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La vorágine de José Eustasio Rivera

La vorágine es una novela escrita por el autor colombiano José Eustasio Rivera. Fue publicada en 1924, y es
considerada la obra maestra de Rivera y un clásico de la literatura colombiana y latinoamericana.

La novela es una obra de denuncia social sobre la violencia y la situación de explotación que se vivió en la
selva amazónica como consecuencia de la fiebre del caucho entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

La novela está escrita en un estilo que revela influencias tanto del romanticismo como del modernismo,
como lo muestra la siguiente frase con que inicia el libro:

Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia.

Primera parte

Arturo Cova nos cuenta su historia y la de Alicia. Alicia estaba condenada a casarse con un terrateniente viejo
pero rico. Ella decide tener un amorío con Arturo Cova, un poeta culto, mujeriego y pobre, esperando que
esto logre salvarla del matrimonio.

Pero el prometido de Alicia condena a la cárcel a Arturo, y la pareja de amantes decide huir al Casanare. Allí
encuentran a los amigos que los acogen y ayudan: don Rafo, y la pareja de Griselda y Fidel Franco.

Franco, quien tiene una fundación, la empeña con la promesa de que Zubieta, el dueño de un gran hato con
mucho ganado, le venda 1000 reses en rebaja, pero a cambio debe cogerlas. Esto resulta ser una mentira de
Zubieta con el objeto de quitarse de encima a Barrera, un cauchero que prometía oro y riquezas buscando
convencer a todos de que lo siguieran en la explotación del caucho. Entre estas personas se encuentra
Griselda, a quien Barrera buscaba convencer con dulces promesas y regalos.

Griselda y Alicia, quienes solían salir solas, muchas veces encontraban a Barrera. Arturo explota en celos ante
la posibilidad de que Alicia le sea infiel con Barrera, se emborracha y decide huir al hato de Zubieta. Allí se
enfrenta con Barrera, quien le pega un tiro en el hombro.

Arturo sale junto con el mulato Correa tras de Franco a coger los toros, pero a su regreso descubre que
Barrera ha mandado asesinar a Zubieta. Barrera trae a un juez corrupto, y obliga a los demás obreros a ser
testigos de que el crimen fue cometido por Arturo y Franco.

Ambos descubren que Griselda y Alicia los han abandonado. Estallan en cólera, locura y euforia, incendian
los llanos y huyen:

La devoradora falange iba dejando fogatas en los llanos ennegrecidos, sobre cuerpos de animales
achicharrados, y en toda la curva del horizonte los troncos de las palmeras ardían como cirios enormes. El
traquido de los arbustos, el ululante coro de las sierpes y de las fieras, el tropel de los ganados pavoridos, el
amargo olor a carnes quemadas, agasajáronme la soberbia; y sentí deleite por todo lo que moría a la zaga de
mi ilusión (...).

Segunda parte

Arturo Cova, Franco, Correa y el Pipa huyen al Vichada. Allí encuentran diferentes tribus indígenas.
Están los aborígenes del bohío, descritos como dóciles, astutos y desconfiados, quienes los
aprovisionan para el viaje.
Luego encuentran a la tribu nómada de los guahibos. Son descritos como una tribu ingenua,
supersticiosa y rudimentaria. Arturo y sus camaradas son bienvenidos por la tribu, la cual los
despide con una gran fiesta al ritmo de tambores, bailes y chicha fermentada.

Al reanudar el viaje, casualmente encuentran a Helí Mesa, quien había estado bajo el mando de
Fidel Franco cuando todavía era parte del ejército.

Helí contó cómo fue engañado por Barrera y cómo este había traicionado a todos los hombres y
mujeres que lo seguían. Les había hecho entregar todas sus posesiones y los dejó como esclavos
bajo el dominio de dos de sus camaradas. Los encadenaron y lanzaron un bebé a los caimanes.

En medio de estos abusos, Helí aprovecha para escaparse junto con dos indios maipireños. Los
fugitivos deciden continuar hacia el Vaupés, buscando vengarse de Barrera. Los maipireños
perecen en una de las fuertes cascadas del río. El Pipa se fuga con los indios guahibos.

En el Guaviare encuentran al anciano cauchero Clemente Silva. El anciano, que se encuentra muy
enfermo, tiene sus piernas llenas de llagas, y, entre las llagas, gusanos. Ha sufrido todo tipo de
maltratos durante 16 años. Su espalda está cubierta de las cicatrices de los latigazos. El anciano
cuenta que es originario de Pasto, y salió en búsqueda de su hijo de 12 años, quien había huido
con los caucheros. Luego de haberlo estado buscando por ocho años, durante los cuales él mismo
fue cauchero y esclavo, lo encuentra ya enterrado.

Tercera parte

Cova y sus compañeros continúan su camino junto con Clemente Silva. Se proponen recoger los
huesos del hijo de Silva, los cuales fueron decomisados por el Cayeno, para luego continuar con su
venganza. Clemente Silva continúa narrando cómo cambió de dueño de cauchero en cauchero.
Silva buscó quedarse cerca a la tumba de su hijo, en las selvas brasileras, hasta que pudiera
exhumar sus huesos. En este tiempo duró perdido dos meses en la selva, durante los cuales perdió
la razón y sus compañeros perecieron. Cova y sus compañeros llegan a ver a la madona, Zoraida
Ayram, la cual pide que "traicionen" a Cayeno en nombre de una deuda que este tiene con ella.

Allí encuentran a Ramiro Estévanez, un antiguo amigo de Cova, y al Váquiro, quienes presenciaron
la masacre de San Fernando del Atabapo, bajo el dominio del coronel Funes. Cova, para ganar el
favor y la confianza de la madona, se hace su amante. Cova y sus compañeros encuentran a
Griselda, quien fue adquirida por la madona, y trae noticias de Alicia. Asegura que Alicia siempre
fue fiel a Arturo, y aún sigue como esclava de Barrera.

Arturo finalmente logra reencontrarse con Alicia, y luchando vence a Barrera. Alicia da a luz a un
sietemesino, hijo de Arturo, y temiendo que el recién nacido se contagie de alguna peste, todos
huyen a la selva.

Epílogo

Es el fragmento de una carta que el cónsul de Manaos dirige al ministro de Colombia y que da
cuenta de la suerte de Cova y sus compañeros con esta frase:

Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!

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