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Textos de Platón (II)

Texto 1:

Pues bien, querido Glaucón –proseguí–, esta imagen debemos aplicarla enteramente a lo que antes se
dijo. El mundo que aparece a nuestra vista es comparable a la caverna subterránea, y la luz del fuego que
hay en ella al poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de
él, si las comparas con la ascensión del alma al mundo inteligible no errarás respecto a mi conjetura, ya
que deseas conocerla. Sólo Dios sabe si por ventura es verdadera. Lo que a mí me parece es lo siguiente:
en el límite extremo del mundo inteligible está la idea del bien, que percibimos con dificultad, pero, una
vez contemplada, es necesario concluir que ella es la causa de todo lo recto y bello que existe; que,
mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y el soberano de ella, en el mundo inteligible es ella
misma la soberana y dispensadora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario que la vea bien
quien quiera conducirse sabiamente tanto en la vida privada como en la pública"

Platón, República, Libro VII

Texto 2:

- Así, pues, dije yo, el método dialéctico es el único que, haciendo desaparecer las hipótesis, avanza hasta
el principio mismo para establecerlo sólidamente y sacando suavemente el ojo del alma del bárbaro
lodazal en que estaba hundido, lo eleva hacia lo alto, sirviéndose, como de auxiliares y cooperadores en
esta conversión, de las artes que hemos enumerado. Muchas veces las hemos llamado ciencias para
acomodarnos al uso; pero habría que darles otro nombre, cuyo significado implicara más claridad que la
opinión y más oscuridad que la ciencia. En algún momento de nuestro diálogo hemos utilizado el término
de "inteligencia discursiva"; pero no me parece que debamos discutir sobre los nombres cuando tenemos
ante nosotros realidades importantes que debemos examinar.

- No ciertamente, dijo; sería suficiente un solo nombre que mostrase con claridad lo que pensamos

- Me parece adecuado, dije, seguir llamando, como antes, ciencia al primer modo de conocimiento,
inteligencia discursiva al segundo, creencia al tercero y conjetura al cuarto. Comprendemos los dos
últimos bajo el nombre de opinión y los dos primeros bajo el de intelección, siendo el objeto de la opinión
el devenir y el de la intelección la esencia. Y lo que es la esencia con relación al devenir, lo es la intelección
respecto a la opinión; y lo que es la intelección respecto a la opinión lo es la ciencia respecto a la creencia"

Platón, República, Libro VII

Texto 3:

“– Para eso debo estar de acuerdo con vosotros y recordaros lo que he dicho antes y a menudo hemos
hablado en otras oportunidades.
- ¿Sobre qué?
- Que hay muchas cosas bellas, muchas buenas, y así, con cada multiplicidad, decimos que existe y la
distinguimos con el lenguaje.
- Lo decimos, en efecto.
- También afirmamos que hay algo Bello en sí y Bueno en sí y, análogamente, respecto de todas aquellas
cosas que postulábamos como múltiples; a la inversa, a su vez postulamos cada multiplicidad como siendo
una unidad, de acuerdo con una Idea única, y denominamos a cada una “lo que es”.
- Así es.
- Y de aquellas cosas decimos que son vistas pero no pensadas, mientras que, por su parte, las ideas son
pensadas, mas no vistas.
- (...) Entonces ya podéis decir qué entendía yo por el vástago del Bien, al que el Bien ha engendrado
análogo a sí mismo. De este modo, lo que en el ámbito inteligible es el Bien respecto de la inteligencia y
de lo que se intelige, esto es el sol en el ámbito visible respecto de la vista y de lo que se ve.
- ¿Cómo? Explícate.
- Bien sabes que los ojos, cuando se los vuelve sobre objetos cuyos colores no están ya iluminados por la
luz del día sino por el resplandor de la luna, ven débilmente, como si no tuvieran claridad en la vista.
- Efectivamente.
- Pero cuando el sol brilla sobre ellos, ven nítidamente, y parece como si estos mismos ojos tuvieran la
claridad.
- Sin duda.
- Del mismo modo piensa así lo que corresponde al alma: cuando fija su mirada en objetos sobre los cuales
brilla la verdad y lo que es, intelige, conoce y parece tener inteligencia; pero cuando se vuelve hacia lo
sumergido en la oscuridad, que nace y perece, entonces opina y percibe débilmente con opiniones que la
hacen ir de aquí para allá, y da la impresión de no tener inteligencia.
- Eso parece, en efecto.”
Platón, República, Libro VI, 507b-507c; 508c-508e.

TEXTO 4:

“Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho,
comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada- prisión, y la luz del fuego
que hay en ella con el poder del Sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de
arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy
esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me
parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien”.

Platón, República, Libro VII.

TEXTO 5:

-Pasemos, pues, -prosiguió-, a lo tratado en el argumento anterior. La realidad en sí, de cuyo ser damos
razón en nuestras preguntas y respuestas, ¿se presenta siempre del mismo modo y en idéntico estado o
cada vez de manera distinta? Lo igual en sí, lo bello en sí, cada una de las realidades en sí, el ser ¿admite
un cambio cualquiera? ¿O constantemente cada una de esas realidades que tienen en sí y con respecto a
sí una única forma, siempre se presenta en idéntico modo y en idéntico estado, y nunca, en ningún
momento y de ningún modo admite cambio alguno?
-Necesario es, Sócrates -respondió Cebes-, que se presente en idéntico modo y en idéntico estado.
-¿Y qué ocurre con la multiplicidad de las cosas bellas, como, por ejemplo, hombres, caballos, mantos o
demás cosas, cualesquiera que sean, que tienen esa cualidad, o que son iguales, o con todas aquellas, en
suma, que reciben el mismo nombre que esas realidades? ¿Acaso se presentan en idéntico estado, o todo
lo contrario que aquellas, no presentan nunca bajo ningún respecto, por decirlo así, en idéntico estado ni
consigo mismas ni entre sí?
-Así ocurre con estas cosas -respondió Cebes-, jamás se presentan del mismo modo.
-Y a estas últimas cosas, ¿no se las puede tocar y ver y percibir con los demás sentidos, mientras que a las
que siempre se encuentran en el mismo estado es imposible aprehenderlas con otro órgano que no sea
la reflexión de la inteligencia, puesto que son invisibles y no se las puede percibir con la vista?
-Completamente cierto es lo que dices -respondió Cebes.
-¿Quieres que admitamos dos especies de realidades, una visible y otra invisible?
-Admitámoslo.
-¿Y que la invisible siempre se encuentra en el mismo estado, mientras que la visible nunca lo está?
-Admitamos también esto -respondió Cebes."

PLATÓN. Fedón, 78d-79b. Trad. Luis Gil

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