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Garcia Mahiques 2012 Usos Impropios Iconografia e Iconologia
Garcia Mahiques 2012 Usos Impropios Iconografia e Iconologia
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Rafael García Mahíques
Las acepciones con las que se ha podido el objeto mismo sobre el que se aplica di-
emplear el vocablo «iconografía» han lle- cha disciplina. A modo de ejemplo, obser-
gado a ser muchas, ya que dicho término vémoslo en el siguiente fragmento tomado
ha sido utilizado en contextos disciplina- de una voz en un diccionario que incorpora
res muy dispares y en períodos históricos observaciones histórico-artísticas:
también muy diferentes. Deseo ceñir esta
Una serie de medallas del Museo de Beidun
reflexión a la Historia del arte, proyectan-
en Jerusalén, en relación con el Testamentum
do también su validez hacia otras áreas Salomonis, muestra a Salomón cabalgando y
humanísticas afines, como la Arqueología dispuesto a atravesar con una lanza a una
–ámbito en el que, aplicado a la retratísti- figura femenina (el demonio Hormías), que
ca antigua, la iconografía tuvo su primera está bajo el vientre del caballo. Esta icono-
definición funcional–, o la Historia cultural grafía ha inspirado la cristiana de san Jorge
en su concepto pluridisciplinar y/o inter- y el dragón. (Di Nino, 1992: 1936).
disciplinar. En general, en todos estos es-
tudios, el significado general y propio que No entremos a considerar la cuestión
tienen tanto la iconografía en el sentido de histórico-artística según la cual la citada
disciplina de la «descripción» de las imáge- imagen de Salomón inspiró la de san Jor-
nes, como de la iconología en el sentido de ge, algo que tendría su lugar en el marco
«interpretación» de éstas, está ya perfecta- de la historia de los tipos iconográficos. Lo
mente delimitado siendo ya unos términos que nos interesa es observar que la referida
muy convencionales. Dichas definiciones imagen de Salomón es denominada como
han sido planteadas en un contexto epis- una «iconografía», y que ésta inspiraría a
temológico, siendo tratadas como método otra «iconografía» referida a san Jorge. Se
de conocimiento. No creo que sea necesa- trata de una aplicación del término equipa-
rio aquí desarrollar explicativamente tales rable a la que en Medicina adquiere el vo-
studios
cosas, algo de que me ocupé en otro lugar cablo «patología», que en sentido propio,
(García Mahíques, 2008: 20-30). Lo que y según el Diccionario de la Real Acade-
me ocupa ahora es una reflexión sobre el mia Española, sería «la parte de la Medici-
uso que de tales términos suele hacerse en na que estudia las enfermedades», siendo
los ámbitos humanísticos antes aludidos también de uso común y propio entender
en donde, de hecho, son empleados con como «patología» una enfermedad con-
sustanciales variaciones de su definición creta. Esta doble acepción en el uso médi-
propia. co es admitida en el citado Diccionario, que
En este sentido, no soy el primero en ad- también define como «patología» el «con-
vertir que el término «iconografía» es utili- junto de síntomas de una enfermedad»,
zado según dos acepciones1, una de ellas la e incluso admite el sentido figurado que
rigurosamente propia antes aludida, y otra puede adquirir el término, como por ejem-
que podemos considerar como impropia plo: «patología social». No obstante no son
pero muy generalizada en el uso corrien- equiparables en este aspecto los casos de la
te de los investigadores y estudiosos. Esta «patología» y la «iconografía». Esta última
última sería la que designa con tal término ni siquiera tiene reconocida la doble acep-
1. Consúltese, por ejemplo a Serafín Moralejo (2004: 11 y ss.), en especial el capítulo que lleva por título «Con-
cepto de iconografía» donde advierte este doble uso que adquiere el vocablo entre los especialistas de lengua
española.
2. Aunque el Diccionario de la Real Academia, no reconoce la acepción de la iconografía como «significado de
las imágenes» en el sentido del objeto sobre el que se aplica la disciplina o método, sí en cambio reconoce, en una
segunda acepción, la iconografía como «tratado descriptivo, o colección de imágenes o retratos». Es evidente que
ción por el citado Diccionario2 –ni en ningún rancia que la comunidad científica ejerza
otro, que sepamos– y, además, existen ya sobre todas estas expresiones impropias.
expresiones y términos nítidamente defi- La iconografía implica también otros tér-
nidos y diferenciados para referir el obje- minos de la misma familia, cuya propiedad
to propio del estudio de la iconografía: el o impropiedad puede ser incluso confusa, o
«tipo iconográfico», el «programa icónico» discutible; por ejemplo, si descendemos del
o «programa visual», etc. El primero de és- plano del sustantivo «iconografía» al del
tos, por ejemplo, no está suficientemente adjetivo «iconográfico». No existe desaforo
implantado y a veces, incluso, es incorrec- ninguno en el uso del adjetivo en términos
tamente definido y utilizado. Si volvemos tales como: «análisis iconográfico» o «inter-
al ejemplo anteriormente citado sobre la pretación iconográfica». Mas la expresión
medalla de Salomón, la última frase que «programa iconográfico», tan asentada en
dice: «Esta iconografía ha inspirado la cris- el vocabulario histórico-artístico, podría,
tiana de san Jorge y el dragón», quedaría en cambio, ser inapropiada. Esta expresión
más apropiadamente ajustada como: «Este implicaría de algún modo el designar como
tipo iconográfico ha inspirado el cristiano «iconógrafo» al creador o inspirador de un
de san Jorge y el dragón». Son también programa –bien sea el artista mismo, bien
corrientes expresiones tales como: «la ico- un comitente, un teólogo, o un humanis-
nografía de Los desastres de la guerra de Ru- ta que dictaría al artista el desarrollo de un
bens», o «esta custodia de Juan de Arfe programa visual concreto–, cuando el cali-
tiene mucha iconografía». Se trata de otros ficativo debería aplicarse exclusivamente al
tantos ejemplos de dicho uso impropio. Es- estudioso o investigador, es decir el que se
tas expresiones resultarían más ajustadas ocupa del análisis iconográfico en el terreno
a rigor si se formularan de otro modo: «el de las imágenes. También, incluso, suele re-
programa visual de Los desastres de la guerra cibir impropiamente el nombre de «iconó-
de Rubens» y «esta custodia de Juan de grafo» el religioso dedicado a la creación del
Arfe tiene mucho contenido icónico –o un «icono» en el contexto teológico de la Igle-
alto grado de interés iconográfico–». sia Ortodoxa. Si bien puede resultar a estas
Por lo tanto, en mi opinión, es absoluta- alturas muy llamativo o extraño el tildar de
mente inapropiado y falto de rigor emplear, inapropiada la expresión «programa icono-
en el ámbito de la «academia» histórico-ar- gráfico», creo que, por razones de pulcritud
tística –y en general en el de las disciplinas terminológica, en determinados contex-
mencionadas–, el término «iconografía» tos –no siempre, ya que la casuística puede
denotando el objeto al que se aplica la disci- llegar a ser compleja–, debería ser evitada.
plina que recibe dicho nombre. Es lo mismo En su lugar, pueden llegar a ser más apro-
que designar como «escenas» a composi- piados otros términos: «programa icónico»
ciones icónicas en las cuales las figuras son –que no implica designar a su creador como
representadas de modo que están relacio- «iconógrafo»–, o mejor aún: «programa
nadas entre sí, algo que, por ejemplo, el Dic- visual», vocablo éste que entraña la con-
cionario de términos de G. Fatás y G. Borrás sideración de la imagen como fenómeno
entiende también como impropio (1980: visual, que, como tengo explicado en otro
86). Otra cosa, evidentemente, es la tole- lugar, sería: el desarrollo mental a través del
dicha acepción ha sido recogida de otros usos corrientes, y si bien parece del todo apropiado aplicar el vocablo a un
«tratado descriptivo», considero que es impropio aplicarlo al concepto de «colección de imágenes». Una colección
de grabados o de fotografías sobre un edificio para conocer los diferentes estados de éste en el pasado no debe llegar
a ser considerado como «iconografía». También S. Moralejo opina que tal uso «debe ser evitado, en lo posible en
los títulos de obras» (2004: 12).
cual se procesan conceptos o significados a na vez para los artistas. En cambio, sí que
partir de lo percibido por medio del senti- puede llegar a ser problemática la relación
do de la vista (García Mahíques, 2009: 28). entre la Teología y la Historia del arte, sobre
Esta última expresión resulta especialmente todo cuando desde la Teología se han tra-
adecuada si nos planteamos el sentido de la tado de «resolver» cuestiones que afectan
iconografía, no sólo como una aislada «des- al exclusivo ámbito de la Historia del arte,
cripción de las imágenes», sino como algo como si fuera posible también subordinar a
que nos invita a la «interpretación» de éstas la Teología la misma disciplina académica,
en su propio contexto cultural, es decir de es decir que la Teología impusiera sus aprio-
la iconología propiamente dicha. rismos al discurso que trata de construir la
En este orden de consideraciones, me ha Historia. Este hecho fue ya decididamente
llamado también la atención la voz «pro- impugnado, en su tiempo, en el ámbito de
grama icónico» en un reciente diccionario las disciplinas modernas que se ocupan de
sobre iconografía y arte cristianos (Valen- las imágenes, como lo es la iconografía en el
ziano, 2012: 1212-1220). El análisis de esta seno de la Arqueología o la Historia del arte.
voz arroja una nueva acepción sobre el tér- La «iconografía cristiana»3 había nacido
mino «iconología», que sitúa el sentido del en el polémico contexto de la Contrarrefor-
concepto en un orden completamente dife- ma, dirigida a legitimar ante los protestan-
rente a la convencional «interpretación de tes la antigüedad de las imágenes cristianas,
las imágenes». La cuestión está en si real- así como para reivindicar las verdades dog-
mente podemos considerar dicho empleo máticas que ellos negaban. Este carácter
como algo apropiado. determinaría una iconografía orientada
No cabe duda de que, en el ámbito de la como una preceptiva para los artistas, ten-
religión, el arte ha sido concebido como un diendo a obviar el estudio de las imágenes
recurso dirigido a funciones tales como la con independencia del marco histórico o
oración, la liturgia, la predicación o la ense- geográfico de las obras estudiadas (Chazal,
ñanza. Por esta razón, el arte cristiano tiene 1985: 11). Pueden servir como ejemplo los
una autonomía muy limitada, ya que está conocidos tratados de Molanus o de Paleot-
subordinado a la doctrina o, en líneas gene- ti. Esta dependencia o subordinación de la
rales, a la Teología. Tal cosa no es ilegítima, iconografía a los fines de la religión marca-
puesto que el arte, a lo largo de la historia, rá fuertemente esta disciplina a lo largo de
y sin menoscabo de sus intrínsecos valo- varias generaciones. La incorporción de la
res poéticos, tradicionalmente se ha puesto iconografía cristiana, como disciplina cien-
siempre al servicio de otros fines, en especial tífica, dentro de las modernas corrientes de
al del conocimiento –fin propio, también, conocimiento histórico, no llegará hasta el
OTAS
de toda poética, no solo de la poética visual. siglo XIX, y aún entonces tendrá que sopor-
Es por ello comprensible que a lo largo de tar el lastre de su dependencia respecto de
la historia, la Iglesia haya dictado, incluso, la especulación teológica, algo muy vigente
sus preceptos en materia artística y los artis- aún en el ámbito de los estudios iconográfi-
tas se hayan tenido que acomodar a éstos, cos del primer arte cristiano en las primeras
aspecto cuya comprensión no tiene por qué décadas del siglo XX. Aquí, la «ciencia del
ser problemática para el historiador del arte arte cristiano» estaba empapada de inten-
–independientemente de que sí lo fue algu- cionalidad apologética y practicaba unos
3. Disciplina que, sensu stricto, se ocupa de la descripción de las imágenes elaboradas dentro de la tradición cristia-
na, consistente fundamentalmente en verificar el significado de éstas relacionándolas con fuentes literarias y otros
elementos contextuales.
que se realiza la exposición, y mucho menos titulado «El programa iconológico» (¡sic!),
sobre el uso de la terminología. También, en fundamenta la idea apuntada antes sobre
la cita anterior, a juzgar por la última expre- el espacio cultual, la iglesia, como resultado
sión, observamos claramente el empleo del de la metonimia o traspaso de nombre por
concepto «iconografía» en el sentido apun- apropiación de la imagen de la «Iglesia-cuer-
tado antes designando, impropiamente, el po esponsal del Señor», aspecto éste que da
objeto sobre el que se aplica la disciplina –se lugar a una «iconología litúrgico-sacramen-
refiere al programa icónico o visual llamán- tal». En el segundo epígrafe, intitulado «El
dolo «iconografía». Pero además hay aquí programa iconográfico», aborda los progra-
algo que podemos considerar como muy mas visuales de los espacios eclesiales como
embarazoso y, en mi opinión, inadmisible: algo integrado en la dinámica de la contem-
también se ha llegado a emplear el térmi- plación espiritual, que incorpora la Revela-
no «iconología» en el sentido del objeto so- ción al «iconizar el lugar de la asamblea con
bre el que se aplica la disciplina. Se realiza, la revelación de la historia de la salvación»,
además, estableciendo una insólita relación lo que da su sentido a los programas de las
entre los términos «iconografía» e «iconolo- iglesias, y la communio sanctorum, o «convo-
gía», que como mínimo deja muy perplejo cación de los santos de todos los tiempos y
a un lector con una mentalidad formada en lugares a la asamblea en el aquí y ahora».
la moderna Historia del arte. Lo hace al co- En mi opinión, todo esto tiene un gran
mienzo mismo de la disertación y antecede sentido si tenemos en cuenta que es un dis-
a las palabras citadas antes: curso que no debe ser situado en el orden
epistemológico de la iconografía/iconolo-
Se suele hablar de programa iconográfi-
gía en el seno de la Historia del arte o de
co para referirse a un «conjunto» orgáni-
co figurativo según el cual se plasma con
la Arqueología, sino en el dominio discipli-
imágenes el espacio de culto y toda la am- nar de la Teología. En este sentido, más que
bientación cultual. Pero, en realidad, aparte de un tratado sobre iconografía/iconología,
de las imágenes pintadas o esculpidas, tal lo sería de Teología de la imagen. Por ello,
conjunto orgánico se extiende hasta la co- el equívoco central radica en el hecho de
herencia de la iconología en la que la icono- que se ha aplicado una terminología con
grafía se basa. De lo contrario, no sería un un perfil muy definido en la Historia del
programa. (Valenziano, 2012: 1212). arte, que, al ser aplicada en otro ámbito dis-
ciplinar, se transforma por tener que ade-
Es decir, que si con Panofsky aprendimos cuarse a otra situación gnoseológica, donde
que la iconología como interpretación de además no parece haber tenido nunca una
las imágenes se basaba en el conocimiento definición propia; es decir, «iconografía» e
OTAS
de éstas, ofrecido por la iconografía, aquí «iconología» no són términos con una tra-
la relación se invierte completamente: toda dición dentro de la Teología. Tal cosa, por
iconografía –vocablo aplicado, recordemos, añadidura, tiene lugar en un contexto, en
impropiamente–, tiene sentido tanto en mi opinión, absolutamente equivocado, ya
cuanto se basa en una iconología. Del de- que un diccionario que tiene como título:
sarrollo de esta idea se desprende que la Iconografía y Arte Cristiano, en donde se su-
«iconología» no es aquí un grado de co- pone que por «iconografía» o «iconología»
nocimiento, sino un fundamento de perfil debe entenderse estrictamente aquello que
dogmático o doctrinal, dotado, incluso, de las modernas disciplinas históricas que es-
un sentido litúrgico eficiente o «sacramen- tudian la imagen entienden por tal cosa, los
tal». Esta idea es desarrollada por el autor editores de dicho diccionario debían de ha-
a lo largo de dos epígrafes. En el primero,