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CONFESIONALISMO
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VIDA DE CLAVINO
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Pero, frente a las tendencias, visibles últimamente en éste, hacia la opción de
la iglesia estatal, Calvino y sus seguidores subrayaban la autonomía de la
organización eclesiástica. Se trata así de una teocracia en el sentido de
supraordenación de la Iglesia respecto al Estado. Es la autoridad civil la que,
conforme al ejemplo de la Antigua Alianza, debe atender a las indicaciones de
los profetas de Dios.
EL CALVINISMO EN EUROPA
en Ginebra no había lugar para la tolerancia. El nuevo sistema tuvo que
superar una serie de crisis hasta que, en 1555, Calvino se encontró
enteramente dueño de la situación. Con el CONSENSUS TIGURINUS de 1549
se logró un amplio acuerdo con las comunidades religiosas zwinglianas en la
Suiza de habla alemana. La afluencia de refugiados religioso procedentes de
Francia, Italia los Países Bajos y desde 1553 Inglaterra, modificó el carácter de
la población ginebrina. La propaganda calvinista comenzó a actuar en toda
Europa gracias a teólogos formados en Ginebra y reenviados luego a sus
países de origen. En 1559 se fundó, gajo la dirección de Teodoro de Beza, una
academia teológica. A Ginebra se orientaron el protestantismo francés (1559),
la CONFESSION OR FAITH de John Knox, en Escocia, la COMFESSION DES
PAYIS-BAS, el sínodo nacional húngaro y el Catecismo de Heidelberg, en el
Palatinado. Calvino había criticado fuertemente a los protestantes alemanes y
su disposición al compromiso en los años 1552-55. las diferencias dogmáticas,
las diferencias en la concepción político-religiosa y la que Calvino juzgaba
reprobable cobardía del luteranismo, jugaron su papel en todo ello. A partir de
1556 se asiste a un cambio parcial en esta situación. A la vista de la creciente
represión en Francia, Ginebra comenzó a dedicarse más intensamente a la
propenda en el centro y el Este de Europa (Polonia, Hungría). Un mejor
entendimiento teológico con el protestantismo alemán habría de sentar las
bases de una más eficaz penetración en Europa Oriental. Con todo, en los
años y décadas siguientes, sólo una pequeña minoría dentro del
protestantismo alemán, aunque política y culturalmente activa, sería ganada
para la causa calvinista. La Sajonia Electoral y sus partidarios luteranos
opusieron fuertes resistencias a las influencias procedentes de Ginebra,
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adoptando medidas de coerción contra los CRIPTOCALVINISTAS, e
intentando jugar a fondo la carta jurídica implícita en la Paz de Augsburgo
( privilegio de los luteranos frente a los sacramentistas). Así, la segunda
Reforma quedó limitada en el Imperio a acciones individuales en el plano
religioso y político. La estructura conservadora de la constitución imperial se
oponía claramente no sólo a los planteamientos teológico-religiosos del
calvinismo sino, también, a la dinámica política y social que el calvinismo
implicaba.
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1563. España, Francia y el emperador Fernando I intentaron conjuntamente
influir sobre el Concilio, a fin de lograr la deseada reforma de la Iglesia “ en la
cabeza y en los miembros”. Pero la comunidad de intereses monárquicos
tampoco llegaba tan lejos: Francia y el Imperio no querían renunciar a la
esperanza de alcanzar, pese al decidido rechazo de los protestantes, una
reforma conciliar lo suficientemente amplia como para dejar expedito el camino
de la Concordia. Felipe II, por su parte, era partidario de poner fin a los males
de la Iglesia, pero no estaba dispuesto a hacer concesión alguna a los
protestantes. Al final, la Curia, mediante el nombramiento del Cardenal Morone
como presidente, logró superar la crisis, y llevar a término el concilio con un
programa limitado de reformas. El 4 de diciembre de 1563 daba fin su actividad
la asamblea de la Iglesia; al año siguiente el Papa confirmaba todas las
resoluciones conciliares. Con ello quedaba caracterizada la nueva constelación
de reforma eclesiástica y Papado, que habría de conducir, en las siguientes
décadas, a un extraordinario auge espiritual y organizativo de la causa católica.
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promovida antes de Lutero, se insistió en la primacía del latín; a la
revalorización del papel de los laicos se opuso la insistencia en el carácter
clerical de la Iglesia. La escolástica se impuso frente a la crítica de los
humanistas; una estricta uniformidad y la censura frente a la pluralidad ritual y
la libertad en la discusión teológica. La reforma IN CAPITE, es decir, en la
misma Roma, no había sido abordada por el Concilio. Y también allí donde
existían resoluciones conciliares, pero no convenían al sistema del centralismo
romano – como en la cuestión de la organización regional en los sínodos-,
quedó patente bien pronto el carácter selectivo de la praxis romana en la
aplicación de la reforma tridentina.
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otra la constituyeron las dificultades ocasionadas por el solapamiento de la
labor de los misioneros con la política colonial de sus estados, así como por la
fijación de Roma respecto a una uniformidad latina. El arte del Bajo
Renacimiento fue puesto, en el más amplio sentido, al servicio de la nueva era.
Roma pasó de ser una ciudad renacentista a erigirse en centro de la nueva
espiritualidad, que encontró su expresión característica en los excesos del
incipiente Barroco.