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NOMBRES Y APELLIDOS:

AULA: SECCION 24
“LA MORADITA” DE INCA KOLA
La carrera de Marketing de la Universidad del Pacifico invito a Alfredo
Quiñones, marketing mánager de Coca-Cola Perú a compartir las lecciones
aprendidas del caso “La Moradita” de Inca Kola. Este producto fue lanzado en
octubre de 2014 que solo pudo mantenerse en el mercado por seis meses
hasta marzo de 2015. Alfredo Quiñones, confesó que la batalla que perdieron
con La Moradita no significó que perdieran la guerra, por el contrario, les deja
lecciones para innovar.
La primera lección que aprendió la empresa fue que existen sabores sagrados
como la chicha morada, que tocan fibras muy sensibles en el consumidor
peruano y por ende es muy arriesgado usarlas.
Antes de su salida al mercado, se formaron dos grupos, los que la rechazaban
y los que no. Las expectativas de los primeros les dictaban que La Moradita
jamás iba a superar una chicha morada casera hecha por una madre o abuela.
Los segundos, los que no la rechazaban, esperaban que La Moradita fuera
mejor que la chicha de sobre, es decir en polvo, por ser lanzada por una marca
reconocida como Inka Kola.
Quiñones afirmó que los estudios de mercado que realizaron no garantizaban
el éxito, y ellos asumieron el riesgo de fracasar sin que la marca se vea
dañada.
La Moradita se lanzó para todo el público, sin embargo, Quiñonez reconoció
que la gaseosa morada se debió dirigir a los niños, en los cuales podría tener
una mejor llegada.
“La idea inicial de La Moradita fue la de una gaseosa de edición limitada y
ligeramente gasificada, y al final eso no fue lo que resultó” afirmó Quiñones. En
su presentación explicó que el producto fue variando desde su idea inicial hasta
convertirse en una gaseosa con sabor a chicha morada”.
El error más importante de “La Moradita” fue que se originó de una necesidad
de negocio, y no de una necesidad del consumidor. De allí se derivan todos los
demás errores. Otras razones importantes de su poco éxito, según explico
Quiñones, fueron la fuerza de los sabores sagrados y el poder de las
expectativas.
Finalmente, se hizo énfasis en que todo proceso de innovación conlleva un
riesgo, y que equivocarse es parte del proceso y lo seguirá siendo. Lo más
valioso es aprender de los errores para seguir buscando la mejor forma de
beneficiar a los consumidores y no desistir nunca en el empeño de lograrlo.

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