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COMENTARIO.

Hallowell, Alfred Irving, 1960, Ojibwa Ontology, Behavior and World View, Culture in History: Essays in Honor of
Paul Radin, edited by Stanley Diamond, New York: Columbia University Press.

A través de este artículo, Hallowell contribuyó a la tendencia antropológica denominada


ontología. Así pues, pretendió analizar la visión que tenía un grupo humano, los Ojibwa del
mundo. Para ello se centró en la dicotomía naturaleza y personas (personhood), en este último
grupo incluyó tanto a los seres humanos, como a los “seres sobrenaturales”, a estos últimos
como una categoría diferente, a los que denominó other than human persons. De esta manera,
para este grupo la realidad no es antropocéntrica, por lo que entre los rasgos necesarios de la
''persona'' no está el antropomorfismo, sino la capacidad de transmutar, que es el atributo
general de la clase ''persona'', tanto de seres humanos como de “seres sobrenaturales” (espíritus,
fuerzas o energías). Es decir, los Ojibwa no separan lo personal de lo impersonal, ni lo corpóreo
de lo incorpóreo. Para ellos la realidad es todo lo que los sentidos pueden percibir.

Así pues, la lectura de este texto me ha sugerido diferentes cosas, por un lado, que: la ontología
ha puesto fin a esa creencia de que existe un único mundo, una sola realidad y cultura y distintas
formas de interpretarlo. Ese teórico único mundo estaría vinculado con aquello que se
encontraba en el orden y el pensamiento occidental, por lo tanto, todo lo que se escapaba de ese
orden era sobrenatural y es ahí donde hay que incluir esas otras culturas y formas de entender el
mundo diferente a la occidental, lo indígena. La ontología a mi parecer lo que ha permitido es
demostrar que la visión del mundo occidental es una de las posibles maneras de ser en el
mundo, pero no la única. Es decir, que existen mundos diferentes, distintas culturas, no
diferentes interpretaciones de un mismo mundo. Por lo tanto, lo que interesa a la ontología es
ver el conjunto de entendimientos sobre como es el mundo, que clase de seres, procesos, y
cualidades existen y como se relacionan entre sí.

Por otro lado, ha permitido ver y entender entre humanos y no humanos de una manera nueva.
Así pues, lo que separa a humanos de no humanos no es universal, sino que es una construcción
cultural muy variable, en donde la principal diferencia entre sociedades indígenas y occidentales
recae en la idea de que los occidentales podemos establecer relaciones muy afines con otros
seres como animales, plantas, objetos o espíritus, considerarlos parte de nuestra familia, amigos,
considerarlos como humanos, pero tenemos claros que no lo son. Los indígenas por su parte no
reconocen la distinción ni división entre humanos y no humanos, para ellos, todos son seres
sociales. Por lo tanto, el pensamiento occidental se reconstruye en la diferenciación entre cultura
y naturaleza, entre humanos y no humanos, entre materia y espíritu, entre animado e inanimado,
a diferencia de lo que ocurre con el pensamiento indígena que no distingue entre tales
categorías.

En definitiva, quiero resaltar la idea de que hay que dejar a las sociedades indígenas que
expliquen lo que son en sí mismo, no podemos imponerles categorías occidentales, ni partir de
la idea de que existe una dicotomía universal (cultura-naturaleza) que rige el mundo, puesto que
esta idea está alejada de ser única ya que estos conceptos deben ser contextualizados geográfica
e históricamente, por lo que se deben entender como una particularidad cultural, en donde, y a
su vez la relación entre humanos y no humanos resultante tampoco es universal. La ontología ha
demostrado que existen mundos y culturas diferentes, en las cuales puede existir o no la
distinción entre naturaleza y cultura, entre materia y espíritu, entre animado e inanimado, entre
humanos y no humanos.

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