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protagonizado por una familia campesina criolla. El metro que domina en los
diálogos de El amor… es el octosílabo, no obstante, se pueden
identificar otros metros que aportan a la atmósfera de algunos
momentos específicos, como por ejemplo, el romance coplado, las
seguidillas y los endecasílabos. Estos últimos se pueden ver ya en el
final de la obra, en el momento más solemne de la misma, en que
Juancho y Pancha se declaran su amor.
Los rasgos característicos del género gauchesco son: el campo como espacio de la
acción, el territorio en que se desarrolla estaría en Buenos Aires y zonas limítrofes, hasta
las tierras habitadas por los indios; los protagonistas conforman el tipo del gaucho, por su
manera de hablar, su vestimenta, y sus saberes rurales, se ajustan al escenario en que se
inscriben; la percepción del mundo es vista desde el gaucho; la finalidad política, educativa
y moral a partir de la función propagandística de las obras; tiene como objetivos, según
Pellettieri, la independencia literaria y la identidad americana; el compromiso civil; y el
rasgo quizás más importante o evidente, es la utilización de una lengua gauchesca
estilizada, literaria, que imita exageradamente a la de los paisanos. Es a partir del lenguaje
que se reconoce el tipo social que se busca representar en el texto (el gaucho rioplatense),
ya que el vocabulario es rico en palabras para definir saberes rurales, como las distintas
variantes de caballos y las herramientas de trabajo. Se le da voz al pueblo, lo que le otorga
el carácter popular a la obra, con el tono costumbrista y la sonoridad de los cantos que nos
hacen imaginar la presencia de guitarras (Pellettieri; 243-244); termina en banquete con un
final feliz. La diferenciación explícitamente buscada para con los sainetes españoles, no es
en la estructura, puesto que adoptan sus formas, sino en el tipo social que se elige
identificar y la utilización de su lenguaje para desarrollarlo. Por lo tanto, estaríamos frente
al primer sainete del teatro gauchesco rioplatense.
El argumento de la obra gira en torno a ciertos contrastes que le dan sustento y que
sirven para diferenciar al gaucho nativo del extranjero (primera dicotomía). La lengua es el
primer recurso de contraste ya que enfrenta la gauchesca, rural, con el portugués (lengua
que también está transcripta figurativamente, como recurso cómico, es una jerga) 1. Los
gauchos son Cancho Garramuño, Pancha, su hija Chepa y Juancho Perucho, pretendiente de
1
“No se trata de piezas bilingües, sino de obras que reproducen fragmentos de una lengua extraña de
manera deliberadamente incorrecta para obtener así unos determinados efectos cómicos.” (Diago; 1997;
191)
esta última. Quien representa al otro es Marcos Figueira, un comerciante portugués
peninsular, el segundo pretendiente de Chepa. En él recaen todos los defectos y rechazos a
lo foráneo. En los sistemas económicos ya se puede ver la segunda dicotomía. Mientras que
la familia campesina se dedica a actividades agrarias y ganaderas, Marcos Figueira se
dedica al comercio. Es un comerciante que no deja muy en claro su origen supuestamente
noble, y promete un futuro prometedor a Chepa, aun así su actividad sea inestable y de
carácter ambulante, en contraposición con el sedentarismo de la familia campesina. Ambos
tipos sociales están ridiculizados pero de diferente forma. Los gauchos son burlados en el
aspecto lingüístico especialmente, pero se resaltan sus virtudes: nacionalismo, saberes
rurales, “las pocas palabras, la honestidad, el valor, la devoción por el trabajo y el amor a la
mujer.” (Rodríguez; 2014; 133). Por su parte, Figueira es ridiculizado en su totalidad, es
decir, no sólo en la lengua, sino también en sus saberes (pretende regalar a Chepa una
pollera amarilla, cuando lo que le interesa es un caballo; no sabe montar a un caballo, por
eso se cae y entra a la escena rengueando). Su ridiculización responde a la aversión hacia
los portugueses y lusitanos en relación al conflicto entre Brasil y el virreinato del Río de la
Plata por la Banda Oriental durante el s. XVIII. No es casual que, en el comienzo de la
obra, ambos pretendientes se propongan como sirvientes de su suegro en pos de conseguir
la mano de la muchacha, y al final, el portugués termine siendo literalmente, un sirviente de
la familia, en el banquete. En la pelea caricaturizada, Juancho Perucho representa la
valentía y Marcos Figueira, la cobardía. Hay una degradación del personaje tanto como
crítica política, como recurso de comicidad.