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“Política y Legislación Educativa”

Perspectiva decolonial: el occidentalismo y sus consecuencias políticas.1

Prof. Esp. Fernanda Apaza Sembinelli

El pensamiento decolonial (también conocido como proyecto decolonial, proyecto de la


modernidad/colonialidad o teoría postoccidental) constituye una expresión de la teoría crítica
contemporánea estrechamente relacionado con las tradiciones de las ciencias sociales y
humanidades de América Latina y el Caribe. Retoma y discute con proyectos centrales de la
experiencia intelectual latinoamericana y del Caribe, como los debates sobre el colonialismo,
la filosofía de la liberación, la pedagogía crítica y la teoría de la dependencia, entre otras.

Entre sus representantes actuales, cada uno con aportes precisos, se cuentan a: Enrique
Dussel y Walter Mignolo (Argentina), Boaventura de Souza Santos (Portugal), Arturo
Escobar, Santiago Castro-Gómez y Elena Yehia (Colombia), Ramón Grosfoguel y Nelson
Maldonado-Torres (Puerto Rico), Aníbal Quijano (Perú), Edgardo Lander (Venezuela),
Catherine Walsh (Ecuador), Silvia Rivera Cusicanqui y Javier Sanjinés (Bolivia), Ochy Curiel
(República Dominicana), entre otros.

Desde la perspectiva decolonial asumida, se intentará problematizar el concepto de política


que, desde hace más de un siglo, se reproduce. Esto implica comprender cómo nació
OCCIDENTE y cómo se fundó el orden mundial moderno.

LA MODERNIDAD/COLONIALIDAD

Arturo Escobar, citado por Mignolo, propone entender a la modernidad CON su cara oculta,
la colonialidad. Esto implica considerarla desde las siguientes premisas:

1. No existe modernidad sin colonialidad. Esta última ES INDISPENSABLE para


la primera.
2. El mundo moderno/colonial (y su matriz de poder), se origina en el siglo XVI y el
descubrimiento/invención (encubrimiento, según Dussel) de América Latina es el
componente colonial de la modernidad cuya cara visible es el Renacimiento
europeo.
3. La Ilustración y la Revolución Industrial son momentos históricos derivados que
consisten en la transformación de la matriz colonial de poder.
4. La modernidad es el nombre del proceso histórico en el que Europa inició el camino
a la hegemonía. Su lado oscuro es la colonialidad.
5. El capitalismo, tal como lo conocemos, está en la esencia de la noción de
modernidad/colonialidad
6. El capitalismo y la modernidad/colonialidad tuvieron momentos históricos de
transformación: España-Portugal, Inglaterra-Francia y después de la Segunda
Guerra Mundial, cuando EE.UU. se apropia del liderazgo.

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Categorías presentes en Mignolo, W. (2005). La idea de América Latina. Gedisa: España,
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Es decir, la Modernidad no es sino el relato que construyó Europa de su papel en la historia.


Y con ello se ubicó como enunciador de un discurso que se arrogó el privilegio y la
prepotencia de observar el mundo, describirlo, clasificarlo y exportarlo a los territorios
conquistados, con las promesas de salvación, desarrollo, progreso, democracia y economía
fuerte.

Para entender la COLONIALIDAD

Nelson Maldonado Torres, siguiendo a Aníbal Quijano, ha diferenciado


colonialismo/colonialidad del siguiente modo::

“Colonialismo denota una relación política y económica en la cual la soberanía de un pueblo


reside en el poder de otro pueblo o nación, lo que constituye a tal nación en un imperio.
Distinto a esta idea, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como
resultado del colonialismo moderno, pero que en vez de estar limitado a una relación formal
de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el
conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí a través del
mercado capitalista mundial y de la idea de raza. Así, pues, aunque el colonialismo precede a
la colonialidad, la colonialidad sobrevive al colonialismo. La misma se mantiene viva en
manuales de aprendizaje, en el criterio para el buen trabajo académico, en la cultura, el
sentido común, en la auto-imagen de los pueblos, en las aspiraciones de los sujetos, y en
tantos otros aspectos de nuestra experiencia moderna. En un sentido, respiramos la
colonialidad en la modernidad cotidianamente”.

Con esto se quiere mostrar que el colonialismo es mucho más que una imposición política,
militar, jurídica o administrativa. Éste, en forma de colonialidad, llega a capas más profundas
y pervive aún a pesar de la descolonización o emancipación de las colonias españolas en el
siglo XIX o las de Asia y África en el siglo XX. Es por eso que reflexionamos hoy sobre esto
en el espacio de “Política y Legislación de la Educación”: su plena vigencia y su urgente
conocimiento dotará de herramientas cada vez más críticas de los procesos que se asumen
como naturales y propios, siendo en realidad “inventados” y “ajenos”.

Aníbal Quijano, citado por Mignolo2, señala que, tras el discurso de salvación, el progreso la
modernización y el bien común, se revela UNA MATRIZ DECOLONIAL, con una triple
lógica:

La colonialidad del poder opera mediante un tipo de “clasificación social”


establecida en el siglo XVI según el cual, la concentración de riqueza y privilegios sociales
en las colonias se define conforme a la raza y el fenotipo de los individuos. En la cúspide se
encuentran los “blancos”, luego los “indios” y por último los “negros”, y sobre esta base
quedará también establecida la división social del trabajo. Castro-Gómez ha insistido en que
la “limpieza de sangre” no tiene que ver primariamente con la raza y el color de la piel sino

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Mignolo, W. (2005). La idea de América Latina. Gedisa: España,
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con la filiación imaginaria con un ancestro europeo. De este modo, la colonialidad del poder
se expresaría no sólo en el racismo, sino también en el “blanqueamiento cultural”, es decir
en la aspiración a imitar siempre modelos europeos en todas las áreas de la vida. Se accede
al poder sólo en la medida en que se establece una semejanza con lo que ocurre en Europa
y los Estados Unidos (ahora) al nivel de las instituciones, de las costumbres, del
pensamiento, de la educación, del arte, etc.

Desde la perspectiva decolonial, la colonialidad del poder a la que aludimos se encuentra


estrechamente relacionada con la colonialidad de dos de las fuentes constitutivas del poder:
el saber/conocimiento y el ser.

1. La colonialidad del saber refiere al modo en que la racionalidad tecno-


científica es un factor determinante en la generación y expansión del colonialismo
europeo y se convierte desde el siglo XVIII en el único modelo válido de producción
de conocimientos, dejando por fuera cualquier otro tipo de “epistemes” (tradicionales
o ancestrales) generadas en las colonias. Para Quijano, ya la evangelización de los
siglos XV y XVI hizo que los indígenas y los esclavos africanos aprendieran a
despreciar sus propias formas de producción de conocimientos para adoptar las del
colonizador, que fueron tenidas como elementos de prestigio social. Castro-Gómez
enseña que a partir del siglo XVIII, con las reformas borbónicas, se impone en las
colonias españolas la idea de que conocer equivale a distanciarse del mundo y
mirarlo desapasionada y sistemáticamente desde una plataforma incontaminada de
observación que él denomina “la hybris del punto cero”.

La expansión colonial europea en las Américas supone así un combate contra la


multiplicidad epistémica del mundo y la imposición de una sola forma válida de
producir conocimientos, tenida ahora como universal. Todos los conocimientos que
no se ajusten a las reglas universales de la “episteme” dominante son vistos como
“pre-científicos”. Lander muestra cómo este modelo es adoptado por las ciencias
sociales del siglo XX, que empiezan a adoptar unos lenguajes y una concepción
específica del mundo social (marcada sobre todo por las ciencias económicas) que
se institucionaliza en los proyectos de desarrollo en los años sesenta y setenta en
toda América Latina. Por su parte, Mignolo ha enseñado que el conocimiento
dominante en el mundo hispanoamericano desde el siglo XIX se ha producido
básicamente en dos lenguas, el inglés y el francés, coincidiendo con la hegemonía
comercial de Inglaterra, Francia y luego de los Estados Unidos en el mundo. El
conocimiento tiene así una clara dimensión geopolítica. Dussel hablará del “mito del
eurocentrismo”: todo conocimiento tenido por “válido” es generado primero en los
centros de poder del sistema-mundo para luego, desde allí, ser distribuido
desigualmente hacia las periferias, que se limitan a ser receptoras pero nunca
productoras de ese conocimiento. Se trata de una estructura de pensamiento muy
ligada a la academia latinoamericana y a las instituciones en las que se producen
conocimientos, incluyendo también al Estado.
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2. El sometimiento de las poblaciones latinoamericanas a las lógicas coloniales se ha


hecho predominantemente a través de la violencia. Maldonado-Torres muestra cómo
a las poblaciones (sobre todo indígenas y afro-descendientes) que han sido
consideradas como un obstáculo para la cristianización y luego para la
modernización, se les ha negado la “humanidad”. Son vistas como poblaciones que
no tienen “ser”, que son subhumanas, inferiores y, por tanto, resulta legítimo
esclavizarlas, quitarles sus tierras, hacerles la guerra o simplemente asesinarlas
impunemente. Asistimos a la construcción de la alteridad latinoamericana como
identidad opuesta al colonizador.

La superioridad de los modos de vida occidentales tiene como base lo que Dussel
llama el “ego conquiro” (yo-conquisto). Esta es la lógica que Maldonado-Torres ha
denominado la colonialidad del ser. El “ser” es una propiedad que le
pertenece a los europeos y sus descendientes criollos en las Américas, mientras que
a las poblaciones coloniales lo que las caracteriza es el “no-ser”, son por ello los
“condenados de la tierra”, como lo dijera Franz Fanon. De otro lado, Castro-Gómez,
haciendo uso del concepto “biopolítica” de Michel Foucault, ha mostrado que a partir
del siglo XVIII, el sometimiento a las lógicas coloniales se ha hecho también por
medios no coercitivos.

No se trata ya sólo de “hacer morir” a las poblaciones coloniales, sino de “hacerlas


vivir”, es decir de producir para ellas unas formas de existencia que se ajusten a los
proyectos de modernización. En este caso, la colonialidad del ser no es un proyecto
de destrucción sino de producción, que atraviesa todo el siglo XIX y se concretiza,
sobre todo, hacia comienzos del siglo XX en la mayoría de los países
latinoamericanos con los procesos de industrialización. Se trata de la producción
sistemática de una ontología social urbana, de unas formas de ser-en-el-mundo en la
que los sujetos son “sujetados” al capitalismo. Anclada de este modo en las
estructuras de la subjetividad, la colonialidad del ser no es percibida como algo que
oprime sino como algo que se desea, pues produce las condiciones materiales e
inmateriales de existencia para amplios sectores de la población.

En síntesis, esta lógica de la colonialidad la vemos reflejada en las diferentes dimensiones:


 Económica: respecto de la apropiación de la tierra, los recursos, la explotación de la
mano de obra, el control de las finanzas, la acumulación del capital.
 Política, y la definición del proyecto político y de la estructura de gobierno.
 Social, en el control del género y la sexualidad
 Epistémico y subjetivo/personal, respecto del conocimiento y de la identidad.

OCCIDENTALISMO Y SUS CONSECUENCIAS POLÍTICAS

Desde el S.XV, se construyó paulatinamente Europa como centro del mundo: poseía el
“locus” de enunciación: fue dueña de un relato que se legitimó y naturalizó. Así, Europa se
convirtió en el modo de organización política, económica y social.
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El occidentalismo se entiende como la base del saber desde las que se determinaron
categorías de pensamiento y clasificación del resto del mundo además de ser un concepto
geopolítico. Es decir, no sólo se utiliza “occidente” para un lugar en el mundo, sino para
delimitar la mirada del otro sobre nosotros.

Este sistema-mundo moderno/colonial, al que América no se incorporó, sino QUE LO HIZO


POSIBLE, tuvo su devenir del siguiente modo: en función del lado oscuro de la modernidad,
la colonialidad, se suscitó en Europa el Renacimiento y posterior Ilustración (Iluminismo),
con un devenir de las nociones de Estado y relaciones de la comunidad que se plantearon
como UNIVERSALES Y SUPERIORES.

Por lo explicado anteriormente, desde el pensamiento político, y con exterminio del


pensamiento alternativo, se construyó la hegemonía en el hacer político: se consolida la
matriz imperial de poder que vimos.

Es así que en América, tras procesos independentistas relativos (ya la población estaba
exterminada, los que quedaron y los que nacen son europeizados), se transita un paulatino
y trabajoso camino en la construcción de cada Estado-Nación moderno, estos
caracterizados por el constitucionalismo, la tripartición del poder, la secularización estatal, la
burocracia (o racionalidad administrativa) y como modelo de gobierno óptimo al
republicanismo (diferente de la monarquía y de la aristocracia, o de sus corrupciones: el
despotismo y la oligarquía). En síntesis, el Estado-Nación liberal brota de la misma matriz de
poder: una institucionalidad, el ejército permanente y los nacionalismos se hicieron mirando
Europa.

El Estado liberal surgió como resultado de una crítica al Estado monárquico absolutista, de
los siglos XVII y XVIII, la forma de Estado que existía hasta antes de la Revolución Francesa
de 1789. El liberalismo surgió a partir de una crítica contundente al sistema monárquico-
feudal europeo.

Todos estos filósofos y pensadores hicieron una crítica a la sociedad absolutista-


monárquica, que culminó en un proceso revolucionario de carácter político-social como fue
la Revolución Francesa, y al mismo tiempo coincidió con un fenómeno de carácter científico-
tecnológico: la primera Revolución industrial. Ambos dieron origen a un nuevo tipo de
sociedad: la sociedad capitalista; y a un nuevo tipo de Estado: el Estado Liberal-Burgués.

Este discurso, establecido desde la colonialidad del poder, legitimó, por tanto, la
construcción de una historia de la civilización como trayectoria, que parte de un estado
primitivo de naturaleza y culmina en Europa. Esta centralidad histórica de Europa
(eurocentrismo) distorsiona la representación del otro, pero sobre todo, altera la
autocomprensión de sí mismo. La sociedad liberal se convierte, así, no sólo en el modelo al
que deben aspirar el resto de las sociedades, sino en el único futuro posible para todas las
otras culturas o pueblos.

Luego de lo expuesto, la reflexión debe orientarse hacia:


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 La modernidad/colonialidad ELIMINÓ cualquier intento de pensar otros proyectos políticos.


 La modernidad/colonialidad impuso un proyecto político como UNICO Y SUPERIOR.
 La modernidad/colonialidad nos permite ahora entender que LO LOCAL de Europa NO ES
LA HISTORIA GLOBAL, y que en ese proceso de naturalizar y generalizar su historia, se
silenciaron otros relatos que eran nuestros.
 En la modernidad/colonialidad, Europa no solo conquistó territorios, sino CONQUISTÓ
IDENTIDADES, SUBJETIVIDADES (cabezas y lenguas).
 Indefectiblemente, en la modernidad/colonialidad, no existe ni existió el diálogo: para que
una gane la contraparte DEBE PERDER (dualismo contradictorio diferente al dualismo
complementario superador).

Es decir, la configuración de ese sistema-mundo moderno/capitalista (mediado por la


colonialidad global del poder y a partir de la creciente mercantilización, subalternización, y
explotación de la naturaleza, de las personas y de las culturas), parece estar participando
activamente en la generación de problemáticas de orden local y global (como las crisis
ecológicas, las desigualdad socioeconómicas, la exclusión y la dominación de amplios
grupos poblacionales), las cuales afectan de manera negativa las condiciones materiales y
socioculturales para la reproducción ampliada de la vida de todos y para la emancipación
social (de los grupos subalternos, principalmente).

Frente a esa situación autores como Mignolo y Escobar proponen un “pensamiento


fronterizo crítico” o pensamientos de frontera. Dichos pensamientos constituyen una
respuesta epistémica desde lo subalterno al proyecto euro/norteamericano de la
modernidad/colonialidad capitalista: subvertir la retórica, redefinir el discurso de la
modernidad desde las cosmologías y las epistemologías de lo subalterno colonizado, hacia
una lucha por la liberación descolonial y transformación de las prácticas socioeconómicas y
políticas más allá de las construcciones y concepciones impuestas por la modernidad
/colonialidad/capitalista euro-norteamericana.

Es tiempo ahora de sumar miradas, desnaturalizar cada hilo con los que fuimos tejidos, de
plantear relatos PLURIVERSALES, de visibilizar otra política, de enriquecernos con el Otro y
de recuperar cuanto de NOSOTROS perdimos y cuanto del OTRO debemos mantener, en la
construcción de sociedades más respetuosas, más solidarias con el compañero y más
tolerantes de cada conciencia y de ancestrales modos de vida y relación.

BIBLIOGRAFÍA

Dussel, E. (2003) Europa, Modernidad y eurocentrismo. En Lander, E (comp.) La


colonialidad del saber. Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas
Latinoamericanas. CLACSO, Buenos Aires.

Mignolo, W. (2005). La idea de América Latina. Gedisa: España

Walsh, C. ed. (2013). Pedagogías decoloniales: Prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y


(re)vivir. TOMO I. Abya Yala: Ecuador.

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