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2010
I. VINCULACIÓN Y AUTONOMÍA
EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA COMPLEJA
Es bueno recordar que la psicología clínica surgió con la psicología general a fines del
siglo XIX, cuando el individuo se convirtió en figura y foco de la sociedad y de la ciencia,
por las coyunturas históricas y sociales que se venían dando desde fines del siglo XVIII,
producto de la cultura de la Ilustración, la industrialización y la urbanización.
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complejidad, sino la antiquísima modalidad de los griegos de intervenir con los demás
usando la retórica para mejorar su vida, de modo que un ilustre filósofo-médico acudía
al lecho del enfermo para ayudarle a cambiar a través de la palabra.
Porque como dice el psiquiatra sistémico Jean-Claude Benoit (1995, p. 14), cada
humano encierra en sí, el yo, el tú y el nosotros; las razones de la cabeza y las razones
del corazón; las alianzas dulces, ocultas y tortuosas; la creencia en la necesidad y la
rendición al azar; es decir, cada uno contiene la ambigüedad humana, como sinónimo
de complejidad.
El mundo complejo es caótico porque las mínimas causas engendran grandes efectos
irreversibles; es catastrófico porque existe en un movimiento incesante de nacimiento,
desarrollo y destrucción de las formas, en donde el sujeto es el actor que sobrevive a
las catástrofes (Thom 1972); y es fractal porque la forma original de gran escala, es
reproducida por otra de pequeña escala, donde la parte reproduce al todo y viceversa
(Mandelbrot, 1982). En esa medida, se asume que los fenómenos humanos abordados
por la psicología clínica son complejos, porque al abarcar todas las dimensiones de la
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La visión analítica de la ciencia y las primeras teorías sistémicas presentan los niveles
de organización de la vida como si estuvieran encajados por tamaños, como las
muñecas rusas que se contienen unas a otras: átomos, moléculas, células, tejidos,
órganos, cuerpos, psiquismos, familias, grupos, sociedades. Pero los aportes de la
etología y la antropología muestran que la evolución de las cualidades emergentes de
estos niveles de organización no corresponde a esta representación. Por el contrario,
los principios de articulación propios de una visión reticular de la vida, permiten concebir
los ricos circuitos del espíritu –en el sentido batesoniano-, donde materia, energía e
información circulan en un continuo entre las manifestaciones somáticas, hormonales y
neuronales, los niveles de emergencia de las organizaciones colectivas y las
realizaciones comportamentales y mentales del humano en su ambiente (J. Miermont,
2007, p. 176).
En ese orden ideas, como afirman Francisco Varela y Gregory Bateson, la mente, en
cuanto objeto de estudio de la psicología, es una propiedad emergente, una de cuyas
consecuencias es el Sí mismo. Mi self existe porque me pone en interfase con el
mundo. No se puede decir “mi self, mi yo, está aquí, en este componente”. El self está
en la configuración y en las pautas dinámicas de relación, las cuales se concretan como
propiedades emergentes. Yo soy “yo” en las interacciones, porque ese “yo”,
sustancialmente, no existe; no está localizado en ningún lugar. Como propiedad
emergente, producida por una red subyacente, es una condición coherente que le
permite al sistema en el cual existe, interactuar en ese nivel de realidad, es decir, con
otros yoes o identidades de la misma clase.
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2. Autonomía e Individuación
6> Los seres vivos, autoorganizadores, son tanto sistemas cerrados que protegen
su integridad y su identidad, como abiertos a su ambiente, donde intercambian
materia, energía, información y organización. Por esto son seres auto-eco-
organizadores y en esa medida toda autonomía se construye dentro y por la
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La aptitud para tener una autonomía personal suficiente, teniendo en cuenta que
la autonomía de un sujeto individualizado reposa sobre la paradoja de ser él
mismo, asimilando las reglas de sus sistemas de pertenencia biológica, familiar y
social (Miermont, 2005, p. 69).
Bien se podrían tomar las anteriores cuatro condiciones como criterios de “salud
mental”. De hecho, los más graves trastornos como la esquizofrenia, implican la
confusión de límites entre el yo y los otros; las adicciones son la imposibilidad de
afrontar por sí mismo las demandas de la vida y todos los conflictos conyugales y
familiares reflejan las inconsistencias entre los deseos individuales y los modelos y
pautas sociales de relación.
Vista así, la libertad no surge de una mezcla incierta de determinismo y de azar, sino de
las posibilidades de decisión y de elección, para lo cual se requiere un sujeto auto-eco-
organizador, capaz de computar y de reflexionar sobre las situaciones que afronta, de
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Por eso, según dice E. Morin (1994, p. 286), “como sujetos estamos inscritos en la
biología, en la sociedad y en la historia; poseemos genes que nos poseen; nos
sometemos al destino de nuestra vida, forjándola en la experiencia; hacemos la
sociedad que nos hace y escribimos la historia que nos narra".
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Por otra parte, el sujeto es a la vez egocéntrico y realista, pues para mantenerse vivo
eficazmente, requiere que egocentrismo, subjetividad y representación objetiva del
mundo vayan juntos.
Todo lo dicho anteriormente, conduce a plantear que, desde esta perspectiva, los
llamados tradicionalmente trastornos psicológicos, son expresión del sufrimiento
humano por la imposibilidad de ejercer la autonomía en contextos vitales específicos,
donde hay conflictos, incoherencias, inequidades y desencuentros.
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otra parte, las unidades familiares y sociales se individualizan a través de las ficciones
míticas construidas por las personas que las constituyen.
Es decir, los trastornos complejos emergen y se mantienen en el plano vincular por una
perturbación de los sistemas de comunicación y de relación, de los sistemas de
creencias y de valores, de los sistemas de conocimiento y de reconocimiento que
habitualmente operan en la constitución de los vínculos y de los procesos de
autonomización.
Desde este punto de vista, la variedad de síntomas que son objeto de la intervención
clínica se asocia con la variedad de formas de organización de la interacción y de
significación de lo vivido, a través de rituales, creencias, mitos y epistemes en cuanto
operadores de los vínculos familiares y de los vínculos en los sistemas de ayuda. En
ellos se entrecruzan los niveles biológicos, psíquicos y sociales como redes complejas,
de modo que los síntomas serían signos reveladores de accidentes que surgen por la
evolución crítica de sistemas que no logran manejar intensas disonancias internas.
Estas disonancias repercuten sobre la autonomía de cada nivel de la vida implicado,
así: el quiebre del self de un portador de síntomas severos, arrastra la autonomía de
sus sistemas de pertenencia; por ejemplo, la aparición de graves problemas somáticos
o de comportamiento, inmanejables al interior de la familia, la obligan a acudir a otros
sistemas de ayuda que ocupan un rol de poder complementario en la relación, como
serían los sistemas médico, legal o psicojurídico. Los síntomas serían así
protuberancias accidentales, transitorias o duraderas, que comprometen sistemas de
vinculación que operan a veces en forma incompatible.
En la intervención clínica sistémica, una unidad de cambio supone la interacción entre una
persona o un grupo que pide ayuda y una persona o un grupo de operadores del cambio o
agentes de intervención, diferenciados y organizados por profesiones. La unidad de
cambio que se crea en los sistemas de ayuda, depende no solo de la naturaleza del
problema en cuestión, sino de la manera como consultantes y profesionales definen la
unidad de supervivencia amenazada: el individuo, la pareja, la díada madre-hijo, la familia
nuclear o extendida, la red, la comunidad, etc.
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Una relación es diferente de los elementos que las personas que interactúan aportan a
ella y sólo puede ser comprendida desde un nivel superior de observación y análisis.
Así uno llegue a comprender todos los detalles de cada historia de vida separadamente,
su dimensión suprapersonal no se revelará en una lectura individual. Si cada sistema
emerge y se mantiene a través del establecimiento de una relación de complejidad
creciente, se comprende cómo una pequeña intervención puede movilizar un cambio
significativo de gran magnitud. Visto así, todo proceso de ayuda a la familia implica la
formación de un nuevo sistema, cuyos componentes y conexiones van estableciéndose
a medida que se organiza la relación entre agentes y consultantes, en función del
cambio de la situación insatisfactoria.
Se parte entonces del supuesto de que la instancia adonde acuden las familias o sus
miembros a solicitar la ayuda, adquiere el rol de marcador de contexto que define la
naturaleza del problema y las personas que se incluirán en el proceso tendiente a
solucionarlo (A. Hernández C., 2005).
Así, en el contexto médico, el problema es definido como una enfermedad y se explica por
la sumatoria de factores etiológicos bio-psico-sociales, uno de los cuales son las
relaciones familiares. Por lo tanto aquí la búsqueda de la intervención familiar es con
mucha frecuencia una alternativa ante el fracaso del tratamiento farmacológico y de la
psicoterapia individual.
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El espectro de los problemas y contextos abordados en las tesis permite diferenciar las
unidades de cambio correspondientes a los distintos contextos de ayuda, tal como
aparece en la figura 1. Se muestra allí una secuencia de progresiva complejidad en
cuanto a la cantidad y la magnitud de unidades de supervivencia y de cambio
involucradas ante la aparición de un problema; desde aquellos que se condensan
claramente en un individuo portador de síntomas físicos o psicológicos, para pasar
luego a los problemas propios de las relaciones conyugales y parentales, los cuales
pueden resolverse en el contexto más íntimo de la psicoterapia, o requerir la
participación de instituciones de control jurídico y de protección social, como sucede en
los casos de maltrato conyugal o infantil, abandono y adopción de los hijos. En el
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extremo estarían los problemas que surgen en la intersección de varios subsistemas del
gran sistema social, como son los efectos del conflicto armado que viven por una parte
los agentes del Estado y por otra los desvinculados de grupos armados irregulares.
Trastornos Relaciones
Relaciones
Trastornos Trastornos
Trastornos Violencia
Violencia Familia-
Familia- Efectos
Efectos
Conyugales y
Problemas físicos
físicos psicológicos Conyugales y
psicológicos Abuso
Abuso Escuela
Escuela conflicto
conflicto armado
armado
parentales
parentales familiar
familiar
Unidad de
Familia Sociedad
supervivencia Individuo Pareja Instituciones Instituciones
amenazada
Familia Escolar Familias
Protección Individuos
Modelo médico
Epistemes
dominantes Intervenciones psicológicas, psicoterapéuticas y psicoeducativas
Sistema psico-socio-jurídico
El análisis de las observaciones que reportan las tesis permite apreciar efectos
vinculares específicos en la relación portador del síntoma-familia–tratantes,
correspondientes a los diversos tipos de problemas contemplados. Esas especificidades
se aprecian en las competencias epistémicas de los equipos tratantes, en los procesos
de ritualización y en las producciones míticas existentes y emergentes a través de la
metodología aplicada de investigación-intervención, cuya ampliación es el objeto de los
capítulos siguientes.
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