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UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR DE SAN MARCOS
ALUMNO :
CICLO :X
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COMPETENCIA EMOCIONAL
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Imagen 1: Competencias Emocionales
CONSCIENCIA EMOCIONAL
De hecho, son muchas las personas que llegan a la consulta de los psicólogos
evidenciando su abatimiento expresado tras las clásicas frases de «nadie me entiende»,
«es como si llevara el peso del mundo a mis espaldas, estoy agotado/a» o «lo único que
hago en todo el día es llorar». Sin embargo, tras estas expresiones rara vez se evidencia
una auténtica conciencia emocional, ahí donde poder identificar qué hay detrás de mi
tristeza, qué ese esconde tras mi cansancio persistente.
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El propio Daniel Goleman nos explica en libros como «La práctica de la inteligencia
emocional» que asumir una práctica consciente de las propias emociones mejora nuestra
adaptación a los problemas y desafíos del día a día. Hacer una reflexión constante sobre
lo que sentimos y lo que hay detrás de nuestros estados anímicos, impacta directamente
en nuestro bienestar. Aún más, nos facilita adecuadas estrategias para hacer frente a
posibles depresiones y otros trastornos psicológicos.
No obstante, también es necesario recordar que todos nosotros, sin importar la edad,
podemos y debemos invertir tiempos y esfuerzos en practicar esta área de la Inteligencia
Emocional, esta herramienta del bienestar donde poder ser emocionalmente conscientes.
Para comprender mejor esta dimensión ahondaremos ahora en esos niveles que la
conforman y que a su vez, forman parte de la escala «Levels of Emotional
Awareness» (LEAS) creada por los psicólogos Lane y Schwartz.
Reconocer la sensación. Toda emoción genera un impacto fisiológico del que tomar
conciencia. Puede haber, por ejemplo, un cambio en nuestro ritmo cardíaco, tensión en
nuestro estómago…
¿Qué tipo de respuesta me genera? Las emociones cumplen una función adaptativa,
algunas nos invitan a la acción por su gran poder energético. Identifiquemos la orientación
que le da la emoción a su propia energía.
Identifica la emoción primaria. Toda sensación, todo estado anímico parte de una
emoción primaria que saber identificar en el momento presente. ¿Siento rabia?
¿Estoy triste? ¿Me siento enfadado?
Emociones detrás o combinadas con la emoción primaria. Este paso requiere sin duda
mayor profundidad, delicadeza y ante todo valentía. ¿La razón? Aceptar las emociones
negativas no es sencillo. Detrás de una emoción primaria hay todo un ovillo de nudos,
todo un laberinto de rincones oscuros que hay que saber iluminar, reconocer y definir. A
veces, tras la tristeza lo que hay es frustración, rabia y decepción. A veces, tras mi enfado
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está el demonio de un dolor persistente por algo no conseguido, algo perdido o no
resuelto.
CONSCIENCIA EMOCIONAL
Definición:
Podemos definir la conciencia emocional como la capacidad para tomar conciencia de las
propias emociones y de las emociones de los demás, incluyendo la habilidad para captar
el clima emocional de un contexto determinado.
Toma de Comprensión
conciencia de Dar nombre a de las
las propias las emociones emociones de
emociones los demás
Dentro de este bloque se pueden especificar una serie de aspectos como los siguientes.
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La conciencia emocional es el primer paso para poder pasar a las otras competencias
emocionales. Dar forma y alzarnos como personas verdaderamente competentes en estas
estrategias puede revertir de forma directa y positiva en nuestro bienestar. La conciencia
emocional es la batuta para orquestar una vida más feliz, la brújula que nos llevará a un
norte más satisfactorio donde conocernos mejor y tener mayor control sobre nuestra
realidad.
REGULACIÓN EMOCIONAL
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Competencia para autogenerar emociones positivas: Es la capacidad para
autogenerarse y experimentar de forma voluntaria y consciente emociones
positivas (alegría, amor, humor, fluir) y disfrutar de la vida. Capacidad para auto-
gestionar el propio bienestar emocional en busca de una mejor calidad de vida.
Todas las emociones son necesarias, a la vez que es necesario legitimar cada emoción.
Por lo que no hay que calificar una emoción como mejor o peor, sino que cada una expresa
una vivencia emocional distinta.
Sentir ira puede ser legítimo ante una situación de agresión, pero lo que no es legítimo es
actuar con violencia. De ahí, la importancia de cómo expresar la emoción y regularla.
Regular quiere decir poner en orden, buscar la medida conveniente como cuando
buceamos y regulamos el aire en el tiempo que nos encontramos bajo el agua o cuando
graduamos la voz al cantar. Lo mismo ocurre con las emociones.
La regulación emocional nos permitirá controlar los impulsos, canalizar las emociones
desagradables, tolerar la frustración y saber esperar las gratificaciones.
La regulación emocional se dirige por una parte a moderar las expresiones que se
presentan desproporcionadas o inadecuadas y por otra, se encuentra orientada hacia la
motivación y visión de otras emociones menos habituales, y que conducen al bienestar.
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AUTONOMÍA EMOCIONAL
Cuando las personas no tienen autocontrol quieren controlar lo que les rodea, lo cual
significa que quieren controlar a los demás. Se trata de un comportamiento típico de las
personas inseguras, sobre todo desde el punto de vista emocional. De hecho, las personas
más dominantes y celosas en una relación de pareja son las más inseguras y los jefes más
autoritarios son los menos capaces.
Vale aclarar que en una relación de pareja, es normal que nos sintamos tristes si la otra
persona no se encuentra bien, o que cambiemos algunos de nuestros objetivos para lograr
una meta común. Sin embargo, la persona dependiente emocionalmente vive
exclusivamente por y para el otro, creando una relación enfermiza a la cual no puede
aportar nada.
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Al contrario, quien es autónomo emocionalmente es capaz de aportar seguridad y
estabilidad a una relación, enriquece la pareja porque no se anula ni intenta anular al otro.
Cuando se obtiene una correcta autonomía emocional uno vive de acuerdo con su “teoría
personal sobre las emociones” y demuestra lo que se denomina autoeficacia
emocional, que está en consonancia con los propios valores morales. Por ejemplo, cuando
una persona injustificadamente me ofende, insulta, provoca, etc., mi predisposición tiende
a responder de manera reactiva. Sin embargo, la autonomía emocional nos debe llevar a
permitir ser lo suficientemente autónomos emocionalmente para decidir conscientemente
la emoción que queremos experimentar (autoeficacia emocional) y sobre todo, vamos a
ser nosotros quien decidamos conscientemente la conducta que vamos a adoptar ante la
situación y ante la emoción que sentimos.
Dicho ésto, debemos tener en cuenta que la autonomía emocional se sitúa en un punto
equidistante entre la desvinculación afectiva y la dependencia emocional. Tanto la
desvinculación como la dependencia emocional son dos extremos que pueden causar
dificultades en las relaciones con los demás.
Por otro lado, la desvinculación afectiva se caracteriza por la incapacidad para establecer
relaciones afectivas con otras personas. Se observa que una persona puede tener una
desvinculación con personas conocidas (por ejemplo, padres), pero mantener una
vinculación con otras en su defecto (compañeros). En este caso se trata de «vinculación
selectiva». El problema viene cuando una persona es incapaz de establecer vínculos
afectivos con ninguna otra persona.
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Para la obtención de una buena autonomía emocional tenemos que trabajar para obtener
las siguientes competencias:
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COMPETENCIA SOCIAL
Para Villamisar (1990), “es precisamente en las consecuencias de las HHSS dónde
hunde sus raíces el constructo denominado competencia social”.
Sarason (1990), define la competencia social como “la posesión de una capacidad que
debe utilizarse de forma apropiada en cualquier interacción social”.
Para Monjas (1993), “no es más hábil el que más conductas tenga sino el que más
capaz sea de percibir y discriminar las señales del contexto y elegir la combinación
adecuada de conductas para esa situación determinada”.
Por su parte, Pérez (2009), la define como “la adecuación de las conductas sociales a un
determinado contexto social. Implica juicios de valor y éstos son distintos de unos
contextos culturales a otros, ya que cada uno tiene normas y valores. La competencia
social es el impacto de los comportamientos específicos (habilidades sociales) sobre los
agentes sociales del entorno”.
Del mismo modo, Del Prette y Del Prette (2002), sugieren que una de las diferencias entre
competencia y habilidad social es que la primera es en sentido evaluativo (autoevaluativo
o evaluada por otros) y la habilidad social es con sentido descriptivo.
Es importante señalar que en este trabajo emplearemos en algunas ocasiones los términos
de habilidades sociales y competencia social como similares.
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Consideramos que es muy simplista entender la competencia social solamente en
términos de habilidades o resultados sociales específicos que, además, pueden variar
según la cultura. Se debe proporcionar una visión más completa de las relaciones
interpersonales, integrando pensamiento, sentimiento y conducta.
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COMPONENTES Y VARIABLES A ESTUDIAR EN LA COMPETENCIA
SOCIAL
a) Variables conductuales
Las habilidades sociales, como ya se ha visto, hacen referencia sobre todo a conductas y
destrezas concretas, observables y operativas que pueden ser aprendidas.
La enseñanza de las habilidades sociales pretende conseguir:
a) que se aprendan conductas que reemplacen a otras existentes menos adaptativas,
b) que se aprendan conductas que con anterioridad no formaban parte del repertorio
de la persona y,
c) que se perfeccionen habilidades ya existentes (bien en su calidad o en su frecuencia).
Tal enseñanza no debe tener solamente una función correctiva sino también
preventiva, proactiva y estimuladora de comportamientos socialmente adaptados
(Vallés y Vallés, 1996).
Algunos de los comportamientos o habilidades que aparecen recurrentemente
en los programas serían los siguientes:
— Hacer y recibir cumplidos
— Hacer y recibir críticas
— Dar una negativa
— Pedir y conceder favores
— Ayudar
— Preguntar por qué
— Defender los propios derechos y respetar los de los demás
— Iniciar, mantener y terminar conversaciones
— Interaccionar con estatus diferentes y con el sexo opuesto.
Con este tipo de intervención se pretende que la persona conozca y domine un conjunto
de habilidades sociales que le permitan realizar conductas asertivas
favorecedoras de la aceptación e inclusión en los grupos.
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b) Variables cognitivas
c) Variables afectivas
d) Variables contextuales
En el estudio de la competencia social tampoco debe olvidarse el papel relevante que
juega el contexto y, más concretamente, las personas que forman parte de él.
Como venimos afirmando, la competencia social supone la capacidad de percibir e
interpretar las situaciones sociales y las características de los contextos y de las personas
con las que se va a interaccionar, con el fin de poner en práctica las distintas habilidades
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y estrategias que favorezcan la aceptación e inclusión en dichas redes sociales. En este
sentido, es fundamental reflexionar acerca de la influencia de los diversos agentes de
socialización que conviven con el niño: los padres, los profesores y los iguales, así como
lo que Brofenbrenner (1979) denomina «macrosistema», es decir, el conjunto de
características de la cultura en la que todos ellos están inmersos.
Fijar Objetivos
Adaptativos
Toma de
Fluir
Decisiones
Ciudadanía
Activa y
Participativa
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MICROCOMPETENCIAS
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BIBLIOGRAFÍA
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Assessment, 4, pp. 1-33.
Del Prette, A. & Del Prette, Z.A.P. (2013). Programas eficaces de entrenamiento en habilidades
sociales basados en métodos vivenciales. Apuntes de Psicología, 31, 67-76.
Monjas, M.I. y Gónzalez, B (2000). Las habilidades sociales en el currículo. Madrid: Centro de
Investigación y Documentación Educativa.
García, F. y Musitu, G. (1999). AF5 Autoconcepto Forma 5. Madrid: Tea. García Pérez, M.y Magaz
Lago, A. (1994). ADCA-1: ESCALA DE EVALUACION DE LA ASERTIVIDAD. Madrid: CEPE
Bisquerra, R., y Pérez, N. (2007). Las competencias emocionales. Educación XXI,10, 61-82
WEBGRAFÍA
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https://lamenteesmaravillosa.com/la-imortancia-de-la-regulacion-emocional/
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