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Belle Aurora - Lev PDF
Belle Aurora - Lev PDF
MODERADORA
Pimienta
TRADUCTORAS
Pimienta Adaly
Roxywonderland Apolineah17
Crazy_mofos168 Martinafab
Whenshewasgood Mae 2
Rihano Âmenoire
Gigi D Gemma.Santolaria
DISEÑO
Aria
Desde el momento en que Lev Leokov ve a la joven mujer ocultándose detrás de
su cabello en medio del club de caballeros, no puede quitarle los ojos de encima.
Por primera vez en su vida, se siente afectado. Después de haber escuchado
durante toda su vida que no podía procesar o entender las emociones, lo consideró
un gran problema.
Cuando Mina Harris es atrapada in fraganti con una cartera que no es suya, se
hace pedazos. Está cansada, sola y no ha comido en días.
Lev le ofrece un ultimátum... Una agradable cama calentita, una comida caliente
y un trabajo, o la policía.
Mina toma su oportunidad con Lev. 3
Después de todo, una persona sin nada no tiene nada que perder.
Traducido por Pimienta
Mina
7
Traducido por Roxywonderland
Lev
1
Pox: El apodo es alusivo a sus cicatrices de viruela, ya que a la viruela o varicela se le llama en inglés “Chicken Pox”.
2
RCP: Reanimación Cardiopulmonar.
Desafortunadamente, no lo logró.
12
Traducido por Crazy_mofos168
Mina
3
Bleeding Hearts: Corazones Sangrantes.
Lev
Mina
4
Ciborg: Criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos.
Era más difícil de lo que parecía, escoger a un hombre al qué seducir.
No ayudaba que la mayoría de los hombres del club estuvieran a finales de los
cuarenta y cincuenta, ni que olieran a sudor y vodka, y a ese rancio olor a humedad
que la gente conseguía cuando han estado bebiendo mucho. Era gracioso que me
molestara por el olor, cuando yo podría oler igual de mal. Debería estar agradecida si
alguno de estos hombres se fijaba en mí.
Cuando un hombre agarró mi mano y gritó en mi oído:
—¿Parte del entretenimiento?
Sacudí mi cabeza presa del pánico, retiré mi brazo y corrí lejos, de vuelta a mi
esquina.
Regañándome mentalmente, me recompuse. Pudo haber sido un buen
candidato. Seguro, era viejo y gordo y estaba quedándose calvo, pero usaba buenos
anillos y seguro que tendría una billetera llena. Cerrando mis ojos, suspiré.
¿Qué estoy haciendo?
Me burlé, sacudiendo mi cabeza antes de ponerme de pie. No podía acostarme
con ninguno de estos hombres; no importaba cuán hambrienta estuviera. Y era
estúpido pensar que lograría llevar a cabo mi ridículo plan.
Enderezándome, me moví para dejar el club. Justo cuando pasaba a un grupo
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de hombres alborotados, un atractivo hombre de mediana edad se inclinó sobre la
barra para hablar con una de las gloriosas camareras.
Me calmé, y todo lo demás desapareció.
La billetera del tipo colgaba unos centímetros fuera de su bolsillo trasero.
No era mucho, pero era suficiente.
Mis pies me llevaron hasta él antes de que incluso decidiera qué hacer.
Realmente no quería robar la billetera de este hombre. Sólo quería vivir un día más.
No era personal. Era mi vida.
A un metro del hombre, permanecí de pie con mi espalda hacía él, y con dedos
veloces, saqué la billetera suavemente. La metí en mi abrigo, con el corazón corriendo
a kilómetros por hora, miré a mi alrededor hasta que encontré la luz neón del baño
de señoras.
No me detuve a pensar. Corrí.
Caminando a través del estrecho pasillo, abrí la pesada puerta. Estaba vacío.
Miré a mi alrededor con los ojos bien abiertos antes de correr a uno de los muchos
cubículos vacantes, me senté en el inodoro con la tapa baja y comprobé cómo me
había ido.
La billetera pesaba. La abrí con dedos temblorosos. Mi maldición flotó en el aire
y entonces me reí mientras sacaba un montón de billetes de cien dólares. No los
conté todos, pero estaba segura de que había cerca de setecientos dólares allí.
Dejando caer la billetera en el suelo, metí el dinero en mi bolsillo y me moví para
desbloquear la puerta. Tan rápido como mis dedos tocaron el frío metal, mi
consciencia me dio una mirada.
¿Por qué estaba cargando ese tipo tanto dinero?, me pregunté. Quizás retiró esa
cantidad específica y era para algo importante. Y yo se lo estaba quitando. Él
seguramente trabajó duro por ese dinero, y allí estaba yo, robándolo.
Saqué el dinero de mi bolsillo, un ceño fruncido estropeaba mi frente. No
necesitaba todo el dinero. Sólo necesitaba suficiente para sobrevivir algo de tiempo.
Sacando dos de los billetes de cien, coloqué los otros de nuevo en la billetera.
Pero mi conciencia aún no estaba feliz. Suspirando, tomé otros cien y los coloqué de
nuevo en la billetera, quedándome sólo con uno.
Cien dólares no era nada. Podría hacer que duraran. Me alimentarían por dos
semanas, tres a lo máximo. Me las arreglaría para conseguir algo más para entonces.
Satisfecha con mi botín, sostuve la billetera, abrí la puerta del cubículo, y me
congelé.
No escuché la puerta abrirse, pero había un hombre alto recostado contra la
pared y claramente había estado allí un rato. Sus ojos marrones claros estaban
directamente sobre mí, sus brazos cruzados sobre su pecho y mirando hacia la
evidencia en mi mano. Sólo dijo una palabra. 18
—Explícate.
Traducido por Whenshewasgood
Lev
***
Mina
Lev
Mientras más tarde se hacía, el bar se volvía más tranquilo. El recuerdo de Paolo
se había celebrado hasta tarde en la noche, y mientras los clientes decidían que eso
era todo por ese día, el club permanecería abierto hasta las 3 a.m., a pesar de que
estuviera vacío.
Llevé a la chica de regreso a la pista, y no pude dejar de notar lo pequeñísimas
que era su mano. Me gustaba la manera en que se sentía en la mía. Lo que no me
gustaba era lo fría que estaba su piel. Tendría que comprarle un abrigo más cálido.
La miré. Olvida eso. Tendría que comprarle un abrigo, cualquier maldito abrigo,
de su talla.
Al borde del vestíbulo, me incliné sobre el oído de la chica y ordené: “Quédate
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aquí”, y luego caminé para encontrar a Anika detrás del bar. Su rostro se iluminó al
verme.
Mi labio se curvó. Me agradaba Anika. Siempre había sido buena conmigo. Nos
conocíamos desde que éramos niños, y su hermano, Viktor, era algo así como un
miembro honorario de la familia y podías encontrarlo en nuestra casa, comiendo con
nosotros.
—Oye, Lev —dijo empujando gentilmente su largo y ondulado cabello rojo sobre
su hombro. Soltó una exhalación, haciendo volar un poco de su flequillo sobre su
frente—. ¿Qué noche, eh?
Me gustaba la manera en que Anika hablaba. Siempre me calmaba. Tenía una
entonación suave en su voz que en un punto llegué a creer que era un ángel.
—Hola, Ani. —Le tendí la cartera de Sasha—. ¿Puedes asegurarte de que mi
hermano tenga esto?
Ella sonrió dulcemente.
—Por supuesto. ¿Has terminado por esta noche?
Asentí.
—Que tengas buena noche.
Su sonrisa se disipó con mi despedida apresurada. Habló bajo:
—Tú también, guapo.
Caminando de regreso hacia la chica, casi me sorprendí de verla aún parada allí,
mordiendo nerviosamente su pulgar. Parte de mí pensaba que desaparecería
mientras le daba la espalda. Pero en su estado lamentable, sabía que lo más probable
era que no tuviera a dónde ir.
Levanté mi mano, y ella puso la suya pequeña en la mía sin preguntar. Y,
maldita sea, eso me satisfizo. Inmensamente. Caminamos tomados de la mano por el
estacionamiento, donde esperaba mi Chevrolet Camaro. Apreté el botón de mis llaves
y un pitido sonó dos veces, luego abrí la puerta del pasajero para la chica,
ayudándola a sentarse.
—Abróchate el cinturón.
Tal vez debería preocuparme que ni siquiera dudara en subirse a un coche con
un completo extraño. Pero era obvio que cualquier lugar era mejor que aquí.
Una vez sentado encendí el coche y conduje para salir del estacionamiento. Sin
preguntar, manejé por la calle hasta el bar de hamburguesas abierto las veinticuatro
horas y pasé por el servicio de ventanilla. Cuando me detuve para pedir, me giré
hacia la chica.
—¿Quieres algo en particular?
Ella leyó el menú, pero negó con la cabeza. Se lamió los labios. 23
—No soy exigente.
Le pedí la hamburguesa más grande, tamaño supremo, y una hamburguesa de
queso extra, por si acaso aún tenía hambre después. Lo dudaba. La chica era
positivamente diminuta. Una vez llegó la comida, se la pasé, y ella sostuvo la bolsa de
papel cerca de su pecho como si estuviera preocupada de que alguien se la fuera a
quitar.
Esperé. Y esperé. Y esperé.
Mis cejas se juntaron cuando estacioné el coche.
—¿No vas a comer?
Sus ojos se movieron de aquí para allá. No dijo nada por un momento antes de
que murmurara incómodamente:
—No quiero ensuciar tu coche.
El gruñido alto de su estómago fue la objeción más clara que he oído en mi vida.
La alcancé, abrí la bolsa, saqué la hamburguesa, la desenvolví con cuidado y se
la pasé de regreso. La tomó con manos temblorosas, cerró sus ojos, y tomó un gran
bocado, masticando despacio.
Comió sin hacer ruido. Abrí mi ventana, encendí la radio y esperé
pacientemente. No podía evitar mirarla comer de vez en cuando. Era tan silenciosa.
Pasaron unos minutos, y me giré para ver cómo le estaba yendo con su comida, y mi
pecho se encogió.
Sus hombros se sacudían con delicadeza mientras lloraba en completo silencio,
comiendo mientras tanto. Debió sentir mis ojos sobre ella porque se giró hacia la
puerta del pasajero, con su espalda hacia mí, mientras su aliento se trababa
silenciosamente cuando lloraba.
Este era uno de esos momentos que lo hacían para mí. Estaba oficialmente
abrumado. No sabía qué hacer. No tenía ni idea, y eso hizo que la irritación creciera
dentro de mí.
Tomé el pañuelo decorativo del bolsillo de mi pecho y lo sostuve entre mis dedos,
pasándoselo gentilmente. Ella lo tomó, susurrando un bajo “Gracias”, y luego salí del
coche para darle algo de tiempo para que se recuperara de sus emociones.
Pasaron diez minutos, y miré dentro por la ventana para ver a la chica sentada
en silencio, con sus manos apretando la bolsa de papel fuertemente. Volviendo a
entrar al coche, traté de agarrar la bolsa pero ella la apartó, fuera de mi alcance.
Mis cejas se levantaron.
Su cabello se estaba convirtiendo en un problema para mí. Su mejilla visible se
ruborizó cuando explicó:
—No me la acabé. Era mucha comida —agregó con vacilación—. Me gustaría
llevármela conmigo, si está bien.
24
¿Quién era yo para objetar? La compré para ella, de todas maneras.
—No es problema. ¿A dónde te llevo? ¿Tienes un lugar donde quedarte?
Ella se detuvo.
—Sí, em, de hecho estoy a sólo unas cuadras de distancia, así que puedo
caminar desde aquí.
Ya estaba negando con mi cabeza.
—Te llevaré.
Ella trató de objetar una segunda vez, pero agregué inflexiblemente:
—Insisto.
Me miró fijamente un largo momento y luego asintió.
—Está bien. Gira a la izquierda y sigue hasta que veas un Café Alonzo.
Sabía dónde estaba eso. No era consciente de que hubiera casas en esa área,
pero me moví de todas maneras. Bajando la velocidad hasta detenerme, miré fuera
por la ventana, sin convencerme que aquí fuera donde ella vivía.
—¿Estás segura de que aquí es donde vives?
Ella sonrió débilmente.
—Positivo.
Viendo mi ceño fruncido, ella agregó en seguida:
—No es mucho, pero es mi hogar. —Se volteó hacia mí e hizo algo que había
estado anhelando que hiciera desde el momento en que la vi.
Poniendo sus dedos sobre su mejilla, movió el cabello, apartándolo de su rostro,
metiéndolo gentilmente detrás de su oreja.
Estaba fascinado.
Era hermosa. Absolutamente deslumbrante.
Su rostro con forma de corazón se veía demasiado delgado, pero su boca era
pequeña, llena y rosada. Sus ojos verdes eran grandes y expresivos, envueltos
bonitamente con pestañas largas y oscuras. Era pálida, su piel inmaculada. Tenía
maquillaje negro manchado debajo de sus ojos, pero podía ver la belleza que había
tratado de esconder al mundo. La rara belleza que era ella.
Tenía una expresión suave, esquivaba el contacto con los ojos y hundió su
barbilla al hablar:
—Quiero agradecerte lo amable que has sido conmigo esta noche. Poca gente
hubiera hecho lo que tú hiciste. —Sus labios rosas se arrugaron en una sonrisa
incómoda—. Te debo una. Más de lo que jamás sabrás.
Sintiéndome medio incómodo con su agradecimiento, apagué el coche,
ignorando su expresión repentinamente ansiosa. 25
—¿Serás capaz de llegar por ti misma al club mañana a las siete? Si no puedes,
haré que alguien te recoja.
Yo la recogería.
Sus cejas se fruncieron cuando mordió su labio inferior, pensando.
—Eso creo. No tengo reloj, pero me aseguraré de estar ahí, incluso si llego
demasiado temprano.
Me subí la manga de mi camisa, abrí el cierre de mi reloj Tag Heuer, y se lo di.
Ella hizo una mueca.
—¿Qué…? —Cuando no le quité el reloj, sus ojos se abrieron—. No puedo tomar
esto.
Me esforcé por controlar mi enfado. Apretando mis dientes, hablé
calmadamente.
—Puedes devolvérmelo mañana.
Su expresión casi era de pánico.
—¿Sabes qué pasaría si alguien me viera con eso? ¡Me atracarían!
Fruncí el ceño.
Sólo déjalos intentarlo. Los retaba maldita sea.
—Entonces compraré otro.
El cambio en su expresión fue tan repentino que tuve que parpadear. Ella tomó
el reloj con cuidado y murmuró:
—Debe ser lindo tener tanto dinero.
La pena me hizo ruborizar, y mi enojo salió al exterior. Refunfuñe:
—¿Necesitas que te lleven o no?
—No.
Sostuvo la bolsa de comida rápida con fuerza y me miró antes de esquivar mi
mirada inescrutable.
—Soy Mina.
—Mina —lo probé. Se sentía bien en mi lengua—. Soy Lev.
Abrió la puerta y salió, agachándose entre el espacio abierto.
—Gracias, Lev. Por todo. Trabajaré duro. —Sonrió cansadamente—. No te
arrepentirás.
Mi estómago dio vueltas con su dulce sonrisa.
—Buenas noches, Mina.
Ella bajó sus pestañas.
—Buenas noches. 26
La vi caminar por un callejón que se conectaba a una calle de atrás, esperé
hasta que ya no estuviera a la vista, luego arranqué y conduje dos calles más abajo.
Con un ligero suspiro, estacioné mi coche, apagué las luces y esperé.
Traducido por Pimienta, Âmenoire y Mae
Mina
5
Swamp Thing: La cosa del Pantano.
Qué embarazoso. No podía empezar a trabajar con la jodida ropa sucia. Tendría
que mendigar mañana por la mañana, rezando porque alguien me diera algunas
monedas que necesitaba para una sola carga.
Una voz detrás de mí me sorprendió tanto que salté, chillé y me caí de culo
sobre un charco de barro con olor a orina.
—No es mucho, pero es mi hogar, ¿eh?
Jadeante, me volví hacia Lev y dije con voz cortante:
—¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Mi desprecio no lo frenó. No estaba enfadada con él, sólo mortificada. No podía
exactamente saludarle con un "Bienvenido a mi humilde morada. ¿Agua mineral?
¿Whiskey?”.
Todo lo que podía ofrecer era olor a basura y charcos cuestionables.
Se acercó más, sus ojos brillando peligrosamente.
—Tenía la sensación de que no estabas siendo completamente honesta conmigo.
Así que te he seguido.
Sí. No jodas, Sherlock.
Con mi culo en el charco, abrí mis brazos y sonreí burlonamente.
—¿Te gusta? Acabo de hacer las paredes. Creo que el color se llama mierda 28
marrón. —Olí notablemente—. ¡Oh, no, espera! —El sarcasmo goteaba de cada
palabra—. Eso es una mierda.
Su ceja se levantó, y quise tomar un poco de orina del charco y lanzársela. En
cambio, me puse de pie mientras el líquido frío del charco goteaba por mis piernas.
Mis mejillas se colorearon antes de bajar el tono.
—Creo que, después de ver el lugar, puedes entender por qué no quería
compañía.
Él no me hizo caso.
—¿Tienes familia en alguna parte?
Empujando mi ropa de nuevo a mi saco de mierda, negué.
—Estoy seguro de que hay refugios por aquí. ¿Por qué no te quedas en uno?
Cerré la cremallera de la bolsa más fuerte de lo que debería. Él no lo entendería,
incluso si se lo explicara letra a letra.
—Confía en mí cuando te digo que no son todo lo que parecen.
Tiré la bolsa por encima de mi hombro.
—Si me disculpas, tengo que encontrar una lavandería frente a la que mendigar
mañana por la mañana, para no oler como un charco de orina.
Se enderezó con las llaves en la mano, y se volvió, señalando con la barbilla
hacia mí.
—Vamos, ratón.
Suspiré. ¿Por qué estaba siendo tan amable?
—No necesito que me lleves. Puedo encontrar una yo sola.
Se detuvo a la entrada del callejón.
—No voy a llevarte a la maldita lavandería. Te voy a llevar a casa. —Él inclinó la
cabeza ligeramente—. Es decir, a menos que no quieras una cama caliente para
dormir y un lugar para lavar tu ropa.
No hice caso a su pulla y lo vi caminar de regreso a la calle.
El tiempo pasaba. Ni siquiera conozco a este tipo. Ni siquiera debería estar
considerándolo. Pero cualquier cosa era mejor que la calle. Empujé mi bolsa más
arriba en mi hombro.
Y, al igual que el cachorro perdido que era, seguí a Lev a casa.
***
29
—¿Esto es tu casa? —pregunté con asombro mientras presionaba un mando a
distancia adjunto al visor solar sobre su cabeza.
Las grandes puertas de acero se abrieron y él gruñó una respuesta afirmativa.
Todavía asombrada, pregunté:
—¿No te pierdes aquí?
Resopló y sonó terriblemente cercano a una risa, pero seriamente lo dudaba.
—No te engañes. Son de hecho un complejo de tres casas. Mi hermano y mi
hermana también viven aquí.
Eso me sacó de mi admiración instantáneamente. Un estremecimiento bajó por
mi columna mientras el temor me tomaba por sorpresa.
—Espera, ¿qué? ¿Tu hermano? ¿El mismo hermano al que le robé la cartera?
Asintió silenciosamente y con los ojos muy abiertos con alarma, grazné:
—¡No puedo quedarme aquí!
—Relájate —dijo él en un tono tan aburrido que sonó como si le tomara todo el
esfuerzo del mundo decirlo—. Está bien. Todavía no está en casa y mi hermana está
fuera de la ciudad de momento. Tenemos todo el complejo para nosotros. Por ahora.
Mi estómago se apretó de nervios pero me quedé quieta por el miedo de perder la
comida que acababa de comer. Condujo más lejos por la gran entrada hasta que llegó
a un cruce en forma de T. Giró a la izquierda y vi una de las tres casas.
Aun así era mucho más grande en comparación que las otras casas y
apartamentos regulares que estaba acostumbrada a ver. La casa de dos pisos estaba
hermosamente diseñada desde afuera y tenía un estilo romántico con pintorescos
tonos blancos y ligeros amarillos arenosos. Las luces estaban encendidas y
repentinamente me pregunté si alguien más vivía con él. El grueso anillo de plata en
su dedo anular lo sugería.
—¿Estás casado?
—No.
Mis tensos hombros se relajaron un poco. Bien, eso era bueno. No necesitaba
una mujer alrededor acusándome de todo tipo de cosas desagradables. Las mujeres
podían ser brutales.
Estacionó afuera de la propiedad, caminó alrededor y me ayudó a salir del
coche, tomando mi bolsa de comida con una mano y ofreciéndome su codo
graciosamente. Lo tomé casi inmediatamente y me llevó por los escalones frontales,
hasta la puerta gigante de cristal.
Mi vientre rodó agresivamente. No pertenecía aquí para nada.
El interior de la casa era prístino, con brillante mármol blanco y mobiliario
masculino de madera.
La primera cosa que capto mi ojo en el gran recibidor fueron las escaleras a la
derecha y a la izquierda, que llevaban al segundo piso y se encontraban a la mitad.
30
¿Cómo se llamaba cuando las escaleras hacían eso?
—Es una escalera imperial. Muchas casas reales en Rusia la tienen.
Me giré hacia él, sin darme cuenta que había hecho la pregunta en voz alta.
Luego me giré de nuevo hacia las escaleras.
—Es un poco arrogante, ¿no crees? —Lo miré de reojo—. Compararte con la
realeza y todo eso.
Su labio se levantó tan ligeramente que podría haberlo imaginado.
—Eso es un poco presuntuoso, ¿cierto? —Me miró de reojo de vuelta—. Asumir
que no pertenezco a la realeza.
Mis ojos se agrandaron cuando susurré:
—¿Lo haces?
Se giró hacia mí y juró que sus ojos me sonrieron.
—No.
Rodando mis ojos, sacudí mi cabeza mientras caminaba hacia el lado izquierdo
de las escaleras y empezaba a subir.
—Sígueme, Ratón.
¿Ratón? ¿Por qué ratón? ¿Por qué no simplemente me decía lo que era?
Una rata callejera.
En la cima de las escaleras, pasamos a través de dos pasillos, uno llevaba hacia
la izquierda y el otro hacia la derecha.
Pareció dudar un momento antes de girar a la izquierda y llevarme hacia la
puerta al final de pasillo. Colocó su mano sobre la elegante manija y la abrió,
levantando una mano para encender las luces.
Era un dormitorio. Definitivamente el dormitorio de un hombre. Una mujer sería
demasiado conservadora para amueblar una habitación con mobiliario tan llamativo
y fuertes colores reales.
Parecía más como un apartamento, en verdad, al menos cuatro veces más
grande que un dormitorio normal. Definitivamente no podía quejarme sobre la
habitación, si aquí era donde iba a dormir. Tenía ventanas de tres pisos de alto en
esta sola habitación. Las cortinas eran elegantes, del tipo fruncidas en un borgoña
oscuro con delineado dorado. En la esquina derecha de la habitación había un gran
sofá de ante rojo granate, que tenía forma de L para encajar perfectamente en la
esquina. La cama estaba colocada en el lado opuesto al sillón, una cama King size de
caoba con mantas rojo oscuro y más almohadas de las necesarias. No había
televisión o ningún tipo de entretenimiento más que un librero de pared a pared en el
lado izquierdo.
Me paré ahí, con la boca abierta. 31
—Vaya. Esto es tan elegante.
Su siguiente oración me confundió.
—Esta es mi habitación.
—Entonces por qué…
Me tuve dando un paso atrás y alejándome de él. Con mi voz engañosamente
calmada, dije:
—No voy a acostarme contigo.
Me miró de arriba abajo y resopló:
—No quiero tener sexo contigo.
¡Oh, Mina… de nuevo con las suposiciones!
Giré mi cabeza para ocultar el hecho de que mi rostro ahora estaba color rojo
betabel. Me estaba avergonzando. Por supuesto que no quería dormir conmigo, no
cuando probablemente tenía un flujo eterno de hermosas mujeres jadeando por él en
Bleeding Hearts. Era tan idiota.
—No entiendo.
Lev se adentró más en la habitación antes de girar a la izquierda y desaparecer
en lo que parecía ser un armario escondido. Cuando regresó, ya no tenía puesta la
chaqueta de su traje y sus mangas estaban enrolladas hacia arriba.
Se detuvo a medio metro de mí, levantó su teléfono y antes que pudiera decir
una palabra, el flash se había apagado.
—Oye —me quejé, arrugando mi nariz.
Se encogió de hombros, colocando el teléfono en su bolsillo.
—Sólo una pequeña póliza de seguro, en caso de que decidas irte en medio de la
noche con alguna de mis cosas. —Él me miró—. No es nada personal. No te conozco.
No sabes nada acerca de mí tampoco. No me conoces. Pero mientras estés en mi
casa, tú y yo dormiremos en la misma habitación.
Abrí la boca para protestar, pero él levantó una mano y siguió hablando.
—El sofá se despliega en una cama. Ahí es donde voy a dormir yo. Puedes tomar
la cama. Perdóname por no confiar en alguien que conozco desde hace menos de tres
horas. Sobre todo en las circunstancias en las que nos encontramos.
Bueno... cuando lo decía así, tal vez estaba siendo desagradecida por protestar.
Bien. Tendría que cambiarme a mis bragas grandes y lidiar con ello.
Hablando de bragas...
—No tengo nada de ropa limpia. —Levanté mi bolsa—. ¿Hay algún lugar donde
pueda lavar esto?
Me quitó la bolsa y palidecí. 32
—¡No, espera, yo puedo hacerlo! —Salté por ella, pero lo sostuvo fuera de mi
alcance—. ¡Devuélvemela!
—Sólo quiero estar seguro de que no tienes nada peligroso aquí. —Me observó—.
Mi seguridad siempre vendrá antes de tu orgullo. ¿Entiendes?
Bueno, mierda.
Me tomó cinco segundos ceder.
—Está bien, pero, ¿puedo ser quien la vacíe? —Dudó. Declaré suavemente—.
Por favor.
Esperó un momento antes de entregarme la bolsa.
—Está bien, pero lo harás justo aquí. Justo en frente de mí.
Maldición. Tendría que tratar de ocultar lo que necesitaba tan discretamente
como pudiera. Uno por uno, saqué las cosas de mi mochila. Dos camisetas, suéter de
hombres andrajosos, que me servía de mucho en el tiempo más frío, un jeans negro
con agujeros en la parte inferior, un par de calcetines grises, y...
Envolviéndolos rápidamente, traté de deslizarlos en mi bolsillo, pero una mano
agarrando mi muñeca me detuvo. Apretó y me puse rígida.
—Enséñamelo.
El orgullo me mantuvo quieta. Mis mejillas ardían.
Apretó con fuerza suficiente para hacer moretones e hice una mueca.
—Enséñamelo.
Las saqué de mi bolsillo y las arrojé sobre la cama. Consternada, dije en voz
baja:
—Bragas. Son sólo bragas.
Echó un vistazo a las bolas negras de tela sobre la cama antes de poner mi bolsa
al revés y agitarla. La pequeña navaja suiza que me encontré en la calle cayó del
bolsillo lateral. Inmediatamente me defendí al ocultarla.
—No tiene filo.
Con ojos analizadores, la levantó para examinarla.
—Podrías atravesar a alguien si quieres hacerlo. —Él la puso en su bolsillo—.
No necesitas esto.
Por supuesto que no lo haría. ¿Qué hay de mi alma? ¿Quiere eso también? No es
que la necesite.
Estaba agradecida, por supuesto, pero todavía no entendía los motivos de este
hombre.
Tomando mi bolsa, empujó la ropa de nuevo en ella y la tiró sobre su hombro.
—Ven —ordenó, y obediente como era, lo seguí. Una puerta en el lado izquierdo 33
de la sala, junto a la estantería de la pared, se abrió, y al ver un baño, ducha,
champú y jabones, un temblor de placer me recorrió.
—Te puedes lavar aquí. Tómate tu tiempo.
Dio un paso atrás y añadió:
—Sólo te pido que no bloquees la puerta. No entraré a menos que lo necesite.
Cuando llame, por favor responde, o de lo contrario voy a creer que necesitas ayuda.
Eso sonaba razonable. Pero aun así, pregunté:
—¿Prometes que no entrarás?
Sus fríos ojos me traspasaron.
—No estoy buscando una emoción barata.
Ante mi mirada contundente, pronunció:
—No voy a entrar. No a menos que me lo pidas.
—Confía en mí, no te lo pediré. —Entré y fui a cerrar la puerta, pero me detuvo
antes.
Un ojo color whisky me miró.
—Quítate la ropa y entrégamela a través de la puerta.
Justo cuando estaba a punto de preguntar para qué, en el tono menos mordaz
posible, continuó:
—Voy a ponerla a lavar con las otras.
La puerta se cerró, me quité la ropa y envolví una toalla suave y esponjosa color
burdeos a mi alrededor, di la vuelta a la perilla, tiré la ropa, y grité:
—Gracias.
Un momento de silencio, y luego:
—De nada.
Lev me dejó en paz y tranquilidad mientras llenaba la bañera con agua caliente
y gel de baño perfumado de hombre. Miré a la bañera antes de mirarme en el espejo.
Estaba sucia. Mugrienta.
Por mucho que quisiera deslizarme en la bañera, decidí ducharme primero, y
desde el momento en que el agua demasiado caliente me golpeó, recorriendo mi
cuerpo desnudo, calentando el frío en mí, algo entre una risa y un sollozo se me
escapó. Levantando la cara, me dejé ser consumida por el sentimiento de éxtasis
cuando extendí la mano y masajeé champú en mi cabello. E hice esto sonriendo, a
pesar de que me tambaleaba.
Continué lavando cuatro meses de suciedad. Decir que “se sentía bien” habría
sido el eufemismo del siglo.
34
Se sentía divino.
Duchándome lo más rápido que pude, salí y me acerqué a la bañera,
metiéndome con cuidado en el agua casi abrasadora y bañando noches solitarias en
un callejón frío.
Y fiel a su palabra, Lev no irrumpió.
Traducido por Jenn Cassie Grey
Mina
***
La mañana llegó y casi como todos los días me desperté con el sol.
No había dormido tan bien desde… bueno… nunca. Me sentí descansada y
renovada. Parecía que no podía encontrar la fuerza para dejar las cálidas sábanas de
la cama, pero el baño me llamaba de una semi urgente manera. Pensé despertar a
Lev para preguntarle dónde estaba el baño dado que no había uno en su suite, pero
decidí no hacerlo. No quería ser una molestia.
Quitado las sábanas, me deslicé fuera de la cama y caminé de puntillas hasta la
puerta. Tiré de la manija, pero se atrancó. Frunciendo el ceño, miré abajo para ver
una llave dentro de la cerradura.
¿Por qué esta puerta se cerraba desde dentro?
No tenía tiempo de pensar en ello. Suavemente la giré y escuché el seguro
abrirse, y afortunadamente la puerta cedió sin ningún chirrido. Me deslicé a través
de ella, sin ser detectada.
Caminé delicadamente por el corredor, abriendo puertas mientras caminaba.
Las primeras dos estaban cerradas. Tuve suerte con la tercera. Era exactamente lo
que necesitaba y me tomé mi tiempo, agradecida por tener un momento para mí.
Mi tiempo en las calles significaba que estaba acostumbrada a mi propia
compañía. Se sentía extraño estar alrededor de gente. Suponía que era algo con lo
que tendría que estar cómoda rápidamente, viendo que iba a trabajar sirviendo
bebidas a la gente. Se esperaba que los camareros fueran sociables, y mentalmente
juré hacer lo mejor para no ser torpe. 39
Me levanté del baño, lavé mis manos, abrí la puerta y grité. Alto.
Lev estaba de pie ahí, vestido sólo con un par de bóxers grises, inclinado contra
la pared, parpadeando con sus ojos adormilados.
Apretando mi acelerado pecho, jadeé.
—Necesitaba usar el baño.
Su voz pesada por el sueño, murmuró:
—Ya lo veo.
Mis mejillas comenzaron a quemar.
—No me enseñaste donde estaba el baño la otra noche.
Parpadeó de nuevo.
—Me di cuenta de eso.
Mis palmas comenzaron a sudar. Con los ojos muy abiertos, solté ansiosamente:
—No estaba robando nada.
Sus ojos recorrieron mi cuerpo vestido sólo con una camisa.
—No, no se ve como que lo estés haciendo.
Entonces sentí la necesidad de recordarle.
—Dejé tu reloj en el mostrador del baño.
Hizo un gesto con mi barbilla hacia abajo señalando a su muñeca… donde el
reloj estaba, asegurado apretadamente.
—Está bien —susurré con alivio. Tragué fuerte asintiendo—. Bien entonces.
Alejándose de la pared, se estiró lánguidamente de una forma felina. Espié los
músculos de su abdomen apretándose de la forma más deliciosa. Mis ojos fueron
atraídos al camino de vello que llevaba debajo de su ombligo hacia abajo.
Entonces fue cuando me di cuenta que estaba mirando directamente a su polla
cubierta. Con un pequeño jadeo, levanté la cabeza y miré su pecho.
Se rascó ligeramente la barba de su mandíbula de acero.
—Deberíamos vestirnos para desayunar.
¡Sí!, gritó mi mente. ¡Las ropas son buenas!
Lo seguí hacia la habitación y vi mi ropa doblada ordenadamente en la mesita de
noche. Debió de haberlas sacado de la secadora en la mitad de la noche.
La pila era pequeña. Revolví entre ella, mis cejas frunciéndose en confusión.
—¿Dónde está el resto de mi ropa?
Caminando hacia el armario, respondió fríamente.
—Donde pertenecen. En la basura.
40
La furia se encendió a través de mí, pero hablé calmadamente.
—Esa era toda la ropa que tenía.
—Lo sé.
Claramente molesta, me puse mí único par de bragas limpias debajo de la larga
camisa. Mis pantalones negros les siguieron, y poniéndome de espaldas al armario,
me saqué la camiseta negra y la remplacé por mi camiseta blanca. Miré hacia abajo y
maldije en voz baja.
Mis pezones habían salido a decir hola.
—¿Dónde está mi sostén?
Él salió del armario, aún en bóxers, y haciendo sus cosas sin mirarme
murmuró:
—Te lo dije. En la basura.
Alzando la camisa negra para que cubriera mis protuberancias femeninas, jadeé
en sorpresa antes de espetar.
—¡Era el único que tenía!
—Estaba roto.
—Hacía su trabajo —respondí, cayendo en la histeria.
Escuchando mi molestia, giró su cara para mirarme y después le dio una mirada
a mi pecho antes de alzar una ceja.
—No necesitas un sostén.
Mi cara ardía. Coloqué mis brazos a mi alrededor tan fuerte como pude sin
doblarme sobre mí misma.
Bueno, eso fue grosero. Simplemente debió haberme dicho que mis tetas eran
pequeñas y que uno necesitaba bajar mis pantalones para asegurarse de que era, de
hecho, una chica.
Hombre, este chico estaba haciendo maravillas con mi autoestima.
—Necesito ducharme —anunció—. Y tú esperarás justo aquí.
Mi hosca respuesta de “Señor, sí, señor” fue cortada mientras la puerta del baño
se cerraba detrás de él.
Genial. Simplemente genial.
Esperé obedientemente en el borde de la cama y silenciosamente me pregunté
sobre mi decisión de tener fe en este hombre.
No sabía que era una terriblemente buena idea.
41
Traducido por Gigi D
Mina
ev, recién bañado y vestido con un traje gris de tres piezas sobre una
camisa blanca impecable, me llevó por la puerta trasera de su casa,
pasando por un camino hacia una casa aún más grande.
Caminamos en completo silencio, pero mientras nos acercábamos a la puerta,
me ordenó en voz baja:
42
—No hables.
Acomodando el enorme suéter de cachemira que me prestó, asentí,
permitiéndole llevarme de la mano por un vestíbulo idéntico al suyo y a la derecha,
hacia un enorme comedor. Había una bandeja con fruta en el centro de la mesa con
un jarrón decorativo a cada lado. Había un hombre sentado a la mesa leyendo el
periódico, un tobillo apoyado sobre su rodilla.
También llevaba un traje, pero a diferencia de Lev, tenía aspecto intimidante.
Lo reconocí de inmediato. A este hombre le había robado la billetera anoche. Era
el hermano de Lev.
—Sasha —dijo Lev a modo de saludo mientras entrábamos en el cuarto. Intenté
quitar mi mano de la suya, pero la sostuvo con firmeza. Tiré un par de veces más y
finalmente, por compromiso, apoyó mi mano en su codo.
El hombre, Sasha, no levantó la vista del periódico.
—Buenos días.
Levantó su taza de café y bebió. Aún leyendo, su ceño se frunció.
—¿Adónde desapareciste anoche? ¿Y dónde encontraste mi billetera? No me di
cuenta de que la había perdido hasta que Anika me la devolvió.
—No la perdiste —respondió Lev—. Mina la robó.
Y mi corazón se detuvo.
¿Qué mierda, Lev?
Oh Dios. Estaba en problemas.
—¿Y quién mierda es Mina? —murmuró Sasha mientras levantaba el rostro.
Al verme, me observó de arriba abajo antes de volverse hacia Lev.
—¿Hay algún motivo por el cual estemos discutiendo esto frente a… quien sea
que sea ella?
Lev aclaró:
—Esta es Mina.
Mis palmas comenzaron a sudar. Casi me desmayé en ese instante, pero clavé
mis uñas en el brazo de Lev para estabilizarme.
—Ah. Ya veo. —Sasha volvió a beber su café antes de mirarme—. Siéntate. Por
favor.
Su “por favor” no sonó como un pedido, sino como una orden, pero aun así,
habló suavemente.
Mi estómago se sintió chistoso de repente. Miré a Lev con ojos como platos y
susurré:
—¿Es una trampa?
43
Mirándome, palmeó la mano en su codo, sacó una silla y me ayudó a sentarme.
—Relájate. Sólo estamos charlando.
Sasha dobló el periódico y lo apoyó en la mesa frente a él.
—Entonces, Mina, ¿robar billeteras es un hábito tuyo?
—No —respondí suavemente por el dolor de mi garganta.
Entonces Lev habló.
—Tenías setecientos dólares en tu billetera.
Sasha miró a su hermano.
—Soy consciente de eso.
Lev se estiró hacia la bandeja de fruta, tomó con cuidado un puñado de frutas, y
se metió una en la boca. Masticando, gesticuló hacia mí.
—Sólo tomó cien. —Se metió otra uva en la boca—. El resto lo dejó.
Sasha alzó las cejas de una forma similar a como había visto hacerlo a Lev. Me
miró con dureza.
—No eres una buena ladrona.
Lev giró la cabeza para mirarme.
—Eso es porque no es una ladrona.
—Ya veo —murmuró Sasha mientras se rascaba la barbilla—. De acuerdo. ¿Y
por qué está aquí?
Fruncí el ceño. No me gustaba que hablaran de mí como si no estuviera.
—Se quedará conmigo hasta que recupere su camino. La contraté. Es la nueva
chica del bar. Y con su historial, estoy seguro que podrá detener los problemas antes
de que comiencen. Me asistirá a mí.
Lev miró a su hermano y dijo llanamente:
—Mina no tiene hogar. Robó el dinero porque estaba hambrienta.
—Ya veo. —Pero Sasha no parecía verlo. Además, me miraba como si fuera una
cucaracha que deseara aplastar.
Habló directamente con Lev:
—Tú serás el responsable si ella la caga. Iré por tu trasero, hermanito.
Lev me miró.
—No la cagará. Tiene mucho que perder.
Quería protestar. Quería explicar que una persona sin nada no tenía nada que
perder. Pero guardé silencio. Esta charla era sobre mí, no conmigo. Claramente.
Y entonces Sasha se dirigió a mí:
44
—Creo que ya habrás adivinado que mi nombre es Sasha. Y aunque Lev está a
cargo de los pisos en Bleeding Hearts, soy el jefe. —Tomando un tenedor, me señaló
con él—. Aquí no hay nada de esa mierda de “tres errores y te vas”, pequeña. Una
cagada, y te vas. Sin segundas oportunidades.
No respondí, simplemente porque no quería decirle que se metiera el tenedor por
el trasero. Pero ante el silencio prolongado, comprendí que era necesaria una
respuesta.
—Entiendo.
Sasha sonrió, y pude ver lo apuesto que era.
—Me alegro. Bienvenida a bordo.
Él y Lev eran parecidos, sólo que Lev era más alto, y Sasha tenía más músculo.
Ambos tenían cabello oscuro, peinado elegantemente. Ambos tenían ojos del color del
coñac. Ambos tenían labios carnosos, y ambos llevaban sus trajes muy bien.
Desde ese momento Sasha me ignoró. Aunque sí habló con Lev.
—Te necesito hoy. ¿Tienes un momento después del almuerzo?
Lev comió otra uva y se me hizo agua la boca.
—Sí. ¿Has pensado en la idea del curso de primeros auxilios que propuse?
No había comido fruta fresca hacía mucho. Quería sentir el jugo dulce para ver
si era como lo recordaba.
Sasha respondió:
—Sí. Lo vamos a hacer. Todo el personal de seguridad y de la barra lo hará.
Mientras van rotando pueden elegir un día libre para hacerlo, y se les reembolsará su
tiempo. —Hizo una pausa—. ¿Y Lev? Alimenta a tu maldita mascota antes de que
colapse.
Mirando a Sasha, salté en defensa de Lev.
—No tengo hambre.
Justo cuando lo decía, mi estómago gruñó de la forma más escandalosa posible.
Y duró lo que parecieron días.
Me volví a Lev, con las mejillas encendidas.
—Estoy bien, de verdad.
Pero él estaba frunciendo el ceño, pareciendo avergonzado. Se inclinó hacia mí y
habló muy bajito:
—Lo lamento.
Le susurré:
—No te disculpes. Has sido muy generoso, Lev. —Me estiré para apretar su
brazo—. No podré agradecértelo lo suficiente.
Murmuró en voz baja: 45
—Desearía que me hubieras dicho que tenías hambre. No soy muy bueno
leyendo a la gente, Mina.
¿Cómo había cambiado tan rápido la situación? ¿Por qué yo me sentía culpable?
Ante su expresión de tortura, me disculpé. Obviamente estaba avergonzado.
—Lo siento. Es que has sido tan amable, que no quiero parecer desconsiderada.
La próxima vez te lo diré, lo prometo.
Asintió mientras una mujer de cabello gris con gafas y vestida de negro entró
sosteniendo un plato de huevos y tocino con setas salteadas. Olía increíble. Lo apoyó
frente a Sasha y le sonrió a Lev.
—Buenos días señor Leokov. ¿Qué le gustaría hoy?
Lev curvó los labios.
—Buenos días Ada. Me gustaría un omelette. Y Mina quiere…
Los tres me miraron. Lev esperó pacientemente y Ada me sonrió
alentadoramente. Sasha me miró como un halcón.
—Oh —dije—. No soy exigente. Cualquier cosa estará bien.
Ada rió.
—Cualquier cosa no es una comida, cariño. —Sonrió—. Puedo hacerte huevos y
tocino, panqueques, tostadas, waffles, avena o cereales, o tengo algunas tortitas
recién horneadas. ¿Cuál prefieres?
Le sonreí.
—Huevos y tocino suena genial.
Ya estaba salivando al ver el plato de Sasha.
—¿Revueltos?
—Claro.
Me guiñó.
—Volveré enseguida.
No me sorprendo fácilmente, pero lo que sucedió a continuación me dejó sin
habla. Sasha se puso de pie con su plato, caminó alrededor de la mesa, y lo puso
frente a mí. Volvió a su asiento, se reclinó, y todo sin una sola palabra.
Miré el plato un momento antes de volver a mirarlo a él. Me miró, sus ojos
cortantes, y me pregunté si este hombre era tan duro como hacía creer.
—Gracias —dije sinceramente, con suavidad.
Rompió el contacto visual, levantó su periódico lo suficiente para no verme, y
siguió leyendo. 46
—De nada.
Comí despacio, saboreando cada bocado de los esponjosos huevos revueltos, las
suaves y condimentadas setas, y el crocante tocino. Era perfecto, y en secreto
deseaba caminar hasta la cocina y abrazar a Ada.
Lev me vio comer. Lo hizo tan obvio que sin darme la vuelta ni dejar de comer, lo
notaba.
Estaba llevando otro bocado a mi boca cuando oí la puerta abrirse. Una mujer
gritó:
—¡Estoy en casa!
La comida se sintió de repente más pesada en mi estómago. A las mujeres
nunca les gustaba. Encontraban algún problema conmigo, y nunca podía entender
por qué, ya que intentaba ser amable con todos.
Una morena alta y despampanante con cabello ondulado, una enorme boca y
brillantes dientes blancos entró en el comedor empujando un carrito con una
adorable niñita en él. Llevaba jeans, tacones altos y un suéter color caramelo. Sus
ojos se posaron inmediatamente sobre mí. Su sonrisa cayó.
—Lo lamento. No sabía que teníamos compañía.
Avanzando, se inclinó para besar a Lev en la mejilla y murmuró:
—Hermano. —Se volvió e hizo lo mismo con Sasha. Ambos aceptaron con gracia
sus besos. Ella no tenía que aclarar que Sasha y Lev eran sus hermanos. Cualquiera
podía ver la relación.
Caminó al asiento más alejado, acercando el cochecito hacia ella,
desabrochando a la niña y sacándola.
—Soy Nastasia —murmuró distraídamente.
Lev respondió por mí mientras masticaba.
—Esta es Mina, la nueva chica del bar. —Y entonces hizo lo increíble.
Sonrió.
Era una sonrisa amplia y brillante y perfecta. Sus dientes eran blancos y
perfectamente derechos. Tenía un único hoyuelo marcado en su mejilla, y su rostro
se transformaba por él.
Mi Dios.
Mi corazón tembló al notar lo hermoso que era Lev. Quiero decir, siempre me
pareció atractivo, pero ahora era algo increíble. Delicioso.
La mujer, al ver la sonrisa de Lev, le dio a la niñita y de nuevo, me sorprendí de
que él la aceptara sin quejas, sentándola en su regazo y abrazándola suavemente
antes de besarle la cabecita. Nastasia me miró de nuevo, su sonrisa desvaneciéndose.
Me recibió al igual que Sasha. No estaba segura de mí. Y yo no la culpaba.
47
Su pequeña sí que era hermosa. Tenía los ojos claros de la familia y el cabello
oscuro, pero su cabello se elevaba en hermosos rizos y ahora lo llevaba recogido en
dos coletas. Era difícil mirarla y no sonreír. Era adorablemente regordeta, y tenía
pestañas tan largas que parecía una muñeca de porcelana.
La mirada de Nastasia se volvió dolorosa. Necesitaba hacer algo y rápido.
Me puse de pie y me detuve a un metro de ella. Me miró, y alzó una ceja. Estiré
mi mano.
—Lo lamento, es que estaba comiendo. No quería ser descortés. Me llamo Mina.
Sus ojos se entrecerraron ante mi mano y después de un instante, la tomó.
—Llámame Nas. Todos lo hacen.
Ella liberó mi mano y yo me senté, tomando mi tenedor. Miré a Nas, quien
observaba a su hermano y a su hija con ternura. No pude evitar sonreírle.
—Es preciosa.
—Lo sé. —Nas sonrió suavemente—. Y ella también.
Sasha se puso de pie, caminando hacia Lev.
—Dame a mi niña.
Lev se la pasó, y Sasha le besó la mejilla con amor, hablando suavemente en su
oído mientras ella le quitaba el pañuelo decorativo y se lo metía en la boca. De
repente me sentí confundida. ¿De quién era ella?
Ada trajo otro plato y, al ver el que estaba frente a mí, sonrió y le dio a Sasha el
plato. Mientras pasaba frente a Nas se inclinó y le besó la frente antes de dejar otro
plato frente a Lev. Mientras se dirigía a la puerta le preguntó a Nas:
—¿Quieres algo querida?
Nas de repente parecía cansada.
—No, comí en el avión. Pero gracias Ada.
Lev dijo:
—Me gustaría preguntar por qué llegaron antes, pero siento que ya sé la
respuesta. ¿Cómo estuvo el vuelo? ¿Lidiya molestó mucho?
Entonces la niña comenzó a hablar.
—Iiya. Iiiiiya. Iiiiiiiiiya.
Miró a Sasha y dijo:
—Asha. Mi diiiya. Aiiiya. —Miró a Lev y metió una mano en la boca de Sasha.
Me sorprendió que no ofreciera resistencia y simplemente sonriera—. Papá. Papá. —Y
luego de Nas—. Iiiiia. Iiiiiia. Mi ia. Ia. 48
Y entonces me miró, parpadeó y se volvió hacia Sasha murmurando un dudoso:
—heeena.
Sasha sonrió levemente y Lidiya mostró una sonrisa llena de dientes, sus ojos
sonriendo igual que los de Lev.
Me volví hacia Lev y sonreí.
—Se parece a ti.
Se volvió hacia mí, sus ojos divertidos.
—Eso tiene sentido. —Hizo una pausa antes de añadir—, después de todo, es mi
hija.
Traducido por nikki leah
Mina
***
La tienda de ropa donde Nas me llevó no se parecía a nada que hubiera visto
antes. Al entrar, nos sirvieron champán, que bebí una vez antes de dejarlo a un lado, 51
porque sabía a mil culos melosos. La empleada se quedó allí, evaluándome mientras
Nas le decía lo que necesitaba.
Me metí en un vestidor que olía a flores silvestres y era del tamaño de una
habitación individual, con tres atuendos en la mano. Tan pronto como me desnudé,
Nas abrió la puerta y entró.
Chillando, utilicé mi brazo para cubrir mis tetas y susurré:
—¿Qué demonios estás haciendo?
Ella resopló.
—No tienes nada que no haya visto antes, Kulka. —Ante mi claro pánico, giró los
ojos—. Relájate, Max. Sólo quería ver cómo te quedaba la ropa.
—Date la vuelta —pedí.
Ella me miró atentamente.
—Jesús. —Finalmente se volvió—. ¿Tan mojigata?
Alcanzando el vestido más cercano, lo tiré sobre mi cabeza.
—Puedes darte la vuelta ahora. —Me miré en el espejo. El vestido era negro,
apretado, e innegablemente atractivo, pero…—. Esta no soy yo.
Nas se acercó más, tirando de la prenda, con el ceño fruncido.
—Creo que es una especie de punto, ¿no? —Dio un paso atrás, evaluando el
vestido en mí. Negó con la cabeza—. No, no. No está bien. Prueba otro.
Se dio la vuelta antes de que pudiera preguntarle y estaba agradecida. Me quité
el vestido negro y me probé uno blanco. En gran medida el mismo estilo, ajustado y
entallado, pero éste tenía un estilo lápiz en la parte inferior. Me gustó.
Por la forma en que Nas sonrió, le gustaba también.
—Sí. Ponlo en la pila de sí.
Después de probarme en el resto de la ropa, estaba claro que nada más se veía
bien en mí. Nas se quebró bajo la presión, gruñendo:
—Eres tan jodidamente delgada. Pareces enferma.
Lo dijo con ira, y sabía que no debería habérmelo tomarlo a pecho, pero lo hice.
Volviendo mi espalda hacia ella, escondí mis ojos brillantes, parpadeando las
lágrimas de vergüenza. Sabía lo que parecía. No necesitaba recordatorios. La forma
en que me veía me ponía enferma. Sabía que parecía enferma. Me sentía enferma.
¿Pensaba que tenía una opción?
—Oye —pronunció en voz baja y luego añadió con torpeza—, lo siento.
Asentí, todavía de espaldas a ella. Ella suspiró.
—Me llevaré el que te gustó y probaremos en otro lugar, ¿de acuerdo?
52
El pestillo de la puerta se cerró suavemente detrás de ella, y rápidamente me
cambié a mis jeans demasiado grandes, mi desaliñada camiseta blanca y el enorme
suéter de Lev, deslizándome en mis chanclas. Desde fuera de la puerta, escuché a
Nas hablar con la empleada.
—Vamos a llevarnos esto. El resto lo pensaremos.
—Muy bien —afirmó la empleada—. Ese será 849 dólares$ ¿Cómo va pagar hoy,
señorita?
Antes de que Nas pudiera responder, volé fuera del vestuario con rabia.
—¿Has perdido la cabeza?
La empleada inhaló mientras Nas miraba abiertamente hacia mí.
—¿Cuál es tu jodido problema?
—¡No! —grité.
Mirando directamente al empleado, escupí:
—Ese vestido no vale tanto dinero. ¿Sabes a cuántos niños que mueren de
hambre podrías alimentar con 800 dólares? ¿Lo sabes? —Con mi voz temblorosa,
murmuré—. Qué vergüenza.
Sin esperar una respuesta, salí de la boutique, mis pies apresurándose para
llegar a algún lugar, cualquier lugar lejos de allí. No llegué muy lejos antes de que
Nas viniera corriendo tras de mí.
—¡Oye! Espera, pequeña tonta.
—Vete a la mierda. —Volví la cabeza, silbando.
Ella me atrapo, gracias a sus ridículamente largas piernas.
—Así que el gatito tiene garras. —Sonrió—. Podríamos llevarnos bien después de
todo.
Caminamos una al lado de la otra, y pacientemente, dejándome alejar la ira. Se
echó a reír y la miré.
—¿Qué?
Parándose, se echó a reír con más fuerza, agarrándose el estómago y secándose
las lágrimas de risa. Cuando consiguió calmarse, se rió disimuladamente.
—Debiste haber visto la cara de esa perra engreída después de que te fuiste.
Se enderezó, poniendo una mano en su pecho, e imitó a la empleada de la
tienda:
—¡Bueno, jamás!
No pude evitarlo. Solté un bufido. Me reí suavemente, luego más fuerte, hasta
que estaba carcajeándome con hilaridad.
—Por lo menos le di algo de qué hablar con sus amigas engreídas.
53
Nos encontramos un banco y me senté, Nas se sentó a mi lado.
—Entonces —comenzó—, ¿qué vamos a hacer con la situación de la ropa? —Abrí
la boca, pero ella contuvo su palma hacia arriba para detenerme—. Antes de que te
lances, vamos a tener que hacer un compromiso.
Mordí el interior de mi labio, mientras se me ocurrió una solución adecuada.
Con un suspiro, levanté mi brazo en la dirección de la boutique.
—No necesito ese tipo de cosas. No gastaría tanto normalmente. ¿Sabes cuánto
tiempo podría haber vivido en las calles con 800 dólares?
Su rostro se suavizó, al igual que su tono.
—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la calle?
—Desde que tenía diecisiete. —Calculé rápidamente—. Tengo veinticuatro ahora,
así que durante unos siete años.
Ella asintió lentamente.
—¿Nunca solicitaste ayuda o vivienda?
Sacudí mi cabeza.
—¿Por qué? —preguntó.
Eché un vistazo hacia ella.
—¿Respuesta honesta?
—Nada menos.
—Tardas entre unos dieciocho meses a unos dos años conseguir que te la den.
Era mucho tiempo para mí. —Un pequeño encogimiento de hombros y luego lo tomé
de profundidad—. Supongo que nunca esperé vivir en la calle tanto tiempo.
Nas se apartó de mí entonces, manteniendo sus ojos en el suelo, contemplando
algo. Nos quedamos en un cómodo silencio, disfrutando inmensamente, cuando
habló.
—Bueno, ¿dónde vamos después? Tenemos que conseguirte algo para usar esta
noche.
Solté un largo suspiro y luego sonreí.
—¿Algunas tiendas de segunda mano por aquí?
Su ceja se elevó.
—Ni muerta me van a atrapar en una de esas, y mucho menos usando ropa de
alguien más.
Rápidamente añadió:
—Sin ánimo de ofender.
—No me ofendí. —Mi sonrisa se convirtió en una mueca—. Dame una hora.
Apuesto a que incluso puedo encontrar algo para ti. 54
Ella se burló.
—No es malditamente probable.
Mi sonrisa era como la de un gato.
—¿Quieres apostar?
***
Nuestro viaje a la tienda de segunda mano duró casi dos horas, y para el final de
ello, Nas hablaba por los codos. Según lo prometido, encontré algo que incluso ella
no podría negar que era increíble. Me arrebató la recortada chaqueta de cuero
italiano, y cuando la llevé al mostrador, me las arreglé para regatear el precio a
treinta dólares.
Nas miraba con los ojos muy abiertos, claramente impresionada. Más tarde me
dijo que al por menor, una chaqueta como esa hubiera costado un mínimo de 400
dólares.
Tuve que admitir que lo hice bien bajo las circunstancias. Algunas de las
prendas que elegí eran ligeramente grandes para mí, pero planeaba engordar un poco
y recuperar el peso que había perdido en el último año. Me decidí por unas camisetas
retro, un par de pantalones de mezclilla, un par de vaqueros negros, una falda lápiz
negra a rallas, una blusa blanca que olía un poco como el armario de una abuela
pero se veía elegante y femenina, una camisa negra, un suéter blanquecino (también
demasiado grande), y un par de pijamas amarillo brillante, que aún llevaban las
etiquetas.
Después nos fuimos con las bolsas en la mano y Nastasia de un considerable
mejor humor, le pedí que me llevara a un supermercado local, donde podría
conseguir ropa interior, calcetines, unos cuantos pares de tacones, chanclas y
zapatillas de deporte baratos, y un cepillo de dientes. Nas me ayudó a elegir
sujetadores de mi talla, y después de ver el lamentable estado de mi cuerpo, ella se
comprometió a poner un poco de carne en mis huesos, asignando a Ada a
mantenerme alimentada. Cuando nos íbamos, pasamos en el mostrador de
cosméticos, y Nas me dijo que eligiera lo básico, preguntándome si sabía cómo hacer
mi propio maquillaje.
Sonreí para mis adentros.
—Había un centro comercial a unas pocas cuadras de mi callejón. De vez en
cuando me gustaba ir. Había una dulce señora trabajando en cosméticos, y ella debía
saber que no tenía el dinero para gastar, porque se sentaba conmigo y me enseñaba
cómo aplicar mi propio maquillaje, diciéndome que podía venir en cualquier momento
para utilizar los probadores. Así que al final, aprendí.
Elegir el tono apropiado de la base fue difícil, ya que estaba muy pálida, pero
Nas ayudó, escogiendo un ligero rubor, delineador de ojos negro y máscara de 55
pestañas, una paleta de sombras de ojos, y un surtido de colores de brillo de labios.
Terminé.
Mientras caminábamos hacia el coche, le pregunté, con cuidado de no
regodearme:
—¿Cuánto gastamos en total?
Nas intentó miró hacia mí de reojo.
—Un poco más de unos ciento ochenta dólares, culo inteligente.
Ciento ochenta dólares.
Lo devolvería. No importaba cuánto tiempo tardara.
Mientras conducíamos, Nas me sorprendió bostezando. Codeó mi hombro.
—Oye. No te atrevas a quedarte dormida. Hay una parada más que tenemos que
hacer.
A mitad de bostezo, gruñí:
—Estoy tan cansada.
—Puedes tener una siesta cuando vuelvas a la casa. Es probable que lo
necesites. Tu turno probablemente terminaría alrededor de las dos a.m.
Necesitaría una siesta. No lo haría hasta las dos a.m. sin dormir.
—¿A dónde vamos?
Ella sonrió con picardía.
—Ya lo verás.
56
Traducido por HeythereDelilah1007
Lev
¿
or qué estaban tardando tanto?
Revisé mi reloj. Decía que eran las tres y treinta y seis de
la tarde. No era sorprendente, sólo habían pasado cinco
minutos desde la última vez que miré. 57
Sacando mi teléfono, toqué sobre el número de Nastasia y presioné marcar justo
en el mismo momento en que su Mercedez Benz E44 Cabriolet estaba estacionándose
en la entrada. El coche era un regalo reciente de mi parte por su treintavo
cumpleaños. Por la manera en la que lo conducía, podría pensar que lo odiaba.
Mi mano estaba en la manija de la puerta antes de que cualquiera de las chicas
hubiera abierto una de las suyas. Dudé, no queriendo que pareciera como si hubiera
estado ansioso. Nastasia abrió su puerta primero, y mis cejas se levantaron con el
sonido de su risa. Mi hermana solo tenía una amiga, Anika. A Nastasia no le
gustaban las mujeres. Verla riéndose abiertamente con otra mujer me confundía.
Salió Mina, y todo mi aliento me dejó rápidamente. Se veía hermosa. Usando
unos jeans azules ajustados y una blusa blanca y suelta, desabotonada un poco
demasiado, haciendo que mi mente actuara erráticamente.
Su largo y ondulado cabello acababa de ser cortado y alisado, brillantemente
cayendo en cascada por su espalda. Se había aplicado rímel ligeramente en sus
pestañas, enmarcando sus grandes ojos verdes. Sus labios brillaron con la luz del
sol.
Seguía estando demasiado delgada, pero como le había dicho la noche anterior,
no se podría esconder de mí. Retrocedí mientras la puerta voló abierta. Nastasia
sonrió.
—Hola, hermanito.
Ella se movió a un lado, sus brazos extendidos hacia Mina.
—¡Ta Da! —Esperó. Y esperó. Pero todo lo que yo podía hacer era mirar
fijamente.
Finalmente, mi hermana cedió a la irritación.
—¿Y bien? ¿Simplemente te vas a quedar ahí parado? —resopló—. ¿Cómo se ve,
Lev?
Mina me miró a través de pestañas bajas, mordiendo el interior de su labio.
Estrujó sus dedos, y me pregunté cómo se sentiría tener esos dedos pasándome por
el cabello.
¿Cómo se veía?
—Como una obra de arte —le respondí sinceramente.
Mina parpadeó, liberando el interior de su labio. Su boca se abrió ligeramente.
Esos labios llenos llamándome a probarlos.
Ella dejó escapar:
—Nas me llevó a un salón de belleza elegante. Me maquillaron y me peinaron. —
Sacó sus manos para mostrarme sus uñas pintadas—. Me hice la manicura y la
pedicura, también. Luego me delinearon las cejas y me depilaron las pier…
Dándose cuenta de que estaba divagando, sus mejillas se volvieron rosadas y 58
terminó rápidamente con un:
—Pero tú no quieres saber nada de eso.
Y todavía, yo la miraba fijamente.
Tomando un montón de bolsas, caminó más allá de mí, la parte superior de su
brazo pasando contra mi pecho.
—Llevaré estas arriba. —La miré caminar por las escaleras en sus tacones.
Caminaba como un becerro recién nacido.
Nastasia susurró:
—Estamos trabajando en eso. Dale tiempo. Esto es todo muy nuevo para ella.
—No he dicho nada.
Mi hermana se rió.
—No hubo necesidad, Lev. Contigo nunca hay necesidad. —Sacudió una mano
delante de mi cara—. Está todo escrito ahí, plano y simple, para que el mundo lo vea.
La seguí a la habitación familiar, donde Lidiya estaba jugando con sus muñecas.
—Deduzco que las cosas fueron bien hoy.
—Al principio no, pero —me sonrió—, me divertí. Fue divertido. Fuimos de
compras, hicimos cosas de chicas, paramos para comer algo, y luego… —Hizo una
pausa—. Está bien, entonces terminamos lo que estábamos haciendo, y le pedí a
Mina que me mostrara dónde vivía. —Su cara se oscureció—. No sé cómo alguien
pudo haber vivido así durante siete años.
¿Siete años? ¿Había vivido así por siete malditos años?
Eché humo en silencio, queriendo matar a golpes a la persona que la puso en
esta posición, e iba a descubrir quién era.
—Estábamos por la zona, y de repente gritó “¡Detente!” así que, por supuesto,
me asustó como el demonio y me detuve. Ella salió del coche con su almuerzo y
persiguió a este pequeño ladrón adolescente. Él era solo un niño, Lev. —Sacudió su
cabeza—. Entonces estaba observando y, finalmente, el niño se detuvo. Se veía casi
dispuesto a aplastar cabezas. Pero entonces, la reconoció. Hablaron. Ella le pasó su
sándwich. Él le sonrió. Ella saludó con la mano, volvió al coche, se subió, y actuó
como si nada hubiera pasado.
—Ya veo. —Lo vi desde el principio. La chica no era una ladrona. Tenía razón
sobre ella.
Nastasia me miró fijamente a los ojos.
—Me gusta, Lev. Es una buena persona, ¿sabes?
—No. No lo sé. No todavía.
Pero pretendo averiguarlo.
59
Traducido por Vanehz
Mina
—¿
ina? —Oí vagamente.
No estaba interesada. Sin embargo, me removí
más entre las mantas, desesperadamente esperando
que se fundieran conmigo, así no tendría que irme. 60
—Es hora de despertar, Ratón.
Sacando mi barbilla del edredón, gemí larga y dolorosamente.
—Cinco minutos más.
—Debes recordar que dijiste lo mismo las últimas tres veces que traté de
despertarte.
Oh. Era cierto.
Todo regresó a mí.
Lev había estado tratando de levantarme por unos veinte minutos, pero cada vez
que juraba que estaba despierta y bien para que se fuera, caía dormida otra vez.
Espié hacia él. Estaba de pie junto a la cama, luciendo y oliendo frescamente a
limpio. Su mandíbula era oscura por la barba de tres días, y su ligera colonia olía
comestible. Mi respuesta fue apagada contra la cama.
—Está bien, estoy despierta. Dame cinco minutos.
—Te los daría, pero has probado ser bastante embustera en ese frente —acusó
ligeramente.
Traté de fruncir el ceño, pero mis ojos somnolientos seguían parpadeando,
arruinando el efecto. Sus ojos, del color de la miel caliente, se contrajeron en las
comisuras mientras me miraba.
Sabía que había una sola cosa que hacer. De un solo golpe, las mantas volaron
fuera de mí y me senté, sacudiendo mi cabeza para aclararla del sueño.
—Está bien. —Me puse en pie—. Síp. Eso lo consiguió. Estoy despierta. —Pero
mientras, mis ojos empezaron a cerrarse otra vez. Murmuré—: Estoy despierta de
alguna forma.
—¿Qué llevas puesto? —preguntó, su disgusto era claro.
—Mi nuevo pijama. —Miré hacia abajo al pijama amarillo canario y de vuelta a él
un poco a la defensiva.
Me miró de arriba abajo y no en buena forma.
—Es horrible.
Mi nariz se arrugó.
—No lo elegí porque fuera bonito. Es cómodo.
No me atrevía a decirle que estaban en oferta a cuatro dólares.
—Nueva, debo añadir.
Mis ojos se habían cerrado otra vez, maldición.
Lev obviamente nunca había tenido un problema en su vida, porque su larga y
cálida mano estaba repentinamente en mi frente.
61
—¿Estás segura de que estás bien? Pareces letárgica.
Levantando mi mano, empujé la suya gentilmente y me burlé.
—Estoy bien. Es esta cama. Es mágica. No quiero dejarla nunca. Si pudiera,
comería en esta cama. Es la cama mágica.
Sonreí somnolienta hacia él, pero todo lo que podía enfocar era su duro ceño.
Sacudió su cabeza.
—No, no creo que estés bien para trabajar esta noche. Quizás la próxima
semana.
Me quedé quieta.
—Espera, ¿qué?
Bien, eso tenía el efecto esperado. Me disparé fuera de la cama.
—Estoy bien. Me siento bien. Sólo necesito…
Mi cerebro aún no se había despertado con mi cuerpo.
—No lo sé. Necesito algo.
—Café —aportó.
Podría haberlo besado.
—Sí. —Esto vino en un largo suspiro.
—Ya está haciéndose. Quizás una ducha podría ayudar.
Estaba en lo cierto, por supuesto.
Abriendo mis ojos tan amplios como podía, arrastré mis pies hacia el baño.
Habló tras de mí.
—Estaré escaleras abajo.
Mientras cerraba la puerta, me recordó:
—No trabes la puerta, Ratón. Odiaría que te durmieras y te cayeras ahí.
Fruncí el ceño pero no me molesté en remarcar su descaro. En vez de ello, rodé
mis ojos, até mi nuevo cabello alisado hacia arriba y salté bajo el cálido rocío, con
cuidado de no mojar mi rostro. Una vez despierta, me enjaboné, me enjuagué y salí.
Esta casa era como un enorme y cálido abrazo.
La cama era cómoda y caliente. La ducha era calentita. Las luces del baño
calentaban mi cuerpo desnudo, secándome mientras estaba parada ahí,
empapándome de pies a cabeza como la luz del sol. Era como un hotel de cinco
estrellas. O así imaginaba que debía ser. Nunca realmente me quedé en un hotel
antes, mucho menos uno que fuera de cinco estrellas.
Mientras estaba parada ahí, desnuda, pensé en Lev y por qué me había traído
aquí. Aún tenía que entenderlo. Parecía genuino en su gesto pero mi historia me 62
había dicho que nunca conseguías nada por nada.
Estaba mentalmente lista para cuando el balón cayera.
Habiendo colocado mis ropas en el baño aquella tarde antes de mi siesta, me
vestí con lo que llevaba cuando regresé de mi expedición de compras con Nas.
Quitando el clip de mi cabello, lo cepillé suavemente siguiendo las instrucciones de la
estilista; de otra forma, estaba destinada a tener frizz6. Aparentemente. Lo que sea
que significara esa mierda.
Mi maquillaje aún lucía bien. Estaba sorprendida por cuánto maquillaje habían
aplicado a mi rostro para conseguir ese look “natural”.
Me reí de mí misma. Esto era absurdo.
Mientras dejábamos el salón de belleza y regresábamos al coche, Nas me había
dado una pequeña bolsa. Con mi ceño fruncido, espié dentro.
Era todo el caro maquillaje que había sido usado en mi rostro por la especialista
en belleza.
—¿Qué…? —boqueé hacia ella—. ¿Por qué?
Se encogió de hombros.
—Se ve bien en ti, y no vas a ser capaz de conseguir el mismo efecto con las
cosas baratas que compramos antes.
6
Frizz: Encrespamiento, esponjamiento y la manifestación de electricidad estática en el cabello.
Vio mi obvia incomodidad y trató de calmarme.
—No tienes que usarlo, pero no puedo devolverlo. Me gustaría que lo usaras.
Aún estaba insegura.
Lo intentó por otra ruta y una tentativa mirada aburrida.
—Además, el club tiene una reputación de tener a algunos de los rostros más
hermosos del país. —Me miró de lado—. Traerás abajo ese estándar con tu maquillaje
de mierda.
Sonreí entonces.
—Gracias, Nastasia.
Ella respondió.
—De nada, Mina.
Sosteniendo mis tacones en una mano, bajé las escaleras y encontré a Lev
sosteniendo a Lidiya en su regazo mientras servía dos tazas de café.
Ella balbuceó, agarrando su solapa en su diminuto puño, y él besó la cima de su
cabeza.
Aclaré mi garganta en la puerta, no queriendo interrumpir.
—Perdón. 63
—No te disculpes. Mirella estará aquí en unos minutos.
Respondió a mi pregunta no formulada.
—La nana de Lidiya. La verás mucho por aquí.
Me entregó una de las tazas de café.
—Lo siento, no sabía cómo lo tomabas.
—Negro y directo de la cafetera —pronuncié, tomando la taza con una sonrisa de
agradecimiento. Lo probé lentamente y estaba maravilloso.
No podía evitar mirar a la regordeta pequeña niña de largas pestañas. Mi pecho
se apretó con admiración.
—Es adorable, Lev.
Él retrocedió para mirar hacia abajo a su hija. Su suave respuesta casi me hace
desmayarme de debilidad.
—Es mi vida.
La calidez me inundó, dejándome en una neblina de maravilla. ¿Qué había
hecho tan bien en mi vida que tenía que venir a cruzarme con Lev Leokov? Sea lo que
fuere, estaba agradecida por ello.
La pequeña niña se giró y, finalmente mirándome, parloteó.
—Zhena. Zhena. Zhena.
Mi nariz se arrugó con mi sonrisa.
—¿Qué está diciendo?
Lev me miró de cerca.
—Ella no sabe tu nombre. Está llamándote en su versión de “señora” en ruso.
—Oh, ¿entonces eres ruso? —pregunté, estúpidamente.
Pacientemente, Lev respondió y me elogió no llamándome tonta.
—Sí, por mi padre y mi madre.
—Oh, genial —dije. Y lo que siguió fue un incómodo silencio.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, Lev preguntó:
—¿Dónde está tu familia, Mina?
Mi respuesta fue corta.
—Muerta. Soy huérfana. No conocí a mi padre y mi madre murió cuando tenía
doce. Mi abuela no me quería, así que fui a parar a familias adoptivas. Me escapé
cuando tenía diecisiete.
Afectado por mi repentino cambio de humor, Lev susurró.
—Está bien.
Y sonó apagado. Casi infantil.
64
La puerta se abrió repentinamente, y una manada de gente entró a través de
ella, conversando audiblemente y abiertamente.
Nastasia entró primero, rostro rojo, labios apretados, discutiendo con el hombre
junto a ella.
—No doy una mierda por quién era, Vik.
El hombre, quien adivinaba fácilmente que era Viktor, venía tras ella, sonriendo
como el gato de Cheshire.
—Seguro que lo haces, nena.
Nas se giró y su labio se curvó.
—Era de alguna forma bonita en esa forma de “Espero que no te importen las
enfermedades de transmisión sexual”.
Viktor era alto, musculoso, y llevaba pantalones de vestir, una camisa blanca
enrollada en las mangas para revelar un manojo de coloridos tatuajes, y tenía un
palillo de dientes saliendo por la comisura de su boca. Sus ojos azules resaltaban en
una forma que me hizo desear mirarlos por días, y no estaba perturbado para nada
por la ira de Nastasia.
—Ya me conoces. Sin barreta, no hay pañuelo.
Una hermosa pelirroja entró tras Viktor. Inmediatamente noté que tenía los
mismos ojos que Viktor. En la forma en que sonreía, solo tenía ojos para Lev, y
cuando me vio, su sonrisa cayó rápidamente.
Lev le guiñó un ojo, con una mirada tierna.
—Anika.
Mi estómago se apretó violentamente con la forma en que Lev la miró. No
entendía. Quiero decir, entendía. Era bonita en una forma en la que yo simplemente
no podía competir.
—Bien, ahí estás, princesa. —Anika tendió sus manos, sonriendo una vez más, y
Lev le entregó a Lidiya como si fuera un suceso regular.
Mi estómago se apretó. Otra vez.
¿Qué demonios pasaba aquí? ¡Quieto, estómago!
Meció a Lidiya en su cadera, besando su mejilla. Lidiya no mostraba signos de
incomodidad con la mujer.
Me miró y habló suavemente, con voz melódica.
—Hola. Soy Anika.
Abrí mi boca para responder, ya tendiendo mi mano cuando Lev se enderezó.
—Esta es Mina. La nueva chica del bar. 65
Le sonreí.
—Sí, lo que él dijo.
Ante su explicación, la tensión decayó visiblemente de Anika, y se dirigió más
cálidamente hacia mí.
Sacudió mi mano ligeramente.
—Oh. Eso es genial. Estaremos trabajando juntas.
Viktor me miró entonces, parecía sorprendido, como si acabara de notar otra
persona en la habitación.
—¿Qué hay? Soy Viktor.
Me miró de arriba abajo apreciativamente antes de girarse hacia Lev y sonreír
ligeramente.
—¿Dónde la encontraste?
Con sus ojos sobre mí, Lev respondió sin emoción.
—Robando la billetera de Sasha.
Mi corazón vaciló antes de empezar a acelerarse. Todos se quedaron en silencio
hasta que Viktor parpadeó hacia mí diez segundos completos antes de estallar en
risas.
Mis mejillas se calentaron, pero mi cuerpo se congeló. Sentía las miradas de
todos en la habitación y la tensión se volvió demasiado.
Lo entendía. Robé la billetera de su hermano. Era un movimiento de mierda. Si
no estuviera desesperada, no lo habría hecho. ¿Sería castigada por siempre por eso?
Murmuré bajo:
—Imbécil. —Antes de girarme sobre mis talones y salir taconeando por la puerta
de la cocina.
Casi caí sobre mi trasero con estos malditos tacones, pero Nas me tenía.
Necesitaba acostumbrarme a caminar es estos.
Diez minutos pasaron, y por el camino, espié a una mujer mayor con cabello
oscuro y ondulado, al igual que sus ojos, viniendo hacia la casa. Se detuvo cuando
me vio, así que sonreí.
—Usted debe ser Mirella.
—Lo soy —aseguró cuidadosamente.
Tomé un paso hacia adelante.
—Soy Mina.
Señalé hacia atrás a la casa con mi pulgar.
—Estoy viviendo aquí temporalmente. Lev me dijo que la vería un montón. 66
Sus ojos se ampliaron y su mandíbula casi cayó.
—¿Estás quedándote… aquí? En la casa… ¿con el señor Lev?
Mi asentimiento fue lento. Parecía más que sorprendida. Más como atónita. ¿Por
qué esa reacción?
Recuperándome, tanteé con una sonrisa, pero era incómodo.
—Un gusto conocerte, Mina —dijo, moviéndose hacia la puerta de la cocina.
—Lo mismo digo —respondí justo cuando cerraba la puerta tras ella.
Esperé en la fría brisa por algunos minutos más antes de que la puerta se
abriera y todos menos Mirella y Lidiya, salieron. Sentí los ojos de Lev en mí, pero no
le di la satisfacción de mirar hacia arriba.
Nas sonrió con simpatía mientras me miraba evitar las miradas de escrutinio de
todos los demás.
—¿Lista para conseguir esa bomba de sangre?
—Seguro. —Suspiré.
Quiero decir, en serio. ¿Cuán malo podía ser?
Lev
—¿Cómo lo está haciendo?
Nastasia sonrió demasiado ampliamente, y su respuesta fue más como una
mueca.
—Sólo ha roto cuatro vasos, como mucho, así que…
El sonido de vidrio rompiéndose fue seguido por la respuesta de Mina.
—Ah, mierda. ¡Lo siento! —gritó.
Mi hermana sacudió la cabeza.
—Cinco vasos en dos horas. ¿Está tratando de establecer alguna clase de récord
de mierda?
—Le encontrará el truco. —No sonaba tan confiado como esperaba.
Miré a Mina cuidadosamente mientras escuchaba a Anika. Estaba concentrada
fuertemente, asintiendo en ocasiones. No podía entender por qué era tan difícil para
ella. Sus hombros parecían tensos con la presión.
—Escucha. —Nas interrumpió mis pensamientos—. Te lo voy a decir, Lev,
decirle a Vik y a Ani que conociste a Mina cuando robaba la billetera de Sasha… —
Hizo una mueca—. Ouch.
Estaba repentinamente confundido.
—¿Qué? 67
Mi hermana siempre había sido paciente conmigo, pero esta noche, suspiró.
—No es genial, hermano. Solo tienes una oportunidad para conseguir una buena
impresión, y antes, Mina tenía la oportunidad de hacer eso, y tú se la arrancaste
directamente de debajo de sus pies.
—No entiendo. —Realmente no lo hacía.
Nastasia me niveló con una mirada dura.
—La presentaste a nuestros amigos más cercanos como una ladrona.
Oh.
Estaba empezando a comprender lo que había hecho.
—Ya veo.
—No, no lo haces.
Nastasia tomó mi mano en la suya y apretó.
—Eres una persona maravillosa, Lev. Pero no lo ves.
El pánico me llenó por dentro. Bajé mi mirada, ordenando a mis ojos a mirar
mis pies. ¿Qué iba a hacer ahora? No sabía cómo reaccionar. Me sentía perdido.
Soltando mi mano, Nas me ayudó con mi pregunta no formulada.
—Cuando tengas la oportunidad, discúlpate con Mina.
Mi estómago dolió. Odiaba esto, herir no intencionadamente a las personas.
Asentí.
Mi hermana besó mi mejilla y aseguró.
—Eres un buen hombre, Lev. Sólo necesitas algo de ayuda algunas veces. No
demasiada.
Pero era un gran problema, para mí más que la mayoría.
Mina
—Mina.
Era infantil, pero lo ignoré.
—Mina, por favor mírame.
Tomé un momento para alistar mi pequeña guía de mano para mezclas y volví
mi rostro hacia él, pero mis ojos cayeron, enfocándose en su barbilla. Habló
suavemente.
—Nastasia me informó que lo que dije frente a Anika y Viktor fue inapropiado y
de alguna forma te avergoncé. 68
Mi ceño se frunció con confusión.
Hablaba sobre ello como si no supiera por qué debería estar avergonzada.
Siguió.
—No fue mi intensión causar tu incomodidad, y ahora entiendo por qué me
llamaste imbécil. Me disculpo.
Decir lo siento era una de las cosas más difíciles de decir a otra persona, y Lev lo
había hecho tan sinceramente que mi rabia decayó. En su mayor parte.
—¿Supongo que vas a ir por todas partes diciendo a la gente que soy una
ladrona sin hogar?
Levantó su cabeza en esa forma suya y se concentró fuertemente en buscar en
mi rostro.
—No tienes culpa de tu pasado.
Mis ojos bajaron hacia el libro frente a mí y pronuncié en voz baja:
—Hay un estigma tras los vagabundos. Los ven como algo inferior. Por supuesto
que soy culpable de mi pasado.
—Yo no me avergüenzo de lo que eres.
Tenía un don con las palabras. Le concedería eso. Me preguntaba cómo podía
decir algo, esencialmente robándome el aliento. Parecía disfrutar haciéndolo. Tenía
que, de otra forma, no lo haría tan a menudo.
—Deja de hacer eso —susurré.
Sus ojos color miel se entrecerraron con confusión.
—¿Hacer qué?
—Ser tan lindo conmigo.
Había tenido suficiente. Cerrando de golpe el libro sobre la barra, busqué en mi
interior y dije lo que había estado pensando.
—¿Por qué estoy aquí, Lev? ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Aquí, específicamente?
¿Por qué me estoy quedando en tu casa, en tu cama? —Me detuve—. Estoy… —
Tragué duramente—. Trabajas en un club de caballeros, rodeado de mujeres
preciosas, yo… —Con voz susurrada, pregunté vacilante—. ¿Me vas a usar como
prostituta?
Un pesado silencio cayó. Entonces.
—No.
Mi corazón saltó, volví mi rostro para mirar en sus maravillosos ojos.
—Dime, ¿puedo irme en cualquier momento, Lev? 69
Sus ojos se clavaron en mí, pareciendo destellar. Finalmente bajó su rostro y
murmuró.
—Puedes irte en cualquier momento, Mina.
Retrocedió y se alejó de mí.
—Aunque espero que te quedes.
Su rostro se volvió impasible.
—Mereces más que la infortunada vida que llevabas.
Lo miré caminar alejándose de mí y fui repentinamente sobrecogida. Mi nariz
picó y mis ojos se llenaron de lágrimas. Parpadeé para alejarlas, sollozando
silenciosamente, agradecida por su deseo.
Traducido por Mariandrys
Mina
o estaba segura del momento en el que abrí los ojos por primera vez la
mañana siguiente, ni la segunda, pero cada vez que abría mis ojos,
levantaba la cabeza para revisar el sofá cama. Las primeras dos veces,
la silueta de Lev era aparente. La tercera vez que comprobé, las sábanas habían sido
dobladas y descansaban en una esquina del colchón.
70
Pestañeé soñolienta a la cama hecha, e independientemente de cuantas veces
traté de volverme a dormir después de eso, el sueño no me llegaba.
Parpadeando, salí de la cama, acomodando las sábanas, y arrastrando los pies
con cansancio hacia el baño para lavar mi rostro y cepillar mis dientes con mi nuevo
y llamativo cepillo de dientes rosa fuerte. Cepillé mi cabello y lo coloqué en una coleta
baja. Cuando me consideré presentable, bajé las escaleras, llamando:
—¿Hola? ¿Alguien en casa?
Respondieron desde la habitación de la parte izquierda.
—Aquí, señorita Mina.
Tan pronto como entré en la cocina, sonreí. Lidiya, vestida con un vestido en
color rosa ligero con mangas de volantes, su cabello en una coleta enrollada
perfectamente en la parte superior de su cabeza, se sentaba en una silla alta,
introduciendo directamente en su boca lo que parecían ser espagueti.
Mirella, sentada a su lado, me sonrió.
—Buenas tardes, señorita Mina.
Con mi voz todavía áspera por el sueño, gruñí:
—Oh, Dios. Por favor. No tienes que ser formal conmigo. Mina servirá
perfectamente, ya que intento llamarte Mirella.
La anciana mujer sonrió.
—Puedo hacer eso —Dirigió una mirada de burla a Lidiya—. Ahora, usted,
señorita necesita comer y Mirella necesita usar el baño.
Miré a Lidiya, quien era la imagen de la calma mientras se alimentaba a sí
misma.
—Puedes ir tranquilamente. Yo estaré pendiente de ella.
Su apariencia era dudosa.
—¿Alguna vez has cuidado a un bebé de dos años? Pueden ser un poco
agobiantes.
Parpadeé.
—¿Estás planeando pasar todo el día en el baño?
La mujer se echó a reír.
—No. Sólo unos minutos.
Caminé hacia la cafetera y llené una taza.
—Bueno, está bien.
Tomando la silla que ella acababa de usar, le aseguré:
—Estaremos bien. —Sonreí a la bebecita con pestañas que harían a una mujer 71
adulta llorar en un berrinche envidioso—. De acuerdo, pequeña. Tengamos la fiesta
en paz. Soy nueva en esto.
Lidiya respondió tomando algo de comida en su pequeña cuchara y
ofreciéndomela en alto mientras hablaba cosas inentendibles.
Fui tocada por su ofrecimiento. Mi sonrisa se suavizó.
—No, amorcito, ese es tu almuerzo. —Levanté mi café—. Este es el desayuno de
Mina.
Pero ella insistió, sosteniendo su cuchara con más fuerza que antes. Meneé mi
cabeza una vez más.
—Estoy segura de que está delicioso, pero en verdad, no puedo.
Habló más cosas inentendibles y algo parecido a:
—Yest, Eena. Yest.
Retrocedí, sorprendida.
—¿Acabas de decir Mina?
Pronunció:
—Eena. Zhena. Eena. Eeeena. Yest.
Mi sonrisa fue gigante.
—¿Sí dijiste mi nombre, verdad? Eres muy inteligente.
De detrás de mí vino:
—Quiere que comas con ella.
Jadeando sobresaltada, mi cuerpo entero se sacudió en miedo y, levantando una
mano hacia mi pecho, me giré para ver a Lev inclinado contra el marco de la puerta
que conduce a la lavandería, observándonos a amabas.
—Me asustaste hasta el pupú. ¿Cuánto tiempo has estado de pie ahí?
Caminó adentrándose en la cocina y casi me tragué mi lengua. Lev en un traje
era delicioso, pero Lev usando pantalones deportivos en color gris colgándole debajo
de las caderas, su camiseta negra apretada adhiriéndose a su amplio pecho con
sudor, y su cabello castaño oscuro deliciosamente despeinado era increíble.
—El tiempo suficiente para saber que los niños te asustan.
Estaba a punto de negar ese hecho cuando Nas entró por la puerta trasera
usando una pequeñita camiseta blanca transparente que mostraba su ombligo, un
sostén negro visible para todos con un par de ojos, unos vaqueros azules y sandalias
de tiras planas del color de la arena. Quitándose sus grandes gafas de sol, me señaló.
—Tú. Levanta tu culo, báñate, y vístete. Tenemos mierda que hacer.
Miré de ella a Lev y de regreso.
72
—¿En serio?
Asintió.
—Tú y yo, en el club, mezclando bebidas. Puede que terminemos muy ebrias
para trabajar esta noche, pero hey —lanzó un ligero encogimiento de hombros y
luego sonrió perversamente—, es un riesgo que estoy dispuesta a tomar.
Mordí el interior de mi labio.
—En realidad quería hablar con ustedes sobre eso.
Aclaré mi garganta y comencé:
—Estoy segura de que me vieron anoche. Traté de hacer un buen trabajo. De
verdad que lo intenté, pero creo que no sirvo para ello.
Me paré un momento y luego añadí:
—Destrocé tantos vasos que Anika se culpó por los últimos. Luego fui enviada al
final de la barra para “estudiar” la guía de bebidas. —Resoplé una risa sin humor—.
No soy estúpida. Sé que estaban tratando de sacarme del bar para así poder realizar
algo de trabajo. El cuidarme no es parte del trabajo.
Silencio, después Nas habló.
—Oh, wah wah wah. La pobre Mina está teniendo un momento difícil sirviendo
tragos. Que alguien saque el violín de una vez.
—Oye —respondí con irritación.
Lev frunció el ceño.
—¿No te gusta el trabajo?
—No puedo hacer el trabajo si estoy dejando caer vasos a izquierda, derecha, y
centro —expliqué, mi voz rogándole que me entendiese.
Nas sacudió la cabeza, pareciendo ligeramente decepcionada.
—Nunca te tomé por una de esas chicas que se deprimen sintiendo lástima por
ellas mismas.
—¡No lo soy! —disparé.
—Entonces malditamente prepárate, preciosa —pronunció en completa calma—.
¿Quieres caerte del caballo y dejar que te pisotee? ¿O vas a montarte de nuevo y
demostrarle al caballo quién es el jefe? —Rabié en silencio, y por la expresión
presumida de Nastasia, disfrutó cada momento de ello. Sonrió—. Haz de ese caballo
tu perra, Mina. Hazlo.
Me puse de pie y salí dando pisadas fuertes de la cocina, casi derribando a
Mirella en el camino.
Mina
73
El club tenía un ambiente diferente durante el día. La música estaba apagada y
un grupo de personas rellenaba los estantes de la barra, fregando el suelo, y
limpiando las mesas y sillas. La presión era nula. Mis hombros estaban ligeros y la
tensión que había sentido la noche anterior desapareció.
Después de que Nas me gritase, lo cual noté que era algo así como una fijación
suya, subí las escaleras, deje caer mi cabello, me vestí con un par de vaqueros
negros, un par de sandalias de tiras blancas, una camisa blanca, y mi suéter en tono
caramelo que colgaba de mi hombro. Después de ver la forma en que Nas vestía,
supuse que una apariencia casual era aceptable para el día.
Mientras caminabas dentro, reconocí a dos personas del equipo de seguridad,
Brick y Tommy. Brick había sido el portero cuando había venido aquí aquella primera
noche. Él era amable pero riguroso, y yo estaba agradecida de que no me reconociera.
Iba a preguntar por qué lo llamaban Brick, pero era obvio. Su contextura física era
como una casa de ladrillos.
Tommy, por otro lado, cambió de intenso a gracioso en un segundo. Era alto y
no tan musculoso como Brick, pero cuando fruncía el ceño, podría asustar hasta la
muerte a cualquiera. Tomó mi mano y besó la parte posterior de ella, prolongándose
más de lo debido. Había pasado un tiempo desde que había recibido algo de atención
masculina. Se sintió bien y me reí como una colegiala, mis mejillas sonrojadas por mi
sonrisa.
Nas se rió de mí mientras me abanicaba el rostro, caminando hacia el bar. Ella
me dio un codazo.
—Mejor te acostumbras a los chicos enamorándose de esa forma. Especialmente
con un rostro como el tuyo.
Estaba confundida.
—¿A qué te refieres?
Levantó una ceja.
—¿Pescando cumplidos?
Pero cuando bajé mi rostro, mi frente fruncida en confusión, murmuró para sí
misma:
—Buen Dios, no lo sabes. —Antes de que pudiera decir otra palabra, me jaló
hacia el vestíbulo con espejos. Gracias a Dios estaba desierto cuando me colocó justo
enfrente de él y se quedó quieta detrás de mí—. ¿Qué observas cuando te ves en el
espejo?
Odiaba mi reflejo. Era cruel parecerme tanto a la persona que más extrañaba en
el mundo, mi madre. La amé hasta el último momento de su enfermedad, y cuando
murió, mi amor se convirtió en una indiferencia fingida. Pretendí que no dolió
perderla, mi madre, mi mejor amiga, aunque era una agonía. Cada respiro que tomé
por todo el año siguiente fue difícil. Mi vida nunca sería la misma. Ella era puro sol. 74
La persona que me cuidó cuando estaba enferma y me hizo reír cuando estaba triste.
Dependía de ella. Ella era mi todo. Y luego sólo desapareció.
Mis ojos se posaron en mi mandíbula, me encogí de hombros.
—No lo sé.
—Mírate. Me refiero a que te veas realmente.
Mis ojos encontraron mi reflejo mientras me preguntaba:
—¿No lo ves? ¿Puedes por lo menos comprender cuán atractiva eres?
—Me parezco a mi madre —susurré.
Nas sonrió gentilmente.
—Apuesto a que era hermosa.
Lo era.
—Era preciosa.
—¿Puedes verlo? —Nas sondeó suavemente. Sacudí mi cabeza. Se estiró
alrededor de mí para colocar sus dedos debajo de mi mandíbula, levantándola, y mi
reflejo entró forzadamente en mi línea de visión—. Mira más detalladamente. —Se
movió para ubicarse a mi lado—. Tienes pómulos elegantes. Tu piel es impecable y
cremosa, como porcelana. Tienes una boca pequeña y llena, la cual, apostaré, les da
a los hombres toda clase de ideas traviesas. —Mi rubor era intenso—. Tu cabello es
sedoso y con brillo, y oscuro sin ser negro. Tus grandes ojos verdes y largas pestañas
te hacen parecer exótica y misteriosa. Estoy suponiendo que cuando consigas ganar
algo de peso en ese pequeño y ajustado cuerpo, vas a tener curvas en todos los
lugares correctos. —Colocó sus manos en mis hombros y apretó lo suficientemente
fuerte para hacer su punto—. Eres letal, Mina. Y ni siquiera lo sabes.
Su discurso me tuvo realmente dándome un vistazo. Nunca me vi como
hermosa. Siempre me vi como aceptable, pero sólo eso. Pero mientras ella señalaba
todo de mí, pedazo por pedazo, supuse que estaba ahí.
Por primera vez, pude verlo.
—¿Soy bonita? —pregunté cuidadosamente, inspeccionando mi reflejo.
—Ahora sí estás pescando cumplidos —gruñó cuando me empujó hacia un lado,
causando que trastabillara y riera—. Pequeña mierda.
Rió mientras entrabamos al área del bar.
Me estremecí tan pronto como mis ojos se afinaron en las filas de vasos en el
mostrador.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Las probabilidades son que deje caer
un vaso, abrirme accidentalmente una muñeca, y morir sobre ti.
Nas inclinó su cabeza hacia arriba pensando.
—Hmmm. Sí. Eso podría ser un problema. —Se encogió de hombros—. De
75
nuevo, es un riesgo que estoy dispuesta a tomar.
Reunió un montón de vasos diferentes y señaló a cada uno mientras los
nombraba.
—Vaso alto. Copa. Copa balón. Chupito. Cocktail. Martini. Vino. Flauta.
—¿No hay vasos para cerveza?
Parecía complacida por haberlo notado.
—Somos un establecimiento de clase alta. Sí, servimos cervezas importadas,
pero descubrirás que nuestra clientela pide mezclas. De lo contrario —metió su mano
bajo la barra para sacar otro vaso alto del refrigerador—, los vasos para cerveza son
mantenidos fríos y servidos con una rodaja de limón, sin hielo. Estrictamente.
—Fríos. Limón. Sin hielo. —Asentí—. Lo tengo.
Por la mayor parte de dos horas, Nas me enseñó cómo preparar varias órdenes
de bebidas comunes.
Me dijo que estaba bien si se me olvidaba lo que iba en cada bebida, luego me
mostró las cartas de recetas de todas las bebidas que me enseñó a hacer y más. Con
cada bebida adicional, mi confianza se potenciaba, y rápidamente, estaba mezclando,
combinando y sacudiendo bebidas como si hubiese nacido para ello.
Cuando finalicé de mezclar mi última bebida del día, Nas inclinó su cadera en el
bar, pareciendo extremadamente complacida consigo misma, y yo hice una
reverencia con felicidad.
—Gracias. Gracias. Estaré aquí toda la semana.
Una voz con acento resonó detrás de mí.
—Y con una vista como ésta, quién podría resistirse. —Cuando dijo “ésta”, salió
como ecta.
Me giré para enfrentar al hombre, quien estaba sonriendo ampliamente a
Nastasia sobre mi cabeza. Ella jadeó, corrió, y luego se lanzó a sus brazos extendidos.
Riendo, retrocedió y lo besó, en la boca. Acunando sus mejillas barbudas, gritó:
—¡Philippe Neige, hijo de perra! Y tan ardiente como siempre, por lo que veo.
Él era ardiente. Como, humeantemente ardiente.
El hombre sonrió, y las líneas alrededor de sus ojos se profundizaron. Parecía
estar en sus cuarenta, era tan alto como Sasha, tenía el cabello rubio oscuro, y
cándidos ojos verdes. Entendí que era francés, no sólo por su acento, sino también
por la forma en la que Nas dijo su nombre. Usaba un par de vaqueros azules. Llevaba
su camisa blanca por fuera, y terminó su limpia apariencia con un par de zapatos
marrones.
Besó la mejilla de Nastasia por un largo segundo. 76
—Te extrañé, mi paloma.
De repente, Nas se apartó, su expresión volviéndose ártica.
—Escuché que estás trabajando para Laredo. —Sonó como una acusación.
Su sonrisa decayó y su rostro se volvió severo. No lo negó.
—Oui.
Se alejó de él, su rostro adolorido tal como su voz.
—¿Cómo pudiste, Philippe? Después de lo que hizo… —Se convirtió en algo muy
fuerte para hablarlo, y estaba sorprendida por la emoción que ella mostraba.
Nastasia parecía dura como los clavos. Sea lo que sea que este tipo Laredo haya
hecho, debió haber sido bastante malo para garantizar tal reacción.
Sasha entró al bar por la puerta trasera. Miró de forma implacable a Philippe.
Luego a la Nas emocionada, a mí y a Philippe otra vez.
—Retrocede, Nas. —Ella miró hacia él, sus ojos encendidos en fuego. Sasha
habló fríamente como siempre—. Philippe vino porque yo lo necesitaba. No lo
molestes. Lo lamentarás.
Aunque sus palabras vinieron en forma de amenaza, la manera en que su voz
cambió, suavizándose ligeramente, sugirió que Nas no sabía todos los hechos.
Ella pestañeó las lágrimas, luego volvió su rostro hacia abajo para mirar el
suelo, a los pies de Philippe.
—Yo también te extrañé —susurró. Y después se fue, apresurándose fuera del
bar, hacia el pasillo del baño de damas. Todos la miramos irse.
Un largo silencio siguió.
Sasha dejó escapar un suspiro.
—Te dije que vinieras directo a mí, Neige.
Philippe respondió miserablemente.
—Nunca dejé de amarla.
Ante mi suave jadeo, todos los ojos se volvieron hacia mí. Me sonrojé y balbuceé.
—Hol… hola, soy Mina.
Sasha me fulminó con la mirada.
Yo los fulminé con mi mirada de regreso y luego seguí a Nas dentro del baño de
damas. Me senté en el tocador, mirando la puerta cerrada que nos separaba,
esperando pacientemente a que ella dejara de llorar.
Al estilo de Nas, abrió la puerta de un golpe, su rostro hinchado y sus ojos
suavemente rojos, y pronunció:
77
—Tiene sentido que todos los hombres tengas pollas ya que todos son unos
cabezas de huevo.
Traducido por Jenn Cassie Grey
Mina
Mina
Desde el momento en que entré a Bleeding Hearts, sabía que mi ansiedad había
regresado con venganza. No estaba segura de qué la había traído, pero
definitivamente estaba sintiendo la presión después del cuarto vaso que se había
deslizado de mi mano y se destrozó mientras golpeaba el suelo.
Nastasia me jaló a un lado.
—¿Qué te pasa, amiga? ¡Estabas haciéndolo muy bien hoy!
Respondí molesta.
—¡No lo sé! Jesús.
Anika llegó, viéndose algo simpática.
—Odio ser la que traiga malas noticias, pero tenemos una despedida de soltero
en camino. Estarán aquí en diez minutos y estoy en su servicio. —Miró a Nas, sus
llamativos ojos preocupados—. ¿Qué vamos a hacer? No creo que deba dejar a Mina
detrás de la barra esta noche, no sin alguien que le ayude.
Golpeé mis manos sobre mi cara.
—Oh Dios, lo siento tanto Nas. No sé qué pasa conmigo.
Anika miró algo en la puerta y se tensó.
—Maldita sea. —Sonrió malvadamente mientras murmuraba entre dientes—.
Llegaron temprano. Tengo que hacerla de anfitriona. Nas, quédate con ella por favor.
En un segundo Anika se había ido, mi estómago se hundió.
Nas suspiró.
—Vamos. —Me tomó por los hombros y me sacudió una vez—. Puedes hacer
esto. Yo sé que puedes. Le dije a Lev que te tenía. No me hagas quedar como una
mentirosa, poca cosa. 82
Las charlas motivacionales de Nas eran mitad amenaza, pero funcionaron.
Moviendo mi cabeza de un lado al otro troné mi cuello.
—Tengo esto.
—Lo tienes —repitió.
—Voy a hacer de este caballo mi perra —gruñí.
Ella sonrió.
—Joder, sí que lo harás. —Me empujó hacia adelante, golpeando mi trasero para
darme valor—. Sal ahí y sirve bebidas, y maldición no tires ninguna. —La fulminé
con la mirada. Usando sus dedos, dibujó una gran sonrisa en su cara—. ¡Servicio con
una sonrisa!
Miré alrededor y cuando estuve segura que nadie estaba mirando, le alcé el dedo
medio.
Se rió y sentí ojos sobre mí. Girándome hacia el final del club, por el escenario,
encontré a Lev mirando directo hacia mí, sin parpadear. Y sus ojos… estaban llenos
de alegría.
Había visto lo que hice. Fui atrapada.
Mi cara ardía. Difícilmente podía ignorarlo. Había visto que lo miré directamente.
Alcé mi mano en un saludo con dos dedos. Alzó su barbilla en respuesta. Respondí y
articulé.
—Lo siento.
No estaba segura, pero pareció que murmuró de regreso.
—Regresa al trabajo.
Me coloqué detrás del bar, tomando órdenes, y sirviendo bebidas. Hice eso sin
ningún otro incidente, y por el transcurso de la siguiente hora, hice una centena de
dólares en propinas.
Un hombre llamado Jeremiah vino a hablar conmigo cuando me dirigía a
tomarme mi descanso de quince minutos. No era tan alto como los otros hombres
con los que trabajaba, pero definitivamente lo compensaba con su buena apariencia.
Tenía un largo cabello café, colocado hacia atrás, una barba, y tatuajes corriendo por
sus brazos. Usaba pantalones negros apretados, una apretada camiseta negra y tenía
una sonrisa fácil. Tomé la mano que extendió y estaba sorprendida cuando la alzó a
su boca para presionar un beso en mis nudillos.
Parecía que pasaba mucho por aquí. Mi reacción fue la misma que cuando
Tommy lo había hecho. Reí y cubrí mis ardientes mejillas con una mano. Jeremiah
me mandó lejos para mi descanso pero fui interceptada. Lev estaba de pie frente a
mí, pero sus ojos estaban clavados en Jeremiah. Y se veía molesto.
No. No molesto. Enojado. Con E mayúscula.
—Oye —le llamé sobre la música, jalando su manga. 83
Cuando miró hacia mí, su cara se suavizó dramáticamente. Se inclinó y dijo:
—Jeremiah se acuesta con todas.
—Oh —murmuré insegura de porqué necesitaba saber esto.
Lev asintió, una parte de su cabello se soltó y cayó sobre su frente.
—Le gusta coquetear.
Alzándome, jalé su chaqueta hasta que su cara estaba lo suficientemente baja
para que arreglara su cabello. Lo arreglé, acomodando su solapa doblada y
suavizando su chaleco antes de cerrar su chaqueta.
—¿Esa es tu manera de advertirme de hombres desagradables? —Miré de
regreso a Jeremiah—. Es algo guapo, ¿verdad?
Lev habló entre sus dientes apretados.
—No me di cuenta de que era tu tipo.
Se volvió para alejarse, pero lo detuve agarrando su cintura. Mi ceño se frunció
ante su tono helado.
—Realmente no tengo un tipo, Lev. No he tenido a un hombre mostrando interés en
mí desde que tenía dieciséis. —Me encogí de hombros—. Es agradable sentir que eres
deseada. —Me estiré con mi mano libre y toqué su brazo, arriba de la cintura que
estaba sosteniendo—. Pero gracias por el aviso. Considérame advertida.
Sus ojos dorados recorrieron mi cara, relajándose inmensamente.
—No quiero que salgas herida.
Mi cuerpo se calentó tiernamente. Dios, era dulce. Sonreí.
—Entonces tenemos algo en común.
Tomó la mano que estaba sobre su brazo y la apretó.
—Los hombres son perros. Dirían cualquier cosa para hacer que una mujer se
acueste con ellos.
No podía verlo a él siendo uno de esos hombres. Murmuré bajo:
—Pero tú no. ¿Cierto?
Sus ojos se cerraron y los apretó mientras asentía. Soltando mi mano, presionó.
—Sé cuidadosa, Mina. Tu inocencia es más atractiva de lo que crees.
Y entonces se fue.
Pesimista, pensé. Entonces una pequeña sonrisa tembló en mis labios.
Tan Lev.
84
Traducido por Adaly
Mina
7
Gypsy: Gitana en español.
Poniendo mi más grande sonrisa, le agradecí, pero le dije que no se molestara,
porque me gustaba.
Toma eso, señorita remilgada y correcta.
A medida que mi mente se metió en el trabajo, también lo hizo mi tensión, y me
estaba convirtiendo en la favorita del público. Las personas querían que Gypsy fuera
la anfitriona de sus despedidas de soltero y pagaban cantidades ridículas para
hacerme trabajar para ellos exclusivamente.
No lo entendía, pero estaba segura de que tenía algo que ver con lo que Nas me
enseñó cuando me llevó a almorzar ayer.
En el momento que nos sentamos, se sentó con la espalda recta y explicó la
situación.
—Tenemos que hablar.
—¿Sí, de qué? —Mi corazón comenzó a latir más rápido.
Parte de mi pensó que estaba siendo despedida y Lev no tenía las bolas para
decírmelo él mismo. Pero lo que dijo a continuación me desconcertó.
—No te tomes esto como algo personal ni nada, ¿de acuerdo? Pero pensé que
cuando te acomodaras un poco llegaría de forma natural, y ahora que puedo ver que
no va a suceder, voy a tener que enseñarte.
Tomé un sorbo de mi agua de limón, pasando los dedos por la condensación
86
fuera del vaso.
—¿Enseñarme, qué?
Se quitó las gafas y sonrió.
—A coquetear.
Parpadeé y entonces le resoplé.
—¿Para qué? No es como si estuviera buscando un novio o algo así.
Suspiró, y se acercó, se frotó las sienes como si estuviera perdiendo la paciencia.
—Mina, eres una zorra en un club de caballeros. —Se detuvo un momento—. No
quiero tener que poner presión sobre ti, pero has sido reservada como anfitriona en
una despedida de soltero el sábado en la noche.
Momentáneamente aturdida, jadeé. Entonces farfullé:
—¿Q-qué? ¿Por qué yo? ¿No puede hacerlo Anika? ¡Haz que Anika lo haga!
Nas me miró, hablando lentamente a través de los dientes apretados.
—Ellos no quieren a Anika. Quieren a Gypsy.
Se inclinó sobre la pequeña mesa de café para encararme.
—Y ellos van a obtener a Gypsy, o voy a patear el culo de Gypsy. ¿Entiendes?
Deslizándome por mi silla. Me quejé.
—No quiero. Derramaré las bebidas sobre ellos. Se quejarán a Sasha, y me
despedirá.
—No has dejado caer un vaso desde tu segundo día. Puedes equilibrar una
bandeja. Estás recibiendo más pedidos que cualquiera de nosotros espera de ti. Y
tienes a los hombres cautivados. —Me sujetó con una mirada sincera—. Lo estás
haciendo genial. Incluso Lev lo piensa.
La quejumbrosa Mina se desvaneció cuando la Mina intrigada apareció.
—¿De verdad? ¿Dijo eso?
—Sí, lo dijo, esta mañana. —Su ceño se frunció—. Ustedes dos están viviendo en
la misma casa. ¿De qué diablos hablan?
Me encogí de hombros.
—No hablamos mucho. —Incliné la cabeza pensando—. Es como si cada vez que
intento iniciar una conversación, se pusiera todo raro conmigo.
La expresión de Nas cambió. Habló en voz baja, pero a la defensiva.
—No es su culpa, Mina. Es como es. No espero que lo entiendas, pero confía en
mí, no lo puede evitar. —Siguió con—. No lo juzgues. No está siendo grosero,
simplemente no sabe cómo ser social.
Parpadeé ante su tono protector.
87
—No lo estoy juzgando, Nas. Simplemente tengo preguntas. Como, ¿por qué no
me habla de sí mismo y por qué nos encierra en su dormitorio por la noche?
Nas se echó hacia atrás, con la boca abierta.
—¿Estás durmiendo con él?
—¿Qué? —Me sonrojé y casi grité—. ¡No! —Solté una risa sin inmutarme—. No
confía que no le robe, así que me dijo que mientras me estuviera quedando con él
estaríamos durmiendo en la misma habitación. Duermo en la cama y él duerme en el
sofá cama. —No parecía convencida. Tomé un sorbo de mi agua, mi boca
repentinamente seca—. Juro que no estamos haciéndolo, Nas. Lo juro.
Una sonrisa adornaba su hermoso rostro.
—Honestamente no me importaría si lo estuvieran haciendo; es sólo que no deja
a nadie… —Se desvaneció, sacudiendo su cabeza, sonriendo de repente como una
loca—. No tienes idea de la gran cosa que es, Mina. —Se aclaró la garganta, sentada
con la espalda recta—. Bien, entonces, Coqueteo para principiantes con Nas ha
comenzado oficialmente. —Guiñó—. Toma nota, pequeña Mina. Las mujeres
matarían por la información que estoy a punto de darte.
La Mina quejumbrosa estaba de vuelta.
—Sigo sin entender por qué necesito saber estas cosas.
Entonces Nas dijo las palabras mágicas:
—Te garantizo que tus propinas se triplicaran. —Bueno, eso captó mi atención.
Escuché atentamente.
Comenzó:
—Regla uno: Inclinarte. Cierra la brecha. Vas a querer acercarte a los hombres
con los que estas coqueteando. Sonríe y dales toda tu atención. No olvides hacer
contacto visual. —Se inclinó sobre la mesa y, sonriendo tímidamente, bateó sus
pestañas, tocando mi brazo—. Toques ligeros están bien, simplemente finge que no
puedes oír su orden sobre la música. Si te hacen un cumplido, baja las pestañas y
sonríe tímidamente. Los hombres aman a las de tipo inocente.
Eso parece sencillo.
—Está bien. No parece muy difícil de recordar.
—Nunca, y quiero decir nunca, des tu nombre en la primera bebida. Va a hacer
que regresen por más y van a pedir una y otra vez sólo para tener un minuto de tu
atención —continuó—. Te aconsejaría comenzar a presentarte como Gypsy de ahora
en adelante, algo así como un nombre artístico. Hace que los hombres piensen que
eres toda alocada y de espíritu libre.
Puse los ojos en blanco y me regañó:
—Oye, estos hombres están ayudando a pagar tu salario.
Oh, no tenía que decírmelo. Lo sabía, y estaba más que agradecida, pero como 88
que parecía que estábamos tratando a estos hombres como si fueran estúpidos.
—Si un tipo te da una propina grande, agradéceselo, dobla el dinero, y ponlo en
tu sujetador enfrente de él. Es como hacer un pequeño espectáculo para él. Si se
siente generoso y te deja una propina ridícula, inclínate sobre la barra, agarra el
frente de su camisa en un puño apretado, tira de él cerca, y besa su mejilla muy
despacio. Los hombres se vuelven locos por esa mierda. —No estoy segura de poder
hacer eso alguna vez, pero era bueno saberlo. Escuché con atención mientras
explicaba el arte de coquetear—. Sin embargo, las palabras de precaución son: No
ofrezcas algo que no estás dispuesta a dar. Les das un centímetro y se toman un
kilómetro. Nunca beses a un cliente en los labios. Lo tomará como una invitación y
posiblemente se ponga toquetón. —Sus cejas se levantaron—. No terminará bien.
Asentí. Sí, podía ver que eso terminaría mal.
Nas terminó justo cuanto llegaron nuestras comidas.
—Y eso concluye nuestras lecciones del día. —Sonrió, viéndome mirar con ansia
mi fettuccini Alfredo con aguacate—. Come.
Comí con gusto, y rió mientras gemía a través de mi comida. Cuando
terminamos, gemí y agarré mi vientre.
—Oh, Dios. Estoy tan llena. —Entonces reí—. Nunca pensé que me oiría decir
eso.
Sonrió, señalando con la barbilla hacia mí.
—Te ves mucho mejor.
Me froté la barriga con orgullo.
—Ya he ganado casi dos kilos esta semana. —Sus labios se fruncieron como si
estuviera impresionada— Faltan ocho más para mi peso normal.
Su afectuosa sonrisa me calentó.
—Ya llegaremos ahí, Mina.
Lo dijo como si fuéramos un equipo. Como si fuera a ayudarme. Como si
fuéramos más que compañeras. Como si fuéramos amigas.
Se onduló como una explosión en el centro de mi pecho. Valoraba la amistad,
sobretodo porque no la había tenido en mucho tiempo. Me di cuenta de que ya no
estaba sola, y nadie entendería jamás lo edificante que era esa sensación. La mayoría
lo tomaría por sentado.
Nunca lo haría. Desde el fondo de mi corazón. Me lo prometí.
El sábado llegó y, consciente de que estaría atendiendo a ocho hombres
alborotados a mi alrededor, me vestí acorde a la situación.
Llevaba mis vaqueros azules ajustados, una blusa gitana blanca que mostraba
una pequeña cantidad de mi vientre y sandalias blancas de piel con tiras. La blusa
era de algodón delgada, de manga larga y decorada con flores bordadas en azul
marino. Nas me había dado una diadema que había comprado, pero que nunca se
89
había puesto y la cual me informo que era boho chic.
No sabía lo que era boho chic, pero Nas me juró que complementaria mi atuendo
de gitana.
La diadema pasaba a través del centro de mi frente, y sobre la corona de mi
cráneo. Estaba hecha con una cadena fina, tenía otra tira arrastrándose por el medio
de mi frente, sosteniéndolo, y tenía unas pequeñas monedas unidas a los lados de
mis cejas. Las monedas tintineaban ligeramente, y era un poco distractor, pero
cuando me miré en el espejo, no se veía tan ridículo como pensaba que podría
hacerlo.
Nas me dio instrucciones de aplicar tres capas de rímel para alargar mis largas
pestañas y terminar con un lápiz labial rojo brillante que me había dado.
Tomó un montón de intentos hasta tener derecho el lápiz labial, y sentí la
necesidad de pasar la lengua por mis dientes un poco. El pensamiento de sonreír
alegremente con los dientes manchados de rojo era francamente humillante. Revise
mis dientes diez veces antes de caminar escaleras abajo, abrigo en mano.
Como predije, Lev estaba abajo en la cocina, sosteniendo a Lidiya. Solo esta vez.
Cuando entré, ella sostuvo sus pequeñas manos hacia mí, me acerqué, la tomé de
Lev, y la abracé con fuerza.
—Hola pastelito dulce —susurré, presionando mi mejilla en la parte superior de
su cabeza, respirando su dulce aroma. Cerré los ojos, tomando su calor—. Dios mío,
eres una niña grande.
Lev, que estaba cerca, sin una pizca de preocupación mirándome con su hija,
dio un paso más cerca.
—Dame, la tomaré. Sé que está un poco pesada.
Pero la abracé más cerca.
—¿Pesada? Es adorablemente gordita, eso lo que es. —Lidiya chupaba su
pulgar, apoyando su cabeza en mi hombro. Una ola de mimos se apodero de mí—.
Oh, estas ganando puntos conmigo señorita. Me tienes envuelta alrededor de tu dedo
meñique.
Cada mañana, cuando Lev se iba a trabajar, me levantaba y pasaba algo de
tiempo con Mirella y Lidiya. Nos íbamos de paseo alrededor del complejo, jugábamos
juntas, teníamos fiestas de té exclusivas, y en raras ocasiones, hasta dejé que Lidiya
me alimentara.
Una sonriente Mirella me dijo que la malcriaría si seguía tratándola como una
princesa. Le respondí que las niñas no deben ser tratadas como cualquier cosa más
que como princesas. Algo me decía que había ganado oficialmente a la anciana con el
comentario, pero no me importaba. Era como verdaderamente me sentía.
La puerta trasera se abrió y Viktor entró, seguido por Anika y Nas.
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Probablemente fui la única persona que vio el destello en los ojos de Anika. Nos
saludamos, y los recién llegados adoraban a Lidiya, como de costumbre.
Cuando Anika vino y extendió los brazos hacia Lidiya, la pequeña niña volvió la
cabeza hacia mi cuello y me aferró a mí. Vi la decepción en los ojos de la belleza
pelirroja, y desfallecimiento corrió a través de mí. Pero le siguió la vergüenza.
Estaba visiblemente molesta, después de todo.
Traté de hacer una broma de esto.
—Probablemente piensa que somos de la misma edad, soy la más cercana a su
altura.
Anika parpadeó, sonriéndome. Pero no había calor en esa sonrisa. Me dio la
sensación de que pensó que me estaba sobrepasando a lo grande.
Mirella bajo después de su ducha y trató de quitarme a Lidiya, pero la pequeña
niña no quería irse. Después de que comenzó a quejarse, me ofrecí a ponerla en la
cama por segunda vez esa semana. Mirella estaba evidentemente agradecida.
Claramente no quería poner a Lidiya en la cama en un estado de angustia. No la
culpaba.
Subí por las escaleras cuando Lidiya comenzó a dormitar. Mirella
silenciosamente me alcanzo y le entregué la regordeta princesa. Me despedí en
silencio, y Mirella me devolvió la despedida. Me dirigí a las escaleras y entré en la
cocina justo cuando Anika comentó:
—Así que Mina está aquí mucho.
Ni Lev o Nas sintieron la necesidad de explicarse, y francamente tampoco lo hice
yo. En lugar de decirle que estaba siendo obvia en una manera horrible, sonreí.
—¿Quién está listo para hacer de esta noche su perra? Yo sí. Vámonos.
Jugar de anfitrión era interesante.
Nas tenía razón sobre el coqueteo. Los chicos de la despedida de solteros no
podían haber sido más generosos. La jodí un par de veces, pero tuve la gracia de
reírme de mí misma. Mi excusa para confundir la orden fue:
—Bueno, si ustedes chicos no fueran tan guapos, una chica podría trabajar sin
distracción, ¿saben?
Con excusas comunes como estas, mi fiesta encantadora aumentó las propinas
a un ritmo alarmante, dejando más para mí de lo que habían gastado en realidad en
bebidas.
Mis mejillas dolían de sonreír demasiado, pero valió la pena cuando me enteré
que había ganado un poco más de $400 en propinas.
Lev mantuvo una estrecha vigilancia sobre mí, comprobándome de vez en
cuando. Me preguntaba qué hacía en realidad en el club. Según parecía, todo lo que
hacía era ver el espectáculo cada noche.
Cuando uno de los chicos agarró mi muñeca y me acercó, me entró el pánico.
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Pero cuando me recordé que habían bebido mucho y ponerse toquetón venía con el
territorio, pegué otra amplia sonrisa en mi rostro, y me incliné cerca, y escuché el
despliegue de elogios que el hombre quería que escuchara. Después de que fue
escuchado, me dejo ir y alivió paso a través de mí. Parpadeé hacia él a través de mis
pestañas bajas, me eche hacia atrás, y le soplé un beso.
No sé porqué estaba tan en contra de esto. Esta cosa del coqueteo era fácil. Lo
tenía ahora. Caminando hacia atrás, caminé directo a una pared. Miré hacia atrás
para ver a la pared mirando al hombre que me quería decir que hermosa era. Me
volví y le sonreí.
—¡Estoy arrasando!
Pero Lev, luciendo peligrosamente apuesto en su traje de tres piezas gris
metálico, mantuvo su mirada fija en el hombre.
—Puso sus manos sobre ti.
Campanas de advertencia sonaron en mi cabeza. Mi sonrisa se desvaneció
cuando puse una mano en su pecho.
—Oye, está bien. Sólo están pasándolo bien.
Su mirada se desvaneció cuando me miró.
—Parecías asustada.
Oh, ¿lo hacía?
Eso significaba que me había estado observando. Ni siquiera podía pensar en
eso ahora. Tenía que calmar a un Lev pareciendo un asesino.
Sus ojos se posaron en el suelo cuando preguntó de forma vacilante:
—¿Estabas asustada?
Mi hombro saltó en un pequeño encogimiento.
—No estoy acostumbrada a que la gente me toque, eso es todo. Me asusté por
un momento, pero pensé en ello y estoy bien. —Sentí la necesidad de defender al
hombre toquetón—. No me lastimó, Lev.
—No me gusta que te toquen.
Esa fue una declaración audaz, si alguna vez escuché una. Sus ojos, ardiendo,
pasaron sobre mi cabeza, de vuelta hacia el hombre. Mi mano seguía en su pecho,
me volví para ver al grupo de hombres mirando a Lev, todos luciendo tensos e
inquietos.
Lev apretó los puños y se adelantó un paso, hacia los hombres.
No podía creer lo que estaba viendo. ¿El dulce Lev irritándose por unos chicos al
azar? No lo entendía. Este no era el hombre que había visto la semana pasada. Este
era alguien más. Alguien aterrador.
—¡Oye! —grité sobre la música, empujando mi mano contra su pecho para
detenerlo de ir ahí. Me miró, sus ojos ablandándose, y se quedó quieto. Le sonreí
92
tranquilizadoramente, palmeando el pecho de su chaqueta—. Estoy bien. —Reí
quedamente—. Está bien, Lev. Puedo manejarlos.
No parecía muy convencido.
—Voy a mantener un ojo sobre ti.
No quería ponerlo a prueba. No ahora. Lucía como una bomba programada para
explotar al menor contacto.
—Está bien —dije y me dirigí de nuevo al bar, confundida por la reacción que
estos hombres habían disparado en Lev.
El resto de la noche fue espléndidamente, y mi sujetador estaba lleno hasta el
borde con propinas. Mi fiesta se fue alrededor de las dos de la mañana con amplias
sonrisas, pero no los iba a dejar ir sin llamar para pedir taxis para ellos primero. El
próximo marido besó mi mano y me agradeció por la gran noche. Se sentía bien ser
apreciada.
Cuando los de la limpieza entraron, y todo el mundo estaba a punto de irse,
Sasha salió de la puerta de atrás del bar y dijo que iba a quedarse atrás un rato.
Enganché mi brazo alrededor de Lev y me despedí de Anika y Viktor.
Anika, mirando hacia el brazo enganchado alrededor de Lev, sonrió y ofreció:
—Oye, Mina puedo llevarte a casa.
Oh, Dios. Síp. Era obvio. Le había echado el ojo a Lev. Lo gracioso era que
pensaba que yo era competencia. Era hermosa. No podía competir contra eso.
Lev, luciendo confundido, pronunció:
—Eso no tiene ningún sentido, Anika, Mina está viviendo conmigo.
La pobre se zambulló palideciendo unos tonos. Tragó saliva fuertemente antes
de girarse hacia Nas y acusar:
—Oh. Lo siento. Nadie me lo dijo.
Nas miró a su amiga. Estaba orgullosa de su respuesta.
—Bueno, Ani, es que no es de tu maldita incumbencia.
Un escalofrió de satisfacción me atravesó mientras fui guiada hacia el coche por
Lev en completo silencio.
93
Traducido por Apolineah17
Mina
***
***
Nas se fue antes de que Lev terminara de ducharse, dándome un momento para
aplicar un humectante con color, máscara de pestañas, y claro brillo labial. Cepillé
mi cabello y lo dejé suelto. Ya no era recto, en su lugar caía por mi espalda en ondas
sueltas.
Me puse el vestido veraniego color azul marino que había comprado dos días
antes, después de hablar con Nas para que me llevara a otra tienda de segunda
mano, poniéndome una chaqueta, estilo de los años ochenta encima y deslizándome
en mis zapatos Mary Jane blancos y de tacón bajo. Nas actuó molesta porque la hice
venir, pero se fue con un impresionante bolso Glomesh vintage de los años setenta.
Le sonreí. Ella escupió sensiblemente:
—Oye, ¡estos están nuevamente de moda!
Cuando nos íbamos, Mirella se detuvo en el camino de la entrada. Bajó a Lidiya, 100
y al momento en que ella vio a su papá, sus brazos se levantaron hacia él y empezó a
balbucear:
—¡Otet! ¡Otet! ¡Otet!
Él me miró y luego la miró de nuevo a ella, y sabía que lo estaba perdiendo. No
había competencia cuando se trataba de Lidiya. Entendía eso. Y para ser honesta, lo
respetaba.
El lugar de perder mi cita para almorzar, coloqué mi mano en su brazo e
insinué:
—Tal vez Mirella podría tener una tarde libre.
Ante su mirada confusa, sugerí:
—Vamos a llevar a Lidiya con nosotros. Llevaremos una manta de picnic,
algunos de sus juguetes, conseguiremos algo para almorzar, y comeremos en el
parque.
Él miró de mí hacia Lidiya y luego de nuevo a mí.
—¿Estás segura? Ella es demandante cuando se trata de mi atención.
No la culpaba. Él era bastante maravilloso. Sonriendo, le aseguré:
—Quiero que Lidiya venga. Me encanta.
—Está bien —dijo con un firme asentimiento. Y cuando se acercó a su hija,
sonrió, tomando su regordete cuerpo en sus brazos, y supe que había hecho lo
correcto.
101
Traducido por martinafab
Mina
109
Traducido por Mae
Mina
Mina
Lev
8
GHB: Es una sustancia depresora del Sistema Nervioso Central, se conoce vulgarmente como: éxtasis líquido, aunque
produce un estado contrario al éxtasis. Utilizado antiguamente como anestésico general. Consumir alcohol con G.H.B.
puede llevar a una sobredosis aunque la cantidad haya sido relativamente pequeña.
Quería a Mina.
La quería más que a nada, pero era tan frágil en este momento. Esperaría hasta
el momento adecuado.
Ella sería mía.
Le mostraría que la vida conmigo podía ser buena. Le haría ver más allá de mi
parte dañada, la haría ver lo poco bueno que tenía dentro. No podía darle romance, u
ofrecerle matrimonio. No podía darle más de lo que tenía para dar. Pero se lo daría, lo
que necesitara. Se reiría y sonreiría como la madre que amaba, y sería feliz conmigo.
Lo juré allí mismo.
Los tres nos quedamos a solas con Jeremiah, flexioné mis manos, troné mis
nudillos.
Vik sacó algo de su bolsillo y me lo entregó.
—Diviértanse, ustedes dos.
Hizo un gesto a Sasha y, a regañadientes, salió detrás de Viktor, dejando el
destino de Jeremiah en mis manos.
Jeremiah me miró desde su lugar contra la pared, con los ojos muy abiertos.
—Lo siento.
—No, no lo haces —respondí mientras me ponía las manoplas en los dedos de la 119
mano derecha—. Cuando haya terminado contigo, lo harás.
Tomó una hora completa aliviar mi furia. Con cada grito y gemido que sacaba de
la excusa repugnante de hombre, mi rabia menguaba.
Mientras mi calma llegaba, Jeremiah encontraba el miedo.
Y con cada golpe, patada, y cabezazo, Jeremiah descubrió cómo se sentía el
arrepentimiento.
Traducido por âmenoire
Lev
onduje a casa sin sentir mis manos. El agotamiento hacía eso algunas
veces. Estaba adormecido y mientras me dirigía a mi casa, miré por la
ventana de mi coche, inseguro de si quería o no entrar a mi propia casa.
Estaba ansioso. No me gustaba eso. 120
Lamiendo mis labios secos, salí del coche y caminé hacia la puerta del frente. La
abrí, escuchado por algunas señas de vida.
No escuché nada
Mi corazón se saltó un latido.
Las luces estaban apagadas. La única habitación que tenía iluminación era la
cocina. Me dirigí directo ahí, y encontré a Nas sentada a la mesa de la cocina, con
una taza de café en sus manos. Estaba ahí sentada, con los ojos cerrados y un
fruncimiento cruzando su bonito rostro. Obviamente no me había escuchado entrar.
Me aclaré la garganta.
Sus ojos se abrieron rápidamente y se giró.
Sonrió tristemente.
—¿Cómo fue? ¿Todavía está vivo?
Suspiré, flexionando mis dedos doloridos.
—Lo suficientemente vivo para sentir mis manos en él durante mucho tiempo.
Sus cejas se elevaron.
—¿Te detuviste? —Dejó salir una respiración—. No pensé que fueras capaz de
hacerlo.
—Casi no lo hago —confesé tranquilamente.
Su ceño se frunció.
—¿Por qué lo hiciste?
—Mina.
El ceño de mi hermana se suavizó y una mirada cálida ocupó su lugar.
—Ella es algo, ¿eh?
—Es un desastre —le dije—. Los problemas la siguen por todos lados. Me
arrincona cuando no quiero hablar. Me sonríe y se ríe ante cosas que no son
graciosas. Me roba comida justo de la mano. —Sacudí mi cabeza—. Y todo eso la
hace perfecta.
Nastasia me miró como si quisiera llorar. Aclaro mi garganta y pregunto:
—¿Todavía está Pox aquí?
Ella parpadeó rápidamente, tragando fuerte.
—Eh, no. Dice que parece que Jeremiah no usó mucho de lo que sea que le
diera. Probablemente porque estaba muy borracha. Dijo que estaría dormida toda la
noche y que tal vez buena parte de la mañana. Tienes que despertarla cada hora y
revisarla. —Bajó sus ojos—. Para asegurarte de que esté respirando.
—¿Qué? —No pensé que fuera tan serio.
Nas se encogió de hombros y aclaró su garganta, su voz rompiéndose. 121
—Pox no estaba segura de si Jeremiah realmente le dio lo que dijo que le dio.
Sin saber exactamente qué es, resulta difícil saber los efectos secundarios que podría
tener. Porque es tan pequeña, ¿sabes? Somos afortunados que todo lo que tenga
sean chupetones. —Su rostro se desmoronó y bajó su mentón para esconder sus
lágrimas—. Es mi culpa —susurró y sus hombros se sacudieron—. Debí de haber
mantenido un ojo en ella.
Han pasado años desde que vi a mi hermana llorar y dolió observarlo hoy tanto
como lo hizo en ese entonces.
Caminé hacia ella, la agarré por el antebrazo y la levanté de su silla. No necesitó
más persuasión. Cayó contra mí, empujando su cabeza en mi pecho y sollozando
silenciosamente. Envolví un brazo alrededor de sus hombros y usé el otro para
acariciar su cabello.
—Está bien.
Ella sacudió su cabeza.
Besé su cabello.
—Estará bien. Ha sobrevivido durante mucho tiempo sin nosotros. Mina es
fuerte.
Nas asintió en acuerdo, luego levantó su rostro lleno de lágrimas y murmuró:
—Sólo es que me siento responsable.
—No —dije y la apreté para reiterar mi punto—. Tú no hiciste esto. No fue tu
culpa.
Ella rodó los ojos pero sonrió.
—No me mientas, Lev.
—Yo no miento —juré.
Asintió y respondió tranquilamente.
—Lo sé. —Nos separamos y levantó su bolso—. Está durmiendo en el sofá de la
sala de estar.
Cuando levanté una ceja, me dio una mirada de descaro.
—Oye, soy fuerte y todo, pero no lo suficientemente fuerte como para llevarla
escaleras arriba sin romper nuestros cuellos.
Levanté mis manos y le di una mirada que decía que no diría una palabra.
La acompañé afuera, la abracé una vez más y cerré la puerta detrás de ella.
Caminé hacia la sala de estar, deteniéndome para encender la luz del salón y así
poder ver lo que estaba haciendo. Me paré frente al sofá, bajando la mirada hacia la
pequeña mujer.
Incluso en su estado inconsciente, era hermosa.
Inclinándome, la levanté sin esfuerzo y nos llevé a ambos escaleras arriba, por el 122
pasillo hasta mi habitación. Encendí la luz y me quedé quieto.
Anika estaba sentada en el borde de mi cama, esperándome.
Levantó la mirada y luego miró hacia Mina. Su ceño se frunció en confusión.
Miró alrededor de la habitación, parpadeando y empezó a notar las cosas de Mina
alrededor del lugar. Se puso de pie.
—No lo entiendo —empezó.
—¿Qué no entiendes, Ani?
—¿Ella puede quedarse en tu habitación, una persona que has conocido por un
segundo, y yo, una persona que has conocido toda tu vida la envías a dormir a la
habitación de huéspedes? —Sonaba herida.
Moví a Mina en mis brazos, luego caminé alrededor de Anika para apartar las
mantas en el otro lado de la cama y bajarla gentilmente.
—Necesito mantener un ojo en ella. —Es todo lo que dije.
No escuché a Anika irse. Estaba ocupado con Mina, quitando su ropa, dejándola
en su top y ropa interior. Jalé las mantas hasta su barbilla. Su frente estaba caliente
al tacto pero estaba temblando.
Caminando hacia la puerta, la cerré desde adentro, moviendo la manija para
asegurarme que nadie pudiera entrar y luego apagué la luz. Cuando estuve
satisfecho, me quite mi ropa, saqué el sofá y me acosté. Una sábana cubriéndome.
En la oscuridad, escuchaba sus dientes castañear.
Mi mandíbula se tensó.
No era buena idea. No debería haberlo hecho. Pero lo hice.
Apartando la sábana, caminé hacia la cama, retiré las mantas y me acosté,
acercando a Mina. Una vez que su pequeño cuerpo estuvo en mis brazos, la arrimé
más, sosteniéndola fuerte. Tal vez demasiado fuerte. Pero pronto, sus dientes dejaron
de castañar y se acomodó contra mí, enterrando su nariz en el hueco entre mi cuello
y hombro.
Durmió en esa posición toda la noche.
Yo también dormí. Mejor de lo que lo había hecho en años.
Mina
Oh, Dios.
Mi cabeza latía jodidamente.
El infierno en una canasta.
Cada vez que me movía para levantarla de la almohada, maldiciones salían de
123
mi boca.
Nunca más. Nunca más.
Pero luego la almohada se movió y se flexionó justo debajo de mi cabeza.
Obligando a mis ojos a abrirse, eché un vistazo, parpadeando para alejar el sueño y
me encontré con unos cálidos ojos color whisky.
Traté de hablar, pero todo lo que salió fue un largo gruñido.
Sus brazos se apretaron a mi alrededor y me tiraron más cerca. Fui
voluntariamente. Mi cuerpo estaba todo adolorido y de repente tuve mi propia bolsa
de agua caliente en forma de Lev.
¿Quién era yo para quejarme?
—¿Cómo te sientes? —gruñó adormecido.
Mi nariz estaba en su garganta, murmuré.
—Nunca voy a beber de nuevo. Tengo resaca.
—Probablemente lo hagas, pero fue más que eso, Mina —explicó gentilmente—.
Necesitamos hablar sobre lo que sucedió anoche.
Apreté mi nariz más contra él.
—¿Eso explicará por qué estamos juntos en la cama?
—Sí.
Asentí lentamente.
—Está bien. Habla. Pero hazlo suavemente.
Su fuerte brazo me rodeó, sosteniéndome con fuerza y no quería pensar en cuán
agradable se sentía eso. Debería haber estado demasiado distraída por mi dolor de
cabeza para notarlo. El otro brazo se deslizó por mi cintura, pasando lentamente por
mi espalda, hasta la base de mi cuello, donde me acunó.
—El club estaba lleno. Quité mis ojos de ti por un momento y entonces noté que
no te había visto en un largo rato. Fui a la barra, donde Nas me dijo que habías
estado bebiendo y que te dormiste. —La mano en mi cuello me sujetó ligeramente,
como si estuviera preocupado por mi reacción, preocupado porque huyera—. Ahí fue
cuando también me di cuenta que no había visto a Jeremiah en un buen rato.
Parpadeé.
¿Jeremiah? ¿Por qué esto tiene que ver con él?
Giró su rostro y sus labios fueron a mi sien.
—Te drogó, Mina —añadió—. Lo siento. Debí haber estado vigilándote.
Me alejé para mirarlo y susurré.
—¿Qué hizo?
Lev me miró intensamente. 124
—Nada, creo. Nas notó un chupetón en tu cuello de inmediato, pero estoy
seguro que lo interrumpimos antes que pudiera hacer algún daño real. Ahora que
estás despierta, tal vez puedas decirme si estás dolorida.
—Estoy dolorida por todos lados. Me duele todo el cuerpo.
Sacudió su cabeza.
—No, Mina. ¿Puedes decirme si estás dolorida en cualquier lugar que no
deberías? —Me dio una mirada incisiva—. Áreas íntimas.
Estaba demasiado sorprendida para sonrojarme. Todavía estaba atascada en
que Jeremiah había intentado usarme como muñeca sexual real.
Enfocándome en el área que había mencionado, sacudí mi cabeza.
—No, no lo creo. —Luego me enojé—. ¿Dónde está el idiota? ¿Dónde está
Jeremiah?
Levantó su mano y apartó el cabello que había caído sobre mi frente.
—Ya no va a lastimarte más. Confía en mí.
Confiaba en él. Confiaba en él con cada pieza de mi alma rota.
Si había alguien que me cuidaría, quería que fuera Lev. Confiaba en él para
protegerme, mantenerme a salvo y para ser honesto conmigo.
Entonces bajé la mirada entre nosotros y mis cejas se levantaron.
—¿Quién me desvistió?
No hubo vacilación.
—Yo.
—Ya veo.
Murmuré y rápidamente me di cuenta que quizás había estado pasando
demasiado tiempo con Lev cuando daba respuestas como esa. Mis ojos pasaron sobre
su bóxer abultado y mis cejas se levantaron aún más.
—¿Quieres explicar eso?
Frunció el ceño y se retorció.
—Creí que se explicaba por sí mismo. —Entonces me sonrojé—. Estuviste
presionada contra mí toda la noche. Me dijeron que te revisara cada hora y lo hice.
Solo hice lo que ordenaron los doctores.
Mi ego se redujo diez veces.
—Entonces sólo estabas cumpliendo tus obligaciones.
Su ceño se frunció y me dio un brusco asentimiento. Y el recordatorio de mi ego
explotó como un globo y fue silbando a través del aire antes de salir volando por la
ventana.
Luego suspiró como si necesitara sacar algo de su pecho. 125
—Es difícil sostener a una hermosa mujer toda la noche y no sentirme afectado.
Lo siento si eso te ofende, pero no siempre tengo control de mi cuerpo y sus
reacciones.
Mi ego voló de vuelta a través de la ventana y silbó alrededor del aire antes de
regresar a mí, inflándose seis veces más grande.
Era momento de decir algo, de preferencia algo ingenioso.
—Necesito ir al baño.
Lev lució frustrado.
—Mina, acabo de decirte que fuiste atacada por un hombre que probablemente
te habría violado y tú todavía no has reaccionado.
Miré a Lev directamente a los ojos y le dije honestamente:
—No sería la primera vez.
No me esperé para ver su reacción. Me deslicé fuera de la cama, sostuve mi
punzante cabeza y me arrastré hacia el baño, cerrando la puerta detrás de mí,
haciendo un esfuerzo por cerrarla lo menos ruidosamente posible.
Las lágrimas me llegaron en la ducha. Parecía un lugar apropiado para dejarlas
caer.
Sé que actué como si no me molestara, pero cuando me desvestí y vi los
chupetones cubriendo mis pechos, mi orgullo cayó rápidamente y me golpeó cuán
sería había sido la situación.
Levanté mis manos para correrlas a través de las profundas marcas rojas y sisé
cuando mis dedos rozaron mis tiernos pezones. Su boca había estado ahí y había
sido ruda. No me gustaba eso. Y lo que era peor era que no pudiera recordar algo de
ello.
No era un borrón. No era una memoria difusa. Solo no estaba ahí. Y eso no se
sentía bien. Era confuso y terrible, y me hacía sentir sucia, independientemente de si
fui o no un participante por propia voluntad.
Me duché en silencio y razoné conmigo misma. Nadie vería los otros chupetones.
Pediría ayuda a Nas para que me ayudara a cubrir el de mi cuello lo mejor que
pudiéramos. Todo sería olvidado rápidamente, un incidente que empujaría a un lado
y dejaría en el pasado. Justo como lo hice con las otras cosas malas en mi vida.
Cuando terminé, me puse mi pijama amarillo para regresar a la cama, y entré de
nuevo en el dormitorio. Las cortinas habían sido abiertas, dejando a la luz solar fluir
dentro. Mis ojos quemaban, pero estaba demasiado ocupada enfocándome en el
furioso hombre, paseándose frente a la cama.
Di un paso más cerca.
—¿Lev? 126
Continuó paseándose.
Otro paso más cerca.
—¿Lev? ¿Qué está mal?
Él se giró para enfrentarme, sus ojos centellantes.
—¿Quién te lastimó?
Mi ceño se frunció y me encogí ligeramente, indicando que no sabía sobre qué
estaba hablando.
Parafraseó:
—No sería la primera vez —Su estómago desnudo se tensó mientras apretaba
sus dientes y gruñía—. ¿Quién te lastimo? Dímelo. Dímelo y los mataré.
¿Estaba mal estar excitada por esta escena?
Algo me dijo que era altamente inapropiado. De alguna manera, eso no detuvo el
flujo de calor pasando a través de mí o el sentimiento similar al de haber ganado algo
grande, como la lotería.
Y Lev era una fina lotería para ganar.
Pero entonces miré más de cerca y ese sentimiento retrocedió. Estaba
angustiado. También lucía como si no supiera cómo lidiar con eso. Podía sentir el
enojo y la frustración saliendo de él.
Sabiendo que ese enojo no estaba dirigido hacia mí estuve a su lado en un
segundo. Tomé su mano y lo llevé hacia el sofá, sentándome y tirando de él para
sentarlo junto a mí. Coloqué su mano en mi regazo y la cubrí con la mía.
—Estuve en la calle por mucho tiempo, Lev. —Incliné mi cabeza y le di una
arrepentida mirada—. Así es la vida.
—No —dijo, sacudiendo su cabeza—. No lo es. La gente es la que hace esas
cosas y necesitan ser castigados. Necesitan sufrir las consecuencias —declaró—.
Siempre hay un precio que pagar.
—¿Quieres buscar por las calles hasta encontrar al grupo de jóvenes rufianes
que trataron de obligarme a tener sexo hace años? ¿Eso te suena como algo normal
que hacer?
Lev bajó su cabeza y reveló.
—No soy normal.
No iba a mentirle.
—No, no lo eres. —Luego admití tranquilamente—. Pero algunas veces creo que
eres mejor que la gente normal. Extraordinario. Único. Insuperable. Galante. —No
levantó la mirada hacia mí. No me gustaba cuando trataba de ocultarse de mí. Apreté
su mano—. Oye. No tuvieron éxito, sabes. Ese cuchillo que me quitaste la primera
vez que vine aquí… hizo su trabajo. 127
Cuando corrí mi pulgar sobre sus dedos, hizo un gesto de dolor. Mi ceño se
tensó mientras levantaba mi mano para examinar la suya.
Mi corazón se detuvo.
El dedo medio en su mano izquierda estaba hinchando, morado y muy
obviamente inclinado en una dirección que no debería haber estado.
—Lev, cariño —dije calmadamente—. Creo que tu dedo está roto.
Asintió como si eso no fuera algo nuevo para él.
—Estará bien.
—¿Jeremiah? —pregunté.
Gruñó afirmativamente.
Suspiré.
—Supongo que vas a decirme que no te duele.
—No. —Sacudió su cabeza ligeramente—. Duele bastante. —Se giró hacia mí,
mirándome a los ojos—. Pero la razón detrás de ello vale cada dolor.
Me estoy enamorando de ti, Lev Leokov.
Esta vez, el repentino pensamiento no me sorprendió. Creo que lo he sabido por
un tiempo.
Traducido por lauuz
Mina
***
Me estaba aburriendo. Habían pasado cinco días desde que había estado en el
club, y después de horas de incesantes ruegos, Lev me concedió una alegría,
dejándome ir a trabajar con la condición de que me sentara con él toda la noche.
Era mejor que nada. Ni siquiera tuve que pensarlo. Brinqué ante la oportunidad
de dejar la casa. Me estaba volviendo loca.
Usando pantalones negros y una camiseta blanca con un elefante dorado
impreso al frente, me puse en mis sandalias planas de tiras, tomé mi abrigo y me
reuní con él en la cocina.
Anika y Vik ya estaba ahí esperando a Lev. Vik se acercó y me dio un abrazo de
oso, su enorme figura comiéndome entera. Por su apariencia, nunca supondrías que
Viktor era el necesitado del grupo, con todos sus tatuajes. Su cuerpo era su propio
lienzo para decorar.
Anika, como sea, me miro como si estuviera lista para romperme en cualquier
momento.
—¿Vas a trabajar esta noche? —preguntó ansiosamente. Luego agregó en un
tono cauteloso pero condescendiente—. ¿Estás segura de que estás lista?
Quería abofetear a la perra.
En su lugar, sonreí.
—No, no voy a trabajar hoy. Sólo estoy volviéndome loca por estar encerrada en
esta casa. Así que estaré observando esta noche. —Para beneficio de Anika,
agregué—: No te preocupes. Lev va a cuidarme.
Vik sonrió. 133
—Yo te cuidaré Mina. —Me guiñó—. Sostendré tu mano y todo.
Incliné mi cabeza hacia un lado, haciendo un puchero, acuné su cara y
canturreé.
—Aww Vik. Ahora, ¿por qué querría que hicieras eso? —Guiñé—. ¿Quién sabe
dónde habrá estado esa mano?
Nas entró por la puerta trasera en ese momento. Y por alguna razón, sentí como
si me hubieran atrapado haciendo algo. Como una niña traviesa haciendo algo que
no se supone que esté haciendo. Especialmente cuando sus ojos se fijaron en mi
mano sobre la cara de Vik.
Ella lo cubrió rápidamente, burlándose de Vik como lo hace normalmente.
—Ewww. No toques eso Mina. No sabes dónde ha estado.
Pero Vik claramente no estaba de humor para Nastasia. Supe esto, porque me
tomo por la cintura, llevándome hacia él, y montando todo un espectáculo poniendo
su mano en la parte baja de mi cadera. Me miró directamente, bajó su cabeza a mi
oído y entonces fingió susurrar:
—No la escuches. Nos escaparemos juntos, follaremos en cada playa del país, y
tendremos hermosos hijos juntos.
Anika casi se ahoga del disgusto:
—Jesucristo, Vik. Cuida la mierda que estás hablando. Mi boca estaba abierta y
todo.
Nas, parecía herida. No entiendo el porqué. Ella tenía que estar acostumbrada a
su forma de hablar.
Pero Nas era mi amiga, y eso significa ponerme de su lado, incluso si estaba
equivocada. Podría hablarle claro en privado, pero con público, cubro su espalda.
Golpeando mi trasero contra sus muslos, bufé.
—He estado en la basura Vik. No soy quisquillosa cuando hablas de comida. —
Me volví hacia él y agregué—: Y aun así no quiero comer tu polla.
Escuché a Anika romper a reír mientras Nas bufó ante eso, y Vik sonrió
orgullosamente hacia mí.
—Eso es lo que llamamos una quemadura.
Desafortunadamente cuando Vik se agachó para besar mi frente, Lev entró.
Hubo un momento de tensión construyéndose en la habitación mientras los ojos de
Lev se fijaban en las manos de Vik en mí. Tenía esa mirada en sus ojos, la que había
conocido hacía unos días, y sabía que tenía que intervenir. De otro modo, Lev
golpearía a su amigo de la infancia. Era protector conmigo. Lo tengo. Lo entiendo. Es
lo que hacen los amigos.
Tomándome un segundo para controlarme, me alejé de Vik y lentamente caminé 134
hacia Lev, levantando la mano con palma hacia afuera, comunicándome con él en
silencio.
Miró hacia abajo a mi mano y después a mis ojos. Los ásperos bordes de su
rostro se suavizaron y tomó mi mano sin una palabra, apretándola. El gesto dijo
mucho más de lo que las palabras podrían. Yo sería su roca cuando su razón se
alejara. Y él sería la persona que necesitaba para recordarme que ya no estaba sola
en el mundo. Una amistad perfectamente imperfecta que de algún modo se había
formado. Perder a Lev no era una opción.
Él me encontró, y ya sea que lo supiera o no, era suya, de cualquier manera.
Sabes lo que dicen.
Quien lo encuentra se lo queda.
***
Mina
***
Mina
—Si crees por un segundo que estás en peligro de ser atrapada, voy a entrar — 143
murmuró Lev mientras conducía. Vik permanecía en silencio en el asiento trasero.
Sonreí ante lo protector de su tono.
—Lo tengo.
—Asegúrate de tener tu teléfono cerca todo el tiempo —insistió.
Palmeé con una mano encima del bolsillo delantero de mis jeans por sexta vez
desde que comenzamos nuestro viaje.
—Aun aquí —le dije.
Lev me sorprendió esta mañana con un nuevo teléfono móvil. Era de esos
vistosos con grandes pantallas en los que podías usar internet, y descargar
aplicaciones, y probablemente avisar cuando estuvieras a punto de ir al baño.
Era sofisticado.
Pasó toda la mañana enseñándome a usarlo. Para el final de esta, sabía más que
lo básico. Aun no entendía lo que eran las aplicaciones, pero dijo que me lo explicaría
otro día. Llamar, responder, y mandar mensajes era lo suficientemente fácil de
recordar. Practiqué enviándole mensajes a Nas.
Yo: ¿Qué obtienes cuando cruzas una oruga con un papagayo?
Nas: ¿Quién es?
Yo: ¡Un walkie talkie!
Nas: ¿Quién es?
Yo: Oye, eso fue divertido. Podrías al menos tener la cortesía de reírte.
Nas: ¿Quién mierda eres?
Lev también se las arregló para conseguirme una identificación, la cual
explicaba por qué Nas me había llevado a sacarme algunas fotos tamaño carnet la
última vez que fuimos al centro comercial. No debería de haber estado sorprendida de
que tuviera todos mis detalles personales en ella, pero lo estaba. Sonreí.
—¿Cómo obtuviste esto, ganso escurridizo?
Él se sentó en la mesa de la cocina, pareciendo complacido con mi reacción.
—Conozco personas. —Eso estaba muy claro.
Parecía tener contactos en cada industria.
—También tengo una copia de tu certificado de nacimiento, tu tarjeta de
seguridad social, y tu pasaporte.
Bajé la mirada a la identificación.
Mina Clarabelle Harris.
La dirección que aparecía era… la de Lev.
No me preocupó por el porqué. Estaba segura de que lo hizo porque tenía que 144
dar una dirección que fuera válida, y había estado viviendo aquí por las últimas
cuatro semanas y media.
Estacionando a una cuadra, Vik trabajó rápidamente, poniendo la cámara de
vigilancia que parecía un gran botón en el ojal de mi chaqueta, debajo de mi abrigo.
El gran botón negro que apropiadamente dice que te estoy juzgando.
Vik explicó.
—Esta no es una cámara en directo. No voy a ser capaz de revisar la grabación
hasta que salgas de ahí y estemos de regreso en el club. Si crees que alguien se está
fijando en ti, no pienses; sólo sal de ahí.
Ante mi nervioso asentimiento, sonrió.
—Simplemente siéntate, pide una bebida, y observa el espectáculo, como harías
con nosotros. No es gran cosa.
Agrego:
—Probablemente ayudaría que perdieras la cara de estoy fuera de mi zona.
—Cállate Vik. —Golpeé su brazo alejándolo y él se rio.
Estaba lista para irme. Inclinándome por encima del asiento, tiré de la camiseta
de Lev y lo acerqué hacia mí.
—Oye, no te preocupes. Estaré de regreso en una hora, ¿de acuerdo?
Él gruño, sin mirarme. Así que forcé su atención. Acercándome más, presioné
mis labios con brillo en su mejilla suavemente.
—Estaré de regreso antes de que te des cuenta.
El beso de Afrodita me sorprendió. Por la manera en que los chicos hablaban de
él, me esperaba un hoyo, pero esto era impresionante.
El tema griego estaba estratégicamente colocado con largos pilares blancos con
delicadas flores y vides pintadas en ellos, grandes mesas de madera intrincadamente
diseñadas y adornadas con dorado, ambos sofás decorados con el típico patrón de
tela griego (en dorado, por supuesto) y el escenario… wow. Lucía como si hubiera
sido diseñado en el dramático estilo de 1900, con cortinas de terciopelo rojo.
Estaba impresionada.
Hice lo que Vik me dijo. Pedí una bebida, tomé asiento y encaré el escenario.
Media hora después, el espectáculo comenzó. Las luces se atenuaron y las lámparas
se enfocaron en el escenario; las cortinas se abrieron y jadeé.
Cuatro hombres, preciosos y con las ropas rasgadas, usando pequeños pedazos
de tela blanca encima de sus muslos, mostrando la parte de arriba de sus traseros,
sosteniendo a una mujer envuelta seductoramente en un pequeño sofá atado a una
plataforma.
Cada hombre tomo una esquina de la plataforma, moviéndola sin esfuerzo. 145
Era un gran espectáculo.
La mujer, que tenía una máscara de plumas cubriendo su rostro, se la quito
mientras los hombres ponían el sofá en el suelo.
—Jodan un pato —susurre.
Era ChaCha. Estaba vestida como una diosa griega. Ella, por supuesto, se
presentó como Afrodita.
Vi su espectáculo. Era una mezcla de temas, algo de desnudismo, drama y
humor. No quería admitirlo, pero era buena actriz. Tenía a los hombres comiendo de
sus manos cubiertas de brillos y mirando fijamente a sus brillantes pechos. Terminó
cuando ChaCha volvió a su cubierta de maquillaje.
Los hombres animaron mientras la cortina caía. Subió el volumen de la música,
y dos mujeres más tomaron el escenario para presentar una rutina de tubo muy
promedio. Había visto mejores en Bleeding Hearts. Media hora después, otro
espectáculo tuvo lugar.
Estaba comenzando a ver por qué los hombres flotaban hacia acá. Era diferente.
La risa que los espectáculos proveían era contagiosa y mejoraba la atmosfera del club
en general.
No era de mala muerte, y hacía el ambiente más ligero, menos sórdido.
Desafortunadamente, estaba comenzando a ver porqué tenían un ganador.
Había visto suficiente. Poniéndome de pie, me volví para irme, pero casi fui
arrollada por un hombre. Di un chillido, estabilizándome antes de caer. El hombre se
dio la vuelta.
—Mierda, lo siento. —Sonrió con disculpa.
Oh, querido Dios.
Mi corazón saltó tan profundo que terminó en mi estómago.
Los ojos del tipo del bar de sándwiches se estrecharon hacia mí.
—Oye, te conozco —me miró de arriba a abajo—. Eres la chica sin hogar.
Negué con la cabeza, tratando de parecer enojada porque me estuviera llamando
vagabunda.
—No, creo que tienes a la persona equivocada. Lo lamento. —Me moví para
alejarme, pero atrapó mi brazo, haciéndome retroceder. Era obvio que se había
tomado algunas copas. Se rió audiblemente.
—Oh, vamos. Sé que eres tú, chica. Ningún hombre olvida un rostro como ese.
—Se inclinó hacia mí—. Te vez mucho mejor.
—Quítame las manos de encima —dije desdeñosa.
Él chasqueó la lengua.
—Que mal que ya no estés hambrienta. —Sacudió la cabeza arrepentido—. 146
Demonios, eres bonita. —Se agachó para hablar directamente en mi oído—. Me estoy
arrepintiendo de no haber aceptado tu oferta esa noche. Mi polla ruega por tu boca,
muñeca —agregó—. ¿Qué haría falta para que la oferta estuviera de vuelta?
—Que el infierno se congelara, sucio idiota. —Lo hice a un lado tan fuerte como
pude. Perdió el equilibrio, se cayó y toda la atención cayó sobre mí.
Cientos de ojos se volvieron hacia mí. Me ruboricé, mirando hacia los guardias
de seguridad que apenas se habían acercado a intervenir. Les espeté enojada.
—¿Es así como dejan que los hombres traten a las mujeres en su club?
Entonces cometí un enorme error.
Me alejé, gritando fuerte:
—No, gracias. Llevaré mis asuntos a Bleeding Hearts.
Traducido por Mariandrys
Laredo
Mina
9
Famoso cóctel sour que contiene Bourbon whisky, jugo de limón, azúcar y, opcionalmente, clara de huevo. Se agita y se
sirve directamente o sobre hielo.
opuesto de Sasha. Vik se quedó de pie, mientras Nas se sentó en el brazo de la silla
de Lev.
Me acomodé en la parte trasera junto a la puerta, sintiendo frío y abrazándome.
La filmación era superflua hasta que el acto comenzó. Al segundo que ChaCha
apareció, Nas escupió una cadena de escandalosas e imaginativas, maldiciones.
Sasha lucía listo para dispararle a alguien. Llamada ChaCha.
Veinticinco minutos de filmación después, salté rápidamente desde mi esquina.
—Eso es todo —comencé—. Me levantaré para irme en un minuto.
Vik se dirigió hacía Sasha.
—Es un espectáculo —expresó con un pequeño encogimiento de hombros, como
si no fuese la gran cosa.
Nas comentó sobre ello.
—Sí, es un espectáculo —comenzó—. Pero viste cómo reaccionaron los hombres.
Era positivo y brillante. No sórdido. Y la manera que arreglaron el lugar —miró a
Sasha—, lucía bien.
Sasha asintió como si estuviese respondiendo a una pregunta no hecha.
—Tenemos que mejorar nuestro espectáculo, mejorar nuestra imagen. Vamos a
perder más negocios si no les damos algo de qué hablar. 150
Mientras la conversación sucedía. Estaba mirando el reproductor, que aún
reproducía el archivo, con mi cuerpo helado por la ansiedad. En la pantalla, me
acababa de levantar de la mesa en El Beso de Afrodita y estaba yéndome cuando…
—Oye, te conozco —se escuchó alto y claro—. Eres la chica sin hogar.
Toda la conversación se detuvo. Todos los ojos se giraron hacía la pantalla.
—Por favor, apágalo —rogué en un susurro, mi voz temblando.
Pero nadie escuchó. Estaban muy cautivados por el altercado sucediendo en la
pantalla.
—Que mal que ya no estés hambrienta. —Mordí el interior de mi labio, mi
corazón se aceleró—. Demonios, eres bonita —mi garganta se cerró y mis brazos se
apretaron alrededor de mi cuerpo—. Me estoy arrepintiendo de no haber aceptado tu
oferta esa noche. Mi polla ruega por tu boca, muñeca. —Lagrimas llenaban mis ojos y
los cerré fuertemente, quitándole la satisfacción de hacerme llorar por sus acciones
una vez más—. ¿Qué haría falta para que la oferta estuviera de vuelta?
—Que el infierno se congelara, sucio idiota.
Escuché el suave sonido de alguien levantándose de su silla. Sabía que estaba
frente a mí incluso antes de que abriera mis ojos. En su lugar, los mantuve cerrado
aún más fuerte.
—Lo siento —le dije.
Me escuché en la computadora.
—¿Es así como dejan que los hombres traten a las mujeres en su club?
Me encogí, golpeando mi cara con mis manos, sabiendo lo que venía a
continuación.
—No, gracias. Llevaré mis asuntos a Bleeding Hearts.
Hablando a través de mis manos, dejé salir un silencioso:
—Oh, Dios.
Escuché a alguien reírse quedo. Nas lo golpeó.
—¡No es gracioso! —lo acalló antes de que pudiera humillarme aún más.
Sasha habló.
—Sé que no es gracioso. No me estoy riendo porque sea cómico. —Su voz
contenía una nota de burla—. Sí, ahí se van el resto de nuestros clientes.
—Cállate, Sash —siseó Nas. Su voz se suavizó de gran manera cuando
preguntó—. Mina, ¿conoces a ese tipo?
Negué con la cabeza.
Cuando Lev habló, sentí su furia.
—Dijiste que no había pasado nada. Eso no era nada. 151
Fue entonces cuando abrí mis ojos y, tristes como estaban, se fijaron sobre Lev.
—No quería que escucharas lo que dijo.
—¿Por qué? —preguntó, bordeado de furia.
Mordí el interior de mi labio y hablé a través del nudo en mi garganta
—Porque lo que dijo… —Oh, Dios, estaba tan avergonzada—. Es verdad
Sollocé, la primera de muchas lágrimas deslizándose por mí, realmente, roja
mejilla.
—Es el dueño de un bar de sándwich. Le pedí comida. Me dijo que le chupara la
polla. Primero, dije que no, pero… —escapó de mí una maltrecha respiración—. Pero
estaba tan hambrienta, Lev. Tan hambrienta —me apresuré—. Y cuando finalmente
accedí, me dijo que era demasiado tarde y me dejó llorando en la calle.
Bajé mi mirada al suelo.
—Él no consiguió su mamada. Y yo no conseguí nada que comer —mi voz
descendió a un susurro—. Ese fue el día antes de que te conociera. Por eso robé la
billetera de Sasha. —Alcé la vista a través de mi borrosa visión para quedar atrapada
por Sasha. Mi susurro fue quebrado—. Estaba desesperada.
Nadie habló por un rato. No quería que nadie hablara. No quería miradas de
lastima. No quería simpatía. Quería irme a casa.
—Está bien —murmuró Lev suavemente.
Era casi como si leyese mi mente, porque se dirigió hacia los otros en la
habitación y dijo:
—Voy a llevar a Mina a casa.
Incluso aunque no estaba pidiendo permiso, Sasha se lo dio de la única manera
que imaginé que pudiese.
—Sí, lo que sea. No es como si tuviéramos clientes a los que servir.
Condujimos en un largo y cómodo silencio, estrechando nuestras manos sobre
la consola central.
Cuando llegamos a casa, nos preparamos para irnos a la cama. Lev se desvistió
completamente hasta quedar en bóxer, sin temor por deslumbrar mis suaves
sensibilidades, y yo me vestí con mi “horrible” pijama amarillo. Lev le puso el seguro
a la puerta del dormitorio, abrió el sofá, se acostó y apagó su lámpara. Mi lámpara
siguió su ejemplo mientras me subía a la gigantesca cama tamaño King.
Me quedé recostada allí un tiempo, incapaz de poder ponerme cómoda o
conciliar el sueño.
Tomó una larga y severa charla mental, pero tomé mi decisión.
Me deslicé fuera de la cama, me dirigí hacia el sofá-cama y me subí sobre el
colchón. No fue ni un poco sorprendente de que Lev hubiera predicho mi movimiento,
152
y hubiera apartado las sabanas para dejarme entrar. Me acurrucó, envolviendo un
brazo alrededor de mi cintura y jalándome hacia su cálido y fuerte cuerpo.
Su esencia era cálida y masculina. Estaba calentito, y su duro cuerpo rodeo el
mío. Me calmó. La comodidad de llego inmediatamente y bostecé.
Sentí los labios de Lev presionados suavemente en la base de mi cuello.
—Buenas noches, Mina.
—Buenas, cariño. —Mis ojos se volvieron pesados, y rápidamente, caí dormida.
Dormimos de esa manera hasta el amanecer.
A la mañana siguiente, mientras salía del baño vestida con mis pantalones de
yoga negros y mi camiseta de un hombro caído blanca, me vi obligada a detenerme
porque Lev que estaba sentado al borde de la cama, esperándome.
Cepillando mi cabello húmedo, sonreí suavemente frente a la visión de él en sus
pantalones de ejercicio, camiseta y sudadera.
—Buenos días.
Arqueó su ceja, se puso de pie y caminó hacia mí, con una pequeña caja
turquesa en sus manos. Sus pasos eran pesados y había un decisivo brillo en sus
ojos cuando se detuvo a centímetros de mí. Entonces supe lo que iba a suceder a
continuación.
Lev se inclinó y se acercó, y pude aspirar su cálida y masculina esencia, cerré
mis ojos, esperando el beso que había deseado toda mi vida.
Me puse de puntillas con mi rostro estirado, lista para recibirlo.
Este beso sería el beso con el que juzgaría a todos los demás. Lo sentía en lo
profundo de mis huesos. Este beso sería decisivo. Este beso me llevaría al límite y por
fin caería enamorada de Lev Leokov.
Este beso…
Nunca ocurrió.
Sus manos se deslizaron, ligeramente, anudando algo detrás de mi cuello.
Miré hacia abajo.
Un ancla de plata en una larga y delicada cadena de plata se encontraba posada
sobre el valle entre mis pechos. La decepción de no ser besada se disipó, pero solo
ligeramente.
—No es mi cumpleaños —le dije.
Resultó que no necesitaba un beso decisivo para caer enamorada de Lev Leokov.
Sabía eso, porque lo que dijo después selló el asunto.
—Esto es por todos los cumpleaños que te has perdido. —Se acercó para
acariciar el colgante de ancla, su dedo rozando, accidentalmente, la parte superior de 153
mi pecho—. Por los cumpleaños que no fueron reconocidos como deberían haberlo
sido.
Mis ojos comenzaron a humedecerse.
¡Ugh! No de nuevo.
Me estaba volviendo un desastre lloroso. No quería llorar, pero este momento era
más de lo que jamás hubiese esperado en toda una vida, y el regalo sincero de Lev
me tenía al límite.
El hombre no tenía idea de cuán encantador era, y lo probó cuando me atrajo
contra él, abrazándome y hablando suavemente.
—Por favor, no llores, Mina. Lo siento. No soy bueno con las palabras.
Me reí a través de las lágrimas de lo absurdo de su declaración. Acuné sus
mejillas, atraje su rostro hacia abajo y presioné un suave pero ligero beso en su boca.
Me retiré, notando su falta de asombro pero decidí ignorarlo. Toqueteé el colgante y
dije con alegría.
—Lo adoro, Lev. Gracias. Nunca me lo quitaré.
Más tarde esa noche, después de otra noche en el club con sólo un puñado de
clientes habituales, Lev y yo nos marchamos un poco después de las dos de la
madrugada.
Noté que algo estaba sucediendo.
Durante el viaje en coche a casa, entrelazamos nuestras manos sobre la consola
central, y una vez en casa, nos desvestimos y nos fuimos a nuestras propias camas.
Apagamos las luces y nos acomodamos.
Quince minutos pasaron y no podía dormirme.
Me mordí el interior de mi labio antes de decir en la oscuridad:
—¿Lev?
Su inmediato gruñido en respuesta me dijo que no había caído dormido aún.
Y fui por ello, de lleno.
—Ya sabes, hay mucho espacio en esta cama para ambos.
Lo siguiente fue un largo silencio y quería golpearme en la frente.
Presioné demasiado.
Justo cuando estaba abriendo mi boca para lanzar un incómodo buenas noches,
escuché el roce de las sábanas. Vi la sombra de él acercándose a la cama. Dio la
vuelta por el lado izquierdo y se deslizó debajo de las mantas. Mi alivio fue evidente,
me acerqué a él y me acomodé a su lado. Mi cabeza en su pecho y mi brazo
descansando sobre su abdomen.
—¿Esto está bien? —pregunté, sabiendo muy bien que estaba perfecto.
Su fuerte brazo me rodeó y suspiró. 154
—Perfecto.
Sonreí sobre el pecho desnudo de Lev, inhalando su cálida esencia y me dormí
esperando poder irme a dormir sonriendo más a menudo.
Traducido por Gigi D
Mina
ncontrar un momento a solas no fue difícil entre las diez y las doce.
Esas eran las horas en que Lev desaparecía para hacer ejercicio.
Siempre se iba a las diez y volvía a las doce, en punto. No sabía qué le
gustaba hacer para ejercitarse. Sí sé que, sea lo que sea, lo hacía volver
sudando mucho.
155
Me quedó en claro en más de una ocasión que Lev me parecía atractivo. Era, de
lejos, el hombre más apuesto que conocía. Con ojos dorados, las facciones angulosas,
cabello oscuro y a la moda, y su alto y esculpido cuerpo, me encontraba
preguntándome lo que se sentiría estar debajo de ese cuerpo, desnuda y sudando por
otro tipo de ejercicio.
Cuando Lev llegaba a casa, con la ropa pegada al cuerpo, mi boca se hacía agua
y no podía contenerme.
Lev era sexy, así de simple.
Con el arreglo para dormir ahora como algo permanente, no me era indiferente
que despertaba con una gran erección contra mi trasero, o mi pierna, o donde
terminara apoyada en la mañana.
Ambos nos portábamos bien, no le prestábamos atención, pero sabíamos que
estaba ahí. Era obvio, de una forma dolorosa.
Pero esta mañana fue algo distinto. Acababa de despertar, con esa dura polla
presionando contra mi trasero por tercer día consecutivo, actué inconscientemente
en mi estado de vela, arqueé la espalda y dejé salir un suspiro de felicidad mientras
su firmeza se frotaba contra mí de la forma más deliciosa.
Por un momento, creí que Lev era un sueño.
Obviamente, me equivocaba.
Mi cuerpo, actuando por cuenta propia, se apoyó contra él, otra increíble vez, y
Lev suspiró de placer. La cavidad oculta entre mis piernas tembló suavemente, y de
repente sentí calor en todo mi cuerpo. Una necesidad se metió en mí, y antes de
saberlo, quería esa polla dura dentro de mí, llenándome y estirándome.
En ese momento Lev se retiró suavemente y, un segundo después, oí la puerta
del baño cerrarse. Abrió la ducha, y entonces me desperté, comprendiendo lo que
había sucedido.
Mi rostro y cuello ardieron de vergüenza.
Había frotado a Lev dormida.
Eso no es muy amable, Mina.
Pensé en disculparme, pero sabía que sería tan incómodo como la situación
misma. Entonces hice la segunda mejor opción, la que Lev y yo hacíamos bien.
Fingí dormir, hice como que nunca había sucedido, respirando tan pesada y
lentamente como pude mientras Lev salía del baño.
Oí la ropa moviéndose, se abrió la puerta del dormitorio, y me encontré sola en
un cuarto para dos.
Me volví para estar sobre mi espalda y suspiré. Mis dedos se deslizaron por mi
estómago, bajo mi pijama y mis bragas hacia el lugar donde más lo necesitaba.
Cerrando los ojos, pensé en los largos dedos de Lev, sus labios carnosos, y su firme 156
trasero mientras me liberaba. Pero no fue tan bueno.
La satisfacción que necesitaba no llegó.
Esperé a oír la puerta trasera antes de levantarme. Me duché rápidamente, abrí
las cortinas y me senté en el medio de la cama, con las piernas cruzadas. Mi teléfono
frente a mí, miré la tarjeta de negocios y consideré hacer la llamada.
Mi estómago se encogió mientras levantaba el aparato y marcaba. Sonó dos
veces antes de que respondiera con un suave saludo.
—Soy Mina —comencé. Me mordí el labio y le dije lo que necesitaba—.
¿Recuerdas esos anticonceptivos que me decías? Estoy lista para verlos.
Siguió un silencio, luego me dijo a dónde tenía que ir.
—De acuerdo. —Quería sonreír, pero no pude porque tenía el corazón en la
garganta—. Gracias Pox.
Sin dudar, llamé a Nas y le pedí un favor. Necesitaba que me llevaran.
La clínica era pequeña pero limpia, y una mujer vestida con uniforme me llevó a
un cuarto vacío. No quería ir sola. Nas estaba en una de las sillas, mirando su
teléfono.
Tragué duro.
—Oye —dije, con la lengua pegajosa—. ¿Vienes?
Ella me miró, estudiándome un momento antes de notar el miedo en mis ojos.
Se puso de pie, y suspiré de alivio mientras me seguía a la consulta.
Esperamos en silencio total. Después de unos minutos, una mujer con un
rodete desordenado y pantalón rosado entró, sonriente.
—¿Mina? —Miró de mí a Nas, insegura de cuál de las dos era su paciente.
—Soy Mina —dije, sentándome más derecha y levantando la mano como una
colegiala.
Su sonrisa se amplió al sentarse.
—Hola Mina. Soy la doctora Henley. Mi hermano me llamó. Me dijo que
necesitabas un DIU.
Hizo una pausa y preguntó:
—¿Puedo saber por qué un DIU y no un implante?
Esperen… ¿Pox es su hermano?
No se parecían en nada.
Retorcí mis manos en nerviosismo y le dije:
—Dura más.
Asintió comprensivamente y comenzó a escribir en su ordenador. 157
—No los tenemos a mano, por supuesto. —Mi rostro cayó, pero ella prosiguió—.
No me preocuparía por eso. Te daré una receta y te enviaré al lado. La farmacia tiene
muchos. —Suspiró alegremente—. Tengo que decirte Mina, no me gusta hacer estas
cosas con prisas. En un escenario normal, haríamos un examen completo, un
papanicolau, y exámenes de enfermedades sexuales antes de insertar el DIU.
Me miró amablemente y preguntó:
—¿Supongo que no volverías en una semana?
Con la voz débil, hablé.
—Preferiría que no. Los doctores me ponen nerviosa.
Asintió comprensivamente.
—Entonces de acuerdo.
El rostro compasivo, habló suavemente:
—Pero no puedo hacer mucho sin un chequeo interno.
Sabía que eso vendría. Claro que tendría que mirarme ahí abajo. Era donde
sucedía todo el asunto.
La doctora Henley me llevó detrás de una cortina, indicándome que me quitara
los vaqueros y las bragas antes de poner una sábana sobre mi mitad inferior. Hice lo
ordenado con tranquilidad sabiendo que Nas estaba a un grito de distancia.
El examen fue corto y relativamente indoloro y, satisfecha con el resultado, la
doctora Henley me dejó vestirme, dejando un vaso de agua y dos analgésicos en la
mesita. Las tomé, salí, y ella escribió en un papel que me dio.
—Ve al lado y pregunta por Marianne. Ella te llenará la orden en unos minutos.
Marianne era una mujer regordeta que parecía no sonreír mucho. Como la
doctora dijo, me llenó la orden en unos minutos y, después, estaba otra vez en una
camilla, medio desnuda y con una sábana.
Nas se quedó al otro lado de la cortina. La doctora y yo fuimos acompañadas por
Jane, la enfermera que me había recibido. Jane me sostuvo la mano y me dijo que
respirara hondo mientras me abrían con un aparato de plástico. La doctora me
informó de cuándo mi pelvis cedería, haciendo que mi estómago me doliera mucho.
Fue sincera y abierta, y parecía que sabía de lo que hablaba. El dolor no fue muy
prolongado. De hecho, el aparato fue insertado en cinco minutos, y tan pronto lo sacó
todo, el dolor desapareció.
—¿Eso es todo? —pregunté, sorprendida de lo bien que me sentía a pesar de
tener algo insertado en mi útero.
La doctora bajó la sábana para cubrirme.
—Eso es todo —confirmó—. No te engañes. Sentirás unos dolores fuertes más
adelante, cuando el implante se asiente. Recomiendo que tomes analgésico cada
cuatro horas, incluso si crees que no es necesario. Ayudará con la inflamación. 158
Ella y Jane me dejaron para vestirme, dándome una compresa. Me vestí rápido
para reunirme con los demás.
Nas levantó la mirada.
—¿Ya terminaste cariño? Sabes lo que dicen. Si no hay guante, no hay amor.
La miré.
—Cállate Nas.
Sonrió.
—Oh para. Sabes que me amas.
Sí que la amaba. Se estaba volviendo mi mejor amiga. No importaba que fuera
mi única amiga mujer. Era comprensiva y divertida, y me escuchaba. Estaba
agradecida de su amistad.
La doctora me advirtió.
—Tienes el guante, pero sin amor por una semana, ¿de acuerdo? No sin condón.
Mi rostro se puso rojo.
—Ni siquiera tengo novio. No habrá amor. —Me volví hacia Nas—. No habrá
amor.
La doctora sonrió.
—Tendré los resultados de tu pap y test de enfermedades el lunes. Haré que
Jane te llame. También, te programaré para una revisión en cinco semanas. Espero
que mientras tanto mantengas un diario de qué tan seguido tienes pérdidas.
Abrí la boca para protestar, pero ella se lo esperaba, porque levantó la mano y
me cortó.
—Es estándar. Tengo que asegurarme que se haya asentado bien. —Usó su
táctica del miedo—. Si no asienta bien, puede infectarse en tu útero y tendremos que
sacártelo quirúrgicamente. Ven a la revisión.
Su táctica funcionó, maldita sea. Accedí.
Desde el momento que Nas y yo salimos, me sentí mejor que en meses, y algo
me dijo que todo mejoraría.
Debería haber escuchado a la doctora Henley, pero siendo la rebelde que soy, no
lo hice.
El consejo que no seguí volvió a atormentarme cuando me doblaba del dolor,
una sensación de puñalada aguda en mi estómago. Pensé que me iba a desmayar.
Sosteniéndome a la barandilla de las escaleras, bajé lentamente, un escalón a la
vez. Encontré a Lev en la cocina. Apenas me vio, dejó el periódico que estaba leyendo
y se puso de pie.
—¿Qué te pasa Mina? 159
Gemí, aferrándome a mi estómago.
—Necesito analgésicos. Ibuprofeno.
Me ayudó a sentarme antes de revisar en la caja de remedios.
—Sólo tengo acetaminofina —dijo, mientras la traía con un vaso de agua.
Sacudí la cabeza.
—No. Ibuprofeno. Tiene que ser anti-inflamatorio.
—¿Qué te pasa? —repitió, pero lo ignoré.
—Llama a Nas. —Hice una mueca mientras surgía otro retorcijón, que hizo que
apretara los dientes.
Él hizo caso, y ella llegó poco después sosteniendo una caja blanca de pastillas
en una mano. Sacudió la cabeza.
—¿Conque no escuchar al médico?
—¿Qué medico? —preguntó Lev.
Gemí en agonía, mi frente comenzando a sudar.
—¿Los tienes o no?
Suspiró.
—Sí, sí. Aquí están.
Dejó la caja en la mesa. La abrí con manos temblorosas y me metí dos en la
boca, tragándolas en seco. Nas me chasqueó la lengua.
—¡Mírate! No haces caso, y ahora estás inutilizada. No trabajarás hoy. A la
cama.
Pero Lev seguía con:
—¿Qué médico?
Nas se apiadó de mí y le mintió.
—Es ese momento del mes de Mina. La llevé a una clínica a ver si hacían algo
con sus dolores.
Esperaba que se contentara con eso como la mayoría de los hombres. No me
gustaba mentirle. En cambio, se arrodilló a mi lado y apoyó una mano en mi rodilla.
—¿Y por qué no me lo dijiste?
—Es vergonzoso.
Gemí, masajeándome las sienes lentamente como mi madre hacía cuando me
dolía la cabeza. Nunca se sintió igual cuando ella se fue. Sólo era eficaz cuando
alguien lo hacía por ti.
Sacudió la cabeza, frunciendo el ceño.
—No, no lo es. Eres mujer Mina. No puedes evitar menstruar. Es lo natural. — 160
Luego me sorprendió aún más—. ¿Necesitas que vaya a la farmacia por ti?
Estaba dispuesto a ir a la tienda a comprarme productos de higiene femenina
como si nada.
Lev Leokov era la definición de un hombre. Se lo había ganado. Ciertamente se
comportaba como uno. No como esos nenitos que se encogían al oír “período”.
Pero la cosa era, que había usado mi única compresa y necesitaba más, dado
que las pérdidas han sido profundas. Miré a Nas.
—¿Tienes compresas?
Sacudió la cabeza.
—Lo lamento nena. Soy una chica de tampones.
Miserablemente, me volví hacia Lev y asentí.
—Necesito compresas.
Su mirada se suavizó.
—De acuerdo. —Si no lo conociera, diría que parecía complacido de que lo
dejara ser de ayuda—. Dime cuáles necesitas.
Le describí lo único que necesitaba y Lev me llevó a la cama antes de irse. Volvió
media hora después con una caja. No parecía incómodo por la situación. En cambio,
sabiendo que lo necesitaba, se sentó a mi lado y me sostuvo la mano hasta que me
quedé dormida.
Más tarde, me desperté lo suficiente para sentir al cuerpo cálido de Lev a mi
lado. Suavemente me acercó más y metiéndome en el espacio que estaba hecho para
mí y sólo para mí. Apoyó su barbilla en mi cabeza y suspiró suavemente.
Ya sin dolor, y en el lugar que más sentía como mi hogar, me encontré
sonriendo antes de que el sueño volviera a mí.
161
Traducido por Whenshewasgood
Mina
169
Traducido por Apolineah17
Mina
***
Me puse un vestido negro con una falda de tubo que llegaba a mis rodillas y un
cuello alto que no mostraba nada de mi inexistente escote. A pesar de que estaba
cerca de mi peso ideal, no tenía bastante allí todavía, pero mis rodillas ya no eran
protuberantes y tenía carne donde la carne debería haber estado. Mis pechos todavía
tenían que ponerse al día con el resto de mi cuerpo. Mi trasero, sin embargo, lo
estaba haciendo bien.
Sabiendo cómo caminaba en tacones, Nas me abrochó un par de sandalias de
tiras negras de cuero, y llevaba una chaqueta blanca encima. Me dejé el cabello
suelto ondulado pero domesticado, fluyendo por mi espalda. Nas me prestó un bolso
para poner mi teléfono y brillo labial, y estaba lista para salir.
Esperé hasta las cinco cincuenta antes de caminar de regreso a la casa.
Utilizando la llave que Lev me había dado, abrí la puerta principal y entré justo
mientras Lev estaba bajando las escaleras.
Mi aliento me dejó en un silbido. Tuve la suerte de que me aferré a la manija de
la puerta, o de lo contrario me habría encontrado tendida en el suelo desmayada.
Lev había encontrado sus vaqueros.
Oh, habrase visto.
Jesucristo, le quedaban como un guante. Su cabello bien peinado, como
siempre, no se había afeitado, dejando una agradable barba de un día jugando en su
mandíbula. El suéter gris que llevaba, empujado hasta los codos, era ajustado y con
estilo, y esos vaqueros negros…
Oh, Dios. Se veía increíble.
Mi corazón latió más rápido y mi lengua comenzó a hincharse.
Hacía calor aquí. Luché contra el impulso de abanicar mi rostro.
Sonreí tímidamente.
—Hola.
Sus ojos me devolvieron la sonrisa.
—Hola. —En el último escalón, sus ojos recorrieron mi cuerpo—. Te ves 175
impresionante, Mina.
—Y tú… —Era sofocante aquí adentro—. En vaqueros. —Mis ojos se ampliaron
mientras sonreía y respiraba—. Vaya.
Sus mejillas adquirieron un tinte rosado. Se aclaró la garganta y preguntó:
—No estoy mal vestido, ¿verdad?
Dulces mantecadas, si se cambiaba esos vaqueros, lloraría durante la cena,
derramando lágrimas en mi comida, y comiéndolas porque estaba hambrienta y no
era muy exigente.
Di un paso hacia adelante y salí disparada:
—No, en absoluto. Te ves… —sexy como un caramelo—, muy guapo, Lev —
seguí—. No te cambies.
Estaba ligeramente avergonzada cuando dije:
—Me gustas en vaqueros.
Él me encontró en la puerta, estirando su mano. La tomé, entrelazando nuestros
dedos. Me miró.
—¿Lista?
Lev me condujo fuera de la casa y por los escalones de la entrada. Dejé escapar
un suspiro inquieto.
—Lista como siempre lo estaré.
***
La cena fue un asunto tranquilo. Lev nos llevó a un pequeño lugar ruso en un
callejón en la ciudad.
Estaba emocionada. Parecía como si él se hubiera esforzado, deseando que
experimentara una parte de él, por pequeña que fuera.
Sostuvimos nuestras manos hasta después de que nos sentamos. Lev hizo
preguntas sobre mí, y yo respondí cada una de sus preguntas con entusiasmo, sólo
haciéndole las preguntas más básicas. No quería asustarlo. Me había enterado que
tanto su madre como su padre eran inmigrantes rusos, que a Lev le gustaba hacer
deporte, pero no verlos, que prefería la mermelada de moras a las otras, que tenía
primos en Nueva York a los que adoraba, que le gustaba leer en lugar de ver
televisión, y que tenía un título doble en negocios y matemáticas, los cuales completó
a la edad madura de veintiún años.
Ordenamos unos cuantos platillos diferentes y los compartimos. Lev insistió en
que pidiéramos stroganoff, que era ligero y cremoso, y la carne estaba cocinada
hermosamente hasta la incitación. Después ordenamos el blini, que eran finas crepas
con una variedad de rellenos, desde salmón ahumado hasta queso crema, crema
176
agria y caviar. Por último, pedimos el pelmeni, y eran deliciosas bolas de masa
hervida rellenas de cordero picado, ajo y hierbas.
Acabamos con todos los platillos, incluso aunque ordenamos para seis personas.
Y, maldito Lev, ¡incluso la forma en que comía era sexy!
Lev se estiró por el último pelmeni, pero debió haber visto la mirada triste en mi
rostro. Negó con la cabeza, su labio podría haber temblado (o tal vez lo imaginé), y
colocó la última bola de masa hervida en mi plato.
La comí con nada más que una sonrisa, y Lev continuo observándome, con un
aspecto suave en su rostro. Una vez que terminamos, extendió la mano a través de la
pequeña mesa, y con una sonrisa tímida, puse mis manos en las suyas.
Las sostuvo en silencio, acariciando sus pulgares sobre los míos.
Oh, chico. Estaba lista para ese beso.
Revisó su reloj.
—¿Deberíamos irnos? Empezamos a trabajar en cuarenta y cinco minutos.
Me puse de pie rápidamente.
—Sí, estoy lista.
¡Lista para que me beses hasta la mierda!
Lev se hizo cargo de la cuenta, envolvió mi mano en la suya, y luego caminamos
hacia el coche.
—Nuestra cita… fue agradable.
—Sí —murmuré en acuerdo—. Deberíamos hacerlo de nuevo.
Él soltó mi mano, ayudándome a entrar en el coche.
Hmmm.
Ningún beso.
Condujo en silencio, mis dedos jugando con los suyos a través de la consola
central. En poco tiempo, estábamos en el club y saliendo del coche.
Eso era todo. Podía sentirlo.
Esperé a que él abriera mi puerta, saliendo con gracia, le sonreí y sus ojos
regresaron el sentimiento. Colocó su brazo alrededor de mis hombros, tirando de mí a
su costado.
—Vamos. Tenemos trabajo que hacer.
Entendía eso. No soñaría en ser poco profesional, no cuando me habían dado
esta oportunidad cuando literalmente no tenía nada. Y, sin embargo, mientras
entrábamos al club, la decepción me llenó, y un pensamiento rodeó mi mente.
¿Dónde está mi maldito beso, Leokov? 177
Traducido por HeythereDelilah1007
Mina
l servicio era lento esa tarde. Aunque sólo teníamos cuatro de las mesas
más pequeñas vacías, todos podíamos sentir la falta. ¿Estaban todos los
clientes que nos había ganado El Beso de Afrodita perdidos para siempre?
El pensamiento me asustaba como el demonio, siendo que significaba que yo me 178
quedaría sin trabajo. No me podía permitir quedarme sin trabajo. Tenía un tema muy
delicado que traer a colación con Lev. Ese tema siendo el que yo me mudara de su
casa.
Había estado yendo secretamente a donde Nastia por las mañanas y buscando
una casa. Habían unas cuantas buenas opciones, pero no tenía los ahorros
suficientes en solo seis semanas para asegurarme gastar todo mi dinero de una sola.
Necesitaba al menos otras dos o tres semanas para estar en una posición cómoda. No
quería estorbarle a Lev. Él no había hecho nada distinto que apoyarme desde que me
encontró, y estaba empezando a pensar que me estaba convirtiendo en una molestia.
¡Maldita sea Anika y sus comentarios de esta mañana!
Estaban atormentándome.
Cuando Lev y yo entramos en el bar y nos separamos para dirigirnos a nuestras
áreas designadas, Nas me detuvo antes de que me pusiera detrás del bar.
—¿Qué le hiciste a mi hermano? —Era una acusación, si había llegado escuchar
una alguna vez.
Mi ceja se elevó.
—¿A qué te refieres?
Se giró, moviendo sus brazos en dirección a Lev. Luego se inclinó hacia mí y
susurró-silbó:
—¡Está usando jeans! —Sacudió su cabeza, ojos amplios—. ¿Qué demonios?
Oh, eso. Puse mis ojos en blanco.
—Le pedí que los usara. Nunca lo había visto en jeans. Se ve genial en ellos, ¿no
te parece? Mucho más accesible. —Me giré para mirarlo en el momento exacto en que
él se giraba para mirarme a mí. Le sonreí y lo salude tímidamente con la mano—. Ese
trasero, sin embargo. Grrr.
Lev me guiñó un ojo.
Malditamente me guiñó un ojo.
Y mi estómago se volcó.
—Ewww —murmuró Nas, luego su voz se volvió más gentil—. No puedo creer
que esté usando jeans. No sé qué es lo que le estás haciendo, pero sigue. Se ha
relajado muchísimo desde que llegaste aquí, kukla.
Yo estaba demasiado triste para registrar que acababa de darme un gran
cumplido. En vez, hice un puchero.
—Él dijo que iba a besarme esta noche. —Me giré para mirarla—. No me ha
besado todavía. Lo quiero tanto que duele.
Los ojos de Nas se ampliaron.
—Voy a fingir que no estamos hablando de mi hermano por un minuto, y voy a 179
decirte que si quieres algo, vas a tener que luchar por ello. —Se inclinó contra el
bar—. Esas son las reglas.
Mi boca se abrió sorprendida mientras la miraba fijamente.
—¿Hay reglas? ¿Por qué no sabía esto?
Ella se encogió de hombros.
—Eras una indigente. No creo que la gente indigente conozca las normas.
Chasqué mi lengua y mordí mi pulgar.
—Que maldigan el ser indigente al infierno.
Nas me dio un empujón suave con una risita. Me gustaba cuando bromeábamos
así. Era tranquilizador. Se sentía tan normal el tener un amigo con el que hacer
chistes, y sin embargo era algo tan extraño para mí.
Me uní a Birdie detrás de la barra y, con un abrazo rápido de saludo,
empezamos a trabajar. No pasó mucho de mi turno antes de que Vik me dijera que
Sasha me quería en su oficina.
Sasha me ponía nerviosa. Siempre parecía que tuviera un motivo ulterior para
actuar. Tal vez estaba oculto para el público general, pero yo había conocido mucha
gente así en las calles y los podía identificar a kilómetros de distancia.
Toqué la puerta antes de entrar.
—¿Querías verme?
Estaba parado junto al escritorio, revisando algo de papeleo. Estaba vestido con
un traje de chaqueta negro, y una camisa blanca. Sasha era alto, y yo estaba segura
de que lo que fuera que escondiese bajo su traje se acercaba a la perfección que
había visto en Lev. Su cabello castaño oscuro tenía un corte faux hawk10, sus
helados ojos marrones levantaron la mirada hacia mí.
—Cierra la puerta detrás de ti.
Él sería muy apuesto si tan solo sonriera.
No podía evitarlo. El sarcasmo era la lengua que hablaba con Sasha.
—Sí señor. Capitán señor.
Cerré la puerta y me senté en la silla de invitados.
Sasha rodeó la mesa y se sentó detrás del escritorio, mirándome a los ojos.
—Han pasado seis semanas.
Asentí.
—Sí, han pasado.
Levantó su cabeza ligeramente y esperó. Cuando se dio cuenta de que yo no iba
a decir nada, levantó sus manos.
—¿No crees que es hora de seguir adelante?
180
Mi corazón se encogió en tres pedazos. Mi garganta quedó presa del pánico. No
pude hablar por un largo tiempo. Finalmente, encontré mi voz, tan temblorosa como
era.
—No era consciente de que mi posición fuera temporal.
—No lo eras —dijo con completa calma—, pero entre tú y yo, siempre lo fue. —
Sus ojos se clavaron en mí—. Sabias eso.
Buscó en mi cara, y lo que fuera que encontró ahí no lo hizo feliz. Suspiró,
irritado.
—No sabías eso.
Sacudí mi cabeza
Sasha se inclinó de vuelta en su silla y esta chirrió bajo su peso.
—A Lev le gustan las chicas bonitas. —Mis ojos salieron disparados hacia
arriba—. Puntos extra si están dañadas —su labio se curvó—, como tú.
—Yo no estoy dañada —susurré.
Él entonces sonrió, pero era áspero, cruel.
—Eres una chica linda, Mina. Pero las elecciones de Lev en mujeres no mienten.
Puede que no estés dañada, pero eres mercancía estropeada.
10
faux hawk: Muy corto en los laterales y más largo en la parte superior.
Él estaba siendo innecesariamente insensible. Esto era todo lo que yo conocía de
Sasha. Miradas antipáticas y burlas crueles. Me estaba desgarrando
emocionalmente. Y eso apestaba, porque finalmente estaba llegando a un buen lugar
conmigo misma.
—¿Por qué estás siendo tan malo conmigo?
Al ver mi cara, su ceja se frunció con confusión.
—Me malentiendes, Mina. No estoy siendo malo. Estoy siendo honesto. A veces
la verdad duele.
Mi autoestima había recibido el golpe más grande. Estaba a punto de romper a
llorar por la humillación.
—Entonces, ¿estoy despedida?
—No —espetó sinceramente—. No. No despedida. Pero vas a dejarnos.
Renunciar. Vas a irte muy lejos y vas a dejar a mi hermano tranquilo.
No. No lo haría.
—No. No lo haré.
Sasha exhaló, larga y lentamente.
—Sé que hay algún tipo de coqueteo entre ustedes. Es tierno. Pero tú eres algo
que él no necesita en estos momentos. 181
—¿Quién eres tú para decir eso? Tal vez deberías preguntarle a él qué es lo que
necesita.
Me hizo una mueca.
—Escúchame. Irina te va a hacer trizas, chica. Ella no quiere a Lev, pero
tampoco quiere que nadie más lo tenga. Su objetivo en la vida es hacerlo miserable.
Tan pronto como estés en escena, él nunca va a recuperar a Lidiya. Es como ella
quiere o nada.
—No te creo —le dije, incluso aunque parte de mí lo hacía.
Sacudió su cabeza hacia mí.
—No quiero insultarte. Pareces el tipo de mujeres que se sentiría insultadas por
la oferta, pero ten. —Me entregó un cheque— Cien mil. Dos años de salario. Vas a ser
capaz de empezar cómodamente desde cero, encontrar un trabajo nuevo, y un
apartamento muy, muy lejos de aquí.
Sabía que esto estaba por venir. ¿Cómo no? Tomé el cheque entre mis dedos y lo
rompí por la mitad.
Echando humo, me levanté y caminé hacia la puerta, deteniéndome mientras la
abría.
—¿Cómo se siente, Sasha? ¿Cómo se siente que la chica indigente, la mujer que
no tiene nada, no acepte tu dinero?
Lo miré de arriba a abajo, sacudiendo mi cabeza con asco.
—Tu hermano es diez veces más hombre de lo que tú podrías llegar a ser, y si
quieres que me vaya, vas a tener que sacarme en una bolsa para cadáveres.
Él sonrió, divertido por mi arrebato repentino.
—Cálmate, víbora. Eso no será necesario.
Levanté mi nariz.
—¿Eso es todo, Sr. Leokov?
Él me despidió con la mano.
—Eso sería todo.
Era difícil concentrarse después de la intervención de Sasha sobre mi relación
con su hermano. ¿Por qué era cosa suya, de todas maneras? Lo que pasara entre Lev
y yo debía quedarse sólo entre nosotros. No era el asunto de nadie.
Mientras la noche llegaba a su final, Birdie y yo terminamos de cargar los vasos
sucios en bandejas y las llevamos a la zona de atrás para cargarlos en la lavadora
industrial. Limpiamos los mostradores y las mesas y levantamos las esteras anti
derrame de los limpiadores, que habían llegado después de que nosotras nos
hubiéramos ido. Charlamos y esperamos a que los otros hubieran terminado para
poder irnos en grupo.
182
Anika había desaparecido a la mitad del servicio y yo no había vuelto a verla. Mi
suposición era que estaba enferma.
Birdie y yo charlamos. Me reí con algo que me dijo cuando escuché:
—¿Mina?
Lev estaba parado detrás de mí. Le sonreí.
—Solo un segundo, corazón.
Birdie continuó con su historia y la escuché intensamente.
—¿Mina?
Me giré y arrugué mi nariz.
—Espera un segundo, Lev. La historia ya casi termina.
Birdie me llevó al crescendo de su historia y ambas rompimos a reír. Luego
repentinamente grité mientras me levantaban del suelo y mi trasero golpeaba el
mostrador.
No me tardé mucho en aprender que si Lev quería tu atención, luchaba por ella.
Parpadeé, cara a cara con lev, sus manos a cada lado de mis muslos.
—Hola.
Hizo una mueca de dolor.
—Hola.
Fue entonces que me di cuenta de que él estaba sintiendo dolor, y mi corazón se
arrugó.
—¿Qué está mal?
Él sacudió su cabeza pero habló a través de dientes apretados.
—Dolor de cabeza. Me gustaría irme ya.
—Está bien.
Levanté mis manos y toqué su cuello ligeramente con una mientras pasaba la
otra sobre su frente. Estaba un poco caliente.
—Pero antes, ¿puedo intentar algo? —Pasé mis manos por su cabello, usando
gentilmente mis pulgares para que se movieran en círculo contra sus sienes. Gimió
en voz alta. Cuando pensé que sería capaz de aguantar más presión, presioné con
más fuerza. Sus ojos se cerraron y sus labios se separaron mientras masajeaba sus
sienes.
Sin advertencia, caminó más cerca, una arruga sobre su ceja, encajándose en el
espacio entre mis rodillas, enrollando sus manos alrededor de mi cintura y
descansando su frente en el centro de mi pecho, gimiendo mientras yo seguía con
mis ministerios.
Robaba mi atención con avaricia, y yo amaba cada instante de ello. Amaba que
tomara lo que necesitaba de mí. 183
Lo besé suavemente en la coronilla y me sostuve contra él, mis piernas
enrolladas contra su cintura. Después de un masaje de cinco minutos, liberé sus
sienes y envolví mis brazos alrededor de sus hombros, intentando no pensar en su
entrepierna estando tan cerca de la mía.
Nos quedamos en ese abrazo por un largo tiempo después, solo saboreando el
cálido ardor que habíamos creado el uno en el otro.
Después de un minuto, Lev levantó su cabeza, sus manos todavía
sosteniéndome. Sus ojos somnolientos y su cabello despeinado, yo no podía esperar
más. No habría un momento tan perfecto como este.
—¿Mejor?
Él gruñó mientras asentía.
Sonreí, ahuecando sus mejillas.
—Bien.
Luego halé su cara hacia mí, encontrándolo a la mitad del camino y presionando
mis labios a los suyos en un suave beso profundo.
Los brazos a mi alrededor se apretaron y me halaron más cerca. Nuestros
lugares de deseo se encontraron con toda la fuerza.
Gemí, deslizando mis manos alrededor de su cuello y presionándome contra él,
necesitando más de él. Mi cabeza estaba nadando. Este era el beso que había estado
esperando y mucho más. Esto era Lev en su forma más pura.
Su mano se levantó y agarró mi mentón entre su pulgar y su índice, levantando
mi cara para tomar más de mis labios. Su lengua, caliente y suave, se sumergió
dentro de mi boca y se encontró con la mía en un saludo delicioso.
Ahí fue cuando el silbato sonó, seguido por un manojo ruidoso de gritos y risas.
Nos separamos, mirando a nuestro alrededor, encontrando con que casi todos
nos estaban mirando por todas partes en la habitación, riéndose de nuestro
espectáculo privado. Incluyendo a Anika. Y ella se veía lista para romper a llorar.
Mis mejillas flamearon, enterrando mi cara en el cuello de Lev, gemí con
incomodidad. El peso de Lev se sacudió con lo que yo no creía que pudiera ser una
risa silenciosa mientras pasaba sus largas manos calmadamente por mi espalda.
Después de todo, Lev no se reía.
Demonios, él a duras penas sonreía.
—¿Podemos ir a casa ya? —dije amortiguadamente contra su cuello.
Manos fuertes agarraron mi cintura y me bajaron hasta el suelo. Envolví mi
brazo alrededor de la cintura de Lev, todavía avergonzada y caminamos hasta el
coche, despidiéndonos de la gente a nuestro alrededor, cuando alguien salió de entre
las sombras.
184
Lev me empujó detrás de él de una manera tan ruda que me asustó.
—Laredo —gruñó.
Sasha se apresuró hacia adelante, buscando en su bolsillo para sacar una
pistola. Mis ojos se ampliaron. Sasha ladró:
—Tienes agallas, anciano.
Vik llegó apresurándose, siempre el pacificador, sacando su brazo frente a
Sasha.
—Guarda eso. No vas a matar a nadie.
Nas se acercó hasta pararse junto a mí. Levantó su nariz al hombre que se
paraba frente al coche de Lev.
—Tío Laredo.
El hombre mayor le sonrió.
—No me has llamado de esa manera en mucho tiempo, Nastasia. —Se veía
triste—. Te he extrañado.
Miró alrededor a Sasha y a Lev.
—A todos ustedes.
Espié alrededor de Lev al hombre llamado Laredo, y por la manera en que me
miró, sentía tanta curiosidad por mí como yo la sentía por él. Cuando sus ojos se
encontraron con los míos, me volví a esconder detrás de la amplia espalda de Lev
antes de susurrarle a Nas:
—¿Laredo es tu tío?
—Por matrimonio —explicó ella—. Laredo se casó con la hermana de mi padre,
mi tía Alina. Ella murió joven. —Sonrió, pero era severa—. Luego tuvo una aventura
con mi madre.
Miré más allá de Lev, contemplé atónita, y le hablé al hombre en cuestión.
—¿Lo hiciste? ¡Eso no está bien!
Él se encogió de hombros débilmente.
—Ambos nos sentíamos solos. —Miró a Nas—. Y si bien recuerdas, yo fui el que
terminó con todo y le llevó el tema a tu padre.
Sacudió su cabeza.
—Nunca quise herir a nadie. Nalya estuvo ahí para mí en el momento más triste
de mi vida. Ambos nos aprovechamos de la atención, y ambos lo lamentamos
amargamente. Tu madre especialmente.
Salí desde detrás de Lev y me paré a su lado.
185
—Ella era una mujer horrible.
Laredo miró a Lev y asintió con compasión.
—Sí. Estaba profundamente perturbada.
Sasha había bajado el arma, pero todavía la tenía en su mano.
—Oh, boo estúpidamente hoo. Esta es tu reunión familiar normal —se mofó—.
¿Qué quieres?
Él levantó su mano y me señaló.
—Verla.
Mierda. Él lo sabía. Me estiré y agarré la mano de Lev.
—Lo siento. No voy a volver a hacerlo.
Lev, pensando lo mismo que yo, agarró mi mano con fuerza.
—No fue su idea. Nos estás robando los clientes. Necesitábamos saber contra
qué nos enfrentábamos. Si tienes un problema, resuélvelo conmigo.
Laredo se rió entonces.
—Ya veo. Eso es lo que estabas haciendo en Aphrodite.
Dio un paso más cerca, pero Lev me alejó de él. Laredo sacudió su cabeza pero
sonrió.
—Lo siento. Esto es bastante surreal —habló directamente hacia mí—. Te ves
justo como alguien a quien conocí.
—Yo no te conozco.
Suspiró tristemente.
—No, supongo que no.
Me miró entonces, realmente me miró, y susurró:
—Es como ver la cara de un fantasma.
No estaba preparada para cuando sus ojos tomaron una mirada distante
mientras susurró:
—Clara.
Mis pulmones se apretaron.
Mi madre.
Él conocía a mi madre.
Nas estaba tan impresionada como yo.
—Mina, ¿no era ese el nombre de tu madre?
Asentí, mirando a la cara sorprendida pero llena de esperanza de Laredo.
—Sí, Clara era mi madre.
186
Laredo dio un paso hacia adelante bajo la luz de la calle, y tuve la oportunidad
de mirarlo bien. Era de estatura promedio. No muy atractivo, pero su sonrisa era
encantadora. Tenía ojos marrones comunes con un simple cabello marrón cortado de
modo laboral. Estaba usando un traje lindo, y tenía dientes buenos en la parte baja
de su sonrisa.
Me miró a los ojos y dijo genuinamente:
—Amé mucho a tu madre. Ella era mi mundo. Íbamos a casarnos unos cuantos
años después de que mi Alina muriera pero… —Sacudió su cabeza.
Lev hizo la pregunta que yo quería hacer desde que mencionaron a mi madre.
—¿Estás diciendo que eres el padre de Mina?
Sasha murmuró un irritado:
—Imagínenlo.
Laredo se rió entre dientes pero sacudió su cabeza.
—No. —Me miró a los ojos y se veía triste—. Pero quería serlo. Lo habría dado
todo para ser tu padre.
Mi garganta estaba seca. Llena de parches. Lamí mis labios y tartamudeé:
—¿S-sabes quién es mi padre?
Él sonrió y se vio como algo que un chico de escuela travieso haría.
—No diré más. —Metió la mano en su bolsillo y sacó una tarjeta de negocios—.
No diré más hasta que accedas a cenar conmigo.
Lev gruñó, poniéndome a su costado.
La ceja de Laredo se alzó mientras me pasaba la tarjeta. La alcancé y la tomé
ansiosamente. Dijo con una mueca:
—Escogiste al hermano correcto, Mina. Lev es un buen muchacho. Sasha… —se
encogió de hombros—, no estoy seguro sobre Sasha. Creí que lo estaba, pero… —
Miró hacia el hermano enojado—. No, no lo sé. Ya no.
Caminó hasta pararse frente a Nastasia y le sonrió con una gracia paternal.
—He extrañado a mi bella boo. ¿Puedo tener un abrazo?
Ella se veía como si fuera capaz de dar su brazo derecho para lanzarse a su
abrazo, pero siendo la chica ruda que era, bajó su cara y sacudió su cabeza.
—¿No? —sonaba decepcionado, pero sonrió a pesar de ello—. Tal vez la próxima
vez entonces.
Laredo tomó mi mano libre y besó la parte de atrás antes de caminar por la
calle. A la mitad de su recorrido, se giró, haciendo chasquear los dedos.
—Espera, lo olvidé. 187
Todos esperamos para escuchar lo que tenía que decir, sin saber que cambiaría
mi vida para siempre. Sonrió felizmente.
—Hay alguien a quien tienes que conocer. Espero que cambies de opinión y
vengas a vernos.
Estaba confundida.
—¿Ver a quién?
Su sonrisa se suavizó.
—A tu hermano, por supuesto.
Satisfecho con mi silencio pasmado, se giró y continuó con su camino, sin ser
consciente de que mi mundo acababa de explotar a mi alrededor, llevándome a un
vórtice de ruido blanco.
Traducido por Adaly
Mina
—
hermano.
n hermano, Lev —susurré mientras me quitaba mi vestido—. Un
hermano —De pie en medio de nuestra habitación, usando bragas
y un sujetador sin tirantes, no podía ocultar mi alegría—. Tengo un
188
Lev salió del armario, usando nada más que sus calzoncillos grises oscuro.
—Hermanos no son siempre buena cosa.
Solté un bufido, a sabiendas que estaba hablando de la experiencia con su
propio hermano.
Se detuvo, mirando descaradamente a mi cuerpo casi desnudo. Estaba
demasiado contenta sobre el descubrimiento de mi hermano perdido para notarlo.
—Hace una hora, estaba sola en el mundo.
—Me tenías hace una hora —cortó Lev, sonando un tanto contrariado.
Dios, era dulce. Me estaba matando con la dulzura.
No podía negarlo, aunque quisiera. Estaba tan enamorada de Lev Leokov.
Caminé hacia él y agarré sus manos.
—Lo sé, cariño. Y me encanta eso. Pero… —Me encogí de hombros—. Esta es
familia. Tengo familia.
Me di cuenta que no estaba seguro de cómo reaccionar con esta noticia. Le dije:
—Estoy emocionada. ¿Podemos ir y ver a Laredo juntos, por favor? —Necesitaba
que Lev supiera que mis planes lo incluían—. No iré si no vienes conmigo. —Apreté
su mano—. Eres importante para mí, Lev. Quiero compartir esto contigo. Solo
contigo.
Exhaló a través de su nariz.
—Por supuesto que iré contigo. —Llevó mi mano hasta su boca y presionó un
suave beso susurrado en mis nudillos.
Sonreí.
—Así que, estamos saliendo, ¿verdad?
Asintió.
—Sí, creo que sí.
—¿Y puedo decir que eres mi novio? —Una sonrisa tonta se extendió a través de
mi rostro.
Su ceja se levantó, pero sus ojos sonrieron.
—Difícilmente soy un niño11.
Oh, cariño, si lo sabré yo.
—¿Y ya no tengo que llevar mi pijama a la cama? —pregunté inocentemente.
Se quedó inmóvil, fingiendo desinterés.
—No, si no quieres.
Suspiré con alivio.
—Gracias a Dios.
189
Me acerqué a la cómoda, saqué una camiseta blanca, la deslicé por mi cabeza, y
me quité el sujetador, tirando de él a través de la manga. ¿Lo bien que se siente
quitarse el sujetador?
—Ugh. Libertad.
Lev cerró con llave la puerta de la habitación y nos metimos en la cama, dejando
la lámpara de mi lado de la cama encendida. Me giré hacia él, apoyando la cabeza en
mi mano.
—¿Cómo está tu cabeza?
Se sentó en la cama, su ancha espalda contra la cabecera.
—Mejor. El masaje lo alivió un poco. Gracias.
—Mi madre solía hacerme eso cada vez que tenía dolor de cabeza. Siempre
funcionó.
Sonreí, moviéndome para arrodillarme en la cama, acomodándome cerca de él.
—Y ahora que estás mejor… —Levanté la pierna y maniobrando, me senté a
horcajadas sobre sus muslos. Sus manos agarraron mis caderas con fuerza—. Me
gustaría otra dosis de ese primer beso, si quieres —solicité, mis manos descansando
sobre sus anchos hombros mientras bajé mi rostro hacia el suyo.
11
Juego de palabras, Mina le dice que si le puede llamar novio: boyfriend. Boy (niño) friend (amigo).
Besó mi sonrisa hasta que me desvanecí y todo lo que quedó era hambre cruda.
Gemí bajo en mi garganta cuando sus manos en mis caderas me convencieron para
que me sentara sobre su gruesa erección. Su rastrojo raspó ligeramente mientras sus
labios carnosos calmaban la quemadura con besos que sacudieron los cimientos de
mi mundo.
Inconscientemente, mis caderas comenzaron una danza por su cuenta, moliendo
mi sexo cubierto por las bragas sobre su rígida longitud. Gimió en mi boca, y jadeé
en la suya. No pasó mucho tiempo antes de que usara sus manos para guiarme en
un ritmo lento que tenía hechas a mis bragas un nudo.
Quería jugar.
Susurré en su boca.
—Quítate los calzoncillos.
Las manos en mis caderas se detuvieron y se apartó para mirarme.
—Espera.
—¡No!
Estaba sexualmente frustrada. ¡Necesitaba su polla dentro de mí, ahora!
—No, estoy cansada de esperar. He querido esto por semanas. —Lo besé,
empujando mi pecho en el suyo—. No voy a esperar más, Lev. Ahora.
190
Me devolvió el beso con todo lo que tenía, entonces beso ligeramente mis labios.
—Lamento poner un obstáculo en tus planes, pero… —Su ceja se levantó—. ¿No
tienes la regla?
—Oh. —Bueno eso malditamente apesta. Enterré mi rostro en el espacio en
donde se reúne el hombro con el cuello y fingí un sollozo—. No.
Pasó las manos por mi espalda con ternura.
—Podemos esperar.
Levanté mi rostro y le lancé una mirada de incredulidad.
—¿Por una semana? ¿Toda una semana?
Me besó en la nariz.
—Esperaría diez años si me lo pidieras, Mina. —Sus ojos se suavizaron—. Siento
como que te he estado esperado toda mi vida. Una semana no es nada en
comparación.
Mierda.
Iba a llorar. En serio.
Mi garganta se espeso, susurré:
—Mierda.
Su expresión se tornó en pánico al ver mis pestañas húmedas.
—Lo siento. Te dije que no soy bueno con las palabras.
Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, presioné mis labios en los suyos.
—Eres perfecto, Lev. Tus palabras son honestas y hermosas. Me haces sentir
cosas que pensé que estaban perdidas para mí. Corro el riesgo de perder mi corazón
por ti.
No añadí “y eso me asusta hasta la muerte”.
Apretó mis caderas con sus grandes manos.
—Poco a poco.
Asentí. Tenía razón. Poco a poco.
Llegando al otro lado de la cama, apagué la luz y me acosté en el centro de la
cama, esperando a que Lev tomara su lugar detrás de mí. Ajustó su cuerpo con el
mío, haciéndome la cucharita dulcemente, pero la erección en el centro de mi espalda
estaba caliente y molesta. Podía sentir su enfado.
En la oscuridad, susurré:
—¿Quieres que me encargue de ese chico malo por ti?
El brazo que tenía a mi alrededor se apretó y repitió sus palabras anteriores.
—Una semana, Mina.
191
Ciertamente, una semana. Una semana de infierno.
—Está bien —hablé en voz baja—. Buenas noches, Lev.
Movió mi cabello y besó la base de mi cuello.
—Buenas noches, Ratón.
***
Mina
***
Despertarse por la mañana con una boca caliente en tu pecho, gruñendo contra
la suave carne, succionando con fuerza, era de hecho una buena manera de ser
despertada.
Mis buenos días salieron algo así como:
—Dios, sí, cariño. Chupa más fuerte.
Mientras mis brazos se ceñían alrededor de la parte posterior de su cabeza,
acercándolo más.
¿A dónde se había ido mi pijama?
Quitó su boca, moliendo su erección contra mi cadera, y preguntó:
—¿Se acabó?
Me quedé en blanco. ¿Se acabó ya?
Bueno, eso fue rápido.
Cara triste.
No pude evitar sentir una punzada de decepción. Pero entonces preguntó de
nuevo, esta vez más claramente:
—Tu periodo, bebé. ¿Se acabó?
¡Oh! 201
Eres una idiota.
Casi me eché a reír, pero estaba demasiado ocupada jadeando y pasando mis
dedos por el cabello revuelto de Lev.
—Sí, se acabó.
El ligero sangrado se había terminado hacía tres días, gracias al Señor.
Sus pulgares se engancharon a la cinturilla de mis blancas bragas sedosas. Las
bajó de un tirón severo y yo las pateé de mis tobillos, mientras él se arrodillaba
encima de mí. La luz del sol que entraba por las grietas entre las cortinas me
ayudaba a ver la polla de Lev sobresalir hacia arriba por el borde de la cintura de su
bóxer.
Él estaba tan listo como yo.
Miró hacia mí, teniendo por primera vez la vista de todo mi cuerpo desnudo. Me
alegré de que Nas me hubiera hablado de la cera la semana anterior. Aunque me
mantenía bien recortada, me negaba a ir sin vello. Simplemente no me gusta. Y, en
este momento, estaba agradecida por ello. Es lo que me impedía sentirme
excesivamente expuesta mientras los ojos de Lev recorrían lentamente cada
centímetro de mí.
Me estaba poniendo ansiosa. Necesitaba contacto. Alcanzándolo, pasé
suavemente mis manos por sus brazos, y cuando nuestras manos se rozaron,
entrelazó nuestros dedos, llevando mis manos a sus labios y presionó besos lentos y
precisos en mis nudillos.
Sus manos soltaron las mías y entonces estaba encima de mí, atrapándonos en
un abrazo, y besándonos.
Estos besos no eran salvajes, pasionales o lujuriosos. Eran cálidos, amables,
gentiles y perezosos. Del tipo peligroso. Del tipo que me hacía preguntarme por qué
no podíamos seguir haciendo esto para siempre. Que fuera así para siempre.
Ser el uno del otro para siempre.
Tenía la esperanza de que fuera posible.
Sus labios se arrastraron por mi mandíbula hasta mi cuello, se detuvieron para
acariciar el valle entre mis pechos, y luego mi estómago, deteniéndose justo debajo de
mi ombligo para respirar la cálida carne temblorosa de allí.
La punta de su nariz marcó el viaje, y luego sus manos estaban en mis caderas,
apretándolas mientras enterraba su nariz en el suave vello de mi sexo.
Tragué saliva. Mis ojos estaban muy abiertos. Mis mejillas ardían. Jadeé
ligeramente.
¿Él no iba a…? ¿Iba?
Todo esto era tan repentino. No tuve tiempo para elegir una pose sexy. Ni
siquiera sabía si estaba lista para esto. Era mucho más íntimo que el coito. No había
202
ningún escondite cuando tenías el rostro de alguien en tu guante del amor.
Luego, sus manos estaban en mis rodillas y fue extendiendo mis piernas bien
abiertas, mirando hacia mi lugar más íntimo. Una parte de mí quería ver su reacción,
pero mi mente acomplejada, no me lo permitió. Mis ojos se cerraron y mis manos
subieron para cubrir mi cara.
Dejé escapar un gemido avergonzado. Ese gemido de vergüenza se convirtió
rápidamente en un gemido de pasión, mis manos se apartaron de mi cara cuando la
lengua de Lev se deslizó firmemente desde mi culo hasta mi clítoris.
Lento y preciso.
Profundo y seductor.
Húmedo y cálido.
Su lengua era un arma, y me estaba matando lentamente.
Puso su boca sobre mi botón pulsante y chupó suavemente, retirándose
después. Mis manos se enredaron en las sábanas mientras un suspiro irregular salía
de mi garganta. Lev sabía dar placer a una mujer. No había nada fingido en mi
reacción. Era cruda, genuina y tan dichosa que bordeaba lo doloroso.
Sus dedos tocaron mi entrada, frotando y amasado, pero nunca adentrándose
donde más lo necesitaba, privándome de la sensación. Y justo cuando pensaba que
iba a volverme loca por la dulce tortura, me dio lo que necesitaba. Un dedo se deslizó
en mi interior con una lentitud insoportable.
Y mi cuerpo se iluminó como los fuegos artificiales del cuatro de julio.
Ya no tenía control sobre mí misma, mis muslos se apretaron alrededor de la
cabeza de Lev mientras lloriqueaba de necesidad. Estaba tan cerca.
Colocó besos con la boca abierta en mi coño, lamiéndome y comiéndome. De vez
en cuando, su lengua se endurecía y se introducía en mí. No había delicadeza. Él me
hizo exactamente lo que decía su denominación. Me estaba haciendo sexo oral.
Bueno no. No exactamente.
Me estaba follando el coño con su lengua.
El pensamiento me volvía salvaje. El acto me dejaba sin sentido. Combinados,
me dejaban fuera de juego.
Mis muslos se apretaron a ambos lados de su cabeza, mis manos agarraron su
cabello y mi cabeza salió disparada hacia atrás en un éxtasis incontrolable. No pasó
mucho tiempo antes de que estuviera empujándome contra su inteligente boca. Sus
manos se deslizaron bajo mi cuerpo, levantando mis caderas de la cama.
Me atrajo hacia él, gimiendo y la vibración me hizo cosas maravillosas ahí abajo
hasta que no estaba del todo segura de que fuéramos personas distintas.
Mi cuerpo se retorcía, apretado y rígido en todos los sentidos. Mis ojos se
203
cerraron por voluntad propia, las luces bailaron detrás de mis párpados cerrados. Su
boca envió olas de placer por mi columna vertebral hasta el punto de no retorno.
Estaba perdida. Y él lo sabía.
—Córrete, Mina. Córrete en mi boca, nena. Dame esa miel —gruñó en la cara
interna de mi muslo. Oh, mierda.
Una explosión de luz se descargó a través de mí. Mi corazón se aceleró. Me
quedé rígida.
Entonces, nada más que felicidad.
Mi coño se estremeció y se apretó, dándole exactamente lo que había pedido.
Mis dientes se apretaron, rechinando y estrujándose, y un largo gemido salió de mí
sin mi permiso mientras mi cuerpo luchaba por recuperar el control después de la
liberación.
Santo infierno. Dulce Jesús. Dulce niño Jesús.
Yo era un fideo blando.
Jadeando suavemente, Lev besó su camino de regreso por mi cuerpo,
apretándose contra mí y sosteniéndome fuerte. Mis brazos flácidos se aferraron a él
lo mejor que pudieron, pero mis ojos no podían abrirse. Mantuve mi cara en su
cuello.
—Wow —gruñí—. Eso fue... Mierda.
Su cuerpo se estremeció ligeramente, pero no dijo nada. Cuando volvió a hablar,
lo hizo con franqueza.
—Nunca he probado nada como tú. Estás deliciosa. Eres ambrosía.
Sonreí contra su clavícula, somnolienta.
—Y toda tuya, bebé.
Me besó en la frente, con labios persistentes. Su mano bajó para amasar mis
nalgas.
—Toda mía, bebé.
El agotamiento me llevó poco después. Recuerdo vagamente que me limpiara y
arropara. Cuando me desperté, estaba completamente sola, pero saciada y sonriente.
204
Traducido por Adaly y Roxywonderland
Mina
l brinco en mi paso era una señal segura que a pesar de que había
tenido una noche anormal y un tanto alarmante, había tenido una
buena mañana. Una muy buena mañana.
Me dirigí a la casa de Nastasia alrededor de las diez, estaba un noventa por 205
ciento segura de que estaría despierta. Si no, simplemente tenía que golpear su
puerta. Cuando llegué, levanté mi mano para golpear la puerta, pero lo pensé mejor.
En su lugar, saqué mi teléfono del bolsillo y le envié un mensaje.
Yo: ¿Estas despierta? Tengo brownies.
La puerta se abrió un minuto después. Nas parpadeó hacia mí, despierta,
vestida y con los ojos bien abiertos.
Sonrió, pero cuando miró hacia abajo a mis manos vacías, frunció el ceño.
—No hay brownies, ¿verdad?
Entré y solté una carcajada.
—No. Eso era parte de mi plan cobarde para conseguir que me dejaras entrar.
Sonaba insultada.
—Eso no está bien, pequeña. —Me vio subir las escaleras—. Oye, ¿a dónde vas?
—Voy a darle los buenos días a mi maridito. —Sonreí para mis adentros—. ¿Te
importa?
Abrí la puerta del cuarto de Nastasia y entré. Las cortinas estaban abiertas y las
ropas arrogadas por toda la habitación. Vik estaba sentado en la cama con una
sábana hasta la cintura, los brazos cruzados detrás de su cabeza y mirando las
noticas en la televisión que Nas tenía en la pared. En el momento en que me vio,
sonrió.
—Maldita sea, mi esposita. Luces bien hoy. Eres todo brillo y esa mierda. —
Sonrió con descaro—. Tuviste suerte, ¿verdad?
Me encantaba Vik, de hecho, me costaba creer que él y Anika fueran hechos del
mismo espermatozoide y ovulo, y que compartieran ADN. Algunas veces quería darle
mis condolencias por el hecho de que su hermana fuera una idiota gigante.
Hoy, le sonreí.
—Iría ahí y te abrazaría si no estuviera totalmente segura de que estás desnudo
debajo de esa sábana.
Le dio a sus caderas un ligero empujón para mostrarme que estaba desnudo
bajo la sábana, y llevé una mano sobre mis ojos, gimiendo.
Era un cerdo. Un cerdo adorable.
Nas entró a la habitación con una bandeja de cafés y tomé uno, dándole a su
cintura un ligero apretón. Me conocía demasiado bien. Me guiñó, y tomé asiento en el
borde más alejado de la cama, mientras Nas se sentaba con las piernas cruzadas
cerca de Vik. Le entregó un café, y él se inclinó y le dio un suave beso en la mejilla. Y,
Dios, me hizo sonreír.
Me encantaba lo mucho que él la amaba.
—Entonces —comenzó Vik—, ¿cómo te sientes sobre lo que viste anoche?
Nas agrupó sus cejas mientras echaba una mirada clínica hacia mí.
206
—¿Qué viste anoche?
Vik se encogió de hombros.
—Negocios. Lidiando con el imbécil de Moretti. —Vik me lanzó una mirada
comprensiva—. Mina vio a Lev haciendo lo suyo.
El hombro de Nas se desplomó y suspiró.
—Oh, Mina. Lo siento. No lo sabía.
Actuaban como si fuera un simple malentendido. Era el tipo de reacción que
habría esperado si hubiéramos tenido una cita y luego trataran de cancelarla, como
si fuera fácil de entender y perdonar, pero aun así seguía muy confundida. Sostuve
ambas manos alrededor de mi taza de café, calentándolas.
—No sé cómo me siento sobre eso. Lev no me dijo exactamente mucho cuando
nos fuimos a casa anoche. Estoy muy confundida. Por eso es que estoy aquí.
Nas me alcanzó a través de la cama para poner una mano sobre mi rodilla.
—Desearía haber podido advertirte. —Parecía decepcionada consigo misma—.
He querido hacerlo durante semanas, pero me contuve. Entonces comenzaste a salir
con Lev y pensé que él te había hablado sobre eso. —Puso los ojos en blanco—. Sí,
como si lo fuera a hacer, ¿verdad?
No lo entendía.
—¿Por qué él no me lo dijo?
Nas miró a Vik, y él respondió por ella.
—Ya sabes, Lev no es ajeno a la compañía femenina, Mina.
—¿Por qué necesito escuchar eso? —Le fruncí el ceño. Sonrió y continuó
rápidamente.
—Pero esas mujeres estaban ahí por una razón, y él se aseguró de darle los
detalles. Hay algo en ti que hace que te trate de forma diferente.
—Nunca antes había dejado a una mujer dormir en su habitación. Nunca. —Nas
me sonrió—. No, hasta ti.
Mi corazón sonrió y mi vientre revoloteó, pero mantuve mi cara de póker.
Vik añadió:
—Eres la única persona con la que se ha encerrado en su habitación con él
desde que tenía diez años. No sé por qué, pero te ha incluido en su pequeño círculo
de protección. Eres parte de su santuario.
—Está bien —murmuré, eufórica por la información, pero aún confusa—. ¿Qué
significa eso?
Nas habló suavemente, detallándolo.
—No te lo dijo porque tiene miedo de perderte, muñeca. 207
Tomé un sorbo de café, apenas probándolo.
—Está bien, correcto. Eso todavía no explica lo que vi anoche. —Miré de Nas a
Vik—. ¿Alguno de los dos me quiere iluminar?
Nas levantó el brazo izquierdo de Vik y señaló un tatuaje que había ahí. Uno
grande y osado que decía XAOC.
—Todo comienza aquí, con Chaos.
—¿Qué es eso? ¿Cómo una banda o algo así? —pregunté con cuidado.
Vik rió entre dientes.
—Alto ahí, cosa pequeña. Lo llamas una banda y te pegarán un tiro —explicó—.
Se llaman a sí mismos una firma. Éramos una empresa.
Nas se enderezó.
—Vamos a rebobinar veintiún años. —Se aclaró la garganta—. Bratva era la
mafia rusa, la hermandad. Todavía están alrededor, pero no hacen publicidad, ya
sabes. Son un grupo remoto privado. La única forma de entrar es ser hijo de un
miembro o tener a dos miembros dentro que respondan por ti. No sucede a menudo.
No quieren personas, es decir policías, en sus negocios, así que comenzaron
empresas por todo el mundo para despistar la esencia de sus negocios. Por lo que los
policías sabían, las empresas no tenían que ver con la Bratva. —Hizo una pausa—.
Comenzó mi padre, Anton, y su hermano, Ilia. Ambos hombres era miembros de
Bratva, como su padre y su abuelo antes que ellos, pero cuando se mudaron a los
EE.UU. desde Rusia, se les pidió que comenzaran una empresa, reclutaran algunos
de los mejores criminales ruso-americanos e hicieran lo que las empresas hacían.
Casi no quería preguntar.
—¿Qué hacían las empresas?
Vik frunció los labios.
—Lo normal. Narcotráfico, soborno, extorción, tráfico de armas, fraude,
contrabando. —Se encogió de hombros como si no fuera gran cosa—. Ya sabes.
Nas continuó:
—Así papá se convirtió en el presidente de la empresa. Tío Ilia se convirtió en
vice-presidente. El papá de Vik, Yuri, estaba a cargo de las finanzas. La empresa era
hermética. El almacén en donde se llevaban a cabo las cosas era casi impenetrable.
Entonces llegó el momento de que los hijos fueran iniciados.
Está bien, estaba obteniendo respuestas, pero tenía muchas más preguntas.
—¿Qué significa eso? ¿Por qué necesitaban ser iniciados?
Vik sonrió.
—Lo dices como si fuera algo malo, pero para nosotros, para los hijos, era un
honor. Éramos ejecutores. Sasha, sus primos, Nik, Max, su hermano adoptivo, Asher 208
y yo. Todos nosotros nos unimos al mismo tiempo. —Sonrió traviesamente—.
Estábamos fuera de control. Éramos unos malditos maniáticos, querida. Teníamos
armas, teníamos mujeres. Teníamos dinero. Los mejores años de mi vida.
¿Qué hay de Lev?
Tuve que preguntar:
—¿Qué hay de Lev? No lo mencionaste.
Nas lucía triste.
—Los hombres en la empresa decidieron ir contra Lev. Votaron no. Dijeron que
era muy impredecible. Dijeron que no podían confiar en él. —Agregó rápidamente—:
Lo cual era una total pila de mierda. Ni siquiera le dieron una oportunidad.
Sonaba jodido sentirme mal porque a Lev no se le hubiese permitido entrar a un
grupo de pandilleros, pero mi corazón se oprimió dolorosamente. Siempre era extraño
ser dejado a un lado. Odiaba eso.
Nas continuó:
—Así que los chicos estaban fuera haciéndose sus tatuajes de Chaos y dejaron a
este tipo, Maxim, para que custodiara solo por la noche. Ninguno de los chicos sabía
que la mierda estaba a punto de caerles encima. Nadie excepto Lev. —Sorbió de su
café—. El salón de tatuajes que pertenecía a Chaos tenía sus puertas rotas. Una
empresa de italianos había estado sobre nuestras espaldas por entrar en su
territorio. Uno de sus hombres decidió enviar un mensaje. Entró con las armas
levantadas, listo para disparar a quien sea que se atreviese a ponerse en su camino.
Mi corazón comenzó a latir más rápido.
—¿Qué sucedió?
Vik respondió:
—Lev sucedió. Vino por detrás, de entre las sombras, tiró al tipo al suelo y dejó
que sus puños hicieran toda la charla. —Vik sonrió—. Estamos hablando de un culo
grande de hombre con, no una, sino dos malditas armas, siendo superado por un
chico de quince años desarmado, y fue golpeado tan mal que necesitó cirugía para
arreglar su feo rostro.
Whoa.
Nas inclinó su cabeza hacía un lado.
—Los Italianos eran una desgracia. Fueron motivo de burlas después de eso.
Chaos estaba complacido. Bueno, puedes imaginar qué pasó después de eso.
Déjame adivinar.
—Querían a Lev en el club.
—Síp —confirmó y luego sonrió—. Pero no se unió. Dijo que protegería a sus
hermanos, pero que nunca sería de Chaos. Mi padre estaba decepcionado. Quería 209
que Lev fuese un hermano en todos los sentidos, pero estuvo de acuerdo con que Lev
tomara su decisión. Respetaba eso.
—¿Qué pasó después, si no se unió?
Vik lo aclaró:
—Nosotros éramos los ejecutores, pero Lev cuidaba nuestras espaldas. Era
nuestro músculo. Nosotros hacíamos las recolecciones. Él se encargaba de todas las
peleas. —Vaciló antes de decirlo—. Era como si hubiese nacido para pelear, Mina. Le
surgía tan naturalmente. Él podría haberse perdido aquí —golpeó su sien—, pero lo
estás ayudando a encontrar la manera de salir de esa prisión.
Hablé.
—¿Pero está dentro ahora, cierto? ¿Cómo sucedió eso?
Nas habló.
—Mi padre se estaba volviendo mayor, también mi tío. Ambos tenían familia.
Querían asentarse, pero no puedes simplemente dejar el club. Es de por vida.
Cuando mi tío Ilia murió repentinamente de un ataque al corazón, fue duro para mi
padre. Eran cercanos. La salud de mi padre decayó y delegó sus responsabilidades de
Chaos. La Bratva estuvo de acuerdo en que no estaba en condiciones de liderar. —
Negó suavemente con la cabeza—. La versión corta de la historia es que la Bratva no
estaba feliz por la forma en la que las cosas se estaban manejando por aquí, sin mi
padre al mando. Los hombres se estaban peleando, luchando por el poder. La gente
tomó bandos. La lealtad desapareció. Eventualmente, la Bratva forzó a la empresa a
disolverse. Cada uno tomo caminos separados.
Arrastrando las palabras Vik dijo:
—Puedes sacar al chico del club, pero no puedes sacar el club del chico. ¿Me
comprendes?
No lo hacía. Debe haberlo notado, porque se explicó.
—La mayoría de los miembros disueltos formaron sus propios clubes ilícitos.
Nosotros no lo hicimos. Optamos por permanecer neutrales, comenzar un negocio, ir
limpios y rectos, por el buen camino.
Mi ceja se alzó.
—No luce de esa manera para mí.
Nas alzó una mano.
—Escucha, los chicos no están haciendo nada demasiado loco. Sasha es un
prestamista. Presta grandes sumas de dinero a gente, con altos intereses. Cuando
ellos no devuelven el préstamo según los términos acordados… —Trató de sonreír,
pero salió como una mueca.
Hablé por ella.
—Consiguen ser golpeados hasta la mierda. Por Lev. 210
Vik tosió.
—Bueno, claro que suena mal cuando lo dices de esa manera.
Ah, Vik. No pude evitar sonreírle.
Hablé suavemente.
—Bueno, eso explica algunas cosas. Aún no sé cómo me siento respecto a ello,
pero ahora lo sé.
Nas me detuvo con la mirada.
—Déjame preguntarte algo, Mina. ¿El que Lev haga esto afecta a la manera en la
que te trata?
No. No lo hacía.
Negué con la cabeza.
Ella tenía otra pregunta.
—¿De verdad quieres saberlo cada vez que destroce a alguien? Porque yo no. Vik
y yo, nosotros no hablamos de ello. ¿O solo estás dolida por haberlo descubierto por
accidente?
Estaba dolida por cómo lo descubrí. Todo era culpa de Anika.
Nas agregó:
—Sí, machaca a esos perdedores, pero esos idiotas sabían exactamente en lo
que se estaban metiendo cuando hicieron negocios con Sasha. No son tan inocentes.
Hay razones por la que no pueden ir por las vías legales para obtener dinero.
Entendía eso. Sin embargo, no lo hacía mejor.
Me encogí de hombros.
Pasó su mano sobre la mía y la apretó.
—Hazte un favor. Aléjalo de tu cabeza. Causara problemas donde no los hay —
recalcó—. Es un trabajo, Mina. Sólo un trabajo. Piensa en ello como en un agente de
cobro.
Vik asintió en acuerdo y luego agregó:
—Puedes juzgar, Mina, pero recuerda —sus ojos se suavizaron—, que Lev no te
juzgó cuando te atrapó robando la billetera de su hermano. Te dio un trabajo, un
lugar donde vivir, te alimentó y vistió cuando no tenías nada.
Esa declaración dolió muchísimo, porque era verdad. Lev no me juzgó. Seguro,
no confiaba en mí al principio, pero no me juzgó. Estaba allí para mí cuando estaba
sola, sin un amigo en el mundo. Y aquí estaba yo cuestionándolo.
Mi corazón se contrajo. Era una persona terrible.
Vik gentilmente siguió:
211
—Esta es la vida con la que tenemos que lidiar. Es todo lo que conocemos.
Quizás no seamos hombres que van a la iglesia temerosos de Dios, pero no somos
malas personas, cariño.
Tenía razón. ¿Quién era yo para juzgar lo que era normal?
Estaba furiosa conmigo misma. Lev era un hombre dulce. Era atento conmigo
todo el tiempo cuando no lo merecía. Mi mente tomó una decisión, fui contra todo lo
que había aprendido sobre lo que era bueno en el mundo. En lo que a mí respecta,
nunca había visto lo que Anika planeó para que viese.
No era importante.
Estaba totalmente olvidado.
Traducido por Âmenoire
Mina
***
Mientras esperaba que Lev viniera a casa, me senté en la sala de estar y miré
una repetición de Oprah. El episodio era sobre mujeres pretendiendo a hombres que
ya estaban en relaciones. Hizo que mi labio se curvara con desagrado. Cómo las
mujeres podían hacer eso estaba fuera de mi entendimiento. Quiero decir, entendía
que se necesitaban dos para bailar el tango, pero activamente provocar a un hombre,
sabiendo que está con alguien, sabiendo que estaba con alguien... no.
Parecía que el destino me hubiera obligado a mirar ese episodio, porque escuché
abrirse la puerta frontal y me apresuré a salir hacia el vestíbulo para saludar a mi
guapo hombre, fui abordada por otra imagen.
Anika entró junto a Lev, su codo enlazado a través del suyo y su otra mano
descansaba sobre su pecho, inclinando su cabeza sobre su hombro. 216
Anika lucía como si estuviera en el cielo.
Lev lucía indiferente, como siempre.
Maldiciones se posaron en la punta de mi lengua, para mandarla a la mierda,
pero cuando Lev giró su rostro y sus ojos me sonrieron de esa manera que me hacía
casi derretirme, mi corazón me recordó que Lev era mío.
Mi mente estuvo de acuerdo.
Le sonreí.
—Hola, tú. Me preguntaba cuándo regresarías a casa. —Miré a Anika, mis cejas
se levantaron—. No me di cuenta que tenías planes.
Dio un paso hacia mí, obligando a que Anika se descolgara de él. Cuando las
puntas de los dedos de sus pies tocaron los míos, me envolvió en un cálido abrazo,
estirándose hasta acariciar mi cabello.
—No tengo planes. —Besó mi sien y mi piel ardió por el contacto—. Anika se
quedó fuera de su apartamento. Me llamó para que la recogiera. Nas tiene una llave
de repuesto y está en camino.
—Oh —murmuré, mirando fijamente a la actriz sobre el hombro de Lev—. No es
eso solo... —conveniente—… suerte.
Nas abrió la puerta y entró canturreando:
—Toc, toc. —Le dio a Anika una sonrisa—. Es la segunda vez este mes, Ani. Por
suerte para ti, esta vez estaba en casa.
Anika lució un poco cabizbaja.
—Sí, suerte. —Se estaba hundiendo en un agujero—. Pensé que estaban en el
centro comercial.
Sonó como una acusación y por suerte para mí, no fui la única que lo entendió
así.
Los ojos de Nas se estrecharon hacia su amiga.
—Estábamos. Algo pasó y regresamos a casa. —Su tono implicaba que no le
gustaba explicarse, especialmente ante su amiga.
Lev regresó su mirada hacia mí.
—¿Qué pasó? —Ante mi ligero encogimiento de hombros, miró a Nas, con los
ojos brillando—. ¿Qué pasó?
Nas se apoyó contra la pared, cruzando sus piernas.
—Corinna quiso conocer a Mina.
—¿Qué? —siseó, sus brazos apretándose alrededor de mí hasta el punto de
dolor, entonces hizo algo estúpido. Apuntó su enojo por la situación hacia Nas—.
¿Dónde estabas tú? 217
Eso no sonaba como una acusación. Era acusación, así de simple.
El aire de la habitación se espesó a nuestro alrededor.
—Oye —lo tranquilicé, colocando una mano sobre su pecho.
Nas se enderezó, luciendo furiosa y luego habló en un susurro:
—Sé que estás molesto y yo también lo estoy, así que voy a dejar que la forma en
que me hablaste hace un momento simplemente vuele. Pero hazlo de nuevo, Lev y
verás qué pasa —habló con los dientes apretados—. No eres el único que se preocupa
por Mina.
Me sorprendió lo que pasó después.
Lev me soltó y fue hacia su hermana. Se puso de pie delante de ella, pareciendo
perdido, esperaba su próximo movimiento. Cuando lo miró a los ojos, su ira se
desvaneció tan rápido como llegó. Ella puso su mano en su brazo y habló
tranquilamente no en forma de reprimenda, sino como un recordatorio.
—Cuida tu carácter, pequeño moj.
Él asintió, luciendo aliviado porque ya no estuviera molesta con él y la jaló para
un rápido abrazo con un solo brazo. Lev realmente amaba a su hermana. Era la
única persona que sinceramente quería a su lado. No lo culpo. Nas era una buena
persona para tener de tu lado.
Bajó la cabeza y habló directamente en su oído. No escuché lo que dijo, pero
ante su respuesta de “Está bien”, supuse que se había disculpado.
Anika decidió que entonces era el mejor momento para hablar.
—Bueno, será mejor que me vaya ahora. —Miró a Lev, sus ojos muy abiertos—.
¿Me puedes llevar a casa?
Lev miró de Anika a mí, decidiendo dónde poner sus prioridades y me gustó que
no le diera un sí inmediato. Pero Nas, se hizo cargo de Anika.
—Vik se está duchando en mi casa. Él te puede llevar a casa.
Pero Anika miró su reloj para ocultar la mancha de color rosa de sus mejillas.
—Oh, bueno, realmente tengo cosas que hacer. Me gustaría volver ahora. ¿Lev?
Nas no la creyó. Con un tono tranquilo pero firme, le dijo:
—Puedes esperar. —Entonces Nas se inclinó y pronunció—: Ani, eres mi amiga y
te quiero, pero sé lo que estás haciendo y no me gusta. —Se detuvo un momento y
luego advirtió—: Detente. Vas a terminar lastimada.
El rostro de Anika se sonrojó hasta el más brillante color rojo. Con sus labios
delgados, miró a Nas y habló con sus dientes apretados:
—Supongo que entonces iré a esperar a tu casa.
Sin esperar una respuesta, se precipitó hacia la puerta y se dirigió hacia la casa 218
de Nastasia.
Resoplé dejando salir un largo suspiro.
—Está bien, así que no era sólo yo, entonces, ¿cierto?
Nas suspiró, pasándose una mano por la cara.
—No, definitivamente no eres sólo tú.
Lev, sin tener ni idea, como siempre, preguntó:
—¿De qué están hablando?
Nas se burló en voz alta mientras yo rodé mis ojos. Establecí con calma:
—Anika está enamorado de ti, cariño.
—No, no lo está —negó inmediatamente mi reclamo.
Nas asintió.
—Sí, sí lo está, Lev. Siempre lo ha estado.
Su frente se frunció con confusión.
—¿Qué? —Entonces negó con la cabeza—. No, somos amigos. Sólo amigos.
No estaba lista para lo que Nas diría a continuación. Sonaba molesta.
—¿Ah sí? ¿Entonces por qué te dejó tomar su virginidad?
Mi aliento me dejó en una exhalación repentina.
—¿Disculpa? ¿Te acostaste con Anika? —Mi cabeza giraba con esta nueva
información.
—Sí —respondió Lev con calma y luego se volvió para mirar a su hermana—. No
sabía que era virgen.
Nas se acercó rápidamente hacia él, levantando su mano y picándolo en el pecho
con su dedo.
—No te hagas el tonto. Se guardaba para ti. Planearon toda su puta vida juntos,
que envejecerían juntos y tendrían sus lápidas una al lado de la otra. Entonces la
follaste y no le diste nada. Ha estado suspirando por ti desde entonces. —Lo fulminó
con la mirada—. La jodiste. Lo arreglaste. Estoy tan harta de esta mierda.
El rostro de Lev perdió toda expresión. Parpadeó, atónito.
—¿Me ama?
Estaba preocupada por la forma en que lo dijo, como si no pudiera creer que
Anika pudiera sentir algo por él. Mi corazón empezó a correr. Me dolió conocer los
hechos. En general, ella era la mejor opción. Era rusa. Era más bonita que yo. Su
familia había sido una parte de Chaos. Ya me había dicho que podía estar allí para él
de una manera que yo no podría y probablemente tenía razón.
¿Qué significa esto para mí? ¿Para nosotros? 219
Lentamente, una grieta comenzó a formarse a través del centro de mi corazón.
Esto podría ser todo. Podría perderlo. Y tan poco tiempo después de que finalmente lo
conseguí.
Sus hermosos ojos miel se encontraron con los míos.
—Espera. ¿Te ha estado haciendo sentir incómoda?
El miedo y la ira me hicieron escupir:
—Solo todo el maldito tiempo maldito. —El pánico me tenía que revelando
todo—. Coquetea contigo. Te toca. Se aseguró que te viera golpeando a ese idiota de
Moretti. —Si se acababa, se acababa. Mis hombros cayeron—. Te ama, Lev —lo
susurré de una manera que decía Si la quieres, ahora es tu oportunidad—. Y hará
cualquier cosa para conseguirte.
Lev tendió su mano, esperando. Bajé la mirada hacia ella por un largo rato luego
suspiré con alivio, poniendo mi mano en la suya. Sus dedos se entrelazaron con los
míos y se sentía como en casa.
Me reprendió gentilmente.
—Te dije que no leo bien a la gente. ¿Por qué no me lo dijiste, Ratón?
Mi corazón desaceleró su ritmo. La sensación de su cálida piel en la mía me
tranquilizaba.
—¿Por qué lo haría? Te habría causado problemas. ¿Qué podrías haber hecho?
No hubiera importado.
—Tus sentimientos me importan mucho.
Su mano libre se acercó para pellizcar suavemente mi barbilla. Levantó mi
rostro para que notara su feroz mirada.
—Le habría dicho que mis afectos le pertenecen a otra, que era más feliz con mi
Ratón. Que todo lo que puedo y podré ofrecerle es amistad. —Sacudió mi barbilla
ligeramente—. Pero no me diste la oportunidad de hacerlo. Y ahora estás haciendo
pucheros.
Mis ojos se estrecharon y mis labios se fruncieron.
—No lo hago.
—Lo haces —me dijo. Entonces sus ojos se suavizaron y besó fuerte mis labios
fruncidos—. Para o te besaré hasta dejar tus labios en carne viva.
Soltó mi barbilla y subió las escaleras, dejándonos a Nas y a mí solas en el
vestíbulo. Después de un momento, llamé por las escaleras:
—Ahora, ¿eso era una amenaza? ¿O una promesa?
El sonido de arcadas de Nastasia me hizo reír en voz baja.
220
Traducido por Pimienta
Lev
—
enemos que hablar —dije en el receptor tan pronto como él
respondió.
Igor Alkaev era un hombre duro. Por suerte para él,
comprendía a los hombres como él. 221
Su duro acento ruso me dejó escuchar su desprecio a través del teléfono.
—A menos que me estés llamando para concertar tu iniciación en Zakon, no
quiero oírlo, Leokov. —Una pequeña pausa—. ¿Qué quieres?
—Creo que dejé las cosas claras. Tu familia no tendría ningún contacto con la
mía. Sin excusas.
Igor sonaba cansada cuando comenzó con:
—Si esto es sobre Lidiya...
Por una vez, no se trataba de Lidiya. Lo corté con:
—Corinna se acercó a mi mujer hoy.
Le oí respirar, pero no habló durante un rato.
—Así que, ¿es cierto, entonces? —Él suspiró—. Tenía la esperanza de que Irina y
tú superaran sus problemas y se casaran.
Mi labio se curvó.
—Sé que es lo que querías, pero te he dicho una y otra vez que Irina y yo nunca
nos casaremos.
Él habló en voz baja, pero era difícil pasar la ira por alto.
—¿Quién es ella, la chica?
Mi mano cayó sobre mi escritorio con un áspero golpe que resonó a través de la
habitación. Me puse de pie y gruñí al teléfono:
—No es de tu incumbencia.
Igor disfrutó de mi repentino arrebato y trató de alimentarlo.
—Algunos de mis hombres dicen que se parece a un ángel. Que su belleza es
inigualable. Tal vez tendría que conocer a esta mujer.
Gruñí, pero él continuó:
—¿Estás seguro de que no prefieres casarte con Irina? —Él podría llegar a ser
tan aburrido—. Harías bien en recordar mi promesa, Lev. Sería una lástima que
Lidiya desapareciera con su madre. Ya sabes cómo puede ser Irina. Tan frívola. Lo
único que tendría que hacer es ponerla en un avión con su hija y…
Mi furia se levantó y lo interrumpí con un grito:
—Es mi hija. Lidiya es mi hija. Irina no fue más que una vasija. —Mi voz
temblaba de ira—. Irina no es apta para llamarse a sí misma madre, y voy a esperar
el tiempo que sea necesario hasta el día que Lidiya vuelva a su casa, aquí, conmigo.
Igor chasqueó la lengua.
—Ese resentimiento. —Luego suspiró—. Entiendo tu preocupación Leokov, pero
Irina no es el monstruo que pareces pensar que es. Puede que no sea muy maternal,
pero ama a Lidiya. Todos amamos a Lidiya.
222
Mis ojos se cerraron y tragué saliva. Tuve que recordarme a mí mismo que Irina
era una buena actriz y podía mentir tan bien que incluso Sasha estuvo sorprendido
por el repentino giro en su carácter. Igor no sabía quién era su propia hija.
Si él supiera.
Sabría muy pronto. Todos ellos lo harían. Mirella era buena en su trabajo y yo
no quería precipitar la situación. Cuando vas con prisa, te vuelves descuidado, y si
Irina pensara por un segundo que tengo un plan, desaparecería en la noche con mi
bebé.
No podía dejar que eso sucediera. Lidiya era mi mundo, y si la alejaran de mí, no
sé lo que haría.
Esta conversación me estaba dando un dolor de cabeza.
—Dile a Corinna que se mantenga alejada.
Igor respondió con un desinteresado:
—Hablaré con ella. —Luego colgó.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Todos los días lejos de mi niña eran
una muerte dolorosa. La necesitaba. Ella era la única cosa que había hecho bien en
toda mi vida. Ella era la prueba de que incluso la persona más dañada del mundo,
podía producir algo especial.
Espera. Sólo espera.
Cerré los ojos y sacudí la cabeza. No. Había terminado con la espera.
Pero era demasiado pronto.
Si sentía que tenía fuerzas para esperar más, lo haría, pero había pasado
demasiado tiempo ya. Necesitaba a mi hija.
Marqué el número y sostuve el teléfono en mi oreja. Mirella respondió con un
feliz:
—Hola, Sr. Lev. ¿Qué puedo hacer por usted?
—Te necesito para acelerar las cosas.
Habló en voz baja:
—¿Cuánto tiempo tengo?
—Una semana —le respondí. No podía esperar mucho más.
Ella dijo con confianza:
—Considérelo hecho, Sr. Lev.
—Dale a Lidi un beso de mi parte, ¿quieres?
Ella susurró su respuesta.
—En una semana, podrá dárselo usted mismo.
223
Traducid por Gemma.Santolaria
Mina
230
Traducido por HeythereDelilah1007
Mina
234
Traducido por rihano
Lev
—
Mi Mina. Mi Ratón.
Con su espalda en mi pecho, ella encajaba
perfectamente contra mí. Nadie me había fascinado como
esta pequeña criatura. 235
Me dijo que me amaba. Parecía sincera. Quería creerle.
Le creía.
Su ligero gruñido me dijo que se estaba quedando rápidamente dormida. Mis
brazos alrededor de su cintura se apretaron un poco. No quería dejarla ir nunca.
—No sé qué es el amor —empecé tranquilamente—, pero si pudiera amar a
alguien… —presioné un suave beso detrás de su oreja, acercándola—, te amaría a ti.
Mucho.
No sabía cómo ser lo que Mina necesitaba, pero me prometí intentar con todas
mis fuerzas ser un hombre del que ella estaría orgullosa. El pensamiento de
decepcionarla me ponía ansioso.
Ella tenía fe en mí. Creía en mí.
Decepcionar a Mina no era una opción.
Traducido por Gemma.Santolaria
Mina
Mina
ué, qué?
12
Boykie: Compañeros en Croata.
13
Lutkica: Muñequita en Croata.
—Cada vez que estaba de mal humor, me llevaba a la tienda y me decía que
llenara el carrito de compras con cualquier cosa que quisiera. Comíamos hasta
inducirnos un coma alimenticio. —Me reí—. Siempre contaba los chistes más cursis
solo para hacerme reír. Estaba en el consejo de padres y maestros. Hacía mis
disfraces de Halloween desde cero. Me llevaba a la playa en los días más helados solo
para sentarnos en la arena y sentir la brisa. Era una gran madre. —Mis ojos se
llenaron de culpa. Giré mi rostro hacia Alessio—. Y lamento que te hayas perdido eso.
La expresión de Alessio permaneció dura, pero cuando giro para desviar su
mirada de la mía, puede ver que estaba afectado.
¿Por qué Alessio no vivió con nosotras? ¿Por qué fue dejado con un padre que no
lo quería? No lo entendía.
Enfrenté a Laredo.
—¿Por qué nos separaron?
Laredo corrió su lengua por sobre sus dientes.
—Porque eso hería a Clara, y a mi hermano le gustaba castigarla.
Frunció el ceño, casi perdido en sus pensamientos.
—Mi hermano estaba casado. No tenía hijos con su esposa. Clara no era nada
más que un entretenimiento. Traté de razonar con ella tantas veces, pero… —
suspiró—, ella amaba a Enzo. 246
Oh, Jesús.
Mi corazón dio un vuelco. ¿Era la otra mujer? ¿Quién diablos era esta persona?
—Enzo fue bueno con ella por un tiempo. Tratándola bien. Ella, por supuesto,
amaba sus atenciones. —Alzó su ceja mientras aclaraba su punto—. Él era el
hermano apuesto.
Ahora entiendo.
—Clara se quedó embarazada solo un mes después de haber dormido con Enzo.
Todo el club sabía quién era el padre. Clara le pidió que dejara a su esposa. Él se
rehusó. Ella le dijo que lo dejaría. Que desaparecería. Le dijo que su bebé necesitaba
un padre —Oh, Dios. Sonaba un poco como Irina. Mi estómago cayó. Estaba tan
avergonzada—. Él le dijo que después de que tuviera al bebé dejaría a su esposa. Pero
sabía que estaba mintiendo. —Se encogió de hombros—. No fue una sorpresa para mí
que después de que ella tuvo a Alessio, él siguiera con su esposa. Clara estaba
devastada. Planeaba dejar la ciudad. Enzo la atrapó empacando sus cosas. Se puso
como un demente.
Laredo miró a Alessio antes de volverse hacia mí.
—La golpeó hasta la mierda. Dijo que si trataba de irse de nuevo, mataría al
niño. No tenía duda de que lo haría. Ella no era lo suficientemente estúpida como
para volver a intentarlo. Al menos tenía permitido ver a su hijo.
—¿La golpeó? —Mi voz asombrada—. Ella era la persona más dulce en todo el
mundo, ¿y la golpeó?
Laredo me estabilizó con su mirada.
—Enzo usaba cualquier medio para mantenerla a su lado. Cuando Clara se dio
cuenta de que había elegido al tipo equivocado, volvió sus sentimientos hacía mí. —
Sonrió—. Yo era bueno con ella. La amaba. Ella se dio cuenta un poco demasiado
tarde. Pero cuidé de ella tanto como me lo permitió.
El punto de vista que yo tenía de mi madre se estaba desvaneciendo
rápidamente.
—Sí, suena como una verdadera dulzura.
—Nos volvimos descuidados. —Laredo ignoró mi sarcástico comentario y
siguió—. No le tomo mucho a Enzo para ponerse a sospechar. Nos encontró una
noche y fui atrapado con la mano en el jarrón de galletas. Peleé contra mi hermano
con dientes y uñas. La pelea fue tan fuerte que rompí sus huesos, tanto como los
míos. Pero Clara… había tenido suficiente de nosotros. Se marchó, dejando a Alessio
detrás.
Pobre Alessio.
Mi garganta se cerró frente al duro hecho.
¿Cómo pudo? 247
—Mi hermano trató de matar a Alessio más tarde esa semana. Intentó ahogarlo
en la tina. Pero no pudo hacerlo. —Se giró para mirar a Alessio—. No quería amar al
niño, pero lo hacía. Un mes después, Enzo fue encontrado muerto en la oficina de su
casa. Murió de una sobredosis accidental de drogas que presumo no fue tan
accidental. La esposa de Enzo no quería a Alessio. Sabía que era producto de una
infidelidad, así que lo adopté. Él debería haber sido mi hijo desde el inicio. Lo amo.
Traté de encontrar a Clara, pero se escondió bien, lo más gracioso es que se fue justo
bajo nuestras narices. Ni siquiera sabía que había fallecido hasta hace dos años. —
Me miró—. No sabía que tenía una hija.
La esperanza me golpeó desde algún lugar en lo profundo de mí.
—¿Cómo puedes estar tan seguro que no eres mi padre? Dijiste que fueron
íntimos…
Pero él ya estaba negando con su cabeza.
—No. Lo siento, Mina. No soy tu padre. Nunca llevamos nuestra aventura más
allá. Solo no es posible que seas mía. —Resopló—. Pero hubiese matado por ser tu
padre, dulce niña. Sé eso.
Lágrimas picaron en mis ojos mientras asentía solemnemente.
Alessio había oído suficiente. Se burló de mí desde el otro lado de la mesa.
—Mientras tú estabas recogiendo flores para tu ma, yo estaba escondiendo
moretones de mis amigos.
—Lo siento —susurré, mis ojos brillando.
—¿Qué es lo que sientes? Tuviste una buena infancia y a mí me olvidaron. Así
es la vida. —Bajé mi mirada hacia la mesa pero habló a pesar del silencio—. ¿Qué?
¿Ya no quieres un hermano? —Mi corazón se rompió. Resopló una risa—. Sí, no lo
creo. No soy lo suficientemente bueno para ti. ¿Lo soy? Justo como tu madre.
Lev apretó mi mano tan fuerte que dolió.
—Cierra la boca.
Lo dijo al mismo tiempo que Laredo lo calmaba.
—No hables desde la rabia, hijo. Mejor mantente tranquilo, Alessio.
—No. —Alessio siguió—. ¿Por qué no le decimos acerca de la vez que mi padre
me pateó tan fuerte en el pecho que dejé de respirar? O acerca de la vez cuando llegó
a casa del club, se bajó sus pantalones, y orinó sobre mí mientras estaba durmiendo.
Las lágrimas estaban bajando por mis mejillas. Mi pecho ardía con cada latido
de mi corazón. Luché desesperadamente para no sollozar en voz alta.
Lev gruñó.
—Te lo estoy advirtiendo, Alessio.
—Mientras ella tenía arcoíris y paletas de dulces —comenzó a gritar—, yo tenía
quemaduras de cigarrillo marcando mis malditos brazos. 248
Los hombres que me rodeaban habían comenzado a oponerse con furia frente al
arrebato de Alessio. Todo lo que podía hacer era parpadear a través de mis lágrimas y
hablar quedamente.
—No lo sabía.
Alessio se paró.
—¿Cómo podías saberlo? Viviendo tu jodidamente perfecta vida en tu
jodidamente perfecta casa con tu maldita puta madre —me señaló duramente—.
Tuviste la vida que debería haber tenido yo.
Aplaudió lentamente, humillándome.
—Felicidades, Mina —sus labios se curvaron mientras susurraba—, lo tuviste
todo.
En ese punto, Lev había tenido suficiente. Lanzó su silla hacía atrás tan rápido
que cayó al suelo. Fue rápido, pero anticipé el ataque antes de que comenzara.
Alessio reía cruelmente, sus brazos abiertos, dando la bienvenida al inminente
ataque. Los hombres se pusieron de pie, Nicolas y Roman se apresuraron llevando
hacía atrás a Alessio mientras Davi y Philippe esperaron a ver qué hacía Lev.
Mis brazos se envolvieron alrededor de su cintura y lo apreté fuertemente,
clavando mis pies en el suelo mientras me arrastraba.
—Quiero irme ya, cariño. —Algo en la rápida forma que hablé debe haber
advertido a Lev sobre esta pelea, porque su agitado pecho y rechinar de dientes, se
calmó en un segundo, girándose para envolver sus brazos protectoramente a mi
alrededor.
Lev se giró hacía mi hermano y susurró, mortalmente calmado:
—Te vas a arrepentir de tus palabras —hizo una pausa—, me aseguraré de ello.
Alessio abucheó fuertemente.
—Oooh. Estoy tan asustado.
No había manera de endulzarlo. Mi hermano era un idiota. Un cruel y asqueroso
idiota. No quería conocerlo. Quería fingir que esta noche jamás había sucedido.
Me dirigí a Laredo, manteniendo mi mirada en el suelo mientras decía:
—Esta fue una mala idea. Lo lamento por los problemas.
Sonaba miserable.
—Mina, por favor no te vayas.
—Disfruten su cena —respondí mientras Lev me dirigía hacía las puertas dobles.
Antes de que llegáramos a la salida, Lev se detuvo a medio camino y se volvió para
enfrentar a Alessio una última vez. Lo que dijo me hizo llorar otra vez.
—Mina puede haber tenido una niñez decente, pero ha tenido que lidiar con su 249
buena parte de dificultades. Ha estado sin hogar durante siete años. Pasó ese tiempo
en las calles, durmiendo en callejones y comiendo basura para mantenerse viva.
¿Dónde estabas durmiendo tú hace dos meses, Alessio? —habló calmadamente—.
Encontré a Mina durmiendo junto a una poza de orina, tan escuálida que estaba al
borde de la muerte por no haber comido en días.
—Mina —murmuró Laredo, sacudiendo la cabeza con tristeza—, cariño.
Lev estabilizó a mi hermano con su mirada, quien alzó su mentón en defensa.
—No asumas que la conoces. No sabes nada acerca de ella, saco de mierda.
Lloré sobre la manga de Lev, cansada de que la gente viera mis lágrimas. Lev
frotó mi brazo mientras nos dirigíamos a la salida. Mientras abría la puerta principal
para que saliéramos, escuché a Nicolas Van Eden hablar, su acento espeso y duro.
—Esa chica es tu hermana. Fue dulce. Y tú… eres un imbécil, boykie.
A lo que Alessio respondió con un resoplido.
—Cierra la maldita boca, Eden.
Traducido por Mae
Mina
nicié el sexo con Lev como una distracción. Era una cosa terrible que
hacer, pero sentía que lo necesitaba. Lo necesitaba. Al principio, peleé
contra ello, tratando de domar mis besos lujuriosos a los dulces que
vislumbraban como peligrosos. Me subí sobre él, pellizcando la piel tensa en su
cuello, chupando su lengua, y apretándome contra su longitud endurecida hasta que
250
mis bragas se encontraban empapadas. Lo dije antes, no había manera de fingir mi
reacción a Lev. Aparté mis bragas y me deslicé sobre él, empalándome en su polla
gruesa hasta donde pude. Él había perdido esta ronda, y con ella, su control. Con la
espalda contra la cabecera de la cama, subió más, empujando en mí, sus fuertes
brazos se envolvieron a mi alrededor, sosteniéndome con firmeza, y el sexo ya no era
una distracción, más bien era un lugar de refugio para mí.
Las manos de Lev sobre mi cuerpo me calmaron como una oración. Había
demostrado una y otra vez que era todo lo que necesitaba.
Dios... lo amaba.
Mi cuerpo pedía liberación. Quería mucho no sentirme entumecida. Quería
sentirlo liberarse dentro de mí. Nada me satisfacía como ese sentimiento.
Su mano me rodeó, me agarró de la muñeca, y luego la dejó caer entre nuestros
cuerpos unidos.
—Frota tu clítoris, bebé. Lentamente. —Entonces su cabeza cayó para tomar mi
pezón en su boca caliente. Hice lo que me pidió y él me chupó. Dentro de un minuto,
mi cuerpo se puso rígido, mi cabeza cayó hacia atrás, mientras mi coño se apretaba a
su alrededor, y gemí mi orgasmo. Le tomó menos de diez segundos a Lev seguirme.
Soltó mi pezón con un pop y dejó escapar un largo gemido cuando sus brazos se
apretaron alrededor de mí, sosteniéndome. Su polla palpitó dentro de mí, y sentí esa
maravillosa calidez húmeda gotear hasta mi núcleo.
Me sentí mejor, y parpadeé adormilada sobre él, ahuecando sus mejillas y
tomando su boca en un beso tierno.
—Dios, necesitaba eso.
—Sé que lo hacías —dijo en voz baja mientras me acariciaba la espalda—.
¿Cómo te sientes? —preguntó, manteniéndonos unidos en nuestros lugares más
íntimos.
Apoyé la frente en su hombro, aceptando su abrazo.
—No tenía un hermano antes. Voy a estar bien sin uno ahora.
—Mina —comenzó—. Debes estar herida.
Me dolió, pero no iba a dejar que me afectara.
—Voy a estar bien, cariño. Te lo prometo. —Pero mi corazón sufría por Alessio—.
Estoy muy triste porque sufriera así en las manos de nuestro su padre. Ojalá hubiera
estado con nosotras. Ojalá mamá lo hubiese llevado con ella.
—Eres demasiado amable. —Resopló—. Él fue grosero y obsceno. Fue un
imbécil. No debes preocuparte por él en absoluto. Desde luego, él no se preocupa por
ti.
—Sí —murmuré mientras giraba mi cuello para inhalarlo—. Sin embargo, no lo
culpo por estar enfadado. Pecados del padre y toda esa mierda.
251
Sus labios aterrizaron en mi sien. Me besó allí y susurró:
—Es normal sentirte herida, Ratón. Está bien.
El primer sollozo se me escapó tan dolorosamente que sentí como si mi pecho se
hubiese desgarrado y mi corazón cayera pieza por pieza. Más lágrimas siguieron, y
mientras soltaba mi dolor por haber perdido el hermano que nunca tuve, Lev
mantuvo sus brazos alrededor de mí y sus labios en mi sien, sosteniéndome hasta
que no hubo más lágrimas para llorar.
La verdad era que quería un hermano, y ahora que sabía que tenía uno y me
rechazaba, me dolía más que la agonía que sentí cuando mi madre falleció.
Mi hermano me odiaba.
No me conocía, pero me odiaba.
El jurado había tomado su decisión.
La vida simplemente no era justa.
Pasaron dos días, y aunque era poco tiempo, fue suficiente para que casi todo el
mundo en Bleeding Hearts supiera que tenía un hermano, más sorprendentemente
que fuera Alessio “Caracortada” Scarfo. Sasha lo encontró particularmente gracioso.
Y lo odiaba por ello.
Encontraba cualquier excusa para hablarle a la gente sobre el hermano que no
quería a su hermana, y se regodeaba mientras yo me encogía.
Me sorprendió que Anika me apartara, y con una mirada de simpatía en sus
ojos, me abrazara mientras acariciaba mi cabello, diciéndome que lo sentía. La
despreciaba por eso también. Nunca podría averiguar si éramos amigas o no. Ella
hacía difícil odiarla cuando necesitaba tan desesperadamente el consuelo.
Nas me preguntó acerca de Laredo, fingiendo desinterés, pero pude ver que
quería saber de él. Le sonreí.
—¿Quieres venir conmigo la próxima vez que lo vea? Es nuestro tío, después de
todo.
Parpadeó hacia su taza de café y asintió.
—Sí, eso podría estar bien.
Rápidamente agregó:
—Quiero decir, no te dejaría ir sola de todos modos. No después de que Alessio
dijera esa mierda. —Me dio un codazo ligero—. Te cubro la espalda, kukla.
—Sé que tuvo un romance con tu madre, pero está bien que admitas que lo
extrañas —murmuré suavemente.
—No —dijo con demasiada rapidez.
Ante mi mirada inmóvil, se encogió de hombros y chilló:
—¡No lo hago! 252
Lo dejé pasar. No quería admitirlo, pero sabía la verdad.
El sábado por la mañana llegó, y Lev y yo holgazaneamos en la cama, haciendo
el amor con dolorosa lentitud, sin prisa para salir de nuestra burbuja de amor,
cuando el timbre sonó. Lev se levantó de la cama, en toda su gloria desnuda, fue a la
pared, y levantó el auricular.
—¿Sí?
Miré a través del cuarto mientras sus hombros se ponían rígidos y siseaba:
—¿Tienes decencia, imbécil? —Luego colgó.
Cuando se giró, su mandíbula estaba tensa y me miró.
Un ceño frunció mi frente.
—¿Qué?
Abrió la boca para hablar, cuando el timbre sonó de nuevo. Tomó el receptor
una vez más y lo acercó a su oído. Lo mantuvo allí un largo rato y cerró los ojos.
—Tienes cinco minutos. Ni un segundo más.
Con un suspiro, colgó el receptor y me dijo:
—Es posible que desees ducharte. Tienes un invitado.
—¿Quién es?
Se apoyó en la pared y habló en voz baja:
—Tu hermano.
Coloqué las sábanas más arriba en mi cuerpo, mis hombros rígidos.
—No quiero verlo.
Lev me observó de cerca.
—¿Estás segura? —No respondí con la suficiente rapidez, por lo que se colocó
un par de pantalones de pijama—. Bueno. Lo despediré, Ratón.
Justo cuando se abrió la puerta de la habitación desde el interior, grité:
—Espera. —Si no lo escucho, me estaré siempre preguntando qué es lo que
había venido a decirme—. Está bien, voy a verlo. Dame un minuto.
Corrí por la habitación hacia el baño y tomé la ducha más rápida de mi vida. No
me molesté con el maquillaje, simplemente cepillé mi cabello mojado, me coloqué un
par de vaqueros, un suéter blanco, y un par de chanclas antes de bajar.
Lev se quedó en sus pantalones de pijama, con los brazos cruzados sobre su
pecho, mirando a Alessio en completo silencio. En el momento en que oyó mis pasos,
habló a mi hermano que estaba de pie a unos pocos metros de distancia, con las
manos detrás de la espalda.
—Tienes cinco minutos. Haz que el tiempo valga la pena, porque nunca tendrás 253
otra oportunidad.
Me besó en la cabeza mientras pasaba, y lo vi caminar hacia la cocina. Me
detuve de camino a mi hermano. Estaba vestido con un par de pantalones de color
caqui marrón, una camiseta blanca y una chaqueta negra. También parecía muy
nervioso.
—Hola —murmuré.
Levantó la mano en señal de saludo y suspiró mientras hablaba:
—Hola. —Dio un paso adelante y me tendió la otra mano. Lo hizo tan rápido que
di un paso atrás con un estremecimiento. El rostro de Alessio se retorció mientras
sostenía un ramo de tulipanes de color rosa, su mano cayó ligeramente—. Mierda. No
voy a hacerte daño, Mina.
Me abracé a mí misma, mi voz plana.
—Ya lo hiciste.
Sus manos encontraron sus caderas, el ramo de tulipanes colgando boca abajo.
Bajó la barbilla, asintiendo al suelo.
—Sí —admitió. Cuando levantó la cabeza, habló con sinceridad—, no debería
haber dicho lo que dije. Pensé en algunas de las cosas que te dije, y yo... —sus labios
se tensaron—, no debería haber dicho esas cosas. No fue tu culpa que él fuera un
bastardo cruel, y soy sincero cuando digo que me alegro de haber pasado por toda
esa mierda de Enzo para que tú nunca tuvieras que hacerlo. Y… —se encogió de
hombros con torpeza y habló bajo—… lo siento.
Él parecía realmente arrepentido, o al menos actuaba así.
—Está bien —murmuré en voz baja.
No sabía qué más decir, así que no dije nada.
Alessio, se veía más y más incómodo cada segundo, tragó saliva. Se movió para
colocar el ramo de tulipanes en la mesa de la sala junto a la puerta y dio un paso
atrás.
—Bueno, bien, eso es todo lo que quería decir, así que supongo que te veré por
ahí —pensó en eso y luego suspiró—, o no.
Estaba siendo civilizado, y algo me dijo que era un gran problema para Alessio
Scarfo.
Alessio se movió para irse cuando grité:
—¿Quieres un café?
Se quedó quieto, se dio la vuelta, y luego extendió la mano para frotar la parte
posterior de su cuello. Asintió con inquietud.
—Por supuesto. Un café sería genial.
Tomamos nuestro café en el salón donde podíamos hablar a solas, pero donde 254
no tendríamos que estar lejos de Lev. No estaba segura de cómo esto iba a terminar.
Parecía que Alessio podría ser impredecible cuando se le provoca.
Mantuve mi primera pregunta sencilla.
—¿Cuántos años tienes?
—Voy a cumplir treinta este año —me dijo mientras sostenía su taza de café más
fuerte de lo que debería—. ¿Y tú?
—Veinticuatro.
Siguió un largo silencio.
—Y no tenías hogar —agregó en voz baja.
—Sí. —Asentí lentamente—. Realmente no me gusta hablar de ello.
—Por supuesto. Está bien —dijo—. ¿Y estás trabajando en Bleeding Hearts?
—Sí. Soy camarera en la barra.
—¿Te está gustando? —preguntó cortésmente.
Sonreí en mi taza.
—Me gusta mucho.
Oh, Dios, esta conversación era tan malditamente dolorosa.
Era como comer tiza. Barato y de mal gusto.
Suspiré, pasándome una mano por el cabello húmedo.
—No tienes que ser tan amable, ¿sabes? Me puedes hacer preguntas reales. Te
prometo que no me voy a asustar.
Él asintió, pero su vacilación era obvia.
—Clara... —se aclaró la garganta—, era muy agradable, ¿eh?
—Lo era —le dije sinceramente.
Se mordió el interior de su labio. Al igual que lo hacía cuando estaba nerviosa. Y
el acto me hizo sonreír.
—¿Tienes alguna foto de ella?
—No —dije con profundo pesar—. Me dejé mi álbum de fotos con mis padres
adoptivos cuando me escapé. Tenía diecisiete años y era estúpida. Ni siquiera lo
pensé. —Dejé escapar un largo suspiro—. Haría cualquier cosa para recuperarlo.
Debía tener muchas ganas de ver ese álbum, porque lo siguiente que dijo fue:
—Soy bueno en buscar personas. Si me das su nombre y cualquier otra
información que puedas, voy a ver qué puedo hacer.
Le sonreí a continuación, y sonreí aún más.
—Lev ya está buscándolos.
255
Alessio se encogió de hombros.
—No puede ser malo tener dos personas buscando. —Su labio tembló—.
Muchas manos hacen el trabajo ligero, ¿sabes?
La conversación se estaba poniendo fácil. Mi corazón se calentó.
Pero mi sonrisa cayó.
—¿Nunca has visto una foto de mamá?
—Sí, pero en todas estaba en el club. Laredo tiene una pila de ellas. Estaba toda
arreglada para el escenario. Supongo que quería ver cómo se veía en la vida real,
¿sabes? —Su labio tembló y atrapó mi mirada—. Esas fotos en el club... he visto las
tetas de nuestra madre.
Una carcajada salió de mí con tanta fuerza que tuve que taparme la boca.
—Oh, hombre. Ewww.
Su cuerpo se estremeció de risa silenciosa y las cicatrices alrededor de su boca
se estiraron.
—Sí, no está bien. —Su sonrisa se extendió hasta donde pudo y se estremeció,
extendiendo la mano para frotar la cicatriz más gruesa en su labio.
Me di cuenta.
Se dio cuenta de que me di cuenta, y su sonrisa desapareció.
Levantó la mano y la pasó delante de su cara llena de cicatrices.
—Me gustaría poder cambiar esto. —Se detuvo un momento antes de añadir—:
No siempre me he visto de esta manera.
Traté de sonreír.
—No siempre me he visto de esta manera tampoco.
Alessio me inmovilizó con una mirada.
—Sin embargo eres hermosa. —Negó con la cabeza—. No asustas a los niños con
tu cara fea.
Sus palabras eran de dolor, y lastimaba escucharlas, pero era mi hermano, y si
quería hablar de ello, escucharía con atención, porque necesitaba que lo hiciera.
—Sé lo que pasó. Sé lo de tu esposa y Sasha. —Me acerqué a poner mi mano
sobre la suya, la mano que descansaba sobre su rodilla—. Lo siento.
Sacudió la cabeza.
—No lo hagas. Era un maldito lunático. Nos casamos en Las Vegas después de
una noche de borrachera. Nos conocimos un par de horas antes. Ni siquiera la
conocía. De seguro, no la amaba. Pero era hermosa. —Se encogió de hombros—. Mi
propia culpa por pensar con mi polla.
Quité mi mano, ruborizándome ante su comentario. 256
—Ya veo.
Miró su reloj de pulsera.
—Mierda. ¿Esa es la hora? Yo... —Me observó, con una mirada vacilante en su
rostro—. Me tengo que ir.
La decepción me llenó.
—Oh. —Me puse de pie y él hizo lo mismo. Forcé una sonrisa—. Bueno, fue un
placer hablar contigo, Alessio. —No estaba segura de cómo sería mi próxima vez—. Sé
que puede parecer una locura, pero si tienes alguna foto de Enzo, realmente me
gustaría verlo. Sé que no puedo llamarlo “mi padre”, pero soy parte de él. Me gustaría
ver cómo era.
Su rostro se iluminó.
—Sí, tengo unas cuantas. Puedo traerlas un día.
Solté un suspiro de alivio.
—Eso sería genial.
Alessio sonrió entonces.
—Voy a traerlas si me dejas encontrar a tus padres adoptivos.
Entrecerré los ojos en él, pero lo hice sonriendo.
—¿De verdad quieres ver ese álbum?
Su sonrisa se suavizó.
—Sé que no puedo llamar a Clara mi madre, pero soy parte de ella.
Sin permiso, me acerqué y tomé su mano, apretando. La solté rápidamente y
entré en el salón por una pluma y un pedazo de papel. Volví con los detalles escritos
y se lo entregué.
—Toma. Todos estos son los nombres de los miembros de la familia y donde
solían vivir. No puedo recordar mucho más que eso. —Señalé el número de teléfono
en la esquina de la página—. Ese es mi número.
Alessio miró a los detalles antes de doblarla y deslizarla en su bolsillo.
—Este es un buen comienzo. Te haré saber si encuentro algo. —Me miró—.
Llamaré.
Le tendí la mano y la tomó, sin sacudirla, sólo sosteniéndola. Y me dolía el
corazón. El día estuvo bien. No quería que se fuera. Quería saber más acerca de él.
Quería hablar desde el atardecer hasta el amanecer hasta que no quedara nada más
que decir.
Con los ojos brillantes, pregunté en un susurro:
—¿Te puedo abrazar?
Él parpadeó hacia mí. Su respuesta llegó en forma de él tirando de mi mano,
acercándome a él hasta que sus brazos se envolvieron a mi alrededor, y su calidez me
257
cubrió. Acercando las manos, me agarré de los lados de su camiseta y apoyé la
cabeza en su pecho, cerrando los ojos, sólo absorbiendo este momento tan especial.
Era alto y cálido, y se sentía bien. Me sentí segura con mi hermano mayor, tal
como debería haberlo hecho.
Con voz gruesa, habló en voz baja.
—Lo siento mucho, Mina.
—Está bien, Alessio —lo tranquilicé—. Se ha acabado. Olvidado. Estamos bien.
Me apretó hasta que alguien se aclaró la garganta. Nos apartamos para
encontrar Lev de pie en la puerta abierta, con una expresión estoica.
—Hora de irse, Alessio.
Miré a Lev antes de pasar a Alessio y suavizar la cara.
—Envíame un mensaje, así tengo tu número, ¿de acuerdo?
Aun así, sostuvo mi mano, casi indispuesto a liberarla.
—Sí, está bien.
Por último, me dejó ir, y lo acompañé hasta la puerta. Cogí las flores que fueron
dejadas allí olvidadas, y sonreí. Me despedí de mi hermano y me quedé allí,
observándolo irse.
Brazos rodearon mi cintura, abrazándome con fuerza. Levanté una mano y la
puse sobre el antebrazo de Lev cuando preguntó:
—¿Cómo fue?
Mi sonrisa era brillante.
—Bien. Muy bien.
Él suspiró suavemente.
—Supongo que vamos a verlo más entonces.
Me volví en sus brazos para mirarlo. Ante mi mirada confusa, dijo:
—No me gusta la forma en la que te habló esa noche. Me gustaría romperle la
nariz.
Acaricié su pecho.
—Se disculpó. Pienso que la reunión lo abrumó. No creo que lo dijera en serio.
—Gruñó y me sonrió lentamente—. Estoy de repente muy cansada.
Levantó su frente. Pronuncié:
—Creo que tenemos que volver a la cama.
Él parpadeó y luego sonrió. Y mi corazón tartamudeó.
Chillé cuando me levantó por encima de su hombro y subió las escaleras de dos 258
en dos. La tarde en la habitación se llenó con sonidos de mis gemidos y quejidos de
Lev de placer.
En serio... ¿qué mejor manera de pasar un sábado?
Traducido por Mariandrys Rojas
Mina
***
Sasha
staba de pie tras la barra con la cabeza hacia abajo, oculta a la vista. Su
ondulado cabello castaño caía por su espalda en suaves ondas. Su alto
cuerpo curvilíneo era una fantasía viva. Una que hacía que mi vida fuera
un infierno.
269
Era hermosa. Exquisita. No como las otras chicas que había tenido en mi cama.
Anika Nikulin era elegante.
Anika Nikulin era impresionante.
Era exquisita.
Hice un trato con Viktor cuando éramos adolescentes... mi hermana por la suya.
Él aún tenía que hacer su movimiento con Nastasia, pero yo estaba cansado de
esperar a Anika.
Abriéndome paso hasta la barra, me acerqué a ella. Demasiado cerca. Su cuerpo
desnudo, rozando mi parte delantera.
Y, sin embargo, me incliné más cerca, con ganas de sentir totalmente el calor de
su espalda contra mi pecho.
Se dio la vuelta con los ojos muy abiertos, mirando hacia abajo a mi cuerpo.
—¿Qué estás haciendo, Sahs?
No pude evitarlo. Mis manos se acercaron y se posaron a ambos lados de su
pequeña cintura.
—Puedo hacer que lo olvides —murmuré. Mi pulgar acarició la goma elástica de
su bikini—. Puedo hacer que olvides que alguna vez existió, Ani.
Y lo decía en serio. Lev no la quería. Él tenía a Mina. Su oportunidad para hacer
un movimiento había pasado. Lev era ahora feliz. Ella perdió.
Me miró a través de sus pestañas. Con suave voz melódica, lanzó un pesaroso:
—Nunca fuiste competencia, Sasha. No a su lado.
Miró por encima de mi hombro, y por la forma en que sus ojos se suavizaron,
jodidamente sabía que lo estaba mirando a él.
Los celos gritaron a través de mí. Odiaba que lo amara.
Miró de nuevo hacia mí, alzando la mano hasta apretar suavemente mi
antebrazo mientras murmuró:
—Nunca estuviste siquiera cerca.
Cuando ella tomó su copa, volvió a la hamaca y se acostó en ella, miró
discretamente a mi hermano.
Y allí estaba. La mujer que amaba tratando de cazar a mi hermano. Figúrate.
Pero no importaba. Usaría todas las armas en mi arsenal para tenerla. Anika
sería mía.
Lo prometía, joder.
270
Traducido por nikki leah
Mina
Mina
283
Traducido por martinafab
Mina
***
292
Traducido por Vanehz
Mina
303
Traducido por Ximena Vergara
Mina
***
Era la noche antes de que el club volviera a abrir, Sasha nos convocó a una
reunión para cenar antes del gran acontecimiento. Se celebró en la casa principal.
Ada había preparado un banquete maravilloso para la celebración, y yo estaba
hambrienta con solo mirar todo.
Nosotros comimos. Hablamos. Reímos.
Todo iba bien. Casi demasiado bien, si sabes a lo que me refiero. Así que cuando
Anika se volvió hacia mí y me dijo lo que había hecho, en absoluto fue una sorpresa.
Lo estaba esperando.
—Por lo tanto, Mina, ¿qué está pasando? ¿Todavía estás buscando un lugar
propio?
Toda la mesa se quedó en silencio.
—Ani. —Nas la miró fijamente—. Cariño, no lo hagas.
Anika había estado bebiendo desde que llegamos. Ella estaba actualmente en su
cuarta copa de vino y se veía bastante relajada. Hizo un gesto con la mano a Nas y
parpadeó lentamente.
—¿Qué? Aquí todos somos amigos.
¿Lo éramos?
Yo no estaba tan segura de eso.
Me aclaré la garganta y respondí:
—Bueno, en realidad, he estado buscando departamentos on line.
Nas sonó sorprendida.
—¿Qué?
306
Mientras que Lev declaró con firmeza:
—No.
Y Sasha... Oh, Sasha. Todo lo que dijo fue:
—Excelente.
Todos hablando al unisonó, deteniéndose para mirarse los unos a los otros
después de escuchar la respuesta de los demás.
Lev se aclaró la garganta, dejando caer su servilleta.
—No es que sea de tú incumbencia, Anika, pero no hay ningún motivo para que
Mina se mude. —Levantó su copa de vino y bebió un sorbo—. Mina se me propuso
hace dos días. —La mesa quedó en silencio. Puso su vaso en la mesa—. Y acepté.
¿Qué?
¿Qué, que, qué?
¿Dónde diablos estaba yo cuando esa propuesta estaba sucediendo?
Me sorprendió que los pantalones de Lev no estuvieran en llamas, porque él era
claramente un mentiroso.
—Um... —empecé cuando todos se volvieron a mirarme.
Pero Lev me ayudó.
—¿Recuerdas? En el coche. Me dijiste que habías planeado casarte con un
hombre, y que ese hombre sería yo. Estoy de acuerdo contigo. Creo que deberíamos
casarnos.
Me incliné hacia delante, forcé una risa ligera, y entonces le susurré:
—Eso no creo que fuera una propuesta, cariño. —Le dije cariño como si fuera
algo pegajoso y necesitara sacarlo de mí ahora mismo.
—Seguro que lo era —afirmo—, y yo acepté —Miró alrededor de la mesa—. Nos
vamos a casar.
Nastasia se rió entre dientes, y esa risa terminó convirtiéndose en una
carcajada. Viktor sonrió, y pronto, también él se reía. Sasha miró a Anika, y Anika
parecía como si su mundo se hubiera terminado. Lo odiaba, pero ella necesitaba
entender que Lev y yo estábamos juntos. Y nos amábamos. Y que yo no iría a
ninguna parte.
Me volví hacia él, con una sonrisa en mis labios, pero lo hice sacudiendo la
cabeza.
Él me guiñó un ojo.
Saqué mi cara de su hombro, descansando mis labios allí.
—Sabes, probablemente deberíamos haber hecho esto en privado.
Besó la punta de mi nariz.
307
—Tonterías. Como dijo Anika, aquí todos somos amigos.
Sonreí.
—¿Así que nos vamos a casar?
Él asintió con la cabeza sonriéndome, su tierna expresión suavizó su duro
rostro. Y le pregunté en una risa sorprendida:
—¿Y cuándo tendrá lugar nuestra boda?
Él se encogió de hombros, viéndose muy satisfecho de sí mismo.
—Esa decisión te la dejaré a ti. Mañana, dentro de una semana o un año, no me
importa. Siempre y cuando uses mi anillo y prometas que algún día serás mi esposa,
voy a ser un hombre feliz.
Sus labios bajaron a besar los míos en un beso lento y cálido. Cuando nos
separamos, miré alrededor de la mesa y anuncié con una sonrisa y un encogimiento
de hombros.
—Parece que nos vamos a casar. —Terminé poniendo una mano sobre mi boca y
riendo a carcajadas, mi incredulidad fue evidente.
Fue surrealista.
Hace tres meses, estaba viviendo en un callejón, mi callejón, y luchando para
mantenerme con vida. Hoy me estaba comprometiendo para casarme con el hombre
más guapo, atento y amable del mundo. Un hombre que me salvó la vida. Un hombre
al que amaba con cada latido de mi adolorido corazón.
Finalmente me estaba sucediendo.
La vida estaba sucediendo.
Y me encantó.
En este momento, la vida era buena. Y a pesar de que quería más, no lo
necesitaba. Mi felicidad fue devuelta por la fe de un hombre.
Un hombre imperfectamente perfecto.
Mi sonrisa estallaba al manifestarse, pero me dije a mí misma que tenía que
estar calmada.
***
—¿Birdie? —la llamé. Cuando se volvió, hice un gesto con los dedos para que se
acercara a mí. Se veía preocupada cuando le dije—: Sasha quiere verte en su oficina.
—¿Está todo bien? —preguntó lentamente, y con cuidado.
Forcé un suspiro y le di una mirada grave. 308
—En realidad no. Vamos. Hablaremos de ello.
Al final del pasillo, se detuvo antes de entrar a la oficina.
—¿He hecho algo?
Le lancé una sonrisa triste, abrí la puerta, y ella entro. Yo la seguí y cerré la
puerta detrás de nosotras. Mientras Birdie se movía para sentarse frente a Sasha, yo
me quedé junto a la puerta, ocultando mi mareo.
Sasha se recostó en su silla.
—¿Cómo estás, lindo pajarito?
Birdie frunció el ceño.
—B-bien, supongo.
—Bien. —Él se inclinó hacia delante—. Me he fijado en tu desempeño con las
niñas. Y después del ensayo de hoy, tengo que decirte... —hizo una pausa para darle
efecto—... me pregunto por qué nunca me diste la oportunidad de darte el puesto de
director. Porque tengo que decir, Birdie... que te necesito.
—¿Qué...? —Se dio la vuelta para mirarme antes de enfrentarse a Sasha—. ¿Qué
es esto?
Sasha sonrió entonces.
—Esto es que estás recibiendo un aumento. Un merecido ascenso, sí lo quieres.
Sus ojos se desorbitaron.
—¿Estás jugando, bebé? Porque eso no es gracioso. Tengo dos hijos que
alimentar y necesito el dinero. Así que si...
Sasha deslizó un pedazo de papel. Birdie lo tomó con manos temblorosas y le
susurró
—¿Qué es esto?
Sasha sonrió suavemente.
—Eso es tu salario base. Debajo esta el bono que recibirás por las horas
extraordinarias de la semana pasada.
Birdie tartamudeó.
—Pero-pero-pero… —entonces, carraspeó—. Pero esto es el doble de lo que estoy
recibiendo ahora.
Sasha la miró con ojos entrecerrados.
—¿Estás diciendo que no eres digna de eso? Porque puedo ajustarlo a…
Ella lo interrumpió con firmeza:
—¡No te atrevas! Ahora te callas.
Sasha rió. 309
—¿Significa esto que aceptas mi oferta?
Ella levantó una ceja.
—Espera un poco, dulzura. No me has dicho qué es lo que voy a hacer.
—¿Qué tal si empiezas con eso?
Di un paso adelante, para detenerme en el escritorio de Sasha. Le sonreí a mi
amiga y le dije
—Sasha esperaba que seas directora de escena. Que te pongas a cargo de las
chicas, ordenando nuevos trajes, ayudando en las coreografías de sus rutinas de
baile, la creación de las presentaciones de todas las noches... ese tipo de cosas.
Sasha asintió con la cabeza.
—También significa que tendrás que trabajar más horas. No muchas, pero al
menos otras cinco horas a la semana.
Birdie pensó en esto por un largo momento y luego sonrió a Sasha.
—Voy a hacer que funcione. —Levantó el papel donde Sasha había garabateado
sus salarios de administrador y lo agitó a su alrededor—. Por esto, voy a hacer que
funcione, bebé. Ya tienen un director de escena.
Chilló emocionada cuando se puso de pies y nos abrazó a ambos antes de salir,
dejándonos a Sasha y a mí un momento a solas. Sonreí tras ella, aplaudiendo con la
sensación que tienes de ver a alguien que te importa tener éxito en una manera que
nunca creyó posible.
Me senté en la silla que había dejado vacante Birdie y suspiré.
—Eso fue impresionante.
Los ojos de Sasha estaban sobre mí.
Mis ojos se abrieron.
—¿Qué?
Me miró directamente a la cara antes de murmurar:
—¿Quién coño eres tú, Mina Harris?
Puse los ojos en blanco por su maldito dramatismo.
—Sabes quién soy, Sasha —murmuré—. Soy sólo una chica.
Sacudió la cabeza.
—No. No lo eres.
No estaba segura de lo que quería decir con eso, pero me lo dijo suavemente, y
menos desagradablemente que nunca. Junte mis cejas.
—Oye. ¿Estás bien?
Se pasó una mano por la cara.
310
—No. En realidad no.
No estaba preparada para que lo admitiera, ni para que, de repente, me mirara
cansado y confesara:
—Si esto no funciona, vamos a tener que cerrar. Estamos perdiendo demasiado
dinero.
Ya sabía eso. No lo habíamos mencionado, pero todos nosotros lo sabíamos. Era
una de las razones por las que las chicas estaban trabajando tan duro, y cuando
Sasha nos sorprendió con un interior totalmente nuevo, nuestro entusiasmo para la
noche de apertura se duplicó.
El club se veía con más clase que nunca. Aunque el escenario siguiera siendo el
mismo, había puesto un suelo nuevo y las cortinas de terciopelo rojo, fueron
sustituidas por unas pesadas cortinas negras que parecían elegantes. La mayoría de
las mesas fueron reemplazadas por mesas redondas con asientos de cuero negro y
botones blancos. Los taburetes se intercambiaron por sillas de respaldo alto. Las
paredes estaban pintadas de negro, y Sasha había pagado a un hombre una cantidad
exorbitante de dinero para tener las fotografías que tomé de las chicas en posiciones
lúdicas y provocativas, pintadas con spray a cada pocos pasos.
Nuestros folletos fueron un éxito. Lev, Vik, Nas, Anika, y yo fuimos por todas
partes colgando carteles en las paredes de los lugares más populares y repartiendo
volantes. Habían sido unos días largos, pero la promoción estaba hecha.
Nuestra página en las redes sociales fue idea de Nas, que Dios la bendiga, se
disparó de la noche a la mañana, con la gente etiquetando a sus amigos. Mujeres que
querían bailar en el club nos habían contactado por correo electrónico y expresaron
lo emocionante que era tener un local con un acto festivo.
La reacción actual fue positiva. Ahora teníamos que esperar y ver si nuestro
trabajo daba sus frutos.
—Todo va a salir bien —le dije con confianza.
Él alzó la mano para pellizcarse el puente de la nariz, cerrando los ojos con
fuerza.
—Si no es así, estamos jodidos. Invertimos todo en este lugar.
Me puse de pie, caminando hacia la puerta.
—Ugh. El negativismo no está permitido Nancy —volví a aclamar—. Vamos a
hacer que funcione, maldita sea.
Como Dios era mi testigo, íbamos a hacer que funcionara.
Cuando llegué a casa esa noche, le dije a Lev que iría a la cama en un minuto,
con ganas de tener un momento a solas, antes de tomar mi teléfono y marcar un
número.
Tenía que pedir un favor.
311
Traducido por rihano
Mina
***
321
Traducido por Jenn Cassie Grey
Mina
327
Traducido por âmenoire
Mina
Mina
Mina
Nastasia
350
Traducido por Apolineah17
Lev
—¿
e has decidido? —pregunté mientras me acercaba a mi
Ratón desde atrás, observándola desplazarse inquietamente
por los sitios web de caridad.
Con una mano debajo de su barbilla, gruñó: 351
—No. —Luego suspiró—. Hay demasiados. No tengo idea de cómo decidir cuáles
valen lo suficientemente la pena para donarles.
Pensé en eso.
Sería una decisión difícil que tomar. Di un paso hacia adelante, tiré hacia atrás
la silla del escritorio, y la levanté. Me senté en su lugar y la bajé hasta mi regazo.
—Incluso si sólo das la mitad de tu herencia, hay un montón de dinero allí. Por
qué no dividirlo en cuatro o seis y donar a múltiples causas.
Mina se relajó contra mí, apoyando su cabeza en mi pecho, acurrucándose en
mi regazo como un gato.
—Esa no es una mala idea. Podría hacer eso. —Dejó escapar un suspiro de
frustración—. Pero eso no hace la decisión más fácil.
—Siempre podrías sacarlos de un sombrero —dije, simplemente disfrutando de
la sensación de esta pequeña criatura en mis brazos, sin hablar en serio en lo más
mínimo.
Me aferraba a ella y el mundo desaparecía. Tranquilizaba mi mente y mi alma se
elevaba cuando estaba cerca de ella. Mina Harris era la mejor parte de mí, y la
mantendría feliz por el resto de mi vida.
Ella se quedó inmóvil y me miró con ojos muy abiertos, con una expresión que
decía “Ahora, ¿por qué no pensé en eso?”
—Esa es una idea genial —susurró.
Una pequeña sonrisa adornó su hermoso rostro y se inclinó hacia arriba para
besarme. Tomé sus labios suavemente, sumergiéndome para probarla, y ella suspiró
suavemente.
—Te amo, Lev.
Había llegado el momento de explicarle algo a Mina, algo acerca de quién era yo.
—Nunca he pertenecido a nadie, Mina —comencé—. Siempre he tenido una
sensación de soledad dentro de mí, y nunca la he comprendido, no cuando estoy
constantemente rodeado de gente. Sin embargo, entiendo que difiero de las masas.
En un constante estado de confusión, el malentendido me incomoda. —Mi ceño se
frunció—. Siempre estoy pensando, “¿qué dije para molestar a Nastasia?” o “¿por qué
Sasha me mira de esa forma?”, “¿por qué mi cerebro no funciona como debería?”
Me detuve un momento, y Mina escuchaba atentamente.
—Habría dado todo por ser normal. A tu alrededor, me siento normal. —Puse mi
mano contra su barbilla y pasé mi pulgar sobre la línea de su mandíbula—. Nunca he
tenido normalidad. Tú me diste eso. Planeo pagarte lo que te debo por el resto de mi
vida.
Ella se inclinó contra mi mano y cerró los ojos.
—Nos salvamos el uno al otro. —Abrió los ojos y me miró con cariño—. Creo que 352
podemos decirlo abiertamente, cariño.
Tal vez ella tenía razón. Quizás estábamos destinados a encontrarnos. De
cualquier manera, haría todo a mi alcance para asegurarme de que Mina tuviera una
vida plena y feliz. Al igual que ella me la había dado a mí.
***
354
Traducido por Ximena Vergara
Mina
***
Al llegar a nuestro destino para cenar, Lev habló con la mujer del mostrador
muy rápido en ruso, cada vez más y más frustrado con cada palabra, hasta que dio
un golpe con la mano sobre el mostrador y se volvió hacia mí. Su rostro estaba rígido,
y sus labios apretados.
—Tienen reserva para un servicio privado.
No me molestó que el corto viaje fuera en vano, estaba feliz de estar allí con Lev.
—Está bien, cariño. Podemos ir a comer a otro lugar.
Él me miró y dijo con los dientes apretados:
—No, tiene que ser aquí. 357
Parpadeé ante su insólita rabieta.
—Bueno, aquí no es posible, así que vamos a ir a otro lugar. —Lo tomé de la
mano y lo llevé fuera del restaurante, pasando mi pulgar por sus nudillos—. No es
para tanto, Lev. Volveremos otro día.
Con su mandíbula apretada, él asintió, pero me di cuenta que estaba
disgustado, y no entendía por qué. No podía creerlo, era sólo la comida.
Cuando entramos en el coche y Lev me preguntó dónde deberíamos comer, fui
brutalmente honesta con él.
—Cariño, todo lo que quiero hacer es ir a casa, ver unas películas y comer pizza
contigo. Junto con desnudarnos después, esa sería la mejor cita del mundo.
Él me miró un buen rato antes de que me tomara la mano, la llevara a su boca,
me diera un beso suave en la parte posterior de la mano y suspirara.
—Si eso es lo que deseas, Ratón.
Volvimos a una casa vacía y me quité los zapatos, sosteniéndolos mientras
subimos las escaleras. A medio camino, chillé cuando Lev me levantó en sus brazos y
me llevó el resto del camino al interior del dormitorio.
Alguien había limpiado el desorden de ropa que había dejado en el sofá, la cama
estaba hecha impecablemente y la luz del baño estaba encendida, un olor
maravillosamente dulce venía de dentro.
Lev tomó mis manos entre las suyas y me miró, con sus ojos cálidos.
—Quería que esta noche fuera especial. Hasta el momento, no lo ha sido, pero
voy a compensarte. —Me dirigió al baño y abrió la puerta, revelando qué era el dulce
olor.
Había preparado un baño de burbujas con olor a vainilla y pétalos de rosa
esparcidos por todo ello.
Se me cortó la respiración.
—Oh, cariño. Es precioso.
Sus manos cayeron sobre mis hombros desde atrás y apoyó la barbilla en mi
cabeza.
—¿Por qué no te das un buen baño? Voy a llamar para pedir una pizza y
cuando haya terminado podemos encontrar una película para ver.
Me volví, obligándolo a que me soltara. Lo miré y le dije con fiereza:
—Esta es la mejor cita de mi vida. Sé que apenas ha comenzado, pero sé que lo
es. —Me acerqué para apretar su mano—. Esto es especial.
Sus ojos se suavizaron aún más y llegó a la manija de la puerta del baño.
—Ve. Relájate con el baño —pronunció, cerrando la puerta detrás de él.
Hice lo que me dijo, me desvestí y me deslicé dentro de la bañera. Me empapé 358
en el agua caliente de la bañera por un buen rato, hasta que el agua empezó a
ponerse ligeramente fría.
¿De dónde había venido todo este romance?
Parecía como si Lev sintiera la necesidad de probarse a sí mismo o algo por el
estilo. Tendría que ser franca con él. No necesitaba el romance, sólo necesitaba que
Lev fuera él mismo y estaría por siempre feliz.
Dejé que el agua me limpiara y luego me vestí con una bata blanca. Cuando salí
del cuarto de baño para decirle a Lev que había terminado, silbé con fuerza.
¿Por qué?, preguntas.
Porque en medio de la habitación estaba Lev de pie, con las luces apagadas.
Cientos de velas lo iluminaban todo, la habitación brillaba con la suave iluminación.
Dobló las sábanas y tragó con fuerza, ante mi expresión de sorpresa mientras mi
mirada revoloteaba por la habitación. Aún vestido, Lev cambió su peso de pie y me
tendió la mano.
Dudé solo un segundo antes de acercarme a él, poniendo mi mano en la suya.
—¿Qué es esto? —le pregunté quedamente intimidada.
Dio un paso hacia atrás, lejos de mí y metió la mano en el bolsillo de su camisa,
en su pecho. Cuando la retiró, bajó la mirada hacia lo que había sacado de su bolsillo
y cuando mis ojos se posaron en la tarjeta con notas que sostenía, mi frente se
arrugó.
Lev se aclaró la garganta, una vez, dos veces y una tercera vez.
—Mina —leyó—, la forma en que nos encontramos fue muy inusual y admito
que estaba más que aliviado cuando me enteré de que no eras una ladrona.
Mis cejas se alzaron, pero él no lo vio, por lo que continuó.
—Y estoy...
Él miró alrededor de la habitación, sobre la cama y al sofá antes de mirarme y
anunciar:
—Me olvidé las flores. Espera.
Pasó zumbando junto a mí y salió de la habitación, dejándome en el medio de la
habitación, con la boca abierta.
Regresó en menos de un minuto, sosteniendo un hermoso ramo de flores en la
mano. Se aclaró la garganta otra vez y continuó.
—Y estoy agradecido por haberte conocido.
Extendió las flores y leyó robóticamente:
—Aquí en este ramo hay Hiedra, Lila y Camelia.
359
Cambió a otra tarjeta y siguió:
—La Hiedra simboliza la fidelidad. La Lila simboliza el primer amor. Y la Camelia
simboliza el agradecimiento y aprecio.
Me acercó aún más las flores, así que las tomé. Parecía aliviado cuando lo hice.
A la luz de las velas, vi el brillo del sudor en su frente. Se aflojó la corbata, tragó
saliva y leyó:
—Con este ramo, te hago una promesa. Una promesa de que siempre te seré fiel
y te adoraré, nunca lo dudes.
Abanicándose el rostro con las tarjetas, levantó su mirada hacia mí y me
preguntó:
—¿Hace calor aquí?
Me encogí de hombros, sosteniendo mis flores pero no hablé. Él estaba en modo
presentación. Cambió de tarjeta y habló mecánicamente, con voz ronca.
—Dicen que los pingüinos se aman para toda la vida —levantó la mano otra vez
y tiró con fuerza de la corbata—, y yo quiero ser tu pingüino.
Sacudió la corbata más fuerte hasta que la desarmó, dejándola colgando de su
cuello. Rápidamente desabrocho el botón superior de su camisa. Miró al otro lado de
la habitación, a la mesita de noche y murmuró:
—La maldita vela se apagó.
¿Espera? ¿Él quería ser mi pingüino?
¿Eh?
Se movió para ir a encender la vela pero se lo impedí.
Era obvio. Él estaba angustiado.
Lo tomé su brazo, lo puse frente a mí y le pregunté:
—Cariño, ¿qué es todo esto?
Lev cerró los ojos firmemente. Se sentó en el borde de la cama y dejó escapar un
largo suspiro. Con el antebrazo se secó el sudor de la frente y metió la mano en el
bolsillo de su pantalón.
Sacó una caja de terciopelo negro y la puso sobre su rodilla.
Respiro profundamente, abrió la caja, me miró a los ojos y negó con la cabeza.
—¿No ves que estoy tratando de no arruinar una propuesta?
Miré hacia abajo y parpadeé hacia el anillo acomodado dentro de su hermosa
caja.
—Pero nosotros ya estamos comprometidos. Un poco.
Sostuvo la caja, pasándose una mano por la cara y lanzó un bajo:
—Sólo quería que esto fuera romántico. 360
Me arrodillé delante de él, arrastrándome entre sus piernas abiertas, y lo miré
con ternura.
—Oh, cariño. No necesito romance —le dije—. Sólo te necesito exactamente
como eres.
Apretó la mandíbula, ni siquiera podía mirarme. Esto significaba algo para él.
Así que intenté otra cosa.
Le hablé en voz baja:
—Lev, este momento es solo entre tú y yo. Aunque tu presentación fue muy
informativa, nunca fui de palabras floridas. Sólo dame palabras que te salgan del
corazón, bebé.
Él me miró, con una triste mueca dibujada en su rostro. Respiró hondo y
cuando abrió la boca, la belleza salió. Soltó junto con un suspiro:
—Tú lo eres todo para mí.
Mis ojos ya estaban inundados.
—Daría mi vida antes que decepcionarte y le haría daño a cualquiera que tratara
de apartarte de mi lado. Nunca he conocido a una mujer más amable que tú. Eres
maravillosa con Lidiya. Quiero tener hijos contigo, todos los que tú me dejes, para
que podamos experimentar la paternidad, juntos.
Me mordí el labio, pero las lágrimas no dejaron de caer. Ellas empañaron mis
ojos y se arrastraron por mis mejillas.
—Voy a ser un buen padre para ellos. Rezo para que nuestros bebés sean como
tú, pero si son como yo, no quiero que te preocupes, porque yo los guiaré y les
demostraré que son amados, incluso si no entienden lo que eso significa. Voy a
enseñarles.
Mis ojos se cerraron dejando salir unos sollozos entrecortados. Me aferré a la
rodilla de Lev en busca de apoyo.
—Voy a pasar mi vida amándote y pasarás una vida feliz convirtiéndome en una
mejor persona, como lo has hecho hasta ahora con tu mera presencia.
Me tendió la caja y susurró un nervioso:
—Voy a ser el hombre que te mereces. No lo he sido, Ratón, pero estoy
trabajando en ello. Cásate conmigo y mi único objetivo en la vida va a ser el de tomar
todas las medidas para que no te arrepientas jamás.
Él tomó mi mano y con dedos temblorosos, deslizó el anillo en su lugar. Se
ajustaba perfectamente.
—¿Quieres casarte conmigo, Mina?
Me quedé mirando el anillo, brillando a la luz de las velas, parpadeando con
lágrimas cuando una risa entrecortada se me escapó. 361
—Sí. —Me reí de nuevo, abrazando a Lev por el cuello y besando su mejilla sin
afeitar—. Mil veces sí.
Y Lev respiró de nuevo. Su pecho se agitó y me rodeó con sus brazos con fuerza.
Su única respuesta fue susurro:
—¡Oh, gracias a Dios!
Nos reímos, hicimos el amor toda la noche y no podía recordar un momento en
que fuera más feliz.
Traducido por Gemma.Santolaria
Mina
Mina
legamos del club justo pasadas las tres de la mañana, Lev y yo hicimos
nuestra rutina nocturna, quitándonos nuestra ropa de trabajo,
duchándonos, y preparándonos para ir a la cama. Al pasar a un Lev
muy desnudo, él se giró como una serpiente y me agarró la mano y tiró de mí hacia
él.
Me lo esperaba. Hacía esto cada noche. 366
Solté una risa ligera, amando la manera en la que se inclinó y sus labios
conquistaron los míos con nada más que un simple toque. Yo era de todas las
maneras, y Lev era mío. Matemáticamente condenados...
Lev más Mina igual a uno.
Un corazón. Un alma compartida.
Un amor.
Cuando me soltó, fui hacia la cama y me metí bajo las sábanas. Cuando Lev se
acercó a la puerta de la habitación, se detuvo, mirando hacia abajo, a la llave dentro
de la cerradura. Él bajó la mirada hacia esa llave durante un buen rato, y después
me observó mientras sus dedos la agarraron.
Mi corazón dio un vuelco cuando la quitó, sosteniéndola en su mano.
Tragué saliva, mirándolo mientras caminaba hacia la cama, con la llave en la
mano, y se sentaba con ella. Abrió el primer cajón de la mesita de noche y dejó caer
la llave dentro. Cuando cerró el cajón, lo hizo lentamente, con determinación y
firmeza.
El orgullo corrió a través de mí, y sin otro pensamiento, me arrastré hacia él,
envolviendo mis brazos a su alrededor, y colocando mi mejilla al costado de su cuello.
Volviendo la cabeza, dejé un rastro de besos ahí y él se inclinó hacia ellos, tomando
todo lo que estuviera dispuesta a ofrecer.
La puerta de nuestra habitación permaneció desbloqueada la noche siguiente y
la siguiente, y todas las noches después de esa.
Y, finalmente, Lev se sintió como yo lo hacía.
A salvo.
Y, como he hecho muchas noches desde que conocí a Lev Leokov, me quedé
dormida sonriendo.
367
Belle Aurora
Tiene 26 años y nació en Adelaide, Australia
A temprana edad se enamoró de la lectura. Durante un día aburrido de verano
se puso a registrar los estantes de libros de su casa.
Se topó con Breath of Scandal de Sandra Brown y se enamoró de las novelas
románticas.
Habiendo sido criada en una familia fuerte y bulliciosa de ascendencia Croata,
desarrollo un natural amor por el dramatismo y el amor.
Hace apenas unos años atrás descubrió un nuevo amor: Las comedias
románticas humorísticas. 368
Las autoras Kristen Ashley y R.L. Mathewson (de quien es gran admiradora) han
abierto un nuevo mundo con sus historias donde ella pudo sentirse segura y en casa
y aunque no había pensado escribir y no le había interesado en ello, se sintió
inspirada y comenzó a escribir recientemente.
Su primer libro Friend-Zoned comenzó a tomar forma en febrero de 2013,
cuando Belle escribió las palabras 'Chapter One'... fue cuando ella se enamoró de las
palabras, de la escritura y de la creativa imaginación que ella nunca pensó que tenía.
…
Serie Friend-Zoned:
369
Friend-Zoned (Friend-Zoned, #1)