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JULIA KRISTEVA, AUDAZ LECTORA DE BAJTÍN

Sobre la lectura que hace Kristeva en la década del ’60, en este apartado, la autora se pregunta por qué
Kristeva recupera a Bajtín como texto fundador de un proyecto semiótico y de qué modo produce una dialogía
que le permite diseñar un nuevo objeto de estudio para la literatura. De esta manera, habla del prólogo que
escribe para la traducción francesa de La poétique de Dostoievski, donde crítica al formalismo ruso y a las
formas radicalizadas del estructuralismo de su época y, en segundo lugar, analiza el ensayo sobre la novela
en el cual Bajtín se expresa como la base de su proyecto semiótico.

La lectura que hizo Kristeva de Bajtín fue muy interesante, ya que, introdujo el pensamiento bajtiniano en
Francia en la década del ’60. Su pensamiento tuvo muchas migraciones, pero, esta fue una de las más
importantes.

Lo que hace Kristeva es “emigrar” ese pensamiento, encontrarle nuevos significados o sentidos y, a raíz de
esto, proponer un nuevo objeto de estudio para la literatura.

CRÍTICA AL FORMALISMO: Kristeva se interesa por Bajtín en un contexto de gran preocupación por el
lenguaje y de la subjetividad. De esta manera y buscando fundamentar su proyecto semiótico, es la primera
en plantear que, Bajtín, trataba de superar a los formalistas mediante una teorización dinámica realizada en
una sociedad revolucionaria y, es por esto que encuentra cierta correspondencia con las condiciones de su
propio discurso. A raíz de esto, la autora, propone muy importante el prólogo de Kristeva, porque este es un
trabajo dedicado a Bajtín y es el que mejor define su crítica al formalismo ruso del siglo 20 y a las formas
radicalizadas del estructuralismo.

Las críticas que Kristeva hace al formalismo ruso son:

 La identificación de los formalistas con la lingüística estructural derivada de Saussure que, si bien
estudiaba la obra en sí misma, recuperaba una perspectiva teórica que tenía cierta relación con la
aspiración cientificista de las Cs sociales y humanas.
 La preocupación formal por construir una poética, aspirando a la modelización del texto literario,
llevaría a esta corriente a ser un discurso sin objeto, ahistórico, autosuficiente en su propia lógica de
significación y, por esto, su poética es una poética malograda y en ruinas.
 Destaca la idea de cómo se sujeta el texto literario a la lingüística y a las categorías de la lengua, no
así a las del discurso. De esta manera, plantea que la literatura quedaba asociada así al mecanismo
compositivo, es decir, ponía todo su interés ahí. Y, el problema radicó en el pasaje de las formas
compositivas a la elaboración de una poética formal, que no pudo ser lograda pese a los esfuerzos de
los formalistas.

De esta manera, Kristeva, toma una posición crítica muy parecida a la del grupo de Bajtín. Ella se pregunta
qué pudo hacer Bajtín y su círculo en una época anterior al psicoanálisis, a la gramática generativa y bajo
presión de los enfoques provenientes del marxismo. Esta pregunta se la hace un momento en que se
redireccionan los estudios literarios y que cambian las concepciones del lenguaje. Dicho momento alude al
POSTESTRUCTURALISMO y surge como una crítica al estructuralismo lingüístico y a la metafísica
occidental.

EL POSTFORMALISMO BAJTINIANO Y LA LITERATURA: La obra bajtiniana, pese a la muerte del autor,


sigue aún activa y es producto de controversias. De ahí resulta que Kristeva rescate ese pensamiento original
para transformarlo dentro del campo de la teoría literaria. En este rescate crítico que la autora hace, señala
que, Bajtín y su grupo pudieron superar la poética formal porque, aunque usando un lenguaje sociologizante,
historizaron el estudio de la significación y el sentido y separaron a la teoría literaria del dominio de la
lingüística. Así el circulo bajtiniano dio batalla al formalismo produciendo un análisis crítico desde su teoría
para proponer un estudio del lenguaje en su materialidad, es decir, no dentro del sistema de la lengua, sino en
el sistema de la comunicación, esto es, en la práctica significante. Al hacer esto, Bajtín encuentra un nuevo
campo de estudio que denomina metalingüística y, kristeva, llama translingüística. En este ya no se concibe la
noción idealista de sujeto trascendental, sino que se concibe a un sujeto histórico en relación con su discurso,
es decir, con el proceso de enunciación en un determinado tiempo y espacio. El sujeto así entendido se
constituye en la lengua para producir sentido. Así, Bajtín, introduce esta estructura significante (que es el
discurso) en su emergencia histórica, este, a su vez, lleva las marcas del colectivo hablante (personas que lo
hablan) y, a raíz de esto, se produce un hallazgo teórico que es la noción de “género discursivo”. Entonces, a
raíz de esto, Bajtín puede mostrar las obras literarias en su modo particular de proponer un modelo de mundo.
Así, novelas de épocas diferentes, se vinculan desde una perspectiva que pone énfasis en los sistemas
significantes (monológicos y dialógicos) en los que subyacen prácticas de escritura con matices ideológicas.

Kristeva plantea que la historicidad de la literatura de Bajtín está dada por esta práctica significante.

Otra cosa que marca la distancia de Bajtín respecto del formalismo es la concepción que él tiene del lenguaje,
de hecho, lo concibe como una realidad material que designa con el término de “palabra”, pero, refiriéndose
con este tanto al lexema como a la frase y, también, teniendo en cuenta la noción de discurso como proceso
significante. Las categorías de la lengua y de la poética ajustadas al formalismo, en Bajtín, se trascienden
cuando este plantea que es el sujeto quien se realiza en el lenguaje, noción sin la cual no se puede estudiar
prácticas discursivas complejas como la literaria. Este sujeto a la vez es dialógico (porque es interlocutor) y
polifónico (porque en él se escuchan otras instancias discursivas). Por esto Kristeva plantea que el discurso
no tiene sentido fijo, no tiene sujeto fijo y no tiene destinatario unificado.

Otra hipótesis que destaca Kristeva es que está el psicologismo en el metalenguaje bajtinianO (sujeto –
conciencia – voz). Para ella, Bajtín, presintió a Freud al establecer una tipología de personajes
dostoievskianos en un universo contradictorio, donde la noción de persona se disuelve en una voz, en una
confrontación de discursos en donde Bajtín deja entrever esos mundos subjetivos. Aquí Kristeva plantea que
Bajtín abre el pensamiento a las nociones de sujeto e identidad, construida como una posición discursiva
intersubjetiva y que la literatura explora artísticamente desde Dostoievski. También, esta autora, plantea que,
Bajtín, descifra todo lo que no puede o no quiere nombrar, esto es, es desmoronamiento del sistema de la
representación. Su escritura es como una escena, un espacio dramático en el que el yo explora su relación
con el sexo y la lengua y hace del texto el espejo de una travesía sin fin que viene a derribar la idea de la
literatura como el arte de la representación por la palabra y provoca que los textos de la vanguardia se tornen
ilegibles. Y, dice Kristeva, que es por este camino que la poética pierde su objeto de estudio, o, que más bien
deviene en otro: La investigación de las reglas según las cuales se engendran el sentido y su sujeto y que los
textos límites de nuestros tiempos son los primeros en producir.

LENGUAJE Y NOVELA: UNA LÓGICA CULTURAL

El proyecto semiótico de Kristeva trabaja una lógica del sentido en el espacio mismo que abre la escritura en
el texto y toma a la escritura como gramma dinámico y al texto como una práctica específica de la
significancia por el lenguaje.

Por otro lado, Bajtín sitúa al texto en la historia y en la sociedad, estas, a su vez, funcionan como textos que
lee el escritor y en los que se inserta reescribiéndolos. Así, la historia y la moral se escriben y se leen en los
textos y, propone a la palabra como la unidad mínima de la estructura.

Según Kristeva, Bajtín descubre dos dimensiones del funcionamiento de la palabra: la dialógica y la
ambigüedad o ambivalencia, a través de las cuales el texto se ejecuta como un sistema significante entre el
sujeto de la escritura y su destinatario, su otro social y hacia otros textos. A raíz de esto, surge un concepto de
texto “todo texto se construye como mosaico de citas, es absorción y transformación de otro texto”. Y sobre la
base de esta definición, Kristeva propone la noción de intertextualidad. Con este término, la autora, disuelve la
noción del texto como una unidad cerrada y establece que está en relación con otros. Así propone que, el
texto, no es ni copia ni imitación, que es productividad, inscripción del deseo del sujeto. Este se independiza
de su proceso social de producción, interiorizándose bajo la forma de productividad textual, como así también
la ideología del texto se libera de la ideología del autor para fundirse en las ideologías sociales. Así Kristeva
toma al texto como un creador increado.

Por otro lugar y recuperando el concepto de dialogismo bajtiniano, Kristeva plantea que este designa a la
escritura como subjetividad y comunicatividad o, mejor dicho, como intertextualidad. De esta manera, y frente
a este dialogismo, la noción de persona-sujeto de la escritura se borra para ceder lugar a la de “ambivalencia
de la escritura”. Este concepto permite a Kristeva sostener su concepto de lenguaje poético (literario) como
lenguaje paragramático, es decir, situado en el centro de toda experiencia del lenguaje.

El concepto de dialogismo propuesto por Bajtín, a partir de una ruptura en la literatura en el siglo XX, lo
dialógico deja de ser evidente a nivel representativo para volverse interior al lenguaje.

A raíz de esto Kristeva habla sobre la transgresión de la ley, especialmente posible en el lenguaje del arte que
implica lo que escapa al control consciente del lenguaje. De esta manera, una escritura que tiene estas
características implica que la novela sea el género que hace de la ambivalencia un rasgo estructural. Así, en
su estructura, la escritura lee otra escritura, se lee a sí misma y se construye en un género destructivo. Es por
esto que señala la desaparición del autor: este se convierte en un anonimato, una ausencia, para permitir que
la estructura exista como tal. Y aquí ya no es el sujeto el responsable de su lenguaje, sino que está
atravesado por él. De esta manera, Kristeva reemplaza el término bajtiniano “palabra” por el de escritura.

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