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Eduardo Gutiérrez (1851-1889) no fue un escritor más sino que fue el primero que
partiendo de su trabajo como periodista, se constituyó como escritor profesional, es decir,
vivió económicamente de su obra, en la Argentina. Se dedicó principalmente a la
producción de novelas en formato de folletín, siendo quien consiguió darle la esencia
nacional a este género, cuyo auge en nuestro país se ubica a fines del s. XIX. M. Bueno
recalca la importancia de este escritor como el creador de la novela popular argentina ya
que escribió más de 3 decenas de folletines con una nueva impronta gauchesca.[ CITATION
Món \l 11274 ] La obra más importante de su vida es sin dudas, Juan Moreira, publicada en
1879, mismo año que la publicación de La vuelta de Martín Fierro. En este trabajo nos
dispondremos a analizar dicha obra, la cual fue también partícipe del desarrollo del teatro
argentino.
Quince o veinte cuadras había andado, cuando dio vuelta de pronto, saludó con el
poncho a los que quedaban en la pulpería y se perdió en una de las vueltas del camino sin
cambiar el paso del caballo, que marchaba a la ventura, visto el completo abandono de la
brida.
Por ser un medio masivo, el folletín fue adoptado por distintos escritores
románticos, como Sarmiento con su Facundo; era la posibilidad de llegar rápido a más
lectores. La figura del lector es interesante, porque es continuamente objeto de apelaciones,
como vimos en la cita anterior en que el narrador dialoga con el mismo.
Gutiérrez era periodista, por lo tanto, esta impronta se ve presente en la obra. Por
ejemplo, en el uso de la primera persona plural del narrador, típica de trabajos ensayísticos
o críticos. También en las aclaraciones que el narrador, que se configura como periodista,
realiza con respecto al trabajo de investigación detrás de la trama.
Hemos hablado con los empleados de policía que han combatido con
Moreira, inválidos todos, y que figurarán a su tiempo en esta narración, y
hemos conversado largamente con el capitán de las partidas de plaza de Lobos
y Navarro, inválidos también, y todos ellos nos han relatado la honda impresión
que producía la mirada de Moreira en el combate.[ CITATION Edu61 \l 11274 ]
El valor del testimonio para Gutiérrez radica en su contribución a la verosimilitud del
relato. La narración de los hechos se legitima porque hay testimonios que verifican lo que
se cuenta, e incluso tiene suma importancia la entrevista que el propio autor tuvo con Juan
Moreira en 1874, mismo año en que fue asesinado. No es menor el hecho de que el
personaje principal de la obra haya existido realmente, más allá de que la ficción radica en
la la hiperbolización de los hechos y personalidad de Moreira, y en primera instancia en el
universo novelístico de la obra. La labor periodística detrás de la obra constituye la
legitimación del nuevo verosímil del periodismo moderno. 1
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“…circunstancia de que Gutiérrez se introdujera en el relato como oficiante del nuevo verosímil establecido
por las pautas y los recursos del periodismo contemporáneo porque deriva de su propia práctica profesional
la tendencia de consagrar como hechos de la realidad solamente a aquellos hechos capaces de ser
transformados en noticia…”[CITATION Ado88 \l 11274 ]
argentina, la cual ante el acelerado progreso, ve la gradual decadencia del mundo
campesino.
Por otra lado, aunque Moreira se desvíe en el camino del crimen, de lo ilícito, hay
distintas oposiciones binarias puestas en juego en la obra, que se configuran como críticas
explicitas a distintos aspectos políticos y sociales. Por ejemplo, el concepto de justicia, y
ley. Se genera una dualidad en estos términos, ya que hay dos tipos de cada uno. La justicia
que representa Don Francisco en primera instancia, enemigo acérrimo de Moreira y el juez
de paz; y la justicia de los gauchos. La ley escrita y la ley consuetudinaria. Con respecto a
la primera, la justicia es una falacia para los gauchos: “El gaucho invocó sus derechos -
¿pero qué gaucho tiene derechos?-. Invocó a la justicia, palabra hueca para él, y no fue
escuchado, ofreció acreditar su conducta con los vecinos del cuartel, y fue expulsado del
juzgado…”[ CITATION Edu61 \l 11274 ]. La justicia para Moreira es por mano propia, por lo
que él mismo se encarga de hacer lo justo, lo debido, aun así su honradez quede manchada.
Por otra parte, está la ley escrita y la ágrafa. Un ejemplo claro de esta oposición, se ve en el
acuerdo que Moreira tiene con Sardetti, en que aquel le presta dinero al pulpero. El pacto se
lleva a cabo de manera verbal. Moreira como buen hombre de palabra, tiene códigos y no
necesita un contrato por escrito, lícito para cumplir con lo acordado. Cuando exige su
dinero a Sardetti y este le niega ante Don Francisco cualquier deuda, alegando que no hay
ningún comprobante de la misma, nuevamente la injusticia se hace presente, golpeando la
dignidad del héroe. Aquí, se ha perdido el valor de los códigos, de la palabra, en una
incipiente sociedad moderna en que escasean los antiguos valores.
Otra oposición a resaltar es la que tiene que ver con matar y asesinar. Esto
determina si un hombre es honrado o no. Moreira lo es ya que él no mata a un indefenso,
desarmado sino que su valentía y entereza se demuestra por ejemplo en el duelo contra
Sardetti, en que le da un puñal de uno de los presentes para que éste se defienda y el que
gane, lo haga “en buena ley”. Nuevamente, es evidente el cambio social por la modernidad
en el reemplazo de la daga, el sable, el arma blanca, por armas de fuego que asesinan por la
espalda. Si bien Moreira utiliza dos pistolas regaladas por su amigo traidor, Giménez, su
principal arma es su daga con la que termina todos los duelos. Moreira mata, no asesina.
Por otro lado, hay distintas figuras femeninas en la obra, pero la que cabe destacar
es la de la esposa de Moreira, Vicenta, la cual, como Penélope en La Odisea, espera a su
marido fielmente, inquebrantable hasta el límite de la situación miserable de su hijo,
pasando hambre. Representa la esposa ideal del héroe gauchesco de la violencia, pretendida
por los traidores y enemigos de su marido. Su pedido de que Juan la matara por haber
sucumbido ante el hambre, ennoblece y ayuda a la mitificación de la figura de Moreira al
declinar ante el pedido por el bien de su hijo: “Ante Vicenta, Moreira actúa como padre y
patrón, como un juez o legislador: le perdona la vida, la “salva”, pero sólo como madre de
su hijo. Y en el momento mismo del perdón la abandona y la transforma en una
subjetividad culpable. (…) En Moreira se ve claramente que el género masculino se define
entre hombres y también define al femenino. (…) El género femenino sexuado como infiel,
como maternidad sufriente, y como subjetividad criminal y culpable.” [ CITATION Jos99 \l
11274 ] La figura femenina es producto de la sociedad machista de la época en la que tiene
poco nada de voz y que se construye en torno a la figura masculina, a su sombra.
Bibliografía
Bueno, M. (s.f.). "El folletín en la Argentina: las formas de persistencia.".
Gutiérrez, E. (1961). Juan Moreira. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Ludmer, J. (1999). "Los Moreira" en El cuerpo del delito. Un manual. Buenos Aires: Libros Perfil.
Prieto, A. (1988). "Red textual y deslizamientos de lectura. Martín Fierro, Juan Moreira, Santos
Vega" en El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna. Buenos Aires:
Sudamericana.
Rivera, J. B. (1967). "El folletín. Eduardo Gutiérrez" en Capítulo 32. La historia de la Literatura
Argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Rivera, J. B. (1993). "Prólogo" en Juan Moreira. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.