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ALEJANDRO SOLIS ESPINOZA CRIMINOLOGIA

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Capítulo IV
TENDENCIAS SOCIOCRIMINOLOGICAS

4.1 ANTECEDENTES DE LA SOCIOCRIMINOLOGIA.

El estudio de la sociedad desde una perspectiva científica es relativamente reciente, y surgió


en la segunda mitad del siglo XIX; sin embargo, los fenómenos sociales originaron alguna forma de
aborde antes de dicho siglo. Asimismo, dentro de la perspectiva "socio criminológica" en particular,
se dieron también algunos aportes importantes por los precursores de estas ideas, así como por los
que inciaron el pensamiento científico social del siglo XIX.

4.1.1 PRECURSORES DEL PENSAMIENTO SOCIAL: Sin pretender un estudio minucioso al


respecto, veremos sólo algunas ideas más saltantes de los precursores históricos de las teorías
sociales del crimen en el mundo occidental.

4.1.1.1. El pensamiento de Tomás Moro (1478-1535): En el siglo XVI podemos hallar algunas
apreciaciones genéricas sobre los factores económico sociales del delito de robo, dentro de las
condiciones de vida en tal época, señaladas en la obra Utopia, escrita por Tomas Moro en 1516,
quien según algunos autores fue el primero en resaltar la vinculación de dicho delito con las
necesidades económicas. Decía Moro que muchas personas que viven en las cortes dedicadas al
ocio, cuando los amos ya no podían mantenerlos, eran expulsados quedando sin medios de
subsistencia; asimismo el crecimiento de la actividad textil, que originó el aumento de la ganadería
ovina, dio lugar a que las áreas de cultivo se dedicaran a pastizales, generando campesinos sin
trabajo; igualmente la carestía de la vida influía para que muchas familias despidan a sus criados,
que quedaban sin recursos para subsistir; también decía que los vicios de la época originaban el
desmedro económico y pérdida de recursos de quienes seguían tales prácticas. Como consecuencia,
muchas de estas personas desocupadas y sin recursos, que no tenían como sobrevivir, se veían
obligados a mendigar o a robar.

Igualmente planteó críticas a la pena de muerte como castigo del hurto, considerándola
muy cruel y no suficiente para evitarlo, ya que era "altamente injusto el castigo de quitar la vida por
haber quitado dinero. No creo que todos los bienes de este mundo se puedan compa rar con una
existencia humana" (Moro, 1952, p. 43). Además afirmó que era peligroso castigar con la misma
pena al ladrón que al asesino, ya que el que roba no tendría reparo en matar a la víctima o al testigo,
en la esperanza de que al matarlos quizá no se descubran sus delitos.

4.1.1.2 El planteamiento de Thomas Hobbes (1588-1679): Filósofo materialista inglés, sus


ideas de interés para nuestra ciencia se hallan sobre todo en su Leviatán de 1651 y sus tesis del
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"homo homini lupus" y "Bellum omnium contra omnes” (la guerra de todos contra todos).
Prácticamente tenía una visión pesimista del ser humano, ya que generalmente todos eran un
peligro para los otros. También fue contrario a las ideas del origen divino de la sociedad y asimismo
defendió la tesis del contrato social.

4.1.1.3. La tesis de JuanJacobo Rousseau (1712-1778): Mas de dos

centurias después de Tomas Moro, en el siglo XVIII, destaca el pensamiento de J.J. Rousseau,
quien escribió Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres en
1755, posteriormente en 1762 la obra El contrato social, en la que afirmó que la sociedad corrompe
al hombre, el mismo que en estado de naturaleza es bueno, hallándose allí el principio filosófico que
fundamentaría el factor social del crimen. Sin embargo consideró que el delincuente vulnera con su
acción dicho contrato social, convirtiéndose en rebelde y traidor a la patria.

4.1.1.4. Ideas de Claudio Enrique Saint Simón (1760-1825): Socialista utópico francés, jefe
de la escuela política y social de los sansimonianos. Consideraba que la historia se había de convertir
en una ciencia positiva como las ciencias naturales. Escribió varias obras, destacando Cartas de un
habitante de Ginebra a sus contemporáneos de 1803; Memorias acerca de la ciencia del hombre de
1813-16; El Catecismo de los industriales entre 1823-24. Asimismo creía que el progreso del
conocimiento científico era la fuerza motriz del avance social, y que la historia pasa por tres fases
de desarrollo:

1. Teológica: Con dominio de la religión, y que abarca las sociedades esclavista y feudal,

2. Metafísica: periodo en que se hunde el sistema teológico, y

3. Positiva: futuro régimen social, basado en la ciencia.

Si bien Saint Simón no planteó ideas acerca del problema delictivo, su aporte es importante
como precursor de la sociología, precisamente Augusto Comte, futuro iniciador de la sociología
como ciencia, fue su secretario y colaborador entre 1818 y 1824.

4.1.2. PENSAMIENTO SOCIOLOGICO DEL SIGLO XIX: En este periodo es donde ocurre un
desarrollo importante del primigénio pensamiento sociológico criminal.

4.1.2.1. Augusto Comte y los inicios de la Sociología: En la primera mitad del siglo XIX se
señala por muchos estudiosos, el inicio de la Sociología con Augusto Comte (1798-1857), mentor de
la escuela positivista. Su principal obra fue Curso de filosofía positiva, en 6 tomos publicados en
varios años (1830-1835-1838-1839-1841 y 1842). La concepción de la nueva ciencia llamada
sociología, la expuso en los tres últimos volúmenes del Cours de Philosophie Positive, sobre todo en
el tomo IV. Inicialmente la había llamado Fisica social, que ya era usado por otros autores, por lo
que inventó el nombre de sociología. Comte dividió la historia humana en tres fases o estadios
siguiendo la visión de Saint Simón:

a) La primera fase, abarca a la Edad media europea. Llamada fase teológica, que se
caracterizaba por interpretar y explicar el mundo y la sociedad en términos divinos. Se pensaba que
la sociedad estaba
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- organizada de tal manera o que las cosas eran así debido a la voluntad de Dios.

b) La fase metafísica, segundo estadio que corresponde al Rena cimiento, las personas dejan
de entender a la sociedad en términos sobrenaturales o según fuerzas divinas. Se tiende a
comprender a la sociedad en base a ideas abstractas o principios metafísicos (no científicos).

c) La fase científica, tercera y última etapa, en la que se trata de explicar la naturaleza en


sus propios términos, sin recurrir a fuerzas divinas, sobrenaturales o principios metafísicos y
abstractos, imposibles de contrastar empíricamente. Esto es lo que hicieron personas como
Copérnico (1473-1543), Galileo (1564-1642), o Isaac Newton (1642-1727). Comte planteó que era
el momento de hacer lo mismo respecto a la sociedad, había que aplicar el método científico para
entender y explicar la organización de la sociedad. En esto radica la contribución de Comte a la
sociología, quien fue, lo que con sus propias palabras decía, un "positivista", esto es una persona
que considera que sólo se obtienen conocimiento verdadero de las cosas empleando el método
científico (Macionis y Plummer, 2000)

Según Comte, el paso de la época teológica a la metafísica y luego a la época positiva no se


realiza simultáneamente en las diversas disciplinas. Además, que la combinación de la ley de los tres
estados y la clasificación de las ciencias tiene como fin demostrar que el pensamiento que ha
triunfado en matemáticas, astronomía, física, química y en biología se debe imponer también en el
ámbito político, y desembocar en la conformación de una ciencia positiva de la sociedad, que es la
sociología (Aron, 1976).

4.1.2.2. El pensamiento social Francés de fines del siglo XIX: En

Francia, bajo los antecedentes de Rousseau, Saint Simón, Comte, entre otros, hubo un
desarrollo muy importante del pensamiento social criminológico.

A. La Escuela de Lyon: Conocida también como "Escuela del medio"(milieu), surgió avanzado
el siglo XIX bajo el impulso de estudiosos franceses. Se considera que Luis Pasteur tuvo especial
importancia para dicha escuela. Sin embargo, Alejandro Lacassagne (1843-1924), médico y autor de
la obra Precis de médecine judiciaire editada en 1878, fue el jefe de la Escuela de Lyon, la misma que
consideraba metafóricamente que el delincuente era como un microbio, y que el criminal era
solamente peligroso cuando estaba en un medio adecuado, siendo el medio social el caldo de cultivo
del delito. Esta ¡dea se sintetiza en la recordada frase de Lacassagne: "las sociedades tienen los
delincuentes que merecen" expresada en 1885, habiendo sido un duro crítico de Lombroso,
cuestionando su tesis biologista.

Leonce P. Manouvrier (1850-1927), antropólogo y profesor en la Universidad de París, siguió


también la concepción del "milieu" social, al considerar que el delito es materia sociológica y el
delincuente un producto de la sociedad.

Paul Aubry (1858-1899), autor de la obra Contagio del homicidio publicada en 1887,
seguidor de esta escuela, consideró algunos factores predisponentes orgánicos, pero que los
agentes que "transmiten el contagio son la educación, la familia, la presión, las malas lecturas..
"(Rodríguez Manzanera, 1995, p. 326).
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B. El pensamiento de Gabriel Tarde (1843-1904) Igualmente es destacable Gabriel Tarde,
jurista y pensador social francés, quien publicó La criminalité comparé en 1866 y luego su obra Las
leyes de la imitación de 1890, en la que afirmaba que la imitación era factor importante de la
criminalidad. Asimismo escribió Estudios penales y sociales publicada en 1891, y Las
transformaciones del derecho editada en 1893, entre otros trabajos. Su pensamiento fue opuesto a
la Escuela positivista, negando la concepción lombrosiana y afirmando que es la sociedad mediante
su influencia moral y psicológica, que propaga ideas malas o buenas, que influye en los individuos a
través de la imitación.

C. La visión sociológica de Emile Durkheim (1858-1917): Sociólogo francés, quien escribió


diversos trabajos como De la división del trabajo social en 1893, Las reglas del método sociológico
de 1895, El suicidio editado en 1897, Les formes elémentaires de la vié religieuse publicado en 1912,
entre otros. Para diversos intérpretes de este sociólogo francés, lo característico de su pensamiento
fue el rechazo al individualismo analítico y al pensamiento idealista, que lo acercaba a los
positivistas, sin embargo en contraposición con ellos afirmó que la sociedad no estaba conformada
por individuos iguales ante la ley, planteando más bien la desigualdad, negando asimismo la validez
de la tesis del contrato social asumido por el positivismo criminológico (Bergalli, 1983; Grosso, 1980;
Tayloretal., 1977).

El propósito de Durkheim fue demostrar que puede y debe existir una sociología que sea
una ciencia objetiva, similar al modelo de las demás ciencias, cuyo objeto de estudio sería el hecho
social, estudiar los hechos sociales como cosas. Para que exista sociología, dos cosas son necesarias:
una que el objeto de esta ciencia sea específico, que se distinga de los objetos de las demás ciencias.
Por otra parte, que este objeto pueda ser observado y explicado de modo similar al que se hace con
los hechos de las demás ciencias (Aron, 1976).

Durkheim (1982) expuso también la idea de que el delito es inherente a toda sociedad, como
algo intrínseco o normal y positivo, pero no por ello libre de castigo. Además consideraba que el
delito que era un fenómeno común de todas las sociedades, y que la desviación cumplía cuatro
funciones esenciales para la sociedad:

a) La desviación contribuye a consolidar los valores y normas culturales

b) Las respuestas a la desviación contribuye a clarificar las barreras morales

c) Las respuestas a la desviación fomentan la unidad social

d) La desviación favorece el cambio social. Al pensar sobre la necesidad de las normas y su


necesidad de mantenerlas o no, puede orientarnos hacia el cambio

Asimismo estudió el tema de la anomia, como un sentimiento de carencia de propósitos u


objetivos en la vida producido por ciertas condiciones sociales (Giddens, 1998), tanto en su obra La
división del trabajo social, como en El suicidio. En este segundo libro consideró tres tipos de suicidio:
"suicidio egoísta”, "suicidio altruista" y el "suicidio anómico" (Durkheim, 1971). Más tarde, la tesis
de la anomia fue desarrollada y profundizada por Robert Merton.
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4.1.2.3. El pensamiento sociológico criminal Italiano a fines del siglo XIX: Se considera a
Enrique Ferri (1856-1929) en Italia, a fines del siglo XIX e inicios del XX, como el gestor de la
Sociología criminal, siendo asimismo uno de los representantes de la Escuela positivista de
criminología, y que postuló una comprensión biosocial del crimen. Ferri habló de los factores
sociales del delito, además de los individuales o antropológicos (biopsíquicos) y los físicos, en su
folleto Los nuevos horizontes en el derecho penal y el procedimiento criminal editado en 1881,
llamado luego Sociología criminal en su tercera edición de 1892. La sociología criminal, según Ferri,
tenía un ámbito de estudio muy amplio, conforme se aprecia en los diversos factores del delito que
él consideraba, comprendiendo además dentro de ella a las ciencias penales. Esto último fue
materia de mucha crítica y objeción, al pretender incluir dentro de la sociología criminal, contenidos
de tipo normativo (Derecho penal) al lado de los empírico sociales. Planteó también lo que él llamó
las "leyes de saturación criminal", por lo que "el nivel de la criminalidad está determinado, cada año,
por las diferentes condiciones del medio físico y social combinado con las tendencias hereditarias y
los impulsos ocasionales de los individuos"

Napoleón Colajanni (1847-1921), jurista italiano con formación sociológica, que


inicialmente había sido discípulo de Lombroso se apartó luego del positivismo, planteó la influencia
de la herencia psíquica. Sus obras más importantes fueron Socialismo y sociología criminal de 1884,
y luego Sociología criminal en 1889, poniendo énfasis en los factores económicos para comprender
la criminalidad.

Filippo Turati (1857-1932), político y estudioso italiano, quien bajo la influencia del
pensamiento socialista, también enfatizó en las condiciones económicas para comprender la
criminalidad. Fue contrario al positivismo criminológico y consideraba que el aumento de la clase
proletaria en el capitalismo era un factor criminógeno. Escribió la obra II delitto e la questione
socialee n 1883.

4.1.2.4. El pensamiento social Alemán del siglo XIX: En este país también hubieron
estudiosos importantes, desde diferentes vertientes del pensamiento social, como los siguientes.

A. La visión de Karl Marx (1818-1883): La concepción de Marx se basa en lo que él llamó la


concepción materialista de la historia. Según dicho pensador, las ideas o los valores de los seres
humanos no son la principal fuente de cambio social. Por el contrario, el cambio social está
primordialmente inducido por influencias económicas, las que están vinculadas al conflicto entre las
clases sociales, conflicto que constituye el motor del desarrollo histórico (Giddens, 1998). Las ideas
de Karl Marx en sus diversas obras, y los aportes de F. Engels con su libro La condición de la clase
trabajadora en Inglaterra de 1844, constituyen los antecedentes de la criminología marxista
contemporánea, desarrollada en los diversos países socialistas e incluso dentro de sociedades
capitalistas como Gran Bretaña, Estados Unidos, Italia, entre otras, y que alcanzaron un impulso
importante desde fines de los 60, en su versión de Criminología crítica.

B. La "Escuela Sociológica" o Joven Escuela del Derecho penal alemán: En Alemania, entre
fines del siglo XIX e inicios del siglo XX destacó Franz Von LISZT (1851-1919), quien fundó la
denominada "Escuela Sociológica" o Joven Escuela en 1898.
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Liszt, si bien discrepaba de la visión positivista lombrosiana, tampoco fue seguidor del
ambientalismo de G. Tarde, planteando una perspectiva pluridimensional, en parte más cercana a
Ferri. Tenía en cuenta como factores del crimen, tanto a la predisposición individual como al entorno
o medio social. El consideró tres factores de la criminalidad: "los defectos de la personalidad, el
déficit en el proceso de socialización y la bancarrota de la justicia penal..."(García Pablos, 1988, p.
301), aunque parece ser con mayor preponderancia social.

En 1889, Franz von Liszt, Adolfo Prlns y Van Hamel, fundaron la Unión Internacional de
Derecho Penal.

C. La visión de Max Weber (1864-1920): Jurista y sociólogo alemán, que si bien no habló
acerca del problema criminal, sin embargo planteó una perspectiva sociológica importante, sobre
todo en temas de sociología del derecho, teniendo influencia hasta nuestros días. Su principal obra
Economía y sociedad, contiene un desarrollo amplio de la sociología del derecho, aunque como
afirma Rehbinder, está escrito en un estilo difícil, quien además dice que para Weber "el Derecho
es aquél orden social cuya validez garantiza un aparato por medio de la coacción. Así pues, se indican
tres características específicas: primero, la propiedad de ser un orden coercible; segundo, la validez
garantizada por medio de la coacción, y tercero, el ejercicio de esa coacción por medio de un aparato
coactivo formado especialmente para ello" (Rehbinder, 1981, p. 73).

4.2 PANORAMA DE LA SOCIOCRIMINOLOGIA EN EL SIGLO XX:

4.2.1. NOCIONES DE SOCIOLOGIA: La compleja y variada interacción social del ser humano
es tema de la sociología. Dentro de tal perspectiva, el individuo que vive en una sociedad
determinada, es moldeado según las características de dicha realidad, y es en esta línea de
pensamiento que se han desarrollado diversas concepciones para explicar la conducta delictiva y las
demás desviaciones, siguiendo una visión social en la comprensión criminológica. De este modo se
concibe a la sociología como el estudio sistemático, riguroso y científico de la sociedad. En otros
términos, es el estudio de la vida social humana, de los grupos y sociedades

John Macionis y Ken Plummer (2000) señalan al respecto, que ver el mundo con los ojos del
sociólogo supone cuestionar la idea que las personas hacen lo que deciden hacer, y considerar más
bien, que lo que las personas hacen y piensan es en gran parte determinado por la sociedad en que
viven. Para comprender el papel de la sociedad y como juega ese determinismo social se habla de
socialización, que "es el conjunto de experiencias que tienen lugar a lo largo de la vida de un
individuo y que le permiten desarrollar su potencial humano y aprender las pautas culturales de la
sociedad en la que va a vivir". Sin contacto o experiencia social, un individuo parece más una cosa
que una persona.

En el siglo XX, se han desarrollado diversas corrientes socioló gicas, como la funcionalista,
la estructuralista, la marxista, el ¡nteraccionismo simbólico, la etnometodología, entre otras, bajo
cuyas ideas surgieron las diversas expresiones de la sociocriminología. Asimismo, dentro de ellas se
pueden apreciar también dos grandes tendencias en el análisis social, conocidas como tendencias
micro y macro. En las teorías de orientación macro el inicio de la reflexión e investigación sociológica
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se sitúa al nivel de las grandes estructuras sociales, que permiten entender a la sociedad como un
todo., mientras que en las teorías de orientación micro, no se parte de las grandes estructuras
sociales, sino de las interacciones entre las personas en distintos contextos sociales (Macionis y
Plummer, 2000)

Los sociólogos, sobre todo los funcionalistas, hablan dentro del entorno sociocultural, de
úna cohesión social, entendida como el actuar y estar conforme con las normas y valores
dominantes en dicho contexto, y estamos conformes o adaptados a ellos porque somos socializados
en dicho ámbito sociocultural. Además se mantiene la "cohesión social", porque existe una "presión
social" o control social, por intermedio de sanciones "positivas" como negativas, que se articulan a
través de una variedad de "agencias de socialización": la familia, la escuela, los medios de
comunicación, el grupo de iguales, hasta la iglesia. "La sociología nos permite ver que la sociedad
opera con ciertas reglas. Nos ayuda a entender cuáles son esas reglas y cómo se aplican. En la vida
social podemos decidir cómo vamos a jugar nuestras cartas, pero es la sociedad la que reparte las
cartas y la que establece las reglas de juego. (Macionis y Plummer, 2000). Sin embargo, en toda
sociedad existen personas que violan o transgreden las normas culturales, y es lo que desde la
perspectiva sociológica se llama desviación o "conducta desviada", como en los casos de maltratar
a un animal, conducir ebrio o matar a una persona. Sin embargo consideramos que no toda
desviación es delito, porque existen conductas desviadas no delictivas.

Generalmente bajo este contexto, los sociólogos pretenden comprender, sólo desde la
perspectiva social el tema de la desviación, al respecto Macionis y Plummer (2000, p.208-209)
afirman que aunque "todos tenemos cierta tendencia a pensar en la desviación como el resultado
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de opciones o fracasos puramente personales, la conducta desviada (así como cualquier otro tipo
de conducta) viene en gran parte determinada por el contexto social. Hay tres razones que explican
esto.

1. Lo que se entiende como conducta desviada varía según cuáles sean las normas sociales
de la sociedad en que vivimos. Ningún pensamiento o acción es desviado en sí mismo (...) .

2. Sólo cuando los demás la definen así, la conducta de uno es una conducta desviada". Sin
embargo, todos quebramos diversas normas culturales, hasta quebrantar la ley en ciertos casos,
pero el que terminemos catalogados como desviados o delincuentes "no depende de nosotros, sino
de cómo otras personas entienden y definen esas conductas.

3. La capacidad de elaborar reglas, así como de quebrantarlas no está igualmente distribuida


entre la población. Para Karl Marx, la ley es poco menos que una estrategia con la que los poderosos
protegen sus intereses (...). En otras palabras, la definición de las normas y su aplicación no son
indiferentes a las pautas de desigualdad social.".

Como se puede ver, las visiones sociológicas tienden a dar una explicación del problema
criminal desde una perspectiva unilateral. Sin embargo debemos anotar que los enfoques sociales
no dejan de ser los más Importantes, aunque ellos aisladamente no pueden dar una respuesta
satisfactoria al problema del crimen, porque no consideran la condición psicobiológica de la realidad
humana, que precisamente es el referente material imprescindible del ser social, y sin cuya realidad
no puede haber fenómeno social.

Por su parte, la sociología marxista con el materialismo histórico consideran que el "Estado,
como superestructura política, se apoya en la ideología y en determinadas formas de control social,
emplea la violencia y lleva implícitos los siguientes factores materiales: el ejército, la policía, los
tribunales, las cárceles, etc." (Academia de Ciencias de la URSS, 1975, p. 85). Bajo esta línea de
pensamiento, F. Muñoz Conde (1983) afirma también, que todo sistema de control penal supone
una expresión de violencia, y que el Derecho penal lo que hace es formalizar la violencia.

4.2.2. LAS TENDENCIAS SOCIOCRIMINOLOGICAS: Dentro del pensamiento social se han


desarrollado diversas tendencias o “ismos sociológicos” de la sociología criminal en particular
(Cuello, 1981). Entre ellas, y según un criterio tradicional se afirma que la "sociología criminal tiene
por objeto precisar los factores sociales, económicos, educativos, políticos, culturales y religiosos
que determinan o influyen en la actitud delictiva" (Zalaquett y Santa María, 1972 p. 23). En otros
términos, la sociología criminal centra su propósito de estudio en la descripción y explicación del
delito, la conducta antisocial, así como del control social, en función de las condiciones
socioeconómicas subyacentes.

Dentro del "ismo" sociológico existen diversas teorías sociales, tanto de inicios de siglo XX
como las posteriores, entre ellas destacan las teorías sociales funcionalistas que han tenido varias
vertientes, altamente influidas en sus inicios por Durkheim, luego por Talcott Parson (1902-1979)
que le dio un nuevo giro, y por Robert Merton. Según Baert (2001), los funcionalistas creen en la
existencia de los llamados "requisitos funcionales universales", sosteniendo que para que sobreviva
cualquier sistema social han de cumplirse ciertas funciones; por ello se fijan en como ciertas
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prácticas sociales pueden satisfacer las necesidades mas importantesde un sistema social.
Asimismo, al igual que el estructuralismo presta atención a estructuras subyacentes de las que las
personas pocas veces tienen conciencia. Esta corriente social ha sido objeto de un fuerte
cuestionamiento, sin embargo desde los años ochenta del siglo XX surgió el neofun cionalismo con
Niklas Luhmann, que pretende integrar las tesis funcionalistas con tendencias de las tesis rivales.

Otra concepción social importante fue el estructuralismo, influido por el lingüista Ferdinand
de Saussure (1857-1913). Como anota Baert (2001), los estructuralistas buscan las estructuras
sociales subyacentes que condicionan y determinan la acción y el pensamiento humano. Otras de
las corrientes que posteriormente alcanzaron un gran impacto, frente a la hegemonía del
funcionalismo y estructuralismo, son las "teorías interpretativas ", entre las que destacan el
interaccionismo simbólico y la etnometodología, entre otros. Al contrario que en las teorías
funcionalistas y estructuralistas, aquí las acciones de las personas no se consideran una mera
consecuencia de las estructuras sociales que se les imponen.

Todas estas tendencias del pensamiento social han tenido, a lo largo del siglo XX, diversas
expresiones en las teorías socio criminológicas que pretenden dar una explicación general del
crimen y la desviación no delictiva, algunas de las cuales veremos en los rubros siguientes. Además
de las teorías generales para comprender el delito y la conducta antisocial, también se consideran
una serie de factores socioeconómicos que no constituyen visiones totalizadoras, sino tan solo
condiciones que junto con otras variables propiciarían la criminalidad.

En nuestro medio también existen algunos estudios desde esta perspectiva, como los
desarrollados en el siglo pasado por Víctor Modesto Villavicencio que en 1930 publicó un breve
trabajo titulado Algunos aspectos de nuestra Sociología Criminal. Igualmente, en ese mismo año se
editó el trabajo Sociología criminal peruana por Ricardo Elias. Más tarde se han realizado algunos
otros aportes, aunque no existen investigaciones sistemáticas desde esta vertiente, salvo estudios
históricos sobre el bandolerismo en la Colonia y los inicios de la República y otras investigaciones
actuales sobre temas puntuales.

Los principales estudios sociocriminológicos desarrollados en el mundo durante el siglo XX,


podemos visualizarlo esquemáticamente en dos grandes grupos, diferenciando las tendencias que
apuntan hacia el estudio de factores, frente a las corrientes que han articulado algunas
concepciones teóricas para comprender el fenómeno de la conducta desviada, lo que se puede
apreciar en el esquema siguiente:
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De lo anterior se pueden diferenciar dos grandes grupos de factores de la criminalidad, los


macrosociales (estructurales) y microsociales, que pretenden delimitar determinadas condiciones
sociales, económicas, culturales o ideológicas como factores importantes de la desviación.
Asimismo un conjunto de teorías que desarrollan diversa explicaciones del fenómeno criminal.

4.3 FACTORES ESTRUCTURALES Y MICROSOCIALES DEL DELITO

4.3.1. FACTORES MACROSOCIALES DEL DELITO Y LA CONDUCTA ANTISOCIAL: Dentro del


análisis de los factores sociales del crimen consideramos en primer lugar el concerniente a los
factores macrosociales o estructurales. En esta perspectiva conceptuamos nosotros que el análisis
criminológico y en particular el sociológico, tiene que partir del encuadramiento del tipo de sociedad
materia de estudio, de las particularidades socioeconómicas de dicha realidad, por cuanto ella es la
que caracteriza a la superestructura y ésta condiciona además los fenómenos microsociales
(relaciones sociales). Por ello no debemos pretender explicar el crimen y la conducta antisocial, sólo
poniendo énfasis en ciertos aspectos sociales aislados, o en "crisis de valores", problemas de familia,
"barrios delincuentes", medios de comunicación alienantes, porque si bien tales factores son
importantes en el proceso del condicionamiento del crimen y el comportamiento antisocial
individual, ellos están íntimamente relacionados con el tipo de estructura socioeconómica que
propicia tales "causas inmediatas".

Dichas condiciones estructurales o "macrosociales", que tienen ciertas características, y que


se vinculan con la superestructura correspondiente, generan una multiplicidad de hechos
"microsociales", según las clases sociales interrelacionadas, algunos de los cuales serán conductas
desviadas. Desde otra óptica, Jean Pinatel (1979) notable criminólogo francés del siglo XX, también
desarrolló el punto de vista de catalogar a la sociedad contemporánea como criminógena.
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Para el materialismo histórico, las bases económicas, las relaciones de producción, en una
formación económico-social concreta y en un periodo histórico determinados, condicionan el tipo
de superestructura, esto es la ideología, las instituciones y las relaciones ideológicas, lo que se
conoce como "cultura inmaterial o espiritual" por la Antropología social. Asimismo, esta tendencia
considera que ia estructura socioeconómica y la correspondiente superestructura de una sociedad
dada, condicionan el comportamiento social. Pero tales bases estructurales no son eternas, sino
sujetas a cambios históricos, en consecuencia, su reflejo, la superestructura también evoluciona e
incluso se da un proceso de interinfluencia dialéctica.

La superestructura, que es similar en parte a lo que se denomina por los antropólogos


sociales "cultura inmaterial", tiene importancia fundamental en la conducta del individuo. El ser
humano encuentra en cada sociedad, costumbres, reglas sociales, normas jurídicas, concepciones
religiosas e incluso determinada visión del mundo, que le ofrece un modelo de comportamiento
social al cual ceñirse, lo que está en función de la base o estructura socioeconómica vigente.

En cada sociedad o formación económica y social, el tipo de estructura socioeconómica


influye en la orientación y las caracterís ticas de las diversas instituciones de dicha sociedad, desde
la familia hasta el Estado; así como en el conjunto de ideas, ya sea desde las creencias hasta el
conocimiento científico y las relaciones ideológicas. En tal contexto "macrosocial" (estructural y
superestructura!), es que ocurren las múltiples acciones microsociales, tales como las
interrelaciones familiares, laborales, educacionales, entre otras, que son calificadas de "normales"
o desviadas, según ciertos criterios preestablecidos. En consecuencia, toda acción social o conducta
microsocial desviada de lo convencional, será objeto de una sanción formal o informal. En este
contexto, como dice Konstantinov (1965, p. 433) “el derecho que predomina en cada sociedad fija
ante todo las relaciones de propiedad. El derecho público y el derecho de propiedad sancionan el
dominio económico y político de una clase dada mediante la promulgación de leyes y normas
jurídicas obligatorias para toda la sociedad". Este derecho, desde otra perspectiva, sería según
Eduardo Novoa (1986), un obstáculo para el cambio social.
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Debemos aclarar que las relaciones de base y superestructura no son mecánicas, sino más
bien relaciones dialécticas, en el sentido de que por ejemplo la superestructura jurídica, puede
también tener algún grado de influencia sobre los cambios en la base o estructura. En otros
términos, si pretendemos precisar los factores de la criminalidad, debemos tener en cuenta que lo
que llamamos factores "macrosociales" y que están vinculados con las características de la sociedad
vigente, son las que tienen importancia prioritaria, porque ellas condicionan las características de
los llamados factores "microsociales" que son los que han merecido mayor atención dentro de la
sociocriminología tradicional, obviando o relegando generalmente el estudio de los factores
macrosociales que nos llevarían hacia un análisis sociopolítlco de la estructura social e incluso el
optar por un modelo de sociedad y/o cuestionar el vigente si este resulta "criminógeno".

4.3.2. FACTORES "MICROSOCIALES" DEL DELITO Y LA DESVIACION NO DELICTIVA:


Delimitado en forma esquemática lo que consideramos factor estructural o macrosoclal dentro del
ámbito sociocriminológico, indicaremos que la variedad de fenómenos sociales que se mencionan
como factores de la conducta desviada, y que muy latamente lo encuadramos bajo el rubro de
"microsociales", están condicionados en mayor o menor medida por las características de tal
estructura económicosocial. Entre los aspectos sociales considerados como criminógenos están los
relativos a la familia problema, los medios de comunicación alienantes, la dificultad económica,
problemas de escolarización, entre los más importantes, estudiados por diversos autores.

4.3.2.1. La "familia problema": Abarca una variedad de situaciones del entorno familiar,
que pueden tener papel influyente en el condicionamiento delictivo y antisocial, sobre todo de los
menores. En dicho medio familiar ocurren diversas relaciones "microsociales", que tienen un
carácter modelador a través de la transmisión de valores, actitudes, arquetipos de conducta, entre
otras. En estas relaciones intrafamiliares se originan también determinadas vivencias, de acuerdo a
como se produce tal interacción, ya sea con afecto, indiferencia, violencia, entre otras
manifestaciones particulares. El hogar es pues una agencia de socialización, un centro de educación
informal y transmisión de valores, que tiene connotaciones económicas y que está ligada a las
condiciones estructurales de la sociedad vigente, influyendo en el futuro comportamiento del
menor (Vásquez, 2003 A)

Si el grupo familiar se caracteriza por ciertos aspectos negativos para la adecuada formación
de sus miembros, especialmente de los menores, se producirá consecuentemente un proceso de
socialización inadecuado, que en muchos casos puede facilitar conductas desviadas o delictivas. Es
necesario señalar sin embargo, que no toda familia "problema" condiciona que sus integrantes
opten por la criminalidad o la conducta antisocial, esto será más probable en cuanto se acompañe
de otros factores igualmente negativos, lo que explica porqué dentro de una familia inadecuada
algunos de los hijos pueden manifestar Conductas infractoras, pero no todos. En función de la
diversidad de "problemas" que pueden caracterizar a una familia negativa, podemos considerar las
siguientes variantes:

A. Familia incompleta: llamada también hogar deshecho o familia disociada (Aebi, 2003), o
familia desestruccturada (Fernando Justicia et al., 2006) que puede ser consecuencia del abandono
por parte de uno de los padres o por el divorcio o el fallecimiento de uno de los progenitores. Este
tipo de hogar ya fue considerado como un posible factor criminógeno según José Rafael Mendoza
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(1960) y otros tratadistas, sobre todo en la delincuencia de menores. Nosotros hablamos en este
caso, indistintamente de hogar incompleto, desintegrado o deshecho, originados por las
condiciones ya señaladas. Sin embargo en nuestro medio social debemos considerar un tipo de
hogar incompleto, que no es resultado de ninguna de las situaciones indicadas, y en la que
previamente no hubo vida familiar con ambos padres, se trata de los hogares de madres solteras,
que tienen prole sin haber formado parte de un hogar formal o de hecho.

La circunstancia de la ausencia de uno de los progenitores, sobre todo del padre en la


mayoría de casos, origina determinados desequi librios en el hogar, bien sea de tipo económico o
por carencia de orientación y supervisión de los hijos, sobre todo cuando el único ascendiente tiene
que laborar, disminuyendo o descuidando la vigilancia de los menores. También un hogar
incompleto provoca en ciertos casos conflictos emocionales en los hijos.

Las investigaciones sobre el hogar deshecho y la criminalidad de menores en Inglaterra,


desde mediados del siglo pasado, señalan esta incidencia; al respecto, los estudios de A. Gordon
Rose (Five Hundred Borstal Boys, 1954) durante los años 1941-1944, hallaron que la mitad de los
jóvenes encarcelados procedían de hogares permanentemente deshechos por muerte de padres,
separación o divorcio. Asimismo J. Gittins en 1952, en un estudio sobre 100 menores destinados a
reformatorios, halló que en la mitad de ellos uno o ambos padres habían fallecido, abandonado el
hogar o estaban en divorcio. En un estudio posterior realizado en 1963, en reformatorios de
Londres, T.C. Gibbens halló que un tercio de los menores procedían de hogares deshechos. También
Charlotte Banks, durante 1961, observó tal problema en el 44% de 300 menores. En Estados Unidos
W. y J. McCord en 1959, obtuvieron resultados parecidos, aunque porcentualmente más bajos.
Datos similares al de los McCord fueron hallados por T.P. Monahan en 1957.

La situación de riesgo criminógeno de este tipo de hogar, estará condicionada en cierto


modo por la razón específica que la haya originado. Así, el abandono del hogar por uno délos
ascendientes, puede repercutir en forma más negativa que el fallecimiento de uno de ellos. Al
respecto D. West (1970, p. 69) afirmaba que los hogares "pueden ser destrozados de varias
maneras. La mayor parte de las Investigaciones que han tenido esto en cuenta sugieren que las
rupturas causadas por abandono o separación de los padres, están más estrechamente asociadas
con la delincuencia que las rupturas debidas a fallecimiento de los progenitores", aunque los datos
no son del todo concluyentes.

Sin embargo, todo lo anterior no debe llevarnos a una fácil deducción de comprender la
criminalidad como efecto del hogar incompleto, por cuanto existen una serie de variables que
escapan al control del investigador en tales casos, y que posiblemente juegan diverso grado de
incidencia en la génesis delincuencial, concomitan temente o además del fenómeno del "hogar
deshecho". En este sentido, en una investigación sobre la familia disociada en Suiza en los años 90
del siglo pasado (Aebi, 2003), se encontró que el índice de incidencia delictiva entre menores de
familias incompletas o disociadas frente a los menores de familias integradas eran prácticamente
similares, no apreciándose una diferencia significativa estadísticamente, salvo en el consumo de
drogas blandas en la que se halló mayor prevalencia en los menores de familias disociadas. Paran
Aebi, esta escasa diferencia entre menores de ambos tipos de familia se explicarían por el sistema
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de seguridad social de Suiza que protege y ayuda a las familias disociadas para cumplir con su rol
socializador

B. Familia numerosa y promiscua: realmente se trata en este caso, de familias con escasos
recursos económicos y con un número grande de hijos, lo que origina también fenómenos de
hacinamiento y promiscuidad, propios de la "familia gigante" como lo denominara Hans von Hentig
(1948). Al respecto, estudios hechos por T. Ferguson en 1952 hallaron que de familias numerosas
provenía un mayor número de menores antisociales, con respecto a hogares más pequeños. Del
mismo modo Trenaman, por el mismo año, en un estudio de soldados delincuentes en 1952,
encontró que un porcentaje significativo provenían de familias numerosas. Estudios posteriores
siguen considerando esta condición como situación de riesgo (Vásquez, 2003 B; MartínezCatena y
Redondo, 2013)

En una familia grande y pobre, el hacinamiento y la promiscuidad propician una variedad de


situaciones difíciles para el buen ajuste psicosocial de sus miembros, sobre todo de los menores.
Cuando el grupo familiar vive en condición de hacinamiento, residiendo en una sola habitación o
dos, y que por lo mismo los mayores y menores tienen que dormir en un solo lecho, en
promiscuidad, existen situaciones de riesgo en la conducta del menor, como la posibilidad de iniciar
prematuras manifestaciones sexuales o ser objeto de violaciones, entre otros problemas que
repercutirán negativamente en el modelamiento de su personalidad. Varias décadas atrás, Mariano
Ruiz Funes (1953) decía que la promiscuidad en el hogar es un factor criminógeno, la misma que
produce sobre todo delitos sexuales siendo frecuentes los incestos en estos medios familiares. Pero
la promiscuidad es consecuencia de la pobreza, que Impide tener viviendas más decorosas que
permitan la separación de sus habitantes

C. Familia "delincuente" o padres delincuentes: también denominada "hogar maleante".


Según el parecer de J.R. Mendoza (1960), se trata de una familia presidida por una actividad
delincuencial. En nuestro medio social se pueden apreciar algunos grupos familiares de estratos
sociales bajos, dedicados a la microcomercialización de drogas, en la que se involucran también a
veces a los menores del hogar. Asimismo, en el caso de la receptación, algunos adultos o familias
dedicadas a dicha actividad ilegal, desarrollan tal actividad con el conocimiento y participación de
los menores; situación similar ocurre en las familias de personas dedicadas al robo y hurto, entre
otros delitos.

Es evidente que si la conducta delictiva de uno o ambos progenitores es de índole habitual,


tendrá una influencia muy negativa en el comportamiento de los menores de dicho hogar, ya que
éstos pueden introyectar esos modelos de comportamiento y constituye un factor de riesgo
(MartínezCatena y Redondo, 2013) para incidir también en conductas desviadas.

D. Familia habituada al consumo de alcohol y/o drogas: El uso habitual de drogas y/o
alcohol, bien sea por el padre, la madre o ambos progenitores u otros adultos del hogar, puede
extenderse a los hijos. En este caso nos estamos refiriendo a situaciones en que el consumo es
frecuente, como sería el abuso o la dependencia de drogas o el alcohol. Esta circunstancia imperante
en un hogar repercute negativamente sobre todo en los menores, que no recibirán una orientación
adecuada por el problema de los padres, además de que carecerán de una imagen o modelo
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adecuado, guiándose por un paradigma negativo, y si introyectan la conducta de tales padres, se
encontrarán también en riesgo (MartínezCatena y Redondo, 2013) de Ingresar en actividades
desviadas.

Es importante señalar que estos hogares "problemas" o negativos no se presentan siempre


y necesariamente con uno solo de estos rasgos aunque es posible, sino que a veces en un solo hogar
se dan dos o más de esas circunstancias indicadas. Así, un hogar promiscuo puede ser deshonesto y
delincuente a la vez; o la familia numerosa y promiscua puede ser también incompleta, entre otras
combinaciones posibles. En estos casos, el riesgo criminógeno de estos hogares será más intenso,
aunque debemos aclarar que esto no significa un causalismo delictivo necesario, sino tan solo una
mayor probabilidad de desviación, en función de su correlación o concomitancia con otros factores
contribuyentes o precipitantes. Tampoco debemos olvidar la existencia de criminalidad de menores
y adultos que proceden de hogares sin carencia económica y aparentemente sin problemas, que no
tienen ninguna de las características ya reseñadas de la familia "problema".

E. Familia en estado de pobreza o dificultades económicas: “La

marginación socioeconómica” según Vásquez (2003 B) genera dificultades diversas. La


miseria o la pobreza de los hogares origina generalmente la insatisfacción de una serie de
necesidades a los integrantes del grupo familiar, ya sean alimenticias, de vestido, vivienda decorosa,
recreo sano, entre otras. Ante esta variedad de carencias, y el constante estímulo consumista de
nuestra sociedad, los miembros de un núcleo familiar con limitaciones económicas, reaccionan en
diversas formas, según el grado de responsabilidad que tengan en la familia o la particular vivencia
de su insatisfacción, pudiendo optar en algunos casos por alguna forma de conducta desviada o
delictiva. Como dice Donald West (1970, p. 59), la "pobreza, en el sentido de falta de elementos
básicos necesarios, ha sido sin duda un factor concomitante importante en la delincuencia juvenil
hasta tiempos muy recientes, especialmente en zonas de depresión económica".

La pobreza puede también condicionar la promiscuidad familiar, que ya hemos señalado o


bien un hogar inestable. En un estudio hecho por las Naciones Unidas (1958), se afirmaba que más
del 70% de las infracciones cometidas por menores mujeres están relacionadas con su caída en la
prostitución y que un porcentaje similar de los actos punibles de los menores varones consistía en
atentados contra la propiedad, y que las estadísticas disponibles de los países latinoamericanos
indican con pequeñas variantes este fenómeno, lo que revela que el factor más decisivo de esta
criminalidad es la miseria económica de los sectores populares, con la anotación de que no podemos
olvidar la existencia de otras variables criminógenas contribuyentes, por cuanto no todas las formas
de desviación pueden partir sólo de una explicación fundada en aspectos económicos deficientes
(Niceforo, 1955).

Sin embargo en países como el nuestro, en los que existen desigualdades sociales muy
marcadas y grupos con escasos ingresos económicos, se aprecia que el fenómeno de la miseria
favorece que muchos menores se dediquen a ciertas actividades laborales riesgosas que pueden
propiciar una conducta irregular. Ante la desocupación o una actividad escasamente remunerada
de los padres o al ser abandonados por ellos, muchos niños se ven forzados a contribuir en la
subvención de las necesidades del hogar. De este modo surgen los vendedores de dulces, diarios u
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otros productos; el lustrabotas o el que recurre a la mendicidad. En este contexto, los menores,
dada su inmadurez y fácil influenciabilidad, así como la interrelación con personas desviadas, están
propensos a caer en actividades antisociales, en correlación con sus condiciones psicobiológicas.

Al observar la actividad laboral predelictiva (Cuadro No.08) de nuestra población carcelaria


adulta, vemos algunas tendencias que se correlacionan con los argumentos de este acápite. La
ocupación de los internos que figuraban en los centros carcelarios del país (INPE,

2015), antes de ingresar a la prisión, sea como inculpado o condenado, según datos de
enero del año de 2015, se caracteriza porque masivamente estaban dedicados a oficios diversos,
predominando los obreros (19,881), luego los choferes (10,603), trabajadores agrícolas (10,291),
comerciantes (8,122), trabajadores de servicios (2,042), artesanos (1,565) y otros oficios o labores
manuales no calificadas,. Estas actividades que son desempeñadas por personas, generalmente de
los sectores sociales menos privilegiados, alcanzan un porcentaje cercano al 92 % de internos.

El grupo sin trabajo u ocupación abarca el 1 % de internos y evidentemente incluye a una


población económicamente precaria y que sumado al grupo anterior, significa que el 93 % de los
reclusos de nuestros establecimientos carcelarios del país, tenían una situación económica
deficiente en el momento de la comisión del delito.

El rubro ocupación técnica, abarca una población heterogénea, e incluye desde mecánicos
(546), electricitas (349), paramédicos (43), entre otros, llegando casi al 3 %, que sumados al 2.5 %
de profesionales, cuyo mayor volumen es de las FF.AA. y FF.PP.(699) y profesores (458), constituyen
un poco más del 5 por ciento de la población encarcelada, conjunto que está constituido por
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personas cuya situación económica es heterogénea, abarcando incluso casos de condición
económica precaria, como por ejemplo el de muchos profesores, así como de los oficiales FFAA y
FFPP de menor graduación, hasta los que tienen ingresos bastante altos.

Finalmente tenemos que anotar que no debe entenderse estos datos como un
determinlsmo social y económico del crimen, y que el delito proviene de los sectores
económicamente precarios y marginados, ya que también la criminalidad se aprecia en grupos
sociales con un mejor estatus económico, y una muestra de ello son los delitos de "cuello blanco"
que ya hemos visto en el capítulo segundo.

Roger Matthews (2003) hace referencia al estudio criminológico de David Farrington y


colaboradores de 1986, analizando el desempleo y sus efectos sobre la actividad delictiva en un
grupo de 399 jóvenes londineneses, hallando que la tasa de delito era casi tres veces más alta para
los que estaban desempleados frente a los que trabajaban. Asimismo encontró que había el doble
de probabilidad de que los delincuentes cometieran delitos en periodos de desempleo que cuando
tenían ocupación. "Significativamente, Farrington y sus colegas concluyeron que, en tanto que la
gente joven parece ser más propensa a cometer delitos contra la propiedad en épocas de
desempleo, éste último no parece generar "básicamente que los jóvenes obedientes de la ley
puedan cometer delitos". Esta observación implica que es probable que el desempleo aumente la
frecuencia y la gravedad de los delitos de quienes ya tienen cierto contacto con ellos, más que
transformar a individuos que antes eran obedientes de la ley en delincuentes endurecidos"
(Matthews, 2003, p.156), ideas con la que concordamos y que ya habíamos señalado.

F. Estilos de crianza o tipos de prácticas educativas: en el que se

incluyen diversas manifestaciones negativas dél entorno familiar respecto a los menores (E.
Romero et al., 2000; F. Justicia 2006) como las siguientes:

o Falta de afecto por parte de los padres o carencias afectivas

• Disciplina férrea,

o Hostilidad o crueldad con los hijos

® Falta de supervisión de los hijos

« Falta de comunicación entre padres e hijos

4„3.2.2. Medios de comunicación y delincuencia: En los últimos tiempos del siglo XX ha


cobrado mucha importancia el impacto e influencia de los llamados medios de comunicación masiva
en la sociedad de nuestros días, sobre todo por la temática o contenido de violencia y sexo
preponderantes que jugarían un papel negativo en la socialización de la población.

Los medios masivos de comunicación o información que han alcanzado gran desarrollo, son
principalmente la televisión, el cine, la prensa y la radio. De todos ellos, el primero es el que ha
cobrado un gran auge y difusión, especialmente en las zonas urbanas, aunque en los últimos
tiempos, debido a la transmisión vía satélite llega hasta lugares muy apartados de las urbes
productoras de los mensajes televisivos.
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A. Papel de los medios masivos de comunicación: En términos generales, todos los medios
de comunicación masiva pueden transmitir mensajes negativos que favorezcan conductas agresivas
y desviadas, a la par que juegan también un papel sutil en el campo de la alienación y la manipulación
de las mentes humanas en favor del sistema dominante (Bailón, 1974; Mattelart, 1977; Schiller,
1979). Al respecto Juan Bustos (1983) señalaba que el estudio de los medios de comunicación,
dentro del aspecto que nos interesa, ha seguido dos direcciones:

1) Una primera tradicional, preocupada en los medios de comuni cación como causas o
factores de ciertas conductas en los receptores, y

2) Una segunda que concibe a los massmedia como medios de control social, inclinándose
Bustos por esta segunda perspectiva.

Nosotros apreciamos que realmente no se trata de tendencias opuestas o excluyentes, ya


que si bien estos medios son entidades importantes en el modelamiento de la conducta,
concomitantemente con otros medios o agencias, cumplen también un papel de control social
porque precisamente son capaces de modelar el comportamiento humano. Asimismo su papel en
la vida humana no puede ser comprendido al margen del tipo de sociedad en que se desarrolla.

B. Influencia de los medios de comunicación en la criminalidad: En

términos generales, el tipo de contenido que se transmite por los medios de comunicación
social dentro de nuestra sociedad, se caracteriza por ofrecer imágenes de agresión, violencia, sexo,
incitación al consumismo, entre otros, que precisamente no son modelos ni mensajes para un
adecuado ajuste social o para contribuir a la formación de personas solidarias y racionales, sino mas
bien seres individualistas, sensuales y con diversa dosis de violencia. De este modo son estímulos
indirectos que contribuyen en alguna medida a la manifestación de conductas desviadas.

1) La televisión: Generalmente los contenidos transmitidos por este medio de


comunicación, que se ha impuesto en la actual vida familiar, tienen mayor influencia que los demás
medios, porque se halla dentro del hogar y todos los miembros, incluso los niños, pueden espectar
los programas más diversos, que en muchos casos son inadecuados. Es común que en estas series
se presenten aventuras en las que predomina la agresión o los espectáculos guerreros, donde uno
de los bandos es presentado de manera negativa, triunfando el otro a sangre y fuego contra el
"enemigo". Además de los contenidos de violencia, están los de índole sexual o erótica, con
manifestaciones muy variadas. En otros casos se presentan aventuras fáciles y sugestionantes, que
empujan a un mundo de fantasía, alienando al espectador, sobre todo a niños y adolescentes. Sin
embargo no todo es negativo en los contenidos de la televisión, existen también buenos
espectáculos y algunos pedagógicos, pero aun así requieren una reorientación, previendo que los
programas negativos no tengan influencia nefasta en la conducta de los televidentes más
influenciables, aunque esto es un problema difícil de manejar aisladamente, ya que este tipo de
televisión es ad hoc para el modelo económico liberal imperante.

Según Joseph Klapper (The effects of mass media, 1966), se ha comprobado un aumento de
la "violencia" en la TV durante las horas dedicadas a los niños. Al respecto los estudios sobre los
efectos de los mensajes de violencia de la televisión, podemos separarlos en varios grupos: uno que
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lo considera de tipo catártico o positivo, otro que lo cree sin efecto importante, y una tercera
orientación que lo considera como elemento inductor de violencia en el espectador.

• En primer lugar quienes piensan que la temática de violencia no ejerce ninguna influencia
importante en el espectador. Al respecto el estudio de Himmelweit y Col. de 1958 señalaba que no
se dan diferencias importantes entre niños expuestos a la TV y los no expuestos, en el aumento de
la agresión y otros efectos colaterales. No creen que la TV sea factor criminógeno y que más bien el
niño agresivo lo es por sus relaciones con el grupo primario.

«. En segundo lugar, otra tendencia explicativa de los efectos de la TV sobre todo en niños,
le asigna un rol catártico a los programas de violencia. Esta explicación se basa en el supuesto de
que el individuo frente a sus tendencias agresivas y la necesidad de ejecutar actos violentos,
mediante la percepción de estos programas de TV siente un efecto catártico o liberador de tales
impulsos. Sin embargo, según mencionan Secord y Backman (1976), los primeros experimentos en
esta dirección dieron resultados sin importancia y más bien contradictorios. Posteriormente, un
estudio hecho por Feshbach en 1971 mostró que menores de 8 a 18 años de edad, sometidos a una
presentación constante de violencia televisiva por un periodo de seis semanas, expresaron menor
agresión que niños que vieron televisión no agresiva, esto sirvió para reavivar la hipótesis de la
catarsis, aunque otros estudios de repetición del experimento indicado, presentado por Wells en
1971, no confirmaron tales resultados.

• En tercer lugar, el punto de vista que atribuye un efecto generador de agresión a los
programas que contienen temas de violencia en la TV, especialmente en los menores, lo que ha sido
expuesto por diversos autores y tratado de probar mediante estudios sobre el particular. Los
investigadores más destacados, que han realizado trabajos que muestran esta correlación entre
conducta agresiva y violencia en la televisión, son Alberto Bandura en los años 1961,1962,1965 y
1973, y Leonard Berkowitz en 1964, 1965, 1969 y 1970. Son también importantes los resultados de
una investigación sobre este tópico, patrocinado por la National Institute of Mental Healt de los
Estados Unidos de los años 1969, 1970,1971, entre otros. En términos generales se han señalado
dos procesos básicos que jugarían en el mecanismo de ver programas de televisión de temas
agresivos y conductas violentos del espectador, en primer lugar el proceso de imitación y en
segundo término la instigación.

Bandura, basado en sus estudios sobre la imitación de la conducta en general y de la


agresividad en particular, considera que el llamado "modelamiento simbólico" a través de los
medios de comunicación masiva, sobre todo de la televisión, constituye una fuente de aprendizaje
por imitación del comportamiento agresivo. Al respecto afirma que después del advenimiento de la
televisión, se expandió en gran magnitud una serie de modelos que pueden ser imitados por los
televidentes y especialmente por los niños y adolescentes. A diferencia de sus padres, sobre todo
en los hogares de clase media, que tenían pocas oportunidades de observar agresiones violentas,
los niños de hoy ven innumerables golpizas, apuñalamientos, estrangulamientos, asaltos, y otras
formas de agresión y crueldad, incluso antes de la edad de asistir al kinder. "Así pues, tanto niños
como adultos, independientemente de sus antecedentes e instalados cómodamente en sus
hogares, tienen oportunidades ilimitadas de aprender del modelamiento televisado estilos de
enfrentamiento agresivo y la gama total de conductas delictuosas" (Bandura, 1975, p. 315)
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Bandura llega a tales conclusiones, sobre la base del conjunto de investigaciones de campo
realizadas por él y también por otros estudiosos que hallaron dicha correlación, tales como los de
Steuer, Applefiel y Smith en 1971; Parker y colaboradores en 1972; Stein, Friedrich y Vondracek en
1972. Agrega Bandura que la influencia del modelo simbólico es mucho más notable en el moldeo
y propagación de la agresión colectiva, y entre algún ejemplo al respecto considera el secuestro de
aviones que tuvo mucho auge en un determinado periodo, y que fue objeto de imitación en muchos
casos.

L. Berkowitz y colaboradores, señalan que no necesariamente los adultos y menores que


aprenden a ejecutar actos de violencia, en base a los programas de la TV, ios ejecutarán
inmediatamente, sino que lo más notorio es el efecto instigador de tal aprendizaje, aunque dicho
proceso de instigación del comportamiento agresivo se da dentro de ciertas condiciones. Afirman
que un sujeto que ha sido espectador de escenas violentas en la TV o en otros medios, si
posteriormente es frustrado, sólo agredirá al agente de dicha frustración:

a) Cuando las expresiones de violencia percibidas parecen ser justificadas dentro del medio;

b) Cuando el que ha espectado actos de violencia es frustrado en forma subsecuente;

c) Cuando el que produce la frustración tiene alguna relación con la víctima en la


presentación,

d) Si las barreras internas y externas de la agresión son mínimas (Rodrigues, 1976).

Asimismo, las reacciones agresivas se pueden instigar por una variedad de estímulos
excitadores, por ejemplo la presencia de objetos agresivos (armas), escenas de competición atlética,
entre otros. Estudios posteriores, sobre instigación de la violencia de los programas en la TV,
hallaron resultados algo similares, aunque no en sentido uniforme, y sobre todo mayor correlación
en niños que eran más agresivos antes de ver los programas de violencia de la TV.

De estos datos podemos deducir, dentro de cada contexto social, la incidencia criminógena
que pueden tener los medios masivos de comunicación como la televisión. Sin embargo estos
resultados hay que valorarlos en el sentido que las correlaciones con conductas desviadas de los
menores y los adultos, son tendencias en alguna medida predominantes, pero que la influencia de
los medios no puede explicar las diversas formas de criminalidad; hay que considerar también, los
aspectos individuales de las personas que son más propensas al modelamiento o a la incitación
criminal, esto es los factores psicobiológicos subyacentes.

Asimismo debemos entender que los medios de comunicación no pueden ser valorados en
abstracto y al margen del contexto económico social, ya que la televisión en sí no es negativa, sino
en función a los contenidos y mensajes que transmite, y si reparamos que en países como el nuestro
se da este tipo de televisión inadecuada, ampliamente estudiada por Berkowitz, Bandura y otros
científicos sociales, no podemos quedarnos al nivel de crítica aislada y obviar que dicho modelo de
televisión resulta ad hoc para un sistema económico social liberal, por ello no debemos olvidar el
contexto que la está generando, y que en última instancia un cambio de este modelo de televisión
requiere también una modificación de las condiciones económico sociales de fondo, que
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generalmente se olvidan en este tipo de estudios. Este enfoque criminológico integral debe
considerarse en estos casos y será materia de una síntesis final en el capítulo correspondiente.

2) El Cine: si bien en la primera mitad del siglo XX el cinema tuvo un influjo de primer orden
en lo que concierne a los medios de comunicación de masas, que luego fue desplazado por el auge
de la televisión, no podemos dejar de considerar el impacto que todavía tiene sobre la población,
especialmente en los menores. Los mecanismos por los que juega el cine son quizá similares a los
de la televisión, y si reparamos en los contenidos y mensajes predominantes que se transmiten por
dicho medio, veremos que además de la violencia, que en alguna medida es similar al de la TV, se
agrega el manejo del sexo en forma mucho mas explícita, lo que constituye el tema básico de un
alto porcentaje de películas para atraer sobre todo a los jóvenes, produciendo en muchos casos
efectos nocivos o instigando impulsos propios de la juventud.

Como ya lo señalábamos algunas décadas atrás (Solis, 1966); en nuestra vida urbana, la
concurrencia al cine por los menores era casi una necesidad que no se podía privar. Esto no tendría
nada de negativo, más bien en ciertos casos de positivo, si hubiera una orientación pedagógica de
los contenidos proyectados, y si no fuera porque la comercialización de este medio de difusión hace
que éste se oriente buscando la mayor afluencia del público, y para ello se vale de las más atrevidas
filmaciones, que muchas veces sobrepasan a la "censura", y siendo atractivas especialmente para
los menores. Al respecto Jean Chazal (1958) decía que la mayor parte de los delincuentes jóvenes
de París van al cine de tres a seis veces por semana, siendo algunas películas especialmente nocivas
para los jóvenes espectadores, porque son de contenido morboso o de lujosa facilidad en las que
dominan escenas de violencia, torturas y secuestros.

No obstante todo lo dicho, hay que considerar que los efectos negativos del cine, al igual
que de la TV, tienen que ser valorados en función de los mensajes y contenidos que transmiten, y
dentro del medio social en que se manifiestan, considerándose sobre todo los mensajes de violencia
predominantes, cuyos efectos como resume Fernando Justicia (2006) son:

Los niños que son expuestos a niveles altos de violencia, aceptan con normalidad tales actos
y pueden comportatse agresivamente

La exposición frecuente y prolongada a escenas violentas provoca insensibilidad ante tales


manifestaciones

Los niños expuestos por los medios a esas acciones violentas, perciben un mundo en el que
hay que pelear y luchar para subisitir.

4.3.2.3. La escuela o factor socioeducativo y delincuencia: Dentro de este acápite se


considera en primer lugar el fenómeno generalmente observado de que muchos delincuentes,
sobre todo en la minoridad infractora, presentan un retraso o ausencia de escolaridad; en segundo
lugar se toman en cuenta las medidas inadecuadas que se aplican a los escolares problema, bien sea
por fracaso escolar, vandalismo, ausentismo o “novillos” y que más bien coadyuvan hacia la
deserción escolar y el acentuamiento de los problemas de conducta aun sin proponérselo.

Con respecto a la primera situación, hay que señalar que al lado de la inadecuada
escolaridad se aprecia una condición social y económica precaria, por lo que esa insuficiente
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escolaridad básica no se debe en la mayoría de casos, como podrían pensar algunos, a una
deficiencia intelectual, sino a situaciones de "inferioridad socioeconómica", yaque las personas de
hogares deficientes económica y culturalmente, muchas veces son las que presentan algún
rendimiento deficiente o conducta problema en la escuela, y las actitudes de los maestros incluso
es negativa ante estos menores

Si reparamos en la escolaridad de la población carcelaria de enero del 2015, que figura en


el cuadro No. 09, claramente se aprecia que la mayoría de internos se ubica éntrelos reclusos con
instrucción secundaria incompleta, alcanzando junto con los de primaria completa e incompleta y
los analfabetos porcentajes cercanos al 60 por ciento. Mientras que los que tienen instrucción
superior no universitaria y universitaria completa e incompleta, aproximadamente alcanzan un poco
más del 9 por ciento del total de internos del país. El argumento implícito, que diversos autores
deducen de ello, es que si solo se tiene escolaridad elemental, y a su vez la escuela no ha participado
en brindar alguna orientación frente a los problemas conexos de disciplina, esta persona adulta o
menor de edad tendrán mas riesgos de caer en alguna forma de conducta desviada.

Respecto al segundo argumento, debemos anotar que en la escuela a veces subsisten


prácticas negativas respecto a determinados "alumnos problema" o estudiantes que manifiestan
comportamientos turbulentos o rendimiento escolar deficiente, aplicándose medidas que muchas
veces son las de castigo, expresada a veces en la forma de separación o expulsión, luego de haberse
experimentado algunas otras formas de sanción. Esta política funesta no hace sino desorientar al
estudiante y negarle toda verdadera ayuda que necesita en realidad. Este fenómeno es igualmente
considerado ya desde décadas atrás, por algunos otros autores, cuando señalan que las malas
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prácticas escolares se limitan a excluir de la escuela a los niños que van por mal camino, sin
preocuparse más de ellos, ni tomar después en cuenta que al alejarlos de las escuelas aumentan su
abandono.

Al lado de dicha medida de expulsión, la actitud de castigo físico o verbal que se ejerce sobre
el escolar problema, por deficiencia en el aprendizaje o indisciplina ocasiona situaciones reactivas
de hostilidad, temor o abandono definitivo de la escuela. Al respecto, en un estudio de algunas
décadas atrás Pearl H. Berkowitz y Esther P. Rothman (1961) en Estados Unidos, afirmaban que en
una investigación que llevaron a cabo, incluyeron una colección de registros anecdóticos y
disciplinarios que llevaban los maestros de las escuelas de Nueva York. Muchos de tales registros
indicaban que los niños a los que se referían, eran considerados como problemas de indisciplina, y
se llevaba el registro con el objeto de establecer sanciones disciplinarias. Sin embargo era evidente,
a través de ese material, que la conducta de los niños consistía en una pobre adaptación y que
debería haberse recogido dicha información con el objeto de brindarles ayuda psicológica en lugar
de sancionarlos.

Además hay que considerar que a veces el ambiente familiar generalmente no es


estimulante, y los problemas del hogar pueden contribuir más bien el ausentismo escolar
("novillos"), fracaso en los estudios, deserción escolar, indisciplina, vandalismo, entre otros pro
blemas que predomina en los grupos de los menores infractores y de la delincuencia adulta. Estudios
diversos han hallado cierta relación entre la deserción escolar y el fracaso escolar como factores de
la criminalidad juvenil (Vásquez, 2003 A). Ademas de la deserción y el fracaso escolar, también tiene
alguna correlación con la conducta delictiva posterior, el vandalismo escolar y el “bullying” que
parece tener un crecimiento en nuestros días (Vasquez, 2003 B), habiéndose observado que los
escolares que participan en actos vandálicos, dentro y fuera de la escuela, tienen mayor riesgo de
manifestar problemas de desviación en el futuro. Igualmente los escolares abusivos o matones que
agreden, amenazan, insultan a otros menores (bullying) son problemas de conducta de riesgo
desviado posterior.

Debemos aclarar que cuando señalamos estas variables escolares, entre los factores que
contribuyen a comprender la criminalidad y el comportamiento antisocial, no planteamos una
relación necesaria y directa, ni menos aislada, sino que debemos incluirlo dentro del contexto
explicativo criminológico integral, que considera a la interrelación de variables de riesgo que
facilitan una conducta delictiva. Además debemos precisar que la influencia de la escuela como un
ente socializador y adecuada formación del menor, al margen de las situaciones problemáticas
reseñadas, cumple un papel que inhibe la criminalidad, ya que las buenas actitudes hacia la escuela
disminuyen el comportamiento delictivo.

Los criminólogos críticos como Baratta (1986) consideran al sistema escolar, en las
sociedades capitalistas, como el primer segmento del aparato de selección y de marginación en la
sociedad. Afirma dicho autor que dicho sistema que va de la instrucción elemental a la media y a la
superior, refleja la estructura vertical de la sociedad y contribuye a crearla y a conservarla a través
de diversos mecanismos de selección, discriminación y marginación. Esto supone que el acceso a los
grados más altos del sistema escolar, es escaso por parte de los grupos inferiores de la escala social,
mientras que las "sanciones negativas", esto es repetición de año, desplazamiento a otras clases,
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inserción en escuelas de educación especial, aumentan de manera desproporcionada en cuanto se
desciende a los niveles inferiores de la escala social.

4.3„2.5. El entorno subcultural o medio social urbano marginal y la criminalidad: Es obvio


que los grupos familiares se desenvuelven dentro de un entorno o grupo social más amplio, lo que
se conoce como "grupo secundario" por determinados sociólogos. Pero a su vez dentro de los
grupos secundarios se diferencian otros más pequeños y que son una variedad de "grupos
primarios", como las pandillas, grupos de amigos e incluso el grupo barrial o vecinal inmediato,
caracterizados por tener determinadas normas y valores propios que orientan su comportamiento.
Si tales grupos se caracterizan por las actividades desviadas o delictivas, es probable que tales
formas de conducta repercutirán en sus miembros integrantes de modo diverso.

Según trabajos hechos en Francia, I. Bourrat y otros (1958), decían que el estudio
topográfico de la delincuencia juvenil, realizado con el profesor Mazel, "confirma la importancia de
esos factores sociales. En efecto demuestra el factor criminógeno de las ciudades, a la que
pertenecen cerca del 75% de los menores delincuentes, y la desigual distribución de la delincuencia,
según las características sociales de los diferentes suburbios. Nula o casi nula en los suburbios
burgueses y en los barrios ricos, la delincuencia hace estragos particularmente en los suburbios
obreros y en los barrios pobres..". Refiriéndose a Estados Unidos hace varias décadas atrás, Mariano
Ruiz Funes (1953) consideraba que deben estimarse como ambientes específicamente
criminógenos, las llamadas áreas criminales, los "slums" de los norteamericanos, o los barrios
pobres, en que otros elementos distintos del ambiente suelen ser el factor desencadenante de las
actividades delictivas precoces. Estas ideas de los autores citados y otros, señalan que existen zonas
o áreas sociales que favorecen la desviación de menores y también la criminalidad adulta. Estudios
actuales consideran también el papel de riesgo o influencia de las áreas subculturales en la
delincuencia juvenil (Vásquez, 2003 A, 2003B).

Remitiéndonos a nuestra realidad, los datos de investigaciones que realizamos en en la


década del setenta (Solís, 1970, 1974), así como otros estudios, nos muestran una corroboración de
las tendencias halladas en otros países. En las últimas décadas, debido a los desbordes de la fuerte
presión demográfica que se produce sobre Lima y las grandes ciudades del país, se han ido
generando diversos núcleos urbanomarginales, que también se presentan en muchos otros países
con rasgos similares. Es evidente que la migración del campo a la dudad y la formación de estos
barrios marginales no son espontáneas, sino que están condicionadas por diversos factores como:
a) Bajo nivel de vida en las provincias, b) Centralismo asfixiante, c) Desarrollo económicacon mucha
desigualdad, y d) Crecimiento demográfico acelerado, entre otras condiciones.

Estos núcleos suburbanos se hallan integrados mayormente por personas provenientes de


diversas regiones del país, las mismas que traen costumbres, valores e ideas bastante heterogéneas,
a la que se apareja una disminución o ausencia de los patrones de presión social que existía en su
lugar de origen, lo que a veces facilita la manifestación de algunas conductas desviadas (Caravedo y
otros, 1963). Estos poblados marginales surgen en condiciones económicas precarias, con una serie
de problemas como vivienda inadecuada, falta de atención médica, deterioro de la estabilidad
familiar, desocupación y subempleo, prostitución creciente, consumo de drogas, proliferación de
dicotecas y bares y consecuentemente alta ingesta de bebidas alcohólicas, entre los aspectos más
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saltantes. Este abanico de condiciones negativas, favorece el surgimiento de conductas desviadas,
en porcentajes significativos, en los llamados eufemísticamente "pueblos jóvenes".

Unido a tales condiciones ocurre también el alto nivel de desempleo en muchos jóvenes de
los estratos más pobre, los mismos que a su vez carecen de alguna calificación laboral, lo que
dificulta su oportunidad de trabajo, pero a su vez se hallan presionados por los valores de una
sociedad cosumista, lo que puede presionarlos hacia alternativas desviadas para obtener ingresos.

Un fenómeno también preocupante es que en los últimos lustros dél siglo XX han surgido
pandillas de jóvenes (Martínez y Tong, 1998; Santos, 2000) en tales zonas urbano marginales en las
diversas ciudades del país, generando conflictos y zozobra en tales ámbitos poblacionales,
fenómeno que agrava el problema de la criminalidad, propiciándose el surgimiento de adolescentes
infractores de la ley penal.

Sin embargo, la investigación de las condiciones que favorecen el fenómeno delictivo tiene
que ser integral, y no quedarse en el aspecto externo, en el hecho social visible e inmediato. Nuestra
realidad básica es que existe una estructura económica y social totalmente injusta, con tremendas
diferencias entre los que casi lo tienen todo y son los menos, y la inmensa mayoría que casi no tiene
nada. Esta situación genera problemas particulares de tipo económico, como el aumento de los
niveles de pobreza, lo que contribuye a la formación de barriadas, las mismas que no están
condicionadas por la simple explosión demográfica, sino por el sistema económicosocial injusto. Al
respecto, si recordamos nuestras estadísticas carcelarias, parecería que las clases sociales más bajas
económicamente son las que producen los delincuentes y antisociales, pero esto no puede ser
comprendido siguiendo una relación causal directa y mecánica, sino que al lado de tales fenómenos
que son efecto, juegan también papel importante factores confluyentes, tales como la situación
económica precaria, lo que propicia que estos grupos sociales tengan que habitar lugares de escaso
desarrollo cultural, zonas de mayor desorganización social, lo que a su vez influye para que las
familias de estos lugares tengan menos oportunidades de desenvolvimiento cultural, y que algunos
de sus miembros se desvíen de los patrones aceptados por la clase social que tiene el poder de
decisión económica y política.

No obstante todo lo indicado, no pretendemos sostener que existe una especie de destino
o hado fatal que determina una propensión a la delincuencia de las clases menos favorecidas, y una
ausencia de criminalidad en las clases acomodadas. Realmente se aprecia también muchas formas
de conducta desviada en los jóvenes provenientes de mejor estatus económico, tales como
consumo de drogas, infracciones sexuales, daños, entre otros. Asimismo el fenómeno delictivo
también se manifiesta en los adultos de dicho sector social e incluso en su expresión de criminalidad
de "cuello blanco", tales como los casos del gran contrabando, peculado, quiebra fraudulenta de
bancos o industrias, así como el tráfico de drogas en sus expresiones mayores, entre otras formas
delictivas de gran magnitud y de efectos socialmente deletéreos más graves que los delitos y
delincuentes que son el objeto de preocupación principal de nuestros tribunales de justicia. Delitos
que a veces cobran notoriedad, pero que sin embargo, debido a la influencia del poder económico
y/o político, son ocultados o minimi zados, yendo a formar parte de lo que se conoce como la
criminalidad "oculta" o no descubierta, que no incluyen por tanto el real volumen de los delitos y
actos antisociales cometidos en un país. Tales formas de comportamiento antisocial y delictivo que
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se manifiestan entre los estratos y ambientes urbanos no estrictamente pobres y marginales, nos
sirven también para inferir que no se puede pretender explicar o hallar una relación causal directa
y mecánica, entre el medio social urbanomarginal y/o pobreza con el delito y la conducta antisocial.

Además del medio social inadecuado, hay que considerar el grado de moral, los valores
humanos, alienación social, escapismo, caracte rísticas de personalidad, entre otros aspectos; y todo
ello incluso sobre un fondo de connotaciones estructurales de índole económicosocial del sistema
imperante. Esto significa que las condiciones externas que juegan en la conducta delictiva y
antisocial, no solamente pueden ceñirse a ser de índole "ambiente social inadecuado", sino que allí
entran en juego un sinnúmero de variables, además de las condiciones internas. Estas acotaciones,
sin embargo, no significan que se deje de considerar la importancia del medio ambiente social
inadecuado o marginal y las necesidades económicas, como factores que contribuyen al surgimiento
de la conducta desviada, cuya explicación tiene que considerar también las condiciones internas de
cada adulto o menor delincuente.

4.4 TEORIAS SOCIOCRIMINOLOGICAS

Antes de presentar las principales teorías sociocriminológicas, es importante conocer los


criterios generales que las sustentan, según la perspectiva asumida por algunos estudiosos con
formación social, tales como Szabó y Lamnek, entre otros. En esta perspectiva, el español Vicente
Garrido (1986), así como el criminólogo canadiense Denis Szabo (1979 y 1980), diferencian según
un criterio muy esquemático, dos grandes modelos de explicación sociológica del delito, el modelo
consensual y el modelo conflictual. Para Siegfried Lamnek (1980), las teorías sociológicas de la
desviación también se pueden dividir en dos grandes vertientes, una el "factor approach" y la otra
el "labelling approach", que según el mismo autor han recibido también otras denominaciones,
como vieja y nueva sociología criminal, o tendencias etiologistas e interaccionistas.

Siguiendo un criterio más amplio, las tesis sociocriminológicas se podrían diferenciar según
su tendencia teórica, en consensúales, interaccionistas, conflictuales y ambientales o situacionales:
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Las teorías consensúales, sobre todo etiológicas o del factor approach, son generalmente
macrosociológicas y se apartan del estudio individualizado del delincuente, aunque según cada
teoría particular el análisis del delincuente es considerado en mayor o menor grado. Además estas
tendencias se hallan orientadas hacia el descubrimiento de las causas sociales del comportamiento
desviado, y encuadran mayormente dentro del modelo funcionalista.

La corriente interaccionista o teoría del "labelling approach" o de la "rotulación" o del


"etiquetamiento, supone "que el mundo social no tiene significado real fuera de los varios
significados que le dan los individuos". De acuerdo a Lamnek la tesis del etiquetamiento considera
fundamentalmente las reacciones y definiciones del medio con relación a determinadas conductas
y la aparición del comportamiento desviado subsecuente.

Las teorías conflictuales constituyen diversas variantes que no aceptan la visión consensual
de la sociedad, son tendencias críticas y contestadas, parte de las cuales siguen el modelo marxista,
entre las que se hallan las tendencias críticas.

Las teorías ambientales o situacionales ponen énfasis en el estudio de las oportunidades del
entorno o ambiente que favorecen el evento delictivo, no se preocupan tanto de la etiología
criminal.

4.4.1. TEORIAS SOCIOCRIMINOLOGICAS CONSENSUALES:

Epistemológicamente el modelo Consensual sigue el paradigma funcíonalista que parte de


la suposición de una integración, que las funciones socioculturales se ligan en una interdependencia
general, y que existe una especie de homeostasis del sistema social, en la que sus elementos están
unidos o integrados. Se basa en el supuesto que hay acuerdo fundamental entre los miembros de
la sociedad sobre las metas de la vida social, y sus conflictos se solucionan por el ajuste y
establecimiento de reequilibrios. El conjunto del fenómeno social se explica en términos de
interacción entre sus elementos y organismos. Metodológicamente sigue el modelo positivista y
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cuantitativo experimental. Políticamente asume la neutralidad del investigador en la recolección de
los datos y la interpretación de los resultados. Se han desarrollado una variedad de teorías en el
siglo XX, con sus particularidades diversas, sin constituir ellas un conjunto totalmente homogéneo.

4.4.1.1. Teoría ecológica o de las areas delincuentes: Nace dentro de la corriente


sociológica denominada Escuela de Chicago (García Pablos, 2008; Cid y Larrauri, 2001), bajo el
impulso del Departamento de Sociología de la ciudad de Chicago, fundado en 1892 por Albion Small
(1854-1926). Sus representantes fueron, básicamente Robert E. Park (1864-1944) que desde 1914
empezó su actividad docente en la Universidad de Chicago y Ernest W. Burgess (1886-1966), quienes
iniciaron los estudios de la llamada "ecología social" que tenía raigambre positivista. Según Burgess
la población se agrupa en círculos concéntricos, dando lugar a la llamada “hipótesis zonal”,
considerando cinco zonas:

Zona 1. Zona interior, centro de los negocios

Zona 2. “Zona de transición”, área deteriorada, donde residen per sonas con menores
recursos económicos.

Zona 3. Lugar donde se instalan trabajadores que salen de la zona 2

Zona 4. Habitada por personas con mejores recursos

Zona 5. Barrios residenciales, habitada por personas más pudientes

Desde la perspectiva criminológica, otros aportes al respecto fueron elaborados sobre todo
por dos sociólogos norteamericanos, Clifford Shaw (1895-1957), que en 1924 había publicado
Delinquency areas con otros tres autores, luego The Jack Rolleren 1930, y conjuntamente con Henry
McKay (1899-1980) Juvenile delinquency an urban áreas editado en 1942, en la que plantean que la
diferencia entre delincuente y no delincuente no se debe a factore o rasgos individuales sino a las
características de las zonas donde viven (Vásquez, 2003 B). Esta tesis considera que existe una
tendencia a la distribución de la criminalidad en función de las áreas o zonas que existen en una
ciudad, del modo siguiente:

a) La delincuencia disminuye del centro a la periferia de la ciudad.

b) La criminalidad se focaliza en las zonas industriales y comerciales.

c) En dichas zonas, donde se ubican poblaciones heterogéneas de inmigrantes, prima la


desorganización social y se crea una cultura delincuente que se aprende y transmite.

d) Son las características del área las que determinan la delin cuencia. Esto se basa en el
hecho de que la criminalidad se ha mantenido invariable, no obstante el cambio de la población, y
que los grupos que emigraron disminuyeron su tasa de delincuencia.

Estudios similares también se efectuaron en Inglaterra, siendo significativos los trabajos de


Max Grünhut, presentado en Juvenile offender before the courts en 1956, así como el de Terence
Morris con su obra The criminal area de 1957, sobre la investigación que realizó en Croydon
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(Inglaterra). Esta tesis de las áreas delincuentes o corriente ecológica, tuvo gran difusión en décadas
pasadas, sin embargo es pasible de diversas críticas:

Esta teoría pone énfasis en las características globales de la zona en las ciudades estudiadas,
pero ello realmente no constituye un análisis explicativo de las "áreas" delictógenas, en otras
palabras queda la interrogante y porqué existen áreas delincuentes.

Además existen casos de individuos que residiendo en dichas "áreas" no llegan a delinquir,
así como el de personas que cometen actos criminales residiendo fuera de tales áreas.

4.4.1.2. La pandilla como medio de adiestramiento delictivo:

(Socialización en el "gang"). Teoría con antecedentes bastante antiguos, y que en diversos


estudios posteriores ha sido remozada y empleada para explicar sobre todo la criminalidad juvenil.
Frederic M. Thrasher (1892-1962) en su obra The gang. A study of 1,313 gangs in Chicago editada
en 1927, hace ochenta y nueve años atrás, basado en estudios de campo iniciados años antes,
afirmaba que las pandillas eran un campo de entrenamiento para la criminalidad según los estudios
que efectuó en las bandas juveniles de Chicago, y que estos grupos servían al joven, en forma
gradual, para llegar hasta la actividad criminal. Para Thrasher la pandilla es un grupo primario y
consta de menos de veinte miembros, en la que había un lider y cierta división del trabajo entre sus
miembros, con "un código común, una cultura con normas y símbolos apropiados, que estructuran
el consenso" (Olmsted, 1963, ps. 32-33).

Años mas tarde, Frank Tannenbaum (1893-1969), con su obra Crime and the community de
1938, y luego William F. Whyte (1914-2000) en Street comer society: The social structure of an Italian
slum editado en 1943, presentaron también sus estudios sobre las pandillas de Chicago, observando
que tales grupos tenían un desarrollo especial en los barrios bajos, y que dichas pandillas prestaban
segundad y apoyo a sus miembros, frente a la depresión y dificultades económicas.

Posteriormente, Herbert Bloch (1904-1965) y Arthur Niederhoffer (1917- 1981), en el libro


The gang a study in adolescent behaviour de 1958, presentaron sus estudio centrado en las pandillas
del lado este de Nueva York, apreciando que aquellas servían de reclutamiento y entrenamiento
para formas delictivas mayores y una profesionalización de la criminalidad adulta.

Según glosa Víctor J. Irurzun (1964, p.105), el "joven de clase baja se socializa en el "grupo
de la esquina" que sustenta las normas y valores de la clase baja y encuentra en este grupo las
gratificaciones que le son vedadas en el grupo familiar". Asimismo hay que anotar que estos trabajos
se orientan a explicar la conducta antisocial, como un fenómeno aprendido.

4.4.1.3. Teoría de la asociación diferencial o la desorganización Social: Elaborada por


Edwin Sutherland (1883-1950), quien lo presentó en su obra Criminology de 1924, que a partir de la
segunda edición de 1934 se denominó Principios de criminología, ampliada en ediciones
posteriores, y luego de su fallecimiento se publicó con la colaboración de Donald Cressey (1919-
1987) a partir de la quinta edición de 1955 (8va.ed.1970 Criminology). También en 1937, Sutherland
publicó The professional thief, entre otros estudios.
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Según esta concepción, la conducta criminal es prácticamente resultado del aprendizaje por
la experiencia, esto significa que no se hereda ni se inventa, tesis que para algunos autores sólo
continúa la hipótesis enunciada por Tarde en el siglo pasado, sobre la transmisión social de los
esquemas de conducta de persona a persona. Sumariamente los criterios básicos de esta teoría son
los siguientes (Bajo, 1978; Bergalli, 1982; David, 1979; Cid y Larrauri,

2001):

a) El proceso de génesis de la conducta criminal es similar a la convencional.

b) La conducta criminal sistemática se aprende por el proceso de asociación o comunicación


con aquellos que cometen delitos, mientras que la conducta ajustada socialmente surge de la
asociación con aquellos que se adecúan a la sociedad.

c) La asociación diferencial es el procesó causal de la conducta criminal sistemática. El


comportamiento delincuencial se aprende mediante la asociación o sobreabundancia de
asociaciones con pautas criminales. Se aprende sobre todo en el interior de un grupo de relaciones
personales y no por medios impersonales.

d) La oportunidad de que una persona participe en una conducta criminal sistemática, está
en función de la frecuencia y consistencia de sus contactos con comportamientos criminales.

e) Desde que existe una cultura criminal y otra convencional, el conflicto cultural es la causa
que subyace en la asociación diferencial y en la conducta criminal sistemática.

En resumen, si bien esta teoría tuvo adeptos, hubo también detractores y críticos muy
severos de la misma. Por ejemplo Sheldon Glueck, consideró que esta concepción era muy general
y simplista para servir de ayuda práctica en la explicación, en el tratamiento y en la prevención de
la criminalidad. Di Tullio (1966 p. 56) por su parte, decía que dicha teoría "no da ninguna explicación
de la respuesta diferencial de aquellos individuos que, aún estando predominantemente expuestos
a asociaciones de tipo criminógeno, no cometen delitos". Del mismo modo Manuel López Rey (1975,
p. 82) afirmó que esta teoría de la "desorganizaciónorganización y crimen, no pasa de ser un
postulado excesivamente general con escaso fundamento, tanto en lo soclopolítlco y económico
como en lo criminológico". Kaiser (1978) señala también que esta teoría no explica el delito de los
contraventores ajustados soclalmente, que el mismo Sutherland los excluye, al pretender explicar
sólo la criminalidad sistemática

Nosotros creemos que si bien, en términos genéricos, la teoría de Sutherland describe el


proceso social del aprendizaje de pautas cri mínales, condicionadas por la desorganización social y
la "asociación diferencial", en la criminalidad sistemática general, sin embargo no llega a explicar la
variedad de conductas no criminales dentro de dicho contexto, ni las criminales que se producen
fuera del entorno conflictivo, esto es las conductas delictivas surgidas sin ninguna asociación
criminal. Además pone énfasis sólo en cómo se transmite el delito, pero no precisamente como se
originan los conflictos culturales ni la desorganización social preexistente, que vendrían a ser los
factores de fondo que requieren de una explicación previa.
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4.4.1.4. Teoría del aprendizaje social según Akers: La refor mulación de la teoría de la
asociación diferencial, según el modelo conductual, fue presentada por Robert L.Burgess (n.l 931) y
Ronald L. Akers (n.1939) en el artículo: “Teoría de la asociación diferencial y el refuerzo en la
conducta delictiva” de 1966, y más tarde ampliada por Akers en 1985, 1989, 2000, 2001,2006,
incluyendo variables psicológicas para comprender el aprendizaje de la conducta delictiva (Serrano,
2004). Este enfoque convierte a la concepción inicial de Sutherland en una teoría sociopsicológica,
hecho que el mismo Akers reafirma cuando señala que su teoría del aprendizaje social constituye
una integración de la teoría sociológica de la asociación diferencial de Sutherland y los principios del
condicionamiento y refuerzo provenientes de la psicología (Akers, 2006)

1) Planteamiento a nivel micro o individual: Fundamentalmente se toman en cuenta dos


grandes variables. Unas las que motivan el acto delictivo y otras las que controlan o previenen su
manifestación, dependiendo del equilibrio de ellas se da la manifestación o no del comportamiento
criminal.

La tesis de Akers se basa en cuatro aspectos centrales:

a) La asociación diferencial. Es la tesis de Sutherland ampliada con otro tipo de influencias


como los medios de comunicación. Estas asociaciones tendrán mayor impacto en ciertos casos:

Prioridad: Si ocurren más temprano en la vida de la persona

Duración: cuanto más tiempo duren

Frecuencia: Cuando ocurren más a menudo

Intensidad: Cuando resultan más importantes o próximas para el individuo, los sujetos que
intervienen en la comunicación de las definiciones.

b) Las definiciones: Tiene que ver con el significado o la actitud que asocia con un
determinado comportamiento. Si la persona aprueba una conducta es posible que la ejecute, pero
si su nivel de desaprobación es alto, hay menos riesgo de que realice dicho comportamiento.

c) Refuerzo diferencial: vinculado con las ventajas o inconve nientes relacionados con el
comportamiento, sobre todo en la reiteración de una conducta en que se tuvo éxito o no,
planteando cuatro casos diferentes.

reforzamiento positivo reforzamiento negativo castigo directo castigo indirecto

El refuerzo frecuente y/o intenso lleva a un aumento del comportamiento.

d) La imitación: de comportamientos observados de otras personas o por los medios de


comunicación

2) Variables de nivel macro: Relacionado con factores estructura les,

cuyo efecto en el comportamiento individual es indirecto. En general

serían los siguientes:


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a) La organización social diferencial

b) Localización diferencial en la estructura social

c) Variables estructurales definidas por teorías

d) Localización social diferencial.

4.4.1.5. Teoría de la anomia: La formulación sociológica de la teoría de la anomia se


remonta a fines del siglo XIX, cuando Emll Durkheim lo planteó en su obra De la división du travaii
social editada en 1893, y luego revisada en su trabajo Le suicide de 1897. Décadas después fue
sistematizada por Robert K. Merton (1910-2003), en el ensayo “Social structure and anomie”
publicado en 1938, el que luego de reajustes fue incluido en su obra Social theory and social
structure de 1949 y en las reediciones posteriores (1964), habiendo desarrollado algunas ideas
adicionales. Además existen decenas de trabajos empíricos y centenares de trabajos teóricos sobre
esta tesis sociológica de la anomie. Desde el punto de vista semántico anomia significa "ausencia de
normas"

Robert Merton (1967, p.212) señaló diferencias entre los términos "anomie" y "anomia".
Precisó que la "anomie se refiere a la propiedad de un sistema social, no al estado de ánimo de éste
o aquél individuo dentro del sistema. Se refiere al derrumbe de patrones sociales que gobiernan la
conducta y por eso incluye también el significado de escasa cohesión social". Mientras que el
término "anomia" es empleado por Leo Srole, según cita de Merton, para designar el estado
anómico del individuo. Sin embargo, en la literatura se suele usar sólo el término anomia

La Anomia o falta de normas, señala Merton, es producto del desequilibrio entre los
diversos fines que propugna la sociedad, como metas deseables para todos sus miembros, y los
medios que provee a sus integrantes para alcanzar dichos fines. Mientras los fines o metas son
aceptados por las personas de todas las clases sociales, existen sin embargo variaciones respecto a
los medios lícitos para conseguirlos. En las clases bajas se nota con mayor énfasis la diferencia en
cuanto a la posibilidad de contar con dichos medios, teniendo más dificultades para poseer los
medios institucionalizados que les permitan lograr las metas impuestas por la sociedad.

Esta teoría sugiere, según afirma West, que al organizarse de tal forma que suscita en las
clases bajas, aspiraciones para frustrarlas después, "la sociedad obtiene los delincuentes que se
merece" (1970). Sobre todo en Norteamérica, donde se pone especial énfasis en los fines o metas
económicas, como el hacer dinero y adquirir cosas, que simbolizan categoría y éxito social, fines que
todas las clases aceptan; ocurre el problema que los medios lícitos o aceptados socialmente para
lograr tales metas, no son suficientes o accesibles para todos los miembros de la sociedad.

A. Categoría de adaptación: Frente a este conflicto entre metas y medios, Merton plantea
que existen cinco tipos o categorías de adaptación individual, siendo la primera el comportamiento
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adaptado en su totalidad (conformista), mientras que los cuatro restantes son diversas formas de
respuestas desviadas:

1) Conformidad: es la adaptación más común, en la que hay conformidad y acatación tanto


de las metas como de los medios para conseguirlas.

2) Ritualismo: en esta adaptación ocurre una disminución o rebaja de las metas de éxito
hasta los niveles en que se pueda lograrlas, cuando los medios que se tienen no son los suficientes
o adecuados para alcanzarlas en toda su magnitud; pero sujetándose de todos modos a las normas
o medios institucionalizados. Generalmente, decía Merton, esta adaptación ocurre más en la clase
media baja. Asimismo esta conducta ritualista tiene poco que ver con la desviación, salvo con
algunas formas de neurosis compulsiva.

3) Innovación: en esta forma de adaptación desviada se recurre a medios ilegítimos o no


aceptados ("innovados") por la sociedad, para alcanzar las metas impuestas, al no contar con los
medios socialmente aceptados. Una forma de conducta innovadora es el crimen, sin embargo hay
que tener en cuenta, como lo afirma M.

B. Clinard (1967 p.30), que las “innovaciones ilegítimas no están restringidas al crimen entre
las clases socioeconómicas bajas.

Presiones similares hacia símbolos de un status monetario cada vez más elevado se ejercen
sobre los grupos socioeconómicos altos, dando lugar a prácticas comerciales inmorales", y es lo que
se ha dado en llamar crimen de cuello blanco". Si bien el propio Merton, también trató de integrar
la criminalidad de cuello blanco dentro de su teoría, sin embargo como anota Baratta (1986A), no
ocurre en este caso una carencia real de medios legítimos, por ello la criminalidad de cuello blanco,
sería un cuerpo extraño en la elaboración original de esta teoría.
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Asimismo Merton no considera que todas las desviaciones innovadoras sean disfuncionales
para la sociedad, ya que algunas pueden servir de base a nuevas instituciones mejor equipadas para
funcionar con relación a las antiguas.

4) Retraimiento: es una forma de adaptación desviada en la que se rechaza tanto los fines
como los medios aceptados socialmente, manifestándose una especie de aislamiento o abandono
de tales normas. Este fenómeno se debe a que no obstante que el sujeto internaliza las metas
culturales, encuentra inaccesible los medios sociales para su logro, cayendo en la frustración,
derivando en un derrotismo y retraimiento o abandono de todo. Esta conducta es una forma
adaptativa desviada de parias, vagos (linyeras), alcohólicos, drogadictos, beatniks (hippies),
psicóticos.

5) Rebelión: esta reacción surge cuando se considera que la sociedad no permite la


satisfacción de metas legítimas, negando en consecuencia a la estructura social imperante y
tratando de establecer otra nueva o bien alcanzar una sociedad modificada sustancialmente. Esta
conducta es considerada por Merton como "no conformista" y que muchas veces su actitud se guía
por motivos desinteresados, y que manifiesta abiertamente su disentimiento con las normas de la
sociedad vigente, negando su legitimidad.

Las demás formas de adaptación desviadas son calificadas de "aberrantes", y están


orientadas fundamentalmente a servir a sus propios intereses, y aunque se esconden detrás de su
apartamiento de las normas, reconocen la legitimidad de tales normas que violan.

De todas las formas desviadas de adaptación, la conducta innovadora tiene mayor


implicancia con el crimen y la actividad antisocial. Sin embargo, como también lo reconoce Merton,
la explicación del delito sobre esta base es insuficiente, y no cubre todas las formas de delito, como
los atentados sexuales, lesiones, homicidios, entre otras. Además en la tesis de Merton no se analiza
el porqué es así. el sistema social, aceptándolo tácitamente.

B. Ampliaciones a la teoría de Merton: Esta teoría fue ampliada en parte, con algunos
reajustes, por otros autores como Cloward y Ohlin, Dubin, Opp, entre los más importantes.

1) Robert Dubin en 1959, luego del análisis de la teoría de-Merton, planteó que los tipos de
comportamiento desviado considerados en dicha concepción son insuficientes, formulando un
modelo ampliado a 14 tipos de conducta desviada. Asimismo afirma que dicho comportamiento
está en relación a tres elementos: las metas culturales, normas institucionales, y medios adecuados.

2) Richard Cloward en 1959, inicialmente intentó consolidar la concepción de la anomie de


Durkheim y Merton, con la tesis de la Asociación Diferencial de Sutherland, agregándole un tercer
elemento, el del acceso a los medios ilegítimos. Luego el mismo Cloward con Lloyd Ohlin en 1960
elaboraron la teoría de las oportunidades diferenciales, que según Lamnek puede ser entendida
como un intento de integración de las concepciones de la anomia con la asociación diferencial y la
subcultura criminal. Sobre la base de la disociación o conflicto entre metas culturales y los medios
socialmente aceptados, Cloward y Ohlin señalan que las capas sociales inferiores disponen de
menos medios legítimos, además de que en tales estratos bajos hay disponibles mayores
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oportunidades de acceso a los medios ilegítimos. Asimismo que la constitución de la subcultura
facilita el acceso a tales medios ilegítimos.

3) Karl D. Opp en 1970 y 1974, consideró también, además de las metas y medios señalados
por Merton, la participación de las normas, pero además agregó la hipótesis cuantitativa, esto es
que los tres primeros elementos considerados se dan en diversa cantidad, y es en función de ella
que se pueden manifestar las conductas desviadas.Tales condiciones se expresan en una fórmula
matemática:

A = f (m. N.M.)

La acción (A), es una función (f) de las metas (m), de las normas(Ñ) y de los medios (M). En
otras palabras afirma: cuanto más intensas son las metas relevantes de las personas, cuanto menos
intensas son las normas reguladores legítimas, cuanto más intensas son las normas ilegítimamente
reguladoras, cuanto menos son las posibilidades de alcanzar las metas con los medios legítimos,
cuanto mayores las posibilidades de alcanzar las metas con los medios ilegítimos, tanto más
fácilmente las personas van a realizar acciones desviadas.

4.4.1.6. Teoría de la dicotomía de valores: Expuesta por Solomon Kobrin en 1951 ("The
conflict of valúes in delinquency areas", en American Sociological Review), luego'de haber realizado
varios años atrás una investigación social en Chicago. Esta tesis afirma que en los estratos sociales
de clases bajas, los valores de conformidad y los valores delictivos existen conjuntamente, hay una
vigencia de valores duales. Habiendo hallado en el estudio mencionado, dos resultados que le
parecieron importantes:

a) Del grupo de 89 adultos estudiados y que no habían cometido infracciones siendo


menores dé edad, el 51 % de ellos cometió algún delito en su mayoría de edad.

b) De un grupo de 69 sujetos mayores de edad, que habían realizado actos antisociales en


su minoría de edad, reincidió el 75 % de ellos.

Como la investigación efectuada fue en zonas de alta delincuencia, dedujo que el


predominio de la criminálidad genera un tipo de vaiores y formas institucionalizadas para su
expresión desviada. Sin embargo, apreció también, que en esas áreas existían individuos que no
eran "contaminados", que aceptaban los valores convencionales. El hecho que jóvenes antisociales
no reincidan de adultos, y que jóvenes no infractores delincan en la adultez, sería inexplicable, salvo
que se acepte la existencia de dos grupos de normas y valores (criminales y convencionales), de los
cuales participen simultáneamente. De estos datos infirió que en esas áreas existe la vigencia de dos
normas de conducta, una dicotomía de valores, en lugar de la preponderancia sólo de las normas o
valores criminales. Esto significa también que en tales zonas existe interrelación de sujetos
delincuentes con personas que no lo son.
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Realmente esta "teoría" no es una tesis explicativa del delito, sólo describe los hechos que
se observan en toda sociedad, en el sentido que personas delincuentes se interrelacionan con no
delincuentes, dado que no existen barreras físicas que impidan tal contacto social. Además, no
siempre una persona que comete un delito tiene internalizado patrones de conducta o valores
totalmente opuestos a los convencionales, salvo ciertos delincuentes habituales.

4.4.1.7. Teoría de la subcultura criminal: La tesis de la subcultura se entiende dentro de la


noción de cultura según la noción de los antropólogos y sociólogos. Al respecto se define a la cultura
como el conjunto de valores, creencias, actitudes (cultura inmaterial) así como a los objetos
materiales (o artefactos), que constituyen el modo de vida de una sociedad, productos de la
creación humana En esta noción se incluyen los modos de pensar, actuar y de relacionarse con los
demás.

Se han elaborado al respecto, varias tesis sobre la importancia, de lo que desde el punto de
vista de la antropología cultural se llama "subcultura", esto es que dentro de la cultura global o
dominante de una sociedad determinada, existen pequeños grupos afiliados a un conjunto de
normas y valores que son diferentes al de la cultura dominante, las mismas que tienen diversas
manifestaciones, algunas de las cuales sirven tanto para la explicación de la criminalidad de los
menores como de la delincuencia en general.

A. La subcultura criminal según Cohén: Albert K. Cohén (1918-2014) fue uno de los primeros
en desarrollar la tesis de la subcultura delincuente, presentada en su libro Delinquent boys: The
culture ofthe gangen 1955; sin embargo otros anotan, que ya Thrasher y luego Whyte habían
estudiado antes las subculturas de las bandas juveniles (Mapelli, 1984). Un lustro mas tarde,
después de la obra de Cohén, Richard Cloward y Lloyd Ohlin aportaron otros puntos de vista a dicha
teoría en el trabajo Delinquency and opportunity.a theory of delinquents gangs de1960. Asimismo,
desde perspectivas similares son también importantes, los aportes de Marving Wolfgang con The
culture of youth de 1967, y de este autor con Franco Ferracutti: La subcultura de la violencia del
mismo año 1967.

Para Cohén la subcultura es "un sistema de convicciones y valores que se forman en la


infancia en el proceso de interacción comunica tiva.."; esto supone que el siétema subcultural es
diferente al sistema central de valores de la sociedád global. Según Wolfgang y Ferracutti, el término
subcultura(1971) sigue siendo muy ambiguo, y que el prefijo prefijo "sub" denota nada mas que una
subcategoría de la cultura, una parte del total. No tiene forzosamente una connotación peyorativa,
salvo en los casos en que es vista con desestimación por los miembros del grupo afiliado al sistema
de valores dominante o contrario. Los mismos autores señalan también, que una subcultura implica
que existen juicios de valores o todo un sistema social de valores que, siendo parte de otro sistema
más amplio y central, ha cristalizado aparte. Desde esta perspectiva una subcultura puede ser más
o menos conflictiva con la cultura global, una de las más discordantes sería precisamente la
"subcultura criminal".

1) Génesis de la Subcultura Criminal juvenil: Según Albert Cohén, las subculturas delictivas
de los jóvenes norteamericanos, se originan en función de las siguientes condiciones:
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a. El menor de clase social baja no tiene los medios ni posee las cualidades personales para
lograr un ascenso social, dentro del sistema cultural dominante, no obstante haber interiorizado las
metas de éxito propias de la clase media. La socialización en su medio ambiente cultural de la clase
obrera, no le proporciona los elementos que son necesarios para movilizarse hacia arriba en la
escala social.

b. Las pandillas de delincuentes se forman en consecuencia, sobre la base de los jóvenes de


la clase baja que se hallan frustrados por la falta de status

c. Debido a que la cultura del joven antisocial arranca de su imposibilidad para lograr los
símbolos del triunfo, que son característicos de los valores sustentados por la clase media, entonces
crea su propio sistema de valores opuesto al gobal. Por ello la subcultura delictiva es producto del
conflicto entre la cultura de la clase obrera y otra de la clase media dominante.

En resumen, para Cohén, las pandillas de delincuentes juveniles surgen como resultado de
la estructura de clase de la sociedad norteamericana. Los jóvenes de los estratos sociales bajos
rechazan los valores dominantes, porque no constituyen parte de su propio mundo. Asimismo
rechazan a los integrantes de la clase media.

2) Características de la Subcultura Criminal: La subcultura formada del modo señalado tiene


a su vez las características siguientes

a. Oposición a los valores de la clase media dominante.

b. Malignidad frente a las cosas virtuosas del sistema de valores de la sociedad global.

c. Variedad de conductas desviadas

d. Tendencia a la satisfacción inmediata de sus deseos.

e. Formas de diversión no provechosas, según los criterios de los valores dominantes, entre
otros rasgos.

3) Críticas a la teoría de Cohén: No obstante lo importante de la tesis y lo avanzada frente a


otras concepciones sociológicas de su época, ha sido también objeto de críticas:

a. Se menciona que esta teoría tácitamente no acepta la existencia de jóvenes antisociales


que no se encuentren incluidos dentro de un grupo subcultural.

b. No explica el porqué un individuo se dirige a un grupo subcultural o a otro distinto.

c. Se pone en duda que el grupo subcultural resuelva el problema de adaptación del joven
de la clase baja, por cuanto si este grupo es básicamente inadaptado dentro de la sociedad global,
es dudoso que sirva como medio de adaptación.

d. Esta teoría tampoco explica el delito que surge fuera del contexto subcultural.

e. Esta tesis no explica la criminalidad de los jóvenes provenientes de otros estratos sociales.
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B. Walter Miller y rasgos de la subcultura: Entre otros puntos, W.B. Miller (1920-2004)
consideraba en un artículo publicado en 1958 (“Lower class culture osa generating milieu of gang
delinquency, Journal of social issues, No.3), que la subcultura del estrato obrero norteamericano
era susceptible de producir criminalidad de pandilla, sin ir aparejada con ideas o sentimientos de
reacción contra los valores de la clase media. También pensaba que las subculturas desviadas tienen
más probabilidad de desarrollarse entre los jóvenes de las clases bajas, quienes tienen menos
oportunidades de satisfacer sus necesidadades por medios legítimos, siendo afectados por una serie
de problemas. Asimismo consideró que en estas subculturas se presentan los siguientes rasgos
(Irurzun, 1964):

1) Dificultades o una rutina del conflicto, que primordialmente constituye un conflicto con
|a policía y con los profesores

2) La rudeza, que se expresa en el gran valor que se otorga a la fuerza física, especialmente
entre los menores.

3) Ingenio o la sagacidad, capacidad de adelantarse a los demás, tomarles el pelo, y a la vez


evitar ser objeto de burla.

4) La excitación o emoción, que se aprecia en el afán de experimentar situaciones


emocionales fuertes, riesgosas y de peligro, tratando de salir o escapar de la vida rutinaria que es
predecible y no satisfactoria.

5) Precupación por el destino, que expresa la carencia de control que estos jóvenes sienten
por su futuro.

6) La autonomía, que es un deseo de libertad que muchas veces se expresa en resentimiento


hacia los símbolos de autoridad.

Leslie Wilkins en su obra Social deviance del 964, planteó a su vez que la disminución de la
tolerancia a la desviación subcultural origina un círculo vicioso. Cuado existe más presión hacia el
conformismo o convencionalismo, mayor es la exigencia que se ejerce sobre los socialmente
desventajados, y ello ocasiona mayores probabilidades que reaccionen negativamente y se orienten
a buscar satisfacción en la subcultura criminal, esto a su vez origina una nueva repulsa por parte de
la sociedad.

C. La subcultura de la violencia: Marvin E. Wolfgang (1924-1998) en una investigación sobre


el homicidio en Filadelfia, de 1948 a 1952, presentada en su obra Patterns in criminal homicide de
1958, estableció una serie de características sobre este tipo de criminalidad, y luego dedujo también
la tesis de la "subcultura de la violencia". Afirmó que puede haber una subcultura violenta
caracterizada por recurrir a las agresiones físicas como algo esperado y socialmente aprobado. Esta
subcultura se componía generalmente, de individuos con un nivel socioeconómico más bajo y de
raza negra.

Posteriormente el mismo Wolfgang con Franco Ferracutti (1927-1992), en el libro The


subculture of violence de 1967, intentaron dar una explicación social y psicológica a la tesis de la
subcultura de la violencia, caracterizada porque en ella se loa y fomenta la violencia y los asaltos.
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Son ejemplos, el ghetto negro, el machismo de los campesinos mexicanos, ciertas zonas de
Colombia, Cerdeña, Albania, entre otros grupos similares, y que aceptan la violencia como parte de
sus valores, mostrando una actitud tolerante hacia ella, y en la que se educa a los hijos para que se
adecúen a esas normas. Respecto a esta teoría, sobre bases sociopsicológicas, dichos autores
plantean las siguientes proposiciones (Wolgang y Ferracuti, 1971):

a) Ninguna subcultura puede divergir totalmente de la cultura de la que forma parte, ni


tampoco contraponérsele en conflicto total. Una subcultura de violencia no está constituida
únicamente por tal aspecto, pues debe haber también otra trabazón de valores compartidos con la
cultura dominante, capaces de articularlas con ella.

b) Para la existencia de una subcultura de violencia, no es preciso que los actores partícipes
de estos valores fundamentales manifiesten violencia en todas las circunstancias, sino tan sólo en
las situaciones prescritas por el sistema normativo.

c) La violencia como recurso potencial o la presteza para recurrir a ella en diversas


circunstancias, indica el grado de difusión y penetración de esta corriente cultural. El número de
situaciones, así como el tipo de las mismas, en que los individuos recurren a la violencia puede
tomarse como un índice del grado en que han hecho suyos los valores vinculados a la violencia.

d) La afinidad subcultural con la violencia es compartida por todos los miembros de una
subsociedad sin importar edades, pero dicha afinidad resulta más notable en los postreros años de
la adolescencia y hasta la edad mediana.

e) El individuo que no satisface los estándares esperados u obligados de violencia, termina


probablemente siendo desterrado del grupo.

f) El desarrollo de actitudes favorables hacia la violencia, y el hábito de la misma dentro de


la subcultura, implican por lo regular un proceso diferencial de aprendizaje, de asociación o de
identificación, de acuerdo a ciertas variables particulares de la personalidad.

g) Dentro de esta subcultura, el recurso a la violencia no se considera necesariamente ilícito


y quienes la emplean no tienen que enfrentar sentimientos de culpabilidad por tal razón. La
violencia puede llegar a informar el estilo de vida y convertirse en un medio de zanjar problemas
difíciles o salir de situaciones dificultosas.

Esta tesis de la subcultura de la violencia es criticada duramente por Manuel López Rey
(1975), partiendo del criterio que es una teoría confusa, cuestionando el concepto de subcultura
que manejan dichos tratadistas. Asimismo agrega que esta tesis adscribe generalmente "a clases
sociales inferiores o a grupos más o menos marginados", en los que se halla latente una
discriminación racial o social, dentro de una ideología discriminatoria.

Debemos agregar la anotación de que el delito violento no siempre es producto de una


subcultura violenta, aunque de ello son conscientes M. Wolfgang y F. Ferracutti (1971), e incluso
afirman que "probablemente nunca se tendrá una teoría capaz de explicar por si sola tantas
variedades del comportamiento violento", y que la teoría de la subcultura de la violencia de orden
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psicosocial sirve para explicar "las concentraciones de violencia en determinadas áreas ecológicas y
en ciertos grupos socio económicos.

Asimismo la interrogante de cómo se originan estas subculturas, no es absuelta claramente


por los autores indicados, y sólo señalan que ciertas condiciones preexistentes las podrían
favorecer, como el crimen organizado, las pandillas delictivas, las subfacciones políticas, hasta los
subsistemas culturales de las clases inferiores. En resumen, los factores de fondo no son totalmente
aclarados en este tipo de tesis de la subcultura de la violencia.

4.4.1.8. Teoría de las oportunidades diferenciales: Richard Cloward (1926-2001) y Lloyd


Ohlin (1918-2008) plantearon en la obra Delinquency and opportunity. A theory of delinquent gangs
editado en 1960, que las subculturas desviadas de los jóvenes surgen cuando el acceso a los medios
legítimos de lograr el éxito social está obstruido, tales como las oportunidades educativas y
económicas. ’MEn otras palabras, la conformidad o la desviación dependen de la estructura relativa
de oportunidades, que es en definitiva lo que condiciona la vida de los jóvenes" (Macionis y
Plummer, 2000, p. 211). Asimismo consideran que se pueden presentar tres alternativas de
subcultura, de acuerdo a las características de la comunidad donde se desarrollen.

1) Subculfura Criminal: Se presenta en comunidades donde el crimen está bien organizado,


donde los criminales, adultos son bien conocidos y respetados, quienes participan a veces tanto en
actividades criminales como en negocios convencionales. Los miembros de esta sociedad se
encuentran motivados hacia el logro de ganancias materiales mediante procedimientos ilegítimos.
Los jóvenes que se interrelacionan con esta subcultura siguen dichos patrones de comportamiento.

2) Subcultura Conflictiva: Se da en los casos de comunidades donde no hay una


organización criminal, donde faltan tanto los modelos legítimos como ilegítimos (criminales), y no
existen oportunidades ni para formas convencionales ni antisociales de conducta. Los jóvenes se
integran en pandillas que forman subculturas conflictuales, caracterizadas por la violencia, por la
manipulación de la fuerza, y por las agresiones.

3) Subcultura de retraimiento: Al no haber oportunidades criminales ni conflictivas, los


miembros que viven en los barrios bajos, se pueden entregar al consumo de drogas y otras
experiencias sensuales, adoptando una actitud de retirada. Como dice M. Clinard (1967), sus
integrantes son "fracasados dobles", tanto en lo referente a los medios legítimos como a los
ilegítimos para la obtención del éxito.

4.4.1.9. Teorías de las "técnicas de neutralización" y de los "valores subterráneos":


Elaboradas por David Matza (1930-2010) y Gresham M. Sykes (1922-2010)

La tesis de las técnicas de neutralización fue planteada por Sykes y Matza en un artículo
publicado en 1957 ("Techniques of neutralizaron. A theory of delinquency", en American
sociological review) en el que desarrollaron la visión de que los jóvenes delincuentes crean
racionalizaciones mentales para neutralizar las normas sociales interiorizadas, y que entran en
conflicto con su conducta antisocial. Estas técnicas de neutralización se describen del modo
siguiente:
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a) Exclusión de la propia responsabilidad: el delincuente rechaza su responsabilidad y se
interpreta como empujado por las circunstancias. Afirmando: "soy un hijo abandonado", "no me
enseñaron a trabajar".

b) Negación de la ilicitud o que hubiera daños: el delincuente considera sus actos sólo como
acciones prohibidas, pero no como dañosas o inmorales, redefiniendo tales conductas, como decir:
"tienen mucho dinero y el robo no les afecta.."

c) Negación de la víctima: ésta es considerada como una persona que merece el efecto
sufrido.

d) Condena de aquellos que condenan: se cuestiona como "hipócritas" a las personas


obedientes de las leyes. Se ataca también a las instancias del control social, como la policía calificada
de corrupta, jueces venales, etc.

e) Remisión a instancias superiores: según esto las normas y valores de la sociedad se


sacrifican en favor de normas y deberes de fidelidad, lealtad o solidaridad con causas elevadas
vinculadas a su grupo social. Este argumento, según Ellis y Güilo (1978), desempeñó un papel
importante en el asesinato de Robert Kennedy y de Martin Luther King.

La teoría de los valores subterráneos se presentó por Matza y Sykes en 1961, en un artículo
(Juveniie delinquency and subterraneam valúes, en American Sociological Review), y ampliada luego
por Matza en su obra Delinquency and drift de 1964. Esta teoría de los valores subterráneos critica
a la tesis de la subcultura criminal; señala que el antisocial al ser detenido manifiesta sentimientos
de culpa o de vergüenza, lo que contradice que provenga de una subcultura opuesta a la global. El
joven delincuente es caracterizado por una serie de conductas y actitudes como agresión, odio,
destrucción, "machismo", entre otros, y que estos son los valores a los que se adhiere. Sin embargo
esos valores "subterráneos" coexisten con los de la sociedad global. El mundo de los delincuentes
no está netamente separado de la sociedad dominante, sino más bien está inserta en ella. Matza
afirma que el estereotipo sociológico, de un delincuente juvenil como persona dedicada a una
cultura de oposición contra la sociedad global, no es válido para la mayoría de antisociales
observados.

Según esta concepción, el gran volumen de infractores se comporta como el resto de la


población, sólo que de vez en cuando salen de los cauces y normas vigentes. Como dice D. West
(1970, p.93), "constituye para ellos un insulto más que un halago el que se diga que sus madres son
inmorales o sus padres unos bribones y unos delincuentes". Matza cree que los antisociales eluden
más que se oponen a los valores dominantes de la sociedad, y lo hacen seleccionando y extendiendo
algunas tendencias que ya existen en la sociedad, como son algunos programas de televisión, los
cómics, las guerras, los conflictos industriales, etc. Y como dicen Hood y Sparks (1970), según este
punto de vista, la delincuencia es una actividad fácil de abandonar, y que la tesis subcultural no
podría explicar.

En resumen, la teoría de los "valores subterráneos" es más una crítica a la llamada


"subcultura criminal" elaborada por A. Cohén, pero no la sistematización sólida de una concepción
explicativa de la criminalidad juvenil.
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4.4.1.10. Patología social y delito: Para Manuel López Rey, la obra más representativa de la
tesis "Patología social y delito" es el libro de Bárbara Wootton (18971988): Social Science and social
pathology editado en 1959 en Inglaterra. Según los planteamientos de esta concepción, la patología
social, entre las que se incluyen la prostitución, la vagancia, el alcoholismo, la pobreza, el hogar
deshecho, la ilegitimidad, conforme a su volumen o magnitud social, tienen incidencia importante
en la criminalidad. Esta tesis social considera que determinados problemas sociales, que se incluyen
bajo una denominación metafórica como "patología social'', tienen efectos criminógenos. Sin
embargo debemos anotar, que si bien tales formas de "desviación social" pueden tener efectos o
influencias colaterales o concomitantes diversos, ellos no siempre son necesariamente de índole
criminal. Incluso hay que considerar que el término "patología social" o desviación se refiere a
conductas que están sujetas a cambios de acuerdo a la evolución social, ya que los criterios
valorativos para catalogar tales conductas evolucionan con el tiempo. No obstante hay que precisar,
al margen de los cambios sociales, que en cada momento histórico y según las normas y valores
culturales vigentes, se catalogan determinadas formas de comportamiento como no adecuadas
para la sociedad global, algunas de las cuales tienen cierto grado de relación o concomitancia con
algunas formas de criminalidad. Al respecto veamos el fenómeno de la pobreza y su vinculación con
ciertas formas de delincuencia, del mismo modo el fenómeno de la drogadicción creciente de
nuestros días y su correlación con algunas expresiones de criminalidad.

En términos generales, esta tesis de la patología social es muy genérica y recoge en algún
modo el criterio de "peligrosidad" de la criminología positivista biológica, y enfatiza una peligrosidad
o riesgo social. M. López Rey que también formula una serie de críticas a esta teoría, en algunos
casos se queda en el aspecto adjetivo, como por ejemplo cuando cuestiona la denominación de
"patología" social (1975), argumentando que un concepto médico clínico no se puede aplicar a un
hecho social, sin considerar que es una expresión figurada.

4.4.1.11. Teoría de la contención (del "containment") o del "equilibrio de fuerzas" de


Walter Reckless (1899-1988) presentada en 1961 en la tercera edición de su libro The críme problem,
y en el artículo “A new theory of delinquency and crime” (Federal probation, 25, 42-46, 1961). El
autor se preguntaba como algunas personas pobres que viven en zonas con alto índice delictivo no
delinquen, por lo que consideró dos aspectos importantes: uno la capacidad de los grupos para
transmitir sus normas y mantener control sobre sus miembros, y otro la observancia de las normas
por los individuos, o sea un control interno sobre su comportamiento. Esto significa que existen dos
formas de control o contención sobre la conducta desviada:

1) Los controles externos que están constituidos por las diversas agencias del control social,
como la familia, la escuela, códigos sociales, control efectivo, entre otros

2) El control interno: que son propios o intrínsecos al individuo, como adecuado


autocontrol, buena tolerancia a la frustración, sentido de responsabilidad, y en general actitudes
contrarias a la ejecución de conductas desviadas.

Los factores que propician la desviación están en el ámbito social, como la pobreza, las
influencias sociales negativas, las subculturas, y otros. Asimismo, existen condiciones psicológicas
negativas, como frustraciones, motivaciones, tensiones, entro otros.
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Se considera que las personas, afectadas por fuerzas o controles externos e internos
positivos (que se pueden clasificar como fuerte-fuerte), tendrán baja probabilidad de cometer un
delito. Al contrario, los individuos con fuerzas o controles internos y externos débiles o negativos
(clasificados como débil-débil), tendrán alta probabilidad de delinquir (Feldman, 1989). Además,
como señala César Herrero (1997, p. 284), glosando a Reckles, en "medio se encontrarían los que
poseen, por su parte, un sistema de equilibrio basado, tan sólo en "fuerzas" internas positivas o en
"fuerzas" externas de la misma naturaleza. Que delincan, o no, dependerá de factores
desequilibrantes sobrevenidos".

4.4.1.12. Teoría del control social de Hirschi: Travis Hirschi (n.1935) en sus trabajo Causes
of delinquency de 1969 y en obras posteriores, considera que el control social tiene eficacia, ya que
el mismo permite que las personas prevean las consecuencias que pueden sufrir al cometer una
desviación delictiva o no delictiva. El autor considera que toda persona alguna vez tiene la tentación
de hacer algo "malo", sin embargo para la mayoría de individuos la probabilidad de que su conducta
sea expuesta a la luz pública evita la plasmación de dicha tentación. En todo caso, los actos delictivos
se manifiestan cuando se debilita o rompe el vículo entre el individuo y la sociedad. Según T. Hirschi
se distinguen cuatro dimensiones del control social: El apego o las relaciones sociales, la estructura
de oportunidades, la Implicación y las creencias (Cid y Larrauri, 2001).

A. Las relaciones sociales o el “apego”: Se considera que las fuertes relaciones sociales
contribuyen a fomentar la conformidad. "Para aquellos que no se sienten muy vinculados a su
familia, sus amigos o compañeros de trabajo los costes de la conducta desviada son menores
"(Macionis y Plummer, 2000, p.215), y existe mayor riesgo de desviación

B. La estructura de oportunidades: Las personas que tienen más oportunidades legítimas o


lícitas para lograr satisfacer sus intereses encontrarán más ventajas en la conformidad. "Un joven
que puede llegar a la universidad, por ejemplo, tiene un mayor interés en ajustarse a pautas
convencionales de comportamiento que otro joven que no tiene esa oportunidad. Aquellos que
tienen poco control o escasa confianza en el futuro tienen más probabilidad de presentar pautas de
conducta no convencionales" (Macionis y Plummer, 2000, p. 215)

C. La implicación o participación: La especial participación en acciones positivas


convencionales, o sea una fuerte implicación en acciones lícitas o legítimas (trabajar, estudiar, hacer
deporte, etc.), inhibe la conducta desviada. "Los individuos que por el contrario tienen menos
oportunidades de implicarse en actividades de este tipo pueden terminar empleando su tiempo y
energías en otro tipo de actividades no tan lícitas o legítimas" (Macionis y Plummer, 2000, p. 215)

D. Las creencias. Relacionada con el grado internalización de las pautas y valores morales
de la sociedad, de tal modo que las "personas que aceptan y defienden las pautas morales de la
sociedad en que viven y que respetan a la autoridad están en mejor disposición para reprimir las
tentaciones. Por el contrario, los más tibios son los más vulnerables a la tentación" (Macionis y
Plummer, 2000, p.215). Esto es, cuanto menos crea la persona que debe obedecer las normas
sociales, mayor es la probabilidad de infringirlas.

Como se puede apreciar, Hirschi combina varios aspectos sobre las causas de la conducta
desviada. También se observa que él piensa que una posición social relativamente privilegiada y una
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cierta formación del carácter son factores que contribuyen a generar pautas de conducta conformes
a las normas convencionales. Criterio que consideramos relativo, sobre todo en lo que respecta a la
posición social, al respecto si observamos el problema de la corrupción de nuestra clase política y
de los altos mandos militares, en la década del noventa, tal "posición social relativamente
privilegiada" no evitó su actuar delictivo, lo que no es extraño a muchas otras sociedades.

4.4.1.13. Teoría del autocontrol (self control): Posteriormente Michael Gottfredson y Travis
Hirschi desarrollaron la teoría del autocontrol en 1990, plasmada en la obra A general theory of
críme, y en otros trabajos posteriores. Conforme afirma Gottfredson (2006, p.333), la “teoría del
autocontrol localiza la base del comportamiento conforme en las vinculaciones que se forman al
principio de la vida entre los padres u otros cuidadores y los hijos. Estas vinculaciones, o vínculos
sociales, se desarrollan hacia la tendencia a regular el comportamiento individual”.

Según la perspectiva sociológica, el control del comportamiento criminal es ejercido por una
variedad diversa de tipos de control, muchos de ellos son externos o sociales, entre ellos el sistema
jurídico y una multiplicidad de mecanismos no legales, sin embargo cuando el proceso de
socialización en los primeros años de desarrollo ha establecido o internalizado una tendencia a
preocuparse por los demás y los costes del comportamiento, estamos ante el autocontrol, que
permite subordinar a un largo plazo los placeres o satisfacciones momentáneos o inmediatos
(Gottfredson, 2006).

De acuerdo a la concepción del autocontro, el delito puede porporcionar diversos tipos de


satisfacción de múltiples deseos, pero arriesgando objetivos a largo plazo, de tal modo quienes
tienen menores niveles de autocontrol o un autocontrol bajo tienen mayor probabilidad de cometer
actos delictivos, en tanto que las personas con mayores niveles de autocontrol tienen menos
probabilidad de realizar hechos delictivos, y tienen mayores índices de éxito escolar y laboral, así
como adecuadas relaciones interpersonales.

Como anotan Gottfredson y Hirschi una educación deficiente en el contexto familiar, es el


factor principal para que se se modele un bajo autocontrol. Una adecuada educación de los niños
se caracteriza por: a) un seguimiento de su comportamiento, b) el reconocimiento de la conducta
desviada cuando esto ocurra, y c) el castigo de dicho comportamiento que no debe quedar sin
sanción. No se sugiere un castigo físico sino otros medios (Serrano, 2004).

4.4.1.14. Teoría de la Tensión o frustración: Las primeras tesis de la frustración provienen


del campo de la psicología, cuando Dollard y col, en 1939 presentaron esta tesis en su obra
Frustration and agresión.

Años más tarde Robert Agnew (n.1953), sociólogo norteamericano, entre 1992 y el 2006,
planteó que existen más situaciones de tensión y frustración que las señaladas en algunas teorías
criminológicas, sobre todo en la tesis de Merton, poniendo énfasis en las relaciones negativas,
situaciones de estrés y estímulos negativos que pueden originar reacciones de furia por el estado
de frustración y que pueden llevar a reacciones delictivas. Según Agnew la frustración ocurre
“cuando una persona no es tratada por los demás, como quisiera ser tratada”, y en ciertos casos el
comportamiento delictivo puede ser una reacción a esta tensión (Vásquez, 203). Considera que se
pueden considerar tres tipos de fuentes de frustración o tensión:
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a. falla o imposibilidad en el logro de ciertos objetivos o metas positivamente apreciadas
(failing to achieve positively valued goals), que producen tensión.

b. el rechazo o la eliminación de los logros positivos alcanzados anteriormente, que


producen frustración.

c. la exposición a estímulos nocivos o negativos, como ser ridiculi zado o molestado por
otros, lo que también produce tensión.

Como consecuencia de tales tensiones, se pueden originar emociones de ira que pueden
impulsar un comportamiento delictivo, mediante el cual se suprime la fuente, logrando alivio de la
tensión, hecho que lleva a la consolidación de la conducta que le permitió controlar la tensión.

Como anota Charles Tittle (2006), existen tres maneras de manejar la frustración: cognitiva,
emocional y conductual, pero sólo la última involucra la posibilidad del crimen, bajo ciertas
condiciones que toma la forma de una conducta criminal.

4.4.2. MODELO INTERACCIONISTA: Paradigma de la Acción: Este paradigma sigue una


orientación micro a diferencia de las tesis funcionalistas y conflictuales, ya que "el nivel de análisis
del que se parte es de las interacciones entre las personas en sus diversos contextos sociales y no
de las grandes estructuras sociales, con ciertas particularidades, en las que se pueden hallar algunas
interrelaciones de diversos modelos. Los antecedentes de este pensamiento proceden de algunas
ideas de Max Weber, pero sobre todo del interaccionismo simbólico de George Mead.

En el campo sociocriminológico la teoría de la reacción social ha tenido un importante


impacto y algunas otras derivaciones.

4.4.2.1. Teoría del etiquetamíento o de la reacción social: Los

estudios sociocriminológicos que se ubican dentro de esta orientación, reciben diversas


denominaciones, y los autores que siguen esta corriente son llamados teóricos de la reacción social,
interaccionistas, del etiquetamiento o de la rotulación, del constructivismo social y también del
"labeling approach" (Baratía 1986 A; Bergalli 1982, 1983; Grosso 1980; Quinney, 1981; Taylor et al.
1977; Larrauri, 2000), entre las denominaciones más difundidas.

A Antecedentes de la tesis de la reacción social o de la rotulación:

Las fuentes de la teoría de la reacción social, tiene sus antecedentes en dos tendencias de
la sociología norteamericana, el interaccionismo simbólico como precedente y posteriormente en
la etnometodología, así como en algunos aportes sociocriminológicos ligados al interaccionismo.

1) El Interaccionismo simbólico: Teoría sociológica que se inspiró en George Mead (1863-


1931), cuya obra Espíritu, persona y sociedad desde el punto de vista del conductismo social de 1934,
publicada después de su muerte, por sus colegas y alumnos, en base a sus apuntes de clases. Su
pensamiento se desarrolló dentro de una dirección sociolinguística y como psicología social, en la
que se consideraba que la realidad social estaba constituida por infinidad de interacciones concretas
entre individuos, a quienes un proceso de tipificación confería un significado. Su enfoque era
contrario al determinismo del individuo, idea dominante en esa época; afirmando que las personas
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no están totalmente determinadas por su situación. Dicha tesis fue ampliada por sus seguidores,
destacando Herbert Blumer (1900-1986), quien le asignó en 1937 el nombre de interaccionismo
simbólico a dicha concepción, y que más tarde en 1967 publicó el libro Symbolic interactionism,
entre otros estudios (Blumer, 1982).

Como hemos anotado, para el interaccionismo simbólico los seres humanos se relacionan
con su medio y los demás, partiendo del significado que le atribuyen, y como bien señala Baert
(2001), para Blumer, el significado no es inherente a los objetos, pero tampoco se reduce a una
mera expresión de la mente del individuo; además señaló que, para una persona, el significado de
un objeto procede de la tendencia que tenga el individuo a actuar en relación con tal objeto. De
esto se déduce que cada objeto puede tener varios significados: siendo potencialmente, un número
infinito.

2) Perspectiva sociocriminológica: Los precedentes criminológicos de esta teoría se hallan


en algunas explicaciones formuladas por Frank Tannenbaum (1893-1969) en 1938, quien fue el
primero en tomar en consideración las reacciones y definiciones de la sociedad respecto a ciertas
formas de conducta, como fundamentales para el surgimiento del comportamiento desviado. En
otros términos consideró que la modelación de la conducta desviada surge por el conflicto de
valores que se produce entre el sujeto que rompe las reglas y la comunidad, dando lugar a que se
den dos definiciones opuestas de tal fenómeno.

Otro estudio sociocriminológico, ligado a esta teoría para la comprensión de la conducta


desviada, fue realizado por Edwin Lemert(1912-1996) en 1951,1967 y 1972, para quien (1967,
p.100) el "significado asignado a la conducta en un contexto de normas constitutivas es, para
nosotros, una parte inseparable de la desviación. La normalización, o inversamente, la asignación
de un significado de desviación a las acciones, se producen por interacción informal o a través de
instituciones formales de control social. Instituciones y agentes de control social, que tratan de
manera activa de imponer o defender sus valores, definen la desviación y también imputan actos
desviados a los individuos". Además, también realizó un aporte decisivo para la configuración de
esta teoría criminológica, sobre todo con los conceptos que planteó acerca de la conducta desviada
primaria y secundaria. Este fenómeno se inicia, según Lemert, con una desviación primaria, y dadas
las rotulaciones o procesos de estigmatización que le siguen y el carácter de la desviación atribuida,
es que se va a producir luego la desviación secundaria. Esto significa que las rotulaciones y sanciones
iniciales, reducen el espacio para el accionar social del rotulado, lo que favorece una desviación
secundaria. La "desviación secundaria", según lan Taylor et al. (1977, p.167) "se convierte en un
medio de defensa, ataque o adaptación ante los problemas manifiestos u ocultos, creados por la
reacción de la sociedad frente a la desviación primaria". El transgresor, al ser censurado por los
demás y que también puede ser marginado, va a buscar la compañía de quienes no lo censuran, y
adecuarse a esas pautas de conducta, y adquirir esa identidad que se le dio, dado lugar a la
desviación secundaria.
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3) La etnometodología o construcción metódica de la realidad:

Es otro enfoque sociológico, que posteriormente tuvo influencia en la tesis de la rotulación


orientada al estudio de la conducta desviada. Dicho enfoque se inició a partir de los trabajos de
Garfinkel en 1967, teniendo como fuente los aportes de Schutz (1899-1959), quien publicó en 1932
La fenomenología del mundo social, basado en la sociología fenomenológica que inspiró al
etnometodológico, y que recién se tradujo al inglés en 1967. A esta tendencia se le llama también
"interaccionismo neosimbólico", y está vinculado con la teoría de la rotulación. Los
etnometodólogos consideran "que los significados del comportamiento son construidos y
reconstruidos por el hombre común y corriente a medida que desempeña las actividades de su vida
cotidiana" (Secord y Backman 1976, p. 5).

B. Sistematización de la tesis del etiquetamiento o de la rotulación:

Howard S. Becker (n.1928), sociólogo norteamericano, autor de la obra Outsider. Studies in


the sociology of deviance publicada en 1963, puede ser considerado el sistematizador y más preclaro
exponente de la teoría del etiquetamiento o "labeling approach". El señaló en forma explícita que
la desviación no es una cualidad del acto en sí que el sujeto realiza, sino más bien una consecuencia
de la aplicación de reglas y sanciones estipuladas por los grupos sociales. En otros términos, expuso
la idea de que la conducta desviada viene a ser lo que la sociedad rotula como tal, y que los grupos
sociales formulan reglas cuya violación constituye conducta desviada, y las aplican a ciertas
personas a las que marcan como outsiders. Esto significa que la conducta desviada o criminal, surge
a partir del momento histórico en que se estipulan las reglas que etiquetan o califican como tal a
determinadas formas de comportamiento. Para esta teoría del etiquetaje o de la Reacción Social,
"la desviación y la conformidad se definen no tanto por las acciones de las personas como por las
respuestas del entorno social a esas acciones. Según esta forma de entender las cosas, la desviación
es siempre algo relativo: un mismo comportamiento se puede definir de formas muy diversas en
diversos contextos sociales". (Macionis y Plummer, 2000, p. 212). En síntesis, en el planteamiento
de Becker podemos apreciar los siguientes aspectos claves:

1) Por la fijación o estipulación de normas son creadas las condiciones para la existencia de
la conducta desviada. Becker (1971, p. 19) dice “que los grupos sociales crean la desviación al hacer
las reglas cuya infracción constituye la desviación, y al aplicar dichas reglas a ciertas personas en
particular y calificarlas de marginales". Anota también, congruente Con su anterior afirmación, que
lo que se llama desviación no constituye una cualidad del acto realizado por la persona, sino más
bien una consecuencia de la aplicación de las reglas y sanciones que los otros hacen. No es pues una
simple cualidad presente en alguna conducta y ausente en otra. Es, más bien, el resultado de un
proceso que implica las reacciones de las otras personas frente a ese comportamiento. En otros
términos, como dicen Paul Secord y Cari Backman (1976, p. 333): “La reacción social es parte
sustancial de la desviación. La desviación no es una propiedad perse de un acto sino de la definición
que los demás dan de él”. Por ello, como anota Werner Ruther (1979, p. 52), en esta teoría la
"definición de la criminalidad será por consiguiente (...) el objeto central del análisis científicosocial",
lo que significa una concepción opuesta a las teorías etiologistas que pretenden hallar las causas de
la delincuencia. De este modo constituye un "enfoque definicional" de lo que es desviación.
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2) Por la asignación ó atribución del rótulo ciertas personas son consideradas desviadas:
Además de la estipulación de las reglas o normas definicionales de lo que es desviación, es
importante la aplicación de tales normas a determinadas conductas concretas. Es precisamente,
después de la atribución del rótulo, que ciertas personas son consideradas desviadas. Como dice el
mismo Becker, desviado es alguien a quien la etiqueta le ha sido aplicada con éxito.

Sin embargo no siempre la infracción de una norma origina la calificación de desviado, ya


que si tal reacción social rotuladora no se da, no existe la calidad de desviado. Al respecto, Becker
plantea una tipología en función de como se percibe o califica la conducta de una persona. De la
combinación entre fijación y atribución de las normas se pueden desprender cuatro variedades de
conducta (Cuadro No.11), desde el que no presenta ningún conflicto (el conformista); el netamente
desviado; el desviado oculto, y el falso desviado o incriminado fálsamente. Al respecto, algunos
críticos cuestionan la existencia del llamado desviado secreto, ya que como dicen Taylor y
colaboradores, si la desviación depende de la reacción social cómo puede darse un desviado oculto
o secreto. Por ello, dicho planteamiento se califica de incongruente. Sin embargo Becker considera
que los casos de "desviado secreto" son bastante numerosos. Desde nuestro punto de vista, este
grupo en cierto modo es equivalente a los casos de la "cifra oscura" de la criminalidad.

De acuerdo a esta teoría, una vez calificada de desviada una persona, se establecen diversas
medidas de sanción, tanto formales como informales, lo que dificulta luego la conducta conformista.
"Tratar a una persona como si fuera desviada ,en general y no sólo específicamente, genera una
profecía que.se cumple ella misma", lo que puede empujarlo al ingreso en un grupo organizado de
desviados.
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3) ¿Quién estipula y obliga a aceptar las reglas o normas?: El mecanismo de la selección que
está referido al procedimiento'de fijación de las normas como a su aplicación, plantea la
interrogante siguiente: "¿Quién estipula y obliga a aceptar tales reglas o rótulos?". Howard Becker
considera en este aspecto que es fundamental el PODER. Los grupos cuya posición social les
proporciona el poder y armas, están en condiciones de imponer y aplicar sus normas. W. Ruther
(1979, p. 55) dice al respecto que a "través de los intereses de poder se genera una determinada
"imagen de la criminalidad", cuya consecuente aplicación da lugar a una realidad de la criminalidad
igualmente definida".

En resumen, para Howard Becker (1971, p. 151), la "desviación es el resultado de la iniciativa


en el sentido más amplio posible: sin la iniciativa necesaria para que se creen las reglas, la desviación
consistente en el quebrantamiento de esa regla no podría existir.

La desviación es también el resultado de la iniciativa en un sentido más particular y


restringido. Una vez que se ha creado una regla, la misma debe aplicarse a individuos en particular.
Los Infractores deben ser descubiertos, identificados, capturados y condenados (o percibidos como
"diferentes" y estigmatizados por su inconformismo). Este trabajo está habitualmente en manos de
los impostores profesionales, los que, al imponer las reglas ya existentes, crean los desviados
individualmente que la sociedad considera marginales".

4.4.2.2. Otros aportes a la teoría de la rotulación: se han planteado algunos desarrollos


especiales, por diversos estudiosos, tales como los siguientes:

A. Criterio de Fritz Sack (n.1931): Criminólogo alemán que en diversos trabajos de 1972,
1973 y posteriores, rechaza todo análisis causal del crimen y considera que la conducta desviada en
todos sus aspectos, está condicionada sólo por razones sociales en forma de asignación de
definiciones o cualidades. La criminalidad como realidad social, no es una entidad preconstituída
respecto a la actividad de los jueces, sino una cualidad atribuida por estos últimos a ciertos
individuos. Sack también plantea la necesidad de integrar la tesis de la rotulación dentro de una
teoría general, orientándose hacia la tesis social marxlsta. Asimismo señala que la distribución del
bien negativo "criminalidad", se hace en perjuicio de los estratos sociales más bajos, en forma
similar a lo que ocurre con la distribución de los bienes positivos.

B. Tesis del estereotipo del delincuente: El sociólogo Inglés Dennis Chapman, en su libro
Sociology and the stereotype of the criminal de 1968, y en un ensayo posterior de 1973, presentó su
estudio sobre el "estereotipo del delincuente". Esta tesis del estereotipo tiene dos rasgos: La amplia
difusión de una descripción hostil de algunas personas o clases, a quienes se les atribuye intenciones
malas y actos graves, así como la selección a través del sistema administrativo, de personas
mayormente débiles y pobres, a quienes se les asigna la descripción. Una vez que la persona es
identificada y etiquetada se justifica más discriminación y así sucesivamente.

El autor dice también, que "el sistema legal selecciona algunas categorías de personas que
se comportan de cierta manera, para ser castigadas y de estas algunas son mas censuradas (o
estigmatizadas) que otras. Generalmente estos serán hombres, débiles, pobres y poco educados y
en Inglaterra hoy en día.el inmigrante" (Chapman, 1973, p. 175).
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4.4.2.3. Críticas a la tesis de la rotulación: Frente a los planteamientos de la teoría de la
reacción social han surgido también diversos cuestionamientos al respecto:

A. Objeciones de Tayior, Walton y Young: Desde el punto de vista del sustento teórico,
algunos autores, entre ellos lan Tayior y colaboradores (1977, p. 176), consideran que el enfoque
de la reacción social no es una teoría, sino más bien "una descripción, en lenguaje analítico, de
conceptos convenidos sobre diversos aspectos (antes insuficientemente descritos) de la realidad
social".

B. Críticas de Baratta: según Alessandro Baratta (1986 A), la crítica "de izquierda" ha
denunciado tres efectos mistificantes:

1) Evaluar la criminalidad y la desviación como resultados de un proceso de definiciones


puede provocar, en ese contexto, el opulta miento de situaciones socialmente negativas y de
sufrimientos reales, que en muchos casos pueden considerarse como el punto de referencia
objetivo de las definiciones.

2) Hacer derivar, del reconocimiento de los efectos estigmatizantes de la pena y de otras


intervenciones institucionales, la tesis de la "radical no intervención", significa crear una excusa para
las intervenciones socialmente adecuadas y justas.

3) Orientar la investigación hacia ciertos sectores de la desviación y la criminalidad, sobre


los cuales se concentran con su funcionamiento socialmente selectivo, los procesos de
etiquetamiento y criminalización (las capas más débiles y marginales del proletariado), puede
favorecer la consolidación del estereotipo dominante de la criminalidad y de la desviación, como
conducta anormal de estos grupos sociales y desviar así la atención de los comportamientos
socialmente negativos de la criminalidad de cuello blanco y de los poderosos.

C. Cuestionamiento de Bergalli: Roberto Bergalli (1983) afirma:

1) Que la primera y más frecuente objeción que se le hace a esta teoría, radica en que no
presta ninguna atención a las motivaciones iniciales que impelen al sujeto a realizar la primera
desviación. De esta forma ignora los orígenes de la conducta desviada y, por ello, generalmente deja
sin significado el comportamiento.

2) Asimismo acota que, mientras en muchos trabajos orientados por la perspectiva de la


rotulación se hace mención de la importancia del poder, sin embargo este concepto no es
desarrollado.

Igualmente Antonio García Pablos (1988), entre otras críticas dice que esta tesis, al
preocuparse sólo por los procesos sociales de interacción y menospreciar el mundo de los valores,
no puede presentar u ofrecer un modelo hacia el que se oriente la sociedad, y que desde la
perspectiva criminológica y de política criminal dicho vacío puede ser peligroso.

Nosotros acotamos que no se debe confundir la etiqueta con el comportamiento táctico o


real, el mismo que es preexistente a la rotulación de dicha conducta. Además, como también
señalan J. Macionis y K. Plummer (2000, p.215-216), al decir que "la desviación es un proceso que
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resulta de la interacción social quizá se está relativizando en exceso el concepto de desviación, pues
hay comportamientos delictivos o desviados que parecen universales (el asesinato o el incesto, por
ejemplo). Quizá por esta razón, este tipo de enfoques teóricos es más apropiado o más útil para
estudiar como se generan (construyen o alimentan) los estigmas, pero no para estudiar la incidencia
de la conducta criminal, por ejemplo (pues, no lo olvidemos, la sangre es real y no una construcción
social)".

4.4.3. CORRIENTES SOCIOPOLITICAS O CONFLICTUALES: El

modelo conflictual, con antecedentes en Marx, Bonger y Sellin, epistemológicamente parte


de la afirmación de que en el sistema social existen relaciones conflictuales entre sus elementos,
debido a la desigualdad e intereses antagónicos, y que las oposiciones irreductibles se superan con
cambios radicales. El fenómeno social se explica en términos de "conflicto de clase", sobre todo por
determinadas concepciones conflictuales. Según Vicente Garrido (1986, ps. 45-46), el delito "para
la criminología del conflicto no es sino un instrumento de opresión de las clases que mantienen el
poder". Metodológicamente este modelo da preferencia al método cualitativo y del obervador
participante, "a la interpretación de las relaciones de poder que determinan la ubicación de los
sujetos en estratos desiguales de la sociedad". Políticamente la tesis conflictual plantea que no es
posible una neutralidad política del investigador, "ya que la propia definición del tema presupone
una toma de partido"

Existen diversa perspectivas dentro de esta tendencia desarrolladas a lo largo de la historia


de la sociología

4.4.3.1. Criminología marxista ortodoxa: Podemos hallar las raíces de esta vertiente,
encuadrada dentro de algunos estudios de Karl Marx y Federico Engels a mediados del siglo XIX,
aunque ellos no elaboraron ningún trabajo explícito sobró la desviación o el crimen. Posteriormente,
en los escritos de W. Bonger, a inicios del siglo XX, así como en la obra de G. Rusche y O. Kirchheimer
de 1939, "Pena y estructura social" es donde se observa un desarrollo marxista en la comprensión
criminológica y penitenciaria.

Esta visión se orienta hacia una explicación del delito y la conducta antisocial sobre bases
macrosociales. Al respecto han existido avances propios en las sociedades socialistas y también
manifestaciones de una criminología materialista en los países occidentales, con variantes de
acuerdo al grado de mayor o menor asimilación de las tesis del materialismo dialéctico. Una obra
relativamente reciente, bajo dicha inspiración, es la de Frank Pearce

(1982): "Los crímenes de los poderosos" de 1976; también el trabajo de Richard Quinney de
1977 Clases, Estado y delincuencia, aunque con un sesgo religioso o “socialismo religioso” como él
lo denomina (1985), entre otros estudios bajo esta visión filosófica, desarrollada en el ámbito de los
países capitalistas. Asimismo, dentro de esta línea teórica destacan fundamentalmente los trabajos
de Criminología escritos en los países socialistas, tanto en los que dejaron de serlo y en los que aún
subsisten. Entre algunos de sus últimos mentores podemos mencionar, en la exUnión Soviética a G.
Avanesov (1985), y en Cuba a Margarita Viera (1989).
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Los criminólogos que siguen esta concepción en su versión ortodoxa, parten de una
comprensión y explicación de la criminalidad tomando como eje central la concepción de la filosofía
marxista, asimismo consideran que la criminalidad es un producto de la sociedad capitalista, y que
las teorías criminológicas desarrolladas en dicha ámbito social son enfoques errados, y que con el
advenimiento del socialismo este fenómeno desaparecerá, entre otras generalizaciones.

Según M. Viera (1989, p. 9): "La criminología socialista, por su objeto y finalidad, es la ciencia
que contribuye a esclarecer los determinantes criminógenos que propician la delincuencia,
favorecen el cumplimiento de las principales líneas o estrategias contra tales actividades, elevando
a un nivel mas alto la tarea de enfrentamiento a las conductas antisociales. Las posiciones
consecuentes con la base de la filosofía marxista-leninista acerca de la conducta humana se
enriquecen con los análisis realizados por los principales dirigentes de la Revolución cubana"(?).
Asimismo afirma que se "hace imprescindible definir el objeto de la criminología partiendo de
postulados diferentes a los que esta ciencia refiere en el mundo burgués. La criminología socialista
presenta un cuadro bien definido, fundamentado en los aspectos siguientes"

a) Estudia la delincuencia en general como fenómeno socio-histórico sujeto a las


regulaciones del análisis de la lucha de clases a través de un periodo determinado...

b) Estudia los determinantes generales y específicos que generan la delincuencia... etc., etc"

Igualmente plantea la superación de los puntos de vista burgueses de esta ciencia, que la
conciben como una amalgama de varias ciencias, como una ciencia ecléctica.

Asumiendo el criterio central de esta corriente, reafirma que el fundamento general de la


criminología, como toda ciencia particular, se basa en los principios de la teoría marxista-leninista,
y en el empleo del método dialéctico.

Asimismo afirma que la criminalidad es un fenómeno condicionado históricamente, y que


Lenin, en diversas ocasiones señalaba que las causas principales de las violaciones de las normas
radicaba en la explotación de las masas y la miseria y que esto explica la ligazón consustancial de la
delincuencia con el sistema capitalista. En consecuencia las "razones de la criminalidad no están
¡nterrelacionadas con el modo de vida socialista, sino con los "remanentes del pasado"." (Viera,
1989, p. 34). Al respecto, como dice Ramón de la Cruz (1999, p. 87), en la criminología socialista
cubana, tienen "cierta popularidad teorías tales como la del "rezago", o sea, los rezagos del
capitalismo son los que producen delitos en el socialismo"

De lo anterior se deduce que en una sociedad socialista se eliminará la delincuencia. Al


respecto Margarita Viera (1989, p. 63) afirma que "su tendencia a la disminución, primero, y a su
erradicación después, es una tarea del periodo de construcción del socialismo."

El criminólogo soviético G. Avanesov, sigue en términos generales ideas similares a las


adoptadas por M. Viera, con algunas anotaciones importantes: Ya no se achacaba la criminalidad en
la Unión Soviética por esos años de 1981, a los rezagos del capitalismo, lo que sí se señalaba en
décadas anteriores. Mas bien con mayor realismo afirmaba (1985, p. 9): "Hoy todos comprendemos
bien a las claras que eran infundadas las afirmaciones voluntaristas de que la delincuencia habría de
ser extirpada en el más breve plazo (...), pues sigue siendo espinoso el problema de la lucha contra
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los fenómenos antisociales, porque aún no podemos afirmar que sea bajo el nivel de
delincuencia.aunque no descartaba el objetivo de erradicarla de la sociedad socialista, pero sin
fijarse metas al respecto. Otro punto importante de anotar, es que concibe a la criminología como
una ciencia interdisciplinaria, lo que para M. Viera constituiría una posición ecléctica.

También podemos anotar que la criminología marxista ortodoxa, es una criminología


etiologista, con énfasis macrosocial, y que considera posible la resocialización del delincuente, bajo
cuyos criterios se desarrolló en lo ex países socialistas y se mantiene en los actuales, siendo en estos
puntos una visión totalmente contraria a la tesis de la criminología crítica desarrollada en los países
capitalistas.

4.4„3.2. Teorías del conflicto: Las concepciones del conflicto en el campo social y
criminológico plantean nuevos criterios de comprensión de la desviación, sin embargo anotamos
diferencias importantes entre la tesis del Conflicto cultural y las corrientes del Conflicto Social.

A. Teoría del "conflicto cultural": Fue desarrollada por Thorsten Sellin (1896-1994) en su
libro Culture, conflictandcríme de 1938. En él planteó que en una sociedad se producen a veces
conflictos entre diversos grupos de personas, sobre todo grupos étnicos, debido a que viven en
zonas contiguas o bien porque a través de la migración se interrelacionan entre si.

Como las personas llevan consigo las normas de su grupo, pueden entrar en conflicto
cultural con los individuos de otra comunidad, y de este choque cultural surge a veces un incremento
de la criminalidad. El profesor alemán Kaiser (1978) señala sobre el particular, que el conflicto surge
cuando en determinadas regiones entran en contraste cultural con normas de conducta diferentes,
o cuando miembros de una cultura emigran al territorio de otra, según los planteamientos de
Grunfeld en 1939. Por su parte, Sellin entendía, según interpreta Kaiser, el término conflicto cultural
en forma amplia, como resultado del contraste entre grupos e incluso del individuo dentro de su
grupo. Mas tarde, Shoham en 1962 consideró también que el índice de criminalidad será tanto más
elevado, cuanto más divergentes sean las normas jurídicas respecto de los valores y costumbres de
un determinado grupo social.

El conflicto entre el comportamiento individual contrario a las normas de conducta de una


comunidad, puede ser evitado mediante un proceso de aculturización, o en otras palabras a través
de un proceso de adaptación o absorción de los elementos culturales que se transformen en
elementos de la personalidad.

Estudios sobre la criminalidad de trabajadores extranjeros, bajo la hipótesis del conflicto


cultural, realizados en Alemania, partiendo del supuesto que el índice de criminalidad de los
inmigrantes sería más alto, dieron resultados inesperados. Como señala Kaiser, en "general los
trabajadores extranjeros presentan, tanto según las cifras policiales de criminalidad, como según las
cifras de condenados en la administración de justicia, un índice delictivo inferior al de la población
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alemana comparable" (1978, p. 198). De lo que deduce que no hay en la criminalidad registrada de
los trabajadores extranjeros en Alemania, confirmación alguna para un conflicto cultural más
intenso que entre los miembros del grupo mayoritario.

Según López Rey (1975, p. 95) el término cultura empleado por Sellin, es demasiado vago y
disperso para hablar de conflicto. Además considera que esta tesis es "sólo una magnificación de
los contrastes culturales que pueden manifestarse en ciertos delitos cometidos por emigrantes o
miembros de grupos sociales postergados". Asimismo Ellis y Güilo (1978, p. 109), acertadamente
señalan que la tesis del "conflicto cultural" cubre en el mejor de los casos, "tan sólo una parte
pequeña de causas sociales y es preciso tomar en consideración y explicar muchos otros factores,
antes de formular alguna teoría completa"

Asimismo hay que anotar que la tesis del conflicto cultural, se acerca más a las concepciones
del consenso.

B. La teoría del conflicto social. Antecedentes sociológicos: Frente a las posiciones


consensúales, que pueden considerarse originadas en el pensamiento de Comte y Durkheim, y que
fueron llevadas a un mayor desarrollo por Talcot Parson y la escuela estructural funcionalista, surgió
a fines de los años 50, la tesis de la Sociología del conflicto social, elaborada inicialmente por Coser
y Dahrendorf. Esta vertiente, a diferencia del planteamiento del conflicto cultural va a poner énfasis
en la perspectiva sociopolítica de dicho fenómeno, en la que podemos apreciar diversos desarrollos:

1) Lewis Coser (1913-2003): Fue un sociólogo alemán que contribuyó a la configuración de


la teoría sociológica del conflicto, con su obra The functions of social conflictde 1956, continuando
l.aobra de George Simmel (1858-1918). Coser consideró positiva la función del conflicto, en el
sentido de que contribuye al cambio así como a la integración y conservación del grupo social,
mientras Dahrendorf, que veremos luego, puso énfasis en la normalidad del mismo.

Además, según Coser, el poder es uno de los objetos del conflicto, junto a otros bienes
materiales e inmateriales, mientras que para Dahrendorf el conflicto es sólo reductlble al poder o
dominio.

Sin embargo, debemos precisar que para Coser no todos los conflictos eran positivos, ya
que consideró que aquellos que contradicen los presupuestos básicos de la sociedad y que además
ponen en duda sus valores fundamentales sobre los que descansa su legitimidad, dejan de ser
funcionales.

Asimismo planteó una distinción entre conflictos reales e irreales. Los conflictos reales se
vinculan con actitudes existentes y racionales de las personas, caracterizadas por la presencia de
una alternativa funcional en los medios para alcanzar determinados fines. Los conflictos irreales
están vinculados a actitudes irreales e irracionales que se asientan en la esfera emocional.

2) Tesis de Rali Dahrendorf (1929-2009): Sociólogo alemán, quien en su obra Class andclass
conflictin industrialsociety (Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial) de 1957, así
como a través de otros trabajos posteriores, delineó su teoría del conflicto.
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Dahrendorf comparó las características de la tesis sociológica del consenso, con las que
servían de fundamento a las concepciones elaboradas por los pensadores utópicos, y en base a ello
consideró que muchas de las tesis de la sociología vigente en su época se caracterizaban por una
"utópica" carencia de realismo. Es así que las teorías sociológicas funcionalistas, como las de Parson
y Merton, que se basan en modelos del equilibrio y trasuntan tal ideología de justicia son sistemas
utópicos e inadecuados para comprender la actual realidad social.

Para tal comprensión es menester efectuar, según Dahrendorf, una revolución copernicana
en la sociología, entendiendo el cambio y el conflicto no como desviaciones de un sistema "normal"
y equilibrado, sino como manifestaciones normales y generales de toda sociedad. De este modo la
autoridad (poder), el conflicto y cambio, son los tres elementos que contribuyen a conformar el
paradigma sociológico del conflicto, que se opone a la concepción del equilibrio o de la integración.
Además, la autoridad no es una constante, y ello es debido al hecho que la autoridad reside en las
posiciones y no en las personas. Según Dahrendorf, la relación de autoridad o dominio origina el
conflicto, y el conflicto produce el cambio. Al respecto afirma Baratía (1986 A, p. 127) siguiendo a
Dahrendorf, que "en un sentido altamente formal es siempre la base del dominio lo que está en
juego con el conflicto social". En otros términos, este fenómeno se origina en torno a la "autoridad".
Al respecto, el se proponía elaborar una concepción no materialista para cuestionar el modelo
marxista que también ponía en entredicho al paradigma del consenso social.

Todo ello significa que el punto de partida para la explicación del conflicto no es la base
social y económica, sino la esfera política. Por tanto en esta tesis de Dahrendorf se esconde una
estrategia ideológica reformista, orientada a enfatizar las formas cambiantes de la mediación
política en el conflicto: las posiciones de dominación (o de posesión de autoridad) y las posiciones
de sometimiento (a la autoridad) generan un conflicto de intereses, obviando su contenido material.

C. La teoría del conflicto social en la Criminología: Dentro de la corriente criminológica del


conflicto social se observa también como importante premisa teórica, al enfoque de la reacción
social que ya hemos analizado, además del pensamiento sociológico del conflicto. En suma, de
acuerdo a lo que hemos visto, la tesis del etiquetaje estudia sobre todo la dimensión de la definición,
mientras que los autores que adoptan el modelo del control en el marco de la sociología del
conflicto, han desarrollado especialmente la dimensión del poder o dominio. Entre los criminológos
mas importantes dentro de esta vertiente están:

1) George Vold (1896-1967): Fue uno de los primeros criminólogos en considerar la tesis del
conflicto social en la comprensión del problema criminal. El publicó en 1958 su Theoretical
críminology, en el que trató de explicar el delito y los actos desviados como producto del conflicto
social, el mismo que surge en condiciones de desigualdad política y social. Para R. Bergalli (1983,
p.144), Vold es "quien señala en primer lugar la cuestión del poder de definición del
comportamiento y la calidad política de la conducta criminal así definida que logran para si los
grupos sociales que se imponen en el conflicto". Al respecto se pueden apreciar tres aspectos
básicos en la tesis de Vold:

a) Definición del comportamiento criminal como conducta normal, aprendida en el proceso


de interacción en un determinado ambiente o grupo.
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b) Luego el problema se desplaza al poder de definición, con base en el cual una conducta
determinada es definida como criminal, y

c) Tercero, el problema de la organización social y política de los valores existentes o de las


definiciones de lo que puede o no ser considerado como crimen.

Vold parecía estar interesado en explicar los actos delictivos que se originan en estados de
guerra (objeción al servicio militar), en disputas laborales, y básicamente como efecto de acciones
de protesta, como en los casos de segregación racial (U.S.A., Sudáfrica). El delito en tal sentido, es
una conducta política, y el delincuente llega a ser en todo caso un miembro de un "grupo
minoritario", sin la fuerza suficiente para tener el control o dominio del poder político del Estado.
Para D. Szabo (1980, p. 53), "George Vold (1958) fue uno de los primeros criminólogos no marxistas
que insistieron en ios irreductibles conflictos de intereses que enfrentaban a unas personas contra
otras, como miembros de estratos o de clases sociales, y consideraron la delincuencia como una
consecuencia de esos conflictos y esas luchas".

2) Austin Turk (n. 1934): Una década después de la obra de Vold, otro de los representantes
contemporáneos de la teoría del conflicto en Criminología es Turk, sobre todo con su obra
Criminality and the legal order de 1969, aunque ya años antes, en 1964, 1966 y 1967, había
planteado aportes dentro de esta tendencia, apreciándose una fuerte influencia de Ralf Dahrendor.

Al respecto debemos recordar que el enfoque de la reacción social, es la premisa teórica


principal tanto en Turk como en todos los criminólogos ubicados en la tesis del conflicto. Por ello es
que consideran que la criminalidad es un status social asignado a alguien por los que tienen el poder
de definición. Para Turk, el fenómeno de la delincuencia, entendido de este modo, se transforma en
el de la "¡legitimación". Con dicha denominación señala precisamente la atribución a una persona
del status de violador de normas. En esta perspectiva teórica es importante la posición social o la
ubicación del individuo en la estructura social y los papeles relacionados con él. Todo ello supone
que definidas o establecidas las "autoridades legales", esto es las personas que ostentan el poder
de decidir, respecto a la creación y aplicación de las normas, el conflicto entre los grupos sociales se
ve constreñido y adecuado a la relación política entre autoridades y súbditos. Como afirma Baratta
(1986 A, p. 137), glosando a Turk, "si dominantes y dominados, sujetos del poder y sujetos al poder,
son los dos grupos entre los que se desenvuelve el conflicto, entonces éste es siempre un conflicto
de poder..". Por ello los mecanismos de criminalización constituyen procesos de atribución de status
de delincuente, que se produce mediante la acción de las entidades oficiales del Estado, como
legisladores, policías y jueces. Es así que la idea de delito se hace depender de la noción de Estado,
por lo que es aceptable, según Turk, la afirmación de que "no puede haber delito si no hay Estado".

Turk se propuso elaborar una concepción general de la "crimina lización" que especifique
las situaciones en las que una persona dentro de una relación de autoridad-sometimiento es
configurada como "delincuente"; concepción que sea aplicable a cualquier sociedad, puesto que
según su criterio, todas las sociedades se distinguirían por la diferenciación de papeles de autoridad
y sometimiento. Al respecto, Turk requiere precisar las situaciones en la que los hombres aceptarán
la autoridad, y asimismo cuales son los motivos por lo que lo hacen. El propone la siguiente
alternativa: se trata fundamentalmente del criterio de que la gente, incluida las autoridades
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potenciales como los posibles súbditos aprenden y constantemente vuelven a aprender a
interactuar entre si como miembros de status superiores e inferiores, y como seres que cumplen
papeles de dominación y sometimiento. Este proceso nunca concluye, lo que supone que estas
relaciones de autoridadsometimiento nunca se estabilizan.

En términos sumarios, según Turk, el quebrantamiento de la ley se puede entender como


un índice de la falta de autoridad o de su ineficacia. Al respecto, Taylor y colaboradores afirman
(1977, p. 262) que la "desmoralización y la delincuencia, no son ni una consecuencia del
sometimiento ni un intento por luchar contra él. La desviación es el resultado de la incapacidad de
quienes detentan la autoridad para aplicar sus normas (como diría Turk, "una manera imprudente"
de decir las cosas), con lo que no se fuerza a la gente a Incorporarse "a las estructuras que llevan al
bien..".

3) Richard Quinney (n. 1934): Fue otro representante de la tesis del conflicto, sobre todo
con su obra The social reality of crime de 1970, planteando un análisis conflictual no marxista.
Concibió el delito como una definición por los que tienen el poder y según los intereses de dicho
grupo. Más tarde, R. Quinney va a asumir una posición marxista.

4) William Chamblis (1933-2014) y Robert Seidman, en la obra Law, order and power de
1971, afirman que el poder del Estado no constituye una entidad neutra, que resuelva pacíficamente
los conflictos sociales. La creación de las leyes no refleja ninguna neutralidad; asimismo consideran
que la aplicación de las mismas tampoco es neutra, beneficiando más a los grupos de poder.

4.4.3.3. La criminología crítica: La corriente que se ubica bajo este nombre, ha tenido en
los últimos décadas del siglo XX un gran impacto en el campo criminológico, sobre todo en
Latinoamérica, habiendo sido denominada en un inicio "criminología radical", también "nueva
criminología" (Grosso, 1980, 1983; Taylor et al. 1977), y finalmente "criminología crítica" (Taylor et
al. 1981) o también con un sentimiento mesiánico autodenominada "criminología moderna"
(Martínez, 1990A). Sin embargo no constituye un movimiento homogéneo e incluso fue cuestionado
por padecer de desorientación epistemológica y otras limitaciones (Novoa, 1987; Young, 1993;
Pavarini, 2002; Aebi 2004, 2006).

A. Antecedentes: Los gérmenes de esta teoría, en su vertiente más radical, lo podemos


hallar en algunos trabajos de Marx y Engels en el siglo XIX y los desarrollos del marxismo en el siglo
pasado. Sin embargo, el nacimiento de este pensamiento criminológico en la década del sesenta del
siglo XX, en diversos países capitalistas de esa época, tiene también sus fuentes de inspiración en
las condiciones del contexto social y político del mundo en dicho momento. Además fue importante
el cambio de perspectiva, respecto a la comprensión de la desviación en general y de la criminalidad
en particular, como consecuencia de los planteamientos de la teoría de la reacción social y la
consideración de la rotulación como fundamental para comprender la criminalización de ciertas
conductas; así como la influencia de las teorías del conflicto social que enfatizaron el tema del
PODER en la explicación del fenómeno delictivo. Todo ese conjunto de condiciones influyó para el
nacimiento casi simultáneo, en Estados Unidos, Inglaterra, países escandinavos, Italia, entre otros,
de esta tendencia contestataria, y sobre todo cuestionadora del sistema de justicia imperante y
particularmente del pensamiento criminológico etiologista dominante en ese momento.
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B. Tendencias Nacionales: Las primeras manifestaciones, de lo que se conocerá luego como
criminología crítica, son las tendencias norteamericana e inglesa, sobre todo esta segunda que va a
tener influencia inicial importante. Mas tarde, el desarrollo de la corriente italiana, va a lograr una
especial recepción en América latina.

1) En Estados Unidos, a inicios de los años 60 insurge una "criminología radical", según el
decir de Tony Platt (1981), frente a la hegemonía de la criminología liberal representada por la tesis
del conflicto, los teóricos de la rotulación y visiones más tradicionales. El contexto en que se
configura son las luchas políticas: como el movimiento por los derechos civiles, las cruzadas
antibélicas, el movimiento estudiantil, las luchas de liberación del tercer mundo y los movimientos
antimperialistas, así como los escritos de los protagonistas de tales movimientos. La naciente
criminología radical se concentró en la Escuela de Criminología de Berkeley, pero los criminólogos
radicales de esos años sufrieron por sus ¡deas contestarías, la represión del orden establecido. Los
impulsores de dicha corriente editaron la revista "Crime and Social Justice: Issues in Criminology",
que acogió los trabajos de tales estudiosos, quienes formaron posteriormente una Unión de
Criminólogos Radicales en 1973, sin embargo, luego de una larga pugna entre los criminólogos
radicales profesores en Berkeley y la administración de la universidad, esta prestigiosa escuela fue
cerrada en 1976.

En palabras de T. Platt, esta criminología exigía una redefinición de su objeto de estudio, sus
temas y objetivos. Frente a la corriente anterior constreñida por una definición legal del delito que
restringía su estudio al control de los "criminales", o sea al control de las víctimas de la explotación
(los pobres, los individuos del tercer mundo, la juventud, las mujeres), se necesitaba una definición
del delito que refleje la realidad de un régimen jurídico basado en el poder y en el privilegio. "El
Estado y el aparato legal, más que orientar nuestra investigación, deberían constituir nuestros
centros focales de la misma en cuanto configuran una institución generadora de delito, envuelta en
la corrupción, la impostura y los crímenes de genocidio (Watergate, Indochina, etc.)" (Platt, 1981,
p.140).

Destacaron dentro de esta tendencia norteamericana, Antony Platt, de origen inglés;


Hermán y Julia Schwendinger; William Chamblis; Richard Quinney, que evolucionó de la tendencia
del conflicto hacia una posición radical, entre otros criminólogos. Sin embargo, la corriente radical
norteamericana fue objeto de una dura crítica por el crítico italiano Massimo Pavarini,
considerándola una visión anarcosocialista (2002).

2) En Inglaterra, surge esta corriente a mediados de la década de los sesenta, plasmándose


como grupo con la formación de la National Deviance Conference en el año de 1968. Los impulsores
más connotados de esta tendencia fueron lan Taylor, Paul Walton y Jock Young, quienes más tarde
publicaron en 1973 The new críminology: for a social theory of deviance, que según T. Platt
"constituye la primera crítica sistemática de la teoría criminológica", y que M. Martínez considera
"texto fundamental para el nacimiento de la criminología crítica" (1990 A). Dos años después, en
1975, editaron el trabajo Crítical críminology. Ambas obras tuvieron un papel influyente en los
criminólogos que hace más de cuarenta años atrás asumieron la orientación radical o "nueva
criminología".
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lan Taylor (1944-2001), Paul Walton (1943-2013) y Jock Young (1942-2013), plantearon en
The new criminology de 1973, los criterios sustanciales de esta corriente (1977):

a) Los orígenes mediatos del acto desviado, sólo pueden ser entendidos en función de la
situación económica y política, la misma que es muy dinámica en la sociedad industrial avanzada.
Por ello el requisito formal es lo que podría denominarse economía política del delito.

b) En este nivel, el requisito es contar con una psicología social del delito que reconozca que
los hombres pueden elegir conscientemente el camino de la desviación, como la única solución a
los problemas que les plantea la existencia en una sociedad contradictoria.

c) La nueva criminología debe ser una teoría normativa y ofrecer la posibilidad de resolver
socialmente las principales cuestiones. Debe estar claro que una criminología que no esté
normativamente consagrada a la abolición de las desigualdades de riqueza y poder, y sobre todo de
las desigualdades en materia de bienes y de posibilidades vitales, caerá inevitablemente en el
correccionalismo.

Posteriormente, en el trabajo Criminología crítica de 1975, hicie ron algunos


replanteamientos y señalaron (1981):

d) Que los procesos involucrados en la génesis del crimen están íntimamente vinculados, en
último análisis, con las bases materiales del capitalismo y sus estructuras jurídicas. Por ello
consideran que la meta de una criminología plenamente crítica debe consistir en trascender las
teorías estructurales abstractas o idealistas que confor man el ámbito de discusión, dentro de las
teorías de la desviación.

e) La teoría y la práctica radicales pueden llegar a ser una forma plena de práctica política,
si logran encontrar medios para modificar el mundo social mientras lo investigan.

Además, los autores glosados, consideraron por esos años, que existían tres temas que
orientaban las tendencias de los criminólogos críticos:

Criminología de la Revelación: Concentra su indignación en la actividad de los poderosos,


que en muchos casos no es definida como ilegal o de algún otro modo deja de enjuiciarse en la
práctica. Sin embargo consideraron, que por útil que pueda ser el desenmascarar o revelar la
fachada libre de faltas de la clase dominante, y el señalar las desigualdades en la detención, en la
definición y en el castigo, constituye en última instancia una indignación moral insensata y ateórica.

La posición radical plantea, no obstante, que estos estudios de revelación no deben omitir
un análisis serio de las bases estructurales y económicas de la ley, la legitimación y la moral.

Retorno al estudio empírico de las estadísticas oficiales: Aquí el centro de la atención radica
en la forma desproporcionada, en que los sistemas legales y penales discriminan aplicando las penas
y el control a los desposeídos, los pobres, los integrantes de grupos minoritarios, y, en general, a las
clases inferiores.
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La criminología materialista, que es la adoptada por Taylor, Walton y Young, considera que
la naturaleza y el contenido del delito no pueden captarse sin un análisis completo de su evolución
histórica, y por otra parte, según este planteamiento (con Marx pero en contra de Weber) que ese
análisis histórico revela la primacía no del pensamiento jurídico, sino de las condiciones materiales
como factores determinantes del cambio normativo en general y de las disposiciones legales
criminales en particular. El plan consiste, entonces, en construir una criminología materialista del
derecho en las sociedades capitalistas, fundadas en la propiedad.

Algunos años después, en su libro publicado en 1980 (Italia), Massimo Pavarini, criminólogo
crítico italiano cuestionó al movimiento crítico inglés (así como al norteamericano) agrupado en la
National Deviance Conference, que había surgido en 1968, señalando que "los nuevos criminólogos
ingleses intentaron una inversión idealista del positivismo, reivindicando en el desviado una
subjetividad en rebelión, aunque a esta conciencia no se le atribuyó, al menos inicialmente, ningún
significado ideológico o políticosocial” (2002, p. 158). Luego, esta “primera posición ha sido después
retrospectiva mente definida en términos críticos, por parte de los mismos criminólogos que la
formularon, como enfoque escéptico (...) en cuanto impugnaba al absolutismo criminológico."
(2002, p. 159)

Agrega también Pavarini (2002, p. 160), que el "enfoque escéptico de la desviación se


especificó cada vez más como criminología antiutilitarista y sus objetos privilegiados de análisis
fueron efectivamente las conductas desviadas o criminalizadas de la cultura juvenil, como el uso de
las drogas, las prácticas sexuales no conformistas, las conductas vandálicas en los conciertos pop y
rock, las nuevas formas de vagabundeo (...), fue así que todas las nuevas figuras de la marginación
social (drogadictos, alcohólicos, vagabundos, beats, hippies, etc.) fueron interpretadas como
partícipes del nuevo ejército para una renovada resistencia respecto de los valores utilitaristas de la
sociedad burguesa. Y es esto lo que podemos críticamente definir enfoque romántico."

Según el crítico italiano, tales ideas escépticas y románticas fueron ontológicamente


incapaces de resolverse en una teoría crítica de la sociedad en su conjunto y por eso se mostraron
como obstáculos perjudiciales para la comprensión del fenómeno criminal. Aunque luego, los
mismos críticos ingleses se dieron cuenta del callejón sin salida en que se habían metido, y de dicha
posición de voyerismo moralista pequeño burgués salieron en términos similares a la criminología
radical norteamericana, "o sea a través del compromiso político, a través de la militancia y la
participación activa en las organizaciones de la nueva izquierda," (Pavarini, 2002, p. 161), por ello el
proceso político que parece surgir confusamente es el proyecto libertario de una sociedad
anarcosocialista. Posteriormente se van a dar otros desencuentros, entre otras tendencias críticas.

3) Países escandinavos: Otro grupo importante estuvo integrado por los criminólogos de
estos países, destacando inicialmente Christiansen en 1965; Mathiesen en 1965,1972; Christie en
1968, 1971, los mismos que según la reseña que hicieron Taylor Walton y Young (1977), se dividieron
en dos tendencias:

a. Una, la socialdemocrática, seguida por Christie en 1971, orientada no en resolver los


problemas sino en plantearlos y a mantener una crítica del sistema.
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b. Otra, la "revolucionaria de acción directa", con Thomas Mathiesen, que se propuso no
simplemente denunciar este sistema, sino más bien actuar y cambiar la sociedad.

4) La tendencia italiana: La criminología crítica llega a Italia bastante tarde, según Mosconi
(2007). Es a mediados de los setenta que surge el llamado Grupo de Bologna, cuyo órgano de
difusión fue la revista editada en 1975, "La Questione Criminale", que se publicó hasta el año de
1982. A partir de 1983 se edita la revista "Dei delitti edelle pene".

Entre sus mentores destacaron Franco Bricola, Massimo Pavarini, Pitch, y sobre todo
Alessandro Baratta, quien más tarde va a destacar dentro de esta línea de pensamiento, habiendo
alcanzado una gran recepción en Latinoamérica a partir de los años ochenta. Entre sus trabajos
destacan los artículos "Sistema penale e marginazione sociale" (La Questione Criminale, No.2, 1976),
"Criminologia Critica e Política Penale Alternativa" (La Questione Criminale, No.3,1977),
"Criminologia e dogmática penale. Passato e futuro del modello intégrate di scienza penalistica" (La
Questione Criminale, No. 1, 1979), y en 1982 su libro Criminología crítica y crítica del derecho penal,
y posteriormente una variedad de artículos sobre esta temática, que va a ser bautizada como
orientación crítica minimalista.

Por la década del 70 se formó también el Grupo Europeo para el Estudio de la Desviación y
el Control Penal, el mismo que ha organizado conferencias anuales, la primera en 1973 en Italia;
habiéndose celebrado la décima conferencia en 1982, también en el mismo país, en la ciudad de
Bologna.

La tendencia italiana liderada por Alessandro Baratta (1933-2002), cuyo pensamiento se


plasma en su libro publicado en 1982 (1986 A), así como en trabajos anteriores (Baratta, 1982) y
posteriores (Baratta, 1991), tiene determinadas particularidades:

a) Cuando habla de criminología crítica, sitúa dentro de este movimiento nada homogéneo
del pensamiento criminológico que surgió a fines de los sesenta del siglo pasado, el trabajo
orientado hacia la construcción de una teoría materialista, es decir económico-política de la
desviación, de los comportamientos socialmente negativos y de la criminalización, sobre bases
conceptuales e hipótesis elaboradas en el ámbito marxista. Sin embargo anota que tales trabajos
no se derivan sólo de los textos marxistas, sino que también requieren una vasta obra de
observación empírica, no necesariamente marxista.

b) Desplaza el interés cognoscitivo de la criminología, de las causas de la desviación criminal


hacia los mecanismos sociales e institucionales mediante los cuales se elabora la "realidad social"
de la desviación. El salto cualitativo que separa a la nueva de la vieja criminología, consiste en la
superación del paradigma etiológico del crimen, hacia la visión de la criminalidad como un estatus
asignado a determinados individuos. El delito no es ya una cualidad ontológica de ciertas conductas
y algunas personas, sino que se revela más bien como un estatus atribuido a ciertos sujetos.

c) La criminología crítica se transforma, más y más en una crítica del sistema penal
considerado como sistema dinámico, en el que se distinguen tres mecanismos pasibles de analizarse
separadamente:
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* El mecanismo de la producción de las normas penales o crimlnallzación primaria. Esto


ocurre dentro de una realidad soclopolítica bajo el control estatal.

* El mecanismo de aplicación de las normas o criminalización secundaria, es decir el proceso


penal que comprende la acción de los organismos de averiguación y que culminan en la sentencia.

En este contexto, Baratta (1986 A) cuestiona el llamado "mito de la igualdad" del derecho
penal, que afirma: en primer lugar que protege por igual a todos contra las ofensas a los bienes
esenciales, en los que están interesados la totalidad de los ciudadanos; segundo, que la ley penal se
aplica a todos los infractores sin diferencias. Frente a dicho mito, plantea la crítica de ser más bien
un derecho desigual por excelencia, tanto en la protección de los bienes como en la aplicación de
las sanciones, por cuanto el sistema penal del control de la desviación, así como todo el derecho
burgués, muestra una contradicción entre igualdad formal y la desigualdad sustancial de los
individuos.

* Finalmente el mecanismo de la ejecución de la pena o de la medida de seguridad. Dentro


de este contexto se cuestiona también al sistema carcelario, porque representa el momento final
de un proceso de selección que se inicia aun antes de la intervención del sistema penal, con la
discriminación social y escolar, con la intervención de los institutos de control de la desviación de
los menores, de la asistencia social, entre otros.

Por estas razones, la criminología crítica es incluida, por Joaquín Martin (1983), en el grupo
de corrientes criminológicas que él las llama teorías de la criminalización, frente al grupo de
concepciones criminológicas que se preocupan por explicar los factores del crimen, olvidando o
evadiendo el análisis del sistema penal, y más aún de las condiciones materiales que condicionan
dicho sistema, a las que se denomina con el rubro genérico de teorías etiologistas, que además
cumplen una función auxiliar y legitimadora del sistema penal y social en general.

d) Alessandro Baratta señalaba también, que de la criminología - crítica emergen cuatro


indicaciones estratégicas para la elaboración y desarrollo de una política criminal de las clases
subalternas o política criminal alternativa:

1. De la inserción del problema de la desviación y de la criminalidad en el análisis de la


estructura general de la sociedad capitalista, se deriva la necesidad de una interpretación por
separado del comportamiento socialmente negativo que se manifiesta en las clases subalternas, de
los que se encuentran en las clases dominantes, como la criminalidad económica, criminalidad
organizada, entre otras.

Asimismo se impone la distinción programática entre política penal y política criminal,


entendiéndose con la primera una respuesta a la cuestión criminal circunscrita al ámbito de la
función punitiva del Estado, y la segunda como política de transformación social e institucional. En
tal virtud, una política criminal alternativa coherente se orientará a grandes reformas sociales e
institucionales, para el desarrollo de la igualdad, de la democracia, de formas de vida comunitaria y
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civil alternativas y más humanas, y del contrapoder proletario, en vista de la transformación radical
y de la superación de las relaciones sociales de producción capitalista.

2. De la crítica del derecho penal como derecho desigual derivan consecuencias susceptibles
de analizarse en dos perfiles:

Un primer perfil concierne al ensanchamiento o reforzamiento de la tutela penal, en campos


de interés esencial para la vida de los individuos y de la comunidad. Se trata de dirigir los
mecanismos de la reacción institucional hacia la criminalidad económica, hacia las desviaciones
criminales de los organismos y corporaciones del estado y hacia la gran criminalidad organizada.

Un segundo perfil concierne a una radical y valerosa obra de despenalización, de


contracción al máximo del sistema punitivo. La estrategia de la despenalización plantea la
sustitución de las sanciones penales por formas de control legal no estigmatizantes, como sanciones
administrativas o civiles, entre otras medidas. Asimismo una reforma profunda del proceso, de la
organización judicial y de la policía.

3. Un análisis realista y radical de la función ejercida por la cárcel, plantea su fracaso y como
consecuencia su abolición. Esta fase debe estar constituida por la ampliación del sistema de medidas
alternativas, de las formas de suspensión de la pena y de la libertad condicional, por la ejecución de
la pena en semilibertad, por la extensión del régimen de permisos, y por una nueva evaluación del
trabajo carcelario en todos los sentidos.

4. Finalmente, dentro de una estrategia político criminal radicalmente alternativa, debería


tenerse en máxima consideración la función de la opinión pública y de los procesos ideológicos y
psicológicos que en ella se desenvuelven apoyando y legitimando el vigente derecho penal desigual.
La opinión pública es portadora de la ideología dominante que legitima el sistema penal.

En suma, la criminología crítica no parte de una visión acrítica del sistema penal,
aceptándola sin análisis previo, ni desligado del sistema económico- social que la genera. Por ello,
decía Enrique Ginbernat, citado por Manuel Grosso (1980, p. 72): "Entramos en una época en que
la tarea fundamental va a consistir en levantar el telón del Derecho penal para ver qué es lo que
verdaderamente ha estado escondido detrás de él". Asimismo, podemos anotar que en las
tendencias más influyentes de la Criminología Crítica, por lo menos a través de sus representantes
más importantes, se asumió una concepción económica y la ideología marxista para el análisis
criminológico, así como algunos criterios desarrollados por la tesis de la rotulación, entre otros
aportes, por lo que no existe un consenso de ideas, dándose el caso del disentimiento polémico
entre algunas de ellas, lo que se hace más notorio en las tendencias actuales de esta visión
sociopolítica del fenómeno criminológico (García Pablos 1984; Pavarini, 2002; Young, 2000; Larrauri,
2000; Swaaningen, 2002)).

4.4.3.4. Tendencias de la Criminología Crítica: En las últimas décadas del siglo XX se observó
que dentro de lo que se tiende a considerar como criminología crítica, se diferencian por lo menos
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tres vertientes en pugna que son conocidas como abolicionismo, nuevo realismo de izquierda y la
tendencia minimalista (Martínez, 1990 A), desarrollados en Europa (Swaaningen, 2011), a las que
veremos sucintamente:

A. El Abolicionismo penal: En la década de los años setenta se planteó la eliminación total


del control penal por el criminólogo holandés Louk Hulsman (1923-2009) en 1977, propuesto
también por los estudiosos noruegos Thomas Mathiesen (n.1933) en 1974, 1986 y Nils Christie (n.
1928) en 1981, así como por la profesora francesa Jacqueline Bernat de Celis en 1982, Heinz Steinert
(1942-2011) natural de Polonia en 1984, Hermán Bianchi (n.1924) de Holanda, con su obra
Alternativen zur Strafjustiz en 1986, entre otros. Anotándose su desarrollo e influencia en los países
noreuropeos, expandido luego a otras latitudes. Sin embargo debemos recordar que la crítica radical
al sistema penal, hasta llegar a su supresión fue también planteada ya por otras corrientes desde
mucho antes (Solís, 1993 A).

Para la vertiente abolicionista, al igual que las otras tendencias, el delito no es una cualidad
ontológica, sino una calificación como tal, o como Hulsman decía: "la ley crea al criminal". Asimismo,
lo que el sistema penal llama delito, para los abolicionistas son simplemente conflictos o situaciones
problemáticas, pero no todo lo que la ley llama delito es negativo (Bernat de Celis 1984; Martínez
1990 B; Pérez, 1989; Scheerer, 1995; Solis, 1993 B).

Como anota M. Martínez (1990 B, p.15), la "desaparición del siste ma en su totalidad, es el


objetivo de esta corriente, pues se teme que la abolición de solo alguna de las partes integrantes
del sistema pueda ocasionar lo contrario de lo que la corriente se propone." Asimismo, esta
tendencia asume una nueva percepción y concepción de los hechos, propone evitar la palabra
"delito" y sustituirla por "suceso" o "situación conflictiva"; igualmente considera que tampoco se
debe hablar de "delincuentes" y "víctimas", reemplazándolas por el término de "personas
implicadas" en un problema. De esto deviene que no se justifica la existencia de un aparato judicial.
Bernat dice (1984, p. 132): "Los abolicionistas quisiéramos una sociedad en la que no quede ningún
suceso señalado de antemano como un hecho punible". Al sustituir el concepto de delito se evitaría
caer en el formalismo rígido y estigmatizante del "sistema" penal, optándose por la solución fundada
en la solidaridad y responsabilidad de los implicados en el problema. Además los abolicionistas
plantean que no desean suprimir de golpe el "sistema" penal, sino más bien que su eliminación
puede lograrse en forma gradual.

Los mentores de la actual propuesta abolicionista (Hulsman et al., 1989, 1993) tienen
algunas diferencias políticas importantes, no siendo por tanto una visión homogénea, pudiendo
distinguirse algunas variantes según las fuentes de sus presupuestos ideológicos, entre los que se
cuentan el anarquismo, el marxismo sobre todo en Mathiesen, el cristianismo principalmente en
Hulsman, el liberalismo entre el más influyente. Desde la perspectiva político criminal, sus fuentes
provienen sobre todo del etiquetamiento.

Los seguidores de esta corriente celebran, desde los años ochenta, unos eventos
internacionales (Dunbaugh, 1994) llamados International Conference for Penal Abolitionism
(ICOPA), la primera ICOPA tuvo lugar en Toronto Canadá en 1983; la ICOPA 2 en Amsterdam-
Holanda en 1985; la ICOPA 3 en Montreal-Canadá en 1987; ICOPA 4 en Varsovia-Polonia en 1989;
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ICOPA 5 en BloomingtonUSA en 1991; ICOPA 6 en San José de Costa Rica, 1993; ICOPA 7 en
Barcelona-España en 1995; ICOPA8 enAuckland-Nueva Zelanda en 1997; ICOPA9enTorontoCanada
en el 2000; ICOPA 10 en Lagos-Nigeria en 2002; ICOPA 11 en Tasmania- Australia en 2006; ICOPA 12
en Londres-lnglaterra en 2008; ICOPA 13 en Belfast-lrlanda del Norte en el 2010; ICOPA 14 en
Trinidad Tobago en 2012; ICOPA 15 en Otawa-Canada en el 2014; Icopa 16, en Quito- Ecuador, el
presente año de 2016. Constituyendo un grupo muy dinámico y que propugna la plasmación del
abolicionismo penal.

1) Razones del abolicionismo: El abolicionismo plantea suprimir el

control penal por una serie de consideraciones:

a) El sistema no cumple las funciones que se le asignan, es un sistema anémico. La amenaza


penal no evita los delitos, por tanto no protege la vida, la propiedad ni las relaciones sociales. En
otros tér minos la prevención general no logra su propósito. Tampoco se cumple el principio de la
igualdad de la ley penal, dicho sistema atrapa y sanciona generalmente a las personas de las capas
más pobres, siendo en los hechos una entidad no igualitaria, no obstante lo estipulado por las
normas.

b) Constituye un sistema que produce mayor dolor e injusticia. Jacqueline Bernat considera
que todo el trabajo relativo a la legislación penal no alcanza el propósito de control y reducción del
crimen. El sistema judicial es también objeto de críticas diversas, desde ser demasiado laxa hasta el
extremo de ser superrepresiva. Asimismo, la ejecución de la pena caracterizada por ser coactiva y
que origina sufrimiento en el condenado, no logra lo que se propone, ya que no transforma al
delincuente, sino más bien lo aniquila.

c) Reprime las necesidades humanas. Se afirma que si la mayor parte de los delitos o
"conflictos" "son expresión de necesidades humanas frustradas, la respuesta punitiva es solo la
represión de estas. Y las reprime para ocultarlas, para esconder que el Estado y la sociedad no son
capaces de satisfacerlas" (Martínez, 1990 B, p.58)

d) El sistema penal es estigmatizante. El condenado o procesado queda marcado ante el


entorno social y ante si mismo.

e) También se arguye que el sistema penal expropia el conflicto a las partes implicadas en
él. "La víctima en un caso penal es una especie de perdedor por partida doble en nuestra sociedad:
en primer lugar frente al infractor y después frente al Estado. Está excluido de cualquier
participación en su propio conflicto. El Estado le roba su conflicto” (Martínez, 1990 B, R 49). En otros
términos, al sistema penal no le interesa la víctima, se orienta a descubrir una "verdad" procesal.

f) Las instituciones como la cárcel, sufren desajustes que atenían contra los "derechos
humanos del interno". No solo privan de su libertad al delincuente, sino que se le priva también del
hogar, del trabajo, de sus amistades y de otros derechos. Asimismo las voces críticas sobre el ámbito
penitenciario, arguyen que la resocialización ha fracasado. Es frente a esta "debacle" que surge la
posición abolicionista, no para reformar o salvar dicho sistema, sino más bien para trastocarla por
una nueva visión "de la sociedad y de los conflictos interpersonales que en ella se dan."
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g) Además existen incongruencias, entre las diversas entidades que entran en juego en el
"sistema" penal, desde el momento de la elaboración de la ley, hasta que el delincuente sale de la
cárcel, si es que es privado de su libertad. Dice J. Bernat (1984) que cada entidad actúa por su cuenta,
el legislativo, la policía, fiscalía, jueces, administradores, entre otros, como si fuesen independientes
de las demás, según la conocida ley de división del trabajo.

2) Alternativas que propone el abolicionismo: Esta corriente no persigue la eliminación de


todo control social, sólo del control penal, porque toda sociedad requiere un cierto tipo de orden.
Según nuestro punto de vista, lo que propone esta tendencia es la sustitución del control penal por
un control no penal. Al respecto preconizan la sustitución del derecho penal y del aparato que
requiere su puesta en práctica, por medidas comunitarias, basadas sobre la conciliación, el arbitraje,
y las sanciones con carácter más civil que penal. En suma, las alternativas que propone el
bolicionismo son:

a) Justicia comunitaria: El hombre debe regresar a muchos valores de las sociedades


primitivas, de tal modo que se desarrolle una justicia en ámbitos reducidos como barrios o pequeñas
localidades, con participación sólo de los implicados, familiares o vecinos, recurriendo a las prácticas
comunitarias o tradicionales.

b) Justicia civil compensatoria, así como laboral o administrativa:

Se plantea que la justicia civil asuma la solución del conflicto antes que el sistema penal,
optando por la compensación o reparación civil, o bien que se recurra a los otros fueros no penales

En este contexto se confía también en la conciliación o acuerdo entre las partes implicadas
en el "conflicto social".

3) Críticas a las alternativas abolicionistas: No obstante de que existe, en términos


generales, cierta aquiesencia con las objeciones al control penal que hace el abolicionismo, sus
planteamientos son objeto de cuestionamiento por parte de las demás tendencias de la criminología
crítica.

a) Las posibilidades de un acuerdo entre las partes, en una sociedad tan desigualitaria como
la nuestra, plantea muchas dudas de que permita llegar a una conciliación equitativa. Si actualmente
bajo la intervención del sistema judicial, los que tienen mayor poder avasallan a los más débiles o
menos poderosos, un acuerdo entre esas partes desiguales resulta ilusorio. Hay además un exceso
de confianza en las buenas intenciones de las partes en conflicto o en comunidades románticas,
viviendo una sociedad industrial cada vez más compleja e impersonal a inicios del siglo XXI.

En otros casos la alternativa de compensación puede resultar ilusoria, de acuerdo al nivel


económico del obligado.

b) La justicia comunitaria y/o tradicional tiene sus limitaciones y también puede tener sus
excesos, como se puede apreciar en el actuar de las "rondas vecinales" de nuestra capital así como
de las rondas campesinas en las zonas rurales. El planteamiento abolicionista parte de una imagen
lírica de tales comunidades, de una especie de "hombre bueno por naturaleza".
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c) Nosotros consideramos que en nuestra realidad judicial, tanto la justicia penal como civil
merecen objeción y desconfianza, sobre todo por los sectores sociales marginados o menos
poderosos. Además las personas en conflicto no siempre provienen de ámbitos sociales iguales, sino
que uno puede ser de mayor poder económico, político o militar.

d) Según nuestro punto de vista, la corriente abolicionista deja entre paréntesis el


fenómeno del poder que es el que genera ese control penal que se quiere abolir. Por ello es en
realidad un abolicionismo idealista, que basado en el discurso o la buena voluntad pretende lograr
la eliminación del control penal,

e) Asimismo, como anotan sus críticos, los términos propuestos por el movimiento
abolicionista, corresponden a la concepción que sus representantes tienen de los "delitos" o
"situaciones conflictivas", dando la impresión que se tratara sólo de disgustos o de "malos
entendidos"; de esta manera banalizan todo estos hechos que suceden en la sociedad."(Martínez,
1991)

Stanley Cohén (1989, p. 364) dice que “por muy atractivo que aparezca el proyecto
abolicionista, no ofrece solución realista a todos los problemas del control del delito”. También se
plantea que el abolicionismo no es realmente una teoría (Scheerer, 1995).

B. El nuevo realismo de izquierda: Surge por los años 80 en Inglaterra con Jock Young, Roger
Mattews y John Lea (Hopkins, 2002), de la Universidad de Middlesex, tratando de superar el
"idealismo" inicial de la corriente crítica, y enfrentando a la política conservadora que toma el poder
en Gran Bretaña y USA, la misma que ante el aumento de la criminalidad planteaba la campaña de
"Law and Order" avalado por el movimiento penal denominado neorrealismo de derecha. Frente a
ello los criminólogos críticos de esos países, que se oponen a ese movimiento, se autodenominaron
"neorrealistas" de izquierda.

1) Propuestas del neorrealismo de izquierda: Esta corriente crítica asume una serie de
replanteamientos a los postulados iniciales:

a) Plantean que la criminología crítica debería regresar a ocuparse de la etiología del delito
y sobre todo a los estudios victimológicos, con el objetivo de denunciar la injusticia estructural de la
que el delito sería una expresión. El nuevo realismo acusa a los demás criminólogos críticos de haber
abandondo el estudio de las "causas del delito", para dedicarse a la economía política y a la teoría
del Estado, y de no desarrollar una "sociología del crimen", que les permita comprenderlo como un
"problema real para la mayoría de la gente" (Martínez, 1990 A). Sin embargo, según Baratía y
Martínez, los minimalistas no rechazan el análisis de las "causas" del delito", aunque cuestionan a
los neorrealistas de volver al etiologismo (?).

b) Proponen tomar en serio la realidad del delito. Por tanto consideran al crimen como un
problema real, sobre todo para los sectores desposeídos, que son las víctimas principales del delito.
Asimismo son los miembros de los sectores más desfavorecidos, los que más delitos cometen. La
criminalidad no es solo un fenómeno interclasista sino sobre todo intraclasista, y enfrenta "a los
desprotegidos entre si, con lo cual estos olvidarían a su enemigo real, es decir, la injusta naturaleza
de la sociedad capitalista." (Martínez, 1990 A, p.21)
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Los neorrealistas acusan a los demás criminólogos críticos de visión romántica, al asignar,
según ellos, valor político al delito y considerar que el aumento del crimen es el resultado de la
actividad selectiva de la justicia penal. Sin embargo los minimalistas no aceptan tal crítica porque
señalan que dichas limitaciones fueron precisamente de los críticos ingleses hoy neorrealistas.

c) La criminología crítica habría abandonado los estudios sobre la víctima: Los neorrealistas
plantean que regresar a tal estudio es tarea importante para eliminar el idealismo que la disciplina
sufriría y para alcanzar una relación diferente con los grupos de mayor riesgo; es decir, con la clase
trabajadora, que es según ellos, víctima principal de la criminalidad. Anota Giddens (1998), que el
neorealismo de izquierda trata de centrar su atención en las víctimas de los delitos, en vez de
preocuparse sólo de los delincuentes, afirmando que la investigación de la víctima proporciona un
cuadro más real de la importancia de la criminalidad que las estadísticas oficiales.

d) Reducción del control penal y extensión a otras áreas. Al igual que los minimalistas
proponen una línea reduccionista en la Política criminal: descriminalizar unos delitos, y a la vez
criminalizar otros.

e) Reinserción del delincuente mediante alternativas a la reclusión, como prestar servicios


y resarcir los daños ocasionados.

f) Proponen facilitar la creación de una nueva relación entre la policía y la sociedad

g) Defensa de la prisión para casos extremos. El nuevo realismo de izquierda plantea que la
prisión debe ser mantenida, pero solo en las extremas circunstancias que la libertad del delincuente
represente peligro para la sociedad. Asimismo se propone que la vida en el inte rior de la prisión sea
lo más "normal" posible y que se implante el arresto de fin de semana para que el condenado
conserve su trabajo y su vida social normal. Este replanteamiento del neorrealismo es el más
cuestionado por las otras tendencias críticas.

h) La delincuencia, para estos autores, es el producto de profundas desigualdades


estructurales, según anotan Macionis y Plummer (2000).

2) Críticas al neorrealismo de izquierda: Tanto para los minimalistas como para


abolicionistas, el planteamiento del neorrealismo es visto como un retroceso hacia perspectivas
etiologistas, por volver al estudio de las causas del delito en forma similar al positivismo.

C. La tendencia minimalista: Su mentor mas importante fue Alessandro Baratía (1933-


2002), quien tuvo mucha ascendencia en los criminólogos críticos latinoamericanos, por lo que bajo
su influencia la tendencia minimalista fue recepcionada en América Latina, como expresión de la
criminología crítica contemporánea. Para esta visión, el sistema punitivo representa un subsistema
funcional de la reproducción material e ideológica (Legitimación) del sistema social global, es decir,
de las relaciones de poder y de propiedad existentes (Martínez, 1990 A,), y no una tutela de los
intereses de la mayoría de los individuos. Criterio que en general asumen todas las vertientes
críticas, con lo que también concordamos desde mucho antes.
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Sin embargo, este sistema penal no es posible revertirlo aquí y ahora, "es un hecho social
que no se puede desconocer, y mientras se preparan las condiciones políticas para abolirlo él debe
transformarse y reducirse al mínimo" (Martínez, 1990 A, p. 34). Por ello, la propuesta minimalista
es que la ley sirva para limitar la violencia institucional; asimismo que la intervención punitiva sea
limitada también a través de una serie de principios, de acuerdo a los criterios de una política
criminal alternativa.

1) Variantes del Reduccionismo Minimalista: Se pueden destacar dos expresiones:

a) La representada por Luigi Ferrajoli (1995), plantea que la ley penal puede representar la
defensa del más débil, ante eventual reacción más fuerte que la sanción institucional por parte del
ofendido. Asimismo como prevención de la amenaza o comisión del delito. Este planteamiento, para
sus críticos, asignaría al derecho penal el sentido que se le reconoció en la época del lluminismo.

b) Otra alternativa minimalista está liderada por Alessandro Baratta, quien consideró que la
ley penal "puede representar la protección de los derechos humanos fundamentales desconocidos."
sobre todo porregímenes represivos, "como por la presencia de situaciones problemáticas".

Lo que se pretende según esta alternativa, no es reconocer una legitimidad al sistema penal
vigente, sino que trata de llevar a la práctica o hacer efectiva los principios que el Estado de derecho
proclama, pero que no cumple. De tal modo que la intervención penal sea menos coactiva y
perjudicial, tanto para el individuo como para la sociedad.

2) Propuestas Minimalistas: En términos sumarios, la propuesta

de política criminal minimalista, según comenta M. Martínez (1990

A), es la siguiente:

a) Transformación radical de la sociedad como la mejor política criminal. Se plantea que una
real política criminal alternativa cons tituye una política de transformaciones radicales, tanto
sociales como institucionales, para el logro de la igualdad y la democracia, "para la superación de
las relaciones sociales de producción capitalista"

b) Reducción del sistema penal y extensión a otras áreas: Los minimalistas, así como el
nuevo realismo de izquierda, postulan descriminalizar una variedad de conductas criminales, como
delitos contra la familia, la moralidad pública, etc., pero a su vez plantean ampliar y reforzar la
protección penal de ciertos "intereses colectivos, tales como la salud, la seguridad en el trabajo...".

Realmente ellos pretenden mediatamente, la abolición del sistema penal, pero como paso
intermedio proponen medidas alternativas (libertad condicional* suspensión condicional, arresto
de fin de semana, etc.), de tal modo que las sanciones penales "se hagan menos dolorosas y
marginalizantes y para que los condenados no pierdan su vínculo con la sociedad a la cual se
pretende reintegrarlos.

c) Se cuestiona a la resoclalización. Sin embargo plantean redefinir el concepto de


tratamiento como "servicio", en el sentido de que la permanencia del condenado en la prisión se
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transforme en compensaciones de las situaciones de carencia padecidas antes de su reclusión:
"recibir instrucción general y profesional, servicio sanitario, sicológico, etc.".

d) Defensa de un nuevo derecho penal a corto plazo. Para el "remanente" derecho penal
que se defiende, los minimalistas, han formulado una serie de principios con los cuales se
garantizarían los derechos humanos fundamentales. (Baratía, 1986 B, 2004; Zaffaroni, 1988,
Zaffaroni, S/f).

3) Críticas a la tendencia minimalista: No obstante lo contempo rizador de sus propuestas,


sin embargo se han planteado críticas a esta corriente.

a) Se objeta que el sistema penal no podría violar los derechos humanos y a la vez
garantizarlos. Por tanto los minimalista no harían sino relegitimar el sistema contra el cual
anteriormente se había combatido, y defender "ahistoricamente" a un enemigo de la democracia.

b) El minimalismo de Baratía y que en latinoamérica asumen sus seguidores, no se diferencia


sustancialmente de la vertiente abolicio nista, porque mediatamente esa es la perspectiva futura a
la que aspira esta tendencia, por lo que podemos ubicarlo con mayor certeza dentro del
abolicionismo, como un abolicionismo realista o mediato, ya que es indudable que en los momentos
actuales, llevar adelante una política en dicho sentido es impracticable desde varias perspectivas.
Una primera y fundamental es la de no tener el PODER del Estado para materializar esa opción, ello
obligaría a seguir entonces una línea de acción política activa que les permita alcanzar esa meta
previa. Si no inicia esa acción y se quedan en el fácil discurso de cuestionar al sistema penal y
defender transitoriamente un derecho penal mínimo, realmente no estarían demostrando
convicción de querer alcanzar el Estado y la sociedad ideal que tácitamente proponen, para abolir
el control penal o social, ya que el poder no se alcanza con discursos; en segundo término, en el
supuesto que se tomara el poder tampoco creemos que la realidad criminal se pueda eliminar con
Decretos o con buenas intenciones. La historia social y política de la humanidad es una lección que
no se debe olvidar.

c) La crítica al etiologismo que aún mantienen, se contradice con la afirmación de que no


desconocen el estudio de las "causas" del delito que señala Baratía (Martínez, 1990 A). Al respecto
debemos recordar la autocrítica de Emiro Sandoval en 1989 (1994, p. 4), de que los estudios
empíricos de las "conductas socialmente dañinas o negativas" son las que "hasta el momento menos
desarrollo y concreción teóricos han recibido por parte de la criminología crítica"

d) La crítica que hacen a la resocialización no es congruente con el planteamiento de la


reintegración social que propone Baratta (1991).

e) El cuestionamiento a la criminalización se contradice con la política alternativa de


criminalizar cierto tipo de delitos, y el apoyo a las propuestas feministas de penalizar el machismo y
la violencia cometidos por varones. Lo que en otros términos llevaría a aceptar que hay una
criminalización injusta y opresora, frente a una criminalización justa y democrática.

La crítica más elaborada al pensamiento de Baratta plasmado en su libro Criminología crítica


y crítica del derecho penal, ha sido hecha por Marcelo Aebi (2004, 2007)
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E. Críticas de Pavarini a los movimientos críticos: Si bien Massimo Pavarini, en 1980,
planteó duros cuestionamientos a las corrientes críticas norteamericana e inglesa, parte de sus
objeciones recaen también contra las tendencias minimalistas y abolicionistas, cuando afirma que
de este movimiento de la nueva criminología, muy poco se puede salvar hoy "más allá de una
gratificante y culturalmente seductora crítica a las miserias de la criminología ortodoxa. De
realmente alternativo, en cuanto a indicaciones políticas, verdaderamente no se puede escoger gran
cosa, como que no sean las genéricas consignas que han caracterizado a todos los movimientos
políticos y culturales de la "nueva izquierda" de este último decenio; abolición de las instituciones
totales;despenalización de muchas conductas crimina lizadas (como por ejemplo, el aborto, el
consumo de estupefacientes, los delitos llamados de opinión, etc.); contención del poder
discrecional de las agencias de control social (magistratura y policía); reafirmación, en verdad a
veces inspirada por razones tácticas, del valor político de las garantías liberal-burguesas
(garantismo), etc." (2002, p.163)

Frente a las diferentes visiones dentro del movimiento crítico, la pregunta natural es ¿que
tendencia realmente representa a la crimino logia crítica?; obviamente la respuesta depende de que
anteojera ideológica se use. Al respecto, dentro del contexto de Latinoamérica, los críticos de este
“margen” se afiliaron a las corrientes del movimiento europeo, sobre todo el minimalista. En este
punto, Rosa del Olmo decía en 1987, en plena época de euforia de los críticos latinoamericanos, que
Baratta había despertado idolatría entre ellos, y que su pensamiento había sido asimilado
acríticamente, y que tal teoría "pareciera más bien teología con un lenguaje privado de los creyentes
y para los creyentes" (1987, p.78).

F. ¿La conducta criminal solo etiqueta creada por decisión socio política?; La comprensión
de la conducta delictiva, basada en la negación de los factores causales de dicho comportamiento
según los teóricos de la rotulación, que alcanzó su mayor influencia por los años sesenta del siglo
pasado, fue asumida también por la criminología crítica, como un postulado central de dicha
corriente por los años setenta. Sin embargo hubo un retorno al estudio de las causas del crimen por
el neorrealismo de izquierda, y en forma difusa en la década de los ochenta y noventa por el
minimalismo de Baratía, con la excepción de algunos "críticos" latinoamericanos que todavía
afirman que ya "la tesis etiologista esta superada" (Bustos y Larrauri, 1993); o bien como expresa
otro ilustre críminólogo, aludiendo a la comprensión psicológica de la conducta delictiva: "siempre
me pareció absurda la explicación psicológica del acto criminal, en la medida en que la existencia de
este último depende de una definición de carácter normativo " (García Mendes, 1995). Es decir, de
acuerdo a dicha idea, los procesos psicológicos subyacentes en la conducta humana no tendrían
existencia, porque sus manifestaciones conductuales resultarían de las definiciones o rótulos
normativos. En otros términos, el acto de quitar la vida a otra persona, tomar una cosa ajena, forzar
una relación sexual, entre otras, son producto de etiquetas normativas y que su "existencia”
depende de los rótulos o definiciones, y todo el proceso psicológico subyacente para comprender
tales actos resultarían sin sentido o absurdos, según tal razonamiento crítico.

Al respecto, Baratta, no obstante asumir la tesis del etiquetamiento dentro de una


perspectiva marxista y otras influencias, planteó también hace ya treintaicuatro años observaciones
a tal tesis en su libro editado en 1982, teniendo en cuenta los criteros de la cñminóloga alemana
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Gerlinda Smaus de 1975, señalando que la teoría de la rotulación reduce la criminalidad a la
definición legal y al efectivo etiquetamiento y deja "fuera del análisis la realidad de
comportamientos lesivos de intereses merecedores de tutela, es decir de aquellos
comportamientos (criminalizados o no) que aquí denominamos "comportamientos socialmente
negativos".." (1986, p.98). Además Baratta, anotaba que también L. Hulsman introdujo en 1978 la
denominación de situaciones problemáticas, en reemplazo de lo que la ley llama delitos, idea que
es similar a su noción de "comportamientos socialmente negativos", aunque él prefería su "rótulo"
frente a la "etiqueta" creada por Hulsman. Años después, en el apéndice a su obra Criminología
crítica editada en castellano (1986), Baratía agregó un conjunto de cuestionamientos a la tesis de la
rotulación, entre las que señaló que "al evaluar la criminalidad y la desviación como resultados de
un proceso de definiciones puede provocar en ese contexto, el ocultamlento de situaciones
socialmente negativas y de sufrimientos reales.". Además precisó que, dentro de la criminología
crítica, "se están produciendo, desde hace algún tiempo, tentativas para desarrollar una teoría
materialista de las situaciones y de los comportamientos socialmente negativos así como de la
criminalización.." (1986, pp.226-227), aunque no fue muy explícito sobre la necesidad de estudiar
las causas de tales conductas socialmente negativas, se interpreta que sí era factible hablar de
causas en la criminología crítica.

Mas tarde, en 1990, si bien no llega a ser lo suficientemente preciso, señaló que el
"problema de la etiología no ha sido ignorado por la criminología científica y crítica. Por el contrario
(...), son dos, no una, las Investigaciones "etiológicas" de las que se puede ocupar la criminología
científica. Sin embargo, el status científico de la disciplina debe ser definido en forma diferenciada,
según que se trate de Investigaciones sobre los procesos de definición o de las situaciones
soclalmente negativas..." (Martínez, 1990 A, p. 112).
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De lo anterior podemos resumir que, según los puntos de vista que se manejen, la conducta
humana puede ser "rotulada" o calificada según perspectivas diversas: Sea el criterio penal, el
sociológico, el propuesto por Baratta, el asumido por Hulsman, así como por los criterios
criminológicos anteriores a la criminología crítica. Pero según nuestra apreciación, todos ellos no
dejan de ser etiquetas que se asignan a ciertas formas de comportamiento humano, y por tanto
pasibles de críticas porque no son consensúales. Además las etiquetas no generan el
comportamiento, siendo éste preexistente al rótulo, además tampoco existen criterios objetivos
firmes que sustenten los "rótulos" que propone Baratía, denominados comportamientos
socialmente negativos, y que supuestamente serían mas objetivos que los rótulos legales o de la
criminología "liberal" que ya desde mucho antes planteó también una noción criminológica de la
conducta delictiva diferente a la noción penal, y que desde nuestro punto de vista no se distingue
en el fondo de los "rótulos" informales que proponen Baratta o Hulsman.

Como se puede ver, para las tres tendencias más conocidas en que divergen lo que hoy se
llama Criminología Crítica, no existe consenso en uno de sus primigenios postulados centrales, que
fue la negación y crítica radical de las "causas" del crimen, la misma que es retomada claramente
por el "Nuevo realismo de izquierda", que plantea volver al estudio de las causas del crimen. Incluso
en la corriente garantista o minimalista liderada por Baratta, como ya lo hemos visto, no se niega el
estudio de las causas del crimen. No obstante, algunos autores latinoamericanos, afiliados a su
punto de vista, parecen no concordar con Baratta; por ejemplo resulta inverosímil que en un trabajo
posterior al del autor italiano comentado, Juan Bustos (1993) hablara del "agotamiento de la vía
causal.".

En los últimos lustros del milenio anterior, en Latinoamérica se apreciaba una visión
heterogénea de la criminología crítica, en quienes lo único consensual era la expresión coral de
llamar "positivistas" a los que no seguían sus puntos de vista, además de tener como tema central
de estudio el "control social" o el "control penal", donde ya existen discrepancias. En este contexto,
la tesis barattiana de estudiar las causas de los comportamientos socialmente negativos o dañosos,
parece que no es aceptada por algunos críticos radicales partidarios del discurso político y otros
quizás no están de acuerdo con su mentor y maestro guía. Al respecto, es sintomática la apreciación
de

M. Martínez (1999, p. 272), que en un trabajo posterior, señala que los críticos, excepto los
neorrealistas de izquierda, centran su objeto de estudio en el sistema penal, pero anota que autores
como Baratta y Smaus, “además del objeto antes señalado, están por la ampliación hasta las
llamadas "situaciones socialmente negativas". Esto significa, que en la visión posterior de Baratta,
sigue vigente “la distinción, para la criminología crítica, de dos dimensiones: la llamada dimensión
de la definición, como teoría y sociología del Derecho Penal, que cumpla la función de controlar
internamente el funcionamiento del sistema de justicia penal, y además la dimensión
comportamental, como teoría de todas las conductas socialmente dañosas y no sólo de aquellas
definí das como dañosas por la legislación penal. Sin embargo, el mismo autor reconocía que la
disciplina se ha dedicado fundamentalmente a la primera dimensión, habiéndose quedado la
segunda en meros propósitos" (Martínez, 1997, p. 272). El comentario que hace Martínez de la tesis
de Baratía, no muestra anuencia por el estudio causal del crimen. Sin embargo, desde otra posición,
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en un trabajo también último, el estudioso argentino Carlos Elbert (1999), cuando habla del objeto
de una criminología posible, incluye el "enfoque etiológico" y el "enfoque crítico", estando
tácitamente de acuerdo con Baratta.

De todo lo dicho, vemos que en los críticos minimalistas o garan tistas latinoamericanos,
seguidores de Baratta, no existe consenso, y como anota M. Martínez (1999, p. 266,) "no se puede
ocultar que los desacuerdos han producido confusión y desánimo entre quienes preten dían, como
criminólogos críticos, objetivos como el de contribuir a transformar la realidad social (...)
Igualmente, ha sido el pretexto de algunos oportunistas para cambiar de actitud y permitirse ser
absorbidos por el funcionamiento del sistema.que combatían.."; en este según do punto cuestiona
la actitud arribista de algunos proclamados críticos y cuestionadores del control social o penal, que
luego trabajan dentro del sistema para consolidar dicho control o como operadores del mismo.

4.4.4. CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL O TEORIAS DE LA OPORTUNIDAD: El desarrollo de esta


corriente tiene diversos antecedentes que son diferentes a las de las teorías ecologistas; además,
como anotan los Brantingham, citados por Laura Vozmediano y San Juan (2010, p. 35), la
“Criminología ambiental plantea que los eventos delictivos deben entenderse como una confluencia
de infractores, víctimas u objetivos del delito, y normativas legales, en escenarios específicos,
ocurriendo en un momento y lugar concreto..”. Las premisas de este enfoque criminológico pueden
resumirse en tres puntos (Wortley y Mazerolle, 2011):

1) El comportamiento criminal está influenciado de manera significativa

por el ambiente en que se produce.

2) La distribución de los actos delictivos en el espacio y tiempo no es aleatoria, los estudios


empíricos muestran que los delitos se concentran en determinados lugares y horas, pudiéndose
establecer patrones.

3) La comprensión de los ambientes criminógenos y de los patrones del delito, constituyen


elementos útiles para su control y prevención.

En esta perspectiva se toma en cuenta, sobre todo el papel del entorno o las características
de cada escenario como oportunidades favorecedoras del evento delictivo, habiéndose
desarrollado diversos enfoques que, como anotan Felson y Clarque (1998), se basan en que las
oportunidades fáciles o tentadoras atraen o incitan a la acción delictiva.

Dentro de esta línea de comprensión de la criminalidad están el enfoque o teoría de la


actividad rutinaria, la perspectiva de la elección racional y la teoría del patrón delictivo.

4.4.4.1. Teoría de las actividades rutinarias (TAR) o cotidianas:

Presentada inicialmente por Lawrence E. Cohén y Marcus Felson en 1979 en el artículo


“Social change and crime rate trends: a routine activity approach” (American Sociological Review),
ampliado en posteriores trabajos, habiendo alcanzado un amplio desarrollo hasta la fecha. Esta
concepción del delito considera que para la ocurrencia de un evento delictivo, tiene que darse una
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convergencia, dentro de un tiempo y espacio determinados, de tres elementos esenciales, razón
por la cual también se le denomina a esta tesis como el “triángulo de la criminalidad”:

1) Un objetivo o blanco apropiado de interés, que puede ser cualquier cosa o persona que
pueda incitar un acto delictivo en un infractor motivado. En este caso el blanco debe estar
“disponible”, y esto depende de cuatro características graficadas en el acrónimo VIVA.

a. Valor del bien, que depende de la evaluación del actor

b. Inercia, relativa al tamaño del objeto que sea removible, y si es una persona apreciar su
capacidad de resistir

c. Visible

d. Accesible;

2) la carencia o falta de un vigilante adecuado. El vigilante puede ser cualquier persona o


medio material que pueda proteger a un blanco para no ser ser víctimizado.

3) un posible delincuente motivado. En este caso el acto delictivo puede ocurrir cuando el
potencial delincuente piensa que el objetivo es conveniente, por la ausencia de vigilante o el que
existe es deficiente.

4.4.4.2. Teoría o de la elección racional (rational choice) (TER) o de la decisión racional:


Esta perspectiva para explicar el evento delictivo fue desarrollada por Dereck B. Cornish y Ronald V.
Clarke en el libro The reasoning criminal: Rational choice perspectives on offending (N.Y.) en 1986,
en el que la acción delictiva es comprendida como una serie de decisiones y procesos que realiza el
delincuente. Como anotan Felson y Clarke (1998, p. 201), la “teoría de la elección racional tiene la
imagen de un delincuente que piensa antes de actuar, aun cuando lo haga sólo por un momento,
teniendo en cuenta algunos beneficios y costes de la comisión del delito. Sin duda, el cálculo del
delincuente se basa principalmente en lo más evidente e inmediato, mientras que descuida los
costes y beneficios más remotos del delito o de su evitación.”. Los potenciales infractores buscan
maximizar su placer y minimizar su dolor, y en base a ello deciden delinquir cuando el riesgo de ser
detenidos es menor a las potenciales recompensas. En resumen, según esta teoría:

o El ser humano, desviado o no, es un ser racional

® La racionalidad supone un cálculo de las metas, las mismas que pueden ser económicas o
instrumentales, y también metas no instrumentales, como diversión, prestigio, gratificación sexual,
lastimar a otros, etc.

• Las personas eligen libremente sus conductas, desviadas y no desviadas, en base a cálculos
racionales

« El aspecto central del cálculo es el análisis de costo-beneficio (placer contra dolor)


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Antecedentes: Algunos autores consideran que sus fuentes lejanas están en la “escuela
clásica” de Beccaria, aunque este autor no desarrolló una explicación de la conducta criminal. Los
precedentes más cercanos y que si plantearon la comprensión de la criminalidad provienen de la
investigación realizada por economistas como Gary Becker (1930-2014), impulsor de la teoría del
costo-beneficio en el crimen, tesis que presentó en 1968 en el artículo “crime and punishment: An
economic approach” (Journal of political economy, vol. 76, No.2), autor que luego fue premio nobel
de Economía en 1992; también Isaac Ehrlich en 1973 con su artículo “Participation in ilegitímate
activities: Atheoretical and empirical investigaron” (Journal of political economy, Vol. 81, No.3);
asimismo John M. Heineke que en 1978 publicó Economic models of criminal behavior. Igualmente
hay influencia de la teoría de la actividad rutinaria (TAR) entre otros estudios.

Modelos o ramas de la TER: Se considera que dentro de esta teoría existen dos ramas
principales, los modelos puros y los modelos limitados (Paulsen et al. 2009).

1) El modelo puro de la teoría: Es el modelo más rígido, y plantea que el delincuente escoge
llevar adelante la ejecución de un delito bajo conocimiento completo y libre voluntad, teniendo en
consideración todos los posibles riesgos y recompensas, antes de asumir tal decisión.

2) El modelo limitado de la tesis: Según esta perspectiva, los potenciales infractores piensan
antes de actuar, incluso por un solo momento, teniendo en cuenta por lo menos algunos de los
beneficios y costos del acto delictivo. Esta visión es más cercana a la realidad

4.4.4.3. Teoría del patrón del crimen: La posibilidad de que los

delincuentes encuentren víctimas u objetos para su accionar delictivo está en función del
desplazamiento cotidiano a través del espacio y del tiempo de ambos actores (delincuente-víctima),
tesis que fue desarrollada por Paul Brantingham y Patricia Brantingham en Patterns in críme en
1984, y en Environmental críminology de 1991.

En esta teoría, toda estructura de la oportunidad delictiva se centra en la convergencia en


tiempo y espacio de la motivación de los infractores y las características del blanco. En suma, esta
teoría analiza como se mueven en el tiempo y en el espacio los sujetos infractores y las víctimas
involucradas en el delito, considerando tres conceptos principales (Felson y Clarke, 1998):

1) Nodos, que hacen referencia a desde donde y hacia donde se trasladan las personas. Los
delitos no sólo se generan en esos lugares, sino también en zonas cercanas a ellos. Los delincuentes
buscan los objetivos del delito alrededor de los “nodos” de actividad personal, como pueden ser el
hogar, la escuela, zona de ocio y rutas entre ellos.

2) Las rutas, que siguen las personas en su actividad diaria, ligadas estrechamente con los
lugares donde son víctimas de delito. Por ello esta teoría presta atención a la distribución geográfica
del delito y al ritmo de actividad diaria (Mapas del delito según horas y días de la semana).

3) Los límites, que son los confines de las áreas donde la gente habita, trabaja, compra o
busca entretenimiento. Es más probable que algunos delitos ocurran en los límites, por la
concurrencia de personas de distintos lugares.
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Las teorías de la oportunidad delictiva o criminología ambiental, comparten muchas ideas


comunes. Al respecto, como señalan Felson y Clarke (1998, p.202), las “tres teorías de la
oportunidad delictiva pueden ordenarse según el ámbito al que otorgan mayor atención, partiendo
de la sociedad en el sentido amplio (actividades rutinarias) hasta llegar al área local (teoría del
patrón delictivo) y el individual (elección racional). Juntas nos dicen que tanto desde la sociedad en
general como en el ámbito local se pueden cambiar las oportunidades de delinquir y que el
delincuente individual adoptará sus decisiones en respuesta a tales cambios.”. Ademas, de todos
estos estudios se han generado una serie de prácticas y principios que se denominan “análisis del
delito”.

También es importante anotar las diferencias con las tendencias criminológicas etiologistas,
que dedican sus esfuerzos al estudio de los factores que condicionan porque un individuo se
convierta en infractor, mientras que las criminología ambiental y el análisis del delito se interesan
por el evento delictivo, el delito.

Felson y Clarke (1998), partiendo del principio general que la oportunidad causa el crimen,
desarrollaron diez principios de la oportunidad del delito:

1) Las oportunidades desempeñan un papel en la causación de todo delito

2) Las oportunidades delictivas son sumamente específicas

3) Las oportunidades delictivas están concentradas en el tiempo y en el espacio

4) Las oportunidades delictivas dependen de los movimientos de la actividad cotidiana

5) Un delito crea oportunidades para otro

6) Algunos productos ofrecen oportunidades de delito más tentadores

7) Los cambios sociales y tecnológicos producen nuevas oportunidades delictivas.

8) Las oportunidades pueden reducirse y prevenir el delito

9) La reducción de las oportunidades no suele desplazar el delito.

10) Una reducción de oportunidades focalizada puede producir un descenso de delitos más
amplio.

4.5 CRIMINOLOGIA Y CRIMINALIDAD FEMENINA

4.5.1. LA CRIMINALIDAD DE LA MUJER: El fenómeno delictivo es una realidad en la que


participan tanto hombres como mujeres, sin embargo podemos apreciar que dentro de la
criminalidad global, el índice de la delincuencia de la mujer y los tipos de delitos cometidos, se
diferencia sustancialmente de la criminalidad del varón.
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En nuestra legislación penal la delimitación de ciertos delitos, especialmente vinculados a
la mujer son pocos. De acuerdo a nuestro código vigente tenemos el infanticidio (Art.110 C.P.) cuyo
actor sólo puede ser la mujer, también en el autoaborto y en el aborto consentido (Art.114 C.P.), así
como en el fingimiento de embarazo o parto (art.144 C.P.). Sin embargo, de estos actos delictivos
tipificados en nuestro texto penal, probablemente el aborto es el único que tiene una incidencia
real bastante grande, pero también los niveles de la cifra negra en esta criminalidad son muy altos.
En los otros delitos, infanticidio por ejemplo o fingimiento de embarazo, se trata de actos delictivos
escasos o poco frecuentes.

Respecto a los demás delitos, que también pueden ser cometidos por la mujer, comparado
con la participación del varón, la incidencia delictiva de la mujer es más pequeña con variaciones
importantes según el tipo de criminalidad. En estos casos las diferencias en la comisión del delito,
están en función de las condiciones sociales, económicas, políticas y coyunturales que tienen diversa
incidencia en la participación criminal por ambos géneros.

Si revisamos los datos de las internas en las cárceles del país, de acuerdo al delito cometido,
que en parte es similar a la criminalidad total de las mujeres que abarca además los delitos que no
suponen detención o pena privativa de libertad efectiva, podemos tener una visión más clara de
esta criminalidad, en función de las diversas figuras delictivas comparado con la de los varones
(Cuadro No. 12).
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Analizando sólo la criminalidad de la mujer encarcelada, se puede apreciar que el 60 por
ciento de ellas (2,624 casos), esto es más de la mitad de las internas, esta en prisión por tráfico ilícito
de drogas. En este caso, un volumen importante de estas internas tiene una situación económica
precaria, por lo que una de las probables razones de este hecho delictivo es la necesidad económica
y/o el desempleo. Debemos también anotar que la participación de la mujer en este delito del siglo
XX, viene creciendo en las últimas décadas, habiendo sido en sus inicios una actividad criminal, sobre
todo en la comercialización y/o transporte, mayormente de hombres; pero por razones económicas,
así como por la mayor liberalización de las jóvenes, entre otros aspectos concomitantes, ha
generado este crecimiento delictivo sobre todo de la microcomercialización en mujeres de estratos
más pobres y en el transporte como "burriers" en las que participan mujeres de estratos medios,
cuya incidencia ha tenido un crecimiento acelerado.

En segundo lugar de incidencia están los delitos patrimoniales con cerca del 16 por ciento
(697), y en tercer orden el homicidio con más del 6 por ciento (291 casos).

Comparando a varones con mujeres, en términos globales, los varones constituyen el 93.9
por ciento de internos y las mujeres el 6.1 por ciento. Si se comparan en función del sexo y su
participación por cada figura delictiva, se aprecian manifestaciones diferentes.

El delito que muestra un índice más alto en las mujeres, y que bordea el 16 %, es el de tráfico
¡lícito de drogas (TID), frente al 84 por ciento de varones.

Dentro de los delitos contra la libertad personal, una de sus figuras delictivas que
generalmente lleva a privación de libertad efectiva tanto del procesado como del condenado es "el
secuestro", en el que mayormente actúan varones, aunque posteriormente la participación las
mujeres ha tenido un crecimiento preocupante, delito en el que la mujer tiene casi un 10%'de
presencia frente al 90 por ciento de los hombres

El fenómeno económico, político y social de las últimas décadas del siglo pasado, que dio
lugar al surgimiento del terrorismo, comprometió a un porcentaje importante de mujeres en dicho
delito, por razones de convicción ideológica, debido también a su mayor participación política,
laboral y gremial, lo que se reflejaba en la significativa población carcelaria de los lustros anteriores.
Hoy día los remanentes carcelarios debido a las penas altas a las que fueron condenadas, se refleja
en el 7 % de mujeres frente al casi 93 por ciento de hombres con pena privativa de libertad por
terrorismo.

En los delitos violentos o de sangre, lesiones graves y las diversas modalidades de homicidio
doloso, las mujeres tienen de un 6% a casi un 7 % de participación, comparado con el 93 por ciento
de varones, y que no obstante ser índices pequeños, son indicadores de cierto aumento en tales
hechos delictivos.

En los delitos contra el patrimonio, abarcando las modalidades de robo y hurto agravado,
los casos de mujeres privadas de la libertad escasamente llegan a un 2.6 % frente al 97 % de varones,
esto se debe probablemente a que los delitos de hurto simple que son muy numerosos dentro de
los patrimoniales, con significativa participación femenina, no aparejan necesariamente privación
de la libertad, por lo que no figuran en la estadística carcelaria, sin negar que los hombres tienen
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mayor presencia. Probablemente el porcentaje de actos contra el patrimonio en general, incluidos
los que no ameritan privación de libertad, por parte de las mujeres, es mucho mayor. Al respecto
Doris Cooper (2002) analizando la criminalidad femenina en Chile, dice que la delincuencia urbana
de la mujer ha sufrido un proceso de "modernización", lo que ha llevado a un aumento significativo
de los delitos contra la propiedad, entre 1982(49%) y 1996(60%). Además aprecia que las mujeres
ya no participan sólo como cómplices o encubridoras de ladrones varones, como ocurría hasta la
década del 80, y que en la actualidad son ladronas que trabajan al igual que los hombres.

En los delitos contra la familia, generalmente las diversas figuras delictivas de este grupo
rara vez llegan a las instancias judiciales, salvo la "omisión de asistencia familiar", en el que casi en
el cien por ciento de casos el obligado a prestar alimentos es el varón, siendo un delito de incidencia
bastante grande, aunque en pocos casos se dictaba privación efectiva de la libertad, fenómeno que
ha variado en los últimos tiempos, lo que se aprecia en el signifcativo volumen de internos, con el
99.9 % de varones y el 0.1 % de mujeres. El delito de "fingimiento de embarazo o parto", que es
típicamente femenino, casi no es penalizado, siendo además un hecho no muy común. En
consecuencia dadas las características de los tipos penales de este grupo, el criminalizado por
razones socioculturales y legales es el hombre y no la mujer. Por lo que no es objetivo establecer
comparación por género en este grupo de delitos.

Dentro del rubro "violación de la libertad sexual", se observa un alto volumen de


encarcelados, principalmente por violación de menores, en los que prácticamente el cien por ciento
de criminalizados son varones; sin embargo, los casos en que la mujer mayor de 18 años es autora
de algunos de estos hechos, en agravio de menores de 14 años, pasa desapercibido o se considera
que no hay delito, quedando la gran mayoría de hechos dentro de la cifra negra. Porcentualmente
los encarcelados por violación sexual, tanto de menores como de adultos son los hombres con el
99.8 %, existiendo sólo el 0.2 % de mujeres. Similar situación se da el delito de actos contra el pudor.
Sin embargo, consideramos que no es un hecho objetivo de comparación de la criminalidad efectiva
de ambos géneros.

4.5.2. TESIS EXPLICATIVAS DEL BAJO VOLUMEN DE LA CRIMINALIDAD FEMENINA: En la


mayoría de países se observa que los volúmenes de la delincuencia femenina, constituyen
porcentajes significativamente pequeños respecto a la de los hombres. Sin embargo, comparadas
las tendencias estadísticas actuales con las de anteriores décadas, se aprecia un crecimiento
constante en las cifras de la criminalidad femenina, con algunos altibajos. Al respecto, Teresa
Miralles (1983) informa que a fines de la década de los setenta del siglo pasado, en algunos países
europeos: Noruega, Suecia y España, el porcentaje de mujeres encarceladas fluctuaba,
aproximadamente, desde el 2,5 % a 4,4 %, los que constituían cifras bastante bajas con relación a la
de los hombres. Casi veinte años después, a mediados de la década de los 90 del siglo XX, en España
la criminalidad femenina bordeaba el 10 %, mientras que en Francia estaba por el 14,4 %, según
datos que ofrece César Herrero (1997), notándose un crecimiento bastante grande en la
criminalidad de la mujer en esa parte del mundo. No obstante, las feministas Angela Alvarado y
Gladys Miller (1993), señalan, según datos de 1980 y de 1990 del siglo pasado relativos a Panamá,
que existe un decremento de la criminalidad de la mujer, y que la tesis del aumento de la
criminalidad femenina es un mito de la sociedad patriarcal (?).
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■ En el Perú, al apreciar los porcentajes de mujeres encarceladas en el país, observamos
que a mediados de los años setenta del siglo XX estaban por debajo del 3 %, dentro de la población
general de reclusos, mientras que a fines de los años 90 del mismo siglo, estaban por el 8 % dentro
de los internos en general (Solís, 1999). Estos datos señalan con claridad, que también en nuestro
país el volumen de la criminalidad femenina casi se triplicó en un lapso de un poco más de dos
décadas. Actualmente se halla en el 6 por ciento, y si persiste la tendencia al alza, es probable que
la criminalidad de la mujer llegue a cifras mayores, aunque como ya lo hemos anotado, todavía la
diferencia en función del sexo, por lo menos a nivel cuantitativo de la criminalidad conocida o
registrada, sigue siendo bastante grande.

No obstante la actual diferencia cuantitativa, ésta probablemente fue mucho más


acentuada en siglos anteriores, pero que en el siglo XX, debido en parte a la mayor liberalización en
la actividad de las mujeres y a su mayor participación en la vida social, política y económica, estos
porcentajes han tenido un aumento visible.

A. Teoría de los roles sociales diferenciales: Uno de los estudiosos que se preocuparon de
la criminalidad femenina a mediados del siglo XX, fue Otto Pollack (1908-1998), profesor de
sociología, quien en The criminality of women, cuya primera edición es de 1950, consideraba que la
incidencia de la criminalidad femenina debe comprenderse por los roles desempeñados, y que tal
fenómeno no sería escaso, sino que lo que ocurriría "es que sus "roles", de carácter tan limitado y
"privado", les permite cometer infracciones difícilmente detectables a causa precisamente, de la
naturaleza de las infracciones cometidas (envenenamiento, lesiones y malos tratos a niños..),
donde, además de la "privacidad", se hace presente la incapacidad de las víctimas para denunciar o
esclarecer lo sucedido" (Herrero, 1997, p.s. 459-460).

También a finales de los sesenta del siglo pasado, con el artículo de Francés Heidensohn
"The deviance of women: a critique and an enquiry" (British Journal of Sociology, 2,1968), se
comprende la criminalidad de las mujeres, "analizándola en referencia con los roles sexuales
femeninos tal como se encuentran institucionalizados en la estructura social en vez de estudiarla a
partir de los roles masculinos y de su articulación en dicha estructura" (Herrero, 1997, p. 457).

De acuerdo con esta orientación y los criterios que sigue el criminólogo francés Robert Cario
(n.1948), la menor criminalidad de la mujer y sus variantes delictivas se deberían:

a) Al enclaustramiento social y a sus limitadas funciones sociales (de hija, de esposa, de


madre). Centradas en la educación de los hijos y administrar el hogar. Funciones que predispondrían
a la mujer para ser más respetuosas con las "vidas ajenas".

b) La especialidad y peculiaridad de la criminalidad femenina, se pueden comprender, según


esta teoría, por los conflictos en que se pueden involucrar las mujeres (debido a carencias afectivas,
educativas; limitaciones culturales o profesionales; dificultades económicas; problemas familiares o
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matrimoniales), que se sitúan en el ámbito limitado de la familia, lugar en el que ejercen sus
actividades tanto caseras como profesionales.

Por ello, la clase de víctimas de esta criminalidad (niños, familia, grandes almacenes..)
estarían condicionadas por las oportunidades que las mujeres tienen dentro de su limitado entorno.
"Por eso, han afirmado gran parte de los defensores de esta teoría que, en la medida que se vayan
ejerciendo igualdad de roles entre hombres y mujeres, se irá homologando, en cantidad y calidad,
su delincuencia" (Herrero, 1997, p. 458).

B. Teoría de la “caballerosidad” con las mujeres: Planteada también por Otto Pollack, tesis
según la cual existe una tendencia mas baja para denunciar y procesar a una mujer. Se estima pues
que existe una actitud de mayor "indulgencia" con las mujeres, tanto para ser denunciadas como
para ser condenadas en caso de ser procesadas. Esto se traduciría, según nuestra apreciación, en
que los niveles de la cifra negra de la criminalidad femenina serían bastante elevados, lo que
también anotó Pollack, quien consideraba que el nivel de criminalidad en ambos sexos era
prácticamente igual, y que gran parte de la participación criminal de la mujer estaba enmascarada.

Este planteaiento de la “caballerosidad” ha sido materia de muchas críticas, incluso algunas


feministas de la opresión afirman que más bien las mujeres son tratadas con mas dureza que los
hombres. Nosotros consideramos que no se puede negar que ha sido una actitud con cierto
predominio en épocas anteriores, pero que ha sufrido un rango de disminución por una serie de
razones. Esta perspectiva de que el trato favorable hacia las mujeres delincuente ha disminuido, lo
planteó a fines de los setenta, Rita J. Simón quien publicó Women and crime en 1975.

C. Tesis de la mayor eficacia de los controles sociales en caso de mujeres: Teresa Miralles
(1983, p.133), desde una visión crítica singular, considera también que la "escasez numérica de la
delincuencia femenina es vista como el resultado de una distinta proyección de los controles
sociales sobre la mujer. De tal modo, se constata que los controles informales funcionan con enorme
eficacia en un ámbito muy extenso, por lo que poco margen le queda al control formal límite, es
decir a la cárcel, para su actuación. La mujer no recibe una actitud más suave ni caballerosa, la mujer
encuentra un montaje de control constante en todas las esferas de su actuación."

Bajo similar apreciación, algunos autores afirman que precisamente el "enclaustramlento


social y lo limitado de las funciones sociales de la mujer como hija, esposa y madre (Herrero,1997),
contribuyeron para ser más respetuosas de los valores y derechos ajenos, así como el de tener
menor riesgos para caer en la criminalidad, por lo que al ocurrir progresivamente cambios en este
tipo de vida y volcarse hacia fuera del contexto familiar, los riesgos de criminalidad también han
aumentado, lo que se refleja en las estadísticas en tal sentido.

La idea de que los controles informales son más eficaces con las mujeres, puede ser en parte
aceptable, pero también se observa que una variedad de delitos son mayoritariamente tipificados
para criminalizar conductas de los hombres, además de una menor criminalización de las mujeres,
por una serie de actitudes sociales predominantes. Asimismo, en la persecución del crimen, es obvio
por ejemplo que, frente a un delito de robo, homicidio u otros similares, el o los sospechosos
mayormente son hombres y no mujeres, no obstante que ellas también cometen tales crímenes.
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En esta diferencia se debe también tener en cuenta que ciertos delitos, debido a una serie
de condiciones de socialización y de oportunidad, se cometen mayoritariamente por hombres; por
ejemplo entre los delitos contra el patrimonio, los delitos de robo que se ejecutan mediante la
agresión física o con arma blanca o de fuego, generalmente se realizan por varones, no obstante
que en las últimas décadas existe también participación femenina. Asimismo los delitos contra la
libertad sexual, que también son numerosos, mayormente son cometidos por hombres, además son
delitos en los que se castiga sólo al varón; sin embargo no podemos cerrar los ojos ante la cifra
oscura en violación de menores y en atentados contra el pudor de menores, cometidos por mujeres
mayores de 18 años de edad, que prácticamente no son denunciadas, por la actitud dominante de
que ella no comete esos hechos, o que tal conducta realizada por una mujer no es censurable o
grave, por las diferencias físicas entre un actor varón y una actora mujer.

4.5.3. RAZONES DEL AUMENTO DE LA CRIMINA LIDAD FEMENINA:

Como se puede ver en la mayoría de estadísticas de la criminalidad de las últimas décadas,


hay un variado crecimiento en el volumen de delitos cometidos por la mujer. ¿Qué explica este
fenómeno?, las respuestas son diversas.

A. Teoría de la emancipación o de la liberación femenina: Freda Adler (n.1934), en su obra


Sisters in crime: The rise ofthe new female criminal de1975, es la representante principal de esta
tesis. Ella decía que el aumento de la criminalidad de la mujer y por tanto su encarcelamiento, estaba
en relación al desarrollo de la liberación femenina, y que la criminalidad de la mujer se iba a igualar
a la masculina, ya que la liberación de la mujer también tenía repercusiones en la actividad delictiva
de la mujer. Dentro de esta tendencia de pensamiento, Rita Simón considera que el aumento de la
criminalidad de la mujer tiene relación con la mayor participación en el ámbito laboral. Asimismo
Carol Smart (n.1948) quien publicó en 1976 el libro Women crime and criminology: a feminist
critique, encontró en las estadísticas británicas de criminalidad de 1930 a 1975, un crecimiento de
los delitos de la mujer.

No obstante, otras autoras consideran, que las condiciones sociales y económicas, comunes
a hombres y mujeres, influyen en los cambios de los niveles de la criminalidad, y no tanto debido al
factor liberación femenina.

B. Aumento de la actividad laboral femenina: Desde otra óptica John Braithwite y


colaboradores en el artículo "Unemployment and crime: Resolving the paradox" (American Bar
Foundation, 1995), consideran que probablemente el aumento en el empleo de las mujeres
conduzca a una alza en algunos delitos en general y de las mujeres en particular, tesis seguida
también por Roger Matthews (2003, p.167), debido a la combinación de cuatro procesos:

1) El efecto de supervisión; la ausencia del hogar por parte de las mujeres aumenta las
posibilidades de que éste sea objeto de robos, y además también hace decrecer el nivel de
supervisión de los niños;
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2) El efecto de oportunidad: "cuando las mujeres están fuera de la fuerza laboral, sus
oportunidades de involucrarse en formas delito más lucrativas se ven reducidas; por lo que a mayor
participación laboral hay mayor riesgo de comisión de delitos."

3) El efecto de vulnerabilidad: En esta caso la mujer que trabaja correría mayor riesgo de
ser afectada por algún delito, "el empleo extiende el rango de que las mujeres puedan ser víctimas
de delitos, desde el ámbito doméstico hasta la esfera de trabajo;" y

4) El efecto de poder: "la posibilidad de que la mujer trabaje puede modificar las relaciones
de poder en el hogar, y en potencia suscitar mayores conflictos."

C. Mujeres pobres y/o desempleadas y delito: Estudios de Steven Box y Chris Hale, en Roger
Matthews (n.1948) y JockYoung (1942-2013) en Confronting Crime, editado en 1986 en Inglaterra,
consideran que en situaciones de recesión económica y el desempleo de hombres y mujeres, se
aprecia que cierto grupo de mujeres son marginadas en tales situaciones de recesión. Igualmente la
estudiosa inglesa Pat Carien (n. 1939), en su obra Women, Crime and Poverty del 988, en un estudio
con 39 internas, considera que la pobreza les generaba un conjunto de necesidades no satisfechas,
asimismo que dichas reclusas, tenían pocos incentivos materiales para obedecer la ley. No obstante
que el desempleo afecta de forma similar a los hombres, la condición del sexo, el desempleo y el
delito, tiene especiales repercuiones en las mujeres.

Estos hechos suponen otros aspectos complejos, en función de la diferencia de género.


Como anota Roger Matthews (2003, p. 167) "deben verse en un entorno en el cual las oportunidades
de trabajo se ven restringidas para las mujeres jóvenes sin instrucción, a la vez que se expanden
para las más instruidas. Por esto, ha existido una mayor desocupación entre un grupo de mujeres y
crecientes oportunidades para el otro. Esto se ha asociado con una desigualdad social y económica
cada vez mayor, al igual que con el concepto de "feminización de la pobreza", por el cual las mujeres
pobres y de clase trabajadora soportan el peso de los efectos de la pobreza".

4.5.4. FACTORES DE LA CRIMINALIDAD DE LA MUJER: En este aspecto se han planteado


una variedad de explicaciones desde los inicios de la criminología, las mismas que han seguido
diversas tendencias en función del desarrollo de estos estudios

4.5.4.1. Teorías iniciales: Cuando surge la Criminología en el siglo XIX, sobre todo bajo el
positivismo biológico de César Lombroso, se puso mayor empeño en el estudio del hombre
delincuente, pero supuestamente válido para hombres y mujeres. Sin embargo Lombroso junto con
su yerno Ferrero, escribieron en 1886 el libro: La donna delinquente, la prostituta e la donna
nórmale, en la que se trataba de explicar la baja criminalidad femenina debido a su propia
naturaleza, y su menor inteligencia en relación a las mujeres no delincuentes, así como a su
debilidad corporal, además consideró que había una equivalencia de la prostitución femenina con
la criminalidad del varón.

Desde la perspectiva del psicoanálisis, tampoco hubo una expli cación específica de la
criminalidad de la mujer, sobre la visión genérica del sentimiento de culpabilidad, o bien la tesis del
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innatismo criminal de Alexander y Staub, entre otros. En este caso, estas y otras tesis psicoanalíticas
no tienen mayor sustento objetivo

En otro contexto las teorías sociales van a lograr mayor peso comprensivo de la criminalidad
en general, aunque no se realizaron estudios desde la perspectiva de género, pero de todos modos
alcanzaron mayor influencia en la criminología del siglo XX, junto con las concepciones psicológicas
de la teoría del aprendizaje.

4.5.4L2. Teorías sociológicas: Las diversas teorías sociológicas que ya hemos revisado han
servido para comprender la criminalidad en general, tanto de varones como de mujeres, con algunas
partícula ridades en función de ciertos delitos, habiendo tenido mayor vinculación las tesis del
etiquetamiento y la criminología crítica, sobre todo la tendencia del nuevo realismo de izquierda,
aunque de acuerdo a la perspectiva de la orientación feminista, todas las teorías se caracterizan por
su androcentrismo.

4.5.5. VISION FEMINISTA DE LA CRIMINALIDAD DE LA MUJER: Las

concepciones criminológicas tradicionales no tuvieron mayor empeño en analizar el


problema del crimen desde la perspectiva de género, sin embargo las corrientes interaccionistas
que plantean la explicación de delito y la desviación como etiquetas o rótulos, así como las ideas
acogida por las teorías críticas, permitirían una visión mas adecuada en función de las diferencias
de género, aunque las feministas radicales de la corriente de la opresión no lo creen así.

4.5.5.1. Tendencias feministas: El pensamiento feminista ha logrado un amplio desarrollo


actual, y según las sociólogas Patricia Lengermann y Jill NiebruggeBrantley (1993), parte de una
pregunta: ¿qué hay de las mujeres?, que conduce a una segunda interrogante: ¿Entonces, por qué
todo esto es como es?, y que los intentos por res ponder a tales preguntas centrales han generado
una teoría importante para la sociología, y en particular dentro del ámbito de la desviación social.
Sin embargo la corriente feminista no tiene un desarrollo monocorde, no existe una visión
consensual de dicha tendencia, sino más bien planteamientos bastante diversos entre si, existiendo
varios criterios de clasificación del feminismo. De tales planteamientos, en una visión sintética se
pueden diferenciar tres graneles vertientes, y dentro de cada una de ellas varios enfoques
especiales:

a) La teoría de la diferencia, que es una posición minoritaria, en la que se aprecian tres


subtipos: Explicaciones biológicas de la diferencia de género, explicaciones institucionales de tales
diferencias, y teorías socio psicológicas del género;

b) La teoría de la desigualdad, en la que también se consideran tres subtipos: Feminismo


liberal, feminismo marxista, y feminismo marxista contemporáneo; y,

c) La teoría de la opresión de género, en la que se pueden observar cuatro principales


subvariantes: Teoría feminista psicoanalítica, feminismo radical, feminismo socialista, y feminismo
de la tercera ola.
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Esta gran variedad de tendencias ha generado una producción muy amplia, obviamente no
consensual, entre las diversas vertientes, cuya visión esquemática se puede apreciar en el cuadro
sinóptico elaborado por Lengermann y Niebrugge-Brantley (1993).

Dentro del estudio feminista del crimen, en las últimas décadas, sobre todo en
Latinoamérica, se observa que tiene especial desarrollo la teoría de la opresión, y dentro de ella
sobre todo la perspectiva del feminismo radical o de la opresión patriarcal; al respecto es ilustrativa
la afirmación de Haydeé Birgin (2000, p.11): "Los discursos feministas han puesto al descubierto el
modelo androcéntrico dominante en los sistemas de la ciencia y el derecho, destacando la
inexistencia ontoló gica de los géneros según pretenden los discursos androcéntricos y mostrando
que ellos son el resultado de construcciones sociales fundadas en la distribución del trabajo,
producto del orden imperante en las sociedades patriarcales...".

4.5.5.2. Planteamientos de la “criminología feminista”: Se afirma por diversos estudiosos


que, hasta la década de los setenta del siglo XX, las investigaciones criminológicas sobre el delito y
la desviación no delictiva, "eran territorio masculino" (Macionis y Plummer, 2000), y dentro de ese
panorama, lo visible y dominante era y es que los hombres cometen más delitos que las mujeres,
sin embargo esto planteaba diversas interrogantes acerca de ¿qué explica esta diferencia? o ¿qué
relación hay entre género y criminalidad?; y también, ¿hay un control social para hombres y otro
para mujeres?., caracterizándose los estudios de la criminalidad por su androcentrismo.

Al respecto se considera que por dicha época, el trabajo pionero, de una línea de aborde
criminológico diferente, fue el libro: Women crime and criminoiogy: a feminist critique, que se
publicó en Inglaterra en 1976 por Carol Smart (n.1948), señalando que dentro de este tipo de
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estudios, la mujer generalmente fue ignorada, y en los casos que se aludía a ella, la tendencia era
sexista (Macionis y Plummer, 2000). Otros trabajos posteriores son los de Francés Heidensohn y
Marisa Silvestri: Women and crime: The Ufe of a female ofender, de 1985; asimismo la obra de
Allison Morris: Women, crime, and criminal j'ustice publicado en 1987; igualmente Loraine
Gelsthorpe y A. Morris (Edis.) Feminist perspectives in criminoiogy editado en 1990, y el de Nicole
H. Rafter y F. Heidensohn (Eds.) International feminist perspectives in criminoiogy. Engendering a
discipline de 1995; también Meda Chesney-Lind (n.1947) criminóloga feminista norteamericana,
que publicó The female ofender: giris, women and crime en 1997, entre otros diversos estudios.
Tales ¡deas y otros muchos trabajos han tenido gran recepción en las feministas de nuestro
"margen", y que con unas y otras ideas adicionales, mayoritariamente argumentan la concepción
del sexismo, encuadrable en las teorías de la opresión. En España, donde existe una literatura
importante al respecto, es destacable el libro de María Luisa Maqueda Abregú: Razones y sinrazones
para una criminología feminista, publicada el 2014.

En Latinoamérica, Alda Fació y Rosalía Camacho (1993, p.33) afirman que "la invisibilización,
marginación y hasta desprecio con que se ha tratado el fenómeno de la criminalización femenina y
todo lo relacionado con el control social y los comportamientos socialmente negativos desde la
perspectiva de las mujeres, se debe más bien al sexismo en el quehacer científico criminológico que
a la menor cantidad de delitos cometidos por mujeres..", señalando que el sexismo se observa
cuando no se hace un análisis de género, y que si no se toma en cuenta dicha variable, no es posible
apreciar la realidad de la subordinación de la mujer y la dominación del hombre. Asimismo,
siguiendo las ¡deas de Margrit Eichler (n.1942) autora de diversas obras, tales como The doublé
estándar: A feminist critique of the social Sciences, de 1980, Nonsexist research methods, publicada
en 1988, señala siete formas de sexismo:

a. El familismo,

b. El doble parámetro,

c. El dicotomismo sexual,

d. El deber ser de cada sexo

e. La sobregeneralización y sobreespecificación,

f. La insensibilidad al género, y

g. El androcentrismo

En esta línea de ideas, Angela Alvarado y Gladys Miller (1993), afirman también que la
criminología no ha estudiado este problema desde la perspectiva de género, y que cuando los
paradigmas criminológicos analizan la situación de las mujeres criminalizadas lo hacen desde una
visión androcéntrica, y que el parámetro que se emplea para interpretar su realidad social es el del
hombre que delinque, como si el género femenino tuviera iguales características y necesidades
sociales que el género masculino.
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Como se puede apreciar, las feministas de Latinoamérica citadas, adoptan generalmente un
discurso compatible con la corriente de la opresión, de tipo androfóbica, afirmando que el estudio
de la criminalidad femenina se ha hecho bajo una visión androcéntrica, y que esta criminalidad esta
condicionada o teñida por una sociedad patriarcal. Asimismo se dice que el androcentrismo se "da
cuando un estudio, análisis o investigación se enfoca desde la perspectiva masculina, únicamente
presentando la experiencia masculina como central de la experiencia humana (...) Dos formas
extremas de androcentrismo son la misoginia y la ginopia. La primera consiste en el repudio a los
femenino y la segunda en la imposibilidad de ver lo femenino o invisibilización de la experiencia
femenina." (Fació y Camacho, 1993, p. 39) Sin embargo, un razonamiento mas objetivo es el de
Norma Fuller (2008, p.102), quien dice que "la principal crítica que se puede hacer a las posiciones
feministas más extremas es que si bien se puede probar que existen sesgos androcéntricos en los
sistemas judiciales y penales, no es posible demostrar que exista una conspiración contra las
mujeres”. Además es una perspectiva no objetiva y real considerar que sólo las mujeres son
oprimidas y que ellas nunca oprimen, y que siempre son víctimas y nunca agresoras.

No obstante que parte de la literatura criminológica ha tenido o tiene una visión de la


desviación con predominio masculino, sobre todo en los enfoques funcionalistas y marxistas,
tendiendo a comprender la criminalidad desde el punto de vista solo del varón; sin embargo, un
aspecto importante a dilucidar es que si dichas perspectivas son deliberadas y con intención
discriminatoria o no necesariamente en tal sentido, puntos sobre los que no se puede afirmar con
certeza en uno u otro sentido, menos la existencia de una tendencia misógina, salvo casos
personales. En todo caso, en las concepciones interaccionistas se observan mas posibilidades de
comprender y manejar una visión de género en estos estudios, ya que como es sabido, en nuestra
sociedad, lo que se llama conducta masculina o comportamiento femenino se basan en diferentes
criterios socioculturales, y en consecuencia constituyen calificaciones o etiquetas asignadas en cada
contexto social, y que varían también en su momento histórico, fenómeno ya conocido en las
ciencias sociales desde inicios del siglo XX. Sin embargo, para Fació y Camacho (1993, p. 40), "el
androcentrismo no se manifiesta sólo en la doctrina criminológica que se centra en el estudio del o
la delincuente; también se encuentra en las llamadas criminologías consensualistas, conflictuales,
interaccionistas, del etiquetamiento, de la reacción social y hasta en las nuevas criminologías, ya
sean estas radicales o críticas o de enfoques particulares..". Ninguna teoría criminológica merece
salvación desde la visión del feminismo radical de la autora; sin embargo Alessandro Baratía (2000,
p. 58), adalid de la criminología crítica en Latinoamérica decía que "ya no es posible examinar la
cuestión criminal sin tener presente, de modo adecuado, las variables de género. La criminología
crítica y la feminista no pueden ser dos cosas distintas; deben, necesariamente, constituir una sola",
idea que no consideramo congruente, dado que la criminología crítitica ve al delincuente como
víctima del sistema y se orienta hacia la abolición penal, mientras que las feministas radicales ven al
varón como un apresor que merece castigo.

Es cierto que dentro del contexto social, las valoraciones o cali ficaciones del
comportamiento humano en función del sexo, pueden ser más negativas o menos negativas en
circunstancias diversas. Por ejemplo la conducta de un hombre que tiene enamoramientos con
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diversas parejas, es calificada de mujeriego o "don Juan", con escasa connotación negativa, hasta
no censurable; sin embargo en el caso de una mujer, de conducta similar, las calificaciones son más
críticas y duras, desde mujer liviana, impúdica, hasta de meretriz, aunque estas actitudes también
están sufriendo un cambio hacia una menor censura. Asimismo, en el campo del control penal, las
normas que tipifican como delito determinadas actos humanos, en ciertos casos han reflejado una
tendencia más severa con las mujeres, mucho más en legislaciones de siglos anteriores, hasta inicios
del siglo XX, como en el adulterio y aborto, aunque en los últimos tiempos se ha ido despenalizando
el adulterio en el mundo occidental. No obstante, en otros casos, el nivel de censura y penalización
es más bien mucho mas duro con los varones que con las mujeres. Por ejemplo, en nuestra
legislación penal la violación de menores de 14 años es penalizada en forma severa, y en la realidad
prácticamente el 100 por ciento de penalizados son hombres. Claro que algunos o algunas personas
podrían decir que la mujer no comete delito de violación; sin embargo en el caso de mujeres
mayores de 18 años de edad que tienen voluntariamente o bajo su insinuación relaciones íntimas,
hetera u homosexuales, con varones o niñas menores de 14 años, están dentro del tipo penal de
violación de menores de edad, pero prácticamente no existen denuncias o no hay interés en
investigar tal conducta, quedando en la cifra oscura casi todos estos delitos, además la actitud social
no ve con horror tales prácticas, no existiendo preocupación por este hecho.

Del mismo modo, en los delitos contra el pudor de menores, ocurre también una actitud
bastante dura contra los hombres autores de tal delito, en la que prácticamente el 100 de
procesados son también varones. En este caso igualmente, los tocamientos y otros actos contra el
pudor de menores de 14 años, y probablemente mucho más con niños menores de 12 años,
realizado por mujeres, generalmente no se ve con malicia ni se penaliza. Sobre este punto tampoco
existen investigaciones, ni interés sobre el tema.

4.5.5.3. Victimología feminista: Dentro de la tendencia feminista que sigue la teoría de la


opresión, también se ha abierto un nuevo frente de problemas, que tienen vinculación con el tema
de la victimología, que en este caso se trataría de una "victimología feminista". Como dicen Macionis
y Plummer (2000, p.220), aparecen "nuevos temas de investigación, como el sentimiento de
indefensión o el miedo a ser víctimas de un delito que tienen algunas mujeres (sobre todo las
mujeres ancianas); el aumento de la violencia doméstica; o el trato diferente que reciben las
mujeres por parte de las instituciones policiales o judiciales, pues (al menos así lo han señalado
diversos autores), si frente a la policía o los tribunales los hombres reciben un trato más profesional,
las mujeres suelen recibir un trato más displicente o paternalista (cuando no burlón). Al fin y al cabo,
en la cultura occidental (y en la tradición científica), si el hombre puede ser un criminal, la mujer
tiene más probabilidad de ser una enajenada o sufrir un trastorno mental...". Estas afirmaciones,
sobre todo lo último, por lo menos en nuestra práctica judicial, en casos que son declaradas
inimputables son más para favorecerlas, y porque han recurrido también a una pericia de parte con
tal propósito. Además hay que diferenciar la criminalidad de la mujer de acuerdo a su estatus social;
las criminales de "cuello blanco" tienen las mismas ventajas o más aun que los hombres y mujeres
de estratos bajos. No se puede hablar de una "mujer delincuente" en abstracto, sino veamos la
experiencia del juzgamiento por corrupción en nuestro medio, en el que las hijas, esposas,
enamoradas, amantes, etc, de muchos procesados, recibieron un trato más condescendiente de los
jueces anticorrupción que frente a cualquier delincuente de sexo femenino de los estratos bajos.
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De acuerdo a la perspectiva victimológica, existen aspectos en la que no solo las mujeres,
sino también los hombres son victimizados. En este contexto, de acuerdo a las concepciones teóricas
se han desarrollando diversas ideas acerca de las tendencias victimológicas, y algunas
interpretaciones exageradas; por ejemplo, respecto al papel de la víctima en su victimización, este
tipo de análisis no supone que ello se aplica a todos los casos de criminalidad, sino en las
circunstancias en que el comportamiento de la víctima ha tenido algo que ver en su victimización,
que no es el caso de todas las víctimas, ni que esto lleve a que la víctima sea culpable y el autor
inocente. Sin embargo se deducen afirmaciones en tal sentido, que no parecen ser muy objetivas;
al respecto, Antony afirma (1999, pp. 194-195): "En este orden de ideas y acentuando la
participación de la víctima y su estrecha relación con el delito, en la cual existiría entre ellas una
corelación, era muy fácil asegurar que era la víctima quien debía tomar todas las precauciones que
fueran del caso para evitar que su comportamiento provocara el delito, anulando la valoración de
la conducta del autor para los efectos de regular su situación dentro del tipo penal. Surge así el
principio de coresponsabilidad conforme al cual es la víctima quien debe responder de su conducta
(...)

"Esta posición llevó a la conclusión, y en consecuencia a aplicar el criterio, de que las


mujeres de una u otra manera podrían ser culpables de los delitos perpetrados contra ellas,
revirtiendo así el proceso penal en su contra." (?). Realmente no sé que juez puede realizar dicha
interpretación, basado en uno de los aspectos de los estudios de la victimología vinculados con el
comportamiento de la víctima. Además, de tal crítica feminista se deduce que no importaría para
nada el actuar de la víctima, y que el autor debe responder sin atenuantes por el delito, lo que no
parece muy objetivo. En función de tal razonamiento, en el caso de Lorena Bovis, una mujer que
cercenó el pene a su marido, ella debió ser sancionada drásticamente y sin atenuantes por las
lesiones graves, sin tomarse en cuenta la conducta violenta y agresora que manifestaba la víctima,
y que propició este tipo de reacción delictiva. Nosotros creemos que obviamente la autora no podía
ser culpada totalmente, porque en este caso la víctima “provocó” esta reacción, y era razonable
atenuar la responsabilidad de la ejecutora de tal lesión.

En la victimización secundaria, la victimología señala, que en casos de mujeres violadas, el


trato ha sido y aún es en parte prejuicioso y discriminatorio, como también lo enfatizan los estudios
feministas sobre este tema. Similar reacción ocurre en los casos de denuncias sobre violencia de la
pareja por parte del varón. Al respecto Carmen Antony (1999, p.195) anota que los "primeros
estudios victimológicos revivieron las investigaciones sobre las causas psicológicas, antropológicas
y sociales que llevaban a la discriminación de la mujer. El mundo del fenómeno delictual seguía
girando alrededor del varón, y era él quien dictaba las normas que reglamentaban estas conductas
delictivas y la posible influencia de la víctima en ellas"

Sin embargo, algunos autores como Zaffaroni (2000) consideran que la actitud feminista por
lograr mayor protección del sistema penal es contradictoria, y como argumenta Haydeé Birgin
(2000, p. 14), "curiosamente, las mujeres, quienes en general se encuentran fuera de la esfera de
acción del derecho penal, arguyen ser discriminadas por el sistema y reclaman una mayor
intervención coactiva para dar solución a la conflictiva problemática de las agresiones sexuales. La
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situación resulta paradójica: quienes menor vinculación tienen con el derecho penal se sienten
discriminadas por ello y, en su búsqueda de contención y protección pública, solicitan se les dé
ingreso en el sistema. Nos proponemos” demostrar que el reclamo de una mayor intervención en
el sistema penal por parte de las víctimas agredidas sexualmente se funda en el supuesto falso de
que este aparato constituye un medio de resolución de conflictos." Además agrega que "por medio
del reclamo de una mayor intervención punitiva es decir, del uso simbólico del derecho penal, el
discurso feminista aboga por la legitimación del sistema penal y se contamina, entonces, de los
discursos altamente discriminatorios en los que este se funda".

En suma, al margen de las anotaciones críticas, existen aportes importantes desde la óptica
feminista, que han permitido ampliar el análisis del fenómeno criminal considerando la variable de
género, aunque también en ciertas tendencias se aprecian generalizaciones no siempre objetivas.
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Capítulo V

TENDENCIAS PSICOCRIMINOLOGlCAS

5.1 NOCIONES DE PSICOCRIMINOLOGIA

El problema del crimen y otras formas de conducta desviada son objeto de diversas
disciplinas, entre ellas de la psicología, ciencia que integrada a un enfoque criminológico, apunta
hacia el conocimiento y comprensión de la dimensión psicológica del delito, así como del
comportamiento desviado no delictivo. Este aporte psicológico al campo criminológico no es
reciente, ya se aprecian ¡deas sobre el particular desde fines del siglo XIX, cuando empezaba a
configurarse la psicología como ciencia autónoma. Sin embargo, ya desde periodos anteriores hubo
preocupación por la dimensión psicológica del hombre y de su conducta criminal; al respecto, según
la opinión de Willem. Bonger (1943), posiblemente uno de los precursores más lejanos de esta
vertiente, fue F.G. Pitaval (1673-1743), jurista francés, que fue "el primero en recoger material de
psicología criminal, especialmente en su obra Causes celebres et interessantes de 1734. No obstante,
para el citado autor, el fundador de la psicología criminal, "como ciencia práctica experimental, fue
el médico francés Prosper Despine (1812-1892)", quien expuso sus ideas en su obra "Psychologie
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Naturelle. Etude sur les facultés intellectuelles et morales dans leur état normal et dans leurs
manifestations anormales chez les alienés et chez les criminéis", publicada en -1868.

Hay que anotar que los puntos de vista al respecto no son unívocos, ya que Angelo L.
Hesnard (1886-1969) decía (1963), que Etienne De Greeff es el inventor de la psicología criminal, un
autor prácticamente contemporáneo, de quien afirmaba: "Podemos decir que fue el creador de la
Psicología criminal a la que personalmente llamaba Antropología". Realmente, desde nuestro punto
de vista, los primeros aportes claros datan de fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, con el surgir
de la psicología como ciencia, en la que se empiezan a encontrar visiones más orgánicas relativas a
la psicocriminología, hasta desarrollos sistemáticos y más coherentes posteriormente.

Sin embargo debemos precisar que por mucho tiempo, en el campo de la psicología criminal
y de la psicocriminología en particular, imperó una visión unilateral, por el predominio de la
perspectiva psicoanalítica, que desde nuestro punto de vista y de otros autores, es precisamente la
tendencia menos sólida y menos científica de la psicología. Paralelamente se desarrollaron algunas
concepciones caracterológicas como las de Heymans y Wiersma, Kretschmer, Sheldon; asimismo la
tesis de la frustración agresión; la concepción psicopatológica del crimen; las teorías conductistas
del delito, entre otras.

Si reparamos en el panorama actual de la psicología, observamos que todavía existen


diversas teorías que explican el comportamiento humano desde perspectivas muy variadas y hasta
contradictorias, pero con un mayor desarrollo de los enfoques científicos. Asimismo, no podemos
soslayar que la psicología como ciencia en general y como psicología criminal o delincuencia! en
particular, abarca una temática amplia que rebasa el enfoque criminológico, ingresando hasta
terrenos penales, penitenciarios y criminalísticos. En las últimas décadas ocurre también una mayor
participación del conocimiento psicológico en diversos ámbitos del derecho (Muñoz et al. 1980;
Jiménez y Clemente, 1986; Sobral et al., 1994; Sanz de la Garza, 1996; Clemente, 1997)

La perspectiva criminológica interdisciplinaria, tal como lo hemos señalado (Solís, 1988,


2007), para comprender en forma integral la problemática que constituye su objeto de estudio,
recurre a indagaciones de carácter social, psicológico, como biológico. De esto se entiende que uno
de los capítulos importantes de la Criminología, lo constituye el enfoque psicocriminológico para
explicar el fenómeno delictivo y antisocial, aunque para Miguel Herrera (1966) serían equivalentes
criminología con psicocriminología.

Como se podrá deducir de los criterios señalados, esta concepción psicológico criminal
aborda ciertos aspectos extrajurídicos del fenómeno delictivo, como el hecho psicosocial que
apareja tal evento, así como los aspectos estrictamente psicológicos subyacentes en los actores de
tales hechos, lo que constituye un capítulo importante de la criminología al que denominamos
Psicocriminología.
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En la figura No. 11 se puede apreciar las interrelaciones de la psicocriminología con la


Criminología y la psicología criminal. Asimismo la psicología criminal guarda correlaciones, no sólo
con la Criminología y la Ciencia Penitenciaria o Penología, sino también con la Psicología Judicial o
Forense

De esta breve visión del papel de la psicología frente al delito, el delincuente y la conducta
antisocial, en sus diversos momentos y correlaciones, nos interesa concentrarnos en cuanto
constituye capítulo de la Criminología, o sea como psicocriminología, orientado al análisis de todo
lo relativo a la explicación del delito y el comportamiento criminal y antisocial desde el punto de
vista psicológico. Esta afirmación, sin embargo, no debe llevarnos a postular o creer en una
explicación o comprensión del crimen bajo el ismo psicológico o puramente psicologista que ya
hemos objetado en otros trabajos, más bien nuestro punto de vista criminológico nos inclina a una
propuesta sociopsicobiológica. Por ello entendemos a la psicocriminología como el capítulo de la
psicología criminal, que aporta desde esta vertiente especializada sus conocimientos para la
explicación de los fenómenos delictivo y antisocial, abordando también el estudio psicológico de los
actores de tales fenómenos.

No obstante debemos señalar también que desde la vertiente de la criminología crítica, se


cuestionó el papel y la existencia de una psicología criminal. Teresa Miralles (1983, p.87), dice al
respecto que la psicología criminal es una instancia de control social, afirmando a su vez, según el
cuestionamiento desarrollado por Basaglia, que "la definición y etiquetaje de la enfermedad
(mental) encierra un significado político porque mantiene intactos los valores de las normas que el
individuo marginado discute, no puede o no quiere aceptar". También afirma que la psicología
criminal sigue una tendencia positivista que centra el problema del delito en el autor, en sus
condiciones psíquicas, pasando a ser el delincuente un enemigo del orden social. Esta crítica nos
llevaría a una especie de antipsicología criminal, en la que el "delincuente" vendría a ser la sociedad
y la persona que ejecuta el acto delictivo la "víctima"(Ramírez, 1983). Al respecto creemos necesario
acotar que el enfoque psicológico criminal científico de nuestros días, no pretende hallar un
ALEJANDRO SOLIS ESPINOZA CRIMINOLOGIA
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psiquismo diferente de carácter delincuencial, sino que así como cualquier ser humano tiene
determinadas condiciones psicológicas que guardan diversa relación con su conducta, las personas
que delinquen, al margen de su rotulación igualmente tienen una dimensión psicológica que es
importante conocer. Para Redondo y Pueyo (2007, p. 148) “ios conocimientos psicológicos sobre la
delincuencia se han acumulado especialmente en torno a los siguientes cuatro grandes ámbitos: 1)
explicación del delito, 2) estudio sobre carreras delictivas, 3) prevención y tratamiento, y 4)
predicción del riesgo de conducta antisocial”. En cuanto a la explicación dei delito, toda la variedad
de aportes psicocriminológicos, podemos comprenderlas en tres grandes grupos o tendencias:

• Una que abarca a las teorías psicológicas más o menos sistemáticas, que pretenden
explicar del crimen y la conducta desviada en general, como el psicoanálisis; el condicionamiento
operante; la teoría de la imitación o aprendizaje social; la concepción de H. Eysenck; la tesis de
lafrustraciónagresión; la orientación cognitivo-conductual, entre las más importantes.

• Otra que incluye a los diversos factores psicológicos, que tienen mayor o menor
concomitancia o correlación con la criminalidad y el comportamiento antisocial; y,

o Finalmente, el enfoque de la psicopatología criminológica que abarca la explicación del


crimen correlacionada con determinados trastornos mentales, desde síndromes psicóticos como la
esquizofrenia y las psicosis afectivas; hasta trastornos de la personalidad (psicopatías), así como los
diversos problemas de la dependencia a drogas (fármacodependencia), hasta las neurosis y el
retardo mental, entre los más significativos.

5.2 FACTORES Y TEORÍAS PSICOCRIMINOLOGICAS

5.2.1. PERSONALIDAD Y DELITO: En primer lugar debemos precisar que no creemos en la


existencia de una "personalidad criminal" típica, porque los datos de diversos estudios sobre el
particular no avalan ello (Garrido y Clemente, 1983), aunque existen puntos de vista que prestan
gran atención a posibles factores genéticos (Cattell, 1972; Eysenck, 1972), como lo veremos más
adelante, pero no como únicas condiciones determinantes. En segundo lugar, la personalidad no es
una realidad puramente psicológica y aislada que condiciona el comportamiento humano, sino que
ella no se puede comprender separada de su entorno social, parecer que siguen también otros
estudiosos, y sobre todo de su contexto situacional que es muy cambiante (Mischel, 1990).

5.2.1.1. Carácter y personalidad: Existen realmente una multi plicidad de estudios sobre la
personalidad, desde las diversas perspectivas psicológicas. De todas ellas, las que alcanzaron mayor
grado de repercusión dentro del trabajo criminológico, en la primera mitad del siglo XX, han sido los
estudios sobre los tipos de carácter o temperamento, elaborados por diversos psicólogos, que
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tuvieron posterior aplicación en la comprensión de la conducta criminal y desviada. En dicho
contexto era frecuente considerar, tanto la personalidad como el carácter, en términos sinónimos,
aunque otras tendencias afirmaron que el carácter era el aspecto estructural de la personalidad
(Thomae, 1971), o bien sus funciones afectivas y dinámicas (Nuttin, 1968).

5.2.1.2. Las tipologías caracterológicas: En la psicología europea de fines del siglo XIX y
primera mitad del siglo XX, tuvo mayor desarrollo esta tendencia, habiendo sido en Alemania donde
Julius F. A. Bahnsen (1830-1881) quien empleó por primera vez el término de caracterología en I867,
en sus dos volúmenes titulados: Beitrage zur charakterologie. Posteriormente, dentro de dicha
vertiente surgieron las tipologías caracterológicas que se basaban en la teoría sustentada por cada
autor en particular, y generalmente concebían el carácter como aquel sello personal que
diferenciaba a un individuo de otro, y según el cual se respondía característicamente ante las
diversas situaciones de la experiencia individual, habiendo tenido mucha difusión, en la primera
mitad de la centuria pasada, los tipos introvertido y extrovertido de Cari Jung (1875-1961).

Otras tipologías psicológicas desarrolladas en las primeras décadas del siglo XX, estuvieron
ligados a las formas corporales, por el énfasis correlacional que se pusieron con las características
somáticas, tal como la biotipología de Kretschmer con sus tipos esquizotímico, ciclotímico y viscoso.
Asimismo los somatotipos de Sheldon, quien derivó también de ciertas bases somáticas los
temperamentos cerebrotónico, viscerotónico y somatotónico. Por su parte Fritz Kunkel (1889-
1956), psiquiatra alemán adleriano, siguió una tipología más dinámica (1964), en la que se prevén
posibilidades de cambio de los tipos caracterológicos, concibiendo cuatro variedades: Tipo
enredadera, tipo astro, tipo nerón y tipo ostra. Todos ellos se formaban por la integración de las
influencias ambientales favorables o desfavorables y de las características biológicas del individuo,
ya sea de buena vitalidad o de baja vitalidad. De estos caracteres se podía deducir que los tipos
Nerón y Astro eran los que correlacionaban con mayor incidencia con ciertas formas de
comportamiento criminal.

Una de las primeras tipologías de inicios del siglo XX, que repercutió en el campo
criminológico fue la propuesta entre 1906 y 1909 por los holandeses Gérard Heymans (1857-1930)
psicólogo y el psiquiatra Enno D. Wiersma (1858-1940), continuando el modelo de Wundt (Martínez-
Abascal, 2001). Mas tarde, el sueco H. Sjobring, entre 1913 y 1919, expuso también una
caracterología parecida a la de Heymans-Wiersma, considerando cuatro factores: Capacidad,
valencia, estabilidad y solidez, los que a su vez existían en el individuo, bien en cantidad excedente,
media o débil, dando lugar a ocho tipos: el supercapaz (C+), el subcapaz (C); el superválido (V+), el
subválido (V); el superestable (St+), el subestable (St); el supersólido (So+), y el subsólido (So). Fue
Olof Kinberg quien adoptó la tipología de Sjobring en el campo criminológico.

La continuación y difusión de la tipología holandesa de Heymans- Wiersma, se realizó por el


francés Rene Le Senne (1882-1954) quien publicó en 1945 su Traite de caracterolgie, considerando
los ocho tipos caracterológicos de sus predecesores, en base a la combinación de tres propiedades
fundamentales, polarizadas cada una en dos extremos: a) Emotividad, no emotividad; b) Actividad,
no actividad; c) Primariedad y secundariedad. Más tarde, Gastón Berger (1896-1960) elaboró un
cuestionario para su medición, presentada en su obra: Caracterologique cuestionario, de 1950
(Berger, 1962). Tales tipos caracterológicos son:
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1. Nervioso (emotivo-inactivo-primario)

2. Sentimental (emotivo-inactivo-secundario)

3. Colérico (emotivo-activo-primario)

4 Apasionado (emotivo-activo-secundario)

5. Sanguíneo (no emotivo-activo-primario)

6. Flemático (no emotivo-activo-secundario)

7. Amorfo (no emotivo-inactivo-primario)

8. Apático (no emotivo-inactivo-secundario)

Respecto a la incidencia criminológica de estos tipos, Oscar Blarduni

(1963) expresaba que el más criminógeno de todos es el nervioso. Luego vienen el amorfo,
el apático, el colérico, etc. Esto no significaba que los flemáticos no cometan delitos nunca, aunque
es más raro que lo hagan, y cuando lo hacen el crimen tiene características peculiares.

Según esta tipología, el Nervioso (E noA P) es bastante emotivo, siente de manera muy viva
los estímulos del mundo externo, por ser de sensibilidad hiperestésica; en función de su inactividad
sus energías o impulsos no se descargan por una acción continua, sino más bien por reacciones de
tipo agresivo en momentos determinados; y, además como es primario, su reacción es inmediata
sin meditar previamente las consecuencias de su acto, condiciones que son favorables para incidir
con mayor probabilidad en un comportamiento antisocial o criminal.

El Amorfo (noE noA P), por sus notas peculiares de carácter, puede también estar propenso
a reacciones que pueden ser de tipo delictivo o antisocial, además porque es una persona más
inclinada a dejarse llevar por las malas compañías, por faltarle aptitudes para resistir a las
sugestiones del grupo o de un lider.

El Apático (noE noA S), tiene fallas en la esfera moral y volitiva, y a veces también es mal
dotado intelectualmente, por lo que en mayor proporción carecen de escolaridad adecuada. Estos
rasgos posibilitan una mayor incidencia delictiva, ya sea contra la propiedad o de carácter sexual.

El Colérico (E A P), es bastante activo y de reacciones primarias o inmediatas, además de ser


muy emotivo, por lo que también es otro de los tipos psicológicos con alta predisposición a caer en
un comportamiento delincuencia! o antisocial, debido precisamente a su agresividad y
combatividad, por lo que puede incidir en actos de violencia contra las personas.

El Sanguíneo (noE A P) es propenso a la buena vida, el placer material, actuar primero sin
meditar y ser predominantemente activo, por lo que como señala Blarduni (1963), interviene poco
en los delitos contra la propiedad, pero si tiene mayor participación en los crímenes sexuales y los
delitos de violencia contra las personas.

El Pasional (E A S), debido a sus rasgos predominantes, es de escasa incidencia en la


criminalidad.
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El Sentimental (E noA S), es un tipo caracterológico aún de menor frecuencia delictiva entre
los adultos, aunque en niños y adolescentes, tiene algún grado de mayor significación que el
pasional.

El Flemático (no E A S), es el tipo de mínima incidencia criminológica, tanto en menores


como en adultos, lo que guarda correlación con sus rasgos de no emotividad y secundariedad, que
propician una reacción meditada antes de toda acción.

Los trabajos de René Resten (1963) en Francia, presentaron determinadas correlaciones


estadísticas, de estos tipos caracteroiógicos y la criminalidad en adultos y en menores (Cuadro
No.13). Asimismo consideró también un cuadro de incidencia porcentual en los delitos de robo,
agresión, honestidad y varios, hallando en todos ellos un alto índice por parte de los nerviosos (38.5,
30.30 y 36.0 % respectivamente). Los apáticos destacan en delitos contra la honestidad (sexuales)
con el 35.0 %, y luego en el robo con 27.5%. Los amorfos en agresiones con el 20.0% y robos con
16.5%. Los coléricos sobre todo en las agresiones con un 30.0%.

De la visión sucinta de tales datos debemos señalar que hay que considerarlas con
limitaciones, y no pretender deducir de ellos que los flemáticos, sentimentales y pasionales están
libres de cometer delitos, ya que por ejemplo los tipos pasionales pueden realizar actos de violencia,
sobre todo "crímenes pasionales", por la fuerte tendencia emotiva. Asimismo, respecto a los
sentimentales, Restén (1963) señalaba que estos individuos al no haber podido resolver sus
conflictos debido a su inactividad, soportan durante meses o años tal situación conflictiva, y que en
algún momento de embriaguez pueden cometer un delito de homicidio, o bien después de un largo
periodo de continencia cometer un delito sexual. Los flemáticos que tengan una inadecuada
capacidad moral pueden ejecutar actividades criminales muy peligrosas, organizadas
meticulosamente y con mucho cuidado. Otra salvedad que debemos hacer, es que los datos
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estadísticos de Restén no pueden ser tomados con mucha confianza, ya que para tales resultados
sólo consideró una pequeña cantidad de reclusos, 61 delincuentes adultos, de los que no se tienen
mayores detalles, como edad, escolaridad, ocupación, reincidencia, nivel socioeconómico y zona
geográfica de la que procedían, entre otros aspectos que inciden en el comportamiento criminal o
condicionan los rasgos de personalidad.

5.2.1.3. Estudios de la personalidad: Contemporáneamente las investigaciones sobre la


personalidad no han seguido un modelo explicativo único, ya que las diversas corrientes psicológicas
plantean variados tipos de comprensión y explicación del ser humano, y en particular de la
personalidad, existiendo apreciaciones psicoanalíticas, la tesis de los rasgos, la visión
fenomenológica, la apreciación conductista, entre otras. Lo indiscutible es que el nombre de
personalidad prácticamente se ha impuesto, desplazando progresivamente a las de carácter y
temperamento, que tuvieron mayor acogida sobre todo en la psicología europeo-continental hasta
casi la primera mitad del siglo pasado. Si tomamos como referencia la evolución histórica que
plantea Raymond B. Cattell (1905-1998), psicólogo inglés, el desarrollo de los estudios sobre la
personalidad habría pasado por tres grandes etapas:

a) La fase literaria y filosófica, una especie de juego de percepción personal y de creencias


convencionales, desde la antigüedad hasta el último novelista o autor teatral.

b) La fase protoclínica, que es una etapa de observación y teorización organizada.


Destacaron las generalizaciones psiquiátricas como la de Kraepelín, la tesis de Freud, Kretschmer,
entre muchos trabajos.

c) La fase cuantitativa y experimental que empezó a inicios del siglo XX y sus resultados se
aprecian recién en las últimas décadas.

Según Cattell (1972, p. 6), en la fase protoclínica se escribieron cosas fascinantes respecto
de la personalidad, aunque no siempre muy bien fundadas, y que cuando se desarrolle la historia
en la siguiente generación, probablemente se diga que "aunque esta segunda fase tuvo hombres de
gran talento, como Jung y Freud, científicamente casi equivalió a un desastre debido a que la
impresionante fachada de su pseudo conocimiento cortó el incentivo para realizar los modestos
experimentos de los que depende el progreso de la ciencia".

Para Cattell (1972, p. 15 y 17) "la personalidad púede definirse como aquello que nos dice
lo que una persona hará cuando se encuentre en una situación determinada" y en “un estado de
ánimo definido". Guilford por su parte afirma que "la personalidad de un individuo es una
constelación específica de rasgos". Si bien no existe acuerdo entre los psicólogos respecto a la
noción de personalidad, podemos considerar que la idea de Charles Morris (1987, p. 380) más afín
a la corriente de los rasgos, presenta una noción integral, concibiéndola como un "Patrón único de
los pensamientos, sentimientos y conductas de un individuo, que persisten con el tiempo y en
diversas situaciones". Uno de los últimos estudiosos más importantes de la personalidad, Theodor
Millón (1928-2014), sigue una perspectiva integradora entre la estructura básica de la personalidad
y su dinámica, considerando a su vez un continuo entre normalidad y patología (Violeta Cardenal et
al., 2007), concibiéndose a la estructura como una organización casi permanente de la personalidad
y a la dinámica o estilo como una forma de expresión (OrtizTallo,
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2002) Actualmente se aprecia que la personalidad se desarrolla a lo largo de la experiencia
vital de cada individuo, .sobre todo en sus primeros años, de acuerdo a sus condiciones internas o
base biológica subyacente, es decir que en la base de la personalidad está sobre todo esa estructura
anátomo fisiológica del sistema nervioso, que responde "temperamentalmente", de un modo
singular e integrado ante las experiencias y estímulos que inciden en el sujeto. Por ello afirman
algunos autores, que parece razonable considerar que una gran parte de la formación básica de la
personalidad tiene lugar antes de los seis o siete años de edad, pero que el aprendizaje de ciertos
aspectos de esta dimensión humana puede continuar a lo largo de la vida.

5.2.1.4. La teoría de los "rasgos de personalidad" y la perspectiva situacionista: Como ya


lo hemos anotado, en los últimos tiempos ha tenido gran auge la tesis de los rasgos como la visión
más adecuada de la personalidad, caracterizada precisamente como un conjunto de propiedades o
rasgos más o menos estables.

Para muchos autores, William L. Stern (1871-1938), psicólogo alemán en I934 es el iniciador
de esta tendencia, aunque el habló de "disposiciones", siendo más bien Gordon W. Allport (1897-
1967) psicólogo norteamericano quien en 1937 prefirió la denominación de rasgos y la difundió.
Para este psicólogo, los rasgos son "tendencias o predisposiciones determinantes a emitir una
respuesta". Mientras tanto Cattell (1972, p.18) dice que “por rasgo entendemos una tendencia a
reaccionar, relativamente permanente y amplia.". En tanto Morris (1987, p. 381) afirma que los
rasgos son disposiciones "duraderas dentro del individuo, las cuales hacen que piense, sienta y actúe
en unas formas determinadas.".

Otro elemento de juicio que debemos considerar, es que los estudios sobre los rasgos de
personalidad precisan que éstos no determinan necesariamente un tipo de comportamiento
ineluctable en el sujeto que posee dichos rasgos, ya que se deben considerar otras variables, como
la situación en que se halla el sujeto. Esto ha sido desarrollado por lo que se conoce como la
perspectiva situacionista, uno de cuyos impulsores es el psicólogo austríaco radicado en estados
Unidos, Walter Mischel (n.1930) entre1968 y 1982. Esta tendencia dice que probablemente las
características conocidas de una situación provocan constantemente el mismo comportamiento, y
que no sólo es función de los rasgos. Según dicho autor, diversas investigaciones han demostrado
que el desempeño en la medida de los rasgos se ve afectado por el contexto, y que tal conducta es
modificada por variados cambios ambientales, y aunque las personas suelen exhibir consistencia en
sus cuestionarios y calificaciones, esos resultados no predicen de manera inequívoca su
comportamiento real en situaciones específicas. Mischel (1990, p. 178) dice al respecto, que "todos
los individuos pueden exhibir consistencia en lo que se refiere a su propia conducta en algunos
rasgos (Bern y Alien, 1974), pero en muchos otros la mayoría de los seres humanos exhibe muy poca
consistencia de una situación específica a otra.".

Para la medición de la personalidad, dentro de la corriente psicométrica, se emplean


diversos tests, habiendo logrado mayor desarrollo el estudio a través de cuestionarios o inventarios
multifásicos de personalidad que miden los rasgos, los mismos que pueden diferenciarse según
Pichot (1960) en:
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a) clásicos, como el Inventario de personalidad de Benreuter,

b) Psicopatológicos, como el MMPI, el Humm-Wadsworth, y

c) Factoriales como el Cattell 16 P.F., y el de Guilford, entre otros.

Destacando sobre todo los psicopatológicos como el MMPI y los factoriales como el Cattell
16 P.F. y el de Guilford., y en las últimas décadas los inventarios de Millón: el inventario de estilos
para personalidad normal (MIPS de 1994), el inventario clínico multiaxial de Millón (versiones
MCMII, MCMII.I, MCMIIII), entre otros más. También el Inventario de Eysenck; igualmente la escala
de calificación de psicopatía de R. Haré, 1980 y revisión 1985; el cuestionario de agresividad de
Arnold Buss y M. Perry (1992), entre muchas otras pruebas.

A. El Cuestionario 16 P.F. de Cattell: Raymond Cattell y Odbert hallaron en 1936, una


relación de 4500 términos referidos a los rasgos de personalidad. Mas tarde Cattell consideró que
se podían reducir a 200, porque muchos de ellos eran sinónimos o cuasisinónimos. Sin embargo
cuando a una persona se la clasificaba según esos 200 rasgos, varios de ellos tendían a agruparse,
por lo que luego de diversas investigaciones concluyó que 16 rasgos representaban la complejidad
de la personalidad humana. También diferenció entre rasgos comunes, que se dan en todas las
personas, y rasgos únicos propios de un individuo. Asimismo desde otra perspectiva distinguió entre
rasgos superficiales, y rasgos fuente que son las variables subyacentes y determinantes de las
superficiales.

La primera versión de su cuestionario para medir la personalidad comprendió el estudio de


12 rasgos, signados con una letra de A a O, posteriormente agregó otros cuatro denominados Q1,
Q2, Q3, y Q4, sumando 16 factores o rasgos explorados mediante 187 preguntas o ítems. El tercer
factor C, “fuerza del Yo”, está relacionado con el control de los impulsos y las emociones.

Cada pregunta del cuestionario presenta a su vez tres alternativas de respuesta, entre las
que se debe escoger una. Ejemplos:

"99. A veces me irritan demasiado pequeñas contrariedades:

a) si b) en duda c) no

100. Muy rara vez suelto exclamaciones molestas que puedan herir los sentimientos de Ja
gente:

a) cierto b) en duda c) falso "

En función de las respuestas se delimitan los rasgos dominantes de la personalidad


explorada. Al respecto, de los datos hallados por Raymond Cattell (1972, p. 59) con dicho
cuestionario 16 P.F., "casi todos los tipos de neuróticos y también de alcohólicos, adictos a las drogas
y delincuentes, resultan anormalmente bajos en este factor de fuerza del Yo". En otros términos,
los sujetos delincuentes obtienen un puntaje del factor C inferior a lo normal, tan igual que los
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neuróticos y psicóticos. Son por tanto más emotivos de lo debido, y no son capaces de controlar sus
impulsos y estados de ánimo. En cuanto al factor G "fuerza del super Yo", los puntajes muestran
claramente que también están por debajo de lo normal en los delincuentes y psicópatas, pero así
mismo se presentan algo bajo en los sujetos neuróticos. Otro dato importante es que los
delincuentes provienen con más frecuencia de los extrovertidos, y los sujetos psiconeuróticos de los
introvertidos. La incidencia de los delincuentes a ser generalmente más extrovertidos se aprecia
tanto en los datos obtenidos por los cuestionarios, como en las mediciones objetivas de los factores.

De estos resultados podemos inferir que mediante este cuestionario se pueden detectar
ciertas características de personalidad, que si bien no creemos que sean predisponentes de la
criminalidad, son indicadores de un mal ajuste personal, que pueden precipitar en ciertas
circunstancias un comportamiento delictivo.

B. El Inventario Multifásico de personalidad de Minnesota (MMPI):

Uno de los inventarios psicopatológicos de mayor uso y difusión, para el estudio de la


personalidad, lo constituye el MMPI, el mismo que fue elaborado por el psicólogo estadounidense
Starke R. Hathaway (1903- 1984) y el neurólogo J.C. McKinley (1891 -1950) por los años 30 a I940 y
revisado en años subsiguientes, siendo publicada su forma final en 1943. Esta prueba consta de diez
escalas clínicas numeradas secuencialmente: l(Hs), 2(D), 3(H¡), 4(Dp), 5(Mf), 6(Pa), 7(Pt), 8(Es), 9
(Ma), 0 (Si). Además contiene escalas de validez: ?, L, F, y K, que permiten apreciar el grado de
confianza para hacer inferencias sobre la personalidad del encuestado. El número de ítems es de
566, lo que determina que su aplicación demore hasta dos horas. Cada pregunta del inventario
presenta dos alternativas de respuesta: Verdadero (V) y falso (F) de las que se debe elegir una de
ellas. Ejemplos:

38. Por un tiempo, cuando era más joven, participé en pequeños robos:

VF

39. A veces siento deseos de destruir cosas."

VF

Este cuestionario ha sido también empleado dentro de la práctica criminológica y penal, y


de los diversos estudios al respecto, se considera que la escala 4, desviación psicopática (Dp),
integrada por 50 frases, tiene como objeto detectar el trastorno de personalidad antisocial, que
comprende individuos con un comportamiento asocial, con mínima angustia y con ningún o poco
sentido de culpabilidad. Rafael Núñez (1968, p.43) afirma que los sujetos normales con alta
puntuación en esta escala, generalmente son rebeldes y no respetan las normas vigentes en su
grupo social, además son egoístas, agresivos, individualistas, entusiastas y muy sensibles. "El
adolescente con escala 4 alta es también rebelde, tiene problemas en la escuela y generalmente
abandona los estudios (...) y finalmente llega a la delincuencia". Precisamente Hathaway con
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Monachesi en 1953, hicieron estudios empleando el MMPI con menores delincuentes, orientado a
la predicción de la conducta criminal, habiendo hallado que los sujetos ubicados en la escala de
excitación, conformada por las escalas 4(Dp), 8(Es) y 9(Ma) tenían alta tasa de evolución criminal,
pero que algunos autores como Di Tullio (1966) no aceptan como válido.

De lo anterior creemos que es conveniente apreciar el tipo de correlación de 4(Dp) con otras
escalas, y si aparece combinada con elevación de las escalas 3, 8 y sobre todo la 9, la delincuencia
es más frecuente según el parecer de diversos estudiosos. Precisamente Dahlstrom y Welsh en
1960, hallaron también que los sujetos con perfil alto en 4(Dp) y 9(Ma) revelaban claras conductas
psicopáticas. Dentro de esta línea de estudio, Roberto Haré (1974, p.28) es quizá uno de los autores
que mayor énfasis pone sobre la validez del MMPI, para diferenciar a los delincuentes psicopáticos
de los no psicopáticos, y en un trabajo con reclusos empleando dicho cuestionario, afirma que se
"ve perfectamente que las dos escalas que mejor permiten diferenciar a los delincuentes psicópatas
de los no psicópatas son la Desviación psicopática (Dp) y la Hypomanía (Ma)".

Las correlaciones criminológicas, del 16 P.F. de Cattell, como del MMPI deben tomarse con
cautela, en el sentido de no pretender estar ante test psicométricos capaces de detectar a los
delincuentes, sino más bien ante instrumentos de diagnóstico psicológico que nos indican que
ciertos rasgos de personalidad se presentan con elevada frecuencia en los grupos de delincuentes
psicópatas, pero que también se manifiestan en personalidades que no son delincuentes.

C. El Inventarío clínico multiaxial de Millón (MCMI): Es un inventario que está diseñado


para detectar trastornos psicológicos, entre ellos los trastornos de personalidad, habiéndose
desarrollado tres versiones, el MCMI-I, que se reformuló en la forma MCMI-II, para adaptarse a la
DSM1II, que es la clasificación psiquiátrica norteamericana. Este inventario “sirve para proporcionar
información en tareas de evaluación y tratamiento de personas con dificultades emocionales e
interpersonales. Su utilidad es fundamentalmente clínica y de investigación, no siendo
recomendada su utilización en poblaciones normales”. (OrtizTallo et al., 2002, p. 147), la última
versión es el MCMI- III, nueva revisión que se adapta al DSMIV.

El MCMI-II consta de 175 ítems que debe ser contestada como verdadera (V) o falsa (F), y
que generalmente se resuelve entre 20 a 30 minutos. Abarca 10 escalas que evalúan trastornos de
personalidad: esquizoide, evitativo, dependiente, histriónico, narcisista, antisocial, agresivo/sádico,
obsesivo-compulsivo, pasivo/agresivo, y autodestructivo; además de tres escalas relacionadas con
graves alteraciones de personalidad: esquizotípico, límite y paranoíde. El MCMI-II ha tenido una
aplicación importante en el campo de la criminalidad y otras formas de conducta desviada.

D. Otros inventarios; Existen también otras técnicas más específicas para evaluar criminales
y psicópatas, destacando el Cuestionario de personalidad de Eysenck y Eysenck (EPQ-A) para
adultos, que mide tres dimensiones básicas de la personalidad: neuroticismo, extraversión y
psicoticismo, y la sinceridad, aplicable a partir de los 16 años de-edad

Asimismo la Escala de calificación de la psicopatía de Robert Haré, cuya primer versión de


1980 contenía 22 ítems, y la revisión de 1985 que tienen 20 ítems.
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En suma, la teoría de los rasgos, situacionista y de integración de la personalidad, así como
las técnicas psicológicas para su medición, en lo referente al crimen, tienen que ser considerados
bajo criterios no tan rígidos, sino en sus correlaciones anotadas y con las limitaciones que aún
existen en la predicción de la conducta humana y en particular del comportamiento delictivo.

5.2.2. TEORIA DE HANS EYSENCK: El psicólogo inglés Hans Eysenck (1916-1997) de origen
alemán, planteó en 1964 que existen correlaciones entre personalidad y delincuencia. Su
concepción al respecto la encuadramos como de orden psicobiológica, aunque Yates la cataloga
como teoría general de la socialización. El afirmó en sus primeras investigaciones que en cada
persona existen las dimensiones de introversión-extraversión y la de estabilidad-neuroticismo, con
fundamentos biológicos o genéticos, y que conjuntamente con el condicionamiento determinan la
personalidad comportamental. De los experimentos hechos por el autor y otros científicos, dedujo
la hipótesis de que hay una fuerte predisposición hereditaria subyacente al comportamiento
extravertido o introvertido, así como para la estabilidad- neuroticismo. Para llegar a tal afirmación
consideró los estudios de los gemelos univitelinos, utilizando una variedad de estímulos en
situaciones diversas y otras investigaciones adicionales en 1972 y 1976.

Las fuentes de la emotividad (estabilidad-neuroticismo) están en el sistema nervioso


autónomo, las que dan lugar a reacciones específicas en cada persona. Las bases de los fenómenos
de excitación e inhibición (introversión-extraversión) tienen relación con las neuronas del córtex,
tesis derivada de los estudios de Iván Pavlov, posteriormente vinculado al “sistema de activación
reticular ascendente” (SARA). Además Eysenck afirmaba que especialmente los extravertidos
desarrollan rápidamente la inhibición, muestran asimismo alto grado de inhibición y la eliminan
lentamente. Por su parte los introvertidos en cambio desarrollan la inhibición más despacio y en
menor grado y la eliminan con mayor rapidez. En cuanto a la excitación, los introvertidos la
desarrollan con mayor rapidez e intensidad, mientras que los extravertidos con más lentitud y
debilidad. Eysenck agrega también que la lesión cerebral incrementa la inhibición total que afecta
al córtex, y deduce de ello que los niños y adultos con lesión cerebral se comportan de forma más
extrovertida que los normales, lo que también se manifestaría en los lobotomizados.

Estos fundamentos biológicos, en base a los estudios que ha efectuado, sirvieron a Eysenck
para decir que los extravertidos que acumulan alto potencial de inhibición durante el proceso de
condicionamiento, resultarán más difíciles de socializar y se condicionarán con menor intensidad
que los introvertidos, que en principio acumulan relativamente poca inhibición. De lo que se
desprende también que los introvertidos se condicionarán mucho mejor que los extravertidos. Sin
embargo anota que nada de "cuanto hasta ahora hemos dicho puede inducir al lector a pensar que
el entorno no ejerce ninguna influencia como causa del delito. Ninguno de los autores mencionados
hasta ahora suscribiría una afirmación semejante. La noción misma de delincuencia o de delito sería
absurda sin un contexto de aprendizaje, de experiencia social y, genéricamente, de interacción entre
los hombres. Lo que demuestran las cifras es que la herencia es un fuerte factor de predisposición
en la realización o ejecución del delito" (Eyenck, 1976, p. 93). En suma, lo que planteó es que la
personalidad comportamental (Pe), la personalidad fenotípica que observamos en la vida cotidiana,
es la resultante del genotipo (herencia) y del entorno o ambiente: Pe = Pg. E
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La dimensión excitación-inhibición es de orden genotípica, que en el proceso de
condicionamiento y frente a determinadas influencias ambientales (E), va a dar el comportamiento
de tipo extravertido o introvertido. Eysenck sugiere que posiblemente la formación reticular
ascendente es la sede fisiológica donde radica el soporte de tal dimensión. Proceso similar se daría
para la emotividad (estabilidad-neuroticismo), que junto con la anterior, pueden dar lugar a diversas
combinaciones (Figura No. 12).

En base a lo anterior este autor planteó que precisamente los psicópatas y ciertos
delincuentes, se caracterizan por el predominio de las dimensiones extraversión-neuroticismo
(emotividad) extremas, y en los que debido al predominio de la inhibición el proceso de
condicionamiento social es más difícil. Asimismo, entre otras anotaciones, Eysenck (1976, p. 145)
afirmaba, que los psicópatas y otras personas, de acuerdo con su hipótesis, "son precisamente
aquéllas en las que no se ha producido un condicionamiento de las respuestas sociales. Disponemos
de pruebas suficientes para sugerir que las respuestas autónomas, condicionadas de acuerdo con el
sistema ordinario de Pavlov, constituyen la base de lo que normalmente llamamos conciencia. La
conciencia es, efectivamente, un reflejo condicionado".

Agregaba además que en cuanto a factor disuasivo del delito, la reacción autónoma, la
conciencia condicionada del delincuente en potencia, tiene mucho más fuerza que las fuerzas de la
ley y el orden establecidos. De ello afirma que la "conciencia" es principalmente, el factor
fundamental que nos hace comportarnos de una manera moral y socialmente aceptable. La
delincuencia se explicaría entonces, tomando en cuenta las siguientes consideraciones deducidas
de todo lo anterior.

a) Es de esperar, que los experimentos de condicionamiento revelen, que los psicópatas y


los extravertidos manifiesten generalmente menos condicionabilidad que los neuróticos y los
normales.

b) Las personas que cometen delitos y otros actos antisociales serán más extravertidos de
las que se abstienen de realizar esos actos. Según Eysenck, en este segundo enunciado existe mayor
número de pruebas confirmatorias.
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c) Los patrones de conducta relacionados con la introversión-extraversión y con la
estabilidad-neuroticismo, tienen unas bases sustancialmente hereditarias.

Posteriormente en 1976 incluyó la dimensión psicoticismo, que no está relacionado con


problemas psicóticos, sino más bien se correspon de con la noción de psicopatía (Otin, 2010). De
este modo la personalidad estaría conformada por tres dimensiones:

Extraversión (E) frente a introversión,

Neuroticismo (N) frente a estabilidad, y

Psicoticismo (P) frente a control de impulsos

En función de estas dimensiones, la tesis final de Eysenck, al que se le conoce como el


modelo PEN considera que en la conducta delictiva subyace alto psicoticismo (P), alta extraversión
(E) y alto neuroticismo (N). Sin embargo la evidencia empírica confirma sobre todo amplio soporte
de la incidencia de P e inconsistencia de las dimensiones E y N. Al respecto López y López (2003, p.7)
dicen que el “mismo Eysenck en 1997, concluyó que de las tres dimensiones, era el Psicoticismo la
dimensión que aparecía más claramente relacionada con la delincuencia (psicopatía primaria),
mientras que Éxtraversión y Neuroticismo estarían relacionadas con la psicopatía secundaria”.
Asimismo en el estudio con adolescentes (Moran, Carmona y Fínez, 2016) concluyen que el alto
psicoticismo incluye rasgos de condücta antisocial, mientras que la baja puntuación se da en
personas que se hallan dentro de la normalidad predominando el control de impulsos.

Según Aubrey Yates (1973), en la teoría de la socialización son importantes las diferencias
individuales en el que hay que considerar fres factores:

® Las diferencias de personalidad ® La cantidad y clase de entrenamiento


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© Las diferentes definiciones culturales de lo que constituye el comportamiento antisocial.

Gordon Trasler (1929-2002), que también sigue este modelo en su obra The explanation
ofcriminalityde 1962, sin embargo a diferencia de Eysenck, ha prestado mayor atención a las
diferencias de clase social en relación al proceso de socialización y su contacto con influencias
delictivas.

Actualmente existe interés por considerar las variables de la personalidad en las teorías
criminológicas, tomando en cuenta los aportes de Eysenck y también la tesis del autocontrol y la
variable impulsividad (Alcázar y Bouso, 2008).

5.2.3. TEORIAS PSICOANALITICAS: Existen realmente diversas versiones explicativas del


delito desarrolladas desde la vertiente del psicoanálisis, que décadas atrás era casi la única difundida
dentro del campo criminológico. Por ello Albert Ellis y J. Güilo (1978, p.121), con preocupación
decían que "por desgracia, el psicoanálisis se utiliza con frecuencia como sinónimo absoluto de
análisis psicológico o psicoterapia", idea que realmente fue y a veces sigue vigente en círculos
jurídicos y criminológicos (Luzón, 1982).

5.2.3.1. La concepción de Sigmund Freud: Aproximadamente en 1915 Freud publicó su


ensayo El delincuente por sentimiento de culpabilidad (Freud, 1948), dando origen a lo que se llamó
luego el Psicoanálisis criminal que ha tenido tantas expresiones e interpretaciones de índole
criminológica. Sin embargo, ya antes, en Tótem y Tabú publicado en 1912, había planteado algunas
interpretaciones, desarrolladas luego por T. Reik, que algunos penalistas acogieron y aún aceptan
como explicación de la pena.

Siguiendo los argumentos de su ensayo de 1915, Freud creía que una forma de criminalidad
se explicaba en base a los fuertes sentimientos de culpabilidad que sufría la persona, debido a que
no había podido superar su complejo de Edipo, ya que decía haber observado sujetos que sufrían
un penoso sentimiento de culpabilidad de origen desconocido, y una vez cometida una falta
concreta, sentían mitigada la presión del mismo, y esto significaba que el sentimiento de
culpabilidad existía antes del delito. También consideraba que había otro grupo de delincuentes, no
condicionados por el sentimiento de culpabilidad, es decir de aquéllos "que no han desarrollado
inhibicio nes morales o creen justificada su conducta contra la sociedad".

En base a esta versión se dedujeron otras tesis analíticas, con variantes explicativas que
llegan muchas veces al absurdo. En la mayoría de ellas juega papel importante la visión
pansexualista y su desarrollo en el individuo, que pasaría por las etapas:

Oral: Desde el nacimiento hasta los 18 meses aproximadamente,


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Anal: Desde el año y medio a los dos años y medio,

Fálica: Desde los tres hasta los seis años aproximadamente, y

Etapa de latencia: Entre los seis y siete años, en que surge el famoso "complejo de Edipo",
caracterizado por la atracción erótica subconsciente que siente el menor por el progenitor de sexo
opuesto, y a su vez rechazo u hostilidad hacia el del propio sexo.

Otros de los conceptos claves son: la tesis del subconsciente y la estructura del aparato
psíquico integrado por el Ello o Id, el Yo o Ego, y el Super Yo o Super Ego, con predominio
fundamental de los procesos inconscientes.

Frente al argumento Freudiano del delito sobre supuestos sentimientos de culpabilidad, por
un "Complejo de Edipo" no superado, consideramos que no existiendo pruebas científicas de tal
complejo, sino más bien argumentos sociales, culturales e históricos que lo desmienten, tal teoría
carece de validez. Sin embargo es obvio que los psicoanalistas que aún existen, confían en la realidad
de tal complejo. Albert Ellis, un psicólogo que luego de ser psicoanalista abandonó dicha corriente,
planteó conjuntamente con Güilo (1978), las críticas siguientes a la teoría freudiana en general.

a) Existen pocas pruebas, como insiste Jones y como explica M. Klein, que los niños normales
estén preocupados por celos, odios e impulsos agresivos gran parte del tiempo.

b) No hay razón para creer que los niños demanden invariablemente la atención exclusiva
de sus madres y que por ende, odien a sus padres de manera inevitable. Es obvio que muchos niños
admiran más. a sus padres que a sus madres, y sienten cierto resentimiento hacia las madres porque
los alejan del afecto paterno.

c) Cuando hay problemas de amor o celos que alientan el hecho dé que los niños resientan
a uno o ambos padres, no hay evidencias claramente bien definidas, como lo indica Freud, de que
el conflicto en cuestión se base en fundamentos de tipo sexual.

d) El sistema del Id, Ego y el Super Ego es en gran parte ficticio y consiste en un manejo real
y poco científico de ias "partes" de la personalidad, que en realidad no poseen ninguna existencia
independiente, no están abrumadas de "energía instintiva" y no "impulsan" al individuo a realizar
nada.

5.2.3.2. Tesis deTheodor Reik (1888-1969), psicólogo austríaco, quien en 1932publicó The
unknown murderer(Psicoanálisis del crimen: El asesino desconocido). El planteamiento de Reik es
que generalmente el asesino quiere ocultar el delito cometido, pero también en forma inconsciente
quiere mostrarlo. En este supuesto, siguiendo la tesis de Freud planteada en el delincuente por
sentimiento de culpabilidad, sucede que debido a la culpa inconsciente, los criminales a menudo
dejan pistas que pueden llevar a su identificación y posterior detención.

Desde la perspectiva de la sociedad ocurre también que cuando se manifiesta un hecho


delictivo, la población se preocupa y quiere que se descubra al autor o criminal desconocido, lo que
se expresa asimismo en las noticias que se transmiten en la televisión, los diarios y entre otros
medios de comunicación. Como anota Luis Rodríguez (1995, p.382) “los “psicoanalistas interpretan
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esto como un sentimiento de culpa inconsciente, que tiene sus raíces en el complejo de Edipo, en
el cual el niño desea a la madre y anhela dar muerte al padre”. Por ello, el deseo que se descubra al
criminal desconocido, origina que nos permita sentir que nosotros no somos los culpables y
disminuya nuestro sentimiento de culpabilidad inconsciente.

5.2.3.3. Tesis de Franz G. Alexander (1891-1964) y Hugo Staub (1885- 1942): Ambos
publicaron en 1929 el libro El delincuente y sus jueces desde el punto de vista psicoanalítico. Como'se
podrá deducir del título del trabajo de dichos autores, la tendencia analítica era el fondo teórico
sobre el que desarrollaron la explicación del crimen. Sin embargo la comprensión del delito fue
presentada considerando algunas variantes no señaladas antes por Freud, aunque si tomando como
parámetros básicos los conceptos y postulados psicoanalíticos, como el impulso o instinto tanático
o de muerte, con el que todo ser humano nace y que persiste toda su vida, y que ha tenido diverso
grado de aceptación por los mismos psicoanalistas.

Alexander y Staub (1961), sobre la base de ese impulso tanático, plantearon la tesis del
"innatismo criminal del ser humano", considerando al respecto que todo "hombre es innatamente
un criminal", es decir un inadaptado, y que conserva en su plenitud esa tendencia durante los
primeros años de la vida. La adaptación del sujeto a la sociedad comienza después de la victoria
sobre el complejo de Edipo, en su período de latencia descrito por Freud, que surge en el sexto año
de edad y termina en la adolescencia. La única diferencia entre el hombre normal y el delincuente,
era que el normal logra dominar parcialmente sus instintos motores criminales, y los desvía hacia
otros fines socialmente inocuos.

Frente a la criminalidad, y apreciando la variedad de delitos y delincuentes, plantearon una


clasificación de los mismos siguiendo una perspectiva amplia, considerando dos grandes grupos:

A. Criminales crónicos: que incluía a su vez cuatro subgrupos especiales:

1) Criminal condicionado orgánicamente, que abarcaba a los deficientes mentales


(imbéciles), enfermos mentales, orgánicos, toxicómanos y alcohólicos.

2) Criminal neurótico, en el que se incluían a los delincuentes por sentimientos de


culpabilidad y algunos afines, conforme a la explicación freudiana.

3) Criminal normal con Super Yo criminal, que abarca a individuos adaptados a una sociedad
especial, con una moral propia, que se podría llamar "moral criminal", diferente a la moral
dominante. Son criminales no neuróticos.

4) Criminal genuino, que sería un caso límite imaginable de hombre que no ha recibido
ninguna especie de adaptación social, y sería en consecuencia un ser sin Super Yo. Sin embargo, los
mismos autores de esta tesis dudan de su existencia real. Incluso A. Hesnard (35), no obstante su
posición favorable al psicoanálisis, califica de tesis simplista a la afirmación de un criminal sin Super
Yo.

B. Criminales accidentales o agudos: que incluía dos variedades de delincuentes:


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1) Delincuentes por equivocación o negligencia, en los que el Yo al estar concentrado en
una cosa distinta de la situación, es desbordado por la tendencia criminal inconsciente.

2) Delincuente situacional, originado sobre todo por choques afectivos o emocionales que
lesiona el sentimiento de lo justo, y entonces el poder impeditivo del Super Yo queda anulado en el
hecho concreto.

En resumen, Alexander y Staub, ante la variedad de sucesos criminales y de formas


delictivas, los han adaptado a la tesis analítica, partiendo de la cuestionada tendencia criminal
innata del hombre, así como de los procesos del "Complejo de Edipo" y de la teórica tripartición de
la personalidad (Ello, Yo, Super Yo), motivada por supuestas fuerzas inconscientes. Puntos de vista
algo similares a los de Alexander y Staub, presenta también Kate Friedlander (1950), aunque mucho
más afines son los criterios de David Abrahamsen (1946) en su trabajo Delito y psyque de 1944.

5.2.3.4. Planteamiento de David Abrahamsen (1903-2002):

Psicoanalista noruego, quien en su obra Delito y psique de 1944, divide a los delincuentes
también en dos grupos similares a los de Alexander y Staub, con algunas adiciones (Abrahamsen,
1946):

I. Delincuentes agudos o de momento: con tres variedades.

a. Delincuentes por situación: Aquellos delitos que se cometen por efecto de la oportunidad,
o debido a una situación apremiante.

b. Delincuentes por accidente: por negligencia o casualidad

c. Delincuentes por asociación: Que circunstancialmente se asocian con personas con


"módulos criminales".

Según Abrahamsen los delincuentes agudos son más numerosos, y considera que también
existen tipos de transición entre esas categorías. Este delincuente "no revela ningún patrón criminal
definido en su personalidad. Tan pronto como ha realizado el acto delictivo quiere deshacerlo, pues
lo condena su superego." (1946)

II. Delincuentes crónicos: Comprende cinco variedades

a. Delincuentes con trastornos orgánicos o funcionales del cuerpo o del cerebro: como los
esquizofrénicos, los deficientes mentales, los parésicos generales, y las personas con lesiones en la
cabeza que muestran cambios subsecuentes en la personalidad.

b. Delincuentes crónicos por situación, por accidente y por asociación: se desarrollan


partiendo de los delincuentes agudos que cometen nuevos delitos. Sobre todo el tipo por
Asociación, que llega a ser habitual. Tienen un defectuoso desarrollo de su superego.

c. Delincuentes neuróticos y compulsivos: sobre todo los obsesivo compulsivos, y son hasta
cierto punto personas que no han llegado a la madurez sexual. Los delitos en este grupo son la
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cleptomanía, la piromanía, la ninfomanía, la dipsomanía, la dromomanía, la manía homicida, entre
otros

d. Delincuentes con características neuróticas. Grupo de criminales que se describen a


menudo como personalidades psicopáticas.

"Un rasgo distintivo de su conducta es la agresión, que es una forma de autodestrucción


crónica.". Las personas de este tipo pueden actuar como neuróticos o como criminales. Alexander
fue el primero que introdujo el concepto de "carácter neurótico", y abarca un grupo numeroso de
neurosis, cuya característica consiste en incurrir en una conducta antisocial más que en expresiones
neuróticas.

e. Delincuentes con desarrollo deficiente del superego: Son personas que han crecido en un
medio de delincuencia que existía previamente o que ellos han fomentado. Están identificados con
las actividades antisociales y no temen el castigo. Sus actos criminales son aprobados por su ego y
su superego. "Socialmente, este delincuente es el individuo más peligroso" y son incorregibles según
Abrahamsen.

Posteriormente en 1970 escribió Our violent society, también dentro de la vertiente


psicoanalítica, en la que plantea una explicación del crimen violento del varón, que se basa
invariablemente en sus sentimientos inconscientes de querer demostrar a su madre que no es
insignificante, y que puede vengarse de ella por haberlo rechazado. Esta variante psicoanalítica
considera que:

a) Los hombres que cometen delitos violentos han sido gravemente rechazados por su
madre.

b) Ellos sienten amargamente este rechazo.

c) Esa experiencia es siempre inconsciente.

d) Tratan siempre de demostrar a su madre lo importante que son,

e) Ellos creen que efectuar actos de violencia o matar a otras personas, demostrará en
forma ostensible su importancia.

Años después, en 1973, bajo la misma visión psicoanalítica publicó The murderíng mind(La
mente asesina), centrada en el estudio de un homicida (Abrahamsen, 1976)

5.2.3.5. Tesis de C. K. Me Knight y colaboradores: Trataron de explicar el matricidio bajo la


perspectiva psicoanalítica en un artículo publicado en 1966: “Matricide and mental ¡Unes”,
(Canadian psychiatric association journal, 11, pp. 99106), basada en la hipótesis que denominaron
"Complejo de Orestes" y la "Crisis Catatímica". Para ello recurrieron a la leyenda griega, en la que
Orestes hijo de Agamenón y Clitemnestra, luego que su madre conjuntamente con su amante Egísto
asesinara a su padre, enfurecido por tal homicidio y con la ayuda de su hermana mató a su madre y
a Egisto.
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En base a tal leyenda, Me Knight y sus colaboradores, creen que los hombres que matan a
sus madres imitan a Orestes y defienden el honor de sus padres traicionados. Como dicen Ellis y
Güilo (1978, p.129), francamente "no damos mucha importancia al Complejo de Orestes como causa
primordial del matricidio", porque realmente no tiene ninguna base objetiva, sino tan sólo una libre
interpretación subjetiva.

5.2.3.6. Propuesta de Maurice N. Walsh: Constituye otra variante de explicación


psicoanalítica del homicidio, presentada en 1966, en el artículo: “A contribution to the problem of
recurrent mass homicide” (Journal of the Hillside Hospital, Vol. 15, pp.8493) postulando que el
poder creciente de las armas de aniquilación masiva se relaciona con el deseo de alcanzar un poder
que sobrepase al del padre, aunados a los sentimientos de culpabilidad edípicos. Ellis y Güilo (1978,
p.141) cuestionan también esta supuesta tesis analítica, y afirman que es "mucho más probable que
cuando los varones de nuestra sociedad desarrollan impulsos homicidas por sus deseos de poder,
se están esforzando muchas veces en superar sentimientos de falta de valor y desajustes", y que la
interpretación de Walsh "es probablemente una bazofia psicoanalítica descarada"

Realmente existen gran variedad de explicaciones psicoanalítícas, así como formas de


tratamiento del crimen (Sánchez, 1981), que se han desarrollado por muchos autores, como Marie
Bonaparte en 1929, Gustav Bichowski en 1935, P. Lehrman en 1937, R.S. Banay en 1941, Frederic
Wertham en 1941, Joseph Belberg en 1943, H.A. Bunker en 1944, Kate Friedlander en 1947, Melita
Schmideberg en 1949, Ernest Jones en 1954,

G.J. Rose en 1960, Walter Bromberg en 1962, entre otros tantos.

En resumen podemos señalar que las tesis psicoanalítícas de la criminalidad y la conducta


antisocial carecen de objetividad científica, y constituyen explicaciones psicocriminológícas
inconsistente, que no han contribuido al desarrollo criminológico desde dicha vertiente. Este punto
de vista se basa en aspectos metodológico científicos que son señalados por Mario Bunge, quien
califica al psicoanálisis de pseudociencia; así como argumentos desde la vertiente psicológica e
incluso de algunos expsicoanalistas como Albert Ellis (1978, p. 159), quien textualmente afirma que
"casi todas las teorías psicoanalítícas sobre la criminalidad plantean exigencias imposibles de
credulidad y se enuncian de una manera que hace que sean inaceptables casi con toda seguridad".
A. Baratta, (1986, P. 53) desde la perspectiva de la criminología crítica, señala que no obstante "la
importante función crítica ejercida por las teorías psicoanalíticas de la criminalidad frente a la
ideología de la defensa social, es menester decir que no han logrado superar los lírhites
fundamentales de la criminología tradicional.", siguiendo la orientación positivista.

5.2.4. FRUSTRACION-AGRESION Y DELITO: La agresión como una forma de


comportamiento humano tiene interés criminológico, y principalmente las condiciones que la
generan, entre ellas la frustración.

5.2.4.1 Nociones de frustración: Si bien no hay un concepto unívoco entre los diversos
autores, existe en todo caso algunas coincidencias, por ejemplo James Whittaker (1971, p. 483) dice
que la frustración "se refiere a las circunstancias que determinan en que una necesidad o motivo
fracasen en ser satisfechos. El estado interno de trastorno emocional que acompaña a esos sucesos
es denominado "presión psicológica", "tensión" o "ansiedad"
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C.N. Cofer y M.H. Appley (1971, p. 409) afirman que la frustración "implica que no se ha
llevado a su meta o a su conclusión una línea de acción, o que no se ha alcanzado un estado final de
algún tipo, o que no se ha logrado materializar una solución a una consecuencia esperada...". Por su
parte, Verplanck citado por Enrique Cerdá (1971, p.522), dice que "una frustración es algún
impedimento que dificulta que el organismo haga alguna respuesta..". Para Walter Mischel (1990,
p.398) la "frustración ocurre cuando una secuencia de conducta encaminada hacia determinado
objetivo se ve interrumpido, de modo que su terminación y el logro de los objetivos deseados se
retrasan o se cancelan...". Dentro de estos conceptos se puede considerar que para que ocurra una
frustración se requieren dos precondiciones:

a) la existencia de un impulso o motivo alertado previamente o no

recompensado, y

b) alguna forma de interferencia que dificulta el logro del impulso o motivo.

En este caso, Según señala Arnold Buss (1969), la frustración puede ser consecuencia de una
serie de operaciones: barreras, fracasos, factores de distracción, conflicto, omisión de recompensa,
que ocurren en alguna secuencia del comportamiento. Además, generalmente la frustración intensa
ocasiona un estado de excitación emocional y cambios corporales fisiológicos que se hallan bajo el
control del sistema nervioso autónomo.

5.2.4.2. Frustración Agresión: Los primeros estudios que señalaron una correlación entre
frustración y agresión se efectuaron por John Dollard (1900-1980) et al., en 1939, en el libro
Frustration and agression. La idea central decía que la agresión era una resultante o función de la
frustración sentida por el sujeto. La frustración era entendida como la situación experimentada por
una persona al producirse un bloqueo o dificultad que impedía el logro u obtención de uno de sus
objetivos. Inicialmente la hipótesis de Dollard fue que toda frustración provocaba agresión, y que
toda agresión presuponía siempre la existencia de una frustración (A. Rodrigues, 1976; S. Cloninger,
2003), pero tal afirmación resultaba muy genérica, sobre todo en los seres humanos.

Para Roger N. Johnson (1976) esta hipótesis de la frustración y agresión tiene mucho de
verdad, pero es muy simple y general, y que su comprensión de la agresión es muy limitada. Al
respecto debemos anotar que las frustraciones pueden generar no solo violencia física, sino también
algunas otras manifestaciones emocionales. Asimismo hay que aclarar, que no toda agresión es
resultante de la frustración, sino que puede ser en algunos casos efecto del aprendizaje y las
condiciones sociales. Fritz Redi (1902-1988) y

D. Wineman (1959), decfan en 1951, en el libro Children who hate: the desorganization
andbrakdown of behavior Controls (Niños que odian), que el sociólogo y el antropólogo han
demostrado la capacidad de engendrar odio que tienen la pobreza, la desigualdad y las tensiones
producidas por el hacinamiento y las relaciones vecinales.

Asimismo, según una gran variedad de estudios realizados, está probado que no siempre la
frustración produce necesariamente agresión, pudiéndose dar otras reacciones. Además, también
se ha distinguido por algunos autores, la “agresión hostil” descrita por Dollard de la “agresión
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instrumental” que es un medio para el logro de otra meta, como el lesionar a una persona para
arrebatarle o robarle algún bien (Cloninger, 2003).

A. Reacciones o respuestas ante la frustración: Sobre tales consideraciones hay que indicar,
que si bien inicialmente se planteó la idea que la agresión siempre resultaba de la frustración, y que
la frustración siempre estimulaba la agresión; al generarse críticas severas, sobre todo a la segunda
parte de la tesis, el grupo de investigadores partidarios de este planteamiento modificó esa versión
de su "teorema de la frustraciónagresión", sobre todo Neal E. Miller (1909-2002), quien en 1941, en
el artículo: “The frustrationaggression hypothesis" (Psycholical review, No. 48, pp.337-366) señaló
que la frustración provoca diversos tipos de reacción, una de las cuales puede ser la agresión
(Graumann, 1971).

Las reacciones a la frustración son pues muy variadas, conside rándose dos grupos, según
el parecer de algunos autores. En el primero denominado "reacciones orientadas hacia las tareas",
se incluyen:

a) el ataque y la agresión,

b) la huida y la retirada, y

c) las componendas y las sustituciones.

En el segundo grupo de "reacciones de mecanismos de defensa", se consideran: a) la


racionalización, b) la represión, c) la proyección, d) identificación, entre otras.

B. Orientación o dirección de la agresión: P. Heintz (1960) decía que cuando la frustración


produce agresión, se debe distinguir entre 1) las frustraciones cuyas consecuencias agresivas se
dirigen hacia el agente frustrador, y 2) las frustraciones que provocan una agresividad tan fuerte
que la agresión no tienen aparentemente ningún objetivo " racional" relacionado con la frustración,
orientándose contra terceros.
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Respecto al segundo tipo de reacción agresiva se ha desarrollado la hipótesis del llamado


"chivo expiatorio". Sobre todo cuando el agente frustrador no es una persona sobre la que se pueda
descargar la hostilidad o agresión del sujeto frustrado, dado su poder u otro aspecto que limita la
agresión directa contra él. En estos casos la agresión se puede dirigir contra un "chivo expiatorio" o
contra una persona inocente que no tiene nada que ver con el fenómeno frustrador. Este
desplazamiento de la agresión se aprecia en el caso de ataques contra personas indefensas o
marginadas, sin que medie motivo alguno, o también las actividades destructivas que a veces
realizan bandas de jóvenes contra bienes ajenos. Se consideran también situaciones en que la
agresión se orienta contra sí mismo en algunos agentes frustrados. En suma, podemos apreciar que
la agresión se puede dirigir (Figura 15):

a) contra el agente frustrante,

b) contra otra persona o algún otro objeto, y

c) contra sí mismo.

Además según Karl Mackal (1983) se pueden distinguir también, entre agresión directa o
física, que puede implicar el golpear a una persona, y agresión indirecta o verbal.

5.2.4.3. Frustración agresión y nivel de expectativa: Leonard Berkowitz (1926-2016) en el


libro Roots of aggression: A reexamination of the frustration-aggresslon hypothesis de 1969, planteó
que si bien la frustración se presenta como resultado del bloqueo o la imposibilidad de llevar a cabo
un estado de cosas anticipado y deseado, se pueden identificar algunas condiciones que orientarían
a la agresión, como las siguientes:

a) Si la situación que impide o bloquea el acto no es arbitraria, la frustración puede no


ocurrir, ya que el éxito no era necesariamente esperado,
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b) Cuando se espera el éxito y se da un bloqueo arbitrario, ocurrirá la frustración. En otros
términos si la esperanza de alcanzar la meta u objetivo es alta, la frustración será más
intensa. Como dice Mischel (1990, p.399), "la frustración empeora cuando se ha forjado
expectativas y éstas no se alcanzan porque el proceso queda bloqueado".

En todo caso reiteramos que no se pretende hallar una relación directa y necesaria entre
frustración y agresión, sino tan solo en ciertas circunstancias y también cuando el fenómeno
frustrante se percibe por el sujeto como algo arbitrario o injusto, y sobre todo frente a la alta
expectativa de éxito esperada. Asimismo hay que tener en cuenta la intensidad de la frustración, y
que en casos de respuesta agresiva, éstas pueden ser también muy disímiles; en todo caso hay que
considerar la presencia o ausencia de inhibidores de las acciones agresivas y hostiles. Al respecto
estudios posteriores de Leonard Berkowitz, según señalan Paul Secord y Cari Backman (1976),
indican que algunos estímulos que han llegado a asociarse con la agresión o la frustración, pueden
facilitar la agresión en situaciones frustrantes.

5.2.4.4. Nivel de tolerancia a la frustración y reacción agresiva:

Otro aspecto importante de revisar es el nivel de tolerancia a la frustración que ya fue


considerada por Rosenzweig, y que puede ser entendido como el grado y duración de la tensión que
una persona puede soportar, sin sufrir seria desorganización de la personalidad o alteración
emocional. Este nivel de tolerancia depende de una serie de factores psicosociales presentes en el
desarrollo del individuo u otros problemas. Esto determina las diferencias de este nivel de tolerancia
entre las personas, e incluso en un mismo sujeto donde se aprecian variantes en función de las
circunstancias y otras condiciones personales. Especialmente en las conductas agresivas más
extremas, como el homicidio, se han hecho algunos estudios vinculados al nivel de tolerancia a la
frustración. Ellis y Güilo citan el trabajo de los italianos Leonardo Ancona y Mario Fontanesi ("La
dinámica della aggresivita", Quaderni di criminología clínica, 1965), sobre delincuentes mayormente
homicidas, cuyo nivel de tolerancia a la frustración daba lugar a una reacción más primitiva, de modo
abierto y más violento. Otros estudios como los de J.R. Hurley en 1967, aportan argumentos a favor
de esta tesis. Lo mismo las investigaciones de Marvin Wolfgang en homicidas, en el mismo año de
1967.

Considerando otros factores concomitantes, Ellis y Güilo (1978), proponen un punto de vista
más integral, al plantear que cierto tipo de homicidios se explicaría en base a tres factores:

a) En función de la circunstancia frustrante

b) El contacto repetido del homicida con la persona que se considera frustrante.

c) La predisposición innata o adquirida de sentir la frustración como algo intolerable, y que


no puede soportarse por mucho tiempo.

5.2.5. EL CONDICIONAMIENTO OPERANTE Y DELITO: Desde las vertientes de las teorías


conductuales y reflejo condicionadas se han planteado diversas explicaciones deí delito y el
comportamiento antisocial. En estas teorías lo que predomina es el criterio de explicar la conducta
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criminal y desviada, no en base a procesos inconscientes o impulsos preexistentes, sino más bien
acentuando el impacto de los factores psicosociales que vive el sujeto y que van a condicionar su
aprendizaje. Además la corriente pavloviana o reflejo condicionada, trata también de estudiar,
aparte de las variables externas, los procesos internos, sobre todo neurofisiológicos, vertiente
conocida como modelo de Condicionamiento Clásico, cuyo exponente es Iván Pavlov.

Sobre la base de dichas tesis, sobre todo la conductista, se han desarrollado diversas
variantes neo conductistas, destacando el condicionamiento operante impulsado por B.F. Skinner.
Debemos recordar que todas estas corrientes son conocidas también como teorías del aprendizaje,
que dan una explicación del crimen sobre bases más objetivas, aunque quizá parciales en algunos
aspectos.

5.2.5.1. El condicionamiento operante: Burrhus F. Skinner (1904- 1990), siguiendo el


modelo conductista y tomando como antece dente la "ley del efecto" de Thorndike, desarrolló un
modelo explicativo del comportamiento que denominó Condicionamiento Operante, teoría que
sirve para explicar una gran variedad de conductas humanas, así como para desarrollar
consecuentemente diversas técnicas para su modificación y modelamiento. El condicionamiento
clásico maneja el refuerzo antes de la emisión de la conducta esperada, de tal manera que asociando
previamente un estímulo neutro al refuerzo incondicionado que estimula la emisión de esa
conducta, se llega a producir tal comportamiento con la sola presencia del estímulo neutro que se
convierte en estímulo condicionado, llamándose a la respuesta así producida, reflejo o reacción
condicionada.

B.F. Skinner (1974) al desarrollar el condicionamiento operante entre 1938 y 1959, explica
el aprendizaje según otro esquema. En este caso lo que ocurre primero es la emisión de la conducta,
y si seguida de ella se da un evento reforzante para el sujeto, es probable que dicho comportamiento
se repita y se haga estable o perfeccione, según las contingencias que sigan a la emisión de la
conducta. En base a este modelo se explicarían gran parte de los actos humanos, sin embargo antes
de revisar al aspecto del modelamiento de la conducta criminal o antisocial, debemos aclarar otros
puntos previos importantes, como la noción de operante, refuerzo y sus variantes, que son
elementos claves que entran en la tesis de este tipo de condicionamiento:

a) La conducta operante: es toda aquella que opera sobre el medio externo, que lo cambia
o afecta. En otros términos, una operante es una variedad de respuesta (conducta) que surge
espontáneamente en ausen cia de cualquier estimulación con la que pueda ser específicamente
relacionada. A su vez el comportamiento operante está determinado por las consecuencias que le
siguen inmediatamente. Las consecuencias de una conducta operante, que aumentan la
probabilidad que se repita se llaman reforzadores o refuerzos.

b) Condicionamiento operante: según algunos psicólogos el condicionamiento operante es


un proceso de ejercer control sobre la conducta de un organismo, por medio de la presentación del
refuerzo, inmediatamente que haya ocurrido la emisión de la conducta operante que se desea
condicionar, diferenciándose del condicionamiento respondiente llamado también "clásico",
porque el refuerzo se presenta antes que ocurra el comportamiento.
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c) El refuerzo: puede ser algo comestible, una sonrisa, una palabra de elogio, una palmada
amistosa o cualquier otro evento que aumente la probabilidad que la conducta operante sea emitida
nuevamente. Los reforzadores pueden ser primarios o secundarios. Los primarios son estímulos que
poseen propiedades reforzantes, porque tienen importancia biológica o satisfacen una necesidad
fisiológica, como el agua, alimento, sexo, etc. Los secundarios o condicionados, son estímulos que
adquieren la propiedad reforzante por asociación con refuerzos primarios, y son muy numerosos.
Los estímulos que adquieren propiedad de refuerzo secundario, están vinculados con la historia de
la vida de una persona.

Los refuerzos se pueden diferenciar también desde otro punto de vista en positivos y
negativos. Un refuerzo POSITIVO es descrito como una variedad de estímulo gratificante, que
ocasiona satisfacción o agrado y el deseo de repetir la conducta emitida; mientras que el refuerzo
NEGATIVO se define como un estímulo desagradable, cuya supresión o retiro después de la emisión
de una conducta, aumenta o intensifica la repetición de dicho comportamiento.

Según la frecuencia de presentación se distingue entre refuerzo continuo y refuerzo


intermitente. Asimismo, en todo caso un reforzador debe presentarse inmediatamente después de
emitida la conducta operante, en caso contrario no tendrá efecto reforzante.

5.2.5.2. Delito y condicionamiento operante: Si bien es cierto que Skinner no efectuó un


estudio de la delincuencia en base al modelo del condicionamiento operante, sin embargo realizó
algunos trabajos experimentales sobre la conducta agresiva en animales, cuya generalización al
campo humano, con las limitaciones respectivas, sirven para explicar en parte la conducta criminal
y antisocial. Ello se puede deducir de otros estudios sobre la agresión así como de las experiencias
sobre el tratamiento de conductas delictivas, siguiendo el paradigma de la conducta operante (Reid,
1975) y algunas otras variantes. Al respecto, Emilio Ribes Iñesta (1975, p.16) decía en 1975 que
existen "casos de condicionamiento respondiente de la agresión, en que estímulos previamente
neutrales han adquirido la capacidad funcional de evocar el tipo de comportamiento (...) Pero los
aspectos experimentales más interesantes de la agresión son los que resultan, de los
procedimientos de condicionamiento operante".

Roger Ulrich (1975, p. 25) planteó también que en términos generales, bajo el modelo
operante se puede explicar la conducta agresiva. Afirma al respecto: "Mi propio enfoque es el del
análisis conductual. Conceptúo la agresión principalmente en función de los estímulos que
controlan su tasa de ocurrencia", y que las instituciones sociales refuerzan de muchas maneras la
agresión. Pone el ejemplo, que si una máquina vendedora de dulces no da el dulce luego de ponerse
la moneda, la persona puede ensayar pateando a la máquina, y si por alguna razón, obtiene así el
dulce o la moneda, la próxima vez que una máquina le "engañe", probablemente tratará de patearla.
Esto también es una muestra de como los seres humanos aprenden a agredir. J.

D. Keehn (1975, p.86) considera que el "análisis experimental de la agresión ha comenzado


a aislar las condiciones ambientales responsables del establecimiento y manutención tanto de la
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agresión especificada por programa como de la inducida por éste, y a la larga servirá para someter
estas conductas al control social benigno".

Emilio Ribes (Bijou y Ribes, 1972), glosando el punto de vista de Harold Cohén (1972),
considera que la conducta delictuosa está determinada por un doble juego de elementos,
ambiental-social:

a) El primero consiste en el refuerzo intermitente que recibe la conducta delictuosa, al ser


afortunado en la mayoría de casos que comete un hecho punible, por lo que la proporción de
refuerzos respecto a no refuerzos del acto criminal es muy alto, lo que explicaría el mantenimiento
prolongado de la conducta antisocial.

b) El segundo se refiere al hecho de que la comunidad establece consecuencias aversivas


demoradas sobre la conducta delictuosa, que no llegan a tener eficacia y que provocan conductas
de evitación por parte del delincuente de las formas de gratificación social.

De ello deduce que la génesis directa de la conducta delictuosa se halla entonces en la


incapacidad de la sociedad para procurar contingencias adecuadas que promuevan el desarrollo de
repertorios pertinentes en todos los miembros de la comunidad.

En base a tales puntos de vista, considera que los ambientes prostéticos o instituciones
donde se manejan contingencias positivas para el desarrollo de conductas socializadas, que si bien
pueden implementarse en cárceles y centros de reeducación, pero si no se hace nada por la
ampliación de sus objetivos al medio natural de los delincuentes, podrían convertir al programa en
un simple proyecto de demostración y no de rehabilitación. Lo importante es también lograr una
generalización a circunstancias distintas. Plantea asimismo que otro procedimiento para enfrentar
el problema delictivo sería de carácter preventivo, buscando la reestructuración o cambio radical
del medio social que genera la conducta criminal, lo que es difícil por la resistencia al respecto de
los organismos oficiales.

5.2.6. TEORIA DEL APRENDIZAJE SOCIAL O IMITACION SOCIAL:

El aprendizaje social o imitativo, o de modelamiento, ha tratado de ser explicado por


diversas concepciones teóricas. Entre ellas Holt en 1931 que siguió el modelo del condicionamiento
clásico y asociativo; Miller y Dollard en 1941 consideraron que la imitación se produce cuando se da
un refuerzo positivo. Por su parte Bandura y Walter en 1963; así como Bandura, entre 1965,1969 y
1973, plantearon que muchas formas de comportamiento humano, entre ellas la violenta y agresiva
en sus diferentes manifestaciones, se adquieren por la imitación de modelos observados o por
experiencias ejecutadas directamente (Bandura, 1975; Goldstein, 1978; M. Rodríguez, 1983). Años
más tarde, en 1986, Bandura la rebautizó como “teoría cognitivo social”.
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Según el psicólogo canadiense Albert Bandura (n.1925) afincado en Estados Unidos, el


aprendizaje social brinda una teoría general que pretende ser lo bastante amplia como para abarcar
las condiciones que regulan todas las facetas de la agresión, sea individual o colectiva y sancionada
personal o ¡nstitucionalmente. Afirma que los seres humanos no nacen con repertorios
prefabricados de conducta agresiva; deben aprenderlas de una u otra manera. Las personas pueden
adquirir estilos agresivos de conducta, ya sea por observación de modelos agresivos o por la
experiencia directa del combate. El enfoque general del aprendizaje social de la agresión lo
esquematiza el autor indicado en el gráfico No. 16 que lo presentamos con algunos reajustes.

5.2.6.1. Aprendizaje de la agresión por observación: Para Bandura hay dos formas de
aprendizaje de la agresión, una por Observación de modelos, y otra por Experiencia directa. El autor
plantea que las conductas mostradas por las personas son aprendidas muchas veces por
observación o imitación, sea deliberada o inadvertidamente, a través de las influencias del ejemplo.
Como anota Feldman (1989, p.86), "el aprendizaje observacional se relaciona con las respuestas que
se adquieren sin reforzamiento directo alguno para el adquiriente. En cambio, éste observa el
comportamiento de otra persona denominada modelo".

A. Proceso del aprendizaje observacional: Bandura en 1969 formuló la tesis de la mediación


-contigüidad o de la Contigüidad Mediacional para explicar lo que llamó también "aprendizaje sin
intentos" o "intentos observacionales", como efecto de los modelos sobre la conducta del
observador. Al respecto esta tesis plantea:

1) Un Gradiente de Contigüidad, entre la conducta del modelo y la percepción del sujeto


observador, como condición necesaria para el aprendizaje vicario o por imitación, aunque no
totalmente suficiente.
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2) Procesos atencionales. Teniendo en cuenta que si bien el "gradiente de contigüidad" es
una condición necesaria pero no suficiente, Bandura considera importante para el aprendizaje por
observación, otros procesos, y entre ellos la atención de los rasgos esenciales de la conducta
ejecutada por el paradigma. En realidad el proceso atencional es sustancial en todo tipo de
aprendizaje. Feldman (1989,'p.86) agrega que estos "procesos de la atención requieren de la
exposición a un modelo, la selección de una conducta relacionada y su percepción exacta”

3) Procesos de retención adecuada del comportamiento observado. En este proceso tiene


un papel importante la función de codificación simbólica y la seriación espacio-temporal de los
inputs que llegan al observador.

4) Sistemas de mediación, según Feldman (1989, p. 87) "la retención efectiva requiere que
el recuerdo de la conducta modelada sea transformado en símbolos verbales y visuales”. Tales
símbolos o sistemas de mediación actúan en íntima colaboración:

a. El sistemé mediacional imaginativo, que opera a través de un proceso de


condicionamiento sensorial. Plantea que durante la exposición ante un modelo, los estímulos
originan respuestas perceptivas en el observador, y nuevamente por contigüidad estas respuestas
vienen secuencialmente asociadas y son integradas a un nivel central, de tal manera que tras
sucesivas presentaciones, un estímulo dado adquiere la capacidad de evocar imágenes. Esta
activación puede darse no sólo ante la presencia física de los estímulos, sino ante la mera evocación
imaginativa de uno de ellos.

b. El sistema de mediación verbal. Se trata de una mediación lingüística en los seres


humanos, en que la codificación lingüística de los hechos observados posibilita un mayor poder de
generalización de respuestas. Se ha comprobado que una alta capacidad de codificación verbal, lleva
aparejada una mejor retención y consecuentemente una mayor posibilidad de presentar conductas
imitativas.

5) Procesos motivacionales, que permiten la manifestación de un aprendizaje en una


ejecución efectiva.

6) Mecanismos de reproducción motora: la ejecución de la conducta por el observador, se


halla dirigida por los indicios de la mediación representacional que ya posee el propio observador.

B. Fuentes de la conducta agresiva: Bandura consideró varias fuentes

importantes para el aprendizaje de este comportamiento por imitación.

1) Las influencias familiares. La fuente más importante de la agresión modelada serían los
integrantes de la familia; los estudios sobre todo de jóvenes antisociales, han mostrado esta alta
incidencia. Asimismo este influjo de la violencia familiar se produce mediante los estilos de
comportamiento violento de los adultos sobre los niños. Sin embargo, el modelo familiar no siempre
se expresa en conductas agresivas o violentas explícitas, sobre todo en padres de clase media, en
laque el modelamiento de la agresión adopta formas menos explícitas. Es también en el aspecto de
la práctica disciplinaria donde los niños adquieren los modelos más vividos de sus padres para influir
en la conducta de los demás. Los padres que propician los métodos de dominación agresiva tienen
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hijos que tienden a valerse de tácticas agresivas semejantes para controlar la conducta de sus
compañeros.

2) Las influencias subculturales. Se ha estudiado bastante como el entorno subcultural, en


el que se desenvuelve una persona, influye también en la modelación de su comportamiento. "No
es nada sorprendente que las tasas más elevadas de conducta agresiva se encuentran en medios
sociales donde abundan los modelos agresivos y en donde se considera que la agresividad es un
atributo muy valioso" (Bandura, 1975, p. 314; Wolfgang y Ferracuti, 1971).

3) El modelamiento simbólico. Además del aprendizaje social de la agresión por


observación casual y directa de modelos de la vida real o también transmitidos a través de palabras
e imágenes, existe una tercera fuente que se denomina por Bandura (1975) "Modelamiento
simbólico", que proviene o es proporcionado por los medios de comunicación de masas, y entre
ellos sobre todo la televisión, por su difusión en la mayoría de hogares y por la forma vivida que
presentan las imágenes. Bandura considera que el modelamiento simbólico es más notable en la
propagación de la agresión colectiva.

5.2.6.2. Aprendizaje por experiencia directa: Bandura dice que la agresión es modelada
principalmente por el ejemplo, aunque también puede ser adquirida por una forma más
rudimentaria, que se basa en recompensar y castigar las consecuencias de una ejecución, mediante
el refuerzo diferencial. Cita estudios de Patterson, Littman y Bricker de 1961, en la que niños pasivos
se convierten en agresivos. Menores que al luchar con otros, de los que eran víctimas, si lograban
contraataques victoriosos, cuando Sos oponentes no eran tan hábiles, incrementaron la eficacia de
luchar a la defensiva y luego iniciativa en el ataque. Debemos anotar que el aprendizaje por
experiencia directa, sería una variante del condicionamiento operante desarrollado por Skinner.
Además Bandura enfatiza, sin embargo, que los estilos de agresión son aprendidos
fundamentalmente por la observación o imitación y posteriormente perfeccionados a través de la
práctica reforzada.

De todo lo señalado es importante considerar lo que Bandura (1975, p. 313) afirma, y es


que en "la teoría del aprendizaje social se distingue entre adquisición de conductas con potenciales
destructivo y lesivos y los factores que determinan si una persona ejecutará o no lo aprendido. Esta
distinción es muy importante porque no todo lo que se aprende se realiza. Las personas pueden
adquirir, retener y poseer la capacidad para actuar agresivamente, pero tal aprendizaje rara vez se
expresarán si la conducta no tiene valor funcional para ellas o si están sancionadas de manera
negativa. Si en lo futuro llegan a presentarse los móviles adecuados, los individuos pondrán en
práctica lo que han aprendido"

5.2.6.3. Instigadores y reforzadores de la agresión: Dentro de esta concepción se considera


también importante el papel de los instigadores y los reforzadores de la conducta agresiva.

A. Instigadores de la agresión: Si bien la conducta se adquiere sobre la base de la


observación y/o la experiencia directa, existen además una serie de estímulos o móviles que instigan
su activación o canalización efectiva. Al respecto se consideran los siguientes:
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1) Influencia del Modelamiento: Este estímulo instigador se da en el hecho de que existen
otras personas que ejecutan esas formas de comportamiento agresivo. Esta influencia instigadora
del modelamiento que activa la conducta agresiva puede darse a través de cuatro procesos: por la
función discriminatoria, función desinhibitoria, activación emocional, e intensificación del estímulo.

2) Tratamiento Aversívo: Considerando que diferentes formas de estimulación aversiva


originan efectos conductuales distintos, se ha visto en el aprendizaje social que la conducta agresiva
puede relacionarse con diferentes clases de antecedentes aversivos:

Los ataques físicos pueden provocar contraataques, en este caso la respuesta agresiva
puede desalentar el ataque inicial; también interviene como reforzante la reducción del dolor
consecuente.

Amenazas e insultos verbales pueden precipitar reacciones de violencia, sobre todo las
afrentas que humillan y amenazan la reputación y el status viril.

Reducciones adversas del nivel de reforzamiento. Significa que situaciones aversivas de la


vida pueden provocar que algunas personas emprendan acciones agresivas.

Obstaculización de la conducta dirigida a una meta, esto es la frustración.

3) Móviles de incentivos: Se considera que el logro o recompensa esperada del acto a


efectuar motiva la conducta agresiva.

4) Control Instruccional: Cuando la conducta agresiva está indicada por órdenes de


autoridad.

5) Control ilusorio o simbólico: Se trataría realmente de situaciones patológicas, en la que


el sujeto tiene creencias ilusorias que lo empujan a realizar actos violento^.

B. Reforzadores de la agresión: (Condiciones de mantenimiento). Se distinguen varias


formas de control del reforzamiento:

1) Reforzamiento externo directo: La agresión está fuertemente influida por sus


consecuencias directas como:

Recompensas tangibles luego del comportamiento agresivo

Recompensas sociales y de status a consecuencia de la conducta agresiva.

Mitigación del tratamiento aversivo, que puede lograrse mediante acciones agresivas o
violentas.

Expresiones de daño. Se supone que la conducta agresiva es reforzada por los signos de
sufrimiento que manifiesta la víctima.

2) Reforzamiento Vicario: La gente observa constantemente la conducta de los demás y sus


correspondientes recompensas y castigos, tales resultados influyen en el comportamiento del
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sujeto. Las personas se benefician pues, con los éxitos y los errores de los demás, lo mismo que con
sus propias experiencias.

3) Autorreforzamiento: Además de los refuerzos externos, el ser humano puede regular en


alguna medida sus propias conductas por la consecuencia producida por ellos mismos. La
autorrecompensa por la agresión se da en casos que la persona valore la conducta agresiva en forma
especial, como una fuente de orgullo personal. En consecuencia la ejecución de un comportamiento
agresivo será autorreforzante.

5.2.7. EL MODELO DE APRENDIZAJE SOCIAL SEGÚN FELDMAN:

En los trabajos desarrollados por M. Philip Feldman, como Criminalbehavior: a psychological


analysis de 1977, y otro en obra conjunta de 1980, plantea un punto de vista integral para la
comprensión o interpretación del comportamiento criminal, considerando tres grandes variables,
las mismas que en una u otra forma habían sido ya desarrolladas por estudiosos anteriores. El autor
señala que en la explicación o interpretación del delito, "el aprendizaje, las predisposiciones de base
genética y la identificación social tienen todos un efecto importante; ellos son complementarios, no
mutuamente excluyentes" (1989, p. 361).

a) Variables del aprendizaje, en las que se consideran los aportes del condicionamiento
clásico, el instrumental u operante, la imitación u observacional, entre otros. Bajo este
criterio se plantea que se aprende a delinquir como a no delinquir, afirmación que proviene
de las teorías del aprendizaje, en la que es importante la impronta social

b) Una variable genética, tomando en cuenta la predisposición individual, siguiendo


básicamente la tesis de Eysenck.

c) La reacción social o identificación, que influyen en la calificación del comportamiento


delictuoso, así como en su conservación. Según Feldman (1989, p. 361), esta variable señala
"la función importante de las reacciones sociales de los que están en posiciones de poder
en los sistemas de vigilancia del cumplimiento de la ley y penitenciaria, para sostener, y
quizá reforzar, la conducta delictuosa.".

Desde nuestra perspectiva constituye una visión biopsicosocial, que preferimos llamar
sociopsicobiológica desde nuestros primeros trabajos de 1966 (Solís, 1966), aunque no creemos
hallar en la variable biológica una predisposición sino un factor contribuyente.

5.3. PSICOPATOLOGIA CRIMINOLOGICA

5.3.1. CLASIFICACION DE LOS TRASTORNOS MENTALES: Antes de analizar los diversos


aspectos relacionados con la psicopatología criminológica, creemos importante ver sumariamente
los cuadros psiquiátricos y su clasificación general, como referencia panorámica, para luego revisar
los trastornos que tienen mayor relevancia con la criminalidad (Solís, 1994, 2007). Para ello
consideramos a la Clasificación Internacional de Enfermedades elaborada por la OMS, sobre todo a
la décima versión CIE10) todavía vigente desde 1993. Preferimos este criterio clasificatorio de la
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OMS, porque desde el punto de vista estadístico y con fines comparativos entre los datos de diversos
países, es más adecuada la clasificación internacional, dejando en claro que algunos tratadistas no
siempre siguen este criterio (Bonnet, 1983; Serpa, 1979; Haré, 2003), en unos casos por tener
puntos de vista singulares y en otros por que adoptan una clasificación nacional como la elaborada
por la Asociación Psiquiátrica Norteamericana que generalmente prefieren los psiquiatras de dicho
país (Freedman, 1978; Noyes y Kolb, 1966; Pichot, 1995).

Los Trastornos Mentales, según la penúltima versión de la OMS 1975, se clasificaron en


cuatro grandes grupos de problemas que fueron los siguientes:

* Psicosis Orgánicas (290 a 294).

* Otras Psicosis (295 a 299).

* Trastornos Neuróticos, de la Personalidad y Otros Trastornos Mentales no Psicóticos (300


a 316)

* Retraso Mental (317 a 319)

Cada grupo de los trastornos indicados incluía varias Categorías o géneros de alteración
mental, sumando 30 categorías en total y que iban precedidos de un código de tres dígitos (Ej. las
Psicosis Orgánicas abarcaban: 290. Psicosis orgánica senil y presenil; 291. Psicosis alcohólicas, etc.).

A su vez cada Categoría se subclasificó en varios síndromes o trastornos mentales


específicos, codificados con una decimal adicional (Ej. dentro de la categoría Psicosis Orgánica Senil
y Presenil estaban: 290.0 Demencia senil, tipo simple; 290.1 Demencia presenil, etc.), abarcando un
número grande de síndromes.

La aún vigente Décima Clasificación de los Trastornos Mentales y Conductuales de la OMS


(1994, WHO 1992), que rige desde 1993, ha hecho un desagregado de los diversos GRUPOS de
trastornos con algunas variantes en la nomenclatura, además ha modificado la codificación
incluyendo símbolos alfabético y numéricos que van de F00 a F99. En esta clasificación se aprecian
once grandes grupos de trastornos, que son los siguientes:

* Trastornos mentales orgánicos, incluidos los sintomáticos (F00 a F09).

* Trastornos mentales y del comportamiento debido al uso de sustancias psicotropas F10


aF19).

* Esquizofrenia, trastornos esquizotípicos y trastornos de ideas delirantes (F20a F29)

* Trastornos del humor (afectivos) (F30 a F39).

* Trastornos neuróticos, secundarios a situaciones estresantes y sómatomorfos (F40 a F49

* Trastornos del comportamiento asociados a disfunciones fisio lógicas y a factores


somáticos (F50 a F59).
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* Trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto (F60 a F69).

* Retraso mental (F70 a F79)

* Trastornos del desarrollo psicológico (F80 a F89).

* Trastornos del comportamiento y de las emociones de comienzo habitual en la infancia y


adolescencia (F90 a F98).

* Trastorno mental sin especificación (F99)

Cada uno de los grupos de trastornos mencionados incluye una variedad de categorías de
alteraciones mentales, cuyos códigos están conformados por la letra F más dos dígitos.

Ejemplo, dentro del primer grupo: Trastornos mentales orgánicos, incluidos los
sintomáticos, se consideran:

F00 Demencia en la enfermedad de Alzheimer,

F01 Demencia vascular,

F02 Demencia en enfermedades clasificadas en otro lugar,

F03 Demencia sin especificación,

F04 Síndrome amnésico orgánico no inducido por alcohol u otras sustancias psicotropas,

F05 Delirium no inducido por alcohol u otras sustancias psicotropas, etc.,

A su vez cada categoría abarca una variedad de síndromes específicos, codificados con un
decimal adicional. Ejemplo, en la categoría F00 Demencia en la enfermedad de Alzheimer tenemos:

FOO.O Demencia en la enfermedad de alzheimer de inicio precoz

F00.1 Demencia en la enfermedad de Alzheimer de inicio tardío, F00.2 Demencia en la


enfermedad de alzheimer atípica o mixta,

F00.9 Demencia en la enfermedad de alzheimer sin especificación.

5.3.2. TRASTORNOS MENTALES ORGANICOS Y DELITO: El grupo de Psicosis Orgánicas,


según la O M S. 1975, es equivalente en parte a los grupos de Trastornos mentales orgánicos,
incluidos los sintomáticos (F00 A F09), y Trastornos mentales y del comportamiento debido al uso
de sustancias psicotropas (F10 a F19), de la clasificación del 93. En estos se ubican diversos
trastornos debidos a daño cerebral o sustancias tóxicas u otra enfermedad somática que afectan la
salud mental de la persona, caracterizados porque producen deterioro en la orientación, la
memoria, la comprensión, el juicio y el aprendizaje, entre otros.

De todas ellas tienen mayor Interés criminológico los trastornos que en la clasificación
anterior se denominaban Psicosis alcohólica y las Psicosis debida a drogas, y que hoy son trastornos
específicos del grupo Trastornos mentales y del comportamiento debido al uso de sustancias
psicotropas
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5.3.2.1. Trastornos mentales debido al consumo de alcohol (F10.):

Incluye cuadros desde intoxicación aguda hasta trastornos psicóticos.

a) Intoxicación aguda por alcohol (F10.0): Dentro de este síndrome destaca la subespecie
de Intoxicación patológica (F10.07) o embriaguez patológica, antes considerada episodio psicótico
agudo, producido por consumo de cantidades de alcohol relativamente pequeñas que no originan
intoxicación en la mayoría de individuos. La persona puede presentar en este estado, reacciones
violentas, agitación desorganizada y conducta agresiva, “que pueden culminar en homicidios o en
otros crímenes violentos” (Tinklenberg, 1976 p. 24) entre otras manifestaciones. En los inicios del
siglo pasado se le bautizó, dentro del campo penal, como trastorno mental transitorio.

b) Las psicosis alcohólicas (F10.5): son trastornos orgánicos originados por el consumo
crónico de alcohol, aunque también se piensa que pueden intervenir los defectos de nutrición. Esta
categoría de psicosis incluye varios síndromes que en la clasificación CIE9 de 1979 eran las
siguientes:

Delirium tremens: Psicosis aguda o subaguda en alcohólicos, con obnubilación de


conciencia, desorientación, miedo, ideas delirantes, alucinaciones sobre todo visuales y táctiles,
entre otros síntomas.

Psicosis alcohólica de Korsakov: Caracterizada por reducción notable y duradera de la


memoria, sobre todo de la reciente o de fijación, así como presencia de confabulación y
desorientación.

Otra demencia alcohólica: Demencia no alucinatoria, que ocurre en asociación con el


alcoholismo.

Alucinosis alcohólica: Psicosis generalmente de menos de seis meses de duración, sin


obnubilación o con ligero anublamiento de conciencia, ansiedad marcada, y sobre todo
alucinaciones auditivas, en forma de voces que profieren insultos y amenazas.

Celotipia alcohólica: Psicosis paranoide crónica, asociado con > el alcoholismo,


caracterizado por ideas delirantes de celos.

De todos estos cuadros, sobre todo los casos de delirium tremens, la embriaguez patológica
y la celotipia alcohólica, por los trastornos específicos que los caracterizan, pueden inducir en ciertos
casos hacia algunas formas de comportamiento delictivo, en función de las condiciones
situacionales del sujeto psicótico.

5.3.2.2. Trastornos mentales debidos al consumo de drogas (F11 a F19): Incluye diversos
procesos, destacando la dependencia, el síndrome de abstinencia y los procesos psicóticos debidos
al consumo de drogas, sobre todo de los opiáceos (F11), cannabinoides (F12), sedantes o hipnóticos
(F13), cocaína (F14), alucinógenos (F16) y consumo múltiple(F19), entre otros. Algunos de estos
trastornos no son tan severos como las demás psicosis. Se consideran dentro de esta categoría como
criminológicamente importantes, a los siguientes síndromes:
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a) Síndrome de dependencia a drogas (.2): En la que la persona se ve impulsado a consumir
la droga, ya que su no ingesta generalmente le produce un síndrome de abstinencia psicológica o
fisiológica.

b) Síndrome de abstinencia de droga (.3 y .4): Está asociado con la suspensión de una droga
usada habitualmente, e incluye cuadros severos hasta trastornos menos graves.

c) Trastorno psicótico inducido por droga (.5): Trastorno debido al consumo abundante o
prolongado de ciertas drogas, sobre todo anfetaminas y el LSD, generalmente de varios días pero
no más de algunos meses de duración. Básicamente domina un estado de ansiedad e inquietud
marcadas, con alucinaciones auditivas.

En los síndromes reseñados, existe el riesgo de ciertas manifestaciones de conducta


criminal, según las circunstancias, sobre todo en el caso de "síndrome de abstinencia" física, que
ocasiona un estado muy severo de alteración fisiológica y emocional, que sólo puede superarse con
la ingesta de la droga respectiva. Al carecer de ella, el estado de desesperación del
farmacodependiente sin recursos económicos, puede impulsarlo hacia algunas manifestaciones
delictivas o desviadas para obtener dinero que le permita adquirir la droga.

5.3.3. ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNOS DE IDEAS DELIRANTES:

El grupo denominado Otras Psicosis, en la clasificación de la OMS 1975, es equivalente en


parte a los grupos: Esquizofrenia, Trastorno Esquizotípico y Trastornos de Ideas Delirantes (F20 A
F29), y a los Trastornos del Humor

(Afectivos) (F30 a F39) de la clasificación del 92. En estos casos no se ha logrado precisar
todavía una base orgánica definida en la etiología de éstos trastornos mentales, por lo que fueron
considerados como psicosis endógenas o funcionales.

Existen varias categorías de trastornos (psicosis) en esta clasifi cación, destacando la


esquizofrénica.

5.3.3.1. Esquizofrenia y delito: De todas las alteraciones mentales, es quizá la Esquizofrenia


(F20) la que en mayor medida tiene correlación directa e indirecta con la problemática criminológica
y penal. Esta categoría de trastorno, abarca una variada gama de síndromes específicos, y que según
la clasificación internacional vigente desde 1993 son los siguientes:

F20.0 Esquizofrenia paranoide

F20.1 Esquizofrenia hebefrénica

F20.2 Esquizofrenia catatónica

F20.3 Esquizofrenia indiferenciada


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F20.4 Depresión postesquizofrénica

F20.5 Esquizofrenia residual

F20.6 Esquizofrenia simple

F20.8 Otras esquizofrenias

F20.9 Esquizofrenia sin especificación.

Generalmente las psicosis esquizofrénicas se caracterizan por un desorden fundamental de


la personalidad, una distorsión característica del pensamiento, y con frecuencia un sentimiento de
estar controlado por fuerzas ajenas, ideas delirantes, alteraciones de la percepción, afecto anormal
sin relación con la situación real y también autismo. En las etapas iniciales puede no ser notado por
los familiares o no aceptarse que el paciente se halla "loco", y a veces se piensa que los síntomas
que manifiesta se deben a un modo de ser irrespetuoso o abandono cuando decaen en el
rendimiento escolar o sus obligaciones laborales, sin percatarse del grave trastorno mental que lo
aqueja, y si es adolescente pretenden a veces corregirlo mediante el castigo físico, y con ello no
hacen sino agravar su estado. En estas circunstancias un esquizofrénico puede atentar contra sus
familiares u otras personas, llegando en algunos casos hasta a producir la muerte de los que
considera que lo persiguen o le quieren hacer daño, debido a sus ideas delirantes o alteraciones de
la percepción.

Franz Exner (1946), en el siglo pasado decía que existen psicóticos que durante su trastorno
mental cometen delitos y que se denominan "enfermos mentales delincuentes", mientras que otros
condenados por algún delito, enferman mentalmente durante su encarcelamiento, y se les llama
"delincuentes enfermos mentalmente". Distinción similar también planteaba

B. Di Tullio (1966) en su clasificación de los delincuentes, quien refiriéndose a los psicóticos


esquizofrénicos que cometen delitos señalaba que las observaciones de diversos estudiosos,
distinguen acciones criminales por sujetos que todavía no presentan ningún síntoma claro de
esquizofrenia, y que el delito y sobre todo el homicidio constituye muchas veces el primer síntoma
de su psicosis

Algunos psiquiatras mencionados por Di Tullio, que estudiaron delincuentes psicóticos


afirmaban que en el estado prodrómico de la esquizofrenia son frecuentes, además de los delitos
contra la vida y la persona, los delitos sexuales. El autor mencionado anotaba que es importante,
sobre todo en el aspecto forense, en este tipo de experiencia esquizofrénica, tener presente ante
todo, que el elemento patológico determinante está representado por el "impulso imperativo",
mientras que la acción (esto es, la preparación y ejecución del delito) puede desenvolverse según
un esquema "lógico", siguiendo modalidades análogas a la de los delitos corrientes, lo que a veces
confunde al magistrado quien puede creer que el sujeto tenía la plena capacidad de entender y de
querer en el momento del delito.
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Hesnard (1963) decía también que la esquizofrenia es considerada "como suministradora
de actos antisociales diversos", como acciones agresivas brutales e inmotivadas, bien en los
períodos iniciales, como en el proceso de agitación aguda, que puede orientarse contra los seres
más queridos, con cierta electividad de su odio agresivo contra un miembro de su familia o un
desconocido. Se observa así, casos de esquizofrénicos que intentan agredir a sus progenitores, o si
tienen hijos menores pueden llegar a eliminarlos para "evitarles males mayores o sufrimientos",
según su pensamiento distorsionado.

Otros estudios sobre homicidas han venido hallando correlaciones con el trastorno psicótico
esquizofrénico. Al respecto, los psiquiatras W. Tuteur y J. Glotzer en 1959, al estudiar a cinco madres
filicidas, presentado en el artículo: “Murdering mothers” (American journal of psychiatry, 116,
pp.447452) llegaron a la conclusión que el hecho de sangre lo habían realizado encontrándose en
un estado particular de excitación esquizofrénica. Casos similares de madres con esta psicosis que
quitaron la vida a sus menores hijos se han dado en .nuestro país. Años después E.V. Yanovskaya,
en un artículo publicado en 1966: “Catamnestic study of patients suffering form a paranoid form of
schizophrenla, who have committed dangerous acts for delirlous reason” (Zhurnal nevropatologli i
psikhiatrii, 669, pp. 13921397), luego de estudiar a más de sesenta esquizofrénicos paranoides
homicidas, señaló que el acto criminal lo habían realizado no sólo porque fueran psicóticos, sino que
la mayoría de ellos había cometido el acto homicida en el curso de una "experiencia delirante".

De los diversos tipos de esquizofrenia, quizás el paranoide y el catatónico tienen más riesgo
de conducta violenta, sin que esto signifique que estos psicóticos están predeterminados a cometer
actos criminales. Ellis y Güilo (1978), señalan por su parte que en un estudio sobre las características
psicológicas de asesinos famosos del último siglo, llegaron a la conclusión que la mayoría de ellos
eran total o parcialmente psicóticos; y según Alfred Freedman et al. (1978, p. 253) resulta
"extremadamente difícil prevenir la mayoría de homicidios por esquizofrénicos puesto que
habitualmente no existe ningún aviso claro. El paciente puede parecer relajado, incluso apático,
antes de matar a alguien". En una investigación reciente de Olav Nielssen y Matthew Large (2010),
respecto a psicóticos que habían cometido homicidio, hallaron que la proporción más alta se daba
en el primer episodio de psicosis antes de recibir tratamiento, en tanto que el índice era más bajo
en los esquizofrénicos que ya habían recibido tratamiento. Sin embargo el riesgo de criminalidad
violenta no es alto en los esquizofrénicos (Arbach y Andrés, 2007; Fernández et al., 2007), pero como
dicen Silvia González et al. (2008, p. 122): “aunque gran parte de la violencia no está relacionada
con la enfermedad mental y la mayoría de los pacientes con el diagnóstico de esquizofrenia no son
violentos, estudios recientes han confirmado que estas variables presentan una asociación
significativa”. Asimismo, la jurisprudencia penal generalmente lo ha considerado inimputable
(Puente, 1997)

En resumen, debemos reiterar que cuando hablamos de relación entre violencia y


esquizofrenia, no pretendemos deducir de ello que todo esquizofrénico cometerá un acto criminal,
sino más bien que un trastorno mental grave como tal psicosis, en función de factores
predisponentes y aspectos de comorbilidad con trastornos de personalidad o consumo de drogas
(Volavka y Citrome, 2011), puede en cierto número de casos desembocar en hechos violentos o
comportamiento criminal, aunque desde el punto de vista legal se considere que tales actos son
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producto de un estado de inimputabilidad y consecuentemente no pasibles de sanción penal. De
todos modos, un hecho cometido por causas patológicomentales, desde el punto de vista
criminológico es importante, sobre todo con propósitos preventivos.

5.3.3.2. Trastornos de ideas delirantes persistentes (F22): Estos trastornos abarcan


prácticamente la totalidad de síndromes de la categoría Estados Paranoides del 79, esto es a la
paranoia, parafrenia, estado paranoide, excepto la "psicosis inducida" que pasa a ser una categoría
aparte.

Los Trastornos de ideas delirantes persistentes (F22) de la clasificación del 92, incluye a los
siguientes síndromes:

F22.0 Trastorno de ideas delirantes

F22.8 Otros trastornos de ideas delirantes persistentes

F22.9 Trastorno delirante persistente sin especificación

La A.P.A. señala que los estados paranoides son trastornos psicóticos en los cuales la
anomalía esencial, es un delirio generalmente de persecución o de grandeza. De este delirio se
derivan trastornos del estado de ánimo, la conducta y el pensamiento (Freedman, 1978) También
pueden darse temas de litigio, celos, o que parte de su cuerpo está deformado o que los demás
piensan que despide mal olor. Generalmente no presentan otra psicopatología, aparte de “las ideas
o sistema delirante, son normales la afectividad, el lenguaje y el resto de la conducta” (OMS, 1994,
p.128). Generalmente esta patología se inicia hacia la edad media o avanzada de la vida. El trastorno,
en estos casos, centrado sobre todo en el delirio persecutorio, lleva al sujeto a reaccionar a veces
con violencia homicida. El ya citado Hesnard afirma que las diversas variedades de paranoia pueden
dar lugar a actos criminales. En la práctica judicial la comprensión de este problema no ha sido
uniforme (Puente, 1997).

5.3.4. TRASTORNOS DEL HUMOR PSICÓTICOS: La llamada Psicosis afectiva es un tipo de


trastorno mental que incluía diversos síndromes específicos, según la anterior clasificación
internacional de 1975. Sin embargo en la versión actual, vigente desde 1993, en el grupo Trastornos
del humor (Afectivos), que es similar en parte a la clasificación anterior, se concentran todas las
alteraciones afectivas, no solo las de carácter psicótico, sino también otras diversas, cuyas
categorías más importantes son las siguientes:

F30 Episodio maníaco •

F31 Trastorno bipolar

F32'Episodios depresivos

F33 Trastorno Depresivo Recurrente

F34 Trastornos del humor (afectivos) persistentes.

F38 Otros trastornos del humor (afectivos)


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F39 Trastorno del humor (afectivo) sin especificación

Los casos de psicosis afectivas se caracterizan por una alteración grave del ánimo,
compuesto bien por depresión o por alborozo y excitación, que puede acompañarse por algunos de
los siguientes síntomas y signos: ideas delirantes, perplejidad, trastornos de la percepción y del
comportamiento. En los casos depresivos hay una fuerte tendencia al suicidio.

5.3.4.1. Episodio maníaco psicótico y delito: Principalmente en el caso de Manía con


síntomas psicóticos (F30.2), se presentan como síntomas un estado de alborozo o excitación
desproporcionada con las circunstancias que vive el paciente, y que desde un estado hipomaníaco
puede llegar hasta una excitación violenta casi incontrolable. En estos casos son frecuentes la
agresión, la ira y el espíritu querellante, sobre todo cuando no se complace al sujeto o se impide sus
desmanes, pudiendo cometer algún acto criminal. Di Tullio (1966) afirmaba que el tipo maníaco o
la fase maníaca en la circular, es de mayor importancia criminológica, porque es más propenso a la
actividad antisocial, pero sobre todo en estados hipomaníacos, en los que con una conciencia
aparentemente lúcida y ánimo exaltado, pueden parecer sujetos hiperactivos normales, llevándolos
a cometer delitos contra la propiedad, delitos sexuales (violaciones, exhibicionismo), delitos contra
la autoridad y contra las personas (agresiones, homicidio). Es sobre todo en casos de hipomanía o
"manía subaguda", más aún si se hallan complicados con delirios de persecución, que pueden
manifestarse reacciones de agresión física y actos obscenos. La expresión más grave de la manía
tiene menor incidencia criminológica, porque la claridad del cuadro psicótico, generalmente
conduce al internamiento del paciente, aunque no se descarta que no tenga ninguna influencia en
la conducta desviada.

5.3.4.2. Episodios depresivos psicóticos y delito: En este grupo, el Episodio depresivo grave
con síntomas psicóticos (F31.3), por el estado de depresión intenso del melancólico, el individuo
expresa menos conducta violenta. Sin embargo en las variantes de depresión delirante (ideas de
culpa, infelicidad, ruina), que llevan al sujeto a considerar insoportable su existencia y muchas veces
la de sus seres queridos más cercanos (hijos, padres, cónyuge, hermanos), pueden conducirlos a
formas de homicidio por "piedad", generalmente seguida de suicidio. Hesnard (1963) decía que es
un crimen muy particular, inspirado por el deseo bien intencionado de evitar a un ser querido la
angustia y los sufrimientos experimentados por el propio sujeto. El enfermo en cierto sentido
"suicida" a su hijo o a otro ser amado, por un altruismo irreal y fantástico, que algunos psiquiatras
llaman "suicidio indirecto". Son relativamente frecuentes los casos de sangre cometidos por
depresivos psicóticos en nuestro medio.

5.3.5. TRASTORNOS NEUROTICOS Y DELITO: Se trata de analizar en este caso, el grado de


relación entre algunos síndromes neuróticos y algunas formas de criminalidad. Al respecto,
conforme a la clasificación vigente de 1993 se han reordenado los anteriores síndromes neuróticos
incluyéndose las reacciones al estrés y la adaptación, y delimitando síndromes más específicos. Este
grupo incluye las siguientes categorías:

F40 Trastornos de ansiedad fóbica (antes neurosis fóbica)

F41 Otros trastorno de ansiedad (antes neurosis de ansiedad)


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F42 Trastorno obsesivo-compulsivo

F43 Reacciones a estrés grave y trastornos de adaptación (antes incluido en otro grupo)

F44 Trastornos disociativos (de conversión)

F45 Trastornos somatomorfos (Incluye la anterior neurosis hipocondríaca mas otras


alteraciones que formaban grupos autónomos)

F48 Otros trastornos neuróticos (abarca a las anteriores neurosis neurasténica, neurosis de
despersonalización y las no especificadas)

Según la OMS, la neurosis es un trastorno mental sin base orgánica demostrable, en que el
paciente tiene una introspección considerable y una apreciación de la realidad no alterada, ya que
en general, no con funde sus experiencias subjetivas mórbidas y fantasías con la realidad externa.
Las manifestaciones principales son: ansiedad excesiva, síntomas histéricos, síntomas obsesivo
compulsivos y depresivos (OMS, 1978). Al respecto, diversos especialistas consideran, que jas
neurosis de ansiedad, depresivas, hipocondriacas y fóbicas, no tienen incidencia especial en la
conducta criminal, y que las variante obsesivo compulsiva y la disociativa (conversiva), tienen
probablemente mayor significación criminológica.

Sobre este particular D. J. West (1970) afirmaba que entre los neuróticos, probablemente
es más propenso a la delincuencia el tipo identificado por Alexander como "neurótico actuante",
persona cargada de tensiones y conflictos que alivian por medio de la acción". Tullio Bazzi y Mario
Fontanesi (1962) hablaban de un grupo de neuróticos que llamaron "conflictuales", una de cuyas
variantes puede caracterizarse por caer en conductas anormales o de carácter antisocial.
Consideraban también estos autores italianos, que dentro de la perspectiva criminológica, se da la
variante de "neurosis conflictual tipo acting-out" (de paso al acto), que puede propender a un
comportamiento antisocial, como una función de descarga o alivio de situaciones de tensión
insoportable. Di Tullio (1966, p.82) decía "que muchos autores señalan la frecuencia con que
sentimientos particulares, que se encuentran generalmente descritos en las neurosis conflictuales,
son causas de conductas antisociales y criminosas. Baste recordar, a este propósito, los conocidos
sentimientos de injusticia, de inferioridad, de frustración y de culpabilidad".

Retomando la clasificación de las diversas formas de neurosis indicadas por la OMS,


podemos deducir que las formas disociativas sobre todo y en alguna medida las obsesivo
compulsivas, tienen alguna Importancia criminógena, y se podrían adecuar al grupo "conflictual
acting-out" señalados por Alexander y también por Bazzi y Fontanesi. Dentro de los histéricos, se
manifestaban, según el criterio de Di Tullio, determinadas formas delictivas, como la simulación de
violencia sexual y de ágresión, la instigación a delinquir, las estafas, calumnias, delitos de falso
testimonio, entre los más frecuentes.

De lo anterior deducimos que el papel criminógeno de algunos trastornos neuróticos no es


significativo, además que el problema explicativo del crimen y la conducta antisocial, no siempre
puede comprenderse en base a una sola variable, ya que en el trasfondo existen otros elementos
que pueden facilitar o limitar reacciones antisociales de sujetos con trastornos emocionales de tipo
neurótico.
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5.3.6. TRASTORNOS ESPECÍFICOS DE LA PERSO NALIDAD (F60) Y DELITO: Estos trastornos
forman parte del grupo: F60-F69 Trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto, de
la CIE 10, el mismo que abarca las siguientes nueve categorías de trastornos:

F60. Trastornos específicos de la personalidad

F61. Trastornos mixto y otros trastornos de personalidad

F62. Transformación persistente de la personalidad no atribuible a lesión o enfermedad


cerebral

F63. Trastornos de los hábitos y del control de los impulsos

F64. Trastornos de la identidad sexual

F65. Trastorno de la inclinación Sexual

F66. Trastornos psicológicos y del comportamiento del desarrollo y orientación sexual

F68. Otros Trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto.

F69. Trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto sin especificación

De tales síndromes son más importantes desde el punto de vista criminológico, el F60 Y F65.

Los trastornos específicos de la personalidad (F60) incluyen diez tipos de trastornos y la CIE9
anterior los consideraba patrones de “conducta profundamente arraigados, que casi siempre se
reconocen en la adolescencia o antes, y dura la mayor parte de la vida adulta, aunque con frecuencia
se vuelven menos obvios en la edad media o en la vejez. La personalidad es anormal ya sea en el
equilibrio de sus componentes, su calidad y expresión o en el aspecto total. A causa de esta
desviación o psicopatía el paciente sufre o hace sufrir a otros y hay un efecto adverso sobre el
individuo o la sociedad “(OMS, 1978). Parala CIE10, vienen a ser "trastornos graves del carácter
constitu tivo y de las tendencias comportamentales del individuo, que normalmente afectan a varios
aspectos de la personalidad y que casi siempre se acompañan de alteraciones personales y sociales
considerables" (OMS, 1992,1994). Tienden a presentarse en la infancia o la adolescencia y persisten
en la adultez. Estos trastornos no son consecuen cia de lesión o enfermedad cerebral u otro
trastorno psiquiátrico.

5.3.6.1. Antecedentes de los trastornos específicos de la personalidad: La denominación


de estos trastornos no ha sido uniforme, habiendo predominado antes el término genérico de
psicopatías, que todavía algunos usan (Haré 1974; Yañez 1970; Pozueco, 2011). La mayoría de
autores concuerdan en señalar que fue el psiquiatra alemán Julius L. Koch (1841- 1908), el primero
en emplear el nombre de "inferioridades psicopáticas" en 1888, hace ciento veintiocho años, para
referirse a esta variedad de trastornos. Posteriormente, Emil Kraepelin (1856-1926), en la 5ta.
edición de su Manual de psiquiatría de 1896, incluyó el grupo de los "estados psicopáticos" y años
después en 1904 introdujo el término “personalidades psicopáticas”. Igualmente por esa época, el
psiquiatra suizo que emigró a Estados Unidos, Adolf Meyer (1866-1950), clarificó más este cuadro,
al que denominó en 1905 "inferioridad psicopática constitucional", excluyendo a los neuróticos de
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esta categoría. En 1914, Karl Bimbaum (1878-1950) empleó la denominación de sociopatía en su
obra Die psychopathischen verbrecher, pero que no tuvo difusión. Algunos lustros después, George
E. Partridge (1870-1953) en Estados Unidos planteó el uso del término de sociópata en vez de
psicópata, en el artículo “Current conceptions of psychopathic personality” (American journal of
psychiatry, 10, pp.53-99,1930).

Kurt Schneider (1887-1967), psiquiatra alemán, fue el estudioso más importante de esta
materia, quien publicó el libro Las personalidades psicopáticas en 1923, y que a lo largo de más de
cuatro décadas posteriores tuvo sucesivas ediciones y traducciones a diversos idiomas, alcanzando
gran influencia mundial, asumiendo una tendencia constitucionalista en la explicación de los diez
tipos de psicópatas que describía en su obra. Tal enfoque fue contrapuesto por una perspectiva
ambientalista, inicialmente por el psiquiatra inglés David K. Henderson (1884-1965) en su obra
Psychopathic States en 1939, seguido luego por otros estudiosos como el norteamericano Hervey
Cleckley (1903-1984) con su obra The mask of sanity de 1941. Posteriormente han sido importantes
los trabajos de los McCord en 1964, con el libro The psychopath: An essay on the criminal mind; así
como los aportes de Michael Craft en 1966, con la obra Psychopathic disorders and their assessmenf
en Inglaterra, y sobre todo los estudios de RobertD. Haré (n.1934), psicólogo canadiense, entre
1965,1966, 1968, 1970 y años posteriores.

Debemos anotar que el término psicopatía se ha usado con una doble acepción: en un caso,
bajo la influencia de la psiquiatría alemana, como nombre genérico, abarcando una variedad de diez
"psicopatías", similar a la nomenclatura vigente de trastornos de personalidad que emplean la CIE
y la DMS; y en otro caso, sobre todo por la psiquiatría anglosajona del siglo pasado, sólo como la
denominación de un trastorno específico, similar ál de "psicópata desalmado" de Schneider,
"anético" de Honorio Delgado (1892-1969), "crueles" de Catalano y Cerquetelii, y que hoy es
equivalente al llamado "trastorno disocial de la personalidad” por la CIE 10.

La actual clasificación internacional de la OMS, más o menos desde mediados del siglo XX,
usa la denominación genérica de Trastornos de personalidad; igualmente la DSM norteamericana,
también emplea tal terminología desde su segunda versión de 1968, hasta la quinta del 2013,
reemplazando al término de personalidades psicopáticas, que tuvo amplio uso en la primera mitad
del siglo pasado.

5.3.6.2. Tipos de trastornos específicos de la personalidad: Otro aspecto controvertido es


el concerniente a la variedad o número de trastornos de personalidades existentes. Kurt Schneider
(1963,1965) desde 1923 estudió diez variantes de tipos "psicopáticos" que fueron los siguientes:

1) Psicópata hipertímico,

2) Psicópata depresivo,

3) Psicópata inseguro,

4) Psicópata fanático,

5) Psicópata necesitado de estimación,


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6) Psicópatas lábiles de ánimo,

7) Psicópata abúlico,

8) Psicópata asténico

9) Psicópata explosivo, y

10) Psicópata desalmado.

Los italianos Clemente Catalano y Giannetto Cerquetelli, en el libro: Le personalitá


psicopatiche de 1953, también siguieron la clasificación de Schneider, agregando un tipo más y
algunos cambios en la denominación, considerando a los siguientes: hipertímicos, depresivos,
anancásticos inseguros, fanáticos, histriónicos, lábiles de humor, volubles, asténicos, extravagantes,
hipoevolutivos y "crueles". De igual modo, el psiquiatra peruano Honorio Delgado (1963), que siguió
la clasificación de Schneider, aceptó el mismo número de personalidades psicopáticas, con algunas
variaciones en los nombres.

La clasificación internacional de enfermedades, CIE10 de la Organización Mundial de la


Salud, usa la denominación de Trastornos específicos de la personalidad (F60), abarcando los
siguientes tipos:

F60.0 Trastorno paranoide de la personalidad

F60.1 Trastorno esquizoide de la personalidad

F60.2 Trastorno disocial de la personalidad

F60.3 Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad.

.30 Tipo impulsivo

.31 Tipo límite

F60.4 Trastorno histriónico de la personalidad

F60.5 Trastorno anancástico de la personalidad

F60.6 Trastorno ansioso (con conducta de evitación) de la personalidad

F60.7 Trastorno dependiente de personalidad

F60.8 Otros trastornos específicos de la personalidad

F60.9 Trastorno de la personalidad sin especificación

La clasificación psiquiátrica norteamericana, revisión DSM-IV (1995) y que se mantiene en


gran parte en la DSM-V 2013, incluye dentro de los trastornos de personalidad diez variedades
específicas, diferenciados en tres grupos que son los siguientes:

Grupo A:
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Trastorno paranoide de la personalidad,

Trastorno esquizoide,

Trastorno esquizotípico,

Grupo B:

Trastorno antisocial de la personalidad,

Trastorno límite o borderline,

Trastorno histriónico,

Trastorno narcisista Grupo C:

Trastorno evasivo de la personalidad,

Trastorno dependiente,

Trastorno obsesivo compulsivo,

No especificado.

En términos generales, con algunas diferencias en el nombre y en el número de estas


anomalías, la mayoría de autores describen casi los mismos trastornos de personalidad, aunque los
tipos hipertímicos, depresivos o ciclotímicos que se consideraban en la primera mitad del siglo XX,
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en las últimas clasificaciones ya no son incluidos, pasando a formar parte de otros grupos de
trastornos.

5.3.6.3. Trastornos específicos de la personalidad con mayor incidencia criminal: Si bien el


trastorno de personalidad antisocial (DSM-V) o disocial (CIE-10) es al que mayormente se le ha
vinculado con la actividad delictiva, no se puede dejar de señalar algunos otros tipos de trastornos
que le siguen en importancia dentro de este fenómeno, tales como el trastorno límite de la
personalidad y el trastorno de personalidad paranoide, entre otros (Coceara, et al., 2012; Esbec y
Echeburúa, 2010).

A. Trastorno disocial de la personalidad: Debemos recordar que los antecedentes históricos


(Solis, 1972) de este trastorno específico de personalidad antisocial o disocial, se remontaría hasta
1656 cuando Tomás Abercromby habló en su "Tratado Sobre el Espíritu" de una "insania o manía
moral", en la cual todos los sentimientos rectos estaban abolidos, mientras la inteligencia se
mantenía sin desórdenes, según refiere C. Bernaldo de Quirós (1908,1955). Varios siglos después,
Felipe Pinel (1745-1826), médico alienista francés, describió unos casos que no encuadraban en los
grupos psiquiátricos de ese entonces, denominándolo "manía sin delirio" en 1806. Unas décadas
después, en 1835, J. C. Prichard (1786-1848) en Inglaterra, habló de la "moral insanity" o locura
moral en su A treatise on insanity and other disorders affecting the mind, caracterizada por una
mórbida perversión de los afectos, de la disposición moral y los impulsos. Es después de la aparición
de la tesis de Lombroso, sobre el delincuente nato de 1876, una de cuyas características era la
"locura moral", que esta denominación se difunde.

En Francia Ernesto Dupré (1862-1921) en 1912, presentó la tesis de la "perversidad


instintiva constitucional", que influyó en la psiquiatría francesa, que acogió dicho nombre,
considerando también al lado de la perversidad constitucional, una "perversidad adquirida" por
causas infecciosas o traumáticas (Michaux, 1960).

Esta personalidad anormal, hoy denominada por la OMS1992 trastorno disocial de la


personalidad (F60.2), y por la DSM norteamericana, personalidad antisocial, constituye pues el "loco
moral" del siglo XIX, el mismo que también fue conocido con otros términos como "anestesia moral"
(Scholz), "estupidez moral"(Baez), "imbecilidad" e "idiocia moral" (Bleuler), "acromatopsia moral”
(Liepmann), "complejo sintomático anético" (Albrecht), "psicópata desalmado" (Schneider),
"psicópata cruel" (Catalano y Cerquetelli), entre otras denominaciones.

Respecto al concepto de esta personalidad, Schneider decía que los psicópatas en general
son aquellas personalidades que sufren por su anormalidad o hacen sufrir, bajo ella, a la sociedad;
de entre ellos, el psicópata desalmado o anético, hoy llamado personalidad disocial o antisocial, se
incluía dentro de la variedad de los que hacen sufrir a la sociedad por su anormalidad.

Franz Exer (1946), que hablaba de "psicópatas insensibles", decía que éstos se distinguen
por una "estupidez apática" frente a los demás seres humanos, pero a menudo también frente a
ellos mismos. Les falta el sentimiento del valor ajeno (amor, compasión, honor), como el
sentimiento del propio valor (orgullo, pudor, conciencia), y carecen de energía para reprimir los
instintos, lo que les lleva a la brutalidad, crueldad fría e impulsiva. Conceptos similares se han dado
por K. Schneider, H. Delgado y Pearl H. Berkowitz (Berkowitz y Rothman, 1961), entre otros.
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Los psiquiatras norteamericanos Arthur Noyes y LawrenceKolb (1966, p. 551 -552) decían
también, que "la mayoría de los pacientes que en la actualidad se clasifican como personalidad
antisocial, reci bían el nombre de "estado psicopático constitucional" o personalidad psicopática
(...). Muchos psicópatas aunque no son intelectualmente deficientes, lo parecen desde el punto de
vista emocional. Sus sentimientos carecen, por tanto, de sutilidad y delicadeza. El psicópata típico
no siente cariño hacia nadie, es egoísta, desagradecido, narcisista y exhibicionista". Los McCord
(1966, p. 82), por su parte, cuando hablaban de este trastorno de personalidad, decían que "bajo
no importa cual término: "manía sin delirio", "carácter sin afecto", "anetópata", "criminal nato",
"sociópata", el psicópata ha hecho conocer su existencia a lo largo de 150 años". Esta personalidad
anormal, cuya nomenclatura ha sufrido muchas variantes, tiene especial correlación con la conducta
delictiva y antisocial, y presenta una variedad de conflictos en sus relaciones sociales, actuando con
frecuencia en contraposición a la moral y a las normas culturales vigentes, aunque él puede
distinguir que su conducta no se ajusta al derecho y a las normas imperantes.

Para tener una descripción más detallada de las características de este trastorno de la
personalidad antisocial o disocial, podemos seguir los criterios de William y Joan McCord (1966),
quienes señalaron los siguientes rasgos predominantes:

1) Es asocial: El comportamiento extraño de esta personalidad antisocial llega a ser


antagónico al de la sociedad. En las diversas culturas puede hallarse este trastorno aunque varíe lo
que haga o lo que la sociedad lo condene, pero el llamado rebelde sin causa, la personalidad que no
se inmuta ni siente culpa por romper las costumbres establecidas, puede encontrarse en diversas
sociedades. Pero no todo inadaptado es una personalidad antisocial, ya que éste tiene una
estructura caracterológica diferente.

2) Es llevado por deseos incontrolados, no es capaz de posponer los en función de las


necesidades o derechos de los demás, buscando sólo su propia satisfacción.

3) Es altamente impulsivo. Su existencia está llena de deseos fugaces, dé acuerdo a sus


intereses e impulsos del momento, sin tener en cuenta las restricciones sociales ni las consecuencias
cuando las rompe.

4) Es agresivo. Su comportamiento agresivo es muchas veces brutal, y las frustraciones


pueden hacerlo reaccionar con furia, no teniendo capacidad para reprimir o sublimar estos deseos
violentos.

5) Tiene escasos sentimientos de culpabilidad. Frente a cualquier acto censurable o ante la


violación de las normas morales de la sociedad, no manifiesta remordimiento o sentimiento de
culpabilidad. Difícilmente llega a tener autocensura de sus actos negativos, puede hablar de
moralidad pero en realidad no sentir nada en su interior.

6) Tiene una desviada capacidad de amor. Es insensible, frío y carece de compasión,


muchas veces los demás sólo son medios para satisfacer su propio placer. Maslow (Citado por los
McCord), dice que ellos carecen de identificaciones amorosas con otros seres humanos, y que
pueden herirlos o aún matarlos, sin odio ni placer, de la misma manera que matarían a los animales
dañinos.
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Sobre todo los escasos sentimientos de culpabilidad y la ausencia de afecto o insensibilidad,
así como una baja tolerancia a la frustración, constituyen los rasgos más característicos de este
trastorno de personalidad, que lo diferencia de los demás seres humanos. Dichos rasgos facilitan,
muchas veces una conducta criminal y violenta, ya en 1918, el psiquiatra Bernard Glueck (1884-
1972), al estudiar convictos en la prisión de Sing Sing, halló que el 18.9% eran psicópatas. Asimismo
un número importante de los reincidentes múltiples, delincuentes profesionales o habituales,
tienen una personalidad psicopática, según el parecer de Di Tullio (1966). Por su parte los McCord
(1966) se inclinan a indicar que un 10% de los delincuentes son psicópatas, añadiendo que esta
personalidad "comete dos veces más crímenes que el criminal promedio", sin embargo otros
autores señalan índices mayores. Robert Haré (2003) en 1993 decía, que en términos optimistas, en
Estados Unidos existen al menos dos millones de psicópatas, y que en Nueva York viven por lo menos
cien mil de estas personalidades. En general, este trastorno de personalidad es el más relacionado
con la criminalidad violenta, tanto en hombres como en algunas muestras de mujeres (Esbec y
Echeburúa, 2010).

Se debe aclarar que no siempre una personalidad antisocial incidirá en el delito, ya que
existen muchos de ellos dedicados a diversas actividades no criminales, que tienen mayor afinidad
con sus rasgos peculiares. El psicólogo Robert M. Llndner (1914-1956), autor del libro Rebelde sin
causa: El hipnoanálisis de un psicópata criminal, publicado en 1944, decía que el psicópata no sólo
es criminal, sino que también es potencialmente el futuro jefe de las tropas de asalto. Además se
ha demostrado que no parecen tener fallas en la adquisición de habilidades ordinarias, pero si
parecen estar menos afectados por la amenaza de castigo (Haré, 1974), particularmente cuando
éste va a ocurrir de todas maneras en alguna ocasión futura (Yates, 1973)

Las explicaciones de los factores que condicionan a la "personalidad antisocial", han sido
muy diversas, desde los criterios hereditarios, que consideramos ya superado, hasta las
explicaciones neurológicas y los factores ambientalistas. Nosotros creamos que ninguna explicación
unilateral da una respuesta cabal al problema de la causa de este trastorno. Por ejemplo, algunos
autores que hablaban de esta anormalidad como algo "constitucional", afirmaban que la explicación
ambientalista se refería a casos de pseudo psicopatía. En realidad creemos que la explicación tiene
que ser biosocial (constitucional y ambiental-emocional), entendiendo por constitucional aquella
estructura biológica singular, especialmente el tipo de sistema nervioso que es básico para el
desarrollo afectivo e intelectual, además del medio ambiente social-emocional, para condicionar el
comportamiento característico de una personalidad anormal. Precisamente en las últimas décadas
se vienen realizando una variedad de investigaciones sobre las condiciones neurológicas de los
psicópatas o antisociales; en este sentido GallardoPujol, et al. (2009, p. 191) informan que estudios
“recientes han puesto de relieve alteraciones estructurales que se asocian al comportamiento
violento, como la corteza prefrontal ventromedial, la corteza cingulada anterior, la amígdala o la
corteza prefrontal dorsal lateral.” Al respecto Emil Coceara et al (2012), así como Glenn y Raine
(2008) reseñan investigaciones en personas con trastorno antisocial y psicopatía, mediante
resonancia magnética cerebral, observándose una reducción del volumen de la amígdala, así como
también en otros estudios funcionales presentaban una respuesta atenuadas de las amígdalas ante-
estímulos emocionalmente evocadores .Igualmente otras Investigaciones han hallado asimetrías
cerebrales sobre todo en el hipocampo en “psicópatas no exitosos (Olga Valencia, 2007). Otros
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trabajos recientes mediante el escaneado dei cerebro han hallado ciertas anomalías estructurales
en el cerebro de personalidades antisociales psicopáticas presentando menos materia gris en la
corteza prefrontal anterior y los lóbulos temporales, frente a criminales no psicópatas y personas
normales (Grey, et al. 2012). Asimismo Raine et al. (Glenn y Raine, 2009 p. 162) ya habían observado
“una disminu ción de un 11% del volumen de la sustancia gris prefrontal en un grupo de individuos
con trastorno de la personalidad antisocial, comparados con grupos de control”. También según el
informe de Martina Ly, et al. (2012) se observó adelgazamiento cortical en una serie de regiones
cerebrales en 20 reclusos con trastorno antisocial psicopático, en tanto que el grupo de
comparación de 20 reclusos no psicopáticos no se apreció dicho adelgazamiento cortical;

Finalmente debemos anotar que algunos autores siguen usando la antigua nomenclatura
de psicópata, e incluso sostienen puntos de vista discutibles al afirmarse que la psicopatía es un
cuadro especial, y que no es equivalente al trastorno disocial de la personalidad, idea liderada por
R. Haré (2003) y seguida por algunos otros (Pozueco, 2011), obviando o desconociendo el hecho de
que la denominación genérica actual de trastornos de personalidad tiene amplio uso desde el siglo
pasado, tanto por la CIE de la OMS y la DSM norteamericana, que incluyen al trastorno específico
disocial o antisocial de la personalidad, trastorno que ha tenido una gran variedades
denominaciones a lo largo de la historia. Al respecto la CIE 10, luego de describir el “trastorno
disocial de la personalidad", agrega la nota siguiente:

“Incluye: Trastorno de personalidad sociopática.

Trastorno de personalidad amoral

Trastorno de personalidad asocial

Trastorno de personalidad antisocial

Trastorno de personalidad psicopática" (OMS, 1994, p.252)

En similar sentido la DSMIV norteamericana, respecto al “trastorno antisocial de la


personalidad”, que es la denominación que emplea, anota que este trastorno “también ha sido
denominado psicopatía, sociopatía o trastorno disocial de la personalidad” (Pichot, 1995, p. 662)

B. Trastorno límite de la personalidad y delito: para la DSMIV constituye un “patrón general


de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, y una notable
impulsi vidad, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos..” (Pichot,
1995 p. 670), siendo un trastorno diagnosticado cada vez más en muestras forenses de personas
vinculadas a delitos violentos, ocupando el segundo lugar en varones, al igual que el paranoide, “y
el primero en algunas muestras de mujeres” (Esbec y Echeburúa, 2010, p.255).

La desregulación de la emoción, unido a una conducta impulsiva y agresiva en este


trastorno, propicia la manifestación de comportamientos agresivos, presentando una alta incidencia
en crímenes violentos (González y Robles, 2005). También en este tipo de personalidad límite
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existirían evidencias de una disfunción cortico límbicas, identificadas con técnicas de neuro imagen
(Coceara, et al., 2012)

C Trastorno paranoide de la personalidad: Conocido en las primeras décadas del siglo XX


como "psicópata fanático" o personalidad querulante. Se caracteriza por una excesiva sensibilidad
ante las dificultades o ciertas situaciones como las humillaciones o desaires, así como tendencia a
distorsionar la experiencia por la elaboración errónea de las acciones de otros, que siendo neutras
o amigables se interpretan como hostiles y desdeñosas. Suelen albergar rencores y no olvidan los
agravios o desprecios de los que creen haber sido objeto, reaccionando con ira ante los supuestos
ultrajes. Pueden tener celos patológicos, otros pueden ser agresivos e insistentes. Estas
características de personalidad pueden inducirlo a ciertos actos que pueden ser delictivos. Según
Esbec y Echeburúa (2010, p252), en la población delictiva es el segundo trastorno de personalidad
más frecuente en varones (Junto con el T. Límite) y el tercero en mujeres.

D. Trastorno esquizoide de la personalidad: Es un trastorno caracterizado por preferir las


actividades solitarias, no deseando ni disfrutando de las relaciones sociales, careciendo de amigos
íntimos o personas de confianza, con ningún o poco interés por relaciones sexuales con otras
personas, mostrando frialdad emocional. Generalmente estas personalidades “no son violentas,
pero pueden tener graves explosiones de cólera si se les invade su espacio personal o se les molesta”
(Esbec y Echeburúa, 2010, p. 10)

5.3.7. TRASTORNOS DE LOS HABITOS Y DEL CONTROL DE IMPULSOS: Abarca una variedad
de trastornos del comportamiento caracterizados por ser actos repetidos, perjudiciales para el
individuo o para los demás, que no tienen una clara motivación racional, y que generalmente no
pueden ser controlados por la persona. En la mayoría de estos trastornos, “el individuo percibe una
sensación de tensión o activación interior antes de cometer el acto y luego experimenta placer,
gratificación o liberación en el momento de llevarlo a cabo.” (Pichot, 1995, p. 625). Incluye las
siguientes categorías:

F63.0 Ludopatía

F63.1 Piromanía

F63.2 Cleptomanía

F63.3Tricotilomanía

F63.8 Otros trastornos de los hábitos y del control de impulsos

Incluye: Trastorno explosivo intermitente

5.3.7.1. Piromanía: En este trastorno la persona siente satisfacción o liberación de tensión


cuando provoca un incendio o fuego, lo que no está relacionado con algún interés económico, idea
de venganza o cólera, ni es consecuencia de otro trastorno mental. Dada la magnitud del fuego o
incendio provocados, puede constituir una figura delictiva de daños o bien de lesión o muerte de
algunas personas. Felizmente es un trastorno poco frecuente en la población.
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5.3.7.2. Cleptomanía: El impulso que no se puede controlar para tomar o hurtar objetos, es
característico de este trastorno, aun cuando el bien sustraído no le sea útil para su uso personal o
tenga poco valor. Generalmente es un acto realizado solo, sin la colaboración de otras personas. En
ciertos casos el hecho puede provocar problemas legales por hurto.

Este trastorno no es frecuente, y no se debe confundir por ejemplo con los actos de
sustracción o hurto de objetos en las tiendas, los que están motivados por el valor del bien y su
utilidad.

5.3.7.3. Trastorno explosivo intermitente: Se caracteriza por presentar reacciones


violentas o agresivas ante situaciones de estrés o conflicto poco importantes; manifestaciones
explosivas que no guardan relación por su intensidad con el hecho o situación que la desencadena,
no obstante tratarse en muchos casos, de una persona adaptada y afable en general, quien luego
del evento “puede sentirse consternado, con remordimientos, arrepentido o avergonzado por su
comportamiento agresivo” (Pichot, 1995, p. 626). Estas reacciones explosivas no son consecuencia
de otro trastorno mental, pero si se han hallado algunas anomalías de la función cortico límbica
cerebral (Coceara, 2012), y dado sus trastornos típicos, pueden tener una incidencia importante en
actos de violencia física, tales como lesiones, daños o hasta homicidios. Este tipo de trastorno
tampoco es frecuente.

5.3.8 TRASTORNOS SEXUALES Y DELITO: Los diversos trastornos y disfunciones del


comportamiento sexual, si bien tienen una concomitancia fisiológica, no dejan de ser condicionados
también por diversos procesos psicosociales, sobre todo en la expresión alterada del rol o papel
sexual humano (Bancroft, 1977). Por ello es que dentro de la clasificación de los trastornos
mentales, estos problemas constituyen un capítulo importante, y en la Décima clasifi cación
internacional de la OMS1992, se consideran hasta cuatro categorías ubicadas en dos GRUPOS
distintos, lo que realmente constituye un aborde mas preciso y amplio que la clasificación escueta
de la versión OMS75:

Dentro del grupo: Trastornos de la personalidad y del comportamiento del adulto (F60-69)
se consideran tres categorías relacionadas con los trastornos sexuales:

F64 Trastornos de la Identidad Sexual

F64.0 Transexualismo

F64.1 Transvestismo no fetichista

F64.2 Trastorno de la identidad sexual en la infancia

F64.8 Otros trastornos de la identidad sexual

F64.9 Trastorno de la identidad sexual sin especificación

F65 Trastornos de la Inclinación Sexual

F65.0 Fetichismo

F65.1 Transvestismo fetichista


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F65.2 Exhibicionismo

F65.3 Escoptofilia (voyeurismo)

F65.4 Paidofilia

F65.5 Sadomasoquismo

F65.6 Trastornos múltiples de la inclinación sexual.

F65.8 Otros trastornos de la inclinación sexual.

F65.9 Trastorno de la inclinación sexual sin especificación.

F66 Trastornos psicológicos y del comportamiento del desarrollo y

orientación sexuales

F66.0 Trastorno de la maduración sexual

F66.1 Orientación sexual egodistónica

F66.2 Trastorno de la relación sexual

F66.8 Otros trastornos del desarrollo psicosexual

F66.9 Trastorno del desarrollo psicosexual sin especificación.

La categoría F65 Trastorno de la inclinación sexual, prácticamente abarca lo que también se


conoce como desviaciones o parafilias sexuales, destacando sobre todo las siguientes:
exhibicionismo, fetichismo, froterismo, pedofilia, masoquismo sexual, sadismo sexual, travestismo-
fetichista, voyerismo, necrofilia, etc.

Las vinculaciones criminológicas se dan fundamentalmente con ciertas desviaciones o


parafilias, sobre todo con la pedofilia, el exhibicionismo, así como con el sadismo y necrofilia. Las
demás parafilias, sólo si constituyen ofensas al pudor público o atenían contra el pudor de menores
pueden tener interés penal y criminológico.

5.3.8.1. La pedofilia: es una parafilia o desviación sexual en la que un adulto prefiere tener
actividades sexuales con un niño pre púber del mismo sexo o sexo opuesto. Al respecto, la mayoría
de las leyes penales y en particular la nuestra, consideran delito de violación de menores y de
atentados contra el pudor, cualquier relación sexual con un menor de 14 años de edad. Nuestra
legislación nacional, al tipificar la violación de menores, prácticamente castiga dicha forma de
comportamiento sexual desviado e incluso cualquier conducta ocasional no necesariamente
pedofílica.

Así mismo en estas conductas de violación de menores se castiga al varón pedófilo, por
pedofilia heterosexual u homosexual. Aunque no siempre un pedófilo actúa teniendo al menor
como sujeto pasivo de relación sexual, sino que en algunos casos puede asumir un rol homosexual
pasivo, o bien no efectuar prácticas sexuales o similares, ni homosexuales, sino circunscribirse a
medidas manipulatorias, cunnilinguis u otras formas desviadas, y en estos casos la legislación penal
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peruana califica los actos como contrarios al pudor. La pedofilia es, pues, una de las desviaciones
sexuales que penalmente recibe sanciones generalmente drásticas.

5.3.8.2. El exhibicionismo: según la OMS es una desviación sexual en la cual el placer y la


satisfacción sexuales se obtiene mostrando en público los órganos genitales a una persona de sexo
opuesto. Langeluddeke (1972) considera que se trata de una conducta muy frecuente,
generalmente realizada por personas maduras Las leyes penales y en particular el Código Penal
Peruano, en el inciso 2 del artículo 183, incluye una descripción de exhibiciones obscenas en lugar
público, lo que puede ser en algunos casos una manifestación de exhibicionismo sexual, aunque
abarca también cualquier situación similar que no llega a constituir una desviación sexual, sino tan
sólo una conducta aislada u ocasional.

5.3.8.3„ El sadismo y masoquismo: Dentro del sadismo se incluye la conducta que logra
excitación o gratificación sexual infligiendo sufrimiento físico o psicológico a la pareja sexual;
mientras que en el masoquismo, se consigue la excitación y gratificación sexuales soportando
castigo o dolor producido por la pareja. Estas parafilias o desviaciones sexuales no tienen
significación penal o criminológica en si mismas, salvo los casos no frecuentes de sádicos sexuales
que llegan a producir lesiones graves o la muerte de la pareja, en cuyos casos serían pasibles de
sanción penal, no por la desviación sexual en sí, sino más bien por la lesión o muerte producida.
Según Hesnard (1963) los casos de "sadismo criminal" son afortunadamente raros. Langeluddeke
(1972) también dice que estos delitos no son muy frecuentes.

5.3.8.4. Otras parafilias: La necrofilia es un trastorno no frecuente, en la que se siente


preferencia especial por tener relaciones sexuales con cadáveres.

5.3.9. RETRASO MENTAL Y DELITO: Hace ya muchos años que se ha pretendido vincular la
deficiencia mental con la criminalidad, pero la nomenclatura de la deficiencia intelectual no siempre
ha sido la misma, existiendo criterios actuales que han abandonado las denominaciones antiguas
que adquirieron connota dones peyorativas o despectivas. La OMS en su clasificación de 1992 habla
de Retraso Mental, caracterizado por la subnormalidad de la inteligencia, considerando cuatro
categorías principales o niveles de deficiencia, y otras y sin especificación:

F70. Retraso Mental Leve (Discreto)

F71. Retraso Mental Moderado

F72. Retraso Mental Grave

F73. Retraso Mental Profundo

F78. Otro Retraso Mental

F79. Retraso Mental sin especificación.

Si revisamos la literatura de las primeras seis décadas del siglo XX, veremos que la
denominación genérica para el retraso mental era la de Oligofrenia, aunque otros como los italianos
utilizaban la nomenclatura de Frenastenia, y los norteamericanos Debilidad Mental (morón, imbécil
e idiota). A su vez dentro de los subgrados de la oligofrenia se consideraban tres niveles de
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inferioridad mental, con una terminología hoy ya obsoleta (débil mental, imbécil, idiota), pero que
aún algunos tratadistas en Psiquiatría Forense la seguían usando (Cabello, 1982; Langeluddeke,
1972; Serpa, 1979).

Los factores condicionantes del retraso mental son múltiples, desde alteraciones
cromosómicas, hasta traumatismos prenatales o durante el parto, entre otras causas. Tanto en las
clasificaciones antiguas como en las últimas, los criterios para diferenciar los diversos subniveles de
inferioridad intelectual, toman generalmente el grado de cociente intelectual (C.l), según las escalas
de Terman, de Wechsler u otros, que es una de las pautas para su diagnóstico. Asimismo debemos
señalar que las últimas clasificaciones de la deficiencia intelectual, han afinado un poco más las
diversas sub variedades de dicho retraso. Frente a la tripartición tradicional que consideraba el
cuadro oligofrénico, se aprecian hoy cuatro subniveles de retardo mental, cuyas equivalencias las
vemos en el cuadro No. 14

Las personas con retraso mental Profundo y retraso Grave, tienen un déficit que determina
el requerimiento de asistencia y ayuda para satisfacer sus necesidades vitales. El sujeto con retraso
mental Moderado, puede a veces llegar hasta un segundo grado de escolaridad, y alcanzar alguna
forma de trabajo no especializado o semiespecializado en determinadas condiciones, siempre que
reciba una educación especial. Las personas con retraso mental discreto o leve, pueden alcanzar
capacidades sociales comunicativas, y llegar con dificultad hasta un sexto grado de escolaridad.
Mediante educación especial son capaces de desarrollar destrezas vocacionales que le permitan
sobrevivir; aunque pueden requerir orientación y asistencia en situaciones de estrés social o
económico no usuales.

Los estudios que señalaban relación entre retraso mental y delincuencia, han ido
modificando tal correlación con el transcurso de los años. En los trabajos más antiguos se hablaba
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de un índice significativamente alto de criminalidad de imbéciles y débiles mentales. Al respecto,
diversos criminólogos mencionan a Henry Goddard (1866-1957), en las primeras décadas del siglo
XX, autor de Feeble mindedness en 1914, y The criminal imbecile en 1915, como su representante
más importante, quien en el estudio del nivel intelectual de reclusos norteamericanos, encontró de
un 20 a 89% de presos como débiles mentales, lo que constituía una incidencia muy alta, y que hizo
dudar de su validez. Por su parte, William Healy (1869-1963) en 1915, en The individualdelinquent,
sobre la base del examen de mil antisociales jóvenes, halló que sólo un 10% de estos menores eran
deficientes mentales.

En los años veinte, Cyril L. Burt (1883-1971), en su libro The young delinquent de 1925,
presentó también el estudio de jóvenes delincuentes de Londres, comparándolos con grupos no
criminales de la misma edad y clase social, hallando que tanto la limitación intelectual "como la
verdadera subnormalidad mental eran tres o más veces más frecuentes entre los delincuentes". Por
esos años Cari Murchison (1887-1961) escribió también el libro Criminal intelligence en 1926.

En las décadas siguientes también hubieron algunos trabajos importantes como de. Simón
H. Tulchin que publicó en 1939 la obra Intelligence and críme. Años después, W. Norwood East y
otros en 1942, que estudiaron a cuatro mil menores antisociales, encontraron un 3,5 % de
mentalmente inferiores, que es una tendencia más realista. En la década siguiente, Mary Woodward
en su libro Low intelligence and delinquency de 1955, presentó su estudio con pruebas de
inteligencia aplicadas a delincuentes, hallando que el cociente intelectual, tanto de delincuentes
ingleses como norteaméricanos, no estaban más de ocho puntos por debajo de la población normal
(West, 1970).

En los años sesenta, por 1963, T.C.N. Gibbens, en un grupo de menores de un reformatorio
encontró sólo un 3% de deficientes. Otros investigadores, en función del tipo de delitos, han hallado
mayor número de delincuentes deficientes mentales, como en los atentados sexuales, delitos
violentos, robos, y mucho menos con relación a las estafas. Sin embargo, en la misma década, Emilio
Mira y López (1961, p. 228) afirmaba "que todo débil mental, por el solo hecho de serlo, resulta un
sujeto cuyo potencial delictivo se encuentra aumentado. Si en la práctica un gran número de
olígofrénicos no llega a la criminalidad, es debido al mayor desarrollo que en ellos adquiere el miedo
al castigo y al sufrimiento"; afirmación contradictoria, ya que un deficiente mental, con escaso
discernimiento, no tiene una adecuada capacidad de valoración de los efectos punitivos de su
conducta. Por esos años, en el Perú, Honorio Delgado (1963) señalaba porcentajes elevados de
olígofrénicos delincuentes, así como de prostitutas, fluctuando del 22 al 36.5%, cifras realmente
dudosas.

Esta criminalidad se explicaría como decía Exner, por una relación indirecta, ya que la
deficiencia intelectual constituye una situación desventajosa para el retrasado, además de que su
control emocional es también insuficiente. Asimismo dentro de las condiciones de supervivencia
están en desventaja frente a los que no tienen retraso. Otro hecho es que este problema se agrava
por el retraso escolar concomitante, conformando un círculo vicioso. Como dicen algunos, la tríada
"retraso mental + retraso escolar + disociación familiar", constituye un conjunto de factores que
pueden facilitan la caída en la delincuencia.
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Sin embargo, hoy no se hallan porcentajes altos de incidencia delictiva de los deficientes
mentales, como se afirmaba a inicios del siglo XX, teniendo una participación relativa y en función
del nivel de retraso, presentando mayor riesgo de criminalidad los casos con retraso leve sobre todo
y en parte los que tienen retardo moderado; cuanto más grave y profundo es la deficiencia mental,
es menor la capacidad para realizar actos delictivos (Otín del Castillo, 2010).

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