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Comentario filológico 3.
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Luis Martínez-Falero. Academia Lince, Albacete.
Comentario filológico. Grupo B.
Comentario.-
El comentario que vamos a realizar consiste, por una parte, en un estudio histórico
que nos encuadre el texto en un determinado periodo de nuestro idioma, que sitúe este
fragmento en su contexto lingüístico y literario; al tiempo que ‒por otra parte‒ lo
consideraremos de manera sincrónica, como un producto literario, de acuerdo con el
género en el que se adscribe, planteando un estudio de lingüística textual (pragmática
literaria), de tal modo que obtengamos unas conclusiones válidas desde una perspectiva
semiótica (en este caso, de la semiótica histórica).
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sería un problema para los infinitivos anteriormente indicados. Nos dice Ramón
Menéndez Pidal, al considerar el vocalismo latino y su evolución: “Como la A tónica, la
inicial se hace e mezclada con una i atraída de la sílaba siguiente: basiare *baisare besar”1.
La “-e” del infinitiva latino se pierde a finales del siglo XI (hacia 1140 aparecen ya todos
los infinitivos acabados en “-r”, por lo que cabe suponer que ‒descartada la hipótesis de
un arcaísmo motivado por la necesidad de la rima‒ se trata de un resto, lo que sugiere que
los orígenes textuales de estos versos se encuentran en ese siglo XI o principios del XII.
Otra cuestión interesante, desde este problema de las formas arcaizantes, es la forma,
derivada de ‘fe’, “afelo en vuestras manos” (v. 510), que corresponde a una fórmula
habitual en el Cid, pero extraña ya a mediados del siglo XIII, lo que nos remite de nuevo
al siglo XII y los comienzos del XIII, y al Mester de Juglaría.
Finalmente, me gustaría considerar dos casos de metátesis, “mandaldo” (v. 510)
y “alçaldo” (v. 522), formas de imperativo con enclítico. Ello ha provocado la
sonorización de la ‘-d-’, ya que las formas de imperativo acababan en “-t”: “mandat” (v.
499) y “mandatlo” (v. 510). Sin embargo, encontramos otros imperativos acabados en
“-d”: “tajad” (v. 511) o la palabra “voluntad” (v. 517). La evolución -T > -d se produce
en el siglo XIII, confundiéndose sus sonidos en esa posición final2, aunque gráficamente
se unifica el criterio (prevaleciendo la “-d”) en el siglo XV.
Finalmente, encontramos la palabra “omne” (v. 509), sin que ese grupo de yod
(M’N) haya evolucionado a /-mbr/, lo que sucedió a finales del siglo XIV.
Por tanto, desde el punto de vista fonético, podemos considerar el texto como
escrito entre el segundo tercio y finales del siglo XIV, aunque con rasgos arcaizantes que
nos retrotraen hasta el siglo XII..
Desde el punto de vista de la morfología histórica, en lo referente a la morfología
nominal, no hay grandes datos para la datación, aunque se puede comentar el pronombre
“vos” (v. 516), forma de la segunda persona del plural, que para evitar la coincidencia
con el empleo de “vos” (segunda persona del singular) como forma de tratamiento en la
cortesía verbal, fue sustituido desde finales del siglo XIV por “vosotros”. Puesto que en
este texto aparece en su forma original (procedente del latín), cabe marcar como límite
temporal ese final del siglo XIV. El adjetivo comparativo, con valor de cuantificador,
1
MENÉNDEZ PIDAL, R. (1904), Manual de gramática histórica española, Madrid, Espasa-Calpe, 1989,
p. 68.
2
R. Menéndez Pidal (1904), p. 167.
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“atan” (vv. 509 y 520), apócope de “atanto/a” en posición proclítica (“atan leal”, “atan
grande”), procedente de TANTUS-A-UM latino, alcanza hasta el siglo XV.
Lo más interesante de la morfología verbal es, por una parte, que los pretéritos
imperfectos de indicativo que aparecen en el texto presentan el morfema flexivo “-ía”
(“dezian”, vv. 512 a 514), frente al sufijo “-íe” que encontramos en el siglo XIII y, en
vacilación, hasta mediados del XIV. Ello nos sitúa en ese siglo XIV. Por otra parte, la
segunda persona del plural del futuro imperfecto de indicativo y del presente de indicativo
muestra el morfema flexivo “-edes” / “-ides” (“vedes”, v. 499; “oiredes”, v. 515;
“sentides”, v. 516), que perderá la “-d-“ intervocálica a finales del siglo XV, pasando ese
morfema flexivo a “-eis” / “-is”, respectivamente. La forma “vedes”, además, denota la
cortesía verbal, al tratar con “vos” don Mudarra a doña Sancha, es decir, de inferior a
superior.
El adverbio de tiempo ‘agora’ no es significativo para la datación de este texto,
puesto que convivió con ‘ahora’ desde el siglo XII hasta el siglo XVII (HAC HORA >
agora; AD HORA(M) > ahora). Por su parte, el uso de la conjunción copulativa “e” nos
remite a un periodo que comprende del siglo XIII al XV.
En lo relativo a la sintaxis histórica, resulta muy interesante el empleo de la
construcción NV + CD de persona sin régimen preposicional (“vedes aquí el traidor” [v.
499], “por cativar mi marido, mis fijos descabeçare” [v. 521]), sin que concurra ninguna
otra construcción que contenga ese régimen preposicional (“plaziendo a Dios e a don
Mudarra”, verso 518, es una construcción con Complemento de Régimen, que en latín ya
regía dativo, caso que en castellano adquiere habitualmente la preposición “a”). Esta
construcción de NV + CD de persona sin régimen preposicional nos retrotraería a un
periodo anterior al siglo XIV, e incluso anterior a Berceo, donde existe vacilación, por lo
que cabe suponer que nos sitúa más bien en la época de escritura del Poema de mío Cid,
o incluso antes. Sin embargo, la secuencia “Artículo + Posesivo `+ N” (“la su sangre”, v.
504) abarca el periodo comprendido entre los siglos XIII y XV, por lo que no nos resulta
útil, más allá de indicar que este fragmento pertenece a una obra anterior al siglo XV.
Los datos aportados por el léxico inciden en algunos de los aspectos ya derivados
de nuestro análisis de la fonética y de la morfología, orientados a la datación. Así,
“cativar” (v. 521) corresponde a un periodo fijado en torno a los años 1131 hasta 1220
(después, “captivar” / “cautivar”). La palabra “linaje” (v. 523) se registra por primera vez
en 1209, mientras que ‘alcalde’ (v. 518) con sentido de ‘juez’ aparece ya registrada en
1062, pero a mediados del siglo XIII adquiere su sentido actual. Esto supone que el léxico
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(al menos una parte de él) procede de un periodo anterior a la posible datación del texto
(mediados del siglo XIV, según los datos fonéticos).
Las grafías no aportan ningún dato significativo: “z”, “x” y “ç” desaparecen o
regulan su empleo (caso de la “z”) con la aparición de la RAE. La grafía “ñ” (“sueño”,
“soñe”; v. 504) aparece en 1260, establecida por Alfonso X.
Recapitulando: tenemos un texto algunos de cuyos datos nos remiten al siglo XII
o comienzos del XIII, y otros datos (los más numerosos) nos remiten a la mitad del siglo
XIV. El modo de conocer el verdadero desarrollo cronológico del texto o de aclarar su
datación es echando mano a la forma de este texto versificado.
En primer lugar, nos encontramos ante un poema polimétrico, con versos
alejandrinos (vv. 493, 496, 503, 510), hexadecasílabos (vv. 494, 495, 500, 501, 503, 504,
505, 506, 507, 508, 509, 512, 513, 515, 519, 520, 521, 522, 525, 526), heptadecasílabos
(vv. 497, 498, 514, 518, 518)), octodecasílabos (vv. 492, 499, 504, 517) eneadecasílabos
(vv. 511, 524) y uno de veinte sílabas (v. 523). La polimetría es muy llamativa y, por el
tema (la venganza por un cautiverio y unas muertes), se trata, sin duda, de un texto épico,
más que de un texto encuadrable en el Mester de Clerecía, pues tampoco posee un carácter
didáctico o moral o claramente cristiano (doctrina, vírgenes, santos, etc.). Por tanto, cabe
suponer un parentesco genérico con el Poema (o Cantar) de mío Cid, con alguna fórmula
juglaresca, como la del verso 515: “Allí fablo doña Sancha, oiredes que dira”. Ello nos
retrotrae al siglo XII, principios del XIII. Pero, al tiempo, encontramos vacilación en la
sinalefa, lo que es propio de principios del XIV, ya que en el XIII no se hace nunca
(sílabas fónicas y sílabas métricas coinciden plenamente: las “sílabas cuntadas”). Así, en
este poema, no hay sinalefa en los versos 494, 495, 503, 507, 513, 516 y 519; mientras
que es necesario realizarla (por una mayor regularidad métrica, en cuanto a los
hemistiquios) en los versos 504, 509, 511, 514, 518. 522 y 523. De este modo, confluye
esa contradicción entre los rasgos lingüísticos y los rasgos métricos. De lo que cabe
deducir que nos encontramos ante un texto de la primera mitad del siglo XIV que
reproduce un texto épico de finales del siglo XII o principios del XIII, del que quedan
algunos restos lingüísticos y formales.
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por lo que, siguiendo a John Searle, podemos afirmar que sus significados son
coincidentes3.
Esta coincidencia de significados de esos discursos incide en el tema del texto: la
justicia/venganza de doña Sancha por la muerte de sus hijos, de donde deducimos que
doña Sancha (impartiendo justicia/tomando venganza) es la referencia del texto. Al tema
le corresponden dos remas, si aceptamos que los primeros versos (492-495) sirven como
introducción, para dar paso a un segundo rema (la justicia/venganza) de doña Sancha
hacia el traidor que ha matado a sus hijos (en tal caso hablaríamos de progresión
temática); no obstante, si consideramos esos primeros versos como introducción o
contextualización y el resto como un único rema orientado a contar cómo fue esa
justicia/venganza de doña Sancha, el tema vendría desarrollado por un solo rema (por
tanto, no habría progresión temática). Desde un punto de vista estrictamente semántico,
la segunda interpretación sería la más correcta, pues todas las estructuras (sentidos
parciales del texto) van orientadas a una equivalencia de significados, sin avanzar un rema
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SEARLE, J. R. (1968), Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1998, p. 38.
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nuevo (no nos cuenta, por ejemplo, el hecho mismo de la muerte de los hijos de doña
Sancha, en una analepsis que hubiera sido toda una verdadera hazaña estilística en el siglo
XII). Precisamente el tema, el rema y la referencia acaban por datar el texto: la muerte de
los Infantes de Lara y la posterior venganza de su madre, doña Sancha. Este contenido
corresponde a un poema épico perdido tempranamente (escrito con mucha probabilidad
en el siglo XI), pero reconstruido a partir de varios testimonios (crónicas de los siglos XII
y XIII; en ese siglo XIII, con la Crónica General y la Estoria de España en época alfonsí)
en el siglo XIV, aprovechando algunas tiradas de prosa rimada en alguno de esos
testimonios. De ese cantar de gesta perdido nos quedarían algunos fragmentos ya
convertidos en romances4.
Como presuposiciones, podemos indicar el ambiente de enfrentamiento entre
familias feudales durante la Reconquista, el poder del señor (en este caso, de la señora)
de un feudo para impartir justicia, el “ojo por ojo” como base de esa justicia (hasta la
legislación establecida por Alfonso X no hubo un verdadero ordenamiento jurídico en
Castilla) y el modo de recibir (de manera escenográfica y protocolaria) al señor (o señora)
del feudo. El beso en las manos de Mudarra (hijo adoptivo de doña Sancha, pues es hijo
natural del marido, tenido durante el cautiverio al que se alude en el poema) es una parte
esencial del ceremonial del Feudalismo: la aceptación del vasallaje.
La implicatura es la venganza como forma de satisfacer la pérdida de los hijos
de doña Sancha. Esta venganza satisfaría también las expectativas del público, que
escucharía o leería la historia de la muerte de los Infantes de Lara.
En cuanto a las inferencias, podemos deducir el carácter sanguinario y bastante
poco cristiano de las familias feudales o el deseo de venganza del pueblo (los vasallos)
ante un crimen (los discursos de los vasallos nos recuerdan a los de la masa de Jerusalén
tras el juicio de Pilatos en el relato de la Pasión de Cristo, de acuerdo con el relato de los
evangelistas), aunque esta vez se mata al “malo”, eso sí.
El contexto es doble: por una parte, en lo referente al cronotopo, el texto nos sitúa
posiblemente en un castillo, en época feudal, suponemos que de día (de ahí el despliegue
de tapices y alfombras para conmemorar la llegada de doña Sancha: “coberturas
villutadas, bofordando van” [v. 493]). El segundo contexto, el de recepción del texto,
debió de ser muy amplio, ya que tuvo su reflejo en varias obras de carácter histórico (las
crónicas) y literario (de esta versión en verso a Lope, pasando por los romances). Para
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MENÉNDEZ PIDAL, R. (1896), La leyenda de los siete infantes de Lara, Madrid, Imprenta de los Hijos
de José M. Ducazcal.
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nosotros, como lectores actuales, el texto supone el conocimiento de una gesta que nos
muestra la Reconquista de un modo más ajustado a una posible realidad histórica (aun
con los retoques literarios y dramáticos oportunos): las luchas eran constantes no solo
contra los musulmanes, sino también entre las huestes cristianas. No existe una
idealización tan evidente como la del Cid y su carácter propagandístico en Castilla.
En relación con las isotopías, comenzaremos con las fonológicas, que vamos a
centrar en la métrica. Ya hemos indicado la polimetría del texto, así como la vacilación
en el empleo de la sinalefa (que hasta el siglo XIV se puede considerar como un recurso
métrico, por necesidad de la medida de las secuencias fónicas, para ajustarlas a los
hemistiquios). En el Poema de mío Cid alternan los versos formados por hemistiquios de
seis, siete y ocho sílabas, como señala Fernando Gómez Redondo:
Sin embargo, en el fragmento que nos ocupa, la polimetría es aún más extrema
que en el Cid y el Roncesvalles, más que en ningún otro poema épico, ni en francés ni en
castellano. Sabemos que hay un patrón métrico hexadecasilábico (8 + 8), con cesura
central, que bien pudo ser el patrón rítmico del poema original, pues responde a los
modelos épicos posteriores a una posible primera versión de este cantar; a él corresponden
veinte versos del total de los treinta y cinco que componen este fragmento. Todos
mantienen esa estructura simétrica en los hemistiquios, incluso con los hemistiquios
oxítonos que hallamos en estos versos:
5
GÓMEZ REDONDO, F., “Poesía épica”, en F. Gómez Redondo (coord.), Historia de la métrica medieval
castellana, San Millán de la Cogolla, Cilengua, pp. 123-158; pp. 130-131.
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Finalmente, queda por indicar en este nivel los cuatro versos que conforman una
sucesión de estructuras paralelas, con una evidente equivalencia semántico, que
indicamos anteriormente, siguiendo a John Searle:
Es decir, la estructura [Det] + NSUJ + NV / NVocat / NCD + NV, con algunas variantes
en el verso 511, como el complemento circunstancial de tiempo y el complemento
indirecto. Nótese que podemos hallar Discursos Directos (DD) introducidos por verba
dicendi: “diciendo a altas voces: … (v. 495, Mudarra), “entonces dixo don Mudarra…”
(v. 498), “dize…” (vv. 511-514, uno u otro), “dira” (v. 515, doña Sancha). No obstante,
hallamos dos DD, en las que lo gestual sustituye al verbum dicendi: “catavalo doña
Sancha en el suelo donde yaz, / echado en unas colchas vio correr d’elo mucha sangre: /
«¡Grado e gracias…!»” (vv. 501-503); y “rebatola de los braços, ayudola a levantar: /
«Non lo fagades, señora…»” (vv. 507-508). Según indica Bernard Cerquiglini, lo gestual
gana terreno frente al verbum dicendi o cualquiera de los verbos que le son equivalentes
desde el punto de vista semántico, como aquellos que expresan 'gritar', 'agradecer', etc.,
para introducir el discurso de manera implícita y así dar paso a una prolepsis, con el fin
de ganar en dramatización6.
En el plano léxico-semántico, la recurrencia léxica más destacada es la palabra
“traidor”. En torno a ella se va a establecer un campo léxico de configuración asociativa
referido al tormento y la muerte: “vengar”, “justiciar”, “sangre”, “tajad [un miembro]”,
“desollar”, “quemar”, “apedrear”, “justicia”, “atade [pies y manos]”, “dardos”, “asconas”,
“varas de lançar”, “despedaçar”; no encontrando otro posible campo con la suficiente
entidad para establecer algún tipo de relación con este, si no es el del parentesco: “madre”,
“marido” y “fijos”, que actúa en una relación causa / efecto con el anterior: la causa de la
tortura del “traidor” es el cautiverio del marido y la muerte de los hijos de doña Sancha.
Esta relación crea la textura más profunda del texto, en torno a la cual se articulan los
demás niveles, al incidir sobre la conexión semántica entre referencia-implicatura-tema
de un modo evidente. Ello provoca, además, que consideráramos un solo rema para el
desarrollo del tema. El carácter dramático (en varios aspectos) de este texto viene
6
CERQUIGLINI, B. (1981), La parole médiévale. Discours, syntaxe, texte, Paris, Les Éditions du Minuit,
pp. 23 y 27.
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