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La pandemia por el coronavirus y las medidas de aislamiento impacto en la vida de todas las
personas a nivel global. Para quienes son adolescentes en este tiempo, esta coyuntura los
encuentra en una etapa de pleno desarrollo y crecimiento, de transición de la infancia y la edad
adulta, con cambios físicos, económicos, y mentales. En tiempos en que deberían estar yendo a la
escuela y compartir momentos con sus pares, los y las adolescentes están adaptándose a una
nueva forma de estudio y conectarse con los demás.
Según los datos de U-Report, nuestro espacio de participación innovador que busca escuchar y
recopilar la opinión de adolescentes y jóvenes sobre los temas que más le interesan, los
principales sentimientos y emociones que describen los chicos y chicas en relación a la experiencia
educativa en el contexto de aislamiento son: estrés, cansancio, angustia, agobio, aburrimiento. La
pandemia y el aislamiento no solo cambiaron la forma en la que los y las adolescentes cursan sus
estudios, sino que también la forma en la que pasan su tiempo libre y de recreación, se conectan
con sus amigos y se relacionan con su familia. Los sentimientos que prevalecen entre los y las
jóvenes en estos tiempos de cuarentena son aburrimiento, preocupación por los demás y
ansiedad, y los principales motivos por los que se sienten así tienen que ver con la pandemia, la
situación económica, el no poder realizar sus actividades habituales y tener que pasar todo el
tiempo en casa.
El cierre de las escuelas y el distanciamiento social impuesto debido a la aparición del COVID 19
puede representar un estancamiento o retraso en el desarrollo de las habilidades sociales el
adolescentes perjudicando en el proceso evolutivo natural para el establecimiento de las
personalidades de este. Las consecuencias psicológicas más probables que aparecen son:
La pandemia de la COVID 19 representa un gran desafío tanto para pequeños, adolescentes como
adultos. Establecer una comunicación positiva y fluida entre todas las partes ayuda a mejorar la
conducta, el comportamiento y la capacidad de enfrentarse ante los problemas. Desde hace
varios meses estamos viviendo en una situación de emergencia desconocida para nosotros hasta
ahora. El confinamiento al que le obliga la pandemia del COVID 19 que nos puede estresar en sí
misma por el aislamiento, la preocupación por familiares, amigos o allegados y por el posible
contagio del virus. Al miedo de la enfermedad en sí misma se añade la situación de aislamiento.
Los padres y madres podemos sentirnos preocupados por llegar a todos los frentes. Aunque
parezca que tenemos más tiempo, en realidad éste se divide entre muchas tareas diarias que
antes podían estar repartidas y apoyadas por otros recursos. Ahora se concentran en: la atención a
los hijos/as, el teletrabajo quienes tengan que seguir haciéndolo desde casa, las tareas en hogar
(comida, ropa, limpieza…), la preocupación por nuestras personas mayores que viven solos y que
dependerán de sus vecinos cuando no tengan otras posibilidades de apoyo…Al principio parecía
que podíamos organizarnos y según aumentan los días sin salir, podemos vernos más
desbordados.
A nuestra auto exigencia para llegar a todo, se suma nuestra propia vivencia emocional de la
situación, con la incertidumbre del tiempo que nos queda por delante, nuestra preocupación ante
la salud, ante nuestros familiares e incluso ante nuestro futuro económico. Buscando un equilibrio
saludable en estos días, los adultos responsables de nuestras casas nos vemos obligados a manejar
nuestras propias emociones y esto supone un esfuerzo que no siempre logramos cumplir. A
diferencia de los adultos, los niños/as aún no han aprendido a gestionar su mundo emocional y,
en estos momentos, es importante que les acompañemos y les propiciemos espacios para
expresar sus emociones.
En la infancia hay características que hacen diferente cómo lo vive cada uno. Para entender como
siente, hay que tener en cuenta algunos criterios como:
– Características de personalidad
– Cómo afecta el propio virus a la familia, incluso con el fallecimiento de familiares o allegados.
Al principio del confinamiento podían vivirlo como una novedad casi lúdica por el hecho de no ir al
colegio, pasar todo el tiempo con sus padres, cierta permisibilidad en normas de convivencia pero,
pasados los días tiene una repercusión diferente en ellos: dejan de ver a sus compañeros de clase,
no trabajan con ellos, no van al parque, no ven a otros familiares cercanos: primos, abuelos,
amigos, no se comunican de la manera habitual. Algunos cumplirán años alejados de sus amigos y
sólo se comunicarán gracias al teléfono, videoconferencia y cómo decíamos anteriormente, puede
afectar la posible aparición dentro de la familia, de acontecimientos difíciles a causa del virus.
Pasados estos días, los niños siguen necesitando un tiempo para adaptarse a la situación que
continúa y pueden aparecer nuevas conductas: mostrando ansiedad, cambios en el humor,
tristeza, introversión, irritabilidad, agitación, algún trastorno en el sueño. Podemos decir que
todos estos aspectos son adaptativos a la nueva situación y lo bueno será identificarlos para poder
manejarlos lo mejor posible:
Rabia y enfado: Cuando la irritabilidad se intensifica o incluso ocurre una nueva situación,
debido a la convivencia, tensión acumulada o incertidumbre, puede generales rabia o
enfado. Estas emociones suelen manifestarse con explosiones intensas de mal humor o
tristeza e incluso con conductas agresivas.
Inquietud y nerviosísimo: los/as menores necesitan tomar el aire, estar en contacto con la
naturaleza y regular toda la energía que poseen, sobre todo a edad temprana, a través de
ejercicio físico.