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PODER JUDICIAL

5° Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago

Fecha : 25 de Agosto de 2008


RUC : 0500388716-4
RIT : 65-2008
Juez Redactor : CHRISTIAN CARVAJAL SILVA
Acusado : NELSON PATRICIO PARRA ORTIZ
Fiscal : Sergio Soto Yáñez
Defensor Penal Público Licitado : Vicente Marcazzolo Awad (no asistió)
Defensor Penal Público : Pablo Rivera Lucero (no asistió)
Hora Inicio : 14:15 Horas
Hora Término : 14:38 Horas
Nº registro de audio : 0500388716-4-1248
Administrativo de Acta : Myriam Rojas B.

En la presente audiencia el Tribunal Resuelve:

1. Que se CONDENA al acusado NELSON PATRICIO PARRA ORTIZ, como autor


de los delitos de Violación, en grado de consumado y Abuso Sexual, en grado de
consumado, a la pena única de Quince años y un día de presidio mayor en
su grado máximo.
2. Que, atendida la extensión de la pena impuesta y lo dispuesto en el artículo 1°
de la Ley 18.216, no reuniéndose sus presupuestos fácticos, no se le concede
ninguno de sus beneficios, debiendo cumplir efectivamente la pena que le ha
sido impuesta en régimen intramuros ejecutoriada que se encuentre la presente
sentencia.
3. Que, de conformidad a lo prevenido en el artículo 371 del Código Penal, se le
condena a la sujeción a la vigilancia de la autoridad durante los diez años
siguientes al cumplimiento de la pena principal, debiendo informar cada tres
meses a Carabineros de Chile de su domicilio. Asimismo, se le condena a la pena
de interdicción del derecho de ejercer la guarda y ser oído como pariente en los
casos que la ley designa.
4. El Tribunal, solicita se oficie a Gendarmería de Chile, a fin de que mantenga al
acusado en la Galería 15.(Oficio N°761-2008).

Pista de Audio:
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C/ NELSON PATRICIO PARRA ORTIZ


VIOLACIÓN IMPROPIA Y ABUSO SEXUAL
ROL UNICO: 0500388716-2
RIT Nº: 65-2008

Santiago, veinticinco de agosto de dos mil ocho.


VISTOS Y CONSIDERANDO:
PRIMERO: Que, el dieciocho, diecinueve y veinte de agosto del presente año, en
la sala del Quinto Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago, constituida por los
magistrados titulares Danilo Báez Reyes, Bernardo Ramos Pavlov y Christian Carvajal
Silva, se llevó a efecto la audiencia de juicio oral de la causa RUC 0500388716-2 y RIT :
65-2008, seguida por los delitos de violación y abusos sexuales reiterados en contra de
NELSON PATRICIO PARRA ORTIZ, chileno, C.N.I 10.346.935-K, nacido el 24 de abril
de 1968, 40 años de edad, casado, guardia de seguridad, domiciliado calle Constantino
N° 998, Población El Abrazo, comuna de Maipú.
Sostuvo la acusación el Ministerio Público, representado por el fiscal adjunto don
SERGIO SOTO YAÑEZ, con domicilio y forma de notificación ya registrados en el
tribunal. La defensa del acusado corrió por cuenta de los defensores penales públicos
don VICENTE MARCAZZOLO AWAD y don PABLO RIVERA LUCERO, ambos con
domicilio y forma de notificación ya registrados en el tribunal.
SEGUNDO: Acusación fiscal. La acusación del Ministerio Público tuvo por
fundamento la siguiente relación de hechos, según se señala en el auto de apertura: “El
acusado NELSON PATRICIO PARRA ORTÍZ, conociendo hace varios años a la familia
compuesta por JACQUELINE GARAY MORA, su esposo JOSÉ DINAMARCA
CANALES y sus cinco hijos, todos menores de edad, domiciliada en un sector rural de
la comuna de Padre Hurtado y habiendo forjado una relación de confianza por los años
de conocimiento mutuo, solicitó y obtuvo el consentimiento del matrimonio Dinamarca
Garay, para trasladar a sus hijos de iniciales C.V.D.G de 7 años de edad y J.E.D.G, de
12 años de edad, a su domicilio ubicado en Pasaje Constantino N ° 998, Villa El
Abrazo, comuna de Maipú. En ese domicilio en fecha no determinada entre el 16 de
junio y hasta el mes de agosto del año 2005, el acusado PARRA ORTIZ procedió, en
más de una oportunidad, a introducir su pene en el ano de C.V.D.G., ocasionándole
lesiones consistentes en tres desgarros en la mucosa anal, a las 7, 11 y 12 horas del
reloj y una importante hipotonía del esfínter anal.
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Por otro lado, en el mismo período de tiempo y en el mismo lugar, el acusado


PARRA ORTIZ procedió a realizar en perjuicio de J.E.D.G., actos de significación y
relevancia sexual consistentes en tocaciones en el pene del menor, obligándolo a que
introdujera su pene en el ano del acusado “.

A juicio del Ministerio Público estos hechos son constitutivos de los siguientes
ilícitos: violación impropia ilícito previsto y castigado en el artículo 362 del Código
Penal, en perjuicio de la menor de iniciales C.V.D.G. y abusos sexuales tipificado y
castigado en el artículo 366 bis del Código Penal, en perjuicio del menor de iniciales
J.E.D.G, correspondiéndole participación en ellos al acusado en calidad de autor al
tenor del artículo 15 N ° 1 del Código Penal, en grado de consumado. En concepto del
ente persecutor le perjudica la agravante del artículo 12 N ° 7 del Código Penal, esto
es, haber cometido los delitos por los cuales es acusado con abuso de confianza, sin
que concurran otras circunstancias modificatorias de responsabilidad penal, por lo que
solicita que se le imponga la pena 15 años y un día de presidio mayor en su grado
máximo, las accesorias del articulo 372 del Código Penal, esto es, la sujeción a la
vigilancia de la autoridad durante los 10 años siguientes al cumplimiento de la pena
principal, mas la inhabilitación absoluta temporal para cargos, oficios o profesiones
ejercidos en ámbitos educacionales o que involucren una relación directa y habitual con
personas menores de edad, en cualquiera de sus grados, más las penas accesorias
que sean legalmente procedentes, con expresa condenación en costas.

TERCERO: Hecho acreditado. Este Tribunal del Juicio Oral en lo Penal,


apreciando los elementos de prueba rendidos durante la audiencia de conformidad con
lo establecido en el artículo 297 del Código Procesal Penal, ha adquirido la convicción,
más allá de toda duda razonable, que se encuentra acreditado el siguiente hecho:
“Que, el acusado Nelson Patricio Parra Ortiz, conociendo hace varios años a la familia
compuesta por Jacqueline Garay Mora, su esposo José Dinamarca Canales y sus cinco
hijos, todos menores de edad, domiciliada en un sector rural de la comuna de Padre
Hurtado y habiendo forjado una relación de confianza por los años de conocimiento
mutuo, el día 15 de agosto de 2005 solicitó y obtuvo el consentimiento del matrimonio
Dinamarca Garay, para trasladar a sus hijos de iniciales C.V.D.G, a la sazón de 7 años
de edad y J.E.D.G, entonces de 12 años de edad, a su domicilio ubicado en la villa El
Abrazo de la comuna de Maipú. En ese domicilio el acusado Parra Ortiz procedió, a
introducir su pene en el ano de C.V.D.G., ocasionándole lesiones consistentes en tres
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desgarros en la mucosa anal, a las 7, 11 y 12 horas del reloj y una importante hipotonía
del esfínter anal.
Por otro lado y en la misma fecha y lugar, el referido Parra Ortiz obligó a J.E.D.G.
a que le introdujera su pene en el ano y le efectuó tocaciones en el pene al menor. “.-
CUARTO: Elementos fácticos no controvertidos. Que, es lo cierto que durante la
secuela del juicio se ha podido establecer que son hechos pacíficos entre las partes :
1.- Que, la menor C.V.D.G tenía al momento de los hechos 7 años de edad, lo que
además se encuentra corroborado por el respectivo certificado de nacimiento de la
niña, que da cuenta que nació el 31 de marzo de 1998.
2.- Que, la menor J.E.D.G tenía al momento de los hechos 12 años de edad, lo que
además se encuentra corroborado por el respectivo certificado de nacimiento del niño,
que da cuenta que nació el día 9 de agosto de 1993.
3.- Que, al momento de los hechos el acusado Nelson Patricio Parra Ortiz residía en
una vivienda ubicada en la villa El Abrazo de la comuna de Maipú.
4.- Que, los menores C.V.D.G y J.E.D.G son hijos de José Patricio Dinamarca Canales
y Jacqueline Del Carmen Garay Mora.
QUINTO: Prueba de cargo y valoración. Que, para dar por sentado los
presupuestos fácticos reseñados precedentemente en lo relativo a la relación existente
entre el acusado y la familia de las víctimas y el tiempo en que éstas se conocían , ha
bastado al Tribunal la declaración de la madre de las víctimas, doña Jacqueline Del
Carmen Garay Mora, quien expuso que conoció hace varios años al acusado bajo el
nombre de “Ángel” cuando trabajaba como temporera en labores agrícolas,
conociéndolo siempre como una persona buena y sincera, quien dijo pertenecer a la
organización de defensa de los menores Proamen y que siempre se rodeaba de niños.
Agrega que “Ella le abrió las puertas de su casa y confió en él “ (SIC) y que esta
persona en diversas ocasiones concurrió a su casa y la ayudó, especialmente en la
municipalidad, donde le gestionó la entrega de una mediagua en que pudiera cobijar a
sus hijos, dada la gran pobreza en que ella vivía. Expone que además luego trabajaron
juntos vendiendo berlines y que a tal punto llegó la relación de confianza que ella pensó
pedirle que fuera el padrino del hijo que en ese momento esperaba – a quien él le
regaló en muchas ocasiones ropa y cosas de guagua -. Finaliza señalando que en
razón de esta confianza ella concurrió en varias ocasiones a la casa de este sujeto
ubicada en la comuna de Maipú y le permitió en numerosas oportunidades retirar a sus
hijos desde su domicilio para llevarlos a la casa del acusado en Maipú – incluso
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permitiéndoles en algunos casos pernoctar allí -, donde él le había ofertado darle a los
niños posibilidades de esparcimiento ( como andar en patineta ) que ella no podía
entregarles por tener que avocarse durante todo el día a labores agrícolas para
solventar las necesidades básicas de los menores. Este testimonio pareció digno de
crédito por haber sido entregado asertiva y convincentemente por una persona que
indubitadamente se encontró en situación de percibir por sus sentidos aquello sobre lo
que depone y que dio completa razón de sus dichos en estrados.
Además, sus declaraciones se encuentran refrendadas por los dichos de sus
propios hijos, las víctimas C.V.D.G y J.E.D.G y el hermano de éstos, el menor de 9
años a la época de los hechos de iniciales L.D.G, quienes se encuentran contestes en
que esta relación de confianza existía y que el acusado, a quien conocían por el apodo
de Ángel era amigo y ex compañero de trabajo de su madre, quien frecuentaba su
casa, incluso pernoctando en ella. Además, se encuentran de acuerdo en que su madre
les permitía ir a la casa del acusado, lugar en el que a lo menos los menores C.V.D.G y
J.E.D.G dicen haber visitado en varias ocasiones e incluso en el que por ejemplo
C.V.D.G y J.E.D.G señalan haber alojado. Además varios de ellos mencionan que esta
persona ayudaba a su familia y que decía trabajar en una institución a cargo del
cuidado de menores, expresiones todas plenamente concordantes con lo aseverado
por su madre.
Además, la existencia de esta estrecha relación se patentiza de los dichos del
testigo Francisco Javier Ulloa Donoso, quien refiere que conoció a los menores porque
Ángel siempre iba a la casa de ellos porque vendían berlines, siendo frecuente que los
niños lo visitaran en su casa de Maipú, correspondiéndole a él mismo en algunas
ocasiones ir a buscarlos – por encargo de Ángel – o llegando ellos solos en otras.
A mayor redundar, también confirma la veracidad de estos asertos lo expresado
por el funcionario de la policía de Investigaciones Augusto Antonio Gómez Aguilar,
quien en lo pertinente expresó que en el marco del diligenciamiento de la orden de
investigar expedida con motivo de estos hechos, le correspondió entrevistar a doña
Jacqueline Garay Mora, quien le refirió una versión acerca de la forma en que conoció
al acusado, la naturaleza de la relación de confianza que se formó entre ellos y las
razones por las que depositó su fe en esta persona que se ajusta en todo a lo
expresado en estrados por la referido testigo, agregando que incluso este sujeto vivió
un tiempo en la casa de la señora Garay y que esta mujer le refirió que fue
precisamente el acusado quien le enseñó como fabricar berlines para que
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posteriormente pudiera venderlos y así allegar algunos recursos a los muy menguados
ingresos familiares, aserto que parece creíble porque guarda consistencia con lo
expuesto por el acusado en su individualización, en que manifestó haber tenido como
oficio la confección de esta clase de alimentos. Este funcionario policial pareció
importante porque aparte de la madre, entrevistó poco después de la revelación de los
hechos a los tres menores ya antes referidos, quienes nuevamente le dieron una
versión de los hechos que guarda concordancia con lo expresado por los niños en
estrados, lo que les confiere a sus asertos el carácter de sostenidos en el tiempo.
En lo relativo a los presupuestos fácticos relativos a la vivencia abusiva cometida
en la persona de la menor C.V.D.G el tribunal tuvo en cuenta para formar su convicción
en primerísimo lugar la declaración de la propia afectada que, en lo pertinente, expuso
hace como dos años atrás la mandaban a la casa de un amigo de su mamá a quien ella
conocía como Ángel, se trataba de una casa en que había una escalera para subir a
una pieza en la que habían dos colchones, un televisor, un reproductor de DVD y un
mueble. Agrega que la mandaron varias veces a esa casa, la última de ellas a buscar
unas ropas y que su hermano mayor también iba a la casa. Expone que una vez en la
casa, Ángel le sacaba toda su ropa y se desnudaba, que la hacía ver películas
cochinas – en referencia a películas en que personas desnudas se subían unas encima
de otras -, que luego comenzaba a tocarla en el trasero, en la vagina y en general en
todo su cuerpo, para luego pasarle el pene por la vagina y por el trasero, lo que ocurrió
a lo menos en tres ocasiones. Añade que después de cada uno de estos episodios
abusivos Ángel la amenazaba con que si revelaba lo sucedido los iba a matar a todos,
lo que a ella le producía mucho miedo y que después del último de estos episodios le
salieron unos granitos en el potito. Si bien la afectada –probablemente por pudor ante
la presencia de tres jueces varones – no dijo explícitamente haber sido penetrada vía
rectal, si se lo dijo así al doctor Andrés Rosmanich Poduje que la entrevistó en el
Servicio Médico Legal pocos días después del último de los episodios abusivos y
también a la psiquiatra de la misma institución Marcela Concha Cáceres y al funcionario
de la policía de investigaciones que la entrevistó Augusto Gómez Aguilar.
Esta declaración pareció a estos sentenciadores absolutamente verosímil y
ajustada a la forma en que realmente se sucedieron los hechos, por lo que se le
concederá pleno y absoluto valor probatorio y de convicción, ello por cuanto sus
asertos superan con facilidad los baremos de credibilidad que corresponde exigir a
estos testimonios, a saber :
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1.- Concordancia con la prueba pericial y científica.


2.- Baremo de credibilidad judicial.
3.- Baremo de credibilidad psicológica.
Ello, según se pasa a razonar a continuación,
I.- CONCORDANCIA CON LA PRUEBA PERICIAL
Los dichos de la víctima se encuentran contestes y parecen del todo compatibles con
las evidencias científicas que se encontraron en la afectada y eso desde un doble punto de
vista:
A) De lesiones físicas. En efecto, la versión de la niña es coherente con lo declarado en
juicio oral por el sexólogo forense Andrés Miguel Rosmanich Poduje, quien en lo
pertinente, expuso que examinó el 24 de agosto de 2005 en el Servicio Médico Legal a
C.V.D.G, a la sazón de 7 años de edad, quien venía con su madre desde la comuna de
Padre Hurtado y tenía en su zona perianal varios condilomas acanalados. Además, la niña
tenía desgarros cicatrizados en el ano ubicados a las 7, 11 y 12, según la ubicación de los
punteros del reloj, llamándole la atención además que la menor tuviera una importante
hipotonía anal, que permitía al observador ver sin inconvenientes la parte final del recto.
Agrega que los condilomas observados son unas protuberancias o tumores con forma de
coliflor que son una manifestación clínica de infección por el virus del papiloma humano,
que es considerado una típica enfermedad de transmisión sexual. Agregó además que la
hipotonía anal y los desgarros son en su opinión experta plenamente concordantes con la
penetración relatada por la víctima. El testimonio de este profesional en cuanto a la
existencia de estas lesiones y estos vestigios abusivos no ha sido controvertido en juicio
por los intervinientes y se encuentra refrendado por las 4 fotografías exhibidas en juicio,
que grafican las condiciones en que llegó la menor a ser examinada el 24 de agosto de
2006, en las que el Tribunal pudo apreciar claramente la existencia de todas las lesiones y
vestigios descritos por el perito. Esta comprobación objetiva de lesiones compatibles con
la vivencia abusiva parece de extraordinaria importancia a estos sentenciadores por
fincarse en datos objetivos y científicamente incontrovertibles que no tienen otra
explicación que lo manifestado por la niña, máxime si como en especie, fluye de la prueba
rendida en juicio que por su corta edad, la niña no frecuentaba otros varones adultos que
pudieran encontrarse en situación de contagiarle esta enfermedad venérea.
B) De las secuelas psicológicas. Es un hecho pacífico en la doctrina y una máxima de
experiencia que si bien las circunstancias abusivas en el ámbito de la sexualidad pueden
dejar rastros físicos en los cuerpos de los niños afectados, siempre dejan daños y secuelas
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psicológicas de gran intensidad y ellas son mudos vestigios del oprobio e indicio
convincente de la existencia del delito.
El relato de la infortunada víctima encuentra también absoluta concordancia con lo
aseverado en estrados por la psiquiatra del Servicio Médico Legal Marcela Paulina Concha
Cáceres en cuanto al daño emocional que se detectó en la joven y que se traduce en la
existencia de sentimientos de vergüenza, percepción de daño y estigmatización – por
ejemplo, expresado en la idea en la niña de que podía estar embarazada producto de la
situación abusiva vivida y que podía ser expulsada del colegio por ese motivo -, en la
sensación de que la madre no la protege lo suficiente, en la presencia de insomnio de
conciliación, en la existencia de síntomas depresivos en la menor, pesadillas, recuerdos
intrusivos de las vivencias abusivas ( no deseados ). Además, la menor tuvo regresiones
en su autonomía ( como que volvió a dormir con la madre, a pesar que antes de los
hechos ya no lo hacía ). A mayor redundar, se apreció en la peritada alteraciones en su
desarrollo psicosexual, teniendo conocimientos sexuales impropios para su edad ( como
cuando describe la succión del pene en las películas ). En concepto de estos jueces, estos
indicadores de daño y esta erotización prematura son compatibles con la incriminación y
refuerzan la aptitud de fe que ha de asignarse a los dichos de la afectada.
II.- BAREMO DE CREDIBILIDAD JUDICIAL

Si bien es cierto, nuestra jurisprudencia no ha desarrollado de forma sistemática


cuales han de ser las exigencias que desde el punto de vista judicial, de las máximas de
experiencia y la lógica han de exigirse a un testimonio para considerarlo revestido de una
verosimilitud tal que permita desvirtuar la presunción de inocencia que ampara a un
acusado, no es menos cierto que la jurisprudencia comparada si se han abocado con éxito
a esta compleja tarea.

En efecto, la sala penal del Tribunal Supremo español, conciente que el derecho
constitucional a la presunción de inocencia es la primera y principal garantía que el
procedimiento penal otorga al ciudadano acusado y que constituye un principio
fundamental de la civilización que tutela la inmunidad de los no culpables pues en un
Estado Social y Democrático de Derecho es esencial que los inocentes estén en todo caso
protegidos frente a condenas infundadas, mientras que es suficiente que los culpables
sean generalmente castigados y que la condena de un inocente representa una quiebra
absoluta de los principios básicos de libertad, seguridad y justicia que fundamentan el
contrato social y es por ello por lo que el derecho constitucional a la presunción de
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inocencia constituye el presupuesto básico de todas las demás garantías del proceso, en
sucesivas sentencias ha explicitado y elaborado una serie de exigencias al testimonio de
una víctima en la situación límite de riesgo para el derecho constitucional de presunción de
inocencia que se produce cuando la única o fundamental prueba de cargo la constituye la
declaración de la supuesta víctima del delito, las que fueron elaboradas para permitir
realizar no sólo una constatación formal de que dicha declaración es hábil para ser
valorada como prueba de cargo, sino que también y fundamentalmente para verificar la
racionalidad del proceso decisional que fundamenta la condena.

En primer término expone en reiteradas sentencias que aun cuando, en principio,


la declaración de la víctima puede ser hábil para desvirtuar la presunción constitucional de
inocencia, atendiendo a que el marco de clandestinidad en que se producen determinados
delitos, significadamente contra la libertad sexual, impide en ocasiones disponer de otras
pruebas, ha de resaltarse que para fundamentar una sentencia condenatoria en dicha
única prueba es necesario que el Tribunal valore expresamente la comprobación de la
concurrencia de las siguientes exigencias o requisitos:

1.º) ausencia de incredibilidad subjetiva, derivada de las relaciones


acusador/acusado que pudieran conducir a la deducción de la existencia de un móvil de
resentimiento, enemistad, venganza, enfrentamiento, interés o de cualquier índole que
prive a la declaración de la aptitud necesaria para generar certidumbre;

2.º) verosimilitud, es decir constatación de la concurrencia de corroboraciones


periféricas de carácter objetivo, que avalen lo que no es propiamente un testimonio
-declaración de conocimiento prestada por una persona ajena al proceso- sino una
declaración de parte, en cuanto que la víctima puede personarse como parte acusadora
particular o perjudicada civilmente en el procedimiento; en definitiva es fundamental la
constatación objetiva de la existencia del hecho. Es decir, debe estar rodeada de ciertas
corroboraciones periféricas de carácter objetivo que ratifiquen algún elemento periférico o
circunstancial de las conductas objeto de la incriminación, que la doten de aptitud
probatoria. (Sentencias de la Sala 2.ª del Tribunal Supremo, entre otras, de 28 septiembre
1988 [RJ 1988\7070], 26 mayo y 5 junio 1992 [RJ 1992\4487 y RJ 1992\4857], 8
noviembre 1994 [RJ 1994\8795], 27 abril y 11 octubre 1995 [RJ 1995\3381 y RJ
1995\7852], 3 y 15 abril 1996 [RJ 1996\2866 y RJ 1996\3701] y especialmente sentencia
1029/1997, de 29 de diciembre del mismo año.
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Aunque no está expuesto demasiado explícitamente en esta última sentencia, en


concepto de estos jueces la verosimilitud de una declaración no sólo tiene relación con el
contenido material de la misma, es decir, la plausibilidad en el mundo naturalístico de los
hechos contenidos en la declaración, sino que también tiene relación con la concordancia
ideo afectiva del contenido de la declaración y las actitudes, conductas y sentimientos del
deponente al momento de relatar los hechos que expone, en otras palabras, merma la
verosimilitud de un atestado la circunstancia que el relato no guarde consistencia con el
contenido emocional y afectivo que de ordinario sufren quienes efectivamente han
vivenciado tales hechos.

3.º) persistencia en la incriminación: ésta debe ser prolongada en el tiempo, plural,


sin ambigüedades ni contradicciones, pues constituyendo la única prueba enfrentada a
la negativa del acusado, que proclama su inocencia, prácticamente la única posibilidad de
evitar la indefensión de éste es permitirle que cuestione eficazmente dicha declaración,
poniendo de relieve aquellas contradicciones que señalen su inveracidad. El Tribunal en
sentencia 1029/1997, de 29 de diciembre del mismo año añade que cuando la declaración
del denunciante constituye la única prueba de cargo y el juicio demuestra que existen
elementos relevantes inveraces en la acusación, la regla a aplicar no es que la acusación
deba prosperar en todo aquello en que no se ha demostrado su falsedad, sino que la
acusación debe decaer también en aquello que, si bien no se ha llegado a demostrar su
falsedad, tampoco se ha contrastado imparcialmente su veracidad porque el principio
constitucional de interdicción de la arbitrariedad que prevee la Constitución Española
constituye un límite a la libre valoración probatoria reconocida en las normas procesales
que regulan la sustanciación de los pleitos.

En concepto de estos sentenciadores, el testimonio de C.V.D.G satisface con


largueza todas estas exigencias, del modo que punto a punto se indicará a continuación :

La declaración de la menor tiene completa credibilidad subjetiva, pues no se


advierten motivos de inquina o animadversión que parezcan lo suficientemente poderosos
como para llevarla a inventar o fabular los hechos que denuncia. En efecto, las
consecuencias de su denuncia han sido del todo desfavorables para ella y prueba de ello
es que según expresó en su declaración desde la revelación de los hechos no ha
regresado a vivir con su madre, ni con sus hermanos debiendo alojar durante la semana
en un hogar de menores, perdiendo contacto y relación con su familia más directa.
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Tampoco parece verosímil suponer en la víctima motivos de resentimiento contra el


acusado porque según el propio testimonio de la madre y de todos sus hermanos, al
momento de los hechos el agresor era un cercano amigo de la familia que los ayudaba
económicamente, de suerte tal que con la develación, la niña sabía que privaba a su
familia de un apoyo que dada su propia situación de pobreza implicaba un desmedro en su
ya precaria calidad de vida.

La declaración de la víctima es verosímil, emana de una persona que


claramente se encontró en situación de percibir – y sufrir – por sus sentidos y en su propia
integridad física aquello sobre lo que depone, de partida dos de sus hermanos, el testigo
Francisco Javier Ulloa Donoso – que a la sazón vivía en la casa del enjuiciado - y la madre
de la víctima confirman que debió visitar la casa del acusado en varias ocasiones a la
época de estos luctuosos hechos, es decir, es una cuestión pacífica entre los intervinientes
que se encontró en situación fáctica de ser víctima de los mismos. Además, sus asertos
se encuentran corroborados por los de testigos presenciales imparciales que
presenciaron los episodios abusivos relatados por la niña. En efecto, el testigo
Francisco Javier Ulloa Donoso quien refiere que conoció a los menores porque Ángel
siempre iba a la casa de ellos porque vendían berlines, siendo frecuente que los niños lo
visitaran en su casa de Maipú, correspondiéndole a él mismo en algunas ocasiones ir a
buscarlos – por encargo de Ángel – o llegando ellos solos en otras a la casa y que en la
pieza que hay como en un entretecho, Ángel les exhibía películas pornográficas a los niños
y luego los menores comenzaban a hacer lo mismo que se veía en las cintas, procediendo
Ángel a hacer tocaciones a los niños. Agrega que en una oportunidad, él sorprendió a
Ángel en el preciso momento en que estaba penetrando analmente a C.V.D.G, lo que
emanando de una persona que indubitadamente vivía en la casa del acusado y que por
ende, se encontró en situación de presenciar aquello que refiere, corrobora la verosimilitud
de lo expresado por la infortunada víctima. Lo mismo sucede con el testimonio de J.E.D.G,
quien refiere que en uno de los episodios en que él fue abusado en esta habitación de la
casa del acusado a la que se accedía por una escalera, se encontraba presente su
hermana menor C.V.D.G, a quien también hicieron ver películas cochinas y después de
hacerlos denudarse y acariciarlos en todo su cuerpo le metió el pene a su hermana una
vez en su presencia, lo que nuevamente guarda consistencia con lo aseverado por la
niña.
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Además, el relato de la víctima parece verosímil porque está lleno de


antecedentes de hecho que fueron corroborados por otras probanzas rendidas en juicio y
en contrario, ninguna de sus afirmaciones pudo ser desmentida, lo que permite presumir
que si la niña no ha faltado a la verdad en esta multiplicidad de antecedentes accidentales
o secundarios, no existen motivos que permitan presumir que ha mentido en los aspectos
esenciales que hasta hoy eran controvertidos. A modo meramente ejemplar, se citarán las
siguientes :

a) Los detalles que refiere la menor acerca de las características de la pieza en


que se sucedían los hechos son consistentes con la descripción que hacen sus dos
hermanos y el testigo Francisco Javier Ulloa Donoso.

b) Los detalles que menciona la niña acerca de los aparatos y mobiliario existente
en la referida pieza son consistentes con la descripción que hacen sus dos hermanos y el
testigo Francisco Javier Ulloa Donoso.

c) Lo aseverado por la niña en cuanto a que como preludio de los episodios


abusivos ulteriores se les exhibían películas en que se mostraba sexo explícito – y que los
menores califican como cochinas - son consistentes con la descripción que hacen su
hermano J.E.D.G y el testigo Francisco Javier Ulloa Donoso.

d) Lo expresado por la niña en cuanto a la relación previa existente entre el


victimario la su madre se encuentra corroborado por el resto de la prueba rendida en
autos, según se analizó precedentemente a propósito de la relación de confianza y
cercanía que se mencionó en la verdad formal que se tuvo por cierta.

e) También esta en lo cierto C.V.D.G cuando señala que con posterioridad a la


revelación de lo sucedido su familia se desintegró, separándose sus padres y debiendo
ella y sus hermanos ser enviados a distintos hogares de menores como medida de
protección, cuestión que todos sus hermanos y especialmente su madre han corroborado
al prestar testimonio en juicio.

En suma, el relato en análisis parece judicialmente creíble por carecer de


inconsistencias lógicas y afirmaciones demostradamente falsas y contener detalles
externos o accesorios que se demostraron verídicos.
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Es menester señalar que no constituye óbice a lo aquí razonado el que la niña se


mostrara tranquila al momento de declarar en el juicio – como implícitamente sostuvo la
defensa del acusado en su alegato de clausura – porque la psiquiatra infanto juvenil que
evaluó a la menor refirió que ésta como mecanismo de defensa para evitar sufrir, tiende a
tomar distancia de sus emociones negativas ( como cuando refiere que sus compañeros le
dicen que es piojenta y pobre ) y disocia afecto y sentimientos en ésta y otras vivencias
traumáticas, relatando los hechos como si éstos le hubieren pasado a otra persona y no a
ella. En todo caso y a pesar de la utilización por la menor de este mecanismo de defensa
psicológico, sin alcanzar los niveles dramáticos que se han podido percibir en otros casos
análogos, de la prueba rendida en juicio si se evidencian indicadores de concordancia ideo
afectiva al momento de relatar los hechos, como cuando la madre de la niña señala que al
bañarla advirtió que tenía lo que ella creyó eran unos granitos en su zona anal y que luego
cuando en un centro asistencial le dijeron que en realidad esos granitos eran una
manifestación de una enfermedad venérea, le consultó por lo sucedido a su hija y ésta
llorando y con manifiesta vergüenza le dijo que Ángel le había hecho unas cosas o
cuando la doctora Concha Cáceres refiere que al consultarle a la niña sobre los abusos,
advirtió que ésta no quería acordarse, se puso ansiosa y le dijo que cuando se ponía
nerviosa comía, desviando luego la conversación hacia un relato de lo que come,
debiendo entonces interrumpirse la sesión y hacerse una segunda entrevista porque
la menor estaba demasiado ansiosa y se paseaba por la sala y pegaba papeles.

En conclusión, también desde el punto de vista de su expresión emocional el


relato de la niña parece verosímil y digno de todo crédito.

La inculpación de la víctima es consistente y sostenida en el tiempo.

La víctima durante toda la secuela de la investigación y desde el mes de agosto de


2005 ha mantenido su versión, tanto en sus aspectos centrales como en los accesorios,
sin incurrir en contradicción alguna a pesar del tiempo transcurrido. En efecto, el relato
central de la niña, se ha mantenido incólume desde entonces, a pesar de haber sido
entrevistada sobre lo sucedido a lo menos en cuatro ocasiones; Por el sexólogo forense
que la examinó en el Servicio Médico Legal, ante el Ministerio Público, ante el oficial de la
policía de investigaciones que diligenciaba la orden de investigar respectiva y ante la perito
del Servicio Médico Legal que evaluaba la credibilidad de su testimonio, demostración
palmaria de su solidez y plena aptitud probatoria, porque en caso de que el relato fuere
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fabulado, es muy posible que en más de dos años que ha pasado desde la primera noticia
pública de los ataques, la deponente hubiere olvidado algunos detalles de su relato
incurriendo en inevitables contradicciones, cuyo no fue el caso.

Así las cosas, se han superado con largueza las exigencias y baremos necesarios
para conferir credibilidad judicial a un relato.

III.- BAREMO DE CREDIBILIDAD PSICOLÓGICA

La perito Marcela Paulina Concha Cáceres expuso en estrados que a


requerimiento del Ministerio Público efectuó una pericia sicológica sobre la veracidad del
relato de la joven afectada, para lo cual se entrevistó con la joven y su madre, se realizan
dos entrevistas con la nóbel víctima y se estudian los antecedentes obrantes en la carpeta
investigativa del Ministerio Público para contextualizar su labor, aplicando la metodología
CBCA, diseñada específicamente para estudiar la veracidad de los relatos, aplicándose los
criterios de validez del testimonio conocido como SVA.
La perito expuso al tribunal que la menor le dijo que era abusada por un amigo de la
familia llamado Ángel, quien la sacaba a pasear y la llevaba a una vivienda ubicada en un
sector que identifica como El Abrazo de Maipú, en cuyo segundo piso la hacía ver
películas cochinas, luego de lo cual le sacaba su polerita y su calzoncito para comenzar a
tocarla, procediendo muchas noches a meterle su pene por su potito porque su mamá
era “ un poco tontita “ (SIC) y la dejaba dormir con el acusado, la niña agregó que Ángel la
tiraba de guatita en la cama y luego señaló que no quería acordarse rehusando entregar
otros detalles y mostrándose muy ansiosa.
El relato de C.V.D.G impresionó a la examinadora como creíble porque su
contenido es coherente, lógico y consistente. Tenía el carácter desestructurado que
caracteriza a los relatos verídicos ( es decir, en su narración la niña saltos temporales ).
Además es digno de crédito porque la niña aporta muchos detalles de las personas
participantes y de los hechos en si mismo ( como cuando describe las ampollitas que le
salieron en su potito ). En cuanto a los contenidos específicos expone que la niña es capaz
de adecuar contextualmente los hechos –la casa del acusado en Maipú -, lo que también
es propio de los relatos auténticos.
Además, señala que se evidencian en el relato criterios de realidad como cuando
recuerda en detalle interacciones y diálogos con su agresor como cuando ella dice haberlo
visto con una pistola y ella le pregunta a Ángel si la va a matar, a lo que éste le responde
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que no, siempre y cuando no le diga nada a su mamá ( lo que además, grafica el nivel de
intimidación y temor en que verosímilmente se encontraba inmersa la afectada). Corrobora
lo expuesto según la perito el que la niña aporte detalles superfluos en su relato – que
también son propios de la evocación o el recuerdo -, como cuando la niña señala que
Ángel trabajaba en un hogar o que vivía en una casa chiquitita.
A mayor redundar, el testimonio también debe ser reputado fidedigno porque
contiene otro criterio de credibilidad, esto es, incorporar detalles inusuales para esta clase
de relatos ( y por ende detalles que no se incorporan cuando se trata de discursos
aprendidos o falaces, que generalmente se explayan sólo sobre lo que generalmente se
entiende que debe ser un relato de abusos ). A modo de ejemplo en este sentido la
informante menciona el que la niña haga referencia a los paseos a los que le llevó Ángel o
cuando dice que su mamá era pobre porque no tenía nada o el que en su descripción de
los abusos incluya a más de un participante ( la niña aparte de Ángel menciona como
participando en algunos episodios al “ Nene “ – en referencia al testigo Francisco Javier
Ulloa Donoso- ) o cuando expresa opiniones críticas sobre su madre, al decir que era un
poco “ tontita “ porque, sin sospechar lo que este sujeto le hacía, le permitía al agresor
estar a solas con ella. También es inusual en los relatos fantaseados o las acusaciones
falsas que el acusados diga – como lo hizo la niña – que no se acuerda de determinados
aspectos de la vivencia abusiva, o más concretamente, que no deseaba acordarse de
ellos, todo lo cual nuevamente le confieren especial aptitud de crédito a sus aseveraciones.
Por otro lado, la informante una vez establecida la credibilidad del testimonio se
avoca a revisar la validez del mismo de conformidad a los criterios del SVA, concluyendo
que el testimonio es válido porque no se reconocen motivaciones para declara en
falso y por el contrario hay un perjuicio en denunciar a una persona que es una
proveedora, no existiendo presiones para acusar falsamente. Además el relato es
consistente con otros antecedentes que ella tuvo a la vista como el examen ginecológico
en que constaban los condilomas, los desgarros de ano y la hipotonía anal. Validez que
fue confirmada por la metodología del doble examen ciego o interjueces en que los
resultados de la entrevista son revisados por una segunda perito, sin conocer la identidad
de la peritaza, la que arribó a sus mismas conclusiones, esto es a la credibilidad y validez
del relato.
En cuanto a la metodología y valor de este peritaje, es menester señalar, en
cuanto a la necesidad e importancia de la existencia de este tipo de pericias psicológicas
para los efectos de poder valorar los testimonios de las víctimas en situaciones de
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eventuales abusos sexuales, y con el fin de dar razones justificativas en torno a la


metodología utilizada por este profesional, cabe señalar que en aquellos casos en que el
abuso sexual no deja huellas visibles y externas o no conste con la declaración de
testigos presenciales del hecho, resulta muy difícil que se pueda llegar a la convicción
para condenar cuando el juez se maneja con sus propios conocimientos. En otras
palabras, el hecho que muchas veces la única evidencia es el propio testimonio del niño
o niña, requiere el uso de un instrumento que permita evaluar en qué medida la narración
del menor se ajusta a la verdad. Lo anterior, atendido el hecho de que no existen
indicadores conductuales específicos que, de por sí, puedan confirmar o descartar de
plano la existencia de un abuso sexual, ya que no se pueden configurar síndromes
conductuales específicos que caractericen a las víctimas de abuso sexual. Lo que si
puede verificarse a través de estudios realizados, y que de alguna manera sirve para
arribar a conclusiones en dichos términos, es la convergencia de síntomas o indicadores
presentes con frecuencia significativa en casos de abuso y que por ende, cuando
aparecen, se consideran compatibles con la ocurrencia de dichos hechos.
Dentro de dicho contexto, el instrumento que permite evaluar la credibilidad del
testimonio es el CBCA (Análisis de Contenido Basado en Criterios), lo que constituye un
elemento central de lo que se llama Evaluación de Validez de las Declaraciones SVA.
Ambos, en el caso de marras, utilizado por el profesional referido.
Dicha metodología “surge a partir de los trabajos de Udo Undeutsh y su hipótesis
teórica, Séller y Koehnken (1989) y Raskin y Esplín (1991) quienes organizaron y
sistematizaron el trabajo de Undeutsh, refinando y haciendo más explícitos los criterios
para evaluar la credibilidad de la declaración. De esta manera surge el CBCA (Criteria-
Based Statement Analysis, o Análisis de Contenido Basado en Criterios)” (Flores
Montenegro Daniela, Reflexión en torno a la admisibilidad del peritaje de credibilidad de
menores como prueba en Juicio Oral: El SVA-CBCA en el nuevo Proceso Penal
Chileno, en texto Psicología Jurídica. Aproximaciones desde la Experiencia, del
Diplomado en Psicología Jurídica y Forense, Cuarta versión Año 2006, Ediciones
Universidad Diego Portales, Santiago, 2207, p. 200).
Esta herramienta consta de una serie de criterios que fueron surgiendo de lo que
autores como Séller llamaron la Hipótesis de Undeutsch, esto es, que “Las
descripciones de eventos que realmente hayan sucedido difieren en contenido, calidad
y expresión de aquéllas otras que son fruto de la imaginación”. Aludiendo que la
diferencia existente en un relato según éste refiera a un hecho que otro relato que
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refiere a hechos de la memoria externa, (hechos relatados por otros, inventados o


imaginados por el sujeto), resultan claros y categóricos.
Ahora bien, y desde el punto de vista técnico, el análisis de credibilidad de la
menor, que el experto realizó a partir de los 19 criterios fijados por el CBCA, resulta una
herramienta cualitativa utilizada, normalmente, en este tipo de casos y que, sin duda,
debe ser analizado no sólo en base a los criterios mencionados sino que, además, a las
entrevistas realizadas, unido a aquellos parámetros señalados con anterioridad.
En cuanto al análisis particular del instrumento utilizado, este consiste en la
aplicación de una lista de 19 criterios de realidad, ordenados en 5 categorías,
tendientes a analizar el contenido del testimonio del niño (a) y su nivel de ajuste a la
realidad. Esta valoración se realiza posteriormente a la entrevista semiestructurada
con la presunta víctima, en base de la trascripción en video o grabadora de la misma.
En la valoración que propone Steller, se utiliza un protocolo que puntúa los criterios de la
siguiente manera: 0, si no aparece criterio, 1, si aparece; 2, si aparece
claramente señalado.
De acuerdo a lo ampliamente señalado por la literatura especializada, los
parámetros para valorar un testimonio en particular son los siguientes: Increíble;
Probablemente increíble; Indeterminado; Probablemente Creíble; Creíble. Una
declaración válida no tiene por que cumplir todos lo criterios, aunque cuanto mayor sea el
número de éstos que se encuentren presentes en la declaración, en estos casos lo más
probable será que el niño o niña esté diciendo la verdad.
Ahora bien, “solo una vez que se ha realizado la evaluación a través del sistema
global del SVA-CBCA, estamos en condiciones de realizar el análisis de credibilidad. El
resultado final de dicho análisis, nos permitirá clasificar cualitativamente la declaración,
según las cinco categorías antes dichas” (Flores Montenegro Daniela, Op. Cit., p. 202).
De acuerdo a lo ampliamente aceptado por la literatura especializada, entendida
ésta como conocimientos científicamente afianzados al tenor de lo dispuesto en el
artículo 297 del Código Procesal Penal, y teniendo presente además, que en el mes de
octubre de 2004, diversos CTDs pertenecientes a Instituciones Colaboradoras de
SENAME en nuestro país, elaboraron en forma consensuada una Propuesta de
Formatos de Calificación Pericial Psicológica y Social, es lo cierto que esta metodología
tiene valor científico y es ampliamente aceptada en nuestro país, como bien lo señala la
propia perito informante, lo que permite darle valor a sus conclusiones y estimar
sicológicamente creíble el relato de la menor, constituyendo la declaración de la perito
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un medio de prueba relevante, ilustrativo e iluminador de la convicción judicial en esta


clase de casos por definición, difíciles, lo que también ha ocurrido en este caso, en que
las declaraciones de la ya tantas veces mencionada perito, confluyeron a formar en
estos sentenciadores la íntima e inconcusa convicción de que los hechos habían
ocurrido de la forma que se ha reseñado en el basamento tercero que antecede.
En lo relativo a los presupuestos fácticos relativos a la vivencia abusiva cometida
en la persona del menor J.E.D.G han bastado para formar la convicción del Tribunal en
primer lugar los dichos del propio afectado, quien señala que conoció a Ángel cuando
vivían en Padre Hurtado porque trabajaba con su madre en la fruta ( en referencia a
labores agrícolas ), quien fue a su casa en varias ocasiones, sin recordar cuantas y le
ayudaba a su mamá a buscar trabajo, al punto que en 4 o 5 ocasiones se quedó en su
casa a dormir. Agrega que él iba a la casa de esta persona ubicada en el sector El
Abrazo en la comuna de Maipú, donde había una pieza arriba que tenía una cama, un
televisor y un reproductor de DVD. Agrega que allí le mostraban películas cochinas – en
referencia a películas en que los hombres y las mujeres se sacaban la ropa -. Agrega
que entonces Ángel le bajaba sus pantalones, le sacaba su pene y se lo chupaba ( SIC )
y en otras ocasiones Ángel después de desnudarse lo obligaba meterle su pene por el
poto (SIC). Añade que a él le salió un poroto en su pene hace un año y que en una
ocasión cuando vivenció uno de estos episodios abusivos se encontraba presente su
hermana de 7 años C.V.D.G, quien también fue víctima de abusos y a quien en esa
ocasión, Ángel le metió el pene por el poto.
Este testimonio pareció a estos sentenciadores verosímil y ajustado a la forma
en que realmente sucedieron los hechos porque emana de una persona que, es un
hecho pacífico entre las partes, indubitadamente se encontró en situación de percibir por
sus sentidos aquello sobre lo que depone y que carece de motivos de inquina o
animadversión como para faltar a la verdad en sus asertos. Además, la modalidad
comisiva descrita por este menor se ajusta en todo a la expuesta por su hermana y los
detalles que este niño menciona sobre el lugar físico en que tuvieron lugar estos
deleznables hechos guardan perfecta correspondencia con las características del
domicilio del acusado según los dichos del testigo Francisco Javier Ulloa Donoso y los
menores C.V.D.G e incluso L.G.D.G ( que en este sentido sirve como testigo de
contexto ). Lo mismo sucede con sus afirmaciones acerca de la relación de confianza
existente entre el agresor y su madre, la que como se ha adelantado en esta sentencia,
se comprobó judicialmente en este juicio. Así las cosas, si este muchacho no ha faltado
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a la verdad acerca de este conjunto de elementos accesorios, no se advierten motivos


para sospechar que haya mentido respecto del fondo de su testimonio, máxime si no se
vislumbran ganancias en la denuncia toda vez que ésta sólo le ha reportado perjuicios y
sufrimientos (denunció a una persona que hacía las veces de proveedor y ayudante de
su entorno familiar, que entonces se vio privado de su auxilio y producto de la revelación
debió dejar su casa y separarse de algunos de sus hermanos para terminar residiendo
en un hogar de menores ).
Además, al igual que en el caso de su hermana, sus dichos han demostrado ser
sostenidos en el tiempo, puesto que no han variado en lo sustancial, habiendo
declarado sobre los hechos ante el sexólogo forense que lo examinó, ante el Ministerio
Público, ante el funcionario policial Augusto Gómez Aguilar ( a quien le refirió muy
tímidamente que Ángel le había hecho ver películas cochinas, con personas
manoseándose, siendo luego él objeto de estos mismos manoseos por parte de esta
persona.
A mayor redundar, su versión de los hechos en cuanto a haber sido víctima de
abusos sexuales de parte de este Ángel se encuentran corroborados por las
declaraciones del testigo presencial Francisco Javier Ulloa Donoso, quien en lo
atingente señaló que Ángel llevaba a este niño, a su hermana y a su hermano L.G.D.G a
su domicilio ubicado en el sector El Abrazo de la comuna de Maipú, donde les mostraba
películas pornográficas y luego los niños se sacaban la ropa y hacían lo mismo que
acababan de ver en la televisión y Ángel también lo hacía con ellos. Manifiesta que él
mismo, al igual que Ángel, él participó de estas actividades tocando a los menores, sin
nunca penetrarlos – por lo que admite encontrarse cumpliendo condena en la actualidad
-, relato que resulta compatible con lo expresado en estrados por J.E.D.G, reforzando la
credibilidad de este testimonio. A mayor abundamiento, existió otro testigo de oídas de
esta misma revelación, a saber, la misma madre del niño que escuchó cuando le decía
al funcionario policial que Ángel le obligaba a hacer cosas y a pesar de su vergüenza le
dijo que se sentía culpable por no defender a su hermana, pues el niño había visto
como este sujeto la violaba, sintiéndose sucio.
Además, existe un poderoso elemento que refuerza la aptitud probatoria de este
menor. En efecto, su versión de los hechos es compatible con la evidencia física
encontrada en el examen forense pues el doctor Andrés Miguel Rosmanich declaró en
juicio que el día 28 de octubre de 2005, examinó a este afectado, a la sazón de 12 años
de edad, quien le dijo que un amigo de la casa había abusado de él manoseándolo por
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debajo de sus ropas, en su zona genital y en el ano, manifestando que no tenía lesiones
corporales ni desgarros en el ano, pero que en el contorno del prepucio se
encontraron condilomas acuminados, es decir, tumorcitos en forma de coliflor
que son una manifestación clínica de infección por el virus del papiloma humano,
virus que es considerado una enfermedad de transmisión sexual, lo cual tratándose
de un menor que por sus cortos años no pudo haber tenido contactos sexuales con
personas capaces de contagiarlo refuerza poderosamente la credibilidad que ha de
asignarse a sus dichos. Esta circunstancia ejerció poderoso influjo en el ánimo de estos
adjudicadores pues se trata enfermedad que fue demostrada en forma objetiva y
científica por una de sus manifestaciones clínicas, cuya existencia no ha sido
controvertida por la defensa del acusado y que puede ser perfectamente explicada
desde la óptica de la versión de los hechos del niño, no desprendiéndose de la prueba
rendida en el proceso que el afectado haya interactuado con algún otro adulto – además
del enjuiciado – en condiciones tales que le hayan permitido contagiarlo.
En otro orden de ideas, también refuerza el poder de convicción de lo aseverado
por este testigo la circunstancia que su relato de los hechos parezca compatible con lo
expuesto por la psiquiatra Oriana Alicia Espinosa Fuentes, quien expresó que le efectuó
una pericia a este menor, a la sazón de 12 años y 11 meses, que le fuera derivado por
el Ministerio Público, menor que no fue capaz de darle un relato de lo que le había
tocado en suerte vivenciar señalando sólo que fue a la casa de un caballero a andar en
patineta y que su hermana también fue, para luego romper en llanto y negarse a seguir
hablando, impresionando como muy afectado, interferido emocionalmente, de ánimo
lábil y con una postura depresiva. Agrega que en razón de ello no pudo completar la
entrevista clínica, pero que no obstante le pidió a una colega psicóloga una evaluación
proyectiva que arrojó como resultado la existencia de ideas depresivas e indicadores de
que J.E tiene una autopercepción de si mismo de alta vulnerabilidad, una baja
autoestima, incapacidad para defenderse, alteración de su imagen corporal y su
desarrollo psicosexual, elementos todos que en opinión de esta profesional son
compatibles con quienes sufren maltrato físico y abusos sexuales. Descartada la
primera de estas hipótesis a falta de todo antecedente en ese sentido, no puede sino
concluirse que las evidencias de daño percibidas por la informante y descubiertas por el
test proyectivo guardan correspondencia con los daños que de ordinario es posible
advertir en esta clase de niño abusados, lo que nuevamente refuerza la verosimilitud de
las afirmaciones del niño.
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Cabe espetar, que las técnicas denominadas proyectivas “tiene como sustrato teórico el
psicoanálisis, ya que parten del supuesto de la existencia de aspectos inconscientes de
la personalidad a los cuales es posible acceder por este medio, ello debido a la
existencia de un mecanismo de defensa conocido como proyección” y en las que el
examinado “proyecta sus necesidades y tensiones, su mundo emocional, sus
concepciones privadas del mundo físico y social, sus esfuerzos por organizar sus
pensamientos, su conducta y relacionarse con esos mundos” (Alvarado Araya Susana,
Pruebas gráfica y evaluación de abuso sexual infantil: Una aproximación desde la
práctica clínica y la psicología jurídica, en texto Psicología Jurídica. Aproximaciones
desde la Experiencia, del Diplomado en Psicología Jurídica y Forense, Primera versión
Año 2003, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2004, p. 225).
Lo anterior, implica una aproximación a las vivencias, fantasías, temores,
interacciones, etc., por medio de una actividad cotidiana, espontánea y agradable para
la mayoría de ellos, el dibujo. Según esta autora, el producto gráfico es un reflejo
(proyección) de las necesidades y rasgos de personalidad de los niños. Además, ciertas
conductas posteriores a los hechos son denotativas del daño emocional descrito por la
testigo experta antes referida. En efecto, a modo de ejemplo, la tía de la menor, en cuya
casa en Tomé vivió luego de los hechos expuso que la niña era bien retraída, que se
aislaba y que le gustaba que la dejaran sola, indicadores todos compatibles con el
diagnóstico de percepción del entorno como hostil y amenazante, indicio usualmente
secundario a este tipo de agresiones.
Finalmente, de la prueba rendida en juicio se patentiza la existencia de de dos
indicios que también parecen compatibles con la versión de los hechos entregada por
el afectado, en concreto, el dato entregado por la doctora Espinosa Fuentes, en orden
a que cuando entrevistó a la madre del menor, éste le refirió que en la época de los
hechos el niño había bajado sus calificaciones - que lo había sorprendido llorando, lo
que había atribuido erróneamente a que no le gustaba salir –, lo que la madre
reconoce en juicio al señalar que en ese período estaba muy agresivo y tenía
problemas en el colegio y el que la misma señora Garay Mora dijera que había
recordado que en esa época en una ocasión el niño llegó con una moneda de $ 500
que dijo que le había regalado Ángel – cuestión que el niño admite al señalar que este
sujeto le hacía regalos para que no dijera a nadie lo sucedido -, moneda que a pesar
de sus escasos recursos económicos el niño enterró sin usar pues dijo que la moneda
estaba “ cochina “.
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Se deja constancia que no se le asignarán valor, en lo que toca a los sucesos del
día 15 de agosto de 2005 a las declaraciones del hermano de la víctimas, el menor
L.G.D.G, pues a pesar de que dijo haber presenciado ciertos episodios abusivos hacia
sus hermanos de parte de Ángel, que tienen el mismo modus operandi que aquel tuvo
lugar ese día, es lo cierto que los otros dos niños manifiestan que en último episodio
abusivo, que tuvo lugar volvemos a repetir el 15 de agoto de 2005, sólo se
encontraban presentes ellos dos y no su hermano L.G, de lo que se desprende que
todo lo que declara este último testigo dice relación con hechos anteriores a los que se
han dado por probados en la presente causa, cuya data fue imposible determinar.
En lo relativo a la proposición fáctica relativa a le fecha en que tuvieron lugar los
episodios abusivos que se han establecido como verdad formal en la presente
sentencia han bastado al tribunal las declaraciones del funcionario de la policía de
investigaciones Augusto Antonio Gómez Aguilar, quien expuso que la denuncia por
estos hechos la formuló la madre de los afectados el día 24 de agosto de 2005 –
mismo día en que la niña es examinada en el Servicio Médico Legal -, en el mismo
mes y pocos días después de la última vez que los niños atacados fueron autorizados
a visitar la casa de su agresor. Consultados los niños sobre la época en que se
produjo el último ataque (aquel en que ellos refieren se abusó tanto de C.V.D.G como
de J.E.D.G ) éstos dijeron que había sido en la última ocasión en que los mandaron a
la casa de Ángel, fecha que según el testigo fue fijada con precisión por el padre de
los menores, quien lo recordaba pues se trataba de un día feriado –cuestión que
resultó efectiva pues es un hecho público y notorio entre nosotros que el 15 de agosto
es feriado nacional por ser el día de la asunción de la virgen -.
Además, esa fecha guarda concordancia con el período habitual de maduración o
aparición de los condilomas desde la fecha del contagio (aproximadamente 10 días)
que refiriera el doctor Rosmanich, siendo perfectamente posible entonces que si el
contagio se produjo el 15, para el 24 del mismo mes los condilomas ya fueren visibles.
Carece de importancia para estos efectos que los menores no recuerden la fecha
precisa de los hechos porque naturalmente sería una ingenuidad, un dislate manifiesto
pretender que después de más de dos años recordaran el día preciso en que se
sucedieron acontecimientos muy dolorosos que marcaron negativamente sus vidas y
que seguramente – y con toda razón -sólo desean olvidar.
SEXTO: Calificación jurídica de los hechos acreditados. Los hechos que se han
tenido por acreditados en el fundamento tercero que antecede cometidos en contra de
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la menor C.V.D.G son constitutivos de un delito de violación impropia ilícito previsto y


castigado en el artículo 362 del Código Penal y los causados en la persona de J.E.D.G
reúnen las exigencias típicas para estimar concurrente un delito de abuso sexual,
tipificado y castigado en el artículo 366 bis del mismo Código.
De esta forma, estos adjudicadores disentirán de la calificación del ente
persecutor, en cuanto a que ambos ilícitos tendrían el carácter de reiterados, ello
porque si bien fluye de la prueba rendida en juicio la existencia de fuertes indicios en
cuanto a que las conductas reprochadas se habrían repetido en el tiempo, antes del día
15 de agosto de 2005, estos medios de convicción son imprecisos e insuficientes como
para estimar acreditado, más allá de toda duda razonable, que estos episodios
pretéritos tuvieron lugar después del 16 de junio de 2005, fecha en que comenzó a
operar la reforma procesal penal en la región metropolitana y a partir del cual estos
sentenciadores tienen competencia para emitir pronunciamiento – período a partir del
cual recién estos sentenciadores pueden ser considerados como el tribunal natural
llamado a resolver el caso.
En efecto, en lo que toca a C.V.D.G, se trató de un acceso carnal por una de las
vías mencionadas en la norma en comento sobre una persona menor de 14 años al
momento de los hechos, cometida, a mayor abundamiento, mediante abuso de
confianza. Para concluir lo anterior basta analizar el bien jurídico protegido por el ilícito
de abuso sexual de menores de catorce años, el que sin lugar a dudas resulta ser la
indemnidad sexual, el que en estricto rigor, alude según lo señala el profesor Luis
Rodríguez Collao a “un estado de bienestar relacionado con la forma en que cada cual
asume la vida sexual, en atención a su edad, su desarrollo físico y psíquico, su
orientación sexual, su escala de valores, su educación, su nivel de relaciones sociales
y sus experiencias vitales previas. En estas circunstancias, no es más que una parte
del conjunto de condiciones que la doctrina suele englobar bajo el concepto de
integridad personal o de incolumidad personal; o, por decirlo con otras palabras, alude
a todo el cuadro de condiciones físicas, psíquicas y emocionales que forman parte de
aquel concepto, pero referido a un aspecto concreto de la vida de relación, cual es el
ejercicio de la actividad sexual” (Rodríguez Collao, Luis, Delitos Sexuales, Editorial
Jurídica de Chile, reimpresión primera edición, 2004, Santiago, p. 124).
En consecuencia, la previsión constitucional del derecho a la integridad física,
psíquica y moral de las personas, cubre también el aspecto concreto del derecho a la
indemnidad sexual.
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En relación a los menores de edad y particularmente los púberes, lo que se


protege es su indemnidad sexual, esto es, el libre desarrollo de su sexualidad. En
efecto, se debe tutelar su libre desarrollo sexual en relación a los mayores, dadas las
injerencias que pueden sufrir por parte de éstos, en cuanto a la valoración de la
significación de sus actos. Este ha sido entonces, el bien jurídico que el acusado, en
su concupiscencia ha conculcado tan gravemente en los dos casos que hoy nos
ocupan.
En lo que concierne al delito de que fue víctima J.E.D.G, la acción consistente en
que un hombre adulto, a la sazón de 38 años de edad, le acaricie los genitales a un
niñito de 12 años y después de forzarlo a ver películas pornográficas obligue al menor a
meterle el pene en el ano, utilizando al niño como instrumento para su lascivia y su
propia satisfacción sexual tiene una connotación sexual porque dentro de las
valoraciones de nuestra comunidad esta clase de acciones por su propia naturaleza, la
calidad de la víctima y las zonas del cuerpo afectadas tienen una significación sexual
que parece tan obvia que no merece siquiera la pena efectuar mayores disquisiciones
sobre el particular y siendo estas acciones distintas al acceso carnal del menor tipifican
la norma contenida en el artículo 366 bis del Código Punitivo, en relación al 366 ter del
mismo estatuto, cuyo bien jurídico tutelado nuevamente es la indemnidad sexual de la
víctima.
En cuanto al grado de desarrollo, se estima que ambos delitos se encuentran en
grado de desarrollo consumado, lo que se desprende del solo relato de los hechos que
se dieron por probados, de los que fluye que se dio cumplimiento cabal a todos los
elementos del tipo objetivo, consumándose e incluso agotándose el suceder causal.
SÉPTIMO: Participación del acusado. En concepto unánime de estos jueces, la
participación del acusado como AUTOR de los hechos que se le atribuyen se encuentra
plenamente acreditada y se finca en el pleno y absoluto valor probatorio que por los
motivos que latamente se expresaron precedentemente, se le asignó a los dichos de
las víctimas, que lo incriminan sin asomo de duda o hesitación, quienes de forma
unívoca y desde los mismos albores de esta investigación siempre lo han sindicado
como el responsable de estos vergonzosos hechos ya sea a su madre, al médico que
los atendió, al policía que investigó, a la siquiatra que la perició (en el caso de
C.V.D.G ), al Fiscal que los interrogó, reconocimiento conteste y fundado que emana de
personas que se expresaron asertivamente y tuvieron amplia y sobrada oportunidad de
identificar a su agresor y que carecen de motivos de inquina, ganancias secundarias o
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animadversión en contra del inculpado como para faltar a la verdad en sus


inculpaciones.
En efecto, el funcionario policial Gómez Aguilar refiere la forma en que
entrevistando a la madre del acusado obtienen su verdadera identidad – que hasta
entonces éste había ocultado celosamente – y con ella obtienen una fotografía que
incorporada en un set fotográfico amplio, es inmediatamente reconocida por los niños.
El testigo J.E.D.G reconoció frente a estos jueces al acusado y el menor L.G.D.G y su
madre doña Jacqueline Garay Mora fueron terminantes en reconocer al acusado como
la persona a la que conocieran como Ángel, persona en la que la última depositó su
confianza y a quien le permitió visitar su domicilio, enviándole a sus hijos a su casa en
Maipú para que allí tuvieran posibilidades de esparcimiento y accesos a bienes
materiales que su pobreza y su falta de tiempo parecieran le negaban.
A mayor redundar, le incrimina claramente la inculpación del testigo Francisco
Javier Ulloa Donoso, quien ya se encuentra condenado por sentencia firme por haber
tomado parte en estos abusos y que por ende se encontró en inmejorable situación
para percibir la identidad del otro partícipe, quien señala que es el acusado quien se
hacía llamar Ángel, fingiendo pertenecer a una supuesta corporación de defensa de los
menores y es la misma persona que él vio que en el domicilio de la villa El Abrazo de la
comuna de Maipú acariciaba a las víctimas y penetraba por el ano a C.V.D.G.
Este cúmulo de reconocimientos e indicios por su multiplicidad y concordancia son
suficientes para acreditar más allá de toda duda razonable su protagónica participación,
en calidad de autor ejecutor, en los términos del artículo 15 N° 1 del Código Penal en
los delitos sub judice.
No es obstáculo u óbice para arribar a esta convicción el que según consta del
informe pericial de la defensa, emanado del doctor Eduardo Ceruti Bercovich, que fuera
introducido por su lectura durante la secuela del juicio, en que se señala que al
momento de examinar al acusado el día 8 de agosto de 2007 y tomadas que le fueron
muestras de uretra y piel genital no se detectó la presencia de condilomas acuminados
en sus genitales ni se detectó la existencia de ninguna clase de virus de papiloma en
las muestras de piel investigadas porque el examen y la toma de muestra tuvo lugar
casi dos años después de la fecha de los hechos – y fecha probable de contagio
– y el doctor Andrés Miguel Rosmanich Poduje explicó al tribunal que se trata de un
virus que puede ser erradicado del cuerpo mediante tratamiento medicamentoso o que
incluso puede ser eliminado sin intervención médica exógena si aumenta o mejora el
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sistema inmunológico del infectado y que en cualquiera de los dos casos un año
después no sólo no será posible encontrar condiloma alguno en el cuerpo de la
persona, sino que tampoco habrá vestigio alguno del virus en su organismo, de lo que
se desprende que dado el tiempo transcurrido bien puede haber sucedido que el
acusado se haya tratado su enfermedad y que sea éste el motivo por el que nada
aparece en los exámenes. Además, es lo cierto que dada la dinámica en que se
estableció sucedieron los hechos, si se probó que fue el menor el que penetró por el
canal anal al adulto, entonces las muestras de tejido, para pretender descartar la
participación del enjuiciado, debieron tomarse del recto del inculpado, cuyo no fue el
caso.
Finalmente, la circunstancia que ambas víctimas sufrieran la misma enfermedad
venérea ya sugiere la existencia de un mismo agresor y si a eso se suma que ambos
niños sindican a un mismo responsable, entonces su inculpación parece sensata y
verosímil.
Por estas consideraciones, se rechazará la pretensión principal de la defensa en
orden a dictar sentencia absolutoria a favor de su patrocinado, porque no se encuentra
acreditada su participación en los delitos de que lamentablemente fueran víctimas los
menores de autos, no existiendo en su concepto forma de vincular a su defendido con
los oprobiosos delitos que se le atribuyen, afirmaciones de las que estos jueces
vigorosamente disienten porque como se ha adelantado existen numerosos testigos,
indicios e inculpaciones que acreditan fehacientemente su participación en estos
hechos.
OCTAVO : De la eximente invocada por la defensa. Que, la defensa letrada del
encausado solicitó, en subsidio de la absolución por falta de participación, se absolviera
a su defendido por haber actuado encontrándose exento de responsabilidad criminal de
conformidad a lo dispuesto en el artículo 10 N° 1 del Código Penal, por sufrir un
proceso sicótico crónico con pseudo alucinaciones que constituyen una esquizofrenia
paranoídea residual, la que le había impedido del todo ajustar su comportamiento a los
cánones convencionales exigidos por nuestro ordenamiento jurídico. Fundamenta su
alegación en los dichos del psiquiatra Renato Contador Fuentes, quien expone haber
examinado en tres entrevistas de 30 minutos al enjuiciado para establecer su tipo de
personalidad y grado de imputabilidad, lo que apoyó en algunas pruebas psicológicas,
advirtiendo que tiene un tipo de pensamiento concreto, afectividad plana, inteligencia
disminuida. Agrega que el examinado le refirió que a los 15 años le diagnosticaron una
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esquizofrenia que inestablemente en el tiempo ha controlado mediante medicamentos,


refiriendo además, retraimiento social y nulas relaciones de pareja y que sufriría pseudo
alucinaciones auditivas de voces buenas y malas que dirigen y controlan su
comportamiento e incluso sus sentimientos, siendo estas voces ( algunas buenas que
le sugieren que sea amable y simpático y otras malas que por ejemplo, le dicen que se
mate ) las que gobiernan sus actos, expone que el acusado le dijo que sufría robo de
pensamientos, los que salían de su cabeza dejándola vacía. Además, señala que logró
detectar una disminución de la memoria inmediata del periciado y que durante su
historia de vida ha incurrido en un abuso en el consumo de alcohol y marihuana, sin
llegar a configurar una dependencia.
En su concepto, la existencia de estos delirios no estructurados determinan una
alteración del juicio de realidad del periciado y permiten concluir que el examinado sufre
un proceso sicótico crónico con delirios y alucinaciones auditivas con un aplanamiento
afectivo, síntomas clínicos que de conformidad al manual de diagnóstico DSM IV,
permiten diagnosticar una esquizofrenia paranoídea residual, enfermedad siquiátrica
que lo convierte en inimputable.
Este testimonio se encuentra corroborado por el psicólogo de la defensa Hernán
Zapata Farias, quien a objeto de establecer el juicio de realidad del acusado,
rendimiento intelectual y capacidad volitiva examinó al enjuiciado en una entrevista
clínica y le aplicó el test de personalidad de Rorschach y tres sub tests de la prueba
Wais de Wechsler para adultos, sobre inteligencia y nivel cognitivo. Aplicados los tres
sub tests concluye que tiene un rendimiento intelectual limítrofe ( estima entre 70 y 80
puntos ), bajo lo normal, teniendo una personalidad de funcionamiento sicótico,
probablemente relacionada con un trastorno esquizofrénico que está siendo tratado con
medicamentos en el Hospital Salvador, padecimiento que según el manual de
diagnóstico DSM IV se caracteriza por alterar el juicio de realidad. Refiere este perito
que el peritado le manifestó espontáneamente que escuchaba voces dentro de su
cabeza, consistentes en un grupo de personas integrantes de una familia que en
algunos casos lo ayudaban y en otras ocasiones le decían lo que debía hacer, voces
que disminuían cuando tomaba medicamentos. Concluye además que el Rorschach
arrojó indicadores de que el juicio de realidad del acusado se encontraba alterado por
estas manifestaciones sicóticas. Finaliza señalando que el control de impulsos del
imputado, de conformidad a las pruebas empleadas es pobre, sin que su voluntad
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conciente sea capaz de cumplir la función regulatoria sobre sus actos que se espera en
las personas normales.
El Ministerio Público se opuso al reconocimiento de esta eximente basado en que
en su concepto, no se encontraba acreditada la existencia de la enfermedad invocada y
tampoco lo estaba que se hubieren cometido los delitos investigados bajo el influjo de
esta enfermedad, siendo entonces los hechos materia de esta causa una consecuencia
directa y necesaria de esta alteración mental, tratándose simplemente de una
simulación de una enfermedad psiquiátrica por parte del acusado, con miras a tratar de
eludir su responsabilidad en sus propias acciones. Funda su apreciación en la prueba
rendida por el ente persecutor sobre el particular, consistente en las declaraciones del
perito siquiatra Italo Antonello Sigala Romele que también examinó al inculpado
mediante el procedimiento de entrevista clínica concluyendo que presentaba un
consumo abusivo de cannabis y alcohol, una personalidad de tipo antisocial, un intento
simular una enfermedad siquiátrica, la que en su concepto no existe pues el examinado
no tendría alteraciones psicopatológicas que modificaran su imputabilidad. Fundamenta
su apreciación de simulación en que por ejemplo, cuando le pregunta si era bebedor
abusivo de alcohol responde afirmativamente y cuando se le pregunta por síntomas
que nada tienen que ver con el alcoholismo dice que los padecía. Además de su propio
relato de enfermedad incurre en ciertas contradicciones que no son propias de la
enfermedad que dice tener, como cuando señala no recordar donde nació, pero si es
capaz de recordar detalles mucho más específicos y que un verdadero esquizofrénico
no podría retener como los nombres médicos asociados a una enfermedad coronaria
que se le diagnosticara en su juventud. Además, de diversos pasajes de su narración
se desprende que no se evidencia en el examinado la desvinculación con la realidad y
el autismo que caracterizan a la enfermedad que el acusado dice le diagnosticaron a
los 15 años, como por ejemplo, cuando se adelanta a lo que pasa con el interlocutor y
se encuentra atento a lo que sucede a su alrededor.
Además, señala que los verdaderos esquizofrénicos nunca admiten ser
esquizofrénicos porque precisamente una característica de esta enfermedad es la falta
de conciencia de que se está enfermo, pudiendo haberse diagnosticado previamente
esta enfermedad erróneamente al confundírsela con una psicosis por consumo
excesivo de drogas. Además, simuló un estado crepuscular y sus dichos parecen
destinados a impresionar a su interlocutor como enfermo falseando la realidad, como
cuando señala que desde los 17 años tomaba para la esquizofrenia el medicamento
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ruisperidona, que se le suministraba en el consultorio Lo Franco, en circunstancias que


ese medicamento –que efectivamente se usa para tratar la esquizofrenia- sólo se
empezó a usar desde el año 2000, es decir, muchos años después, siendo de elevado
costo.
Finaliza señalando que hay indicios de una inclinación sexual hacia menores de
edad no reconocida ni asumida ( como el que nunca haya tenido parejas, el que afirme
haber sido abusado sexualmente por un compañero a la edad de 14 años y el que
reconozca tener una causa anterior por abusos sexuales en contra de menores ).
Como se podrá advertir, las conclusiones de los peritos son absolutamente
discrepantes y si bien es cierto, el perito del Servicio Médico Legal parece tener más
experiencia que los aportados por la defensa por haber realizado más de 2000 pericias
de este tipo, trabajando más de 20 años en la urgencia del Hospital siquiátrica, no es
menos cierto que los peritos de la defensa tienen el plus de realizar algunas pruebas
accesorias para confirmar su diagnóstico y aunque parece poco serio que el psicólogo
extraiga consecuencias de 3 sub pruebas del test de Wais, en circunstancias que ellas
equivales sólo a una cuarta parte de la batería de pruebas dentro del procedimiento, en
definitiva ninguna de estas ventajas parecen suficientes para excluir o preterir
irredargüiblemente las probanzas en contrario, razón por la cual el Tribunal en su
análisis para establecer cual de las versiones en competencia es la más certera y se
encuentra mejor acreditada en el proceso partirá de algunos puntos en que tanto la
prueba de la defensa como la del ente persecutor concuerdan, a saber:
i.- Que, la entrevista clínica – particularmente por un psiquiatra – es el mecanismo
idóneo para el diagnóstico de la enfermedad que dijo padecer el acusado. En este
sentido es el propio siquiatra de la defensa el que señaló que las pruebas accesorias
eran relevantes sólo para cuantificar y confirmar una impresión diagnóstica basada en
la entrevista clínica, no siendo ellos indispensables cuando el diagnóstico es claro, por
lo que cabe concluir que desde el punto de vista metodológico, tanto el perito de la
defensa como el del Ministerio Público se han ajustado en su prognosis del acusado a
la lex artis de su disciplina.

A modo simplemente ejemplar, se citarán los siguientes :


1.- Su comportamiento, al acercarse a la madre de los menores atacados parece por
una parte claramente destinado a ganarse la confianza de su interlocutora y así
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posibilitar encontrarse en situación fáctica de cometer esta clase de delitos y por otra
parece claramente dirigido a adoptar providencias para evitar ser descubierto –lo que
supone plena conciencia de la ilicitud de su conducta y de que ésta se encontraba
acompañada de sanciones cuyo rigor se buscaba evitar -. En efecto, se acerca a la
madre diciendo pertenecer a una organización de defensa de los niños ( lúcido pretexto
que suponía saber que en nuestra comunidad, quienes laboran en tales instituciones
suelen parecer confiables a las madres de los niños ), lo hace vistiendo ropa formal y
en palabras de la madre elegante ( que supone conocer que en nuestra comunidad las
personas humildes – cuyo era el caso de su interlocutora – suelen relacionar las
vestimentas formales con personas importantes o serias, las que también suelen
generar confianza ). Es menester resaltar que el testigo Francisco Javier Ulloa
Donoso refiere que el acusado con su familia empleó el mismo modus operandi
aseverando pertenecer a esta misma organización humanitaria, para luego
ganarse su confianza ayudándolos en la venta de berlines y fue en base a esa
misma confianza que en una ocasión cuando tenía 15 años de edad, pernoctó en
la casa de quien conocía como Ángel, despertando en la noche en circunstancias
que este sujeto le estaba introduciendo el pene por el ano, de suerte tal que este
comportamiento o modus operandi del acusado no es aislado de este caso, sino
que es una modalidad delictiva sostenida y claramente preordenada a cometer
atentados sexuales contra menores, lo cual no parece propio de quien ha perdido
el juicio de realidad y no es capaz de preordenar sus conductas en el contexto
social con miras a la obtención de un fin determinado.
2.- Su comportamiento después de este acercamiento también parece lucidamente
preordenado a aumentar o fortalecer esta impresión inicial de confianza en su
interlocutora, al ayudarla en términos materiales o auxiliarla en la obtención de una
mediagua haciendo gestiones en una repartición municipal, gestiones que suponen una
acabada comprensión del procedimiento burocrático necesario al efecto y una
adecuada capacidad para emplear el lenguaje e interactuar con los encargados de esa
repartición estatal, lo cual no parece propio de quien tiene dificultades para relacionarse
con la realidad. Además, el enseñarle a realizar un oficio a la mujer y rodearse de
niños, según la misma mujer refiere también parece inequívocamente encaminado a
acrecentar esa sensación de confianza y dependencia.
3.- Su comportamiento, al mentir a sabiendas acerca de su nombre – diciendo que se
llamaba Ángel, en circunstancias que sus nombres verdaderos eran Nelson Patricio - y
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al falsear datos cuando se le pregunta por su identidad para ser designado padrino de
uno de los niños evidencia un deseo de ocultar su identidad, que verosímilmente sólo
puede atribuirse a tratar de impedir que posteriormente se diera con su paradero, pues
se planeaba o pensaba realizar una acción antijurídica de cuyas consecuencias no se
deseaba responder. Esta acción supone nuevamente al igual que en los numerales
anteriores, acciones complementarias destinadas a engañar a la víctima y facilitar el
designio delictivo y plena comprensión de la forma en que se reprimen y sancionan los
comportamientos antijurídicos en nuestra sociedad y de la manera en que de ordinario
las personas inteligentes tratan de eludir enfrentar las consecuencias desagradables de
sus actos, dificultando la persecución penal, nada de lo cual parece propio de quien no
se relaciona con su entorno o carece de capacidad de empatía respecto del daño
causado a terceros, muy por el contrario, evidencia una clara capacidad de anticiparse
a los escenarios que le son desfavorables y ajustar su comportamiento a esa
comprensión.
4.- Su comportamiento con posterioridad a los hechos, al amenazar a una de las
víctimas con matar a su familia en caso que cuente lo sucedido y tratar de “ comprar” el
silencio del otro mediante obsequios o prebendas, suponen conocimiento claro que lo
realizado en los menores es un comportamiento no sólo inadecuado en nuestros
patrones culturales, sino que también penado y sancionado entre nosotros y un deseo
manifiesto de evitar sufrir las sanciones a que sabe su concupiscente comportamiento
lo hace acreedor, lo cual tampoco se compadece con la imagen de un sujeto que ha
perdido conexión o vinculación con la realidad. Por el contrario, supone plena
comprensión que los niños se les causa un daño y un sufrimiento y por ende capacidad
de empatía suficiente como para ponerse en su lugar.
5.- Por otro lado, los antecedentes aportados por el testigo Francisco Javier Ulloa
Donoso, en cuanto a que en ocasiones el acusado le encomendaba bajar al primer piso
a jugar con los hermanos mayores de la menor C.V.D.G, para quedar a solas en la
habitación del segundo piso con esta menor, evidencia un deseo de evitar la presencia
de testigos hostiles de una situación abusiva, lo que supone conocimiento y
comprensión de la forma en que en los proceso judiciales se dan por probados hechos,
los que luego sirven de fundamento para sanciones.
6.- El antecedente aportado por el perito del Ministerio Público, en cuanto a que faltó a
la verdad acerca de la época en que empezó a consumir un medicamento –que sabía
estaba destinado a tratar la enfermedad que decía padecer – importa conocimiento que
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su interlocutor conocía la aplicación terapéutica del medicamento y que interpretaría


sus palabras como manifestación de que el acusado no mentía en cuanto a su
enfermedad, impresión que el acusado pretendía dar precisamente porque deseaba ( y
le convenía procesalmente ) que su examinador pensara eso, lo cual supone capacidad
de anticiparse a lo que otro podría pensar, capacidad que supone empatía e
inteligencia emocional.
7.- El relato de su propia historia personal realizado a los peritos de la defensa parece
inteligentemente tendencioso y encaminado a engañar al otro, omitiendo o falseando
antecedentes biográficos pudieren ser perjudiciales para sus intereses, lo que
nuevamente supone una capacidad de anticipar reacciones y pensamientos en el otro y
una habilidad de preordenar antecedentes con el fin de dar una impresión favorable a
sus pretensiones, como cuando les omite o derechamente les miente acerca del hecho
de haber sido condenado con anterioridad por delitos sexuales cometidos contra
menores de edad. La misma suspicacia fluye de las contradicciones que existen entre
la información que entregó el acusado a sus distintos examinadores, por ejemplo, al
psiquiatra de la defensa no le dijo que había sido abusado sexualmente por otro joven
en su adolescencia – antecedente que si le refirió al psiquiatra del servicio Médico
Legal, ello a pesar de ser consultado específicamente sobre el punto-. Lo mismo
sucede cuando le señala al psiquiatra de la defensa que se llamaba Medina (en
circunstancias que en el tribunal dijo que sus apellidos eran Parra Ortiz ) y le expresó
además que nunca tuvo pololeos ni relaciones de pareja, lo que se contrapone con que
le dijera al doctor Sigala que tuvo algunas relaciones esporádicas de pareja e incluso
que estuvo casado con anterioridad, contradicciones en la información entregadas a los
examinadores que parecen preordenadas a confundirlos y engañarlos.
En conclusión, el comportamiento del acusado evidencia que a lo menos antes y
después de los hechos investigados el enjuiciado no había perdido el juicio de realidad,
sin que tampoco se encuentre indubitadamente probado que actualmente se encuentre
privado de él y que por eso ha de tenerse por certera la opinión pericial que mejor se
ajuste a esta conclusión, esto es la del perito Sr. Sigala, con quien entonces se
concordará declarando que no se encuentra acreditado que el acusado padezca de
la esquizofrenia sugerida por los peritos de la defensa, lo que es especialmente
claro si se considera que a pesar de que se dijo por el acusado que esta
enfermedad le había sido diagnosticada en su juventud, habiendo incluso sido
internado en el hospital Salvador por ella, no se han acompañado la ficha clínica
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ni comprobantes médicos que abonen este diagnóstico ni tampoco se ha


incorporado antecedente alguno que demuestre que tal internación realmente
tuvo lugar por este motivo.
A mayor redundar y como segundo argumento y motivo de rechazo de la eximente
impetrada, en opinión de estos adjudicadores, aún cuando se encontrare comprobado
que el acusado padeció o padece la enfermedad que alega – cuyo no es el caso –
igualmente debería rechazarse la eximente invocada por la defensa porque no se ha
comprobado que los atentados sexuales que originaron la presente causa hayan
sido causadas por esta enfermedad ni que tengan relación de causalidad con
estas supuestas voces que coaccionaban y supuestamente gobernaban los actos
del imputado. En efecto, los relatos de todos los peritos (tanto de la defensa como de
la fiscalía ) señalan que el señor Parra les refirió que estas voces le decían que hacer,
siendo algunas de ellas buenas ( que sugerían que fuere amable o instaban para que
fuere simpático ) y otras malas ( que le sugerían cosas negativas como que se quitara
la vida ), pero en ningún momento expuso que estas voces le sugirieran que atacara ni
se relacionara con menores de edad, de lo que no cabe sino colegir que aunque el
enjuiciado tuviera una forma de vesania relacionable a algún tipo de esquizofrenia, ella
no se ha traducido en que se le alterara al acusado su percepción o interpretación de la
realidad de una forma en que se comprendiera o justificara ( desde la perspectiva del
agente ) su accionar sobre los menores, como sería el caso por ejemplo, del
esquizofrénico que mata a otro al ser víctima de un delirio o una alucinación que le hizo
creer falsamente que estaba siendo atacado por esa persona o que la muerte de esa
persona le estaba siendo exigida con miras a lograr un fin superior. Nada de esto
sucede en el caso subjudice y ninguno de las personas que conversaron con el
acusado acerca de estas voces refirió que éste esbozara siquiera algo que aún en un
momento de desvarío pudiera explicar o justificar una afectación sexual en contra de
dos niños inocentes.
NOVENO : De las circunstancias modificatorias de responsabilidad penal
invocadas por las partes. El Ministerio Público ha sostenido en estrados que agrava la
actuación del acusado la concurrencia de la circunstancia agravante del artículo 12 N°
7 del Código Penal, esto es, cometer el delito con abuso de confianza. En efecto, se ha
dado por probado en el basamento quinto que antecede que existía una relación de
confianza y familiaridad entre la familia de las víctimas y el acusado y es lo cierto que
ésta relación, manifestada en acciones concretas como solicitarle a una persona que
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sea el padrino de un hijo – que en nuestra comunidad destaca ante la comunidad la


relación de cercanía y cariño que hay entre los padres de un hijo y el padrino, que
queda para siempre vinculado a ese menor -, como permitirle compartir la cama con su
hijo y pernoctar en ella o permitirles a los menores visitarlo en su casa e incluso alojar
en ella, dejando en el hecho al acusado como el adulto transitoriamente a cargo de los
menores y es opinión de estos sentenciadores que esta confianza fue el medio de
cometer este delito. En efecto, fue el vehículo que permitió a los niños encontrarse a
solas con su agresor y a juzgar por lo expuesto en los numerales 1 a 3 del motivo
octavo que antecede, especialmente lo aseverado por el testigo Francisco Javier Ulloa
Donoso, se creó intencionalmente una relación de confianza en base a un plan
preestablecido y luego se usó premeditadamente de la mayor vulnerabilidad que
producía esta confianza como medio para la comisión del delito, el que entonces se
cometió faltando a esperanza que tenía esta humilde mujer en orden a que el sujeto
activo del delito, atendidas las que ella creía sinceramente eran sus especiales
condiciones personales le guardaría una especial lealtad y velaría por sus hijos, siendo
precisamente esta falta de lealtad el plus de mayor reproche que justifica la existencia
de esta agravante.
De esta forma, se dan en la especie las exigencias que la doctrina exige para la
configuración de la agravante ( por ejemplo, Enrique Cury Urzúa, Derecho Penal, parte
general, ediciones Universidad Católica de Chile, octava edición, 2005, pág. 501 y
siguientes ), a saber : existencia de un vínculo en virtud del cual un tercero o la víctima
ha depositado su fe en el sujeto activo – vínculo que no se precisa que sea de tipo
jurídico -, vulneración de un especial deber de lealtad por parte del agente, que el
agente sepa de la existencia de esta relación de confianza y que esta relación de
confianza no forme parte del tipo respectivo ( como sucede por ejemplo, en la
apropiación indebida ).
Por su parte, la defensa del acusado sostuvo la existencia de la circunstancia
atenuante del artículo 11 N° 1, en relación al artículo 10 N° 1, ambos del Código Penal,
esto es, la llamada eximente incompleta, alegación que no podrá prosperar porque
según la doctrina dominante esta clase de atenuante parece fundamentarse en la idea
de la gradualidad del daño causado o de la gradualidad de la culpabilidad del autor
( Texto y comentario del Código Penal Chileno, coordinadores Sergio Politoff y Luis
Ortiz Quiroga, editorial jurídica de Chile, 2002, pág. 169 ) y opera cuando concurriendo
una parte de los elementos de una eximente – que incluye por de pronto su elemento
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basal, como la agresión ilegítima en la legítima defensa – faltan otros necesarios para
su complemento y total configuración y es lo cierto que en este caso según se ha
señalado precedentemente no se acreditó siquiera que el acusado haya sufrido la
enfermedad mental alegada, de suerte que no se ha justificado siquiera que una parte
cualquiera de la atenuante haya existido, por lo que acoger la atenuante invocada a
falta de todos y cada uno de sus elementos configurativos contraría los fundamentos de
existencia de la norma y contradice frontalmente lo que ya se decidió a propósito de la
eximente invocada.
No se han alegado ni concurren otras circunstancias modificatorias de
responsabilidad penal.
DÉCIMO: De las demás alegaciones de la defensa. Que, la defensa técnica del
acusado sostuvo en el alegato de clausura que la circunstancia que la menor C.V.D.G
pareciera a la psiquiatra que analizó la credibilidad de su relato como muy erotizada y
con una apariencia física mayor a su edad cronológica y la familiaridad en su
conocimientos de las conductas sexuales generaba dudas acerca de su credibilidad, lo
que parecía aún más claro si se considera que el testigo Ulloa Donoso dijo que en una
ocasión fue la niña de propia iniciativa la que proyectó una película pornográfica en el
reproductor de DVD, afirmaciones con las que el tribunal disentirá resueltamente
porque sugerir que el comportamiento de la menor fue causado por su propia decisión
o que habrían existido otros factores que determinaran su comportamiento no tiene
asidero alguno. La situación es precisamente la inversa, la prematura erotización de la
menor o su conocimiento de situaciones sexuales impropias de su edad son una
demostración palmaria de que fue abusada y el agresor no puede pretender trasladar o
diluir en terceros la responsabilidad por tal erotización prematura. Aún cuando fuera
efectivo que la niña puso sola el DVD pornográfico en el reproductor como señala el
“nene “ ello sólo significaría que era tan profunda la situación abusiva que la niña ya
actuaba mecánicamente en una especie de rutina aprendida, pero esa rutina a sus
cortos 7 años de edad, jamás podrá reputarse como una manifestación de voluntad
consciente y menos aún libre.
Tampoco es aceptable suponer que el conocimiento sexual de los niños o sus
relatos pueda fundarse en conocimientos que pudieren haber adquirido en los hogares
de menores en que residen porque todos los niños han dicho que comenzaron a residir
fuera de su casa materna a consecuencia de los hechos ventilados en juicio y con
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posterioridad a éstos, es decir, debieron salir de su casa después de haberse hecho la


denuncia y después de que declararon ante los investigadores policiales.
UNDÉCIMO: Pena aplicable. Que, la pena asignada al delito del artículo 362 del
Código del ramo, es presidio mayor cualquiera de sus grados y la pena asignada al
delito de abuso sexual es la de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en
su grado mínimo.
Tratándose de delitos de la misma naturaleza, atentatorios en contra de un mismo
y único bien jurídico y causados bajo el impulso de una misma motivación lúbrica y
lujuriosa, siendo más favorable para el acusado, serán sancionados de conformidad al
artículo 351 del Código Procesal Penal, ( porque de aplicarse el artículo 74 del Código
Penal, no pudiendo aplicarse en ninguno de los delitos la pena mínima por concurrir en
ambos ilícitos una agravante, sin que le favorezcan atenuantes, la pena mínima a
imponer serían 5 años y un día de presidio mayor en su grado mínimo en un caso y 10
años y un día de presidio mayor en su grado medio en el otro totalizando una pena
mínima de 15 años y dos días de presidio ), lo que excede en un día la pena mínima a
imponer de conformidad al artículo 351 ya aludido, pues si se considera a ambos
delitos como uno solo y al delito más grave – la violación -, que tiene una pena mínima
de 10 años y un día de presidio mayor en su grado medio porque concurre una
agravante, sin que le favorezcan al acusado atenuantes, se le aumenta en un grado la
pena a imponer, ésta principiará en presidio mayor en su grado máximo.
Dentro de este umbral punitivo se impondrá la pena mínima, estimando que aún
cuando los hechos materia de la presente causa son muy graves, ella contiene el
disvalor de injusto y de resultado de las conductas reprochadas y que no se divisan
motivos que aconsejen imponer una pena superior.
Por estas consideraciones y visto, además, lo dispuesto en los artículos 3, 11, 12,
14 N°1, 15 N°1, 18, 21, 24, 28, 50, 51, 68, 69, 74, 362, 366 bis, 366 ter, 372 y demás
pertinentes del Código Penal; 4, 295, 297, 314, 325, 332 y siguientes y 336, 340, 342,
344, 346, 348, 351 y 412 del Código Procesal Penal; 600 del Código Orgánico de
Tribunales y Ley 18.216, se declara:
I.- Se condena a NELSON PATRICIO PARRA ORTIZ, ya individualizado, a sufrir la
pena única de QUINCE AÑOS Y UN DÍA DE PRESIDIO MAYOR EN SU GRADO
MÁXIMO, más las accesorias de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios
públicos y derechos políticos y la de inhabilitación absoluta para profesiones titulares
mientras dure la condena como AUTOR del delito de VIOLACIÓN, en grado de
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consumado y como AUTOR del delito de ABUSO SEXUAL, en grado de consumado


ambos cometidos el día 15 de agosto de 2005 en la comuna de Maipú, en la persona y
perjuicio de los menores C.V.D.G y J.E.D.G, respectivamente, sin condenación en
costas por haber sido representado por defensores penales públicos.
II.- Que, atendida la extensión de la pena impuesta y lo dispuesto en el artículo 1° de la
Ley 18.216, no reuniéndose sus presupuestos fácticos, NO se le concede ninguno de
sus beneficios, debiendo cumplir efectivamente la pena que le ha sido impuesta en
régimen intramuros ejecutoriada que se encuentre la presente sentencia, sirviéndole de
abono el tiempo que ha permanecido ininterrumpidamente privado de libertad con
motivo de esta causa desde el día desde el día 8 de noviembre del año 2006, todo ello
según consta del auto de apertura correspondiente.
III.- Que, de conformidad a lo prevenido en al artículo 372 del Código Penal, se le
condena a la sujeción a la vigilancia de la autoridad durante los diez años siguientes al
cumplimiento de la pena principal, debiendo informar cada tres meses a carabineros de
Chile de su domicilio. Asimismo, se le condena a la pena de interdicción del derecho de
ejercer la guarda y ser oído como pariente en los casos que la ley designa.
IV.- Devuélvase la prueba incorporada al Ministerio Público.
En su oportunidad, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 113 inciso
segundo del Código Orgánico de Tribunales y artículo 468 del Código Procesal Penal,
remítanse los antecedentes necesarios al Juzgado de Garantía competente para su
cumplimiento y ejecución.
Regístrese.
Al tenor de lo dispuesto en el artículo 342 del Código Procesal Penal, déjese
testimonio que la presente sentencia fue redactada por el juez Christian Carvajal Silva.
RIT N 65- 2008
RUC Nº 00500388716-4

Decisión pronunciada por la sala del Quinto Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de
Santiago, integrada por los jueces titulares don Bernardo Ramos Pavlov, quien presidió
la audiencia, don Danilo Báez Reyes y don Christian Carvajal Silva.

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