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Mario Corradini - músico, docente e investigador, este argentino residente en Italia ha desarrollado una intensa actividad en el campo de la
composición musical y en la investigación sobre las propiedades terapéuticas del sonido. Con la Biomúsica -de la cual es ideador- trabaja en
comunidades para la rehabilitación de personas con problemas de tóxico dependencia, en escuelas, en grupos e instituciones con niños y adultos.
Sin embargo nadie hablaba de frecuencias sonoras, ni de bloques emotivos ni de problemas psicofísicos, ni de somatización, o sea de los
temas que se hablan en Biomúsica.
Así es, pero eran y son músicas y terapias, lo eran de un modo extraño para la mente actual, pero, si utilizaban el sonido para curar, para integrar
socialmente o para colocarse en estados de conciencia distintos del cotidiano, podemos afirmar que no existen diferencias notables con el uso
contemporáneo de la Musicoterapia. En todos esos ejemplos encontramos la música usada más allá de la misma música, y desde allí hasta el uso
conciente del sonido con objetivo terapéutico hay pocos pasos.
Cierto es que aquellos rituales arcaicos son algo extraño para la mente actual.
Claro, pero si utilizaban el sonido para curar, para integrar socialmente o para colocarse en estados de conciencia distintos del cotidiano,
podemos afirmar que no existen diferencias notables con ciertos usos contemporáneos de la Musicoterapia. La diferencia con los antiguos
métodos consiste en que, como disciplina terapéutica, se debe tener en cuenta los fines que nos prefijamos y los elementos que nos pueden llevar
hacia ellos. Natutalmente debemos considerar las necesidades de la persona sobre la que operamos y nuestras propias capacidades, para no
obtener resultados distintos o contrarios a los deseados.
¿Por qué? Porque en cada uno de nosotros podemos observar rigidez mental, emociones reprimidas y prejuicios sobre nuestro cuerpo, elementos
que determinan una fragmentación interna y que involucran un hacer-sentir-pensar a menudo contradictorio. Ahora sabemos que estas
contradicciones evidencian la falta de integración de los contenidos mentales que acumulamos con las experiencias de nuestras vidas. A partir de
todas estas consideraciones hemos estructurado la presente metodología, integrando la música a otras disciplinas complementarias. Intentamos
proponer un recurso utilizable para un crecimiento más armonioso de nuestra personalidad, a fin de mantener o restablecer nuestro equilibrio
interior.
SEGUNDA PARTE
¿Hablamos de Musicoterapia?
La Musicoterapia se presenta de distintos modos según la intención de quien la propone y, obviamente, resulta difícil concluir en una sola
definición de la misma. Algunos métodos usan instrumentos, la voz o las grabaciones; otros se acercan a la danza, al teatro o a la meditación.
Esta disparidad se debe, en algún modo, a la plasticidad del fenómeno musical, capaz de combinarse o de presentarse en mil modos diversos.
Pero también existen propuestas en las cuales es muy difícil distinguir dónde termina lo real y comienza la fantasía de sus impulsores. Es por ello
que actualmente nos vemos invadidos por una cantidad increíble de propuestas que se autotitulan Musicoterapia. Este proceso, que responde más
a la oferta y la demanda de la industria que a la funcionalidad de las técnicas, se parece a los productos de supermercado. Por ello circulan
informaciones del tipo: la murallas de Jericó se derrumbaron ante el sonido de las trompetas, las vacas dan más leche si escuchan música, las
plantas crecen mejor si se les hace escuchar música clásica, los tenores rompen las copas de cristal con su voz y cosas por el estilo.
¿Dónde se usan estas técnicas?
Las hemos usado en comunidades terapéuticas y en grupos de personas de todas las edades, aún sin sintomatología declarada, o sea lo que hoy se
llama "personas normales". A tal fin utilizamos todo el material que nos pueda servir: integramos la música a los juegos, al canto, a la libre
expresión, a la creatividad, a ejercicios de respiración, a las narraciones y a la fantasía guiada.
TERCERA PARTE
Si prestamos atención a los instrumentos musicales, sentiremos que los que producen sonidos graves son percibidos prioritariamente por
el vientre y el tórax. Los de sonido medio se ubican un poco más arriba que los anteriores y los de sonido agudo van directamente a la
zona de la cabeza.
Es decir que cada zona corporal posee un sonido con la cual resuena.
El cuerpo es un aglomerado de energía y la música, energía más sutil, pueden entrar en relación. Si golpeamos suevemente, pero durante un buen
rato, nuestro brazo, veremos que aparece una tenue mancha rosa que se hará más oscura si continuamos a golpear. El sonido actúa del mismo
modo: hace afluir la sangre allí donde golpea. La sílaba RIN, por ejemplo, hace fluir la sangre a la zona de la nariz; si la pronunciamos en un
tono agudo, sentiremos que sus vibraciones cosquillean justo en esta zona cuando entra en resonancia.
Existen sonidos como M y N que resuenan en los huesos de la cabeza. M propaga sus vibraciones hacia el centro del cráneo, haciendo resonar la
glándula pineal y la hipófisis. Cuando una glándula vibra es estimulada en su actividad: cantar un sonido, correctamente dirigido, influye sobre
las funciones glandulares.
CUARTA PARTE
Agradecemos este aporte que nos envió Mario Corradini, músico, poeta y Director de la “Scuola di Biomúsica e Musicoterapia Evolutiva” en
Italia, con sedes en distintas ciudades y auspicio de comunas y entidades italianas. Para más información visitar su sitio web:
www.biomusica.com
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