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Buenos días. Espero que sigan bien, con sus lecturas al dìa. Se acerca el parcial, asì que vamos a ir
concluyendo con Esteban Echeverrìa, en principio con El matadero y luego con el poema “La
cautiva”-
En el sentido que veníamos dando, Echeverrìa combina una doble técnica narrativa: narrar y
describir no se excluyen; se trata màs bien de describir un espacio y los personajes que lo habitan
para poder narrar la violencia popular. El mapa de la ciudad de Buenos Aires que que construye el
texto (las zonas y las fronteras) refiere la ubicación del matadero del Alto o de la Convalescencia
siguiendo como referencia los cuatro puntos cardinales: el matadero, entonces, se ubica al sur de la
ciudad, al este se prolonga en una calle, y al oeste hay una casilla. Tambièn, geométricamente,
podría pensarse a partir de las líneas horizontales y verticales que el texto traza. Lo alto y lo bajo, el
norte y el sur.
En Echeverrìa hay que reconocer los contrastes y las permutaciones: del tono bíblico, del diluvio, del
caos y de una ciudad empantanada y sin provisiones (salvo la res que se entrega con devoción al
Restaurador) a la inversión de la fiesta maya, de la fiesta oficial a la fiesta popular. El relato cuenta
varias historias. Centralmente, la historia que da lugar al desenlace es la historia de alguien que
cruza una frontera y se in terna en un lugar inconveniente. Su fatalidad, la desventura final del
unitario consiste en haberse internado en el territorio del enemigo. De hecho la multitud, la
“chusma” en los propios términos del autor, reconoce y se detiene en la fisonomía del joven que luce
emblemáticamente las patillas en U a la usanza europea. La violencia popular se desencadena en
parte por los signos exteriores que el unitario exhibe y eso es síntoma o comienzo de la alteración de
la topografía urbano, amenaza la ciudad sobre sus bordes y asì empieza a invadir el espacio. Cuando
Buenos Aires se abre al campo, en el lìmite, muy cerca de Barracas, el matadero del Alto en las zonas
de San Telmo y Barracas, en el lìmite de Buenos Aires. El primer episodio de violencia que corta el
primer tono del relato, es el episodio del toro, al cual hice referencia anteriormente, que se suelta el
matadero y termina con la infortunada muerte de un niño inocente, como luego sucede con el
unitario. Y fíjense que ambas muertes son representadas (incluso desde la voz ajena, desde la voz
“otra” de Echeverría) como accidentales. Pero hay todo una trama de elementos que hacen pensar
en una fatalidad indeclinable, inherente a la clase o al grupo que conforma esa “chusma” bárbara.
En efecto, el cuerpo tendido del unitario en la casilla de los carniceros como un resto animal será un
cuerpo sacrificial que muere de impulso y furor romántico (exhalando rabia, que es también
destilación suprema de dignidad).
La idea es preguntarnos a partir del texto, (y el texto siempre nos plantea un interrogante, una
pregunta) que posibilidades tenemos de conectar el capital simbólico y el económico; cómo
podemos trazar una relación entre economía literaria y economía política, entre literatura y política,
entre jurisdicción literaria y jurisdicción política (eclesiástica, partidaria, popular); qué significa o
que red de sentidos se construye a partir de la insignia punzó y el exceso de sangre que mancha el
suelo suburbano? ¿Dónde están las zonas de producción? En cuaresma no se puede comer carne
según los preceptos de la Iglesia Católica, entonces, ¿se puede eludir su consumo y quién lo elude,
está fuera de la ley? Podríamos esquematizar el texto en un mínimo de unidades de acción (núcleos
básicos diría Roland Barthes en “Análisis estructural del relato”). 1) cuadro general histórico, 2)La
cuaresma que provoca la abstinencia de carne, 3)Los dictados de la Iglesia, 4)La lluvia, 5)Los
unitarios causantes de la inundación de la ciudad y de la hambruna, 6)Las consecuencias de la falta
de carne y el matadero sin reses, 7)El ofrecimiento del primer novillo al Restaurador, 8)El animal
que se resiste, 9)La cabeza cercenada del niño, 10)El sacrificio del toro, 11)La llegada del unitario y
su retrato, 12)El desenlace: martirio y muerte. Así presentados, los núcleos están lejos de mostrar
una aséptica e incontaminada cosmovisión que de cuenta de un mundo o un estado de cosas.
Tenemos, como lectores, que aprender a afinar la escucha y captar aquellos tonos que nos revelan
las flexiones del discurso, los matices de la lengua donde se dirime la potestad de la enunciación,
porque, en definitiva, de qué manera se compone la representación de los unitarios como causas del
mal? Cuáles son los polos o los lugares de la lengua y sus ideologemas, que nos habilitan a mirar de
un modo o de otro?
Pasemos ahora, con detalle, a La cautiva. Sin duda, un texto fundacional, fue incluída en el volumen
Rimas (1837). La crítica ha reconocido que aquí, por primera vez, se incorpora el paisaje nacional a
la literatura argentina. Y esto no es poco. En Echeverría, el desierto argentino es sustituído o
comparado por las descripciones marítimas, tal como lo prescribía el romanticismo canónico que el
joven poeta había aprehendido. El mar, las vastedades oceánicas siempre remiten al desierto, o ,
desde una concepción más universal europea, al vacio infinito, las lontananzas de lo inabarcable. De
este modo, Echeverría apela a un sistema de tropos, a un motivo y tópico provisto por la estética
romántica. La cautiva se inicia así, con el canto “El desierto” y a partir de allí se suceden diversos
planos y focalizaciones del espacio. El sujeto enunciador (el yo lírico) pasa por la mirada desde un
plano general del paisaje (el narrador lo sitúa desde lo alto, pasando por planos en el que aparecen
los salvajes junto a imágenes detalladas en las que se describen aspectos de la naturaleza. Echeverría
convierte así, a la naturaleza en objeto estético. Podríamos pensar en la relación espacio, naturaleza
y paisaje. El paisaje presupone una concepción y una interpretación de la naturaleza. Se trata de un
relato (si por relato entendemos la figuración y el constructo de un referente), donde el espacio es
objeto de creación y modificación. En El diario de la tarde Juan María Gutirerrez hizo una crítica
consagratoria. En sus notas introductorias o preliminares, Gutierrez señala como un hallazgo el
ingreso del paisaje pampeano a la literatura; Ricardo Rojas en su Historia de la literatura argentina
(1917), en el volumen “Los gauchescos” y en “Los proscriptos”, afronta el corpus de Echeverría.
Además de colocar “La cautiva” dentro de la serie gauchesca y hacerla dialogar con el Santos Vega,
además de retomar la cuestión del americanismo estético con la incorporación del paisaje, con la
elección de motivos nacionales y populares más cierto uso del lenguaje con vocablos locales, Rojas
lee parte de la dirección que lleva al poeta a la cúspide de gestor y mentor de una auténtica tradición
nacional. Ustedes esto tienen que verlo siempre de modo oblicuo, porque en Echeverría, recuerden,
hay un cruce de culturas y de mundos. No se trata, así, de un mero injerto o trasposición mecánica
de una realidad europea en un suelo americano, sino de la búsqueda de un lenguaje y una mirada
que conciba la posibilidad de apropiarse del mundo civilizado para hacerlo producir en una Patria
naciente. Una Patria que necesita de una tradición, un pasado para acreditar un patrimonio cultural
que le permita la digna ruptura con España. Así actúan también los vocablos que introduce para
ejercer un léxico tan nuevo como propio.
Respecto de las dicotomías ideológicas que se desprenden de la composición poética, Noé Jitrik en
“Soledad y urbanidad. Ensayo sobre la adaptación del romanticismo en la Argentina” 81966),
analiza la no integración de los opuestos. Porque en Europa, concretamente, en Lord Byron, uno de
los referentes principalmente leídos por Echeverría, no existe la oposición acérrima entre América y
Europa, en el sentido que marca la mirada idealizante (que también tenía René de Chateubriand,
siempre hablando de romanticismo, verdad?). En La cautiva, el desierto se incorpora como tópico y
c omo escenario de un drama local que sobreimprime dos sistemas de valores contrapuestos, el de la
naturaleza y el de la cultura. La naturaleza será terreno de los indios, quienes son parte de ella, y por
eso quedan deshumanizados. La cultura será escenario donde actúan los héroes, Brian (el marido, el
guerrero de la Independencia, herido de muerte) y María (una mujer angel, trascendental,
inmaculada y con una fuerza inédita para luchar por la salvación de ella y su esposo). El poema se
divide en nueve cantos o partes (“El desierto”, “El festín”, “El puñal”, “La alborada”, “El pajonal”,
“La espera”, “La quemazón”, “Brian” y “María”) y un epílogo; cada uno de estos tramos está
precedido de epígrafes que enmarcan y anticipan los cuadros narrativos. El poema narra una
historia trágica que se desarrolla en el medio de la pampa, en zona de indios, hacia una época
posterior a la Independencia. Todo está narrado (porque se trata de una pieza narrativa en verso) en
una diversidad métrica de arte menor, entre los que predominan el octosílabo y el hexasílabo,
organizados en décimas, sextinas y en romance, la estrofa popular española.