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1.

- EL TRABAJO SOCIAL FAMILIAR

Al describir la trayectoria histórica de la relación del Trabajo Social con las


familias, se ve como el foco familiar, si bien con distintos énfasis, ha sido una
constante en el desarrollo de la profesión.

A partir del trabajo visionario de Mary Richmonds y Jane Addams se marcaron dos
grandes modalidades para la acción social con familias: la intervención centrada en el
caso social y la intervención con grupos o sectores de familias a nivel comunitario,
con mayor cercanía a la dimensión política de la acción social. Sobre la base de toda
esa trayectoria y considerando el actual desarrollo y desafíos de la profesión, ¿cómo
podemos caracterizar o definir hoy al Trabajo Social con Familias? Germain (1968)
nos aporta en esta perspectiva cuando afirma que la práctica centrada en la familia es
una modalidad de práctica del Trabajo Social que pone a la familia como centro de su
unidad de atención o de su campo de acción.

A la luz del marco de referencia sistémico que Germain postula, la práctica


centrada en la familia surge de dos premisas que orientan todo su quehacer. La
primera es que los seres humanos sólo pueden ser entendidos y ayudados en el
contexto de los íntimos y poderosos sistemas humanos de los cuales forman parte.
Uno de estos sistemas es la familia de origen que se ha desarrollado a través de las
generaciones en el tiempo, la cual tiene efectos profundos y de gran alcance en sus
miembros. Otro es el actual sistema familiar o red de relaciones íntimas, que
desempeña un rol esencial en la vida de la mayoría de la gente (Hartman y Laird,
1983).
La segunda es que las relaciones y transacciones del sistema familiar con el
medio ambiente son esenciales, en la medida que este ambiente es el que aporta a las
familias los elementos indispensables para el desarrollo humano de sus miembros.

En el proceso continuo de transacciones entre las familias y sus ambientes,


surgen dificultades y discrepancias entre las necesidades y capacidades de las
familias, por una parte, y las cualidades y recursos del ambiente, por otra. Estas
premisas están enraizadas en toda la tradición profesional y han sido desarrolladas
particularmente a través de la sistematización del trabajo de casos, desde Richmond
adelante.

El Trabajo Social centrado en la familia es significativamente diferente del


caso social, si bien incluye muchas de sus modalidades de intervención. La primera y
más significativa diferencia es que el foco no es el individuo, sino la familia. Hay un
cambio de "la persona-en-situación" a "la familia-en-situación". La segunda gran
diferencia es la perspectiva epistemológica y teórica en la cual se basa, y que es
aportada por las teorías de familia y el enfoque ecológico.
Utilizando la metáfora de la ecología, que pone el acento en la interfase entre
las familias y sus ambientes, Hartman y Laird (1983) definen que la misión básica del
trabajador social centrado en la familia es mejorar y enriquecer la calidad de vida de
las familias y de los individuos que las forman, interviniendo en el delicado balance
adaptativo entre los seres humanos y sus ambientes ecológicos. Este enriquecimiento
de la calidad de vida puede producirse a través de cambios en el funcionamiento
individual y familiar, cambios en los sistemas más amplios de los cuales la familia
depende para sustentarse y desarrollarse, o cambios en las transacciones entre estos
sistemas. Adecuando el planteamiento de Germain y Gitterman (1980), el
cumplimiento de la misión social básica del Trabajo Social con familias exige
simultáneamente:

a) fortalecer las capacidades de las familias para satisfacer las necesidades de sus
miembros y desarrollar transacciones más productivas con sus ambientes, y b) influir
en los ambientes para que respondan más adecuadamente a las necesidades de las
familias.

Sobre la base de estas premisas, el dominio de este tipo de práctica no se


restringe sólo a la familia y a sus miembros ni tampoco sólo a los sistemas sociales
más amplios que conforman el ambiente y que afectan la naturaleza de la vida
familiar, sino que se centra específicamente en las transacciones y vinculaciones entre
estos ámbitos.Es por esto que el Trabajo Social con Familias puede desarrollarse en
todos los campos y niveles de intervención que se encuentran en la profesión.

El trabajador social centrado en la familia puede encontrarse en diversas


instituciones, desempeñar diferentes roles y trabajar en cualquier nivel de
intervención. "Tanto el analista de políticas sociales como el que diseña proyectos, el
que administra una institución, el que trabaja en un servicio de salud mental, pueden
poner su foco de atención en la familia.

El trabajador social centrado en la familia puede, en diversos momentos,


reunirse con la familia extensa o con miembros de la red social, investigar un tema
específico de familia, luchar por obtener más recursos, mediar entre una familia y una
institución de la comunidad, buscar sustitutos para una función que la familia no
puede desempeñar, o trabajar con la familia para mejorar sus dificultades de
comunicación. En síntesis, la familia puede estar en el centro de atención aún cuando
uno trabaje con individuos, grupos, vecindarios o sistemas más amplios" (Hartman y
Laird, 1983).
Lo anterior amplía el campo del Trabajo Social centrado en las familias mucho
más allá de la acción directa que se realiza con ellas en forma individual o grupal. De
este modo, la intervención del trabajador social en el campo de la familia es
multifacética, se da a nivel directo e indirecto y, por esencia, no está ceñida
estrictamente a determinados parámetros establecidos rígidamente, sino que está
abierta a la creatividad y a la colaboración con otras disciplinas en la búsqueda de
respuestas a los complejos problemas que enfrenta la familia en nuestra sociedad.

Podemos afirmar que el Trabajo Social centrado en la familia tiene en sí la


potencialidad de superar la tradicional división en métodos de caso, grupo y
comunidad. El marco epistemológico y teórico desde el cual se sitúa le permite
ubicarse en un nivel diferente de intervención, integrando elementos provenientes
tanto de estos métodos tradicionales como de nuevos aportes a la profesión. Teniendo
como su centro de atención a la familia, el trabajador social utilizará indistintamente
técnicas de caso, de grupo o de comunidad, según sea necesario en función de los
propósitos de la intervención. El caso social le aporta al trabajador social las
destrezas básicas para establecer relación con las familias, para conocerlas en su
medio, para ayudarlas a identificar sus problemas y orientarlas en la búsqueda de
alternativas de solución a sus dificultades de interacción entre sus miembros y con el
ambiente.

A través de su práctica, los trabajadores sociales fueron acumulando


conocimientos y destrezas para la intervención con las familias, que se organizaron
posteriormente en diferentes modelos teóricos. Pero este importante potencial del
Trabajo Social no se actualiza en gran parte de la práctica profesional cotidiana, en la
que la intervención se centra en problemas y se ejerce centrado en los individuos, en
gran medida por el enfoque individual de las instituciones.

Resumiendo, podríamos decir que el trabajo de casos constituye un elemento


esencial de la intervención orientada hacia la familia; pero para que se adecue a las
necesidades actuales de la práctica, debe integrar elementos de teoría familiar y de
terapia familiar que lo enriquecen y le aportan un marco de referencia común para el
desarrollo del trabajo multidisciplinario. Al realizar esta integración, dado el nuevo
enfoque que ella le aporta, el trabajo de casos cambia de naturaleza y pasa a
constituirse en una modalidad del Trabajo Social centrado en la familia.

2.- LA FAMILIA :CONCEPTO Y TIPOS..-LOS NUEVOS TIPOS DE FAMILIA.

Al  aproximarse a la noción de familia, en principio y de forma muy elemental, ésta


es un conjunto de individuos unidos por lazos de sangre. La familia se forma cuando
una pareja decide vivir junta y abarca también a los hijos. Hay que advertir  que,
aunque se considera que en la actualidad existen diversas formas de unidades
familiares (como parejas del mismo sexo, hijos con un solo progenitor, etc.), en todas
las cuales pueden cumplirse, desde este punto de vista, las funciones sociales y
familiares y proporcionarse un ambiente apto para la armonía y el crecimiento del ser
humano.
Hasta el momento ninguna otra institución humana o social ha logrado suplir el
funcionamiento  de la familia, sobre todo en la satisfacción de las necesidades
biológicas y afectivas de los individuos, lo que si queda claro es que la
familia  cambia y continuará cambiando, pero también persistirá, ya que es la unidad
humana más adecuada en las actuales sociedades.
Hay que aclarar que la familia no es una, sino polifórmica y multifuncional, lo
que se expresa en la variedad de tipologias que asume. A continuación se
presentaran los diferentes tipos de familia asi como una pequeña descripción de cada
una de ellas.

TIPOLOGÍAS TRADICIONALES:

 Familia nuclear: conformada por dos generaciones, padres e hijos; unidos por lazos
de consanguinidad conviven bajo el mismo techo y por consiguiente desarrollan
sentimientos más profundos de afecto, intimidad e identificación. Es dinámica en su
composición, evolucionando con los vaivenes de su ciclo vital y con los cambios
socio-culturales que la determinan.

Familia extensa o conjunta: esta integrada por una pareja con o sin hijos y por otros
miembros como sus parientes consanguíneos ascendentes, descendientes y/o
colaterales: recoge varias generaciones que comparten habitación y funciones.

Familia ampliada: modalidad derivada de la familia extensa o conjunta, en tanto


permite la presencia de miembros no consanguíneos o convivientes afines, tales
como vecino, colegas, paisanos, compadres, ahijados. Comparten la vivienda y
eventualmente otras funciones en forma temporal o definitiva.

       FAMILIAS DEL NUEVO TIPO

       Familia simultanea, antes denominada superpuesta o reconstruida: Está


integrada por una pareja donde uno de ellos o ambos, vienen de tener otras parejas y
de haber disuelto su vinculo marital. En la nueva familia es frecuente que los hijos
sean de diferentes padres o madres; siendo mayor el número de hijos que en las
forma nuclear o monoparental.
Familias con un solo progenitor o monoparentales o uniparentales: Ocurre
cuando en los casos de separación, abandono, divorcio, muerte o ausencia por
motivos forzosos (trabajo, cárcel, etc. de uno de los padres, el otro se hace cargo de
los hijos y conviven; la relación de pareja que esto supone varía desde la
cohabitación en fluctuaciones temporales, hasta vínculos volátiles.

Familias homosexuales: Con la reserva que implica un concepto debatible, ya se


registra como una tendencia universal la emergencia y reconocimiento de esta
organización familiar, que supone una relación estable entre dos personas del mismo
sexo. Los hijos llegan por intercambios heterosexuales de uno o ambos miembros de
la pareja, adopción y /o procreación asistida.

        FORMAS DE CONVIVENCIA DIFERENTES A LA FAMILIA


     
      Diadas conyugales o pareja: Dos personas que por opción o imposibilidad orgánica
no cumplen procesos procreativos y deciden vivir sin hijos. Es muy común en
profesionales jóvenes que inician su desarrollo laboral y consideran que la llegada de
un hijo obstaculizara su desempeño.
  
      Estructura unipersonal o ciclo individual u hogar uniparental: Corresponde a
personas solas que no comparten la vivienda. Surge por opción o necesidad,
independientemente de su situación afectiva, lo que no excluye el desarrollo de
relaciones erótico-afectivas o de pareja y filiales. Es frecuente en las personas
solteras, viudas y ancianas y crece en grupos poblacionales que han vivenciado
procesos de conyugalidad y parentalidad, prevaleciendo en los estratos altos de la
sociedad.
  
     Hogar o unidad domestica: Es una estrategia de sobrevivencia donde las personas
están unidas voluntariamente para aumentar el número de perceptores económicos y
lograr economías de escala. No hay claridad en el tipo de relaciones que media entre
sus miembros, y en cada caso se establece por concertación. Puede no incluir
vínculos sentimentales, de autoridad, de solidaridad, poder o solo presentarse una de
ellas; lo imprescindible es la relación económica de sus componentes. Algunas
formas de hogar mas reconocidas son los cuarteles, conventos, campamentos, asilos,
hospitales.

Como punto final en esta contextualización estructural y funcional, es pertinente


caracterizar en los procesos de abordaje familiar:

Familia de origen: constituida por la familia nuclear (padres biológicos o sustitutos


y hermanos) del ego, o miembro índice, o persona que demanda atención profesional.
Pese a los procesos de composición y recomposición y al aislamiento geográfico y/o
funcional, la familia de origen siempre será la misma.

3..-FAMILIA Y CRISIS.

Con frecuencia los trabajadores sociales atendemos a familias en situación de


crisis. De allí la importancia de este modelo de intervención que fue desarrollado a
partir de los aportes de Caplan (1961), por un grupo de trabajadores sociales que
trabajaban en centros comunitarios de salud mental en Estados Unidos.

Según este enfoque, la crisis aparece cuando una persona afronta obstáculos
que se interponen frente a metas importantes de su vida, obstáculos que por algún
tiempo resultan insuperables con los métodos que la persona utiliza habitualmente
para resolver problemas.

Se inicia entonces un período de desorganización durante el cual se hacen


diversos intentos infructuosos de solución, que van acompañados de tensión,
ansiedad y trastorno emocional. Cuando se presenta un acontecimiento angustioso,
existen tres factores niveladores, o de compensación, que pueden ayudar a la persona
a recuperar su estado de equilibrio: la percepción del acontecimiento, los apoyos
situacionales disponibles y los mecanismos de defensa. Las fuerzas o debilidades en
cualquiera de estos factores se pueden relacionar directamente con la aparición de la
crisis o con su resolución (Aguilera y Messick, 1976).

De estos factores depende que frente a un acontecimiento similar en algunos


casos se produzca crisis y en otros no. Golán (1979) describe el proceso de crisis en
la siguiente forma: "Toda familia –como toda persona, grupo u organización– pasa
durante el curso de su desarrollo normal por períodos de aumento de la tensión
interna y externa que perturban su estado de equilibrio con el ambiente. Tales
episodios son usualmente iniciados por las necesidades de desarrollo de sus
miembros o por acontecimientos peligrosos". Los "acontecimientos peligrosos" son
problemas serios o conjuntos de dificultades que pueden desencadenar las crisis.
Ellos pueden ser previstos, como la adolescencia, el matrimonio, e imprevistos,
como la muerte, el divorcio, el desempleo y los desastres ambientales (terremotos,
incendios). El impacto de estos acontecimientos perturba el balance homeostático de
la familia, dejándola en un estado vulnerable, marcado por una gran tensión y
ansiedad. Para recuperar su equilibrio, la familia utiliza en primer término sus
mecanismos habituales de solución de problemas. Si éstos fallan, la perturbación
aumenta y la familia se ve obligada a usar métodos de emergencia para enfrentar la
situación. Si a pesar de ellos el problema continúa, la tensión llega a un punto
extremo. En este momento puede intervenir un factor precipitante que sumerge a la
familia en un estado activo de crisis, marcado por el desequilibrio y la
desorganización. Al superarse la situación de crisis, sobreviene un período de gradual
reorganización hasta lograr un nuevo estado de equilibrio.

Si bien una situación de crisis no es una enfermedad ni una experiencia


patológica y refleja un esfuerzo realista por enfrentar situaciones vitales, puede
ligarse con conflictos tempranos no resueltos o resueltos sólo parcialmente. Esto
puede generar una respuesta inapropiada o exagerada. En tales casos, la intervención
en crisis puede proporcionar una oportunidad múltiple: solucionar la dificultad actual,
revisar las dificultades previas y/o romper la ligazón entre ambas.

4..-LA FAMILIA MULTIPROBLEMATICA.

Ante todo, un hecho incuestionable: las familias multiproblemáticas han sido y son
clientes habituales de los Servicios Sociales. Es evidente que el grupo familiar ha
recibido, desde los inicios de la disciplina de trabajo social primordial atención; de
hecho, la práctica cotidiana de los/as trabajadores/as sociales se relaciona con aspectos
de la ayuda y asesoramiento a diversas problemáticas de la familia.

Además, los y las trabajadores/as sociales tienen amplia experiencia en el tratamiento


y atención a familias desestructuradas, familias con carencias en el aspecto
económico, déficit sociales y culturales, alteraciones en las relaciones dentro y fuera
del grupo familiar... en definitiva, familias multiproblema o familias que por sus
características intrafamiliares y/o por el entorno en que viven pueden calificarse de
alto riesgo.

Esto no significa que todas las familias que acuden a pedir ayuda en el contexto
asistencial sean "multiproblemáticas" en el sentido amplio que damos al término, en
ocasiones, simplemente presentan una situación de desventaja social. Por otra parte,
familias multiproblemáticas que no tienen dificultades de tipo económico, pueden no
llegar a pedir ayuda nunca, por supuesto no en el contexto asistencial, a lo sumo, en el
contexto de consulta cuando el síntoma de su malestar se hace insoportable.

Por esto, debemos ser cautos a la hora de tipificar a las familias que vienen a pedirnos
ayuda, no olvidando que el contexto en que aquellas se desenvuelven marca
profundamente. Así, no podemos utilizar los mismos criterios para evaluar a una
familia con un nivel económico, social y de nuestra misma cultura y etnia que para
evaluar, por ejemplo, estilos de educación, normas y valores, pautas de crianza en una
familia pobre y además inmigrante.

Posiblemente, la intervención con familias multiproblemáticas desde los Servicios


Sociales es, desde mi punto de vista la situación más compleja con que se tiene que
enfrentar un profesional de ayuda. Creo que los y las profesionales de ayuda que
trabajan en los Servicios Sociales están inmersos en una dualidad de funciones que no
se da en otros profesionales; por una parte, se prestan servicios de protección, ayuda
pero también control social, materializando las políticas sociales y, por otra,
necesariamente se ven abocados a desarrollar una práctica clínica.

Por otra parte, asistimos a un incremento de la problemática social y económica


incluso en el seno de las sociedades avanzadas, descalificación social, incremento de
la violencia, drogadicción, deterioro del medio ambiente y del hábitat, incremento de
la marginalidad, bolsas de pobreza y aumento espectacular del "cuarto mundo",
asentamientos irregulares de inmigrantes sin papeles, pérdida de valores... todo ello
sin duda, características de las sociedades postmodernas y que, indudablemente
afectan a las familias, de la misma manera que las familias afectan los contextos que
habitan.

Sin embargo, como sostiene Bou (2001) hay un cambio que afecta a los roles, y que es
caldo de cultivo de la aparición de la familia multiproblemática: la paulatina
delegación de funciones básicas, antaño desempeñadas por la familia, y ahora
depositadas en estructuras institucionales y en los profesionales. Aspectos como la
educación, la salud, el ocio, e incluso la lucha por la subsistencia van siendo asumidos
por la administración y otras organizaciones. En este sentido, cada vez más y por una
tendencia a la especialización de funciones, la familia moderna queda cada vez más
abocada al mero cumplimiento de las funciones emocionales.

Además, desde hace una veintena de años, se producen en nuestra sociedad,


transformaciones demográficas, familiares y urbanas. Las ciudades adquieren una
nueva configuración, expandiéndose hacia la periferia y creándose nuevos barrios
residenciales donde se instalan familias con rentas saneadas, liberando el centro viejo
de las ciudades para familias con menos recursos e inmigrantes, en un proceso de
paulatina degradación urbanística y social del mismo. Pero al mismo tiempo, estos
centros históricos engloban monumentos o bienes culturales, así como aspectos
históricos que las administraciones han querido, relativamente, cuidar. Por ello han
emprendido una acción rehabilitadora no solo en el ámbito urbanístico, sino también
social, introduciendo fuertes inversiones, algunas de ellas a través de los centros y
equipos de servicios sociales. Con ello, la ciudad postmoderna se convierte en el punto
de encuentro privilegiado de los servicios sociales y las familias multiproblemáticas.
(Bou: 2001).

En lo que se refiere a los cambios familiares, éstos se producen tanto en la estructura


como en los roles; surgen nuevas constelaciones familiares, familias reconstituidas,
monoparentales, homosexuales que cumplen la metáfora de los nuevos tiempos: ya no
es la familia productora, sino fundamentalmente consumidora; estamos en la era del
consumo, y en este aspecto cumplen mejor estas nuevas estructuras. En este sentido,
es clarificadora la afirmación de Linares en relación con las familias
multiproblemáticas (Linares, 1997):

"Las familias multiproblemáticas son también uno de los emblemas de la


posmodernidad, y no sólo por su estrecha vinculación con las drogodependencias.
Poco productivas por lo general, su relación con el consumo es ambigua y casi
pintoresca: en una vivienda puede faltar lo necesario a nivel de comida o de ropa y,
sin embargo, encontrarse repetido un electrodoméstico último modelo. Pero lo que
consumen desenfrenadamente las familias multiproblemáticas es servicios sociales,
hasta el punto de existir una relación privilegiada entre ambas instancias que hace
difícil a menudo ubicar el desenfreno en una de ellas. La estructura familiar también
es característica, interviniendo en ella significativamente rupturas y reconstituciones
hasta configurar genogramas abigarrados y barrocos en los que los roles
tradicionales (en la tradición de la familia moderna) se modifican y reformulan."

Estas situaciones incrementan el número de familias multiproblemáticas que


sobreviven a la deriva en contextos poco gratificantes y problematizados. Y sin
embargo, lo que reciben de la sociedad son presiones continuas: "sed buenos
padres/madres, cumplid bien vuestras funciones, dad amor a vuestros hijos, llevadlos
al colegio, cambiar vuestro estilo de vida, organizar bien vuestro dinero..."Y si no, hay
que intervenir, retirarles a los hijos, las ayudas, no proporcionarles una vivienda. Me
dirán y no lo dudo que lo primero son los hijos que hay que protegerlos ( recordemos
la película de Ken Loach que tanto escoció a los profesionales de los Servicios
Sociales, "Lady bird, Lady bird) y salvarlos, pero ¿quién salva a las familias?. ¿De qué
manera esa sociedad les recompensa de la adversidad, de la desventaja, de la
exclusión?.

Hablaremos también aquí de la difícil situación que se produce por la multiplicidad de


problemáticas que presentan las familias y la situación de los y las profesionales; en
este sentido hay que traer a colación la metáfora de Bergman "pescando barracudas"
ya que, muy frecuentemente es así como nos sentimos ante la familia: podemos ser
devorados en cualquier momento.

Las familias multiproblemáticas con las que nosotros trabajamos, están abrumadas por
un contexto social que poco soporte emocional, social y económico les reporta.
Eufemísticamente son llamadas de muchas maneras: familias pobres, desorganizadas,
de bajos ingresos, disfuncionales, desorganizadas, familias en crisis continuas,
multiproblemáticas... Sin embargo creo que etiquetándolas, las deshumanizamos. Por
otra parte, las definiciones que desde la salud mental y la terapia se ofrecen acerca de
estas familias, a menudo no tienen en cuenta el contexto desfavorecedor en que se
mueven.

Por otra parte, las familias multiproblemáticas tienen una historia de crisis no
resueltas, a menudo cronificadas, con pérdidas emocionales o físicas, enfermedad y,
en definitiva mucho dolor. Estas situaciones las pasan con sentimientos de miedo a las
pérdidas, al abandono, a la aniquilación y también con sentimientos de ira, frustración
y depresión. Esto se manifiesta en conductas disfuncionales con manifestaciones de
violencia, abandonos o estilos negligentes de cuidados para los hijos.

Por su parte, Cancrini (1997) opina que una familia puede definirse como
multiproblemática cuando:

1. Presenta de forma simultánea, en dos o más miembros comportamientos


anormales (síntomas), estables y lo suficientemente graves como para solicitar
una intervención externa.
2. Los adultos de la familia presentan un serio déficit en sus habilidades
funcionales (proporcionadoras de soporte para la subsistencia) y expresivas
(soporte afectivo y cultural).
3. Los dos anteriores factores se realimentan mutuamente.
4. Presentan una labilidad en los límites familiares con una apertura fácil de sus
fronteras, especialmente para los y las profesionales, de cara a hacerles cumplir
alguna de las funciones mermadas expuestas anteriormente.
5. Dependencia crónica mutua entre los/as profesionales y la familia, generando
una condición de homeostasis intersistémica.
6. Con el tiempo se van produciendo modificaciones peculiares en los
comportamientos sintomáticos.

Las características de estas familias implican que debemos ser muy cuidadosos ya que
no sólo tenemos que dirigir nuestra atención al grupo familiar y sus relaciones
disfuncionales, sino también al medio que suele ser deficitario.

Las familias multiproblemáticas presentan desorganización en la estructura, es decir,


confusión de roles, incumplimiento de las funciones familiares, disfunciones en los
límites, siendo éstos o muy rígidos o muy laxos, relaciones emocionales intrincadas o
distantes, reglas secretas o ausencia de reglas que articulen las relaciones, dinámicas
de poder confusas.

Son también familias con alto contenido mítico en su explicación de la vida y de las
relaciones, con creencias irracionales, familias altamente ritualizadas en lo que se
refiere a determinadas tareas o, por el contrario con pocos rituales que proporcionen a
sus miembros identidad como grupo y sentimiento de pertenencia.

En el trabajo con familias, interesa particularmente conocer este último aspecto. En


efecto, indagar acerca de los mitos y los rituales de la familia en realidad, nos lleva a
conocer cual es su estructura, ya que tanto mitos como rituales son aspectos del
funcionamiento de un grupo familiar que están ligados muy estrechamente a su
sistema de creencias y valores y nos ofrecen información sobre la idiosincrasia de la
familia.

En esta cuestión, ambos, el sistema familiar y el sistema profesional posiblemente van


a divergir en el repertorio de creencias, mitología y rituales que ayudan a tener una
visión del mundo y que dan significado a lo que ocurre a su alrededor.

El sistema de creencias y valores de una familia a su vez está muy influido por la
imagen que de la familia como institución tiene la sociedad y también por lo que una
familia en concreto hereda de sus sistemas familiares de origen.

La familia se constituye en un mito para la sociedad, es decir, una imagen idealizada


de lo que debe ser y de su importancia tanto para las personas como para el
funcionamiento del tejido social.

Lo que se contraponga a esa imagen, a ese mito es considerado disfuncional. Esa


creencia influye de forma más o menos consciente en los profesionales que trabajan
con familias y en consecuencia, actúan con ellas distinguiendo las "buenas" de las
"malas familias".

Cuando trabajamos con familias "diferentes" (según la norma de la sociedad y la del


propio profesional), tendemos a enjuiciarlas según una mítica normativa: el tipo de
familia que debe ser (padre, madre e hijos, es preferible a cualquier otro tipo de
formación familiar); en una pareja las tareas y los roles deben repartirse en función de
unos criterios de género (al menos en lo que a roles funcionales se refiere, ese reparto
sigue estando muy difundido: lo "público" corresponde al padre y lo "privado y el
ámbito de las emociones a la madre); los padres deben de estar siempre de acuerdo
con el modelo educativo para los hijos. La desviación de estas creencias puede llevar a
enjuiciar negativamente a la familia y su conducta.

Esto tiene especial relevancia en contextos de ayuda asistencial, en el ámbito escolar o


en los servicios sociales donde encontramos muchas familias "diferentes"
(inmigrantes, mujeres solas con hijos a cargo, familias pertenecientes a otras etnias o
procedentes de medios disfuncionales donde la pobreza es el denominador común...).

Si la familia está muy ritualizada, hay indicios de rigidez y pudiera ser que hubiera
poca disponibilidad para el cambio; por el contrario, la ausencia de rituales en una
familia puede indicar desorganización, disgregamiento y es muy característica de las
familias usuarias de los servicios sociales que no comparten mitos ni rituales
heredados transgeneracionalmente y para las cuales, ayudar a construirlos, ofrecerles
la oportunidad de hacer cosas juntos, puede ser terapéutico.

Aunque generalmente acude un miembro de la familia a pedir ayuda (y casi siempre


es la mujer),qué duda cabe, si pensamos desde una perspectiva sistémica que cualquier
problema o conflicto que presente un miembro del grupo familiar, repercute, por los
principios de totalidad y circularidad en todo el grupo. Considerar los síntomas físicos
o emocionales en contexto tiene sentido ya que las personas están implicadas en
relaciones. Además, no sólo se trata de los conflictos en sí, sino de las respuestas de
los miembros de esa familia a los conflictos, respuestas condicionadas por los valores
y "cultura" de la familia.

Hay que destacar también que en muchas ocasiones son clientes forzosos que no piden
nada e incluso rechazan la ayuda desarrollando una coraza ante los y las profesionales:
se inicia así un juego relacional entre las familias y los o las profesionales titulado
"dejo que me victimices y me persigas, pero luego te abandono", juego en el que en
muchas ocasiones queda atrapado el o la profesional. Este patrón de interacción es
frecuente en familias abusadoras o con estilos negligentes, intentan seducir al o a la
profesional haciéndole sentirse como salvador/a y así evitar ser culpabilizados.

En definitiva y expresado de una forma sintética, algunas de las características más


relevantes de este tipo de familias son:

A) Desde el punto de vista de las relaciones y conflictos internos en la


comunicación.

• Presencia simultánea en dos o más miembros de comportamientos


problemáticos estructurados, estables en el tiempo y lo bastante
graves para requerir intervención externa.
• Insuficiencia grave, especialmente en el subsistema parental ejecutivo
de las tareas funcionales y expresivas necesarias para el correcto
funcionamiento de la vida familiar.
• Labilidad en los límites (entrada de figuras externas a la familia o
límites excesivamente rígidos).
• Relación crónica de dependencia de diferentes sistemas de ayuda
profesional (salud mental, servicios sociales...).
• Pérdidas reales y/o simbólicas.
• Reactividad emocional escasa o excesiva.
• Falta ayuda S.F.O.
• Apego ansioso.
• Tendencia a la desintegración familiar o a la homeostasis rígida.
• Desarrollo de síntomas múltiples (alcohol, malos tratos, absentismo,
malnutrición, trastornos de personalidad, mal funcionamiento
social...).
• Juegos relacionales: el perpetuo enfermo, uso de la fuerza, posición
infantil...
• Crisis cíclicas o crónicas.
• Necesitan ayuda especializada.
B) Desde el punto de vista de los conflictos con el medio:

• Actividades económicas de tipo marginal o ingresos inestables e


insuficientes.
• Paro.
• Viven al día.
• Contexto adverso: espiral de pobreza.
• Redes sociales escasas, defectuosas y empobrecidas.
• Falta de hábitos higiene.
• Absentismo y/o escolarización deficiente.
• Problemas legales (deudas, hurtos, agresiones...).
• Problemas psicológicos, psiquiátricos y de salud en general
(drogadicción, alcohol, malnutrición, depresiones...).
• Aislamiento social.
• Hacinamiento, malas condiciones de habitabilidad.
• Clientelismo.

Así pues, podemos considerar que existen en nuestra sociedad grupos de riesgo:
Familias con pocos recursos económicos; familias incompletas; parejas jóvenes con
hijos pequeños; familias sin asentamiento fijo; familias inmaduras... pero, no
olvidemos que el factor social o económico no es el único que produce familias
multiproblemáticas. La diferencia es que las familias que pertenecen a un contexto
"adecuado" y tienen un estatus socioeconómico solvente, generalmente nunca llegan a
ser catalogadas como f.m.: no piden ayuda -y si la piden lo hacen en un contexto
diferente como veremos-; si su disfuncionalidad no es muy evidente, los síntomas los
guardan como secretos de familia y jamás aparecen vindicadas en la sociedad (abusos
sexuales, drogas, maltrato, etc.).

En relación a los síntomas que permiten a los/las profesionales percibir la disfunción:


embarazos no deseados o en adolescentes; accidentes repetidos en la infancia; retraso
escolar; trastornos en la conducta (nivel preescolar o escolar); dificultades de
adaptación en la adolescencia; depresión; malos tratos; hiperutilización de servicios
(sociales, médicos, etc.); baja autoestima; inestabilidad conductual; problemas
psicológicos, psiquiátricos o ambos; pobreza emocional (poca capacidad para expresar
sentimientos).

 
Tipologías utilizadas en Servicios Sociales

 
Existe una variedad de clasificaciones familiares atendiendo al tipo de disfunción o
conflicto presentado. Casi todas las familias, sin embargo, presentan alteraciones en
los patrones de comunicación, asociados en muchos casos con variables de tipo
socioeconómico. Desde mi punto de vista, son relevantes las clasificaciones de Jordan
(en relación a la capacidad integrativa o no de la familia); la de Van Wel (desde el
punto de vista del "ajuste" social), la de Powell y Monahan (por la falta de recursos o
apoyos externos en las crisis) y la de Cancrini.

Es interesante que nos detengamos en la clasificación de Van Wel (1992) que combina
aspectos emocionales con deprivación socioeconómica, estableciendo una minuciosa
tipología:

• Familia desorganizada: escaso cumplimiento de las funciones parentales,


cuidado negligente de los hijos, organización caótica del hogar, reglas implícitas
o secretas, poca ritualización de la vida familiar.
• Familia socialmente enferma: Conflictos de relación internos y con el medio
(dificultades en la red social que aparece truncada; problemas con figuras de
autoridad (maestros, policía...).
• Ajuste defectuoso al medio: discrepancia entre metas y recursos; deprivación
socioeconómica; labilidad en los límites externos, tendencia a la desintegración.
• Familia deprivada: graves carencias socieconómicas, familias marginales, viven
a espaldas de la sociedad y de los servicios de protección social.
• Familia simbiótica: relaciones intrincadas de sometimiento y dependencia,
violencia en forma de actos como forma de relación con escaladas
complementarias.

Por su parte Powell y Monahan (1969) hablan de familia aislada para referirse a
aquellas familias que carecen de apoyos en las fases de ciclo vital siendo
características de este tipo las familias inmigrantes cuyas redes sociales están
espacialmente dispersas.

Otra clasificación útil para identificar las familias con las que trabajamos es la de
Cancrini y cols. (1997)que presenta la siguiente tipología:

• Con padre periférico por hetero o autodescalificación. La organización práctica


descansa sobre las mujeres, entre las que sobresale la madre central pero caótica
y desorganizada. A veces ella misma impide la presencia del padre.
• La pareja inestable formada por padres muy jóvenes, incapaces de cuidar a los
hijos, en pelea constante y con presencia constante de una de las F.O., las cuales
suelen acabar adoptando a los hijos. Frecuente en los casos de familias
formadas por toxicómanos.
• La mujer sola que tras larga institucionalización vuelve a casa con la madre,
pero queda embarazada, entrando en una espiral de cambio de compañeros con
nuevos embarazos. Aquellos se van pero queda ella con los niños aunque
ineficaz en su crianza y con una carencia total de modelo paterno.
Frecuentemente se enfrenta a la retirada de los hijos por las autoridades.
• La familia petrificada, tras la pérdida de varios miembros en situación
traumática. Especialmente en zonas conflictivas como Sicilia (mafia) o de
conflictos terroristas. Los supervivientes o algunos de ellos se quedan como
paralizados deviniendo en multiproblemáticos por su pasividad e inoperancia.

La forma de acudir a los servicios de protección para pedir ayuda es en función de un


síntoma (paciente identificado o chivo expiatorio). En el caso de las familias que
acuden a contextos asistenciales, generalmente, con el síntoma coincide la demanda de
alguna necesidad de tipo material. En otros casos, como ya hemos apuntado, son
clientes forzosos que acuden por derivación de otros servicios.

El siguiente gráfico modificado de Ripoll-Millet) ilustra la motivación para pedir


ayuda

La familia multiproblemática y los Servicios Sociales o "¿Qué he hecho yo


para merecer esto?"

Creo que la pregunta que encabeza este aparatado alusiva a la famosa película de
Almodóvar, nos sirve para ilustrar el sentimiento que embarga a muchos y muchas de
los y las profesionales de ayuda que intervienen desde los servicios sociales: se
encuentran con demandas familiares o imposiciones de su propia institución o de otras
que ejercen funciones de control que a menudo son imposibles de satisfacer por
múltiples motivos: la falta de recursos, la falta de tiempo, la poca preparación, la
rivalidad profesional, la discrepancia de objetivos entre los profesionales y la
institución o instituciones derivantes y, por supuesto, las características de las propias
familias a las que hay que atender.

Desde la perspectiva de los y las trabajadoras sociales, este tipo de familias requiere
una tremenda inversión psíquica y emocional que tiene pocas recompensas ya que se
sienten inundados con multitud de problemas de estas familias que a menudo parece
como si no tuvieran interés en mejorar sus vidas y arrastran, a veces de generación ene
generación una pléyade de problemas: drogas, embarazos adolescentes, desempleo,
estilos negligentes de crianza de los hijos, abandonos.

Desde el punto de vista de la familia, ésta se encuentra cercada por la pobreza, la


enfermedad, la violencia, el desempleo, con pocas expectativas de cambio y ven a los
y las trabajadores sociales como intrusos e invasores de su mundo y en ocasiones
piensan que les hacen más daño que otra cosa (les niegan ayuda económica o
vivienda, les quitan a los hijos, les censuran...).

Por otra parte debemos tomar en consideración diversos factores que complican el
trabajo con familias y que trataremos de analizar aquí:

A) El problema de la intervención: terapéutica


B) Los contextos en que desarrollamos la ayuda
C) La motivación para la ayuda
D) La triangulación entre instituciones

A) Esto se refiere a un viejo litigio entre profesionales de diferentes disciplinas de


ayuda acerca de quien tiene el "poder" y/o el "saber" para ayudar al cambio familiar. O
lo que es lo mismo ¿podemos y debemos desde los Servicios Sociales hacer terapia?.
Cirillo (1990) aboga por que sí es posible ya que considera que cualquier
acercamiento de una familia para solicitar ayuda aunque ésta sea de tipo material,
implica otro tipo de demanda implícita a través de la cual se puede "traspasar la
puerta" de la familia para hacer otro tipo de intervenciones

De hecho, la dificultad se plantea también desde el punto de vista de sí la terapia sólo


es posible desde contextos terapéuticos, quedando pues excluidos los contextos
asistenciales o de control.

Sin embargo, existen multitud de ejemplos profesionales que demuestran de qué


manera es posible hacer intervenciones en contextos "no terapéuticos" (con ancianos,
menores, etc.) ya que de lo que se trata en definitiva es de facilitar cambios en algunas
áreas de la vida de las familias o, al menos, ayudarles a pasar las crisis.

Este litigio que en mi opinión está superado tiene que ver con algo que creo que si
implica dificultad para una ayuda eficaz y está relacionado con el punto siguiente.

B) Otro factor que podría complicar las intervenciones es el relativo a los contextos y,
relacionado con el anterior es el que se refiere a la contradicción que se produce
cuando se presta ayuda en un contexto asistencial y a la vez se participa con la misma
familia en un contexto de control o evaluativo.

Lamas (1997) define el contexto profesional de cambio al marco que se establece


entre el profesional y el cliente que permite dar significado a una serie de intercambios
comunicacionales orientados a producir cambios en el cliente.

Pueden identificarse así diferentes contextos de cambio: el asitencial, el de consulta, el


terapéutico, el evaluativo, el de control y el in-formativo. Qué duda cabe que los
trabajadores y trabajadoras sociales intervenimos a la vez en varios de estos contextos:
el asistencial que es propiamente el de "ayuda", el evaluativo y el de control; la
dificultad estriba en que entre estos tres contextos la filosofía es contradictoria ("te
ayudo pero te juzgo y te examino y si no cumples..."); es evidente que esta situación
de multiplicidad de roles en contextos opuestos no favorece el cambio de la familia;
más bien al contrario, impide una auténtica relación de ayuda, imprescindible para
dicho cambio.

En realidad es una típica situación de doble vínculo relacional que desde mi punto de
vista impide la ayuda. La intervención en esos contextos, por otra parte, prima la
posición de desvalorización e incompetencia de la familia: no pueden, no saben y
necesitan de alguien que sabe y que puede organizar su vida y además juzgar si
merecen ser ayudados. Además, generalmente supone una situación no voluntaria por
parte de la familia con lo cual disminuye la motivación; el rol del o la profesional es
de control lo cual también, evidentemente dificulta el cambio.
Los contextos profesionales de cambio se producen a su vez en metacontextos que
responden a una "cultura institucional", favoreciendo la ayuda y el cambio en unos
casos y dificultándolo en otros y que a su vez responden a un imaginario colectivo de
la sociedad, esta tiene mitos y creencias acerca de determinadas instituciones,
enfermedades, etc. y ello condiciona la ayuda: por ejemplo un centro psiquiátrico, un
dispensario de metadona, etc. Esto supone una predisposición para dar o recibir ayuda
y también condiciona la percepción social de la misma, estando reforzado esto por una
serie de marcadores contextuales que nos ayudan a percibir esa ayuda de una manera u
otra, de la misma manera que condiciona la percepción de los y las profesionales
acerca de si son terapeutas o no.

Esto de los marcadores de contexto que refuerzan la "autoridad" terapéutica elevando


a los terapeutas "a los altares" con categoría de magos o brujos es ciertamente
importante con relación a los y las trabajadoras sociales ya que difícilmente nos
perciben como a los médicos, psicólogos, etc. (a pesar de que tenemos como profesión
sanción de la comunidad para intervenir y que algunos olvidan que, por ejemplo,
Virginia Satir es trabajadora social, por citar alguien relevante en el mundo de la
terapia).

C) En este sentido podemos observar cómo la motivación es un serio problema que


dificulta el cambio; en efecto, para que este fuera posible, precisaríamos que tanto la
motivación de la familia como la del profesional coincidieran, pero la realidad indica
que esto no es así. En el caso de las familias, raramente se encuentran motivadas para
un cambio real de su organización familiar, de hecho, están atrapadas entre la
necesidad de cambiar y la de proteger sus patrones habituales de comportamiento, sus
roles y su organización.

Por ejemplo, las familias pueden proteger su estructura familiar con un hijo
institucionalizado como ingobernable, delincuente o drogadicto o también con un
adulto encarcelado, alcohólico o enfermo mental; simplemente se reorganizan para
mantener el síntoma y seguir funcionando.

Por esto, incluso aún cuando encontremos familias motivadas, la resistencia es un


factor de dificultad añadido a la hora de intervenir con las familias. Así, la resistencia
sirve para proteger a la familia de los cambios temidos más incluso que de las
decisiones judiciales o de los agentes de servicios sociales. Mantener el precario
balance familiar llega a ser más importante que el propio bienestar o el desarrollo
individual. El cambio para cada miembro de la familia puede implicar el riesgo de
perder su identidad, pueden surgir sentimientos de fracaso o de culpa, acusaciones
cruzadas, colapso familiar y miedo a la pérdida.

Junto con la falta de motivación de la familia, podemos encontrar falta de motivación


del o la profesional. Por una parte, generalmente, sus objetivos están enfrentados a los
de la familia: él o ella quiere ayudarles a cambiar y la familia se opone, a menudo son
utilizados por la familias para su propio beneficio y si ésta no consigue lo que quiere,
el o la profesional la pierde (tras dejar buena parte de energías físicas y emocionales
en el camino). Por otra parte, trabajar con familias multiproblemáticas supone
modificar también su entorno (que, como hemos visto, genera en muchas ocasiones
los problemas) y, en este sentido, el o la profesional se siente impotente: cada vez más
crisis en la sociedad y menos recursos (esto se hace particularmente relevante en el
seno de las sociedades avanzadas, un ejemplo: la tolerancia cero de Blair).

La dificultad de coordinarse con colegas, el hecho de no tener supervisión, el sentirse


presionado por sus jefes para obtener resultados (¡criterio empresarial aplicado a los
Servicios Sociales!), la falta de "vacaciones" o rotación del puesto de trabajo para
tomarse un "respiro" son factores que, evidentemente disminuyen la motivación y
conducen al agotamiento profesional.

D) En muchas ocasiones se produce una fricción entre las instituciones que trabajan
con familias por quien tiene la decisión sobre qué tipo de cambio deben éstas realizar
o quien lidera la intervención. Este es otro factor más que interfiere en la eficacia de
las intervenciones.

Por una parte contribuye al desgaste de los y las profesionales y por otra, a que las
familias se sientan atrapadas en una lucha que no comprenden ni les beneficia. Imber-
Black (1985) sostiene la necesidad de cambiar el término "familia multiproblemática"
por el de "familia envuelta con múltiples instituciones", afirmando que son éstas con
sus luchas de poder, objetivos dispares, diferencias de "cultura", de ideología, etc. las
que contribuyen a veces en la cronificación de los problemas de las familias. Además,
la autora propone una idea interesante que es la de trabajar el empoderamiento de
estas familias cambiando su visión como "perseguidas" por las diferentes instituciones
por la de usuarios de pleno derecho de los servicios de bienestar social.

Por su parte, Colapinto (1988) viene a coincidir con la anterior cuando expresa que los
problemas de las familias son un síntoma de una situación más compleja y amplia: el
contexto social de la familia. Dice que una familia problemática es una familia que
tiene el problema de estar lidiando con demasiadas instituciones. Es una familia que
ha sido definida como tal por diferentes organismos, y con la colocación del foco
problemático en distintos comportamientos de la misma. "Una familia
multiproblemática es una familia multiagencia". Es gracias a estas familias que los y
las profesionales de distintos organismos mantienen relaciones.

Diversos autores han analizado la relación que se establece entre una familia
multiproblemática y las instituciones de ayuda pero es quien acuña el término
"triángulo de instituciones" para designar la compleja relación que se establece entre
la familia y las instituciones que intervienen en alguna faceta de su vida: coaliciones,
socavamiento de la autoridad, descalificaciones, luchas entre buenos y malos
(terapeutas).

Es decir, las triangulaciones pueden darse entre profesionales de las diferentes


instituciones pero también las familias van a tener la tentación de devorar a múltiples
sistemas de ayuda, estableciendo alianzas con unos y abandonando a los que no
respondan a sus intereses.

La intervención con familias multiproblemáticas

Hasta aquí algunas pinceladas acerca de cómo funcionan las familias en general, pero
también, la evidencia de que cada familia desarrolla un estilo propio que tiene que ver
con múltiples factores: el contexto cultural, étnico, la historia pasada de la familia, las
dificultades por las que atraviesa...

Imagínense ahora un o una profesional de ayuda con unas experiencias familiares, una
historia vital hecha de encuentros o desencuentros familiares, con mitos, rituales,
estilos propios de comunicar, pero además revestido de "autoridad moral" para tratar
con familias menos afortunadas, familias que médicos, maestros, psicólogos,
trabajadores sociales han conceptual izado como "disfuncionales" porque su estilo de
vida, su forma de relacionarse, la falta de recursos o cualquier otro motivo difiere de la
imagen idílica de la familia permitida en la sociedad.

Un peligro real y frecuente es dejarnos arrastrar por esas etiquetas prejuiciosas acerca
de tal o cual familia y compararlas además con nuestra propia historia familiar, con
nuestros valores y creencias, con nuestro propio marco de referencia en definitiva y el
resultado puede ser una actitud etnocentrista que nos lleve a enjuiciar de manera
equivocada a la familia.

Los y las profesionales de ayuda tenemos mucha responsabilidad en nuestro trabajo


porque podemos influir sobre la vida de las personas: de nuestros informes, de
nuestras opiniones, de nuestros juicios va a depender que tal o cual niño sea retirado
de sus padres; de que una mujer pueda o no librarse de una vida de maltrato
marchándose de la vivienda familiar...

Esto significa que debemos ser cuidadosos cuando interpretamos las dificultades y las
capacidades de las familias para salir adelante; significa que debemos ser flexibles y
abiertos, reconociendo que hay otras formaciones familiares en las que los niños
pueden crecer y desarrollarse; significa que debemos ser críticos con los criterios
normativos de una sociedad que mitifica y consagra un modelo familiar determinado.

Es decir, el encuentro de los y las profesionales con las familias constituye un reto a la
aptitud y creatividad tanto de la familia como del profesional, necesitando éste
grandes dosis de paciencia, buen humor y humildad, evitando hacer proyecciones de
sus propios temas no resueltos con las familias que trabaja.

Trabajar con familias es crear un sistema terapéutico en que juntos, el sistema familiar
y el sistema profesional avancen juntos, cooperando hacia unos objetivos. Utilizando
un símil de Minuchin, se trata de conducir un barco en el que todos tienen que
colaborar.

Y muy importante: definir los límites personales y profesionales, siendo capaces de


reconocer cuando las vivencias tanto con la familia de origen como con la familia
actual puedan interferir en la relación con la familia en tratamiento.

Se trata de conocer a la familia, descubrir sus juegos relacionales y de poder a través


de su lenguaje, de sus metáforas, de sus mitos o de sus rituales.

Ya se ha comentado que trabajar con este tipo de familias en el contexto asistencial


que es donde las/os trabajadoras/es sociales solemos intervenir, es a menudo,
frustrante y desesperanzador, por una parte debido al alto grado de conflictividad que
presentan y por otra parte, por los contextos adversos que rodean a estas familias. Si a
esto unimos la falta de recursos de las administraciones, es frecuente que nos
encontremos en una posición de atasco, que nos lleva al agotamiento profesional
(síndrome de burn-out) y nos hace arrojar la toalla, contribuyendo así también a la
cronificación de las familias multiproblemática. Así, es frecuente, encontrar en las y
los profesionales sentimientos tales como desaliento fatalista, impotencia o
sentimiento de catástrofe casi siempre inminente. En ocasiones, nuestro trabajo está
condicionado por un mito "nada se puede cambiar" y esto hace que efectivamente, a
modo de profecía autocumplida, nuestro trabajo se vuelva más y más ineficaz,
generando ansiedades y sentimientos de fracaso.

 
Trabajar con este tipo de clientes pasa por desarrollar una serie de estrategias

 
Estrategias personales de cambio:

• Conocerse a sí misma/o, nuestras limitaciones, cualidades y defectos (usar la


introspección).
• Clarificar nuestras relaciones familiares para evitar hacer proyecciones en
nuestros clientes. Clarificar nuestro modelo afectivo aprendido de nuestros
padres. Proceso de diferenciación de-sí-mismo (Bowen, 1991).
• Ser congruente y crítica/o con nosotras/os mismas/os.

Estrategias profesionales:

• Tener expectativas realistas.


• Incrementar conocimientos
• Compartir los "casos" con colegas: hablar de éxitos y fracasos
• Estudiar a las familias teniendo en cuenta su contexto: no juzgar y evitar
etiquetas.

 
En cuanto a la intervención propiamente dicha

 
1. Asegurar la alianza terapéutica, mostrando sensibilidad para acoger a la familia
y su historia, evitando juicios condenatorios, comprendiendo los temores y
esperanzas de la familia (posición ambivalente de la familia, ésta quiere y cree
que va a ser ayudada, pero a la vez siente miedo a perder a los hijos, a que la
condenemos, a que juzguemos su capacidad como padres...). en este primer
momento, hay que tener presente 3 aspectos fundamentales para crear con éxito
la alianza terapéutica: los vínculos, esto es, la calidad de la relación entre los
participantes; las metas o fines del viaje terapéutico y las tareas, es decir, los
medios para llegar a buen fin. Cuando hay atascamiento en la relación
profesional puede deberse a que los vínculos son débiles o inadecuados; existe
desacuerdo en las metas o en las tareas.

Es importante, sobre todo si hay niños pequeños, evitar formas de violencia


(siendo críticas por ejemplo con los padres); a veces hay que usar el marco legal
para proteger a los niños.

En este primer momento pueden surgir además otros problemas: rechazo mutuo:
T.S./familia (proyecciones inconscientes); rechazo de la familia hacia la t.s. por
el poder que ésta tiene para tomar decisiones que afectan a la familia; el peso de
la atadura ansiosa (hay obsesión hacia el anhelo de atadura, pero al mismo
tiempo, miedo por esa atadura, esto lo pueden proyectar en la t.s.:
transferencias).
2. Reducir la intensidad de síntomas difíciles (suicidios, incesto, malos tratos,
alcohol...). Evitar actuar sobre esto al principio porque puede dar lugar a
conductas destructivas sin control. Jugar un rol parental positivo para ayudar a
reestructurar situaciones, fijar límites, imponer normas.
3. Papel como negociador y modelo de atadura controlada y limitada. Esto supone
negociar y clarificar metas, así como contener al usuario (sus emociones y
sentimientos) y darle límites firmes (por ejemplo en el uso de las citas).
Ayudarles a definir sus problemas; no mostrarse ni demasiado pesimistas ni
demasiado optimistas ante su situación y, sobre todo, ofrecer apoyo y usar la
empatía.
4. Estructurar las entrevistas, ayudando a fijar reglas de conducta, por ejemplo que
aminoren las situaciones de violencia y falta de control; en ocasiones, se puede
excluir a algún miembro.

5. Anticipar el efecto de las intervenciones. Como por sus características, suelen


ser familias que viven al día tienen dificultad para pensar de forma anticipada,
por tanto hay que ayudarles a pensar sobre consecuencias de sus conductas y
decisiones, también anticipar la separación (cuando finaliza la alianza
terapéutica). Tener en cuenta que no hay curas mágicas, sin embargo, ayudarles
a prevenir y pasar las crisis.
6. Fijar metas realistas, de acuerdo con las necesidades reales y según capacidades
de la familia y sus recursos internos/externos. Mejor objetivos cortos y fáciles
de conseguir que motiven a la familia y les aliente a continuar con el
tratamiento.
7. Reestructurar o estructurar las redes sociales. Hay que tener en cuenta que sus
redes sociales están empobrecidas y muy deterioradas, con lo cual difícilmente
podrán ser utilizadas para obtener ayuda en momentos de crisis. Un punto
importante es, pues, ayudarles a recomponerlas o crear nuevas redes a través de
los sistemas profesionales de ayuda (por ejemplo, facilitando la participación en
grupos de autoayuda...).

Así pues, de acuerdo con Aponte (1991), el enfoque idóneo para intervenir con
familias multiproblemáticas es el enfoque eco-sistémico que debe tener en cuenta
varios aspectos:

• Considerar el contexto en que se generan los problemas de la familia


• La organización de la familia
• Creencias y valores
• Recursos de la Comunidad
• Redes sociales

Esto, pues, implica tratar juntos los problemas de la familia y de la comunidad,


trabajando con las instituciones y profesionales del contexto inmediato de la familia:
es una solución ecológica para un problema ecológico.

Y es que en este sentido, trabajar las redes sociales de las personas en la comunidad en
que viven es muy útil para prevenir situaciones de riesgo o aminorar los efectos de las
crisis de las personas, también para encontrar recursos no convencionales en la
comunidad.

La intervención social con finalidad asistencial, en múltiples situaciones, requiere ser


complementada con la intervención socioeducativa-promocional. Por ello, la
propuesta de pensar y trabajar en y con redes, posibilita tal complementariedad y a su
vez, potencializa las fortalezas personales, familiares y organizativas de carácter
privado y público en función de la búsqueda de soluciones. Construir vínculos en red,
entre las organizaciones productoras de servicios sociales, es un imperativo de gestión
y es un reto ético para el aprovechamiento de los recursos públicos. Y articular dichas
redes, con las redes comunitarias, sin lugar a dudas, contribuye a construir una visión
de ser humano social artífice y corresponsable de su desarrollo y el de los demás. A su
vez, nos permite subrayar las responsabilidades de un Estado, ante las problemáticas
sociales creadas y acentuadas por la desigual distribución del producto social.

En cualquier caso y para concluir estas ideas, recordar que es importante a pesar de la
desesperanza y el agotamiento de trabajar con familias multiproblemáticas, recuperar
el rol de "abogado" de estos clientes, es decir, de intercesor frente a otras figuras de
control y reprobación ya que a menudo (y esto no significa crear o fomentar
dependencia) somos los únicos/as profesionales que les proveen de experiencias
emocionales efectivas. Esto significa también recuperar la esencia de nuestra
profesión ofreciendo protección pero también crecimiento y enseñanza.

En el transcurso de la situación de crisis, las familias pueden percibir los eventos


tensionadores iniciales como una amenaza a sus necesidades de conservación, de
autonomía y de bienestar, como una pérdida de una persona o atributo, o como un
obstáculo para su crecimiento y desarrollo. Cada una de estas percepciones genera una
reacción emocional diferente, que refleja el significado subjetivo del evento para cada
persona. La amenaza produce ansiedad, la pérdida produce sentimientos de depresión
y duelo, el desafío produce un aumento de la ansiedad, junto a sentimientos de
esperanza y expectación, liberando nueva energía para la solución del problema.

Si bien una situación de crisis no es una enfermedad ni una experiencia patológica y


refleja un esfuerzo realista por enfrentar situaciones vitales, puede ligarse con
conflictos tempranos no resueltos o resueltos sólo parcialmente. Esto puede generar
una respuesta inapropiada o exagerada. En tales casos, la intervención en crisis puede
proporcionar una oportunidad múltiple: solucionar la dificultad actual, revisar las
dificultades previas y/o romper la ligazón entre ambas.

La duración total de la situación de crisis varía ampliamente, según sea la gravedad


del motivo que la inició, las reacciones características de las personas, la naturaleza y
complejidad de las tareas que deben ser cumplidas y los recursos de apoyo
disponibles. El estado de desequilibrio activo, sin embargo, es limitado en el tiempo,
durando usualmente entre 4 y 6 semanas.

Cada clase de situación de crisis parece seguir una secuencia determinada de etapas
que pueden ser precedidas y señaladas (el duelo, por ejemplo). Las reacciones
emocionales y las conductas de respuesta en cada fase con frecuencia pueden ser
anticipadas. La fijación y el desequilibrio en un aspecto o punto particular pueden
aportar claves acerca de lo que paraliza a la persona o familia y lo que hay detrás de su
incapacidad de realizar el "trabajo de crisis" y manejar la situación.

Durante el transcurso de la situación de crisis, la familia tiende a estar particularmente


sensible a la ayuda. Sus mecanismos de defensa habituales para solucionar problemas
se han mostrado inadecuados, y por eso está más abierta a la influencia externa y al
cambio. En este momento, un esfuerzo mínimo puede producir el máximo efecto; una
pequeña cantidad de ayuda, apropiadamente localizada, puede ser más efectiva que
una terapia intensiva y prolongada en un período de menor accesibilidad emocional.

Durante la fase de reintegración, pueden surgir nuevas posiciones y fuerzas, nuevos


estilos adaptativos, permitiendo a la familia enfrentar con mayor efectividad otras
situaciones a futuro. Sin embargo, si durante el desarrollo de la crisis no cuenta con la
ayuda adecuada, puede adoptar modalidades y normas inadecuadas o mal adaptativas
que debiliten su capacidad para continuar funcionando adecuadamente.

La teoría de crisis no opera de acuerdo a una dicotomía normal-anormal, sino sobre la


presunción de que todas las familias están sujetas a variadas tensiones internas y
externas en las diversas etapas de su ciclo vital. Para enfrentarlas, cuentan con un
repertorio de mecanismos de solución de problemas.

Frente a la situación de crisis, Golán (1979) considera que al trabajador social le


corresponde básicamente ayudar .a la familia a superarla y a reintegrarse después de
ella. Esta reintegración supone la corrección de la percepción cognitiva, el manejo de
los sentimientos y el desarrollo de nuevas conductas de enfrentamiento de problemas.

Para ello, el trabajador social debe desarrollar un conjunto de tareas psicosociales que
consisten en:

• Hacer frente a los sentimientos de pérdida y de amenaza a la seguridad y a la


autoestima de la familia.

• Probar nuevos mecanismos para enfrentarse a la vida como un modo de controlar la


ansiedad.

• Ofrecer apoyo durante el período de estrés, buscando nuevos servicios. • Ayudar a la


utilización adecuada de los servicios.

• Ayudar a la familia a tomar conciencia de los logros que ha conseguido al enfrentar


la crisis, y a la aceptación de las pérdidas.

Para el desarrollo de estas tareas, Golán presenta un modelo de intervención en crisis,


que se desarrolla en tres fases: La primera, de formulación, se desarrolla
habitualmente en la primera entrevista, e incluye tres pasos:

a) Focalización en el estado de crisis, en que la atención se concentra sobre el "aquí y


ahora". El trabajador social ayuda a las personas a expresar sus respuestas
emocionales a la crisis, explorando los acontecimientos peligrosos, descubriendo el
tipo y los efectos del estado vulnerable y evalúan las perturbaciones causadas en la
familia por la situación de crisis.

b) Evaluación, en que se hace con la familia una estimación de las circunstancias y de


la prioridad de los problemas que se le presentan para ella, detectando el problema
principal y llegando a un plan de trabajo inicial.

c) Contrato, en que se definen las metas y tareas, tanto para la familia como para el
trabajador social.
La segunda fase, de implantación, incluye dos pasos:

a) Recolección de datos, en que se obtienen los datos que falten, se comprueban las
incoherencias y se seleccionan los principales temas (pérdida, ansiedad, desafío).

b) Cambio en la conducta, en que se comprueban los mecanismos habituales de


enfrentamiento de problemas en el área, se ayuda a la familia a alcanzar metas
realistas y de corto plazo a través del establecimiento de un conjunto de tareas, y se
apoya a la familia para desarrollarlas.

La tercera fase, de término, incluye tres pasos:

a) Decisión sobre el término de la intervención, en que se recuerda la fecha de inicio


de la intervención, se propone espaciar las entrevistas y una posible fecha de término,
procurando neutralizar las resistencias a terminar que pudieran producirse.

b) Revisión de los progresos alcanzados, en que se resumen los logros, se revisan los
temas principales, se recuerdan las tareas realizadas, las metas logradas y las tareas
pendientes.

c) Plan futuro, en que se discuten los problemas actuales, se ayuda a la familia a


aceptar que el proceso ha terminado y a reconocer las capacidades para enfrentar
futuros problemas que ha desarrollado. Finalmente, Golán considera que las familias y
los grupos son lugares especialmente adecuados para la intervención en crisis del
trabajador social.

5.-EL ENFOQUE SISTEMICO EN LA INTERVENCION CON


FAMILIAS:CONCEPTOS CLAVES.

Aproximarnos al estudio de la familia, desde una perspectiva sistémica, supone


esbozar, aunque sea someramente, algunos de sus rasgos más característicos. La
familia es una complejidad organizada en un «holón» compuesto de subsistemas en
mutua interacción.
Ackerman la define como una unidad básica de salud y enfermedad. En cuanto
«holón» de personas en interacción, el sistema familiar es más que la suma de sus
partes individuales; por tanto, la familia como sistema está vitalmente afectada por
cada unidad del sistema, de manera que lo que ocurre a un miembro, de inmediato
tiene sus repercusiones en todos los demás y viceversa.

A su vez, las familias son subsistemas de unidades más vastas: la familia extensa, el
vecindario, la sociedad como un todo. La interacción con estos «holones» más vastos
engendra buena parte de los problemas y tareas de la familia, así como de sus
sistemas de apoyo. Como todos los sistemas y suprasistemas en relación recíproca, la
familia y su espacio vital deben ser ecológicos: cada uno tiene sus necesidades y cada
uno impacta al otro. Esto ha de equilibrarse si ambos han de seguir siendo
funcionales.

La familia y el suprasistema permanecen en equilibrio ecológico mediante un


intercambio simbiótico de inputs y outputs, o para decirlo en lenguaje sociológico, a
través del equilibrio de funciones ( y los recursos necesarios para cumplir aquellas
funciones) que la familia proporciona a la sociedad y de las funciones que la sociedad
proporciona a la familia.

Es decir, las funciones del sistema familiar deben satisfacer las necesidades de la
familia y de sus miembros y también algunas de las necesidades de la sociedad para
que la familia sea realmente estructural.

Características de la familia como sistema

1) Totalidad, puesto que es una combinación de partes que se relacionan entre sí


en constante interacción. Pero hay que observarla en su totalidad y no
aisladamente, como formando una red de interacciones, con toda su
complejidad. Por ejemplo, como el juego del ajedrez.
2) Circularidad, esto es, en la teoría de sistemas, a los comportamientos no se les
puede describir en relación causa-efecto A = B, sino en relación circular A <-—
> B.
3) Capacidad autocorrectiva u homeóstasis. Como todo sistema, en la familia
existe la tendencia a mantener la estabilidad, a la ausencia de cambio, en un
sentido morfostático; tiene que ver con los límites.
4) Capacidad de transformación, esto es, una característica que se refiere a la
morfogénesis y tiene que ver con el tiempo.

Cómo ayuda la perspectiva sistémica


— Ayuda a la familia a contemplar más posibilidades en sus interrelaciones.
— Ayuda a aumentar su repertorio de soluciones.
— Ayuda a los miembros de la familia a que puedan darse cuenta de las paradojas
de la familia. Por ejemplo, creencias no respaldadas por comportamiento-

6.-LA ESTRUCTURA FAMILIAR.-

Un sistema debe tener una estructura tanto para sobrevivir, como para cumplir
sus metas y funciones. La estructura de la familia es la organización de sus relaciones
a través de los subsistemas familiares. La estructura familiar, por tanto, es el conjunto
invisible de demandas funcionales que organizan los modos en que interactúan los
miembros de la familia.

Ciertamente, un individuo es un subsistema de la familia; adicionalmente, otros


subsistemas habitualmente identificados son el subsistema marital, el subsistema
padre(s)-hijo (s) y el subsistema hermanos. A menudo, los subsistemas familiares son
analizados en términos de diadas, el más básico de todos los sistemas sociales. Sin
embargo, actualmente, muchos teóricos, particularmente Murray Bowen, consideran
el triángulo como la forma estructural más común, aunque disfuncional, de los
subsistemas familiares.Todo esto implica que los límites de los miembros familiares
individuales y de los subsistemas familiares son de máxima significación.

De igual modo que el límite de la familia con su espacio vital, también los
límites del subsistema familiar deben ser semipermeables, para permitir una
diferenciación e individuación suficiente de los miembros, pero también para permitir
un intercambio elegido y apropiado de inputs y outputs. Teóricamente, el grado en el
cual las funciones de la familia pueden ser cumplidas adecuadamente, debe
correlacionarse directamente con la calidad de los límites de los subsistemas: si los
límites son demasiado apretados, el sentido de la familia disminuirá y los miembros
de la familia no se ofrecerán entre sí suficiente apoyo; si los límites de los
subsistemas son demasiados laxos, los subsistemas no tienen suficiente autonomía
para cumplir sus funciones. Así, puede decirse que la intervención con familias puede
ser concebida como una intervención en los límites -

La Estructura familiar «Las cosas vivas tienden a unirse, a establecer vínculos,


a vivir unas dentro de las otras, a regresar a ordenamientos anteriores, a coexistir
cuando es posible. Es el curso del mundo la familia, como ya se ha dicho
anteriormente, es un grupo natural que con el curso del tiempo ha creado pautas de
interacción con las cuales rige su comportamiento y recrea una determinada
estructura. Según Minuchin, la estructura familiar es «el conjunto de demandas
funcionales encargadas de organizar la interacción de los miembros dentro y fuera del
sistema. Dentro de esa organización y para que se produzca la interacción, se crean
pautas y patrones de conducta, en los que están insertos, de forma implícita, toda una
carga de valores, secretos, normas, sistemas de creencias, reglas, mitos., etc., que son
introducidas en el sistema familiar de generación en generación, confirmando
estructuras determinadas de comunicación sistémicas».

La estructura familiar, dentro de una normalidad evolutiva, tiende a cambiar y a


readaptarse al medio con el paso del tiempo. Esto se debe tanto al impulso propio de
cada uno de los miembros del sistema familiar, en sus diversas fases de crecimiento,
como a la necesidad de adecuarse en sus comportamientos e interrelaciones a las
exigencias y condicionamientos de la sociedad en que está inserto ese sistema. Si la
estructura no cambia en el tiempo, si no se flexibiliza, está destinada al fracaso,
generando en su interior todo un sistema de comunicación patológico que perturba a
sus componentes, obteniendo con esto manifestaciones individuales no deseadas,
pero necesarias para equilibrar su estructura funcional.

La estructura familiar no es una entidad observable en sí misma; sólo puede ser


vista en movimiento; dinamizando a la familia como una unidad relacional e
interdependiente, podremos averiguar su estructura interna, y en ella sus reglas,
valores, etc., y el tipo de comunicación que la familia utiliza para el reparto de las
mismas, tanto interno como con los demás sistemas con los que se comunica.

Un ejemplo muy simple va a ilustrar lo que queremos decir cuando nos


referimos a dinamizar a la familia para entender su estructura; lo que se descubre al
utilizar este método y la diferencia diagnóstica en comparación con el tradicional. La
directora de un colegio advierte a la Trabajadora Social de las conductas negativas
que Mario, un alumno de 4.° de EGB, manifiesta desde hace unos meses,
empeorándose con el paso del tiempo. Mario se ha vuelto agresivo y mal compañero,
no para de hablar en clase y su aprendizaje es lento y torpe. En un primer momento,
la directora advirtió también a la madre, que se presentó rápidamente en el colegio,
muy preocupada por su hijo. Esta dijo a la Trabajadora Social que Mario está muy
apegado a ella últimamente, que en casa plantea muchos problemas también, y que
todas las noches su marido tiene que dormir en otro lugar porque sino, Mario tiene
miedo por las noches y no cesa de llorar hasta que se acuesta con ella. La madre
cuenta que tiene otros dos hijos de 15 y 16 años y que nunca les han dado tanto
problemas, que son absolutamente normales en sus actitudes y comportamientos. En
este momento la profesional sólo ha recibido la información de la madre, alegando
que el problema está en el niño y que ella no puede hacer nada. La intervención
tradicional pondría todo el peso de la misma en Mario.

El programa iría dirigido a la desaparición de las conductas negativas o


«anormales» que han aparecido en el niño. Ateniéndose al enfoque sistémico, la
Trabajadora Social invitaría a toda la familia al colegio para hablar con todos,
analizaría relacionalmente la opinión que tienen todos acerca del comportamiento de
Mario, buscando en ella otro tipo de información acerca de la estructura familiar.
Comienza aquí la dinámica relacional de todo el sistema. Mario, desde hace unos
meses no pueden estar juntos sin pelearse, sobre todo en el lecho; los gritos y hasta
los malos tratos desaparecieron cuando Mario se convirtió en «un niño anormal».
Este hecho, lo anormal de Mario, sirve en el sistema familiar para tener a sus padres
separados, pero juntos y, en última instancia, tendrá una función protectora. Mediante
la dinámica familiar podremos observar, por tanto, que la danza familiar no es casual.

Como en cualquier otra organización, está sujeta a una serie de reglamentos


internos, que normalmente están encubiertos, sin articular, no se han expresado
verbalmente, y a menudo se realizan inconscientemente; sin embargo, son
potentísimos en las relaciones e interacciones familiares. En las familias que
llamamos «sanas» estos reglamentos sirven de directrices y de guías, a la vez que
están al servicio del sistema. Cambian con el tiempo reestructurándose de acuerdo
con las exigencias individuales y sociales. De este modo se posibilita y se potencia un
desarrollo evolutivo e integral en las personas, que adquieren así un alto grado de
autonomía dentro y fuera del núcleo familiar, a la vez que refuerzan su sentido de
pertenencia. En las familias perturbadas, las reglas se utilizan para restringir el
cambio y mantener el status quo. En vez de estar éstas al servicio del sistema y de las
personas que a él pertenecen, son estas últimas las que están al servicio de las reglas.

Los individuos que crecen en estos sistemas familiares, son dependientes,


inmaduros, y llenos de miedo ante las responsabilidades sociales. Descubrir las reglas
ocultas es importantísimo para el desarrollo de la ayuda y para la familia. Hacerlas
patentes va a ayudar a ésta a comprenderse mejor, a tener una nueva visión de sí
misma, y una percepción más ajustada a los términos reales del conflicto. El
descubrimiento de la estructura familiar y la comunicación del sistema se realiza con
la técnica más importante de este modelo, la entrevista.

LOS CICLOS VITALES.

La teoría del ciclo de vida familiar

Se agrupan bajo este enfoque un conjunto de teorías que describen y explican


los procesos de desarrollo de cada familia en el tiempo, especificando sus etapas.
Según Haley (1980), los hombres comparten con otras criaturas los procesos
evolutivos del galanteo, el apareamiento, la construcción del nido, la crianza de los
hijos y el alejamiento de éstos para iniciar una vida propia; pero debido a que los
seres humanos tienen una organización social más compleja, los problemas que
surgen durante su ciclo vital son únicos en su especie.

Existe, pues, un ciclo vital específico de la familia humana, si bien se dan


variaciones de acuerdo a las épocas históricas, los espacios geográficos y las diversas
culturas. Los primeros pasos en el estudio del ciclo vital de la familia surgen desde la
sociología. El texto clásico de Duvall (1957) establece un ciclo de 8 etapas desde que
la pareja se casa hasta que mueren ambos cónyuges. Las etapas están marcadas por la
entrada y salida de miembros del grupo familiar, por las etapas de desarrollo personal
de los hijos, por el término de la vida laboral y por la muerte.

Las etapas que Duvall señala son: formación de la pareja y comienzo de la


familia, crianza inicial de los hijos, familia con hijos preescolares, familia con hijos
escolares, familia con hijos adolescentes, familia como plataforma de lanzamiento,
familia en sus años medios y familia anciana. Cada una de estas etapas se construye
sobre la anterior y supone desafíos y conflictos específicos que aluden a una forma
particular de organización de la vida familiar considerando las características y
capacidades funcionales de sus miembros en un momento dado.

En la literatura de terapia familiar, las primeras referencias al ciclo de vida


familiar aparecen en los trabajos de Solomon y Haley. Solomon (1973) condensa el
esquema de Duvall en cinco etapas: el matrimonio, el nacimiento y crianza de los
hijos, la individuación de los miembros de la familia, la partida de los hijos y la
integración de las pérdidas. Solomon sugiere que estas etapas y las tareas de
desarrollo que implican pueden ser utilizadas como instrumentos de diagnóstico y
como base para el plan de tratamiento en el trabajo con la familia. Haley (1980)
presenta las técnicas psiquiátricas de Milton Erickson organizadas en torno a un ciclo
familiar de seis etapas: el galanteo, el matrimonio, el nacimiento de los hijos y el trato
con ellos, el período intermedio, el "destete" de los padres y el retiro de la vida activa
y vejez. En este enfoque, los síntomas aparecen cuando el ciclo vital en - 120 - curso
de una familia se disloca o se interrumpe.

El síntoma es una señal de que la familia experimenta dificultades para superar


una etapa de su ciclo vital y pasar a otra. Diversos autores contribuyen posteriormen-
te a destacar la importancia de esta conceptualización de la familia. Willi (1975),
analizando la relación de la pareja, describe las fases del matrimonio y sus Crisis
típicas. Minuchin (1982) considera el ciclo de desarrollo familiar como un
componente clave en toda conceptualización de la familia como sistema, ya que la
ubica en el tiempo y sus circunstancias cambiantes. De este modo el concepto de
ciclo de la vida familiar pasa a ser ampliamente utilizado en la literatura y en la
práctica del trabajo con la familia. Carter y McGoldrick (1980) hacen una
contribución importante estudiando un ciclo de seis etapas:

1) Entre dos familias: el adulto joven no comprometido;


2) La unión de dos familias a través del matrimonio:
3) La familia con hijos menores;
4) La familia con adolescentes;
5) La partida de los hijos;
6) La familia en su última etapa.

En cada etapa se especifican los principios claves del proceso emocional de


transición y los cambios requeridos por el proceso de desarrollo. La inclusión de la
primera etapa en este enfoque refuerza la perspectiva transgeneracional, vinculando
la familia de origen con la de procreación. Las autoras citadas consideran a la familia
como un sistema emocional global de a lo menos tres generaciones. En todo
momento el campo emocional abarca estos tres niveles, sobrepasando ampliamente a
la familia nuclear. En este contexto, afirman que hay permanentemente dos fuentes
de tensión en la familia: verticales y horizontales.

Las verticales incluyen los patrones de relación y funcionamiento que son


trasmitidos por las generaciones anteriores, junto con las actitudes, tabúes, mitos,
expectativas y en general, la historia familiar previa. Es lo dado.

Las horizontales surgen en el transcurso de la evolución de la familia en el


tiempo e incluyen las transiciones en el ciclo vital y los acontecimientos externos que
la afectan. Cuando coinciden o se intersectan acontecimientos tensionadores en el eje
horizontal y en el eje vertical, la tensión normal aumenta, lo que hace más difícil el
proceso de transición y genera crisis en la familia.
En el equilibrio homeostático del sistema familiar, la aparición de una nueva
necesidad en cualquiera de sus miembros pone en movimiento una nueva secuencia
para la satisfacción de esa necesidad. Así, cada avance en el desarrollo de un
miembro, aunque sea muy pequeño, produce perturbaciones en la estructura familiar.
Bajo condiciones normales, este proceso de cambio tiene tres fases, según Terkelsen
(1980).

La primera es la inserción, en la cual la nueva necesidad se hace manifiesta


y .es reconocida y validada por los demás miembros de la familia. La segunda es la
desestabilización, en la cual se producen perturbaciones al incluirse las nuevas
secuencias en la anterior estructura, mezclándose armónicamente con algunos -
elementos, pero chocando con otros.

La tercera es la fase de resolución, en que gradualmente toma forma una


nueva acomodación de la estructura en base a una integración de los elementos
antiguos con los nuevos. Paralelamente, las secuencias obsoletas son eliminadas de la
estructura familiar, lo que no se hace sin cierto sentimiento de pérdida. Las familias
procuran una integración rápida de los nuevos elementos en su estructura, con lo cual
se preparan para cambios futuros y minimizan el riesgo de que se produzcan
perturbaciones estructurales que pongan en peligro. su estabilidad. Los cambios que
se van produciendo en la familia como resultado de este proceso de desarrollo en el
tiempo son de distinta naturaleza.

Utilizando la teoría de Watzlawick, Terkelsen (1980) los divide en dos


categorías:

 Los cambios 1, o de primer grado, que implican un mayor dominio o manejo y


adaptación, que los diversos miembros de la familia van logrando en el tiempo. Aquí
se incluyen elementos nuevos, pero se mantiene inalterada la estructura familiar.

 Los cambios 2, o de segundo grado, corresponden a la adaptación del sistema


familiar a los cambios individuales, que produce como resultado una transformación
en los status y en los significados dentro del sistema.

El cambio es menos en lo que se hace que en el significado de lo que se hace, y


menos en el desempeño que en el status del que lo hace. Estos cambios exigen
redefinición de roles y revisión de lealtades y afectos. En el transcurso de ellos, la
estructura del sistema familiar se altera sustancialmente.

Los cambios 1 están ocurriendo en la familia en forma muy frecuente,


mientras los cambios 2 se dan espaciados en el tiempo. El éxito de la familia en
lograr los cambios 1 facilita el camino para los cambios 2.

La aparición de síntomas revela habitualmente que una familia está fallando en


satisfacer las necesidades de desarrollo de sus miembros. La disfunción es precedida
por una detención del desarrollo, que se produce cuando la familia no realiza el
cambio 2 que era necesario.

Combrick-Graham (1985) plantea la dificultad de aplicar modelos de desarro-


llo, que son lineales, a los sistemas familiares. Reconociendo los aportes de Carter,
McGoldrick y Terkelsen, destaca que el ciclo de vida familiar no es un evento lineal
que empieza en una determinada etapa y termina con la muerte de los miembros de
una generación. Este autor propone un modelo en espiral de la vida familiar,
vinculando una generación con las otras, y reflejando la complementariedad
recíproca de las tareas de desarrollo de las distintas generaciones.

La espiral de la vida familiar es una representación de los ciclos de los


individuos en la familia en relación a los ciclos de los individuos de otras
generaciones. Los ciclos de vida individual de los miembros pueden ser
conceptualizados como el hilo con el cual se teje el contexto familiar.

Los cambios en los hilos individuales se reflejan en la apariencia o forma del


contexto familiar durante las diferentes fases de la familia. En este modelo en espiral,
se van produciendo cambios en la cohesión del sistema familiar, el que parece oscilar
entre períodos de cercanía, períodos de aglutinamiento normal, y períodos de
distanciamiento. En los períodos de cercanía predominan las fuerzas centrípetas en la
familia, y en los de distanciamiento predominan las fuerzas centrífugas, sin que
ninguna de ellas constituya una condición patológica.

Estas oscilaciones del sistema familiar van construyendo la cadena de las


generaciones. En cada período de fuerzas centrípetas, la generación cambia y se
inicia otro eslabón de la cadena. Cuando nace el primer hijo de una pareja, todos
avanzan una generación. Terkelsen señala que durante la vida normal de un
individuo, la familia pasará por tres oscilaciones básicas: el nacimiento y
adolescencia del hijo, el nacimiento y adolescencia de los hijos del hijo, y luego el
nacimiento y adolescencia de los nietos del hijo.

Consideradas desde la perspectiva del sistema familiar, estas oscilaciones


proporcionan un terreno propicio para experimentar la intimidad y la actualización
del self, y para reexperimentar esto en distintos niveles de madurez y a través de
diferentes tareas a medida que el individuo se desarrolla. A través de este proceso
repetitivo, la familia proporciona a sus miembros el medio para la negociación de la
cercanía, la intimidad, la diferenciación y la individuación.

De acuerdo a lo visto hasta aquí, inevitablemente todas las familias van


cambiando a través de un ciclo de etapas. Para analizar más detenidamente estas
etapas nos basaremos principalmente en la contribución de Sonya Rhodes (1977,
1981), Doctora en Trabajo Social y terapeuta familiar, quien manteniendo su
orientación sistémica, identifica las etapas del ciclo familiar en la tradición del ciclo
de desarrollo individual de Erik Erikson (1976).

La teoría de Erikson postula un conjunto interdependiente de ciclos vitales, en


que se encuentran y se relacionan las necesidades de cada fase específica en las
diferentes etapas del desarrollo. La realización exitosa de una tarea personal depende
del logro de las tareas de los demás miembros de la familia, al mismo tiempo que
contribuye a ese logro. Rhodes (1977) traduce estas tareas de desarrollo
interdependientes, que son relevantes para los miembros de la familia, en tareas de
desarrollo familiar.

Cada etapa en el ciclo de vida familiar es caracterizada por un promedio


expectable de crisis familiar, que es básicamente una crisis transicional, producida
por la convergencia de procesos biológicos, sociales y psicológicos. Las crisis
transicionales son predecibles y necesarias, como respuesta a las necesidades
cambiantes de los miembros de las familias así como de las presiones que ella recibe
del medio externo. Rhodes (1981) considera que estas crisis son momentos de
cambio o de transición en el flujo y reflujo de la vida familiar, y que pueden darse en
diversa forma e intensidad, dependiendo del patrón de funcionamiento básico de cada
familia.

Algunas familias van haciendo la transición de una etapa a otra suavemente y


con muy pocas perturbaciones, mientras otras se enfrentan a grandes dificultades. El
cambio altera el ritmo de la familia y genera intensidad emocional, pero es una
exigencia del desarrollo, de manera que a las familias que enfrentan adecuadamente
la crisis de una etapa, les será más fácil enfrentar la próxima crisis. La familia
enfrenta estas crisis a través de la realización de tareas, que producen cambios en su
organización interna y en sus transacciones con las estructuras sociales y económicas
externas.

Las tareas familiares de cada fase específica tienen efecto acumulativo, de


modo que el cumplimiento de las tareas de las primeras etapas fortalece la habilidad
de la familia para desempeñarse en las etapas siguientes en forma efectiva. Es
frecuente que las familias se encuentren viviendo paralelamente dos etapas del ciclo
familiar, lo que hace aún más compleja la tarea de los padres en la medida que están
más exigidos por tener que compatibilizar demandas opuestas de sus hijos, como las
que se producen en las familias en que hay hijos pequeños junto a hijos adolescentes.

El modelo presentado por Rhodes contempla siete etapas, que empiezan


arbitrariamente cuando dos personas se unen en un proceso de pareja, y termina con
la muerte de sus miembros. En la realidad, sin embargo, no hay principio ni fin, ya
que las etapas, numeradas artificialmente para explicarlas mejor, son secuenciales y
cíclicas, e incluyen procesos multigeneracionales.
Cada etapa de la vida familiar tiene sus temas y problemas específicos, y en
cada una se produce una "crisis" normal, que exige cambios de cada uno de los
miembros. Las etapas propuestas son las siguientes:

.-CARACERISTICAS DE LA ENTREVISTA SISTEMICA

La entrevista sistémica es utilizada como el recurso por excelencia de este


modelo en el trabajo social con familias. Mediante la entrevista, se recoge
información de toda la familia, la cual no sólo es utilizada para la realización de un
diagnóstico sino que encierra una intervención en sí misma.

La primera entrevista es el momento más importante de todo el proceso. En


ella se atan los lazos de la relación de ayuda entre el trabajador social y la familia, y
es paradigmático para la comprensión de un enfoque relacional.

El objetivo central de esta primera entrevista es establecer un contexto de


entera confianza y de colaboración recíproca desde el inicio de la relación. Este
contexto será el sustrato sobre el que se construya un proceso de ayuda válido. Una
vez creado el contexto, la información que en él se recoja no sólo servirá para la
realización de un diagnóstico profesional, sino que dicha información permitirá a la
familia conocerse a sí misma, contemplando formas alternativas de relacionarse,
siendo ésta la guía del cambio de la estructura familiar.

Muchas veces la petición de ayuda viene por un solo miembro de la familia. En


este primer contacto se recogerá información, no cabe duda; pero se considerará sólo
como una versión del problema, llegando a tener tantas versiones como entrevistas
individuales hagamos, pero no del problema como tal, acerca del cual no sabemos
nada. Si decidimos intervenir desde la óptica sistémica, invitaremos a toda la familia
y es ahí donde empezará la primera entrevista.

.-EL PROCESO DE AYUDA.

Siguiendo a Haley 4 y a Andolfy, para conseguir el establecimiento de ese


contexto de ayuda, como objetivo de la primera entrevista, ésta quedaría estructurada
en cuatro fases, a saber:
1. Fase social.
2. Planteamiento, definición o estudio del problema.
3. Fase de interacción.
4. Definición de los cambios deseados.

1.- Fase Social


Esta es la fase de presentación de ambas partes de la relación. El trabajador
social presentará el servicio a la familia, delimitando en ese momento la forma de
ayuda, el tiempo, el horario, la periodicidad, etc. Cada miembro de la familia, por su
parte y a petición del profesional, relatará todas sus características personales:
Nombres, edades, domicilio, profesión, estudios, etc. El objetivo de esa presentación
es bajar al máximo el grado de ansiedad que la familia trae a la entrevista. Llegar a
establecer un clima relajado y de confianza es crucial para la relación. El Trabajador
Social en esta fase también intentará comunicarse con cada miembro de la familia
permitiéndole utilizar todo el tiempo que quiera para su relato, estableciendo en este
momento la primera regla de la relación: Cada uno es igualmente importante y digno
de atención.

2.- Planteamiento, definición y estudio del problema.

Hasta ahora el tono de la entrevista es de un diálogo amigable. Las presentacio-


nes y el establecer el contexto de expresión y comunicación ha durado unos 20
minutos. En este momento el Trabajador Social da el paso hacia el propósito de la
estancia allí de la familia. Una forma de comenzar el planteamiento del problema es
que el Trabajador Social lance al aire la pregunta de ¿qué os ocurre para que estéis
aquí?

Este es un momento de gran importancia, ya que ofrece mucha información.


Hay que estar atentos a:

• Quién responde primero.


• Si sólo habla esa persona.
• Si hay alguien más que opina.
• Quién permanece siempre callado.
• Si las versiones que se dan coinciden.
• Si hay enfrentamientos entre los miembros de la familia y qué motivos
los provocan.

Seguramente, la persona que sufre el problema no participará en el relato. Es


entonces cuando se utiliza una técnica de preguntar denominada «estrella», que
relaciona las opiniones de todos.
En ella también estará la opinión de la persona que manifiesta el problema con
un espacio autónomo de comunicación intencionado por parte del profesional, ya que
seguramente no disponen de él, o no saben utilizarlo.

Esta técnica tiene un objetivo implícito, que es introducir, a través de su misma


información, una percepción distinta a la que traían antes de la entrevista. Su visión
del problema era lineal e individual, transformándose ahora en circular y relacional.

3.- Fase de interacción-


Hasta este momento de la entrevista, el Trabajador Social se ha mantenido, o
ha estado ocupando una posición central en cuanto al contexto comunicativo. La tarea
principal de esta fase es la activación de mecanismos comunicativos directos entre los
miembros de la familia; con esto la familia ocupará el lugar central del diálogo.

El profesional sigue pidiendo opinión a las personas; pero el foco de atención


ha pasado de la definición del problema a las relaciones interfamiliares por un lado, y
a la familia como sistema y su situación problema, por otro.

El objetivo de esta fase de interacción familiar es la exploración de la estructu-


ra interna de la familia. Esto permite sacar a la luz las reglas que la mantienen, los
canales de comunicación, la flexibilidad o no del sistema familiar, las funciones de
cada uno con respecto al sistema total, etc. Variables todas ellas que conjuntamente
conforman la estructura, estructura que mantiene una conducta perturbada.

Los Trabajadores Sociales debemos estar alerta en esta fase, ya que es muy
fácil verse involucrado en la propia dinámica familiar y en su fuerte estructura. Puede
ser que algún miembro intente establecer alianza con nosotros, sin ser consciente de
ello por nuestra parte. J. Bermang al referirse a las familias manipuladoras , afirma:
«debemos estar muy atentos a las manipulaciones y alianzas que quiera establecer
con nosotros algún miembro de la familia, ya que, significativamente, atenta en
contra de otra persona de la familia.

Podemos, por tanto, ser manipulados, con la misma fuerza que mantiene la
rigidez del sistema». Si esto sucediera, todo lo conseguido en las fases anteriores se
desvirtuaría, a la vez que se cuestionaría nuestra ayuda por los miembros que se
sienten atacados.

El modelo sistémico en el trabajo social familiar.

Establecer un contacto franco y leal desde el principio permite, mediante la


entrevista, acceder poco a poco a la verdadera estructura, a las verdaderas
necesidades de la familia.

Definición de los cambios deseados. Conseguido el diálogo interactivo, bajo


el acuerdo unánime de que algo falla, y conocida por todos la trama estructural, el
Trabajador Social interviene solicitando a cada uno de los miembros el marco de una
situación favorable y deseable por y para todos.

En ella debe tener cabida toda posibilidad alternativa a la actual, a la vez que se
respeta el margen de autonomía personal de cada uno, sin necesitar el consentimiento
de todos para su actuación, inspirado éste en el temor al cambio y a sus posibles
consecuencias. Para conseguirlo deben definir el cambio que ha de darse en su
estructura relacional, que los haga sentirse más aliviados, y puedan comunicarse.
Toda la información aportada hasta ahora por la familia referente a dicho
cambio, se traduce en tareas, que deben realizarse por parte de ella, hasta la próxima
entrevista.
La persona que según la familia tiene el problema, está inmersa en la trama de
tareas y funciones. Debe asumir, como todos los demás, su tarea concreta; la cual
formará parte de la nueva estructura que acaba de formarse, como un miembro más.
Esta persona tiene una función, pero no la de miembro problema. Un elemento
esencial para favorecer este proceso es el establecimiento de un contrato verbal por
parte de la familia. Este contrato compromete a cada uno de ellos ante todos los
demás, y entre ellos, a intentar el cambio. Veamos de forma sintética los logros que
debieran conseguirse en esta primera entrevista, entendida como el punto de arranque
de un proceso, no como un hecho puntual aislado:

• Que la familia se sienta cómoda.


• Conseguir empalizar con todos.
• Disminuir los temores y las ansiedades.
• Conocerse todos.
• Averiguar la visión que tiene la familia del problema.
• Posición de la familia ante el problema.
• Conocer la estructura familiar como Alianzas, comunicación, función de
síntoma, reglas...
• Conocer las esperanzas que tiene la familia.
• Establecer un contrato terapéutico.
• Repartición de las tareas.

La meta final de todas estas variables, sería:

• Formación de una estructura piloto.


• Que la familia «enganche» con esa forma de trabajo y sienta curiosidad.
• Por último lo más importante, la consecución de un sistema de ayuda o
terapéutico.

Sugerencias para esta primera entrevista:

• Comunicar nuestro nombre y aprender el de cada uno de ellos, estableciendo


de antemano contacto con cada persona en igualdad de condiciones.
• No se hará ninguna interpretación por nuestra parte del problema; se aceptará
lo que la familia dice. Sólo se podrá pedir aclaraciones de algo no entendido,
pidiendo que lo repitan.
• No se debe brindar consejo a nadie aunque lo pida. Con esto evitaremos las
alianzas con algún miembro según la percepción de los demás.
• No se deben pedir sentimientos explícitos de alguien con relación a los
demás.
• Conviene adoptar una postura de comprensión y de interés total a lo que la
familia expone. No dejando que nada ni nadie distraiga nuestra atención
cuando alguien habla.
• Es preciso alentar a las personas calladas a que den su opinión, no dejar
nunca que nadie hable por otra persona.
• Si alguien interrumpe, veremos de lo que se trata, por si es de gran interés;
pero pronto se le cortará, diciéndole que él tendrá tiempo de expresarse, que no
es necesario interrumpir a los demás.
• El diálogo espontáneo entre dos personas debe ser acallado, ya que nos puede
desvirtuar nuestro propósito.

En suma, el Trabajador Social ha de ser quien dirige la sesión, dejando claro


cuál es su papel preciso en ella. Si cualquier otro la dirige o controla, se hará inviable
el cambio. En estas sugerencias hay líneas de intervención. En ellas van implícitas
formas de relación donde aparece el respeto a los demás, expresando un espacio de
autonomía en la comunicación interpersonal. La familia las observa y las va
introyectando en su quehacer cotidiano.

CONCLUSIONES:

Como hemos podido ver, utilizando el modelo sistémico la atención a las


demandas familiares cambia totalmente. Desde esta óptica, el modelo sistémico en el
trabajo social familiar... ¡ ya no se ofrece respuesta a la demanda tal y como viene por
parte de la familia, sino que se pone el acento de la ayuda en el análisis de la
demanda, utilizando a ésta como medio para forzar al Trabajador Social a establecer
una relación con la verdadera red de problemas en la que está inmersa la familia.
Según la base teórica del modelo sistémico, las cosas no son como parecen. El
Trabajador Social, ante una demanda, orientará toda su comprensión intelectual hacia
la naturaleza de la crisis que la determina, utilizándola como el hilo que le conducirá
a las confusas relaciones con las que normalmente se enfrentan las familias que nos
piden ayuda.
Si deseamos que nuestra intervención culmine positivamente y que la ayuda
sea eficiente, se ha de establecer con toda la familia un contexto de colaboración
total, en el que se neutralice la delegación que frecuentemente depositan las familias
en los Trabajadores Sociales, como responsables últimos en la solución de sus
problemas.
El mensaje implícito que lleva ordinariamente tal delegación no es otro que:
«cambíenos, pero sin que nada cambie». Ante esta visión mecanicista y desvirtuada
de los Trabajadores Sociales como personas que resuelven automáticamente los
problemas, el paradigma sistémico ofrece como clave principal a tener en cuenta, la
modificación del concepto que tiene la familia de lo que es o significa el cambio,
haciéndoles ver que su participación en él es realmente la condición que hace posible
el poner fin a la situación de conflicto que están viviendo.

Entiendo que si se sigue una metodología coherente, como se ha explicado,


incluyendo en nuestras entrevistas a todos y cada uno de los responsables de esa
situación, esto es, a toda la familia, se llegará a ese nivel mínimo de consenso y
equilibrio en las relaciones, que la familia anteriormente desconocía, y que hará
posible un desenlace positivo del proceso de interacción que el Trabajador Social
contribuyó a iniciar en su primera entrevista.

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