Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A partir del trabajo visionario de Mary Richmonds y Jane Addams se marcaron dos
grandes modalidades para la acción social con familias: la intervención centrada en el
caso social y la intervención con grupos o sectores de familias a nivel comunitario,
con mayor cercanía a la dimensión política de la acción social. Sobre la base de toda
esa trayectoria y considerando el actual desarrollo y desafíos de la profesión, ¿cómo
podemos caracterizar o definir hoy al Trabajo Social con Familias? Germain (1968)
nos aporta en esta perspectiva cuando afirma que la práctica centrada en la familia es
una modalidad de práctica del Trabajo Social que pone a la familia como centro de su
unidad de atención o de su campo de acción.
a) fortalecer las capacidades de las familias para satisfacer las necesidades de sus
miembros y desarrollar transacciones más productivas con sus ambientes, y b) influir
en los ambientes para que respondan más adecuadamente a las necesidades de las
familias.
TIPOLOGÍAS TRADICIONALES:
Familia nuclear: conformada por dos generaciones, padres e hijos; unidos por lazos
de consanguinidad conviven bajo el mismo techo y por consiguiente desarrollan
sentimientos más profundos de afecto, intimidad e identificación. Es dinámica en su
composición, evolucionando con los vaivenes de su ciclo vital y con los cambios
socio-culturales que la determinan.
Familia extensa o conjunta: esta integrada por una pareja con o sin hijos y por otros
miembros como sus parientes consanguíneos ascendentes, descendientes y/o
colaterales: recoge varias generaciones que comparten habitación y funciones.
3..-FAMILIA Y CRISIS.
Según este enfoque, la crisis aparece cuando una persona afronta obstáculos
que se interponen frente a metas importantes de su vida, obstáculos que por algún
tiempo resultan insuperables con los métodos que la persona utiliza habitualmente
para resolver problemas.
Ante todo, un hecho incuestionable: las familias multiproblemáticas han sido y son
clientes habituales de los Servicios Sociales. Es evidente que el grupo familiar ha
recibido, desde los inicios de la disciplina de trabajo social primordial atención; de
hecho, la práctica cotidiana de los/as trabajadores/as sociales se relaciona con aspectos
de la ayuda y asesoramiento a diversas problemáticas de la familia.
Esto no significa que todas las familias que acuden a pedir ayuda en el contexto
asistencial sean "multiproblemáticas" en el sentido amplio que damos al término, en
ocasiones, simplemente presentan una situación de desventaja social. Por otra parte,
familias multiproblemáticas que no tienen dificultades de tipo económico, pueden no
llegar a pedir ayuda nunca, por supuesto no en el contexto asistencial, a lo sumo, en el
contexto de consulta cuando el síntoma de su malestar se hace insoportable.
Por esto, debemos ser cautos a la hora de tipificar a las familias que vienen a pedirnos
ayuda, no olvidando que el contexto en que aquellas se desenvuelven marca
profundamente. Así, no podemos utilizar los mismos criterios para evaluar a una
familia con un nivel económico, social y de nuestra misma cultura y etnia que para
evaluar, por ejemplo, estilos de educación, normas y valores, pautas de crianza en una
familia pobre y además inmigrante.
Sin embargo, como sostiene Bou (2001) hay un cambio que afecta a los roles, y que es
caldo de cultivo de la aparición de la familia multiproblemática: la paulatina
delegación de funciones básicas, antaño desempeñadas por la familia, y ahora
depositadas en estructuras institucionales y en los profesionales. Aspectos como la
educación, la salud, el ocio, e incluso la lucha por la subsistencia van siendo asumidos
por la administración y otras organizaciones. En este sentido, cada vez más y por una
tendencia a la especialización de funciones, la familia moderna queda cada vez más
abocada al mero cumplimiento de las funciones emocionales.
Las familias multiproblemáticas con las que nosotros trabajamos, están abrumadas por
un contexto social que poco soporte emocional, social y económico les reporta.
Eufemísticamente son llamadas de muchas maneras: familias pobres, desorganizadas,
de bajos ingresos, disfuncionales, desorganizadas, familias en crisis continuas,
multiproblemáticas... Sin embargo creo que etiquetándolas, las deshumanizamos. Por
otra parte, las definiciones que desde la salud mental y la terapia se ofrecen acerca de
estas familias, a menudo no tienen en cuenta el contexto desfavorecedor en que se
mueven.
Por otra parte, las familias multiproblemáticas tienen una historia de crisis no
resueltas, a menudo cronificadas, con pérdidas emocionales o físicas, enfermedad y,
en definitiva mucho dolor. Estas situaciones las pasan con sentimientos de miedo a las
pérdidas, al abandono, a la aniquilación y también con sentimientos de ira, frustración
y depresión. Esto se manifiesta en conductas disfuncionales con manifestaciones de
violencia, abandonos o estilos negligentes de cuidados para los hijos.
Por su parte, Cancrini (1997) opina que una familia puede definirse como
multiproblemática cuando:
Las características de estas familias implican que debemos ser muy cuidadosos ya que
no sólo tenemos que dirigir nuestra atención al grupo familiar y sus relaciones
disfuncionales, sino también al medio que suele ser deficitario.
Son también familias con alto contenido mítico en su explicación de la vida y de las
relaciones, con creencias irracionales, familias altamente ritualizadas en lo que se
refiere a determinadas tareas o, por el contrario con pocos rituales que proporcionen a
sus miembros identidad como grupo y sentimiento de pertenencia.
El sistema de creencias y valores de una familia a su vez está muy influido por la
imagen que de la familia como institución tiene la sociedad y también por lo que una
familia en concreto hereda de sus sistemas familiares de origen.
Si la familia está muy ritualizada, hay indicios de rigidez y pudiera ser que hubiera
poca disponibilidad para el cambio; por el contrario, la ausencia de rituales en una
familia puede indicar desorganización, disgregamiento y es muy característica de las
familias usuarias de los servicios sociales que no comparten mitos ni rituales
heredados transgeneracionalmente y para las cuales, ayudar a construirlos, ofrecerles
la oportunidad de hacer cosas juntos, puede ser terapéutico.
Hay que destacar también que en muchas ocasiones son clientes forzosos que no piden
nada e incluso rechazan la ayuda desarrollando una coraza ante los y las profesionales:
se inicia así un juego relacional entre las familias y los o las profesionales titulado
"dejo que me victimices y me persigas, pero luego te abandono", juego en el que en
muchas ocasiones queda atrapado el o la profesional. Este patrón de interacción es
frecuente en familias abusadoras o con estilos negligentes, intentan seducir al o a la
profesional haciéndole sentirse como salvador/a y así evitar ser culpabilizados.
Así pues, podemos considerar que existen en nuestra sociedad grupos de riesgo:
Familias con pocos recursos económicos; familias incompletas; parejas jóvenes con
hijos pequeños; familias sin asentamiento fijo; familias inmaduras... pero, no
olvidemos que el factor social o económico no es el único que produce familias
multiproblemáticas. La diferencia es que las familias que pertenecen a un contexto
"adecuado" y tienen un estatus socioeconómico solvente, generalmente nunca llegan a
ser catalogadas como f.m.: no piden ayuda -y si la piden lo hacen en un contexto
diferente como veremos-; si su disfuncionalidad no es muy evidente, los síntomas los
guardan como secretos de familia y jamás aparecen vindicadas en la sociedad (abusos
sexuales, drogas, maltrato, etc.).
Tipologías utilizadas en Servicios Sociales
Existe una variedad de clasificaciones familiares atendiendo al tipo de disfunción o
conflicto presentado. Casi todas las familias, sin embargo, presentan alteraciones en
los patrones de comunicación, asociados en muchos casos con variables de tipo
socioeconómico. Desde mi punto de vista, son relevantes las clasificaciones de Jordan
(en relación a la capacidad integrativa o no de la familia); la de Van Wel (desde el
punto de vista del "ajuste" social), la de Powell y Monahan (por la falta de recursos o
apoyos externos en las crisis) y la de Cancrini.
Es interesante que nos detengamos en la clasificación de Van Wel (1992) que combina
aspectos emocionales con deprivación socioeconómica, estableciendo una minuciosa
tipología:
Por su parte Powell y Monahan (1969) hablan de familia aislada para referirse a
aquellas familias que carecen de apoyos en las fases de ciclo vital siendo
características de este tipo las familias inmigrantes cuyas redes sociales están
espacialmente dispersas.
Otra clasificación útil para identificar las familias con las que trabajamos es la de
Cancrini y cols. (1997)que presenta la siguiente tipología:
Creo que la pregunta que encabeza este aparatado alusiva a la famosa película de
Almodóvar, nos sirve para ilustrar el sentimiento que embarga a muchos y muchas de
los y las profesionales de ayuda que intervienen desde los servicios sociales: se
encuentran con demandas familiares o imposiciones de su propia institución o de otras
que ejercen funciones de control que a menudo son imposibles de satisfacer por
múltiples motivos: la falta de recursos, la falta de tiempo, la poca preparación, la
rivalidad profesional, la discrepancia de objetivos entre los profesionales y la
institución o instituciones derivantes y, por supuesto, las características de las propias
familias a las que hay que atender.
Desde la perspectiva de los y las trabajadoras sociales, este tipo de familias requiere
una tremenda inversión psíquica y emocional que tiene pocas recompensas ya que se
sienten inundados con multitud de problemas de estas familias que a menudo parece
como si no tuvieran interés en mejorar sus vidas y arrastran, a veces de generación ene
generación una pléyade de problemas: drogas, embarazos adolescentes, desempleo,
estilos negligentes de crianza de los hijos, abandonos.
Por otra parte debemos tomar en consideración diversos factores que complican el
trabajo con familias y que trataremos de analizar aquí:
Este litigio que en mi opinión está superado tiene que ver con algo que creo que si
implica dificultad para una ayuda eficaz y está relacionado con el punto siguiente.
B) Otro factor que podría complicar las intervenciones es el relativo a los contextos y,
relacionado con el anterior es el que se refiere a la contradicción que se produce
cuando se presta ayuda en un contexto asistencial y a la vez se participa con la misma
familia en un contexto de control o evaluativo.
En realidad es una típica situación de doble vínculo relacional que desde mi punto de
vista impide la ayuda. La intervención en esos contextos, por otra parte, prima la
posición de desvalorización e incompetencia de la familia: no pueden, no saben y
necesitan de alguien que sabe y que puede organizar su vida y además juzgar si
merecen ser ayudados. Además, generalmente supone una situación no voluntaria por
parte de la familia con lo cual disminuye la motivación; el rol del o la profesional es
de control lo cual también, evidentemente dificulta el cambio.
Los contextos profesionales de cambio se producen a su vez en metacontextos que
responden a una "cultura institucional", favoreciendo la ayuda y el cambio en unos
casos y dificultándolo en otros y que a su vez responden a un imaginario colectivo de
la sociedad, esta tiene mitos y creencias acerca de determinadas instituciones,
enfermedades, etc. y ello condiciona la ayuda: por ejemplo un centro psiquiátrico, un
dispensario de metadona, etc. Esto supone una predisposición para dar o recibir ayuda
y también condiciona la percepción social de la misma, estando reforzado esto por una
serie de marcadores contextuales que nos ayudan a percibir esa ayuda de una manera u
otra, de la misma manera que condiciona la percepción de los y las profesionales
acerca de si son terapeutas o no.
Por ejemplo, las familias pueden proteger su estructura familiar con un hijo
institucionalizado como ingobernable, delincuente o drogadicto o también con un
adulto encarcelado, alcohólico o enfermo mental; simplemente se reorganizan para
mantener el síntoma y seguir funcionando.
D) En muchas ocasiones se produce una fricción entre las instituciones que trabajan
con familias por quien tiene la decisión sobre qué tipo de cambio deben éstas realizar
o quien lidera la intervención. Este es otro factor más que interfiere en la eficacia de
las intervenciones.
Por una parte contribuye al desgaste de los y las profesionales y por otra, a que las
familias se sientan atrapadas en una lucha que no comprenden ni les beneficia. Imber-
Black (1985) sostiene la necesidad de cambiar el término "familia multiproblemática"
por el de "familia envuelta con múltiples instituciones", afirmando que son éstas con
sus luchas de poder, objetivos dispares, diferencias de "cultura", de ideología, etc. las
que contribuyen a veces en la cronificación de los problemas de las familias. Además,
la autora propone una idea interesante que es la de trabajar el empoderamiento de
estas familias cambiando su visión como "perseguidas" por las diferentes instituciones
por la de usuarios de pleno derecho de los servicios de bienestar social.
Por su parte, Colapinto (1988) viene a coincidir con la anterior cuando expresa que los
problemas de las familias son un síntoma de una situación más compleja y amplia: el
contexto social de la familia. Dice que una familia problemática es una familia que
tiene el problema de estar lidiando con demasiadas instituciones. Es una familia que
ha sido definida como tal por diferentes organismos, y con la colocación del foco
problemático en distintos comportamientos de la misma. "Una familia
multiproblemática es una familia multiagencia". Es gracias a estas familias que los y
las profesionales de distintos organismos mantienen relaciones.
Diversos autores han analizado la relación que se establece entre una familia
multiproblemática y las instituciones de ayuda pero es quien acuña el término
"triángulo de instituciones" para designar la compleja relación que se establece entre
la familia y las instituciones que intervienen en alguna faceta de su vida: coaliciones,
socavamiento de la autoridad, descalificaciones, luchas entre buenos y malos
(terapeutas).
Hasta aquí algunas pinceladas acerca de cómo funcionan las familias en general, pero
también, la evidencia de que cada familia desarrolla un estilo propio que tiene que ver
con múltiples factores: el contexto cultural, étnico, la historia pasada de la familia, las
dificultades por las que atraviesa...
Imagínense ahora un o una profesional de ayuda con unas experiencias familiares, una
historia vital hecha de encuentros o desencuentros familiares, con mitos, rituales,
estilos propios de comunicar, pero además revestido de "autoridad moral" para tratar
con familias menos afortunadas, familias que médicos, maestros, psicólogos,
trabajadores sociales han conceptual izado como "disfuncionales" porque su estilo de
vida, su forma de relacionarse, la falta de recursos o cualquier otro motivo difiere de la
imagen idílica de la familia permitida en la sociedad.
Un peligro real y frecuente es dejarnos arrastrar por esas etiquetas prejuiciosas acerca
de tal o cual familia y compararlas además con nuestra propia historia familiar, con
nuestros valores y creencias, con nuestro propio marco de referencia en definitiva y el
resultado puede ser una actitud etnocentrista que nos lleve a enjuiciar de manera
equivocada a la familia.
Esto significa que debemos ser cuidadosos cuando interpretamos las dificultades y las
capacidades de las familias para salir adelante; significa que debemos ser flexibles y
abiertos, reconociendo que hay otras formaciones familiares en las que los niños
pueden crecer y desarrollarse; significa que debemos ser críticos con los criterios
normativos de una sociedad que mitifica y consagra un modelo familiar determinado.
Es decir, el encuentro de los y las profesionales con las familias constituye un reto a la
aptitud y creatividad tanto de la familia como del profesional, necesitando éste
grandes dosis de paciencia, buen humor y humildad, evitando hacer proyecciones de
sus propios temas no resueltos con las familias que trabaja.
Trabajar con familias es crear un sistema terapéutico en que juntos, el sistema familiar
y el sistema profesional avancen juntos, cooperando hacia unos objetivos. Utilizando
un símil de Minuchin, se trata de conducir un barco en el que todos tienen que
colaborar.
Trabajar con este tipo de clientes pasa por desarrollar una serie de estrategias
Estrategias personales de cambio:
Estrategias profesionales:
En cuanto a la intervención propiamente dicha
1. Asegurar la alianza terapéutica, mostrando sensibilidad para acoger a la familia
y su historia, evitando juicios condenatorios, comprendiendo los temores y
esperanzas de la familia (posición ambivalente de la familia, ésta quiere y cree
que va a ser ayudada, pero a la vez siente miedo a perder a los hijos, a que la
condenemos, a que juzguemos su capacidad como padres...). en este primer
momento, hay que tener presente 3 aspectos fundamentales para crear con éxito
la alianza terapéutica: los vínculos, esto es, la calidad de la relación entre los
participantes; las metas o fines del viaje terapéutico y las tareas, es decir, los
medios para llegar a buen fin. Cuando hay atascamiento en la relación
profesional puede deberse a que los vínculos son débiles o inadecuados; existe
desacuerdo en las metas o en las tareas.
En este primer momento pueden surgir además otros problemas: rechazo mutuo:
T.S./familia (proyecciones inconscientes); rechazo de la familia hacia la t.s. por
el poder que ésta tiene para tomar decisiones que afectan a la familia; el peso de
la atadura ansiosa (hay obsesión hacia el anhelo de atadura, pero al mismo
tiempo, miedo por esa atadura, esto lo pueden proyectar en la t.s.:
transferencias).
2. Reducir la intensidad de síntomas difíciles (suicidios, incesto, malos tratos,
alcohol...). Evitar actuar sobre esto al principio porque puede dar lugar a
conductas destructivas sin control. Jugar un rol parental positivo para ayudar a
reestructurar situaciones, fijar límites, imponer normas.
3. Papel como negociador y modelo de atadura controlada y limitada. Esto supone
negociar y clarificar metas, así como contener al usuario (sus emociones y
sentimientos) y darle límites firmes (por ejemplo en el uso de las citas).
Ayudarles a definir sus problemas; no mostrarse ni demasiado pesimistas ni
demasiado optimistas ante su situación y, sobre todo, ofrecer apoyo y usar la
empatía.
4. Estructurar las entrevistas, ayudando a fijar reglas de conducta, por ejemplo que
aminoren las situaciones de violencia y falta de control; en ocasiones, se puede
excluir a algún miembro.
Así pues, de acuerdo con Aponte (1991), el enfoque idóneo para intervenir con
familias multiproblemáticas es el enfoque eco-sistémico que debe tener en cuenta
varios aspectos:
Y es que en este sentido, trabajar las redes sociales de las personas en la comunidad en
que viven es muy útil para prevenir situaciones de riesgo o aminorar los efectos de las
crisis de las personas, también para encontrar recursos no convencionales en la
comunidad.
En cualquier caso y para concluir estas ideas, recordar que es importante a pesar de la
desesperanza y el agotamiento de trabajar con familias multiproblemáticas, recuperar
el rol de "abogado" de estos clientes, es decir, de intercesor frente a otras figuras de
control y reprobación ya que a menudo (y esto no significa crear o fomentar
dependencia) somos los únicos/as profesionales que les proveen de experiencias
emocionales efectivas. Esto significa también recuperar la esencia de nuestra
profesión ofreciendo protección pero también crecimiento y enseñanza.
Cada clase de situación de crisis parece seguir una secuencia determinada de etapas
que pueden ser precedidas y señaladas (el duelo, por ejemplo). Las reacciones
emocionales y las conductas de respuesta en cada fase con frecuencia pueden ser
anticipadas. La fijación y el desequilibrio en un aspecto o punto particular pueden
aportar claves acerca de lo que paraliza a la persona o familia y lo que hay detrás de su
incapacidad de realizar el "trabajo de crisis" y manejar la situación.
Para ello, el trabajador social debe desarrollar un conjunto de tareas psicosociales que
consisten en:
c) Contrato, en que se definen las metas y tareas, tanto para la familia como para el
trabajador social.
La segunda fase, de implantación, incluye dos pasos:
a) Recolección de datos, en que se obtienen los datos que falten, se comprueban las
incoherencias y se seleccionan los principales temas (pérdida, ansiedad, desafío).
b) Revisión de los progresos alcanzados, en que se resumen los logros, se revisan los
temas principales, se recuerdan las tareas realizadas, las metas logradas y las tareas
pendientes.
A su vez, las familias son subsistemas de unidades más vastas: la familia extensa, el
vecindario, la sociedad como un todo. La interacción con estos «holones» más vastos
engendra buena parte de los problemas y tareas de la familia, así como de sus
sistemas de apoyo. Como todos los sistemas y suprasistemas en relación recíproca, la
familia y su espacio vital deben ser ecológicos: cada uno tiene sus necesidades y cada
uno impacta al otro. Esto ha de equilibrarse si ambos han de seguir siendo
funcionales.
Es decir, las funciones del sistema familiar deben satisfacer las necesidades de la
familia y de sus miembros y también algunas de las necesidades de la sociedad para
que la familia sea realmente estructural.
Un sistema debe tener una estructura tanto para sobrevivir, como para cumplir
sus metas y funciones. La estructura de la familia es la organización de sus relaciones
a través de los subsistemas familiares. La estructura familiar, por tanto, es el conjunto
invisible de demandas funcionales que organizan los modos en que interactúan los
miembros de la familia.
De igual modo que el límite de la familia con su espacio vital, también los
límites del subsistema familiar deben ser semipermeables, para permitir una
diferenciación e individuación suficiente de los miembros, pero también para permitir
un intercambio elegido y apropiado de inputs y outputs. Teóricamente, el grado en el
cual las funciones de la familia pueden ser cumplidas adecuadamente, debe
correlacionarse directamente con la calidad de los límites de los subsistemas: si los
límites son demasiado apretados, el sentido de la familia disminuirá y los miembros
de la familia no se ofrecerán entre sí suficiente apoyo; si los límites de los
subsistemas son demasiados laxos, los subsistemas no tienen suficiente autonomía
para cumplir sus funciones. Así, puede decirse que la intervención con familias puede
ser concebida como una intervención en los límites -
Los Trabajadores Sociales debemos estar alerta en esta fase, ya que es muy
fácil verse involucrado en la propia dinámica familiar y en su fuerte estructura. Puede
ser que algún miembro intente establecer alianza con nosotros, sin ser consciente de
ello por nuestra parte. J. Bermang al referirse a las familias manipuladoras , afirma:
«debemos estar muy atentos a las manipulaciones y alianzas que quiera establecer
con nosotros algún miembro de la familia, ya que, significativamente, atenta en
contra de otra persona de la familia.
Podemos, por tanto, ser manipulados, con la misma fuerza que mantiene la
rigidez del sistema». Si esto sucediera, todo lo conseguido en las fases anteriores se
desvirtuaría, a la vez que se cuestionaría nuestra ayuda por los miembros que se
sienten atacados.
En ella debe tener cabida toda posibilidad alternativa a la actual, a la vez que se
respeta el margen de autonomía personal de cada uno, sin necesitar el consentimiento
de todos para su actuación, inspirado éste en el temor al cambio y a sus posibles
consecuencias. Para conseguirlo deben definir el cambio que ha de darse en su
estructura relacional, que los haga sentirse más aliviados, y puedan comunicarse.
Toda la información aportada hasta ahora por la familia referente a dicho
cambio, se traduce en tareas, que deben realizarse por parte de ella, hasta la próxima
entrevista.
La persona que según la familia tiene el problema, está inmersa en la trama de
tareas y funciones. Debe asumir, como todos los demás, su tarea concreta; la cual
formará parte de la nueva estructura que acaba de formarse, como un miembro más.
Esta persona tiene una función, pero no la de miembro problema. Un elemento
esencial para favorecer este proceso es el establecimiento de un contrato verbal por
parte de la familia. Este contrato compromete a cada uno de ellos ante todos los
demás, y entre ellos, a intentar el cambio. Veamos de forma sintética los logros que
debieran conseguirse en esta primera entrevista, entendida como el punto de arranque
de un proceso, no como un hecho puntual aislado:
CONCLUSIONES: