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TEATRO DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX.

El teatro de la primera mitad del siglo XX presenta dos tendencias: el que triunfa
y el innovador. Éste último es el que entra en las corrientes vanguardistas europeas con
la innovación del género gracias a aportaciones de las diferentes generaciones desde el
Modernismo hasta el estancamiento con la Guerra Civil y la Dictadura.
Si comenzamos con un PANORAMA GENERAL, ha de advertirse que el teatro
se ve condicionado comercial, ideológica y estéticamente en tanto que cuanto las obras
se representan en teatros privados que deciden según el gusto burgués por resultar lo
más rentable. De manera que las críticas deben estar dentro de la capacidad autocrítica
del público. Todo esto hace que exista una resistencia a las nuevas tendencias
dividiendo en el teatro que TRIUNFA, continuador de la segunda mitad del XIX, y el
INNOVADOR. El primero se subdivide en varias ramas: drama posromántico de
Echegaray, la alta comedia burguesa de Benavente (los intereses creados), el poético de
los hermanos Machado (la Lola se va a los puertos) y el teatro popular de Arniches (la
señorita de Trévelez). El segundo, el teatro innovador, sigue un hilo de renovación que
va de los noventayochistas (destacando VALLE) al Grupo poético del 27 (sobresaliendo
LORCA), pasando por los novecentistas. No ha de olvidarse que antes realistas como
Galdós (Electra) y Clarín (Teresa) intentaron una renovación temática en el género
dramático.
Vamos a centrarnos en el teatro innovador, que está en manos de autores
pertenecientes a la baja burguesía de las tres generaciones.
Del Grupo del 98 encontramos a Unamuno con unos dramas filosóficos cercanos
al ensayo ( El otro); Azorín escribe teatro centrado en el tema del paso del tiempo (Lo
invisible); sin embargo, destaca VALLE – INCLÁN con una evolución del Modernismo
decadentista de Marqués de Bradomín al esperpento con Luces de bohemia, pasando
por una transición con Comedias bárbaras. Este autor renueva tanto la técnica como la
temática. Destaca su teoría sobre el punto de vista del autor respecto a los personajes:
desde el aire, de frente y de rodillas. Decide presentar a sus personajes de forma
grotesca y esperpéntica, deformados como si los viera borrosos por las lágrimas o por el
fondo de un vaso.
Dentro del Novecentismo destacan Jacinto Grau (Señor de Pigmalión) y Gómez
de la Serna (Los medios seres).
Respecto al Grupo del 27, no solo se forma con poetas. Algunos dramaturgos del
27 son Max Aub (San Juan), Alberti (Noche de guerra en el Museo del Prado), Salinas
(la cabeza de la Medusa), Casona (Nuestra Natacha); sin embargo, destaca LORCA
como el autor más representativo, caracterizado por la temática que gira en torno a la
frustración, expresado de forma lírica. Su obra se divide en tres etapa: primeras obras
(Mariana Pineda), experimentos surrealistas (el público y Así que pasen cinco años) y
neopopularismo con sus tres tragedias: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda
Alba.

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