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La psicomotricidad se propone, como objetivo general, desarrollar o restablecer

mediante un abordaje corporal las capacidades del individuo. En sus inicios la


psicomotricidad se centró en los aspectos motores, que eran de más fácil acceso, para a
partir de ahí tener alguna influencia en los aspectos psíquicos.

A pesar de que el modelo de la psicomotricidad dirigida incluyó también los


componentes cognitivos, se descuidaron los aspectos afectivos. A partir de los años
setenta del siglo pasado el modelo de la psicomotricidad vivenciada trata de abordar a la
persona en su globalidad, otorgando un papel preponderante a lo afectivo.

Como ya se ha defendido a lo largo del libro, ambos enfoques no tienen por qué ser
opuestos sino que pueden complementarse. Si la psicomotricidad trata de favorecer el
desarrollo de la persona en su globalidad, deberá incidir en sus motores, cognitivos,
afectivo-sociales y comunicativos.

Área Motora

El recién nacido viene al mundo con una serie de reflejos arcaicos que le van a servir
para adaptarse al medio y que progresivamente se irán extinguiendo para dar paso a las
conductas voluntarias. El desarrollo motor sigue dos grandes leyes: la ley céfalo-caudal
y la ley próximo-distal.

La ley próximo-distal plantea que se controlan antes las zonas que están más próximas
al eje corporal que aquellas que están más alejadas; por ello el dominio de la motricidad
fina es posterior al de la motricidad gruesa.

Además, se ha de tener en cuenta que todos los niños pasan por una secuencia idéntica,
por una serie de patrones posturales, y cada uno de ellos le va a servir para conseguir el
siguiente, aunque cada niño va a llevar su propio ritmo. Por tanto, se va a hablar de
edades normativas para conseguir determinadas habilidades motrices, pero siempre han
de considerarse edades aproximadas.

Área Cognitiva

Piaget intentó describir y comprender el funcionamiento cognitivo del niño y sus etapas
de desarrollo, distinguiendo cuatro etapas o períodos:
Período sensoriomotor (desde el nacimiento hasta los dos años), que está caracterizado
por el gran desarrollo mental y la conquista del mundo que rodea al niño a través de las
percepciones y de los movimientos.

Período preoperatorio (de los dos a los seis o siete años), caracterizado por la aparición
de la función simbólica y la interiorización de los esquemas de acción en
representaciones.

Período de las operaciones concretas (de los siete u ocho años a los doce), en el que el
niño se va descentrando y va construyendo un universo objetivo.

Período de la inteligencia formal (de los doce a los dieciséis años), en el que el niño se
libera del pensamiento concreto para pasar al razonamiento abstracto sin necesidad de
apoyarse en las manipulaciones.

ÁREA SOCIOAFECTIVA

Esta área ha sido frecuentemente desatendida desde la corriente tradicional; sin


embargo, los vínculos afectivos van a tener una gran importancia en el desarrollo
infantil, y por ello no debe olvidarse dentro de cualquier programa de intervención
educativo, reeducativo o terapéutico.

Relación de apego y seguridad

La relación de apego es la primera relación que el niño establece que le asegura su


supervivencia y entrada en el mundo social. Desde el inicio de la vida el hombre
necesita a otros adultos; desde la indefensión en la que nace va construyendo de forma
paulatina una autonomía relativa en la medida en que va madurando su sistema nervioso
y sus contactos con el medio le van permitiendo el dominio de su propio cuerpo y de su
espacio circundante.

A medida que aumenta la capacidad perceptual del niño, éste va dirigiendo la conducta
de apego hacia aquellas personas con las que tiene una mayor interacción o que dan una
respuesta específica adecuada a sus necesidades. La madre inicia esta relación incluso
antes del nacimiento, y distintos factores van a condicionarla, como el deseo o no de
tener el niño, sus expectativas, temores o la historia personal, familiar y social que rodea
al embarazo.

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