños y adolescentes, en los lugares donde hayan sido creados.

Si la materia no se encuentra en la Ley especial a la esencia misma del caso que


se discute ni tampoco en el C.P.C., hay que acudir a la Ley Orgánica del Poder
Judicial.

El articulo 28 ibidem, establece que la competencia por la materia, se determina


por la naturaleza de la cuestión que se discute y por las disposiciones legales que
la regulan. Así tenemos que las leyes regulan la competencia por la materia, entre
otras, por ejemplo: Código de Comercio; Ley de Tránsito Terrestre; Ley Orgánica
Procesal del Trabajo y Ley de Tierras y Desarrollo Agrario; Ley Orgánica para la
Protección del Niño y del Adolescente, entre otros.

por el Valor:
El valor del asunto controvertido, es tomado en cuenta para determinar el
conocimiento entre un tribunal inferior y otro de mayor jerarquía, no se atiende a la
calidad de la relación controvertida, sino al aspecto cuantitativo de la misma, y en
base al valor se distribuye el conocimiento entre los diferentes jueces ordinarios.

Límites de la Competencia derivados del valor:

Vienen establecidos en el Código de Procedimiento Civil y en la Ley Orgánica del


Poder Judicial. Por resolución Nº 2018-0013 noviembre de 2018, se distribuyó así:

· Los tribunales de Municipio, conocen hasta 15. 000.oo. Unidades


Tributarias

· Los tribunales de Primera Instancia, conocerán en aquellos casos


donde el valor de la demanda exceda más de 15. 000.oo. Unidades Tributarias;

Se tramitarán por el Procedimiento Breve, conforme al Artículo 881 y siguientes


del Código de Procedimiento Civil, aquellas demandas cuyo valor sea inferior a
7.500 Unidades Tribunarias.

Determinación de la competencia por el Valor

El valor de la demanda nos permite determinar la competencia del tribunal ante el


cual debemos demandar.

El Código de Procedimiento Civil señala un grupo de reglas para determinar el


valor de la demanda. Esas reglas son:

El valor de la demanda: el cual está constituido por el capital, si se trata de una


suma de dinero; más los intereses vencidos; los gastos de cobranza y la
estimación de los daños y perjuicios, pero solo los gastos y daños ocurridos antes
de demandar. No forman parte del valor los intereses por cobrar, ni los daños
futuros. Los costos y costas no se incluyen para calcular el valor; aunque se
pretenda y solicite el pago en el libelo de la demanda.

Causas relativas a Cuotas de Obligaciones: del Artículo 32 del C.P.C., tenemos


dos supuestos a saber: si se demanda parte de una obligación, o sea el saldo o
resto de una deuda, el cobro del saldo es el que determina el valor a los fines de la
competencia y no la totalidad de la obligación original; pero si se demanda una
parte de la obligación más cuantiosa y esa parte no es saldo y, si la obligación
más cuantiosa estuviere discutida, el valor de ella si determina el valor de la
demanda.

Demanda con varios puntos: si depende del mismo título las distintas
reclamaciones, tales como el daño material, daño moral y lucro cesante se
sumarán para determinar el valor de la demanda. Si las causas no se provienen
de la misma causa petendi debe entenderse que son pretensiones autónomas, no
sumables, pero acumuladas inicialmente en la demanda, lo cual puede hacerse
por disposición del articulo 77 ejusdem.

Causas relativas a Cuotas de Obligaciones entre varias personas: en este


supuesto el litis consorcio activo, es decir varios demandantes reclaman la parte
que cada uno tiene en un mismo crédito. No se trata de varias acciones, se trata
de varios actores (litis consorcio activo) quienes demandan. Por lo tanto, la
competencia se determina por el total de la suma de las cuotas reclamadas.

Causas relativas a prestaciones de Alimento y a Rentas: de acuerdo al Artículo 35


ibidem, hay dos supuestos: la demanda de alimentos, cuando se trata de
obligaciones alimentarías periódicas, el valor de la demanda lo determina el monto
de las prestaciones reclamadas. Pero si la obligación estuviese discutida, la
determinación del valor de la demanda se hace sumando pensiones mensuales
durante 2 años; cuando se refiere a la demanda de rentas, el valor se determina
sumando las anualidades reclamadas, pero si el título se discute, el valor viene
determinado por la suma de diez anualidades.

Causas relativas a Arrendamientos: si el contrato en por tiempo determinado, el


valor de la demanda sobre la validez o continuación del contrato se determina
sumando las pensiones sobre las cuales se litigue y sus accesorias. Si el contrato
es por tiempo indeterminado, el valor se determina sumando las pensiones de un
año.

Prestaciones en Especie: se determinará de acuerdo a los precios corrientes del


mercado, es decir de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda que es la que
determina normalmente los precios de mercado (art. 37 ejusdem).

Cuando el valor de la cosa demandada no conste, pero sea apreciable en dinero


el demandante debe estimarla (art. 38 C.P.C.).

Demandas no estimadas:

Se admite la posibilidad de una estimación tácita por el simple hecho de


presentarla ante un determinado juez. Pero en esto debemos tener cuidado
porque si bien es cierto que el demandado al contestar la demanda pudiese
colaborar con la estimación tácita, se van a presentar problemas con el cálculo de
las costas, por lo cual el Artículo 286 del Código de Procedimiento Civil establece
un límite de 30% que debe pagar a la parte vencida como honorarios del abogado
de la vencedora.

Demandas no apreciables en dinero:


A pesar de que en gran mayoría las demandas son apreciables en dinero, hay
otras referidas al estado y capacidad de las personas que no se pueden estimar o
valorar.

La Competencia Funcional:

Es cuando ciertos asuntos sin importar la cuantía, están atribuidos a determinados


órganos judiciales. También puede estar dada por el territorio como ocurre en el
juicio declarativo de prescripción, interdictos posesorios y oposición al registro de
patentes. Se encuentra desvinculada de la cuantía del asunto y se confiere por la
función del órgano judicial, por la materia y por el territorio.

DETERMINACIÓN DE LA COMPETENCIA POR EL TERRITORIO:

Es necesario vincular a las partes o al objeto del litigio con una circunscripción
judicial o territorio donde el juez ejerce su función. Los territorios en Venezuela
están delimitados por las Circunscripciones Judiciales, que responden
normalmente a la división político-territorial de la República.

Fundamentos de esa Competencia:

La idea de la competencia por la materia es facilitar a las partes el acceso a los


tribunales más cercanos a sus domicilios o a los del lugar donde se encuentra la
cosa objeto de la controversia, ya que en esos tribunales es menos oneroso
evacuar las pruebas sobre el asunto o dictar medidas sobre bienes objeto del
litigio.

El fundamento de esta competencia es de orden privado. Desde el punto de vista


público para el Estado no sería de importancia que las partes acudan al juez de
primera instancia de cualquier ciudad, a que acudan al juez de municipio para
conocer del divorcio en vez del juez de primera instancia.

Esta competencia se funda en el principio de facilitar a las partes la defensa, su


comodidad y por eso, es una competencia en principio inderogable, salvo casos
excepcionales en que esté interesado el orden público, y el legislador lo disponga
expresamente.

Regla General de la Competencia Territorial:


Es competente para conocer de todas de las demandas que se propongan contra
una persona, el tribunal del lugar donde la misma tenga su domicilio, a menos que
el conocimiento de la causa haya sido diferido exclusivamente a otro tribunal.

La vinculación personal del demandado con un Circuito Judicial o Circunscripción


Judicial, y por el fundamento de orden privado de que el actor debe seguir el fuero
del demandado. Lo cual origina los llamados fueros de la competencia territorial
siguientes:

1. El Fuero General: determina cual es tribunal ante el cual puede ser demandada
una persona por su domicilio a menos que el conocimiento de la causa haya sido
asignado especialmente a otro tribunal.

2. El Fuero Especial: es el que determina el tribunal ante el cual el demandado


debe responder sólo por ciertas causas deferidas por la ley a ese tribunal.

3. El Fuero Personal: permite establecer el tribunal competente para conocer de


los asuntos del demandado por la relación de su domicilio con la circunscripción
judicial.

4. El Fuero Real: la determinación del juez competente para conocerla causa


dependerá de la vinculación del objeto de la pretensión con la circunscripción del
tribunal.

5. El Fuero Concurrente: se presenta cuando existen varios tribunales


competentes por el territorio para conocer la demanda, puede ser concurrencia
electiva (el actor puede elegir entre cualquiera de los tribunales) y concurrencia
sucesiva o subsidiaria (el actor solo puede elegir entre el tribunal subsidiario,
cuando falte al tribunal señalado por la ley en primer lugar, hay un orden de
prelación en la elección).

6. El Fuero Exclusivo o Necesario: solo es competente el tribunal para conocer


del asunto con exclusivo de cualquier otro; se establece por razones de orden
público.

7. Los Fueros Legales y Voluntarios: Allí la competencia del tribunal deriva


inmediatamente de la ley o de la voluntad de las partes.

Fuero de las Demandas sobre los Derechos Personales y Derechos Reales


Mobiliarios:

El tribunal del domicilio del demandado, en su defecto la residencia, o el tribunal


donde el demandado se encuentre (art. 40 del C.P.C.).
Esta norma consagra el fuero general del demandado para todas las acciones
personales y reales sobre bienes muebles. Además, ese fuero constituye su fuero
personal porque está determinado por la vinculación subjetiva o personal del
demandado con el tribunal donde tiene su domicilio.

También establece una concurrencia de fueros de tipo sucesivo o subsidiaria:


domicilio del demandado o en defecto su residencia y si no tiene, donde se
encuentre, aunque el articulo 41 ejusdem, lo modifica y establece una
concurrencia electiva.

Fueros Personales Electivamente Concurrentes:

Es el supuesto del artículo 41 de Código de Procedimiento Civil. Las demandas


sobre derechos personales y reales mobiliarios también pueden proponerse ante
el tribunal donde debe se contrajo la obligación, donde se debe cumplir con la
obligación, o, donde se encuentra la cosa mueble objeto de la obligación, siempre
que en primer y último caso el demandado este en el mismo lugar. Se trata de
fueros especiales: el lugar del contrato, el lugar donde debe cumplirse la
obligación y, el lugar donde se encuentre el bien mueble. Además, estamos en
presencia de fueros reales, que no dependen de la vinculación personal del
demandado, sino de las circunstancias reales tal como el lugar donde se
encuentre el objeto de la obligación. Finalmente, la norma acoge el criterio que se
trata de un fuero concurrente electivamente.

Fueros de las demandas sobre Derechos Reales Inmobiliarios:

El tribunal donde este el inmueble.

El tribunal del domicilio del demandado.

El tribunal de la celebración del contrato, si allí se encuentra el demandado. Se


establece una concurrencia electiva, porque el actor puede elegir entre cualquier
tribunal (art. 42 del C.P.C.).

Fuero de la Apertura de la Sucesión:

La sucesión se abre en el lugar del domicilio del causante al momento de su


muerte. En este especial caso, el legislador procesal le da un carácter de fuero
especial al lugar de la apertura de la sucesión para que el tribunal de ese lugar
conozca las demandas siguientes:

Sobre la partición y división de la herencia y de cualquiera otras entre coherederos


hasta la división.
· Sobre rescisión ya hecha y sobre saneamiento de las cuotas asignadas con tal
de que se propongan dentro de un bienio a contar de la partición.

· Contra los albaceas, con tal que la intenten antes de la división, y si esta no es
necesaria dentro de un bienio a contar de la apertura de la sucesión.

· De las demandas de los legatarios y los acreedores de la herencia, si se


proponen los términos indicados en números precedentes. La competencia
anterior no incluye el domicilio, pero si son varios los demandados deben tener el
mismo domicilio.

· La norma establece un fuero real o personal, determinado por la vinculación de


las acciones con la apertura de la sucesión.

· Es un fuero concurrente con el fuero general del domicilio.

· Es un fuero temporal, porque solo se puede utilizar dentro de los lapsos


determinados en la ley.

Fuero de la demanda entre Socios:

La demanda entre socios se propondrá ante la autoridad judicial donde se halle el


domicilio de la sociedad. Se impondrán ante la misma autoridad judicial las
demandas entre socios, aun después de disuelta y liquidada la sociedad, y por la
división y por las obligaciones que se deriven de estas, con tal que se propongan
dentro de un bienio a partir de la división. Esto sin perjuicio que pueda intentarse
ante el tribunal del domicilio, en los términos que se expresa el aparte último del
artículo 43 del C.P.C.

Prevalece el fuero general del domicilio.

Fuero de la demanda de Rendición de Cuentas:

La demanda de rendición de cuentas de una tutela o de una administración se


propondrá ante la autoridad judicial del lugar donde se hayan conferido o ejercido
la tutela o la administración o ante el tribunal del domicilio, a elección del
demandante. Esto sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 43 del C.P.C. Es un
fuero concurrente, electivo. Además de un fuero real.

Prorrogabilidad de la Competencia territorial:


Es la posibilidad de que la controversia no sea conocida por el tribunal que en
principio le correspondía conocerlo por el territorio.

Se trata de las excepciones al principio de la improrrogabilidad.

La renuncia del domicilio, la elección de domicilio y la radicación de juicio. Y como


consecuencia de ese carácter relativo, prorrogable, de la competencia por el
territorio es posible que el obligado renuncie a su domicilio y demás, podría
mediante acuerdo bilateral, elegir domicilio.

Renuncia del Domicilio:

El fuero del domicilio, que determina la competencia por el territorio es de interés


público, pero no de orden público y, por lo tanto, la persona obligada puede
renunciar a su domicilio y en tal supuesto, conforme al Artículo 46 ejusdem, se le
podrá demandar en el lugar donde se encuentre. La renuncia puede hacerse en el
mismo documento donde conste la obligación.

La renuncia del domicilio releva al actor de seguir el fuero del demandado; no


conlleva la sustitución del domicilio por otro especifico, y coloca al demandado en
el mismo supuesto de la persona que no tiene domicilio ni residencia, y se le debe
demandar en el tribunal del lugar donde se encuentre.

Elección del Domicilio:

Se trata de un convenio bilateral entre los contratantes según el cual se sustituye


el fuero general o especial por el domicilio elegido.

La prórroga de la competencia territorial por la elección del domicilio, no puede


alterar la competencia por la materia ni por el valor en el territorio escogido. La
elección puede ser facultativa o imperativa.

La elección de domicilio debe constar por escrito, pero podría haber una prorroga
tácita, cuando demandado no hace valer en la contestación de la demanda como
cuestión previa la incompetencia por el territorio, conforme al ordinal 1º del Artículo
346 del C.P.C.

Cuando se trate de casos en que debe intervenir el Ministerio Público no se puede


prorrogar la competencia, ni en otros casos en que la ley lo determine, conforme a
los artículos 47 y 131 ejusdem.

MODIFICACIÓN DE LA COMPETENCIA

POR RAZÓN DE CONEXIÓN Y CONTINENCIA


La conexión y la continencia no funciona como límites de la jurisdicción del juez
para establecer su competencia, sino más bien como causas modificadoras de las
reglas ordinarias de competencia, las cuales desplazan la competencia a otro juez
igualmente competente, por el hecho de estar conociendo causas iguales o
conexas.

Fundamento:

El traslado o desplazamiento de otro asunto a un solo juez obedece a: la


necesidad de evitar sentencias contradictorias en un mismo asunto, o en asuntos
conexos, que puedan mermar a la conveniencia del juez; evitar la proliferación
innecesaria sobre juicios conexos, o sobre un mismo asunto. Este fundamento se
basa en el principio de economía procesal.

Relaciones entre las Causas:

En todo asunto litigioso podemos diferenciar tres elementos: los sujetos, el objeto
y el título. Y puede ocurrir que entre varias causas o asuntos litigiosos coincidan
todos o algunos de los elementos, de tal manera que, a través de la continencia,
de la conexión y de la litispendencia, vamos a determinar que aquellas causas
propuestas ante tribunales diferentes, que tengan en común uno, o dos elementos,
sean decididas por un solo tribunal en una misma sentencia.

La Litispendencia:

Entre las causas que están siendo conocidas por jueces diferentes puede existir
una identidad absoluta entre sujetos, objeto y título. A este supuesto se le conoce
como litispendencia. Es el supuesto de proponer una demanda dos veces, y en
este caso el legislador aspira que no sean decididas por jueces diferentes.

Este asunto es resuelto por el art. 61 del C.P.C., al establecer que cuando una
misma causa sea promovida ante dos autoridades igualmente competentes, el
tribunal que haya citado con posterioridad declara la litispendencia. Esta norma
está relacionada con el art. 51 ejusdem, que atribuye al tribunal prevenido, es
decir que haya practicado primero la citación del demandado. En caso de causas
idénticas el juez que cita posteriormente debe declarar la litispendencia y ordenar
archivar el archivo del expediente quedando extinguida la causa.

La Continencia:

Es una litispendencia parcial, la relación entre dos causas se da por el hecho de


que el objeto de una de ellas abarca el objeto de la otra.

Hay una causa continente y otra contenida; hay una relación de parte a todo.
La característica fundamental es que en la continencia hay una identidad parcial
entre los sujetos.

Los sujetos son iguales, porque si son distintos sería un supuesto de conexión y
no de continencia.

La Conexión:

La conexión puede ser genérica y especifica.

La genérica consiste en que dos o más causas tienen en común uno o dos de sus
elementos.

La norma general que regula la conexión es el primer aparte del art. 51 del C.P.C.,
que establece: “cuando una controversia tenga conexión con una causa ya
pendiente ante otra autoridad judicial, la decisión competerá a la que haya
prevenido”.

El tribunal que haya citado primero, decide las causas conexas luego de la
acumulación de autos. Además, el art. 52 ejusdem, establece la existencia de
conexión entre varias causas en los siguientes casos:

· Por identidad de personas y objetos.

· Identidad de personas y títulos.

Identidad de título y objeto.

La Conexión especifica:

En estos casos la conexión la ordena directamente la ley sin necesidad de analizar


la existencia de elementos comunes.

Accesoriedad:

La relación entre dos causas se presenta cuando una causa llamada accesoria se
encuentra subordinada por el título a la otra causa llamada principal. La causa
llamada accesoria no se declara con lugar, sino que se declara con lugar al
principal, pero esto no es reciproco porque la principal si puede ser declarada con
lugar y la accesoria negada.

Fiadores o Garantías:

El artículo 48 del Código de Procedimiento Civil, ha previsto una serie de


supuestos conjuntamente con la accesoriedad:
Se distingue las demandas accesorias de las de garantía, en que estas hay huna
identidad parcial de los sujetos que interviene en la demanda principal y en la de
garantía, porque el demandado en la demanda principal es actor en la demanda
de garantía en contra del garante.

Se asemejan las de garantía con las accesorias, en que ambas tienen como
presupuesto que sea declarada con lugar la demanda principal.

Las demandas de garantía pueden ser de acuerdo a su origen:

Garantía formal o real.

Garantía simple o personal.

Compensación:

Se encuentra prevista en el artículo 50 del C.P.C., se desplaza la competencia del


juez que conoce de la causa en favor de otro juez competente por la cuantía.

La compensación es un modo de extinguir las obligaciones que se presentan


cuando dos personas son recíprocamente deudoras; se extinguen las deudas
hasta los montos concurrentes.

1. En caso de litisconsorcio o conexión objetiva pasiva: donde hay varios


demandados que tienen domicilios distintos, la demanda debería realizarse en
cada uno de esos domicilios, pero por esta conexión señalada en el Art.49 del
C.P.C., la demanda se podrá proponer ante el domicilio de uno solo de ellos.

2. Accesoriedad: esta relación se presenta cuando una causa accesoria está


subordinada a una causa principal por el título y no va ser declarada con lugar
hasta que sea decidida la principal.

3. Fiadores: Las demandas pueden realizadas de acuerdo a su origen:

A. Garantía formal o real: “son aquellas que provienen de un acto de


enajenación, de un derecho o de una atribución de un derecho.

B. Garantía simple o personal: nace de un vínculo obligatorio entre el garante


y el garantizado.

Se modifica la competencia se hace en el tribunal que conoce la causa principal…”

4. Compensación: contemplado en el Art. 50 del Código de Procedimiento Civil,


siendo una extinción que opera en las deudas de dos personas recíprocamente
deudoras cuando estas son deuda liquidas, homogéneas y exigibles. Si el actor no
contradice o impugna la compensación opuesta, no se produce la incompetencia
sobrevenida porque el juez no pudiera analizar lo que está controvertido.

5. Reconvención: El juez debe considerar un hecho distinto que fue objeto de la


demanda principal. En este caso el demandado contra demanda al actor, siendo
los mismos sujetos invirtiéndose las posiciones porque quien es demandado en la
causa principal pasa a ser demandado, y quien es demandado pasa a ser
demandante, se caracteriza porque es una acción autónoma, distinta de la
demanda, unifica ambos procesos simplificando el proceso y evitando sentencias
contradictorias. La oportunidad para reconvenir es antes de que precluya el lapso
de contestar la demanda. Es una acción autónoma, distinta de la demanda,
unificadora de ambos procesos, simplifica y evita sentencias contradictorias, esta
debe llenar los requisitos del libelo de la demanda (art. 340 del C.P.C.).

Prejudicialidad:

Consiste en una relación de conexión entre la causa principal y la causa


prejudicial, y para decidir la causa principal es necesario previamente decidir la
prejudicial.

La cuestión prejudicial es un supuesto de crisis objetiva en el proceso civil, porque


hay que resolver forzosamente el asunto prejudicial en otro proceso. Se encuentra
prevista en el ordinal 8º del artículo 346 ejusdem.

El efecto de proponerla es que el proceso sigue su curso hasta llegar a la


sentencia y este debe esperar, se suspende hasta que se produzca decisión en el
otro juicio con efecto de cosa juzgada; puede oponerse en oportunidad distintas de
las cuestiones previas

CRITERIOS QUE PERMITEN LA ATRIBUCIÓN Y REPARTO DE LA


COMPETENCIA:

1. Competencia funcional o jerárquica:

Por virtud de la cual se determina el juez o tribunal que debe conocer de un


asunto dentro de cada orden de la jurisdicción ordinaria, toda vez que existen
diversos grados correspondientes a distintas clases de órgano. Así, ante la
necesidad de que en un mismo litigio puedan intervenir órganos jurisdiccionales de
diverso grado o jerarquía que tienen confiadas, a su vez, diferentes funciones, se
hace preciso diferenciar cuál corresponde a cada uno de ellos. A tal efecto, se
distingue entre primera instancia, apelación, casación o anulación y ejecución, o
simples trámites, y también el ámbito de lo contencioso-administrativo. Asimismo,
y debe diferenciarse entre incidentes, recursos o ejecución de resoluciones, por
ejemplo.

2. Competencia objetiva:

Porque puede suceder que, delimitado el criterio conforme a las pautas anteriores,
aún existan, dentro de un mismo grado, diferentes órganos a los que atribuirla,
entrando entonces en juego la materia objeto del pleito, o en su caso, la cuantía.
Como es natural, suele plantearse más en sedes de primera instancia el reparto
de los diferentes asuntos que a ella corresponden.

3. Competencia territorial:

Que se produce ante la existencia de muy diversos juzgados y tribunales que, no


obstante, las reglas recogidas en párrafos anteriores, podrían conocer del mismo
asunto o proceso judicial. Éste, normalmente, debe estar situado en un territorio
determinado, a fin de acercar la justicia a los administrados o a la población que la
reclama, de suerte que no tenga graves problemas de distanciamiento de la sede
natural donde el litigio o asunto se produce, pues, en otro caso, podría llegar a
generar situaciones de indefensión, renuncias al derecho a defenderse o a tener
un juicio justo, reconocido como uno de los derechos fundamentales en las
constituciones de todos los pueblos.

Lo fundamental es que estos tres criterios de competencia deben concurrir de


modo simultáneo en un órgano jurisdiccional para que pueda entender sobre un
asunto determinado.

El fenómeno se halla regulado y comprendido de un modo minucioso en el


Derecho anglosajón, donde se conocen los trusts o acuerdos restrictivos de la
competencia, pero también el abuso de la posición dominante en el mercado a
través de los monopolios y el falseamiento de la libre competencia a través de
actos de competencia desleal. Esta última se presenta como más caracterizada,
toda vez que intenta ocultar el fraude bajo la capa de una verdadera competencia,
dificultando la posibilidad de detectarlo.

Todo ello se traduce en un conjunto de normas sobre la defensa de los


consumidores y usuarios, sobre el comercio interior y sobre la publicidad que se
reparten entre el Estado nacional y las comunidades autónomas o divisiones
administrativas territoriales, quedando a cargo del primero las que garantizan el
orden económico constitucional por medio de la salvaguarda de una competencia
lícita y su vigilancia y tutela frente a todo ataque contrario al interés público.
El fenómeno ha trascendido al ámbito internacional, por lo que se han firmado
convenios, como el Acuerdo de París para la protección de la propiedad industrial,
hoy en vigor en la versión del Acta de Estocolmo de 1967.

Por razones relativas al principio de economía procesal. El legislador ha querido


tipificar la conexión y la continencia como reglas para desplazar la competencia de
un juez a otro igualmente competente por el solo hecho de estar conociendo
causas iguales o conexas, fundamentándose en evitar sentencias que sean
contradictorias en un mismo caso lo cual, en caso de no evitarse, hace que pierda
efectividad la cosa juzgada.

A. LA COMPETENCIA SUBJETIVA

La competencia subjetiva se refiere a la idoneidad o aptitud de una persona


para fungir de tercero imparcial en una contienda o en cualquier asunto que le
corresponda, por su oficio, tratar, conocer y decidir.

Para que los justiciables puedan controlar esas características establecidas en


el artículo 26 de la Constitución vigente, con respecto de la actividad jurisdiccional
se ha diseñado, entre otros, un mecanismo específico: la recusación; no obstante,
se le permite al juez o cualquiera de los funcionarios o auxiliares de justicia, la
posibilidad (establecida como una potestad - deber) de la inhibición.

Todo gravita sobre la idoneidad de la justicia, es decir, lo adecuado y apropiado


para lograr la justicia. De tal manera que, al hablar de la competencia subjetiva, el
primer elemento es, justamente, la aptitud y la idoneidad.

La anterior explicación fue extraída del siguiente texto procesal:

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 260 y 261.
1. Definición

“Con el término competencia subjetiva se quiere aludir a la aptitud formal y


subjetiva, y la idoneidad que deben reunir los funcionarios judiciales (jueces,
secretarios, peritos, expertos, etc.) para cumplir de manera imparcial e
independiente las respectivas funciones que tienen atribuidas por la ley, en un
proceso judicial determinado o específico” (Rafael Ortíz Ortíz).

“La competencia subjetiva se define así, como la absoluta idoneidad personal


del juez para conocer de una causa concreta, por la ausencia de toda vinculación
suya con los sujetos o con el objeto de dicha causa” (Arístides Rengel Romberg).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 262.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 408.

2. Fundamento constitucional

Para Cuenca “el fundamento de la incapacidad personal para juzgar


(incompetencia subjetiva hoy día), voluntaria o involuntaria, se encuentra en el
hecho de que si bien es cierto que la ley atribuye al juez el poder de administrar
justicia e inmuniza este poder de toda influencia mediante el escalafón judicial, la
inamovilidad, la carrera judicial, etc., a fin de que no se convierta en abuso de
autoridad con menoscabo de la debida imparcialidad que el juez y todo funcionario
deben mantener en su actuación, también la ley protege a las partes otorgándoles
un medio para eliminar al funcionario sospechoso de parcialidad”.

· “Derecho procesal civil”. Tomo II. Autor: Humberto Cuenca. Pág.: 155.

a. Competencia subjetiva y debido proceso


El fundamento de la competencia subjetiva tiene rango y jerarquía
constitucional, concretamente sobre dos aspectos: a) la garantía de ser juzgado
por un juez natural (art. 49, ord.: 4º CRBV) y b) la garantía que debe ofrecer el
Estado de una justicia imparcial, idónea, transparente, equitativa (art.: 26 CRBV)
Y, sobre todo, un deber ético que el Estado y, dentro de esta noción de el Poder
Público en todas sus manifestaciones, debe constituir como base de su
ordenamiento y de su actuación (art.: 2 CRBV).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 263.

· Jurisprudencia. Tribunal Supremo de Justicia (Sala Constitucional): Sentencia


de 24 de noviembre de 2000 (Centro Simón Bolívar, C.A. vs Juzgado Superior
Primero en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de Caracas, exp. 00-0738); ponente:
Magistrado Jesús Eduardo Cabrera.

b. Competencia subjetiva y la garantía del juez natural

La garantía constitucional al debido proceso constituye una tutela genérica (in


genere) respecto de la intervención jurisdiccional, ahora bien, la competencia
subjetiva se conecta con otra garantía concreta: la que poseen todos los
justiciables de ser juzgados por sus jueces naturales, salvaguardando con ello un
derecho fundamental, un derecho humano.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 264.

· Jurisprudencia. Tribunal Supremo de Justicia (Sala Constitucional): Sentencia


nº 144 de 24 de marzo de 2000 (Universidad Pedagógica Libertador vs Juzgado
Superior Quinto del Trabajo de Caracas, exp. 00-0056); ponente: Magistrado
Jesús Eduardo Cabrera.

B. La Inhibición
1. Generalidades

Se trata de una potestad cuya esencia es la de constituir un poder-deber tal


como lo afirmaba Carnelutti (citado por Ortíz). Es decir, tiene el carácter de
facultad que no puede ser exigido por ninguna de las partes y, al mismo tiempo,
tiene implícito un deber e incluso una verdadera obligación.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 265.

a. Definición

“La inhibición es el acto del juez de separarse voluntariamente del


conocimiento de una causa concreta, por encontrarse en una especial posición o
vinculación con las partes o con el objeto de ella, prevista por la ley como causa
de recusación” (Rengel Romberg).

“La inhibición es aquella manifestación unilateral y espontánea principalmente


del juez, pero en general, de cualquier funcionario judicial, que consiste en tener
razones que le restan imparcialidad, objetividad o cualquier otra circunstancia que
de alguna forma impidan o alteren la idoneidad de la función jurisdiccional que
desempeñan” (Rafael Ortíz Ortíz).

Lo que se preserva con esta institución es la garantía de la función


jurisdiccional. Resulta obvio que cualquier persona que tenga una tarea en esa
función jurisdiccional está en la situación de inhibirse, tales como los jueces,
indudablemente también el secretario, asociados, alguaciles, jueces
comisionados, asesores, peritos, prácticos, intérpretes y demás funcionarios
ocasionales.

Base legal de esta institución: Artículos 84 y 90 del vigente Código de


Procedimiento Civil (CPC).
· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 266.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 409.

b. Características

1) Carácter jurisdiccional:

Para el Dr. Rengel Romberg “es un acto judicial y no de parte, porque lo realiza
el juez y produce su efecto en el proceso, originando una crisis subjetiva del
mismo, que se traduce en la separación del juez del conocimiento del asunto”. Sin
embargo, para el Dr. Ortíz Ortíz se trata de una institución que tiende a hacer
posible la transparencia, imparcialidad e independencia de los órganos
jurisdiccionales con base en el fundamento constitucional y alejándolo desde el
único punto de vista del deber por parte del juez.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 267.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 409.

2) Naturaleza potestativa:

Aunque es un deber del juez, las partes no tienen facultad de requerir su


inhibición, pues la ley no da a las partes semejante gestión procesal. Es un acto
voluntario del juez o del funcionario respectivo que se vea involucrado en una
causal o motivo de inhibición pues dicha institución “no” puede ser “exigida” por
ninguna de las partes, y mucho menos, de terceros intervinientes en la causa o
proceso judicial.
· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 267 y 268.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 409.

3) Carácter procesal y procedimental:

Posee un carácter procedimental porque la inhibición es una figura procesal


común a los procedimientos jurisdiccionales como a los correspondientes
procedimientos administrativos. El Capítulo II “De las inhibiciones” del Título II,
correspondiente a regular “la actividad administrativa” de la Ley Orgánica de
Procedimientos Administrativos (LOPA).

En cuanto a su carácter procesal, la inhibición origina un incidente en la causa


concreta sometida al conocimiento del juez inhibido, cuya sola finalidad es resolver
la crisis subjetiva del proceso creada con la separación del juez del conocimiento
de la causa. Es decir, su carácter procesal se deriva del hecho de que su
planteamiento genera un incidente procesal, que debe ser decidida previamente a
la sentencia de mérito.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 268.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 410.

4) Carácter de orden público:

No está resuelto el punto de lo que ocurre cuando, a pesar de la existencia de


una causal de inhibición, sin embargo, el funcionario a cuyo cargo esté la
obligación no se separe del conocimiento de la causa. A juicio del Dr. Ortíz Ortíz,
habrá que distinguir de cuál funcionario se trata:
a) Si se trata de cualquier funcionario cuya labor no hubiese sido determinante
en la decisión de mérito, entonces, no se habrá quebrantado derecho procesal
alguno (la inhibición es de orden público relativo).

b) Si se trata del juez que dictó la sentencia de mérito o de los asociados,


peritos, prácticos o cualquier otro funcionario cuya función haya sido determinante
en la decisión de fondo, se quebranta el derecho constitucional al debido proceso
y la garantía de ser juzgado por sus jueces naturales, y la sentencia devendría
nula por fraude procesal, lo cual pudiera hacerse valer por vía del procedimiento
de amparo constitucional, si se cumplen los requisitos para ello (la inhibición es de
orden público absoluto).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 269 y 270.

· Jurisprudencia. Tribunal Supremo de Justicia (Sala de Casación Civil):


Sentencia de 30 de noviembre de 2000 (Carmen Luisa García vs William Lizcano,
exp. 00-038); ponente: Magistrado Carlos Oberto Vélez.

2. Causas o motivos de inhibición

Deben existir fundadas razones calificadas por la ley, de manera taxativa (no
enunciativa), para que proceda la inhibición o la recusación. Recordemos que el
principio básico de cualquier ordenamiento procesal es establecer (como una
verdadera obligación) que los jueces deben dictar sentencias, resolver los asuntos
que le competan sin que, por ningún motivo, puedan absolver la instancia.

Si ello se consagra como un “deber” es lógico suponer que los motivos por los
cuales un juez pueda no decidir, es decir, apartarse de su cumplimiento, deben
estar expresamente previstos en la ley procesal; para el Estado siempre queda el
deber de administrar justicia por lo cual, el asunto o la causa, debe ser remitido a
“otro juez” para que dicte la decisión correspondiente.
· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 271.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 410.

a. Identificación de las causales.

Las causales de inhibición y recusación son numerosas en nuestro Derecho


procesal y están previstas en el Artículo 82 del vigente Código de Procedimiento
Civil. Es decir, son exactamente las mismas previstas para que las partes o los
terceros intervinientes en un proceso puedan “recusar” a un funcionario judicial. Se
trata de veintidós (22) circunstancias establecidas en dicha normativa y que se
prevén como motivos de falta de idoneidad e ineptitud en la administración de
justicia, por lo que se aplica por igual al juez, secretarios, peritos y otros.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 271.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 410.

b. Clasificación

Los diferentes motivos de inhibición y recusación se pueden clasificar


atendiendo a dos (2) criterios muy generales:

a) Aquellos que se refieren a la relación del juez o el funcionario con alguna de


las partes o con ambos; y

b) Aquellos que se refieren a la vinculación de los mismos funcionarios con lo


que es el objeto de la sentencia o el interés jurídico sustancial cuya tutela se pide
en el proceso.
· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 271 y 272.

1) En atención a la vinculación subjetiva

Es la vinculación que pueda tener el funcionario judicial con respecto de una o


ambas partes en un proceso determinado, que haga presumir a cualquier persona
que la decisión que tome el juez o que la participación de cualquier otro
funcionario será para favorecer o perjudicar a la parte respectiva, en perjuicio de la
objetividad e imparcialidad que deben tener quienes presten tan noble función
pública.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 272.

a) Vinculación de unión con alguna de las partes:

Es decir, se trata de causas fundadas en una excesiva unión del juez con
alguna de las partes o con un tercero. Esta vinculación excesiva puede ser, a su
vez, de dos (2) tipos:

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 272.

a’ Vinculación de unión de índole jurídica:

Los motivos de íntima vinculación son de índole jurídico. Cuando existe un


parentesco de consaguinidad o de afinidad en las líneas y grados indicados en la
norma adjetiva (art. 82, ordinales 1º, 2º y 3º); que sea, el recusado tutor, curador,
heredero presunto o donatario de alguno de los litigantes (art. 82, ordinal 11º), que
haya fallado la causa un ascendiente, descendiente o hermano del recusado (art.
82, ordinal 22º).
· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 272.

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Págs.: 315 y ss.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 410 y ss.

b’ Vinculación de unión de índole social:

Esta clase de vinculación se fundamenta en alguna circunstancia de carácter


eventual o social, entre otros, la amistad íntima con alguno de los litigantes o
sociedad de intereses con él (art. 82, ordinal 12º); haber recibido el recusado
servicios que empeñen su gratitud o ser comensal de alguno de los litigantes (art.
82, ordinales 11º y 13º); ser el recusado o su cónyuge deudores de plazo vencido
de alguno de los litigantes o de su cónyuge (art. 82, ordinal 6º), o haber recibido
dádiva de alguno de los litigantes, después de comenzado el pleito (art. 82, ordinal
21º).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 272 y 273.

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Págs.: 315 y ss.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 410 y ss.

b) Vinculación de distancia:

Es la relación que se presenta por una situación de distancia excesiva o de


enfrentamiento entre el funcionario y las mismas personas, lo que pudiera hacer
deducir que la decisión que se tome o la participación que se haga sea perjudicial
a los intereses de las partes. Esto, con independencia de las razones que se
puedan alegar, pues la decisión no se toma con base en la justicia sino en la falta
de idoneidad.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 273.

a’ Vinculación de distancia de índole jurídica:

Los motivos de excesivo distanciamiento personal que generan una falta de


idoneidad del funcionario, sustentados sobre aspectos jurídicos, son la existencia
de un pleito civil pendiente entre el recusado o alguno de sus parientes y el
recusante, si se ha principiado antes de la existencia en que ocurre la recusación
(art. 82, ordinal 10º); la existencia de un pleito pendiente en que el recusado, su
cónyuge o sus hijos sean parte, ante un tribunal en el cual el litigante sea juez (art.
82, ordinal 7º), haber intentado contra el juez recurso de queja que se haya
admitido, aunque se le haya absuelto, siempre que no hayan pasado doce meses
de la determinación (art. 82, ordinal 17º). Si en los años precedentes se ha
seguido juicio criminal entre una de las mismas personas y uno de los litigantes,
su cónyuge o hijos (art. 82, ordinal 8º).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 273.

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Págs.: 315 y ss.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 410 y ss.

b’ Vinculación de distancia de índole social:

Este tipo de vinculación se reduce a la enemistad, demostrada por hechos que,


sanamente apreciados, hagan sospechable la imparcialidad del recusado (art. 82,
ordinal 18º). La agresión, injurias o amenazas entre el recusado y alguno de los
litigantes, ocurridas dentro de los doce meses precedentes al juicio (art. 82, ordinal
19º), o hechas por el recusado a alguno de los litigantes, aun después de
principiado el pleito (art. 82, ordinal 20º).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 273.

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Págs.: 315 y ss.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 410 y ss.

2) En atención a la vinculación objetiva o de interés

Se trata de la vinculación de los funcionarios judiciales con respecto del interés


sustancial o material[1] que se debate en el proceso. Los siguientes aspectos son
motivos de vinculación objetiva o de interés:

a) Interés directo en el pleito por parte del recusado, su cónyuge o alguno de sus
consanguíneos o afines dentro de los grados indicados (art. 82, ordinal 4º),

b) Interés en cuestión idéntica que deba decidirse en otro pleito (art. 82, ordinal
5º),

c) Ser el recusado administrador de cualquier establecimiento público o particular


relacionado directamente con el pleito (art. 82, ordinal 14º),

d) haber intervenido el recusado en el pleito, bien como defensor; prestando su


patrocinio o dando recomendación (art. 82, ordinal 9º),

e) ya como testigo o experto (art. 82, ordinal 16º),

f) o bien haber emitido opinión sobre lo principal del pleito antes de la sentencia,
siendo el recusado juez en la causa (art. 82, ordinal 15º).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 273 y ss.
· “Teoría General de la Acción Procesal en la tutela de los intereses jurídicos”.
Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 446 y ss.

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Págs.: 315 y ss.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 410 y ss.

3. Aspectos procesales

Nos corresponde analizar lo relativo a algunos aspectos de carácter procesal


que determinan con mayor precisión la institución de la inhibición en nuestro
ordenamiento jurídico, éstos son: la legitimación y la oportunidad y forma.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 275.

a. Legitimación

La legitimación alude a quién puede solicitar la inhibición y quién tiene el deber


de inhibirse. Esto sólo puede analizarse recordando una de las características de
la inhibición: su carácter potestativo, es decir, constituye ciertamente un deber de
los funcionarios judiciales pero, al mismo tiempo, ni las partes ni los terceros están
facultados para exigirlo.

De tal forma que la legitimación, para el supuesto de la inhibición, sólo está


referida al agente, es decir, a las personas que tienen el deber de tal inhibición.

¿Cuáles son esas personas legitimadas para inhibirse en un caso concreto?


La respuesta la encontramos en el artículo 84 del vigente Código de
Procedimiento Civil:

1) En primer lugar los jueces, quienes tienen deberes generales y concretos de


imparcialidad.

2) El secretario de tribunal;

3) Jueces asociados, alguaciles, jueces comisionados, asesores, peritos,


prácticos, intérpretes y demás funcionarios ocasionales.

En general, puede decirse que cualquier funcionario o persona auxiliar de


justicia tiene el deber de abstenerse de participar en un proceso cuando su tarea o
su labor se vea comprometida por algún vínculo con las partes e impida o
menoscabe la objetividad e idoneidad de su ejercicio.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 275 y 276.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 416.

b. Oportunidad y forma

La oportunidad y la forma de la inhibición están reguladas en el Código de


Procedimiento Civil en su artículo 84.

La oportunidad para realizar la inhibición es el mismo momento en que el


funcionario tenga conocimiento de que existe algún motivo, por ello la oportunidad
varía dependiendo del funcionario (si se trata de peritos, prácticos, alguaciles,
etc.).
En cuanto a la forma, la declaración tiene que hacerse en un acta en la cual el
impedido deberá expresar claramente las circunstancias de hecho relativas a
tiempo, lugar y modo que cualifican la situación, así como de aquellas que impiden
su actuación en un proceso determinado.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 276 y 277.

4. Procedimiento

La inhibición tiene carácter procesal porque implica la existencia de un


procedimiento que se inicia con el acta de inhibición y continúa con el allanamiento
y la decisión.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 277.

a. El allanamiento

1) Precisiones conceptuales

“El allanamiento es el acto por el cual la parte contra quien obra el


impedimento, o ambos litigantes, aceptan expresamente y por escrito, que el
funcionario continúe interviniendo en el pleito” (rectius: proceso). (Ricardo
Henríquez La Roche).

Base legal: Artículos 85 y 86 del vigente Código de Procedimiento Civil.

En resumen, podemos especificar las características centrales de la figura del


allanamiento:
a) Tanto el allanamiento como la contradicción deben hacerse dentro de los
dos (2) días siguientes a la declaración de la inhibición del funcionario (art. 86
CPC).

b) Debe manifestarse en acta firmada ante el secretario del tribunal (arts. 86 y


106 CPC); en caso de que el inhibido sea el secretario, el acta debe ser levantada
con la firma del juez de la causa.

C) El allanamiento puede ser manifestado por la parte o por el apoderado, pues


éstos no requieren de autorización especial para prestar su consentimiento en
este casi (art. 85 in fine del CPC).

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Págs.: 326 y ss.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 278.

2) La contradicción

“Es la manifestación de voluntad de la parte frente a la cual obra la inhibición


de no estar conforme con la declaración del funcionario, sea por falsedad de tal
declaración o por inexistencia de algún motivo que justifique la separación del
funcionario”. (Rafael Ortíz Ortíz).

La diferencia central entre el allanamiento y la contradicción radica en que el


allanamiento supone la voluntad de la parte contra quien obra la causal de que el
funcionario continúe interviniendo en la causa y en tal caso se acepta la existencia
del motivo invocado por el inhibido, mientras que la contradicción, supone un
rechazo a la causa invocada por el funcionario para inhibirse.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 278.
3) El allanamiento inverso

Consiste en la prohibición a un abogado o cualquier representante de


presentarse en una causa o litigio, frente a quienes ya se hubiesen pronunciado
con lugar una recusación o una inhibición con anterioridad en otro juicio.

Base legal: Artículo 83 del vigente Código de Procedimiento Civil.

La norma prevé dos (2) situaciones diferentes:

1) La prohibición para que un representante (judicial o no) sea admitido para


actuar en nombre de alguna de las partes en un tribunal concreto, donde ya se
declaró la existencia de una causal de inhibición o recusación con el juez de la
causa; y

2) La prohibición para que un representante se presente a juicio, después de la


contestación de la demanda, si se ha declarado previamente una causal de
inhibición o recusación con respecto del juez de la causa, en aquellos lugares
donde haya un único tribunal competente.

Esta prohibición que recoge el artículo 83 del Código de Procedimiento Civil


tiene que decretarla el mismo juez de la causa donde se presenta, nuevamente, el
abogado con el cual lo vincula una causal de recusación.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 279 y ss.

b. La incidencia de inhibición
Frente al allanamiento, el funcionario allanado puede manifestar que no está
dispuesto a seguir conociendo del asunto, y si no lo hace, queda obligado a
continuar conociendo de la causa; siempre y cuando no se encuentre en la
limitación que establece la última parte del artículo 85 del Código de
Procedimiento Civil.

Esta manifestación debe hacerla el funcionario en el mismo día o en el día


siguiente; en todo caso, planteada la inhibición, el juez debe dejar transcurrir los
dos (2) días para que las partes puedan manifestar su allanamiento o
contradicción.

Planteada la falta de allanamiento, sea por manifestación expresa o por haber


transcurrido el lapso para ello, se inicia formalmente el incidente; si la recusación
es contra el juez de la causa, operan inmediatamente dos (2) consecuencias:

1) El expediente principal pasa a un juez de la misma categoría y competencia


del juez inhibido por cuanto, como lo establece el artículo 93 del CPC, “ni la
recusación ni la inhibición detienen el curso de causa cuyo conocimiento pasará
inmediatamente, mientras se decide la incidencia, a otro tribunal de la misma
categoría, si lo hubiere en la localidad, y en defecto de éste, a quien deba suplirlo
conforme a la Ley”.

2) Las copias certificadas donde conste la inhibición y la negativa de


allanamiento, si la hubiere, pasa al funcionario que deba decidir la incidencia
conforme a la Ley Orgánica del Poder Judicial. Nada impide, en este sentido, que
el juez acompañe las pruebas necesarias para la demostración del impedimento
que ha indicado como motivo de su inhibición.

Dispone el artículo 89 del CPC que la resolución de la incidencia deberá


dictarse dentro de los tres (3) días siguientes al recibo de las actuaciones, con lo
cual surge la duda si existe o no oportunidad de pruebas.
El artículo 91 del CPC establece el número de recusaciones que pueden
intentarse en una causa (sólo dos recusaciones) y en su parte final, la norma
establece: “para los efectos de este artículo, se entenderá por una recusación la
que no necesite más de un solo término de pruebas, aunque comprenda a varios
funcionarios”, por lo cual pareciera que tal “oportunidad de pruebas” debe
establecerse por vía de analogía procedimental en aplicación del artículo 96 del
CPC. En este sentido, la ley pretende limitar el número de recusaciones
estableciendo sólo dos en cada instancia, a diferencia del código derogado que
permitía tres (3) recusaciones.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 288 y 289.

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Pág.: 337.

c. Sanción disciplinaria

La ley dispone como única sanción: Multa que podrá alcanzar hasta mil
bolívares (Bs. 1.000,00), al funcionario que incurso en una causal de inhibición no
se separe de la causa (no lo haga) o retarde el pronunciamiento respectivo.
Artículo 84, primer aparte del CPC. En otras palabras, si el juez retrasare su
inhibición y con ello hiciere más gravosa la situación de la parte, ésta podrá pedir
al Juzgado Superior que le imponga la multa que señala esa disposición legal.

Esta consecuencia puntual por el incumplimiento del deber de inhibición es


independiente de la responsabilidad patrimonial, administrativa o penal en que
incurra el funcionario de que se trate.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 290.

· “Código de Procedimiento Civil”. Tomo I. Autor: Ricardo Henríquez La Roche.


Págs.: 324 y ss.

d. Decisión y efectos
La decisión corresponde a los funcionarios que indique la Ley Orgánica del
Poder Judicial en su artículo 48.

También se regula el supuesto en que la inhibición la planteen otros


funcionarios judiciales. Artículo 88 del CPC.

Efectos: Lo que se decida sobre la inhibición no tiene efectos formales sobre la


posibilidad de recusación aunque resulte paradójico que, habiéndose declarado
sin lugar una inhibición, pueda proponerse recusación por el mismo motivo.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 290 y 291.

C. La Recusación

Es la segunda forma para asegurar la idoneidad del juez, y en general, de los


funcionarios judiciales.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 291.

1. Generalidades

a. Definición

“Es el acto de la parte por el cual exige la exclusión del juez del conocimiento
de la causa, por encontrarse en una especial posición o vinculación con las partes
o con el objeto de ella y no haber dado cumplimiento a su deber de inhibición”
(Rengel Romberg).
Las causas o motivos de recusación son exactamente las mismas que operan
como motivo de inhibición, la diferencia está en que la inhibición es un acto
unilateral del funcionario judicial y la recusación es un derecho de las partes.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Pág.: 420.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 291.

b. Características

a) La recusación tiene en común con la inhibición, el hecho de generar un


incidente en la causa concreta sometida a conocimiento del funcionario recusado,
la cual debe decidirse previamente a la decisión de fondo si se trata del juez, pero
si se trata de algún otro funcionario, el juez debe decidirlo dentro del proceso;

b) La recusación tiene los mismos límites subjetivos y objetivos que la


inhibición, porque está referida a los funcionarios judiciales, sean ordinarios,
accidentales, especiales y se funda en las mismas causales expuestas en la ley
(arts. 82 y 84 CPC);

c) La recusación persigue el mismo efecto que la inhibición, esto es, la


exclusión del funcionario respectivo de la sustanciación o decisión de la causa por
las circunstancias anotadas;

d) Es un acto procesal de parte, y no un acto judicial, como la inhibición, pues


la recusación se inicia a instancia de parte, mediante un acto de la misma, que
tiene su eficacia en el proceso y está sometido a requisitos o condiciones de forma
establecidos en la ley.
· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 292.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 420 y 421.

2. Cuestiones procesales

a. Legitimación

A diferencia de la inhibición en donde la legitimación se restringe a determinar


quién podía inhibirse; en el caso de la recusación sí se plantea el tema de la
legitimación activa (las personas que pueden ejercer el derecho de recusación) y
la legitimación pasiva (los funcionarios frente a quienes se intenta la recusación).

La legitimación activa corresponde a las partes en el proceso (demandante,


demandado) y respecto de los terceros que intervienen en la causa de manera
voluntaria o forzosa (art. 170 CPC).

La legitimación pasiva, esto es, contra quién puede interponerse la recusación,


coincide con la legitimación activa de la inhibición, es decir, contra todos los
funcionarios judiciales que pueden intervenir en una causa concreta, sea en la
sustanciación como en la decisión de la misma.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 292 y 293.

b. Forma y oportunidad

Forma: La recusación debe realizarse a través de una diligencia que se


presenta directamente ante el juez recusado. Artículo 92 del CPC.
Oportunidad:

1) La recusación de los jueces y secretarios sólo podrá intentarse, bajo pena de


caducidad, antes de la contestación de demanda, pero se establecen las
siguientes situaciones excepcionales:

a) Si el motivo de la recusación fuese sobrevenido a esta oportunidad,


entonces se propondrá hasta el día en que concluya el lapso probatorio;

b) Si se trata de los impedimentos contenidos en la última parte del artículo 85


del CPC (que el recusad o sea cónyuge, ascendiente, descendiente o hermano de
alguna de las partes o tener interés directo en el pleito), la recusación podrá
proponerse hasta el día en que concluya el lapso probatorio;

c) Si no hay lugar al lapso probatorio, conforme al artículo 389 del CPC, la


recusación podrá proponerse dentro de los cinco (5) primeros días del lapso
previsto para el acto de informes (art. 391 del CPC); los jueces y secretarios
sobrevivientes al proceso deberían ser recusados dentro de los tres (3) días
siguientes.

2) La recusación de otros funcionarios, tales como asociados, alguaciles,


jueces comisionados, asesores, peritos, prácticos e intérpretes entre otros, podrán
ser recusados dentro de los tres (3) días siguientes al nombramiento, en el caso
de los jueces comisionados o de la aceptación en los demás casos. Efectuada la
recusación mediante diligencia y directamente ante el juez, comienza la incidencia
de la recusación.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 293.

3. La incidencia de la recusación
a. Procedimiento

El órgano que decide la recusación es exactamente el mismo que decide la


inhibición.

Se dan dos (2) situaciones en caso de que la recusación se dirija contra el juez
de la causa:

a) En primer lugar, el juicio principal no se paraliza sino que su conocimiento


pasa a otro juez de la misma categoría y competencia en el mismo estado en que
se encontraba, paralizándose sólo en el estado de sentencia, en espera de la
decisión de la recusación;

b) En segundo lugar, se envía copia certificada de la diligencia de recusación


junto con el informe que debe presentar el recusado, si lo ha hecho, ante el
funcionario que debe decidirla.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Pág.: 294.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 424 y ss.

b. El informe del recusado

Formulada la recusación, si el recusado es el juez de la causa deberá extender


su informe a continuación de la diligencia de recusación, de manera inmediata o al
día siguiente; si se trata de cualquier otro funcionario, el recusado deberá informar
ante el secretario, indicando lo que considere conveniente para la averiguación de
la verdad. Artículos 90 y 96 del CPC.
Posteriormente, la documentación necesaria (diligencia de recusación, informe
del recusado y los elementos probatorios que se hubiesen hecho valer), pasan al
juez que debe decidir la recusación.

Llegados los autos ante el funcionario judicial que debe resolver la recusación,
éste deberá oír, dentro de un lapso de tres (3) días siguientes, las observaciones
que quieran formular las partes y, si alguna de éstas lo pidiere, abrirá una
articulación probatoria de ocho (8) días y decidirá dentro de los tres (3) días
siguientes.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 294 y 295.

· “Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano según el nuevo código de


1987”. Tomo I. Teoría general del proceso. Autor: Arístides Rengel-Romberg.
Págs.: 424 y ss.

c. Costas y sanciones

En principio, debemos entender: ¿Qué son costas?

Guasp (citado por Mario Pesci Feltri) define las costas como “aquella porción
de gastos procesales, cuyo pago recae sobre las partes que intervienen en un
proceso determinado y reconocen a este proceso como causa inmediata o directa
de su producción”.

Más concretamente, el autor Pesci Feltri nos ofrece su propia definición al


concluir que por costas “debe entenderse todo gasto, erogación o desembolso de
carácter económico causado por el hecho de la iniciación, desarrollo y terminación
del proceso”.

Siguiendo lo expuesto por Ortíz Ortíz, las normas del CPC reguladoras de la
incidencia de recusación no prevén la imposición de “costas” pero sí el sistema de
multas (es decir, sanciones). Sin embargo, de lo establecido en la parte final (in
fine) del artículo 98 del CPC cabe preguntarse: ¿coexiste el sistema de multas con
las costas? ¿A favor de quién proceden las costas: a favor del juez recusado, en
beneficio de la otra parte o, en definitiva, a favor del Estado?

En ese orden de ideas, el Prof. Ortíz Ortíz nos ofrece dos conclusiones
diferentes y contradictorias:

1) Como regla general no procederían las costas en la incidencia de recusación


porque esta institución fue sustituida por un sistema de multas; esto se infiere de
la expresa disposición del artículo 98 in fine (CPC), que establece la procedencia
de costas cuando la causa fuere criminosa. Con base en esta primera posición se
afirmará también que las costas proceden a favor de las partes sólo cuando se
hayan causado gastos y costos en la tramitación de la incidencia.

2) Las costas proceden siempre porque, como regla general, toda incidencia y
todo aquel que provoque una incidencia sin razón, debe ser condenado a resarcir
los gastos ocasionados por la otra “parte” en la incidencia; lo que establece el
artículo 98 in fine (CPC) es la posibilidad de acumular costas con el sistema de
multas cuando se hubieren causado. Con base en esta posición se afirmará que
las costas no benefician a la parte procesal y material del juicio principal sino a la
parte del incidente que es la finalidad natural de las costas.

La posición más congruente es esta última, máxime si se conecta con las


reglas generales de las costas en incidencias, vale decir, artículos 274 y 285 del
CPC.

En atención a ello, es perfectamente admisible que en la incidencia de


recusación se condene a la parte perdidosa a las costas de la incidencia,
entendiendo que las “partes” a que se ha hecho alusión son el recusante y el
recusado, porque se trata de una incidencia autónoma que se da en el marco de
un juicio entre otras partes.

Por último, el sistema de multas para este tipo de incidencia lo establece el


artículo 98 del vigente Código de Procedimiento Civil.
· “Estudios de Derecho Procesal Civil”. Autor: Mario Pesci Feltri. Pág.: 514.

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 295 y 296.

d. Decisión y régimen de impugnación

La decisión corresponde al funcionario llamado a ello según lo dispuesto en la


Ley Orgánica del Poder Judicial y en lapso previsto en el artículo 98.

En cuanto al contenido de la decisión, la misma debe establecer la procedencia


o no de la recusación, asimismo, la imposición de las respectivas sanciones y las
costas en caso de aceptarse su admisibilidad en este tipo de incidencias.

Según el artículo 101 del CPC, no se oirá recurso alguno contra las sentencias
que se dicten en la incidencia de recusación e inhibición. La Sala Político
Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia desaplicó este artículo por resultar
lesivo a la garantía del debido proceso y el derecho a la defensa (violación al
principio de la doble instancia).

· “Teoría General del Proceso”. Autor: Rafael Ortíz Ortíz. Págs.: 296 y 297.

· Jurisprudencia. Tribunal Supremo de Justicia (Sala Político Administrativa):


Sentencia nº 460 de 25 de marzo de 2003 (Municipio Baruta en recurso de hecho
contra la CPCA, exp. 2002-1011); ponente: Magistrado Hadel Mostafá.

4. Motivos de inadmisibilidad de la recusación

En principio, debemos tener claro que con la “inadmisibilidad” no se revisan las


razones alegadas ni la pertinencia o veracidad de los motivos; cuestión que es
totalmente distinta con la “procedencia”, ya que se revisa el mérito o el fondo de
los motivos alegados como causas de impedimento. Artículo 102 del CPC.
Con base en la anterior disposición legal, pueden identificarse varios supuestos
de inadmisibilidad de la recusación:

a) Recusación sin motivo legal: Los motivos para intentar la recusación son
taxativos y previstos en el artículo 82 del CPC, fuera de los cuales cualquier
circunstancia que se pueda aducir es irrelevante para provocar la separación del
funcionario judicial de su intervención en la causa.

b) Recusación extemporánea: Se produce cuando se intenta la recusación


fuera de la oportunidad que la ley dispone para hacerlo. Artículo 90 del CPC.

c) Recusación de funcionarios que no conocen del asunto: Resulta obvio que


un funcionario que no interviene en la causa o que ha dejado de intervenir, no
puede ser objeto de ninguna recusación.

d) Número de recusaciones por instancia: A las partes y terceros sólo se les


permiten (máximo) dos recusaciones por instancia, bien verse sobre el asunto
principal, bien sobre alguna incidencia.

e) Por no haber pagado la multa: Tampoco se permite la recusación por parte


de alguna persona, que habiendo recusado una primera vez, hubiese sido
sancionado con el pago de una multa o se lo hubiere impuesto de una orden de
arresto y no hubiese cancelado la multa o no hubiese cumplido la sanción de
arresto.

Contra la negativa de inadmisibilidad es posible el recurso de apelación porque


se aplican las reglas generales de impugnabilidad de los fallos y, sobre todo,
porque se trata de una decisión que puede producir un gravamen irreparable.

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