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En un primer esfuerzo de síntesis, pueden señalarse, con D. Anzieu., (5) tres grandes
corrientes sobre las que se apoyan las representaciones científicas y sociales del grupo.
La primera, ilustrada por la escuela de la dinámica de grupos (K. Lewin), aplica al campo
micro-social un modelo derivado de las ciencias fisicoquímicas (campo de fuerza
electromagnético) traducido por formulaciones matemáticas (álgebra topológica). La
segunda, inspirada en el psicoanálisis y partiendo de los trabajos de W. R. Bion, S. R.
Slawson, y S. E Foulkes, tenderá principalmente a mirar al grupo como una “tópica
proyectada”, superficie proyectiva, y por tanto se interesará de manera privilegiada en las
producciones imaginarias. Finalmente, la tercera se inspira en la tradición anarco-
sindicalista que a partir de los acontecimientos de mayo de 68 en Francia ha adquirido
vigor en los años finales del decenio que termina. A diferencia de los precedentes, su
perspectiva es resueltamente sociopolítica y radical, si no es que revolucionaria. La
problemática teórica de la intervención se alimentará entonces, de acuerdo más o menos
con los estilos y las escuelas, de estas tres corrientes a las que debemos añadir la
integrada por quienes sostienen la aproximación lógica y tecnológica de los organizadores.
Pero es conveniente subrayar, al margen de un análisis ya resueltamente político, que, a
pesar de sus diferencias específicas, el Arte y el Método, dé los organizadores, la
tecnicidad de las relaciones humanas y la aproximación terapéutica se combinan y se
reconocen como complementarios en procedimientos. En éstos, las intenciones de ayuda,
de asistencia, de reparación o de cuidado constituyen un resorte permanente. La “visión
del mundo” en la que coinciden todas estas prácticas es siempre la de sistemas sociales
regidos por leyes y reglas cuyo buen funcionamiento puede verse, entorpecido por
deficiencias, degradación y carencias que es preciso remediar. Ahí se alternan y mezclan
más o menos confusamente los ‘'modelos” de la coherencia lógica, de la homogeneidad
mecánica o de la cohesión biológica. Los disfuncionamientos se consideran, de acuerdo
con ella, efectos de errores (de juicio, de elecciones estratégicas debidas a insuficiencias
de conocimiento o a un mal uso del Método), efectos de crisis (acción de agentes
patógenos endógenos o exógenos a los organismos) o de descomposturas (deterioro o
presencia de elementos defectuosos entre los componentes de la máquina). El orden,
racional o natural, se postula como algo normal, mientras que el desorden reviste un
carácter patológico. Así, las concepciones del desarrollo de las organizaciones (6) y de la
socioterapia (7) se conjuntan y se alían, definitivamente para la defensa de cierto orden
social. Como habremos de precisarlo más adelante, si se adopta este punto de vista
reformista, la aproximación sistémica tiene como función, frecuentemente, permitir que las
descripciones de la sociología de las organizaciones se vuelvan “operacionales”. (8)
Sin negar necesariamente la importancia de las fuerzas políticas que estructuran el campo
social y atraviesan los grupos restringidos, el interviniente se definirá naturalmente, como
apolítico en el ejercicio de sus funciones porque es, antes que nada, técnico e
investigador-práctico.
En el lado opuesto, pareciera que la intuición original del análisis institucional, del
socioanálisis y del sociopsicoanálisis confiere al desorden otro estatuto. En efecto, el
cuestionamiento crítico del orden establecido, cuando no su contestación militante,
constituye el fundamento ideológico de estas prácticas sociales. En este sentido, el análisis
institucional se define también como contrasociología y el sociopsicoanáilisis subraya la
importancia de lo político. Para los objetivos de la intervención es mucho menos
interesante la rehabilitación de los organismos, sociales o el tratamiento de los
disfuncionamientos, que la interrogación acerca del sentido, la puesta en evidencia y la
elucidación de lo que hasta entonces quedaba oculto en los fenómenos institucionales
debido al juego de los intereses y a su opacidad resultante. Ya en la perspectiva
precedente (desarrollo organizacional y socioterapia) el rol que se reconocía a la
implicación variaba de acuerdo con el carácter más o menos racionalista de las
aproximaciones. Entre más sea tomada en cuenta la afectividad' profunda, menos es
posible ilusionarse con la “objetividad” que podría depender de precauciones
metodológicas. Es preciso entonces reconocer que la implicación es un dato complejo que
debe encontrar su lugar en la teorización que se esfuerza por hacer más inteligible la
situación, ya que trazar su economía parece una tarea imposible. Pero ahí se trataba
únicamente de implicación libidinal en relación con la determinación de elementos
fantasmáticos, en mucho mayor medida de elementos sociales que traducen el juego de
las pulsiones y del imaginario personal. La intervención más militante (9) que asocia una
perspectiva socioeconomicopolítica a sus procedimientos prácticos asignará menos
importancia a esta implicación libidinal que a la implicación institucional que se
desprenderá de la posición, las afiliaciones, los lazos de solidaridad y de transversalidad
reconocidos en la situación, con respecto a posturas moduladas efectivamente de acuerdo
con la manera en que cada uno las inviste. El análisis de los discursos, de los
componentes, pero además de todas las otras formas de manifestación institucional, entre
las que se hallan comprendidas el implícito y lo no dicho, lo reprimido y lo suprimido1
desembocará en los fenómenos de poder. En esta toma de partido, el carácter deliberado,
metodológicamente des-ordenante (10) de la intervención, predomina sobre las funciones
de adaptación, de regulación y de reducción de las tensiones que la clínica
psicosociológica llegó incluso a privilegiar sistemáticamente. Aunque el término “desarrollo”
se halle sujeto a discusión, (11) es mucho más conveniente para designar esta
aproximación que las nociones de ayuda o de asistencia mencionadas más arriba.
Es preciso aún poner en evidencia las diferentes concepciones del cambio social que se
encuentran en estas “visiones del mundo”. Aun cuando, en un. intento por considerar lo
más esencial, convengamos en dejar a un lado el problema, notable en nuestras
sociedades de consumo, de las novedades intercambiables (innovaciones) que tienden a
convertirse en objetos mercantiles y, por lo tanto, en una trampa; y dejar también para otro
párrafo (12) la distinción entre el cambio como alteración subjetiva, personal (actitudes,
opiniones, creencias) y el cambio social (estructuras y significaciones de las
2 La frase a que se refiere fue citada por M. Manoni, La educación imposible, Siglo XXI, México, 1979, (N.
del T.)
Ha alquilado servicios y retribuido las prestaciones. Considera que es pues legítimo
propietario de la experiencia y que la divulgación que podría hacerse de ella debe quedar
sometida a su aprobación, ¿No se encuentra el consultante comprometido por el secreto
profesional? Para tener en cuenta este aspecto del asunto y, a veces, las peticiones del
cliente, la relación de la experiencia puede ser traspuesta. Los lugares y los nombres
propios son entonces transformados deliberadamente. Pero esto debilita mucho el alcance
científico y el interés despertado por dichos reportes Es preferible prever, desde el
principio, que la intervención podrá ser, deberá ser, el objeto, de comunicaciones
científicas; o negociar con los compañeros que esta divulgación se hará cuándo el interés
de una publicación sea común a unos y a otros. Pero, prácticamente también, esta
eventualidad debe ser prevista desde el principio. Es necesario que los datos se hayan
registrado en ciertas condiciones precisas, coherentes de acuerdo con el conjunto de la
metodología. Los “protocolos” de experiencia no pueden ser el producto de recuerdos
conjuntados con toda simplicidad. Los dispositivos de registro, de búsqueda de datos, de
tratamiento de las informaciones recogidas, los “modelos” de interpretación (referenciales)
utilizados para encontrarles una significación, forman parte del “protocolo” y deben ser
expuestos con el conjunto del material. (34)
Diciembre de 1979.
NOTAS.
(1) Es importante hacer notar dos connotaciones de la intervención, en el umbral de todo
análisis que la tome por objeto: a) La intervención está ligada a la autoridad; ya sea porque quien,
interviene sólo se autoriza a sí mismo, se trata entonces de la problemática de la autorización; ya
sea porque este acto se halla fundado sobre el ejercicio de un derecho o sobre la consecuencia de
un estatuto, en. este caso la autoridad deriva de un poder y la cuestión de la legitimidad permanece
como algo central, b) Aun cuando la intervención se dé explícitamente como objetivos la
clarificación y la elucidación de los datos complejos de una situación, sigue siendo
fundamentalmente productora de malentendidos, puesto que, a partir de cierto número de
expectativas, genera necesariamente consecuencias inesperadas.
(2) Favezr-Boutonier: “Origines et perspectives ce la notion d’intervention psychologique”, en
“La dynamique de l’intervention psychologique”, Bulletin ce Psychologie, Psychologie clinique III,
339, XXXII, 1878-1979, 3-7, enero-febrero 1979, pp. 133-136.
(3) Cf. J. P. Sartre, Critique de la raison dialectique, Gallimard, i960. (Hay trad. aï español:
Editorial Losada, Bs. As. 1963).
(4) En otro tiempo, como lo subrayan G. Dahan y U. R. Loubat (Memoria de maestría en
Sociología, mimeografiada, 1979) se quería, de igual manera, liberar a los “poseídos” de los
demonios que los invadían, mediante la intervención del exorcista.
(5) Anzieu, D., “Groupes, psychologie sociale et psychoanalyse”, introducción al número
especial del Bulletin de Psychologie, 1974.
(6) Cf. los trabajos norteamericanos (Organizational Development).
(7) El tipo de intervención, descrito por E. Jaques' constituye un buen ejemplo de ésta
(8) Cf. Los trabajos de M. Crozier, en especial Le'phenomène Bureaucratique, Seuil, Paris,
1963.
(9) Cf. O. Ludeman y «ï. Dubcst, en Connexions, núm. 21, Euî, Paris 1977.
(10) Cf. P. Ville, "tesis de doctorado de Ser, ciclo, Universidad de París, Vní-Vincennes, 1S77.
(11) Cf. S. Amin, Le dévelopement inégal, Editions, de Minuit, Paris, 197Si
(12) Cf infra.
(13) Recordemos qué el movimiento religioso de la reforma se definía a veces como la
búsqueda del restablecimiento, en su pureza primitiva, de una regla corrompida por el uso.
(14) “La socialización es en principio ruptura” Cf el "punto" excelente de C. Claftet en
Imaginaire et Education, Touîose, 1978.
(15) Como bien lo ha mostrado R. Lourau en L’analyse instituíionelle, la dialéctica, z partir de
Hegel, supone la afirmación de un enunciado universal, la negación particular de este enunciado y
la negación singular de esta negación.' La negación mágica pertenece al estadio de la negación del
primer género que opone, simplemente, el momento de particularidad al de la universalidad,
olvidando,-ignorando o relegando el momento de la singularidad.
(16) Para dar aquí un ejemplo de la evolución de una .demanda s partir de intercambios
destinados a explicitarla, en el curso de negociaciones previas, citaré una intervención en una gran
empresa, cuya duración se extendió a cerca de once años, cuando la formulación inicial
contemplaba "dos o tres conferencias acerca de ios nuevos estilos de dirección". En las primeras
reuniones con la Dirección General; estanco daros los objetivos de dicha: acción para el cuadro
directivo quien había, tomado la iniciativa, hice una contraproposición que incluía un análisis
preliminar de la situación, mencionando la posibilidad de una acción a largo plazo que se
extendiera durante dos o tres años. Fueron necesarias nuevas discusiones, pero el proyecto fue
finalmente aceptado. Más tarde, a lo largo de los años, otras divisiones y departamentos de esta
empresa fueron sucesivamente englobados en el campo de la intervención. La mayor parte de las
intervenciones (una cincuentena) a las que estuve aso CIEGO durablemente tuvieron lugar en el
marco de las actividades del IPSÎCA (Instituto de Psicosociología Industrial, Comercial y
Administrativa) o de la ANDSHA (Asociación Nacional para el Desarrollo de las Ciencias
Humanas), pero además, otras me han sido solicitadas a título personal.
(17) Cf. G. Lapassade, “Analyse instila ti on elle et socioanalyse”, en Connexions, núm. 7,
septiembre 1973.
(18) Ib id.
(19) E incluso las intervenciones breves son con frecuencia portadoras, en su misma
ambigüedad, de las ambiciones de su prolongación. 1
(20) ¿Quién ha sido consultado? ¿Cómo se tomó la decisión? ¿Qué información ha sido
proporcionada al respecto?
(21) Cf. las investigaciones-acciones de Misurni en el Japón. Consultar en especial The
Behavioral science of leadership, Yuhikahu, Tokio, 1978; y "Action research on the development of
leadership, decision making and organisations! perfomance in a Japanese shipyard”, comunicación,
al simposium del 18avo. Congreso Internacional de Psicología Aplicada, Montreal, 1974, Cf
finalmente J. Ardoino, Education et Relations, Gauthier-Villars Unesco, Paris,1980.
(22) Cf. A. Levy, “Dire de la loi”, en Connexions, nûm. 21, pp, cit.
(23) G. Lapassade, “Analyse institutionelîe et socioanalyse”, Connexions, núm.7, septiembre
1973.
(24) Cf. sobre este punto los trabajos de la escuela de análisis institucional (R. Lourau, G.
Lapassade, P. Ville). Otros hablarán, en el mismo sentido, de “reveladores” (G. Mendel), de
“indicadores”, etc.
(25) Puesto que lo más frecuente es contentarse con períodos tibios, especialmente en estos
últimos silos.
(25) El momento del apocalipsis, el “grupo en fusión” en Sartre; Cf. igualmente J, Guigou.
(27) Existen, tal vez, “momentos” en los que el análisis se hace solo, para caca linó como para
todos, pero esto no constituye sino momentos excepcionalés que “romanticismos políticos” querrían
convertir en seguida en la ley de las revoluciones permanentes.
(28) Hemos señalado en otra parte (Education et politique) la tendencia excesiva a hacer de
cualquier cosa un dispositivo analizador; se puede hablar en ese caso, con R. Hesse, de
analizador-gadget.
(29) Largo tiempo, en el propio marco de la intervención, en relación con. t, su duración, pero
también largo tiempo en la vida profesional de cada practicante, en el desarrollo de su forma
clínica.
(30) Cf. supra los trabajos ya citados de J. Misumi en el Japón.
(31) No es raro que la intervención arranque de la iniciativa de alguien que no pertenece a
los niveles más altos de la jerarquía y que suscita la intervención, ya sea para servirse de ella como
máquina de guerra contra sus rivales, ya sea para expresarse por delegación a través de lo que
espera que los intervinientes pongan al descubierto.
(32) Cf. J. Ardoino, Education et Politique, Gauthier-Villars, París, 1977, y Education et
Relations, Gauthier-Villars-Unesco, Paris, 1980.
(33) . Cf. R. Fouchard, Le piège de l'intervention interne, Epi, Paris, 197S. Cf. igualmente
L’intervention dans les organisations et les institutions, Protocoles 1 y 2, París,1974.
(35) Con sus límites específicos, cf. supra.
(36) J, M. Vincent, en Connexions, '“Remarques critiques sur l’analyse instítutioneile”, nûm. 6,
Epi, Paris, 1973. Cf. igualmente C, OrsOrri en L’intervention dans les organisations et les
institutions, op. cit. .. ., ...
(37) For el contrario, los saberes instituidos utilizarán para su propio beneficio un análisis de
este tipo para cerrar las puertas a todo aquello que podría venir a importunarlos.
(38) Estas cuantas páginas que siguen, cuyo tema ha sido elaborado a propósito de un
coloquio francófono acerca de la evaluación en la Universidad de Lieja, figuran ya en Educations et
Relations (Unesco-Gauthier-Viilars). Ofrecemos aquí los extractos con. la autorización de los
editores a quienes damos nuestro agradecimiento.
(39) La paradoja es también que esta servidumbre-implicación caracteriza la riqueza
específica del “campo clínico” y de la investigación que le es propia.
(40) Cf. J. Ardoino, “Au filigrane d’un discours, la problématique de l’évaluation et du controle",
prefacio en M. Morin, L'imaginaire dans la formación permanente, Gauthier-Viliars, Paris, 1976.
(41) Y en buen número de acciones de formación.
(42) Ilusión de la cual tanto psico-scciólogos, así como formadores y so- j cíoterapeutas
tienen esencialmente necesidad para recobrar una buena conciencia política.
(43.) J.L. Moreno ha ilustrado muy bien este punto de viste en Sos Estados Unidos {Cf. J.
Dubost, “Recherche et action chez J, L. Moreno” en Connexions, nûm. 24, Epi, Paris, 1977). Cf.
igualmente en Francia, A. de Peretti y todavía más generalmente, toda la comente innovacionista.
(44) L’emprise de l’organisation, PUF, París, 1979.
(45) Cf. P, Bordieu es la interrogación misma lo que es preciso interrogar es decir, la relación con la
cultura que ella privilegia tácitamente, a fin de establecer si una modificación del contenido y de la
forma de interrogación no bastará para determinar una transformación de las relaciones
observadas.”, en La distinction, Editions de Minuit, París, 1979,