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8/9/20- Inicios y antecedentes gauchesca (Maziel, Hidalgo) 

Buenos días. Espero que tengan el mejor de los comienzos y todo lo mejor en el desarrollo de esta
cursada, de Literatura y Cultura Argentinas I.
Como siempre sostuvimos, incluso por razones prácticas a la hora de preparar un examen, es
importante leer y detenerse en lo que el programa nos dice. Y la primera unidad, señala la importancia
cultural e identitaria en las primeras marcas de lenguaje que constituyeron el género de la gauchesca con
Bartolomé Hidalgo. Pero algo importante habría que decir de los antecedentes históricos, que no son otra
cosa que aquellos acontecimientos que nos hablan del virreinato, la etapa última y posterior de la
colonización española. Repasemos un poco los momentos porque también tendrán sus textos, que van a
oficiar de mojones, de indicadores que condensan las etapas y las temporalidades. Esta materia va a
centrarse sin duda, en el siglo XIX, y es importante destacar y no perder de vista que no hay manera de
estudiar y concebir la literatura independientemente de la acción política. La política constituída en los
acontecimientos fundantes será atravesada por el proceso del tiempo que definirá la Historia. En esa
instancia, la violencia será la marca indeleble que definirá las prácticas de la tradición nacional.
Lo que conocemos como la época del virreinato abarca desde 1776 a 1810, y como les decía,
veremos con claridad cómo la escritura, el lenguaje, los libros, van acompañando los cambios operados
en el contexto. En el último cuarto del siglo XVIII, entonces, la Corona creó el virreinato. Podríamos
verlo como el resultado final o posterior, la consecuencia del progreso gradual implicado en la Colonia.
La población crecía, las estancias aumentaban su producción con productos exportables (sebo, cuero y
tasajo) desarrollándose, a su vez, los cultivos. Esto y la necesidad de resolver el problema de la Colonia
del Sacramento, en disputa con los portugueses, aconsejaban el fortalecimiento del gobierno y las
instituciones. Es así que una Real Cédula del 1 de agosto de 1776, creó el Virreinato y designó virrey a
Pedro Cevallos, quien derrota a los portugueses y recupera Colonia del Sacramento. La etapa sigue su
desarrollo con Vertiz, quien funda la Casa de Comedias, instala una imprenta y crea el colegio San
Carlos.
En 1806, en el contexto de las invasiones inglesas, Mariano Moreno condena la impericia del
marqués de Sobremonte, y lo hace en unas “Memorias sobre la invasión de Buenos Aires por las armas
inglesas al mando del general Beresford” (1806). Fíjense que su punto de vista emisor supone una
sensibilidad ilustrada y colonial; Moreno, que poco  falta para que sea el futuro secretario de la Primera
Junta Patria (1810), cuando pronuncia estas palabras  invectivas contra la avanzada británica, está
reconociendo el entusiasmo que imbuía al pueblo de amor al rey y a la patria. Tenemos que mirar con
cuidado el sentido inscripto en las palabras de “pueblo” y “patria”, porque antes de la Revolución de
Mayo y de las Guerras de la Independencia (serán estas últimas las que señalen el comienzo del género
gauchesco), hablar de “pueblo” y “patria” implica la única condición enunciativa posible: la lógica
colonial que superpone estos lexemas con un localismo periférico, una construcción potencial de una
territorialidad propia, un imaginario incipiente y soberano radicado y residente (avalado y permitido) en
el espacio realista y metropolitano. Esto será hasta 1810 la señal de interdicción, de posibilidad y de
trascendencia, según obren los efectos públicos y políticos en el transcurso de los hechos. España es la
fuerza propulsora de las determinaciones circunstanciales o definitivas. En este sentido, la única
interlocución admisible es la de los vecinos propietarios cuya expresión política se canaliza a través del
cabildo y las instituciones coloniales. Sin embargo, décadas después, más precisamente en 1836, en un
extenso encomio de la corte madrileña, validado en la eficacia defensiva contra los portugueses, Moreno
recupera el surgimiento de un sujeto social, hasta ese momento ausente e impensado: “Las tres veces
anteriores que España atacó y tomó la Colonia, lo hizo con sólo los valientes gauchos de Buenos Aires”.
Así adquieren visibilidad política los gauderios, cuya existencia es registrada ya de manera muy
temprana, en algunos escritos, tres de los cuales vamos a marcar.
1-      El lazarillo de ciegos caminantes, publicado hacia 1773 por una compleja condición autoral.
Alonso Carrió de la Vandera es el visitador español quien refiere con asombro y con desdén unos
habitantes, errantes y holgazanes. Esa mirada es signo y resultado de una perspectiva hegemónica. La
firma instala su condición problemática desde el momento en que el español habla y a su vez, su
discurso, en forma de memorias extractadas, es transmitida por el escriba indio, autocaracterizado como
“indio neto”. Su nombre, Calixto Bustamante Carlos Inca, sintetiza la tensión identitaria (política,
ideológica, cultural) en su alias: Concolorcorvo, que quiere decir, “con el color de las alas del cuervo”, lo
que hace referencia sesgada al color de su piel y al lugar étnico (decimos hoy, desde nuestro presente
contemporáneo) o racial (un término que hemos desechado o mejor, resituado, con todas las
connotaciones ideológicas que ello supone). Concolorcorvo, en el recorrido territorial, señalaba las
nuevas posibilidades pecuniarias, la explotación potencial de sus tierras y naturaleza proveedora, a la luz
de las ideas económicas de la fisiocracia. No debe sorprendernos demasiado el acento puesto en la
economía porque esto será un factor definitivo que veremos en nuestros estudios de la literatura y la
cultura argentinas (de hecho, y por intercalar una digresión que viene al caso, el mismo Mariano Moreno,
cuando la corona española ya está debilitada internacionalmente por la fuerza de Napoleón, escribe
“Representación de los hacendados” girando la vista hacia las supuestas promesas de prosperidad
auspiciadas por el comercio con Inglaterra). Allí tenemos el testimonio de las primeras coplas entonadas
por rústicas guitarras (“mal encordadas”), transmitidas por la memoria de los cantores, o inventadas. De
cualquier modo, es importante poner énfasis en la transmisión oral, recalando en una incipiente forma de
acervo, de patrimonio o de tradición.
2-      El sainete El amor de la estanciera, escrito hacia 1787, quiere llevar a escena la vida de la
estancia. Allí centra su materia para el hacer rural y las faenas costumbristas del campo. El personaje
femenino, Chepa, la estanciera, debe elegir entre dos pretendiente, un portugués, rico y próspero en
apariencia, y un criollo afincado en los hábitos nativos. Texto recuperado (y hay que decirlo, poco
elogiado) por Ricardo Rojas en su Historia de la literatura argentina (1917), destaca las primitivas
convenciones y formas de un habla rural (producto de una construcción ficcional) , costumbres y motivos
que darán lugar a los grandes poetas gauchescos.
3-      “Canta un guaso en estilo campestre los triunfos del Excmo. Dn. Pedro de Ceballos”,
escrito y publicado hacia 1777-1778, pertenece a Juan Baltazar Maziel, un letrado sacerdote, privilegiado
con cargos jerárquicos en la Iglesia y formado en el ámbito de la jurisprudencia.   Verán que el texto
de Maziel gravita a lo largo de todo el sistema del género gauchesco, recalando ni mas ni menos que en el
Martín Fierro, de José Hernández, por el uso performativo, incoativo, de fórmulas que afirman y
consolidan, como decíamos, a lo largo de la historia, el material de un patrimonio cultural; lo cual, si
procede de la tradición oral, se sostiene, conserva , se perpetúa y se transforma por acción y efecto de la
letra. Y en el texto de Maziel también se vuelve compleja la construcción del sujeto de enunciación,
porque desde el extenso título podemos advertir un sistema de mediaciones (cesiones y transmisiones
entre agentes de la palabra y la comunicación) y la incidencia gráfica de una voz fonética que ya está
procesada: las abreviaturas solamente pueden ser leídas, no reproducidas fonéticamente con
prescindencia de la letra o de la escritura.  En cuanto al contexto y el momento histórico, desde el título
puede notarse la reposición de Ceballos como el virrey que acredita en su haber la gloria de la guerra
ganada. Y en relación a la constitución histórica del género, es necesario apuntar que aún no podemos
hablar de gauchesca porque el procedimiento poético no se distancia de la procedencia letrada, aunque
marque movimientos y tensiones. El texto pertenece a un ámbito cultural proveniente de la genealogía
neoclásica y las evocaciones virgilianas. Vean también los movimientos que propician los insultos, las
injurias, las ponderaciones; se trata de percibir los ecos y sonidos de los distintos ámbitos culturales.
 La próxima clase nos vamos a detener en un análisis detallado para poder ingresar en los escritos
de Bartolomé Hidalgo. Hidalgo es un punto de inflexión que si bien da inicio a la gauchesca, sus
comienzos coinciden, también, con la cultura del neoclasicismo. Pero un neoclasicismo (es decir, un
lenguaje con artificios legados y practicados desde la antigüedad grecolatina) que hecha sus raíces en el
nacimiento de la patria, el reconocimiento de una nueva nación. Tal es así que algunos poemas de
Hidalgo son recogidos en La Lira argentina, una colección de poemas que, a instancias de Rivadavia,
lleva a cabo la recuperación de poemas de asunto público, revolucionario, con motivo de la acción
política gestada en nombre de la Revolución de Mayo. Será a partir de 1816 y de las Guerras de la
Independencia, cuando puedan reconocerse las nuevas resonancias lingüísticas que nos muestran la
construcción de un nuevo verosímil discursivo, la lengua en presente, constitutiva del sujeto social
denominado “gaucho”.
15/09 NF
En esta unidad del programa, como estuvimos viendo, se ponen de manifiesto las condiciones
preliminares que subyacen a la construcción de la nación y sus consecuentes efectos sobre la formación
de la subjetividad histórica, lo que supone pensar aquellas instancias que dan lugar a sectores, grupos y
clases sociales. Ciertamente, la creación del virreinato sienta los precedentes sobre la toma de conciencia
en torno de dos palabras o conceptos que habíamos comenzado a ver con los escritos de Mariano
Moreno, en una etapa anterior a la Revoluciòn de Mayo, de la que será parte activa y por lo tanto, un
representante emblemático. Sin embargo, cuando Moreno hace sus primeros pronunciamientos sobre la
“Patria” y el “Pueblo”, sin duda lo hace desde una posición de pertenencia, acorde a una modalidad que
busca reconocer los principios, incipientes, aunque orientados hacia los cimientos identitarios, en defensa
de un territorio y de una lengua. Esto podemos verlo en los textos antepuestos. De hecho, El amor de la
estanciera, sostiene la ridiculización (el anverso del temor) del portugués enemigo, desde el uso risible de
su lengua y su gestualidad. Concolorcorvo implica la escisión de una firma o de un nombre, apelando a la
garantía ètnìca para sostener una descripción apuntada a la invectiva de un sujeto que se està proponiendo
o manifestando, gradualmente, como el factor alternante en tanto grupo social, màs como autoctonía que
como disidencia. La pregunta deberá apuntar a las razones de una descalificación inicial, y la respuesta
parcial podrá encontrarse, paulatinamente, en aquellas particularidades segregadas de los rasgos
hegemónicos. Mientras que el visitador es español y actùa según las convenciones instituìdas por la
Corona, el escribiente es instrumento de su memoria. Concolorcorvo maniesta entonces en el color de su
piel, un carácter de registro, de interpretación, y de puesta en escena donde se “teatraliza” un conflicto y
cierta disputa por la validez y autenticidad de los juicios vertidos, en función de su pertenencia al
visitador o al escribiente. De la pluma americana se instala una rebaja del carácter de estos habitantes
percibidos como ociosos, mal destemplados, que tocan mal guitarra y sobre todo, que estropean aquellos
tesoros copleros o que improvisan cantos desentonados. Lo que se “estropea” habla de la falta de talento
pero sobre todo repone una tradición, un acopio cultural que es transmitido básicamente de boca en boca
pero se conserva en el registro de la escritura. Hasta acà estamos esbozando dos problemas: 1- la
historia. Esto està relacionado con el conflicto y el peligro que supone Portugal para los intereses que
España concentra en sus colonias, intereses sobre todo (por no decir en exclusiva), económicos. 2- la
construcción de una lengua. Lo cual entraña la dimensión simbólica (que por otra parte, no excluye su
participación ni su constitución inherente a lo real político de los hechos). Moreno, desde una
enunciación aùn colonial, pone en jaque dos conceptos que, como los géneros del discurso, muestran su
carácter histórico, es decir, pasibles de modificarse de acuerdo a los acontecimientos y a la incidencia de
las temporalidades.

Baltazar Maziel, y su escrito, dan cuenta de estos dos factores, en cuanto panegírico y homenaje a
Ceballos, y también como canto que apela a la condición oral como cimiento fundante del gènero
gauchesco.

Con esto último quiero subrayar, a tono con lo que Borges siempre sostuvo como un lector
privilegiado y hacedor del gènero gauchesco en las versiones que propiciò el siglo XX (Borges reescribiò
la gauchesca de acuerdo a su concepción ficcional, lejos de la denotación y del testimonio). Y la lengua
es el factor que condensa la definición y el sentido de un gènero, que sin embargo es político por
antonomasia. Poesìa hecha para la acción, para la defensa de la Patria, la denuncia y la lucha partidaria en
los tiempos abiertos por la política facciosa (Rosas en la escena polìtca, esgrimiendo su poder durante
mas de 17 años, y su correlato que deriva luego de la batalla de Caseros en 1852, cuando Urquiza se erige
como el triunfador: unitarios y federales. Claro que vamos a volver sobre esto con detalle). El paréntesis
es màs que una digresión. Señala, ni màs ni menos, el punto de inflexión donde la lengua articula una
dirección política. Y esto tiene que ver con los acontecimientos que serán materia de la historia nacional,
pero pensado como motivos y tòpicos que se moldean en la escritura de un tiempo presente: eso la
gauchesca. Y sus inicios tienen su ficción de origen, que es convención y también un recorte de fuentes y
antecedentes. Entonces, la historia de la literatura argentina y la crìtica acuerda básicamente en reconocer
a Bartolomè Hidalgo como el precursor del gènero, y en breve vamos a decir porquè. Las guerras de la
Independencia es el marco que propicia el surgimiento de un gènero cuya dirección es popular y su
rùbrica autoral, un autor letrado y urbano, autorìa que no coincide con los motivos que dan lugar a temas
y asuntos y tòpìcos rurales. Dicho esto, también hay que decir que Bartolomè Hidalgo tiene fuentes y
ancestros màs complejos. Entonces volvemos a Maziel y a La lira argentina, es decir, al pasado màs
cercano. Maziel, cuyo “Canta un guaso” refiere a las hazañas del virrey, restituye las alabanzas y el
orgullo de patria colonial, esto es, conciencia que los vecinos propietarios porteños –la ciudad sitiada y
en peligro por relevancia y posición geográfica es Buenos Aires- (y la única condición subjetiva posible
para emitir palabra y expresión, por aquel entonces, es ser sacerdote, comerciante o profesional, por lo
general abogado). Dijimos que Maziel es hombre culto y letrado. Urbano, con posiciones jerárquicas y
expectables en la Iglesia. Miremos de cerca los ideologemas que articula: patriotismo e hispanidad, dos
caras de la misma moneda. Y aquí la lengua empalma la connotación política (y luego histórica). El
concepto de patria no puede ser pensado, como ningún tèrmino, fuera de contexto, y el de este momento
es el virreinato que implica la defensa de un territorio y una lengua. Dijimos también que la proximidad
de Portugal era un peligro (o asì lo percibìan los españoles y los criollos acaudalados). Como
vehiculizaciòn cultural de la defensa de un territorio y sus lìmites, la lengua es la heredad que oficia de
materia, para ceder a las prerrogativas de la Corona. Maziel escribe en el castellano legado. Inscribe un
sujeto que asoma como un remanente o una fisonomía residual a la palabra hegemónica: el guaso, que es
quien deambula sin domicilio ni procedencia ni cèdulas que acrediten lazos institucionales. Y si bien hay
que subrayar que Maziel no borra las marcas cultas de la escritura, que remiten al acervo de Virgilio y el
neoclasicismo, la primera persona en el cuerpo del texto, serà mediada por el interlocutor del título (una
fòrmula que cobrarà vigencia màs adelante, cuando el gènero gauchesco se desarrolle), algo que es el
anverso activo del sujeto de enunciación radicado en la autorìa. Algo funciona como embrague e
indicación pràctica, que nos advierte para que no nos equivoquemos y podamos distinguir que hay dos
voces. Una culta y otra popular. La dificultad que van a notar es que por momentos, durante el transcurso
del poema, estas dos voces se funden , construyendo enunciaciones, frases, versos, donde la palabra
alterna procedencias simultàneas. Vamos a pararnos acà. Porque hay que recordar que este poema es muy
anterior a La lira argentina, un proyecto que Rivadavia realiza en la década del 20` del siglo XIX, para
constituir como homenaje, el patrimonio de una palabra pública que celebra, un programa político, el de
la revolución de Mayo, brújula que seguirán los unitarios liberales de las Provincias unidas del Rìo de la
Plata. Cuàl es la diferencia y el problema entre Maziel y los poetas congregados en La lira? Maziel
mezcla, ocupando dos lugares a la vez. Lengua culta, lengua popular, por supuesto, como acción y efecto
de un proceso creativo, compositivo. Con perspectiva, y a la luz del tiempo, vamos a poder comprobar
que no es lo mismo comenzar con una fòrmula de carácter incoativo y oral “aquí me pongo a cantar” –y
que llegarà a coronar las màs altas realizaciones del canon nacional- que las citas que abrirán los escritos
de Esteban Echeverrìa o Domingo F. Sarmiento, ya en la Generaciòn del 37 y mediados del los 40`,
respectivamente. Echeverrìa abrìa el poema que lo lleva a la gloria, La Cautiva, con una cita de Victor
Hugo. Es decir, los jóvenes románticos de este período, de suma importancia y gravitación a la hora de
definir y pensar la Naciòn, recurrìan a la palabra y la cita culta y escrita. Por el contrario, Maziel escribe
lo que no puede ser pronunciado, veamos sino, còmo funcionan las abreviaturas, signos gráficos por
excelencia, que sòlo esperan una decodificación culta y letrada. Pero Maziel no puede, contextualmente,
defender ni propiciar otra cosa que no sea el virreinato. Hacia 1810, con un poeta como Vicente Lopez y
Planes, autor de la Marcha Patriòtica, la versión original de nuestro actual Himno Nacional, es parte de
todo ese caudal métrico restituìdo en el plan rivadaviano. Y que caràcterìsticas tenìan estas poesías, que,
màs que poesía, podría leerse como aplicación de fòrmulas y moldes, apropiación y adaptación de líneas
métricas con un fin político revolucionario. La lira argentina concentra los poemas que celebraron la
Revoluciòn de Mayo , por lo tanto, acà hay que poner el suficiente énfasis en el corte visceral con
España. “A sus plantas rendido un lèon”, uno de los versos que Lopez y Planes incluye pensando
belicosamente la ruptura del vìnculo de vasallaje con la Corona. Y ese verso que hoy no cantamos, fue
suprimido en la segunda presidencia de Julio A. Roca, por inconveniente, por agresivo, por atentar contra
las lides diplomáticas. Pero en la Lira Argentina, también vamos a ver de què manera se da un paso
adelante (festejar la revolución, en autonomía respecto de España o sus instancias preliminares) y un paso
atrás (afirmar la palabra en la condición escrita de un lenguaje culto, ámbito letrado en los rastros del
neoclasicismo y de la cultura grecolatina). Esto incide en una sintaxis crìptica, en la adopción de recursos
y técnicas formales de suma complejidad, un lenguaje hermético, cerrado en modulaciones y
convenciones inaccesibles para los iletrados, por supuesto, mayoría. La historia nunca es lineal, por el
contrario, es paradójica y sinuosa, de caminos encontrados, cruzados. Y una vez màs hay poner atención
para referirnos a Bartolomè Hidalgo, porque el creador inicial, inaugural de la gauchesca, tiene sus
comienzos y andariveles en La Lira Argentina. Asì podemos hablar de algunas de sus primeras
incursiones que son rescatadas señalando la inequívoca remisión y procedencia desde la cultura letrada.
Pero Bartolomè Hidalgo va a dar un giro a la oralidad, prestando recurso a la conjugación, en presente, de
la acción política cantada en lengua popular. Para eso, va a crear dos personajes, Chano y Contreras, va a
insertar una motivación, el encuentro de los paisanos o digamos gauchos, para intercambiar pareceres,
noticias, cuitas, pesares y nostalgias. El encuentro a su vez se sostendrà en el respeto de códigos y
convenciones intersubjetivas, implicadas en la hospitalidad (de larga tradición occidental). Se hablarà de
los caballos, se invitarà a fumar y a beber, todo un escenario para dar marco al repertorio de temas. Pero
como bien dice Borges, los temas no son suficientes para discernir la singularidad de un gènero. Primero
están los Cielitos, como deriva de las danzas populares, costumbres que hacen al pasado y la tradición
consuetudinaria (hábitos, costumbres, oralidad y actos colectivos). Luego estarán los Diàlogos
patrióticos, de tono màs serio, cuando al principio se canta la Independencia (a partir de 1816) para luego
reconocer, hacia la segunda década del siglo XIX, que ni es tanta la justicia, ni tanto el reconocimiento a
los hombres que sirvieron de mano de obra desde los inicios de los primeros conflictos en batallas y
guerras. Despuès de todo, el reconomiento que patentaba Mariano Moreno los ubicaba en un lugar de
subalternidad. Eso reconocerà con dolor Hidalgo. Tiempo después, cuando las lecciones de la Historia
demuestren que la sangre derramada siempre viene del mismo lugar. Es la lengua, como creación, como
composición de una identidad, lo que presta forma a un registro que talla una nueva experiencia histórica.
Pero una lengua que opera como cimiento de una subjetividad, en tanto construcción imaginaria para
testimoniar y representar, a lo largo de varias décadas del siglo XIX, las colisiones políticas. Hacia la
década del 30 y mediados de la anterior, emerge con Echeverrìa el romanticismo, otra corriente, con sus
propias características y motivaciones. Con una polémica tensada incluso con quienes les dieron sustento,
es decir, los unitarios rivadavianos.

La oralidad, en la gauchesca, se hace presente en su carácter de materia recompuesta y


recuperada, preservada a instancias de modificaciones, transformaciones, variantes y creación, todo
producto de la pluma artística, de la conciencia poética de los hombres cultos que en la ciudad vieron un
espacio susceptible de colmarse de signos y figuraciones estèticas, ideológicas y políticas.

Hasta la próxima.

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