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Tarea 4.

Filosofía de la Educación Cristiana

PRINCIPIOS BÍBLICOS APLICABLES AL MAESTRO

Introducción

No obstante que la Santa Biblia es un libro con fines diferentes a todos los perseguidos por la
pedagogía o cualquier técnica o disciplina a fín, en el Sagrado Libro se establecen principios que
deben observar los educadores interesados en proporcionar a sus educandos una formación cabal.

Cristo el maestro y el maestro cristiano

Para los hebreos el maestro era quien servía de guía y en ese sentido Pablo llama a la ley “ayo”
porque según Él nos condujo al conocimiento de Cristo (Vila-Santamaría, 1981:700).
El maestro cristiano que ha sido llamado a enseñar y ha recibido el don de la enseñanza para
edificar al Cuerpo de Cristo, puede encontrar que su talento o capacidad está respaldada por la
Palabra de Dios, como se declara en 2 Timoteo 2:2 Lo que has oído de mí ante muchos testigos,
esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.
Además de que el maestro cristiano debe tratar de adecuar su acción pedagógica a los principios
generales de la Palabra de Dios, su principal meta ha de ser imitar a Jesús el Divino Maestro, pues
Él no solo fue la verdad viviente sino que utilizó la metodología adecuada.
Jesús usó la palabra concreta, práctica, llena de colorido, que se fija en la memoria. Empleó la
discusión; refutó a sus contrarios con sus propios argumentos, como se demuestra en Mateo
12:11, en donde responde a la interrogante de si es lícito o no sanar en día de reposo (Vila-
Santamaría, 1981:581).
Jesús vio en la enseñanza la suprema oportunidad para moldear los ideales, actitudes y conductas
de las gentes (Price, 1973:16). Él amaba a la gente y se interesaba en sus problemas.
Trataba a las personas como ovejas, así debe preocuparse el maestro evangélico por sus alumnos;
debe reflejar en su quehacer educativo esa cualidad que tuvo el Divino Rabí, es decir, el interés en
la gente y su deseo de ayudar. No importa que domine los contenidos de la asignatura que
imparte a los alumnos y los métodos de enseñanza. Nada puede compensar la falta de interés en
el bienestar integral de las personas a quienes educamos.
El elemento más importante en la idoneidad de cualquier maestro es lo que el mismo es. La
verdad personificada es la única verdad espiritual que tiene una atracción efectiva. De ahí que
cada maestro deba sentir: mi lección más efectiva es lo que soy yo mismo. La vida del maestro es la
vida de sus enseñanzas... Jesús vio en la enseñanza la suprema oportunidad para moldear los
ideales, actitudes y conductas de las gentes (Price, 1973: 13-14).
Otra cualidad de Jesús que debe ser copiada por los maestros cristianos es que Jesús ligó su
actividad didáctica con todas las actividades de su vida; enseñó en todas partes: en el templo, en
las sinagogas, en el monte, a la orilla del mar, junto a un pozo, en reuniones familiares y sociales y
en privado. Su obra tuvo un ambiente didáctico más bien que el de un apasionado discurso, porque
el pueblo se sentía libre para intercambiar ideas con Él (Price, 1973:14).
Del amplio conocimiento y dominio que tenía Jesús de las verdades que transmitía se deriva que el
maestro cristiano debe preocuparse por adquirir pleno dominio de las asignaturas que imparte,
pues su principal misión es alimentar la mente y el corazón de sus discípulos.
Del estudio de los Evangelios se deduce que Jesús no sólo conoció las verdades que comunicaba
sino que las había asimilado a tal grado que podía aplicarlas libremente a los asuntos del día. Así el
maestro cristiano debe aprovechar cada momento de su vida para comunicar e irradiar la luz del
conocimiento que disipe las tinieblas de la ignorancia.

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En la preparación de sus discípulos, Jesús comenzaba donde estaba el alumno. Esto significa que
comenzaba con sus intereses y necesidades. En su conversación con la mujer samaritana, comenzó
con el agua, lo que interesaba a esta mujer, para conducirla al agua de vida, tal y como se
demuestra en Juan 4:10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocierais el don de Dios, y quién es el que te
dice: Dame de beber, tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Puede afirmarse que Jesús fue un maestro a carta cabal porque utilizó los principales elementos
de un discurso que se usan en la actualidad: preguntas, conferencias, historias, conversaciones,
discusiones, dramatizaciones, proyectos y demostraciones. La consagración, el fervor y la fidelidad
del maestro evangélico no suplirán la falta de conocimiento de los métodos
y contenidos de lo que enseñamos
El maestro cristiano también debe manifestar en su actividad educativa el aspecto de la paciencia
y la serenidad que mantuvo y reflejó Cristo, pues la paciencia es de importancia fundamental para
el logro de la comprensión. El maestro frenético es conveniente solo para enseñar de memoria o de
rutina, lo cual quiere decir que no sirve de mucho (Bigge-Hunt, 1979:650).
En lo que respecta al logro de la comprensión por parte del educando Jesús reconoció que era de
vital importancia la aceptación de la persona tal y como es, pues cuando una persona se siente
verdaderamente aceptada por otra, puede pensar libremente crecer espiritual e intelectualmente,
ser diferente; como ocurrió con todos aquellos que tuvieron un encuentro personal con el Divino
Maestro. Así debe el maestro cristiano identificarse con sus educandos, motivarlos a desarrollar su
autoestima, escucharles cuando desean compartir sus problemas, sus aflicciones, sus temores y
fracasos. Necesitan ser escuchados por alguien que no se escandalice ante sus confidencias ni les
grite con recriminaciones (Van Pelt, 1985:57).
Jesús como maestro, había usado declaraciones sentenciales que se usaban en el ambiente de su
tiempo, además enseñó a las gentes el principio de "hacer haciendo". En vez de dar a la gente
soluciones, Jesús permitió que ellos usaran sus propios recursos, como vemos en Juan 7:17 El que
quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo par mi propia
cuenta.
Jesús aprovechó cada momento, cada situación o circunstancia para cumplir con su misión de
enseñar la verdad; de la misma manera la vida del maestro cristiano debe ser educar siempre y en
todo tiempo.
El Divino Maestro no solo llegó al punto de mira de la lección, sino que aplicó la lección al hombre,
siendo en la aplicación tanto personal como específico. Cuando hizo énfasis en la necesidad de
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, preguntó al intérprete de la ley, cuál de los tres
que había pasado por el camino había demostrado ser el prójimo del hombre herido, y al oír la
respuesta del doctor de la ley dijo: vé, y haz tú lo mismo. Con esto se demuestra que Cristo fue un
maestro interesado en la aplicación de sus enseñanzas más que en el mero conocimiento teórico.
Por eso en el Sermón del Monte afirmó que cualquiera que oye estas palabras, y 'las hace le
compararé a un hombre prudente, que edificó su casa' sobre la roca (Mt. 7:24). Reafirmando lo
que acabamos de decir recordemos la sentencia de Cristo: Por sus frutos los conoceréis (Mt. 7:16).
También el Apóstol Santiago, como buen maestro cristiano aseveró: Pero sed hacedores de la
palabra, y no tan solamente oidores... (Santiago 1:22a).
Jesús evaluó el resultado de sus enseñanzas. En una ocasión preguntó a sus discípulos: Y vosotros,
¿quién decís que soy yo? (Mt. 16:15). Con esto procuraba saber cuánto sabían sus discípulos acerca
de Él. Evidentemente, como buen maestro, observaba las actitudes y los progresos de sus
discípulos, para saber hasta que punto estaban logrando los objetivos. De la misma manera, el
maestro cristiano debe evaluar continuamente a sus alumnos.
Jesús fue un maestro eficiente, pues supo aprovechar debidamente los recursos de su medio: usó
técnicas avanzadas y supo adecuarlas a cada ocasión, sobretodo procuró siempre objetivizar sus

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lecciones. Recordemos a manera de muestra: El lavado de los pies a los discípulos para darles
ejemplo de la verdadera humildad, el uso de un niño para indicar cuál debe ser el carácter que
deben manifestar sus seguidores para merecer el reino de Dios, etc.
El orden y la disposición en que hay que presentar los materiales, ha de determinarse por la forma
en que el alumno aprenda mejor y con más rapidez. Eso hace necesario que muchos materiales e
ideas relacionados con determinada lección haya que omitirlos por el momento, por importantes
que sean, para cuando el alumno posea más madurez de sentido (Campbell, 1990:124).

Su relación con Dios

El maestro cristiano se diferencia notablemente del secular. El maestro secular por lo común
depende por entero de sus propios recursos para ejecutar la tan delicada y difícil tarea de educar.
El maestro cristiano dispone de un poder adicional transformador y santificador que procede
directamente del Señor por el Espíritu Santo para llevar a cabo su misión de forjar caracteres
nuevos. El maestro cristiano vive solo por fe en Cristo (Rom. 1:17) y en el poder del Espíritu Santo
(Romanos 8:2).
Por tanto, el maestro cristiano debe estar consciente del importante papel que desempeña ante
Dios y la sociedad, por lo cual, debe mantener una relación íntima con Dios. La eficiencia de la
labor docente del maestro cristiano dependerá fundamentalmente de su condición espiritual.
El maestro cristiano, perdonado por Cristo de su vil pecado y santificado por el Espíritu Santo de la
contaminación de lo mismo, será un modelo de humildad, tendrá un espíritu perdonador y guiará
a los alumnos a la misma fuente evangélica de la cual él vive.
Se ha afirmado con mucha razón, que el profesional que más trabaja es el maestro porque además
de realizar su tarea en el aula continúa laborando en su hogar. Por tanto, el maestro cristiano tiene
la facilidad de renovar sus fuerzas en Dios, de quien desciende todo don perfecto. Es mediante la
potestad que tuvo Cristo que el maestro cristiano ha sido comisionado a desempeñar su delicada
misión, pues el poder de la enseñanza cristiana reside en el poder del propio Cristo y nosotros
tenemos ese poder manifestado en el ejemplo que él nos dio en su ministerio docente (Benson,
1984:8).

Su relación con el alumno

Cristo fue un maestro que supo relacionarse con sus discípulos. Él instruyó debidamente a sus
discípulos, vivió y dirigió la vida y acción de ellos. Cristo mostró gran interés y empeño en que sus
alumnos mostraran sus enseñanzas. Fácilmente podría haberle dado alguna instrucción y luego
despedirlos para que volvieran a sus labores. Pero prefirió vivir con ellos; fue un compañero
constante, ellos se desarrollaron bajo su continua vigilancia, por eso sus discípulos se convirtieron
en sus auténticos imitadores y lograron los fines perseguidos por su maestro, ya que Él influenció
sus vidas con su ejemplo.
Cristo se ocupó de cada problema que confrontaban sus alumnos, pues estaba consciente de que
sus instrucciones debían servir para la vida integral de ellos. Para el Divino Maestro la acción
pedagógica no se limitaba a las cuatro paredes del aula sino que debía ser una actividad continua,
por eso procuró siempre la compañía de sus discípulos, aunque cuando se sentía humanamente
débil se aislaba para revestirse de la fortaleza del Padre, puesto que debía depender de Él para
realizar su misión.
La preocupación de Jesús por mantenerse siempre en compañía de sus discípulos se basaba en
que Él estaba consciente que debía convertirlos en intrépidos y eficientes maestros. El maestro
cristiano debe imitar a Jesús en este sentido, pues su propósito ha de ser conocer a sus alumnos

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para ayudarlos a adquirir conocimientos y valores para la vida presente y la venidera, pues la meta
de la filosofía de la educación cristiana es educar al hombre para el reino de Dios en el presente y
el futuro (De Brens, 1982:221).

Su relación con la escuela

El maestro cristiano debe contribuir a que la institución en donde él lleva a cabo su ministerio sea
un lugar enlazado al bienestar integral de la comunidad y, sobretodo, aprovechar cada momento,
cada lección que imparte para transmitir a sus alumnos los valores espirituales que les conviertan
en hombres nuevos para sanear la sociedad.
El maestro cristiano debe ser ejemplo de los demás, debe ser él más trabajador, el más puntual, el
menos rezagado y el que más interés demuestre en el progreso de la institución.

Conclusión

Una escuela que tenga el privilegio de tener el director y los maestros cristianos será una
institución trascendental, pues contará con los recursos necesarios para ser un ente cambiante de
la conducta de su alumnado; deberá ser una agencia redentora no solo de la mente y el corazón
del alumnado sino una institución que forme individuos para el cielo y no para el infierno como lo
hacen la mayoría de las entidades escolares aun llamándose cristianas.

Tarea 4 Reporte de Lectura.

Este material complementará el conocimiento de la importancia el alumno y del maestro en el


proceso de la educación Cristina…

Lea el siguiente texto.


1. Realice una crítica al texto y anote sus conclusiones.

2. Con base a toda la información recibida (Temas 3 y 4) Realice un video explicando a otros
maestros o discípulos o alumnos el Plan de Educación que ejecutara en un futuro. ( de
acuerdo a su visión en el ministerio, Igleisa o instituto de enseñanza)

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