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“Año de la lucha contra la corrupción e impunidad”

UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR DE SAN MARCOS

FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS


E.A.P. ADMINISTRACIÓN

Tema: “COMPETENCIAS EMOCIONALES”

CURSO : Inteligencia Emocional

PROFESOR : Martel Garay, José Manuel

ALUMNO :

Aldave Torres, Diana

Bueno Barzola, Katia Estefani.

Camarena Zenteno, Jhoan

Condori Huanca, Franklin

Espinoza Alvarado, Giovanna

Gomero Rodriguez, Marcelo

CICLO :X

Ciudad Universitaria, Lima del 2019.


ÍNDICE

COMPETENCIA EMOCIONAL ................................................................................................. 2


CARACTERÍSTICAS DE LAS COMPETENCIAS EMOCIONALES .................................. 2
CONSCIENCIA EMOCIONAL ................................................................................................... 3
LOS NIVELES DE LA CONCIENCIA EMOCIONAL .......................................................... 4
CONSCIENCIA EMOCIONAL ................................................................................................... 5
PROCESO PARA LA CONCIENCIA EMOCIONAL ............................................................ 5
REGULACIÓN EMOCIONAL .................................................................................................... 6
AUTONOMÍA EMOCIONAL ..................................................................................................... 8
COMPETENCIA SOCIAL ......................................................................................................... 11
COMPONENTES Y VARIABLES A ESTUDIAR EN LA COMPETENCIA SOCIAL ...... 13
COMPETENCIA PARA LA VIDA Y BIENESTAR ................................................................. 15
MICROCOMPETENCIAS ..................................................................................................... 16
BIBLIOGRAFÍA......................................................................................................................... 17
WEBGRAFÍA ............................................................................................................................. 17

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COMPETENCIA EMOCIONAL

La competencia emocional es definida como el conjunto de conocimientos, capacidades,


habilidades y actitudes relacionadas con las vivencias emocionales, necesarias para
realizar actividades diversas con un cierto nivel de calidad y eficacia.

Las competencias emocionales, en consecuencia, se centran en la interacción entre la


persona y su ambiente, y por lo tanto en su desarrollo y aprendizaje personal y social.

La competencia emocional es una capacidad adquirida que se basa en la inteligencia


emocional que da lugar a un desempeño sobresaliente, es decir, hasta qué punto se ha
sabido trasladar el potencial de inteligencia emocional al ámbito práctico.

CARACTERÍSTICAS DE LAS COMPETENCIAS EMOCIONALES

1. El concepto de competencia emocional es aplicable a las personas tanto de forma


individual como de forma grupal.
2. Las competencias son indisociables de la noción de desarrollo y de aprendizaje
continuo, por lo tanto, están unidas a la experiencia. En general, las competencias
siempre se pueden mejorar.
3. Implica unos conocimientos (saberes), unas habilidades (saber-hacer) y
unas actitudes y conductas (saber estar y saber ser) integrados entre sí.
4. Se inscriben en un contexto o ámbito determinado que posee unos referentes de
eficacia y que cuestionan su transferibilidad, es decir, una persona puede
manifestar una competencia en un área concreta y en un determinado contexto y
en otro no.

Entendemos que éstas pueden agruparse en cinco bloques: conciencia emocional,


regulación emocional, autonomía personal, inteligencia interpersonal y habilidades de
vida y bienestar. Gráficamente representamos estos bloques mediante un pentágono:

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Imagen 1: Competencias Emocionales

CONSCIENCIA EMOCIONAL

La conciencia emocional es el despertar a la inteligencia emocional: ese primer escalón


donde identificar y delimitar esa bruma que hay detrás nuestros estados anímicos para
asumir el control y sentirnos más competentes en nuestras vidas. Hablamos sin duda de
una habilidad que todos deberíamos desarrollar, de una herramienta de poder con la que
ser mejores gestores de las emociones propias.

Cabe decir, no obstante, que tal artesanía no es sencilla. La experiencia emocional es


heterogénea, imprevisible y caótica a instantes. Todos nosotros nos hemos visto en alguna
tesitura semejante. Atrapados en un lugar donde de lo único que somos conscientes es del
malestar, e incluso, por qué no, del coste que soporta nuestra salud por esa amalgama de
sensaciones internas que, como espinas invisibles, nos quitan el ánimo, nos boicotean y
nos convierten en una sombra de nosotros mismos.

De hecho, son muchas las personas que llegan a la consulta de los psicólogos
evidenciando su abatimiento expresado tras las clásicas frases de «nadie me entiende»,
«es como si llevara el peso del mundo a mis espaldas, estoy agotado/a» o «lo único que
hago en todo el día es llorar». Sin embargo, tras estas expresiones rara vez se evidencia
una auténtica conciencia emocional, ahí donde poder identificar qué hay detrás de mi
tristeza, qué ese esconde tras mi cansancio persistente.

«Las emociones afectan a nuestra atención y nuestro rendimiento», Daniel Goleman.

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El propio Daniel Goleman nos explica en libros como «La práctica de la inteligencia
emocional» que asumir una práctica consciente de las propias emociones mejora nuestra
adaptación a los problemas y desafíos del día a día. Hacer una reflexión constante sobre
lo que sentimos y lo que hay detrás de nuestros estados anímicos, impacta directamente
en nuestro bienestar. Aún más, nos facilita adecuadas estrategias para hacer frente a
posibles depresiones y otros trastornos psicológicos.

LOS NIVELES DE LA CONCIENCIA EMOCIONAL

Una de las mejores habilidades que podemos trasmitir y desarrollar es la capacidad de


adquirir una auténtica conciencia emocional. Es importante reflexionar sobre nuestras
emociones, darles nombre y canalizarlas a nuestro favor, nos permitirá sin duda ser más
competentes socialmente e incluso académicamente.

No obstante, también es necesario recordar que todos nosotros, sin importar la edad,
podemos y debemos invertir tiempos y esfuerzos en practicar esta área de la Inteligencia
Emocional, esta herramienta del bienestar donde poder ser emocionalmente conscientes.

Para comprender mejor esta dimensión ahondaremos ahora en esos niveles que la
conforman y que a su vez, forman parte de la escala «Levels of Emotional
Awareness» (LEAS) creada por los psicólogos Lane y Schwartz.

Reconocer la sensación. Toda emoción genera un impacto fisiológico del que tomar
conciencia. Puede haber, por ejemplo, un cambio en nuestro ritmo cardíaco, tensión en
nuestro estómago…

¿Qué tipo de respuesta me genera? Las emociones cumplen una función adaptativa,
algunas nos invitan a la acción por su gran poder energético. Identifiquemos la orientación
que le da la emoción a su propia energía.

Identifica la emoción primaria. Toda sensación, todo estado anímico parte de una
emoción primaria que saber identificar en el momento presente. ¿Siento rabia?
¿Estoy triste? ¿Me siento enfadado?

Emociones detrás o combinadas con la emoción primaria. Este paso requiere sin duda
mayor profundidad, delicadeza y ante todo valentía. ¿La razón? Aceptar las emociones
negativas no es sencillo. Detrás de una emoción primaria hay todo un ovillo de nudos,
todo un laberinto de rincones oscuros que hay que saber iluminar, reconocer y definir. A
veces, tras la tristeza lo que hay es frustración, rabia y decepción. A veces, tras mi enfado
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está el demonio de un dolor persistente por algo no conseguido, algo perdido o no
resuelto.

CONSCIENCIA EMOCIONAL

Definición:
Podemos definir la conciencia emocional como la capacidad para tomar conciencia de las
propias emociones y de las emociones de los demás, incluyendo la habilidad para captar
el clima emocional de un contexto determinado.

PROCESO PARA LA CONCIENCIA EMOCIONAL

Toma de Comprensión
conciencia de Dar nombre a de las
las propias las emociones emociones de
emociones los demás

Elaboración propia: Proceso de conciencia emocional

Dentro de este bloque se pueden especificar una serie de aspectos como los siguientes.

 Toma de conciencia de las propias emociones. - Es la capacidad para percibir


con precisión los propios sentimientos y emociones; identificarlos y etiquetarlos.
Contempla la posibilidad de experimentar emociones múltiples y de reconocer la
incapacidad de tomar consciencia de los propios sentimientos debido a inatención
selectiva o dinámicas inconscientes.
 Dar nombre a las emociones.- Es la eficacia en el uso del vocabulario emocional
adecuado y utilizar las expresiones disponibles en un contexto cultural
determinado para designar los fenómenos emocionales.
 Comprensión de las emociones de los demás.- Es la capacidad para percibir con
precisión las emociones y sentimientos de los demás y de implicarse
empáticamente en sus vivencias emocionales. Incluye la pericia de servirse de las
claves situacionales y expresivas (comunicación verbal y no verbal) que tienen un
cierto grado de consenso cultural para el significado emocional.

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La conciencia emocional es el primer paso para poder pasar a las otras competencias
emocionales. Dar forma y alzarnos como personas verdaderamente competentes en estas
estrategias puede revertir de forma directa y positiva en nuestro bienestar. La conciencia
emocional es la batuta para orquestar una vida más feliz, la brújula que nos llevará a un
norte más satisfactorio donde conocernos mejor y tener mayor control sobre nuestra
realidad.

REGULACIÓN EMOCIONAL

La regulación emocional es la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada.


Supone tomar conciencia de la relación entre emoción, cognición y comportamiento;
tener buenas estrategias de afrontamiento; capacidad para autogenerarse emociones
positivas, etc.

Las microcompetencias que la configuran son:

 Expresión emocional apropiada: Es la capacidad para expresar las emociones


de forma apropiada. Implica la habilidad para comprender que el estado
emocional interno no necesita corresponder con la expresión externa. Esto se
refiere tanto en uno mismo como en los demás. En niveles de mayor madurez,
supone la comprensión del impacto que la propia expresión emocional y el propio
comportamiento, puedan tener en otras personas. También incluye el hábito para
tener esto en cuenta en el momento de relacionarse con otras personas.
 Regulación de emociones y sentimientos: Es la regulación emocional
propiamente dicha. Esto significa aceptar que los sentimientos y emociones a
menudo deben ser regulados. Lo cual incluye: regulación de la impulsividad (ira,
violencia, comportamientos de riesgo); tolerancia a la frustración para prevenir
estados emocionales negativos (ira, estrés, ansiedad, depresión); perseverar en el
logro de los objetivos a pesar de las dificultades; capacidad para diferir
recompensas inmediatas a favor de otras más a largo plazo, pero de orden superior,
etc.
 Habilidades de afrontamiento: Habilidad para afrontar retos y situaciones de
conflicto, con las emociones que generan. Esto implica estrategias de
autorregulación para gestionar la intensidad y la duración de los estados
emocionales.

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 Competencia para autogenerar emociones positivas: Es la capacidad para
autogenerarse y experimentar de forma voluntaria y consciente emociones
positivas (alegría, amor, humor, fluir) y disfrutar de la vida. Capacidad para auto-
gestionar el propio bienestar emocional en busca de una mejor calidad de vida.

Todas las emociones son necesarias, a la vez que es necesario legitimar cada emoción.
Por lo que no hay que calificar una emoción como mejor o peor, sino que cada una expresa
una vivencia emocional distinta.

Lo que resulta necesario es la distinción entre la emoción y la acción resultante o


consecuente de una emoción intensa.

Sentir ira puede ser legítimo ante una situación de agresión, pero lo que no es legítimo es
actuar con violencia. De ahí, la importancia de cómo expresar la emoción y regularla.

Regular quiere decir poner en orden, buscar la medida conveniente como cuando
buceamos y regulamos el aire en el tiempo que nos encontramos bajo el agua o cuando
graduamos la voz al cantar. Lo mismo ocurre con las emociones.

LOS BENEFICIOS DE LA REGULACIÓN EMOCIONAL

La regulación emocional nos permitirá controlar los impulsos, canalizar las emociones
desagradables, tolerar la frustración y saber esperar las gratificaciones.

La regulación emocional se dirige por una parte a moderar las expresiones que se
presentan desproporcionadas o inadecuadas y por otra, se encuentra orientada hacia la
motivación y visión de otras emociones menos habituales, y que conducen al bienestar.

En la mayoría de las ocasiones, el ejercicio físico, el arte o el cultivo de aficiones crean


emociones que regulan y canalizan las potencialidades de las personas.

Aunque el proceso de regulación no cambiará totalmente la emoción, sí que nos permitirá


introducir algunos cambios en cuanto a la duración e intensidad de la misma, ya que poder
llegar a regular las emociones requiere de un gran trabajo personal y responsabilidad.

Según diversos estudios, las habilidades de regulación emocional muestran efectos


positivos para la mejora de diversos dominios relacionados con el funcionamiento
personal, social y laboral.

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AUTONOMÍA EMOCIONAL

Cuando las personas no tienen autocontrol quieren controlar lo que les rodea, lo cual
significa que quieren controlar a los demás. Se trata de un comportamiento típico de las
personas inseguras, sobre todo desde el punto de vista emocional. De hecho, las personas
más dominantes y celosas en una relación de pareja son las más inseguras y los jefes más
autoritarios son los menos capaces.

La explicación a este fenómeno es muy sencilla: como estas personas no saben


autocontrolarse y a menudo son víctimas de sus inseguridades y miedos, intentan
compensar esta falta controlando su entorno. Obviamente, esto crea numerosos problemas
en sus relaciones interpersonales ya que poco a poco, logran ahogar la independencia de
quienes le rodean. Hasta que llega un punto en que estos se rebelan y reclaman la libertad
a la que tienen derecho.

A veces esta situación de control/sometimiento se ha arrastrado durante años por lo que


cuando la soga se tensa al máximo, la relación se puede romper irremediablemente. Para
no asumir el papel del controlador posesivo, una de las características clave que debemos
desarrollar es lo que se conoce como “autonomía emocional”.

La autonomía emocional es un concepto radicalmente opuesto a la dependencia


emocional, es la capacidad para sentir, pensar y tomar decisiones por sí mismo. Las
personas que son autónomas desde el punto de vista emocional son capaces de gestionar
sus emociones y sentirse seguros de sus elecciones y objetivos en la vida.

La autonomía emocional no significa que no somos capaces de mantener una relación


afectiva sino que construimos una relación de interdependencia y no de dependencia
emocional. Es decir, no dependemos de la otra persona, no vinculamos nuestra felicidad
o infelicidad a las variaciones del estado de ánimo del otro, no subordinamos nuestros
objetivos a los deseos de la otra persona.

Vale aclarar que en una relación de pareja, es normal que nos sintamos tristes si la otra
persona no se encuentra bien, o que cambiemos algunos de nuestros objetivos para lograr
una meta común. Sin embargo, la persona dependiente emocionalmente vive
exclusivamente por y para el otro, creando una relación enfermiza a la cual no puede
aportar nada.

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Al contrario, quien es autónomo emocionalmente es capaz de aportar seguridad y
estabilidad a una relación, enriquece la pareja porque no se anula ni intenta anular al otro.

Cuando se obtiene una correcta autonomía emocional uno vive de acuerdo con su “teoría
personal sobre las emociones” y demuestra lo que se denomina autoeficacia
emocional, que está en consonancia con los propios valores morales. Por ejemplo, cuando
una persona injustificadamente me ofende, insulta, provoca, etc., mi predisposición tiende
a responder de manera reactiva. Sin embargo, la autonomía emocional nos debe llevar a
permitir ser lo suficientemente autónomos emocionalmente para decidir conscientemente
la emoción que queremos experimentar (autoeficacia emocional) y sobre todo, vamos a
ser nosotros quien decidamos conscientemente la conducta que vamos a adoptar ante la
situación y ante la emoción que sentimos.

Dicho ésto, debemos tener en cuenta que la autonomía emocional se sitúa en un punto
equidistante entre la desvinculación afectiva y la dependencia emocional. Tanto la
desvinculación como la dependencia emocional son dos extremos que pueden causar
dificultades en las relaciones con los demás.

Por un lado, la vinculación afectiva es la capacidad humana de establecer lazos afectivos


con otros seres humanos. Estos lazos se construyen y mantienen mediante las emociones.
La vinculación afectiva es dinámica, varía a lo largo del tiempo. En unos momentos se
está vinculado a unas personas y en etapas posteriores la vinculación es con otras.
Esquemáticamente se puede decir que en la infancia la vinculación es con la figura de
apego, en la adolescencia con los compañeros y en la vida adulta con la pareja.
Lógicamente, hay muchas situaciones que no se ajustan a este esquema general.
Además, una vinculación afectiva exagerada puede conllevar a sufrir una dependencia
emocional, que se caracteriza por unas excesivas demandas afectivas donde prevalecen
la sumisión y la idealización del otro.

Por otro lado, la desvinculación afectiva se caracteriza por la incapacidad para establecer
relaciones afectivas con otras personas. Se observa que una persona puede tener una
desvinculación con personas conocidas (por ejemplo, padres), pero mantener una
vinculación con otras en su defecto (compañeros). En este caso se trata de «vinculación
selectiva». El problema viene cuando una persona es incapaz de establecer vínculos
afectivos con ninguna otra persona.

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Para la obtención de una buena autonomía emocional tenemos que trabajar para obtener
las siguientes competencias:

 Autoestima. Tener una imagen positiva de sí mismo, valorando de forma positiva


las propias acciones.
 Automotivación. Ser capaz de motivarse a sí mismo e implicarse emocionalmente
en actividades diversas de la vida personal, social, profesional, de tiempo libre.
La automotivación a veces es consecuencia de la autoestima.
 Autoeficacia personal. Soy capaz, soy eficaz y tengo autoeficacia emocional, es
decir, la capacidad de decidir el estado emocional en el que deseo estar,
independientemente de la influencia de los estímulos negativos externos. La
autoeficacia emocional significa que uno acepta su propia experiencia emocional
y esta aceptación está de acuerdo con las creencias del individuo sobre lo que
constituye un balance deseable entre conducta y emociones.
 Responsabilidad. Se refiere a la capacidad para responder, de ser consecuente con
nuestros actos, asumiendo la responsabilidad correspondiente en la toma de
decisiones.
 Análisis crítico de normas sociales. Capacidad para evaluar críticamente las reglas
sociales y culturales establecidas. “Una persona es autónoma cuando es capaz de
ponerse a sí misma sus propias normas; cuando no se rige por lo que le dicen, sino
por un tipo de normas que cree que debería cumplir cualquier persona, le apetezca
a él o a ella cumplirlas o no.” (Kant).
 Actitud proactiva ante la vida. Ser capaz de tener una actitud activa, positiva y
optimista de la vida.
 Resiliencia. Es la capacidad que tienen una persona para afrontar y asumir con
éxito las situaciones adversas que pueden presentarse. No se trata de una
capacidad estática sino variable a través del tiempo y las circunstancias, siendo el
resultado de la interacción entre factores de riesgo y la personalidad del ser
humano.

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COMPETENCIA SOCIAL

Según McFall (1982), “se refiere a un juicio evaluativo, referente a la calidad o


adecuación del comportamiento social de un individuo en un contexto, determinado por
un agente social de su entorno (padre, profesora, igual) que está en una posición para
hacer un juicio informal. Para que una actuación sea evaluada como competente, solo
necesita ser adecuada, no ser excepcional”.

Para Villamisar (1990), “es precisamente en las consecuencias de las HHSS dónde
hunde sus raíces el constructo denominado competencia social”.

Sarason (1990), define la competencia social como “la posesión de una capacidad que
debe utilizarse de forma apropiada en cualquier interacción social”.

Para Monjas (1993), “no es más hábil el que más conductas tenga sino el que más
capaz sea de percibir y discriminar las señales del contexto y elegir la combinación
adecuada de conductas para esa situación determinada”.

Por su parte, Pérez (2009), la define como “la adecuación de las conductas sociales a un
determinado contexto social. Implica juicios de valor y éstos son distintos de unos
contextos culturales a otros, ya que cada uno tiene normas y valores. La competencia
social es el impacto de los comportamientos específicos (habilidades sociales) sobre los
agentes sociales del entorno”.

Las definiciones anteriores concuerdan en dos aspectos de manera general:


a) El concepto de competencia social es más amplio que el de habilidades sociales.
b) La competencia social es de carácter evaluativo.
Por tanto, según estos autores, el término competencia social hace referencia a una
generalización evaluativa, mientras que el de habilidades sociales se refiere a conductas
específicas. Es decir, las habilidades sociales son comportamientos específicos que en su
conjunto forma el comportamiento social.

Del mismo modo, Del Prette y Del Prette (2002), sugieren que una de las diferencias entre
competencia y habilidad social es que la primera es en sentido evaluativo (autoevaluativo
o evaluada por otros) y la habilidad social es con sentido descriptivo.
Es importante señalar que en este trabajo emplearemos en algunas ocasiones los términos
de habilidades sociales y competencia social como similares.

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Consideramos que es muy simplista entender la competencia social solamente en
términos de habilidades o resultados sociales específicos que, además, pueden variar
según la cultura. Se debe proporcionar una visión más completa de las relaciones
interpersonales, integrando pensamiento, sentimiento y conducta.

En este sentido, es necesario conocer un conjunto de habilidades comportamentales, así


como ser capaz de percibir y entender correctamente las situaciones interpersonales y
saber y querer poner en práctica dichas habilidades. Además es muy importante que la
persona esté inmersa en un entorno que ofrezca oportunidades favorables para interactuar
y que no sufra bloqueos afectivos que interfieran en sus interacciones sociales. Bajo esta
nueva óptica, García (1995), McFall (1982) y Vallés y Vallés (1996) describen un doble
nivel de análisis: molary molecular. Mientras que las habilidades sociales consisten en un
conjunto de conductas observables (moleculares) como sonreír, la competencia social
presupone otros componentes complejos y globales (molares), no directamente
observables, por ejemplo la habilidad para tomar decisiones sobre cuándo mostrar
determinada conducta social.
Todo esto supone que no basta con ser hábil, con conocer determinadas conductas y
destrezas sino que es necesario saber cómo, cuándo y en qué situaciones emplearlas, es
decir, ser capaz de percibir la situación, los sentimientos de los demás, autocontrolarse y
mostrar empatía. Entender de este modo la competencia social supone considerar tanto
sus componentes conductuales como cognitivos y afectivos, así como la importancia de
las variables contextuales.
Como hemos mencionado anteriormente, éste es un punto de desacuerdo entre los autores.
Por ello, a partir del análisis y de la revisión de la literatura especializada, nos
aventuramos a plantear una propuesta integradora que reúna los distintos componentes de
la competencia social.
El tratamiento dado a estas cuestiones en los próximos apartados nos permite ir perfilando
con más precisión el concepto de competencia social.

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COMPONENTES Y VARIABLES A ESTUDIAR EN LA COMPETENCIA
SOCIAL

Como venimos señalando, tradicionalmente la competencia social ha sido considerada


desde una perspectiva conductual (normalmente a través de las habilidades sociales), pero
progresivamente se ha ido prestando más atención a la importancia de los procesos
cognitivos y afectivos.

a) Variables conductuales
Las habilidades sociales, como ya se ha visto, hacen referencia sobre todo a conductas y
destrezas concretas, observables y operativas que pueden ser aprendidas.
La enseñanza de las habilidades sociales pretende conseguir:
a) que se aprendan conductas que reemplacen a otras existentes menos adaptativas,
b) que se aprendan conductas que con anterioridad no formaban parte del repertorio
de la persona y,
c) que se perfeccionen habilidades ya existentes (bien en su calidad o en su frecuencia).
Tal enseñanza no debe tener solamente una función correctiva sino también
preventiva, proactiva y estimuladora de comportamientos socialmente adaptados
(Vallés y Vallés, 1996).
Algunos de los comportamientos o habilidades que aparecen recurrentemente
en los programas serían los siguientes:
— Hacer y recibir cumplidos
— Hacer y recibir críticas
— Dar una negativa
— Pedir y conceder favores
— Ayudar
— Preguntar por qué
— Defender los propios derechos y respetar los de los demás
— Iniciar, mantener y terminar conversaciones
— Interaccionar con estatus diferentes y con el sexo opuesto.

Con este tipo de intervención se pretende que la persona conozca y domine un conjunto
de habilidades sociales que le permitan realizar conductas asertivas
favorecedoras de la aceptación e inclusión en los grupos.

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b) Variables cognitivas

Las investigaciones sobre el procesamiento de la información social han contribuido al


estudio de la cognición social como componente de la competencia social (Crick y Dodge,
1994; Webster-Stratton y Lindsay, 1999).
Por ejemplo: Desde este punto de vista, los niños que tienen dificultad para relacionarse
con sus iguales emplean, para solucionar los conflictos, estrategias hostiles o pasivas que
entorpecen la relación. Estos niños también tienen dificultades para ponerse en el punto
de vista de otras personas, para entender sus opiniones, sus sentimientos, para proponerse
metas encaminadas a la formación y al mantenimiento de vínculos afectivos. Además,
tienden a atribuir intenciones hostiles, creen que la agresividad está justificada y es
legítima, tienen un menor autoconcepto y esperan resultados positivos mediante la
actuación violenta.

c) Variables afectivas

El estudio de estas variables afectivas es muy reciente, puede decirse que no es


hasta los años 90, a partir del desarrollo de conceptos como el de Inteligencia Emocional,
cuando realmente comienza a apreciarse el interés por estas cuestiones.
Dentro de este nuevo enfoque que considera la importancia de las emociones a
la hora de comunicarse y de establecer relaciones interpersonales, se han estudiado
variables como:
— La expresión, comprensión y regulación afectiva
— Variables temperamentales como la frecuencia, intensidad y estabilidad o inestabilidad
emocional
— La empatía (ha sido lo más estudiado dentro del área de la competencia social).

d) Variables contextuales
En el estudio de la competencia social tampoco debe olvidarse el papel relevante que
juega el contexto y, más concretamente, las personas que forman parte de él.
Como venimos afirmando, la competencia social supone la capacidad de percibir e
interpretar las situaciones sociales y las características de los contextos y de las personas
con las que se va a interaccionar, con el fin de poner en práctica las distintas habilidades
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y estrategias que favorezcan la aceptación e inclusión en dichas redes sociales. En este
sentido, es fundamental reflexionar acerca de la influencia de los diversos agentes de
socialización que conviven con el niño: los padres, los profesores y los iguales, así como
lo que Brofenbrenner (1979) denomina «macrosistema», es decir, el conjunto de
características de la cultura en la que todos ellos están inmersos.

COMPETENCIA PARA LA VIDA Y BIENESTAR

Las competencias para la vida y el bienestar son la capacidad para adoptar


comportamientos apropiados y responsables para afrontar satisfactoriamente los desafíos
diarios de la vida, ya sean personales, profesionales, familiares, sociales, de tiempo libre,
etc. Las competencias para la vida permiten organizar nuestra vida de forma sana y
equilibrada, facilitándonos experiencias de satisfacción o bienestar. Como
microcompetencias se incluyen las siguientes.

Fijar Objetivos
Adaptativos

Toma de
Fluir
Decisiones

Bienestar Buscar Ayuda


Emocional y Recursos

Ciudadanía
Activa y
Participativa

Elaboración Propia: Microcompetencias

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MICROCOMPETENCIAS

Fijar objetivos adaptativos.- Es la capacidad para fijar objetivos positivos y realistas.


Algunos a corto plazo (para un día, semana, mes); otros a largo plazo (un año, varios
años).

Toma de decisiones.- Desarrollar mecanismos personales para tomar decisiones sin


dilación en situaciones personales, familiares, académicas, profesionales, sociales y de
tiempo libre, que acontecen en la vida diaria. Supone asumir la responsabilidad por las
propias decisiones, tomando en consideración aspectos éticos, sociales y de seguridad.

Buscar ayuda y recursos.- Es la capacidad para identificar la necesidad de apoyo y


asistencia y saber acceder a los recursos disponibles apropiados.

Ciudadanía activa, participativa, crítica, responsable y comprometida.- Lo cual


implica reconocimiento de los propios derechos y deberes; desarrollo de un sentimiento
de pertenencia; participación efectiva en un sistema democrático; solidaridad y
compromiso; ejercicio de valores cívicos; respeto por los valores multiculturales y la
diversidad, etc. Esta ciudadanía se desarrolla a partir del contexto local, pero se abre a
contextos más amplios (autonómico, estatal, europeo, internacional, global). Las
competencias emocionales son esenciales en la educación para la ciudadanía (Bisquerra,
2008).

Bienestar emocional.- Es la capacidad para gozar de forma consciente de bienestar


(emocional, subjetivo, personal, psicológico) y procurar transmitirlo a las personas con
las que se interactúa. Adoptar una actitud favorable al bienestar. Aceptar el derecho y el
deber de buscar el propio bienestar, ya que con ello se puede contribuir activamente al
bienestar de la comunidad en la que uno vive (familia, amigos, sociedad).

Fluir.- Capacidad para generar experiencias óptimas en la vida profesional, personal y


social.

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BIBLIOGRAFÍA

 MCFALL, R. M. (1982) A review and reformulation of the concept of social skills, Behavioral
Assessment, 4, pp. 1-33.

 Del Prette, A. & Del Prette, Z.A.P. (2013). Programas eficaces de entrenamiento en habilidades
sociales basados en métodos vivenciales. Apuntes de Psicología, 31, 67-76.

 Monjas, I. (2002). Programa de enseñanza de habilidades de interacción social (PEHIS).Madrid:


CEPE.

 Monjas, M.I. y Gónzalez, B (2000). Las habilidades sociales en el currículo. Madrid: Centro de
Investigación y Documentación Educativa.

 García, F. y Musitu, G. (1999). AF5 Autoconcepto Forma 5. Madrid: Tea. García Pérez, M.y Magaz
Lago, A. (1994). ADCA-1: ESCALA DE EVALUACION DE LA ASERTIVIDAD. Madrid: CEPE

 Bisquerra, R., y Pérez, N. (2007). Las competencias emocionales. Educación XXI,10, 61-82

WEBGRAFÍA

 https://www.divulgaciondinamica.es/blog/definicion-inteligencia-
emocional/#Diferencias_entre_competencia_emocional_e_inteligencia_emocional
 http://www.rafaelbisquerra.com/es/competencias-emocionales/conciencia-
emocional.html
 https://lamenteesmaravillosa.com/conciencia-emocional-identificar-emociones/
 http://www.rafaelbisquerra.com/es/competencias-emocionales/regulacion-
emocional.html
 https://lamenteesmaravillosa.com/la-imortancia-de-la-regulacion-emocional/

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