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LAS CONDUCTAS NEUTRALES COMO LÍMITES A LA PARTICIPACIÓN DELICTIVA

EN LA JURISPRUDENCIA NACIONAL

Elky Alexander Villegas Paiva


La teoría del delito en un Estado Constitucional de Derecho

Parte General del Derecho Penal: tres bloques

 Teoría de los principios y fundamentos del Derecho Penal: principios constitucionales,


fin y función del Derecho Penal, fin y función de la pena, interpretación y aplicación de
la ley penal en el tiempo y en el espacio.
 Teoría jurídica del delito: a partir de los principios y fundamentos, sistematiza los
criterios y categorías jurídicas que se emplean para conceptualizar el delito y decidir su
atribución a un persona a quien se le considera responsable de su comisión.
 Teoría de las consecuencias jurídicas del delito: imposición y determinación de la pena y
las medidas de seguridad.
La teoría del delito

Concepto:
La teoría del general del hecho punible, teoría general del delito o teoría de la imputación
penal -en el contexto actual del saber penal- es el conjunto de reglas o criterios que sirven
para poder determinar la imputación penal a un sujeto. Dicho proceso de determinación lo
hará a través de la identificación, conceptualización y sistematización de aquellos
elementos que pueden considerarse comunes (tipicidad, antijuridicidad, culpabilidad) para
que una conducta que afecte a un objeto de protección penal (bien jurídico) pueda ser
considerado delito y que deben reunirse para poder aplicar legítimamente las
consecuencias jurídico-penales que establece la ley.
 Presupuestos:
 Bien jurídico
 Comportamiento humano (acción o conducta comisiva u omisiva)

 Elementos:
 Tipicidad (imputación objetiva y subjetiva)
 Antijuridicidad Injusto penal
 Culpabilidad (imputación personal)
 ¿Punibilidad?: se discute su admisibilidad como categoría del delito
 Derecho penal-parte general
 Teoria del delito
 Tipicidad objetiva
 Imputación objetiva
 Prohibición de regreso
LAS CONDUCTAS NEUTRALES COMO LÍMITES A LA PARTICIPACIÓN
DELICTIVA EN LA JURISPRUDENCIA NACIONAL

“El caso del taxista”


(R.N. N° 4166-99-Lima, del 7 de marzo de 2000)
El inculpado se encontraba realizando su labor habitual de taxista en una
determinada zona de Lima cuando fueron requeridos sus servicios por un
individuo que lo condujo hasta un inmueble en donde se encontraban otros
sujetos más. Estos últimos estaban, en realidad, robando en el inmueble, lo cual
solo pudo ser percibido por el taxista cuando le pidieron ingresar su auto en la
cochera de la vivienda. Diversos objetos fueron introducidos al automóvil, luego
de lo cual emprendieron la marcha. Durante el trayecto el automóvil fue
intervenido por la autoridad policial, permaneciendo el taxista en el mismo,
mientras que los otros ocupantes lograron darse a la fuga.
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JURISPRUDENCIA NACIONAL

“El caso del taxista”


(R.N. N° 4166-99-Lima, del 7 de marzo de 2000)

El encausado, se limitó a desempeñar su rol de taxista, el cual podríamos calificar –sostienen los
magistrados supremos- de inocuo, ya que no es equivalente perse ni siquiera en el plano valorativo,
al delito de robo agravado; que de otro lado, se ha establecido que el citado encausado, en un
momento determinado del desarrollo de la acción, tuvo pleno conocimiento de la ilicitud de los
hechos desplegados por sus contratantes, lo cual tampoco es sustento suficiente para dar lugar a
alguna forma de ampliación del tipo, de modo que la responsabilidad penal por el delito perpetrado
pueda alcanzarle, ya que el sólo conocimiento, no puede fundar la antijuridicidad de su conducta,
que dicho esto, concluyen afirmando que se limitó a desempeñar el rol de taxista, de modo que aun
cuando el comportamiento de los demás sujetos, fue quebrantador de la norma, el resultado lesivo
no les imputable en virtud a la prohibición de regreso, lo que determina que su conducta no pueda
ser calificada como penalmente relevante, situándonos en consecuencia ante un supuesto de
atipicidad.
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LA JURISPRUDENCIA NACIONAL

El caso de los actos médicos como actos punibles de colaboración terrorista


(R.N. N° 1062-2004-Lima, del 22 de diciembre de 2004)

El acusado realizó actos de colaboración a favor de un organismo generado por la agrupación


terrorista "Sendero Luminoso" denominado “Socorro Popular", específicamente del Sector Salud
del mismo, y, como tal, llevó a cabo una serie de actos de colaboración en el ámbito de la atención
sanitaria y servicios de salud a los heridos de dicha organización terrorista a consecuencia de
acciones terroristas que perpetraban.

Los cargos se centran, tanto en una integración periférica del acusado en un organismo generado
de "Sendero Luminoso" dedicado específicamente al apoyo consciente y sistemático en
medicamentos y atención médica a los miembros de la organización que sufrían diversas lesiones
o enfermedades como consecuencia de su actividad terrorista -a cuyo efecto por diversos canales
de comunicación de la propia organización se acercaban y atendían a dichas personas.
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LA JURISPRUDENCIA NACIONAL

El caso de los actos médicos como actos punibles de colaboración terrorista


(R.N. N° 1062-2004-Lima, del 22 de diciembre de 2004)

Señala la Corte Suprema que los cargos contra el encausado Polo Rivera o Pollo Rivera no se centran en
el hecho de haber atendido circunstancial y aisladamente a pacientes que por sus características denotaban
que estaban incursos en delitos de terrorismo, menos –en esa línea- por no haberlos denunciado -hechos
que por lo demás él niega categóricamente-, sino porque estaba ligado o vinculado como colaborador
clandestino a las lógicas de acción, coherente con sus fines, de la organización terrorista "Sendero
Luminoso"; que en su condición de tal, el citado imputado recabó y prestó su intervención en las tareas -
ciertamente reiteradas, organizadas y voluntarias- de apoyo a los heridos y enfermos de "Sendero
Luminoso", ocupándose tanto de prestar asistencia médica -cuyo análisis no puede realizarse
aisladamente sino en atención al conjunto de actos concretamente desarrollados y probados- y
también de proveer de medicamentos u otro tipo de prestación a los heridos y enfermos de la
organización.
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LA JURISPRUDENCIA NACIONAL

El caso de los actos médicos como actos punibles de colaboración terrorista


(R.N. N° 1062-2004-Lima, del 22 de diciembre de 2004)

Corte Interamericana de Derechos Humanos


Caso Pollo Rivera y otros VS. Perú. Sentencia de 21 de octubre de 2016

La expresión “colaboración”, empleada en el artículo 321 (del CP peruano), puede entenderse de dos
maneras: (a) una amplia, según el uso corriente del lenguaje, y (b) una estricta o técnica, más restrictiva,
conforme a la cual “colaboración” debería entenderse como “participación” y, en el presente caso, como
“complicidad”. Según esta interpretación estricta, el tipo no haría otra cosa que tipificar como delito
independiente la complicidad en el delito de terrorismo o, si se prefiere, penar la complicidad en el
terrorismo de manera diferente a las reglas generales de la participación criminal. En consecuencia,
entendido de esta manera el texto del tipo del artículo 321, no obstante su mala técnica, en la medida en
que es compatible con una interpretación estricta, no corresponde considerarlo lesivo del principio de
legalidad establecido en la Convención, debiendo notarse que lo que lesiona la legalidad es la interpretación
de la Corte Suprema, que opta por el sentido no técnico del uso del lenguaje, con una amplitud
incompatible con la necesidad de clara delimitación de las conductas prohibidas.
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El caso de los actos médicos como actos punibles de colaboración terrorista


(R.N. N° 1062-2004-Lima, del 22 de diciembre de 2004)

Corte Interamericana de Derechos Humanos


Caso Pollo Rivera y otros VS. Perú. Sentencia de 21 de octubre de 2016

230. La prohibición de la criminalización del acto médico ha sido objeto de pronunciamiento de varios
organismos internacionales, asociaciones médicas y doctrina especializada en Derecho Internacional
Humanitario, así como de los órganos del Sistema Interamericano.
231. La Declaración de Ginebra, adoptada por la Asamblea General de la Asociación Médica Mundial en
1948, establece claramente que el médico no deberá “permit[ir] que consideraciones de afiliación política,
clase social, credo, edad, enfermedad o incapacidad, nacionalidad, origen étnico, raza, sexo u orientación
sexual se interpongan entre [sus] deberes profesionales y [su] paciente”. Asimismo, el Código Internacional
de Ética Médica establece que es una de las funciones principales de todo médico el “dedicarse a
proporcionar un servicio médico competente, con plena independencia profesional y moral, con compasión
y respeto por la dignidad humana” sin “permitir que su opinión sea influenciada por beneficio personal o
discriminación injusta.
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El caso de los actos médicos como actos punibles de colaboración terrorista (R.N. N° 1062-2004-Lima)
Corte Interamericana de Derechos Humanos-Caso Pollo Rivera y otros VS. Perú. Sentencia de 21 de octubre de
2016
239. En lo relevante para el presente caso, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia del Perú coincide plenamente
con el carácter atípico del acto médico, al señalar con todo acierto en la sentencia condenatoria contra el señor Pollo
Rivera lo siguiente:
Que esta Suprema Sala, rectificando lo expuesto en el sexto fundamento jurídico del fallo [de la Sala Nacional de
Terrorismo] recurrido, toma en cuenta y -por imperativo constitucional y del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos- asume la doctrina que instituye la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del dieciocho
de noviembre del año en curso, recaída en el Asunto De la Cruz Flores versus Perú; que dicha Sentencia en el párrafo
ciento dos estipula que el acto médico no se puede penalizar, pues no sólo es un acto esencialmente lícito, sino que es
un deber médico el prestarlo; asimismo, tampoco se puede criminalizar la omisión de denuncia de un médico de las
conductas delictivas de sus pacientes conocidas por él en base a la información que obtengan en el ejercicio de su
profesión; que, por tanto, el acto médico constituye -como afirma un sector de la doctrina penalista nacional- una
causal genérica de atipicidad: la sola intervención profesional de un médico, que incluye guardar secreto de lo que
conozca por ese acto, no puede ser considerada típica, en la medida en que en esos casos existe una obligación
específica de actuar o de callar, de suerte que no se trata de un permiso -justificación- sino de un deber, no genérico,
sino puntual bajo sanción al médico que lo incumple.
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Corte Interamericana de Derechos Humanos-Caso Pollo Rivera y otros VS. Perú. Sentencia de 21 de octubre de
2016
240. Sin embargo, el sustento fáctico de la sentencia condenatoria se refiere a actos de prestación de atención médica a
supuestos miembros de Sendero Luminoso por parte del señor Pollo Rivera:
[…] que los cargos –y material probatorio especificado en el segundo fundamento jurídico del fallo recurrido, con las
precisiones realizadas en esta decisión- están en función al hecho -y así se da por probado- que el imputado prestó
apoyo a Sendero Luminoso a partir de sus conocimientos médicos y, esencialmente, desarrolló una serie de tareas para
el Sector Salud de Socorro Popular en aras de favorecer la actividad y fines de la organización terrorista (proporcionar
medicamentos y víveres) […]
[L]os cargos contra el encausado Polo Rivera o Pollo Rivera no se centran en el hecho de haber atendido circunstancial y
aisladamente a pacientes que por sus características denotaban que estaban incursos en delitos de terrorismo […] sino
porque estaba ligado o vinculado como colaborador clandestino a las lógicas de acción, coherente con sus fines, de la
organización terrorista “Sendero Luminoso”, que, en su condición de tal, el citado imputado recabó y prestó su
intervención en tareas – ciertamente reiteradas, organizadas y voluntarias – de apoyo a los heridos y enfermos de
“Sendero Luminoso”, ocupándose tanto de prestar asistencia médica-cuyo análisis no puede realizarse aisladamente
sino en atención al conjunto de actos concretamente desarrollados y probados- y también de proveer de medicamentos
u otro tipo de prestación a los heridos y enfermos de la organización (…).
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El caso de los actos médicos como actos punibles de colaboración terrorista (R.N. N° 1062-2004-Lima)

Corte Interamericana de Derechos Humanos-Caso Pollo Rivera y otros VS. Perú. Sentencia de 21 de octubre
de 2016
241. De ello se desprende que los fundamentos de la condena al señor Pollo Rivera son: a) que estaba “ligado o
vinculado” a la organización terrorista como “colaborador clandestino a las lógicas de acción de la misma”, lo cual
era también “coherente” con los fines de ésta; b) que en tal condición, “recabó y prestó su intervención en tareas”
de “apoyo” a seis personas “heridos y enfermos de Sendero Luminoso”, tareas definidas como prestación de
“asistencia médica no circunstancial y aislada” y como provisión “de medicamentos u otro tipo de prestación” a
tales personas, a quienes pudo atender gracias a la información proporcionada por la propia organización; c) que,
“en tales circunstancias, los actos realizados por el acusado estaban relacionados con la finalidad de la
organización terrorista – de mantener operativos a sus militantes para que lleven a cabo conductas terroristas”.
242. En síntesis, el Estado sostiene que la actividad médica no es típica, pero que deviene típica porque en la
circunstancia concreta, en el contexto y en medio de una lucha contra un terrorismo particularmente violento, el
médico sabía que con eso cooperaba con el grupo terrorista, por lo cual se lo considera parte y de lo cual era
consciente al poner a su servicio esa actividad. Esto presenta varios problemas que serán analizados a
continuación.
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LA JURISPRUDENCIA NACIONAL

El caso de los actos médicos como actos punibles de colaboración terrorista (R.N. N° 1062-2004-Lima)

Corte Interamericana de Derechos Humanos-Caso Pollo Rivera y otros VS. Perú. Sentencia de 21 de octubre
de 2016
243. Sea que se interprete el artículo 321 en la forma técnica restrictiva mencionada o que se lo haga en la amplia
del uso del lenguaje lesiva de la estricta legalidad, como que se considere que se trata de actos de complicidad o
de delitos autónomos, lo cierto es que la sentencia del tribunal nacional incurre en la contradicción de considerar
típicos los actos médicos que la propia sentencia considera atípicos. A este respecto, es decisivo tener en cuenta
que los actos realizados por el señor Pollo Rivera y por los que se lo condena, no son otros que puros actos
médicos. La provisión de alimentos y medicamentos era para los pacientes y no para otras personas y, por ende,
no pasan de ser actos médicos o de enfermería, o sea de auxiliar de la medicina. En ningún momento se le
imputan o prueban otros actos que pudieran resultar típicos.
244. (…) Conforme a la sentencia, parecería que hubiese debido abstenerse de atender a los pacientes si es que
sabía que pertenecían a la organización criminal. Quizá pueda entenderse que se le imputa la reiteración de actos
médicos o que los haya asistido todas las veces que era convocado y, por ende, que hubiese debido negarse a
prestar atención médica en caso de reiteración en el reclamo o pedido de sus servicios profesionales. En cualquier
caso, sea en uno o en más supuestos o en todos ellos, el señor Pollo Rivera hubiese debido negarse a curar. Es
decir, que hubiese debido negarse a realizar actos penalmente atípicos.
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El caso del taxista que llevaba alimentos a traficantes de droga y de la que preparaba dichos alimentos
(R.N. N° 472-2010-Apurimac, del 23 de julio de 2010)

La encausada preparaba alimentos para que sean llevados a un grupo de mochileros que transportaban
droga. Dichos alimentos fueron traslados por un taxista, contrastado para dicho traslado.

En lo atinente a la situación jurídica del encausado Wilder Chungui Palomino (taxista), se tiene en cuenta que
fue incorporado en la red delictiva en este concreto acto de tráfico de droga bajo la modalidad de transporte
de droga, con el concurso de “mochileros”, por su coimputado Ortega Gutiérrez, a cuyo efecto adaptó su
actividad de taxista conforme al pedido de este último, al punto que fue a la casa de este último, donde
almorzó y recabó los tapers de comida, que los llevó a una localidad cercana al pueblo de Cocas, donde se
las dio a los “mochileros”, a quienes esperó que coman y luego recogió los tapers para devolverlos a sus
coimputados.
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El caso del taxista que llevaba alimentos a traficantes de droga y de la que preparaba dichos alimentos (R.N. N°
472-2010-Apurimac, del 23 de julio de 2010)

Este hecho no es un acto neutral. El imputado estaba en condiciones de advertir que realizaba un aporte objetivo, de
carácter material, para garantizar el transporte de droga –la forma en que fue contactado, lo que realizó y cómo lo
hizo, dan cabal cuenta que estaba al tanto de que apoyaría la labor de transportadores de droga–, y bajo ese
conocimiento, previo contacto y acuerdo con el coordinador de esa actividad, Ortega Gutiérrez, llevó los alimentos al
grupo de “mochileros”. Su rol como taxista es trasladar a clientes que le piden su servicio, pero en este caso la ruta
que siguió no era la común u ordinaria, adaptó su comportamiento al hecho criminal; y, para ello, previamente
acordó lo que debía hacer con su coimputado Ortega Gutiérrez. No se trata, por consiguiente, de una conducta
inocua o neutral.

Respecto de la acusada, está probado su vínculo convivencial con el encausado Ortega Gutiérrez, así como que
atendió al encausado Chungui Palomino y le entregó los tapers para que se los haga llegar a los “mochileros”. Su
absurda negativa enervada por las evidencias indicadas en el fundamento jurídico noveno, no hace sino reforzar la
conclusión de que a sabiendas contribuyó a afianzar el acto de transporte proporcionando alimentos a los
“mochileros” Es evidente que sabía que la comida que preparaba estaba destinada a esos individuos. Este hecho,
en tales condiciones, no es una conducta inocua, pues estaba preordenada a apoyar esa ilícita actividad.
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El caso de la mujer que cocinaba para los traficantes de droga (R.N. N° 3078-2011, del 14 de
setiembre de 2012)

El día cuatro de marzo del dos mil nueve, a horas diez y treinta del día hasta las once horas y
cuarenta minutos aproximadamente, fueron intervenidos en el interior del inmueble de
propiedad de Valentín Mamani Llanque y Julia Collanque Ccama, sito en el sector "Mamani
Nueva" del Centro Poblado de Rosacani; los procesados Wilber Llanque Collanque, Jaime
Huanacuni Ccama, Serafín Mamani Vilca, Valentín Ccama Ccopa y Carmelo Chambi Ccama,
kuienes tenían la labor de pisar las hojas de coca con insumos químicos en una poza de
maceración artesanal instalada al interior de una de las habitaciones del inmueble; y los
procesados Valentín Mamani Llanque y Ronald Mamani Collanque, dirigían el proceso de
elaboración de la droga ilícita, mientras que la procesada Julia Collanque Ccama proveía de
alimentación para los elaboradores de la droga.
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EN LA JURISPRUDENCIA NACIONAL

El caso de la mujer que cocinaba para los traficantes de droga


(R.N. N° 3078-2011, del 14 de setiembre de 2012)

Se desprende de la acusación fiscal y de la sentencia de conclusión, anticipada que la


imputación que pesa contra ella, es por haber proveído de alimentación a sus coprocesados
que se encargaban de preparar la droga; sin embargo, dicha imputación no encuadra
dentro del tipo penal, constituyendo una conducta atípica, que ni siquiera puede
considerarse a título de cómplice, pues con su conducta no ayudó a la fabricación de la
droga, únicamente alimentaba a dichas personas, no pudiéndola sancionar por los
conocimientos especiales que posea; en ese sentido, se advierte que la conducta
desplegada por la encausada está revestida de neutralidad.
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NACIONAL

El caso del que presta su ropa para que se cometa el robo


(R.N. N° 936-2015-San Martín, del 12 de noviembre de 2015)

El día tres de junio de dos mil ocho, en horas de la mañana, el encausado Jorge Ruiz Peña y el menor John Anthony
Quezada Mendoza se encontraron por inmediaciones de la plaza de armas de Rioja y que en dicha circunstancia el menor
manifestó al encausado que tenía hambre pero como no tenía dinero planearon el robo en la tienda de la agraviada, pues
el menor sabía que esta vivía sola y al percatarse de que no había gente por la calle donde estaba ubicado el local provisto
de un arma blanca -cuchillo- pidió el polo que vestía el encausado Jorge Ruiz Peña para cubrirse el rostro, con el fin de
ingresar a la tienda bar "La Oficina". En esos instantes la agraviada estaba en el mostrador, a quien se le acercó y puso el
cuchillo en el cuello para luego apropiarse del dinero que estaba en cajón y que correspondía a las ventas del día.
Logrado su cometido tumbó a la agraviada al suelo y la amenazó para que no gritara y salió raudamente hacia la calle con
el dinero en la mano. Mientras tanto el encausado Jorge Ruiz Peña estaba afuera como "campana" y juntos comenzaron a
correr por el jirón Tacna hasta ingresar al jirón San Martín. Instantes después de producidos los hechos fueron capturados a
la altura de la cuadra catorce del jirón San Martín. Se encontró al menor con el dinero robado, quien reconoció el hecho
delictivo y refirió que lo había realizado solo.

El recurrente Jorge Ruiz Peña, al fundamentar sus agravios sostiene que el encuentro que se produjo con el menor Jhon
Quezada Mendoza fue casual y que el hecho de que le prestara un polo y se quedara en el lugar de los hechos no es razón
suficiente para que se sostenga que cooperó en el evento delictivo cuando no tuvo conocimiento que dicho menor
cometería los hechos materia de imputación.
El caso del que presta su ropa para que se cometa el robo
(R.N. N° 936-2015-San Martín, del 12 de noviembre de 2015)

La diligencia de reconocimiento llevada a cabo también el mismo día de los hechos, confirma el suceso
descrito precedentemente; esto es, que fue el menor quien ingresó a la bodega y cometió el robo, y que el
encausado solo "se encontraba fuera de la bodega"; lo que evidencia que el préstamo de la prenda de vestir no
constituye, desde la perspectiva jurídico penal, un aporte causal al accionar desarrollado por el encausado, lo
que se condice a su vez con la versión brindada por el encausado Jorge Ruiz Peña en el decurso del proceso.

En tal virtud y no obrando en autos otro medio probatorio que corrobore la tesis del fiscal, es válido colegir
que el comportamiento desarrollado por el encausado Jorge Ruiz Peña respecto del conocimiento de que el
menor le mencionó que iba a cometer un evento delictivo no puede significar afectación al bien jurídico desde
la perspectiva de que haya aportado o contribuido al comportamiento o resolución criminal del autor.
El caso del que presta su ropa para que se cometa el robo
(R.N. N° 936-2015-San Martín, del 12 de noviembre de 2015)

La diligencia de reconocimiento llevada a cabo también el mismo día de los hechos, confirma el suceso
descrito precedentemente; esto es, que fue el menor quien ingresó a la bodega y cometió el robo, y que el
encausado solo "se encontraba fuera de la bodega"; lo que evidencia que el préstamo de la prenda de vestir no
constituye, desde la perspectiva jurídico penal, un aporte causal al accionar desarrollado por el encausado, lo
que se condice a su vez con la versión brindada por el encausado Jorge Ruiz Peña en el decurso del proceso.

En tal virtud y no obrando en autos otro medio probatorio que corrobore la tesis del fiscal, es válido colegir
que el comportamiento desarrollado por el encausado Jorge Ruiz Peña respecto del conocimiento de que el
menor le mencionó que iba a cometer un evento delictivo no puede significar afectación al bien jurídico desde
la perspectiva de que haya aportado o contribuido al comportamiento o resolución criminal del autor.
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El caso del taxista que recoge a los asaltantes


(R.N. N° 2521-2014-Lima Norte, del 2 de noviembre de 2015)

Aproximadamente a las veintiún horas con treinta minutos, del veinticinco de julio de dos mil doce, cuando el
agraviado se encontraba en el interior de su local comercial ubicado en la manzana B, lote 11, de la Asociación
de Vivienda Víctor Raúl Haya de la Torre, en el distrito de Independencia; ingresaron el procesado Espinoza
Núñez y dos individuos no identificados, premunidos de armas de fuego, lo redujeron y le sustrajeron S/.
2800,00, US$ 200,00, tres celulares marca Samsung Galaxy, un celular marca Sony Ericson y una cámara
digital marca Sony (valorizados en S/. 2600,00). Luego salieron del local y abordaron el vehículo de placa de
rodaje N.° CGW-358 conducido por el encausado Valdivia Vilcachagua, quien los esperaba frente al local, y
emprendieron la fuga; instantes en que los efectivos policiales patrullaban la zona y se percataron de los
hechos, iniciándose la persecución al vehículo y logrando intervenir a los dos procesados, mientras que los dos
individuos no identificados se dieron a la fuga.
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El caso del taxista que recoge a los asaltantes


(R.N. N° 2521-2014-Lima Norte, del 2 de noviembre de 2015)

Debido a la contradicción entre las versiones de los acusados, estos fueron confrontados en el
juicio oral (folio trescientos cuarenta y ocho). Espinoza Núñez lo sindicó como uno de los
participantes del robo; que los esperaba en el carro. Valdivia Vilcachagua respondió que ello era
mentira y que no lo conocía. Espinoza le dijo que, efectivamente, no se conocían, pero que
estuvo allí, estacionado con su vehículo. Valdivia dijo que ellos tomaron el taxi, y Espinoza le
respondió que su vehículo estaba estacionado y los individuos no identificados le dijeron que
suba al automóvil y él subió.
El efectivo policial, testificó en el plenario y señaló que luego de producirse el asalto los
delincuentes subieron al vehículo y emprendieron la huida, y pese a los disparos disuasivos el
chofer se negó a estacionarse, y después de diez a doce cuadras de persecución le cerraron el
camino y lograron aprehenderlos.
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El caso del taxista que recoge a los asaltantes


(R.N. N° 2521-2014-Lima Norte, del 2 de noviembre de 2015)

El argumento de la inexistencia de pruebas y de responsabilidad penal alegado por


Valdivia Vilcachagua, que tan solo prestó el servicio de taxi y no conocía a las personas
que trasladaba; fue desvirtuado con las pruebas colegidas, aunado a que de ser cierto
que solo desempeñó el rol de taxista, hubiese detenido el vehículo que conducía ante la
orden policial, pero no lo hizo y fue perseguido aproximadamente doce cuadras;
conducta que no se condice con la de una persona que no tiene relación con los hechos.
 El Ministerio Público sostuvo que el nueve de marzo de dos mil tres,
aproximadamente a las 19:00 horas, cuando los agraviados Félix y Enrique salían del
local campestre La Portada del Sol, ubicado en el distrito de San Juan de Lurigancho,
fueron interceptados por tres sujetos, quienes premunidos con armas de fuego los
redujeron y agredieron con la cacha del arma en la cabeza. Así lograron sustraerles dos
bolsas de color negro para luego abordar un vehículo Tico conducido por el procesado
recurrente Teófilo, que los estaba esperando. Los asaltantes, al ser sorprendidos por
efectivos policiales, pretendieron darse a la fuga, pero logró intervenirse a Tony–o
Jhon Jaime– y a Teófilo.
 Un primer indicio que ayuda a determinar si la conducta del procesado recurrente fue conforme al
rol predeterminado que como taxista esperaba de él la sociedad es la licitud de dicha actividad.
 Conforme se señaló en la sentencia impugnada, de la copia de su licencia de conducir obrante en
autos se desprende que a la fecha de los hechos esta se hallaba vencida, por lo que no tenía
autorización para conducir y menos aún para realizar el servicio público de taxi, lo que advierte de
su indiferencia para adecuar su actuación a las normas socialmente establecidas.
 Asimismo, el contexto en el que desarrolló su conducta –no solo observó cómo despojaban
violentamente de sus pertenencias a los agraviados, sino que permitió que los asaltantes subieran y
bajaran de su vehículo más de una vez, esperándolos para facilitarles la huida, lo que está
acreditado con el hecho de que en el automóvil se hallaron las bolsas negras que inicialmente
fueron arrebatadas a los agraviados y que motivó que volvieran a bajar al no encontrar en ellas el
dinero producto de la recaudación de la venta de entradas que esperaban, tal como afirmó el
agraviado Valverde Ortega en su manifestación policial , y con el hecho de que lo intervinieron en el
momento en que el sentenciado Gutiérrez Rubio subió al automóvil al emprender la huida por
haber sido sorprendido in fraganti por los efectivos policiales, tal como se desprende de la
declaración testimonial del SOT2 PNP Jaime Alberto Mariños Izquierdo – evidencia que el acusado
Galván Cantoral no se limitó a desempeñar el rol de taxista, sino que rebasó el riego permitido al
actuar deliberadamente en un contexto criminal con plena conciencia del accionar delictuoso de los
demás participantes, por lo que es responsable penalmente del ilícito que se le imputa.
Gracias!!!

Dios los bendiga!!!

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