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EL APOCALIPSIS DE LOS EVANGELIOS

Milton S. Terry (1898)

1. Las diferentes teorías de interpretación

2. Enseñanzas paralelas en los evangelios sinópticos

3. Ocasión y alcance del discurso

4. Análisis del tema

5. Exposición de los varios dichos

II. ENSEÑANZAS PARALELAS EN LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

Antes de proceder a la exposición del tema principal, examinaremos primero los varios pasajes
de enseñanzas similares que han sido registrados en una conexión diferente.

Las afirmaciones de Mateo 10:21-23 ocurren en relación con las instrucciones del Señor a los
discípulos cuando les envió a predicar el gran mensaje: "El reino de los cielos se ha acercado"
(versículo 7). El lenguaje de los versículos 21 y 22 es idéntico al de Marcos 13:12,13, y
notablemente paralelo al de Lucas 21:16-19. Lo que es peculiar a Mateo es el versículo 23: "Pero
cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo que no acabaréis de
recorrer todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre". La venida del Hijo
del hombre debe entenderse aquí como en todos los otros pasajes. Rechazar el pasaje como una
interpolación del evangelista o de algún escritor posterior ciertamente sería arbitrario. Puede ser
que las palabras hayan sido insertadas aquí en un contexto erróneo, pero no hay evidencia de ello.
Ya sea que las leamos en relación con la primera comisión apostólica o como parte del discurso
en el Monte de los Olivos, su significado es el mismo, y no inapropiado en un contexto o en el
otro. El Señor asegura a sus discípulos que, antes de que ellos hayan completado la obra de su
ministerio apostólico en las ciudades de Israel, el Hijo del hombre vendría. No se detiene a decir
qué puede significar la venida del Hijo del hombre, y a pesar de cualquier cosa que se diga o se dé
a entender en contrario, el ministerio apostólico continuaría después de la venida del Señor, así
como antes de él. [8] Sobre este punto, tendremos más que decir en relación con Mateo 24:14;
pero podemos adelantar aquí que el verdadero significado de frases como "la venida del Hijo del
hombre" y "la venida en su reino" debe ser entendido a la luz de las profecías mesiánicas en el
Antiguo Testamento.

El siguiente pasaje en que hay que fijarse es Mateo 16:27, 28, que debe ser comparado con Marcos
8:38; 9:1, y Lucas 9:26, 27. Aquí observamos algunas ligeras diferencias en la fraseología, y
Marcos y Lucas introducen antes del pasaje la afirmación de que, cuando el Hijo del hombre
viniera en su gloria, Él se avergonzaría de los que ahora se avergonzaban de Él y de sus palabras.
Pero hay que observar que Mateo 10:32, 33 y Lucas 12:8, 9 informan sobre las palabras de Jesús
de una manera notablemente paralela a éstas. Pero todos los tres escritores sinópticos concuerdan
en poner la afirmación principal de este pasaje en el mismo contexto, e inmediatamente antes de
sus relatos de la transfiguración. El lenguaje de Jesús, tal como aparece en cada evangelio, es el
siguiente:

MATEO
MARCOS
LUCAS

Porque el hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a
cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no
gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino. Porque el que
se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre
se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte
hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre
cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. Pero os digo en verdad, que
hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.

Se ha hecho toda clase de esfuerzos para evadir el sencillo significado de estas palabras, pero
todos ellos se originan en el prejuicio dogmático de que la venida del Hijo del hombre en su gloria
debe ser, por necesidad, un acontecimiento futuro, lejos del momento en que estas palabras se
pronunciaron. Algunos han entendido que la referencia es a la transfiguración, que todos los tres
autores sinópticos registran inmediatamente después. Pero dos objeciones decisivas impiden esta
referencia: (1) ese suceso ocurrió sólo seis u ocho días después; y (2) ese suceso no podría, con
ninguna propiedad, llamarse una venida del Hijo del hombre en la gloria de su Padre con los
ángeles, ni la venida en su reino. Otros han distinguido entre la venida de Cristo en la gloria de su
Padre con los ángeles y la venida en su reino, por una parte, y la venida de su reino. Pero nosotros
nos inclinamos a creer que muy pocos pueden ser persuadidos finalmente, con los paralelos de los
evangelios ante ellos, de que nuestro Señor quería referirse a dos acontecimientos separados por
siglos. Si ésta hubiera sido su intención, ciertamente podría haber empleado un lenguaje menos
ambiguo y que menos probablemente hubiese confundido las mentes de sus discípulos. La clara
enseñanza del pasaje es que, antes de que algunos de los que le oyeron hablar hubiesen muerto, el
Hijo del hombre vendría en gloria y su reino sería establecido con poder. Y esta enseñanza está
estrictamente de acuerdo con lo que se enseña en Mateo 24 y sus paralelos en Marcos y Lucas.

Ningún estudio de Marcos 13 y sus paralelos en Lucas y Mateo debería dejar de compararlos con
lo que está escrito en Lucas 17:20-37:

Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino
de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí que el reino de
Dios está entre vosotros.

Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del hombre,
y no lo veréis. Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. Porque como el relámpago
que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del
hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta
generación. Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre. Comían,
bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el
diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían,
compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo
fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del hombre se manifieste. En
aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el
campo, asimismo no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Todo el que procure salvar su
vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará. Os digo que en aquella noche estarán dos en
una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán estarán moliendo juntas;
la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado.
Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán
las águilas.

Debe observarse primero que los versículos 20 y 21 son peculiares a Lucas, y que tienen su
ocasión asignada definidamente. Estos versículos registran la respuesta de Jesús a los fariseos que
le preguntaron: "¿Cuándo vendrá el reino de Dios?" Por lo tanto, no pueden ser parte del discurso
de Jesús a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Además, su enseñanza concerniente a la venida
del reino de Dios también parece, a primera vista, carecer de armonía con lo que está escrito en
Lucas 21:27 : "Entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en una nube con poder y gran
gloria". Porque Jesús les dice a los fariseos que "el reino de Dios no vendrá con advertencia", es
decir, de manera tan fenomenal que uno pueda contemplarlo con los ojos de la carne. La palabra

parathqhoij, que aquí se ha traducido como advertencia, no aparece en ninguna otra parte del
Nuevo Testamento, pero su verbo cognado se emplea tres veces en este mismo evangelio de Lucas
(6:7;14:1; 20:20) para denotar la manera nada amistosa y hasta hostil en que los fariseos
observaban los actos de Jesús. Este hecho debe tomarse en cuenta cuando interpretamos el lenguaje
de Jesús al dirigirse a ellos. La intención de su respuesta es: "El reino de Dios no vendrá de manera
tal que pueda ser observada por hombres poseídos por un espíritu hostil. No se piense que será un
espectáculo público que los hombres puedan mirar y decir: 'Hel allí'. Porque el reino de Dios está
entre vosotros [9], y sin embargo, vosotros, a pesar de toda vuestra vigilancia, no lo habéis
observado". Así que sus palabras estaban calculadas para hacer referencia especialmente a la
actitud de los fariseos hacia él mismo, y el significado más obvio de esas palabras es que, por
cuanto un reino puede estar representado por y estar presente en la persona de su rey, el reino de
Dios ya estaba entre ellos en la presencia del Hijo del hombre.

Pero, cualquiera sea lo que pensemos de la ocasión y la intención de Lucas 17, 20, 21, los
versículos 22-37 forman una sección por su cuenta, y fueron dirigidos a los discípulos, no a los
fariseos. Pueden o no pueden haber sido colocados aquí en su contexto correcto. Hasta donde el
tema del pasaje arguye algo con ese propósito, estas palabras a los discípulos serían tan apropiadas
en el discurso escatológico de Lucas 21 como lo son aquí. Están en muy estrecha armonía con lo
que aparece en Lucas 21:29-36 y en realidad, están entrelazadas con una serie de afirmaciones
hechas en Mateo 24:26-28, y 37-41. Además, las afirmaciones en Lucas 17:22, 25, 28, 29, y 32,
que son peculiares al tercer evangelio, no contienen ningún pensamiento que sea inconsistente en
lo más mínimo con lo que se encuentra en Marcos 13, Mateo 24, y Lucas
21. Las referencias a "los días de Lot" (versículo 28) están conectadas, quizás más naturalmente,
con lo que Mateo escribe en Mateo 24:37 que con el contexto de Lucas. En todo caso, la enseñanza
de Jesús en Marcos 13 y sus paralelos no queda en modo alguna alterada ni se hace más sencilla o
inteligible con un hipotético reajuste de pasajes particulares. La doctrina de una venida del Hijo
del hombre en su reino y en su gloria en el futuro cercano es común a todos estos pasajes, y las
palabras de Jesús a los fariseos en Lucas 17:20, 21, lejos de enseñar una venida de Cristo en el
futuro lejano, declaran que el reino de Dios ya estaba entre ellos.

Otro pasaje, común a todos los evangelios sinópticos, merece ser tenido en cuenta en este punto.
De acuerdo con Marcos 14:62, cuando Jesús fue llevado ante el sumo sacerdote y se le preguntó:
"¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?", él respondió: "Yo soy; y veréis al Hijo del hombre
sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo". Lucas (22:69) dice: "Pero
desde ahora (apo ton vnunv) el Hijo del hombre se sentará a la diestra del poder de Dios". Mateo
(26:64) dice: "Desde ahora (ap arti) veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de
Dios, y viniendo en las nubes del cielo". Sostenemos que este lenguaje no puede interpretarse
naturalmente como una referencia a un suceso que pertenece a un período de tiempo en el futuro
distante. Es algo que debe tener lugar desde este momento en adelante, y algo que los sumos
sacerdotes y sus asociados habrían de ver. Citamos con gran satisfacción el comentario de Gould
en el International Critical Commentary sobre Marcos (p. 252): "Esto establece dos cosas: Primera,
que la venida, lo mismo que sentarse a la diestra del poder, no es un solo suceso; y segunda, que
era algo que comenzaría en el momento mismo de la partida de nuestro Señor del mundo. Además,
las dos cosas, sentarse a la diestra del poder y la venida, están entrelazadas de tal manera que
significan que él ha de asumir el poder en el cielo y ejercerlo aquí en el mundo. El período que
comienza con la partida de Jesús del mundo habría de distinguirse por la asunción del poder
celestial por el Cristo y por repetidas interferencias en las crisis de la historia del mundo, de las
cuales la destrucción de Jerusalén fue la primera".
III. OCASIÓN Y ALCANCE DEL DISCURSO

Al pasar ahora a la exposición del discurso apocalíptico, observamos la ocasión en que fue
pronunciado. En todos los autores sinópticos, este discurso sigue poco después de la controversia
con los fariseos, herodianos, y saduceos, que le observaban con ojos malvados y trataban de
atraparle en sus dichos. Jesús advirtió a los discípulos contra los escribas (Marcos 12:37-40; Lucas
20:45-47). En relación con esto, Mateo aduce la serie de ayes oraculares que llena la mayor parte
del capítulo veintitrés. Al fin de ese capítulo, Mateo introduce la terrible denuncia contra Jerusalén,
que Lucas pone en un contexto diferente, pero con un sustancial acuerdo en el parecer.

MATEO 23:34-39

Por tanto, he aquí que yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y
crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para
que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre
de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien matásteis entre el templo y
el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que
digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
LUCAS 11:49-61
Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos
matarán y a otros perseguirán, para que se demande de esta generación la sangre de todos los
profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la
sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será demandada de esta
generación.

LUCAS 13:34-35

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo
en que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.

Ya sea que estas palabras hayan sido pronunciadas el mismo día como discurso escatológico o
en alguna otra ocasión, ningún dicho de Jesús ha recibido mejor testimonio, y nadie puede poner
en duda lo apropiadas que son estas palabras en el contexto en que Mateo las coloca. Ciertamente,
pertenecen al período de las más recientes apelaciones de nuestro Señor a sus hostiles
compatriotas, y muy naturalmente a la última semana de sus enseñanzas en el templo. El hecho de
que tanto Marcos como Lucas inserten el incidente de la viuda pobre que echó sus dos blancas en
el arca (Marcos 12:41-44; Lucas 21:1-4) inmediatamente antes del largo discurso sobre la
destrucción del templo, e inmediatamente después de la denuncia contra los escribas e hipócritas,
es evidencia incidental de que Mateo ha distribuido muy apropiadamente todos estos dichos
posteriores de Jesús. Además, hay todas las razones para suponer que algunos de los dichos de
nuestro Señor fueron en esencia pronunciados en más de una ocasión.

Lo que particularmente suscitó el discurso apocalíptico fue la pregunta de los discípulos sobre el
tiempo y las señales de la destrucción del templo. Marcos (13:1-4) dice que, cuando Jesús "salió
del templo, uno de los discípulos le dijo: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios. Jesús,
respondiendo, dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea
derribada. Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés
le preguntaron aparte: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas
cosas hayan de cumplirse?". Mateo también ubica el discurso en el monte de los Olivos, pero varía
un poco la forma de la pregunta de los discípulos. Lucas no da ninguno de estos detalles, pero deja
en el lector la impresión de que el discurso de Jesús fue pronunciado dentro o fuera del templo.
Pero la manera específica en que Marcos registra los detalles y da los nombres de los cuatro
discípulos que hicieron la pregunta aparte, lleva su propia evidencia interna de autenticidad, y es
muy similar al vívido informe de un testigo. Mateo confirma la afirmación de que los dichos fueron
pronunciados en el monte de los Olivos, y se puede llamarlos apropiadamente "El sermón del
monte de los Olivos". La profecía entera tiene la intención de responder la pregunta de los
discípulos. Esa pregunta era doble: ¿Cuándo serán estas cosas y qué señal habrá cuando todas estas
cosas hayan de cumplirse? El Maestro respondió directamente, mencionando varias cosas que
debían ocurrir primero, y una señal por medio de la cual ellos podrían conocer la cercanía de la
inminente catástrofe y escapar a las montañas. Inmediatamente después de la gran tribulación que
habría de acompañar la catástrofe, o en esos mismos días, el Hijo del hombre habría de ser visto
viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Su venida se describe de acuerdo con el estilo
apocalíptico hebreo; y luego es afirmado solemnemente con un enfático amén o de cierto. "No
pasará esta generación sin que todo esto acontezca". (Marcos 13.30; Mateo 24:34; Lucas 21:32).
Por todo esto, parecería que la ocasión y el alcance de esta profecía están claros más allá de toda
discusión. Fue precedida por más de una palabra de reproche y advertencia para los hipócritas
escribas y fariseos, y un terrible ay pronunciado contra Jerusalén, la asesina de santos y profetas.
El límite de tiempo afirmado tan enfáticamente concuerda perfectamente con la certeza declarada
en otra ocasión de que algunos de los que escuchaban al gran Maestro no morirían sino hasta que
hubiesen visto al Hijo del hombre viniendo en su reino.
Estos hechos y estas consideraciones también parecen establecer, más allá de toda discusión
razonable, el significado de la palabra fin (teloj), como está usada en este discurso por todos
l s aut r sinópticos. Es el punto terminal o límite d tiempo n que todas estas cosas habrían de
cumplirse (ounte - leiovai). Según la fraseología de Mateo, el fin o "consumación del tiempo"
(ounteleia ton aiwnoj). Es la solemne terminación y crisis de la dispensación que concluyó cuando
el templo fue destruido y no quedó piedra sobre piedra que no hubiese sido derribada. [10] Esa
catástrofe, que en Hebreos 12:26 está concebida como una conmoción de la tierra y el cielo, es el
fin contemplado en este discurso; no "el fin del mundo", sino la terminación y la consumación de
la era pre-mesiánica. [11]
IV. ANÁLISIS DEL TEMA

Aparte de las variantes verbales, la substancia de la enseñanza como se presenta en los informes
de los tres evangelios sinópticos sobre el discurso puede, pues, resumirse en forma de bosquejo:

MATEO 24

I.
Cuatro cosas antes del fin, 24:4-14.

1. Falsos cristos y una gran apostasía, 4, 5.


2. Guerras, conmoción de las naciones, hambrunas, y terremotos, 6-8.
3. Persecución, muerte, ofensas, traiciones, odio, falsos profetas, y gran iniquidad, 9-13.
4. El evangelio a todo el mundo -- en olh oikonhenhv, 14.

II.
Tres señales cuando el fin (la consumación) esté cercano, 15-28.

1. La abominación desoladora, 15-18.


2. La gran tribulación, 19-22.
3. Falsos cristos y profetas que hacen señales y maravillas, 23-28.

III.
Cuadro apocalíptico del fin y la parusía, 29-31.

1. El sol y la luna oscurecidos, la caída de las estrellas, las potencias de los cielos conmovidas,
29.
2. Señal del hijo del hombre en el cielo, y viniendo en las nubes con poder y gloria, 30.
3. Ministerios de ángeles, trompeta, juntar los escogidos, 31.

IV.

Consejos y advertencias, 32-51.


1. Similitud de la higuera, 32, 33.
2. Todo ha de ocurrir en esta generación, 34, 35.
3. El día y la hora desconocidos, 36.
4. Como el diluvio, 37-39.
5. Súbitas separaciones, 40, 41.
6. Amonestación para velar, 42-51.

MARCOS 13

I.
Cuatro cosas antes del fin, 13:5-13.

1. Falsos cristos y gran apostasía, 5, 6.


2. Guerra, conmoción de las naciones, terremotos, y hambrunas, 1, 8. 3.
Persecución, aflicciones, traiciones, odios, y ejecuciones, 9, 11-13.

4. El evangelio a todas las naciones --- (eij panta ta eonh), 10.

II.
Tres señales cuando el fin se acerque, 14-23.
1. La abominación desoladora, 14-17.
2. La gran tribulación, 18-20.
3. Falsos cristos y profetas que hacen señales y maravillas, 21-28.

III.
Cuadro apocalíptico del fin y la parusía, 24-27.

1. El sol y la luna oscuros, la caída de las estrellas y las potencias de los cielos conmovidas, 24,
25.
2. El Hijo del hombre en las nubes con poder y gloria, 26.
3. Ministerios de los ángeles, juntar a los escogidos, 27.

IV.
Consejos y advertencias, 28-37.

1. Similitud de la higuera, 28, 29.


2. Todo ocurrirá en esta generación, 30, 31.
3. El día y la hora, desconocidos, 32.
4. Amonestación

LUCAS 21

I. ción para vela , 33, 37. Tres


cosas antes del fin, 21:8-19.

1. Falsos cristos, 8.
2. Guerras, tumultos, conmoción de las naciones, terremotos, hambrunas, pestilencias, terrores y
señales desde el cielo, 9-11.
3. Persecución, traición, ejecuciones, y odios, 12-19.

II.
Dos señales cuando el fin está cercano, 20-24.

1. Jerusalén rodeada de ejércitos, 20, 21.


2. La gran tribulación, 22-24.

III.
Cuadro apocalíptico del fin y la parusía, 25-28.

1. Señales en el sol, la luna, y las estrellas, inquietud y terror en la tierra, potencias de los cielos
conmovidas, 26.
2. El Hijo del hombre en las nubes con poder y gloria, 27.
3. Redención cercana, 28.

IV.

Consejos y advertencias, 29-36.

1. Similitud de la higuera, 29-31.


2. Todo debe ocurrir en esta generación, 32, 33.
[Comp. Lucas 17:26-35 y 12;39, 40, 41.

3. Amonestación para velar, 34-36.

Hay por lo menos cuatro divisiones principales de este discurso que son comunes a todos los tres
evangelios, y ocurren en el orden lógico de (1) cosas que ocurrirían antes del fin; (2) señales de la
cercanía de la catástrofe; (3) una descripción apocalíptica de la venida del Hijo del hombre, y (4)
consejos y amonestaciones a los discípulos.

V. EXPOSICIÓN DE LOS VARIOS DICHOS


I.
Tomando las cuatro divisiones principales en su orden, ahora procedemos a explicar la profecía
y a demostrar (1) que los tres evangelios sinópticos concuerdan sustancialmente, y (2) que todas
estas cosas ocurrieron dentro del plazo de la profecía.

(1) Mateo y Marcos mencionan cuatro cosas, o cuatro clases de sucesos, que habrían de tener
lugar antes del fin, mientras que Lucas no menciona sino tres. Las pocas palabras y expresiones
que son peculiares a Lucas no militan en lo más mínimo contra la armonía sustancial de los tres
diferentes escritores.

(2) Que todas estas cosas ocurrieron en aquella generación, es decir, antes de la destrucción de
la capital judía, es puesto en duda por muchos exégetas. Por tanto, tenemos que apelar (a) a hechos
bien autenticados, y (b) luego preguntarnos hasta dónde los hechos cumplen realmente el sentido
de la profecía.

Apenas se dudará de que todos los puntos mencionados en la segunda y la tercera clase de sucesos
en la sección I del análisis que antecede encontraron abundante cumplimiento en el curso de la
guerra que terminó en la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, es bastante posible que un lector
moderno introduzca en algunas de las palabras empleadas aquí mucho más de lo que entendieron
los escritores, y mucho más de lo que justifica el uso de esas palabras en el Nuevo Testamento.
Por ejemplo, la palabra nación (evnsj) no debe entenderse en el sentido que el uso moderno asocia
tan comúnmente con el término, a saber, un cuerpo político independiente; un imperio, o reino,
que ejerce soberanía política. Leemos en Hechos 2:5 que "moraban entonces en Jerusalén judíos,
varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo" [12], pero la clase de naciones a que se hace
referencia se explica en los versículos 9 y 10, donde son identificadas como partos, medos,
elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Frigia y Panfilia, Egipto, Libia,
Roma, Creta, Arabia. Eran judíos o prosélitos judíos de estas varias tribus y provincias, todas las
cuales estaban bajo el dominio general del imperio romano. En consecuencia, cuando se hace
mención de guerras, rumores de guerras, naciones y reinos que se alzan unos contra otros, no
debemos suponer que se refiere a otra cosa que a sediciones, tumultos, y encarnizados conflictos
que ocurrían en estas naciones y estos reinos súbditos del imperio. Observamos en Hechos 4:27
que Herodes y Poncio Pilatos son considerados como reyes y gobernantes de la tierra, cumpliendo
el sentido de un oráculo profético concerniente a la ira de las naciones y los pueblos contra Jehová
y su Ungido (Salmos 2:1).

Tampoco debemos ignorar el tono y el estilo profético de un discurso que se supone ser una
profecía de eventos futuros. Una rígida interpretación del lenguaje apocalíptico tiende a causar
confusión e interminables malos entendidos. Tenemos que tener presente que, en el uso bíblico, la
palabras y las frases adquieren una especie de significad convencional. Así, todos los textos
sinópticos contienen el verso pareado:

Se levantará nación contra nación y reino


contra reino.

Pero este lenguaje es, en esencia, una cita de Isaías 19:2: "Ciudad contra ciudad, y reino contra
reino". Compárese también el lenguaje del cronista (2 Crónicas 15:6): "Y una gente destruía a otra,
y una ciudad a otra ciudad; porque Dios los turbó con toda clase de calamidades". Este lenguaje
transmite una vívida impresión de tumulto nacional y contiendas civiles, y es en todo sentido
apropiado en labios de Jesús cuando se refiere a las sediciones, insurrecciones, revueltas, y guerras
regionales que precedieron inmediatamente la conquista de Jerusalén, y difundieron la hambruna,
la pestilencia, y la desolación por toda Palestina y las regiones adyacentes. [13] Estas no eran sino
"principio de dolores" (arch/winwn), porque la política de Vespasiano era "primero destruir lo que
quedaba en otras partes, y no dejar tras de sí nada fuera de Jerusalén que pudiera interrumpir su
sitio". [14]

En vista de estos hechos, parece una extravagancia de la fantasía afirmar, como lo hace Lange,
que "se refiere aquí a todas las guerras hasta el fin del mundo". "El pasaje combina de un vistazo
la totalidad de las varias crisis sociales, físicas, y climáticas del desarrollo en la totalidad de la
dispensación del Nuevo Testamento". Tales osadas afirmaciones destruyen toda sobria exégesis.
Se da por descontado que la frase "principio de dolores" es una alusión calculada a la idea judía
de (rillft ylgk) dolores del nacimiento del Mesías: [15]. ¿Qué hay en este pasaje o en el contexto
que justifique la idea de que estos dolores de parto durarían siglos? ¿Qué hay en cualquiera de
estas afirmaciones sobre guerras y tumultos nacionales, y los ayes que los acompañan, para
engendrar la idea de un período de tiempo largo e indefinido? ¿Cuánto tienen que durar los dolores
de parto? Pasaron más de tres años desde el momento en que Vespasiano marchó para someter a
los judíos hasta la captura y la ruina de Jerusalén por Tito, un período de tiempo más que suficiente
para todo lo que dan a entender las palabras de Jesús.

En cuanto a las persecuciones y las pruebas que los discípulos habrían de sufrir, no necesitamos
más testigo de su cumplimiento que lo que está escrito en los Hechos de los Apóstoles. Los
discípulos fueron odiados, maltratados, entregados a concilios, llevados ante gobernadores y reyes,
y entregados a la muerte, y algunas veces los peores enemigos de un hombre eran los de su propia
familia. Entre el pueblo judío, nunca hubo un tiempo de más desesperado celo religioso y
fanatismo que la década que precedió a la caída de su gran ciudad y el templo. Las primeras
persecuciones cristianas fueron causadas principalmente por judíos.

Pero a menudo, se ha afirmado que no tenemos registro de falsos cristos antes de la destrucción
de Jerusalén. Sin embargo, aquí tenemos que establecer primero lo que se quiere decir con
"viniendo en mi nombre". No puede suponerse que él quería decir que vendrían
muchos teniendo el nombre de "Jesús de Nazaret". Tampoco significa necesariamente el uso de
cualquier nombre o título personal. Recibir a niños pequeños en su nombre (Marcos 9:37) no
requería el empleo de una fórmula estereotipada o un título establecido. Los discípulos ya habían
informado al Maestro que habían visto a uno que echaba fuera demonios en su nombre (Marcos
9:38). El título o la fórmula particular usados no eran importantes con tal de que se asumieran la
autoridad y el poder de Cristo. Por lo tanto, cualquier impostor que, como Simón de Samaria,
declarase ser "él mismo algún grande" y a quien el pueblo engañado siguiera como "el gran poder
de Dios" (Hechos 8:9, 10), respondía a la idea de un falso Cristo. Pero debemos pensar más
naturalmente en uno de esos engañadores cuyo ideal del Mesías era el de un caudillo político que
libraría al pueblo del yugo de Roma. Josefo relata que, después de que Nerón se convirtió en
emperador, "los asuntos de los judíos empeoraron más y más continuamente; porque el país se
llenó de ladrones e impostores que engañaban a la multitud". Josefo nos dice que estos
"engañadores persuadían a la multitud para que los siguiera al desierto, y diciendo que mostrarían
maravillas y señales hechas por la providencia de Dios". Josefo también menciona a un egipcio
que se proclamaba como profeta, "y aconsejaba a la multitud que le acompañase al monte de los
Olivos, y decía que allí les mostraría cómo, a una orden suya, caerían los muros de Jerusalén". [16]
Stich, un impostor, o uno como Teudas (Hechos 5:36), o Simón el mago, o Dositeo, o Menandro,
cumplen suficientemente el sentido de todo lo que Jesús decía acerca de que vendrían en su
nombre engañadores "diciendo: Yo soy". [17] Pero, aunque nos referimos a estos casos como
ejemplos ilustrativos, no debemos apuntar a este o a aquel individuo en particular y decir: "Aquí
se cumplió literalmente la palabra de Cristo". No buscamos tal correspondencia literal. Tal
minuciosidad en la profecía tiene un sabor más de la naturaleza de las adivinanzas que de las
profecías bíblicas. Es bastante mostrar que el espíritu y el alcance de las palabras de Jesús quedan
ampliamente satisfechos por los hechos bien atestiguados, y hallar abundante cumplimiento en los
numerosos impostores que, tanto antes como durante la guerra judía, descarriaron a multitudes.
"Todos ellos son esencialmente falsos mesías", dice Lange, "que tomarían el lugar que pertenece
a Cristo en el reino de Dios. Por lo tanto, incluye a los entusiastas que, antes de la destrucción de
Jerusalén, aparecieron como seductores del pueblo". [18]

Pero la afirmación que a muchos les parece imposible de reconciliar con el plazo de esta profecía
es la de que "el evangelio debía ser predicado primero a todas las naciones". El lenguaje de Mateo
es: "Este evangelio del reino será predicado al mundo entero (en olh th oikonhenh) por testimonio
a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". No aparece ninguna afirmación correspondiente en
Lucas, pero su ausencia allí no puede en justicia interpretarse como argumento contra su
legitimidad. Las diferentes formas de expresión que aparecen en los textos de Mateo y Marcos
tampoco son razón suficiente para rechazar la afirmación, porque ellas transmiten esencialmente
la misma idea y aseguran a los discípulos que el fin no vendrá sin que antes se cumpla esta
predicación del evangelio. Marcos hace la fuerte afirmación de que el evangelio debe (dei) ser
predicado primero.

Ahora surgen dos preguntas: (1) ¿Cuál es el verdadero sentido de estas palabras?, y (2)
¿Cuál es la verdadera necesidad de esta predicación antes d l fin? Acerca de ambas
preguntas, l s opinion es va ían. Alford v en el lenguaje del evangelio d Mateo un ejemplo de "el
significado cargado de la profecía. El evangelio había sido predicado por todo el orbis terrarum, y
cada nación había recibido su testimonio, antes de la destrucción de Jerusalén (véase Col. 1:6, 23;
2 Tim. 4:17). Esto era necesario, no sólo por lo que concernía a los gentiles, sino para dar al pueblo
de Dios, los judíos, que estaban dispersos entre todas estas naciones, la oportunidad de recibir o
rechazar la predicación de Cristo. Pero, en un sentido más amplio, las palabras dan a entender que
el evangelio será predicado a todo el mundo, tomado literalmente, antes de que venga el fin grande
y definitivo. La apostasía de los últimos días y la dispersión universal de las misiones son las dos
grandes señales de que el fin se acerca". [19] Esta exposición concuerda con la bien conocida
posición de este autor sobre el doble sentido, o de dos interpretaciones paralelas que recorren el
capítulo veinticuatro de Mateo. Pero, para los que rechazan esta doctrina de un doble sentido, sus
afirmaciones no tienen peso ni valor.

Sin embargo, es notable que él admita y afirme que el evangelio había sido predicado en todo el
mundo, y que cada nación había recibido su testimonio antes de la destrucción de la capital judía.
Este es un reconocimiento muy importante para venir de una fuente como ésta, porque muestra
que, para un literalista estricto, a la luz de tales afirmaciones como la de Col. 1:6, 23, el lenguaje
de Jesús es visto como cumplido antes del fin de la era apostólica. Si esto es así, ¿por qué querría
alguien insistir en que debe significar la completa evangelización del mundo en el sentido más
amplio?

Sostenemos que la ocasión, el alcance, y el plazo de este discurso prohíben que interpretemos
estas palabras en un sentido absoluto y universal. Porque, ciertamente, si Jesús tenía en mente la
predicación del evangelio del reino como la que afectará la completa cristianización del mundo
como nos es conocido ahora, el fin estaba muy lejos de los tiempos apostólicos, y es
completamente inexplicable cómo, con cualquier pensamiento como éste en mente, nuestro Señor
pueda haber dicho con la certeza enfática que todos los escritores sinópticos registran: "No pasará
esta generación sin que todas estas cosas acontezcan". ¡Cuánto más razonable y consistente sería
interpretar las palabras de acuerdo con el sentido más limitado con que los escritores del Nuevo
Testamento usan los términos mundo y naciones! Según Lucas 2:1, "todo el mundo (po.konme.nh)
fue empadronado según un decreto deAugusto. En Hechos 11:28, se menciona una gran hambruna

"en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio". De Pablo y Silas, se dijo que
habían "trastornado el mundo entero" (Hechos 17:6), y Pablo fue acusado de ser "una plaga, y
promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo" (Hechos 24:5). En todos estos
pasajes se emplea la misma palabra, oikonmeneh, tierra habitada. En 2 Timoteo 4:17, leemos:
"Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación,
y que todos los gentiles oyesen". En Col. 1:5, 6, el apóstol habla de "la palabra verdadera del
evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo (en panti tw kosmw), y lleva
fruto y crece también en vosotros"; y en el versículo 23 del mismo capítulo, él dice que el evangelio
"se predica en toda la creación que está debajo del cielo" (en pash ktisei th upo ton onranon). Aquí
hay términos más abarcantes en su sentido que los empleados por Jesús, y sin embargo, están
usados con referencia a la predicación del evangelio como ya se había proclamado n los tiempos
apostólicos.

En vista de estos hechos, parece persistente ceguera de un prejuicio dogmático insistir que "la
predicación del evangelio en todo el mundo por testimonio a todas las naciones" debe incluir por
necesidad a todas las operaciones misioneras de la iglesia durante los siglos cristianos. De acuerdo
con Mateo 10:23, como ya hemos observado, Jesús declaró a sus discípulos cuando les dio la
comisión apostólica: "No acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes de que venga el
Hijo del hombre". Ni siquiera las ciudades y los pueblos de Palestina serían completamente
evangelizadas antes de la venida de Cristo; mucho menos podemos suponer que todas las otras
naciones y regiones del imperio mundial de Roma debían ser convertidas al cristianismo dentro
del mismo período de tiempo. El significado más natural y obvio del lenguaje de nuestro Señor es
que, durante los últimos días de la era pre-mesiánica y antes del fin de aquella era, el nuevo
evangelio debía ser proclamado y testificado entre todas las naciones de lo que comúnmente se
llamaba "la tierra habitada" (h. oikonmenh). Este "mundo" no significaba para los pescadores
galileos ni para los eruditos rabinos judíos lo mismo que significa para un lector moderno, que se
familiariza todos los días con comunicaciones telegráficas desde remotos continentes y remotas
islas. Tampoco la frase abarcante de Pablo "toda la creación debajo del cielo" requiere que la
interpretemos con un literalismo más rígido que el que usamos con la declaración al final del
evangelio de Juan, de que "ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir". Tales
expresiones por lo general se entiende que contienen un elemento de hipérbole y son comunes a
todos los idiomas de los hombres. Son también de naturaleza de sinécdoque, en la cual el todo es
tomado por la parte.

Siendo éste el significado de las palabras en el uso del Nuevo Testamento, nos falta demostrar la
necesidad de tal predicación del evangelio antes del fin de la era judía. De acuerdo con Marcos
13:10, era necesario (dei) que el evangelio se predicase así antes del fin, y en esa necesidad,
podemos buscar razonablemente alguna indicación que toque el orden divino del mundo. En la
terminación de un orden antiguo y la introducción de uno nuevo no encontramos una súbita
transición que no hayamos buscado. Dios no elimina un sistema que ha tenido una larga carrera de
utilidad sino hasta que haya hecho provisión y preparado el camino para algo mejor. Jesús había
declarado a los representante del pueblo judío que "el reino de Dios será quitado de vosotros y
dado a gente que produzca los frutos de él" (Mateo 21:43). Pero el camino para un cambio histórico
como éste debía ser debidamente preparado. Era necesario que el evangelio de Cristo y las nuevas
enseñanzas de su reino se difundieran más allá de Jerusalén, y se establecieran inamoviblemente
en el mundo civilizado, antes de que el antiguo sistema y el culto centrado en el templo del
judaísmo se derrumbaran completamente. El gran apóstol a las naciones encontró en el judaísmo
un obstáculo al evangelio que predicaba. La persistente tendencia del judaísmo era a "pervertir el
evangelio de Cristo" (Gál. 1:7); enseñar que la circuncisión era esencial para la salvación (Hechos
14:1; Gál. 5:2); "observar los días, los meses, las estaciones, y los años" (Gál. 4:10; Rom. 14:5);
dar mucha importancia a comidas y bebidas, días de fiesta, lunas nuevas, y sábados (Col. 2:16. El
antiguo culto del templo que había engendrado, y estaba tratando de perpetuar, tal legalismo
exter o se volvió, pues, algo viejo, inútil, decadente, y "estaba próximo a desaparecer" (H b. 8:13).
Pablo hablaba de esto como "la Jerusalén que ahora está en esclavitud con sus hijos, y da hijos
para esclavitud" (Gál. 4:24-25). Pablo proclamó a todo el mundo que "el reino de Dios no es
comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom. 14:17).

Se requería ese espacio de una generación para la completa propagación y el completo


establecimiento de este nuevo evangelio del reino de Dios. Por tanto, antes de que el templo fuese
destruido, hasta el punto de que "no quedó piedra sobre piedra", primero había que establecer un
nuevo y mejor ideal de culto. La predicación de estas buenas nuevas habría de servir "para
testimonio a todas las naciones", un testimonio (marturionv) y una evidencia de que una nueva luz
había venido al mundo. Para usar el lenguaje de la epístola a los Hebreos, era necesario que, en
todo el mundo, los hombres "gustasen de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo
venidero", y recibieran las doctrinas y la vida de "un reino inconmovible", antes de la destrucción
final y la eliminación de un sistema que ya había sido fundamentalmente conmovido, se
tambaleaba y estaba a punto de caer (Heb. 6:5; 12:289.
II.

En la segunda sección de nuestro análisis, no hay mucho que requiera una discusión extensa.
Aquí se nos habla de varias señales por medio de las cuales los discípulos podrían saber cuándo
estuviese cerca el fin. Todo lo que se ha mencionado hasta aquí podría tener lugar algún tiempo
antes del fin; algunas de las cosas requerirían un tiempo considerable; guerras y rumores de guerras
y tumultos nacionales ocurrirían en varios lugares durante un tiempo considerable antes de que
hubiese ocasión de una alarma especial para los habitantes de Jerusalén; pero, cuando los ejércitos
invasores comenzaran a aparecer en la ciudad y la rodearan, comenzaría la gran tribulación, y los
que quisieran escapar a las calamidades de aquellos días debían huir a las montañas con la mayor
premura.

Que lo que está escrito aquí se refiere al sitio de Jerusalén, y no puede, bajo ningún sano principio
de interpretación, explicarse de ninguna otra manera, se acepta de manera bastante general. Las
únicas preguntas de nota son las que conciernen al significado de varias expresiones peculiares:

(1) "La abominación desoladora" es una frase tomada de la Septuaginta de Daniel 12:11
(comp. con Dan. 8:13; 9:27, y 11:31) y aquí se refiere a la desolación y la profanación del
santuario del santuario por Antíoco Epífanes. No es necesario entender la frase como referencia a
ninguna señal o a ningún símbolo en particular, como las águilas romanas, o una estatua
imperial, o el sacrilegio de los zelotes dentro del templo. Es simplemente una frase profética
apropiada empleada aquí para denotar de manera general la misma idea que ella transmite en el
libro de Daniel, a saber, la presencia de algo abominable al pensamiento judío. Su "presencia en
un lugar santo" (Mateo) o "donde no debía" (Marcos) debe entenderse de acuerdo con la misma
idea general. No sólo el lugar del templo, sino las montañas alrededor de
Jerusalén, y de hecho, todo el territorio de Israel (comp. con Zac. 2:12) era santo para los judíos.
Por lo tanto, cuando los ejércitos romanos comenzaron a r de r a Jerusalén, el abominable desolador
ocupó los lugares venerados por las asociaciones de más de un millar de años. El pasaje
correspondiente del evangelio de Lucas: "Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos" es una
confirmación de esta exposición. [20]

(2) La amonestación de que debían huir a las montañas y con tal premura que ni siquiera debían
bajar desde el techo a recoger ninguna de sus pertenencias ha de interpretarse como el lenguaje
emocional de un oráculo profético. A tal lenguaje no ha de imponérsele nunca un significado
literal. La idea general es clara e impresionante. No debían perder tiempo en escapar de la ciudad
condenada a la destrucción. Huir a las montañas para refugiarse es una expresión que ha de leerse
a la luz de textos como Gén. 19:17 y Zac. 14:5.

(3) La gran tribulación y aflicción (Mateo y Marcos (vliyij), Lucas (anaghmegalh) son
evidentemente los sufrimientos que, por necesidad, acompañan a un sitio largo y encarnizado. En
esencia, el lenguaje de los primeros dos evangelios ha sido tomado de Daniel 12:1 y puede
considerarse como hiperbólico; pero no es más extravagante que el del historiador judío Josefo,
que dice que "la multitud de los que perecieron excedía todas las destrucciones que los hombres o
Dios causaron jamás en el mundo", y describe los horrores del hambre, la pestilencia y el
sufrimiento dentro de la ciudad en los más horrorosos detalles". [21]

(4) La mención de estos falsos cristos e impostores, tanto en esta sección como en la
precedente, ha de explicarse como ya lo hemos mostrado arriba. La repetición sirve para subrayar
el hecho de que, hasta el final, aquellos impostores continuarían presentándose para engañar, si
fuese posible, aun a los escogidos.

(5) En relación con esto, el evangelio de Lucas tiene un pasaje sin paralelo en los sinópticos:
"Habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán
llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los
tiempos de los gentiles se cumplan". La única parte de esto que requiere ser discutida aquí es la
frase tiempos de los gentiles (kairoi eznwn). Notamos la ausencia del artículo en las palabras. No
es los tiempos de los gentiles, como si se aludiera a algún período de tiempo definido y bien
entendido o algún hecho. Y no hay nada en el texto ni en el contexto para establecer absolutamente
el significado preciso de las palabras. La idea de "oportunidades de gracia concedidas a los
gentiles", que algunos han hallado en Rom. 11:25 e importado a este pasaje de Lucas, es irrelevante
al contexto. "Tiempos de los gentiles" se entiende aquí mucho más naturalmente como los tiempos
concedidos a las naciones para que hollasen la ciudad, ejecutando el juicio divino del cual habla
el pasaje. El paralelo más cercano a esto se ve en Apocalipsis 11:2, donde se dice que el atrio
exterior del templo ha sido "entregado a los gentiles; y la ciudad santa será hollada cuarenta y dos
meses". Por tanto, estos kaipoi se entienden mejor como tiempos de juicio sobre Jerusalén [22],
no tiempos de salvación de las naciones. Pero, ¿quién puede decir cuánto debían durar esos
"tiempos"?

Ninguna respuesta a esta última pregunta puede darse el lujo d as r p r a to lo que está escrito en
el versículo 22, un pasaje que también es peculiar a Lucas: "Porque estos son días de retribución,
para que se cumplan todas las cosas que están escritas". Las palabras huerai ekoikhoewj, días de
retribución, han sido tomadas de la Septuaginta de Oseas 9:7, donde dice: "Vinieron los días del
castigo, vinieron los días de la retribución; e Israel lo conocerá. Necio es el profeta, insensato
(gania) es el varón de espíritu, a causa de la multitud de tu maldad, y grande odio". El texto hebreo
de este pasaje dice: "Vinieron los días de tu visitación, vinieron los días de recompensa; Israel lo
conocerá; insensato él; el profeta, el hombre del espíritu está loco; a causa de la abundancia de tu
iniquidad, y grande es la enemistad". Citamos la profecía así, completamente, a causa de su obvia
analogía con el contexto y el alcance del pasaje de Lucas de donde se han tomado sus principales
palabras. En Oseas y Lucas, los "días de retribución" son días de visitación penal divina sobre
Israel; días de los cuales los profetas hablaron y escribieron; días cuando los mismos profetas se
volvieron locos e indignos de confianza; y las iniquidades del pueblo se volveron tan grandes y
multitudinarias que la nación está madura para el juicio. Ahora bien, los "tiempos" concedidos a
los gentiles para ejecutar juicio sobre la ciudad y el pueblo cuyas iniquidades están llenas pueden
ser bien un período de tiempo largo e indefinido o bien uno corto, definido, y decisivo. No hay
nada en nuestros evangelios para establecer este punto. Si suponemos, junto con Bengel, que estos
tiempos de juicio incluyen el largo período durante el cual "Jerusalén ya ha sido hollada por los
romanos, persas, sarracenos, francos, y turcos", debemos, sin embargo, reconocer que el terminus
a quo de este juicio largamente continuado data de la destrucción de la ciudad por los romanos.
No entraría en conflicto, ni en lo más mínimo, con los plazos definidos de esta profecía decir que
la desolación de la ciudad continuaría por siglos después de su caída. No puede decirse en justicia
que tal mención incidental de juicio continuo está en conflicto con la certeza enfática de que todas
estas cosas se cumplirían antes de que pasara aquella generación. ¿Quién pensaría en mencionar
esta dificultad en la exposición de Isa. 13:20-22, donde se afirma la perpetua desolación de
Babilonia en el contexto inmediato del anuncio de que el día de su terrible juicio estaba cercano?

"Nunca será habitada", dice el profeta; "dormirán allí las fieras del desierto, los lobos aullarán en
sus castillos, y los chacales en sus palacios; y su tiempo está cerca, y sus días no serán
prolongados". Ciertamente, la positiva declaración de la cercanía de la catástrofe no quedó
invalidada en lo más mínimo por la afirmación de que la ciudad condenada continuaría siendo una
ruina, ni que por largo tiempo sería hollada por las naciones o por bestias salvajes.

Sin embargo, puede alegarse en justicia que la frase indefinida "tiempos de los gentiles" es, como
tanto en esta parte del discurso, un término profético de significado limitado. Esto está apoyado
por las sugerencias del pasaje paralelo, ya citado, de Apoc. 11:2. Los cuarenta y dos meses que se
mencionan allí para el hollamiento de la santa ciudad son una designación mística, y parecen ser
un equivalente de los mil doscientos sesenta días mencionados inmediatamente después (versículo
3). El mismo período se menciona nuevamente en Apoc. 12:6, pero en el versículo 14 del mismo
capítulo hay aparentemente un equivalente de la frase profética "tiempo (kairos), y tiempos, y la
mitad de un tiempo". La frase ha sido tomada de
Daniel 7:25; 12:7. En cada uno de estos textos, designa un período de sufrimiento y desastre.
En Daniel, la alusión obvia es al período de más o menos tres años y medio durante los cuales
Antíoco Epífanes despojó la ciudad y el templo. [23] ¿Por qué significaría aquí más que el
período correspondientemente corto durante el cual Jerusalén fue rodeada por ejércitos, y "la
abominación desoladora" permaneció de pie y triunfante "en un lugar santo"?

III.

La tercera sección de esta profecía consiste de un cuadro apocalíptico del fin. Ocurre en la forma
de paralelismo hebreo y, de acuerdo con Marcos, dice así:

Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces
verán al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes, con gran poder y gloria. Y entonces enviará
sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el
extremo del cielo.

El texto de Mateo es esencialmente igual, pero presenta algunas diferencias verbales, que es
bueno observar:

E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará


su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus
de la tierra, y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, y con poder y gran
gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro
vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

El pasaje correspondiente en Lucas tiene peculiaridades tan propias que diferiremos nuestros
comentarios sobre él hasta que hayamos indicado lo que consideramos que es la verdadera
interpretación de los textos de los dos primeros evangelios. Nuestro punto de vista acerca de estos
dichos apocalípticos puede ser presentado mejor en una serie de proposiciones, que nos parecen
tan evidentes que difícilmente requieren un argumento extenso.

(1) Los textos de Marcos y Mateo son tan cercanamente paralelos que podemos aceptarlos,
sin peligro, esencialmente como una porción de los dichos mejor atestiguados de Jesús. Las
diferencias en la fraseología son demasiado ligeras para que involucren alguna diferencia
importante en el significado.

(2) El lenguaje ha sido tomado mayormente de los libros de Isaías y Daniel, pero también de
otros profetas. Los siguientes pasajes son particularmente relevantes:
Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer,
y la luna no dará su resplandor (Isa. 13:10).

Y todo el ejército de los cielos s disolverá, y se enrollarán los ci los com un ibro; y ca rá
todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera (Isa. 34:4). [24]

Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de
hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado
dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran (Dan.
7:13, 14).

En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén. Y la tierra lamentará, cada linaje aparte. Todos los
otros linajes [o todas las otras tribus]. (Zac. 12:11, 14).

En aquel día, se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de
Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto, y adorarán a Jehová en el monte santo. (Isa.
28:13).

Si fueres esparcido de un extremo del cielo al otro, de allí te recogerá el Señor tu Dios (Sept. de
Deut. 21:4).

Porque de los cuatro vientos del cielo te recogeré, ha dicho el Señor (Sept. de Zac. 2:6).

Por estas citas, es evidente que apenas habrá alguna expresión empleada en Mateo y Lucas que
no haya sido tomada de las Escrituras del Antiguo Testamento.

(3) No se debe suponer que estas formas apocalípticas de lenguaje transmiten en el Nuevo
Testamento un significado diferente del que tienen en las Escrituras hebreas. Ellas son parte
esencial del genio del lenguaje profético. El lenguaje de Isa. 13:10 se usa en una profecía sobre la
destrucción de Babilonia. El de Isa. 24:4 se refiere a la desolación de Edom. El ideal de "el Hijo
del hombre viniendo en las nubes" ha sido tomado de una profecía del reino mesiánico, el cual
reino, como se describe en Dan. 7:13, 14, no es otro que el que está simbolizado en el mismo libro
por una roca cortada del monte (Dan. 2:34, 35). Es el mismo reino de los cielos que Jesús comparó
a un grano de semilla de mostaza y a la acción de la levadura en la harina (Mat. 13:31-33). La otras
citas que hemos presentado arriba muestran con igual claridad cómo, tanto Jesús como sus
discípulos, tenían por costumbre expresarse en un lenguaje que debe haber sido muy familiar para
los que, desde la niñez, oían leer acerca de la ley y los profetas "cada sábado" (Hechos 13.2, 7;
15:21). Una interpretación estrictamente literal de este modo de pensar pictórico sólo conduce a lo
absurdo. Su intención debe ser estudiada a la luz de los numerosos paralelos de los escritores del
Antiguo Testamento, paralelos que han sido presentados extensamente en la parte precedente de
este libro. Pero, ¿con qué demostración de razón, o con cuál principio de "interpretar la Escritura
con la Escritura", puede sostenerse que el lenguaje de Isaías, Joel, y Daniel, que todos los mejores
exégetas conceden que es metafórico cuando se emplea en las Escrituras hebreas, debe entenderse
literalmente cuando es utilizado por Jesús y sus apóstoles?

Es verdad que, algunas veces, nos encontramos c n algún discutidor que intenta evadir la fuerza
de esta pregunta afirmando que, si interpretamos literalmente una parte del discurso de Jesús,
tenemos que tratar la profecía entera del mismo modo para ser consistentes. Así, pues, por otra
parte, se insiste en que, si Mateo 24:29-31, por ejemplo, es explicado metafóricamente, debemos
aplicar el mismo principio a todo el resto del capítulo; y si las palabras sol, luna, y cielos del
versículo 29 han de ser tomadas en sentido figurado, también las palabras Judea, montañas,
azotea, y campo en otras partes del capítulo deben ser explicadas metafóricamente! Es difícil
entender cómo esta excusa superficial puede ser alegada por alguien que haya hecho un estudio
cuidadoso de los profetas hebreos. Cada uno de los ejemplos del Antiguo Testamento que hemos
citado arriba está conectado, como estos dichos apocalípticos de
Jesús, con otras afirmaciones que todos los lectores y expositores han entendido literalmente. A
veces, el escritor más prosaico puede que se exprese por medio de toda una serie de frases en
términos figurados, e incorpore la metáfora extendida en la mitad de una sencilla narración de
hechos. En las páginas anteriores, hemos mostrado cómo los historiadores hebreos entrelazan
adornos poéticos en sus vívidas descripciones y, cuando el tema mismo se vuelve grandioso y
sublime, el lenguaje naturalmente se eleva hasta alcanzar el estilo de paralelismo poético con sus
varias propiedades de forma y figura. [25] Ningún sistema de reglas mecánicas puede prepararse
para distinguir entre el lenguaje de prosa y el de poesía. El sentido común del lector, junto con un
juicio crítico bien adiestrado, debe ser por necesidad la corte de apelación final en todos los casos.
Sería estúpido intentar construir un vocabulario de metáforas proféticas para usarlo en la
interpretación bíblica.

(4) Nuestra cuarta y concluyente proposición es que este pasaje apocalíptico es un sublime
cuadro simbólico de la crisis de las edades en la transición de la dispensación del Antiguo
Testamento a la era cristiana. La descripción gráfica debe ser tomada como un todo, y
permitírsele que transmita su grandiosa impresión total. En un solo pasaje como Marcos 13:24,
25, el intento de considerar cada metáfora por separado y darle una aplicación propia, arruina el
cuadro entero. Decir, junto con algunos de los más antiguos expositores [26], que los cielos
representan la teocracia judía, que el sol es su religión, y la luna su gobierno civil, mientras que
las estrellas que caen de este cielo son los jueces y maestros, es interpretar mal la verdadera
naturaleza de la impresión general que se quiere causar. Lo mismo podría uno tomar los pedazos
de un arco iris, analizar cada color por separado, y señalar su significado por separado, con la
idea de dilucidar así el verdadero significado de la señal puesta en la nube como signo del pacto
de Dios con Noé. El cuadro de un universo que se derrumba simboliza la idea sencilla pero
sublime de la interposición sobrenatural en los asuntos del mundo, que involucra notable
revolución y cambio. El elemento tiempo no aparece en el cuadro en absoluto. Así, pues, el Hijo
del hombre viniendo en las nubes significa aquí exactamente lo mismo que significa en la visión
de Daniel. Es un concepto apocalíptico del Mesías, como Rey del cielo y de la tierra, que ejecuta
juicio divino y entra, junto con su pueblo, en posesión y dominio de los reinos del mundo. Aquí
nuevamente, no entra el elemento tiempo, excepto por la idea asociada de la profecía de Daniel
de que "su dominio es dominio eterno" (Dan. 7:14). Es la misma venida del Hijo del hombre en
su reino a que se refiere Mateo 16:27, 28, cuyo comienzo debía ocurrir ante de que probaran la
muerte alguno de los que oyeron estas palabras de Jesús. El lamento de todas las tribus de la
tierra es el gemido y el lamento de los judaísmo por su destrucción como nación. En la
destrucción de su ciudad y de su templo, los sacerdotes, los escribas y ancianos vieron "al Hijo
del hombre sentado a la diestra del poder" (Mateo 16:64), y así se hizo manifiesto a todos los que
leían la profecía correctamente que "Jesús, el galileo" había vencido. [27] Reunir a los escogidos
de Cristo de los cuatro vientos es el verdadero cumplimiento de numerosas profecías que
prometen al pueblo escogido que sus miembros serán recogidos de todas las tierras y
establecidos para siempre en el monte de Dios (comp. con Amós 9:14, 15; Jer. 13:5-8; 32:37-40;
Eze. 37:21-28). El tiempo y modo de esta reunión universal de los elegidos no se puede
establecer por medio del lenguaje de ninguna de estas profecías. Lo mismo podría uno presumir
establecer, por las palabras de Jesús en Juan 12:32, dónde, cuándo, y de qué manera, cuando el
Cristo fuese "levantado de la tierra", atraerá a todos a sí mismo. En el discurso escatológico de
Jesús, el punto en que se hace énfasis es que todas las cosas contempladas en el simbolismo
apocalíptico empleado para representar su venida y su reino seguirían inmediatamente "después
de la tribulación de aquellos días" (Mateo 24:29) o, como dice Marcos, "en aquellos días,
después de aquella tribulación". Es decir, la venida del reino del Hijo del hombre coincide con la
destrucción del judaísmo y su templo, y sigue inmediatamente en esos mismos días. [28]
5 Todo lo que en este cuadro pertenece necesariamente a la continua administración del reino en
la tierra debe por supuesto ser permanente, y permanecer mientras lo requiera la naturaleza y el
propósito de cada obra. Por consiguiente, cuando se afirma que "no pasará esta generación sin que
todo esto acontezca", nadie supone que el reino y el poder y la gloria del Hijo del hombre habían
de terminar con aquella generación. El reino mismo había de durar por siglos y siglos. Había de
crecer como la roca cortada del monte, que ella misma "se hizo un gran monte, y llenó toda la
tierra". Había de crecer y funcionar como la semilla de mostaza y la levadura hasta que cumpliera
su propósito divino entre los hombres. Toda la enseñanza del Nuevo Testamento concerniente al
reino de Cristo contempla un largo período, y la abolición de toda autoridad y todo poder que se
le oponga; "porque es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de
sus pies" (1 Cor. 15:25). La destrucción de Jerusalén fue uno de los primeros triunfos del reino del
Mesías, y una señal de que Él estaba verdaderamente "sentado a la diestra del poder".

El pasaje correspondiente en el evangelio de Lucas (21:25-28) es notable por sus diferentes


formas de expresión, no por nada que parezca tener diferente significado. El lenguaje es el
siguiente:

Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia delas gentes,
confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y

la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán
conmovidas. Entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra
redención está cerca.
Estas líneas no son si o una versión diferente del oráculo como fue pronunciado originalmente
por el Señor. Pueden considerarse como ejemplo de la peculiar manera de redactar de Lucas y,
como los pasajes paralelos en Marcos y Mateo, son un cuadro apocalíptico de la crisis de la era
premesiánica. Nótese particularmente que el escritor lo contempla como algo que los
contemporáneos de Jesús podían reconocer, y podían levantar sus cabezas en regocijante
expectación de su pronta redención. No hay absolutamente nada que dé a entender un suceso que
debía esperarse en una época distante. Las cosas de las cuales Jesús habló debían "comenzar a
suceder" en el futuro cercano. Pero, por cuánto tiempo reinaría el Hijo del hombre, "sentado a la
diestra del poder", antes de que todos sus enemigos fuesen puestos debajo de sus pies; cómo sería
predicado el evangelio en el mundo durante todo el período de su reino en el mundo: y cómo en
otros tiempos y otras ocasiones el Hijo del hombre sería visto viniendo en su reino y viniendo en
gloria -- éstos son asuntos de los cuales Jesús no habló nada definido en aquella ocasión.

IV.

La cuarta sección consiste de consejos y advertencias, y no requiere ningún comentario especial


aquí. Lucas tiene parte de estas amonestaciones en otro contexto, y cita el ejemplo de Lot y Sodoma
como ilustración de la manera en que "sería en el día en que el Hijo del hombre sería revelado"
(Lucas 17:30). Pero ya sea que hubiesen sido pronunciadas en esta ocasión o en alguna otra, hacen
obvia referencia al mismo tema, y pueden haberse repetido en muchas ocasiones. Sin embargo, es
de primordial importancia observar tres cosas en esta sección final.

(1) Los consejos y las amonestaciones estaban dirigidos a los discípulos. Ellos, y no los
hombres de generaciones subsiguientes, habrían de ver las señales por las cuales podrían saber que
él estaba cerca, a las puertas. Lo que pueblos de otras tierras y tiempos futuros pudieran ver y saber
no tiene nada que ver en este contexto.

(2) Estos consejos, así como lo que ha ocurrido antes en este discurso, responden directamente
la pregunta de los discípulos-¿Cuándo serán estas cosas, y QUÉ SEÑAL podemos esperar que nos
indique cuándo están a punto de tener lugar? En todo el discurso, él no ha pronunciado ni una sola
palabra para informarles que el tiempo es mucho después de los días de ellos, y la señal de ello
algo que ellos no vivirían para ver. Por el contrario, mencionó varias cosas que debían tener lugar
primero, y luego mencionó, entre otras cosas, una notable señal, a cuya vista todos los que todavía
quedasen en Judea debían huir a las montañas con la mayor premura. Tan significativa y ominosa
sería "la abominación desoladora de pie donde no debía estar" que los registros más antiguos
acompañan a las palabras la amonestación parentética: "El que lea, entienda".

(3) Pero lo que debería zanjar la cuestión del tiempo más allá de toda controversia es la declaración
sumamente enfática: "No pasará esta generación sin que todo esto acontezca". Estas palabras
tienen claramente el propósito de responder a la pregunta de los discípulos:
"¿CUÁNDO serán estas cosas?" El significado de estas palabra es esencialmente el mismo que el
de Marcos 9:1 y los pasajes paralelos de Mateo y Lucas. Las palabras inmediatamente antes de
ellas muestran lo absurdo de aplicarlas a otra generación diferente de la de los apóstoles: "Cuando
VEÁIS QUE ESTAS COSAS comienzan a suceder, SABED que él [o 'el reino de Dios' -- Lucas]
está cerca, aun a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación", etc. [29].

Pero no pocos expositores presumen de anular la intención de estas palabras afirmando que son
manifiestamente inconsistentes con lo que sigue en Marcos y Mateo: "Pero del día y la hora nadie
sabe, ni siquiera los ángeles en los cielos, ni el Hijo, sino sólo mi Padre". Es difícil entender cómo
cualquier intérprete, no influido por prejuicios dogmáticos, pueda insistir en hacer que una de estas
afirmaciones contradiga o excluya la otra. Pero no es difícil ver que, cuando una persona ya ha
decidido en su mente que el reino de Cristo no ha venido todavía, que la "parusía" es un suceso
todavía en el futuro, y que "el fin del siglo" no es el fin de la era pre-mesiánica sino "el fin del
mundo", el peso del dogma a su tiempo le obliga a anular el sencillo significado de palabras tan
enfáticas como las que Jesús pronunciara jamás. [30] Si el lenguaje de Marcos 13:30 y de sus
pasajes paralelos en Mateo y Lucas han de ser hechos a un lado arbitrariamente con estas bases,
no vemos sino que es un procedimiento igualmente correcto rechazar la afirmación de la
ignorancia de Jesús tocante al día y la hora lo cual, de hecho, no aparece en Lucas en absoluto.
¿Por qué no rechazar Marcos 13:32, que no tiene paralelo en Lucas, antes que el versículo 30, que
aparece en todos los evangelios sinópticos? Este proceder arbitrario es una espada de dos filos,
que puede cortar en una dirección y en la otra.

Pero en estas dos afirmaciones relacionadas de Jesús no encontramos ninguna inconsistencia. El


significado claro y obvio de los dos dichos es éste: "Les aseguro, de la manera más solemne, que
todas estas cosas ocurrirán antes de que esta generación haya pasado, y les doy estas señales por
las cuales pueden conocer cuándo el fin está cerca de ustedes; pero yo mismo no sé ni el día ni la
hora. Por tanto, velen y estén listos en todo momento". Aquí no hay ninguna contradicción de ideas
ni propósito; ninguna inconsistencia en absoluto. Pero suponer, como hacen algunos, que el día y
la hora pueden ser siglos después de que aquella generación hubiera pasado, parecería estar
involucrando a Jesús en una especie de ridículo absurdo. Porque, ¿en qué se diferenciaría esto de
decir en esencia: "De cierto les digo que todas estas cosas sucederán en sus días, antes de que
algunos de ustedes prueben la muerte; pero el día y la hora pueden estar varios miles de años en el
futuro. ¡Velen y estén preparados!".

Es enteramente consistente y racional en todo sentido afirmar positivamente que un suceso


imprevisto tendrá lugar dentro de cincuenta años, pero alegar desconocimiento del año, el mes, la
semana, el día y la hora. [31] El único motivo que podemos concebir para forzar una construcción
diferente sobre las dos afirmaciones es la que ya hemos indicado arriba, a saber, una creencia de
que el Hijo del hombre no ha venido todavía y que, por consiguiente, que su profecía del fin tiene
que ser bien un fracaso o bien un suceso que todavía está en el futuro. Por el contrario, creemos
que hemos mostrado, mediante una exégesis válida, que la venida
del reino de Cristo y el fin de la era pre-mesiánica c incidieron con la destrucción del templo judío
en Jerusalén.

Falta por tomar nota de algunas cosas peculiares al informe de Mateo sobre este discurso de
Jesús. De acuerdo con su evangelio, la forma de la pregunta de los discípulos fue ésta: "¿Cuándo
serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida (parusía) y de la consumación de la era (ounteleia
ton aiwnos)?". Parece que los discípulos ya habían inferido o supuesto que la venida y la
consumación del siglo estarían conectadas de algún modo con la desolación del templo. Las
palabras finales del capítulo 23 eran de una naturaleza tal que daba a entender todo esto. [32] Si
no habría de ser así, y Jesús lo sabía, es inconcebible que los hubiese confirmado en esta creencia,
como el lenguaje de Mateo 24 ciertamente estaba adaptado para hacerlo. ¿Qué significado, pues,
hemos de atribuir a las palabras venida, y consumación del siglo?

La palabra parusía, comúnmente traducida como venida, está tan constantemente asociada, en la
dogmática actual, con la meta última de la historia humana, que los lectores ordinarios pierden de
vista su sencillo significado en el uso del Nuevo Testamento. La palabra significa presencia, en
oposición a ausencia. Por ejemplo, leemos en Fil. 2:12: "Por tanto, amados míos, como siempre
habéis obedecido, no como en mi presencia (en th parousia mon) solamente, sino mucho más ahora
en mi ausencia (en th apousia mon), ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor". Pero,
como la presencia personal de alguien implica una venida previa, esta palabra no está
incorrectamente traducida como venida en muchos pasajes, y el verbo ercomai, venir, se emplea a
menudo para denotar la aparición del reino de Cristo. [33] Pero, suponer que la venida o la
presencia de Cristo debe ser necesariamente espectacular en cualquier sentido físico, una
demostración de su persona en la atmósfera de la tierra, es poner la doctrina en gran confusión.
¿Por qué debe entenderse o explicarse la venida del Hijo del hombre en las nubes para ejecutar
juicio sobre aquella generación, de una manera diferente de aquélla con que explicamos la
expresión de que Jehová "monta sobre una nube ligera" y viene a ejecutar juicio sobre Egipto,
como está profetizado en Isa. 19:1? Cualquiera que sea la verdadera naturaleza de la parusía como
está contemplada en este discurso profético, nuestro Señor la asocia inconfundiblemente con la
destrucción del templo y la ciudad, lo cual él representa como la señalada terminación de la era
pre-mesiánica. La venida en las nubes, el oscurecimiento de los cielos, el colapso de los elementos
son, como hemos mostrado arriba, formas familiares de lenguaje apocalíptico, tomado de los
profetas hebreos. [34]

Esa otra expresión en Mateo: "la consumación del siglo", es una frase de la cual se ha abusado
mucho y ha sido ampliamente malentendida. La traducción común "el fin del mundo" ha engañado
a muchos lectores de la Biblia inglesa. Ha ayudado a perpetuar la idea antibíblica de que la venida
y el reino de Cristo no son hechos del pasado, el presente, y el futuro, sino sólo del futuro. La
doctrina fundamental y distintiva de todas las ramas de los así llamados "adventistas" es que la
venida del Hijo del hombre para establecer su reino en este mundo es únicamente un suceso del
futuro. ¡Cristo todavía no tiene ningún reino entre los hombres! Hasta las parábolas de nuestro
Señor, que ilustran el carácter espiritual del reino, son forzadas para que armonicen con el conc
pto de un advenimiento espectacular y una organización política. [35] Los que sostienen esta
doctrina y, de hecho, no pocos de los que se oponen a ella, caen en error e inconsistencia al no
captar el verdadero significado de la frase "el fin del siglo".

Porque, primero que todo, no establecen claramente qué siglo (aiwn) se contempla en un texto
como el de Mateo 24:3. De manera bastante general, suponen que se quiere decir el período de la
dispensación del evangelio. Pero nada es más familiar en la terminología judía del tiempo de
nuestro Señor que las frases corrientes: knk glnt y adknc glnt este siglo y el siglo venidero. Del
período que precedió a la venida del Mesías se decía que era este siglo; del que siguió a su venida
se decía que era el siglo venidero. [36] No es importante considerar cuáles varias y a menudo
contradictorias ideas asociaban los rabinos con el siglo venidero. Sus ideas eran tan variadas como
las concernientes al carácter del Mesías mismo. Pero con este siglo querían decir, y no querían
decir nada más que, el período actual en el que estaban viviendo, el siglo actual. Por consiguiente,
la pregunta de los discípulos, tal como está registrada, sólo podía referirse a la era pre-mesiánica,
y su consumación, como hemos visto, estaba asociada en sus mentes con la destrucción del templo.
Pero, aunque se admitiera que la idea de ellos sobre "la consumación del siglo" era errónea, la
enseñanza de Jesús era enfática más allá de toda pregunta racional de que aquella generación no
pasaría antes de que se cumplieran todas las cosas sobre cuyo cumplimiento preguntaban.

Por consiguiente, el siglo venidero, la era mesiánica, sería el período que seguiría inmediatamente
después de la terminación de la era pre-mesiánica. Ese tiempo todavía no había llegado cuando
Jesús habló. Según tendencia entera de la enseñanza del Nuevo Testamento, esa era y el reino
mesiánico estaban cerca, muy cerca. El ministerio de Cristo cayó en los últimos días de un aiwn.
El evangelio de su reino debía estar firmemente establecido en el mundo antes del fin de aquel
siglo. Así es que leemos en Heb. 9:26: "Pero ahora, en la consumación de los siglos (epi ounteleia
twn aiwnwn), se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en
medio el pecado". También en Hebreos
1:1 está escrito: "Dios ... en estos últimos días ha hablado por el Hijo". De manera similar, Pedro
(1 Ped. 1:20) habla de Cristo como "ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros". Pablo también habla de sí mismo
como viviendo cerca de la consumación de los siglos: "Estas cosas les acontecieron como ejemplo,
y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos" (1
Cor. 10:11). Por consiguiente, tanto el ministerio de Jesús como el de sus discípulos deben ser
reconocidos como sucediendo en los últimos días de un aiwn, o cerca del fin de la era premesiánica.
Los escritores del Nuevo Testamento, y Jesús también, están claros sobre este punto.

Nunca se representan a sí mismos como habiendo entrado en los primeros días, o el comienzo, del
siglo, sino más bien en los últimos días.
Si ahora preguntáramos junto con los discípulos: ¿CUÁNDO serán estas cosas? o ¿en qué punto
debemos reconocer el fin de la era pre-mesiánica?, debemos encontrar la respuesta en el discurso
escatológico de Jesús, y en algún punto antes de que pasara aquella generación. "Los fines de los
siglos" posiblemente tienen un punto definido de contacto y transición de un siglo al otro. Como
el crepúsculo de la mañana, el siglo venidero puede proyectar sus rayos en la noche anterior, y así
también, el siglo precedente puede participar en sus últimos días de muchas cosas que pertenecen
al siglo venidero. [37] Pero tales hechos no afectan la cuestión de la señalada crisis que puede
marcar conspicuamente el fin de un siglo y el comienzo de otro. ¿Hubo una crisis tal entre las
dispensaciones judía y cristiana, que podamos señalarla y decir: "Ese fue preeminente y
conspicuamente un suceso que marcó una época en la historia tanto del judaísmo como del
cristianismo"?

Algunos escritores encuentran tal crisis o fin en la crucifixión de Jesús, y en el momento en que
dijo: "Consumado es" (teteleotai). Otros dicen que fue en la resurrección: unos pocos designan la
ascensión; pero muchos han enseñado que el derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés fue
la venida de Cristo en su reino, el fin de la antigua era y la llegada de la nueva. Para todas estas
teorías, hay dos objeciones insuperables: (1) Son irreconciliables con la afirmación de Jesús de
que el evangelio debía ser predicado primero "en toda la tierra habitada" (oikumenh), y (2) mucho
después del día de Pentecostés, los discípulos hablan de que su obra tiene lugar en los últimos días,
o cerca del fin dela época.

¿No es extraño que todos los estudiantes cuidadosos de las enseñanzas de nuestro Señor fallaran
en entender su respuesta a esta misma pregunta? Los discípulos preguntaron definidamente:
¿CUÁNDO serán estas cosas? Y Jesús procedió a predecir una variedad de cosas que ellos vivirían
para ver -- todas antes del fin. Predijo los horrores del sitio de
Jerusalén, y una señal inteligible por medio de la cual ellos podrían conocer la inminencia de la
catástrofe del judaísmo. Y habiéndoles dicho todas estas cosas, y habiéndoles hablado de su propia
venida en las nubes y su glorioso significado, añadió: "Cuando veáis que estas cosas comienzan a
suceder, sabed que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta
que todo esto acontezca". En consecuencia, la ruina del templo fue la crisis que marcó el fin de la
era pre-mesiánica.

El evangelio de Mateo añade al discurso escatológico tres parábolas de amonestación, que ocupan
la totalidad del capítulo veinticinco. La parábola de las diez vírgenes y el cuadro del juicio son
peculiares a este evangelio, pero la parábola de los talentos parece ser, en esencia, idéntica a la de
las minas (mnaj, minas) en Lucas 19:11-27. Las tres parábolas, como aparecen en Mateo, ya sea
que fueran pronunciadas originalmente en este contexto o no, son de todo punto apropiadas al
contexto. Son amonestaciones para velar y estar preparados para la venida del Señor, y no son
esencialmente diferentes de los consejos de los cuales ya hemos tomado nota en la cuarta sección
del discurso precedente (por ejemplo, Mateo 24:32-51). La conclusión de la parábola de las
vírgenes es: "Velad, por tanto, porque no sabéis ni el día ni la hora". La gran lección de la parábola
de los talentos es que los siervos del Señor también tienen que hacer algo más que meramente
velar. Deben ocuparse con diligencia en el servicio y los intereses de su dueño durante su ausencia
temporal de ellos, ya fuera el tiempo largo o corto. No hay, pues, ninguna dificultad en cuanto a la
intención de estas parábolas, y ninguna duda en cuanto a su relevancia al tema del cual Jesús habló
en el monte de los Olivos.
Se supone que tiene mayor importancia el sublime cuadro registrado en Mateo 25:31-46, y la
mayoría de los expositores ha creído que ese cuadro debe referirse necesariamente a un juicio
general y formal de todas las naciones de hombres a la conclusión de la historia humana. Pero el
lenguaje de Mateo es explícito al referirse al tiempo "cuando el Hijo del hombre venga en su gloria,
y todos los ángeles con él", y cuando "se siente en el trono de su gloria". Habría una obvia
inconsistencia en hacer la venida del Hijo del hombre diferente de la de Mateo 24:30 y 16.27, 28.
¿Cómo, pues, - se pregunta - puede este sublime ideal ser llevado a los límites de tiempo de la
profecía de Mateo 24?

Las dificultades que se indican aquí surgen, bien de las suposiciones de una exégesis literalizante,
o de no tener presente que la venida y el reino de Cristo son, por su naturaleza, un proceso, que
tiene un comienzo histórico definido, pero que se extiende indefinidamente hacia los futuros siglos
de los siglos. Por consiguiente, aunque la mayoría de las cosas enumeradas en el discurso
precedente se cumplieron con la caída del judaísmo y el comienzo del cristianismo, otras cosas,
por su misma naturaleza, son tales que, por necesidad, deben repetirse u ocurrir continuamente.
Tal especialmente es la ejecución del juicio, una función de todo rey reinante. La doctrina bíblica
del reino del Mesías no es que Dios, el Padre
Todopoderoso, deja vacante su trono cuando Cristo asciende al cielo. Ni el concepto de Salmos
2:7-9, ni el de Salmos 9, ni Daniel 7:13-14, dan a entender que el Dios eterno es menos rey y
soberano del mundo después de colocar a su Hijo ungido a su diestra y le "da dominio y gloria y
un reino". Desde ese momento en adelante, él juzga al mundo por Jesucristo, y el sublime cuadro
de Mateo 25:31-46 es una parábola de este gran hecho. De aquí la fuerza y lo apropiado de las
palabras: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se
sentará en el trono de su gloria". Pero cuánto tiempo continuará sentado así en su glorioso trono
de juicio y cuánto tiempo "debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus
pies" no es asunto de revelación específica. Por lo tanto, el ideal de juicio presentado en Mateo
25:31-46 no es un solo suceso, como la destrucción de Jerusalén. No ha de ser explicado
literalmente como una sesión judicial formal que no se abrirá sino hasta el fin de la historia humana
en la tierra. Más bien, es un cuadro parabólico sumamente impresionante de la administración
secular de Jesucristo, desde el momento de la señalada destrucción de Jerusalén hasta que
"entregue el reino al Padre" (1 Cor. 15:24). El ungido rey de gloria es juez de vivos y muertos, y
es un grave error representar "el día del Señor" o "el día del juicio" como algo diferido hasta el fin
del tiempo. En las porciones anteriores de este libro, hemos mostrado una y otra vez que "el día
grande y terrible del Señor" es una frase profética notablemente plena de significado. La doctrina
del Antiguo Testamento es que "el reino es de Jehová y él regirá las naciones" (Salmos 22:28).
"Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido; juzgará a
los pueblos en justicia. Vino a juzgar la tierra; juzgará el mundo con justicia, y a los pueblos con
su verdad" (Salmos 96:10, 13). El día del juicio para cualquier nación o ciudad malvada, o
cualquier individuo malvado, es el tiempo en que la visitación penal llegue; y el juicio de los santos
de Dios se manifiesta en todo suceso señalado que magnifique la bondad y condene la iniquidad.
[38]

Pero esta divina administración del mundo, que en las escrituras hebreas es la obra de Jehová, es
presentada en Daniel 7:13, 14 y representada en el Nuevo Testamento como entregada a Cristo. El
Padre le ha dado "autoridad para ejecutar juicio porque él es el Hijo del hombre" (Juan 5:27) Y el
Hijo del hombre vino, de acuerdo con el cuadro apocalíptico de Daniel 7:13 y Mateo 24:30, y
ejecutó juicio sobre Jerusalén, culpable de "toda la sangre justa derramada en la tierra, desde la
sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías" (Mateo 23:35, 36). Esa fue la primera
demostración conspicua de su poder judicial, y marcó la crisis y el fin de la era pre-mesiánica. Por
consiguiente, Cristo es ahora Rey y Juez, pero todas las cosas no le están sujetas, y debe reinar
hasta que haya puesto todas las cosas en sujeción debajo de sus pies. Y esto no es otra cosa que el
decreto: "Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia
las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra" (Salmos 2:7, 8).

Concluimos, pues, que las adiciones peculiares a la versión de Mateo del discurso de nuestro
Señor en el monte de los Olivos no contienen nada inapropiado a la ocasión, y nada inconsistente
con el límite de tiempo definido de la profecía y la analogía de la escatología del Nuevo
Testamento.

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