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.1. Ética.
1.2. Ministerial.
- Pastor:
El término proviene del vocablo hebreo Ra’ah, que significa: “Uno que cuida,
alimenta y guía”. Se refiere a los pastores de ovejas de Israel. En griego la
palabra pastor proviene de Poimen, y significa “Un apacentador, guiador de
ovejas; uno que cuida, dirige, guía, atiende, alimenta y protege un rebaño”. En
castellano la palabra pastor significa, según la Real Academia de la Lengua
Española “Persona que guarda, guía y apacienta el ganado, especialmente el
de las ovejas”.
Así entonces Ra´ha, Poimen y Pastor involucran tres palabras que describen la
función del pastor: Cuidar, alimentar, guiar. Si tuviésemos que utilizar estas
palabras para construir una definición que aclare el concepto de “pastor
evangélico, o pastor cristiano”, ¿Cómo quedaría dicha definición? Dar la
oportunidad para que dos o tres elaboren una definición.
Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo se definió a sí mismo como “el buen
pastor” (Juan 10:11; 14), ¿por qué eligió ponerse un título en apariencia, tan
sencillo? Evidentemente el oficio de pastor conlleva la idea de servicio y
liderazgo; es decir, el pastor de ovejas es uno que lidera, guía, conduce a sus
ovejas por medio de los valles, pero también las cuida, las alimenta, las sirve.
De ahí que el pastor cristiano es, o debería ser “un líder siervo”, al menos ese
fue el ideal del Maestro. Para completar esta idea debemos estudiar
(brevemente por falta de tiempo) dos términos más, ambos conectados con la
palabra pastor.
Ministro:
Siervo:
La palabra viene primeramente del hebreo Ebed y del griego doulos. En hebreo
significa “esclavo”, mientras que en griego habla de “uno que sirve a los
demás”.
Los esclavos de la antigüedad, los ebed, eran personas sin derecho alguno, su
único propósito en la vida era servir a sus amos. Cada cierto tiempo los ebed
podían ser liberados por sus amos judíos (fiesta del jubileo), pero si estos se
negaban a quedar en libertad podían pedir a sus amos que los dejaran como
“esclavos voluntarios”, para esto los amos perforaban, con una lezna, el lóbulo
derecho de sus ebed. Esto quedaba como señal de que el ebed se había
hecho esclavo por voluntad propia, rechazando la libertad que el patrón le
había ofrecido.
En el Nuevo Testamento existía el término doulos, el cual se podía explicar con
dos metáforas:
2.4. El utilitarismo.
Este tipo de ética enseña que los valores son relativos, no existen los
absolutos, los principios son flexibles y la conducta del individuo se ajusta a los
parámetros de la sociedad; es decir, lo bueno o lo malo dependerá de la
situación, circunstancia y lugar donde ocurra el hecho. Ejemplo: “Para los
occidentales tener una esposa es algo normal y bueno, para ciertos países
orientales nuestra conducta es reprochable y habla de mala administración
económica así como de pobreza”. La posmodernidad enseña que todo es
relativo y todo depende del lente con que se mire.
2.7. La ética de la ley natural.
Mateo se dedicó a recopilar todas las enseñanzas del Maestro a lo largo de los
tres años de su ministerio, luego las escribió sistemáticamente o en bloque en
los capítulos ya mencionados. ¿Con qué fin? Primero, para ser el texto para los
maestros de la Iglesia Primitiva, con el objeto de adiestrar a los nuevos
discípulos en la fe cristiana; en segundo lugar, para enseñar a los fariseos y
saduceos la verdadera religión y a los discípulos de Cristo a vivir conforme
quiere Dios.
Cabe resaltar que el final del Sermón del Monte es sencillamente genial, “obra
maestra del Maestro” (Mateo 7:24-27), donde Jesús cierra el discurso
advirtiendo que en su audiencia inmediata y a lo largo de la historia, han
existido, existen y existirán dos tipos de alumnos: Los que oyen las
instrucciones del maestro y no las ponen en práctica, y quienes sí las aplican.
Los resultados para unos y otros se hacen evidentes en el desarrollo de sus
vidas. Es mejor obviamente, aplicar las palabra del Maestro, pues así nuestra
casa, nuestra vida misma, estará firme ante los embistes del mundo.
¿Se puede ser santo hoy? Cada vez parece ser más difícil mantenerse puro,
íntegro, sin mancha y apartado del pecado en un mundo convulsionado como
el nuestro. Los valores ya no son los mismos, los principios del bien y el mal
han cambiado, la justicia se torna injusta y la moral ha perdido validez.
3.1.1. Definición:
En Wikipedia encontramos la siguiente definición: “El término posmodernidad o
postmodernidad designa generalmente a un amplio número de movimientos
artísticos, culturales, literarios y filosóficos del siglo XX, definidos en diverso
grado y manera por su oposición o superación del moderno. En sociología en
cambio, los términos posmoderno y pos modernización se refieren al proceso
cultural observado en muchos países en las últimas dos décadas, identificado a
principios de los 78, esta otra acepción de la palabra se explica bajo el término
pos materialismo. Las diferentes corrientes del movimiento postmoderno
aparecieron durante la segunda mitad del siglo. Aunque se aplica a corrientes
muy diversas, todas ellas comparten la idea de que el proyecto modernista
fracasó en su intento de renovación radical de las formas tradicionales del arte
y la cultura, el pensamiento y la vida social”.
Desacralización de la política.
Hay una constante preocupación respecto a los grandes desastres y al fin del
mundo.
Desaparición de idealismos.
Pérdida de la ambición personal de auto superación.
Y el más perverso:
El concepto de pecado, maldad, inmoralidad, es relativo y permisivo al
extremo.
Al contrario, vivan de una manera completamente santa, porque Dios, que los
llamó, es santo; 16 pues la Escritura dice: ‘Sean ustedes santos, porque yo soy
santo” (1 Pedro 1:15-16).
Pero, ¿es posible ser santo, ser santa? ¿Cómo es posible ser perfectos como
el mismo Padre celestial es perfecto? ¿Cómo es posible ser santos como Dios
es santo, si lo que constatamos tantas veces es nuestra propia fragilidad,
nuestra debilidad ante la tentación, el volver a caer una y otra vez en "los
mismos pecados de siempre" a pesar de nuestros esfuerzos, la dificultad para
vencer hábitos que nos hacen proclives al pecado, el hacer el mal que no
queríamos y dejar de hacer el bien que nos habíamos propuesto hacer? Ha
dicho el Señor y en Él hemos de confiar: lo que para el hombre es imposible, es
posible para Dios (Lucas 18:27). Sí, la santidad es ante todo una obra de Dios
en nosotros, que, a la vez, ciertamente requiere de nuestra cooperación. Por
ello no debemos dar cabida al escepticismo o la desesperanza, ni tampoco hay
que pretender ser una persona "excepcional" para poder ser santo. ¡No!
Podemos realmente llegar a ser santos, no sólo por nosotros mismos, sino en
la medida que permanezcamos unidos al Señor Jesús como el sarmiento
permanece unido a la vid ( Juan 15:5).
Hemos definido los conceptos pastor, ministro, siervo, ética; hemos estudiado
los siete sistemas éticos y nos hemos concentrado en la ética de Cristo en el
sermón de la montaña; también hemos hablado de posmodernidad, su
definición y características; vimos aunque brevemente, el concepto santidad,
todo esto con el fin de dar un pantallazo al tema que nos reúne hoy, “ética
ministerial”. Pero… ¿cómo ser santo, en forma práctica?
La santidad debe canalizarse por tres vías, cada una de ellas ligadas a la vida
diaria del ministro.
Filipenses 4:8. “En fin, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble,
correcto, puro, hermoso y admirable. También piensen en lo que tiene alguna
virtud, en lo que es digno de reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en
eso” (Filipenses 4:8).
Hay un viejo dicho popular que dice: “Eres lo que piensas”. ¿Qué tan verdad es
esto? Los investigadores del comportamiento humano indican que una persona
promedio sostiene un diálogo interno consigo misma unas 5.000 veces por día.
Y el 85 % de este diálogo es negativo, ejemplo: “No debí decir esto; creo que
mi conferencia no está gustando; que feo soy, jamás se fijará en mí; este
vestido me hace lucir gorda; creo que no le simpatizo al grupo; jamás me darán
el aumento de sueldo; nunca podré pagar esa deuda; que tonto fui, etc.
Los pensamientos positivos en cambio nos motivan, nos dan fuerza interna y
externa, nos estimulan a seguir adelante, nos dan esperanza, nos empujan a
sobrevivir, etc.
El apóstol Pablo nos enseña que aún nuestros pensamientos deben ser
sometidos a la voluntad de Dios, y que debemos procurar pensar en cosas
buenas, positivas y productivas. ¿Por qué diría esto? Estoy convencido que el
Espíritu Santo dirigió al apóstol a enseñarnos un nuevo lenguaje. El Espíritu
quería que su iglesia aprendiera Su lenguaje, el lenguaje del Espíritu. ¿Y cuál
es este lenguaje? “Es pensar positivamente reconociendo a Dios como quien
quiere que seamos felices, prósperos y productivos” (Juan 10:10, “Yo he venido
para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente”).
Si Dios quiere que seamos santos, felices, positivos y productivos, ¿por qué
invertimos tanto tiempo en pensamientos destructivos, de muerte, odio,
venganza, placer sexual, mentiras, robos, codicias, etc.? Sin duda que la
ociosidad nos lleva a divagar con pensamientos pecaminosos y desagradables
a Dios. A veces estamos presentes en cuerpo en la iglesia, pero nuestra mente
está ausente. A veces estamos como aquel somnoliento Eutico sentados en la
ventana (Hechos 20:7-9); con un ojo afuera y otro adentro de la iglesia, con un
oído en el mundo y el otro en el predicador o con un pensamiento inmundo y
otro santo; o estamos pensando en Dios pero también en el mundo; o
pensamos que Dios nos puede socorrer pero también pensamos que si
compramos la lotería podemos obtener un buen premio; o pensamos en lo
linda que es nuestra esposa pero igual miramos a la “hermanita” del lado; o
bien pensamos en lo mucho que queremos servir a Dios pero también
pensamos que es muy tarde, es muy lejos, hace frío, hace calor, etc.
Proverbios 4:23, “Ante todo, cuida tus pensamientos porque ellos controlan tu
vida”.
Romanos 12:2, “No vivan según el modelo de este mundo. Mejor dejen que
Dios cambie su vida con una nueva manera de pensar. Así podrán entender y
aceptar lo que Dios quiere para ustedes y también lo que es bueno, perfecto y
agradable a Él”.
3.1.2. Tus Palabras: ¿Qué tan importante son nuestras palabras? ¿Por qué la
Biblia nos recomienda tanto cuidar lo que hablamos? ¿Cuánto afecta a
nuestras vidas y a quienes nos rodean lo que decimos? ¿Realmente las
palabras pueden hacer de nosotros personas más santas?
Proverbios 6:16-17. El Señor odia seis cosas; mejor dicho, hay siete cosas que
Él detesta: Los ojos orgullosos, la lengua mentirosa, las manos que matan
gente inocente.
Proverbios 12:6. Las palabras del perverso son una emboscada sangrienta,
pero las palabras del justo lo ponen a salvo.
Proverbios 12:18. El que habla sin pensar hiere como una espada, pero lo que
dice el sabio trae alivio.
Proverbios 13:3. Medirse en las palabras es proteger la vida, pero el que habla
demasiado termina destruyéndose.
Proverbios 20:15. El oro y las joyas lo enriquecen a uno, pero vale mucho más
el que mide sus palabras
Pensamientos y Palabras.
La Teología Judía antigua creía que al hablar, “el hombre cambiaba la historia
de sí mismo y de sus semejantes”. ¿A qué se referían con esto? Los judíos
pensaban que la palabra hablada tenía un poder espiritual capaz de
transformar el mundo material, o más bien, el lugar donde vivían, las personas
y naturaleza.
Ellos concibieron esta idea al leer los relatos de la creación donde se muestra a
Jehová creando los cielos y la tierra por medio de su palabra hablada (Génesis
1:1-31). En este capítulo se menciona varias veces la frase “Y dijo Dios…”.
Para los judíos esto era muy importante porque se muestra a Dios creando de
la nada, algo bueno (“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era
bueno en gran manera” Génesis 1:31a). Por otra parte, el Salmo 33:6 declara,
“El Señor creó los cielos con sus palabras. Todas las estrellas del firmamento
fueron creadas con uno solo de sus suspiros”.
Los judíos pensaban que este atributo de crear, no era exclusivo de Dios; sino
de los seres humanos también. ¿Cómo llegaron a esta conclusión? Por lógica
elemental: Ellos pensaron que al ser creados por Dios a su Imagen y
Semejanza (Génesis 1:26 y 2:7), ellos también poseían el atributo de crear por
medio de las palabras. De hecho esta idea tiene su fundamento en Génesis 1:1
cuando dice “En el principio creó Dios…”. Resulta que en el idioma original
arameo, el versículo dice así: “En el sin principio, Dios comenzó a crear…”.
Nótese que crear es muy diferente a creó. Creó denota algo ya acabado,
culminado, pero crear (del vocablo bará), da la idea de continuidad; es decir,
los judíos pensaban que Dios construyó un mundo a medio terminar,
inacabado, e imperfecto a propósito para que el ser humano lo terminase, lo
culminara y lo llevara a la excelencia. ¿Cómo harían esto? Es la pregunta que
los rabinos se hacían, y la respuesta es esta: “Por medio de nuestras manos,
inteligencia y palabras”. De ahí que los judíos antiguos tienen la firme
convicción que “las palabras habladas tienen un poder sobrenatural que
pueden construir o destruir la vida de una persona y sus semejantes, la
naturaleza y el cosmos”
Estos médicos sostienen que los pensamientos y sobre todo las palabras
habladas tienen un tremendo efecto sobre el cuerpo humano. Ellos afirman que
una persona podría mantenerse sana y feliz si tan solo aprendiera a controlar
sus palabras y pronunciar aquellas que lo conduzcan hacia un estado de
suprema felicidad. ¡Increíble! Esto lo afirma la ciencia médica, pero ya el
apóstol Santiago nos enseñaba esto miles de años atrás.
“No digan malas palabras, sino palabras que ayuden y animen a los demás,
para que lo que hablen le haga bien a quien los escuche” (Efesios 4:29)
“Si van a hacer algo digan que sí, y si no lo van a hacer digan que no. Todo lo
que digan de más viene del diablo” (Mateo 5:37).
“Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo
contrario se estarían engañando ustedes mismos” (Santiago 1:22)
“Ya ven ustedes, pues, que Dios declara justo al hombre también por sus
hechos, y no solamente por su fe” (Santiago 2:24).
Conclusión.