Añadido § 450. Desde el punto de vista de la simple intuición estamos fuera de
nosotros mismos sumergidos en la espacialidad y temporalidad que son las dos formas del ser fuera de sí. La inteligencia está aquí hundida en la materia externa, es una con ella, y por ello no tiene ningún otro contenido que el objeto que está intuyendo. Podemos reconocer por ello en la intuición la restricción suprema. Como observamos en el añadido al § 448, la inteligencia es sin embargo la dialéctica existente de la exterioridad (Außereinander) inmediata. Por consiguiente el espíritu toma la intuición como su intuición, hace de ella algo interior, recuerda en ella, se presenta a sí mismo en ella y por lo tanto se hace libre. Mediante este ir-en-sí (Insichgehen) se supera la inteligencia y transitamos al nivel de la representación. El espíritu que representa tiene la intuición; ella misma está superada en él, no como desapareciendo o solo como lo pasado. Si una intuición superada como representación es la palabra, se dice también correctamente en el lenguaje: lo he visto. Con eso no se torna vacío ningún pasado, más bien al mismo tiempo se afirma el presente. El pasado es en esto un puro relativo; él solo tiene lugar en la comparación de la intuición inmediata con aquello que ya tenemos en la representación. En perfecto la palabra [o verbo] “haber” tiene en realidad el significado de actualidad o presente: lo que “he” visto no es algo que solo tuviera, sino algo que aún tengo, esto es, algo actual o presente en mí. En este uso de la palabra [o verbo] “haber” se puede ver una señal general de la interioridad del espíritu que no solo refleja el pasado en su inmediatez, sino también lo que en el espíritu es recibido.
Añadido § 452. Puesto que la inteligencia es vista en su concepto, que es para sí la
existente e infinita idealidad o la universalidad, entonces el espacio y el tiempo de la inteligencia son el espacio universal y el tiempo universal. En tanto pongo por eso el contenido de lo sensible en la interioridad de la inteligencia y mediante ello lo hago representación, elevo el mismo a la particularidad del tiempo y del espacio en la cual él mismo está atado en su inmediatez y del cual dependo en la sensibilidad y en la intuición. De aquí se sigue en primer lugar que, mientras para la sensibilidad y la intuición es necesaria la inmediatez de lo presente de las cosas, yo mismo en cambio donde quiera que esté puedo representarme algo incluso en la la lejanía con respecto al espacio y al tiempo externos. Sin embargo de lo dicho resulta en segundo lugar que todo lo que sucede recibe para nosotros alguna duración solo si es acogido por la inteligencia que representa; por el contrario los sucesos que no son valorados y acogidos por la inteligencia se tornan completamente pasado. Lo representado gana en todo caso aquel carácter de no efímero solo a cuenta de la claridad y frescura de la inmediatez y de la determinación individual de lo intuído; la intuición se oscurece y desaparece en la medida en que se hace imagen (…). Aquí en el recuerdo aprehendemos nuestra subjetividad, nuestra interioridad y determinamos la medida del tiempo a partir del interés que él mismo ha tenido para nosotros. Allá en la intuición estamos hundidos en la contemplación de la cosa; allí aparece ante nosotros el tiempo acortado en tanto ella siempre recibe una realizacón variada, y alargado en cambio en tanto su invariabilidad no es interrumpida por nada.
Mauricio Nieto Olarte Una Historia de La Verdad en Occidente. Ciencia, Arte, Religión y Política en La Conformación de La Cosmología Moderna. - Intro. Et Cap. 6