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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

ORÍGENES Y
DESARROLLO DEL
TRABAJO SOCIAL

UNED
2017/2018
Recopilación realizada gracias al trabajo de varios compañeros, que sirve de
apoyo al manual oficial. En caso de observar alguna errata, por favor,
hacérmelo llegar para corregirlo a RMONFORT598@GMAIL.COM

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

CONTENIDOS (según guía 2017/2018)


 Tema 1. La lucha contra la pobreza en el origen del trabajo social. Los temas del programa
están organizados del siguiente modo: Un tema introductor que servirá de marco de
referencia para entender el contenido de los restantes temas del programa. En el primero
de los temas, sobre la lucha contra la pobreza en el origen del Trabajo Social, se presentan
los discursos de lucha contra la pobreza, la intervención con los grupos más vulnerables y
las propuestas de actuación desde diferentes ámbitos; un epílogo sobre la pobreza, el
pobre y los conceptos de caridad y beneficencia del Estado Liberal.
 Tema 2. La cuestión social y el nacimiento de la previsión social. En el segundo tema se
explican las estrategias de la intervención social, las respuestas institucionales a la pobreza
y el movimiento obrero así como las nuevas formas de solidaridad horizontal.
 Tema 3. El Estado social El tercer tema explica el nuevo Estado social y la profesionalización
del Trabajo Social. Se analiza la intervención del Estado, la relación entre Iglesia y
proletariado, la especialización de la intervención y finalmente el reformismo social y el
higienismo.
 Tema 4. Hacia la profesionalización del trabajo social. Una profesión con rostro de mujer
El cuarto tema se ocupa de las principales mujeres del Trabajo Social, del Trabajo Social
como profesión femenina y de los centros de formación para profesionales.
 Tema 5. Antecedentes, inicio y evolución del trabajo social en España (finales del siglo
XIX- 1975) El quinto tema aborda la disciplina y práctica del Trabajo Social en España
(finales del siglo XIX-1975). Se referirá al Trabajo Social desde sus antecedentes hasta su
reconocimiento e institucionalización.
 Tema 6. El trabajo social en España. Una profesión para la democracia (1975-2009) El sexto
tema sitúa al Trabajo Social en la consolidación de la democracia y con una orientación
universalista del Trabajo Social (1975-2009); Trabajo Social/Red pública de servicios
sociales comunitarios (1986-2000) y el futuro de las políticas sociales, completan el tema.
 Tema 7. Aplicación de valores en trabajo social. El séptimo noveno aborda la aplicación
de valores en el Trabajo Social y la estrecha relación entre aquel y los relatos
contemporáneos. Se hace una síntesis de la evolución de los valores desde el Plan CCB,
hasta el modo de aplicarse los nuevos valores en el Trabajo Social Comunitario 6 actual.
 Tema 8. El trabajo social y los relatos contemporáneos. El octavo tema relaciona el
Trabajo Social con los nuevos relatos contemporáneos provenientes de la literatura actual
(novela) comprobando la afinidad de los valores utilizados.
 Tema 9. De vuelta a la comunidad del future. El noveno tema analiza la estrecha relación
entre el nuevo sentido de la comunidad y la renovación del trabajo social a la vista de
nuevas posibilidades en el ámbito tecnológico.
 Tema 10. Actualidad y futuro del trabajo social. Finalmente, el décimo tema plantea la
actualidad del trabajo social ante una sociedad que cambia rápidamente y deja al margen
del sistema a personas desconectadas.

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TEMA 1

LA LUCHA CONTRA LA POBREZA EN EL ORIGEN

DEL TRABAJO SOCIAL

LA LUCHA CONTRA LA POBREZA EN EL ORIGEN DEL TRB. SOCIAL.

INTRODUCCIÓN
La pregunta sobre qué es el Trabajo Social no solo nos remite a las respuestas que se han dado
en los últimos sesenta años, sino también a la historia de los hechos, procesos, ideas, etc., que
nos ayudan a entender tanto el pasado como el presente.

No solo es necesario conocer los orígenes y el desarrollo del Trabajo Social, sino también rastrear
los problemas y situaciones susceptibles de ayuda o atención, los tipos de intervención desde
iniciativas diversas, los mecanismos de respuesta social e institucional, etc., que hablan de
cambios y continuidades.

Las monografías sobre el funcionamiento, organización, asistentes y asistidos en instituciones


asilares como inclusas, misericordias, cárceles u hospitales nos permiten reconstruir la evolución
de una acción individual o social sobre determinados colectivos o grupos sociales. También se
cuenta con publicaciones sobre diferentes servicios y programas sociales en etapas previas a la
configuración del Estado de Bienestar, aunque su orientación sea más sociológica o político-
económica que histórica.

La producción bibliográfica sobre estos temas comenzó a proliferar a partir de la segunda mitad
de la década de los 80 en el S. XX, cuando ya se contaba con un diseño más o menos claro del
Estado del Bienestar en España y cuando la historia social encuentra espacio en el mundo
académico español. Una historia social que incorpora la historia de la pobreza, de las
instituciones hospitalarias, punitivas y benéficas, de la legislación social, laboral y socio -
sanitaria y la progresiva presencia e intervención de las autoridades político administrativas en
las vidas privadas, a unas líneas de investigación centradas en la organización social y
movimiento obrero.

Resulta difícil concretar el momento en el que aparece la profesión asistente social/ trabajador
social, su trayectoria ha girado en torno a la intervención como respuesta a las necesidades
sociales, intentando servir a cada persona y a la sociedad y promocionando el cambio o la mejora
humana a través de diversos mecanismos, entre los que se encuentra la cooperación y la ayuda
mutua. La intervención del Trabajo Social se dirigió a reparar las fracturas sociales, sin alterar
sus factores casuales ni los modelos político- económicos imperantes.

De todo ello se desprende que el trabajo social nació en tierra de nadie, en el denominado
espacio social, que no es ni política ni economía. En el origen de toda intervención social está la
pobreza y el carácter paliativo, temporal, exiguo e intermitente de toda acción social sin límites

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bien definidos.

1-DISCURSOS DE LUCHA CONTRA LA POBREZA

En el origen y desarrollo de lo que hoy definimos como Trabajo Social se encuentra la


preocupación por la pobreza, ésta ira variando a lo largo de la historia siguiendo el devenir
político, económico y cultural del marco geopolítico en el que se desarrolla.

El interés por la pobreza, por sus causas, manifestaciones, efectos y dimensiones se presenta
como un continuo en la documentación política, religiosa, económica, médica, urbanística y
académica.

S. XVI han de mencionarse las figuras de J. L. Vives, D. de Soto, J. de Medina, M. de Giginta o


C. Pérez Herrera representantes del humanismo y de la doctrina católica.

S. XVII sobresalieron los discursos de los arbitristas que expusieron soluciones a corto, medio o
largo plazo a las autoridades: González de Cellorigo, Martínez de Mata, Álvarez Osorio, Sancho
de Moncada y Fernández Naverrete, su posicionamiento se centró en el análisis económico y
financiero.

S. XVIII seguimos encontrando figuras como Campomanes, Floridablanca o Jovellanos.


Otro paso importante fue el desarrollo de las Sociedades Económicas de Amigos del País, en
ella se agruparon arbitristas e ilustrados con la intención de hacer propuestas conjuntas a los
gobernantes y de movilizar las conciencias en torno a la pobreza.

S. XIX responden a una larga tradición de humanistas, arbitristas y tratadistas de gran talla. Los
profundos cambios que se vivieron abrieron debates en torno a cuestiones como:
- La responsabilidad de las administraciones públicas en materia laboral de asistencia social y de
higiene pública
- La definición de pobreza, miseria y pauperismo
- Las enfermedades evitables, las enfermedades sociales y las desigualdades ante la muerte

S. XX, la producción literaria al respecto ha ido en aumento al suscitar análisis desde nuevos
enfoques, trabajos de relevancia política como los de los médicos: P. I. Monlau, A. Pulido, M.
Tolosa y F. Rubio, o los de C. Arenal

En los S. XIX y XX higienistas, reformistas, médicos, tratadistas, filósofos, primeros economistas


y sociólogos analizan las formas que va a ir adquiriendo la pobreza, sus esfuerzos se dirigen a
controlar e incluso erradicarla. Para ello pusieron en marcha políticas intervencionistas y
reformistas en lo social, centradas en las situaciones más urgentes y en mejorar la vida de las
clases más vulnerables. Estas políticas, contaron con el respaldo de los grupos de poder
económico, social y religioso, ya que entendían que estaban encaminadas a lograr la paz social
rota por el proceso industrializador.

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1.1-Voces con impacto: de Malthus a Simmel


Pensadores como R. Malthus, A. Smith o D. Ricardo en el S. XVIII y como A. de Tocqueville, H.
Spencer o K. Mary en el S. XIX comparten la idea de que la ayuda a la población pobre era inútil.
Por cuanto la pobreza resultaba inevitable e incluso conveniente.

Según R. Malthus, las leyes de la naturaleza exigían no ayudar a quienes no tenían posibilidad
de salir de su pobreza, por la escasez de los recursos disponibles. A.Smith o D. Ricardo, entre
otros formularon argumentos bastante sólidos como la conocida “ley de bronce del salario”,
según la cual los salarios tienden de forma natural, hacia un nivel mínimo capaz de cubrir solo
las necesidades más básicas de subsistencia.

Casi un siglo más tarde, encontramos el discurso de H. Spencer. Para él la pobreza se produce
por una menor capacidad inherente de cada individuo y una limitada adaptación por parte de
ciertos sujetos. Es decir, la responsabilidad de la pobreza es del individuo y las posibilidades de
supervivencia se concentran en los mejores, no en la totalidad de la sociedad.

La filosofía de los derechos naturales convivirá durante décadas con el liberalismo del S. XIX, si
bien se irán distanciando sus postulados. Una de las figuras centrales en ese proceso de
transición fue J. Bentham.

La apuesta por la individualidad del pensamiento liberal trasladaba la culpabilidad de la situación


vivida a cada individuo. J. Stuart Mill introducirá la idea de que la conciencia de la sociedad y el
sentido de la conducta individual, están en cierto sentido socializadas.
K. Marx propondrá como alternativa construir una nueva sociedad sin pobres, sin clases, tras la
supresión de las estructuras liberal-capitalistas que estaban conduciendo la sociedad hacia su
progresiva pauperización. K. Marx consideraba inevitable la pobreza dentro del orden social
establecido, pero rechazaba que fuera el orden natural de la sociedad. Marx plantea la
revolución social que destierre definitivamente las raíces de la explotación y la desigualdad
social, al socializar la producción e identificar al hombre con el ciudadano.

El pauperismo ocupará un lugar central en la obra de K. Marx una de sus aportaciones se centra
en la reflexión sobre las causas de la pobreza, diferenciando entre el pobre tradicional o sin
trabajo, y el pobre industrial o pobre emergente de la revolución industrial, que teniendo trabajo
vive en una situación de pobreza (salario de mera subsistencia).

El trabajo titulado “Memoria sobre el Pauperismo” de A. de Tocqueville (1835) puede


considerarse un primer intento de formulación de la cuestión social que plantea la pobreza.
Profundizo en la noción de la necesidad concluyendo que las necesidades variarán en función
del momento histórico y de cada sociedad.

Percibe que en las primeras décadas del S. XIX se desarrollan de forma simultánea la riqueza y
la pobreza. La distancia entre ambas hablará del nivel de desarrollo de esa sociedad.
Identifica a los pobres con aquellas personas que reciben asistencia, apoyo de sus semejantes,
e incluso viven a sus expensas, porque no tienen trabajo, ni ingreso ni pueden recibir ayuda de
su entorno. Esta nueva forma de pobreza identificada por Tocqueville se identifica con el estatus
social de asistido.

Encontramos más desarrolladas estas ideas en la obra de G. Simmel, casi un siglo más tarde.

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Para Simmel lo más terrible de la pobreza es ser pobre y nada más que pobre. A partir del
momento en el que la colectividad se hace cargo del pobre, éste solo podrá alcanzar el estatus
social de asistido, puesto que la asistencia llega a alterar la identidad de la persona asistida y le
confiere un estigma que marcará todas sus relaciones con el resto de miembros de la sociedad.
El Estado asume la obligación de auxiliar a los pobres, pero ello no se traduce en un derecho
para los pobres. Para compensar los fallos en la protección social de la solidaridad familiar, el
Estado se hace social. La pobreza pasa a ser de esta forma un asunto familiar y una cuestión de
Estado. Se traspasa la atención de la pobreza desde el ámbito privado familia y asistencia privada
al Estado que establece leyes sociales y determinados modos de intervención social.

1.2- De la pobreza a la exclusión social


A lo largo del S. XX han sido numerosos los estudios que han tratado el tema de la pobreza y sus
implicaciones.
El francés S. Paugan, tomando la propuesta de G. Simmel concluye que se pueden establecer
tres formas elementales de pobreza atendiendo a una configuración social concreta: integrada,
marginal y descalificadora.

La pobreza integrada nos sitúa ante un problema generalizado en una sociedad (no muy
industrializada), por lo que resulta más reproducible de generación en generación y se muestra
más persistente. Pero esta pobreza no implica exclusión social por la importante presencia de la
solidaridad familiar, así como por la inserción en la economía sumergida/informal y en las redes
de asistencia social.

La pobreza marginal está diferenciada del resto de grupos sociales y es bastante minoritaria.
Suelen considerarse personas inadaptadas a las nuevas realidades socioeconómicas, por lo que
están estigmatizadas. A pesar de su carácter residual, recibe mucha atención de las instituciones
asistenciales, interesadas en que lo sigan siendo.

En cuanto a la pobreza descalificadora se refiere a un proceso que puede afectar a capas de la


población integradas en el mercado de trabajo hasta un determinado momento. Su salida de la
actividad laboral lleva a estas personas a la precariedad en ingresos, condiciones de la vivienda,
salud y participación social. La pobreza se corresponde con una acumulación de desventajas, a
las que se ha ido dando respuestas desde los servicios de acción social con soluciones de
inserción y acompañamiento social, cada vez más generalizada entre quienes están en situación
de pobreza descalificadora y quienes son susceptibles de estarlo.

Otra de las principales aportaciones de S. Paugam se centra en analizar la experiencia de la


pobreza. Una experiencia que se presenta en relación al nivel de desarrollo económico, a la
importancia que adquieren los vínculos sociales, y en tercer lugar, a los modos de intervención
social y el desarrollo de los sistemas de protección social. Sobre este último punto delimita tres
tipos de relación de asistencia en correspondencia con tres fases diferentes del proceso de
descalificación social, concepto que hace referencia a la pobreza como proceso y no como
estado. Los tres tipos de relación son: fragilidad, dependencia y ruptura.

La fragilidad corresponde a la primera fase en la que la persona, tras un fracaso profesional o


ante la dificultad para acceder a un puesto de trabajo adquiere conciencia de la distancia que la
separa de la mayoría de la población.

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La fragilidad puede llevar a la dependencia de los servicios sociales que pasan a hacerse cargo,
de forma habitual, de las dificultades de estas personas.

Puede suceder que las ayudas cesen y se debiliten más las redes de apoyo informales. Se pasaría
de la dependencia a la ruptura de relaciones con los servicios sociales y otros modos de
intervención social. Es entonces cuando se detecta una acumulación de fracasos que conducen
a la marginación. Al no tener esperanzas reales de salir de su situación, sienten que han perdido
el sentido de su vida y optan por vías que ahondan más su fracaso (alcohol y drogas, sobre todo).

Será en la década de los 80 cuando la Comisión Europea (1989) comienza a emplear el término
exclusión en sustitución del de pobreza. Este cambio conceptual va a suponer también un
cambio de perspectiva: se ha de dar el salto definitivo de una concepción estática de la pobreza
a una dinámica, de proceso.
No se ha logrado establecer una definición compartida del concepto de exclusión social, aunque
se comparten como aspectos claves de la exclusión social:

 tiene un origen estructural,


 un carácter multidimensional y
 una naturaleza procesual.

El transito del concepto de pobreza al de exclusión social no significa que se haya descartado el
concepto de pobreza. Cuando se habla de pobreza, se ha generalizado la referencia a la carencia
de recursos para satisfacer necesidades consideradas básicas, que influyen en la calidad de vida
de las personas. Sus connotaciones son, sobre todo, económicas al aludir a los medios y
participar con normalidad en la sociedad. Pero también conlleva una categorización social. La
línea de pobreza se ubica de forma diferente según la persona o institución.

En cambio, la exclusión social, no solo se define en términos puramente económicos, sino desde
un tipo más amplio de participación en la sociedad. Es decir, hace referencia a un proceso de
pérdida de integración o participación del individuo en la sociedad en uno o varios ámbitos
(económico, político, social-relacional), siempre en términos relativos a su situación con
respecto al conjunto de la población. Tres aspectos clave:

- En cuanto a la exclusión como fenómeno estructural, se entiende que las transformaciones


producidas desde los años 70 en el mercado laboral, en las formas de convivencia y la institución
familiar, así como en la acción del Estado del bienestar, han sido las causas de la exclusión de
individuos, hogares, comunidades, grupos sociales, etc. Frente a las propuestas que culpan a
ceda individuo de su propia situación de exclusión, se pone énfasis en los factores estructurales.
- El carácter multidimensional incluye dificultades y barreras en aspectos como la participación
económica (empleo, ingresos, bienes y servicios), social, política y en los sistemas de protección
social (vivienda, educación y salud).
- La concepción procesual de la exclusión permite diferenciar distintas situaciones e
intensidades, como son el espacio de integración, la situación de vulnerabilidad y la situación de
fragilidad/exclusión social.

Desde esta perspectiva la exclusión social facilita definir la situación de pobreza permanente de
una minoría de hogares que, además, acumulan otras problemáticas graves en materia
educativa, laboral, relacional o de salud y cuenta con escasas posibilidades de salir de esta
situación sin ayudas.

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Al entender la exclusión social como un proceso de alejamiento progresivo de una situación de


integración social en el marco del Estado de bienestar, se pueden distinguir diversos estadios en
función de la intensidad: desde la precariedad o vulnerabilidad, hasta las situaciones de
exclusión más graves. No todas las situaciones de exclusión comportan situaciones de pobreza
y viceversa.

J. Subirats, entiende la exclusión social desde una perspectiva integral lo que se traduce en que
es una situación resultante de un proceso de acumulación, superposición y/o combinación de
diversos factores de desventaja o vulnerabilidad social.

1.3- De la teoría a la investigación sociológica aplicada: la Fundación FOESSA


Caritas asume la responsabilidad de completar su acción social con la investigación empírica,
contando desde ese primer momento con una importante implicación de las asistentes sociales,
más tarde, trabajadoras sociales. Su andadura comienza en 1941 dentro de la Acción Católica
del régimen franquista. De esta forma, se convertía en la organización oficial de las actividades
externas de la caridad en la Iglesia y en el órgano de la beneficencia pública y la asistencia social.
Su estrecha colaboración con el Estado no le impidió desplegar actividades con cierta
independencia.

En 1951 comienza a llegar la Ayuda Social Americana (ASA) que debía gestionarse desde una
institución sin ánimo de lucro, de una religión y con carácter benéfico. Esta fue Cáritas. Desde
ese momento se vio en la obligación de ser rigurosa, organizada, con cierto método de trabajo
y abierta a la colaboración con otras entidades.

En 1957 surge la Sección Social de Cáritas, tenía como objetivos orientar, investigar y planificar
la acción social. Para esta tarea se crea el Centro de Estudios de Sociológica Aplicada (CESA)
que capacitará al personal profesional, fomentará obras y servicios sociales e iniciará estudios
sobre la sociedad española para poder planificar actuaciones dirigidas a los sectores más
desfavorecidos y vulnerables. Todo ello se concretará en el llamado Plan de Beneficencia o Plan
CCB (Comunicación Cristiana de Bienes).

Al desaparecer el ASA, activarse el Plan de Estabilización e iniciarse los fuertes flujos migratorios
(éxodo rural y emigración internacional), se hacía necesario contar con información precisa
sobre el alcance de la pobreza en España y con nuevas fuentes de financiación. En 1965 comienza
su andadura la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) como
institución benéfico-docente de carácter privado con el impulso de Caritas Española, pero siendo
la vertiente secular del Plan CCB.

Para la tarea de divulgación se creó la revista Documentación Social que ha llegado a nuestros
días. Su finalidad será realizar estudios de planificación y orientación de la acción social.
FOESSA publicó varios estudios sociológicos y 5 informes sobre la situación y el cambio social
experimentado (1967, 1970, 1975, 1980-83 y 1994).
A partir del 2005 la Fundación FOESA centrará sus publicaciones e informes en tres ejes:

 Estructura social, Desigualdad y Pobreza-exclusión


 Relaciones sociales y
 Cooperación internacional

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La Encuesta FOESSA 2007 abordó a nivel estatal, por primera vez, un análisis multidimensional
de la exclusión social. Se elaboró un diagnóstico de situación de los sectores afectados por los
distintos procesos de exclusión social.

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2.CUANDO LOS DEBATES EN TORNO A LA POBREZA SE HACEN REALIDAD


La pobreza ha sido y es parte integrante de la realidad social. Como tal ha sido objeto de reflexión
e intervención. En cada etapa histórica la mirada se ha dirigido con especial interés hacia
aquellas manifestaciones consideradas más preocupantes por motivos políticos, morales,
económicos o sanitarios. Estados de pobreza, permanentes o temporales, que han afectado de
forma desigual por regiones o localidades, por variables como el sexo, la edad el estado civil, la
etnia, el nivel cultural o de ingresos, así como por condiciones ligadas a las trayectorias vitales.

La acción social, en un sentido amplio del término, se ha orientado a mitigar, más que a suprimir,
aquellas manifestaciones más visibles, porque son estas las que hacen aflorar problemáticas y
tensiones que pueden llegar a cuestionar el modelo de sociedad y gobierno. Concepción Arenal
sintetiza lo más novedoso de la creciente sensibilidad social hacia la pobreza cuando afirma que
lo que hay de nuevo en el asunto es que se estudia.

Los cambios político-económicos fueron por delante de una sociedad que seguía arraigada en el
pasado, en los valores preindustriales y tradicionales. Es cierto que desde mediados del S.XIX el
progreso científico, tecnológico y material estrechará lazos cada vez más fuertes con el ideario
liberal de libertad política, tolerancia religiosa y orden y paz, de tal manera que liberalismo y
progreso terminarán por confundirse.

Los discursos y debates en torno a las diversas formas que va adquiriendo la pobreza podrán
materializarse a medida que se detecten y diagnostiquen los problemas más acuciantes en cada
momento.

Al interés por explicar la nueva realidad social e identificar los principales problemas sociales, se
unió la elaboración de propuestas de resolución, adoptando nuevos planteamientos científicos
y herramientas estadísticas. Se entendía que la mejora de las condiciones de vida de sectores
amplios de la población pasaba por la instrucción, la salud pública y los servicios asistenciales.

Resultará cada vez más visible la referencia a los grupos más afectados por la pobreza, la
ignorancia, la exclusión, la enfermedad y la muerte en los discursos médicos, políticos,
filantrópicos, miembros de la iglesia, maestros. Estos grupos, heterogéneos en sí mismos, eran
el de las mujeres, los niños/as, las personas mayores y las enfermas. Cada uno presentaba
diferentes formas de marginalidad que requerían un tratamiento diferenciado y desde un nuevo
modelo de atención que se definirá como bio-pedagógico. En él las administraciones públicas
asumían una labor de coordinación, orientación y reglamentación destinada a una efectiva
“profilaxis social”. Desde ahí se preveía atajar la pobreza, el desempleo, la violencia, la
ignorancia, los abusos en la familia, el trabajo, los alquileres, y los desequilibrios socio-
económicos.

En ese esfuerzo contra la vulnerabilidad individual y social van perdiendo relevancia los factores
de riesgo endógenos (herencia y condiciones fisiológicas de cada individuo) a favor de los
exógenos. La formación profesional y moral resultaban ser, por tanto, piezas claves en la lucha
contra la pobreza. La responsabilidad de prevenir el empobrecimiento pasa a ser tanto individual
como social.
La asistencia va a ser una acción que va dirigida más a mitigar las consecuencias de las
situaciones más graves de desigualdad que a buscar o lograr la igualdad y la cohesión social.

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Las actuaciones desplegadas aparecerán en relación al doble sentimiento que genera la pobreza:
compasión y miedo. Las situaciones de pobreza se confundirán, en muchas ocasiones, con
comportamientos considerados desviados de la normalidad social.

Desde el S. XVI y hasta la contemporaneidad, la persecución de la mendicidad, el vagabundeo y


la ociosidad ha sido una constante por ser formas de vida no ejemplarizantes. Para quienes se
quedaban fuera de tal orden se abrieron hospitales, correccionales, inclusas, misericordias,
manicomios, cárceles, asilos y otros establecimientos a los que podía acudir para recibir, sobre
todo, cobijo, protección y formación. No tardaron en aparecer otros instrumentos dirigidos a los
espacios privados, como la visita o ayuda domiciliaria.

La asistencia ha estado organizada para mantener la disciplina y la moral. Ha evitado revueltas


y ha facilitado la subordinación a un orden social, político y económico preestablecido. En otras
palabras, el control social ejercido por las diferentes formas de ayuda institucionalizadas ha
contribuido a la legitimación de un orden y unas estructuras de poder. Pero para alcanzar los
objetivos marcados ha sido preciso contar con unos grupos de personas dispuestas a entablar
relaciones personales con quienes se hallaban en situación de pobreza, para asistirlos,
establecer sus verdaderas necesidades y asegurarse que las ayudas recibidas estaban teniendo
efectos sobre sus hábitos, sus formas de pensar y sus intenciones. Esta figura mediadora entre
el donante o benefactor y el asistido o beneficiario ha respondido a diversos perfiles, desde
miembros del clero y personas altruistas, ligadas o no a la iglesia, a visitadores con formación
sanitaria y asistentes sociales, hoy trabajadores sociales.

Moralizar y disciplinar, utilizando la opción de una ayuda selectiva y discriminatoria, son dos
rasgos que se incorporan al trabajo social desde su origen y que, todavía hoy, le acompañan.
Esta constatación supone entender que en el curso de la historia moderna y contemporánea han
variado los métodos e instrumentos adoptados para asistir a los pobres, pero no lo ha hecho su
finalidad última: educar, moralizar y disciplinar a quienes se encuentran en situación de pobreza
o exclusión social.
La población pobre o en riesgo de estarlo no ha sido pasiva. La violencia, la transgresión de las
normas o el apoyo a revueltas, ideologías o utopías salvadoras han sido algunas de sus
reacciones ante las actuaciones de los grupos de poder.

3. AGENTES PROTAGONISTAS DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL


Las dificultades para acotar los contornos que definen la pobreza en las diversas etapas
históricas se traslada a los agentes que protagonizan toda intervención en materia
socioasistencial. En primera instancia podrían quedar acotados a la Iglesia y al Estado con todas
sus ramificaciones (instituciones, personalidades, establecimientos, etc.) Esta afirmación resulta
reduccionista, aunque muy útil desde el punto de vista analítico. Más ajustado a la realidad seria
afirmar que el principal agente de toda intervención social es la familia, en cualquiera de sus
modalidades.

En este sentido no siempre ha sido sencillo establecer agentes concretos que actúan sobre las
diversas formas de pobrezas. El protagonismo ha recaído en actores múltiples que han
compartido la función de suministrar ayuda al “otro” individual o colectivo. Tales actores se
agrupan, básicamente, en tres: asistido, donante y mediador.

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La persona asistida es aquella nombrada como vagabunda, pordiosera, pobre, maleante,


mendiga, loca, enferma, transeúnte, marginada, delincuente o prostituta. Queda reconocida
desde el momento en que se la nombra, pero quedan situaciones que carecen de un nombre,
de una concreción, que facilita la detección y posterior satisfacción de necesidades. En todos los
casos, se espera que la persona o grupo asistido sea sumiso y muestre subordinación hacia los
otros dos actores, en particular hacia quien ejerce de mediador.

La figura mediadora ha de dar cuenta de sus actuaciones a quienes ejercen de donantes como a
las personas asistidas que esperan ver cubiertas sus necesidades. A partir del S. XX la
profesionalización se irá convirtiendo en la seña de identidad de esta tarea de intermediación.

El tercer actor, el donante, establece la cuantía y modalidad de las acciones de ayuda, los sujetos
perceptores de las mismas y la finalidad y objetivos que justifican su decisión. Al igual que los
actores anteriores, busca obtener algún tipo de compensación, provecho, personal o social.
Puede esperar desde el perdón de sus faltas, el reconocimiento personal o social, mayor control
sobre los beneficiarios de su donación hasta orden y paz social.

La interacción y la interdependencia de los tres actores colaborará en la configuración de unos


sistemas de protección social que pasarán por diferentes etapas hasta quedar bastante definidos
con el Estado de Bienestar. La interacción entre donantes, asistidos y mediadores ha de ser,
necesariamente dinámica e inestable por estar sujeta a contextos políticos y socioeconómicos
que trascienden su propia interdependencia.

Los actores de la intervención social conducen nuestra mirada a los tres sectores que han
canalizado las diversas actuaciones sociales: las administraciones públicas, la iglesia y otras
iniciativas privadas. A estos sectores se ha sumado en las últimas décadas la iniciativa social o
Tercer Sector, reagrupándose así la iniciativa privada dentro del segundo sector.

Hacia el S. XX, los principales agentes que se fueron perfilando en el tratamiento de diversas
situaciones carenciales pueden quedar reducidos a tres en España: Estado, Ayuntamientos e
Iglesia. Su creciente protagonismo convivió con formas se solidaridad familiar, comunitaria o de
grupo no organizadas, pero de importante impacto para el desarrollo tanto individual como
social.

La caridad particular representa la principal manifestación de la actuación social feudal. Las


limitaciones del Estado en materia asistencial quedaron patentes en el S. XVIII cuando afloran
propuestas de abrir espacios más allá de lo privado, hacia unos poderes locales y estatales que
superen la realidad social de un entramado dependiente de la Iglesia, de una élite administrativa
y de una monarquía personalista.

Se produjeron algunos avances en la diversificación y, a la vez, concreción de los agentes


centrales de la intervención social. Uno de ellos fue la introducción de principios y valores como
el trabajo, la producción, la vecindad y la utilidad. Un segundo avance se centró en la lucha
contra la dispersión de la asistencia en hospitales, cofradías, obras pías o gremios, entre otros,
y que llevó a que corregidores y párrocos “ilustrados” asumieran la gestión de los recursos
asistenciales por medio, de las Juntas de Caridad. Es así como se inicia, la transferencia del
encargo asistencial de la Iglesia a los ayuntamientos.

En el S. XIX la Iglesia seguirá controlando el espacio religioso y el benéfico-asistencial. La crisis


profunda en la que entraron instituciones centrales como los hospitales, hospicios o

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misericordias como consecuencia de las guerras civiles, las epidemias, las crisis de subsistencia
y la inestabilidad política, facilitó la política municipal de los socorros a domicilio. La Ley de
Beneficencia de 1849 intentó impulsar las diputaciones provinciales con la finalidad de ir
conformando un sistema asistencial menos privado, mejor organizado y menos religioso. En la
práctica, la beneficencia municipal seguirá siendo coprotagonista de segundo orden en materia
asistencial.

La estructura de poder desplegada durante la Restauración, reinando Alfonso XII y Alfonso XIII,
necesitaba de la Iglesia. Igualmente, ésta necesitaba del Estado para alcanzar la recatolización
de una España que parecía haber perdido hacía tiempo el centralismo alcanzado en Trento. Se
sirvió para ello del despliegue de sus funciones pastorales, educativas y asistenciales. El
catolicismo social llegó con retraso a España por las reticencias que levantaba entre diversos
sectores liberales y entre los ultraconservadores, pero en la década de los 80 encontrará
respaldo con la publicación de la encíclica De Rerum Novarum y el despertar de una sociedad
civil que se organizará en asociaciones confesionales antiliberales. Se va a reproducir esa
estrecha relación entre Estado e Iglesia durante el gobierno de Franco.

Durante las primeras décadas del S. XX se gesta el inicio de la enseñanza formal del trabajo social
y la formación teórico-práctica de quienes aspiran a ser sus profesionales.

En España, la iniciativa de la asistencia social y de su profesionalización la han llevado, con


retraso respecto a otros países europeos y norteamericanos, el catolicismo social y ciertos
profesionales como los médicos. En suma, el origen del trabajo social se halla en los orígenes de
unas políticas sociales contemporáneas que han intentado lograr la estabilidad política y, con
ella, la económica, el aumento de la fuerza de trabajo y una socialización que reproduzca los
valores y los rasgos distintivos de la burguesía.

4. LA POBREZA, EL POBRE Y LA CARIDAD EN EL MUNDO MEDIEVAL Y


MODERNO

1-LA
POBREZA COMO OBJETO DE ATENCIÓN: DEFINICIÓN, FACTORES Y
MECANISMOS DESENCADENANTES, CUANTIFICACIÓN

1.1-En torno al concepto de pobreza


La pobreza como fenómeno humano ha estado siempre presente en la historia, se ha mantenido
de diversas maneras a lo largo de los siglos, con características y matices cambiantes según los
tiempos y las culturas, de modo que intentar definirla objetivamente, de una forma unívoca y
generalizable, ha resultado ser una cuestión compleja.

Una posible definición generalista en torno a la cual suele haber un cierto grado de consenso es
la de entender la pobreza como una “carencia relativa de los medios o recursos que determinan
la calidad de vida de las personas (alimentación, abrigo, alojamiento, salud, educación, etc.) Al
decir es una “carencia relativa”, se quiere subrayar, por una parte, que el indicador del umbral
es variable, es decir, que está en función del nivel de vida del resto de los miembros de la

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sociedad y de la cultura que estamos considerando en el análisis, y al mismo tiempo, se querría


señalar que una “carencia relativa” hace referencia sobre todo a un acceso restringido a los
medios y recursos, más que a la inexistencia o a la desposesión absoluta y perpetua de los
mismos. La expresión “calidad de vida”, supone también un conjunto complejo de variables, con
escalas móviles de posibles valores para cada una de ellas que, si facilitan los análisis y su
categorización, restringen su aplicación a niveles locales y temporales muy concretos, que
limitan su generalización.

El término “pobreza” ha mantenido prácticamente siempre al menos dos propiedades básicas:


- La primera es la privación, ausencia o carencia de bienes y elementos materiales para la propia
subsistencia de un individuo o de su familia y
- La segunda, una inferioridad social, una subordinación, falta de poder y consideración sociales,
de dignidad personal y formación, con el añadido, muchas veces, de una incapacidad física (sea
de discapacidad o de salud)

1.2- Factores y mecanismos generadores de pobreza


Una aproximación clásica al fenómeno de la pobreza en las sociedades modernas consiste en
distinguir los llamados pobres “estructurales”, que son los que se identifican con la mayoría de
las categorías tradicionales de “pauperes” (ancianos, niños, huérfanos, viudas, mujeres con
niños), y los llamados pobres “coyunturales”, aquellos que por fluctuaciones económicas y crisis
de subsistencias habían atravesado el umbral de la pobreza.

1.2.1- Factores coyunturales: los ejemplos de la inflación y las crisis de


subsistencias
La evolución de la economía y en concreto del mercado de trabajo ha sido siempre un
condicionante importante del nivel de pauperización de las masas. En realidad, las variaciones y
aumentos significativos de la cantidad de pobres solían depender de las oscilaciones de la
“coyuntura” económica.

Durante los siglos modernos se vive en el mundo rural y en el urbano una transformación de las
estructuras de producciones agrarias y artesanales hacia las formas de producción y
comercialización capitalistas, que van a provocar un importante coste social de pobreza entre
los pequeños campesinos y los asalariados tanto del campo como de la urbe. El S. XVI padeció
desde sus primeras décadas una serie de factores “coyunturales”, que, articulados en estrecha
relación con las transformaciones económicas de fondo, provocaron repetidas oleadas de
nuevos “pauperes”.

En primer lugar, se produce una inflación de los precios que repercutiría negativamente en el
poder adquisitivo de los grupos populares, empobreciéndolos Y en segundo lugar, se registra la
repetida presencia de fuertes crisis cíclicas de subsistencias.

Así la centuria del 1500 vivió la llamada “revolución de los precios”. El alza, aunque fue general,
afectó de manera particular a los precios de los cereales y al resto de los productos agrícolas
alimenticios, siendo un poco más moderado el incremento que sufrieron los productos agrícolas
y alimenticios, siendo un poco más moderado el incremento que sufrieron los productos
artesanales e industriales. A esta tendencia alcista de los precios no le siguió un aumento
idéntico del valor “real” de los salarios, aunque estos también aumentaran notablemente a nivel

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“nominal”. El poder adquisitivo real mantuvo una tendencia casi constante a la baja desde 1520
a 1600. De modo que, en España, al final de la centuria, el poder adquisitivo de un asalariado
urbano de carácter medio había disminuido al menos entre un 25 y 30 por ciento con respecto
al comienzo del siglo.

Los precios se cuadriplicaron en el S. XVI. Las Cortes Castellanas fueron a lo largo de toda la
centuria un verdadero registro de quejumbres, denuncias y descontentos sobre la cuestión, sin
que las diversas medidas legales que se ensayaron dieran resultado alguno. Para agravar la
coyuntura habría que añadir el peso de los impuestos, que aumentaron sin cesar durante todo
el siglo, en un intento por parte de la corona española de compensar el progresivo
endeudamiento del Estado.

En medio de este movimiento constante del alza de precios, de inflación como factor de
depauperización, se encuentran las “crisis de subsistencia”. Son crisis de hambre. Todo parece
indicar que las causas de estas crisis se solían generar por crisis agrícolas. La reducida diversidad
de cultivos, el limitado volumen de las reservas de alimentos, las dificultades de la comunicación
y del transporte de la época para llevar a cabo eficazmente las tareas de rehabituallamiento, se
conjugaban para convertir unas malas cosechas, en situaciones de escasez, que provocaban el
alza de los precios de los productos agrícolas, y que, según su duración o la escasez de los
alimentos, podían tener numerosas consecuencias negativas a nivel social y demográfico.
España conoció en el S. XVI diferentes crisis de subsistencias que fueron acompañadas en
algunas ocasiones por epidemias. Estas crisis afectaban especialmente a las clases más
populares y originaban la aparición llamativa de nuevos grupos de desocupados y mendigos, que
acudían de forma masiva a los núcleos urbanos en busca de trabajo y ayudas.

La escasez conducía a las clases económicamente más débiles a consumir menos cantidad de
alimentos o de más baja calidad, reduciendo sus defensas biológicas y capacidad de
supervivencia. Las propias crisis agrícolas podían generar por sí mismas brotes de epidemias y
enfermedades contagiosas (habitualmente infecciones por hongos y parásitos), fruto de las
modificaciones de los ritmos biológicos causadas por las mismas alteraciones climatológicas,
generando al mismo tiempo plagas que incidían negativamente a su vez sobre cosechas. Estas
situaciones provocaron un aumento de las migraciones en busca de asistencia, alimentos y
trabajo, con toda la serie de consecuencias sociales y demográficas negativas que solían
acompañarlos.

Este éxodo migratorio de campesinos y jornaleros, de familias enteras empobrecidas, era una
de las más graves secuelas de las crisis. Su importancia se revela en el aumento del número de
asistidos en esos periodos por algunas instituciones caritativas.
Las crisis de subsistencias, especialmente las más severas, como lo fueron la de 1522 en Europa,
las de 1539-42 y de 1575-79 en España y la de la última década del S. XVI, en una espiral de
hambre y peste que afectó a toda Europa, con la cúspide de la inclemencia en los años 1597-
1600, suponían tales manifestaciones de pauperismo y de sus consecuencias de vagabundeo y
mendicidad, invariablemente escoltadas además por el aumento de todas las formas de
marginación y de desviación social, que ponían a prueba en muchos centros urbanos la limitada
capacidad de las instituciones asistenciales existentes, desbordando sus recursos, disminuidos
ya por la propia crisis, y revelando la ineficacia de numerosas medidas de control social que
establecían los consejos o ayuntamientos urbanos ante la realidad de la pobreza. Estas crisis,
ante la incapacidad de las medidas que se aplicaban, eran los detonantes que generaban la
aparición de nuevos proyectos de asistencia y que provocaban las reformas de las políticas
sociales a nivel institucional y legal. En este sentido, hay una correlación casi perfecta entre las

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graves crisis y el surgimiento de nuevos modelos y planes de intervención.

1.2.2- Factores estructurales: el ciclo de la vida individual y familiar.

Algunas de las categorías permanentes (infancia, mujeres con niños y ancianos) de la “pobreza
tradicional” solían responder a factores estructurales, que eran factores inherentes, en este
caso, a la “estructura” misma del ciclo de la vida humana.

Hay etapas de la vida individual y familiar, que, por sí mismas, suelen ser más vulnerables a la
pobreza, y que permanecían como un “factor estructural” depauperizador inalterable,
presentes siempre en los ciclos de vida, y que definía, algunos de los constantes tipos y rasgos
tradicionales que había asumido la imagen de la pobreza. A lo largo del S. XX, los “Estados del
Bienestar” han ido estableciendo políticas de distribución social de rentas y beneficios que han
intentado suavizar los niveles de pobreza e inseguridad económica (subsidios de desempleo,
pensiones de vejez, seguridad social, políticas familiares, atención y educación a la infancia, etc.).
pero en las sociedades modernas, anteriores a los “Estados Sociales”, los individuos y familias
que sólo dependían de su trabajo, podían en diferentes etapas de su ciclo de vida no ganar lo
suficiente para poder subsistir. Estas fases de pobreza estructural se concretaban habitualmente
en tres periodos del ciclo de la vida:

 En la infancia y adolescencia
 En el momento del aumento de cargas y responsabilidades familiares
 Y en la vejez.

La infancia por su dependencia e insuficiencia económica para cubrir sus necesidades, suponía
una etapa especial de fragilidad ante la pobreza, además de que los hijos, en algunos casos,
podían representar una carga económica que podía desequilibrar la precaria capacidad de
subsistencia de la familia. Todas las políticas sociales de los siglos modernos, prestaran una
atención especial a la reeducación infantil, considerada como uno de los medios preventivos
más adecuados y oportunos para luchar contra la marginación y la desviación social adultas.
Junto a estas medidas asistenciales y educativas, las estrategias familiares de supervivencia
fueron la colocación de los hijos, tan pronto como estos tenían edad, en contratos de
arrendamientos de servicios que suponían el abandono del hogar y representaban un alivio
económico para el resto de la familia.

La posibilidad de escapar de los umbrales de la pobreza y superar los niveles de subsistencia


llegaba con la juventud y la incorporación plena al mundo laboral, que posibilitaba la
independencia económica y la manutención propia. Solían ser también los años de matrimonio.
Con la fundación de un hogar y el progresivo nacimiento de los hijos, el nivel de vida individual y
familiar podía entrar en una nueva fase de pobreza por la insuficiencia de los ingresos para cubrir
los crecientes gastos familiares, hasta que los hijos se independizaban por el trabajo y dejaban
a su vez el hogar. En esta etapa era habitual encontrar también en las listas de los pobres la
existencia de numerosas mujeres, muchas de ellas viudas, solas o con ancianos y niños a su
cargo. Una realidad social que unida a las dificultades de acceso de la mujer al mundo laboral
y a los salarios más bajos que recibían, provocaba el fenómeno tradicional de la “feminización”
de la pobreza.

La tercera etapa de pobreza y dificultad para subvenir a las propias necesidades llegaba con la
vejez y la progresiva incapacidad para el trabajo, que obligaba a numerosos ancianos a depender

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de modo permanente de las redes de ayuda mutua, de las ayudas caritativas institucionales o
de la mendicidad.

1.2.3- Factores accidentales


Si los factores coyunturales y los factores estructurales se consideran mecanismos de
empobrecimiento colectivo, por las dimensiones de la población que resultaba afectada, existían
otros factores considerados por la historiografía como accidentales, porque eran factores, que,
en principio, afectaban a nivel individual o familiar, no pudiéndose considerar procesos
colectivos ni generales.

Este es el caso de la enfermedad, que era vista por los contemporáneos como una causa directa
de la pobreza. La presencia de la enfermedad en una familia, originaba una disminución o
ausencia de ingresos e incluso, en los casos de convalecencias largas, podía ocasionar el
endeudamiento y el empeño de los enseres y bienes materiales de la familia. Y también en cierto
modo, a nivel colectivo la enfermedad generaba procesos de depauperización. De modo
especial, las enfermedades infecciosas típicas de los siglos modernos, que desarrollaban
epidemias de diversa extensión e intensidad y tenían una mayor frecuencia de aparición en las
grandes urbes. Era una constatación de la época que los brotes se iniciaban en los barrios más
pobres y marginados, que eran también los que sufrían la mayor incidencia de la enfermedad y
presentaban los mayores índices de mortalidad.

Era inevitable la predisposición de los humildes a la enfermedad a causa de sus dietas


inadecuadas, sus condiciones higiénicas insuficientes y su precaria condición de abrigo en ropa
y vivienda, que repercutían en un bajo nivel de resistencia a la enfermedad, y esto tanto a nivel
colectivo de grupo social desfavorecido, como a nivel individual, por lo que el resultado de estos
procesos depauperizadores repercutía con mucha más crudeza en los grupos social y
económicamente más débiles.

Y junto a la enfermedad, la incapacidad laboral por accidentes y por deficiencias físicas, a la que
se sumaban no pocos soldados licenciados (y mutilados) que habían quedado inútiles para el
trabajo. También las guerras y campañas militares eran una causa accidental de aumento del
pauperismo.

1.3- La cuantificación de la pobreza

No es posible ofrecer datos cuantitativos fiables que nos den una idea real del incremento del
pauperismo. La cuestión se complica porque, en primer lugar, supone cuantificar un conjunto
social que en buena medida es incuantificable, por la imprecisión misma del concepto de
pobreza y sus límites cambiantes, y porque el número de pobres varia no solo de acuerdo con la
evolución económica a corto y larga plazo, sino también en función de las pulsiones
momentáneas de la coyuntura. Toda la franja social inferior de la población es susceptible de
traspasar los límites de la pobreza y la indigencia en momentos de crisis, tras los cuales es
también posible, aunque no siempre tan fácil, que una parte de esa población pueda volver a
salir de esa situación por lo que para su adecuada cuantificación sería necesario poder disponer
de series de datos para amplios periodos históricos, de las que apenas disponemos.

En segundo lugar, el tema no es simple por las dificultades que suponen las fuentes que ofrecen
datos, ya que suelen usar criterios diferentes para conceptualizar la pobreza, por lo que hacen

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referencia a realidades distintas o a perspectivas parciales de la realidad social de los pobres.

Una de las fuentes usadas han sido los “censos”, los estudios existentes son de desigual valor y
hacen referencia, a listas de origen municipal cuya finalidad solía ser fiscal. Se trata de
“padrones” para el repartimiento de cargas e impuestos. La población era clasificada en función
de sus posesiones o patrimonio.

Por otra parte, el uso que se hace del término “pobre” es relativo, se refiere al que no tiene o
apenas tiene patrimonio y al que no puede, o apenas puede, pagar impuestos porque no tiene
de qué. Se asimila no sólo al pobre en sus categorías tradicionales, sino al trabajador manual, al
jornalero, incluso, en ocasiones, al labrador pequeño propietario. “Pobre” es el “trabajador”
cuyo diario esfuerzo no llega siempre a mitigar sus necesidades.

Hay que tener en cuenta también a la hora de contabilizar el “número” de pobres, que el término
“vecino” era la unidad fiscal contable de la época, al convertirlo en número de habitantes podría
resultar inadecuado para el caso de “vecinos pobres”, provocando una sobrevaloración
demográfica del pauperismo, ya que, por una parte, muchos de estos vecinos pobres no eran
unidades familiares “normalizadas”, sino personas solas, especialmente mujeres viudas.

Un modelo complementario a los “censos”, utilizado para intentar acercarse al número de


pobres en un momento dado o para aproximarse a su nivel de vida, ha sido el método de los
llamados “índices de subsistencia”, que consiste en una comparación entre los ingresos que
percibe un trabajador durante un periodo de tiempo y el coste de la vida a nivel de subsistencia
en ese mismo periodo y lugar, de modo que quede reflejada la realidad económica,, adquisitiva,
capacidad de supervivencia, de ahorro, … del trabajador. Pero también estas contabilizaciones
hechas a partir de los “índices de subsistencia”, establecidos en función de los salarios laborales
y los precios de los alimentos, se basan en algunas conjeturas que pueden exagerar el nivel de
pobreza, pues con frecuencia solo se conocen los salarios de varón adulto que está al frente de
la unidad familiar sin considerar otras formas de salario en especies o compensaciones
alternativas y complementarias que reciben muchos trabajadores.

Otro enfoque metodológico de cuantificación de la pobreza, que se ha venido usando en algunos


trabajos, ha consistido en el uso de los registros parroquiales de defunción, que solían ser
también registros contables por los costes e ingresos que suponía el funeral, de los que los
pobres solían quedar exentos, además de que los párrocos podían anotar entre los datos
personales del difunto referencias a su situación material, por lo que era posible relacionar el
número de difuntos pobres con el total de las defunciones.

Los resultados eran en muchos caos parciales ya que no recogían el total de la mortalidad. Quizás
la aproximación más aceptable al número de pobres que representaba el “grupo social
significativo” para la aplicación de medidas asistenciales, y al que iban encaminadas la mayor
parte de intervenciones legales de política social y las reformas de la beneficencia, sean las “listas
de pobres” merecedores de asistencia, que confeccionaban algunas ciudades en momentos de
crisis, o bien las mismas “listas” a nivel parroquial, que ya no eran siempre fruto de la crisis, sino
el registro ordinario de las ayudas caritativas que se daban en la demarcación de la parroquia.

Hay que tener presente que los datos que se aportan sobre la pobreza no suelen recoger la
pobreza no avecindada pero presente en las ciudades, como los vagabundos y mendigos
desarraigados, sin rostro ni domicilio fijo, muchos de ellos pobres fingidos que desbordan el
campo de la pobretería y se introducían en el submundo de la marginación social.

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2- ELPOBRE COMO SUJETO RECEPTOR: TIPOLOGÍA, ACTITUDES Y


DISCURSOS PÚBLICOS, LEGISLACIÓN

2.1- Los pobres: su tipología


Se diferencia entre dos clases fundamentales de pobres: los legítimos o verdaderos y los
ilegítimos o falsos, también llamados fingidos. Y se solía hacer en función de su capacidad para
el trabajo. Los incapacitados para el mismo eran los pobres legítimos, dignos de asistencia. Aquí
entraban todas las categorías tradicionales de la pobreza: por una parte, los lisiados,
contrahechos, tullidos y baldados, los ciegos, los deficientes y los enfermos, y por otra el grupo
de pobres tradicionales que hemos llamado estructurales (infancia, mujeres con o sin niños,
viudas y ancianos). A estas categorías tradicionales (accidentales y estructurales) de “pauperes”
legítimos se unían los pobres coyunturales (trabajadores en paro y emigrantes, con sus familias).
Dentro de estas clases de pobres verdaderos o legítimos, se encontraba también el grupo de los
llamados “pobres vergonzantes”. A estos se les procuraba asistir de modo discreto y sin
publicidad alguna.

Estos grupos y tipos de pobres verdaderos eran los lógicos candidatos a ser asistidos por las
instituciones de caridad y asociaciones de asistencia. Además existía una amplia red informal de
ayudas particulares o privadas (familia y redes de parentesco, redes de amistad y compañerismo,
relaciones con otras familias de vecindario y comunidad local), cuya asistencia se está revelando
como una acción social mutua, de gran eficacia a la hora de subvenir las necesidades básicas de
los afectados, estos tipos de asistencia solían fundamentarse sobre relaciones de conocimiento
y confianza mutua, que se daban cuando las familias o individuos estaban avecindados, llevaban
cierto tiempo residiendo en la comunidad y existía una convivencia cotidiana con sus convecinos.
En este sentido, los pobres forasteros recién llegados con sus familias, los jornaleros en paro, los
mozos sin amo, que emigraban todos ellos en busca de trabajos estacionales, caían dentro de la
categoría de “desconocidos”, y en consecuencia su participación o incluso en estos modelos y
redes quedaba dificultada. El “desconocido” generaba desconfianza y prevención.

A pesar de la asistencia “organizada” y de las redes informales, la mendicidad constituyó siempre


una estrategia de supervivencia fundamental para los necesitados, y como tal ha permanecido
inalterable a lo largo de los siglos, habiendo conocido en su larga historia recurrentes intentos
de supuesta prohibición y abolición absoluta, de aceptación y libre ejercicio, u otros de
regulación y control moderados por parte de las autoridades públicas. A esta actividad de
mendigar, como método fácil de “hacer bolsa”, es a la que se alistaban los pobres ilegítimos,
falsos o fingidos. Gentes que, siendo útiles para el trabajo, optaban por la mendicidad como
medio de vida, convirtiéndose, convirtiéndose en vagabundos holgazanes, en gente errática sin
vínculos ni lazos sociales, violentos y promiscuos, en pícaros, trúhanes, prostitutas y maleantes,
gente dañina para sí mismos, para los pueblos y para el Estado. Son principalmente estos
mendigos fingidos los que van a desarrollar todo un repertorio de prácticas fraudulentas e
inhumanas para despertar la compasión y obtener beneficios con su oficio.

2.2- Actitudes y discursos públicos sobre la pobreza


A modo de síntesis muy simplificadora se suele aceptar que en la historia de la cultura occidental
entre los siglos medievales y modernos se ha dado un cambio en los modelos de pensamientos

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y en las actitudes sociales ante los pauperes. De modo que en el medievo se consideraba a la
pobreza como una condición de vida material simbólicamente dignificada por connotaciones
religiosas, siendo vista como un valor moral cuando era aceptada dentro de un orden natural
providencialista. La riqueza y la pobreza resultaban ser a la postre polos complementarios, y así
mientras lo pobres necesitaban la ayuda y la misericordia de los ricos, estos a su vez necesitaban
la ayuda y la misericordia de los ricos, estos a su vez necesitaban a los pauperes para justificar
moral y socialmente su propio poder y riquezas a través de las obras de misericordia y justicia,
de modo que la limosna, en todas sus variantes, se convirtió no sólo en un precepto moral y
religioso general para todos, y de modo especial para los poderosos, sino que, a su vez, estos
cumplían una obligada función social de redistribución de bienes, de protección de los débiles y
ayuda a los necesitados, como parte de una exigencia religiosa, pero también de justicia natural
y económico-moral que en cierto modo los justificaba en su estatus ante Dios y ante los hombres
dentro de esa cosmovisión medieval.

La Iglesia desde sus comienzos ejerció el reparto de ayudas y limosnas a los necesitados, generó
fondos comunes benéficos y creó instituciones asistenciales y hospitalarias. La Iglesia se
convierte en representante cualificada de los intereses de los menesterosos, y en calidad de tal,
en receptora de limosna y donaciones para su adecuada distribución entre los pobres. Podría
decirse para los siglos medievales que la práctica totalidad de la acción asistencial organizada se
realizaba a través de las diferentes instancias eclesiásticas.

En el S. XIV y en el XV, van surgiendo en las ciudades nuevas respuestas sociales y de control al
problema de los pobres, mendigos y vagabundos, cada vez más numerosos. Son respuestas
“arcaicas” y “noveles”, que se mueven entre la continuidad y la renovación de los modelos
asistenciales anteriores, pero en las que las autoridades municipales asumen responsabilidades
mayores junto a los eclesiásticos, además de advertir un incremento de la presencia de laicos en
la gestión y organización de las acciones sociales.

No hubo una brusca transformación entre un supuesto “modo medieval” y un supuesto “modo
moderno” de abordar la pobreza, y aunque en la sensibilidad de las elites hay una creciente
actitud hostil hacia los mendicantes y pordioseros, las costumbres populares siguieron
manifestando actitudes solidarias con los mendigos. El marco intelectual con el que venimos
concibiendo la pobreza hasta nuestros días se fundamentó a finales del S. XV y en XVI.

Tal vez la nota característica de S. XVI respecto al pauperismo y a la marginación sea la toma de
conciencia de su dimensión como problema social. Hay una preocupación generalizada por el
tema en las ciudades, en las Cortes de los estados, en los grupos intelectuales de los humanistas
y en los teólogos y eclesiásticos, tanto católicos como protestantes. Y va a ser una centuria
decisiva para plantear el problema a nivel político y hacer de él una cuestión central de las
controversias ideológicas y sociales de la época.

Es en los comienzos del S. XVI cuando se da un aumento de los testimonios de rechazo y de repulsa
del “pobre”. Tal vez las sucesivas crisis coyunturales de subsistencias que viviría el Siglo ayudaron
a acentuar esa imagen negativa de los grupos de pobres, especialmente en las urbes, donde el
número de menesterosos y la diferencia entre la miseria y la ostentación de la riqueza serían más
notables que en los ambientes rurales. Lo cierto es que se constata una “representación” diferente
de la pobreza: el pobre, el mendigo, especialmente el urbano, pierde su carácter familiar y
consentido, para convertirse en un ser anónimo y peligroso, generador potencial de epidemias,
de revueltas y vicios, y que nada tiene ya que ver con el valor religioso y moral de la pobreza. Todo
en esta “nueva” imagen predispone y parece exigir la intervención de los poderes públicos.

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Puede resultar poco adecuado a la realidad histórica, hablar de “cambios” o de “periodos”


cuando nos referimos a la historia de las mentalidades, porque en el ámbito de las actitudes
mentales colectivas, los “cambios” pueden ser difíciles de temporalizar y, por lo tanto, de
explicar su origen, su desarrollo, y el alcance social y espacial del supuesto “cambio”. Aun cuando
las grandes estructuras culturales y sus crisis pueden ser puntos de referencia para estudiar las
variaciones de las actitudes colectivas, también es cierto que esos momentos críticos no
provocan necesariamente un cambio inmediato en la sensibilidad de una época ni en los modos
de valoración existentes. Incluso es posible que diferentes sistemas de valores puedan coexistir
simultáneamente en la sociedad.

Quizás, este sea el caso concreto del supuesto cambio de la mentalidad colectiva moderna frente
a la pobreza. A pesar de que es común en el Medievo considerar la pobreza como un valor moral,
y presentar al pobre integrado en su mundo, también lo son los numerosos testimonios que
muestran que tal vez siempre existió una clara distinción conceptual y social sobre la pobreza
voluntaria exaltada como camino de perfección moral y la indigencia material, y que era
necesario hacer una distinción entre pobres “verdaderos “y “fingidos” merecedores estos de
castigo.

En la sociedad medieval el concepto de pobre pasa de ser un “predilecto de Dios” a ser “un sucio
holgazán y delincuente potencial”, parece evidente que en este periodo histórico coexistían
diversas actitudes y doctrinas en materia de pobreza y que la apología de la pobreza hacía
referencia, al mundo espiritual, mientras que la indigencia material se consideraba como una
condición sin dignidad, fuente de marginación social y moral.

2.3-La legislación sobre los pobres

2.3.1-Los estatutos municipales de reforma de la asistencia y el edicto


imperial de 1531
A nivel europeo, el éxodo rural continuo y en progresivo ascenso de jornaleros y familias que
emigraban hacia las ciudades, se vinieron a sumar en las primeras décadas del S. XVI repetidas
crisis de malas cosechas, que, al provocar la consabida oleada de nuevos vagabundos y
mendigos, obligaba a adoptar soluciones de acuerdo con los modelos tradicionales de caridad y
control social. Sin embargo, estas medidas resultaban ya ineficaces para hacer frente a un
problema que las nuevas condiciones demográficas y económicas habían amplificado. La fuerte
crisis agrícola de 1521 y 1522 que revistió dimensiones europeas fue posiblemente el detonante
del inicio de las reformas en las ciudades de las políticas pobres.
Las reformas se caracterizan por ser un intento de organización racional de la asistencia en busca
de efectividad, muy acorde con la nueva mentalidad moderna, y cuyas notas esenciales son:

En primer lugar, la centralización de todos los recursos ciudadanos de asistencia en una bolsa
común y/o un hospital o institución general, donde confluyen todos los donativos y limosnas
voluntarias, por una parte y las rentas de todas las instituciones benéficas sean privadas o
eclesiásticas.
En segundo lugar, la secularización de la administración, distribución y control de fondos y de
las instituciones benéficas, que queda en mano de las autoridades municipales y de un consejo
formado fundamentalmente por laicos, si bien normalmente, con participación eclesiástica.

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Estas dos primeras características (centralización y secularización) suponían no solo una


importante reducción y limitación de las actividades caritativas que tradicionalmente había
desempeñado la Iglesia, especialmente las órdenes mendicantes, sino también una pérdida
importante de ingresos (limosnas, donaciones y rentas de instituciones benéficas), que
quedaban bajo el control del concejo municipal.

En tercer lugar, se realizaba una clasificación de los pobres para designar a los que debían recibir
asistencia de la bolsa común o en el hospital general y los que podían trabajar y ganarse el pan,
y como consecuencia se prohibía totalmente la mendicidad. Aquí radicaba la cuarta nota típica:
el trabajo, como método terapéutico por excelencia. Los vagabundos forasteros eran enviados
a sus lugares de origen y se limitaba a una noche normalmente la estancia de peregrinos en la
ciudad. Se organizaba la educación o reeducación de los menores abandonados y de los hijos de
padres indigentes, y se convertía a las parroquias en centros de información sobre las
necesidades de las familias pobres de su demarcación, invitando, además, a los párrocos a
propagar y defender la reforma asistencial desde el pulpito y el confesionario.

Aunque todas estas reformas tenían un carácter fundamentalmente urbano y eran llevadas a
cabo por los poderes municipales, la nueva “política social” fue apoyada inmediatamente por el
poder estatal o real con la promulgación de diferentes edictos que favorecieron la difusión y la
ejecución del programa reformista. La Iglesia no sólo facilitó, sino que patrocinó en muchos
casos la aplicación de las reformas. Aunque lógicamente también se levantaron voces contrarias
de religiosos y laicos (en general, los que fueron apartados de la administración de los fondos)
en ambos bandos.
El poder estatal o real se sumó a las iniciativas ciudadanas en el ensayo de la nueva política
social. Especial importancia tuvo el edicto imperial de Carlos V para los Países Bajos en octubre
de 1531

2.3.2- La legislación reformista en España: Ley Tavera de 1540


España, en especial Castilla, vivía inmersa en el contexto económico y demográfico que
caracteriza a la Europa del momento, y conoció casi las mismas crisis cíclicas de subsistencias
que, con carácter general o regional, afectaban de un modo global o alternamente a todas las
zonas del continente. Y también aquí se constata la amplificación social de la imagen negativa
de la pobreza en los ambientes urbanos.

Las peticiones de los procuradores de las ciudades en las cortes del reino para que se tomaran
nuevas medidas en el tema de los pobres era una cuestión recurrente desde 1523, y en esta
atmósfera de insistente demanda de nuevas medidas de control social, llegada en 1538 y 1539
una nueva crisis de subsistencias que se alargaría hasta los primeros años de la década de 1540,
llegando a ser la situación verdaderamente preocupante en diversas ciudades.

El cardenal Tavera regente de Castilla, contando con la aprobación imperial de Carlos V,


promulgo en 1540 una nueva ley sobre la asistencia y el control de la pobreza en las ciudades. Lo
que se estipulaba era un control más riguroso de la mendicidad (aparentemente no se prohibía),
de forma que sólo pidiesen los pobres verdaderos y en los pueblos de donde eran naturales. Para
ello tenían que pasar un examen de pobreza y de “vida” para obtener una licencia (de un año de
validez) que les permitiese mendigar, dada por el cura de su parroquia y aprobada por la justicia
del lugar.

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El artículo sexto, prohibía la mendicidad infantil, no permitiendo que los mendigos llevaran
consigo a sus hijos u otros niños mayores de 5 años, encargando a las autoridades eclesiásticas
y municipales de cada lugar el establecer medidas para el cuidado de estos menores y colocarlos
en aprendizaje o servicio doméstico.

La clave de la ley de 1540 en el artículo décimo segundo, que proponía todo lo contrario del
resto de los artículos, rompiendo la uniformidad de la ley y ofreciendo aparentemente dos
mensajes legales distintos y contrapuestos. Frente a todo un artículo anterior que proponía
permitir la mendicidad con un mayor control y rigor, sin apenas reformar el modelo asistencial
existente, el artículo 12 sugería, por el contrario, que prohibir la mendicidad era un bien, y que
era alcanzable con solo la recta administración de las limosnas y de los hospitales e instituciones
de asistencia que ya existían. Y que esto era lo que tenían que hacer las autoridades municipales
y eclesiásticas, y que sólo cuando no fuera posible hacerlo, se aplicase lo estipulado, esto es, el
permitir mendigar con licencias y mayor control. La ley resultó, en su texto ambigua, pero al
dejar la aplicación de las medidas en manos de las autoridades eclesiásticas de cada diócesis y
en los concejos municipales, se dejaba también la puerta abierta para llevar adelante las
reformas allí donde hubiera posibilidades y suficiente capacidad de iniciativa.

2.3.3- La evolución y las nuevas orientaciones legislativas sobre los


pobres. Trento, la nueva pragmática de 1565 y la legislación sobre
vagabundos.
La legislación de pobres promulgaba por Carlos V se había inspirado en las reformas de la
asistencia benéfica que habían sido realizadas en las ciudades alemanas y especialmente
flamencas en la segunda década del S. XVI.

La política legislativa de Felipe II en materia de pobres fue el continuismo con la ley de 1540.
Una ley reformista, potencialmente secularizadora y municipalista.
El Concilio de Trento no abordó directamente el tema de la pobreza y de los mendigos, pero
decretó la necesaria actualización y reforma de las instituciones caritativas y hospitalarias
cuando y donde fuera necesario, introduciendo medidas rigurosas de control administrativo y
funcional.

La aplicación de las disposiciones conciliares en España por parte de Felipe II fue inmediata.
Existía una contradicción interna entre las vigentes leyes reformistas de 1540 y las nuevas
prescripciones canónicas. Esta sería el motivo de la promulgación de la nueva pragmática de
1565 con el título de “Nueva Orden para el recogimiento de los pobres, y socorro de los
verdaderos”, en cuya breve introducción se reconoce la ya clásica falta de eficacia de las leyes
anteriores y el aumento de vagabundos y holgazanes que se ha producido.

Las penas de vagabundos habían ido en aumento a lo largo de la época pasando por el breve
destierro temporal y los azotes al duro servicio de galeras. Las nuevas penas de los vagabundos
y su destino a las galeras de la armada, que habían quedado establecidas en la pragmática dada
por Carlos V en 1552, siendo ratificadas por Felipe II en 1560 y serian objeto de una nueva
pragmática en 1566, con la finalidad de clarificar el concepto de vagabundo.

Se consideraban vagabundos: los gitanos (egipcianos), los caldereros extranjeros y los pobres
mendigos sanos. Así que, aunque la mendicidad lícita no estaba prohibida, el mendigo que se

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comprobara que era “pobre fingido”, y lo era todo aquel que fuese útil para trabajar, se
convertiría en galeote forzado. La ordenanza estipulaba que la edad mínima para servir en las
galeras se aplicase lo dispuesto para los ladrones y rufianes, es decir a los 20 años.

La gran amplitud de la tipología de individuos que podían ser condenados a galeras, como la
misma pena en sí, muestra hasta qué punto la justicia penal durante los siglos modernos (del
XVI al XVIII) estuvo al servicio de los intereses y las necesidades del Estado.
El servicio de galeote, la pena más temida por los delincuentes, se mantuvo hasta el siglo XVIII
inclusive. Fue suprimido en 1748 por Fernando VI al renunciar al uso militar de la vieja escuadra
de galeras, y restablecido por Carlos III en 1784 al volverla a poner en uso por las necesidades
del corso contra los argelinos, siendo abolida definitivamente por real orden de 30 de
noviembre de 1803.

3-DE LA CARIDAD A LA REPRESIÓN (TRABAJO, DISCIPLINA, CORRECCIÓN Y


ENCIERRO): LA GESTIÓN DE LA POBREZA
En general la coyuntura económica de los siglos XVI y XVII, tanto en España como en gran parte
de los estados europeos, sugiere la imagen global de una sociedad expansiva y en desarrollo
durante casi los dos primeros tercios del S. XVI, pero que sufre un estancamiento, primero, y un
progresivo proceso de declive, después, que alcanza su punto de flexión definitiva en torno al
cambio de siglo (1585-1600), para entrar en una clara curva descendente a lo largo del S. XVII.

A la decadencia económica se vinieron a unir los efectos negativos del endeudamiento del
Estado y sus repetidas quiebras financieras. La Corona influyó de modo notable en todo el
proceso económico hispano de la época. A partir de la década de 1570 aproximadamente, las
malas añadas vienen a reincidir sobre una sociedad que muestra síntomas de astenia y de
debilitamiento y que va a ofrecer ya las primeras muestras de un abatimiento económico y
social. Uno de los más claros testimonios “sociales” de la recesión podría ser el número de
indigentes y vagabundos que a partir de esas fechas se revela de nuevo como más elevado,
especialmente en las ciudades. Y en correspondencia con este incremento será cuando verán la
luz los proyectos de Miguel de Giginta (1576) y de Cristóbal Pérez de Herrera (1595), los dos
planes institucionales más ambiciosos que se idearon para “remedios de pobres” en la España
de los Austrias. Con ellos especialmente con Giginta, se iniciaba en nuestra península las políticas
de “recogimiento”, el llamado en otros países el gran “encierro” de pobres.
El “encierro” fue un movimiento que se dio en Europa desde la segunda mitad del S. XVI hasta
finales del S. XVIII.

El recogimiento, como respuesta social a la pobreza y marginación, estaba muy relacionado con
las reformas asistenciales que vivieron las ciudades europeas a partir de 1520. La reclusión fue
la lógica evolución de las medidas urbanas de control y prohibición de la mendicidad ante un
problema que, lejos de ser solucionado por aquellas reformas, continuaba agravándose a
medida que avanzaba el S. XVI al compás de la evolución económica y de las crisis.

Ante la magnitud del fenómeno del deterioro social y la insuficiencia de las medidas anteriores,
el “recogimiento” se presentaba como una solución verdaderamente adecuada. Por una parte,
ofrecía una respuesta inmediata a las necesidades básicas de techo y comida de los
desheredados, un refugio físico donde podían acogerse evitando la mendicidad y el vagabundeo.
Era, además, una solución que, al recogerlos, los apartaba del resto de la población, evitando así

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

los presuntos riesgos de contagio de las enfermedades de las que se les suponía portadores, por
lo que se convertía en una medida sanitaria.

Por otra parte, el encierro daba una posible respuesta también al problema de la corrección
moral y de adquisición de hábitos sociales, ya que el espacio cerrado favorecía un orden que
regulara su supuesta vida libertina e inmoral, generando los hábitos necesarios de disciplina
social. Un lugar en el que recibirían las enseñanzas religiosas y prácticas laborales. Y, sobre todo,
el encierro se convertiría en la mejor corrección contra su vida ociosa al obligar a trabajar a todos
los que fueran útiles para ello. El trabajo, aunque se justificaba por razones económicas, ya que
con él se mantendrían a sí mismos y a la institución, se defendía fundamentalmente por razones
educadoras y éticas.

A todas estas ventajas sociales y reeducadoras de la reclusión y del trabajo se le añadirían en el


S. XVII los beneficios que veían en estas instituciones los teóricos del mercantilismo, ya que se
convertirían en útiles para sí mismos y especialmente para el Estado todos los mendigos y pobres
ociosos, obteniendo con su trabajo en los talleres y fábricas de las casas de reclusión un
incremento de la producción que equilibraría las importaciones, mejoraría la economía nacional,
abarataría los productos y aumentaría la población activa, causa en los esquemas económicos
de la época de la riqueza de una nación. Todo este conjunto de tesis económicas tuvo un
importante papel en el desarrollo y expansión de las instituciones de reclusión a finales del S.
XVII y durante el S. XVIII.

Con todo, tanto el apartamiento como la reclusión temporal de los pobres y mendigos no
deberían verse solamente como una evolución propia de las primeras reformas benéficas del
S. XVI, acentuadas y recomendadas más tarde por los autores economicistas, sino que habría
que situarlas al mismo tiempo en la perspectiva del amplio movimiento de disciplinamiento
social que caracterizó a la consolidación de los estados modernos en Europa, tanto en las zonas
protestantes como en las católicas, y que se puso de manifiesto en una intensificación de la
reforma de las costumbres y de moralización de la vida social a lo largo del S. XVI y XVII.

El proceso de expansión del modelo del encierro de pobres en los siglos modernos tendrá desde
sus comienzos puntos en común con otros movimientos, a veces simultáneos y paralelos, de
instituciones de recogimiento y corrección (prostitutas, infancia abandonada, delincuencia,
etc.), todos ellos con su propia historia particular, pero gestados todos en el substrato común de
la atmósfera de la reforma moral y social de los primeros siglos modernos. Entre esos modelos
paralelos de instituciones de recogimiento y corrección, aparecen los dedicados exclusivamente
a las mujeres perdidas, que por su desorden moral y experiencias carnales no podían ingresar en
las instituciones de pobres y mendigos, para evitar la promiscuidad y el contagio inmoral que
suponían. Pérez de Herrera proponía en su plan general de Amparo de Pobres (1595), la creación
de unas Casas de Trabajo y Labor, erigidas en las ciudades más pobladas, donde se encerrarían
a las vagabundas ociosas, hechiceras, ladronas, etc., con penas de 1 a 10 años, o de por vida
según el delito.

El plan se haría realidad con la creación en Madrid de la “galera” en 1604 propuestas por la
madre Magdalena de San Jerónimo.
Su propuesta completa consistía en la puesta en práctica de dos tipos de medidas:

1. Una preventiva, era la fundación de casas de huérfanas y abandonadas y otra


2. Represiva y correctora, era la fundación de Galeras

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En primer lugar, se trataba de que en las ciudades que fuera conveniente se crearan unas casas
o colegios para niñas huérfanas y abandonadas, donde serían reeducadas y preservadas,
preparándolas para colocarlas en el servicio doméstico a su tiempo, de modo que obtuvieran
una pequeña dote y pudieran contraer matrimonio. Y, en segundo lugar, para cuando prevenir
es ya tarde, era necesaria una medida represiva y reeducadora que se cumpliera en las “galeras”
cuya forma y traza bosquejaría la madre Magdalena para que cumpliera con sus fines correctivos
y rehabilitadores.

En 1846 quedaron centralizadas a cargo de la Dirección General de Presidios, pasando a llamarse


“Casas de Corrección de mujeres”.

Con anterioridad a las “Galeras” femeninas, surgió también, desde el primer tercio del S. XVI,
una revitalización de toda una red de “casas” para refugio y asilo de mujeres que se encontraban
en circunstancias morales y sociales difíciles o eran de vida aireada. Fueron las llamadas casas
de “arrepentidas” de “recogidas”, de “penitencia”, reclusorios, refugios, casas de perseverancia
o de probación, etc. Los objetivos eran recoger, corregir, reeducar e intentar reinsertar en la
vida social, y los modelos institucionales y reglas de vida interna acentuaban el trabajo y la
formación moral y religiosa.

4-LOS
ACTORES DE LA CARIDAD: LOS ESTAMENTOS, EL ESTADO Y LA
AUTOPROTECCIÓN POPULAR
Los actores o agencias principales de donde emanan los modelos asistenciales “organizados”
son, en primer momento, las instituciones religiosas, es decir, en los siglos medievales el agente
protagonista de la acción social es la propia Iglesia, que se convierte en receptora de limosnas y
donativos y en distribuidora de los mismos entre los necesitados. Junto a la acción de la Iglesia,
como institución, está la acción individual de los fieles de cualquier estamento y grupo social,
que se manifiesta en el ejercicio de la caridad particular, directamente a los pauperes o bien a
través de las instancias eclesiásticas. Con el crecimiento urbano a partir del
S. XVII, ese protagonismo de las instituciones religiosas en las actividades asistenciales oficiales
pasa a ser cada vez más compartido con las autoridades municipales y las asociaciones laicas
(cofradías, corporaciones gremiales, fundaciones privadas…), si bien, la presencia directa de los
eclesiásticos en los concejos urbanos y su papel director o inspirador en las actividades
asistenciales laicas siendo clave y significativo.

En los siglos modernos, especialmente a partir del S. XVI, con la conversión del pauperismo en
un problema social de “orden público”, las respuestas sociales al problema son concebidas cada
vez más como un deber de Gobierno, responsabilidad del Estado moderno y de sus instancias
de poder (municipales y estatales), por lo que se puede hablar de una progresiva asunción de
las funciones y actividades asistenciales por parte de las autoridades seculares (control y
Administración de la asistencia social oficial). Representa el llamado proceso de secularización
de la asistencia, esto es, la emergencia del Estado como benefactor oficial, junto a la Iglesia.

Un campo de estudio específico, dentro de la historia de la asistencia y del trabajo social, es el


tema de las estrategias de autoayuda de los pobres frente a la ayuda “organizada” oficial o
privada. Aunque algunos trabajos recientes sugieren que su eficacia como respuesta social a los
problemas de pobreza era realmente importante.

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Las redes informales de ayuda (familia y redes de parentesco, relaciones de amistad y


compañerismo, laborales, relaciones de patronazgo (patrón, amo, empresario-trabajador),
relaciones con otras familias del vecindario y con círculos de la comunidad local, etc.) ofrecían
una asistencia capilar próxima (puerta a puerta) y discrecional, que era una acción social mutua,
no sistemática, pero de gran eficacia a la hora de subvenir las necesidades. Las ayudas mutuas
entre las familias de trabajadores y jornaleros pobres en tiempo de escasez, paro, enfermedad,
muerte y en los nacimientos de los hijos, eran habituales y suponían el recurso normal para hacer
frente a las necesidades, y sólo en un segundo nivel, que podía ser complementario con el
sistema de ayudas mutuas, recurrían cuando había posibilidad o se consideraba oportuno a las
instituciones caritativas y asistenciales. Lo mismo parece que puede decirse del recurso a la
mendicidad por parte de los verdaderos necesitados.

En concreto, las redes familiares y de parentesco parecen revelarse como eficaces factores de
ayuda mutua en los movimientos migratorios, que no solían ser necesariamente flujos sin
rumbo, sino que estaban orientados la mayoría de las veces por contactos con parientes, a pesar
de las dificultades de comunicación existentes y del ocasional desconocimiento de localización
de familiares que también se ha constatado. Estas redes podían tener una influencia sustantiva
en los periodos de provisionalidad (facilitando alojamiento y mantenimiento, principalmente)
de los recién llegados. También las redes de parentesco, en unión con las de amistad y
compañerismo, solían ser muy útiles a la hora de buscar nuevos trabajos temporeros o más
estables, tanto en el mundo rural como en el urbano, funcionando como contactos previos
facilitadores del empleo. Y de modo especial, las relaciones con el vecindario más próximo
parecen manifestarse como la fuente más inmediata de ayuda económica social. Todo parece
sugerir que, para los humildes trabajadores pobres, los vecinos, que podían encontrarse en
situaciones similares de dificultad, eran la fuente de ayuda más importante, mucho más que las
ayudas de familiares en muchos casos.

Al margen o en relación con estas redes de relaciones, estaban también las posibles asociaciones
profesionales de autoayuda (de origen gremial), que funcionaban como incipientes
mutualidades, y la pertenencia voluntaria o cofradías o hermandades parroquiales o de ámbito
local, entre cuyas actividades figuraban también los socorros y asistencia a sus miembros en
determinadas circunstancias de necesidad.

5. DE LA CARIDAD A LA BENEFICENCIA

INTRODUCCIÓN:

Los tres pasos más importantes en el proceso de transformación de la acción social en la historia
son:

1. La inicial reforma efectuada por los ilustrados que supera por primera vez la caridad
tardofeudal de naturaleza religiosa y se basa en los conceptos utilitarios y racionalistas
del trabajo y la colaboración social.

2. La intervención de la burguesía liberal que acomoda los viejos recursos caritativos para
fortalecer su modelo social, mediante la creación de una estructura de ayudas a la familia,
el trabajo, la propiedad y el orden.

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3. La intervención de los reformistas sociales de principios del S. XX, para abandonar la vieja
cultura de la protección a la pobreza por parte de la iniciativa particular o de clase social,
y entrar por la senda de la previsión social, que pretende hacer imposible la pobreza en
la sociedad mediante un sistema de seguros y servicios sociales ofrecidos por el Estado a
todos los ciudadanos/as.

1.DE LA CULTURA DE LA PROTECCIÓN A LA CULTURA DE LA PREVISIÓN:


CARIDAD, BENEFICENCIA, ASISTENCIA, ACCIÓN SOCIAL Y ESTRATEGIAS DE
INTERVENCIÓN SOCIAL.

1.1. La herencia de la concepción de la pobreza en el S. XVIII: trabajo,


disciplina, corrección y encierro.
El reformismo ilustrado retoma la herencia renacentista, supera la exaltación de la pobreza y la
mendicidad y descubre algunos espacios públicos en la asistencia. Es una etapa reformista que
no llega a ser revolucionaria porque no supera el viejo marco sacralizado. Crean instituciones
que concentran mejor la asistencia, se consigue debilitar la asistencia eclesiástica e incluye a
élites civiles que apunten hacia una dirección menos sacralizada, pero aún estamos lejos de
convertir la asistencia en un espacio propiamente civil y público.
La organización asistencial se puso en manos de parroquias y corregidores con las unidades
básicas de las Juntas de Caridad.

Tampoco la reforma del sistema fiscal consiguió introducir la asistencia en la esfera de la


hacienda pública. No logró obtener fiscalmente recursos de los privilegiados y redirigirlos
asistencialmente a los necesitados del Estado.

La reforma ilustrada significa un anticipo del planteamiento liberal del XIX, en el sentido de
referir la pobreza y la asistencia a factores más económicos y sociales que religiosos, y al asignar
la dirección y la gestión de la asistencia a las administraciones locales.

Los principios nuevos de utilitarismo o racionalidad.


Los principios de esta reforma recuperan cierta inspiración del humanismo de los reformadores
del S. XVI, pero sobre todo recogen el principio del racionalismo francés. Los hombres de las
luces situaron al hombre y su razón en el centro de interpretación de la pobreza y la asistencia.
La pobreza es vista ahora como un fracaso humano.
Cambian las prioridades: no hay que preservar la imagen sacralizada de la pobreza, sino
potenciar la idea secularizada del progreso y la riqueza.
La pobreza producía graves amenazas sociales porque alejaba al hombre del hábito y de la
valoración del trabajo y le apartaba de la vida útil para la comunidad. La limosna particular y la
caridad indiscriminadas habían actuado de elementos disuasorios para incorporarse a la
actividad laboral (incentivaban la mendicidad y ociosidad). La verdadera pobreza se entiende
como la falta o el desapego al trabajo.

Tales conceptos de racionalidad y utilidad aplicados a la pobreza llevan a la conclusión de que la

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pobreza no hay que protegerla, sino erradicarla. Los pobres se consideran elementos ociosos e
inútiles que han de ser encerrados y tratados con terapias que los habitúen al trabajo y sentirse
miembros útiles de la sociedad. La nueva burguesía será quien lidere la asistencia.

Sin embargo, no se desligó la pobreza del viejo modelo de vida cristiana ni de contemplar la
asistencia desligada de la virtud de caridad. Los ilustrados no fueron secularizadores, sino que
impregnaron sus reformas sociales de una fuerte vinculación eclesiástica.

El otro objetivo de la reforma fue eliminar la movilidad y el nomadismo. Fijar esta población en
un territorio fu el objeto de su lucha contra la vagancia. El concentrar recursos asistenciales
pretendía luchar contra la desintegración indiscriminada de instituciones y los circuitos de
limosna y socorros particulares, buscaron una reforma racional de distribución de recursos más
concentrada y de políticas sociales más centralizadas. Los vagos eran recluidos en hospicios y en
levas militares, eran clasificados de mendigos peligrosos por lo que la pobreza se asocia de
nuevo al delito y la asistencia a la condena.

1.1.1. Las medidas legislativas de las luces

La legislación social ilustrada del S. XVIII español se dirigió fundamentalmente a la represión de


la mendicidad y la vagancia mediante encerramientos y levas. Redujeron y concentraron
fundaciones propias de los mayorazgos y parroquias, lo que permitió acumular recursos con que
dotar las nuevas fundaciones de los asilos y hospicios de reclusión.

En la justificación de estas acciones legislativas predominaba el discurso legitimador de la


protección del trabajo y la utilidad social, de la promoción de la educación como medio de
erradicar la pobreza, de la terapia laboral como recurso para integrar a los pobres en la sociedad
y de la reclusión de vagos y mendigos en instituciones cerradas y represoras.

Felipe V inició la creación de hospicios permanentes sostenidos con arbitrios oficiales y una
organización hospitalaria al crear una Comisión de Hospitales del Consejo.
Felipe VI ordenó la recogida o expulsión de pobres en la Corte de 1749 y organizó la Beneficencia
Domiciliaria por primera vez en Madrid en 1756.
Carlos III diseñó una organización general político – económica de gran envergadura. Ordenó un
plan general de reducción de cofradías y obras pías entre 1771 y 1783. Extendió la creación de
hospicios y estableció con carácter general una serie de recursos económicos para sostener
estos establecimientos: concentró fondos de los hospitalarios de San Antón y de los jesuitas para
sostener los hospicios y obtuvo del papa el Fondo Pío Beneficial. Se organizaron Diputaciones de
Barrio en Madrid en 1778 y se articuló un organigrama piramidal mediante el cual la asistencia
quedaba jerarquizada por las tres instancias sucesivas de junta parroquial, junta diocesana y
junta general de caridad. Además, prosiguió con la dura política represiva de vagos, con los que
organizó levas desde 1775.
Carlos IV estableció la primera medida desamortizadora de instituciones asistenciales entre
1798 y 1808: enajenación de bienes a hospitales, hospicios, cofradías y obras pías.

1.1.2. Las instituciones: hospicios y casas de expósitos.

Institucionalmente los núcleos de actuación centrales fueron los hospicios (centros de reclusión
de mendigos o vagos) y las casas de expósitos o inclusas (en cuyos tornos eran depositados los
niños/as abandonados/as). Estas casas se conciben con una triple función: represora y punitiva

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de encerrar y castigar a los vagos y mendigos; la asistencial de recoger a desamparados y a


pobres inválidos, y la laboral como centros artesanales que educaran en la afición al trabajo y en
la necesidad de ser útiles para el Estado. Se fundaron también instituciones disciplinarias y
correctivas como las Casas Galera y otros centros carcelarios.

Todas estas instituciones se basaban en los principios de la vida encerrada, reglada, dedicada al
trabajo y a la educación (junto a la enseñanza profesional los hospicios tenían también escuelas
de primeras letras). Instituyeron también los alguaciles de pobres (precedente de los guardias
municipales) para inspeccionar y encerrar a los mendigos, y las juntas de caridad para controlar
y visitar a las familias más necesitadas.

1.2. El significado de la pobreza y la beneficencia en el liberalismo burgués.

1.2.1.El itinerario de los conceptos: caridad, filantropía, beneficencia,


asistencia social y bienestar.
Las respuestas al problema de la pobreza han pasado de la caridad como respuesta moral y
religiosa, a la filantropía como solución ética y racional, a la beneficencia como defensa de un
modelo de vida burgués, a la asistencia social como primera toma de posición del Estado
Providencia, al bienestar como red de servicios sociales que el Estado tiene la obligación de
prestar y los ciudadanos el derecho a recibir.

Los mayores avances en este proceso han consistido en separar el problema de la pobreza del
mundo clerical (sacralización de la vida material, familiar y laboral), siendo la atención a los
problemas sociales canalizada a través de fundaciones particulares legadas por nobles y clérigos.
Los primeros pasos de la desacralización los llevaron a cabo las propuestas preliberales del
reformismo ilustrado y de la beneficencia liberal del S. XIX. Ambos contribuyeron a sacar la
marginación del ámbito de lo religioso y a introducirla en la dimensión social i económica de la
vida de los individuos y de las sociedades.

1.2.2. La teoría social de las capacidades y la plutocracia determina la visión


de la pobreza y la beneficencia burguesa.
Frente a los valores colectivos estamentales sacralizados, se impondrán ahora los valores
individuales: acaparar y acumular riqueza (frente a los intereses sociales que impelerán a
repartirla equilibradamente). La natural desigualdad en la que cree el liberalismo es la que
conduce a la competitividad y al desarrollo de las capacidades individuales como motores de
dinamismo social. El individualismo liberal justifica y legitima que sean tan necesarios los ricos
como los pobres, sin desigualdad no habría ascenso ni dinamismo social.

La pobreza se concibe como un fracaso personal, que no hay que erradicar ni se puede prevenir,
y que está relacionada con las habilidades del individuo y estatus y con la capacidad de trabajo
y ascenso social. Los programas liberales sólo pretendían controlar la pobreza por encima de un
mínimo necesario para que pueda darse el enriquecimiento de las élites, y por debajo de un
máximo peligroso que pudiera atentar contra el sistema.

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La superioridad moral de la riqueza conduce al reconocimiento de inferioridad de la pobreza. El


liberalismo consagra como valor supremo la plutocracia (superioridad de los más ricos) y la
pobreza como estigma. Ambas están interrelacionadas para formar el dinamismo y la estructura
social. La jerarquización social entre riqueza y pobreza: el rico tiene mayor condición moral y
superior capacidad intelectual, mientras que el pobre posee una catadura moral sospechosa y
una dotación de menor capacidad para aportar algo a la sociedad.

1.3. Los valores liberales como trasfondo del concepto de pobreza:

La beneficencia del liberalismo y la relación que este establece entre marginación y poder, se
trata de proteger otra serie de valores burgueses, principios que son imprescindibles para la
supervivencia del sistema y que resultan agredidos por los pobres:

1.3.1. La nueva cultura de la propiedad y su relación con la pobreza.


Los pobres tenían una cultura ajena a la propiedad por lo que tendían a no valorarla e incluso
agredirla. La propiedad era uno de los principales valores burgueses y resultaba, por tanto,
directamente amenazado por la marginación. De ahí que la legislación liberal se dedicara a
rodearla de protecciones jurídicas y la acción de la beneficencia estaba pensada para impedir las
posibles agresiones contra ella de las clases peligrosas.

1.3.2. El nuevo papel del trabajo en relación con la pobreza.


El trabajo era un valor ajeno para las clases populares más pobres, sin embargo, el capitalismo
burgués presentaba el trabajo como un factor económico decisivo: el trabajador se transformó
en una pieza clave de la relación entre poder y marginación, porque resultó ser el principal factor
de enriquecimiento y de pauperización. Por esta razón la función asistencial se basó en el
trabajo. Los ayuntamientos basarán la beneficencia municipal en la oferta laboral como
instrumento coercitivo y educador al mismo tiempo.

Se toman medidas para inculcar los valores del trabajo: aplican a los mendigos y vagos recogidos
en los hospicios una vinculación al trabajo regular y remunerado, crean talleres dentro de los
centros, los obligan a cumplir contratos con artesanos, los envían a estancias a casa de
campesinos, los ocupan en trabajos de obras públicas… y medidas de protección indirecta como
ayudar a los trabajadores más necesitados, creación de hospitales y guarderías, control de los
mendigos inmigrantes…

1.3.3. El valor de la vecindad y el domicilio como base de la beneficencia.


El valor de la vecindad estaba despreciado por los pobres, debido a aspectos relacionados con
la mendicidad como vivir en la calle o el nomadismo. En todas las ordenanzas se exigía la
domiciliación para acceder a todos los servicios de la beneficencia municipal, la domiciliación y
el registro nacen de la necesidad de asistir controladamente a las clases peligrosas. En el S. XVI
esta función la llevaron a cabo los albergues de Herrera, en el S. XVIII los hospicios y en el S. XIX
los ayuntamientos, que disponían de un servicio de transeúntes para seleccionar y filtrar a los
inmigrantes y elaborar un padrón de pobres.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

1.3.4. El valor de la educación inserto en el sistema benéfico.


La burguesía asoció a los hospicios, además de talleres y escuelas de oficios, las escuelas de
primeras letras. Los inicios de la enseñanza primaria municipal están relacionados con la
beneficencia, la organización educativa en España nació dirigida a las clases menesterosas.

1.3.5. El orden público, la autoridad local y la policía de pobres.


El origen de la policía urbana está en relación con la recogida y expulsión de mendigos y vagos.
Los alguaciles iban vestidos de uniforme y col los símbolos de policías de pobres dependientes
de los hospicios. En el S. XIX la realidad político – administrativa de la autoridad local se consolida
y construye muchas funciones y servicios municipales a partir de la beneficencia como el servicio
de abastecimiento urbano: reparto de alimentos, control de precios de productos de primera
necesidad…

1.3.6. El valor de la sanidad y la higiene consolidado desde la beneficencia.


La burguesía protegió también la higiene pública y sanidad urbana que también se veía
amenazada por las clases populares más empobrecidas. La primera asistencia sanitaria pública
fue dirigida solamente a necesitados y marginados transmisores de enfermedades, es un
método preventivo para el resto de la sociedad en vez de curativo. En el S. XIX se organizará
dentro de la beneficencia las primeras redes sanitarias urbanas, dividiendo la ciudad en distritos
dependientes de cada hospital y creando un sistema de juntas de beneficencia que gestionan el
cuidado sanitario de la ciudad.

1.3.7. La previsión, el ahorro y la moralidad de costumbres.


Los ilustrados y liberales detectaron riesgos en comportamientos ociosos de los pobres,
orientando la concepción de la pobreza y la eficacia de la asistencia a eliminar dichos excesos y
a acostumbrar a los marginados a moderarse, a habituarse al trabajo, al ahorro… Importaba
mucho a la burguesía controlar los comportamientos y actitudes de las clases peligrosas,
interesaba más erradicar el vicio que la pobreza. Unas veces utilizaban formas directas como la
represión de conductas inapropiadas y otras veces indirectas como la educación preventiva.
Nacen las cajas de ahorro para retirar el dinero sobrante y evitar el gasto inadecuado. Moralizan
a las clases populares mediante el ahorro como virtud, ejemplo de que el poder persigue la
autoafirmación de sus valores (vida ordenada, previsora y productiva).

1.4. Lasactitudes burguesas como trasfondo de la práctica de la


beneficencia.
La pobreza amenazaba valores y la beneficencia debía protegerlos, se planteó, así como una
escuela de valores.

1.4.1. Una válvula de seguridad para hacer sostenible el sistema


socioeconómico.
El sistema benéfico liberal se orientó a garantizar la defensa de unos umbrales mínimos de

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

seguridad, evitando la agresión al sistema por parte de los pobres; y controlar también los
riesgos sociales de la excesiva concentración de la riqueza. Para esto las válvulas de seguridad
serían los donativos, fundaciones y sobre todo las instituciones de la beneficencia liberal. La
beneficencia municipal liberal tiene un claro objetivo pacificador, previsor de conflictos,
rehabilitador de la fuerza del trabajo, creador de ciudadanos colaboradores y contribuyentes…
mediante una actitud paternalista y mediante la imagen de la generosidad social.

1.4.2. Un recurso de control social para los dirigentes sociales.


La beneficencia burguesa establece también acciones de control social. Crea instituciones
integradas en los niveles local y provincial de la administración del Estado, y se sirve así de la
autoridad municipal y provincial como garantía de control. Los grupos dirigentes o élites urbanas
locales sienten la necesidad de controlar los riesgos procedentes de la inmigración marginada y
sus efectos en el mercado laboral.

Surge así la beneficencia domiciliaria, la municipal y la provincial para dar respuesta a los riesgos
por la falta de trabajo y que gestarán lo servicios urbanos. Los liberales introdujeron el concepto
de pobreza y de asistencia en las instituciones civiles que afectaban al gobierno de las ciudades:
clasificar la pobreza y practicar la asistencia eran tarea de las burguesías locales de las ciudades.

1.4.3. Una cautela segregadora y un refuerzo ornamental del urbanismo


burgués.
La burguesía pretendió también inculcar el valor urbano del orden y de la costumbre de cuidar
la limpieza y la higiene de la ciudad, dichos valores se mezclaron con la beneficencia con gestos
culturales y normas morales sobre comportamiento ordenado urbano. Los burgueses aplicaron
un nuevo esquema de segregación espacial horizontal de la ciudad, expulsando a la periferia de
la ciudad (ensanches) a los barrios de jornaleros e inmigrantes.

1.4.4. Un medio para crear espacios de control en la calle y en la vida social.


La burguesía concreta una serie de espacios para modificar los hábitos de los pobres: controlar
el espacio urbano y dotarlo de códigos de conductas que lo diferencien del rural; orientar las
instituciones y acciones a cambiar el hábito popular de la sociabilidad cotidiana en la calle;
“limpiar” la calle prohibiendo la mendicidad, expulsando o clasificando a los inmigrantes que
buscan trabajo y dignificando los espacios burgueses. Además, se concentran en crear un nuevo
espacio integrador, el laboral, como ámbito de trabajo y de arraigo, contribuyendo a fijar hábitos
de dependencia y vinculaciones con un territorio determinado.
Controlarán además el espacio vecinal y doméstico, mediante la canalización de ayudas por la
beneficencia domiciliaria.

1.4.5. Un medio para proteger la familia y el ciclo vital burgués.


El nuevo papel de la familia, la mujer y el matrimonio.

Los burgueses concebían la familia bien estructurada en torno a la pareja y a los hijos. Los pobres
podían agredir contra esta concepción de la familia y atentar contra el fundamento de la
sociedad burguesa. Por eso la familia y el matrimonio serán un instrumento imprescindible en la

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

beneficencia, basándose en asegurar el matrimonio y el domicilio como unidades asistenciales.


La asistencia burguesa va destinada a cohesionar la primaria cédula matrimonial como
fundamento de la sociedad, coloca a la mujer en un puesto central de recuperación de la familia,
transmisión de valores y de la economía del cuidado.

La protección de la fecundidad y la maternidad.

Otro valor de los más necesitados estaba relacionado con la fecundidad y la procreación. Se
achacó a los pobres una natalidad desmedida y descontrolada que podría superar al crecimiento
de los recursos. Se crean instituciones protectoras de la maternidad heterodoxa erradicando
prácticas marginales como las casas de maternidad y las casas cuna.

La protección a la infancia.

La burguesía entiende que la falta de valoración de la infancia por parte de los pobres es un
peligro para la sociedad. La asistencia tratará de defender socialmente la descendencia del
matrimonio y generará centros docentes como las escuelas gratuitas para los hijos de los pobres,
asilos de párvulos, roperos y dispensarios, casas cuna y “gotas de leche”. Además, en las
ordenanzas municipales se penaliza a las familias de marginados que no lleven a sus hijos a la
escuela, se persigue la mendicidad infantil y se hace un esfuerzo educativo para que los hijos no
sigan los pasos de sus padres.

El desamparo de la ancianidad.

También nacieron instituciones específicas para paliar los riesgos que presentaba la edad adulta
en sus diversas manifestaciones de marginalidad, y la última y menos atendida fue la ancianidad,
que tardará en disponer de asilos específicos para ancianos y de casas de desamparados. Las
viudas sólo fueron atendidas cuando encabezaban una familia.

1.4.6. El nacimiento de los servicios municipales desde la beneficencia.


El embrión de los servicios municipales

Por medio de este proceso administrativo todo el aparato asistencial (de origen eclesiástico)
pasa a disposición de los ayuntamientos, especialmente urbanos. Las primeras redes
hospitalarias y la asistencia pública domiciliaria partieron de la beneficencia municipal, también
os primeros médicos municipales, las iniciales medidas de protección sanitaria, el primer reparto
de medicinas y ayudas de socorro… Los hospicios ilustrados significaron un control de la
inmigración y la búsqueda del orden público con la erradicación de la mendicidad. La
beneficencia domiciliaria, la enseñanza benéfica municipal, los policías de pobres, los censos de
pobres, el control alimentario y de precios, los refugios municipales y las juntas municipales de
barrio fueron elementos de control.

El nacimiento de unos servicios provinciales para los ayuntamientos rurales.

Las diputaciones provinciales tratan de concentrar servicios asistenciales de destino provincial


(hospitales, hospicios…) e instituciones de gestión de la beneficencia con este mismo carácter
(juntas provinciales de beneficencia). Tensión entre los intereses urbanos (ayuntamientos) y los
intereses rurales (municipios del resto de la provincia). La provincialización fue una reacción de
defensa ante la municipalización, para reorientar los recursos hacia el ámbito rural.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

2. EVOLUCIÓN LEGISATIVA E INSTITUCIONAL DE LA ACCIÓN SOCIAL DEL


ESTADO LIBERAL.

2.1. Evolución legislativa de la beneficencia liberal

2.1.1. La propuesta de Cádiz hace un difuso encargo al ayuntamiento.

El artículo 321 de la Constitución de 1812 asigna a los ayuntamientos cuidar de los hospitales,
hospicios y otros centros benéficos y prevé igualmente la tutela de las diputaciones provinciales
sobre estos establecimientos. Se inicia la dialéctica entre la municipalización urbana y la
provincialización rural de la beneficencia.

2.1.2. La ofensiva municipalizadora y anticlerical de los radicales de 1822

Los moderados y sus leyes provinciales pondrán el mayor énfasis en la centralización y la


provincialización de los recursos y la gestión de la beneficencia; y los progresistas y sus leyes
municipales insistirán en el mayor respeto a la descentralización local, incluso un agresivo afán
municipalizador.

La primera ley de beneficencia se produce en el trienio liberal, ley general de 1822 de los
radicales municipalistas. Se denomina pública la beneficencia municipal y privada la
beneficencia eclesiástica y se opta por una municipalización de los recursos de esta última. Se
crean juntas municipales de beneficencia como encargadas del ministerio para controlar la
gestión de la asistencia benéfica. La ley prevé maternidades, asilos, hospitales y el socorro
domiciliario.
Los liberales acceden al poder en 1833 y vuelven a poder en manos de los intendentes y jefes
políticos el control de la beneficencia, mediante una importante tarea de investigación y
recuperación de sus bienes, para frenar el deterioro del conjunto asistencial eclesiástico. Los
liberales intentaron sustituir la Corona por el Estado de beneficencia.

2.1.3. La contraofensiva moderada de 1849 privatiza y centraliza la


beneficencia.
Los moderados tratarán de paliar la abrasión radical anterior. Dio mayor entrada a la actividad
benéfica de los privilegiados: monarquía e iglesia. Insistirá en la organización provincial, más
centralizadora y rural. La ley general de beneficencia de 1849 y su reglamento de 1852 expresan
este modelo asistencial moderado. Insistieron en limitar la intromisión de los ayuntamientos de
las capitales de provincia y dio entrada a las diputaciones provinciales. Así distingue entre
beneficencia municipal para las ciudades y beneficencia provincial para núcleos rurales.
Consolida un sistema jerarquizado en tres etapas: juntas municipales, provinciales y generales
de beneficencia.

2.1.4. La desamortización de 1855 y el laicismo del Sexenio democrático.

La ley general de desamortización de 1855 afecto específicamente a los bienes de beneficencia


y sirvió de instrumento real para que las burguesías urbanas controlaran y gestionaran los
recursos. La legislación democrática y republicana apoyó a la beneficencia pública y recortó la
titularidad de las instituciones de la iglesia.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

2.1.5. La legislación conservadora de la restauración.

La legislación conservadora de la primera Restauración devolvió el control a los ayuntamientos


y la recuperación de la iglesia. Estas leyes consiguen minimizar el carácter público de la política
social, reducir el ámbito estatal, provincial y municipal e incrementar el espacio familiar y
eclesiástico de la beneficencia.
El decreto de 1875, la instrucción de beneficencia de 1885 y la de 1899 limitaron el carácter
público de la beneficencia. La instrucción de 1888 y el decreto de 1908 potenciaron la
beneficencia particular. Se multiplican las órdenes religiosas como personal asistente al frente
de instituciones de beneficencia. La evolución de la práctica de la beneficencia sufre un claro
retroceso en el proceso de convertirse en un servicio público del Estado.

2.2. la
naturaleza y evolución de las instituciones benéficas y de los sujetos
asistentes

2.2.1. las instituciones de beneficencia liberal


La burguesía liberal se adueña de los viejos recursos benéficos y los organiza según su esquema
administrativo en defensa del modelo de sociedad y ciudad liderada por la burguesía. Las
principales instituciones de beneficencia, sostenidas con fondos provenientes de la
desamortización de la iglesia, se ponen bajo gestión municipal y abarcan un amplio abanico de
establecimientos y servicios: red de hospitales, asilos, casas de beneficencia, refugios, casas de
socorro…
2.2.2. Quienes son y cómo evolucionan los sujetos asistentes.

Los sujetos asistentes más importantes no fueron Estado, nobleza o iglesia; sino la familia,
iniciativas espontáneas de solidaridad, y los movimientos sociales. La familia aportó el sustento
imprescindible para que fueran sostenibles los propios sistemas en su conjunto. Se ha hecho
cargo históricamente de todas las personas dependientes que no podían ser atendidos por las
instituciones públicas, eclesiásticas o particulares. La beneficencia domiciliaria liberal del S XIX
reconoció que la familia cumplía ese nivel subsidiario básico y llegó a oficializarlo de alguna
manera con el sistema de beneficencia pública domiciliaria.

El Estado como sujeto público fue muy reducido, destacando otros niveles como el local,
provincial y regional como verdaderos actores de lo público. Después de la familia fue el
municipal el capítulo más activo en el S. XIX, cumplió un rol social muy importante, contribuyó a
diseñar la ciudad, articuló un importante porcentaje de sus funciones, servicios y morfología. El
papel de lo público fue creciendo lentamente a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX. Hasta la
implantación del estado de Bienestar no se puede decir que el Estado fuese el principal actor de
la asistencia en España. El retraso público, el protagonismo de la familia y la persistencia de la
iglesia son las tres características más relevantes de la historia social española.

La iglesia es otro actor asistencial que cubría la escasez pública y aliviaba el peso a la familia. Sin
embargo, al contrario que el Estado, la participación de la iglesia fue decreciendo. Otro de los
rasgos del sistema asistencial español fue la escasa secularización, de la sociedad civil, que
impidió la desacralización de la asistencia vinculada a la caridad y a la moral católica hasta hace
exactamente cuarto de siglo.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

El otro agente asistencial fue el capítulo espontáneo de la solidaridad desde abajo, nacido de la
iniciativa popular y colectiva. Este actor actúa basado en estrategias económicas de subsistencia
y refleja un mecanismo casi automático de sostenibilidad. Esta solidaridad desde abajo fue
generada por grupos populares, artesanales o incluso de orden religioso (no eclesiástico):
pasaron por socorros mutuos, gremios, cofradías, obras pías, a asociaciones y posteriormente a
sindicatos, cooperativas, voluntariado y ONG.

3. EVOLUCIÓN DE LOS SUJETOS RECEPTORES DE ATENCIÓN/PROTECCIÓN


SOCIAL: POBRES, MARGINADOS, EXCLUÍDOS Y TRABAJADORES

3.1. Las diferentes definiciones y mediciones del pauperismo


contemporáneo.

3.1.1. Una perspectiva colectiva del pauperismo desde los sistemas


económicos.
Se pasa de una asistencia a un pauperismo centrado en características individuales, a una
asistencia centrada no tanto en las necesidades individuales como en las necesidades del propio
Estado, los asistentes pasan a ser colectivos que buscan sus propios intereses. El tratamiento de
la pobreza y la asistencia se ha deslizado hacia lo colectivo, de lo personal hacia lo estatal.

3.1.2. De la cuantificación de los pobres a la comprensión de la pobreza


como una amenaza cambiante para la mayor parte de la sociedad
urbana.
Se distinguen tres áreas de influencia de la pobreza en la sociedad:

Población pauperizable (60%): Los amenazados por caer en la pobreza real, incapaces de afrontar
los gastos mínimos de habitación, alimento y vestido, expuestos a recurrir a ayudas externas en
cualquier momento del año por cualquier mala coyuntura laboral, sanitaria o familiar que les
afectara.
Población pauperizada (20% del 60%): Están atrapados por la pobreza. Padecen una severa
incapacidad de subsistir de manera estable, necesitan ser socorridos y figuran en los padrones
de pobres que confeccionan coyunturalmente los ayuntamientos.
Población asistida (4% del 60%): ciudadanos ralamente atendidos por las instituciones
asistenciales de la iglesia, ayuntamientos o diputaciones.

3.2. Los factores de pauperización

La edad, el género y la salida del trabajo eran los factores de pauperización más comunes.

La edad era la primera causa de pobreza, tanto la infancia como la ancianidad. La infancia fue
atendida en la cultura burguesa del S. XIX mientras que los ancianos tuvieron que esperar hasta
las sociedades postindustriales actuales.

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La salida del trabajo significaba entrar en los padrones de pobres. La enfermedad o el accidente
laboral también eran circunstancias pauperizadoras.
El género era otro factor de pauperización, la mayoría de mujeres solteras o viudas tenían como
destino obligado recurrir a la beneficencia.

3.2.1. La familia como neutralizador del impacto de la pobreza más que


factor de pauperización.
La ruptura de la célula familiar significaba muchas veces caer en la pobreza, pero era más
frecuente que la estructura familiar salvara de la pobreza a muchos pauperizables. El papel de
la familia tenía un efecto benefactor y reparador, que se constituyó como primera unidad
asistencial reconocible y en las que se proyectaron programas asistenciales basados en la
reproducción de las funciones primarias de la familia. La situación laboral y salarial de las familias
pobres es precaria, temporal, irregular y estacional.

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TEMA 2

LA CUESTIÓN SOCIAL Y EL NACIMIENTO DE LA


PREVISIÓN SOCIAL

1. LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN Y LA SOCIEDAD DE MASAS. DEL


POBRE AL TRABAJADOR. LOS REFORMISTAS SOCIALES SUPERAN LA
CULTURA DE LA PROTECCIÓN CON LA CULTURA DE LA PREVISIÓN.

1.1 De la cultura individualista liberal a la cultura social reformista.


Las cofradías, los gremios, las sociedades de socorro mutuos, los montepíos se anticipan riesgos
futuros pero no pertenecen a la cultura preventiva. La política social del reformismo ilustrado del
siglo XVIII no pretende anticipadamente solucionar los problemas de sus súbditos, sino eliminar los
conflictos y desequilibrios generados por la pobreza, que amenazaban el modelo social y
económico de autoridades y privilegiados. Tampoco los liberales del siglo XIX incluyen la previsión
en la acción social. Sus instituciones tratan de reforzar el modelo social de las burguesías locales y
urbanas. La beneficencia municipal es más curativa que preventiva, al buscar la autoprotección del
sistema burgués más que la prevención de los ciudadanos. Durante la primera Restauración de
fines del siglo XIX, persistió esta cultura curativa benéfica que causó retraso en el proceso de
reforma social en España. Desde los años 80 se inicia un lento cambio social, que va desde lo
individual a lo colectivo, desde lo personal a lo social, de lo privado a lo público. De ahí pasa a ser
la beneficencia un sistema municipal de asistencia, después a la previsión social y al final el Estado
de bienestar. La función social del Estado, en el XIX pasa del individualismo a la socialización, hasta
alcanzar a principios del XX el intervencionismo estatal. Cuando el Estado decide que los derechos
sociales están por encima de los individuales y que la necesidad no es fruto de la voluntad personal
sino de una determinación social, llegamos a la cultura de la previsión.

1.2 El reformismo social conquista un papel social para el Estado (1883 -


1936)
Cuatro procesos harán que cambie la manera de entender el rol del Estado en las necesidades
sociales:
- El planteamiento de la cuestión social en los años ochenta del siglo XIX
- El nacimiento del reformismo social que promueve el intervencionismo estatal en los
problemas sociales desde fines del siglo XIX
- La lenta implantación de la cultura de la previsión en las primeras décadas del siglo XX.
- La extensión de los movimientos sociales obreros en todo el primer tercio del XX.

El objetivo principal era corregir el excesivo individualismo, a través del asociacionismo, la admisión
de la intervención estatal en la reforma social y la apuesta por un sistema de prevención y servicios
sociales.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

El planteamiento se inicia hablando de cuestión social, luego de reformismo social para


desembocar en un tímido sistema de previsión social. Según el momento histórico se legisló de una
manera más conservadora (en defensa de los intereses de los dirigentes) o más en defensa del
trabajador.

1.3 El carácter revolucionario y la naturaleza pública de la previsión social.


El significado que la previsión introdujo en la cultura social a principios del S. XX es totalmente
revolucionario.

El Estado ha de anticiparse para hacer que no exista la pobreza cubriendo las necesidades básicas
y que a su vez son derechos de los ciudadanos: sanidad, enseñanza, seguridad social, después que
los ciudadanos hayan satisfecho sus obligaciones fiscales. Condiciones que han de cumplirse para
que pueda calificarse de pública y preventiva la política social.

1. La iniciativa ha de ser estatal, nacida del reconocimiento democrático de un derecho social de


los ciudadanos. El servicio público consiste en una asistencia de titularidad estatal capaz de generar
unos derechos en los ciudadanos y unos deberes en los gobernantes.

2. Además se ha de entender la necesidad como carencia o privación de unos derechos individuales


que han de ser respondidos por los responsables del Estado. No se trata sólo de suplir defectos,
sino de crear servicios nuevos.

3. El origen de los recursos ha de proceder de un sistema fiscal estatal, que obtenga los medios por
la vía contributiva. Haciendo una redistribución del sistema fiscal del Estado.

4. La asistencia ha tener un destino asistencial universal y no contributivo en el marco de la


administración del Estado. Un derecho exigible y obligatorio por todos los ciudadanos, en calidad
de miembros del Estado, y no como contribuyentes.

5. Ha de cambiar la relación entre el asistente y el asistido pues esto debe exigir un derecho y no
depender de la generosidad particular del asistente. Esto se traduce en voto o en castigo político.

2. DE LO PRIVADO A LO PÚBLICO: LA CUESTIÓN SOCIAL, EL NACIMIENTO DE


LA PREVISIÓN Y EL REFORMISMO SOCIAL.
A principios del siglo XX es cuando se considera que la solución colectiva y pública es la más
adecuada.

El Estado ha de intervenir mediante recursos legales y fiscales para corregir el problema del reparto
desigual de riqueza en la sociedad. La asistencia se considera un derecho que asiste al ciudadano y
una obligación que compete al Estado.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

2.1 La cuestión social durante la Restauración.


La Restauración utiliza el término "cuestión" para expresar una serie de conflictos, como la
universitaria, la eclesiástica, la social, la regional, la colonial, etc. La cuestión social, pues, quería
expresar con nombre dulcificado el conflicto entre obreros y patronos, entre capital y trabajo.

La visión que tenían los teóricos de la Restauración sobre la clase obrera era bastante negativa. Los
consideraba como personas de baja catadura moral, dados a la violencia y al vicio. Las
reivindicaciones de las organizaciones obreras no dejan de ser vistas como una intromisión.

Se plantea la pregunta de cómo abordar la situación causada por la industrialización. Se han


tipificado tres respuestas: La de la cultura conservadora, la de la liberal radical y la del movimiento
obrero.
1. La cultura conservadora estaba alimentada por la doctrina y práctica de la Iglesia. Los
conservadores no se despegaron de la solución recristianizadora, hasta iniciado el siglo XX.
2. La cultura liberal, se inspiraba en un abanico de ideas que va desde la ingenua y paternal
conjunción heredada del socialismo utópico, pasando por la armonización inspirada en la
filosofía krauso-positivista, hasta llegar al intervencionismo reformista del Estado.
3. Movimiento obrero, nacido del proletariado mismo, que se articulaba en torno a una
dialéctica revolucionaria, bien fuera en la versión socialista de la lucha de clases,
acompañada por la legislación y la política desde el Estado, o bien fuera en la traducción
anarquista de la erradicación de todo poder institucional.

Destacaron como las más influyentes la conservadora y la liberal, que tuvieron capacidad de legislar
sobre la arcaica política social del Régimen de la Restauración. Ambas confluían en la propuesta
fundamental de la armonización como solución al conflicto y compartían la finalidad básica de
evitar la confrontación que propugnaban las teorías sociales más agresivas, pero por caminos
distintos.

También practicaron ambas el paternalismo social, aunque en mayor medida los liberales que los
conservadores. Practicaron políticas de control riguroso de los trabajadores dentro y fuera de los
lugares de trabajo, a base de acciones dirigidas a las capas populares, bajo apariencia de enseñanza
y formas de ocio.

2.1.1 La solución católica pensaba que la beneficencia era más rentable que
la previsión.
La iglesia española insistía en el recurso benéfico como solución a la cuestión social, los
eclesiásticos no admitían la intervención del Estado en las relaciones sociales porque consideraba
que podía perder la hegemonía de sus relaciones con la sociedad.

2.1.2 La solución conservadora, ante la cuestión social, prefiere curar que


prevenir.
La percepción conservadora siguió insistiendo en la recatolización de la sociedad como
instrumento de superación de la cuestión social. Participaban en dos culturas antipreventivas, el
individualismo liberal y la cultura religiosa de la beneficencia. Veían la solución correcta en la
beneficencia particular más armonizadora y menos conflictiva, gracias a la práctica de la religión y

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el paternalismo social.

2.1.3 La solución de los liberales y krausistas se acerca a la previsión.


Los liberales basaban la solución del problema en el principio de la capacidad, la desigualdad y la
libre competencia. Rechazan las acciones colectivas, como el asociacionismo. El primer reformismo
de algunos liberales se basaba en sentimientos demófilos (amantes del pueblo) propios del
voluntarismo e individualismo de las clases superiores. Se movían por el paternalismo liberal.

Había una minoría intelectual disidente que planteaba solucionar la "cuestión social" por la vía de
las reformas, siendo contraria al liberalismo individualista y a los planteamientos revolucionarios
de anarquistas y socialistas.

El movimiento krausista, en cambio, destacó entre ellos y se mostró dispuesto, con su sentido
armonicista y organicista, a introducir correcciones al liberalismo por medio de sociedades
interpuestas y el Estado.

2.1.4 La solución del sindicalismo socialista.


En este tiempo coincidieron los grandes movimientos sociales del socialismo y del anarquismo, y
se estaban estructurando las grandes instituciones del movimiento obrero.

Sus principales objetivos eran el asociacionismo, la previsión y el intervencionismo estatal.

- Los sindicalistas reducían el conflicto básico y permanente en la historia a la dialéctica


capital/trabajo, patrono/asalariado/, capitalismo/socialismo y su meta era alcanzar la
revolución a través de la lucha de clases.
- Los reformistas rechazaban la revolución y reprimían las organizaciones que creyeron
revolucionarias, pero estaban dispuestos a regular la asociación con la ley de asociaciones
de 1887.

Más adelante algunos intelectuales republicanos y demócratas, más próximos a la sensibilidad


social de los movimientos obreros, propusieron la protección y defensa del Estado al trabajador
asociado.

Serán definitivamente los socialistas los mayores impulsores de este avance estatal de la política
social. Echó a andar la intervención del Estado en los problemas sociales, pero fue tardía y se vio
frenada por las resistencias conservadoras.

2.2 Los destinatarios de la cuestión social y la previsión

Las clases trabajadoras están amenazadas por la necesidad, no se trataba ya de socorrer a los
pobres, sino de generar servicios sociales que previnieran las grandes necesidades de enseñanza,
sanidad, seguridad, trabajo y medios de subsistencia de los trabajadores.

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2.2.1 Los factores de la pauperización giran ahora en torno al trabajo.


Todos los viejos factores de la pauperización empiezan a actuar ahora en el entorno del trabajo:

- La edad, tanto la infancia como la ancianidad seguían siendo dos condicionantes casi
inexorables de pauperización, pues estaban relacionados con la entrada y la salida y las
condiciones de trabajo.
- La enfermedad o el accidente laboral era otro factor. - La imprevisión o el paro, ponían a
los grupos populares al borde de la necesidad, teniendo que mendigar varias veces al año.
- El género era otro factor relacionado con el trabajo. Las mujeres solteras o viudas tenían
como destino obligado recurrir a la beneficencia por su incapacidad para acceder al
trabajo.
- El matrimonio suponía una ventaja para la mujer y una desventaja para el hombre que
debía compartir su salario al contraer matrimonio.

La cuestión social oficial de la Restauración asocia trabajadores y pobres, lo que justificaba


aplicarles el remedio de la beneficencia.

Ahora cambia el concepto, los pobres y la beneficencia pertenecen al pasado, el futuro eran los
trabajadores y la previsión. La distinción entre clases pasa a ser de pobres/ricos a
trabajador/patrono. Eran los trabajadores y la previsión los que debían marcar el rumbo de la
política social.

2.2.2 La nueva pobreza coincide con la vida cotidiana de un jornalero.


En la cultura social de los liberales, se tenía aún la imagen del trabajador bajo sospecha. Hasta bien
entrada la primera década del siglo XX, la huelga aparecía únicamente en el código penal en los
términos verdaderamente drásticos de castigo a los que se coaligaran con el fin de encarecer o
abaratar abusivamente el precio del trabajo o regular sus condiciones.

Lo mismo sucedía con los contratos de trabajo, que estaban regulados sólo por el código civil,
donde latía una gran desconfianza básica sobre el criado u obrero. El trabajador no formaba parte
de la empresa, ni podía intervenir en ella.

• En el mundo rural se trabajaba de sol a sol hasta el primer tercio del siglo XX.
• En el inicio de la Restauración la jornada oscilaba entre las 12 y las 14 horas.
• En 1900 lo habitual era el trabajo de 10 horas, aunque se inicia por parte de los sindicatos
la lucha por las 8 horas.
• Hasta 1918 no se fijaron las ocho horas en el horario para empleados y trabajadores. Se
pagaba un jornal y quedaban excluidos los domingos y festivos así como los días no
trabajados. Sólo algunos empleados de oficina cobraban un salario mensual. En la industria
textil y en la siderúrgica (extracción y trabajo del hierro) se trabajaba a destajo. En el
trabajo agrícola en ocasiones se pagaba en especie.
• Desde el principio de la Restauración hasta el comienzo del s. XX, los precios y salarios no
sufrieron grandes alteraciones. Esta situación se rompe desde principios del S.XX, cuando
los salarios se estancan y los precios suben. Desde la Primera Guerra mundial hasta los
años treinta, se duplicaron los precios cuando apenas ascendieron los salarios.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

2.2.3 Los empleados y obreros reclaman seguridad y previsión.


Una de las carencias de la vida de los trabajadores fue la seguridad y la previsión. Depender
directamente del jornal hacía que en situaciones de enfermedad, paro o invalidez la subsistencia
de la familia se viera comprometida. Además al cobrar solamente los días trabajados retribuía solo
el periodo activo del trabajador y no el inactivo (vejez).

3. EVOLUCIÓN LEGISLATIVA E INSTITUCIONAL DEL REFORMISMO SOCIAL.


Los conservadores renovadores comenzaron a apuntar hacia el reformismo social (E. Silvela,
Manifiesto de la Unión Conservadora), pero será E. Dato el primer legislador de la previsión. Suelen
distinguirse dos etapas en su evolución legislativa, con un punto de inflexión en 1900. En la primera
hubo una rotura de la herencia reformista del sexenio democrático y en la segunda etapa iniciaron
la creación de instituciones y políticas del reformismo social.

 Medidas contra el trabajo infantil (1873 y 1884, ley Benot)


 Comisión de Reformas Sociales (1883)
 Ley de compensación de los trabajadores (1900)
 Instituto de Reformas Sociales (1903)
 Instituto Nacional de Previsión (1908)
 Retiro obrero obligatorio (1919)
 Jornada de 8 horas (1918)

Fueron los socialistas quienes impulsaron la intervención del Estado en la política social,
permanente y propia de su función. Se encaminaron hacia la intervención del Estado en las
conquistas sociales de previsión, en las relaciones laborales, condiciones de trabajo, regulación de
la huelga y sindicación. Sin embargo, las dictaduras de Primo de Rivera y Franco retrocedieron
volviendo a las políticas sociales tradicionales con un espíritu cooperativo y un afán monopolista
del Estado que puso la política social al servicio de la ideología del régimen.

3.1 Evolución institucional durante la Restauración.


En la primera etapa, antes de 1900, la base de la política social de la restauración era la vieja
red de beneficencia eclesiástica. Sin embargo los primeros liberales comenzaron a abrirse a
algunas exploraciones que renovaran este aparato asistencial. La primera iniciativa pretendió
informarse de la situación social de los obreros, propiciar un marco legal que controlara el
asociacionismo, y legislar medidas para armonizar las relaciones laborales. Fueron estas
medidas los antecedentes del reformismo social, intervencionismo estatal y de la cultura de la
previsión

3.1.1 La Comisión de Reformas Sociales (CRS): informando pero


inoperante ante la cruda realidad obrera.
Por Real Decreto de 5 de diciembre de 1883, en el que se crea una comisión para el estudio de
las cuestiones que directamente interesan a la mayoría y al bienestar de las clases obreras
tanto industriales como agrícolas y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo.

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Se crean comisiones locales y provinciales para recoger estadísticas y opiniones sobre los
problemas y necesidades de la clase obrera. Se elabora un cuestionario para recoger datos
sobre la cuestión social, que fue dirigido a corporaciones públicas, sindicatos, cámaras, de
comercio, patronales, etc. Con estos datos, la Comisión debería presentar sus proyectos de ley
para su presentación y aprobación en las Cortes.

Por Real Decreto del 13 de marzo de 1890, se reforma la Comisión consolidando su papel
interventor en la vida social. Art. 6: Será objeto de la Comisión:

1. Preparar proyectos de ley que mejoren el estado de la clase obrera;


2. Informar de los puntos que el Gobierno les someta especialmente; 37
3. Someter al Gobierno todos los proyectos de decreto o ley que sean conducentes a los
siguientes puntos:

a. Mejora de la habitación de las clases obreras.


b. Policía, higiene y salubridad de los talleres.
c. Represión del fraude en la adulteración y peso de las sustancias de primera
necesidad. Medidas para facilitar la asociación, ahorro y socorro mutuo.

La finalidad de la Comisión será servir de instrumento a una legislación más profunda a las
necesidades de los colectivos a quienes se destina y que cuente, al mismo tiempo, con un
mayor grado de aceptación. Por primera vez en la legislación española se empela la expresión
“trabajo social”, aunque con un sentido, muy diferente al actual, de análisis y consulta de los
afectados como tarea previa a las decisiones legales.

La importancia de la Comisión radica en su propia existencia y en la presidencia de dicha


Comisión de Canovas del Castillo, líder del partido en la oposición. La cuestión social se
convierte en un problema de Estado. Lo que significa que el Estado de la Restauración
reconocía que no podía quedar al margen de los nuevos problemas sociales. A ello hay que
añadir el impulso dado por la Comisión al debate público y la información sobre la cuestión
social.

La propia naturaleza de la Comisión expresa la convicción de afrontar la cuestión social desde


una perspectiva global y mínimamente sistematizada Pero los principales efectos pueden
medirse considerando su propia obra: Proyectos de Ley, debates, dictámenes sobre aspectos
básicos de la situación social en España fueron resultado de su intensa tarea. Cuestiones
propias de la acción social y de los servicios sociales cuentan con una gran reflexión colectiva
gracias a la labor de la Comisión, que será punto de partida de legislación social decisiva.

Conclusión: la Comisión de Reformas Sociales no se agotará con su propia existencia. Fue el


núcleo desde el que surgió un órgano básico de nuestra historia: el Instituto de Reformas
Sociales.

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3.1.2 La ley de asociaciones de 1887.


La eclosión de obreros y frailes. Se reconocieron jurídicamente las asociaciones, entendidas como
fundamentales para regular las relaciones laborales y resolver la cuestión social. Hacía referencia
específica a gremios y ni siquiera obligaron al empresariado a contar con dichas asociaciones a la
hora de regular las relaciones laborales.

3.1.3 Los jurados mixtos.


Órganos jurisdiccionales para resolver conflictos individuales en las relaciones de trabajo, la CRS
les concedió en 1891 las funciones de inaccionar el cumplimiento de la ley, de conciliar situaciones
de conflicto e incluso de sancionar jurisdiccionalmente su resolución.

3.1.4 El Instituto de Reformas Sociales (IRS)


El IRS nació en 1903 como medio para la institucionalización pública de las relaciones entre obreros
y empresarios. Fue la primera institución que reconoció el intervencionismo social del Estado. Tuvo
la misión de de incentivar la participación de obreros y patronos, promover el diálogo, la
negociación, la mediación y la búsqueda de consenso. Tubo funciones de estudio de la situación
social de las clases obreras y de las relaciones entre capital y trabajo. Se le encargó preparar la
legislación de trabajo, asesorar y apoyar las tareas legislativas y de Gobierno. También actuó de
mediador para prevenir y conciliar conflictos. Hasta la creación del Ministerio de Trabajo en 1920,
analizó los problemas sociales y laborales, medió en los conflictos y elaboró proyectos legislativos.
Sus boletines, monografías e informes fueron un referente con rigor científico y estudio
documentado. Exigieron al poder público respuestas legislativas a los problemas sociales, más allá
de medidas puntuales y paternalistas, e hicieron numerosas propuestas de reforma social.

3.2 Evolución legislativa del reformismo social.


A partir de los años ochenta se camina hacia la regulación de unas condiciones mínimas (CRS e IRS),
al régimen de libertad subsidiaria (INP) y los seguros sociales obligatorios dependientes del
Ministerio de Trabajo. Sin embargo el retiro obrero sigue siendo el único seguro obligatorio vigente
en España cuando arranca la II República.

Por RD de 5 de diciembre de 1887 obtiene luz verde la Comisión de Reformas Sociales, en cuanto
“Comisión para el estudio de las cuestiones que interesan a la mejora o bienestar de las clases
obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el
trabajo”. Entre sus antecedentes se encuentran artículos sobre la “cuestión obrera” o las
directrices proclives a reformas morales, educativas y jurídicas aprobadas en el Congreso
Sociológico de Valencia.

La creación de la CRS institucionaliza la opción favorable al papel moderador del Estado en el


conflicto social, cuyos principales avalistas están ligados al grupo krausopositivista y a la Institución
de Libre enseñanza. La Comisión, que no es parlamentaria, sino un órgano dependiente de la
Gobernación, recibe como objetivo prioritario el estudio e información a nivel nacional, provincial
y local, del estado material de las clases trabajadoras.

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El agravamiento de la cuestión social hace que por RD del 13 de mayo de 1890 se acometa una
reestructuración de la CRS confiándole “preparar proyectos de ley, que tiendan al mejoramiento
del estado de las clases obreras o de sus relaciones económicas con las clases productoras. Este
impulso viene precedido por la creación del PSOE y UGT (ley de asociaciones de 1887) la
celebración del 1º de Mayo, y de hechos internacionales como la II Internacional o el Congreso
Obrero de Berlín.

La Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891) muestra la preocupación por los problemas
sociales de la iglesia. Su repercusión se ve en 6 congresos Católicos, asociacionismo (Círculos
Católicos Obreros) y desde principios del s. XX del sindicalismo obrero católico.

El proceso de institucionalización de la política social se ratifica con la creación en el año 1900 de


las Juntas Provinciales y Locales de Reformas Sociales y las incipientes leyes reguladoras del trabajo
femenino e infantil. El siguiente paso fue la creación por RD del 23 de abril de 1903 del IRS, que
será un centro de elaboración jurídica laboral. Se consolida el intervencionismo del Estado en las
relaciones laborales.

Ambos organismos (CRS e IRS) se proponen abarcar todo el espacio comprendido por las relaciones
de producción y trabajo. La amplitud teórica choca con la restringida aplicación de la legislación
laboral (Ej. Ley Dato de protección del trabajo de mujeres y niños (1900) que sólo afectaba a las
fábricas).

El fin de la CRS (1903) se resume con la parte positiva que conlleva su propia aparición, ya que
supone el arranque oficial de la acción social del Estado y la parte negativa centrada en el
desinterés de los patronos y los trabajadores que con su rechazo al proyecto consiguen su
neutralización.

La creación del Instituto Nacional de Previsión (INP) el 27 de febrero de 1905 supone el paso de los
seguros sociales voluntarios al régimen de libertad subsidiaria, un escalón hacia la protección
social. Entre las responsabilidades del INP se encuentra la administración de las pensiones de retiro
a favor de los asalariados y su contribución al ejercicio de dicha práctica.

El retiro obrero es el primer seguro social obligatorio implantado en España, su afianzamiento


correrá a cargo del INP, gestor de las pensiones de vejez desde su regulación inicial en régimen de
libertad subsidiaria. Tras la restructuración de este organismo en 1919 (RD del 20 de noviembre)
pasa a depender del Ministerio de Trabajo ley Dato del 8 de mayo de 1920).

El afianzamiento de los seguros sociales obligatorios presenta la sucesión de tres principales


modelos:

1. El armonicista de la Restauración.
2. El corporativista de la Dictadura de Primo de Rivera.
3. La pluralidad más dinámica y comprometida de la II República.

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4. EL MOVIMIENTO OBRERO Y LAS NUEVAS FORMAS DE SOLIDARIDAD


HORIZONTAL.
El reconocimiento jurídico del derecho de asociación, no ha sido tarea fácil. La lucha de las clases
trabajadoras por la obtención de unos derechos mínimos fue difícil. El liberalismo, por ejemplo, se
empeñó en frenar la participación popular en la vida pública a través del sufragio censitario
(personas incluidas en un censo restringido), y en obstaculizar todo factor de vertebración
autóctona y solidaridad entre las clases populares (derechos de reunión y de asociación).

Tras el paréntesis fernandino (1814-1833), caracterizado por la dialéctica de la tensión entre los
postulados del Antiguo Régimen y las incipientes propuestas liberales, el nuevo orden liberal será
el encargado de acometer la regulación legal del fenómeno asociativo. En una R. Orden de 28 de
febrero de 1839, se autoriza la constitución de asociaciones de manera muy restringida, bajo la
modalidad exclusiva de socorros mutuos sujetos a la inspección de las autoridades civiles.

Entre el arranque liberal y la ley de asociaciones de 1887 distinguimos tres etapas:

1. La de las restricciones de la España Isabelina.


2. La incipiente constitucionalización del Sexenio Democrático.
3. La de los silencios de la Restauración.

En la España de la Restauración harían falta 11 años (1876-1887) para definir las condiciones del
derecho de asociación.

Con un enfoque paternalista, los partidos dinásticos tratan de mejorar la situación de los
trabajadores sin perjudicar la suya propia.

La importancia de la Ley de 30 de junio de 1887 proviene tanto de su estabilidad y larga vigencia,


prácticamente hasta el franquismo, como de hecho regular con minuciosidad el fenómeno
asociativo. En ella se detallan las normas relativas a la fundación y desenvolvimiento ordinario de
las sociedades, las cuestiones económicas y los problemas organizativos y se fija el calendario y
mecanismos de supervisión reservados a los Gobiernos civiles. Por fin se da luz verde al desarrollo
del asociacionismo en España que sabrán aprovechar los movimientos reivindicativos PSOE i UGT
en el verano de 1888.

Pero el contexto es hostil. Los principios proclamados se subordinan a los intereses de clases
propietarias. Lo que cuajó y fue operativo fue el mutualismo, basado en la ayuda mutua y
aportación de módicas cuotas asequibles.

Tras los socorros mutuos se esconden distintos rostros. Uno de ellos es la manifestación solidaria
de sociabilidad horizontal que, ante la dejación de los poderes públicos, intentan regular desde
abajo un seguro rudimentario contra la enfermedad y la falta de trabajo.

Pero también sirvieron para consolidar el sistema y sus limitaciones. Aparece así el mutualismo
como un elemento atenuador de conflictos y colaboracionista con las oligarquías, que lograrán
infiltrarse y controlarlo desde dentro.

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Habrá que esperar el discurrir del siglo XX para ver en funcionamiento sindicatos de clase,
protección social del Estado, previsión complementaria. Auge del mutualismo entre las clases
populares. Desde el primer tercio del S. XX la práctica mutualista en España muestra una capacidad
de supervivencia por encima de las trabas legales.

Sin embargo, aún en pleno siglo XX sigue en auge la práctica del mutualismo. Su crónica presencia
deja entrever la debilidad del movimiento obrero organizado y otras vertientes de la realidad
societaria. Pero el mutualismo ofrecerá lo que el Estado y otros supuestos reivindicativos
(sociedades de resistencia, sindicatos de clase, autogestión) serán incapaces de ofrecer por ser
todavía embrionarios.

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TEMA 3

EL ESTADO SOCIAL

EL ESTADO SOCIAL Y LA PROFESIONALIZACIÓN DEL


TRABAJO SOCIAL
OBJETIVOS:
La acción social del Estado se refiere a la legislación obrera que protege el
trabajador y su familia.
La legislación política obrera del Estado liberal ponen los pilares del ESTADO
SOCIAL
_una parte: que tiene mucha relevancia es la Administración social (impulsora
de la previsión social y la transformación de la cuestión social fortaleciendo el
eje de la intervención soc.)
En todo este proceso desempeñaron un papel muy importante el
CATOLICISMO SOCIAL (mensaje renovado por LEON XIII Y EL VASTO
MOVIMIENTO DE LA REFORMA SOCIAL, con ramificaciones importantes en el
transito del SIGLO XIX al XX como: IGIENISMO
SOCIALISMO JURIDICO

INTRODUCCIÓN:
El Estado Social es una de las formas del Estado, que es una forma política, y cuyos principios
son la soberanía (concentración del poder) y la neutralidad (imparcialidad del estado frente a
los poderes indirectos o facciones y grupos sociales, caracterizados por un interés individual). Se
consolidó en el siglo XIX y fue la institución reformadora que limitó la consecuencia de la
cuestión social (vista como problemática), impidiendo una guerra civil social de dimensiones
Europeas.

El Estado Social tuvo sus primeros antecedentes en lo que la tradición hacendística alemana
llamó ya, antes del movimiento ilustrado, Estado de Bienestar Social (Wholfahrssraat). El S. XIX
añadirá al Estado Social dos elementos de gran importancia: la idea de una reforma de la
sociedad capitaneada por una monarquía de naturaleza social y el desarrollo de los seguros
sociales como la vía más adecuada para resolver los conflictos de la sociedad industrial. A la
combinación de estos dos elementos se denomina “prusianismo socialista”.

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LA INTERPRETACIÓN LEGISLATIVA DEL ESTADO. LA FAMILIA OBRERA COMO


OBJETO DE LA ACTUACIÓN SOCIAL. LA ADMINISTRACIÓN SOCIAL,
PREVISIÓN SOCIAL Y LOS RECURSOS SOCIALES.
El Estado se hizo impulsor del comercio y la industria, en virtud de razón de estado,
convirtiéndose en un elemento fundamental para el desarrollo de la economía capitalista. Por
otro lado, la rivalidad del Estado y la iglesia conllevó la secularización que tuvo como
consecuencia el primado del Estado sobre todas las relaciones sociales que estuvieron sometidas
a un fuerte proceso de racionalización y centralización.

La Ley de Le Chapelier (1791) disolvió todos los gremios y prohibió cualquier tipo de asociación
profesional puesto que acusaba a estos “cuerpos intermedios” de interponer su voluntad entre
los individuos y Estado.

Durante la Revolución Industrial existe una contraposición, de gran efecto sobre la opinión
pública, entre los derechos formales, los derechos materiales y los derechos sociales. La
aventajada situación de los patronos hace necesaria la intervención del Estado para equilibrar la
relación de fuerzas, naciendo así la cuestión obrera o cuestión industrial. La pobreza se
transforma en pauperismo industrial y se presenta de forma radicalmente nueva a lo largo del
S. XIX.

El trabajo profesional permanece ajeno a la vida personal. La profesionalización del trabajo


tendrá como consecuencia la mayor dependencia de los individuos del sistema industrial,
transformando el ocio como algo residual. La rebelión de las masas permite a Forsthoff distinguir
el estado vital dominante y el estado social efectivo. El primero está colocado debajo del
individuo por lo que este puede considerarse dueño de dicho espacio, el espacio vital efectivo
es el espacio en el que prácticamente se desarrolla la existencia de cada uno. Este espacio se
estrecha con motivo del éxodo rural(emigrar)

La dependencia de un contrato de trabajo, de los servicios benéficos municipales, permite hablar


de una cierta “menesterosidad social” (medición), cuya consecuencia más importante es la
proletarización. La más dependiente y necesitada de todas las instituciones sociales es la familia
obrera, se la puede presentar, así como objeto de la acción social. La razón de ser de la
Administración social contemporánea era hacerse cargo de la procura asistencial o asistencia
vital de los ciudadanos. Esta nueva asistencia, característica de la sociedad industrial presenta
tres aspectos fundamentales: la garantía del derecho al trabajo y un salario adecuado y justo;
la regulación de la demanda, la producción y el consumo; las prestaciones necesarias para el
mantenimiento de la vida en una sociedad masificada (asistencias vitales: sanidad, previsión
para la vejez, invalidez, enfermedad y paro).

Entre las medidas de previsión social del estado destaca el ahorro familiar, la fórmula que
aconsejan los poderes públicos es la previsión individual y social que desembocará(reunirá) en
el Instituto Nacional de Previsión que desarrollará legislativamente las leyes de seguros sociales.
La política social por tanto fue concebida como política laboral y legislación obrera. La
administración laboral aspiraba a proteger directamente la salud del trabajador, reduciendo la
jornada laboral entre otras cosas.

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1. EL
CATOLOCISMO SOCIAL. LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
CATÓLICA. PROLETARIADO Y SINDICATOS CATÓLICOS. INSTITUCIONES
BENÉFICAS. LA FORMACIÓN MORAL
Se denomina catolicismo social al conjunto de esfuerzos que han realizado los católicos para
percibir el problema obrero en su origen, dentro de la sociedad industrial y para responder a él.

Un punto de partida de esta doctrina social fue la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII
(1891).

La primera etapa del catolicismo social en España de 1880 a 1912 y se basa en los “círculos
obreros” del Padre Vicent, con objetivos de formación religiosa, instrucción, ayuda económica y
actividades recreativas. La orientación corporativa se manifestó en el carácter mixto (patronos
y obreros) de las organizaciones, frente a la propuesta de los católicos de organizaciones puras
(sin presencia patronal). Esta división política se manifestó en los Congresos Nacionales de
Católicos y en las Semanas Sociales que se interrumpen en 1912.

La segunda etapa va desde 1912 a 1936 y en ella aparecen organismos para las obras sociales y
a Confederación nacional de Sindicatos católicos y Sindicatos libres. También hay mayor estudio
de la problemática social y mayor divulgación de la doctrina social, por esto se crea en Madrid
la Asociación Nacional Católica de propagandistas y el Grupo de democracia cristiana en 1919.

Un aspecto de relevancia en el catolicismo social es la misión de redención del proletariado,


expresada por Pío XI en la Quadragesimo Anno. Se aproximan así a las figuras del proletariado y
los sindicatos católicos, optando por la asociación de tipo mixto.

2. DE LA BENEFICENCIA GENERALISTA A LA INTERVENCIÓN


ESPECIALIZADA. MUJERES, INFANCIA, ANCIANOS. NORMALIDAD Y
“DESVIACIÓN SOCIAL” (LOCOS, LISIADOS, PROSTITUTAS, HUÉRFANOS,
TRASEÚNTES, ETC.)
La beneficencia es una forma de intervención social que impregna una época, la que precede al
enganche al carro del Estado del socorro a los necesitados, pero también contemporánea y
posterior a ese compromiso de la Administración. La protección social, en concreto la protección
legal obrera, será la parte más visible de la política social, cuando la legislación sobre el trabajo
llegue a constituir el sector más extenso de la legislación social.

Entre los encargados de la beneficencia pública están las casas baratas o higiénicas, las
provisiones de alimentación de emergencia, el socorro o asistencia a enfermos tanto domiciliaria
como en establecimientos internos (hospitales, instituciones de acogimiento para contagiados,
locos), el socorro a las embarazadas, la protección a la maternidad, la educación infantil.

La beneficencia pública, sea o no útil para sus beneficiarios, es obligatoria para el provisor
(Estado), aunque de hecho quede condicionada en extensión e intensidad a las disponibilidades

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del momento.

Esta primera etapa será progresivamente sustituida, por las formas de garantía de derechos
individuales que en su momento se llamará bienestar social, el paso de la beneficencia
generalista a la intervención especializada. Obsérvese que al hablar de “intervención” se está
reconociendo la profesionalización de la beneficencia tradicional. Así pues, mujeres, infancia y
ancianos merecerán un tratamiento diferenciado.

Por otro lado, el proceso de especialización resulta imposible de separar de las crecientes
municipalización y centralización estatal de los servicios asistenciales y de bienestar. Se
encuentra aquí la razón de la distinción entre la normalidad y le desviación social. Desde este
punto de vista científico y positivista se justifican las nuevas formas de tratamiento de las
personas cuya conducta no es la conducta típica (locos, lisiados, huérfanos, etc.)

Cuando la legislación sobre riesgos asegurables se desarrolle (vejez, retiro obrero, accidentes de
trabajo, maternidad) las provisiones sociales (individuales, profesionales) continuarán substituir
las limitaciones y deficiencias de la provisión estatal. En muchos lugares concurren iniciativas
provinciales de beneficencia con recursos privados, sobre todo católicos, puestos al servicio de
la beneficencia pública. El mutualismo asistencial ofrece ejemplos de asistencia médica y
farmacéutica gratuita, pensiones temporales en metálico para los inhabilitados para el trabajo
o por accidente.

En el imaginario social europeo del s. XIX tuvo una presencia viva el sufrimiento no cumplido a
su “beneficiarios”. Los mismos hospitales eran temidos por su elevada mortalidad, retrasando
todo lo posible la entrada en ellos y haciéndolo ya en el extremo: era un círculo vicioso. Los
hospicios presentaban condiciones de acogida muy duras.

3. EL MOVIMIENTO DE LA REFORMA SOCIAL. EL HIGIENISMO. EL


SOCIALISMO JURÍDICO. COOPERATIVISMO. AMPLIACIÓN DEL OBJETIVO
DE LA ACCIÓN SOCIAL: CIUDADANÍA SOCIAL. SERVICIOS DE EDUCACIÓN Y
SALUD: HACIA EL BIENESTAR SOCIAL.
Desde una perspectiva global, el reformismo social fue la compleja respuesta de una sociedad
en cambio al impacto que sobre Europa tuvo la Revolución industrial. Esta produjo cambios
extraordinarios en todos los aspectos de la vida social, comenzando por la demografía y
continuando por la política, la economía, la ciencia, etc. Se inicia entonces lo que ahora llamamos
globalización y cuya lanza ha sido precisamente Europa.

Junto a las ventajas de la revolución industrial y el progreso técnico, movimiento que alimenta y
se alimenta de aquella, se ha tenido también la certeza del coste del progreso económico:
deterioro del medio ambiente, degradación de las ciudades, pauperismo, proletarización de la
vida, materialismo, etc. Contra estos males de la sociedad contemporánea se dirigió
precisamente lo que con vago término se denomina “Reformismo social”.

El reformismo social no puede definirse como un movimiento de ideas unívoco (unisemnificado),

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

por eso convendría hacer una distinción básica entre los distintos reformismos, según su
naturaleza política, económica, religiosa, científica o intelectual. En el reformismo político
militan los hombres del partido, ya sean conservadores, liberales, socialdemócratas, socialistas,
comunistas o fascistas. En el reformismo económico concurren, por su parte, los cultivadores
de la ciencia económica, bien desde una perspectiva liberal, que basa sus remedios en la libre
iniciativa de los individuos, bien desde una visión colectivista, apoyada en la planificación. Gran
interés tiene aquí el sindicalismo, mediación entre el mundo político y el económico. Hay
también un reformismo social de inspiración religiosa, no siempre determinado por la autoridad
eclesiástica. Es el caso del pensamiento tradicionalista, que aparece en Europa como reacción
ante las nefastas consecuencias del ciclo de la Revolución francesa.

Se puede considerar a P. Frank el padre del higienismo y la medicina social, movimiento médico
que tuvo un gran desarrollo durante el siglo XIX y cuyos postulados esenciales eran la lucha
contra las insalubres condiciones de vida y de trabajo de las clases obreras. El movimiento
higienista tuvo también eco y representantes en España, el médico Francisco Méndez Álvaro,
autor de numerosos estudios de su especialidad entre los que destaca “Consideraciones sobre la
Higiene pública y mejoras que reclama en España la higiene municipal, 1853”.

El progreso de las ciencias médicas y de la estadística permitió descubrir la “mortalidad


diferencial”, es decir, la desigualdad social ante las enfermedades; los procesos patológicos
endémicos (propio y exclusivo de ciertas regiones) y epidemiológicos; los aspectos morales
(conductas depravadas (viciosas), promiscuidad) y ambientales (degradación urbana, viviendas
insalubres) de la enfermedad, etc. Para todo ello debía encontrarse una respuesta, no solamente
política y médica, sino también moral y educativa, pues muchas de las enfermedades que
debilitaban los organismos de los obreros y sus familias tenían que ver con la ignorancia, los
malos hábitos y ciertas costumbres desordenadas.

Los objetivos prioritarios de la lucha contra la miseria moral y física, estigma de ciertas
enfermedades, fueron la prostitución y alcoholismos. Una ramificación del higienismo es el
eugenismo (preocupación por las condiciones físicas de los progenitores) ante la eventualidad
de transmitir al que iba a nacer algún tipo de tara física o mental. Otra es el desarrollo de la
medicina infantil, a partir de experiencias como la obra de la “Gota de leche”, impulsada en
Francia desde finales del s. XIX para ofrecer alimento a los niños pobre que no podían ser
amamantados por sus madres.

Otro aspecto muy interesante del movimiento del reformismo social, el que a veces no se suele
reparar, es el llamado socialismo jurídico, cuyo precursor fue el austriaco Anton Menger, que
partía del análisis del derecho civil (síntesis del estatuto político, económico, social y familiar de
la persona) como una variable de la economía. El Derecho privado venía a ser, así, la expresión
perfecta de la sociedad burguesa. Frente a la disyuntiva entre la revolución y esa especie de
social de Bismarck, Menger proponía una reforma sistemática del Derecho privado para
salvaguardar los intereses populares. La doctrina del socialismo jurídico no podía limitarse a
efectos económico, sino que tenía que tener trascendencia social y política. Con ello apareció el
nuevo tipo de contrato, desligado ya de los Códigos civiles, y que se conoce como los “contrato
de trabajo”, cuya esencia es la protección que aporta el Estado a la parte más débil de los
contratos: el trabajador. Garantía que se hace efectiva a través de unos tribunales
especializados: la jurisdicción social.

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El cooperativismo es otra de las más interesantes aportaciones del genio político del siglo XIX a
la reforma social. En un sentido amplio puede considerarse como un “hecho” fundado en la
naturaleza social del ser humano.

Junto a las cooperativas de consumo, cuya finalidad es la eliminación del lucro mercantil y la
obtención de productos y servicios a precios menores a los ofrecidos por el mercado, y las de
producción, cuyo objetivo sería, en la terminología marxista, la apropiación de la plusvalía por
los trabajadores. Existía también dos tipos de cooperativos: el de vivienda y el de crédito.
Mientras que las cooperativas de vivienda ponen a disposición de los cooperativistas un bien
esencial como la habitación a un precio inferior al del mercado, las de crédito ofrecen un dinero
barato o a interés protegido.

En términos generales, el cooperativismo como alternativa a las relaciones económicas de


dependencia que se desarrollan en el sistema capitalista, puede sintetizarse en cuatro grandes
principios:

1. el de la unirse libremente y voluntariamente a sus miembros (frente al encuadramiento


obligatorio en el sistema de seguros sociales estatales)
2. el del precio justo de los servicios ofrecidos;
3. exigibilidad jurídica de las prestaciones y beneficios previstos;
4. participación democrática, aspiración que transforma la integración personal en la
asociación en una convivencia activa.

Según el sociólogo inglés Thomas h. Marshall, en su estudio “Ciudadanía y clase social”, indica
que el presupuesto de la ciudadanía social es la creencia en la plena igualdad de los individuos
en razón de su pertenencia a una determinada comunidad. Marshall se preguntaba si esa
igualdad sustancial podía ser compatible con otro tipo de desigualdades y estatutos
diferenciados. A su juicio, una parte de las desigualdades se derivan, como una consecuencia
lógica, de la “ciudadanía”. Para él había tres tipos de ciudadanía.

 La ciudadanía “civil”, integrada por las libertades de expresión, de pensamiento, de


conciencia y religión, por el derecho de la propiedad y la autonomía de la voluntad (principio
que fundamenta todo el Derecho privado). Las instituciones que garantizan esos derechos y
facultades individuales son los tribunales de justicia.
 La ciudadanía “política”, cuyo presupuesto esencial es “el derecho a participar en el ejercicio
del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector
de sus miembros”. En este caso, la institución que asegura su vigencia es el parlamento.
 La ciudadanía “social”, que abarca “desde el derecho a la seguridad y a un mínimo de
bienestar económico al derecho a compartir plenamente la herencia social y vivir la vida de
un ser civilizado conforme a los estándares predominantes en la sociedad”. Puede decirse
que su desarrollo y potenciación son misión básica de las instituciones educativas y los
servicios sociales.

La preocupación por la educación y la cultura constituye una de las piezas claves de todo el
Reformismo social. Se empezó por una lucha contra el analfabetismo, las escuelas gratuitas
nocturnas para los trabajadores y sus hijos, en los Círculos de obreros. La necesidad latente,

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consiste en que poco se puede avanzar hacia una educación igualitaria y no discriminatoria
cuando tan grandes son las carencias familiares de todo tipo (vivienda, trabajo, salud, etc.) que
afectan sin duda a la asistencia y al rendimiento escolar. La intervención en este tipo de carencias
afecta directamente al hogar e indirectamente al niño, constituyendo un campo para el
profesional del trabajo social. Y sin embargo la presencia profesional en el área escolar es más
bien simbólica, por no decir inexistente: el campo lo llenan psicólogos y pedagogos.

Otras iniciativas en España a comienzo del s. XX, merece señalar la obra de Leopoldo Palacios:
Las Universidades populares. En ella se informa sobre los antecedentes europeos y las iniciativas
españolas de la Extensión Universitaria. En 1908 la universidad de Birmingham fue la primera
universidad inglesa en conferir la condición de estudiantes a los aspirantes a trabajadores
sociales... La respuesta que dieron los Asentamientos sociales para las familias sumidas en la
pobreza ya tenía lazos con la Universidad a través del Comité de Asentamientos. Cuando en 1908
el gobierno liberal empieza a organizar estructuras administrativas para la provisión de
bienestar.

Los orígenes y preocupaciones también llegaron a los servicios de salud. En esa asistencia
intervinieron siempre, con mayor o menor capacitación técnica, el personal voluntario o
comprometido laboralmente, para la atención a enfermos e impedidos.

El Preámbulo de la Ley General de Sanidad, de 25 de abril de 1986.

Los art. 43 y 49 de la Constitución de 1978 formulaban el derecho de todos los ciudadanos a la


protección de la salud y la institucionalización, conforme a las previsiones del título VIII de la
anterior, de la progresiva transferencia a las Comunidades Autónomas de las competencias en
materia de Sanidad.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

TEMA 4

HACIA LA PROFESIONALIZACIÓN DEL TRABAJO


SOCIAL. UNA PROFESIÓN CON ROSTRO DE MUJER
1. EL TRABAJO SOCIAL TIENE NOMBRE DE MUJER: SUS PIONERAS

El Trabajo Social nace en Estado Unidos y lo ponen en pie figuras solitarias de su época que se
comprometen y trabajan con la posibilidad de lograr la transformación social.

Las pioneras del Trabajo Social participan con plenitud de estas circunstancias, vislumbraron el
momento y los signos temporales que lo acompañaban. Las circunstancias apócales hicieron que
las mujeres abrieran una brecha profunda y fundamental en la intervención política, a través de
esta novedosa forma de profesional que se perfila como Trabajo Social. Trabajan para crear
autonomía, para que cuantos usuarios comparten su trabajo tengan poder sobre sus vidas.

El partido de las mujeres por la paz (WPP) defendió en Estados Unidos la idea de una comunidad
femenina contra la guerra, proponiendo con Jane Addams una educación pacifista a los niños
como una nueva tarea a trabajar desde el trabajo social. Empezamos a ver que las mujeres se
sentían capaces de impulsar reformas legales y políticas sociales con el respaldo de los nuevos
sindicatos, fundamentalmente en la lucha por el respeto al trabajo femenino en situaciones de
embarazo.

Las reformadoras sociales inglesas y norteamericanas están en el inicio de la creación del Estado
del Bienestar (Beatriz P. Webbs) Los programas de la seguridad social discriminarán a las
mujeres por su escasa representación en el mercado de trabajo y diferencias salariales, las
primeras trabajadoras sociales centrarán su atención en las necesidades femeninas y su
específica situación ligada al entorno que les rodea (niños, jóvenes y mayores), personas en las
que recae todo el peso de la pobreza y el abandono social. A estas realidades se refieren
continuamente en sus temáticas Octavia Hill, Jane Addams y Mary Richmond, entre otras.

1.1 Octavia Hill (1938-1912)


Fue la artífice de lo local, del difícil trabajo disciplinado y riguroso, de “trabajar con los sueños”
cuando la realidad no dejaba vislumbrar el problema. Fue una vigilante crítica y constante de la
C.O.S. (Charity Organization Societies/Organización de Sociedades de la Caridad), organización
que le debe su potente inspiración cristiana anglicana.

En 1838 nació Octavia Hill. Su padre fue comerciante, banquero y promotor de un periódico
difusor de las ideas socialistas de R. Owen, y su segunda esposa C.S. Smith, fue nieta de un
pionero de la reforma sanitaria inglesa. De esta forma, pudo ser instruida en el método
Pestalozzi, que incluía la posibilidad de educación para adultos.

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A los catorces años ayudó a su madre en una cooperativa humanitaria y de inspiración socialista
cristiana. Aunque trabajó como aprendiz de carpintería, estaba más interesada en escuchar a los
pensadores sociales del momento. Comenzó así a frecuentar la capilla anglicana del predicador
D. Maurice, teólogo, innovador social y de enorme integridad moral. Él le inculcó el interés por
los jóvenes y sus circunstancias, por el papel de las mujeres en esa sociedad que se empezaba a
perfilar ya muy diferente.

Precisamente el conocimiento exigente de la vida doméstica concretó su modalidad de


intervención social a escala local. Compra las primeras propiedades e inicia un plan de vivienda
para familias obreras, casas con jardines y servicio con alquileres bajos. La reforma social que
ella inicia entonces, es un ejemplo paradigmático del Trabajo Social. Se mantuvo atenta a la
necesidad más importante de la industrialización, la vivienda. En ella el grupo social salía
beneficiado, procuraba paz a la vuelta del trabajo, desarrolló a las mujeres y dio seguridad a
hijos y ancianos.

Su participación en los Settlements y el descubrimiento de la COS fue fundamental para O. Hill.


Ella llegó a ser el alma de esta organización, e impulsó legislación como la Ley de Pobres de 1905.
Fue propuesta para sentarse en la Comisión Real para la Vivienda, y participó durante años como
miembro de la Comisión de la Mujer de la Soución de Blackfriars.

Desconfiaba del Estado social en tanto que interventor en exceso que anula la iniciativa y la
responsabilidad individuales. De igual forma, se rebeló contra cualquier dependencia desde un
espíritu crítico, empezando por la COS: “Los pobres deben ser ayudados a ayudarse a sí mismo”.
Esa era su premisa metodológica básica. Desde ahí fomentó la perfectibilidad y la
autorrealización como principios básicos en Trabajo Social.

1.2. May Ellen Richmond

Mary E. Richmond fue la figura central de la COS. Nace en 1861, al quedar huérfana, vivirá con
su abuela y sus tías. Cursa sus estudios secundarios en Baltimore. A pesar de no tener una
formación académica superior, era una mujer culta, de clase media y de ética protestante. Fue
reformista, pero también feminista.

Reflexiona sobre las necesidades individuales y ambientales de los sujetos. Para paliar la
situación propone un conocimiento exhaustivo de los individuos y trabajar metodológicamente
desde los valores morales de la COS. Esta fue un intento fructífero desde la asistencia privada
como encauzar y sistematizar todos los movimientos de ayuda dispersos geográficamente,
aunando lo que se fue descubriendo como metodología básica de intervención. Llegó a ser
secretaria general y tesorera de la COS (1891), siendo la primera mujer norteamericana que
ejercía una gerencia en una sociedad asociativa. Paralelamente, formará parte de los
“visitadores amistosos”.

No le preocupa tanto el trabajo social como disciplina, cuanto su transformación posible en una
profesión bien fundamentada. El Trabajo Social es, por tanto, una profesión educativa y curativa
que interviene, según ella, desde el conocimiento de la psicología humana y resulta cercana a la
religión por su carácter vocacional y respetuoso con la dignidad de los seres humanos. Desde

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este posicionamiento pudo formular la primera declaración de los principios que debían
informar la práctica microsocial en Trabajo Social.

La carencia de medios didácticos para los voluntarios visitadores le lleva a interesarse por la
sociología y la filosofía. Utilizó materiales, sobre todo, de la Escuela de Chicago a la que se refiere
expresamente en sus escritos, estando también agradecida de cuanto aprendió de J. Addams y
O. Hill. En ese proceso de formación, la Russel Sage Foundation decidió subvencionar la creación
de las primeras escuelas de Trabajo Social en 1917.

Ese mismo año Mary E. Richmond publicó: El diagnóstico social. En él concreta no sólo las
actitudes y aptitudes del Trabajo Social, sino que sistematiza, por primera vez, los métodos y
técnicas del mismo. Pocos años más tarde aparece su segundo libro: El caso social individual
(1922). Expone un tipo de metodología en la relación social de ayuda desde el Trabajo Social que
se convertirá en la gran aportación del Trabajo Social a las Ciencias Sociales. Ese mismo año
1922, el Smith College le concede el doctorado honoris causa por “haber establecido las bases
científicas de una nueva profesión”.

Desde su perspectiva, el Trabajo Social era, conocer pormenorizadamente qué es la ayuda, cómo
hay que abordarla, desde dónde y de qué manera hacernos cargo de ella para que su aplicación
genere autodeterminación, promoción humana e independencia social. Sin embargo, apuntará
que la burocracia era el principal peligro del Trabajo Social. Otro peligro que indica es el trabajo
con recursos materiales, por no tener la dedicación, el tiempo y la formación académica para
descubrir al propio profesional como recurso de ayuda.

La Escuela de Filantropía Aplicada no es sino una concreción del tipo de profesionales que quería
formar en Nueva York. Sus intervenciones se dirigen a los individuos (venta al por menor) dice,
y las reformas sociales exigidas por la sociedad (venta al por mayor) las llama, porque como en
alguna ocasión comenta, el Trabajo Social tiene siempre un desarrollo en espiral.

1.3. Laura Jane Addams

Nace en una pequeña ciudad de Illinois, en 1860, en una acomodada familia. Su madre murió
cuando ella tenía tres años. Su padre fue senador del Estado de Illinois y amigo personal de
Abraham Lincoln. Fue tenida por “santa” entre sus compatriotas, y así declarada por el clamor
popular, tanto por su coherencia y sentido de la realidad, como por su compromiso con ella. En
1931 recibió el Premio Nobel de la Paz.

J. Addams puede definirse el pilar fundamental de lo que podríamos llamar el Trabajo Social,
tanto en su desarrollo metodológico microsocial como macrosocial. Sus intervenciones siempre
estuvieron ligadas, a los sujetos individuales y a las reformas sociales, logrando que su
conocimiento e intervención grupal y las políticas sociales respondieran a esa realidad para
transformarla.

Sus principales líneas de pensamiento y de intervención pueden resumirse en cuatro. En primer


lugar, el trabajo con jóvenes delincuentes, en que fue decisiva la metodología grupal de los
Settlements. En segundo lugar, la intervención desde el Trabajo Social en los movimientos

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sociales, fundamentalmente en el pacifismo como expresión de resistencia. En tercer lugar, el


trabajo con mujeres, en especial mujeres de color, en cuya primera asociación intervino En
cuarto lugar, la intervención en el campo de la inmigración y los desajustes resultantes de la
revolución industrial. Este último campo la conduce a una nueva categoría de interculturalidad
que traslada a las políticas sociales y al trabajo individual.

Después de viajar al Reino Unido y conocer al matrimonio Barnett y su actividad en los suburbios
londinenses, pone en marcha con H.G. Starr, Hull House (1899). Un centro de investigación e
intervención social, un verdadero “laboratorio social”. El éxito de esta iniciativa quedará
asociado al nombre de Jane Addams y a los orígenes del Trabajo Social. La Hull House era, en sus
primeros momentos, una institución educativa con atención expresa a los mayores, a la
diversidad y a los problemas de género. Asimismo, con atención práctica diurna y nocturna,
según los colectivos y según las necesidades. Era un centro donde se trabajaba desde el respeto
a la individualidad y al autodesarrollo personal. Desde el conocimiento de la excelencia, se
formaba a obreros y a estudiantes, para sacarlos de la ignorancia. Era una “Universidad
alternativa”.

J. Addams creía verdaderamente en la unidad del conocimiento, en que es igual saber y hacer. El
aprendizaje proviene de la actividad grupal, relacionada con la vida y, por tanto, es una actividad
social.

Toda su vida es un amplio desarrollo del despliegue personal de alguien que aspiró a que fueran
posibles los tres principios básicos del Trabajo Social: intervención concreta tras un diagnóstico,
reformas legales y políticas sociales desde la investigación rigurosa de la realidad social. Por
tanto, un compromiso fundamental desde el conocimiento, el rigor, el acompañamiento
personal y grupal, identificados con el lugar y los hechos históricos.

1.4. Dorotea Lynde Dix

Norteamericana nacida en Nueva Inglaterra en 1802 y precursora fundamental de la española


Concepción Arenal, empezó enseñando como maestra en un Escuela dominical de Boston a
mujeres encarceladas. Las condiciones de vida de estas mujeres hicieron que D. Lynde Dix
trabajase durante cuarenta años para conseguir mejoras socio-sanitarias como hospitales
adecuados para ellas a través de reformas legales.

La atención a los enfermos mentales y las reformas del sistema penitenciario tienen una deuda
incalculable con esta mujer que, con grupos de voluntarios formados y organizados, desarrolla
un sentimiento de camaradería entre ellas y una decidida toma de postura a favor de cumplir
una tarea con dedicación y entrega.

1.5. Concepción Arenal

Las raíces del pensamiento y obra de C. Arenal, se hunden igualmente, en las pioneras
anglosajonas, sobre todo en D.L. Dix, Howard, E. Fry y T. Friedner. Todos ellos compartieron el
interés por el analizar e intervenir en la realidad penitenciaria.

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Nacida en 1820 en el Ferrol, se quedó huérfana pronto tras la muerte de su padre en la cárcel
por su oposición al absolutismo de Fernando VII. Es la primera mujer que entra en la Universidad
(1842), aunque tuvo que hacerlo como oyente disfrazada de hombre, cursando derecho, como
su compañero Fernando García Carrasco con quién se casó.

En 1860 escribe La Beneficencia, La Filantropía y la Caridad, obra premiada por la Real Academia
de las Ciencias Morales y Políticas. Aunque el texto trata sobre la beneficencia y la legislación en
España desde los romanos hasta el siglo XIX, su aportación pionera se centra en la importancia
que concede a la educación del cuerpo social, la liberación de culpas morales de los pobres y la
descripción de los diferentes medios y disposiciones para salir de la pobreza.

La defensa moral, la solidaridad social y la investigación de la justicia social es la unidad bajo la


cual están todos sus escritos. Su preocupación por los presos y las reformas penitenciarias
expresadas en varios textos le valieron el nombramiento de Visitadora de prisiones de mujeres,
honor que aprovecha para implicar a las señoras coruñesas en la enseñanza a las presas al
tiempo que realiza 400 entrevistas cualitativas a las mismas, proporcionando un estudio muy
completo de ellas y su entorno delictivo. En Cartas a los delincuentes hace una excelente
exposición de la psicología humana en situación de pérdida de libertad. Crítica con la
administración, censura en 1869 las leyes que permitían la construcción de la cárcel Modelo de
Madrid sin distinguir lo correccional de lo preventivo.

Durante la Tercera Guerra Carlista organizó la sociedad de la Cruz Roja, interviniendo en los
servicios sanitarios. Sus inquietudes la llevaron, igualmente, a tomar la iniciativa de “La
Constructora Benéfica” de viviendas para obreros que les posibilitaba, a la larga, a hacerse
propietarios de ellas.

C. Arenal es la única española que se suma por su estilo reformista, su preocupación por el
entorno sociopolítico, su insistencia en la formación académica y su Trabajo Social sensibilizador,
al elenco (conjunto de personas destacadas que trabajan en una misma tarea) mundial de
pioneras de la profesión. Imbuida su vida y su obra de las ideas de modernidad que propiciaron
el nacimiento del Trabajo Social como profesión y disciplina, comprometida con las necesidades
sociales, las respuestas individuales y grupales, toda intervención social en ella vuelve a enlazar
con los principios fundamentales de los Settlements ingleses.

1.6. Josephine Shaw Lowell

Nacida en 1843 y educada en Europa, fue la introductora en los EE.UU. de los Settlements
ingleses. Orientó sus esfuerzos reformistas a las mujeres, poniendo en marcha el primer asilo
custodiado para mujeres en EE.UU. (Hogar Refugio para la mujer), La Liga Municipal de la Mujer
y la Asociación del Servicio Civil. Fue la primera mujer encargada del Departamento de la
Comisión de la Caridad en Nueva York, escribiendo, en la década de los setenta, numerosos
textos sobre la ayuda pública y la caridad privada en Trabajo Social.

Se opuso a la guerra contra Filipinas, fundando la Asociación a favor de la independencia, y


condenando el comercio del opio por potenciar la explotación comercial y el sistema esclavista.
En sus últimos años de vida ejerció como Vicepresidenta de la Liga Antiimperialista de Nueva
York.

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1.7. Beatrice Potter Webb

La influencia de esta reformadora social se alarga hasta nuestros días por las huellas que deja en
el sistema económico social que generó el Estado del Bienestar, como compromiso de los
Estados modernos europeos con las protecciones básicas consideradas derechos básicos de los
ciudadanos. Este proceso encontró entonces su máxima expresión en el informe Breridge, que
recoge su contribución a la Ley de pobres, calificándola como “la principal contribución al
pensamiento social”. Miembro de la Sociedad Fabiana, esta mujer destacó por su modernidad a
la hora de privilegiar su trabajo y por su presencia en la esfera políticosocial inglesa del
momento.

1.8. Alice Salomón

Alice Salomón nace en Berlín en 1872, en una familia acomodada. Fue educada como, la mayoría
de las alemanas de clase media, en los aprendizajes típicos femeninos. Estudió economía con
Simmel y Weber. Se graduó sin dificultad y presentó la tesis: Las razones de la desigualdad
salarial por el trabajo de los hombres y de las mujeres, que fue rechazada la primera vez por el
hecho de ser mujer. Como doctora, empezó a trabajar activamente en el movimiento feminista
burgués, defendiendo a mujeres agredidas en situaciones de injusticia y constatando que por el
hecho de serlo presentaban carencias sociales mayores.

Propuso legislaciones protectoras no solo para las mujeres sino para niños que trabajaban en
edades tempranas. En 1899 pone en marcha en Alemania la Formación para el Servicio Social,
se dedicó varios años a trabajar en los peores barrios de Berlín con la población más vulnerable.

Desde el principio estuvo preocupada por los marcos teóricos, y el aprendizaje práctico dentro
de su defensa por los derechos de las mujeres y el papel de las mismas en la construcción de la
Paz. En 1925 formó la Academia Alemana del Trabajo Social y la Enseñanza Femenina,
proponiendo un Centro de investigación enfocado a la familia y sus necesidades sociales. En
1930 se intentó que presidiera el Consejo Internacional de Mujeres, pero las feministas
alemanas la vetaron por ser judía.

Fue despreciada, insultada y confinada, pero no quiso salir de su país. Recibió presiones de los
nazis para dimitir de sus cargos, pero al hacerlo todos los países la volvían a nombrar. Su fama
internacional evitó su envío a un campo de concentración, como hicieran con su familia. A los
65 años marchó a EE.UU.

1.9. Edith Abbott

Nacida en Nebraska en 1876. De sus padres aprendió a apreciar la belleza de su tierra y la vida
de hombres y mujeres acostumbrados a cruzar fronteras. Economista por la Universidad de
Chicago y la Escuela de Economía de Londres. Organizó los departamentos de investigación
social. Su labor fue fundamental para incorporar la experiencia del trabajo social de campo en
una profesión que encontró en ella cabida dentro del ámbito académico la educación del trabajo
social fue considerada disparatada en aquellos momentos. Fue la primera mujer decana de la
Escuela de Ciencias Políticas y Filantropías de la Universidad de Chicago.

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1.10. Grace Abbott

Hermana y colaboradora de E. Abbott también destacó en los orígenes norteamericanos del


Trabajo Social. Presidenta de la Confederación Nacional de Trabajo Social y organizadora de la
Primera Conferencia sobre Trabajo Social (París, 1928), trabajó en la Comisión de Menores,
consiguiendo las primeras ayudas federales en materia de salud mental y del menor, trabajó
activamente en los movimientos pacifistas y de los derechos de la mujer.

1.11. Jessie Taft

Nació en Iowa en 1882. A partir de 1905 estudió en la Universidad de Chicago, consiguiendo


diplomarse en Filosofía y abordó en su investigación asuntos relacionados con los
comportamientos femeninos y sus ocupaciones. Se enfrentó, junto a su pareja, a algunas normas
convencionales de la familia tradicional y vivió abiertamente su relación con Virginia Robinson,
con quien trabajo en el campo de los menores al liderar un importante movimiento sobre la
adopción. Toda su vida girará en torno a las mujeres. Sus problemas estarán muy presentes en
sus estudios sobre la vida de las mujeres, su mundo laboral y sus conflictos de adaptación a los
valores sociales del momento, tanto por parte de las mujeres como de la propia sociedad.

Llegó a ser directora de la Escuela de Trabajo Social de Pensilvania. Ella puso los pilares del “plan
de estudio” de Trabajo Social puesto que detectó la necesidad de saber, para construir una
profesión universitaria sólida y alejada de la miopía antiacadémica de “hablar de nosotros entre
nosotros”. Su formación y sus prácticas la convirtieron pronto en una prestigiosa trabajadora
social.

1.12. Virginia Robinson

V. Robinson nació en 1883, fue profesora de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de


Pensilvania. Escribió algunos textos que recogen la historia del Trabajo Social desde sus orígenes
hasta 1930. Destacó, por su labor docente e investigadora universitaria, pero sus principales
aportaciones estarán en el campo de la supervisión, la sistematización y los procesos de la misma
en la educación y formación del Trabajo Social.

1.13. Florence Hollis

Es muy de agradecer su contribución al sistema de clasificación de técnicas usadas por los


trabajadores sociales en sus intervenciones de casos. Editó el periódico Servicio Social, publicó
Case Work : a Psychosocial Therapy y su tesis doctoral Women in marital Conflict.

1.14. Saul Alisky

El sentido de la democracia vinculado a la autodeterminación de las comunidades fue el eje que


inspiró a S. Alisky, de origen judío ruso, a desarrollar el Trabajo Social comunitario. Cambiar el
statu quo y las relaciones de poder en beneficio de los más desfavorecidos suponía para él
conocer los sentimientos para movilizarlos.

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La única vía en el Trabajo Social comunitario es la participación activa en procesos políticos.


Intervino como “mediador social” en conflictos laborales y políticos en varias sociedades como
experto en dinámicas de grupos sociales por su formación (sociólogo y criminólogo). Se aliaba
con quien fuera necesario para luchar contra la injusticia laboral y consideraba fundamental
fomentar la autoestima, uniendo a los afectados por la exclusión social. En Reglas para radicales,
insistía en el desarrollo de su “método”: poder-programa-conflicto-negociación, teniendo en
cuenta la diversidad de cada situación y la importancia de la autogestión.

Su labor ha inspirado toda la actividad de Barack Obama en su etapa de organizador comunitario


de Chicago y en su formación política.

2. EL TRABAJO SOCIAL COMO PROFESIÓN FEMENINA

La gestación y los primeros pasos del Estado Social en España, los profundos cambios sociales y
económicos experimentados, el impulso de nuevas corrientes ideológicas como el socialismo,
anarquismo o socialdemocracia, exigirán, desde el último tercio del s. XIX, un permanente y
renovado compromiso de la sociedad hacia quienes mostraban algún tipo de carencia,
deficiencia o necesidad. En este proceso de cambio de orientación político-social se impulsó la
acción benéfico-asistencial con titularidad provincial y municipal, así como mejorar la formación
y cualificación de quienes atendían y asistían a tales colectivos: personas enfermas, prostitutas,
mayores, niños/as, madres, etc.

Hasta la constitución de la Comisión de Reformas Sociales de 1883 no aparece vislumbrarse el


paso de una “política de pobres” hacia una política que abre su intervención al creciente
colectivo de trabajadores urbanos que se encuentran en situación de riesgo de
empobrecimiento, incorporado medidas de prevención y previsión. La prioridad de la actuación
pública descansará, sobre la voluntad política y la capacidad financiera de su frágil red benéfico-
asistencial amplios sectores de población afectados por la extensión del hecho de la pobreza. Se
constata rápidamente el importante retraso con el que se desarrollan tales propuestas de
intervención en el caso español con respecto a otros países europeos o el norte de América.

La desasistencia de la población y la ineficacia que mostraron muchas de las actuaciones públicas


en su doble vertiente de establecimientos benéficos (hospital manicomio, inclusa, etc.) y
atención domiciliaria, permitió que se mantuvieran formas de ayuda mutua y estratégicas de
supervivencia al margen de las incipientes políticas sociales. En este terreno adquirieron
protagonismo tareas asignadas a las mujeres o apropiadas por ellas. Estas tareas seguirán
teniendo como objetivos la atención, acompañamiento y cuidados directos de miembros de la
familia extensa o de otras personas con las que pudiera existir algún nexo, como el religioso.

Podemos establecer así tres escenarios en los que será muy visible la presencia femenina:
familia, domicilio privado y establecimientos o instituciones públicas y privadas. Parecía lógico
entonces que las mujeres debían realizar una intensa actividad como cuidadoras dentro de la
familia, quedando justificado por la capacidad inherente a la condición femenina de desplegar
atenciones de todo tipo. El domicilio se transformará de la mano de la mujer en un hogar, donde
se encuentre alimentación, higiene de la vivienda y de los cuerpos, orden, consuelo, descanso y
amparo. Esta labor se realiza desde la resignación, desde la impotencia o desde la convicción. Se

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ha cumplido con la responsabilidad de atender y cuidar a descendientes, ascendientes, maridos


y otros familiares.

Desde la experiencia cotidiana y el respaldo de la medicina social y la higiene pública y privada,


se inició la formación no reglada de las mujeres de las clases medias en higiene personal,
maternología, puericultura y economía doméstica a través de conferencias, folletos o
publicaciones breves, y reuniones. Su labor se definía como clave para alcanzar un buen estado
de salud física y mental por parte de cualquier miembro de la familia. Para alcanzar estos fines
era imprescindible salir de la familia y del domicilio propio, transmitir a otras mujeres los saberes
aprendidos, aplicarlos allá donde se perciba su incumplimiento y potenciar la aparición de redes
de intervención sobre las diferentes problemáticas sociales y sanitarias detectadas.

La confluencia en las mujeres de clases medias y aristocráticas de los discursos moralizadores y


confesionales con los médicos, reformistas y regeneracionistas propiciará el desarrollo de las
actividades de atención y cuidados directos desde los miembros de la familia hacia los “otros”
en nuevos espacios privados y públicos. Es ese “salir hacia fuera” hallaremos a religiosas que van
a representar la respuesta caritativa y asistencial de la Iglesia a la complejidad de la problemática
social femenina.

Por otro, determinadas damas o señoras, desde un sentimiento caritativo y cristiano o desde la
filantropía, dedicaron parte de su tiempo a visitar a las familias más menesterosas, a los
enfermos, a mujeres “descarriadas”, etc. También las encontramos financiando o colaborando
con congregaciones religiosas dedicadas a la educación de mujeres jóvenes para el desempeño
de tareas domésticas. Asimismo, concederán becas de estudio, patrocinarán y colaborarán en
comedores benéficos, entregarán dotes para poder acceder al matrimonio, etc.

Desde el voluntariado, la presencia femenina fue aumentando al ritmo de su adaptación a los


contextos sociales, hasta encontrar a estas mujeres como visitadoras domiciliarias y enfermeras
visitadoras. Lo mismo ocurrirá con su actividad, al ir pasando de actuaciones más generalistas e
indefinidas a instancias y servicios más especializados en la protección de ciertos colectivos
como el infantil (Junta Provincial de Protección de Menores), las prostitutas (Junta de Trata de
Blancas) o las personas mayores (Homenaje a la Vejez).

En el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX se prodigaron las órdenes femeninas y las
asociaciones católicas de mujeres por el respaldo decidido de las propias autoridades
eclesiásticas y por un contexto socio-económico difícil.

Desde mediados del siglo XVIII y, sobre todo, con la irrupción del Estado Liberal se impulsó una
red de asistencia social y sanitaria en los tres niveles administrativos: estatal, provincial y
municipal. Solo adquirió verdadero protagonismo la red provincial. La propia complejidad del
contexto político y económico condujo a que los beneficiarios de las redes benéfico-
asistenciales no fueran, únicamente, los pobres. Tomaron entidad otros colectivos concretos
como la infancia, las mujeres, las personas mayores, los delincuentes y personas que no podían
trabajar. Cada uno presenta una especificidad y, por lo tanto, requiere un tipo de respuesta
concreta.

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La irrupción de la mujer en un escenario socio-sanitario tan complejo posibilitará la puesta en


marcha de esas respuestas, si bien serán cada vez más conscientes de la necesidad de mejorar
su formación para paliar los efectos de la nueva sociedad urbana e industrial. Desde el
anonimato casi siempre y sorteando numerosos obstáculos, fueron convirtiéndose en
profesionales auxiliares de la medicina (practicantes, visitadoras y enfermeras), visitadoras
domiciliarias y asistentes sociales, más tarde trabajadoras sociales.

2.1. Continuidad de las manifestaciones de ayuda mujer-mujer

La práctica de la beneficencia se había ido estructurando en tres modalidades de actuaciones.


La asistencia proporcionada por establecimientos, en particular en régimen cerrado
(misericordias, inclusas, hospitales, orfanatos, asilos, etc.), será la modalidad más extendida y
consolidada. Una segunda opción fue la beneficencia domiciliaria desplegada por “mujeres
privilegiadas” en el entorno de la persona atendida. Por último, la modalidad informal de
asistencia persona-persona cuenta con una larga trayectoria por estar relacionada con la
solidaridad interpersonal e intergrupal que nace del contacto directo, más o menos estable.

Las dos primeras modalidades han estado vinculadas, de forma directa en España con
parroquias, conventos, hermandades, cofradías de auxilios mutuos y todo un elenco de
asociaciones de signo caritativo. Será a partir de la segunda mitad del s. XVIII cuando se comience
a ser visible la presencia de las autoridades públicas, en particular de las administraciones
locales, pero a una importante distancia de la labor de la Iglesia.

Infancia, mujer y personas incapacitadas para trabajar y ganarse un sustento dignamente por
edad, enfermedad o problemas físicos y psíquicos, componen el rostro de la pobreza. No
tardaron en perfilarse propuestas dirigidas a su redefinición, hacia la activación de nuevos
medios, instituciones y procedimientos dirigidos a la atención de la pobreza, la incultura, el
abandono, la violencia y la enfermedad. Las estrategias desplegadas van a centrarse, en la
educación (alfabetización, urbanidad, higiene, etc.) y en servicios públicos o privados con
trasfondos moralizantes y religiosos.

Dentro del heterogéneo colectivo femenino la mirada se centrará, por un lado, en las mujeres
de la aristocracia y burguesía como canalizadoras y agentes activos de la intervención social y,
por otro, en la mujer marginada o en riesgo como objetivo de atención. Tanto unas como otras
tendrán el calificativo de componente fundamental de la sociedad en su condición de madre,
esposa y trabajadora. Ante una problemática compleja, pero específica, de las mujeres, surge
un modelo de respuestas feminizada integrada dentro del modelo benéfico-asistencial liderado
por la Iglesia, Las Siervas de María, Las Siervas de Jesús o las Hermanas de la Compañía de la
Cruz se dedicaron a la atención de personas enfermas en su domicilio, en tanto que las Hermanas
Hospitalarias de San Juan de Dios lo harán a las mujeres dementes. Las Hermanas de los Pobres
y las Hermanas de los ancianos desamparados abarcarán la atención asilar de personas mayores
pobres y abandonadas en su conjunto, etc.

Aparecieron progresivamente asociaciones de mujeres de la aristocracia y burguesía a instancia


de la iniciativa eclesial o por iniciativa propia, como la Asociación de Caridad de Señoras de Corte

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y Villa. Detrás de estas asociaciones encontramos nombres como los de C. Arenal, la condesa de
Espoz y Mina, y otras muchas “mujeres bienhechoras”. Su labor estuvo muy ligada al buen hacer
de sus miembros, pero ello no limitó sus exigencias a las autoridades civiles: reclamaron mayor
implicación de las administraciones públicas para lograr asilo, protección e instrucción de las
mujeres de cualquier edad. No tuvieron el éxito esperado y/o flexibilidad funcional.

La especialización en el sujeto receptor de la asistencia estaba abriendo un nuevo modelo de


actuación que requería mayor formación técnica y mayor solidez moral si se quería lograr una
integración de las clases trabajadoras urbanas que condujeran a la paz y el orden social sin el
cual era inviable el progreso. Pero también será el referente de una intervención renovada por
su proximidad emocional a las mujeres receptoras.

3. DE LA VISITADORA DOMICILIARIA A LA ASISTENTE SOCIAL

La política liberal decimonónica potenció y delimitó la familia como ámbito de realización


femenina y el hogar como unidad asistencial y de actividad para la mujer. En ella tendrán cabida
instituciones como las maternidades, roperos, gotas de leche, asilos de párvulos, casas cunas,
socorros para parturientas, sobre todo. Se asentarán valores y hábitos que, entraban en colisión
con los existentes, como el ahorro, la previsión, el trabajo, la mesura, privacidad, la limpieza, el
orden o la fidelidad. La educación en estos valores en la escuela y en la familia pondría fin a la
pobreza, la mendicidad, la enfermedad, los vicios y el desorden, en especial.

La figura que podía encargarse de esta doble intervención, asistencia material y educación en
valores, era la del visitador de pobres. Las visitas llevadas a cabo en el domicilio por iniciativa
pública, además de subsanar las carencias materiales más urgentes, debían acompañarse de un
discurso reformador que abogaba por una nueva sociedad. Pero la inactividad del Estado y las
limitaciones de los establecimientos públicos favorecieron las iniciativas privadas de asistencia
y beneficencia, en particular de las juntas parroquiales y las Conferencias de San Vicente de Paúl,
especializadas en el socorro a domicilio de los pobres y enfermos.

La filiación religiosa de la mayoría de las actuaciones domiciliarias irá unida al carácter sectorial
de la acción social, en detrimento de rasgos como la universalidad o la univocidad de los siglos
anteriores.

Destacaremos en la modalidad de asistencia domiciliaria a la Sociedad de San Vicente de Paúl.


Su principal objetivo era santificar a los socios por medio de ejercicio de la caridad, materializada
en la visita domiciliaria a las familias pobres. Mediante el reparto domiciliario de “bonos”
canjeables por alimentos y vestidos se pretendía solo mitigar la situación de necesidad. Se
entendía que era necesario socorrer y asistir a quienes se encontraban en situación dramática.
Para ejercer esa labor había que superar las reticencias de la familia pobre a entrar en su vivienda
o habitación. Los bonos ayudaban a conseguirlo, iniciándose la tarea de cristianización que
requería de tiempo y preparación para ajustar el discurso a cada familia, sin olvidar la detección
de las necesidades materiales urgentes.

Nos encontramos ante una etapa pre-profesional de la intervención social. Las Conferencias de
San Vicente de Paúl son un buen ejemplo de la interrelación de la asistencia social activa con las

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

funciones moralizadoras y cristianizadoras. De ahí que tanto la persona que visita como la
visitada reciban un beneficio: santificación y respetabilidad social la primera, recursos de
supervivencia y amparo, la segunda.

El fracaso del intento de desarrollar un sistema oficial de beneficencia domiciliaria a finales del
siglo XVIII, propició la atomización de respuestas desde parroquias y asociaciones diversas que
tan solo lograron aliviar aquellas necesidades más urgentes.

La mayoría de quienes realizaban las visitas domiciliarias eran mujeres. Era la forma más
extendida de ejercicio de la beneficencia particular. Son mujeres acomodadas, en su mayoría,
movidas por un espíritu caritativo o filantrópico y con cierto nivel de formación que tomaron
como referencia a las visitadoras médicas que acompañaban a los médicos de la beneficencia
municipal, la atención era individualizada y había una clara intención moralizadora.

En los discursos sociopolíticos que se van a ir definiendo a lo largo del s. XIX, es posible encontrar
una bipolaridad cada vez mejor definida entre quienes son perceptores de la asistencia y quienes
son proveedores de la misma.

A medida que se fueron introduciendo criterios preventivos en materia de salud pública e


higiene personal, la intervención en el terreno de lo social también incorporó estos nuevos
criterios. La visita domiciliaria los incorporará para ajustar mejor sus actuaciones a un m omento
concreto de necesidad o etapa vulnerable, a un escenario delimitado (vivienda) y a unas
demandas relacionadas con la supervivencia.

4. LOS CENTROS DE FORMACIÓN REGLADA DE PROFESIONALES: DE LA


COS A LAS ESCUELAS DE ASISTENTES SOCIALES EN ESPAÑA
Es indudable la relación entre unos contextos sociopolíticos cambiantes y las respuestas dadas
a las principales problemáticas detectadas. Entre tales respuestas se encuentra la
profesionalización de la atención social, para lo cual será imprescindible la apertura de centros
especializados de formación. En España este paso se dará tardíamente.

En el Reino Unido es posible encontrar sociedades laicas y religiosas desde mediados del s. XVIII.
Organizadas para la asistencia de personas pobres con voluntarios. Las formas benéfico-
asistenciales públicas y de las obrar privadas encauzaron la atención social de la pobreza y el
desempleo hacia las mujeres de las clases medias y altas o hacia las órdenes religiosas femeninas.

Conforme avanzaba el siglo y el conocimiento de la envergadura que estaba alcanzando la


pobreza, la delincuencia, la prostitución, las enfermedades venéreas, la incultura y el
desempleo, se iba haciendo urgente arbitrar recursos económicos, humanos y sanitarios que
mitigaran las problemáticas sociolaborales que se vivían.

En este contexto de expansión del reformismo social, el higienismo y los movimientos sindicales
y feministas, se fundó en Londres (1869) la “Charity Organization Society” (COS) y las múltiples
sociedades caritativas se agruparon en torno a una Federación nacional, comenzando una labor
encaminada al perfeccionamiento técnico de la asistencia. Además de la asistencia de los casos

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

asignados, las asociaciones (locales) tendrán por misión propagar el sentido de la


responsabilidad colectiva, combatir las causas profundas de la miseria, así como favorecer la
colaboración entre servicios públicos, obras de caridad e iniciativa individual.

El protagonismo de la COS en materia de intervención social irá en aumento. Esta asociación


privada, y sostenida con fondos privados, estuvo inicialmente integrada por universitarios de
Oxford y Cambridge, ampliando posteriormente su base social. Un gran número eran mujeres
voluntarias de las clases medias y altas que podían dedicar tiempo y recursos a las personas con
más necesidad. Su principal objetivo fue reducir la pobreza mediante la aplicación de una
administración más racional de los recursos disponibles y promoviendo, por encima de todo, la
autoayuda. Sus miembros fueron personas muy preocupadas por el rigor de sus actuaciones y
por adoptar métodos y técnicas científicas para mejorar las condiciones de vida de los más
pobres.

La COS optó por sustituir los múltiples donativos concedidos de forma indiscriminada por una
concentración y posterior reparto más racionalizado de los mismos. Los medios obtenidos
facilitaron la puesta en marcha de una forma de trabajo más centrada en la investigación de
cada caso y en la elaboración de un plan de autoayuda en colaboración con la persona
solicitante. Para ello elaboraron cuidadosos archivos con toda la documentación hasta la
resolución de cada caso. Su metodología de trabajo se centraba en la relación personal entre la
persona con una problemática y la voluntaria. La COS se convierte, así, en la pionera del trabajo
social con casos.

No sólo estuvo presente en Europa, en EE.UU. La Asociación se fundó con el nombre de “Charity
Organization Movement” en 1877, por iniciativa de J. Shaw Lowell. Si bien se mantuvieron las
vinculaciones religiosas, la evolución de este Movimiento será la que conduzca a la
profesionalización del Trabajo Social.

Las condiciones políticas y socioeconómicas propiciaron la aparición, en 1863, de los primeros


movimientos para la mejora del funcionamiento de los establecimientos públicos benéfico-
asistenciales (hospitales, manicomios, orfanatos o reformatorios). Sus esfuerzos se dirigieron a
mejorar la asistencia y a racionalizar la red de centros existentes. Sus objetivos eran la educación
y desarrollo cultural de los pobres, el contacto directo de los estudiantes universitarios y otros
residentes de la casa o centro con la pobreza urbana y las condiciones de vida de los
trabajadores, y potenciar el interés general por los problemas socio-sanitarios y la legislación
social. Su enfoque más global, pero “desde dentro” de los barrios, ha convertido a este
movimiento en referente del trabajo social con grupos y el trabajo social comunitario. Su interés
se resumía en ayudar a las personas que se hallaban en los barrios más empobrecidos y, sobre
todo, transformar el entorno, el vecindario, crear una nueva ciudad y una nueva sociedad. Por
ello hizo especial hincapié en la explicación y la predicción del método científico, logrando así
eficiencia a través de la investigación, la reforma y la resistencia.

En 1890 gran parte de intervenciones sociales con personas en situación de pobreza era
realizada por personal asalariado y experto, algunos habiendo comenzado como voluntarios.
Una nueva crisis económica en EE.UU. (1893) animó a mejorar la formación, los objetivos y
métodos de trabajo, así como los salarios de estos primeros profesionales. La principal función
de los profesionales era la rehabilitación, no tan solo el “trabajo de caridad”.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

Con el cambio de siglo la miseria había alcanzado niveles inimaginables y el trabajo social con
casos, válido para la intervención social, no alcazaba a explicar esa nueva realidad. El trabajo
social nace a partir de la caridad y la filantropía, en unos contextos en los que las asociaciones
de inspiración religiosa gestionan la mayor parte de la asistencia domiciliaria y comunitaria. Su
labor y unas realidades socioeconómicas cambiantes propiciarán su reagrupamiento y la
racionalización de sus métodos de intervención, lo cual va a exigir la formación de nuevos
profesionales al mismo tiempo que un paulatino alejamiento de su nexo con las iglesias
cristianas. De esta manera, adquiere una dimensión ideológico-política, que se traduce en una
doble finalidad. Por un lado, la práctica de intervención se dirige a ayudar a personas, familias,
grupos y colectivos que se hallan en situación de conflicto o necesidad. Por otro, como una
actividad política, tiene la pretensión de modificar las condiciones de vida de los más
desfavorecidos de la sociedad.

El recorrido seguido por EE.UU. o el Reino Unido en sus grandes trazos se reproducirá en España
casi medio siglo más tarde. Un retraso explicable por el atraso y polarización geográfica de los
procesos de industrialización y urbanización, y el protagonismo de la iglesia católica en la
atención domiciliaria e institucional frente a la debilidad de las administraciones públicas. Las
fracturas sociales, consecuentes a un contexto general inestable como el que se vivió en España
del siglo XIX y gran parte del XX, encontraron eco en los nacientes partidos políticos demócratas,
entre profesionales de la medicina, pedagogía, sociología o economía, como también en el
reformismo católico finisecular (perteneciente o relativo a un siglo determinado). De forma
paralela, se llevaron a cabo esfuerzos por educar a las clases obreras, higienizar sus viviendas y
lugares de trabajo y ocio, proteger su salud de las enfermedades infecciosas, potenciar medidas
de prevención y previsión, así como atender a quienes se mostraban más vulnerables por medio
de establecimientos que dan cobijo (temporales o permanentes). La figura del visitador/a
domiciliario se convertirá en uno de los principales agentes de intervención social junto con
médicos, enfermeras y docentes.

La profesión nacerá como parte integrante de una reforma social iniciada desde arriba para
paliar graves problemas socio-laborales y “con la finalidad de aumentar la eficiencia de la fuerza
de trabajo y contribuir a la estabilidad mediante la moralización de las clases subalternas”. La
primera escuela de Asistencia Social para Mujeres comienza en Barcelona en 1932 y en 1939 se
abrirá en Madrid la Escuela de Formación Familiar y Social. En este incipiente e irregular proceso
de profesionalización adquirirá especial protagonismo la iglesia, ya que las escuelas de asistentes
sociales que abran sus puertas desde los cincuenta del siglo XX estarán bajo su patronato.

La mayor parte de las Escuelas de Asistentes Sociales/Trabajo Social inician su actividad en el


quinquenio de 1958-1963, se crean un total de 42 Escuelas de Trabajo Social en 1968. Esta
intensa actividad de institucionalización formativa no fue la paralela a su reconocimiento
académico. Parece haber estado más ligada a una demanda social y laboral. El Estado tardó en
dar oficialidad a los estudios de trabajo social y, cuando lo hizo (30 de abril de 1964), quedan
reconocidos con un nivel menor al otorgado en el resto del mundo (estudios superiores o
universitarios). En España, los profesionales de las Escuelas de Trabajo Social serán técnicos de
grado medio. Habrá que esperar dos décadas para que los estudios de trabajo social adquieran
la categoría universitaria.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

TEMA 5

ANTECEDENTES, INICIO Y EVOLUCIÓN DEL


TRABAJO SOCIAL EN ESPAÑA
(FINALES DEL SIGLO XIX- 1975)
1. CONFIGURANDO EL MARCO DE ACCIÓN Y LA PRESIÓN (FINALES DEL
SIGLO XIX-1931)
Si miramos a la España de estos años vemos una sociedad muy dual. Hay un sector de
población con un gran atraso económico y social, y otro sector que concentra gran parte de la
riqueza; especula con ella.

En todo este tiempo las necesidades sociales son atendidas fundamentalmente por la Iglesia
católica, que realiza una tarea asistencial, de caridad. Según avanzan los años se van haciendo
más visibles las problemáticas, a lo que no es ajeno la emergencia de la clase obrera y la
organización del campesinado; se van haciendo oír voces que reclaman la racionalización de la
ayuda y la asunción por parte del Estado de sus responsabilidades ante la situación de capas
importantes de la población.

Se suelen señalar como hitos legislativos la Ley de Beneficencia Social de 1849, en la que se
establecen las competencias de las distintas administraciones en la beneficencia, y la creación
de la Comisión de Reformas Sociales (1883), que marcaría el camino de políticas sociales
posteriores.

Una de las organizaciones públicas el Instituto Nacional de Previsión, creado en 1908, es


considerado uno de los principales protagonistas en la racionalización y modernización de la
beneficencia en España, por su labor en la protección de la vejez y de la invalidez. También la
Iglesia plasma sus preocupaciones sociales en la Encíclica Rerum Novarum de León XIII. Desde la
mitad del siglo XIX el movimiento obrero va adquiriendo mayor presencia y fuerza, se organiza,
plantea reivindicaciones, se moviliza con huelgas y varias protestas.

En España los planteamientos señalados tuvieron influencia en las políticas sociales, al igual que
figuras como Concepción Arenal (1820-1893) o Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) que
aportaron ideas que fueron tenidas en cuenta por el legislador, al igual que las “visitadoras de
pobres” o los “círculos obreros”, teniéndolos en cuenta al estudiar los antecedentes del Trabajo
Social, en el momento en el que los poderes públicos empiezan a formular respuestas a las
problemáticas sociales.

El hecho real es que en los inicios del siglo XX las necesidades sociales siguen sin resolverse en
nuestro país, sin obtener las respuestas adecuadas. La situación de desprotección y de
marginalidad es evidente, incrementándose la conflictividad social, haciéndose necesaria
respuestas que alivien la situación. Se crean instituciones, se promulgan normas que

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

fundamentalmente atienden la cobertura de problemas asociados al trabajo, se crean


organizaciones obreras católicas, ser profundiza en la denominada “medicina social” (gota de
leche)

El panorama no detuvo a una sociedad que veía cómo la estructura se mantenía con una
dualidad cada día más visible, así en 1931 (14 de abril) se proclama la IIª República, iniciándose
una etapa en la que se intentaron introducir modificaciones profundas.

La primera Escuela de Trabajo Social se gestó en el Comité Femenino de Mejoras Sociales, en


Barcelona, (tratando de trabajar por la dignidad de la mujer y la promoción de quienes se
ocupaban de obras asistenciales. Estos datos pueden servirnos de indicadores para afirmar que
el Trabajo Social en España, está marcado desde sus orígenes por ser una de las respuestas de
una sociedad con problemas sociales cada vez más urgente, porque los sectores que los sufren
reivindican cambios.

2.PRIMER INTENTO DE INSTITUCIONALIZACION Y RUPTURA DE LA


POSIBLE EVOLUCIÓN (1931-1939).
Recordemos que la grave crisis de los años 30, la situación de atraso económico y social y la
escasez de libertades (Dictadura de Primo de Rivera) hicieron que el descontento fuese cada vez
mayor, lo que llevó a la proclamación de la IIª República (el 14 de abril de 1931).

La tarea para tratar de resolver la llamada “cuestión social” era ingente y se desarrolló una tarea
legislativa dirigida a cambiar la estructura social profundamente injusta de España. La previsión
del movimiento obrero y de las organizaciones progresistas fue cada vez mayor, lo que supuso
que no sólo se promulgaran normas relacionadas con el mundo del trabajo, sino también otras
que abarcaban la salud, la educación, etc.

En 1932 se crea la primera Escuela de Trabajo Social en Barcelona “Escuela de asistencia social
para la mujer” y en su Plan de Estudios se ofreciesen dos especialidades: “Asistencia Social de
Industrias” y “Asistencia Social Sanitaria”. Se trataba de formar a aquellas personas que hasta
ahora venían prestando la ayuda, atendiendo especialmente a la clase trabajadora y en un área
que era especialmente sensible para las preocupaciones de la medicina social. Se reconoce la
necesidad específica para dar respuesta a las necesidades sociales. Otro de sus rasgos fue su
orientación católica, recogiendo la tradición de Bélgica en 1920 donde se creó la “Escuela
Católica de Servicios Sociales”.

La Escuela de Barcelona no era una escuela oficial, su primera promoción salió dos años después,
pero hasta 1935 la Generalitat constituye el “Patronato para la Formación Técnica de los
Asistentes Sociales de Cataluña”.

El proceso se rompe con el golpe militar del 1936, se cerró la escuela, abortando cualquier
avance. En San Sebastián, en 1937, cuando las tropas sublevadas habían derrotado a las
republicanas, se funda la “Escuela de Formación Social y Familiar”. Al término de la guerra civil,
ambas escuelas se refundaron, trasladándose la de San Sebastián a Madrid.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

Prácticamente desde el campo de las Ciencias Humanas y Sociales se hicieron propuestas y


España fue pionera en algunas medidas. Algunas de las figuras que plasmaron en política las
variadas ideas y que tuvieron gran impacto fueron Victoria Kent, que asumió la reforma del
mundo penitenciario; la otra, es Clara Campoamor, que fue la gran defensora del
reconocimiento del voto femenino y con ello permitió hacer visible, elevar a la categoría de
ciudadanas, a una gran parte de la población que había sido ignorada y tratada como eterna
menor de edad.

Todos los avances se detuvieron durante la guerra civil. La sociedad se vio obligada a centrarse
en la atención a las grandes catástrofes que provocó la contienda, creando el Auxilio Social (zona
de los sublevados, llamada” nacional” y el Socorro Rojo (zona republicana). Ambos
constituyeron las respuestas institucionales a los desastres de la guerra. Al final de la guerra sólo
se mantuvo y prosperó el Auxilio Social.

Al final de la etapa el Trabajo Social se encuentra nuevamente en una zona de penumbra con el
final de la república y una nueva sublevación militar.

3. BUSCANDO EL RECONOCIMIENTO SOCIAL (1939-1959)

La instauración de la dictadura franquista implicó la derogación de todos los avances políticos y


sociales conseguidos durante la II República. La represión empobreció a España que se vio
sumergida en unos tiempos difíciles marcados por la imposición y la sumisión a la ideología de
los vencedores (nacional-catolicismo, con un estado confesional) y la negación y represión de
toda idea que no se ajustase a ella. Los primeros años se caracterizan por la represión, la miseria,
el aislamiento internacional y el retroceso en todos los niveles. Numerosos sectores de la
población se ven sumidos en la pobreza y la marginalidad, siendo atendidos con criterios
asistenciales-paternalistas, bajo el mandato del catolicismo más conservador y la ideología
fascista.

El Auxilio Social crece y se consolida de manera clara durante los primeros años. De esta manera
vemos que encarna la respuesta del Estado. Junto al Auxilio Social hay que destacar a Cáritas,
fundada en 1942, que es la respuesta de la Iglesia Católica. Tanto el Auxilio Social como Cáritas
son las claras representantes de las respuestas que se articulan durante estos años. Se trataba
de aliviar situaciones de gran necesidad, desde la perspectiva del asistencialismo, de la caridad,
desde el paternalismo, nunca considerando los derechos o a las personas como ciudadanos. En
la época franquista las intervenciones tratan de aliviar problemáticas manteniendo la situación
y potenciando la dependencia y la sumisión, fortaleciendo así la estructura social. Se prima la
protección ligada al sistema productivo, sin que ello quiera decir que se olviden totalmente otros
ámbitos, como sanidad o educación, sobre los que también se legisla.

En este panorama “reaparecen” las Escuelas de Barcelona y de Madrid (heredera de la de San


Sebastián”, pero en ambos casos ya con rasgos confesionales marcados.

Nos encontramos en los primeros años con un nuevo intento de racionalizar la ayuda a través,
entre otras medidas, del reconocimiento, la institucionalización del Trabajo Social. La Iglesia

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

católica juega un papel fundamental, con una actividad esencial en la creación de escuelas y en
la orientación de la intervención. Nuevamente la respuesta que se realiza está dirigida, casi
exclusivamente, a mujeres El objetivo es que se preparen adecuadamente para que articulen
más eficaz y eficientemente la caridad.

La evolución del Trabajo Social se verá condicionada por los rasgos que están presenten desde
su momento de gestación, al analizar las dificultades, la “crisis”, se señalan las siguientes
hipótesis explicativas:
1. La influencia notable, sobre la problemática de la profesión, del carácter casi
exclusivamente femenino de su reclutamiento.
2. La influencia asimismo determinante del contexto ideológico de tipo religioso en que se
desarrolló la profesión en sus orígenes”.

Podemos concluir que en los años comprendidos entre el final de la guerra civil (1939) y la
aprobación del Plan de Estabilización (1959) no podemos hablar de Trabajo Social en sentido
estricto, aunque sí que van estableciendo los cimientos para que sea posible.

4. INSTITUCIONALIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL: DIFICULTADES Y LOGROS


(1959-1975).
Los años que pasamos ahora a estudiar configuran un periodo de profundas transformaciones.
La España rural va evolucionando hacia una sociedad en la que la industria tiene cada vez mayor
peso, las ciudades crecen y se intenta formar a la población para cubrir las necesidades del
sistema productivo. La pobreza y la marginación siguen presentes, pero adquieren tonos y caras
diferentes.

Se estableció una nueva correlación de fuerzas, con el progresivo debilitamiento de la Falange


(ya desde 1945). Se trataba de que los nuevos gobiernos fuesen capaces de hacer las reformas
necesarias para mejorar la situación, ello se va logrando gracias a los acuerdos con el Vaticano y
con Estados Unidos en 1953, y con el ingreso en la ONU en 1955.

En 1959 se aprobó el Plan de Estabilización y posteriormente los sucesivos Planes de Desarrollo


que intentaban impulsar avances económicos y sociales creando zonas industriales (Polos de
Desarrollo) que debían convertirse en los motores de España. Se produjeron profundas
transformaciones sociales entre las que es necesario destacar los movimientos migratorios
interiores. La diferencia entre el mundo rural y urbano se acentuó, al igual que se percibía más
la diferencia entre una España pobre, atrasada y rural y una España rica, moderna e industrial.

En las ciudades se crean grandes focos de marginalidad. El crecimiento desmesurado y


desorganizado de zonas suburbiales crea graves problemas sociales. Aparecen, los fenómenos
crecientes de la especulación del suelo y del urbanismo deshumanizado con viviendas de
escasísima calidad en zonas sin ningún equipamiento, barrios dormitorios que no posibilita ni
facilita la relación con los demás. La emigración hacia países europeos democráticos y el turismo
facilitaron, además, la importación de ideas, modas y costumbres que influyeron en la sociedad.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

La apertura al exterior y los cambios sociales debilitan el control de la dictadura sobre la


sociedad). Poco a poco, y a pesar de una legislación claramente represiva, se van creando y/o
recreando clandestinamente organizaciones de obreros, estudiantes, vecinales, etc. y los
partidos políticos. Incluso en la Iglesia católica se observan movimientos de desafección (mala
voluntad) al régimen y así nos encontramos con la figura del “cura obrero” como ejemplo de
parte de la Iglesia que se compromete con los más necesitados, en una realidad que se considera
injusta y debe cambiarse. El franquismo crea una cárcel especial en Zamora para los curas
católicos que manifestaban su oposición a la ideología franquista o simplemente se
comprometían con las reivindicaciones de sus fieles.

Según pasan los años se van produciendo movilizaciones. El gobierno lejos de atender las
demandas, castiga a quien osa poner de manifiesto el descontento, generándose una dinámica
social llena de conflictos que estallan periódicamente.

En este marco no es extraño que el propio régimen tratase de dar respuestas y de encauzar las
reivindicaciones. Introduce los cambios imprescindibles para que las estructuras se mantengan
inalterables. Por medio de diferentes normas se van articulando medidas de protección a la clase
obrera o “productiva”, a la que se pretende controlar con los sindicatos verticales (obreros y
patronos juntos en una misma organización). También se aprueban una serie de leyes con un
carácter más general y que son respuestas a las necesidades sociales, siempre en un medio de
falta de libertades y de control de la población.

El dinamismo de la Iglesia en la creación de escuelas posibilita que en 1959 se crease la


Federación Española de Escuelas de la Iglesia de Servicios Social (FEISS) que jugará un gran papel
en la formación profesional, en las reivindicaciones, haciendo visible en el mundo al Trabajo
Social español. Aunque durante los primeros años de esta etapa los estudios eran no oficiales,
eso no impidió que se realizasen actividades que nos muestran la preocupación por la mejora
de la intervención.

La Revista de Treball Social, nacida en Barcelona, se configuró como un eje esencial para la
creación de la comunidad científica y profesional del Trabajo Social. Fue un medio de
comunicación por medio del cual profesionales de toda España sintieron que formaban parte de
un colectivo, que podían y debían compartir sus conocimientos e intervenciones; en definitiva,
que podían y debían compartir sus conocimientos e intervenciones; en definitiva, que podían
contribuir a enriquecer al Trabajo Social. Toda la bibliografía de la revista era importada; por
tanto, gracias a la Revista de Treball Social se pudo empezar a construir y difundir el Trabajo
Social español.

Es en 1964 cuando el gobierno reconoce los estudios de “asistencia social”. Se acepta así la
necesidad de profesionalizar la ayuda con un/a técnico/a que dé las respuestas adecuadas a las
necesidades/ problemáticas sociales. Antes la preparación estaba en una zona de penumbra. Se
trata, por tanto, de hacer más eficaz y eficiente la ayuda por medio de unos estudios regulados
oficialmente que establecen quienes van a ser los/as profesionales que la hagan efectiva.

Con el reconocimiento de los estudios de asistencia social (1964) se abre una nueva etapa para
el Trabajo Social español. A partir de este momento será necesario poseer el título que se ha
creado para poder hacer determinadas actuaciones. El legislador establece el título de asistencia

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

social y con ello indica la diferencia entre una intervención técnica, titulada y el voluntarismo.
Sin embargo, el análisis del Plan de Estudios nos muestra una formación marcada por opciones
religiosas y políticas claras, había como asignaturas obligatorias Religión Católica y la Formación
del Espíritu Nacional (asignatura que recogía los principios ideológicos de Falange). Este plan de
estudio estará vigente hasta 1975.

En 1967 se crea la Escuela Oficial de Asistentes Sociales de Madrid, el primer centro público de
España encargado de validar los títulos por medio de una prueba específica. Hasta el momento
todas las existentes eran privadas con la primacía de la Iglesia Católica y de la Falange en ellas.
También en 1967 se funda la Federación Española de Asistencia Sociales (FEDASS), que jugará
un papel crucial en la historia del Trabajo Social en España. Sus actuaciones y reivindicaciones
formarán los cimientos sobre los que construir el edificio del Trabajo Social.

En una sociedad carente de libertades existieron asociaciones de asistentes sociales, se


permitieron porque se buscaron múltiples formas para eludir la prohibición. La mayoría de ellas
sobrevivieron bajo el paraguas de “asociaciones culturales” o denominaciones similares.

En 1968 se celebra en Barcelona el Primer Congreso Estatal de Asistentes Sociales, este Congreso
viene a suponer el éxito de muchos esfuerzos anteriores y, sin duda, es un hito para la historia
del Trabajo Social. Estos encuentros profesionales tendrán lugar cada cuatro años, en ellos se
refleja el momento que se está viviendo, lo que preocupa, los avances, los retrocesos y los retos.

A pesar de los esfuerzos y avances realizados, la Ley General de Educación de 1970, se olvida de
los estudios de asistencia social, dejándolo al margen de la universidad y situándolo, en una zona
incierta e insegura. A pesar de esto, el colectivo académico y profesional se mantiene activo,
realizando numerosas actividades formativas y manteniendo sus peticiones.

Durante los últimos años de este periodo se produce un fenómeno que refleja las inquietudes,
el descontento de algunos/as asistentes sociales, que no por ser minoritarios/as dejaron de ser
importantes. El movimiento de reconceptualización llegó de Iberoamérica aportando ideas para
hacer del Trabajo Social una disciplina científica y comprometida con la sociedad. (Natalio
Kisnerman y Ezequiel Ander-Egg).

Una persona a la que necesariamente hay que hacer referencia en el Trabajo Social español es
Montserrat Colomer, que nos acercó y nos hizo profundizar sobre el “Método Básico”. Esta
autora centró la reflexión en la metodología, poniendo en evidencia la necesidad de rigor en las
actuaciones, destacando que la división clásica de caso, grupo y comunidad estaba superada.
Había una unidad metodológica y niveles distintos. El camino que inició fue seguido por muchas
personas, pero no por las suficientes como para evitar los errores que marcaron los años
posteriores.

Al final de la etapa vemos que el Trabajo Social en España se ha institucionalizado, ha crecido y


madurado pero su status social no es lo suficientemente sólido.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

TEMA 6

EL TRABAJO SOCIAL EN ESPAÑA. UNA PROFESIÓN


PARA LA DEMOCRÁCIA 1975-2009

1. EL TRABAJO SOCIAL EN CRISIS. BUSCANDO ALTERNATIVAS (1975-1981)

El 20 de noviembre de 1975 murió Franco, comenzando el principio del fin de la dictadura y el


inicio de la transición.

Los primeros años están marcados por grandes problemas económicos, políticos y sociales, pero
también por el deseo mayoritario de superarlos. Se impone la búsqueda de soluciones
compartidas y los frutos fueron, entre otros, los Pactos de la Moncloa (1977) y la Constitución
Española (1978). Los primeros supusieron un gran impulso en la inversión pública, con una clara
mejora de los equipamientos sociales. Con la segunda nos dotamos del marco jurídico que hacía
que pudiésemos considerarnos una sociedad democrática, pasando a ser ciudadanos con
derechos. La situación era inestable, produciéndose acontecimientos que pusieron a prueba la
fortaleza de la sociedad española, como el golpe de estado de 23 de febrero de 1981.

Durante gran parte de los seis años de esta etapa la tarea legislativa está orientada de manera
prioritaria a establecer y desarrollar el marco general de actuación y a derogar unas normas y
promulgar otras que se ajusten al Estado Social y de Derecho que se proclama. Por ello tenemos
que esperar a los años siguientes para ver cómo el dinamismo de los gobiernos autónomos se
plasma en Leyes de Servicios Sociales, ya que desde la administración central no se asume esta
tarea legislativa.

Para el Trabajo Social son años con muchos matices y con una actividad muy importante de
los/as profesionales fundamentalmente a través de sus organizaciones. Los/as asistentes
sociales, así siguen denominándose, participan en los cambios que se producen en la sociedad.
Sus asociaciones tratan de superar la losa de la invisibilidad de la etapa anterior y participan en
todas las modificaciones sociales. De importancia fue el papel de FEDASS para que la palabra
beneficencia no apareciese en la Constitución.

Se vive una situación profesional con la que no está de acuerdo. Cada vez son más las voces que
se alzan para denunciar una formación inadecuada que lleva a intervenciones insatisfactorias.
No es de extrañar que se hable de época de crisis de la profesión, de las debilidades del colectivo
profesional, de sus intervenciones y la contradicción que implica que desde esta realidad se
aspire a un reconocimiento social mayor, y la fortaleza de parte del colectivo que quiere
introducir los cambios necesarios en el Trabajo Social para superar la “crisis”.

A pesar de la regulación oficial de los estudios existen graves problemas en la formación que se
mantienen durante todos los años de esta etapa. No se reconoce la formación como
universitaria y la mayoría de las escuelas siguen dependiendo de la Iglesia católica y de la

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

Falange. La crisis se manifiesta en un progresivo cierre de las primeras y la desaparición de las


segundas.

La Federación España de Asistentes Sociales (FEDASS) es especialmente activa durante este


periodo, tomando un gran número de iniciativas de diferente calado y que abordan los variados
aspectos de la realidad que se está viviendo. En algunos casos se centraron los esfuerzos en
tratar de conseguir el reconocimiento universitario, en otros en mejorar la intervención, en
hacer avanzar a la disciplina, y también se trabajó por crear un marco adecuado para que se
pudiese habar en España del Estado de Bienestar.

En el III Congreso Profesional (1976), celebrado en Sevilla, se acepta el cambio de denominación


de asistente social por el de trabajador/as social.

Las Jornadas de Pamplona, celebradas en 1977, tuvieron una influencia grande entre los/as
asistente sociales ya que en ella se trató de centrar la profesión considerando las funciones y
matizando la importancia de la ideología. En estas Jornadas se afirma por parte del Comité
Organizador que, en la base de toda actuación profesional, ya sea a nivel individualizado, de
grupo o comunitario, encontramos un denominador común que se concreta en la siguiente
relación: NECESIDADES-RECURSOS al que podemos considerar como objetivación del campo
donde opera el Asistente Social.

En 1977 se crea el Cuerpo Nacional Especial de Asistentes Sociales.


En 1980 se celebra en Valladolid el IV congreso internacional bajo el título “por unos servicios
sociales para todos”

Entre 1975 y 1981 sigue siendo una constante la pobreza bibliográfica. La única revista que sigue
existiendo es Treball Social y se mantiene el Grupo de Investigación y Trabajo Social (GITS) que
desaparecerá antes de que finalice la década.

Patrocinio de la Heras y Elvira Cortajarena escribieron en 1979 Introducción al Bienestar Social,


que se configuró como un libro de casi obligada lectura para estudiantes y profesionales,
trascendiendo el marco del Trabajo Social. En esta obra se trata de nuevo el binomio necesidades
– recursos sociales como objetivo de la intervención del Trabajo Social.

En definitiva, estos años fueron difíciles, complicados o, si se prefiere, de crisis, pero también de
riqueza. Se había adquirido la suficiente madurez como para reflexionar sobre la propia realidad,
de manera que se generó una situación de insatisfacción porque desde el Trabajo Social no se
respondía a las demandas de una sociedad en la que se producían transformaciones profundas.

Todos los esfuerzos tuvieron como reconocimiento la promulgación del Real Decreto 1980 de
20 de agosto en el que los estudios de asistente social se incorporaron a la universidad como
Diplomatura de Trabajo Social. Iniciándose con ello una nueva etapa de reivindicaciones para
llegar a ser Licenciatura y de crecimiento disciplinar.

En febrero de 1981 se produce el golpe de estado que secuestra al Parlamento y hace que los/as
españoles/as recuerden tiempos que creían ya superados y situaciones que no querían volver a
vivir. Finalmente, el golpe no tiene éxito y la sociedad reacciona, de manera casi unánime,

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

rechazándolo. Poco después se celebran elecciones que son ganadas por el POSE, comenzando
una andadura cualitativamente distinta.

2. CRECIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN (1991-1990)

El año 1981 es señalado por muchos historiadores como el último de la transición. A partir de
esa fecha se consolida la democracia, se organiza definitivamente el Estado en Comunidades
Autónomas y empezamos a participar plenamente en Europa.

Durante estos años se realiza una tarea legislativa notable para el desarrollo de los derechos
sociales. Las Comunidades Autónomas asumen el liderazgo de la organización de los Servicios
Sociales, promulgando las pertinentes leyes. Se partía de unos niveles de cobertura de las
necesidades sociales tan bajo que hubiese sido necesario un esfuerzo mucho mayor para
incrementar el gasto social. A ello hay que añadir que se consolidó una política de subvenciones
que lastró las inversiones públicas y que, en materia de Servicios Sociales se delegó en las
administraciones locales, sin la dotación económica suficiente. En muchos casos se legislaba
proclamando grandes principios y objetivos que no se dotaban de las partidas económicas
acordes con lo que se decía querer conseguir.

Fueron las Comunidades Autónomas las que asumieron el liderazgo de la creación del sistema
público de Servicios Sociales promulgando las oportunas leyes que los instauraban. En la mayoría
de los casos se estableció una especial responsabilidad de las administraciones locales que se
vieron obligadas a crear, desarrollar y mantener unos servicios de manera precaria.

La escasez de personal, la inestabilidad del mismo, etc., pusieron en evidencia las debilidades
del sistema. Todo ello generó un descontento progresivo que fue escuchado y atendido desde
la administración central, que en 1988 pone en funcionamiento el Plan Concertado de
Prestaciones Básicas en Corporaciones Locales. Con él se trata de establecer la coordinación de
las tres administraciones (central, autonómica y local), dotando al sistema de una cierta
homogeneidad en las prestaciones y de una mínima estabilidad presupuestaria.

El nuevo sistema público de Servicios Sociales supuso un gran avance en la protección social de
los/as ciudadanos/as, pero nació débil, sin una estructura coordinada e integrada con la ya
existente y sin las dotaciones que asegurasen su estabilidad.

Características similares podemos ver en Trabajo Social, tanto si miramos al mundo académico
como al profesional. Desde 1981 a 1990, se producen grandes logros, pero los cimientos son
poco sólidos. En 1981 se reconocen los estudios como universitarios, pero el Trabajo Social sigue
siendo secundario si lo comparamos con el resto de las asignaturas. La falta de interés de las
autoridades hace que no sea hasta 1990 cuando se cree el Área de Conocimiento de Trabajo
Social y Servicios Sociales.

La confusión, entre Trabajo Social y Servicios Sociales será una constante durante este periodo
y sólo será denunciada sin ambigüedad al final de la década por sectores cada vez más amplios.
En un principio se consideró esencial volcar los esfuerzos en la creación, desarrollo y
consolidación de un nuevo sistema que se mostraba como el marco organizativo principal del

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

Trabajo Social. El efecto no deseado fue la confusión entre la disciplina y la profesión con la
organización. Esto trajo como consecuencia el empobrecimiento de la profesión y la disciplina y
la pérdida de ámbitos y funciones.

La importancia del ámbito universitario en la evolución del Trabajo Social español fue cada vez
mayor. Nace la revista “Cuadernos de Trabajo Social” de la Universidad Complutense. Con esta
revista se enriquecen las publicaciones específicas y, por tanto, se contribuye al desarrollo del
Trabajo Social.

Se crean numerosos puestos de trabajo, siendo especialmente dinámica la administración local,


pero en las convocatorias de empleo no se clarifican mucho cual es el perfil concreto de los/as
trabajadores/as sociales, apenas se especifican funciones y actividades. Este es el reto que
tuvieron que asumir muchos/as profesionales a los que se situaba en una indefinición que
podían vivir con inseguridad o como posibilidad de recuperar ámbitos, funciones y sectores.

En 1982 se crean los Colegios Oficiales y el Consejo General de Colegios Oficiales de Diplomados
en Trabajo Social y Asistentes Sociales. Se articula una nueva estructura organizativa profesional
que recoge todo lo trabajado con anterioridad por las Asociaciones y su Federación,
produciéndose un traspaso de asegura una buena evolución. Los Colegios y el Consejo
mantendrán la tradición reivindicativa y formativa. Un hito importante es la edición, por parte
del consejo, de la Revista de Servicios Sociales y Política Social (1984).

El dinamismo y la fortaleza del colectivo profesional se muestran en la aparición de la Asociación


de Trabajo Social y Salud en 1986. En el VI congreso profesional (Oviedo 1988) se plasma
también el giro en las reflexiones, de manera que se centran más en el trabajo social, alzándose
voces de los errores cometidos y la necesidad de superarlos.

Si comparamos esta etapa con las anteriores vemos que en la segunda mitad se produce una
verdadera eclosión de publicaciones de Trabajo Social. El número de revistas crece, sobre todo
las que publican colegios profesionales. Es necesario realzar lo relevante que fue la publicación
en 1990 de “La Entrevista en Trabajo Social” de Teresa Rossell. Esta obra pone en relieve la
importancia de la entrevista en los procesos de ayuda, resalta la dimensión terapéutica del
Trabajo Social. El libro tuvo un impacto importante, convirtiéndose en un manual casi de
obligada lectura tanto para estudiantes como para profesionales.

Los años comprendidos entre 1981 y 1990 son cruciales para el Trabajo Social español. Durante
ellos se institucionaliza definitivamente, se le reconoce académica y profesionalmente y se hace
visible a nivel social.

En el caso del Trabajo Social español ya hemos visto cómo el legislador regula la formación de
los/as futuros/as profesionales y también lo que se considera necesario para acceder al empleo
público de manera que hemos considerado este periodo como definitivo para su reconocimiento
social.

A lo largo de 1981-1990, el Trabajo Social se encuentra más presente que en años anteriores
sobre todo en normativas autonómicas. Es la etapa cuando las Comunidades Autónomas
promulgan las Leyes de Servicios Sociales (la primera es la del País Vasco en 1982).

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

Al final de estos años para el Trabajo Social se presenta un balance positivo, pero lleno de retos.
Se ha alcanzado la madurez suficiente como para analizar el camino recorrido, identificar errores
y tratar de subsanarlos. Algunos de estos errores están aún presentes y lastran al Trabajo Social
español.

3. LA CRISIS DE LA MADUREZ (1990-2005)

En estos años se producen cambios en el gobierno porque son distintos los partidos que ganan
las elecciones. Los socialistas (PSOE) permanecen en el gobierno hasta 1996. En los últimos años
de su mandato se produce un progresivo deterioro de la situación económica, política y social
del país. Seguimos en los últimos puestos de los países europeos en lo que al gasto social se
refiere y en prácticamente todos los indicadores de protección del Estado de Bienestar.

Se considera que los poderes públicos hacen dejación de su responsabilidad dejando en manos
privadas la atención de necesidades sociales. Se dota de medios públicos a organizaciones
privadas en vez de asumir la respuesta como obligación directa del Estado.

El descontento social se plasma en 1996, las elecciones de este año posibilitan la formación del
gobierno por parte del Partido Popular (PP), que se mantendrá durante dos legislaturas.

Durante los primeros años del gobierno del Partido Popular, sin mayoría absoluta, las políticas
no presentan grandes cambios, manteniéndose las líneas generales del gobierno anterior, pero
con control y racionalización del gasto.

Es en la segunda legislatura, ya con mayoría absoluta, cuando se acentúan las políticas


privatizadoras; además el gobierno decide la participación de España en la guerra de Irak,
produciéndose una fractura social que culmina la formación del gobierno al Partido Socialista
Obrero Español, iniciándose una nueva etapa que se caracterizará por el avance en el
reconocimiento de derechos sociales (Ley de Igualdad, etc.).

En los primeros años de la década de los “90” se ponen cada vez más de relieve las limitaciones
del sistema de Servicios Sociales. En un principio, de forma generalizada, coexisten los Servicios
Sociales especializados (dependientes de la administración central), con el nuevo sistema de
Servicios Sociales (dependientes fundamentalmente de las administraciones locales), en los que
se contemplaban los “básicos”, dirigidos a toda la población, y los sectores (en realidad
específicos o especializados, aunque se les denomine de otra forma).

Según avanzan los años la situación se mantiene, aunque se produzcan las transferencias. Se
consolida el sistema de Servicios Sociales que depende de la administración local,
fundamentalmente los “básicos”, mientras que los específicos transferidos pasan a depender de
las administraciones autonómicas, que suelen crear una nueva estructura organizativa para
acogerlos.

A pesar del esfuerzo realizado en el Plan Concertado, los Servicios Sociales del nuevo sistema
siguen sin financiación estable, como reflejo de las dificultades y limitaciones de la financiación

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

de las administraciones locales.

Los Servicios Sociales se ven en la curiosa tesitura de tener que buscar financiación a través de
programas que, en el mejor de los casos, se han diseñado por la Comunidad Autónoma; y en
muchas ocasiones dependen de instancias europeas que ligan la financiación a determinadas
actuaciones. Se produce así un alejamiento de las peculiaridades y necesidades de una
determinada población para conseguir financiación por la realización de unas actuaciones
marcadas desde fuera.

J.M. Barbero (2002) indica que los Servicios Sociales en el medio rural, un elevado porcentaje de
servicios sociales rurales se están limitando a las funciones de información, orientación y gestión,
con un alto contenido de trabajo burocrático…se produce un oferta “Standard” de prestaciones
y recursos, que no tiene en cuenta las necesidades y características peculiares de cada
comunidad. A ello se añade la escasa o nula coordinación con los otros sistemas sociales.

Este panorama indica por qué se inicia su proceso de revisión de las Leyes de Servicios sociales
por parte de las diferentes Comunidades Autónomas, manteniéndose la carencia de una Ley
General de mínimos que armonizase la situación a nivel del Estado español. Sin embargo,
permanecemos en los puestos de cola en lo que respecta al porcentaje destinado a gasto social.

Si es consciente de que las estructuras organizativas y las políticas sociales son importantes, pero
no totalmente determinantes para el Trabajo Social. Si se quiere avanzar es preciso madurar
disciplinalmente y para ello hay que hacer realidad la retroalimentación entre los procesos
deductivos-inductivos, entre la teoría y la práctica del Trabajo Social.

En 1996 se celebra en Valencia el Primer Congreso de Escuelas de Trabajo Social. Este Congreso
marcará el comienzo de una serie de encuentros periódicos de la comunidad universitaria
(fundamentalmente profesores y estudiantes) en torno al Trabajo Social.

La construcción del Espacio Europeo de Educación Superior, sumió a todas las universidades
españolas en un proceso de revisión de las titulaciones al que no fue ajeno el Trabajo Social. La
Conferencia de Directores/as de Centros y Departamentos de Trabajo Social, en la que
participaron todas las Escuelas, Diplomaturas y Departamentos de España, para el
reconocimiento de los títulos de Grado en Trabajo Social. Todas las discusiones, reflexiones y
esfuerzos se plasmaron en un documento, que sirvió de guía, de orientación para la elaboración
de los Planes de Estudio.

Hay que destacar la labor realizada por el Consejo General de Colegios de publicación con
editoriales comerciales, comenzando a abrir colecciones de Trabajo Social o permiten que se
publique sobre él bajo denominaciones generales diversas. Aparecen nuevas revistas publicadas
tanto de los colegios profesionales, como las universidades españolas, aportando una gran
riqueza a los discursos. Igualmente, gran profusión de cursos, encuentros, seminarios, jornadas,
congresos, etc., como algo habitual.

El empleo de los/as trabajadores/as sociales entre 1990 y 2005, otro indicador fundamental, se
estanca en las administraciones públicas y, aunque las ONGs y algunas empresas crean puestos
de trabajo, no lo hacen en cantidad suficiente como para absorber el número de titulados/as

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

que cada año salen de nuestras Facultades y Escuelas.

Como conclusión indicar que, en el X Congreso Profesional, celebrado en el 2004 en Las Palmas
de Gran Canarias, resalta la necesidad de mejorar la intervención profesional recuperando la
vertiente educativa, comunitaria y ecológica, también se considera que el Trabajo Social debe
realizar un esfuerzo para sistematizar su saber y ampliar su producción científica.

4. AFRONTANDO TIEMPOS DIFÍCILES (2005-2009)

Esta última etapa tiene una fecha de finalización artificial, su elección está marcada por la
necesidad de acabar el capítulo. En mayo de 2010 corrobora esta afirmación porque se produce
un importante giro en la política económica y social del gobierno; pasando de afrontar la crisis
con inversión pública y preservando los derechos sociales a plantear, como medida estrella,
reducir drásticamente el gasto público, rebajando el sueldo a los funcionarios (algo inédito en la
historia de la España democrática), congelando las pensiones y limitando las prestaciones
económicas de los posibles beneficiarios de la “Ley de Dependencia”. Las consecuencias de esta
nueva política están por ver, al igual que las transformaciones de la sociedad una vez superada
la crisis. Algunas voces señalaron que asistíamos a un ataque definitivo al Estado de Bienestar,
tratando de reducir la presencia pública al mínimo y quebrando el sistema de protección
europeo.

Durante los primeros años se continúa con una política de reconocimiento de derechos sociales.
El año 2006 marca un hito en la respuesta a las necesidades de sectores vulnerables de la
población con la Ley 36/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía y Atención a
Personas en situación de Dependencia. La Ley se valoró como un gran paso adelante en la
consolidación del Estado de Bienestar, acercándonos a los países más avanzados.

La importancia que se concedió a las Comunidades Autónomas en la implantación de la Ley


generó un ritmo muy desigual. Los/as ciudadanos/as de España, según sea su lugar de
residencia, tienen acceso o no a prestaciones y servicios, de forma que parece haber categorías
distintas de ciudadanos. Además, otra vez han sido las administraciones locales las responsables
de la aplicación de la Ley, asumiéndola fundamentalmente los Servicios Sociales básicos, que se
han vistos desbordados y a los que, en el mejor de los casos, se ha reforzado generalmente de
manera temporal.

La situación ha generado muchas quejas de todos los sectores implicados: profesionales,


beneficiarios, etc. Nuevamente nos encontramos con grandes declaraciones de principios que
no ven acompañadas de las medidas reales, de los recursos suficientes para hacerlas realidad.
Se crean grandes expectativas y se encomienda hacerlas realidad a otras administraciones sin
dotarlas de medidas suficientes.

Las Comunidades Autónomas han proseguido con la revisión de la Leyes de Servicios Sociales,
de forma que se promulgan nuevas o están en proceso de revisión. En las nuevas Leyes se
observa el deseo de clarificar prestaciones y servicios, establecer derechos y deberes, etc., se
avanza en aspectos importantes, pero siguen sin establecerse un sistema único, coordinado y
cohesionado de Servicios Sociales, aunque se proclame lo contrario.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

La no asunción por parte del gobierno central de la responsabilidad de una Ley de Servicios
Sociales para toda España que organizase y garantizase una estructura mínima para todo el país
ha generado que cada Comunidad Autónoma haga su propia ley, su propia estructura
incorporando las transferencias como ha considerado más adecuado. Desde la promulgación de
las primeras leyes se ha detectado problemas de funcionamiento, pero parece que no han
dirigido la mirada a la propia estructura del sistema.

La situación actual es una red de Servicios Sociales básicos ya consolidada, aunque con sus
limitaciones y problemas, y unos Servicios Sociales específicos donde se producen duplicidades,
con una coordinación débil y una fuerte privatización, situando a la red pública en una situación
de languidez y con la sensación de estar en una situación muy endeble.
La realidad es que seguimos sin un sistema, sin una estructura común a todo el Estado español y
que tenemos un sistema de Servicios Sociales que en muchas Comunidades Autónomas está lejos
de ser una estructura coherente.

La crisis que se produce en todo el mundo y que se genera en el extranjero sitúa a España en
una situación realmente complicada. En nuestro país el sistema productivo es especialmente
vulnerable y la crisis tiene dimensiones distintas, alcanzando niveles mayores de problemáticas
sociales que se generan en torno al desempleo, que golpea especialmente a los sectores más
débiles de la población (inmigrantes, jóvenes, etc.)

La situación grave del paro hace que desde el principio las políticas sociales atiendan
preferentemente a este problema, dedicándole los recursos económicos de manera prioritaria
a atender esta contingencia y a estimular la economía, la inversión, el consumo, quedando todo
lo demás relegado a un segundo plano. Esta orientación sufre un giro de 180 grados en mayo de
2010, fecha en la que se prima el ahorro y la contención del gasto porque el objetivo prioritario
es reducir el déficit público.

Para la Ley de Dependencia los/as trabajadores son esenciales en la información, valoración y


acceso a las prestaciones y también lo son en la elaboración del informe social y en el Programa
Individual de Atención, pero no está tan claro su papel en las intervenciones concretas, por
ejemplo, con familias. La demanda específica que se les hace es que, en el menor tiempo posible,
gestionen la petición de ayuda.

La administración local se vio obligada a ampliar/reforzar sus plantillas de Servicios Sociales


básicos ante la gran demanda que generó la nueva normativa. Este incremento no fue uniforme,
como tampoco lo fue la estabilidad en el empleo ni la aplicación de la Ley. Cada Comunidad
Autónoma afrontó sus obligaciones como creyó conveniente, planteando casi todas dificultades
presupuestarias y delegando la actuación concreta en las administraciones locales.

La situación que se describe nos genera la impresión de estar viviendo algo ya vivido con la
implantación del sistema público de Servicios Sociales. Es cierto que en este caso se parte de una
legislación que se genera desde la administración central, pero la normativa que se aprueba
viene sin los recursos económicos para que las otras administraciones la desarrollen, de forma
que la aplicación es muy irregular. Tampoco establece una estructura clara de coordinación
entre lo nuevo y lo ya existente.

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El Trabajo Social, otra vez, corre un grave riesgo de empobrecerse; se burocratiza la intervención
y con ello se empobrecen las reflexiones, las actuaciones y la disciplina.

La última etapa presenta rasgos de diferente signo. Estamos nuevamente ante una situación de
reconocimiento de derechos sociales que genera posibilidades para el Trabajo Social, pero los
riesgos de la hipertrofia de las funciones de gestión son evidentes. A ello hay que añadir una
grave crisis económica que pone en peligro o al menos estanca los progresos de los sistemas de
protección social.

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TEMA 7

APLICACIÓN DE VALORES EN EL TRABAJO SOCIAL

APLICACIÓN DE VALORES EN EL TRABAJO SOCIAL

1. LOS VALORES Y SU APLICACIÓN EN EL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

No es fácil precisar lo que son o constituyen los valores y sus límites. La filosofía clásica nos habló
de valores absolutos: valores ideales, irreales, de entidades objetivas. Otra forma de entender
los valores es aquella que realizan los seres humanos y que dependerá de los sujetos. Los valores
serán entonces, valores relativos, valores que dependen de ser o no ser deseados según posean
o no determinadas características.

El Trabajo Social Comunitario no va a apuntar aúna teoría de los valores, sino a preferencias
estimativas; a valores sociales comunitarios.

Desde un punto de vista sociológico Williams indica una de las acepciones más comúnmente
usadas de valor, como la de concepción de todo deseable que influye en el comportamiento
selectivo. Lo deseable sería lo que se debe desear, mientras que en la práctica lo deseado, puede
llegar a ser bien diferente por muchas circunstancias. Gonzáles Anelo propone la definición de
valor como preferencias colectivas que aparecen en un contexto institucional y al mismo tiempo
lo regulan.

Max Weber relaciona sus posturas de lo que es la razón con lo que considera valor: unos criterios
últimos básicos que condicionan el resto de las opciones-conductas de las personas. En esta línea
los valores se han definido como pautas o modelos de conducta, que se basan en la existencia
de criterios últimos obligatorios de absoluta validez, se contrapone a la concepción de que
define el valor por los intereses y gustos de los sujetos o grupos.

Scheler distingue entre valores ideales, con objetividad propia y que son independientes de
cualquier postura o actividad humana, es decir, libres de subjetivismo, y por otra parte los
valores sensibles, que los jerarquiza en sensibles, vitales, espirituales y religiosos.

Emile Durkheim hace la distinción entre juicios de realidad y juicios de valor. Los juicios de
existencia o de realidad se limitan a explicar determinados hechos. Existen otros juicios que tiene
por objeto enunciar lo que valen las cosas en relación al sujeto consciente (no lo que son), a esto
es a lo que llama juicios de valor que son objetivos porque derivan de la naturaleza de las cosas
mismas. Durkheim nos indica que cuando hablamos de valores en realidad estamos describiendo
opciones estimativas propias de un “tipo medio” estadístico que en sí mismo no es existente, los
valores son distintos en jerarquía y contenido, incluso en su existencia, por lo cual varían de unas
sociedades a otras. ´

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El estudio de valores es una aproximación, puesto que en Durkheim lo que estudiamos no son
fenómenos sociales como institucionalizados, en tanto que sistemas de valores, pero no
podríamos decir que logramos captar el valor de tipo absoluto u ontológico.

Hall distingue un mundo interno, básicamente compuesto de fantasías imágenes e incluso


contenidos, inconscientes, más relacionados con los sujetos concretos, de un mundo externo,
constituido por instituciones de todo tipo, medios de comunicación, etc. Hace una importante
distinción entre dos tipos de valores: valores-meta, los más estables y a largo plazo que reflejan
el cómo gustaría actuar, y los valores-medio, más cortos, cambiables y en cierta medida los que
dirigen la acción más directa. Ambos tipos de valores se relacionan, pudiendo entonces
determinarse una especie de “centro” de valores. Identifica 125 valores y lo agrupa en una
constelación de 50 valores aprox. todo ello desarrollado en 7 ciclos de desarrollo de las personas
o de las instituciones, en 4 fases y en varios estados casa uno. Así a través de una serie de test
pueden medirse y hacer un diagnóstico para elaborar un mapa de valores.

En la aplicación de los valores al Trabajo Social Comunitario, no nos estamos refiriendo a


valores en sentido absoluto, sino más bien a valores relativos, a la captación de prioridades
que la mayoría de las veces describimos utilizando más los métodos cuantitativos que
cualitativos para medirlas. Se suelen medir los valores sin utilizar la dimensión ideativa-
afectiva (deseos o gustos) o la dimensión de consecución o logro. No se suelen utilizar índices
combinados para estas tres dimensiones en las mediciones. La aplicación de los valores al
Trabajo Social Comunitario tendrá que ver con un análisis de las opciones o sistemas de
opciones preferenciales que manifiestan los usuarios.

2- LASOLIDARIDAD DEL PLAN CCB. TRABAJO SOCIAL Y SERVICIOS


SOCIALES COMUNITARIOS PARA POBRES (AÑOS 60).
En España es el Plan CCB (Plan Comunidad Cristiana de Bienes 1961-1964) quien señala con
más empeño la necesidad de la acción comunitaria y los Servicios Sociales y responde al
encargo de la Comisión Episcopal de Caridad y Asistencia Social de la Iglesia (1961) hace a
Cáritas para realizar el primer estudio sociológico sobre España. Allí se refleja la necesidad de
la acción social comunitaria que ha de superar el asistencialismo practicado con ocasión de la
Ayuda Social Americana. Se critican los planes de los planes de desarrollo y el crecimiento no
integrado, porque ignoran los aspectos sociales. El Plan CCB intenta superar la clásica
orientación de caridad – beneficencia.

España partía hacia el desarrollo industrial con un Plan de Estabilización Económica (1959) y
más tarde con unos planes de desarrollo (1964)

El conjunto de Servicios Sociales / Trabajo Social comunitario que se cita para el desarrollo
comunitario tienen que ver con los valores materiales valores instrumentales para tratar de
sobrevivir (casas de infancia, cantinas populares, etc.) y valores finales como la solidaridad, la
generosidad y la caridad, considerados menos materiales e instrumentales que propician la
acción dirigida a conseguir la comunidad cristiana de bienes.

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Valores prestaciones y equipamientos de los Servicios Sociales en los años 60 en España:

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOS


Solidaridad Guarderías, cooperativas de consumo, Centros sociales para
Generosidad cooperativas de crédito, servicios de canalizar una acción social en
Caridad ahorro popular, colonias de vacaciones, las zonas económicamente
comedores o cantinas populares, débiles.
escuelas de hogar nocturnas, cursillos,
residencias de obreros…

Las prestaciones muestran un nivel básico al que podían acceder las clases populares más
desfavorecidas sustentado por valores que poco tienen que ver con el desarrollo de un Estado
de Bienestar. Los valores sobre los que pivotan los Servicios Sociales ideados por el Plan CCB
destinados a los más necesitados son la solidaridad, la caridad cristiana y la generosidad. La
financiación es privada (Cáritas) y no pública. A partir de 1960 la normativa supera la
beneficencia y apoya la asistencia social a través de diversos fondos Nacionales, en 1963 la
Ley de Bases de la Seguridad Social.

Así es como aparecen por primera vez los Servicios Sociales como un sistema propio,
distinto de la Asistencia social y dentro de la Seguridad Social: beneficencia del sistema de
seguridad social y no para todos. Valores como la rebeldía, la independencia y el
presentismo tienen que ver con los tiempos que corren (mayo de 68, etc.), no se acepta la
autoridad y la tradición y tiene lugar una revolución cultural, familia, enseñanza… que
cambiaron profundamente.

Valores clásicos y postmodernos en España

HERENCIA CLÁSICA (1960) HERENCIA POSTMODERNA (1999) LAS VIRTUDES “DE SIEMPRE”
Rebeldía Consumismo Espíritu de trabajo
Independencia Tolerancia Lealtad
Presentismo Egoísmo Madurez
Solidaridad Poco sentido del deber
Generosidad Poco sentido del sacrificio

3-VALORES TRADICIONALES DEL TRABAJO SOCIAL/SERVICIOS


SOCIALES DEL PLAN CONCERTADO (AÑO 1988).
Con la restauración de la democracia se intenta aclarar la concepción de los Servicios
Sociales: que características han de tener, si han de ser o no universales, si se entienden
únicamente como prestaciones, si se identifican con bienestar social… Los Servicios Sociales
de 1974 eran prestaciones técnicas, no económicas, y reglamentadas en las áreas de higiene
y seguridad del trabajo, medicina preventiva, reeducación y rehabilitación de minusválidos,

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

acción formativa… también se contaba con los servicios sociales de empresa y los
especializados: obra de protección de menores, patronato de protección de la mujer,
patronato de igualdad de oportunidades.

Han pasado casi treinta años para poder hablar de un sistema público de Servicios
Sociales/Trabajo Social comunitarios para todos. Se trata del Plan Concertado cuyo
propósito consistía en ofrecer unos Servicios Sociales comunitarios con el fin de elevar el
bienestar de los ciudadanos. Plan Concertado que a partir de 1988 hace posible una red
pública de Servicios Comunitarios cuyas prestaciones sociales han de adecuarse a los
cambios sociales, económicos, así como al desarrollo de los nuevos sistemas de producción.

Los Servicios Sociales/Trabajo Social se hacen extensivos a toda la población con el objetivo
de lograr el desarrollo personal y colectivo o popular, y de modo participativo. Sus principios
básicos serán la universalización, normalización (evitando Servicios Sociales especiales o
diferenciados), racionalidad, descentralización y participación. Los valores ponen de relieve
cambios que tiene que ver con las prestaciones, equipamientos (valores instrumentales) y
valores en los que se sustentan (valores finales)

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOS


Universalidad Información y orientación Centros de Servicios Sociales
Calidad Ayuda a domicilio Centros de acogida
Cooperación/solidaridad Alojamiento alternativo Albergues
Proximidad Prevención e inserción
Fomento de la cooperación
Ayudas económicas

Los Servicios Sociales/Trabajo Social que propugna el Plan Concertado no son ahora para
pobres sino para todos, se trata de Servicios Sociales de calidad y adecuados a las necesidades;
por esto el valor de la proximidad para acercarse a las exigencias de los ciudadanos. Además
de la universalidad, calidad y proximidad como valores sustentadores se hace mención de la
cooperación/solidaridad, sobre todo con las Corporaciones Locales, entre lo público y lo
privado, así como entidades y movimientos sociales que fomentan el desarrollo, autonomía y
bienestar de los ciudadanos.

Los equipamientos son centros de Servicios Sociales, de carácter comunitario, dotados de


equipamientos técnicos, incluidas las Unidades de Trabajo Social (UTS), y de los medios
necesarios que dan soporte a las Prestaciones Básicas; Centros de acogida no permanentes
que acogen con carácter de urgencia a personas con problemas y Albergues de carácter
temporal para transeúntes sin medios económicos y otras personas marginadas.

Los valores sociales y estilos de vida que sustentaban los jóvenes en el año 1989 eran los que
aparecen en el siguiente cuadro y que se consideran una proyección de la sociedad española:

1. Igualitarismos. Solidaridad. Cooperación.


2. Individualismo. Autonomía. Afirmación personal.
3. Racionalismo. Prudencia.
4. Sentido de lucha

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5. Modernización. Disciplina. Estabilidad. Tradición.


6. Reformismo.
7. Motivación de logro.
8. Disciplina. Aplazamiento de las gratificaciones.
9. Equilibrio y desarrollo personal. Esencialismo. El ser como más importante que el tener.
10. Sentido de aventura.

La participación igual y efectiva es inseparable de la comunidad y del Trabajo Social /Servicios


Sociales Comunitarios, tanto desde el punto de vista democrático como ético. Los valores del
Plan Concertado apuestan por la modernidad, en contraste con los valores posmodernos del
Plan CCB; sin embargo, el contexto social en los comercios del Plan Concertado ya denota una
clara apertura a la posmodernidad.

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4-VALORES POSTMATERIALISTAS A DOCE AÑOS DEL PLAN CONCERTADO (AÑO 2000)


Pregunta examen 2015/2016

Finalizado el año 2000 se cumplen más de diez años desde el inicio del Plan Concertado y se
han producido cambios en las aportaciones económicas de los Entes Locales, CCAA y
Ministerios. Disminuye la aportación del Estado, aumenta el esfuerzo de las CCAA y sobre todo
de los Entes Locales. También aumentan las prestaciones y los equipamientos.

Se adivinan valores posmaterialistas (información y orientación, entrar en contacto con otras


personas) claramente vinculados a valores materialistas (ayuda a domicilio).

Valores prestaciones y equipamientos de los Servicios Sociales Comunitarios del Plan


Concertado en el año 2000 en España.

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOS


Universalidad Información y orientación Centros de Servicios Sociales
Calidad Ayuda a Domicilio Centros de Acogida
Cooperación/solidaridad Alojamiento alternativo Albergues
Flexibilidad Prevención e inserción Comedores
Proximidad Fomentos de la cooperación Pisos tutelados
Ayudas económicas Miniresidencias
Servicios de información
Centros de estancia diurno

Se mantienen los mismos valores finalistas habiéndose añadido la flexibilidad. La razón es


sencilla porque ya en 1995, según el acuerdo de flexibilización de las prestaciones básicas,
algunos equipamientos complementarios a los Centros de Servicios Sociales en 1999 se tenía
previsto que fueran: 2 comedores sociales en Andalucía, 9 Pisos Tutelados, 10 Miniresidencias,
57 Oficinas o Servicios de Información, 157 Centros de Estancia Diurna.

Se combinan prestaciones claramente materialistas como la ayuda a domicilio con aquellas


otras más postmaterialistas como la información y orientación. Tan necesarios son para las
familias unos como otros, incluso la ayuda a domicilio o la teleasistencia tienen un valor
añadido dado el contacto que se establece con otras personas.

El cambio de valores:

VALORES DE LA MODERNIDAD VALORES DE LA POSTMODERNIDAD


Lo holístico Lo fragmentario
Lo absoluto Lo relativo
La unidad La diversidad
El gran relato EL pequeño relato
Lo universal Lo particular
El Estado, el país La ciudad, la región
Lo objetivo Lo subjetivo
El esfuerzo El placer

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Lo fuerte Lo Light
El pasado/el futuro El presente
La razón La emoción
La ética La estética
La certeza La duda
Responsabilidad La responsabilidad diferida
Secularización versus religión Espiritualidad versus religión
El día La noche
El trabajo La fiesta
La utopía La quimera
La construcción La reconstrucción
La familia versus la comuna La familia versus la pareja
Lo masculino Lo femenino
Lo leído/hablado Lo visto

En España se comprueba desde 1980 a 1999 la clara descendencia de los valores materialistas
y el ascenso de los postmaterialistas, mientras aumentan los mixtos Ya en el año 2000 respecto
a los Servicios Sociales Comunitarios del Plan Concertado, la necesidad de aumentar la
complejidad de los equipos, actualizar los mapas de las necesidades y satisfacer la demanda
real de servicios y la satisfacción de quienes los usan.

13 años del inicio del Plan Concertado, se producen escasos cambios en los valores finales e
instrumentales que se publican oficialmente. Sin embrago aparecen valores
postmateriales y al mismo instrumentales que apuntan a Servicios Sociales capaces de aunar
la materialidad del servicio con el suficiente valor añadido que suelen proporcionar las
“virtudes de siempre”, así como escucha, dedicación y afecto humano, más propios del pasado.

5-CAMBIO DE RUMBO EN LOS VALORES DEL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO: VALORES


DE CAMBIO. PERMANENTES Y EMERGENTES.

Iniciado el S.XXI asistimos a un claro cambio de valores en el Trabajo Social/Servicios Sociales


Comunitarios, a una intensificación de las prestaciones (aplicación de la Ley de la Dependencia)
y una mayor complejidad en la formación de los equipamientos y flexibilidad en su
organización de cara a los usuarios.

Valores de cambio en los Servicios Sociales Comunitarios del año 2008

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOS


Universalidad Información y orientación Centros de Servicios Sociales
Calidad Ayuda a Domicilio Centros de Acogida
Cooperación/solidaridad Alojamiento alternativo Albergues
Flexibilidad Prevención e inserción Comedores
Un derecho Fomento de la cooperación Pisos tutelados
Competitividad Ayudas económicas Miniresidencias
Público/mercado Apoyo a Unidad Convivencial Servicios de información
Centros de estancia diurno

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Sigue siendo indiscutible la universalidad como valor finalista, cada vez más usuarios de
diferentes estatus acceden a los Servicios Sociales Comunitarios, la tendencia apunta a que
determinados Servicios Sociales constituyan un derecho de los ciudadanos. La financiación
constituye un serio problema si tenemos en cuenta que son las Corporaciones locales las que
más contribuyen al mantenimiento de los Servicios Sociales del Plan Concertados.

La competitividad y la oferta pública frente a la oferta del mercado son nuevos valores finalistas
que han aparecido con fuerza. El Estado no alcanza a gestionarlos directamente y concierta con
diversas entidades (fundaciones, entidades sin ánimo de lucro, etc.) la prestación de los
Servicios Sociales. Valores finalistas tales como la calidad, la competitividad y lo
público/mercado cobran fuerza en nuestros días.

Los valores instrumentales se enfrentan a la capacidad de financiación. El aumento de las


personas mayores de 65 años y la existencia de usuarios inmigrantes y la diversidad de formas
de convivencia familiar demandan más servicios y más complejos. Según los trabajadores
sociales es excesivo el volumen de burocracia/tramitación administrativa exigido, no
existiendo suficiente coordinación entre las tres administraciones.

Mayores y familia son los más demandantes, mientras que las prestaciones que requieren son
información y orientación, apoyo a la unidad convivencial y ayuda a domicilio. Sin embargo,
debido a la insuficiente oferta pública, obliga a los usuarios y familias tengan que acudir al
mercado, a la familia, a los abuelos para encontrar solución a sus necesidades.

Los Servicios Sociales en el mercado son bienes de consumo y se accede a ellos en función de
la calidad y el poder adquisitivo. El bienestar global de la familia, la primacía de los hijos y el
fuerte ritmo de la vida, entre otras variables, provocan un claro consumo de Servicios Sociales.
Sobre valores de cambio, valores permanentes y valores emergentes para el Servicios Sociales
Comunitarios.

VALORES DE CAMBIO VALORES PERMANENTES VALORES EMERGENTES


Flexibilidad Universalidad Público/mercado
Un derecho Calidad Competitividad
Cooperación/Solidaridad
Formación permanente Proximidad/seguimiento Precisión/rapidez
Participación/coordinación Especialización
Complejidad de equipos

Los Servicios Sociales Comunitarios han ido cambiando al mismo tiempo que han conservado
ciertos valores. Los nuevos valores de cambio como la formación permanente y la
participación/coordinación son valores instrumentales que son imprescindibles para adecuarse
a los tiempos actuales y futuros.

Entre los valores permanentes es relevante el seguimiento, que es una característica de la


proximidad, es uno de los valores finalistas que deben cuidarse en la actualidad para poder
captar los cambios sociales que tiene lugar en la sociedad española. A través del seguimiento
podemos comprobar la validez final de la externalización de los Servicios Sociales.

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Entre los valores emergentes figuran la precisión, la rapidez y la especialización y complejidad


de los equipos profesionales. Son valores instrumentales y han surgido por el crecimiento
constante de usuarios que atender diariamente en los Servicios Sociales Comunitarios.

Los Servicios Sociales/Trabajo Social Comunitario en España están carentes de la suficiente


identidad: falta de claridad legal y conceptual en el conjunto de las CCAA. Como falta de
identidad se entiende también las dificultades que tienen los ayuntamientos para financiar los
Servicios Sociales. Es importante plantear una Ley Estatal de Garantía de Derechos y Servicios
Sociales en donde se ponga de manifiesto la claridad legal y conceptual que se requiere en la
actualidad. Lo deseable es que el Estado, CCAA, mercado y Tercer Sector propiciaran un nuevo
Plan Concertado que concluyera en una Ley de Servicios Sociales para toda España.

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TEMA 8

EL TRABAJO SOCIAL Y LOS RELATOS


CONTEMPORÁNEOS.
INTRODUCCIÓN:
La solidaridad concierne a la esencia de la cultura y de lo social. En tal sentido nos unimos a
quienes quieren reducir la pretensión científica de objetividad a una forma de solidaridad. Esta
ha de ser múltiple, flexible, abierta. Es cuestión de educación y de evolución de la sensibilidad y
del sentimiento antes que de razonamiento y de teoría. Los derechos soy necesitan más que
fundamento, propagación.

En el Trabajo Social se comprueba cómo se va más allá de la realidad, añadiendo ese plus de
comprensión que siempre le ha caracterizado y que se resume en solidaridad-conocimiento –
ironía. Los valores actuales como referencia de la vida actual no están lejos de aquellos que nos
muestra la novela contemporánea española: Espido Freire, David Trueba, Lucía Etxevarría,
Ángeles Caso (Contra el Viento) o Herta Müller Nos referimos a valores tales como el
presentismo, lo figurativo que atrae a la realidad, a la familia, los amigos y el amor, las drogas,
las falta de compromiso social, la primacía de los sentidos, el consumo, etc.

En la vida diaria, en el mercadillo, nos encontramos con relatos reales que indican el compromiso
diario de los que nos ocurre y preocupa para seguir orientándonos. Los relatos de las novelas
reflejan semejantes y los estudios cualitativos-cuantitativos también inciden en lo que le pesa al
ser humano. El fragor de lo cotidiano es el espectro de la lucha y combate en el que nos
movemos actualmente los seres humanos, con los que se encuentran los trabajadores sociales
en los servicios sociales municipales.

1-OBJETIVIDAD CIENTÍFICA, SOLIDARIDAD E IGUALDAD SOCIAL.

Todo progreso científico es consecuencia de la cooperación, del entendimiento entre los


científicos, de una forma de solidaridad además de promover una mayor igualdad social. El
Trabajo Social como disciplina avanza científicamente como el resto de las ciencias sociales: por
consenso, en cooperación con la comunidad de quienes aplican determinados métodos,
reflexionan sobre los problemas sociales que atienden y acuerdan o se solidarizan en los modos
de intervenir en el contexto de las políticas sociales.

El Trabajo Social confía en el futuro y en la posibilidad de mejorar la sociedad, disminuyendo el


sufrimiento, sacando lo mejor del ser humano y desarrollando la comunicación, la conversación
y la escucha con los seres humanos que atiende. El Trabajo Social aboga por la auto-
transcendencia más que por meras soluciones tecnológicas o burocráticas que en ocasiones se
aplican a personas con dificultades de autonomía y carencias materiales sin escucharles apenas.

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La objetividad científica y la solidaridad se trata de utilizar aquellos medios de éxito en la


anualidad que pueden llegar a sensibilizar a los ciudadanos más rápidamente y eficazmente.

Herta Müller en “La bestia del corazón” nos hace entender mejor a usuarios de los servicios
sociales municipales, provenientes de los países del Este, más concretamente de Rumania. El
pasado de Rumania hace que los rumanos que acceden a los servicios sociales municipales y lo
hagan sin olvidar los esquemas culturales de su país. El trabajador social tiene que comprender
mejor a los usuarios, sin poner en tela de juicio del derecho de todos los ciudadanos a utilizar
servicios sociales públicos.

Ángeles Caso en su novela “Contra el viento”, Premio Planeta 2009 pone de manifiesto el miedo
a denunciar, la necesidad de ser escuchado, y la imprescindible solidaridad vecinal para atender
al niño cuando hay que trabajar.

El Trabajo Social comunitario y a través de las asociaciones de inmigrantes, puede llegar a ofrecer
servicios de ayuda a domicilio con carácter de urgencia además de plazas de guardería o servicios
de infancia. También una atención especial de apoyo psicológico para situaciones como las
descritas en la novela de Ángeles Caso. En el caso de los malos tratos y las violaciones, se pone
de manifiesto el requerimiento del trabajo social coordinado y continuado con otros
profesionales para adaptarse a las múltiples y complejas situaciones reales de la vida diaria.

La promoción de una mayor igualdad social es el núcleo de la atención que realizan los
trabajadores sociales y lo que los legitima ante sus asistidos o usuarios. Con la instauración de
la democracia en el Trabajo Social comunitario de convertiría en dependiente y colaborador de
la clase política social, mientras el movimiento vecinal quedaba transitoriamente descabezado.
En la actualidad el trabajo social para la promoción de una mayor igualdad social tiene abiertos
diferentes frentes: la débil identidad de los servicios sociales municipales, el exceso de
burocracia que han de asumir los trabajadores sociales públicos y la reducida colegiación de los
profesionales del trabajo social.

2-TRABAJO SOCIAL, LITERATURA Y SOCIEDAD.

Los nuevos relatos describen la capacidad /incapacidad de apertura e integración a nuevos


miembros de la comunidad, además la novela actual tiene un interés para el trabajo social,
porque encierra un conjunto de valores “representativo” de la sociedad en la que vivimos y
atienden los trabajadores del Trabajo Social.

En la relación entre Trabajo Social, literatura y sociedad, tenemos un gran interés y curiosidad
por lo que mueve a los personajes de ficción, lo que encierran sus palabras, sus diálogos. En el
trabajo social y en los servicios sociales municipales es habitual atender a las familias por muy
diversos motivos. La familia es el tercer sector más atendido, tras os mayores e inmigrantes, en
el conjunto de los Servicios Sociales municipales en España. También la familia suele ser una
categoría central y la ocasión para tejer la estructura del relato en la novela (Espido Freire:
“Irlanda” y “melocotones helados”)

Se produce una estrecha relación entre la novela que escriben un buen número de novelistas y

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la estructura del medio social en cuyo interior se ha desarrollado y que definimos por el
consumo, el individualismo y otros tantos valores/tendencias.

3-ONTOLOGÍA DEL MERCADILLO: SOCIOLOGÍA DE LA VIDA DIARIA

La ontología del mercadillo (sociología de la vida diaria) plantea una serie de relatos que indican
el compromiso diario de lo que ocurre y preocupa a la gente para seguir orientándose. Como en
el mercadillo uno tiene que ser artista para saber dar forma a lo que uno pretende ser, claro que
no hay que obviar que la fuerza del contexto que nos rodea trata que seamos resultado del
mismo.

Siempre se produce la combinación entre las condiciones externas y el designio de sus


protagonistas. En el mercadillo la proximidad, la comprobación del esfuerzo ajeno, anima y
reconforta, Sin embargo, fuera del mismo, en la vida diaria, a la gente se le pide que funcione
como en un autoservicio, que asuma su responsabilidad. Nadie deja de ir al mercadillo porque
es la única manera de comprobar y experimentar oportunidades, ofertas, ocasiones que no
deben dejarse escapar, como también en la vida esperamos un golpe de suerte.

No se trata sólo de consumir, de hacer la compra todos los días. También buscamos el saludo,
el reconocimiento de los vecinos, aunque las cosas no vayan como quisiéramos, En el mercadillo
hemos hablado de tener cierto arte para saber comprar, y en el contexto/fragor en el que nos
movemos es un arte saber vivir e interpretar lo que está por vivir.

La realidad empírica a la que se hace alusión es todo aquello que le preocupa a la gente: el
trabajo, la salud, los amigos… Es de lo que habla, lo que comenta la gente en el mercadillo. Este
común transformable, revisable, es lo “ontológico del mercadillo”, donde cada uno de los seres
humanos busca diariamente cómo seguir adelante. No se trata únicamente de consumir, sino
de relacionarnos, de ser reconocidos, de sentir que somos los protagonistas de la acción y no
esclavos del consumo. En el mercadillo tratamos de encontrar lo común de las variadas
autotranscendencias individuales, lo común-renovable, la búsqueda de solución a cada uno de
los problemas semejantes, allí donde la gente, habla, gesticula; allí donde las personas expresan
lo que sienten; donde el ser humano manifiesta su comportamiento. No es que sea el único
espacio existente de entre aquellos que circundan y hasta definen nuestras vidas; pero se utiliza
la figura mercadillo como figura-espacio existente en cualquier parte del mundo y diferenciado
del espacio privado.

4-CURIOSIDAD POR OTROS RELATOS Y OTROS ESFUERZOS

El modo en que la gente trata de salir adelante, de solucionar los problemas por los que
atraviesan (autotranscendencia), lleva implícita la curiosidad por otros relatos, la libertad de
actuar de otras maneras. Nos interesa saber, comprobar, si otros personajes en otros contextos,
con sus correspondientes historias buscan lo mismo o padecen experiencias interpretadas por
sus actores del mismo o parecido modo que nosotros.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

Precisamente en la literatura, en las novelas, se pueden rastrear en los pasajes valores, a través
de expresiones que manifiestan explícitamente o que implícitamente denotan ontología social,
la ontología del mercadillo. Pero no hay ninguna posibilidad de autotranscendencia sin relatos.

Estaríamos construyendo el universal social capaz de prevenirnos, por la experiencia y reflexión,


de aquellos fallos cometidos una y otra vez. Los proyectos individuales han de ser “sumatorios”,
vividos individualmente y puestos a disposición de un relato común que aglutine coincidencias
y provoque el salto ontológico que se traduce en una manera diferente de vivir.

Al mismo tiempo el rechazo a la jerarquía de valores establecida parece haberse consumado y


ahora nos planteamos “nuevos” valores sin saber todavía con seguridad la jerarquía de los
mismos. Se trata de educar a hombres y mujeres desde niños, en aquellos valores comunes
como la democracia, dignidad, libertad, derechos humanos, tolerancia, igualdad, tolerancia…

5-ELTRABAJO SOCIAL EN EL CONTEXTO ACTUAL: EN EL FRAGOR DE LO


COTIDIANO
La actual crisis económica, altos niveles de paro, reformas en los sistemas del Estado de
Bienestar vienen provocando en los ciudadanos tensión, alarma social, inseguridad, dificultades
referenciales para encontrar soluciones a los problemas cotidianos. Claro que también podemos
contabilizar los éxitos alcanzados en sanidad, educación, infraestructuras públicas, servicios
sociales…

El fragor de lo cotidiano es el espectro de tensión, lucha y combate en el que nos movemos


actualmente los seres humanos. En definitiva, lo que escuchan en parte los trabajadores
sociales en los servicios sociales municipales y lo que se rumorea en el mercadillo. El estrés es la
respuesta al contexto social, al fragor de lo cotidiano en el que nos movemos entre la familia, el
trabajo y la vida social. La vida personal se ha convertido en algo bélico y saturado de tensión
como la plaza del mercado. Las recepciones sociales reducen la sociabilidad a un combate.

El fragor de lo cotidiano se plantea como contexto, es por esto que desde el trabajo social se
puede ayudar a los usuarios a trabajar no sólo los estresares, sino también a comprender mejor
los espacios de trabajo/paro, vida familiar y social en los que se desenvuelven los usuarios. Se
trata de ajustar objetivos y expectativas de los usuarios que viven en determinadas situaciones,
asesorándoles convenientemente.

El asesoramiento que propician los profesionales del trabajo social a los usuarios decimos que
tiene que ver con el ajuste entre objetivos y expectativas. Poner en práctica la mesura, buscar
el término medio entre lo que domésticamente somos y aquello que pretendemos ser.

Los tres grupos del trabajo social/servicios sociales municipales son los inmigrantes, mayores,
así como las familias. Tres grupos que representan a la actualidad, precisamente, los cambios
que se requiere la adaptación a las nuevas condiciones de vida. La heterogeneidad de las
fórmulas de convivencia tiene que ver con la cohabitación o parejas de hecho, matrimonio
dictado por embarazo, soltería voluntaria, matrimonio de convivencia…

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La mayoría de la gente no es capaz de autoorganizarse y tomar las riendas de su vida. Vivir sin
hábitos del corazón, en el fragor de la vida diaria, el situarse fuera del tiempo, sin
comprometerse.

RESUMEN
La relación en el Trabajo Social y los nuevos relatos de la literatura (novela) contemporánea
posibilita mediante esta última acceder a los pormenores de los problemas humanos. Algo
parecido sucede en los espacios de los mercadillos, en donde se palpa lo que se preocupa a la
gente junto al esfuerzo que hacen por encontrar salidas. La combinación de relatos ficticios
reales recruce el contexto actual en el que vivimos: el fragor de lo cotidiano como expresión de
la tensión diaria a la que nos vemos sometidos en la sociedad actual.

El trabajo social de nuestros días puede utilizar fuentes con el objeto de analizar aquellas
alternativas, que, o bien reflejan la realidad, o van más allá de la misma. Ese plus de realidad es
el que provoca nuestra curiosidad y perdura en nuestras mentes de forma activa. Así es como
nos servimos de un lenguaje, el de la novela actual, capaz de difundir el lema que justifica al
trabajo social ante los usuarios: lograr una mayor justicia social.

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TEMA 9
DE VUELTA A LA COMUNIDAD DEL FUTURO

INTRODUCCIÓN
Debemos reinventar la comunidad, ya que a la gran mayoría de los ciudadanos no nos va bien
en el llamado “Estado de Bienestar”.

1. OTRO MUNDO ES POSIBLE


Situados en la España actual hemos de abogar por el entendimiento y solidaridad entre
diferentes. Se trata de desarrollar “habilidades dialógicas” (escuchar, comportarse con tacto...)
para construir espacios en donde convivan autóctonos e inmigrantes.

Han pasado los años y en pleno siglo XXI disponemos en las ciudades y en los barrios y distritos
de parques (históricos y nuevos), mercadillos, bibliotecas, museos, centros públicos deportivos
y culturales, carril bici, auditórium... aunque no se ha conseguido el objetivo de “integración
comunitaria total”. No obstante, a través de las RRSS es posible lograr el desarrollo comunitario,
ya que las nuevas tecnologías han transformado el ámbito de la comunicación y pueden
ayudarnos a actuar dentro y fuera del espacio virtual. Pero es importante conservar las redes de
confianza (vecinos, amigos, familiares) de nuestro entorno próximo.

2. EL MUNDO EN EL QUE VIVIMOS


El actual Estado de bienestar/malestar es el contexto en el que vivimos ya como algo pasado, en
parte, que no despierta ningún apasionado compromiso colectivo. Las grandes decisiones
colectivas deberían apuntar a lo común compartid, a lo común en todas sus dimensiones en
nuestra sociedad. El común que buscamos, que nos una, parece ser la tarea de la sociedad o de
las sociedades actuales. Una búsqueda de lo común como el bien para todos, como el bien
común.

Lo que parece cierto, asumido por la mayoría, es que no nos va bien. El modo de vida ya se
apunta como “la sociedad del cansancio”. ¿de qué estamos cansados? de la superproducción,
del superrendimiento, de la hiperactividad... en otras palabras, del exceso de positividad, de
estímulos, informaciones e impulsos. Cansancio que no significa agotamiento, sino haber
adquirido la facultad que le permite al ser humano sosegarse y ver, comprender mediante
formas más lentas y controladas.

Llegamos a vivir sin más, a sobrevivir, que no es poco. Sociedad sin acontecimientos donde todo
sucede sin altibajos, como si fuera por obligación. Una sociedad del ruido, de acumulación de
datos, donde no hay silencio para pensar.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

3. DE VUELTA A LA COMUNIDAD
El camino recorrido para estar de vuelta a la comunidad del futuro, ha sido largo y controvertido.
En este apartado se hace mención a algunos autores tratando de identificar lo que han sido
ciertas ideas básicas sobre la comunidad.

 Carls Marx: Algo positivo. La comunidad como un “Estado democrático”.


 Max Weber: Relación social y reciprocidad. Sentimiento de totalidad.
 Georg Simmel: El lazo como común denominador que reconoce y tolera las diferencias
objetivas que existen entre los componentes urbanos.
 Robert E. Park: Solidaridad en comunidades y colonias étnicas urbanas de inmigrantes.
Regiones anómicas, de vicios y aventuras.
 John Dewey: La forma en que llegan a poseer cosas en común. También la identidad.

Para los autores de la Escuela de Chicago la modernidad no había acabado erradicando toda
forma de comunidad.

C. Cooley: diferencia entre grupos primarios y secundarios. Reforma social or las instituciones
voluntarias no gubernamentales, filantrópicas, así como los grupos comunitarios.
Wiliam Thomas: Ámbito de solidaridad. Auto-ayuda.
Robert Park: Sistema de unidades implicadas en el proceso de cooperación competitiva
organizada en un territorio. Protagonismo de los líderes locales.
Talcott Parsons: Comunidad Societal. Subsistema integrativo, siendo su propiedad más
importante el tipo y nivel de solidaridad entre sus miembros.
N. Luhmann: La referencia constante como algo trascendente para la teoría de la sociedad.

Tras el repaso de algunos autores y propuestas hacemos mención de algo que está a la orden
del día en la actualidad: la existencia de una comunidad acogedora que también genera
desarraigo y se resiste a los inmigrantes.

4. LÓGICA Y ARTE DE LA VIDA


El actual estado de bienestar/malestar todavía se mide por el PIB. Sin embargo, no se asocia con
el bienestar subjetivo. Parece haberse llegado a la conclusión de que “si bien los índices de
satisfacción vital suelen crecer en paralelo con el PIB, sólo lo hacen hasta el punto en que la
necesidad y la pobreza dan paso a la satisfacción de las necesidades esenciales de
supervivencia”. A partir de ese punto dejan de crecer e incluso tienden a bajar, a veces de forma
drástica, con mayores niveles de riqueza. Ahora bien, en el caso español (INE 2014) los españoles
dan un 6,9 sobre 10 a sus condiciones vitales. Lo que parece cierto es que el PIB es un indicador
bastante pobre para medir el crecimiento de la satisfacción / felicidad.

Probablemente haya que ser “un artista capaz de crear y dar forma a las cosas de la misma
manera que podría ser un producto de esa creación y conformación”. En otras palabras, se
trataría de un arte de la vida que supone voluntad, autoafirmación y determinación para
conseguir la tarea de transformar lo que nos rodea.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

Así es que la comunidad no se consigue sino manteniendo la moral alta en circunstancias


difíciles, teniendo fuertes convicciones y actuando con flexibilidad y adaptabilidad.

5. EXPERIENCIAS COMUNITARIAS EN ESPAÑA Y EUROPA


Entre las experiencias comunitarias en España, podemos citar el Plan CCB (1961-1964) quien
señala con más empeño la necesidad de la acción social comunitaria. Se trata de establecer una
comunidad cristiana de bienes.

Entre los proyectos contemporáneos de aquellos años podemos citar:

 Ley de Oportunidades para la Promoción Social, en Norteamérica (1964):


promocionando la Acción Comunitaria del mundo subdesarrollado a través del acuerdo.
 VI Plan, en Francia (1971-1975): desarrollaba la planificación de las funciones colectivas
y la autonomía de la persona.

En 1960 se decía en España que sin un sólido sentido comunitario podría soportarse el cambio.
En otras palabras, que sólo poniendo en común todo lo que constituye la comunidad, se
consigue la integración y la adaptación a las nuevas necesidades en la década de los 60. (pe. Plan
Baza).

Era necesario el desarrollo comunitario para progresar en las zonas rurales, y ya entonces se
contaba con el sociólogo o el trabajador social para determinar la importancia de los programas
destinados a aumentar la receptividad del medio rural.

Se desarrollan:

 acciones para la mejora de las explotaciones (pe. Apisonado y cierre de silos con agua
en la comarca de Gijón - 1972).
 acción de las familias (pe. Cooperativa de confección industrial “Muñana” de Cadalso de
los Vidrios, en la comarca de San Martín de Valdeiglesias, Madrid).
 acción de la juventud (pe. la formación del grupo de juvenil de mecanización en la
comarca de Mora de Rubielos - 1976).

En el período de la transición a la democracia, uno de los ejemplos de nuevas comunidades lo


encontramos en las Bardenas-Ejea. “Los colonos de Bardenas se enfrentaron a la tarea de hacer
pueblo en momentos particularmente difíciles, en medio de una agricultura y un mundo con
profundos cambios: de la mula al tractor y de la leña al butano”.

En los años 60, complejos problemas en el campo español. Las cooperativas servían para la
adquisición de maquinaria, realización de mejoras y para explotar la tierra o para otros fines (pe.
Cooperativa Santa María en el pequeño pueblo de Zúñiga, Navarra - 340 hab.).

Aunque en los 60 se hablaba de desarrollo comunitario este no era la panacea de los problemas
del campo español. Se producía una migración a las ciudadades porque las zonas rurales no eran
garantía de un modo de vivir más próspero, al mismo tiempo que dejaban el campo despoblado.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

La formación era el otro elemento imprescindible para hacer posible el desarrollo comunitario
de la época.

El desarrollo comunitario en Europa y EEUU en los años 60 se resumía de la siguiente manera:

 Suecia y Noruega: Asistentes sociales ligados a las Admones. Públicas.


 Inglaterra: Larga tradición del desarrollo comunitario.
 Italia: Centros sociales (asistenciales) de desarrollo comunitario.
 Países Bajos: Trabajo de grupo/participación en el desarrollo comunitario.
 Polonia: Círculos Agrícolas/desarrollo comunitario rural.
 EEUU: Desarrollo de la comunidad rural/urbano.

Dando un enorme salto de la España de los años 60 al siglo XXI, mencionamos dos ejemplos de
desarrollo/participación comunitaria:

 Madrid - la asociación AMPA y el colegio público Palomeras Bajas (la asociación de


padres y madres) participa en la Junta Permanente del colegio. Es un ejemplo de
participación comunitaria en el ámbito educativo llevada a cabo gestionando diversas
actividades: extra escolares, material escolar, comedor, etc.
 Barcelona - Proyecto Vincles: sistema ideado para facilitar la vida de las personas
mayores, mediante el cual con una tableta o un teléfono móvil, las personas mayores
que lo necesiten tendrán acceso rápido a su red de contactos entre los que estarán
asistentes sociales, amigos y familiares. Galardonado por la fundación del ex alcalde de
NY, Bloomber Philantropies.

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ORÍGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL 2017/2018 | Raquel Monfort

TEMA 10 (by Paloma)

ACTUALIDAD Y FUTURO DEL TRABAJO SOCIAL

1. El trabajo social en el fragor de lo cotidiano

El fragor de lo cotidiano tiene que ver con el mar de fondo que se percibe en la sociedad. Lo
entendemos en el sentido literal pero también en el ámbito sociológico (entender aquellas
múltiples variables que por estar ahí y ser consideradas por millones de seres humanos, generan
en nosotros mismos y en la sociedad lo que entendemos como “fragor de lo cotidiano).

La actual crisis económica, los altos niveles de paro, llas reformas en los sistemas del Estado de
Bienestar provocan tensión, estrés, alarma social, falta de autoestima, … aunque también
podemos contabilizar los éxitos alcanzados en sanidad, educación, infraestructuras públicas,
servicios sociales, … Sin embargo, lo que parece más preocupante es el paro, la situación
económica, la clase política y la inmigración. Las consecuencias son más ansiolíticos, depresiones
y suicidios.

En este contexto se produce lo que denominamos el fragor de lo cotidiano en niveles nunca


alcanzados hasta ahora, es el espectro de tensión, lucha y combate en el que nos movemos
actualmente los seres humanos.

El estrés podría interpretarse como la respuesta de alerta ante semejante conjunto de


exigencias, de lucha continúa por mantenerse en el nivel idealizado, alcanzado-impuesto, o
mezcla de ambos. Es la respuesta al contexto social, al fragor de lo cotidiano en el que nos
movemos entre la familia, el trabajo y la vida social. Las consecuencias para el 30% de los
españoles que viven sobrecargados, sin descanso son múltiples: depresión, ansiedad, fobias,
pánico, hipertensión, … según Zygmunt Bauman, la vida personal se ha convertido en algo bélico
y saturado de tensión. En consecuencia, las percepciones sociales reducen la sociabilidad a un
combate.

El hombre ha evolucionado hacia el lujo, los efectos secundarios según, Peter Sloterdijk son
“…labilidad motivacional, los desasosiegos que les causaban su impulsividad desatada y la
dinámica de su excitabilidad grupal, capaz de desencadenar una violencia paranoica, orgiástica
y autodestructiva” se trata de “civilizar los programas de estrés heredado de la filogenia y
refrenar sus derivaciones belicosas”.

El fragor de lo cotidiano lo planteamos como contexto, como atmósfera que se respira en el


trabajo y en la vida familiar y social. Una tensión que retroalimenta el malestar de los individuos
ya estresados o proclives a ello. Se trataría de ajustar objetivos y expectativas, asesorándoles
convenientemente en los tiempos que corren. Se trata, según Sloterdijk “junto a la amistad entre
los hombres exitosos, venga a primer plano la misericordia, el amor benefactor, como un nuevo
modo de regular la participación en los destinos de los perdedores, y de formar ambientes en la

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“zona oscura” del imperio.”

Zygmunt Bauman, nos indica, citando a Máx Scheler “nuestra vulnerabilidad es inevitable en un
tipo de sociedad en la que todo el mundo “tiene derecho” de considerarse a sí mismo igual a
cualquier otro cuando en realidad es incapaz de ser igual a ellos.” Las costumbres de que hablara
Tocqueville llamándolas “hábitos del corazón”, y los “Hábitos del corazón” de Robert N. Bellah
nos sitúan en la lucha que mantenemos contra determinados desafíos, incluso hay quien
esconde celosamente sus hábitos por miedo a que se los descubran, a ser utilizado,
ejemplificado en “Melocotones helados” de Espido Freide, en el cual, la protagonista había
escondido sus hábitos por demasiado tiempo.

2. Cosas que nos impiden vivir

Es el exceso de ruido y ajetreo, las prisas, la competitividad por ser el primero, no disponer de
tiempo libre, no tener trabajo y no gozar de buena salud. Sin embargo, la cima de un vivir pleno
podría consistir en alcanzar la felicidad, ser felices. En este último caso, la felicidad depende del
marco cultural, aunque para el individualismo occidental sea un reflejo de la realización
personal. Las naciones más felices (sobre todo las occidentales e individualistas) suelen tener los
niveles más altos de suicidio. También nos recuerda la existencia de la envidia porque miramos
lo que tienen los demás.

Alcanzar lo que consideramos que nos falta, es lo que genera más tensión, estrés, ajetreo, más
fragor en nuestras vidas. Se trata de saber lo que nos impide vivir y de encontrar alguna
alternativa ajustada a nuestras circunstancias.

Ejemplo de lo que nos impide vivir en un relato real:

Eduardo, el fragor de lo cotidiano lo relacionaba con mucho ruido, como si se tratara de una
batalla, con el sufrimiento. La disposición de algo de tiempo libre nos permite burlar por un
tiempo aquellos problemas que nos impiden vivir. Eduardo, por ejemplo, se entretenía cogiendo
el coche y alejándose de la ciudad, subiendo el puerto del Pirineo aragonés. Según decía
Eduardo, “el día a día nos aleja de nuestro soporte de vida que es nuestro cuerpo; el tiempo se
nos agota…”, ”la vida siempre es una espera; … siempre haciendo cosas, inventos de nuestro
modo de vivir que cada vez rompen más nuestro equilibrio natural” decía. Para Eduardo “triunfar
es saber quién eres y lo que quieres”.
También la falta de salud y trabajo, nos impiden disfrutar y ser felices, decíamos al inicio de este
apartado. Nuestro protagonista, ya jubilado y fallecido, ha de cuidarse tras varias operaciones y
cuando puede busca en la belleza del Pirineo y el romántico cierto alivio a lo que le preocupa: la
incertidumbre.

3. Desconectar de la rutina y del ajetreo diario

El trabajo, las tareas cotidianas, los compromisos, los aplazamientos, los imprevistos, la rutina
diaria, el ajetreo, el fragor, constituyen lo que llamamos el día a día. Mientras que cuando

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desconectamos e interrumpimos lo que venimos haciendo, nos relajamos recuperándonos. En


la mayoría de los trabajos, se suele hablar de rutina laboral, intentamos desconectar de muy
diversas maneras del quehacer diario: salimos un fin de semana a la playa o al monte, asistimos
a un concierto u obra de teatro, …
¿Qué es lo que está pasando? A la gente se le ha robado el tiempo, la vida que desea llevar. El
tiempo ha desaparecido en acelerados presentes. El ocio y el tiempo libre organizado como viaje
o como actividad con principio y fin, nos calma el desasosiego. George Steiner declara en una
entrevista “Los jóvenes ya no tienen tiempo… de tener tiempo.” Nunca la aceleración casi
mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte como hoy. Y hay que tener tiempo para buscar
tiempo.

Queda atrás aquella doctrina de la Iglesia primitiva “que consideraba en general el tiempo libre
como tentación, el ocio como invitación a la pereza…”

El ocio trata de una experiencia compleja, con una diversidad de actuaciones queridas, libres y
satisfactorias. Más del 30% de las personas están escasamente satisfechas con el tiempo libre
de que disponen.

El objetivo consiste en saborear el tiempo, sin reloj, con espacios que recorrer, con algo que
relatar, con sentido. La semana evoluciona de lunes a viernes con creciente entusiasmo.
Llegados al fin de semana, recuperamos el tiempo, el olor de la existencia, el sosiego, nos
organizamos para nuevas experiencias.

4. En el mismo barco y arrastrados por lo urgente

Tantas prisas, tanta rapidez, tanta competitividad nos suscitan el fragor del día a día. Nos hemos
convertido en gente cautelosa, con lo que dicen que puede conseguir el ser humano. Cada uno
a su manera, siente lo que está ocurriendo lo que nos circunda más próximo o más distante. Es
el fragor de fondo, las convulsiones más profundas de las que el fragor de lo cotidiano es una
muestra.

Podemos concluir que el fragor del día a día lo están provocando puntualmente la actual crisis
económica, el paro, la inseguridad política. El modo de vivir en su conjunto provoca estrés y
podría interpretarse como una de las respuestas de semejante alerta.

Para más del 30% de los españoles que viven sobrecargados, las consecuencias son: depresión,
ansiedad, fobias, pánico, … la alternativa podría ser el ocio cultural para el 86% de los
ciudadanos.

El exceso de ruido, las prisas, la competitividad por ser el primero, el no disponer de tiempo
libre, no tener trabajo y no gozar de buena salud, nos impide vivir. La raíz del fragor, del estrés,
reside en que nos cuesta desconectar, en hacernos con el tiempo.

El Camino de Santiago lo presentamos como una alternativa al fragor de la vida diaria. Se trata
de recuperar el tiempo, de sentir el silencio, una alternativa que ofrece la belleza del románico,
del paisaje, que tiene principio y fin.

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5. Nuevos textos/referencias para el presente y el futuro del trabajo


social

Las nuevas situaciones que deben afrontar los menos favorecidos y quienes tienen serias
dificultades, requiere de nuevos textos para tratar de entender el modo de vivir en nuevos
ámbitos comunitarios.

La mayoría de los usuarios que atienden los trabajadores sociales no requieren de los
profesionales para tal fin. Sin embargo, en “Microfísica del poder” M. Foucault ya se refería a los
trabajadores sociales como vigilantes de guante blanco.

Se trata de explicar que alcanzar ciertas metas de bienestar significa cambiar de actitud y valorar
lo que se tiene, lo que se consigue y cómo se puede mejorar. De este modo establecemos claras
diferencias entre quienes se esfuerzan y valoran lo que consiguen lo que tienen y quienes viven
del desprecio, la auto-destrucción y la destrucción de los demás. Algunos piensan que la culpa
la tiene el contexto; todo aquello que está fuera como el consumismo, el hogar, las malas
compañías. Éramos buenos y nos han ido quemando poco a poco.

“La curiosa creencia de que el hombre es bueno por naturaleza tiene su último reducto en el
trabajo social. Donde las motivaciones pastorales se entremezclan sorprendentemente con
vetustas teorías del entorno y de socialización, pero también con una versión light del
psicoanálisis.”

Parece haberse producido un proceso mecánico inevitable, donde el sujeto ha sido presa de las
circunstancias, acabando como usuario de los profesionales del trabajo social, y, lo que es más
grave, con escasas o nulas posibilidades de recuperación.

La sociedad ha evolucionado de tal manera que eso que hemos llamado “fragor de lo cotidiano”
es el resultado, entre otras cosas, de la cada vez mayor dificultad para encontrar un puesto de
trabajo, para comprar o alquilar un piso, … En el futuro, las dificultades van a ir en aumento. La
multiplicidad jerárquica de actividades será cada vez mayor, llegando incluso a aquellos, cada
vez más numerosos, con escasas opciones para sobrevivir sin la ayuda de la comunidad, del
Tercer Sector o del Sistema Público.

La supuesta obligación de esforzarse habrá de sustentare en uno mismo, en la autoestima, en la


propia dignidad, aunque tenga limitadas perspectivas de éxito o compensación económica.
Quienes desistan de tal empeño podrán plantear serios problemas y habrán de justificar su
existencia ante los demás. La indiferencia es una reacción contra todo lo que ocurre alrededor,
como si no fuera con ellos.

El resto de la sociedad tampoco es que muestren especial interés por los que se van descolgando
del sistema, lo cierto es que vamos en el mismo barco. La indiferencia se aprecia, es visible, en
la vida diaria de gran parte de la sociedad. Sin embargo, no puede haber sitio para la indiferencia
y la hipocresía en el ejercicio del trabajo social. El trabajador social, habrá de ser hábil en
encontrar la forma de sacar a la luz los problemas de los usuarios, respetando su intimidad. Por
tanto, no se trata de pasarlo mal porque el usuario lo esté pasando mal.

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Toda comunidad produce continuamente nuevas y concretas desigualdades, injusticias, y


frustraciones. A medida que aumentan la igualdad y la libertad formales de los ciudadanos, se
incrementan también sus reivindicaciones. Si éstas no se cumplen, prácticamente todos ellos
pueden sentirse agraviados. El deseo de reconocimiento es insaciable. Lo podemos comprobar
a diario en la crónica de sucesos. Está a la orden del día el robo de móviles o de ropa de marca,
es una auto-compensación por no haber logrado lo que se quería. No es de extrañar que quienes
són usuarios de los trabajadores sociales de la red pública, traten de simular situaciones
inexistentes o traten de burlar los controles burocráticos. Porque las ayudas son ilimitadas y las
exigencias burocráticas relativamente exigentes. Si pensamos en el futuro, no creo que existan
soluciones universales para tanta diversidad de usuarios y situaciones.

Hans Magnus Henzensberger indica que tales personas son objetivo de estudio y medio de vida
de trabajadores sociales, psicólogos sociales, psicoterapeutas y educadores sociales. “El
progreso no ha eliminado la miseria humana, pero sí la transformado enormemente. Nuevas
reivindicaciones han puesto en el orden del día conceptos tales como la dignidad humana y los
derechos del hombre; han demostrado la lucha por el reconocimiento. Se han encargado de
exhibir la desigualdad ante todos los habitantes del planeta por eso la decepcionabilidad de los
seres humanos ha aumentado con cada progreso.”

Cuando la desgracia abate a los ciudadanos despojándoles de su bienestar material, su malestar


se llama “pobreza” y sólo si viven en un Estado de Bienestar jurídico, su pobreza será digna.
Cuando lo que se deteriora es el bienestar jurídico, incluso la prosperidad material es indigna,
es la carencia de derechos o el malestar jurídico. La producción jurídica sin base material pone
al Estado en situación de dependencia de la “economía líquida”. Cuando esa liquidez decrece,
los ciudadanos se “indignan”, pero no se sienten corresponsables de su malestar.

Trabajar por un trabajo social comunitario corresponsable de lo que ocurre significa entender
que la comunidad no puede existir de espaldas a lo que ocurre en el conjunto de la sociedad. Se
trata de experimentar en el tiempo que con la participación de los vecinos se puede hacer algo
más que formar parte de una delimitación espacial y saludarse de vez en cuando. Construyendo
la comunidad que da sentido, no se mete en la vida íntima de nadie. Se trata de que cada
generación la vaya renovando como si algo inconcluso quedara por hacer.

Las formas de las que saben los trabajadores sociales, son formas comunitarias imprescindibles
que vienen de los demás, es un profesional de lo cotidiano y comunitario, donde cada sujeto
cobra especial relevancia porque existe el reconocimiento de los demás a lo más auténtico de
cada uno. Se produce la necesidad de estar acompañados.

El trabajo social ha de volver a la calle, a acompañar a los usuarios para que se sientan acogidos
y sean capaces de seguir resistiendo. Ernesto Sábato confiesa que su lema ha sido que hay que
resistir, pero que no resulta fácil encontrar la forma de encarnarlo. Mantener la esperanza y con
el compromiso con los más débiles.

“Nos salvamos por los afectos” por lo que se hace de corazón.

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