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Después de la lectura del texto de la autora Inés Dussel, rescatamos:

Las plataformas no son solamente facilitadores tecnológicos, sino que son marcos o
encuadres tecnológicos, económicos y socio-culturales que administran el tráfico
social en Internet.
Lo significativo es que el objetivo pedagógico no se define en abstracto, sino que
hay que pensarlo en su aterrizaje en secuencias de trabajo, tareas, ritmos y
organización de la clase: la clase es siempre un qué, un cómo, un cuándo, un
dónde, y es todo eso lo que le da sentido. El desafío es que hoy la clase tiene
condiciones espacio-temporales inéditas.
Las herramientas por sí solas no hacen demasiado, pero muchos docentes se dan
la cabeza contra la pared intentando “torcer” los límites de las plataformas.
Burke subraya que el conocimiento académico y escolar es una práctica entre
muchas que se realizan con los saberes, y que reconocer esta polifonía y
multiperspectivismo.
Los conocimientos se producen por medio de ciertas operaciones que implican
interacciones otras/os (adultos, otros chicos), con objetos y soportes (libros,
pantallas), y sobre todo implican un recorrido en el espacio y el tiempo.
Hoy estamos dando clase en condiciones muy poco “enmarcadas”, poco
encuadradas, y que eso suma otros desafíos a una tarea que ya era muy desafiante
sin estas otras complejidades.
Hay que armar esos espacios para encontrarse, y que ese encuentro tiene un valor
en sí mismo, porque permite compartir estados de ánimo, acompañarse y
sostenerse. Por otro lado, se observa que esos espacios son múltiples y móviles,
inter-plataformas, y que hay que irse adaptando a lo que se puede en cada
momento.
Los profesores sienten que les costó retrabajar los lenguajes, hacer devoluciones,
porque las escrituras eran muy personales y temían, en un contexto de tanta
exigencia emocional, herir sentimientos.
Hay tareas simples y hay tareas complejas; hay que diversificar las tareas, pero
sobre todo hay que cuidar que no se piensen como actividades para cumplir
burocráticamente un requisito sino como oportunidades para desarrollar una
actividad intelectual (Barrère, 2018).
Esta pedagoga francesa propone un “trabajo de comunicación y de relación; es un
trabajo de gestión común de un cierto número de eventos puntuales, ligados a la
relación y sus avatares; es un trabajo que puede equipararse a un empleo, con sus
monotonías, sus rutinas, su aburrimiento; implica también una parte de gestión del
tiempo, de organización y planificación; es un trabajo creativo, o al menos debe
movilizar algo de la inspiración, la originalidad, lo artesanal”.
Los conocimientos se producen por medio de ciertas operaciones que implican
interacciones con otras/os (adultos, otros chicos), con objetos y soportes (libros,
pantallas, mapas), y sobre todo implican un recorrido en el espacio y el tiempo. Para
Jacob, el recorrido del conocimiento descansa en la habilidad de orientarse, en el
arte de encontrar rastros que marcan el itinerario que inventamos mientras
caminamos por él [...].
La construcción de los conocimientos en el aula y en la escuela se hace con otras y
otros que van mostrando distintas posibilidades y con quienes se confrontan
hipótesis y argumentos, y en esa construcción se va construyendo una noción de lo
común, de un lenguaje compartido, de conocimientos construidos por generaciones
y entre las generaciones. La clase es también el trabajo colectivo, y la pedagogía
consiste en ese trabajo de poner en relación personas (cuerpos), saberes, espacios,
y organizar los vínculos entre personas, los soportes o artefactos, y los saberes. Por
eso hemos insistido en que en la clase en Whatsapp, Classroom o donde se pueda,
no se nos pierda lo colectivo. Aunque sea difícil, aunque sea elusivo en estas
circunstancias, la construcción colectiva y común de los conocimientos es uno de
los sentidos importantes de lo que es y lo que produce una clase.
La clase implica coordinar tiempos y actividades, gestionar materiales, organizar
conversaciones, proponer algunos desafíos.
Lo valioso va a ser que este espacio que llamamos escuela siga operando como
alguna forma de encuentro que permita un cierto trabajo con el conocimiento que no
está suelto. [...] volvamos a compartir risas y chistes, y los chicos sepan y nosotros
sepamos que estos no fueron meses perdidos sino que fue un tiempo excepcional
en el que estuvimos dispuestos, contra viento y marea.

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