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La escritura tiene aproximadamente 5000 años de existencia y este tiempo es, desde el
punto de vista de la evolución, demasiado corto como para permitir que nuestro cerebro
haya mutado para adaptarse a esta nueva necesidad de leer y escribir.
La lectura es de la interacción de múltiples estructuras en el cerebro , podríamos por
tanto decir que cuando leemos se activa un completa red dentro de nuestro cerebro.
Las evidencias empíricas sugieren que para el aprendizaje de la lectura se necesita que
una parte de las neuronas de una región que integra las áreas visuales del cerebro del
niño en el lóbulo temporal izquierdo y que le sirven para reconocer objetos y rostros, la
llamada “caja de letras”, se recicle para que pueda responder cada vez más a las
letras y las palabras (Dehaene y Cohen, 2011). Esta importante región que interviene en
un circuito de lectura universal que comprende rutas tanto fonológicas como semánticas,
se activa de forma proporcional a la capacidad lectora.
El circuito neurológico de la lectura
1. Cuando vemos un texto, se enciende primero la corteza visual, situada en el lóbulo
occipital.
2. Luego hay que identificar las letras encadenadas; para ello se activa una zona
dispuesta en la frontera entre las corteza occipital e inferotemporal (área de
asociación) que es la región especializada en palabras escritas. (la caja de las letras)
3. Luego la información viaja hacia dos lugares: (estas dos redes, ya existen en los bebés,
forman parte de las redes del lenguaje)
Hacia el lóbulo temporal superior izquierdo en donde se traducirán las palabras
en sonidos.
Hacia el lóbulo temporal medial izquierdo en donde en donde se desentrañará el
significado de un vocablo.
Podríamos decir que aprender a leer consiste en CONECTAR el estímulo visual a las
redes del lenguaje que ya existían previamente y para ello tiene que “re-cablear” esta caja
de las letras (que en la imagen es la parte roja, ver figura inferior).
3. Estrategias Fundamentales en la enseñanza de la lecto-
escritura
La primera conclusión podríamos decir que los métodos de enseñanza de la lectoescritura
deberían dejar de enseñar a través de palabras completas y en su lugar usar fonemas
(sonidos) y grafemas (letras). Pues este método es el que mejor guarda correlación con el
modo que tiene el cerebro de reconocer palabras escritas. El cerebro para leer una
palabra la descompone en las letras que la integran, pero no de forma secuencial,
sino en paralelo y a gran velocidad, algo que crea en nosotros la ilusión de que
leemos la palabra en forma completa.
Como consecuencia de todas sus investigaciones realizadas, Stanislas Dehaene (2015) ha
establecido una serie de principios básicos, todos ellos igual de importantes, que pueden
orientar la enseñanza de la lectura en la fase inicial en la que la decodificación fonológica
adquiere un protagonismo fundamental.
Cómo es nuestro cerebro ANTES de aprender a leer, con qué circuitos contamos?
Mucho antes de aprender a leer, el niño ya tiene un dominio asombroso del lenguaje
hablado; de hecho imágenes de neuroscann nos muestran que el niño cuando oye frases
u oraciones de su lengua materna ya desde los primeros meses de vida , activa las
mismas regiones cerebrales que activan los adultos. Veamos las distintas etapas.
Al nacer y hasta los 6 meses, el bebé es capaz de oír los sonidos de todas las
lenguas del mundo (estado lingüista universal), pero sobre todo escucha la melodía de las
frases.
Hacia los 6 meses se vuelve particularmente sensible a las vocales de su lengua
materna; algunos meses más tarde, llega el momento de estabilizar las consonantes y
comienza a asimilar las reglas fonológicas que gobiernan su lengua de referencia y que
permiten combinar los fonemas para formar palabras. Antes de haber cumplido el año el
bebé ya dispone de un embrión de léxico mental: ubica algunas palabras en frases.
Hacia los dos años surgen las reglas gramaticales cuando el niño reconoce la
diferencia entre “ el camino” (sustantivo) y “ yo camino” (verbo); también comprende la
importancia del orden de las palabras (“ buenos días” vs “ días buenos” ).
Hacia los 3 – 4 años las frases se vuelven elaboradas, a pesar de que sus
vocabulario todavía se incrementa a razón de más de una decena de palabras diarias ,
para entonces podemos considerarlo ya un lingüista experto.
Sin embargo este conocimiento de la lengua no es consciente. En otras palabras, el
niño sabe , pero no sabe que sabe. Antes de aprender a leer, el cerebro ya maneja los
fonemas de manera inconsciente, implícita, aunque sofisticada.El conocimiento del
lenguaje es inconsciente e implícito porque no sale de los límites de circuitos neuronales
especializados.
Aprender a leer es hacer añicos esta especialización, porque para aprender a leer es
necesario tomar conciencia de las estructuras del lenguaje oral : las palabras, las
sílabas, los fonemas. La lectura las vuelve accesibles al seguir una nueva vía: LA
VISIÓN.
Resumamos.
El cerebro del bebé ya está organizado para procesar el habla.
Posee un conocimiento sofisticado de la lengua en múltiples niveles:
organización de fonemas, reglas fonológicas, reglas gramaticales…
Pero es un conocimiento INCONSCIENTE.
Aprender a leer significa SER CONSCIENTES de las ESTRUCTURAS DE LA LENGUA
ORAL a fin de VINCULARLAS con el código visual de las letras.
Unidades de Contexto:
Narrativa: Capacidad para generar y comprender narrativas.
Lectura Emergente: Pretender que leemos ( discriminar texto de imagen,
reconocer el sentido del texto iz-derecha, arriba-abajo).
Unidades Semánticas:
Lenaguaje: semantica, sintaxis y vocabulario conoceptual que el niño
conozca.
2. Aquellas que permitirán la DECODIFICACION del mensaje.
Unidades Fonológicas:
Conocimiento fonológico.
Conocimiento sintático (correspondencia género, número etc).
Unidades Grafismo:
Conocimiento grafismo
Escritura emergente: líneas, letras etc.
Correspondencia grafismo-fonología.
Ambos componentes interactúan entre sí y su grado de adquisición en niños en
edad preescolar influyen en el éxito del proceso de lecto-escritura.