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Derecho Natural

García Máynez, nos define el Derecho Natural como "un orden intrínsecamente justo, que
existe al lado o por encima del positivo… la regulación justa de cualquier situación concreta,
presente o venidera, y admite por ende, la variedad, de contenidos del mismo Derecho, en
relación con las condiciones y exigencias, siempre nuevas, de cada situación especial; sin que lo
dicho implique la negación de una serie de principios supremos, universales y eternos, que valen
por si mismos y deben de servir de inspiración o pauta para la solución de los casos singulares y
la formulación de las normas a éstos aplicables". Aquí García Máynez otorga al Derecho Natural
las características de ser objetivo, pero mutables, es decir que nos es impuesto, y no nace de cada
persona como lo dicen De Pina y De Pina Vara, y es mutable ya que las situaciones específicas
siempre serán distintas, pese a esto, establece que hay una serie de principios que se toman como
guía para resolver estos singulares casos, estos principios son impuestos por una voluntad mayor,
lo que les da el carácter de supremo, también universales, ya que son los mismos para todos y
por último que son eternos, es decir que estos principios no cambian.
Se llama derecho natural o iusnaturalismo a una doctrina de tipo ético y jurídico que
defiende la existencia de ciertos derechos propios y particulares de la condición humana, es
decir, ciertos derechos fundamentados en la naturaleza misma del ser humano y que por lo tanto
resultarían inalienables. Este tipo de derechos serían universales, además de anteriores y
superiores a cualquier otro ordenamiento jurídico.
Al mismo tiempo, el derecho natural es considerado una de las fuentes del derecho, junto
a la costumbre (consuetudinario) y al derecho escrito (positivo), ya que sus postulados nacen
junto con el ser humano, y por ende son la base de los Derechos Humanos Universales como los
entendemos hoy en día.
El derecho natural tiene antecedentes antiguos, en las exploraciones filosóficas de la
Grecia clásica, en especial de Platón y Aristóteles; pero sus primeras formaciones provienen de
la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro español, y fueron luego tomadas y reformuladas
por teóricos del calibre de Thomas Hobbes, John Locke, Jean-Jacques Rousseau en sus escritos.
La transición entre las vertientes antiguas y el iusnaturalismo moderno lo constituye la obra del
holandés Hugo Grocio (1538-1645).
Incluso doctrinas religiosas como la cristiana tienen puntos en común con el
iusnaturalismo, en el sentido de que admiten en los seres humanos “una ley escrita en sus
corazones”, que en este caso habría sido dictaminada por Dios directamente. En todo caso, se
trata de leyes enteramente humanas y previas a cualquier forma de organización judicial o
régimen político.
Características del derecho natural
A diferencia del derecho positivo, que está escrito, el derecho natural emana de la
condición humana misma, por lo que no requiere de estar asentado en soporte alguno, pues
tampoco establece diferencias entre los individuos a los que ampara. Las características más
relevantes son:
-Los derechos naturales actúan como un marco supralegal, dado que sus
consideraciones sobre el bien y el mal son universales.
-Al contenido del derecho natural sólo puede accederse mediante el raciocinio.
-El derecho descansa en la moral.
-Si un ordenamiento jurídico positivo cualquiera contraviene los derechos
naturales del ser humano, no podrá considerarse un verdadero ordenamiento jurídico.
Objetivo del derecho natural.

El Derecho Natural busca hacer el bien y evitar el mal. Corresponde a las


exigencias de la naturaleza racional y social del hombre. Como sostiene "El Derecho
Natural designa a algún sector del orden jurídico, constituido por normas, derechos y
relaciones cuyo origen y fundamento es la naturaleza del hombre".
La existencia del Derecho Natural se prueba fácilmente por la razón misma. Para
muchos autores escolásticos, Dios, creador providente y ordenador de todas las cosas, no
sería tal si no hubiese señalado a los diversos seres principios directivos de sus acciones,
ciertas normas, ajustadas a su naturaleza moral y libre, y cuya observancia le lleve a la
consecución de su destino.
Esa participación de la razón eterna que rige todas las cosas y las encamina, en la
medida correspondiente a cada una, es el Derecho Natural, para estos autores.
Se llama natural, porque está inscrito en la naturaleza racional del hombre; porque
éste puede descubrirlo con las luces de su razón; porque para su cumplimiento le bastan,
en principio, las solas fuerzas que residen en aquella naturaleza; y, en fin, porque ese
derecho tiene en el bien humano temporal, su razón de ser y su medida.
Ejemplos de derecho natural

Los derechos humanos contemporáneos. Ninguna ley del planeta puede contravenir
legalmente los derechos humanos, como son el derecho a la vida, a la educación, a tener un
nombre y una nacionalidad, a un justo proceso en caso de cometer algún crimen o a una legítima
defensa.
Los mandamientos católicos. En alguna época en que la Iglesia Católica controló jurídica y
políticamente a Occidente, lo hizo a través de sus leyes religiosas, que eran tenidas como leyes
naturales del humano, es decir, leyes divinas dictadas por Dios en el corazón mismo de la gente.
Las leyes divinas de la antigüedad. Cuando las culturas ancestrales, como la helénica,
acudían a las leyes de sus dioses, éstas estaban por encima de Reyes y otras consideraciones
terrenas. Por ejemplo, Zeus el dios Griego protegía a los mensajeros, y se consideraba una
afrenta al Dios Padre matar al que trajera malas noticias.
Fundamentación del derecho natural.
El Derecho Natural se fundamenta en la naturaleza humana y en la esencia de las cosas. Las
diferentes corrientes filosóficas jurídicas en su mayoría están de acuerdo en este fundamento,
aunque difieren en la concepción misma y en el ámbito de aplicación de es la fundamentación.
Esta naturaleza humana podría establecerse en tres puntos básicos:
-La vida humana, la integridad personal (instinto de conservación).

-La propagación y conservación de la especie (expresadas en el matrimonio y en la familia).

-Vivir en sociedad (El hombre es un ser eminentemente social).

Estos principios básicos se desarrollan en las normas morales básicamente. Todos los
hombres tienen derecho a la vida, a la propiedad. Así, pues, se definen a los derechos naturales
como los principios superiores que provienen de la divinidad y de la razón humana, y que son
inmutables e Innatos al hombre.
Derecho Natural a través de la historia

El Derecho Natural en Grecia

En la antigua Grecia grandes pensadores como Pitágoras, Heráclito, Demócrito, Homero


y Sófocles vinculaban la ley humana con el orden universal y natural, mismo que era dado por
los dioses.
Heráclito propone como suprema virtud obedecer a la naturaleza y las leyes humanas no
son más que ensayo de la realización divina. Pitágoras introduce la noción de la "igualdad
armónica" como armonía numérica. Demócrito apunta como finalidad humana la serenidad del
ánimo o euritymia, lo cual se consigue por el amor a la justicia.
En Antígona, el dramaturgo Sófocles, plantea el conflicto entre las leyes del Estado y el
Derecho, cuando el mismo Antífona entierra a su hermano Polinice, sabiendo que esto le costaría
su vida, invocando las leyes de los dioses que están por encima de las humanas. A lo que
Sófocles va, es que hay preceptos eternos que no pueden ser derogados por los mandatos de la
autoridad. Más que plantear la problemática entre el Estado y Derecho Natural, Sófocles plantea
la invalidez de las malas leyes positivas y su personaje concluye que no debe obedecerlas. Este
no es propiamente un conflicto ente dos sistemas válidos, sino un conflicto en el interior del
sujeto.
Hipías, gobernante y tirano de Atenas, dice que hay leyes tácitas, eternas e inmutables,
que pueden ser violadas por el hombre, como los era la esclavitud en esos tiempos. Incluso los
sofistas, a pesar de su relativismo o escepticismo, no descartaban la idea de un orden mayor al
legal.
Sócrates señalo como algo objetivo, la esencia del bien y de lo justo, los cuales eran
reflejados en la voz de la conciencia. Estos valores supremos eran dados por Dios. Las leyes
deben ser respetadas en cuanto se supone en ellas su función protectora y justa, que es lo que
verdaderamente lleva a su obediencia.
Los cínicos (Antístenes, Diógenes) negaban obediencia a las leyes y fueron enemigos de
todo convencionalismo y orden establecido, proclamando los dictados de la naturaleza por arriba
de los estatales.
Platón, discípulo de Sócrates, concibe la república como un Estado en que se realiza
plenamente toda eticidad y bondad. Imagina una organización ideal que es resultado de la obra
educativa, a la que concede gran importancia y que puede desarrollarse hasta prescindir de las
leyes. Esta organización, en la que todo esta planeado, sería un corolario del Estado perfecto. El
propio Platón reconoció el carácter imaginativo de su república, pues los gobernantes no pueden
ser perfectos. Las leyes también son imperfectas, reflejos o remedios de la idea, pero son útiles y
deben estar por encima del soberano.
Aristóteles al que se ha considerado como padre del Derecho Natural, sustituye la teoría
de las ideas de Platón por la de la esencia o forma. Todo ser se desarrolla conforme a su esencia,
que es la que determina la evolución o cambio de las cosas concretas. De la esencia del hombre
se desprende el deber ser que tiene que cumplir. La ley suprema moral consiste en realizar la
esencia o naturaleza del hombre.
El Derecho Natural en Roma

El estoicismo griego se extiende y florece en Roma, preparando el terreno al Derecho


Natural cristiano. Sus grandes figuras son Séneca, Epicteto, Marco Aurelio y Cicerón.
Séneca va más allá del concepto de igualdad griega, que era la igualdad entre los hombres
libres y los sabios, y la extiende a todos, incluidos los débiles y los esclavos, por participar de la
misma esencia divina y con base en una visión panteísta del mundo. Todos somos miembros de
un gran cuerpo. La naturaleza nos hace parientes y ella nos inspira el amor recíproco, la
sociabilidad y el conocimiento de lo justo y de lo equitativo. Es peor hacer el mal que sufrirlo.
El pensamiento de Epicteto y de Marco Aurelio es análogo al de Séneca. Reiteran la
esencial igualdad humana y afirman la universalidad del orden moral y jurídico. Las leyes
positivas son solo buenas si son justas y rigen los mandatos de la naturaleza concretamente de la
razón, según Epicteto.
Cicerón, el gran divulgador del estoicismo romano, decía que el conocimiento del
Derecho no se obtiene del positivo, sino de la reflexión filosófica. Para investigar el Derecho es
preciso investigar al hombre. En De Legibus decía: "Si fuese Derecho lo que ha sido establecido
por decisión de los pueblos, por decreto de los príncipes o por sentencia de los jueces, sería
Derecho el robo, el adulterio, los testamentos falsos, siempre que hubiere sido admitido así por
acuerdo de la multitud. Si se otorga a las palabras y acuerdos de los necios tanta fuerza como
para modificar la naturaleza de las cosas, ¿Por qué no mandan que se considere lo que es malo y
reprobable?, ¿Por qué, si la ley hace justo lo que es injusto, no va a poder también hacer bueno lo
que es malo? Nosotros no podemos distinguir la ley buena de la mala por ningún otro criterio
que no sea el de la naturaleza".
Es, pues, erróneo considerar que todo lo que ha sido establecido por las leyes o las
costumbres de los pueblos, es Derecho. Por eso no son leyes las de los tiranos ni derivan su
validez del asentamiento que se les otorgue. La verdadera ley es eterna e inmutable y es de todos
los hombres basada en esa ley universal.

Controversia sobre la existencia del Derecho Natural

La existencia o inexistencia del Derecho Natural es uno de los temas más debatibles en el
estudio del Derecho.
Eduardo García Máynez lo explica en su libro "Filosofía del Derecho", no existe un
Derecho Natural como conjunto sistemático de normas, reconocible por todo el mundo, ni hay
tampoco una, sino incontables teorías acerca de ese Derecho que la mayoría de los autores
contrapone a los ordenamientos positivos. García Máynez sita en su libro a Eric Wolf, quien
dice: "Nadie sabe nada con certeza de aquel Derecho, pero cada uno siente y tiene la seguridad
de que existe, y es posible encontrarlo en alguna parte, en algún momento y en algún modo".

De acuerdo con García Máynez basta con señalar los puntos centrales de discrepancia,
para percatarse de las infinitas formas de Iusnaturalismo. Estos puntos son cuatro; el relativo al
fundamento, el del contenido, el de la mutabilidad o inmutabilidad y el de las relaciones que
tiene con el Derecho Positivo.

El primer punto, el fundamento que se atribuye al Derecho Natural, nos muestra que al
contrario de haber oposición, todos coinciden que ente encuentra su fundamento en la naturaleza,
como su nombre lo estipula. El problema viene con la interpretación de lo que es naturaleza.
El segundo punto, el contenido. Para muchos filósofos tal contenido es reducido a unos
cuantos principios de máxima generalidad, a los que se atribuye validez absoluta, otros autores
piensan que es posible formular sistemas completos de Derecho Natural que, por su mismo
carácter exhaustivo, cabe comparar con el Derecho Positivo e incluso deben ser vistos como
superiores a este, ya que no provienen de la voluntad del legislador y resultan validos para todo
tiempo y lugar.
El tercer punto de desacuerdo es respecto a la mutabilidad o inmutabilidad. Para algunos
autores atribuirle un carácter eterno e inmutable, es inaceptable ya que es contrario a las
realidades históricas que han manifestado que el Derecho Natural tanto como el Positivo esta
sujeto a cambios y transformación. Los que consideran que el Derecho Natural es inmutable,
encuentras su fundamento en que los principios de justicia y bien común son eternos, por lo tanto
es Derecho Natural no es modificable.

El cuarto y último punto de desacuerdo es acerca de la relación que tiene con el Derecho
Positivo. Aquí enfrentamos 3 opciones; la dualista, que acepta el Derecho Natural por encima del
Derecho Positivo, la que asevera que solo existe el Derecho Positivo, y la opuesta, según la cual,
solo el Derecho Natural es genuino.

Asi también Hans Kelsen Es partidario del positivismo jurídico, y en su libro Teoría Pura
del Derecho nos explica lo que considera como las principales contradicciones o errores del
Derecho Natural. Kelsen estipula que en esta doctrina no existe diferencia entre el ser y el deber
ser, ya que las leyes naturales son reglas de Derecho. Parte del punto de que Dios manifiesta su
voluntad en la naturaleza. No distingue de la naturaleza y la sociedad como consecuencia de no
distinguir el ser del deber ser. Las reglas aplicables a la conducta del hombre son deducidas de la
naturaleza al hombre. La naturaleza es un sistema de hechos ligados unos a otros por relaciones
de causa y efecto mientras que el Derecho y la moral son sistemas de normas creadas por una
voluntad humana o divina y que establecen relaciones fundadas sobre el principio de imputación
entre las conductas humanas que regulan. La naturaleza es lo que es y el Derecho y la moral es lo
que debe ser. La doctrina del Derecho Natural considera a la naturaleza dentro de la sociedad, al
pretender que el orden de la primera es un orden social justo.

Otra contradicción que encuentra Kelsen es que si el Derecho Natural tiene como fuente
la naturaleza humana, se debe admitir que el hombre es bueno, pero por otro lado para justificar
la necesidad del Derecho Positivo, se invoca la perversidad del hombre, por lo tanto el Derecho
Natural se deduce de la naturaleza humana como debería ser y no como es, de la naturaleza ideal
del hombre y no de la naturaleza real.
Según Kelsen si tomamos el Derecho Positivo como un conjunto de normas subordinadas
al Derecho Natural, toda norma legislativa o consuetudinaria contraria al Derecho Natural
debería ser considerada nula e inexistente, ya que la validez del Derecho Positivo emana del
Derecho Natural.

También nos dice que la afirmación de que una conducta humana es natural, es decir,
conforme a la naturaleza, es un juicio de valor subjetivo, y como consecuencia no habría
Derecho Natural sino solo muchas doctrinas que sostienen tesis opuestas.

Un error más que Kelsen cree ver en el Derecho Natural es que la justicia de este, decreta
dar a cada quien lo que le corresponde, más no entabla que es lo que corresponde a cada quien,
por lo que se tiene que asistir del Derecho Positivo para saber que es lo correspondiente.

Por último, Kelsen, aludiendo a el dialogo Las Leyes, de Platón, en el cual el filósofo
distingue las mentiras permitidas de las que no son, considera que el Derecho Natural no es más
que una mentira útil, porque esta trastorna la verdad al pretender ser apta para determinar de
manera objetiva lo que es justo, sin embargo puede garantizar la obediencia del Derecho.

Derecho natural estoico y cristiano

Derecho natural estoico

Sus principales exponentes son: Zenón, Cicerón.

La escuela Estoica de filosofía fue fundada por un filósofo proveniente de la isla de Chipre,

llamado Zenón de Citio (350-260 a.C.) sobre el 300 a.C. y ésta postulaba a la naturaleza como el

principio rector <racional> que atravesaba todo el cosmos (principio universal) y que

identificaban con Dios. Para Zenón y sus discípulos, el universo estaba compuesto de razón y el

Derecho natural no era sino la ley de la razón. El hombre era una criatura racional conducida por

los dictados de su propia naturaleza. Por lo que se entiende que para los estoicos razón y

naturaleza llevaban un mismo sentido. Ellos creían que los hombres debían liberarse de las
pasiones terrenales para ordenar sus facultades de modo racional. Algo que está muy presente en

la virtud de la templanza en la República de Platón.

La razón era considerada por los estoicos como la base del Derecho y la justicia. La razón

divina, exponían, estaba en todos los hombres sin distinción de raza ni nacionalidad, existe un

Derecho natural común basado en la razón que es universalmente válido a todos los hombres por

igual.

Con todo esto, ellos entendían que la existencia de ciudades-estados con jurisdicciones

diferentes era contraria a la razón. Profesaban la idea de un Estado Universal en donde todos los

hombres vivieran armónicamente y guiados por las leyes naturales. Un Estado que quizás pudo

haber existido en el principio de la humanidad en la "Edad de Oro" en donde todos los hombres

eran libres e iguales sin distinciones de raza, status o nacionalidad, no existían la propiedad

privada, la familia y la esclavitud u otra forma de dominio del hombre sobre el hombre.

Esta comunidad libre e igualitaria entre los hombres fue destruida, afirman los estoicos. La

destrucción de ésta se debía a la aparición de la propiedad privada, el egoísmo, el ansia de poder,

etc. por lo que los hombres, usando su razón, crearon instituciones (matrimonio, patria potestad,

etc.) para hacerle frente a una sociedad que se iba degenerando por causa del egoísmo. Así es

como el derecho natural de la edad de oro se fue degradando en el Derecho natural relativo de

esta nueva sociedad.

Este nuevo derecho natural relativo debía garantizar la libertad e igualdad de todos los

hombres y luchar por una comunidad humana universal. El concepto de derecho natural de los
estoicos ejerció influencia en los padres de la iglesia católica, los pensadores del Medioevo y

contribuyó al desarrollo del derecho.

El Derecho Natural Cristiano

Sus mayores exponentes: Santo Tomás de Aquino, filósofos estoicos.

Teniendo el cristianismo un claro sentido moral, lenta y paulatinamente va repercutiendo en

las estructuras sociales, al implantar nuevas formas de vida. El hombre cristiano se sabe elevado

a una especial dignidad por encima del cosmos, en virtud de la imagen divina que encarna. Pero

esa suma dignidad de la persona no solo la ve el cristianismo en sí mismo, sino también en los

demás, y de allí surge el amor fraterno universal. Es en esta idea donde se concentra la mayor

aportación cristiana. Sus mayores exponentes: Santo Tomás de Aquino, filósofos estoicos.

Se dice que San Pablo sienta las bases de un Derecho Natural cristiano cuando en su epístola a

los romanos dice que aunque los gentiles no tienen ley, obrando conforme a su naturaleza, son

ley en si mismos. Aunque hay quienes dicen que San Pablo no alude a la idea de Derecho

Natural. Como quiera que sea San Pablo establece una razón universal para todos los hombres,

sin importar raza u origen, considerando la existencia de una ley cordial de la que da testimonio

toda conciencia.

Los padres de la iglesia usaron la idea de Derecho Natural como una ley eterna impresa
en los hombres por Dios. El más importante y último de los padres es San Agustín. Hay una ley
universal y terna que ordena todas las cosas y es dada por un Dios único, personal y creador. La
ley eterna se manifiesta tanto en la naturaleza inanimada, tanto en la naturaleza racional y libre
del hombre. Malo es todo aquello que perturba el orden natural. El reconocimiento a este orden
natural nos da la ley natural, que no es distinta de la eterna, sino la misma aplicada al sector de la
criatura humana. La ley natural como proyección o sector de la eterna, se une por otro lado a la
ley positiva para determinarla. Solo es ley autentica la que deriva de la natural y de esta manera
no debe haber ley que no sea justa. Si las normas dadas por la autoridad no cumplen con este
ajuste, no obligan ni son verdaderas normas.

Según Santo Tomas, la ley humana positiva se deriva de la natural por dos vías; conclusión y

determinación. De todas maneras, el Derecho Positivo debe procurar ajustarse al Derecho

Natural. Santo Tomás expresa: "Toda ley humana tiene razón de ser en cuanto se deriva de la ley

natural. Si en algo se separa de la ley natural no será ley". No obstante, esto no quiere decir que

la ley positiva sea simple trascripción o repetición de la ley natural. La misión de la ley positiva

consiste fundamentalmente en regular las acciones tendientes a la consecución del bien común y

no a la perfección total del hombre. Incluso puede haber preceptos positivos que no realicen la

justicia, con tal que no guarden discordancia o separación manifiesta con la ley natural. La

verdadera razón de la obligatoriedad del Derecho reside en sus propósitos de justicia.

El trabajo de la Iglesia católica era acercar ese Derecho natural relativo al Derecho natural

absoluto y es por eso que la Iglesia (guardián de la lex aterena) podría interferir en la política,

porque ésta había sido originada por el pecado y con ella todas sus instituciones.

San Agustín, uno de los padres de la Iglesia, sostenía que la comunidad política humana sería

remplazada en un futuro por la Civitas Dei (La Ciudad de Dios), en donde reinaría sólo Dios y

las leyes humanas quedarían obsoletas.

Nueve siglos después, otro padre de la Iglesia, Santo Tomás, armaría una concatenación de las

leyes:

-Ley Eterna: Es la razón del gobierno supremo, la divina sabiduría que rige en todo el cosmos

y sólo Dios la conoce en su integridad.


-Ley Divina: Es una parte de la ley eterna que es revelada por Dios a los hombres y que

podemos conocer, ya que se hallan en las sagradas escrituras.

-Ley Natural: La única concepción que tienen los hombres de las intenciones de Dios. Les da

posibilidad de distinguir entre el bien y el mal, por lo que debe ser la guía de la Ley Humana.

-Ley Humana: Las leyes promulgadas por los que tienen el cuidado de la comunidad, pero

para que sea ley tiene que estar guiada por la razón.

El derecho natural clásico y el derecho natural moderno

El hecho de que se pongan a la par, como constituyendo una misma escuela de pensamiento, a

autores como Cicerón, santo Tomás de Aquino, Hugo Grocio y Samuel Pufendorf no debe hacer

pensar que en la doctrina del derecho natural ha existido una continuidad que casi sería

repetición de los mismos conceptos. La principal fractura en esta doctrina se produce a principios

del siglo XVII, con filósofos como Grocio, Hobbes y Spinoza. Si para los antiguos la ley natural

era la participación en un orden superior (ley eterna, que sería el mismo Dios), para los modernos

su fuente es la naturaleza humana, etsi Deus non daretur, como si Dios no existiera.

En parte se comprende que esto fuera así, dado el contexto de la época: las guerras de

religión asolaban Europa y se volvía imperativo contar con una filosofía que fuera aceptable por

todos. Obsérvese que los primeros autores modernos del derecho natural, y muchos de los

que les siguieron, son protestantes. ¿Qué era lo que hacía que la doctrina del derecho natural

elaborada por los primeros autores modernos, protestantes, fuera distinta de la anterior? Varias

cosas.
1) El voluntarismo. Desde Duns Escoto y Guillermo de Ockham (ss. XIII y XIV), la ley

natural se concibió como una manifestación de la Voluntad divina, y no de su razón. Esto

quiere decir que si Dios hubiese ordenado mentir, en lugar de decir siempre la verdad,

mentir sería bueno. En santo Tomás de Aquino, esto no tendría sentido. Siendo él —como

muchos de sus contemporáneos— un filósofo y teólogo realista, consideraba que la ley

natural era expresión del Entendimiento divino1, de manera que, una vez creado el

universo y sus criaturas, incluso Él, por decirlo así, respeta sus leyes. Obviamente,

este voluntarismo tiene un efecto en la doctrina del derecho natural: ya no se trata de

desentrañar las exigencias de nuestra naturaleza, sino de respetar la voluntad divina,

insondable para nosotros. En cierta forma, la recta razón ya no sirve para nada, o es un

simple medio para crear la ley por la que debemos regirnos.

2) Su concepción de «lo natural» o el «estado de naturaleza». Para los clásicos, era un hecho

casi evidente que el estado natural del hombre era el de la sociedad; el hombre es un animal

político o social (Aristóteles), y no tiene sentido considerarlo como si fuera un individuo aislado

que luego decidió unirse a otros hombres para conformar la sociedad. Los modernos, en

cambio, influidos por el nominalismo ockhamiano que no le concedía valor a los conceptos

generales como «especie» o «sociedad», veían al hombre como un animal aislado, que formó

sociedades por pura necesidad de sobrevivencia.Quien más insiste en esta concepción es Thomas

Hobbes, seguido por Spinoza. Para el filósofo inglés, el estado natural del hombre es el de

miseria, y de guerra de todos contra todos. El hombre no es sociable por naturaleza; es solamente

un individuo que lucha por su supervivencia. Da igual que el pacto social del que hablan estos

autores (desde Hobbes hasta Rousseau) sea real o ficticio; el hecho es que en el «estado de
naturaleza» el hombre es como un animal, y las única leyes que debe respetar son aquellas que

le mandan preservar su vida y buscar la paz, en cuanto esta es un medio para lo primero.

3) Distinción entre derecho y ley. Todos los hombres tienen derecho a todo; no existe la

propiedad privada ni leyes que la regulen. Simplemente, el primero que llegue o el más fuerte, se

apropia de todo lo que pueda acaparar. La ley, en cambio, es propia del estado de sociedad, en el

que el hombre ha aceptado la autoridad de un soberano. Al estado social o civilizado (cuya

principal característica es, precisamente, la existencia de leyes que limitan la libertad), se

llega por necesidad de supervivencia. El hombre se da cuenta de que la lucha por los recursos lo

llevaría a una «guerra de todos contra todos», que probablemente tendría como resultado la

muerte de todos los hombres. Esto no es conveniente; entonces, los hombres deciden ceder parte

de su libertad, con la condición de que los otros hagan lo mismo, a un soberano que dicte la ley y

la haga cumplir: el dios mortal o Leviatán (recordemos que Hobbes era partidario del

absolutismo).

4) La noción de participación. Para los autores medievales, estaba claro que la ley natural

era la participación de la ley eterna (la ley por la cual Dios rige todo el universo, que se

identifica con su propio ser) en la criatura racional. El hombre es capaz de conocer a Dios y las

leyes del universo, de forma objetiva. Existe una analogía del ser, entre el ser de Dios y el ser de

las criaturas. Dios simplemente «es» (no podemos predicar nada de Dios, porque eso sería limitar

su esencia; Dios es infinito, eterno, inmutable, perfectísimo…), y las criaturas «existimos»

(existir es tener el ser, por participación). No se trata del panteísmo de los estoicos, para

quienes todo era Dios, y las criaturas —especialmente el hombre— aspiraban a «fundirse»

en su esencia, sino de una creación, en la que Dios saca todo de la nada y, aunque sostiene con su

poder infinito el universo, lo trasciende. ¿Por qué se perdieron las nociones de participación y de
analogía2? Por la disputa entre protestantes y católicos sobre los efectos del pecado original y el

papel de la gracia. Para la fe católica, el pecado original no destruyó ni corrompió la naturaleza

humana, sino que solamente la dañó y la debilitó, de manera que le hace falta la ayuda de la

gracia para restaurar la perfección perdida y aun más: para alcanzar la perfección sobrenatural.

Para la visión protestante, el pecado original corrompió totalmente la naturaleza humana, de

modo que el hombre ya no es capaz de conocer o de servir a Dios, si no fuera por la gracia. Nada

de lo que el hombre haga tiene mérito ante Dios; la gracia —alcanzada para nosotros por la

muerte redentora de Cristo— cubre la multitud de nuestros pecados y nos alcanza la salvación.

Pero el hombre o la naturaleza humana no participan de la naturaleza divina, ni hay analogía que

valga entre el ser del hombre y el ser de Dios.

5) El inmanentismo en filosofía. En el siglo XVII, con Descartes y seguidores, se produce lo

que se ha llamado el giro inmanentista de la filosofía. Este giro consiste en abandonar el realismo

de los siglos anteriores, que sostenía que el hombre podía conocer la verdad y la esencia de las

cosas, y suponer que no hay conocimiento si no hay aporte de la conciencia o subjetividad

humanas. Conocer ya no es, según la antigua definición escolástica, la adecuación entre el

pensamiento y la realidad.

Este giro inmanentista de la filosofía tiene como consecuencia la desconfianza en la razón. Ya

no se está tan seguro de que la «razón natural» pueda conocer la ley natural, tal y como Dios la

ha fijado. Desde luego, no puede decirse que esto sea cierto de autores como Grocio, pero desde

el momento en que se niega que el hombre pueda conocer las cosas como objetivamente son, la

«reputación» (por decirlo así) de la razón natural queda seria e irremediablemente dañada.Esta

diversidad de pareceres, de raíz teológica muchos de ellos, explica la necesidad que tenían los

autores del siglo XVII de encontrar un fundamento común para evitar las guerras y promover la
paz. Se hizo, en cierta forma, una reinterpretación del derecho de gentes del que ya hablaba Gayo

en el siglo II de nuestra era («el que la razón natural establece entre todos los hombres, es

observado por todos los pueblos y se denomina derecho de gentes, como derecho que usan todos

los pueblos»), con los fundamentos de que hemos hablado arriba (la diferencia entre derecho y

ley, la negación de la noción de participación, la concepción del estado de naturaleza…).

Todo esto tiene una consecuencia que muchos autores no estarían de acuerdo en

aceptar: que el iuspositivismo o positivismo jurídico tiene sus orígenes en la concepción

moderna del derecho natural, llevada a su más perfecta expresión en la obra de Pufendorf. En

efecto, una vez separado el hombre —la criatura— de su creador, y la filosofía de la teología,

solo quedan las luces de la razón para interpretar lo que es «natural»; pero la razón está

corrompida por el pecado original (protestantismo), o no puede conocer las cosas como

realmente son (inmanentismo). Solo queda entonces el poder del legislador (el que dicta las

leyes) para crear un orden legal, que no un orden jurídico. La distinción entre lo legal y lo

jurídico se vuelve clave en este contexto: legal es cualquier cosa que tiene fuerza de ley, ya sea

porque la estableció el legislador con poder derivado del soberano o del parlamento. Jurídico,

en cambio, es lo que hace referencia al ius, a lo justo. Una cosa, por tanto, es el legalismo y otra

la jurisprudencia. Los antiguos confiaban en los jurisconsultos para que les ayudaran a

determinar qué es lo justo. El hombre moderno, en cambio, se apega más a la letra de la ley, que

ha sido creada por los hombres, y que no pretende ser una interpretación de los designios

divinos. En suma, si para los clásicos el derecho positivo —eclesiástico o civil— debía basarse

en el derecho natural, para los modernos lo legal, lo que determina las reglas para la convivencia

entre los hombres, no tiene por qué apelar a un orden superior son, como diría Kant, dos órdenes

distintos: el orden del «cielo estrellado encima de mí» y el «orden moral dentro de mí».
Pufendorf y Thomasio se esforzarán por crear un “derecho de gentes” (derecho natural, válido

para todos los hombres, que tenga un carácter coercitivo), mientras la ley natural poco a poco va

arrojándose a la trastienda, desde donde solamente aconseja, al fuero interno, lo que conviene

hacer para alcanzar la perfección moral. 6. Distinción entre derecho y moral. Con Immanuel

Kant, la distinción entre derecho y moral es un hecho. El filósofo de Könisberg habla de Ley

Natural y de Derecho natural, pero lo hace en un sentido distinto al de los tratadistas clásicos.

«Kant es naturalista en un sentido nuevo, tan nuevo como lo es el pensamiento crítico frente al

anterior. No es iusnaturalista en el sentido de admitir unos preceptos concretos o soluciones

particulares de derecho natural, sino en el admitir unos principios a priori que comprenden la

idea del derecho y unos principios jurídicos formales»3. El principio formal a priori del derecho

lo define Kant con estas palabras: «Una acción es conforme a derecho (justa) cuando, según sea

ella o según su máxima, la libertad de arbitrio de cada uno puede conciliarse con la libertad de

todos, según una ley general»4. Es importante advertir que Kant habla de acciones conforme al

derecho, y no por respeto u obediencia a la ley, porque es aquí donde se aprecia la distinción

entre derecho y moral de la que hablábamos. Acciones morales, para el filósofo alemán, son solo

aquellas que son hechas por conciencia del deber¸ y no solo coincidiendo con mi deber. Es

famoso el ejemplo del tendero, que es justo y honrado con sus clientes porque le conviene, y no

por amor a la ley. Ese tendero está obrando conforme a la ley, al derecho (positivo), pero como

lo hace solo por conveniencia, no está obrando en forma moral.

Para Kant, pues, se puede obrar heternónomamente (siguiendo una ley ajena, que el mismo

sujeto no se ha impuesto), o bien autónomamente (siguiendo la ley porque eso es lo que él

quiere). También se dice que quien actúa por conveniencia, actúa guiado por un imperativo
hipotético (si quieres esto, haz lo otro), mientras que quien actúa por amor a la ley, sigue un

imperativo categórico (obra siempre de acuerdo con una ley universal).

Ahora bien, como la persona que quiere ser moral también quiere cumplir con las leyes de su

sociedad (derecho positivo), el derecho natural (que es solo un principio formal) coincide, en

último término, con el derecho positivo. Son muy conocidas las formulaciones del imperativo

categórico que Kant da en sus obras: la primera ley del obrar moral es «obra siempre según una

máxima que puedas erigir en ley universal». De esta fórmula fundamental deduce Kant otras

tres: 1ª.) «Obra siempre como si la máxima de tu acción tuviera que ser erigida en ley universal»;

2ª.) «Obra siempre de tal manera que trates lo humano, en ti o en otro, como un fin y jamás

como un medio», y

3ª.) «Obra siempre como si tú fueras al mismo tiempo legislador y súbdito en la república de

las voluntades libres y racionales»5. En una república de personas libres y responsables, cada

uno entiende que «el convertir en máxima para mí el obrar de acuerdo con el derecho es una

exigencia que la ética me formula»6. Así es como se conjuntan —pero también se distinguen—

moral y derecho. Otra característica que hace clara la distinción entre moral y derecho que se da

en Kant es el poder de coacción que tiene este último. Dice Kant que «… el derecho estricto

puede ser representado también como la posibilidad de una coacción recíproca general

coincidente con la libertad de todos, según leyes generales»

«Kant no es positivista, en el sentido de que no niega —al contrario, lo establece

vigorosamente— un fundamento racional al derecho positivo. Ese fundamento, al que llama

derecho natural, es un conjunto de principios a priori», formales, carentes de contenido. En el

derecho natural clásico, en cambio, se consideraba que algunos principios de la legislación

eran propios del derecho natural (derecho común, derecho de gentes), mientras que otros eran
propios de una comunidad (derecho positivo).En suma, entre el derecho natural, tal y como lo

concebían los clásicos, y el derecho natural moderno, hay una diferencia, en cierto modo, oculta.

Esta diferencia consiste en dos elementos:

1) los clásicos no separan le ley positiva de la moral;

2) para los clásicos la ley natural no es puramente formal, sino que tiene un contenido. Ese

contenido es al que llaman «derecho de gentes». Así, por ejemplo, dice Aristóteles que «en el

derecho político —esto es, en el derecho vigente de una sociedad perfecta o pólis— una parte es

natural y otra legal. Es natural lo que, en todas partes, tiene la misma fuerza y no depende de las

diversas opiniones de los hombres; es legal todo lo que, en principio, puede ser indiferentemente

de tal modo o del modo contrario, pero que cesa de ser indiferente desde que la ley lo ha

resuelto»9. Compárese ahora esta concepción con la de Pufendorf: «Las leyes de esta

sociabilidad (socialitas), leyes que le enseñan a uno cómo comportarse para ser un miembro útil

(commodum) de la sociedad humana son llamadas leyes naturales. Sobre esta base es evidente

que la ley natural fundamental es: cada hombre debe hace cuanto pueda para cultivar y preservar

la armonía social. Todo lo que perturba o viola la armonía social se comprende que está

prohibido».

Representantes clásicos

Los principales autores que plantearon el inicio del derecho natural fueron Platón, en su

célebre obra República y en Leyes; y Aristóteles, en Ética nicomáquea o Ética de Nicómaco.

Este último hizo referencia a la justicia natural, la que definió como aquello que tiene validez

en todo lugar y que existe indiferentemente de que la gente lo piense o no. Asimismo, la

describió como inmutable.


En su obra Política, Aristóteles también planteó que el raciocinio humano forma parte del

iusnaturalismo, por lo que entonces cánones como la libertad son un derecho natural.

Por otro lado, Cicerón formuló que para los hombres de cultura la inteligencia es la ley, ya

que esta le determinará cuál es la conducta del deber y prohibirá lo malo.

En el ámbito cristiano, fue Tomás de Aquino quien también promovió las ideas del

iusnaturalismo. Así, explicó que la ley natural está establecida por Dios de manera eterna, que

existe un ordenamiento de los instintos del hombre y seguidamente hay señales propias de la

naturaleza para dichos instintos.

Representantes modernos

La diferencia entre el iusnaturalismo clásico y el moderno se basa en que el primero parte

leyes naturales, mientras que el segundo se origina de su relación con lo moral (la costumbre).

Fue Hugo Grocio quien marcó la transición entre uno y otro, pero anteriormente el jesuita

Francisco Suárez ya había establecido sus pensamientos al respecto.

Otros representantes en este ámbito fueron Zenón de Citio, Séneca, Francisco de Vitoria,

Domingo de Soto, Christian Wolff, Thomas Jefferson e Immanuel Kant.


Bibliografia

Kelsen, Hans, Teoría Pura del Derecho, (Trad. Roberto J. Vernengo), Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 1982.

García Máynez, Eduardo, Introducción al estudio del derecho (Méjico D. F., Porrúa, 2000).

García Máynez Eduardo, "Filosofía del Derecho"

Espinoza, Ricardo (2012), “Hegel y el problema del método”. Revista de estudios hegelianos,
Centro de estudios hegelianos, Vol. 1., pp. 67-77.

Jesús Aquilino Fernández, La filosofía jurídica de Eduardo García Máynez, Universidad de


Oviedo, 1991.

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