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En la larga historia del tango, las cantantes fueron muchas veces olvidadas, tanto por los
historiadores de la materia como por una amplia franja del público que prefirió recordar los
nombres de los hombres -desde Gardel hasta hoy- que con sus voces viriles aportaron
indeleble recuerdo a los versos más sentidos de nuestra canción ciudadana. Estela Dos
Santos reivindica esa larga lista de mujeres que ofrecieron su talento y sus gargantas
cantoras para hacerse escuchar desde los discos, la radio, el cine, el teatro, la televisión o
los más pobres escenarios de los suburbios porteños.
De las cientos de artistas que cultivaron y cultivan el género tanguístico en todas sus
expresiones, ninguna está ausente en sus páginas. Las de ayer -Tita Merello, Azucena
Maizani, Ada Falcón, Libertad Lamarque, Rosita Quiroga, Tania, Mercedes Simone, se
entrelazan con voces actuales, marcando esa evolución que con tanto esfuerzo fueron
logrando las mujeres en su postura ante el mundo con su talento y creatividad.
Según Salas, Horacio (1986), había dos maneras bien definidas de encarar el tango por
parte de las mujeres: la primera desde el estereotipo pequeñoburgués de feminidad
romántica cuyo paradigma hacia los años treinta será Libertad Lamarque, y la otra desde
el ocultamiento sexual de la mujer que prefiere vestirse de hombre para actuar. Las fotos
de Pepita Avellaneda lo atestiguan, por ejemplo, y luego las de Azucena Maizani.
Tal el caso, también, de una mujer nacida en el 1900, quien vivió solamente veinticinco
años, y la fuerza de su juventud y valentía de su alma la llevaron a ser la primera mujer
tocando el bandoneón, que veremos más adelante como ejemplo de resistencia al discurso
hegemónico dominante del patriarcado. Sigue Salas: ”el disfraz (de varón) impulsaba al
público a aceptar su papel de supuesto engañado en cuanto al sexo de quien entonaba
letras que no eran adecuadas al lugar reservado a la mujer en la sociedad…el terreno del
cantor era masculino y solo como complicidad colectiva era posible entrar en el juego”.
El papel era eminentemente decorativo, siempre bajo la tutela o patrocinio de hombres que
regenteaban los lugares donde muchas mujeres cantaban o hacían música, pero pasaban
muchísimas veces sin penas ni gloria, sin poder grabar en tantas ocasiones, o teniendo que
cambiar sus nombres reales por masculinos para poder hacerse lugar en un mundo que
siempre le perteneció al macho. Dice Salas (p.231)” La participación femenina en los
orígenes del tango estuvo relegada a la función de acompañante para la danza en los
prostíbulos donde se ejecutaban las melodías iniciales. Recién a fines de siglo comenzaron
a aparecer mujeres que se atrevieron a incluir tanguitos en sus repertorios. Eran cantantes
de variedades que, con voz aflautada y como licencia casi pecaminosa entonaban temas
acupletados, levemente picarescos”.
Que a Nelly Omar se la haya apodado la “Gardel con pollera”, muestra hasta qué punto la
mujer que quería sentirse activa, o a la mujer “exitosa”, se la asimilaba con el rol masculino.
En las primeras imágenes del tango, la aparición de la mujer era titulado como “cupletista”,
por ejemplo, hasta el propio nombre se borraba. Qué mayor muestra de la cosificación de
la mujer
Esta primera generación de músicos llevó el tango a París y el éxito que tuvieron fue
increíble. Había comenzado un proceso al que Gobello llamó “deslupanarización”, esto es,
un adecentamiento que comenzó en la forma de bailar y concluyó, alrededor de 1926, con
una expansión temática y un tratamiento literario más cuidado en las letras. Pero en
aquellos años (1912, 1913) la letra de tango mayormente no había cambiado aún y, lejos
de constituir una representación colectiva, reflejaba apenas la construcción de arquetipos
de carácter casi amoral, como el del compadrito, quien no solo es presentado como un
bailarín extraordinario, sino también como un cafishio (proxeneta) exitoso.
Un caso muy interesante, y aquí me voy a detener para señalar lo anacrónico de su historia,
es el de Paquita Bernardo, anteriormente citada, no sólo por todo lo expuesto, sino porque
eligió un instrumento que solamente tocaban hombres, el bandoneón. Gracias al apoyo de
su familia, que la mandó al conservatorio a estudiar piano. Pero su amor a primera vista (o
escucha, mejor dicho) fue el bandoneón, y terminaron por aceptarlo. No era para nada
habitual que esto sucediera, porque en el seno de las familias se querían mantener las
costumbres propias de la época y era muy difícil que se accediera a que las mujeres hicieran
cosas que correspondían al ámbito masculino. Pero ella sin embargo logró desarrollar su
talento con ese instrumento en aquellos tiempos de las orquestas de señoritas.
Paquita Bernardo
En un principio amenizaba con su música eventos sociales de todo tipo, asilos y hospitales,
hasta que le llegó el turno de salir a la noche porteña a tocar a cafés y “boliches” nocturnos.
En esa orquesta al piano estaba Osvaldo Pugliese, ni más ni menos. Su formación fue la
“Orquesta paquita”, un sexteto, y sus hermanos eran los encargados de acompañarla a
tocar. Le llegó en un momento una especie de consagración cuando la invitan a tocar al bar
Domínguez, en la calle Corrientes “angosta”. También actuó en el Coliseo, en la “fiesta del
tango” organizada por la sociedad de compositores
Desafió con su amor por el instrumento todos los impedimentos. Hasta ropa especial le
mandó a hacer su familia, en épocas en que una mujer que tenía sí o sí que abrir las piernas
para poder ejecutar su instrumento era un escándalo. Transgredió completamente las
normas culturales del momento, la gente se agolpaba para ver una mujer bandoneonista,
en un momento en que el tango todavía era marginal, no había llegado a los grandes
salones, y era sinónimo de noche, alcohol, de mala vida, y sobre todo completamente
inadecuado para una mujer. O en todo caso, adecuado a la mujer pero en esa función de
muñequita de torta, decorando “el ambiente”, con el tango incluido. Su protagonismo estuvo
acotado a los cánones patriarcales. Como sucede hoy día en muchas milongas, por
ejemplo, donde parece que el año 1940 sigue transcurriendo.
Es muy llamativo el timbre de voz de las mujeres tanto cantando como actuando en aquella
época, la gran mayoría con una voz aguda cercana a la de la niñez. Cada vez que veo esas
películas en blanco y negro de época con mujeres con ese tono de voz me hago
muchísimas preguntas. ¿Por qué las mujeres hablaban de esa manera? Me dan ganas de
afirmar que era porque seguían tan dependientes de los hombres que no podían crecer,
eran como niñas serviciales, aunque no tengo pruebas que confirmen esa hipótesis, aunque
seguramente tanto la voz como muchísimas actitudes de las mujeres son índice de una
situación completamente desigual.
Nacida en 1900 y muerta en 1925, viviendo esa edad en ese Buenos Aires, con padres
inmigrantes andaluces proletarios, con ocho hijes, y ella, trabajadora de una fábrica de
medias, cercana al anarquismo en su pensamiento político, yendo a la academia de música
a enamorarse del bandoneón y de su propio deseo. Una chica en casa de padres con ideas
anarquistas dio como resultado este empoderamiento? No lo sabemos, si entre 1900 y 1910
fue el período “maduro” del movimiento anarquista esta fase caló hondo en la memoria y
pensamiento populares porque entre 1920-1930, en la época de masificación y exportación
del tango, “se arraigan ciertas temáticas libertarias en las letras de los poetas hijos de
inmigrantes probablemente anarquistas o, al menos, en contacto frecuente con estas ideas
y debates” (Campo, Javier). El conventillo, el bar, el despacho de bebidas o la plaza pública
eran los lugares donde estas ideas políticas, las filosofías de vida de los inmigrantes y la
actualidad tanguera hacían su encuentro. Por ahí andaba Paquita, en la calle, yendo y
viniendo de la fábrica, no encerrada en su casa. Eso sí lo sabemos, y es probable que este
hecho haya influido en su coraje. Testiga de la “semana trágica” de 1919, seguramente una
insolente obrera más para Onganía.
Es de hacer notar que en ese programa no aparece una sola mujer en la reseña de ese
período histórico. Absolutamente ninguna, es un desfile de hombres destacados. En ese
período histórico de cuarenta años no han incluido una sola mujer. No voy a calificar a todos
estos hombres que han hecho el video porque no correspondería a este trabajo académico.
Texto del año 2006, no del 1900, sin embargo, parece que las cosas no han cambiado tanto
como quisiéramos. La cosificación de la mujer continúa, y las mismas mujeres muchas
veces siguen comprando mensajes hegemónicos donde piensan que la libertad pasa por
los lugares que le están destinados desde el poder. Las técnicas de manipulación se
renuevan, se sutilizan, y hay que estar muy atentas porque no quieren aceptar que las
mujeres no sólo tenemos derecho a seguir nuestro propio deseo, sino que también es muy
difícil despejarlo y reconocerlo en siglos y siglos de dominación, y necesitamos que nos
dejen tranquilas. El machismo muchas veces es defendido por mujeres presas del discurso
patriarcal, y pelearían con uñas y dientes para no ponerse los lentes, parafraseando el relato
de la película “They live” de Carpenter.
La conclusión es que la valoración de la mujer siempre ha sido sub, siempre ha sido por
debajo de. Gracias a la fuerza del movimiento feminista muchas mujeres vamos
desenredando y volviendo a tejer la trama social. Si bien se evidencia una gran
transformación en su rol y valoración entre los inicios del siglo pasado y el siglo XXI, siempre
son mucho menos las mujeres que los hombres que participan activamente en la sociedad.
En estos últimos años recién hay cambios más sustanciales, por ejemplo, una presidenta
de la República, entre muchos otros cambios y luchas de las mujeres.
Ese deseo que siempre implicó para las mujeres un enorme riesgo seguirlo, pero que
afortunadamente gracias a la valentía de tantas, famosas o desconocidas, ha seguido
creciendo y definiéndose con el transcurrir de los tiempos. El tango en especial ha sido
machista siempre, lo manifiestan sus letras, (“porque el tango es macho, porque el tango
es fuerte” de la Cumparsita), lo manifiesta el código de las milongas “tradicionales” donde
la mujer es un objeto puesto en una vidriera. Seguiremos hablando de su valoración, en el
ámbito académico, en la calle, en todas partes. Se agradece la inclusión de esta temática
en la cátedra.
Bibliografía
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ser la primera bandoneonista de la historia. La Nación. Recuperado de:
https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/musica/paquita-bernardo-mujer-desoyo-
mandato-familiar-ser-nid2258040
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https://granada.cntait.org/content/las-ideas-libertarias-y-la-cuesti%C3%B3n-social-en-el-
tango
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Dos Santos, Estela. (1972) Las mujeres del tango. Centro editor de América latina
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