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TRAYECTORIAS VITALES Y LA MUERTE, DESDE EL BIENESTAR DE LAS

PERSONAS MAYORES Y EL EQUIPO DE SALUD, PERTENECIENTES AL


PROGRAMA ADULTO MAYOR, DE UN CESFAM DE LA PROVINCIA DE TALCA,
REGIÓN DE MAULE, CHILE

3. IDENTIFICACIÓN, FORMULACIÓN Y JUSTIFICACIÓN DEL PROBLEMA

En el cotidiano vivir, hablar de la muerte suele ser casi un tabú, abordado solo cuando
ésta se hace una realidad cercana, casi tangible, ya sea de manera personal y/o de
algún cercano, incluso hoy en día a través de las redes sociales cuando se trata de
personas desconocidas, asociado habitualmente a sentimientos que suelen ser
convergentes a cada sociedad, respecto a esto es importante mencionar que:

“hablar de la muerte es intentar abarcar un mundo casi infinito de posibilidades.


Su complejidad hace que su estudio pueda adoptar muy distintas perspectivas y,
aunque morir es siempre un proceso individual, es también un acontecimiento
que afecta a aquellos que se relacionan con quien muere, evidenciando una
dimensión social y cultural. De allí que las actitudes y comportamientos que las
personas adoptan ante la muerte sean el resultado de características y
circunstancias individuales, por un lado, y del concepto y sentido de la muerte
imperante en la sociedad, por el otro” (Lynch & Oddone, 2017, p. 130).

Según lo anterior, la muerte y la conversación asociada a ella, suele ser un tema de


gran complejidad, ya que en este confluyen una serie de factores personales, sociales,
históricos, biológicos, sociales y en especial espirituales, que pueden ir variando de
intensidad en cada trayectoria vital, especialmente dentro de estos factores existe uno
casi transversal, el cual es el miedo asociado a la muerte, el cual es un sentimiento
natural asociado a la sobrevivencia y a lo desconocido (Pérez, 2018). Este miedo a la
muerte tradicionalmente se podría considerar que es mayor en adultos y personas
mayores al ir disminuyendo su expectativa de vida con el aumento de la edad
cronológica, pero a la vez cada experiencia vital puede ser incluso una herramienta
para cada uno, con la cual se podría enfrentar o disminuir este sentimiento asociado a
un acontecimiento vital, junto a esto los profesionales de la salud se enfrentan
frecuentemente con la muerte de los usuarios y/o cercanos, lo cual involucra el
despliegue de estrategias enseñadas o aprendidas con la experiencia, siendo casi un
tabú dentro de los equipos hablar de la muerte al tratarse de una realidad latente, en
especial para aquellos profesionales que trabajan con personas mayores, quienes
debido a su alta carga de enfermedades, dependencia, soledad, etc., suele asociarse
como una realidad cercana.

En consonancia a lo anterior, existen algunas cifras que pueden orientar este escenario
de envejecimiento y mortalidad, ya que “para el 2050, el 17,7% de la población mundial
serán adultos mayores. En Chile la cifra alcanzará el 24,1% de la población total, siendo
el país más envejecido de América Latina” (Apablaza, Molina & Guzmán 2019, p. 2),
junto a esta información destaca que “durante el periodo de 2010 – 2015, el 60% de las
defunciones mundiales correspondían a adultos mayores. En Chile, el 76% de las
muertes corresponde a este segmento, situándolo entre los países de América Latina
con mayor proporción”. “La tasa de mortalidad en la población adulta mayor chilena,
aumentó de 3,8 en 1997 a 4,5 por 1.000 habitantes en 2016”, (Apablaza, Molina &
Guzmán, 2019, p. 2). Es por esto que al hablar de muerte y el miedo asociado a ella, en
especial en las personas mayores se pueden fundar en una relación directa con las
estadísticas que muestran que existe mayor probabilidad de morir al aumentar mi edad
cronológica.

Sin embargo, al aumento de la edad cronológica se asocian diversos factores tales


como la serie de limitaciones funcionales (motrices, cognitivas, sensoriales) asociadas a
la edad y que, en muchos casos, están ligadas principalmente a enfermedades
crónicas. De no ser atendidas a tiempo, transforman al adulto mayor en una persona
más vulnerable o proclive a tener alguna discapacidad y deban de depender de un
tercero (Aranco, Stampini, Ibarrarán, & Medillín, 2018), sumado a los diversos
sentimientos y percepciones de estas personas, sus familias y el equipo de salud, en
atender estas limitaciones, evitando su aparición y/o su progresión favoreciendo su
calidad de vida y una muerte digna.

Es por ello que, a pesar de las limitaciones asociadas a la edad y a las enfermedades
crónicas entre otras, la percepción del estado de salud como buena o muy buena, en
las personas mayores según la encuesta de Caracterización Socioeconómica
Nacional (CASEN, 2019), la percepción de satisfacción con la vida aumenta en la
medida que las personas tienen mayor nivel educacional, a diferencia de años
anteriores destaca con más de 10 puntos porcentuales de diferencia entre las personas
con educación básica versus quienes tienen algo de educación superior. Destaca que la
edad no implica una disminución de la satisfacción con la vida, por el contrario, las
personas de 80 años y más son quienes se sienten más satisfechas con su vida, a
pesar de ello existe una alta prevalencia de síntomas de ansiedad, con un alto nivel de
preocupaciones con un 48,2%, donde esta ansiedad es mayor en las mujeres y en
personas con menor nivel educacional, pese a esto, el nivel de resiliencia es
relativamente alto, siendo mayor entre los hombres, en las personas mayores de menor
edad y en las personas de mayor nivel educacional, destacando de esta manera el
factor protector del nivel educacional, junto a ello, la una trayectoria evolutiva que sigue
el bienestar psicológico, el cual a pesar de los cambios, pérdidas y amenazas, las
personas mayores se van adaptando a estos cambios por medio de diversas
estrategias.
Para los profesionales de la salud esta información debe tener especial ahínco en su
quehacer, al considerar a la persona como un todo, independiente de las vicisitudes
asociadas a su trayecto vital, las cuales deberían fortalecer la percepción de las
personas mayores de su estado de salud, respecto a la población general y/o personas
más jóvenes, asociado a la reflexión, sabiduría, reinvención, etc., que se espera para
lograr un envejecimiento saludable, asociado al apoyo, guía y contención que van
realizando los equipos de salud que trabajan de manera cercana a ellos.

En consonancia es relevante mencionar que la región del Maule, es la cuarta región con
mayor población de personas mayores con un 12.3 %, por sobre el promedio nacional
de un 11,4% (Instituto Nacional de Estadísticas, 2018). Destacando que la distribución
de estas personas tiende a ser mayor en zonas rurales, así pues, “más ruralidad mayor
porcentaje de mayores de 60 en la comuna” (Asociación de Municipalidades de Chile,
2017). La región del Maule es la cuarta con mayor cantidad de población rural con un
26,8%, según Censo 2017 (Instituto Nacional de Estadísticas, 2018).

En este escenario es relevante mencionar de acuerdo a estudios realizados en la


temática, se evidencia una relación negativa entre el miedo a la propia muerte y la
dimensión física de la calidad de vida, junto a una relación positiva entre el miedo a la
muerte de los otros y la dimensión social de la calidad de vida (Duran-Badillo, et al.
2020). Por lo tanto, el papel que juega el equipo de salud frente a poner en boga el
tema de la muerte en las personas mayores y los sentimientos asociados a ellos como
por ejemplo el miedo, es imprescindible ya que se puede observar como puede afectar
este en la calidad de vida y por ende en su bienestar. Pero la formación profesional en
el área no siempre es la óptima ni se da en todas las profesiones. Junto a esto, existen
algunos obstáculos en el ejercicio profesional que potencian esta disyuntura al hablar
sobre la muerte, como la falta de tiempo, tensión emocional o incluso ignorar el tema
cuando los usuarios lo abordan (Alftberg, 2018). Lo mismo ocurre con los distintos
integrantes del equipo de salud cosificado la muerte a las causas biológicas,
actuaciones que no se hicieron de la manera más efectiva, omitiendo además sus
propias percepciones emocionales y subjetivas del proceso en sí.

A partir de los antecedentes presentados, resulta motivante para la autora del proyecto
comprender ¿Cómo los puntos de inflexión en las trayectorias vitales y el bienestar
subjetivo tanto como objetivo, influyen en la percepción hacia la muerte en las personas
mayores y en el equipo de salud, de un CESFAM de la provincia de Talca, en la región
del Maule, Chile?, ya que ante el envejecimiento de la población y, por ende, los
cambios epidemiológicos que el mundo, en especial Chile y la región del Maule están
viviendo, asociados a estos, resulta un desafío abordar las trayectorias vitales de las
personas mayores y el equipo de salud en relación al miedo a la muerte y como se
relaciona con el bienestar subjetivo y objetivo de estos, ya que la autora del proyecto,
durante su curso vital, experimento el miedo a la muerte de sus usuarios, al igual que el
miedo de estos y sus cercanos al proceso inminente, incluso cuando esta ocurría de
manera súbita o repentina y actualmente como docente de enfermería, la escasa
formación en la temática especialmente desde el punto de vista de la expresión de
emociones, sentimientos y la forma de trabajo en equipo frente a dilemas asociados a la
muerte, asociados a una deficiente comprensión de la relevancia de poder hacer latente
los miedos y la incertidumbre para hacer del presente una fuente de comunicación,
aceptación, reflexión y reinvención en cada trayectoria vital. Por esta razón la
enfermería desde su centro que corresponde la gestión del cuidado, debiera sensibilizar
a los equipos de salud y a los propios usuarios a poner sobre la mesa temas tabú como
la muerte y los sentimientos asociados a ella, armonizando la relación y atención
biopsicosocial espiritual, específicamente desde un punto neurálgico que es un
programa destinado a personas mayores de una provincia con un alto número de ellos.

Para poder abordar la interrogante anteriormente planteada, se consideran las


trayectorias vitales, como los diversos caminos, recorridos, agrupaciones de eventos,
fenómenos y/o experiencias a lo largo del periodo vital de la persona, lo cual permirte
una mirada complementaria y profunda de estos procesos (Sánchez, Podestá &
Garrido, 2018). Cuando las personas en su trayectoria vital experimentan la cercanía a
la muerte en distintas intensidades, ya sea por enfermedades propias o de personas
significativas, accidentes y la muerte propiamente tal de un familiar o un sujeto cercano,
genera en las personas replanteamientos, resignificaciones, fortalezas, incluso miedos
e inseguridades que pueden marcar su momento vital y el curso de vida de este. “El
desarrollo individual se constituye de ganancias y de pérdidas y una adaptación exitosa
del individuo implica la maximización de las ganancias y una minimización de las
pérdidas a través de diferentes estrategias” (Baltes, Lindenberger  Staundinger, 1998,
citado en Yuni, 2011, p. 14).

En este sentido el paradigma del curso de la vida aflora y se desarrolla en la


confluencia interdisciplinaria y diversas investigaciones, siendo definida tanto como
paradigma y teoría, incluso como sinónimos con la trayectoria vital (Yuni, 2011). Por lo
tanto, en cada trayectoria individual, plástica, atemporal, los diversos puntos de inflexión
que puedan surgir tanto en las personas mayores como en los profesionales de la
salud, pueden marcar la relación que se establece entre ellos al permitir replantearse
tanto las intervenciones, la vida diaria, el autocuidado, el proyecto de la vejez y otorgar
un resignificado tanto a la vida, como a la finitud de esta.

Al considerar el bienestar subjetivo y objetivo, en las trayectorias vitales, permitirá


comprender el significado que las personas mayores y el equipo de salud, le otorgan a
la muerte, como por ejemplo en el caso del miedo, correlacionar esta información, la
cual no se evidencia en la búsqueda realizada por la autora, siendo así un conocimiento
nuevo, el cual permitirá a los equipos de salud, familias y usuarios establecer el tema
de la muerte dentro de sus prácticas clínicas y cotidianeidad, ya sea dentro de la
consulta profesional, visitas domiciliarias, talleres, etc., hacerla visible, permitiendo
disminuir sentimientos negativos como el miedo y la ansiedad frente a este tema,
fortaleciendo la comunicación entre estamentos y usuarios. Relacionándose su
relevancia social a través de los objetivos sanitarios chilenos década 2011-2020, por
medio del “Objetivo Estratégico N° 4: Reducir la mortalidad, morbilidad y mejorar la
salud de las personas, a lo largo del ciclo vital” (Programa Nacional de Salud de las
Personas Adultas Mayores MINSAL, 2014). Puesto que la muerte especialmente en
personas mayores es alta tanto a nivel nacional como regional, abordar este tema en
conjunto con el equipo de salud, identificando sus significancias, el miedo y relaciones
con el bienestar permitirá aportar evidencia sobre la temática de estudio, que puede
servir de fundamento para implementar estrategias interdisciplinarias, como, por
ejemplo al incluir en las distintas prestaciones en atención primaria de salud enfocadas
en la persona mayor, la expresión de sentimientos, experiencias asociadas a la muerte
tanto para el usuario, su familia y el equipo de salud, potenciado el cuidado
humanizado, mejorar la vida diaria y en consecuencia la morbilidad y mortalidad,
asociada a una mejor percepción de salud, junto a ello la intervención oportuna en
aquellos que requieran apoyo para enfrentar situaciones difíciles que estén gatillando
bifurcaciones en su trayectoria vital, especialmente en usuarios que residen en zonas
rurales donde se concentra mayor cantidad de personas mayores en nuestro país y en
los distintos profesionales que atienden a personas mayores, favoreciendo así el trabajo
en equipo.
Respecto a la relevancia disciplinar, el generar conocimiento respecto a las
percepciones sobre la muerte y los significados que las personas le otorgan según su
recorrido vital, tanto en usuarios, personas mayores, como en el equipo de salud,
permite aumentar la mirada desde la interdisciplinariedad y obtener un producto
transdisciplinario como se espera en la gerontología, permitiéndoles a las personas
reflexionar y ser flexibles a los cambios e incertidumbres, potenciando la autonomía,
derribando los mitos asociados a la longevidad, viviendo el día a día hasta la muerte y
no hacía a ella.

Así pues, existen diversas teorías de enfermería, las cuales permiten aportar a la
disciplina y profesión un cuerpo de conocimientos propios, actualizados y llevados a la
práctica para mejorar y visibilizar los cuidados enfermeros, entre las cuales destaca la
Teoría del Humanbecoming o Teoría del Desarrollo Humano de Rosemarie Rizzo
Parse, cuyos principios han evolucionado en el tiempo, manteniendo su enfoque
biopsicosocial-espiritual. Los supuestos que sustentan este paradigma especifican
creencias fundamentales sobre el universo humano, su espíritu y la calidad de vida,
estructurándose en torno a tres principios permanentes: significado, ritmicidad y
trascendencia.

El primer principio Significado, establece que "Estructurar el significado es la imagen y


valoración del lenguajear", el segundo principio de Ritmicidad, se expresa en el
"Configurar patrones rítmicos es revelar-ocultar y habilitar-limitar la conexión-
separación", y el tercer principio de Trascendencia, establece que “Cotrascender con
los posibles es potenciar y originar la transformación” (Parse, 2014, pp. 37, 43 y 47).
Estos principios se pueden visualizar en que las personas coparticipan en sus propias
realidades como en el caso de sus trayectorias vitales relacionadas con la muerte y su
bienestar, viven de acuerdo a sus propios valores escogidos según esas experiencias
vitales, ya que el coexistir con experiencias opuestas en patrones rítmicos, como los
sentimientos que pueden expresarse de acuerdo al bienestar propio sin que coincidan
en algún punto de encuentro, como por ejemplo percibir como buena o muy buena su
salud a pesar de contar con pluripatologías y no temer a la muerte, permitiéndole a las
personas nuevas oportunidades o limitaciones según las elecciones frente a cada
paradoja. Lo cual conlleva que las personas muevan movilizar el curso de su
trayectoria vital enfocados en el aquí y el ahora, sin desconocer la incertidumbre de lo
emergente.

Es importante mencionar que “todos los humanos viven ritmos paradójicos de certeza-
incertidumbre, alegría-tristeza, etc., y se mueven con el ritmo de sus experiencias
paradójicas, centrándose a veces en la certeza o la alegría, por ejemplo, aunque
teniendo siempre una conciencia de vivir la incertidumbre o la tristeza inherente a las
situaciones”, (Marriner & Raile, 2011, p. 506), como en el caso de la muerte el miedo y
la aceptación de esta como parte del curso de la vida individual y social, junto con el
bienestar percibido y vivido de ellos como uno de los factores claves en cada trayectoria
vital.

No sabemos exactamente que hay después de la muerte, o cuando ocurrirá, pero existe
y debemos lidiar con esos sentimientos y pensamientos, para esto el equipo de salud
cumple un rol fundamental en canalizar estas ideas y sentimientos, en primer lugar,
ellos como seres humanos y así poder apoyar a las personas mayores y sus familias.
El proceso de reflexión que implica aceptar y reinventarse, y así obtener una mejor
calidad de vida, por lo que “El logro de este proceso se le conoce como una forma de
evolución humana” (Vilchez, Paravic & Salazar, 2013, p. 32). Al abordar los significados
asociados a la muerte, por medio del lenguaje verbal y no verbal entre las personas
mayores y el equipo de salud, permite movilizarnos más allá las distintas posibilidades
que puedan surgir en los cursos vitales y las decisiones asociados a ellos,
evolucionando y co-creando con otros y con el universo permitiendo así la co-
trascendencia.

Este dinamismo del ser humano en su trayectoria vital permitirá la emergencia de


nuevas posibilidades, actualizarlas y estar en consonancia con su vida, deseos y
relaciones con otros, en especial en el proceso de envejecimiento, el cual el apoyo del
equipo de salud y el co-crear juntos nuevas realidades y sentimientos afianzan las
relaciones y las metas individuales y colectivas, siendo relevante mencionar que “Las
enfermeras y otros profesionales de la salud viven el arte de llegar a ser humano en
presencia real con el desarrollo de significados iluminadores, ritmos cambiantes y
trascendencia inspiradora “(Parse, 2014, p. 92), de manera que sus postulados y
paradojas no son dicotómicas, sino que corresponden a distintos ritmos de calidad de
vida en el ser humano, que se encuentra en constante transformación en un universo
humano cambiante (Phillips, 2015), en este contexto los autores Pfeil et al., 2015
mencionan que cada profesional de la salud debe evitar el sufrimiento de las personas
en la fase final de la vida y para lograrlo es importante poder discutir junto al equipo y
familia/cuidadores sobre las decisiones relativas a este proceso, respetando de esta
manera la dignidad y autonomía del usuario. Es así como se observa que la ética se
mantiene latente en el quehacer de los profesionales, en especial cuando se trata de
temas sensibles como la vida y la muerte, siendo importante tanto para enfermería y
otras disciplinas para comprender el universo cambiante en cada persona incluyéndose
dentro de este proceso, que involucra misterio para generar conocimiento, nuevas
prácticas en la atención de usuarios y nuevas herramientas protectoras que se pueden
implementar en el curso de vida de cada usuario y profesional, es así como Zarebski
(2019), propone incorporar en el curso de vida de las personas, la identidad flexible
como eje de unión entre los factores emocionales, personales y como estos interactúan
con los cognitivos, biológicos, etc. en cada trayectoria vital, puesto que el abordaje
tradicional del usuario no siempre logra ser eficaz, en especial en términos de
adherencia, ya que muchas veces este no es escuchado, no se consideran sus
particularidades, su experiencia, la forma de ver el mundo, y por ende, al incluir estos
aspectos se obtiene una visión compleja del individuo y de su envejecimiento,
derribando la generalización que predominaba en la gerontología del siglo XX. Es así
que con esta visión compleja de la persona mayor y del equipo de salud,
comprendiendo las particularidades asociadas a cada curso vital, se favorece la
humanización en salud, la ética del cuidado, mejorar el bienestar, y derribar los mitos
asociados a la muerte y el envejecimiento, otorgándole relevancia a este tema a
investigar.
4. MARCO TEÓRICO

4.1. Antecedentes:

Para la siguiente investigación se realizó una búsqueda bibliográfica de investigaciones


relacionadas con el problema de investigación, mediante motores de búsqueda, sitios
de divulgación científica y bases de datos, como Scielo, PubMed, Journal, entre julio y
octubre de 2020, destacando las siguientes:

El estudiar los sentimientos que genera la muerte en la población mayor y como estos a
través de su trayectoria vital pueden incluso influir en su calidad de vida, se evidencia
en el siguiente estudio mexicano, Miedo ante la muerte y calidad de vida en adultos
mayores, de Duran et al., 2020, cuyo objetivo era conocer la relación entre el miedo a la
muerte y calidad de vida de los adultos mayores. Por medio de un método correlacional
en 99 adultos mayores, a través de la aplicación de la Escala de Collet-Lester de Miedo
a la Muerte y al Proceso de Morir y el Cuestionario WHOQOL-BREF, de acuerdo a sus
resultados todos los adultos mayores presentaron miedo ante la muerte y al proceso de
morir, destacando en la escala global el 87.9% indica tener algo de miedo y el 12.1%
mucho miedo. Por dimensiones, en el miedo a la propia muerte el 98.0% presentó algo
de miedo y el 2.0% mucho miedo; en cuanto al miedo a la muerte de otros el 50.5% con
algo de miedo y el 49.5% mucho miedo; luego frente al miedo sobre el propio proceso
de morir el 50.5% algo de miedo y el 49.5% mucho miedo y en el miedo al proceso de
morir de otros el 87.9% algo de miedo y el 12.1% mucho miedo.
Destaca que 18.2% de los participantes percibió deficiente su estado de salud, el 49.5%
aceptable y el 32.3% alta. El 3.0% percibió deficiente su calidad de vida, el 64.6%
aceptable y el 32.3% como alta. Se observó diferencias por género en la dimensión
miedo ante la muerte de los otros, donde los hombres resultaron con mayor miedo en
comparación con las mujeres, así mismo, el miedo ante la muerte de los otros y el
miedo al propio proceso de morir se presentó con mayor intensidad en los que no
tienen un empleo remunerado en comparación con los que sí lo tienen.
No se observaron diferencias estadísticamente significativas en el miedo ante la muerte
en los que tienen pareja marital, en los que tienen un empleo remunerado, en los que
padecen enfermedades crónicas y en los que experimentaron la muerte de un ser
querido en los últimos seis meses en comparación con los que no. Se observó relación
negativa y significativa entre la dimensión de miedo a la propia muerte y la dimensión
física de la calidad de vida y en el miedo al propio proceso de morir con la dimensión
ambiental de la calidad de vida. Por último, se encontró relación positiva entre el miedo
a la muerte de los otros y la dimensión social de la calidad de vida.

En relación a lo anterior para Rosero, 2020, se relacionan los resultados obtenidos por
medio del trabajo Miedo a la muerte y al proceso de morir en un Programa de Atención
Integral en Adultos Mayores del Distrito Metropolitano de Quito, donde el objetivo
principal es describir los niveles de miedo a la muerte y al proceso de morir que
presentan los adultos mayores del Programa de Atención Integral para el Adulto Mayor
“Canas de Vida”, en el del Distrito Metropolitano de Quito, con enfoque cuantitativo, de
tipo no experimental y diseño transversal-descriptivo, que contó con una muestra de
138 adultos mayores, entre los 65 y 90 años de edad, se utilizó la Escala de miedo a la
muerte de Collet-Lester (EMMCL), obteniendo como resultados relevantes que el 50%
de los adultos mayores presentan un nivel de miedo moderado a la muerte y al proceso
de morir, mientras que el 48,6% de los participantes indican un nivel de miedo bajo y se
evidencia un mínimo porcentaje de adultos mayores (1,4%) que presentan un nivel de
miedo alto.

Frente a este escenario en el cual, las personas mayores manifiestan miedo o


sentimientos negativos frente a la muerte, es preciso establecer diversas estrategias
para enfrentar dicha situación, es por esto que en el estudio iraní, Narrative Group
Therapy (NGT) to Improve Aging Perceptions and Reduce Thanatophobia (Death
Anxiety) in Older Adults, (Nozari et al., 2019), a través de un diseño de cuasi-
intervención con un criterio de valoración principal establecido sobre el efecto de la
NGT en las percepciones del envejecimiento y la ansiedad por la muerte en adultos
mayores a través del diseño de línea de base, se seleccionaron 47 sujetos, ancianos
residentes en hogares de ancianos (Teherán, Irán) con una edad media de 69,2 ± 2,55
y se les asignó a intervención (n = 24) y grupos de control (n = 23).  El grupo de
intervención recibió ocho sesiones semanales de 90 minutos de NGT, y los datos se
recopilaron al inicio, después de la prueba y al mes de seguimiento, se aplicaron los
instrumentos: Cuestionario de percepción del envejecimiento (APQ) y el Cuestionario
de ansiedad ante la muerte (DAS). Destacando en sus resultados: en comparación con
el control y la línea de base, la intervención NGT influyó positivamente en las
percepciones del envejecimiento de los participantes, especialmente sus
representaciones emocionales, así como sus creencias sobre las consecuencias del
envejecimiento y el control sobre las experiencias relacionadas con el
envejecimiento. También se encontró que la NGT era eficaz en la reducción de la
ansiedad por la muerte, que también se mantuvo durante el tiempo con un efecto de
interacción significativo entre el grupo y los tiempos de prueba (p <0,05). Concluyendo
que la intervención fue eficaz para mejorar las percepciones del envejecimiento y
reducir la ansiedad por la muerte y podría ser recomendada en personas mayores.

Junto a ello es importante destacar las actitudes que presentan las personas mayores
respecto a la muerte y como poder enfrentar de manera positiva esta problemática, es
así que por medio del trabajo de Brudek & Sekowski (2019), en Polonia, Wisdom as the
mediator in the relationships between religious meaning system and attitude toward
death among older adults. Cuyo objetivo fue investigar si la sabiduría es un mediador en
la asociación entre el sistema de significado religioso y la actitud hacia la muerte en el
período de la adultez tardía. El estudio incluyó a 315 personas de entre 60 y 75 años.
Se utilizaron tres medidas: escala del sistema de significado religioso (RMSS), escala
de sabiduría tridimensional (3D-WS), perfil de actitud ante la muerte revisado (DAP-R).
dentro de los resultados obtenidos: en términos de evaluación subjetiva de la salud,
más de la mitad de los encuestados n ¼ 172 (54,6%) la calificaron como buena. Todos
los encuestados eran católicos romanos, y más de la mitad de ellos, n = 195 (61,9%),
declararon que la religión juega un papel importante o muy importante en sus vidas.
Los análisis permitieron verificar parcialmente la hipótesis de que la sabiduría es un
mediador en la relación entre el sistema explícito de significado religioso y la actitud
multidimensional hacia la muerte en la adultez tardía. Se confirmó que la relación del
sistema de significado religioso con el miedo a la muerte, la evitación de la muerte, la
aceptación neutral, la aceptación del escape y la aceptación del enfoque está mediada
por al menos uno (cognitivo, reflexiva y / o afectiva) de las dimensiones consideradas,
siendo estas mediadoras de fuertes vínculos entre la religiosidad como fuente de
significado en la vida y la fe en una feliz vida después de la muerte.

En consonancia a la investigación anterior, las trayectorias vitales y puntos de


bifurcación que puedan ocurrir en ellas pueden marcar la percepción de la muerte y sus
perspectivas sobre ella, es así como Sopcheck (2019), por medio del trabajo Older
Adults' Perspectives of End of Life After the Death of a Significant Other: A Secondary
Analysis. El objetivo de este análisis secundario fue describir cómo la muerte de una
pareja influyó en las perspectivas de los adultos mayores sobre el final de su vida.
Abarcó a quince adultos mayores que residen en una comunidad de retiro de atención
continua al sureste de Florida y se exploró el desafío de perder a un ser querido,
considerando que fue más útil para resolver este desafío y puntos de inflexión que
motivaron sus decisiones sobre la atención final de la vida de un ser querido. Se utilizó
el análisis de contenido inductivo para derivar en 4 temas principales para explicar sus
perspectivas sobre el final de la vida, los cuales fueron: Escaparse pacíficamente, sin
heroicidades; lo cual consiste en el deseo de una muerte natural, tranquila y pacífica sin
un obstinamiento terapéutico que solo puede prolongar el sufrimiento y muerte.
Familiaridad, hacer planes que se mantengan; planificar con antelación el final de la
vida útil de uno, lo cual podría estar influenciada por experiencias pasadas y muerte de
otra persona, además el delegar la responsabilidad sustituta a otro pariente o amigo
que debe apegarse a las preferencias y deseos explícitos de la persona mayor sobre
los cuidados al final de la vida o directivas anticipadas o testamento vital, también, para
algunos participantes, la transición a través del final de la vida útil y la muerte de uno
aumentó su conciencia o conocimiento de qué esperar en el final de la vida útil de uno.
Atar cabos sueltos, lo que queda por hacer; se enfoca en aspectos prácticos como
planes, finanzas y las posesiones preciadas para los beneficiarios que deben abordarse
ya que la muerte puede ocurrir en cualquier momento. Aceptando Mi tiempo se acabó;
corresponde cuando la persona mayor acepta y se da cuenta que debido a su edad y
enfermedades crónicas la muerte puede ser inminente. Estos hallazgos instan a que
enfermeras y profesionales de la salud, deben discutir abiertamente con los adultos
mayores sus preocupaciones sobre el final de la vida y la atención deseada, además de
la necesidad en la formación de ellos sobre esta temática, permitir a las personas
mayores a anticiparse a través de las voluntades anticipadas y crear conciencia pública
de los cuidados paliativos.

Es así como a través de las diversas experiencias en el curso de vida de las personas
mayores van forjando o reeditando sus percepciones frente a la muerte, existen algunos
puntos posibles como protectores frente a ello, es así como Brudek & Sekowski (2019),
en Polonia, a través de la investigación Wisdom as the mediator in the relationships
between religious meaning system and attitude toward death among older adults, cuyo
objetivo correspondió el investigar si la sabiduría es un mediador en la asociación entre
el sistema de significado religioso y la actitud hacia la muerte en el período de la adultez
tardía. Incluyó a 315 personas de entre 60 y 75 años. Se utilizaron tres medidas: escala
del sistema de significado religioso (RMSS), escala de sabiduría tridimensional (3D-
WS), perfil de actitud ante la muerte revisado (PAM-R). A través de los resultados y sus
análisis, posibilitaron verificar parcialmente la hipótesis de que la sabiduría es un
mediador en la relación entre el sistema explícito de significado religioso y la actitud
multidimensional hacia la muerte en la adultez tardía. De los encuestados mayores
(52,5%) evaluaron su estado de salud como bueno. Se observó que las dimensiones de
la actitud hacia la muerte se correlacionan con el indicador general de sabiduría,
evidenciando correlaciones significativas entre el perfil personal de sentido de la vida y
la sabiduría, por lo tanto, a mayor sabiduría, menor es la tendencia a evitar la muerte en
las personas de mediana edad y mayores, lo mismo sucede con el sentido de la vida,
ya que, cuanto mayor era el nivel de sentido de la vida, menor era el miedo a la muerte
y menor es la tendencia a evitar la muerte, además se confirmó que un sentido de
significado de la vida es un predictor significativo de aceptación neutral a la muerte,
también a una mayor tendencia a escapar de la aceptación de la muerte, tanto entre las
personas en el período de mediana edad como en la adultez tardía. Junto a estos
resultados además se confirma que el sistema de significado religioso es un predictor
negativo del miedo a la muerte, y la dimensión cognitiva y reflexiva de la sabiduría son
los mediadores de esta relación, comprobando que la dimensión cognitiva de la
sabiduría es mediadora en la relación negativa del sistema religioso de significados y
evitación de la muerte, por lo cual, los adultos mayores menos intrínsecamente
religiosos estaban más ansiosos por la muerte, así mismo, el sistema de significado
religioso es un predictor positivo de la aceptación neutral, y la dimensión reflexiva de la
sabiduría (incluye una visión clara de la realidad, la distancia con uno mismo y la
capacidad de interpretar los eventos desde diferentes perspectivas) media en esta
relación. Finalmente se confirma el papel mediador de la dimensión cognitiva de la
sabiduría en las relaciones positivas del sistema de significado religioso y la aceptación
de escape de la muerte. Confirmando que la relación del sistema de significado
religioso con el miedo a la muerte, la evitación de la muerte, la aceptación neutral, la
aceptación del escape y la aceptación del enfoque está mediada por al menos una
(cognitivo, reflexivo y/o afectivo) de las dimensiones consideradas en el estudio.

Frente a las actitudes y miedos que puedan surgir en la persona mayor, también
pueden aflorar diversas creencias muchas veces asociadas a su entorno cultural y
social, es así como en la tesis Doctoral, española de Sanchíz, 2018, Afrontamiento del
miedo a la muerte, a través de una investigación exploratoria sobre el miedo a la
muerte, en una muestra de 152 adultos mayores, utilizado los instrumentos de medida:
Inventario de Estrategias de Afrontamiento (CSI), Inventario de Sistema de Creencias
Revisado (ISC-15r), Perfil Revisado de Actitudes Hacia la Muerte (PAM-R) y la Escala
de Miedo a la Muerte (EMMCL); teniendo en cuenta las variables sociodemográficas
sexo, edad y nivel de estudios. Destacan en sus resultados: la actitud más utilizada por
los adultos mayores es la de Aceptación Neutral ante la muerte, la cual es transversal a
la edad en los tres rangos establecidos en este estudio, tampoco existiendo una
distinción en el nivel de estudios. La actitud que menos puntuación ha alcanzado por
hombres y mujeres mayores es la actitud de Aceptación de Acercamiento, en relación al
sexo se pudo observar que las mujeres presentan mayores puntuaciones en las escalas
de Aceptación Neutral, Escape y Miedo a la muerte que los hombres. Respecto al
miedo a la muerte, la mujer ha obtenido puntuaciones más altas en ambos tipos de
miedo a la muerte: Ajena y Propia, que el hombre. En ambos sexos la puntuación en
Miedo a la Muerte Ajena es superior a la obtenida en Miedo a la Muerte Propia. Las
personas mayores Sin Estudios presentan las puntuaciones más altas en ambos tipos
de miedo a la muerte: Ajena y Propia. En cuanto a las estrategias de afrontamiento al
miedo a la muerte se puede afirmar que cuanto más Miedo a la Muerte Propia tienen
las personas mayores, más utilizan el Pensamiento Desiderativo como estrategia para
afrontar su muerte, y no se encuentra correlación significativa entre el Miedo a la
Muerte Ajena y las ocho estrategias de afrontamiento, tampoco existe correlación entre
el Miedo a la Muerte Propia, Creencias y Soporte Social. Al correlacionar el Miedo a la
Muerte Propia con las cinco actitudes ante la muerte, se encontró correlación
significativa entre ésta y la actitud de Miedo a la Muerte, además existe una relación
significativa entre el Miedo a la Muerte Propia y la actitud de Evitación a la Muerte, Al
correlacionar el Miedo a la Muerte Ajena con las actitudes ante la muerte, se encontró
correlación significativa entre ésta y tres, de las cinco, actitudes: Miedo a la Muerte,
Evitación a la Muerte, Aceptación de Acercamiento. Dentro de sus conclusiones destaca
la importancia de contribuir, desde la psicología y la pedagogía, a cambiar las actitudes
que generan reacciones negativas ante la muerte, garantizando bienestar y calidad de
vida a las personas que se encuentran en la última etapa de su vida.

Según lo revisado anteriormente, cómo sería posible beneficiar a las personas mayores
frente a mejorar y/o cambiar su precepción y/o sentimientos frente a la muerte, lograr un
acompañamiento afectivo, emocional, seguro como profesionales de la salud y que este
repercuta en su bienestar, si a continuación los autores muestran un déficit en la
formación de profesionales frente a esta temática, como lo es en el trabajo español de
Palomar et al., 2020, Educar para la vida y la muerte a los estudiantes de Enfermería:
“del miedo al amor”, por medio de una metodología enmarcada en el paradigma
interpretativo o hermenéutico, de enfoque cualitativo, desde una mirada
fenomenológica, se plantea un estudio descriptivo y como instrumento de investigación
se tomaron 36 diarios reflexivos, de los cuales se seleccionaron de forma aleatoria 14.
El análisis cualitativo ha permitido estructurar el discurso del alumnado en 5 categorías
de análisis: Motivo de elección de la asignatura; Crecimiento personal; Logros en el
proceso de aprendizaje; Aplicación profesional de las técnicas desarrolladas en la
asignatura; Valoración de la asignatura por parte del alumno. concluyendo: La
intervención educativa de la asignatura, ha tenido un alto impacto en los alumnos/as, en
dos dimensiones importantes para sus vidas. Por un lado, aumentando sus
competencias académicas como futuros profesionales, y por otro adquiriendo
habilidades y actitudes positivas sobre la muerte, para vivir y amar la vida.

En consonancia al estudio anterior para los autores Pérez- de la Cruz et al., 2020,
Factores y creencias que condicionan la actitud de los estudiantes de ciencias de la
salud hacia el final de la vida en España y Bolivia: un estudio Multicéntrico. Su objetivo
fue examinar el grado de formación, la seguridad autopercibida y las preferencias en
relación con la atención de pacientes terminales y no terminales. Se trata de un estudio
descriptivo, transversal y multicéntrico con estudiantes de Medicina, Enfermería y
Fisioterapia de España y Bolivia. Se evaluaron las variables: preparación asistencial y
preparación emocional para el cuidado de pacientes terminales y no terminales, el Perfil
de Actitud de Muerte Revisado (PAM-R) y la Escala de Bugen para afrontar la muerte.
La preparación autopercibida de los estudiantes para el cuidado de pacientes
terminales se puede considerar “fai” (media 2,15, DE 0,756), y este fue también el caso
de su preparación emocional percibida (media 2,19, SD 0,827). Por el contrario, la
puntuación obtenida por su preparación para el tratamiento de pacientes no terminales
fue mayor (media 2,99 y 3,16, respectivamente). Para los estudiantes de manera
transversal, el trabajar con usuarios terminales, incluidos pacientes con cáncer terminal
o geriátrico, fue la opción menos preferida, evidenciado una preferencia limitada por los
cuidados y tratamientos al final de la vida, junto a ellos destaca la falta de preparación y
motivación de los estudiantes de ciencias de la salud en España y Bolivia para trabajar
con estos usuarios.

Según lo anterior existen diversos factores que pueden influir en estudiantes del área
de la salud sobre su actitud frente la muerte, es por esto que Xu et al., 2019, en su
trabajo realizado en China, A Questionnaire Study on the Attitude towards Death of the
Nursing Interns in Eight Teaching Hospitals in Jiangsu, China, a. Materiales y métodos.
En ocho hospitales universitarios de la provincia de Jiangsu, China, se llevó a cabo una
encuesta sobre conocimientos, actitudes y prácticas (CAP) mediante dos cuestionarios
estandarizados, uno de ellos es la encuesta KAP que recopiló los datos con respecto a
la información general de los internos de enfermería, incluido el sexo, la edad, las
creencias religiosas, el hijo único en la familia, que vive con un solo padre, el área de
residencia, el nivel de educación, la percepción de la mente y el cuerpo, la experiencia
en el cuidado de pacientes moribundos , experiencia de un pariente fallecido en la
familia, educación sobre la muerte y ambiente familiar para discutir la muerte, el otro
cuestionario fue el Perfil de Actitud de Muerte revisado (PAM-R). En total, 357 pasantes
de enfermería entregaron una respuesta válida, cuyos resultados muestran: los internos
de enfermería tuvieron puntuaciones estadísticamente significativamente más altas en
los dominios de evitación de la muerte, aceptación del enfoque y miedo a la muerte, sin
embargo, puntuaciones estadísticamente significativamente más bajas se encontraron
en los dominios de aceptación natural y aceptación de escape. Las creencias religiosas,
la experiencia de un pariente fallecido en la familia, la educación sobre la muerte y la
atmósfera familiar para hablar de la muerte están asociadas positivamente con uno o
más dominios de la actitud hacia la muerte. Por lo que concluyen que la actitud positiva
hacia la muerte y la educación sobre la muerte antes de la práctica clínica son útiles
para los internos de enfermería cuando atienden a pacientes moribundos.

En cuanto a los estudiantes de Enfermeria propiamente tal, en el trabajo Evaluación del


nivel de miedo a la muerte entre estudiantes de Licenciatura en Enfermería, de
Hernandez et al., 2019, cuyo objetivo de investigación corresponde evaluar el nivel del
miedo a la muerte en estudiantes de Licenciatura en Enfermería de la UNIANDES. Se
trata de un estudio cuantitativo, de corte transversal y descriptivo. Para ello se empleó
el Test de Collet-Lester en su versión en español a 256 estudiantes de 1ro, 2do, 3ro y
4to años. Resultando el nivel de miedo a la muerte en la carrera de 3.400±673, el miedo
a la muerte de otros es el mayor entre las 4 subdimensiones estudiadas, y el menor el
miedo a la propia muerte. Evidenciado la necesidad de del proceso de formación de los
estudiantes de enfermería para el afrontamiento a la muerte. para una mejor asimilación
de la muerte.

En cuanto a los estudiantes del área de la salud frente al proceso de morir y el miedo
asociado a ello, en el trabajo español Actitudes hacia el cuidado de pacientes al final de
la vida y miedo a la muerte en una muestra de estudiantes sociosanitarios, (Bermejo et
al., 2018), en el cual su objetivo fue analizar la relación entre el miedo ante la muerte (la
propia muerte, la de los demás y los procesos de morir de ambos) y las actitudes que
tienen los estudiantes del ámbito sanitario hacia el cuidado de pacientes al final de su
vida. Así mismo, determinar qué factores pueden estar asociados a este proceso. Por
medio del método descriptivo, correlacional y transversal. Se aplicó la escala de Collet-
Lester en su versión española, y la escala de Actitudes hacia el cuidado de pacientes al
final de la vida en una muestra de n = 84 estudiantes sociosanitarios (edad media de
27,7 a˜nos, DT = 10,09; 82,1% [69] mujeres), ejerciendo sus prácticas en un centro
sociosanitario de la Comunidad de Madrid. Respecto del miedo a la muerte la
puntuación más elevada se encuentra en el miedo a la muerte de otros (M = 3,88, DT =
0,680), le sigue el miedo hacia el propio proceso de morir (M = 3,81, DT = 0,719), luego
el miedo al proceso de morir de otros (M = 3,48, DT = 0,697) y por último el miedo a la
propia muerte (M = 3,23, DT = 0,848), siendo las diferencias entre todas ellas
estadísticamente significativas (p < 0,001). Destacando la variable principal del estudio,
cuanto más miedo se tiene tanto hacia la muerte propia como hacia la de otros, menos
favorables son las actitudes que se muestran los estudiantes hacia el cuidado de los
usuarios al final de su vida. Concluyendo la relevancia de conocer las variables que
pueden afectar a los profesionales de la salud en el cuidado de los usuarios al final de
la vida, y por ende su manejo adecuado.
En relación a lo anterior, destaca para los autores Santos et al., 2017, por medio del
estudio Avaliação do perfil de atitudes acerca da morte: estudo com graduandos da
área de saúde, realizado en Brasil, cuyo objetivo comprendió el identificar el perfil de
actitudes frente a la muerte por los graduandos del área de salud, por medio de un
estudio descriptivo y transversal realizado con 10005 graduandos de seis cursos de
salud de una universidad pública del Distrito Federal. Se aplicó la Escala de Evaluación
del Perfil de Actitudes Acerca de la Muerte y un cuestionario sociodemográfico.
Destacando en sus resultados que la actitud de aceptación neutra obtuvo mayores
promedios entre los graduandos de la muestra, las medias más elevadas en la
dimensión miedo a la muerte se presentan en graduandos más jóvenes y medias más
bajas de evitación de la muerte en graduandos con mayor edad, que cursaban los
primeros semestres de la graduación. Las dimensiones aceptadas de escape y religiosa
obtuvieron promedios más altos en los graduandos del sexo masculino. Se observó que
el 59,9% de los participantes no tuvieron experiencia previa de pérdida y el 75,4% dijo
que no había participado en discusiones sobre la muerte y el morir. Por ende,
concluyen los autores, con base en los resultados encontrados en la investigación, se
refuerza la necesidad de discusiones sobre la temática de la muerte y del morir desde
los primeros semestres en la graduación, con la finalidad de proveer una actitud positiva
frente a la muerte y el ejercicio de un cuidado más calificado entre los futuros
profesionales de la salud.

En consonancia respecto a la formación de los estudiantes del área de la salud, en el


estudio brasileño Avaliação do perfil de atitudes acerca da morte: estudo com
graduandos da área de saúde (Souza et al., 2017), su objetivo corresponde a identificar
el perfil de actitudes hacia la muerte de estudiantes de pregrado en el área de la salud.
A través de un estudio transversal realizado con estudiantes de pregrado de seis
carreras de salud en una universidad pública del Distrito Federal. Se aplicó la Escala de
Evaluación del Perfil de Actitudes sobre la Muerte y un cuestionario sociodemográfico, a
1.005 estudiantes, dentro de los resultados, destacan: La actitud de aceptación neutral
obtuvo promedios más altos entre los estudiantes de la muestra, los promedios más
altos en la dimensión miedo a la muerte se presentan en los graduados más jóvenes y
los promedios más bajos de evitación de la muerte en los graduados mayores, que
cursaron los primeros semestres de la carrera. Las dimensiones de aceptación de
escape y religión obtuvieron promedios más altos en estudiantes varones. Se observó
que el 59,9% de los participantes no tenía experiencia previa de pérdida y el 75,4%
informó no haber participado en discusiones sobre muerte y morir. Por lo tanto,
concluyen: la necesidad de discusiones sobre el tema de la muerte desde los primeros
semestres de graduación, con el fin de brindar una actitud positiva hacia la muerte y el
ejercicio de una atención más calificada entre las personas futuros profesionales de la
salud.

Según lo expuesto se puede evidenciar como la formación o escasa formación en los


estudiantes del área de la salud puede influir en sus actitudes frente la muertes, es así
como a partir de la investigación colombiana, de Cáceres et al., 2019, Actitudes de las
enfermeras frente a la muerte de los pacientes en una unidad de cuidados intensivos, el
objetivo de este estudio fue describir las actitudes hacia la muerte en un grupo de
enfermeras que laboraban en una uci de alta complejidad, por medio de un estudio
descriptivo en el que se incluyeron 17 profesionales de enfermería que trabajan en una
unidad de cuidados intensivos de alta complejidad. Se aplicó el perfil revisado de
actitudes hacia la muerte (PAM-R), entre sus resultados destacan: el promedio general
del PAM-R fue 133,53 ± 21,50. La actitud con mayor promedio fue la de aceptación de
acercamiento con 48,17 ± 12,64, seguido por la actitud de aceptación neutral con 28,94
± 4,62 y miedo a la muerte con 23,0 ± 7,42. Existiendo una correlación moderada y
directa entre el promedio general de la escala de actitudes hacia la muerte y los años
de trabajo en el servicio, rho = 0,59, p = 0,016. En sus conclusiones los autores
mencionan que, de las actitudes hacia la muerte, la que más predominó en los
participantes fue la de aceptación de acercamiento, junto a ello se pudo establecer una
correlación moderada y directa entre el promedio general de la escala de actitudes
hacia la muerte y los años de trabajo en UCI.

En relación a lo anterior, para Marrero y García 2019, en el ensayo español, Vivencias


de las enfermeras ante la muerte. Una revisión, el cual ha tenido como objetivo principal
mostrar qué vivencias o percepciones tienen las enfermeras al cuidar a un ser humano
en la etapa final de su vida. Es así como los autores apoyándose en diversas
publicaciones, describen que para la enfermera la muerte de un paciente supone un
hecho complejo y drástico en su vida presentándose en la profesional sentimientos de
tristeza, impotencia o rabia entre otros. Sin olvidar que el proceso de morir no está
aislado del contexto sociocultural del paciente ni de la profesional. Por lo tanto, se
requiere de mejoras en la competencia profesional de los profesionales para afrontar la
etapa final de la vida, ya que no existe suficiente preparación a nivel emocional y
asistencial porque el morir no ha sido suficientemente abordado ni se ha tenido en
cuenta lo que siente la enfermera.

En consonancia para los profesionales de enfermería en Chile, Espinoza et al., 2016,


por medio de su trabajo, Actitudes en profesionales de enfermería chilenos hacia el
cuidado al final de la vida. Análisis multivariado, en el cual su objetivo consiste en
evaluar las actitudes hacia el cuidado al final de la vida de enfermeras/os de la región
Bío Bío, de Chile, y determinar las variables que ejercen mayor influencia sobre estas.
Con una metodología descriptivo-correlacional y predictivo en 308 enfermeras/os que
trabajaban en cuidados paliativos en centros de salud públicos. Se utilizaron las escalas
de Actitudes hacia el cuidado al final de la vida de Frommelt, Inteligencia emocional,
Actitudes hacia la muerte, Trabajo emocional y variables bio-sociodemográficas de
experiencia y formación profesional. Los autores reportan en sus resultados que la
actitud hacia el cuidado al final de la vida mostró una tendencia favorable, presentando
una asociación directa y estadísticamente significativa con: edad, experiencia laboral,
mayor vínculo en tiempo y número pacientes terminales atendidos, y con la
comprensión y regulación emocional. También se presentó una mayor actitud en el
sexo femenino. La preferencia por trabajar en cuidados paliativos y ser formador en el
área influyeron favorablemente en la actitud; al contrario, el miedo a la muerte y el
trabajo emocional fingido influyeron negativamente la actitud. Concluyendo así la
importancia de requerir mayor formación profesional que aporte al modelo empírico,
oriente la educación de actitudes hacia la muerte y que ayude al afrontamiento
emocional y actitudinal hacia el cuidado al final de la vida.
Frente a las instancias de conversaciones sobre la muerte, entre enfermeras y
personas mayores, en el estudio realizado en Suecia, por Alftberg et al, 2018,
Conversations about Death and Dying with Older People: An Ethnographic Study in
Nursing Homes, el objetivo de este fue explorar las experiencias de las enfermeras
auxiliares de las conversaciones sobre la muerte y el morir con los residentes de
hogares de ancianos. A través de un diseño etnográfico, en siete hogares de ancianos,
se entrevistó a ocho auxiliares de enfermería y se les dio seguimiento en sus
asignaciones diarias a través de observaciones de los participantes. Las enfermeras
auxiliares refieren que tenían el conocimiento y las herramientas para llevar a cabo
tales conversaciones, a pesar de que carecían de tiempo y sentían que la tensión
emocional o estrés emocional, los cuales podían ser un obstáculo para las
conversaciones sobre el desarrollo de la muerte y el morir. Utilizaron las estrategias de
distraer, consolar e ignorar, ya sea cuando percibían que los reflejos de los residentes
sobre la muerte y el morir eran parte de su enfermedad y dolencia o cuando había una
falta de alineación entre las contemplaciones de los residentes y el concepto de morir
bien. este estudio muestra que llevar a cabo conversaciones sobre la muerte y el morir
puede tener obstáculos en la práctica, por lo que debe tenerse en cuenta para futuras
implementaciones como en el caso de cuidados paliativos en hogares de ancianos.

Es así como se puede evidenciar la interacción entre todos los participantes del cuidado
e interacción social de las personas mayores y que pueden influir dentro de su
trayectoria vital frente a sus percepciones frente a la muerte, es así como para Gafaar
et al., 2020 por medio del trabajo Good death: An exploratory study on perceptions and
attitudes of patients, relatives, and healthcare providers, in northern Tanzania. Cuyo
objetivo es evaluar las percepciones de la calidad de la muerte y avanzar en la
preparación de la atención al final de la vida en Moshi, Tanzania. Por medio del enfoque
cualitativo de la teoría fundamentada, se llevaron a cabo 13 discusiones de grupos
focales en suajili utilizando una guía semiestructurada. Con un total de 122
participantes, incluidos pacientes con enfermedades potencialmente mortales (34), sus
familiares / amigos (29), profesionales de la salud (29; médicos y enfermeras) y
profesionales de la salud aliados (30; trabajadores de salud comunitarios, líderes
religiosos, y trabajadores sociales) de Kilimanjaro Christian Medical Center (KCMC), o
cerca de Moshi. Dentro de sus resultados informan: Al caracterizar la Buena Muerte,
surgieron 7 temas de primer orden y, de estos temas, Bienestar Religioso y
Espiritual, Bienestar Familiar e Interpersonal, Afrontamiento del Duelo y Bienestar
Emocional y Momento Óptimo comprendieron el tema de segundo orden, Preparación
para la atención al final de la vida y Finalización de la Vida. Los otros temas de primer
orden para Buena Muerte fueron el sufrimiento y la carga mínimos, la calidad de la
atención de los cuidadores formales y la calidad de la atención de los cuidadores
informales. En cuanto a la Preparación y finalización de la vida destacan las
categorías;
1. Bienestar religioso y espiritual; destaca el consenso entre los participantes de la
importancia de los líderes religiosos, comunidades de la fe, y el mantener una buena
relación personal con Dios es importante para la Buena Muerte.
2. Bienestar familiar e interpersonal; para una buena muerte, los participantes
consideran fundamental las relaciones positivas familiares y sociales, el pedir perdón, y
perdonar, evitar disputas, como acciones importantes para la Buena Muerte. Sin
embargo, aquellos que presentaron conflicto en la toma de decisiones sobre el final de
la vida útil, en el contexto del cuidado de un usuario con soporte vital.
3. Afrontamiento del duelo y bienestar emocional; el prepararse mental y
emocionalmente se asocian a una buena calidad de muerte, en especial las creencias
del concepto de vida después de la muerte para aliviar temeros sobre esta.
4. Momento óptimo; se relaciona con el tiempo suficiente para las personas que le
permitan prepararse y preparar a la familia.
Otros temas de buena muerte
5. Mínimo sufrimiento y carga; para los usuarios una buena calidad de muerte se
relaciona a no sentirse una carga para su familia y tampoco sentir dolor. Lo cual se
condice con el trabajo de médicos, enfermeras y trabajadores de la salud comunitarios
quienes estaban más en sintonía con los aspectos de sufrimiento físico y cuidados de
confort, en especial el alivio del dolor.
6. Calidad de la atención por parte de los cuidadores formales; en relación a la medicina
moderna y los dilemas asociados a ella en cuanto a la escasez de recursos, terapias
agresivas, acceso a atención, utilización óptima de esta pueden afectar de manera
negativa en la percepción de una buena calidad de muerte.
7. Calidad de la atención de los cuidadores informales; el cuidado, cercanía, consuelo
por parte de los seres queridos y miembros de la comunidad se asocian a una buena
calidad de muerte y lo contrario a una peor calidad de vida.
Encontrando así en sus conclusiones con base a sus resultados, que el estudio
proporciona una descripción temática sólida de Good Death y que permitirán mejorar
los cuidados y esfuerzos en una mayor calidad al final de la vida. Los autores del
estudio observan de manera positiva la importancia de la preparación previa para el
cuidado al final de la vida útil y el incorporar adecuadamente a la propia familia, amigos,
profesionales de la salud, líderes religiosos y Dios.

En consonancia las actitudes sobre la muerte de los profesionales de la salud al igual


que en las personas mayores es importante valorar como se relaciona con su bienestar
percibido, por lo cual, en el estudio pakistaní, Attitudes towards death among health
care professionals (HCP) and their perceived well-being at Aga Khan University (AKU)
de Khan et al., 2019. Su objetivo consiste en identificar la asociación entre las actitudes
hacia la muerte de los profesionales sanitarios y su bienestar percibido. A través de un
estudio transversal sobre 109 profesionales sanitarios que incluye enfermeras (n = 29),
médicos (n = 43), residentes (n = 25) e internos (n = 12) de diversas especialidades en
AKU. Se utilizó la escala revisada de perfil de actitud ante la muerte y su correlación
con la escala de Bienestar percibido. Los resultados evidencian que la ansiedad ante la
muerte fue mayor en los pasantes (150,83 ± 17,94), seguida de las enfermeras (139 ±
20,67), los residentes (137,84 ± 15,79) y los médicos (137,99 ± 21,59) y el bienestar
percibido fue más bajo en los pasantes (71,00 ± 10,10).) seguido de enfermeras (72,41
± 10,43), residentes (74,16 ± 12,83) y médicos (75,98 ± 12,19), demostrando una
correlación negativa entre la ansiedad por la muerte y el bienestar percibido.
Concluyendo de esta manera que los médicos de carrera temprana (pasantes) son el
grupo más vulnerable cuando se enfrentan a problemas relacionados con la muerte y la
agonía y esto también puede tener un impacto en su bienestar percibido, lo cual se
podría explicar dentro de diversas causas como por ejemplo, en que los médicos de
primer grado podrían tener una exposición limitada para lidiar con encuentros con
usuarios desafiantes, así como una experiencia clínica mínima que posiblemente
amplifique su riesgo.

La integración del equipo interdisciplinario, el cuidado humanizado incorporando en este


a la familia y los intereses del usuario, es relevante de abordar frente a temas
complejos de articular como lo es la muerte, es así como para Ang et al., 2016, a través
de la investigación en Singapur, Differences in attitudes to end-of-life care among
patients, relatives and healthcare professionals, el cual exploró y comparó las
diferencias en las actitudes hacia la atención al final de la vida entre pacientes,
familiares y profesionales de la salud, incluidos médicos y enfermeras, por medio de un
estudio descriptivo en un corte transversal de la población de un hospital terciario de
Singapur. Incluyendo a 50 participantes en total. Los autores informan en sus
resultados que los miembros de la familia fueron los encargados de tomar decisiones
sustitutas más comúnmente nominados por el grupo de pacientes (76%) y la mayoría
del grupo de familiares (74%) se sintió cómodo al decidir sobre la atención al final de la
vida de sus seres queridos. Sin embargo, los grupos de pacientes y familiares difirieron
significativamente en sus preferencias sobre las opciones de atención al final de la vida,
incluida la reanimación cardiopulmonar (RCP) (p = 0,001), la intubación (p = 0,003), la
alimentación por sonda nasogástrica (p <0,001) y el uso de antibióticos (p = 0,023). Los
médicos, enfermeras y familiares demostraron diferencias en la preferencia entre la
atención al final de la vida para ellos y sus seres queridos, especialmente en lo que
respecta al uso de la alimentación por sonda nasogástrica. También hubo una
diferencia entre pacientes y médicos en sus decisiones sobre RCP (p <0,001) e
intubación (p = 0,008). Concluyendo a partir de sus resultados que este estudio
demostró la importancia de la planificación temprana para la atención al final de la vida,
lo cual debe ser iniciado de manera proactiva por los profesionales de la salud para
involucrar a los pacientes de una manera culturalmente sensible para discutir sus
preferencias, a fin de facilitar la comunicación abierta entre el paciente y la familia.

Complementando las autoras Lima y Machado (2018), en un estudio realizado en Rio


de Janeiro, cuyo objetivo fue comprender los sentidos y significados atribuidos por los
principales cuidadores a la experiencia de seguimiento de pacientes con cáncer en End
of Life Care. Se realizó una investigación exploratoria cualitativa, utilizando la
observación participante. Tras el análisis del diario de campo, se extrajeron cinco
categorías temáticas: Espiritualidad que da sentido a la experiencia; El tiempo de
espera; Muerte como alivio del sufrimiento; Revisión de la historia de vida;
Incertidumbre sobre el futuro. Las autoras pudieron percibir reacciones y sentimientos
expuestos por los cuidadores, quienes, a pesar de su agotamiento físico y emocional,
querían permanecer con sus familiares hasta su muerte. Entendieron que la
comunicación del equipo al cuidador sobre el acercamiento de la muerte puede
contribuir al proceso de elaboración psíquica de esta experiencia. Por lo tanto, la
comprensión de la experiencia subjetiva del cuidador permite un acercamiento eficaz
por parte del equipo a las necesidades reales de cuidado de la familia, además de
reconocer la necesidad de los cuidadores de rescatar la trayectoria vital de los
pacientes, lo cual pudiese permitir establecer un camino en la fase final de su familiar a
través de su historia y el recuerdo, asignado un sentido a la muerte hasta el último
momento. Se propone esta investigación a pesar de que se aborda en un contexto
oncológico, pero a pesar de ello destaca la importancia de las trayectorias vitales, los
sentimientos comunes percibidos por las familias/cuidadores frente a la muerte y el
sentido que este puede tener para ellos, que coincide con las investigaciones
anteriormente mencionadas.

En base a lo expuesto anteriormente, es necesario profundizar sobre las trayectorias


vitales y las actitudes frente a la muerte, abarcando los sentimientos asociados a ella,
que de acuerdo a lo recopilado por la autora, estos son sentimientos negativos
destacando el miedo, y como sus experiencias vividas en cada trayectoria va influyendo
en estas visiones, incluso afectando el bienestar de las personas mayores, al igual que
los profesionales del equipo de salud, que de manera interdisciplinaria se evidencia una
escasa formación según los datos anteriormente expuestos, apuntando a profesionales
menos capacitados, con miedo, sin tiempo y por ende con menor capacidad de
enfrentar sus puntos de inflexión y por consiguiente los de sus usuarios, que estos al
ser personas mayores frente a los cambios, mitos, soledad, etc. Requieren de un
equipo que los acompañe durante su trayectoria vital, eduque, desmitifique, pero por
sobre todo preste cuidados humanizados, centrados en los requerimientos y
percepciones que influyan en su bienestar de manera personalizada y así mejorar su
calidad de vida, minimizando riesgos asociados a ello y fortaleciendo el lazo equipo de
salud-usuario y familia.

4.2. Marco de Referencia:

 Muerte
La muerte como concepto puede poseer diferentes significados, desde aspectos
biológicos, religiosos, determinados por la cultura y la sociedad donde se desenvuelven
las personas y las situaciones vividas relacionadas a ella. Es así como para la Real
Academia de la Lengua Española (RAE), 2019, el concepto proviene del latín mors,
mortis, lo cual significa cesación o término de la vida, en el pensamiento tradicional,
separación del cuerpo y el alma, también se asocia otros atributos como por ejemplo,
muerte civil que se refiere a la extinción de toda capacidad jurídica de un reo aun
cuando se conservase en vida, la muerte senil, la cual se produce por pura vejez o
decrepitud, de mala muerte que se refiere a lo que es de poco valor o importancia, de
muerte que consiste en algo que está muy bien, que agrada enormemente, hasta la
muerte que hace mención con inalterable, resolución de permanecer constante en la
acción, entre otras.

La definición de la muerte ha sido bastante dificultosa por la ciencia no así el concepto


de la vida, es así como Capaverde et al., 2017, cita a Vigotski (1996, p. 265)
destacando la gran dificultad de definir la muerte: “La muerte se interpreta sólo como un
contraste contradictorio de la vida, como la ausencia de la vida, en fin, como no-ser.
Pero la muerte es un hecho que también tiene su sentido positivo, es un aspecto
particular del ser y no solo del no ser; es una cosa cierta y no completa nada”. También
el autor hace referencia a Caputo (2008), destacando que el misterio y la incertidumbre
son características de la muerte, en consecuencia, por el miedo a lo desconocido, ya
que no se cuenta con la información de su experiencia, por lo que para cada cultura y
religión resulto ser un desafío interpretarla, a través de mitos, filosofía, el arte, etc. Para
poder enmendar la incertidumbre que genera la muerte, por lo tanto, luego de trascurrir
por la naturalidad o familiaridad de esta, sino que, en el siglo XXI, el ser humano busca
un escape a este acontecimiento, se convierte en un tabú, evitando que pueda generar
medios que le permitan afrontar lo inevitable.
Históricamente, la definición de muerte correspondía únicamente al paro
cardiorrespiratorio irreversible, el cual consiste en el cese irreversible de las funciones
cardiorrespiratorias, sin embargo, en el continuo afán de salvar vidas, los avances
médico-tecnológicos, como la ventilación mecánica, derivaron en la posibilidad no solo
de prolongar la vida, sino de continuar con perfusión orgánica con ausencia permanente
de actividad cerebral, creando la necesidad de definir la “muerte encefálica” (Guía de
Práctica Clínica: Evidencias y Recomendaciones CENETEC, 2019). Es así como en
Chile, actualmente a nivel sanitario, existen dos criterios de muerte: el cardiológico y el
neurológico, en este último se define como “el fallecimiento de una persona ocurrido a
causa de un daño neurológico severo que genera el cese total e irreversible de la
actividad de todo el cerebro” (Ministerio de Salud de Chile,sf).
Sin embargo, Sarbey (2016), cita a Robert Veatch, frente a esta definición de muerte
cerebral, sostiene que las funciones clave del cerebro como la memoria, la conciencia y
la personalidad son las que nos hacen personas, y estas se originan en los hemisferios
cerebrales, por lo tanto, la muerte de esas partes en el cerebro es lo que cuenta como
muerte de la persona, definiendo que "la muerte es la pérdida irreversible de lo que es
esencialmente significativo para la naturaleza del hombre".
Generalmente la muerte está determinada por lo que Sarbey (2016) llama la "trifecta de
criterios de muerte" que corresponde a los criterios cardiopulmonares, cerebrales
totales y cerebrales superiores. En aquellos casos sencillos, bastan los criterios
cardiopulmonares, en casos más difíciles, la muerte cerebral total sería suficiente, pero
sería necesaria una muerte cerebral mayor o superior, la cual consiste “precisamente a
qué partes del cerebro producen lo que valoramos en las personas, es decir, nuestros
recuerdos, conciencia, creencias, deseos y psicología en general”.

En resumen, frente a los conceptos de muerte cardiorrespiratoria y muerte encefálica,


Novoa, 2007, indica que la muerte humana es un proceso, por lo cual, se ha propuesto
definirla como “el cese permanente del funcionamiento del organismo como un todo”,
destacando la compleja interacción de sus partes.

Skoll (2017) en la naturaleza todo tiene sentido ya que necesita que las cosas mueran
para que puedan surgir otras. Es así como Silva (2019) afirma que “la muerte no se
resume al fin de la vida biológica, incluyendo aspectos culturales, simbólicos, históricos
y socialmente construidos. Abordarla también demanda comprender la forma en que los
vivos la interpretan y lidian con ella”. Destaca la relevancia de la antropología y la
bioética frente a la perspectiva de la vida y la muerte frente a los diversos dilemas
asociados a ellos y como la diversidad social, histórica y simbólica puede definir las
distintas concepciones de moralidad y por ende como se podría extrapolar al
principalísimo y como puede influir en las políticas públicas. Es por esto que la autora
invita a reflexionar sobre la muerte como sociedad enfrentándola desde una
resignificación y constitución de vida.
En consonancia a lo anterior Bishop (2019), promueve la ética como primera filosofía en
la relación persona a persona y en virtud de ello la relevancia de considerar esta
relación simétrica entre personas y no objetos o cuerpos. Indica también la necesidad
de definir el concepto de muerte el cual se erige socialmente, menciona que identificar
la muerte desde el punto de vista del rigor mortis o la muerte cerebral suele ser
suficiente, sin embargo, se debe ir más allá, abordar la moral relacional fundamental
que exige la metafísica, debido a las presiones sociales que enfrenta el concepto de
muerte citando al autor a Miller y Troug, haciendo énfasis a fenómenos culturales en
especial la maximización utilitarista de la cultura occidental y el sentimiento de ser útiles
al final de la vida a través del “regalo de vida” y la donación de órganos, lo cual ha sido
debatido por dicho autor y por ende la definición de muerte propiamente tal.

Es así como el concepto de la muerte suele relacionarse estrechamente con la bioética


puesto que a partir de los diversos dilemas al final de la vida, hay dos principios que
destacan según Medeiros et al., 2020, los cuales son el principio de autonomía y el
principio de beneficencia, sin embargo, estos autores destacan que a pesar de ello
existen debilidades en la comunicación y educación frente a estos temas entre el
equipo de salud, el usuario y la familia.

Si bien conceptualizar la muerte suele ser un proceso complejo es más aun cuando
existe una gran diversidad de culturas y religiones, las cuales cada una otorga su propia
connotación pensada y vivida en torno a ella. Por consiguiente Guerri (2017) hace
referencia como varia este concepto en diferentes culturas, dando como ejemplo en
aquellas donde se normaliza, se acepta y se integra desde la infancia, como en el caso
de la cultura mexicana la práctica de ofrendar y los altares son comunes, en África, el
Lumbalú consiste en cánticos al muerto, bailes, alabanzas con la idea principal de
solidaridad e identidad comunitaria como rito de transición, en el Budismo la vida no
acaba con la muerte, sino que a través de la reencarnación se les permite a las
personas poder perfeccionarse en cada vida hasta ser puro espiritualmente, para un
buen morir requiere de un buen vivir. En el caso del hinduismo el morir consiste en
pasar a otra forma de existencia de esencia espiritual, corresponde a una manifestación
de lo divino, a través de un ciclo eterno de reencarnaciones o “samsara”. Para los
tibetanos la muerte se espera con respeto y veneración en especial cuando la persona
esta moribunda. Sin embargo, en la cultura occidental este concepto denota mayor
complejidad en las personas, ya que no se les prepara, se fomenta el “para siempre”,
se evita y se rodea de miedo.
En las culturas andinas como en el caso, del norte de Argentina donde se encuentran
los qollas destaca su cosmovisión andina, según Krmpotic & Vargas, 2018, “para el
hombre andino, la vida empieza en el mismo punto en que termina, para volver a
repetirse”, los rituales se caracterizan por la solidaridad entre la comunidad, la chicha,
los altares, las ofrendas, flores, agua venida, comida, también importante dentro de los
ritos los cementerios o ayapampa casi imponentes entre las montañas, destacando
además la temporalidad de estos procesos en el aquí y el ahora, donde todas las
generaciones se condensan en el ser viviente y en el muerto.

De acuerdo a lo anterior los rituales en cada cultura tienen una forma distinta, pero a la
vez común en cada cultura, es así que Serón, 2018, plantea que, “en definitiva, los
rituales mortuorios cumplirían el rol de permitir la renuncia de la existencia del ser
querido en un colchón social que sustenta al deudo y lo valida como ser sufriente”. El
autor indica la importancia del duelo dentro de estos ritos, ya que más allá de lo
emocional que se le pueda atribuir este cumple distintas funciones en las personas que
han tenido una pérdida además para su entorno, al darle un sentido de continuidad, a la
muerte y al existir. Destaca la riqueza artística en relación a la muerte al ser plasmada
esta realidad en cantos y poesías, llevando los sufrimientos asociados a la muerte
como a través de su personificación, la pobreza, rituales, barreras sociales, destino
inexorable, entre otros, menciona entre los autores de esas obras a Violeta Parra,
Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
Respecto a la visión en las distintas culturas Serón (2018) menciona a los pueblos
precordilleranos de Tarapacá, como una cultura “libre de la negación de la muerte”, ya
que creen en la continuidad de la existencia, citando a Onofre donde destaca la
cooperación entre los familiares previo al funeral entregándose a los deudos apjatas
que consisten en alimentos y bebidas. En cuanto a la cosmovisión mapuche, sobre la
muerte, el autor menciona que esta corresponde como un viaje donde el alma de
moviliza por distintas plataformas y para poder acceder al cielo es relevante el rito del
funeral. Tal como Rojas (2016) agrega a rito fúnebre mapuche, el cual se llama el
descanso y se materializa también en un altar con el mismo nombre, tiene como
propósito insertar correctamente a los difuntos en el plano de los antepasados, el
concepto de muerte puede variar de un sector a otro desde una transición hasta un acto
moral.

Según lo revisado anteriormente es así que como para Morin (1988), citado por
Capaverde et al., 2017, “afirma que prácticamente no hay grupo, por primitivo que sea,
para abandonar a sus muertos o abandonarlos sin ritos”, también Morin 1970, p. 28,
hace referencia que
la ostentación del dolor, propia de ciertos funerales, está destinada a mostrar al
muerto la aflicción de los vivos con el propósito de asegurar su benevolencia. En
algunos pueblos, estas son ocasiones de alegre manifestación, con ello se
pretende demostrar tanto a los vivos como al muerto que este último ha
encontrado la felicidad.

A raíz de este pensamiento, Morin (1970), en su obra El Hombre y la Muerte, destaca


que la muerte se encuentra presente durante toda la vida de los seres humanos, y es
en la única especie que la acompaña de ritos funerarios, que cree en la supervivencia y
la resurrección, situándose en el umbral bio-antropológico, siendo la muerte el rasgo
más humano y más cultural, ya que, por medio de las actitudes y creencias ante la
muerte, el hombre se puede distinguir entre otros seres vivientes, estableciendo así su
propio sistema de vivir.
Es por esto importante la investigación en esta temática, ya que como afirma Cavedon
(2011), no es frecuente que se realicen estudios que contemplen la muerte de una
manera reflexiva, y el poder hacerlo implicarían las prácticas en ciertas organizaciones
frente a este tema y como se podrían afrontar.
 Actitud

La palabra actitud proviene del latín actitūdo, que significa para la RAE (2019) Postura
del cuerpo, especialmente cuando expresa un estado de ánimo y disposición de ánimo
manifestada de algún modo.
Existen distintos tipos de actitudes que pueden verse involucradas en las personas
frente a las vicisitudes de la vida, es así como (Adrián, 2020) define la “Actitud se trata
de una capacidad propia de los seres humanos con la que enfrentan el mundo y las
circunstancias que se les podrían presentar en la vida real”, para el autor marca una
diferencia el tipo de actitud de una persona frente a algún problema ya que denota su
capacidad de superación o afrontar dicha situación. Para el autor una actitud positiva de
funda en los principios de igual, tolerancia y paciencia lo que determina conductas
favorables y entornos sociales positivos, al contrario de las actitudes negativas.
Agregando el autor que la actitud puede ser influenciada por factores sociales como la
educación y la cultura, por lo tanto, cuando existen una falta de motivación o actitudes
negativas es importante promover la educación y así favorecer conductas y actitudes
basadas en el conocimiento y seguras.
Es así como la realidad persona juega un rol relevante frente a la actitud que cada
persona pueda determinar en su actuar, como expresa Cadillo, 2019, “la actitud se
relaciona con la percepción del mundo que las personas tienen, de forma que
responden ante estos estímulos según una conducta que tengan aprendida”, el autor
también se refiere a ella como una disposición mental que guía a las personas frente a
ciertos acontecimientos, lo que encasilla a la actitud a un tipo de motivación más bien
social producto de la interacción cognitiva-comportamental y afectiva. Sin embargo,
este autor indica que existen tres tipos de actitudes; actitud positiva o positiva que
permite resolver conflictos, actitud negativa o pesimista que no permite la resolución de
conflictos y actitud crítica que implica encontrar la verdad frente a una afirmación o
suceso.

 Actitud ante la muerte


La actitud que cada persona adopte ante la muerte dependerá de diversos factores,
tales como sus creencias religiosas, de la concepción filosófica, así como de la
capacidad para enfrentarse con la realidad de la vida, o con la realidad o no de la
muerte (Ascencio et al., 2014). Es así como sostiene (Morales, 2014), que las actitudes
que adoptan las personas ante la muerte suelen presentarse ya sea como aceptación y
conflicto, por lo tanto, se debe tomar conciencia de estas actitudes y como se
manifiestan en su vida diaria para recibir el apoyo que requieran y mejorar su calidad de
vida.
Junto a esto Morin (1970, p. 17) plantea que todas esas creencias, rituales, etc. no
permiten verse a sí mismo, por lo tanto, el primer misterio no es la muerte propiamente
tal, sino la actitud frente a la muerte.
Sin embargo, García (2015) sostiene que existen 5 actitudes más frecuentes o formas
clásicas frente a la muerte y el morir, las cuales son; negación, actitud desafiante,
angustia, liberación y aceptación, siendo esta última la más realista de carácter
pragmático la cual acepta la muerte como una realidad, aceptar la finitud del ser
humano como un agente positivo de cambio de vida.
En consonancia a lo anterior para Pochintesta (2017), las personas mayores expresan
una concepción diferente de la muerte donde el horizonte de finitud se percibe de modo
próximo y concreto, destaca mayor aceptación en esta última etapa vital, cuyo foco se
centra en las condiciones del morir antes que en la muerte propiamente tal.

 Miedo a la muerte

En la cultura occidental al concebir la muerte como un tabú, incluso el tabú de los tabús,
por su connotación incierta, inexplicable, desconocida, las personas habitualmente
pueden experimentar emociones como ansiedad, estrés, temor, incluso miedo a su
propia muerte, la muerte de los demás o al proceso de morir, es así como Morin 1970,
pp 30-31, alude al traumatismo de la muerte, el cual se funda en la pérdida de la
individualidad determinando así todas las alteraciones que pueda generar la muerte de
una persona, en especial cuando esta es cercana, íntima o familiar, por ende, de
carácter “único”, siendo este traumatismo de la muerte el espacio entre la conciencia de
la muerte y lo que el ser humano aspira como inmortalidad como una contradicción.
Tal como García (2015) describe el miedo a la muerte: “lamentar no acabar proyectos,
no aceptar el fin de la propia existencia temporal, el miedo a la enfermedad o morir con
sufrimiento y dolor físico”, también el autor plantea que el miedo a la muerte se
relaciona con la incertidumbre al no saber que hay después de la muerte, si existe un
más allá.
En relación a lo anterior Duran-Badillo et al., 2020, afirman de acuerdo a su experiencia
que tanto el miedo ante la muerte y el proceso de morir, como la calidad de vida, son
variables que deben ser estudiadas especialmente por el equipo multidisciplinar de
salud, ya que estas pueden afectar de manera negativa en la persona mayor
reflejándose como un deterioro emocional y espiritual impactando en las relaciones
tanto familiares como sociales y en la familia también se experimenta sufrimiento al ver
las consecuencias que ocurren en la persona mayor.

 Trayectoria vital o curso de vida

Desde hace un tiempo las etapas normativas conocidas por medio del ciclo vital se han
ido transformando en un concepto más amplio y dinámico como lo son las trayectorias
vitales o cursos de vida, que para algunos autores se utilizan como sinónimos y para
otros las trayectorias serían parte del enfoque del curso de vida como se observará a
continuación.
Las trayectorias vitales o curso de vida se originan a partir de estudios realizados por
Glen Elder, Estados Unidos, entre los años 1928 y mediados de los años 60
(Sepúlveda, 2010). En las cuales realizó un seguimiento a diversas cohortes de niños
que experimentaron los efectos de crisis económicas y acontecimientos históricos,
combinando para ello enfoques psicológicos, sociológicos e históricos, estableciendo
así el vínculo entre la vida de cada sujeto y el contexto sociocultural, por ende este
paradigma requiere de una mirada interdisciplinaria incluso transdisciplinaria, aportando
significado a los roles según la edad cronológica que cada persona debiese ejercer y
como los referentes culturales pueden influir en ellos, señalando a través modelos
culturales organizan el curso de la vida a raves de calendarios sociales que regulan en
un cierto orden los acontecimientos a los individuos que implica el pasaje en cada etapa
por una reorganización general de su vida, en el seno de la sociedad (Yuni, 2011).
El tiempo tiene un papel trascendental en el curso de la vida, encontrándose tres
posibilidades para analizar el desarrollo de una vida: (a) la edad (el tiempo individual)
que puede referirse al desarrollo bio-psicológico o a la edad social, (b) el periodo (el
tiempo histórico), (c) la cohorte (Palmore, 1978; Schaie, 1965). Estas tres formas de
historicidad ponen en evidencia la historicidad del sujeto, en la que el individuo socio-
histórico y el ser bio-psicológico se integran (Lalive d´Epinay, 1988; ver también Lalive d
´Epinay et al., 2000, cap. 2).
Es así como para Kohli (1986) respecto a su concepción sobre el curso de la vida, hace
referencia a la “temporalización”, definida como el hecho de que las personas
adoptarán una perspectiva biográfica en la cual viven y aprehenden su existencia no día
a día sino como un proyecto, reflexivo de su biografía.

Las diferentes trayectorias que componen el curso de la vida individual se


presentan como secuencias, más o menos ordenadas, de posiciones más o
menos durables, a menudo asociadas a recursos, normas y roles específicos, de
transiciones y acontecimientos. Ambas nociones, transiciones y acontecimientos,
se refieren a cambios durante la existencia, pero presentan connotaciones
distintas. La noción de transición remite a un cambio relativamente gradual de
posición, mientras que por acontecimientos se designan cambios más bruscos”
(Elder, 1998; Settersten, 1999)

Para los autores Duran-Badillo et al., 2020, en las personas mayores sus experiencias
de vida y el significado que estos le otorguen influyen en su concepción sobre la muerte
y el proceso de morir, permitiéndoles prepararse frente a este acontecimiento de
manera positiva, lo cual influirá a una mayor calidad de vida.
En consonancia a la Salud Pública, Chile al igual que varios países, como Argentina,
Costa Rica, entre otros, ratificó la Convención Interamericana de los Derechos
Humanos de las Personas Mayores en el año 2017, siendo un gran hito para el país. Es
así como se adopta a partir de ella el enfoque de curso de vida a partir del cual se
puede contribuir al bienestar de las personas mayores. “Este enfoque nos habla de la
importancia que tiene la historia personal de cada uno de nosotros y cómo las distintas
sociedades generan oportunidades orientadas hacia este bienestar” (Servicio Nacional
del Adulto Mayor (SENAMA), 2018)
De acuerdo a la Matriz de cuidados a lo largo del curso de vida (2019) los cuidados a lo
largo del curso de vida deben estar centrados en un adecuado acompañamiento de
forma continua en la población, con énfasis en el respeto y participación, ejerciendo su
derecho de atención, y específicamente en las personas mayores para mejorar su
calidad de vida promoviendo su autonomía y valorándolo a través del indicador de la
funcionalidad, se deben implementar estrategias como la promoción de estilos de vida
saludable durante el curso de la vida.
Este enfoque del curso de vida para los autores Cenobio-Narcizo, et al., 2019
Da cuenta de un complejo proceso de cambios en las trayectorias vitales de la
población, derivados de eventos en el contexto social e individual de los sujetos,
además de que entrelaza el tiempo histórico y biológico para analizar la manera
en la que estos configuran la forma de pensar, sentir y actuar.

Este enfoque está conformado por los siguientes postulados: transición, trayectoria y
punto de inflexión (turning point), a los cuales se suman cinco principios: desarrollo a
largo plazo, principio de tiempo y lugar, principio de tiempo (timing), principio de vidas
interconectadas y el libre albedrío (agency) (Elder, 1998; Elder, 1994; Blanco, 2011).
Cenobio-Narcizo, et al., 2019 desde el enfoque del curso de la vida, la trayectoria hace
referencia a un camino de larga duración en el tiempo, como un proceso, el cual no
siempre puede permanecer estable y se espera algún grado de continuidad, esta no
supone secuencias en algún orden en particular ni velocidad en su avance. Además, los
autores señalan la importancia del enfoque del curso de vida en la investigación en
salud, puesto que la conjunción de diversos factores, ya sean cronológicos como la
edad, la etapa del ciclo vital, el nivel socioeconómico, los cambios epigenéticos pueden
ser analizados desde este enfoque y por ende como influye en la salud de las personas.

En relación a lo anterior para las autoras Zarebski & Marconi (2017, p. 5) para poder
comprender los distintos modos de envejecer se requiere de un paradigma que logre
abarcar la complejidad del ser humano, que no solo abarquen los determinantes
sociales y biológicos, sino que también los factores de personalidad y la historia de vida
en particular, los cuales estos últimos determinan la diferencia entre las distintas
vejeces y de esta manera poder entender de una forma más completa la calidad de vida
en el envejecer. Enfatizando las autoras que el ser humano es un sujeto pro-activo y
constructor de su cultura, cuerpo e historia y por ende de su envejecer, no solo un
resultado de esos factores (Zarebski & Marconi 2017, p. 7)

 Calidad de vida
Marriner 2018, a juicio de Parse a través de su paradigma del desarrollo humano, se
enfoca en la calidad de vida y dignidad desde la perspectiva de los usuarios, define la
calidad de vida como “la característica nuclear del individuo, la materia de la vida”
(pág112) la calidad de vida es el llegar a ser visible – invisible del ahora emergente
(Parse 2013, 2014)

La OMS (1996) define la “calidad de vida” como la percepción del individuo sobre su
posición en la vida dentro del contexto cultural y el sistema de valores en el que vive y
con respecto a sus metas, expectativas, normas y preocupaciones. Denota de esta
definición su carácter subjetivo y multidimensional. Es así como es considerado como
un concepto extenso y complejo que engloba diversos elementos como la salud física,
el proceso psicológico, el nivel de independencia, las relaciones sociales, las creencias
personales y la relación con las características del entorno (Villaverde et al., 2000).

Por lo tanto, la calidad de vida resulta de una combinación de factores objetivos y


subjetivos, como expresan (Botero & Pico, 2007)
el aspecto objetivo depende del individuo (utilización y aprovechamiento de sus
potenciales: intelectual, emocional y creador) y de las circunstancias externas
(estructura socioeconómica, sociopsicológica, cultural y política) que interactúan
con él. El aspecto subjetivo viene dado por la mayor satisfacción del individuo, el
grado de realización de sus aspiraciones personales y por la percepción que él o
la población tenga de sus condiciones globales de vida, traduciéndose en
sentimientos positivos o negativos.

Debido a la alta prevalencia de enfermedad crónicas y el aumento de la longevidad


algunos autores destacan la incorporación de la medida de la Calidad de Vida
Relacionada con la Salud (CVRS) en estudios con este grupo etario (Guyatt et al.,
1993). El estudio de la calidad de vida aplicada en la adultez tardía, debe incluir
aspectos como el estado de salud, el rol, el estado funcional y la determinación de
factores de riesgo (Botero & Pico, 2007).

Frente a la estrecha relación entre la calidad de vida y su componente de bienestar y


satisfacción global en relación a los elementos que la componen, para efectos de esta
investigación se abordarán los conceptos de bienestar subjetivo, objetivo y satisfacción
vital.

 Bienestar
Según la RAE (2019), la palabra bienestar proviene de De bien y estar, definiéndose
como:
 Conjunto de las cosas necesarias para vivir bien.
 Vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad.
 Estado de la persona en el que se le hace sensible el buen funcionamiento de su
actividad somática y psíquica.

La definición integradora la ve como un estado de satisfacción general derivado de la


realización de las potencialidades de la persona, que posee aspectos subjetivos y
objetivos (Moyano y Ramos, 2007).

El concepto de bienestar subjetivo (BS), se refiere a las evaluaciones que hacen las
personas de sus propias vidas, que pueden ser juicios, tales como satisfacción con la
vida, las evaluaciones basadas en los sentimientos, incluidos los estados de ánimo y
emociones (Tov, 2009).

Para (Díaz, 2001), el bienestar subjetivo puede definirse


como la evaluación que las personas hacen de sus vidas, e incluye una
dimensión cognitiva (que se refiere a la satisfacción con la vida en su totalidad o
por áreas específicas como la matrimonial, laboral, etc.), y otra afectiva
(relacionada con la frecuencia e intensidad de emociones positivas y negativas),
que mediante una compleja interacción generan en el individuo percepciones
que abarcan un espectro de vivencias que transita desde la agonía hasta el
éxtasis.

Respecto a la “dimensión objetiva se refiere a la disponibilidad de bienes y servicios


para cada persona, mientras que la subjetiva incluye al bienestar como componente
subjetivo del concepto calidad de vida” (García-Viniegras y González, 2000), este último
estaría conformado por aspectos cognitivos y afectivos (Diener, 1994; Diener, Suh,
Lucas y Smith, 1998). Para finalizar, como plantean (Gonzalez et al., 2019) “el
componente cognitivo del bienestar es la satisfacción vital, ya sea de manera global o
por dominios específicos, y el componente afectivo se refiere a la presencia de
sentimientos positivos y negativos, el primero visto como la felicidad”.
Es así que la calidad de vida se podría desglosar en aspectos objetivos como subjetivos
y de este último desprenderse el concepto de satisfacción vital, todos elementos
relevantes en el estudio del curso de vida en la persona mayor, ya que al ir
experimentando diversas experiencias la forma en que evoluciona su afrontamiento
podría ir modificando su calidad de vida y satisfacción vital.

 Persona mayor

Como definición operativa la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha adoptado


60 años o más como edad límite para "ancianos" o "personas mayores", desde el punto
de vista cronológico esta definición se relaciona específicamente cuando las personas
comienzan a recibir las prestaciones de la pensión, por lo que puede variar de un país a
otro, (ONU, 2001; OMS, 2002)
Desde el punto de vista social, según indica Lorente, 2017, que en la vejez se valora,
pero a la vez se menosprecia la experiencia por lo tanto en este grupo no se le confiere
un estatus social y por ende tampoco un rol, sin obligaciones morales lo que conlleva a
una marginación social.
En Chile, se establece a través del SENAMA, 2017 que Persona mayor, es “aquella de
60 años o más, salvo que la ley interna determine una edad base menor o mayor,
siempre que esta no sea superior a los 65 años. Este concepto incluye, entre otros, el
de persona adulta mayor”, destacando por medio de la Ley Nº 19.828 “como adulto
mayor a toda persona que ha cumplido los 60 años, sin diferencia entre hombres y
mujeres”.
Sin embargo a través de los años, las desigualdades estereotipos, relacionados a las
personas mayores establecieron por medio de la Convención Interamericana sobre la
Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (2015) una serie de
derechos para favorecer una mejor calidad de vida en las personas mayores,
denominando así “Persona mayor” o “Persona adulta mayor” “a aquella de 60 años o
más”, siendo a partir de esta convención que se consensa internacionalmente a
denominarlos como “adulto mayor” o “persona mayor”.
 Equipo interdisciplinario

Antes de definir el concepto de equipo interdisciplinario es importante hacer referencia a


la OMS (2011), la cual indica la importancia del trabajo en conjunto entre educación y
salud que permitan coordinar estrategias de enseñanza-aprendizaje para el recurso
humano en salud, lo cual debe estar integrado con las políticas dando sustento a la
educación interprofesional y las practicas colaborativas.

En este escenario Farias (2017) sostiene que los conocimientos y disciplinas


descontextualizados y abordados de manera fragmentada en los profesionales de la
salud podrían poner en riesgo el logro de una visión general y amplia del proceso de
salud-enfermedad y por ende en la capacidad de trabajo en equipo, llevando a una baja
resolución de la atención. Según lo anterior esto puede afectar no tan solo al usuario,
sino que, a su familia, comunidad, equipo de salud, a la institución y al propio
profesional.

Con base a lo anterior el trabajo en equipo interdisciplinario se basa según Abreu, 2019

Cada profesional, desde su saber, aporta al diálogo, generándose una visión


amplia, abarcadora e integradora de los diferentes aspectos del sujeto y su
dolencia. Esta visión es lo que se ha dado en llamar paradigma biopsicosocial, el
cual entre sus conceptualizaciones integra el paradigma de la complejidad,
tomando distancia de la causalidad lineal para adoptar la multicausalidad,
apoyándose también en la teoría general de los sistemas. Resumiendo, es una
mirada sistémica del sujeto y sus problemas. Este diálogo interdisciplinario hace
posible la construcción de un nuevo saber, son momentos de trascendencia de la
propia disciplina hacia la generación de un momento transdisciplinario que
permite una nueva conceptualización sobre un determinado problema.
Frente a esta relación entre las distintas disciplinas por medio de la interdisciplina se
obtiene un producto transdisciplinario, (De la Herrán, 2011) postula que “la
transdisciplina queda así entendida como ese estadio superior del saber en que se
logra la integración de varios saberes producto de un adecuado y fecundo diálogo
interdisciplinario”.
Es así como Morin (1994) invita a ampliar la mirada disciplinar, postulando que el mayor
riesgo que corren las disciplinas es la hiperespecialización, lo cual lleva a la cosificación
del objeto de estudio, en este caso en la persona mayor. Además, Morin destaca que
“Debemos "ecologizar" las disciplinas, lo cual significa para el autor considerar lo
contextual, que comprenden los aspectos culturales y sociales en donde cada disciplina
nace, pero también lo metadisciplinario por lo cual se deben superar esas disciplinas
para ser más abiertas. Complementando además por Morin (2002) que “una reforma
del pensamiento, inseparable de una reforma de la mente, en sí misma inseparable de
una reforma de nuestro ser individual, nos pide (salvaguardando nuestras raíces),
comprender a los demás, des-egocentro, desetnocentro”.

Najmanovich (1991) complementando, los equipos interdisciplinarios deben fundarse en


la interdisciplina cuyo objetivo es el todo, postula que la insterdisciplinariedad
corresponde a un sistema complejo, a la confluencia de múltiples procesos cuyas
interrelaciones constituyen la estructura de un sistema que funciona como una totalidad
organizada. Considera la heterogeneidad de los elementos (o subsistema) que lo
componen, como las múltiples disciplinas, junto con una interdefinibilidad y mutua
dependencia de las funciones que cumplen dichos elementos del sistema total, por lo
tanto, estas interacciones entre el todo y las partes no pueden ser analizadas de
manera fraccionada. Es así como en 2001, Najmanovich plantea que
el dialogo interdisciplinario emerge en el seno de la experiencia social, en una
cultura con historia, en un paisaje de relaciones asimétricas, de trayectorias
intrincadas en las que se gestan las necesidades, deseos y posibilidades de
acción de los sujetos y las comunidades que intervienen.
Haciendo énfasis Najmanovich (2018) posteriormente que será más fértil el
pensamiento cuanto mayor tensión creativa exista, pues de esta nacen las diversidades
y sentidos que permiten realzar la complejidad y experiencia humana desde su
naturaleza. Además, la autora invita a
Abrir indisciplinadamente nuestros horizontes, dejar bailar nuestra percepción
para percibir diversas dimensiones, sentir las atmósferas, comprender los
juegos, arriesgarnos a producir sentidos nuevos es una tarea urgente, pues
comprender la comunicación no es una cuestión abstracta, sino que atañe a la
construcción de la vida en común, y, por lo tanto, es también ética y política.
Lo cual es permitido por esta apertura al diálogo interdisciplinario, el cual requiere que
cada integrante esté dispuesto a él.

 Cuidado

El concepto cuidado proviene del latín cogitātus, pensamiento, lo cual significa solicitud
y atención para hacer bien algo (RAE, 2001).

Desde el punto de vista de enfermería este concepto se torna propio con base en la
historia y en la esencia de la profesión y disciplina, es así como el Consejo Internacional
de Enfermeras (CIE), 2002, en cuya definición de Enfermería explicita su rol de cuidar:
La enfermería abarca los cuidados autónomos y en colaboración que se prestan
a las personas de todas las edades, familias, grupos y comunidades, enfermas o
sanas, en todos los contextos, e incluye la promoción de la salud, la prevención
de la enfermedad y los cuidados de los enfermos, discapacitados y personas
moribundas. Funciones esenciales de la enfermería son la defensa, el fomento
de un entorno seguro, la investigación, la participación en las políticas de salud y
en la gestión de los pacientes y los sistemas de salud, y la formación.
Con base a lo anterior la “gestión del cuidado” ha sido reconocida en el Código
Sanitario Chileno, en el año 1997, dado el impacto social de la profesión, ya que a
través de todo el ciclo vital resuelven el problema social del cuidado en los distintos
niveles de atención, caracterizando su cuidado por medio del juicio crítico, jurídico, ético
y científico además por el alto impacto en el número de personas a quienes cuidan y su
inserción en las estructuras orgánicas de los centros de salud Campos et al., 2018. Se
reconoce su transversalidad y multiplicidad de herramientas para que estos cuidados
sean de calidad.

Por lo tanto, definir el cuidado como centro de la disciplina, Milos (2017) describe que
El cuidado de enfermería, es el conjunto de acciones sistematizadas,
organizadas, medibles, documentables, evaluables, basadas en modelos y
teorías de enfermería y en la evidencia científica, realizadas con el fin de
procurar que una persona, con problemas reales o potenciales de salud, reciba
una atención de enfermería segura, eficiente y eficaz, cuya finalidad sea lograr
su máximo bienestar; y el amparo y protección de sus valores y derechos,
amenazados por su estado de carencia o enfermedad
Finalmente, para Ceballos et al., 2015, “la gestión del cuidado es una labor rigurosa que
requiere de análisis, deducción, discernimiento y conocimiento; es decir, la aplicación
de “juicio enfermero”, sustentado en el ser, saber y quehacer de la Enfermería como
profesión y disciplina”.
Destacando que la ontología del cuidado es la humanización de este, siendo así, su
columna vertebral, en este sentido Cruz, 2020 concluye “que la realización del cuidado
humanizado requiere para ser desempeñado la comprensión de la existencia de los
cinco atributos básicos: el ser humano, relación profesional – usuario, sujeto del
cuidado, comunicación y enfoque holístico”, ya que según la autora “la práctica sin la
comprensión de los atributos sólo lleva a la realización de la atención, la cual presenta
una relación vertical unidireccional entre el profesional que realiza y el usuario”, también
hace referencia a la importancia de la comunicación, la cual debe ser bidireccional,
reconociendo la dignidad de este ser humano, permitiendo el ejercicio de la
comunicación “comprender la interacción en el acto de comunicar y cuidar”,
Para Watson J. (Marriner, 2011 p. 85) el ser humano corresponde a “una unidad de
mente/cuerpo/espíritu/naturaleza”, Watson en su Teoría Transpersonal del Cuidado
Humanizado, cuyo enfoque filosófico sostiene que el cuidado humano aborda el
compromiso moral que se refleja por el interés que se evidencia en el usuario de
manera integral, se constituye por acciones transpersonales, mejorando la humanidad y
ayudando así en los aspectos psicosociales del usuario Muñoz et al., 2009. Es así
como Macas et al., 2020, sostiene que “la base de la teoría de Watson, se sustenta en
incluir a la persona activamente en el proceso de atención de Enfermería, el mismo que
debe abarcar aspectos interpersonales, transpersonales y espirituales”.

Marco teórico
Para comprender las distintas vejeces, se requiere romper con la rigidez predominante
de considerar al ser humano en el transcurso de su vida, como un ser estático y pasivo,
es así como (Zarebski 2011-c) sostiene que “el enfoque psicogerontológico permite
entender por qué la riqueza material o las buenas condiciones sanitarias no garantizan
de por sí una buena vejez. La comprensión de los distintos modos de envejecer
requiere de un paradigma que abarque la complejidad humana”.
En este contexto es crucial establecer nuevos paradigmas en gerontología e ir
transformándose al igual que cada persona en su historia de vida, pero esto requiere un
trabajo anticipado, que implica voluntad y diálogo. Desde el punto de vista de la
anticipación del envejecimiento el cual según Zarebski & Marconi (2017, p. 8), esto
implica un proyecto en la vejez, ya sea consciente o inconsciente, el cual va gestándose
en el curso vital, se requiere de profundización teórica e investigativa de los sujetos,
que permita identificar y entender los procesos y mecanismos psíquicos de un
envejecer normal o patológico. Siendo relevante para todos los profesionales de la
salud que se desempeñan con personas mayores el concientizarse de esta nueva
realidad, en la cual el dinamismo propio de los seres vivientes invita a ser reflexivos y
particulares en el proceso de atención en el usuario, en especial cuando cada
experiencia va marcando patrones de conducta en los usuarios que puedan afectar su
integridad mental, social y física.
Ya que como plantea Zarebski (2019) estas fluctuaciones, flexibilidad, variabilidad,
serán las condiciones que permitirán o no la adaptación de las personas a los cambios,
en especial, la flexibilidad y sus factores como nudo de este equilibrio, los cuales
implicarían la auto transformación ante las vicisitudes o puntos de bifurcación en el
envejecer. La autora se refiere a estos puntos de bifurcación que pueden deberse a la
“condición de apertura o red flexible, fluctuación y permeabilidad que le permitirán al ser
humano soportar inestabilidades, pérdidas, incertidumbres y realizar giros en su
existencia que le permitan reconstruirse y seguir creándose”, con base, citado por la
misma autora, a lo que
dice Capra (2009) que, físicamente, los puntos de bifurcación corresponden a
puntos de inestabilidad en los que el sistema cambia abruptamente y aparecen
de repente nuevas formas de orden. Como demostró Prigogine (1984), tales
inestabilidades sólo se pueden dar en sistemas abiertos.

Por lo tanto, para Zarebski (2019) la flexibilidad, es la capacidad para soportar estas
paradojas, es “una condición humana cognitivo-emocional esencial para comandar la
plasticidad neuronal, la fluidez en nuestra red interna Psico Neuro Inmuno Endócrina,
así como la plasticidad corporal y la apertura al armado de redes vinculares”, dando
paso según la autora, a la creatividad frente a situaciones emergentes, auto
transformación y resiliencia. Complementando, se ha demostrado en el campo de las
neurociencias que el aprendizaje y la multi-estimulación generan la producción de
nuevas células y favorecen la plasticidad neuronal (Kabanchik, 2019). En este sentido,
cuando las personas durante su curso de vida, surgen diversas trayectorias vitales,
marcadas por situaciones de mayor o menor intensidad, incluso como una bifurcación y
genera en ellas cambios drásticos y/o definitivos en sus creencias y actitudes que
puede traducirse en un mayor o menor cuidado de su salud, incluso su visión respecto
a la finitud de la vida.

Respecto a la disciplina de enfermería, por medio de la Teoría de Desarrollo Humano


de Parse, está según Marriner (2018) establece que la Coconstitución corresponde a
crear significados a partir de las experiencias, por lo tanto, las personas cambian a
partir de las interpretaciones personales del día a día. En el caso de las vejeces y sus
interpretaciones personales y al sentido que se le otorga a esta trayectoria o a los
puntos de inflexión, en el personal de salud el trabajo diario rutinario puede obnubilar
esta realidad, careciendo muchas veces de aquella interpretación diaria al trabajar con
personas mayores, ya que los estereotipos pueden establecerse de manera furtiva en el
inconsciente y no percibir la realidad cambiante del sujeto.

En este contexto emerge la necesidad de la complejidad en gerontología, esta


corresponde según Morin (1990, p.17),
a un tejido (complexus: lo que está tejido en conjunto), de constituyentes
heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo
múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de
eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que
constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que la complejidad se presenta
con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden, la
ambigüedad, la incertidumbre.

En este sentido, Parse (2007b, p. 308) destaca a las personas como seres abiertos que
se relacionan con la ilimitabilidad del universo, es decir, “con un conocimiento
indivisible, ilimitado, extendido al infinito”, por lo tanto, son indivisibles, impredecibles, lo
que permite el cambio constante y reconocido por patrones (Parse, 1981, 1998, 2007b,
2012b), Marriner (2018) complementa que según la Teoría del Desarrollo Humano, los
seres humanos no pueden separarse de sus relaciones con el universo, con una
postura significativa abierta con este y las personas, proyectos e ideas que constituyen
la experiencia de vida. De tal manera que el contexto y cada experiencia de vida
permite estructurar significados de esta interacción, entre el sujeto envejeciente, el
equipo de salud, familia, sociedad, entorno y universo.

Para comprender esta interacción es necesario impregnarse de la coexistencia, la cual


significa que “el ser humano no está solo en cualquier dimensión de la evolución”
(Parse, 1998, Pág. 17), ya sea el lenguaje, ideas, tradiciones etc. que se pueden
plasmar en las distintas tradiciones sobre la muerte, los rituales, en especial destacar la
falta de comunicación que se asocia a este tema y no tan solo por medio de la familia y
el usuario, sino que también por parte del equipo de salud, evitando de esta manera la
coexistencia en esta evolución.
Es así como Morin (1990, pp. 18-19) plantea que la vida es un fenómeno de auto eco-
organización destacando su extraordinaria complejidad que produce la autonomía de
los seres humanos, sosteniendo que un “pensamiento mutilante conduce,
necesariamente, a acciones mutilantes”. Por lo tanto, Zarebski (2019) en este
escenario de flujo de energía y materia, para favorecer la auto organización y al ser
envejeciente abierto al cambio a potenciar esta flexibilidad potenciando su adaptación y
cambio, para esto se requiere como indica la autora “bucles de retroalimentación bio-
psico-sociales”.

Por lo tanto, dentro de esta complejidad y auto eco-organización entre el sujeto y su


entorno, se debe replantear la apertura al conocimiento, y su expresión a través del
lenguaje y las emociones, en el caso de la muerte, Morin (1990, p-59) plantea que
vivir, de alguna manera, es morir y rejuvenecerse sin, cesar. Dicho de otro modo,
vivimos de la muerte de nuestras células, así como una sociedad vive de la
muerte de sus individuos, lo que le permite rejuvenecer. Pero a fuerza de
rejuvenecer, envejecemos, y el proceso de rejuvenecimiento se entorpece, se
desorganiza y, efectivamente, si se vive de muerte, se muere de vida.

En consonancia, el permitir observar la complejidad en sus diferentes matices


reconociendo la incertidumbre como parte de ella, permite enriquecer las experiencias
de las personas mayores y profesionales de la salud, enraizado en la autonomía, que
según Morin (1990, p.61) depende de diversos factores, como genéticos, sociales
culturales etc., ser capaces de discernir cómo enfrentarán las crisis que puedan
experimentar los sujetos, nutriéndose a través del medio, las personas como los
profesionales de la salud y las herramientas que se puedan adoptar para enfrentarlas,
todo esto da cuenta que es posible dicha auto eco-organización cuando las pérdidas se
van haciendo más cercanas en las personas mayores y con quienes trabajan junto a
ellos.
Al considerar la muerte o el proceso de morir un tema tabú, que puede rodearse de
incertidumbre, paradojas y ser reconocido como inevitable, es necesario optar por una
visión preventiva que permita a las personas ya sean adultas mayores o no a visualizar
este acontecimiento en pro de vivir mejor el día a día, aceptando la finitud como parte
del curso de la vida, en este sentido, a través de la revisión de los autores Petretto et al.
2016, sobre algunos modelos conceptuales de envejecimiento activo, de éxito o
saludable, para efectos de esta investigación destaca el rol preventivo y proactivo de los
autores Kahana y Kahana a través de su modelo el coping proactivo (1996, 2001), el
cual reconoce que durante el proceso de envejecimiento ocurren diversos factores
estresores como pérdidas y lutos, con una escasa adaptación ambiental, sin embargo al
optimizar las estrategias preventivas ya sean de afrontamiento personales y/o sociales
se puede obtener un buen nivel de calidad de vida. Estos autores hacen referencia a la
importancia de estas estrategias preventivas como adaptaciones comportamentales
proactivas que se deben poner en marcha antes de ocurrido un evento y por ende
fomentar la promoción de la salud, la integración modificar roles y el ambiente que las
personas mayores, aun teniendo que enfrentarse a eventos estresantes, pérdidas, lutos
y a una reducida adaptación ambiental, pueden mantener un buen nivel de calidad de
vida si consiguen crear estrategias internas de afrontamiento y recursos sociales
externos.

Estas estrategias se pueden traducir en adaptaciones comportamentales proactivas, es


decir, adaptaciones puestas en marcha antes de que aparezcan los eventos
estresantes y que implican la promoción de la salud, ayudar a los demás, la adaptación
y la planificación preventiva. Todo esto se llevaría a cabo a través de la integración del
apoyo, la modificación de los roles y la modificación del ambiente, para minimizar estos
eventos estresantes o minimizar sus efectos a través de un proceso psicológico por
medio de 5 fases, que incluyen: fase 1, disponibilidad de recursos a lo largo de la vida
los cuales pueden ir acumulándose, fase 2, verificación del ambiente en busca de
amenazas, fase 3, verificar el ambiente en busca de estímulos, fase 4, prevención a
través de acciones cognitivas y comportamentales fase 5, corresponde al balance final
del coping proactivo señalando los potenciales factores estresantes y las estrategias de
afrontamiento, Petretto et al. 2016.
En consecuencia, por medio del coping proactivo se puede observar este desequilibrio
a través de los recursos de afrontamiento que se van desarrollando a lo largo del curso
de la vida, ya sea por medio de la educación, redes de apoyo, calidad de vida,
experiencias previas sobre la muerte, la cultura, etc., posteriormente al determinar los
posibles factores estresantes, tales como, patologías crónicas, muertes inesperadas,
soledad, falta de educación, entre otros, para luego establecer las posibles estrategias
de prevención como permitir el diálogo y comunicación de deseos, miedos e
incertidumbres frente a la muerte, trabajo en equipo, promoción de la salud física,
mental y espiritual por los equipos de salud, redes de apoyo, intervenciones grupales,
como algunas de ellas para finalmente realizar un balance con dicha información y por
medio de la incertidumbre y desorden crear o transformar un nuevo orden, en conjunto
con el usuario.

Es relevante mencionar que el Bienestar Psicológico (BP), por medio del modelo de
Carol Ryff (1989), “se refiere a aspectos relacionados al funcionamiento positivo de las
personas”, dentro de su integración teórica ésta definió seis dimensiones por las cuales
se pueden evaluar el continuo positivo-negativo del BP de una persona, estas son: Auto
aceptación, Autonomía, Crecimiento personal, Propósito en la vida, Relaciones
positivas con otros y Dominio del entorno.

En el contexto del curso de vida y la muerte en las personas mayores, estos principios
se relacionan profundamente con las experiencias que van determinando finalmente el
propósito de su vida en torno a su nuevo contexto y por ende lo que esperan o no del
final de esta. Por medio de la auto aceptación frente a los cambios inminentes del
envejecimiento, las personas mayores deben realizar una evaluación positiva tanto de
su presente como del pasado, por medio de la autonomía las personas pueden lograr el
sentido de autodeterminación definiendo lo que esperan en su día a día y en el buen
morir, por lo tanto permite el desarrollo como persona a través de su crecimiento
personal, necesario en las personas mayores puesto a los múltiples estereotipos
vigentes y que se deben vencer, lo cual se potencia por medio de las relaciones
sociales, familiares etc., pero que estas relaciones sean de calidad y efectivas, como
por ejemplo al plantear sus miedos frente a la enfermedad, dependencia o la muerte,
para que finalmente logre manejar de manera efectiva su propio entorno.

En el contexto de estas teorías gerontológicas, se relaciona con el paradigma de la


complejidad propuesto por Morin (1990 pp. 22-24) en la cual, a través de la teoría de
sistemas destaca la incertidumbre del observador, y con base en la termodinámica por
medio del desequilibrio se puede retomar o compensar el dinamismo y preparar el
terreno para las ideas, destacando que la inteligibilidad del sistema debe encontrarse
no solamente en el sistema mismo, sino también en su relación con el ambiente, y esa
relación no es una simple dependencia, sino que es constitutiva del sistema.

De este modo Morin (1990, pp. 23-33-75) establece el carácter paradójico sobre que el
orden de lo viviente no es simple, por lo tanto, el sistema auto-organizador al
desprenderse del ambiente manifiesta su autonomía y libertad, pero eso no significa
que no exista una interacción entre ellos, todo lo contrario, se liga aún más a él,
incrementando su apertura frente a los estímulos e intercambio en el proceso y
progreso de la complejidad, potenciando de esta manera la auto eco-organización.
Siendo esta complejidad una apertura a lo inesperado, sin rechazar el orden, pero
invitando al ser humano a ser prudentes, atentos y no dejarse llevar por la trivialidad.
De esta manera se destaca el religar experiencias, oportunidades de mejora y
crecimiento en el curso de la vida, en especial cuando un hecho de carácter inesperado
como la muerte trunca el orden de las personas, sin embargo, se pueden identificar
estrategias que permitan disminuir sus efectos negativos y transformarlos en
oportunidades.

Parse (2014, p.36) para comprender en profundidad el desarrollo humano incorpora 3


principios; estructurar el significado, el cual es la imaginación y la valoración del
lenguaje, configurar las pautas rítmicas es la revelación - ocultación y la permisividad –
limitación de la conexión- separación y Cotranscender con lo posible es el poder y la
creación de la transformación. A través de estos principios se puede relacionar la
complejidad de las experiencias y el significado que cada persona le otorga a ellas, con
base a las interacciones con otros, el medio, la cultura, lo impredecible, el lenguaje, la
escala de valores que de acuerdo a estas interacciones compleja se van estableciendo
y estructurando las creencias y comportamientos en ellos.

Complementando además la autora establece una serie de paradojas y principios que


se desprenden de los tres iniciales:
1. Principio de estructurar significado: destaca que las personas crean su realidad
de manera ilimitada a través de las relaciones con los demás, y lo expresan de
manera verbal o incluso a través del silencio, el movimiento o simplemente
quedándose quietos, indicando de esta manera sus escalas de valores y
significados. De este principio se desprenden tres conceptos de los cuales
surgen diversas paradojas tales como; el concepto de la imaginación el cual
corresponde a la representación de la realidad de cada individuo por medio de
dos paradojas, explicita-tácita por medio de la ilustración de ese conocimiento
personal y reflexiva – prerreflexiva, por medio de la deliberación o reflexión de
este conocimiento. El concepto de valoración, a través de las paradojas
confirmar – no confirmar, lo cual se realiza de forma continua sobre lo que se
siente o lo que se piensa ante una elección, se ponen en juego las prioridades de
valores incluso decisiones anticipadas que puede redefinir incluso la escala de
valores. El se concepto del lenguaje por medio de simbolismos por los cuales se
expresan las escalas de valores, dentro de este concepto se desprenden las
paradojas hablar – permanecer en silencio y moverse – quedarse quieto, ya que
la teorista postula que las personas se pueden descubrir al hablar o incluso en el
silencio y la quietud. Por lo tanto, las enfermeras deben indagar sobre el
significado que tiene para cada usuario una situación y sus valores involucrados,
en el caso de la muerte, el significado que cada usuario en especial las personas
mayores posean sobre ella puede significar para el personal de salud el inicio de
un proceso de acompañamiento.
2. Segundo principio configurar las pautas rítmicas: está representada por las
paradojas revelación – ocultación y permisividad-limitación de la conexión-
separación, por medio de las experiencias sus significados previos y las escalas
de valores establecidos, las personas se acercan o separan de otras como por
ejemplo durante el duelo. Las enfermeras y enfermeros por medio del cuidado
como nudo central de la disciplina pueden potenciar este proceso al acompañar
más a la persona y ayudar a replantear sus conflictos.
3. Tercer principio de cotranscendencia con lo posible, el cual su especial
significado corresponde al cambio constante y continuo de las personas en el
curso de su vida, de este principio se desprenden los conceptos de; poder, el
cual por medio de las paradojas emprender-resistir, afirmar-no afirmar, ser -no
ser, las cuales frente a las incertidumbres las personas deben escoger entre
luchar, afirmar sus valores y convicciones frente a las pérdidas o amenazas
como la muerte por lo cual siempre existirá una cierta resistencia hacia el poder
ya que la interacción con otros que poseen convicciones de otras posibilidades
frente a lo emergente permitiendo o no el avanzar. El concepto de la creación por
medio de las paradojas certeza- incertidumbre, adaptación-no adaptación, a
pesar de la particularidad humana, los individuos realizan esfuerzos para
parecerse a otros, pero además para mantenerse únicos, por medio de su visión
del mundo y la vida diaria, se puede evidenciar por las elecciones en el cuidado
de su salud o el descuido de esta como también a las elecciones frente del buen
morir. El último concepto de transformación, a través de la paradoja familiar-no
familiar, la cual hace referencia a la visión de cambio continua frente a lo
emergente y la incorporación de la familia o no en ellos, como por ejemplo en la
muerte como tema familiar, suele ser poco conversado ya que a las personas en
la cultura occidental ya solo con el hecho de pensar en el concepto genera
rechazo en especial al trata de hablar con la familia lo cual puede obstaculizar
deseos o sueños de quienes si están interesados en describir más sobre las
posibilidades en la finitud de la vida. (Marriner, 2018, pp. 378-379-380)

Frente a las diversas paradojas que pueden surgir en las trayectorias vitales en las
personas mayores, incluso en el personal de salud, desde el punto de vista de la
psicogerontología, por medio del Inventario FAPPREN (Zarebski & Marconi, 2017),
establecen diez dimensiones interdependientes, que corresponden a los factores
Psíquicos Protectores para el Envejecimiento, que caracterizan a una identidad flexible,
que definen como:
en un conjunto articulado y complejo, dan cuenta de la red autopoiética: la
apertura en red, la permeabilidad de la identidad flexible hacia la interioridad y
hacia el mundo exterior, por lo tanto, la fluidez de una identidad abierta al
intercambio, a la incertidumbre y a la creatividad autotransformadora.

Estas dimensiones según las autoras son:


I. Disposición al cambio; se caracteriza por la flexibilidad autopoiética, requiere
disposición y selección socioemocional.
II. Auto-cuestionamiento; permite el replantearse y dialectizar la imagen interna
como externa, abordar temas que se evitan y así reconciliarse con el propio
envejecimiento.
III. Auto-indagación, reflexión y espera; a través de estos factores, la persona
puede analizar y reflexionar de manera autónoma el sentido de su vida,
permitiéndole la capacidad de poder replantearse y ser más sabios.
IV. Riqueza Psíquica y Creatividad; corresponde a la apertura o permeabilidad
interna y externa, y la capacidad que tengan las personas de elaborar a
través de recursos imaginarios-simbólicos sus propios sueños, angustias y
preocupaciones, involucra el buen humor, la espiritualidad, requiere
conexiones entre el psiquismo interno y las redes externas a través de un
intercambio recíproco.
V. Pérdidas, Vacíos, Compensación con Ganancias; a través de lo inevitable
que serán las pérdidas, la creatividad de sus reminiscencias, otorgándoles un
sentido en su vida actual, para así poder soportar el vacío y la incertidumbre
derribando el vínculo narcisista.
VI. Autonomía y Autovalidez; otorga la importancia de reconocer lo límites del
desempeño corporal, pero a la vez la responsabilidad personal del
autocuidado en la salud y enfermedad, reconociendo que el ser humano es
incompleto y en el contexto de requerir alguna órtesis o prótesis esta sea
mejor tolerada.
VII. Posición anticipada respecto a la propia vejez; el poder anticiparse desde la
juventud, respecto a la finitud y muerte a través de un trabajo psíquico
permitirá establecer metas, deseos, cuestionar prejuicios, diversificar sus
intereses y por ende continuar con su identidad a pesar de los cambios,
superando así los estereotipos asociados al envejecimiento.
VIII. Posición anticipada respecto a la finitud; a través de la espiritualidad
replantear la finitud como una trascendencia incorporándola como una
realidad dentro del curso de vida.
IX. Vínculos inter-generacionales; poder ubicarse como un eslabón más de la
cadena de generaciones, contribuyendo de esta manera a la generatividad.
X. Diversificación de vínculos e intereses; el establecimiento de vínculos
sociales esta evidenciado que favorece la capacidad de resolución de
problemas en las personas, pero también permite que esta pueda contar con
redes de apoyo en caso necesario, superando vínculos dependientes y
posibilitando así el descentramiento (Zarebski & Marconi, 2017).

Respecto a la muerte en el significado y movilización de elementos de protección y/o


estresores en las personas mayores, se hace relevante que esta identidad flexible esté
presente en cada uno de ellos por medio de estos diez factores, como en el caso de la
flexibilidad frente a los cambios que surgen a nivel biopsicosocial en la persona mayor,
que permita reconocer el concepto de proceso del curso vital, y así poder conversar y
expresar sus emociones por ejemplo respecto a sus miedos e intereses sobre la
muerte, y poder reconciliarse con este proceso, por medio de la creatividad y el
contacto con otras personas que puedan poseer sus mismas aprensiones y así facilitar
el diálogo, a pesar de que la muerte se va haciendo latente a medida que se envejece
es necesario otorgarle sentido a ella pero también al día a día, potenciando su
autocuidado desde edades tempranas con el apoyo del equipo de salud, para superar
estigmas asociados al envejecimiento, reconocer también la trascendencia que
involucra la muerte y no solo como un fin, destacando las relaciones
intergeneracionales que debido a sus experiencias se fomente el cuidado, traspaso de
información y acompañamiento cuando debido a la muerte el miedo se hace inminente.
Zarebski 2019, por lo tanto, postula que:
… factores psíquicos protectores para el envejecimiento son la manifestación de
una identidad flexible, con características de permeabilidad y fluidez, propias de
un yo complejo en red autopoiética que se sostiene en continuidad y auto
transformación en el curso de la vida.
Además la autora hace énfasis en que las políticas públicas deben ser flexibles a las
particularidades de cada ser envejeciente, y por ende centrar su atención en cada
persona a través de programas especialmente destinados a la promoción y prevención,
favoreciendo así el desarrollo de estos factores.

Por tanto, los profesionales de la salud que se desempeñan en la atención de personas


mayores, deben aumentar sus conocimientos respecto a estos factores y junto a ello
potenciar el trabajo interdisciplinario para obtener resultados transdisciplinarios, como
afirman Salech et al., 2019 la “Investigación interdisciplinaria, corresponde a cualquier
estudio o grupo de estudios realizado por académicos de dos o más disciplinas
científicas distintas”, a diferencia de
la visión transdisciplinaria, en la que los esfuerzos de colaboración realizados por
investigadores de diferentes disciplinas crean nuevas innovaciones
conceptuales, teóricas, metodológicas y de traducción que mueven el
conocimiento más allá de los enfoques específicos de cada disciplina, generando
soluciones más integrales.

Es así como los esfuerzos de los diversos equipos no deben plasmarse solo en el área
investigativa, sino que, en el trabajo diario con las personas mayores y su integralidad,
esfuerzos en común, con base a nuevos descubrimientos y conocimiento que emerge
de esta unión.

Finalizando la convergencia entre la visión de Morin, y la complejidad que exponen los


autores y la incertidumbre que conlleva estas opciones de manejo en las personas
mayores por el equipo de Salud.
5. objetivos

5.1 Objetivo General

Conocer la percepción sobre la muerte a traves de puntos de inflexión en su trayectoria


vital, en las personas mayores y en el equipo de salud, del cesfam Maule, Chile,.

5.2 Objetivos Específicos

 Describir el perfil sociodemográfico de las personas mayores y del equipo de


salud
 Conocer la percepción sobre la muerte en las personas mayores y en el equipo
de salud
 Conocer a través de puntos de inflexión que favorezan de manera positiva o
negativa la percepciuon sobre la muerte, en su trayectoria vital, en las personas
mayores y en el equipo de salud
 Describir el bienestar subjetivo y objetivo en las personas mayores y el equipo de
salud
 Relacionar la percepción sobre la muerte a través de puntos de inflexión y el
bienestar subejtivo y objetivo en las personas mayores y el equipo de salud

6. Hipótesis o Supuestos
Cada supuesto debe tener su justificación teórica y la cita respectiva.
 Las personas mayores que tienen una percepción positiva sobre la muerte han
presentado puntos de inflexión y bienestar subjetivo como objetivo positivos.
 El equipo de salud que tienen una percepción negativa sobre la muerte han
presentado puntos de inflexión y bienestar subjetivo como objetivo negativos.
 Las personas mayores presentan una mayor percepción positiva hacia la muerte
que los profesionales de la salud

FALTA LA JUSTIFICACION TEORICA

7. Metodología

El estudio coresponde a un diseño mixto, de predominio cualitativo, de alcance


correlacional, de corte ransversal, no experimental, en adultos mayores del programa
del adulto mayor del cesfam maule y el equipo de salud que participa en dicho
programa. Se accederá a la población, en primer lugar solicitando por la investigadora
la autorización a la Dirección Comunal de Salud, luego al Director del Cesfam Maule,
para posteriormente realizar las gestiones y coordinación de trabajo con la enfermera
coordinadora del programa de Salud del Adulto Mayor de dicho recinto.

Se realizarán las entrevistas tanto a las personas mayores como al equipo de salud, en
lugar a convenir con cada uno de ellos. Donde se les aplicarán los instrumentos junto a
la entrevista semiestructurada, con una duración aproximada de 1 hora.

La información obtenida en dicha investigación se abordará, de acuerdo a los 8


principios éticos de Exquiel Emmanuel (. )….. ACA LUEGO SE DEBEN EXPLICITAR
TODO LO QUE ES EL PROCESO DE TECNICA DE. RECOLECCION DE LOS
DATROSA Y LOS AS`PECTOS ETICOS DE ACUERDO A LOS. 8 PRINCIPIOS.
ORDENAR SEGÚN FORMATO

Universo:
Adultos mayores y el equipo de salud que pertenezcan al Cesfam Maule, Chile.

Unidad de análisis:
Adultos mayores y equipo de salud, que pertenezcan al programa adulto mayor del
Cesfam Maule, Chile.

Muestra:
Corresponderá a una muestra no probabilística, por conveniencia. Se aplicarán las
entrevistas en profundidad hasta la saturación de los datos, considerando los
instrutmentos cuantitativos de aquellos participantes (ESTO REVISAR CON
ESTADISTICA). De acuerdo al autor. ……… se iniciará con una muestra de 20 adultos
mayores y 20 profesionales de la salud.

Variables:

 Percepción : deacuerdo al marco teorico.


 Puntos de inflexión. de acuerdo al marco teorico
 Actitud. De acuerdo a lo que diga la escala REVISAR INSTRUMENTO
 Miedo. De acuerdo a lo que diga. El instrumento REVISAR INSTRUMENTO
 Muerte de acuerdo a las definiciones en el marco teorico
 Bienestar subjetivo. seguin escala de reef y cantril revisar instrumentos
 Bienestar objetivo: patologías, ingreso económico, vivienda, escolaridad. DE
ACUERDO AL PERFIL SOCIODEMOGRAFICO
 Profesional de la salud; DE Acuerdo a la ley chilena (buscar) operativa sería:
médicos, enfermeras, kinesiologos, asitente social, psicóloigos.

Variable Definición Definicón Instrumento a


conceptual operacional utilizar
Percepción
Puntos de inflexión
Actitud ante la
muerte
Miedo a la muerte
Muerte
Bienestar subjetivo
Bienestar objetivo
Profesional de la
salud

Criterios de Inclusión

 Adulto mayor de 60 años o más que pertenezcan al programa adulto mayor del
Cesfam Maule
 Adulto mayor de 60 años o más, que no presente patología mental consignada
en su ficha clínica.
 Profesional de salud con más de un año de antigüedad en el programa del
Adulto Mayor, del Cesfam Maule.
 Adultos mayores y profesionales de la salud que deseen participar en la
investigación, firmando el consentimiento informado.

Criterios de Exclusión

 Adulto mayor de 60 años o más, que no pertenezcan al programa adulto mayor


del Cesfam Maule
 Adulto mayor de 60 años o más, que si presente patología mental consignada en
su ficha clínica.
 Profesional de salud con menos de un año de antigüedad en el programa del
Adulto Mayor, del Cesfam Maule.
 Adultos mayores y profesionales de la salud que no deseen participar en la
investigación, rechazando el consentimiento informado.
INSTRUMENTOS
1. Cuestionario de perfil sociodemográfico (aquí obtener datos del bienestar
objetivo (sexo, edad) o
2. Entrevista en profundidad PREGUNTAS POR REVISAR (buscar en las
trayectorias vitales los puntos de inflexión y su relación y significados con la
muerte) ¿A experimentado la muerte de un familiar o persona cercana?, ¿Qué
sentimientos le genero esa situación?¿que medidas le ayudaron para enfrentar
esa situación?¿qué sentimientos le genera la muerte en general?¿está
preparado para enfrentar la propia muerte o la de los demás?
Para los profesionales agregar: ¿en su formacion profesional abordaron la muerte y
como enfrentarla con los usuarios? ¿A experimentado la muerte de un familiar o
persona cercana?, ¿Qué sentimientos le genero esa situación?¿que medidas le
ayudaron para enfrentar esa situación?¿qué sentimientos le genera la muerte en
general?¿está preparado para enfrentar la propia muerte o la de los demás?

Para otorgar el carácter mixto en la metodología de la investigación se desean


incorporar preguntas abiertas sobre el concepto sobre la muerte y acontecimientos
significativos asociados a ella a través de los relatos de vida.

3. aplicación de escala bienestar subjetivo a traves de la escala de Ryff tiene 39


puntos, esta validada en chile Y a demás sumar la escala de cantril es más
subjetiva de como representa su vida por medio de los escalones de una
escalera, O EVALUAR LA SATISFACCION Y NO EL BIENESTAR ….
4. cuestionario de bienestar objetivo a partir del perfil
sociodemografico….patologías agudas dentro del último año, crónicas
diagnosticadas en el último año, fármacos, ingresos económicos, nivel
educacional, escolaridad, empleo, nivel de dependencia (Barthel), participación
social, residencia. REVISAR ALGUNOS DE ESTOS DATOS
5. escala miedo a la muerte collet Lester
6. Perfil Revisado de Actitudes hacia la Muerte (PAM-R). Consta de cinco
dimensiones, las cuales son: Miedo a la Muerte, Evitación de la Muerte,
Aceptación de Acercamiento, Aceptación Neutral y Aceptación de escape El
análisis de fiabilidad para los autores de la escala fue de: .86, .88, .97, .65, y .84
(Gesser, Wong y Recker, 1987) y para la adaptación española de .83, .90, .93, .
69 y .81 respectivamente para cada una de las cinco dimensiones (Schmith,
2007).

aplicar el minimetal previo a la entrevista

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