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mayor que la población infantil, y según Gutiérrez Robledo et al. (2016), esto va a ir en
aumento todavía hasta el año 2050, hablando de que habrá una cantidad increíblemente
mayor de personas arriba de 60 años que niños y adolescentes. La esperanza de vida se espera
que suba un 5-6% llegando casi a los 80 años. Estos datos abren la incógnita de si realmente
esta esperanza de vida de los adultos mayores estará a la par con una buena calidad de vida o
educación es considerada como informal, así mismo, un poco más de la mitad está casado o
vive con su pareja, y hay un menor porcentaje que cuenta con un trabajo remunerado. En su
mayoría, según Salinas-Rodríguez et al. (2020), este aumento de adultos mayores se ha dado
prevalencia. Aunque haya adultos mayores que auto perciben que cuentan con una “buena
salud”, es importante remarcar que hay ciertas enfermedades prevalecientes en los adultos
mayores que han sido causas importantes de mortalidad, como lo son la diabetes y las
enfermedades del corazón (enfermedad isquémica del corazón), así como enfermedades
respiratorias que pueden llegar a ser mortales y desnutrición, principalmente en las mujeres;
éstas últimas son prevenibles, por lo cual es primordial estar atentos a factores de riesgo o
síntomas. Así mismo, se pueden identificar en este sector de la población un porcentaje
los trastornos psicológicos, la diabetes, enfermedades del corazón y todas las afecciones que
los adultos mayores pueden desarrollar a raíz de que van avanzando en edad, su
salud. Esto aumenta el rol que tienen los miembros de las familias como cuidadores de los
adultos mayores; Gutiérrez Robledo et al. (2016) menciona que uno de cada cuatro adultos
mujeres adultas mayores. También menciona que esta tarea de estar a cargo de la asistencia
de los adultos mayores recae principalmente en las mujeres (séase esposa, hija, pariente
cercano), y requiere de una gran cantidad de tiempo al día para estar al pendiente de los
cuidados necesarios del adulto mayor. Culturalmente, se considera que la familia ha y debe
seguir siendo el principal cuidador de las personas mayores pertenecientes a cada familia.
Actualmente se presentan diversos retos que, principalmente, tienen que ver con la
cuestión de salud de los adultos mayores. Estos retos van desde una falta de un servicio
integral dirigido al adulto mayor, hasta la poca cantidad de geriatras que existen
pueden aparecer por la edad, y con esto hay que tomar en cuenta que, en los hospitales, las
aulas y camas hospitalarias destinadas a los adultos mayores son escasas (Gutiérrez Robledo
et al. 2016). Otro de los retos mencionados por este autor es que la discriminación hacia las
“fragilidad, debilidad, poca salud” que tienen estos adultos a esa edad, contribuyendo así al
necesidades que los adultos mayores van a requerir van a ser principalmente para lidiar con la
falta de independencia que pueden llegar a tener al necesitar un cuidador de tiempo parcial o
completo, o para recuperar dicha independencia en caso de haberla perdido; otra de las
necesidades que creo que pueden emerger es para tratar con los estereotipos, la
discriminación y el maltrato que prevalece aún pasando los años, lo cual puede tener
repercusiones aún más negativas en la salud mental del individuo, considerando que los
en cuenta la información que se ha visto durante los últimos dos años en cuestión de la
pandemia del COVID-19, considero que la atención a los adultos mayores dio un gran giro ya
que era este sector de la población el que estaba más en riesgo, sin embargo, los recursos que
al menos en México, se cuentan para intervenir en adultos mayores son muy limitados. Esto
siendo un foco rojo que se debe de atender. En las consecuencias psicológicas que ha dejado
malestar, entre otros, lo cual “estas alteraciones psicológicas pueden ir desde síntomas
aislados hasta el desarrollo de un trastorno mental” (p. 4), interfiriendo también con la
autonomía que ciertos adultos mayores mantenían, sin poder decidir sobre cuándo poder salir
muchos de los adultos mayores suelen tener un mejor bienestar subjetivo (aspectos positivos
y placenteros) que los jóvenes, y se menciona que esto puede darse por que los adultos
mayores suelen involucrarse o seleccionar ciertas situaciones que les proporcionen donde la
respuesta emocional negativa sea mucho menor, también puntuando que a medida que las
personas van haciéndose más adultas, la autorregulación emocional mejora (Mora, 2018).
Personalmente, en el campo laboral con este grupo poblacional no me veo tanto, sin
introducirme en la psicoterapia para adultos mayores, creo que consideraría un poco más el
tratamiento psicológico de los cuidadores de estos adultos. El síndrome del cuidador suele
presentarse muy seguido en las personas encargadas de asistir a las personas mayores,
pudiendo esto repercutir en su salud física y mental, así como en la percepción que tiene
sobre el enfermo/adulto a su cargo; para tratar este síndrome y no elevar el sufrimiento del
una buena dinámica y trato familiar, así como mecanismos saludables de interacción
(Dueñas, 2014). Por último, cabe mencionar que, personalmente creo que el trabajar con este
sector poblacional es aún más retador por tener ciertas características, entre ellas el probable
declive cognitivo, así como las pérdidas que a su edad han tenido, que pueden llegar a
resultar un poco más difíciles de tratar. Como menciona Urriata y Villarraga (2010), hay una
gran variabilidad hablando de deterioro cognitivo entre los individuos, lo cuál es un aspecto
positivo, pero también señala que, a mayor edad, la muerte se ve como un evento próximo,
De una u otra manera, la atención psicológica en los adultos mayores debe de ser una
prioridad ya que podría mejorar la calidad de vida de estos, haciéndolos sentir bien en la
mayoría de los ámbitos de su vida y al priorizar la salud mental, la salud física también podría
mejorar.
Dueñas, E., Martínez, M. A., Morales, B., Muñoz, C., Viáfara, A. S., & Herrera, J. A. (2014).
http://www.geriatria.salud.gob.mx/descargas/publicaciones/hechos-desafios.pdf
Moral, J. C. M., Agustí, A. I., Delhom, I., Rodríguez, M. F. R., & Satorres, E. (2018).
Urriata, N.., & Villarraga, C. (2010). Una vejez emocionalmente inteligente: retos y desafíos.