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El Cubo de las Emociones

La técnica del cubo de las emociones o los sentimientos se emplea para trabajar las
emociones en la infancia y también para niños con asperger u otras psicopatologías con
dificultades para identificar las emociones propias y ajenas, y se trata de un ejercicio
extremadamente útil a edades tempranas. Hoy te voy a hablar de esta técnica para que
puedas aplicarla con tus hijas, alumnos, sobrinas, nietos…

Daniel Goleman presenta la técnica del cubo de los sentimientos en su famoso libro
“Inteligencia Emocional”. Échale un vistazo si quieres profundizar en estos aspectos. Esta
técnica está recomendada para utilizar con niños y niñas de hasta los 9 años, pero cuanto
antes se aplique, muchísimo mejor.

¿En qué consiste? Necesitaremos un cubo. Puede ser de papel o puede ser comprado, de
cualquier otro material. En cada una de las caras del cubo deberemos escribir (o adherir con
una pegatina) el nombre de una emoción. Por ejemplo: miedo, alegría, enojo, sorpresa,
asco, desprecio… Lo ideal es que esta actividad se realice en grupo de niños y niñas y no
únicamente con un niño, pues no se le sacaría todo el partido a la técnica, ya que los niños
en su interacción se abren más a la experiencia y pueden compartir con los demás niños sus
emociones y comprender así también a los demás, o aprender de una emoción que todavía
no han experimetado.

Los niños/as se van pasando el cubo y, en cada pase, el niño lo lanza y comparte una
ocasión en la que haya sentido esa emoción concreta. Muy simple, ¿verdad? Pues te cuento
los beneficios de emplear esta técnica con el niño/a: Aprende a relacionar los sentimientos
con las palabras. Descubre que no es el único/a que experimenta determinadas emociones.
Desarrolla la comprensión de las emociones propias y ajenas. Desarrolla la empatía…
¿Qué te parece? ¿Crees que podrás aplicar esta técnica con algún niño/a próximamente para
contribuir a su desarrollo emocional? Cuéntanos tus ideas en la sección de comentarios. Si
te ha gustado compártelo en tus redes sociales.  

Y recuerda: Tienes a tu alcance mucho más de lo necesario para ser feliz. ¡La decisión es
tuya!
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1 note Dec 11th, 2017
 
 

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¿Pueden las máquinas leer nuestras emociones?

Cada año, las máquinas nos superan en más y más actividades que antes pensábamos que
nos eran propias. Las computadoras de hoy pueden vencernos en juegos de mesa
complejos, transcribir el habla en decenas de idiomas, e identificar instantáneamente  casi
cualquier objeto. Pero los robots del mañana pueden ir más allá y aprender a averiguar qué
estamos sintiendo. ¿Y eso por qué importa? Porque si las máquinas y las personas que las
dirigen pueden leer con precisión nuestros estados emocionales, pueden ayudarnos o
manipularnos a escalas sin precedentes. Pero antes de llegar ahí, ¿cómo puede algo tan
complejo como  la emoción convertirse en meros números, que es el único lenguaje que
entienden las maquinas?

Esencialmente de la misma manera que el cerebro interpreta las emociones: aprendiendo a


identificarlas. El psicólogo estadounidense Paul Ekman identificó ciertas emociones
universales cuyas señales visuales se entienden de la misma manera en cualquier cultura.
Por ejemplo, la imagen de una sonrisa es alegría para habitantes urbanos modernos y para
tribus aborígenes por igual. Y, según Ekman, el enojo, el asco, el miedo, la alegría, la
tristeza, y la sorpresa son igualmente reconocibles. Y resulta que las computadoras son
cada vez mejores reconociendo imágenes gracias a algoritmos de aprendizaje automático,
como las redes neuronales. Éstas tienen nodos que imitan  a las neuronas biológicas
estableciendo conexiones e intercambiando información.

Para entrenar la red, se ingresan muestras preclasificadas en diferentes categorías, como


fotos marcadas como feliz o triste; eso se ingresa al sistema. La red luego aprende a
clasificar esas muestras ajustando los pesos relativos asignados a características
particulares. Cuanto más datos de entrenamiento se dan, mejor se vuelve el algoritmo para
identificar correctamente nuevas imágenes. Es similar a nuestro propio cerebro, que
aprende de experiencias anteriores para procesar los nuevos estímulos.

Los algoritmos de reconocimiento no se limitan solo a las expresiones faciales. Nuestras


emociones se manifiestan de muchas maneras. Hay lenguaje corporal y tono vocal, cambios
en la frecuencia cardíaca, en la tez y en la temperatura de la piel, o, en la escritura, cambios
de frecuencia de uso palabras y de estructura. Puede que pienses que formar redes
neuronales para reconocer esto es una tarea larga y complicada hasta que te das cuenta de la
cantidad de datos que hay, y de la velocidad con los que los procesan las computadoras de
hoy.

Desde los mensajes en redes sociales, las fotos y videos que subimos, y los audios del
teléfono, hasta las cámaras de seguridad sensibles al calor y los accesorios que supervisan
los signos fisiológicos, la gran pregunta no es cómo recolectar suficientes datos, sino qué
vamos a hacer con eso. Hay muchos usos beneficiosos para el reconocimiento de
emociones. Los robots con algoritmos para identificar expresiones faciales pueden ayudar a
los niños a aprender o acompañar, en cierto modo, a personas solitarias.

Las empresas de medios sociales consideran usar algoritmos para ayudar a prevenir
suicidios identificando posts con palabras o frases específicas. El software que reconoce
emociones puede ayudar a tratar trastornos mentales o incluso ofrecer a las personas
psicoterapia automatizada.

A pesar de los beneficios potenciales, la perspectiva de una red masiva que escanee
automáticamente nuestras fotos, comunicaciones, y signos fisiológicos es también bastante
inquietante. ¿Qué consecuencias para la privacidad tendrá si las grandes corporaciones usan
esos sistemas impersonales para usufructuar publicidad vía emociones? ¿Y qué pasa con
nuestros derechos si las autoridades piensan identificar personas susceptibles de cometer
crímenes antes incluso de que tomen una decisión consciente de actuar?

Los robots tienen un largo camino por recorrer para distinguir matices emocionales, como
la ironía, y escalas de emociones, como cuán feliz o triste está alguien. No obstante,
eventualmente podrán leer con precisión las emociones y responder a ellas. Si puedan
empatizar con nuestro miedo de intrusión no deseada, sin embargo, esa es otra historia.
emociones tecnologia ia
 
 
¿Por qué sentimos nostalgia?

A finales del siglo XVII, un estudiante de medicina llamado Johannes Hofer notó una
extraña enfermedad que afectaba a los mercenarios suizos en el extranjero. Entre sus
síntomas había fatiga, insomnio, latidos de corazón irregulares, indigestión, y la fiebre era
tan fuerte que los soldados a menudo tenían que ser dados de baja. Como descubrió Hofer,
la causa no era una alteración física, sino un anhelo intenso por su tierra de montaña. Acuñó
el término nostalgia, del griego “nostos”, “regreso a casa”, y “algos”, “dolor o anhelo”.
Al principio, la nostalgia se consideraba una aflicción particularmente suiza. Algunos
médicos sostenían que el sonido constante de los cencerros en los Alpes generaba un
trauma en los tambores del oído y el cerebro. Los comandantes prohibieron a sus soldados
cantar canciones suizas tradicionales por temor a que eso los llevara  a la deserción o el
suicidio. Conforme la migración aumentó en el mundo, se observó nostalgia en varios
grupos. Resultó que cualquier persona separada de su lugar natal durante mucho tiempo era
vulnerable a la nostalgia. Y a principios del siglo XX, los profesionales ya no la ven como
una enfermedad neurológica, sino como una enfermedad mental similar a la depresión.

Los psicólogos de la época especularon que representaba dificultades para dejar ir la


infancia, o incluso un anhelo de volver al propio estado fetal. Pero en las siguientes
décadas, la comprensión de la nostalgia cambió en dos formas importantes. Su significado
se expandió de extrañar el terruño a un anhelo general por el pasado. Y más que una terrible
enfermedad, empezó a verse como una experiencia conmovedora y agradable. Quizá el
ejemplo más famoso de esto fue captado por el escritor francés Marcel Proust. Describió
cómo el degustar una magdalena que no había comido desde la infancia desencadenaba una
cascada de cálidas y poderosas asociaciones sensoriales.

Entonces, ¿qué provocó una inversión en nuestra visión de la nostalgia? Parte de eso tiene
que ver con la ciencia. La psicología se alejó de la teoría pura y se volcó a una observación
empírica  más cuidadosa y sistemática. Los profesionales advirtieron que  muchos de los
síntomas negativos podrían haber sido simplemente correlacionados con la nostalgia en vez
de ser su causa. Y, de hecho, a pesar de ser un estado emocional complejo que puede incluir
sentimientos de pérdida y tristeza, la nostalgia generalmente no pone a la gente en un
humor negativo. Por el contrario, al permitir el recuerdo de experiencias significativas y
gratificantes que compartieron con otros, la nostalgia puede aumentar el bienestar
psicológico.

Hay estudios que han demostrado que inducir nostalgia en la gente puede ayudar a
aumentar sus sentimientos de autoestima y pertenencia social, fomentar el crecimiento
psicológico, e incluso hacer que actúen más caritativamente. Así que, en lugar de ser una
causa de angustia mental, la nostalgia puede ser una manera restaurativa de hacerle frente.
Por ejemplo, cuando la gente experimenta estados emocionales negativos, suele usar
naturalmente la nostalgia para reducir la angustia y restaurar el bienestar.

Hoy parece que la nostalgia está en todas partes, parcialmente porque los anunciantes han
descubierto lo poderosa que es como técnica de marketing. Es tentador pensarla como un
signo de quedarnos atrapados en el pasado, pero no es así como funciona la nostalgia. La
nostalgia nos recuerda que nuestras vidas pueden tener sentido y valor, y nos ayuda a
encontrar la confianza y la motivación para hacer frente a los desafíos del futuro.
Este juego está indicado para trabajar las emociones básicas con los más pequeños y para
ayudar a los más mayores a ampliar su vocabulario emocional. Requiere una reflexión previa
sobre las emociones, su significado y utilidad y como expresarlas de una forma constructiva.
Cada uno puede construir el cubo emocional como más le guste. Se toma un cubo de madera,
resina o plástico. En cada lado se escribe la palabra o se pinta o pega imágenes de caras
(emoticonos, dibujos o fotos reales de caras humanas, pueden ser fotos de los mismos niños
con los que se va a jugar) que representen las seis emociones básicas; alegría, asco, enfado,
miedo, sorpresa y tristeza.
Tirada a cara vista: representamos emociones
Se juega a que cada jugador tire el dado y represente ante los demás, la emoción que ha
salido en el dado.
Tirada a cara oculta: representamos emociones
Se juega a que cada jugador tire el dado sin que los demás vean que lado ha salido. El
jugador que ha tirado, ha de representar la emoción que ha salido para que los demás la
adivinen. Después se muestra el dado para ver si se ha acertado en la representación y
reconocimiento de la emoción.
Jugamos por equipos: palabras emocionales
Los jugadores forman grupos de dos, cuatro o seis personas. La persona que coordina el
juego, tira el dado y controla el tiempo. Durante 30 segundos, los miembros de cada grupo,
por grupos, dicen o escriben palabras que expresan sentimientos de la “familia” de la emoción
que ha salido (por ejemplo si sale miedo: aterrado, atemorizado, asustado, acongojado, etc…)
Cuando han pasado los 30 segundos, cada grupo pone en común todas las palabras y el
coordinador las recoge en una pizarra para que todos puedan verlas. En cada ronda gana el
equipo que haya encontrado mayor número de palabras que expresen sentimientos asociados
a cada emoción básica o mayor número de palabras nuevas.

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