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DIANA CAROLINA PLAZAS REINA

Psicología Compleja.

ENSAYO: LA METAMORFOSIS DEL INSECTO AL SER HUMANO

INTRODUCCIÓN

El plano de la psicoterapia ha adquirido gran importancia en las últimas décadas, esto

debido en gran parte a que la visión de locura y anormalidad han cedido paso de alguna

forma a nociones posmodernas de salud mental y bienestar psicológico que han permitido

una percepción y disposición distinta de quien consulta, frente a lo que implica un ejercicio

de psicoterapia. No se puede asegurar, sin embargo, que los imaginarios construídos desde

modelos médicos hayan desaparecido súbitamente y el reto en tanto paradigma “sistémico”

haya sido superado. No obstante, el asunto de cómo se concibe ese escenario, implica, co-

responsabilidad dada la condición relacional y hermenéutica de creación de significados.

Partiendo de lo anterior, quisiera proponer una visión sobre cómo los modelos para explicar

lo humano implícitos en la psicoterapia, permiten la generación ó destrucción de la vida

misma.

CONVERTIDO EN INSECTO

Entendiendo que nuestra sociedad globalizada nos invita a la complejidad y las

explicaciones distantes de nociones causales, cercanas a bucles que retrotraen causalidades

que marcan la pauta no para explicar sino comprender; sustento en el presente ensayo cómo

es lo sistémico en relación con otros modelos explicativos y no su alcance individual, lo


que nos permite ser generativos en las posibilidades de sentido que emergen en la

psicoterapia.

Hoy en día es necesario pensar en la transición del simple acto comunicativo, como función

simbólica que construía el pensamiento a repensar cómo hemos concedido al lenguaje esa

condición ontológica del individuo. Para entender el fenómeno, vale la pena revisar qué

paradigmas han sido descartados y complejizados en torno al carácter comprensivo que se

requiere para abordar la experiencia humana.

Las metáforas habituales de investigación devenían causales bajo nociones científicas que

implicaban la ruptura del observador con el fenómeno observados en tanto debían

conservarse y evidenciarse los principios inherentes a toda realidad que explicaran

acertadamente, sin margen de error, lo humano. La modernidad implicó posicionamiento

ante el acto de conocer, de las posibilidades de predicción y control; en ese sentido los

discursos que se referían a lo humano versaban sobre el control, regulación y si se quiere,

alienación para responder a ciertos ánimos unificadores por parte de las instituciones

dominantes. Y sin ánimo de polemizar, esto responde básicamente a que cada época

viabilizó la construcción de modelos explicativos en relación a los alcances del contexto, de

las nociones de libertad y autonomía que desde lo socio-cultural se tenían del sujeto.

Lo estructural situó su discurso sobre los parámetros biologicistas que implicaban

regularidad, normalidad desde la herencia filogenética. Importante aquí los principios de

determinación, costumbre, universalidad, regulación que de entrada negaban el papel de la

experiencia y confiriendo a los roles el quehacer humano en tanto normalidad-anormalidad;


lo que existía por fuera de esto, era necesario ajustarlo y no existía más que el discurso

excluyente para propiciar reflexiones sobre eso que no podía reprimirse, contenerse y

educarse. Si bien esta visión tenía alcances frente a una herencia biológica innegable, la

generatividad presupondría la adecuación del individuo a una realidad (preexistente),

independiente de su capacidad de elección, pues el modelo no contempla miradas alternas,

sino desde el “deber ser” no en un sentido kantiano, sino se acuña el término a lo

inexpugnable e inconmensurable con las posibilidades que podría tener el individuo. En

palabras de Bruner (1990), la herencia biológica del hombre no dirige ó moldea la acción o

la experiencia del hombre, porque no actúa como causa universal. En lugar de ello, lo que

hace es imponer límites sobre la acción, límites cuyos efectos son modificables; la cultura y

no la biología, es entonces, la que confiere significado a la acción situando sus estados

intencionales subyacentes en un sistema interpretativo. (Bruner, 1990, p. 48).

Este acercamiento, deja entrever, los alcances del modelo, es por esta razón que la

psiquiatría por ejemplo, tendría tantas críticas desde Foucault (2000), debido a los

parámetros normalizadores desde las instituciones de poder que restringían las

posibilidades de emergencia de un sujeto autónomo constructor de realidades. Se concebía

un individuo incapaz de asimilarse, por fuera de la regularidad, asumiendo como propia la

tarea de defender a la sociedad de estos seres que, con su sola existencia, la amenazaban. Es

así como el desde su experticia, era el juez que debía pronunciarse acerca de la peligrosidad

de un determinado sujeto, es decir, debía ser capaz de prever su comportamiento futuro.

Dónde está entonces la posibilidad de la vida? Bajo esta mirada, la posibilidad es única, la

del sujeto que se adhiere.


MIRANDO LA PROPIA HUMANIDAD. TRASCIENDE EL INSECTO.

Fue menester entonces, ampliar el marco de referencia y atender al modelo contextual. Bajo

esta óptica impera el pensamiento de que no es la universalidad la que determina el

conocimiento, sino la particularidad. La confusión innombrable del modelo precedente,

adquiere acá nuevas posibilidades discursivas donde el individuo puede construirla y

resolverla. La confianza no está puesta en el agente normalizador, sino en los significados

que en relación con el contexto pueden construirse. Watzlawick (1992) afirma sobre este

aspecto que existen relaciones perturbadas, pero no individuos perturbados, o dicho más

exactamente, que los trastornos del comportamiento son una función de las relaciones

humanas, pero no de psiques enfermas (Watzlawick, 1992, p. 18). El paradigma contextual

abre el campo en dos sentidos: Da paso a la asunción del paradigma sistémico e implica

nociones de generatividad sobre la vida de los seres humanos, vinculando nuevas formas de

interpretar la realidad, el significado variará entonces, en función del contexto.

La noción de incertidumbre, nos sitúa en un mundo sin regularidades, de múltiples

significados y si se quiere, implica una nueva angustia. Antes era, la angustia por la falta de

control en lo que como humanos podíamos hacer de nuestras vidas, el desplazamiento

ahora de esa angustia, recae sobre las realidades posibles que de nuestra vida se pueden

construir. Desde allí se sitúa el modelo sistémico que, implica retomar el modelo contextual

desde una nueva noción que retrotrae la premisa: Sistema que estructura el contexto ó

contexto estructural. Gregoy Bateson (citado por Watzlawick, 1992);

CONCLUSIÓN
igual mente, las limitaciones, las implicaciones y las recomendaciones a lugar.

Bruner, J. (1990). Actos de Significado: Más allá de la Revolución Cognitiva. Madrid.:

Alianza Editorial.

Foucault, M. (1999). Los Anormales. Buenos Aires.: Fondo de Cultura Económica.

Watzlawick, P. (1992). La coleta del Barón de Münchhausen: Psicoterapia y Realidad.

Barcelona.: Herder.

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