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LIBROS & ARTES

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EL HISTORIADOR DE LOS VENCIDOS
Este número de Libros y Artes es un merecido homenaje por parte de la más antigua institución cultural republicana,
la Biblioteca Nacional del Perú, a uno de los más brillantes historiadores, quien de no haber desaparecido cuando su obra alcanzaba
resonancia y madurez, sería, sin duda, uno de los más destacados intelectuales del Perú actual. Este es también un homenaje personal
de quien esto escribe a la inteligencia, a la amistad y al compromiso que compartimos en un largo trecho de nuestras vidas,
más allá de las discrepancias políticas que sostuvimos en la década del 80.

A lberto Flores Galindo


fue, sin duda, el histo-
riador de los vencidos. Y lo
tructural y el determinismo.
De Marx prefería los escritos
juveniles, los escritos políticos
chos de nosotros, pero sobre
todo en Alberto Flores Galin-
do, con quien cultivó una pro-
de Arguedas. En realidad,
Tito superó las diversas ver-
siones del indigenismo y su
ciertas formas religiosas man-
tienen encendida la llama de
la fe. El mundo andino tam-
fue tanto por ciencia como y algunos escritos marginales funda amistad. carácter inorgánico mediante poco permanece inmóvil. La
por conciencia. Buscó resca- de madurez que apuntaban a Una de las preocupacio- los imaginativos planteamien- dominación y el conflicto lo
tar la memoria de los derro- la posible incidencia de la co- nes intelectuales y políticas de tos acerca de la utopía andina. han transformado a lo largo
tados porque pensaba y creía munidad rusa en el socialis- Alberto Flores fue la relación Esta expresa el movimiento de la historia colonial y repu-
que otra historia, distinta a la mo del futuro. compleja entre la nación y el de la sociedad andina misma blicana. Lo que caracteriza
oficial, era posible. Estas preferencias le ayu- socialismo. En realidad, los que deja de lado la imposición actualmente al mundo andino
Mirar la historia desde daron a entender y valorar la marxistas más destacados, de utopías intelectuales de las es la fragmentación. Apelan-
abajo no le impidió a Flores obra de Mariátegui como in- comenzando por Marx mis- clases medias. La utopía do a elementos de la utopía
Galindo escribir una historia telectual y como revoluciona- mo, se plantearon este proble- andina consiste, según Flores andina, ese mundo fragmen-
total o con pretensiones de rio. La agonía de Mariátegui1 es ma y le dieron distintas y has- Galindo, en el conjunto de tado puede constituirse como
totalidad, como le enseñaron una obra fundamental de Flo- ta contradictorias soluciones. mitos, leyendas, creencias, sujeto colectivo con una de-
sus maestros en la École res Galindo que busca resca- Marx constató que la nación sueños, festividades y formas terminada identidad cultural:
Pratique de Hautes Études, en tar no solo la originalidad del y el socialismo marcharon se- religiosas que, apelando al La utopía andina son los pro-
donde estudió el doctorado en pensador peruano, sino tam- parados en el siglo XIX, en el pasado y al retorno del impe- yectos (en plural) que preten-
Historia, ubicar el fenómeno bién las apuestas políticas ima- cual la burguesía liberal rei- rio incaico, orienta, da senti- dían enfrentar esta realidad.
estudiado en su contexto y en ginativas de Mariátegui, vindicó la nación, y los obre- do e impulsa la acción colec- Intentos de navegar contra la
corriente para doblegar tanto
su perspectiva temporal, ana- aunque ellas sean contrarias ros revolucionarios, el socia- tiva del mundo andino derro-
a la dependencia como a la frag-
lizarlo en su especificidad, a los dogmas oficiales del lismo. Solo en 1871, con la tado por la Conquista y opri- mentación. Buscar una alter-

texto
mostrarlo en sus múltiples di- marxismo. En La agonía de Comuna de París y con la in- mido y explotado por la Co- nativa entre la memoria y lo
mensiones y relaciones, seña- Mariátegui se percibe clara- vasión alemana, los obreros lonia y la República. Gracias imaginario: la vuelta de la so-
lar sus límites y desplegar to- mente la influencia de José socialistas de Francia unieron a la utopía andina, el fragmen- ciedad incaica y el regreso del
das sus potencialidades, pres- Aricó, uno de los más brillan- los dos elementos del proble- tado mundo indígena actual Inca. Encontrar en la reedifica-
tar atención a las mentalida- tes intelectuales marxistas ar- ma, ya que fueron ellos quie- puede recomponer su identi- ción del pasado, la solución a
des. Flores Galindo aprendió gentinos, quien, además, com- nes realmente lucharon contra dad y constituirse como suje- los problemas de identidad.2
esta perspectiva no solo en la partía con Mariátegui algunos ese ataque y defendieron la to de acción colectiva. Los di- Flores Galindo sostenía
escuela histórica francesa de rasgos característicos que los nación francesa de entonces. versos componentes de la uto- que la utopía andina desbor-
los Anales sino también en el definían: autodidactas muy Buscando una respuesta pía andina van cambiando con daba los Andes para instalar-
marxismo creador. Sus gran- cultivados, marxistas hetero- a este complejo problema, la historia. Unos mitos se ex- se en la cultura popular del
des maestros, directos o indi- doxos, editores, publicistas, Flores Galindo analizó el tinguen, otros mantienen su Perú. Una expresión de ese
rectos, fueron Lucien Fevre, periodistas, conferencistas. indigenismo y a los indi- vigencia. Se pueden debilitar desborde sería la valoración
Fernand Braudel, Alain La- Las visitas que José Aricó hizo genistas centrándose en la algunas creencias y leyendas positiva que tienen del Impe-
brousse, Jacques Le Goff, a Lima dejaron huella en mu- obra antropológica y literaria en la memoria colectiva, pero rio Incaico los escolares de la
Emmanuel Le Roy Ladurie, educación secundaria prove-
Rug giero Romano, Pierre nientes de las diversas clases
REVISTA DE CULTURA DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ sociales. Esta valoración po-
Vilar. A los que hay que aña-
dir Eric Hobsbawm, el gran Sinesio López Jiménez sitiva del Imperio Incaico y de
historiador inglés de orienta- Director de la Biblioteca Nacional la justicia y la armonía que,
ción marxista. según los escolares encues-
Nelly Mac Kee de Maurial
Alberto tuvo maestros, Directora Técnica
tados, lo caracterizaban es, sin
pero fue un historiador origi- embargo, como el mismo Flo-
nal. La originalidad lo condu- Luis Valera Díaz res Galindo lo reconoce, una
Editor
jo a la hetorodoxia en el cam- forma de negar el presente
po del marxismo y valoró Diagramación: José Luis Portocarrero Blaha más que un deseo de volver
enormemente a otros hete- Secretaria: María Elena Chachi Gambini
al pasado.
rodoxos como Walter Benja-
Coordinación: Enrique Arriola Requena
mín, Antonio Gramsci y José Sinesio López Jiménez
Carlos Mariátegui. Rechazó el © Biblioteca Nacional del Perú
determinismo ortodoxo y el Lima, 2005
Reservados todos los derechos.
marxismo oficial y apostó más 1
FLORES GALINDO, Alberto.
bien por un historicismo crea- Depósito Legal: 2002-2127 / ISSN: 1683-6197 La agonía de Mariátegui: la polé-
dor y por los marxistas disi- mica con Komintern. Lima:
Biblioteca Nacional del Perú - Av. Abancay cuadra 4, Lima 1. Teléfono: 428-7690.
dentes. Como Gramsci, creía Fax: 427-7331 http: //www.bnp.gob.pe Correo electrónico: dn@bnp.gob.pe DESCO, 1980.
que la revolución rusa era una 2
FLORES GALINDO, Alberto.
revolución contra El Capital, Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de la Organización Buscando un inca: identidad y
la obra mayor de Karl Marx, de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura. utopía en los Andes. La Habana:
que condensaba la rigidez es- Casa de las Américas, 1986, p. 14.

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I
Alberto Flores Galindo res Galindo logra una

S in embargo, en un pla-
neta donde la fortuna
sumada de las 225 familias
relectura tremendamente su-
gerente de la historia del

OTRO MUNDO
Perú. El hilo conductor de
más adineradas es equivalen- este tour de force histórico es
te a lo que posee el 47% más la utopía andina: la esperan-
pobre de la población total za milenarista o mesiánica en
del mundo, y las tres perso-
nas más ricas poseen más di-
nero que el PIB sumado de
ES POSIBLE una inversión cataclísmica del
actual orden social para in-
augurar una nueva edad, un
los 48 países más pobres;1 en nuevo mundo idílico que en
la región más inequitativa de Carlos Iván Degregori los Andes se habría identifi-
ese mismo planeta (América cado con el regreso del inca,
Latina); en un país donde la restauración del Tawan-
murieron víctimas de críme- En tiempos recientes, destacados representantes del neoliberalismo, tinsuyu o, en tiempos más
nes atroces más de 70 mil que hoy dicta en nuestro continente lo que es políticamente correcto, se recientes, con un mundo
peruanos, sin que las élites han rasgado las vestiduras, indignados porque algunos pretendan que donde los mistis desaparez-
siquiera nos diéramos cuen- can3.
ta, no desear otro mundo
otro mundo sea posible. Flores Galindo ubica el
posible es inhumano y reve- surgimiento de la utopía
la una ideologización pare- tura del Che, el mayo fran- construían instrumentalmen- ese libro, truncada por su en- andina en los primeros tiem-
cida a la que se percibía en cés de 1968 y, sobre todo, te y lo levantaban como ban- fermedad y muerte tempra- pos de la Colonia y la persi-
esas carátulas con niñas por el tsunami de campesi- dera solo para dejarlo luego na cuando yo preparaba un gue con brillo y erudición a
sonrosadas de la revista Chi- nos, trabajadores, migrantes caer y reemplazarlo por el texto que nunca publiqué, través de los siglos. Relata su
na ilustrada en décadas pasa- y regiones organizadas que llamado “pensamiento Gon- que circuló entre mis alum- eclosión en las rebeliones
das. sacudía el país, resquebrajan- zalo”. nos de San Marcos y que tal tupacamaristas del S. XVIII
Otro mundo tiene que do estructuras y derrumban- Avanzada la década de vez algún día publique con (p. 108). La rastrea en los
ser posible. Antes de que sur- do prejuicios. 1980, Flores Galindo escri- este título: traspié entre dos sueños de Gabriel Aguilar y
giera el movimiento global Gracias por eso, Alber- bió Buscando un inca. Transcu- estrellas. la detecta, como el rabdo-
que adoptó ese slogan, Al- to Flores Galindo, por res- rría ya la sombría segunda La carta publicada por mante que ubica una veta de
berto Flores Galindo fue catar ese Mariátegui en el mitad de la década de 1980. Flores Galindo poco antes de agua en el desierto, durante
uno de los intelectuales que momento mismo en que La Izquierda Unida y sobre su muerte, donde afirma que el S. XIX, cuando “... la vuel-
permitió soñar a los jóvenes otros intelectuales inventaban todo el APRA mostraban discrepar es otra forma de ta del inca termina confina-
de varias generaciones que otro a su medida: marxista- sus límites, y Sendero Lumi- acercarse, me anima a reto- da a los espacios rurales; idea
otro mundo, o al menos otro leninista, dogmático hasta la noso se constituía como el mar ese debate como home- subterránea y clandestina,
país, era posible. Dos son sus caricatura, en todo caso mu- nuevo cataclismo en un país naje y reconocimiento de que confundida con el folckore
obras más importantes que cho más lejos del que pre- asolado por sucesivos tsuna- su pensamiento sigue vivo. de los pueblos o con los sor-
apuntan en esa dirección. sentan los documentos de la mis políticos. Sostuve una dos temores de los blancos”
La agonía de Mariátegui2 – época y los testimonios de polémica intermitente con II (p. 210).
su mejor libro según mi opi- sus contemporáneos. Lo Flores Galindo alrededor de En Buscando un inca, Flo- Pero conforme el autor
nión– prueba que la mejor, avanza a través del S. XX
la única historia es la que se rumbo al “Perú hirviente de
escribe desde el presente, estos días”, su interpretación
planteando las preguntas y cruje. Porque Flores Galindo,
encontrando a partir de ellas enamorado de una idea vis-
los ángulos y facetas de acon- tosa, radical y romántica, la
tecimientos y personas que persigue más allá de sus lí-
sean más fructíferos para vi- mites. Su trabajo se torna
vir el presente e imaginar el entonces semejante al del
futuro. La agonía de Mariátegui
construyó un padre para una
generación huérfana pero lle-
na de sueños. El Mariátegui 1
Los datos son de un informe de la
del historiador Flores ONU y son citados por Martín
Galindo, el definitivo, era Hopenhayn. “La aldea global entre
la utopía transcultural y el ratio mer-
irreverente, apasionado, agó-
cantil: paradojas de la globalización
nico, el amigo que nunca co-
cultural”. En: DE GREGORI,
nocimos pero que muchos Carlos Iván y Gonzalo PORTOCA-
hubieramos querido tener RRERO (editores). Cultura y
como compañero de carpe- globalización. Lima: RED, 1999,
ta o de trabajo o de partido. p.19.
El Mariátegui de la creación 2
FLORES GALINDO, Alberto.
Alberto Flores Galindo, 1986.

heroica, del pan y la belleza, La agonía de Mariátegui: la polé-


enfrentado a los comisarios mica con el Komintern. Lima:
del stalinismo por mostrar- DESCO, 1980.
3
Salvo indicación contraria, todas las
se abierto a las corrientes
numeraciones de páginas que apare-
más avanzadas de la escena
cen en este texto corresponden al li-
contemporánea, sin secta- bro de FLORES GALINDO, Al-
rismos ni gazmoñerías. El berto. Buscando un inca: identi-
Mariátegui ideal para una dad y utopía en los Andes. Se-
generación impactada por la gunda edición. Lima: Instituto de
revolución cubana, la aven- Apoyo Agrario, 1987, p.81.

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arqueólogo, que a partir de (Ancash), es la representación clusivo de términos como tegui– la fuerza de los revo- convertir en programa polí-
un fragmento busca recons- de la muerte de Atahualpa indígena, sierra, medios ru- lucionarios no está en su tico una explicación históri-
truir no solo la vasija sino el donde: “el personaje más rales” (p.365). Con las migra- ciencia; está en su fe, en su ca no prosperó.
mundo en el cual esa arcilla importante es el Capitán ciones “ha terminado ocu- pasión, en su voluntad. Es Pero los sueños persisten.
fue amasada. Atento a la más [Pizarro]” y no el inca (p. 71). rriendo el vaticinio de Luis una fuerza religiosa, mística, El llamado Foro de Porto
mínima reberveración “sís- Y donde “el discurso con- Valcárcel pero sin sus rasgos espiritual. Es la fuerza del Alegre, donde se acuñó el
mica”, a la manifestación del testatario se ha convertido en apocalípticos. Estos hom- Mito”.7 Esta misma frase es lema “otro mundo es posi-
menor signo vital, cuando la discurso de dominación” bres reclaman respuestas nue- citada por Flores Galindo (p. ble”, es solo un ejemplo. En
utopía –tal como él la con- (p.75). El otro ejemplo es vas” (p.366). Pareciera que 270) cuando repasa los años el Perú, la Comisión de la
cibe– languidece, le insufla Sendero Luminoso, con el está a punto de salir del 20-30 del S.XX y hace una Verdad y Reconciliación de-
bríos; cuando no la encuen- cual, según el propio Flores entrampe, pues afirma que síntesis del pensamiento de finió este último término con
tra la imagina. Su ausencia es Galindo, la utopía andina se los movimientos milenaristas Mariátegui. Porque Mariá- palabras que bien podrían
una de sus formas de existir transforma de sueño en pe- y mesiánicos exhiben siem- tegui no apostaba por un constituir una versión “laica”
(p. 75). Así sus propuestas lo- sadilla (p. 364). pre un episodio recurrente: marxismo “frío”, racionalis- o postutópica, pero no me-
gran atravesar más o menos ¿Por qué luego de una “El fanatismo termina lan- ta, sino por uno que lograra nos soñadora: como un ho-
indemnes las primeras déca- larga marcha de esperanza a zándolos contra fuerzas muy responder por “la necesidad rizonte para la construcción
das del presente siglo, aun- través de los siglos, cuando superiores al margen de cual- de infinito que hay en el de un país de ciudadanos,
que José Luis Rénique advier- toda la argumentación apun- quier consideración táctica” hombre” 8. Pero al abso- plenos e iguales ante la ley,
te ya entonces resquebra- taba a un final apoteósico, la (p. 367), mientras que el so- lutizar la utopía anticolonial pero respetuosos de sus di-
jaduras evidentes.4 Pero las utopía andina termina en cialismo (respuesta nueva) como único motor y heren- ferencias. Para alguien que
novelas de Arguedas le sir- cambio convertida en “dis- «no sólo busca invertir ... sino cia andinas, comete este gra- como Flores Galindo dijo
ven de puente para empal- curso de dominación” o pe- terminar con la explotación». ve traspiés de última página, que la revolución sería reali-
mar con los movimientos sadilla? Una de las razones, a Pero el intento falla sor- que ilumina y explica los an- dad cuando los indios deja-
campesinos de los años 50 y mi entender, es el error de prendentemente, porque teriores. Pero a estas alturas ran de cederles la vereda y
60, en cuya descripción su considerar tradición y mo- esta es la alternativa al resulta absurdo explayarse en decirles “papay” a los mistis,
redacción adquiere por últi- dernidad como una dicoto- milenarismo y al mesianismo un tema que había sido am- este horizonte de ciudadanía
ma vez un ritmo sincopado mía excluyente.5 Pero prefie- con la cual culmina Buscando plia y brillantemente trabaja- plena podría haber resulta-
y pleno de optimismo. En ro dejar este y otros temas un inca: do por el propio Flores do atractivo.
diversas partes del país “lar- para concentrarme en las úl- otro desenlace podría avi- Galindo en La agonía de En todo caso, si bien
gas columnas de campesi- timas cinco páginas del libro, zorarse si a la mística Mariátegui. nunca sabremos cómo hu-
nos, compuestas por hom- donde Flores Galindo reali- milenarista se añade el socia- biera evolucionado el pensa-
bres, mujeres, niños y ancia- za su esfuerzo mayor por su- lismo moderno con su capaci- III miento de Flores Galindo
dad de organizar, producir
nos, portando banderas, perar estas ambivalencias. Fue La utopía andina, sin sobre la construcción de un
programas estratégicos y mo-
acompañados de tambores, Nos dice que: «reconocer un verse en el corto plazo de la
embargo, la obra que termi- Perú nuevo dentro de un
clarines y pututos, con gritos pasado no significa admitir- coyuntura política. En otras nó siendo la más emble- mundo nuevo, sabemos que
de aliento en quechua, cor- lo» (p. 364); que “... no esta- palabras, si la pasión se amal- mática de Flores Galindo y su memoria estará presente
tan las alambradas [...], entran mos proponiendo la necesi- gama con el marxismo y su la que tuvo mayor repercu- cuando las generaciones fu-
a la hacienda y ocupan las tie- dad de la utopía andina” (p. capacidad de razonamiento (p. sión entre sectores de la iz- turas lo conquisten.
rras que les pertenecen” (p. 365). Morigera su rechazo a 368). quierda en las postrimerías
308). carreteras y otros símbolos ¿El mundo andino apor- de la década de 1980. Si re-
Por última vez, a princi- del progreso, que aparecían ta la pasión? Ya para enton- gresamos a esos años el fe-
pios de la década de 1960 4
RÉNIQUE, José Luis. “La uto-
hace su aparición el inca. Al- pía andina hoy (Un comentario a
Buscando un inca)”. En: Debate
gunos campesinos de La “La agonía de Mariátegui –su mejor libro según mi opinión– Agrario, Lima, CEPES, Nº2, abril
Convención lo habrían co-
menzado a identificar en la
prueba que la mejor, la única historia es la que se escribe desde el pre- -junio 1988, pp. 131-146.
5
Este punto de vista había comenza-
figura de Hugo Blanco (p. sente, planteando las preguntas y encontrando a partir de ellas los án- do a superarse en las ciencias sociales
304). Por última vez, en gulos y facetas de acontecimientos y personas que sean más fructíferos peruanas desde fines de la década de
Andahuaylas, en 1974: “vol- 1960. Véanse, por ejemplo, los tex-
vió a rondar la posibilidad para vivir el presente e imaginar el futuro.” tos sobre el valle de Chancay produci-
de una revolución como in- dos por el proyecto UNMSM/
versión del mundo” (p. 317). Cornell/ IEP.
Aunque para descubrirla tu- en otras partes del libro: ces se discutían conceptos nómeno resulta comprensi- 6
Al margen de la voluntad de Flores
viéramos que: “Sólo quienes no han tenido como “la racionalidad ble. Como ha anotado Ré- Galindo, cuyo compromiso con el
el riesgo de soportar el tifus andina”, no inmutable ni eso- nique, los sectores radicales mundo andino es innegable, ese énfa-
olvidarnos de los volantes, de sis en la pasión recuerda frases muy
los documentos firmados en- pueden lamentar la llegada de térica sino producto cam- de IU se encontraban entre
antiguas citadas por el mismo autor
tre la dirigencia y las autorida- una carretera y la implanta- biante de factores económi- la espada y la pared, acica-
en páginas previas. Frases según las
des políticas, incluso del testi- ción de una posta médica en cos, sociales, ambientales y, teados por un lado por el cuales en los Andes sigue habitando
monio de los protagonistas y un pueblo” (p. 362). Se tra- a partir del S. XVI, de su extremismo de Sendero Lu- ese mismo indio incapaz de razón se-
escuchar los huaynos que se ta, más bien: “de pensar un interacción con Occidente. minoso y el MRTA, y de- gún Beingolea (p. 238), “dominado
compusieron y cantaron du- modelo de desarrollo dise- Esa racionalidad fue capaz cepcionados por otro de la por atavismos profundos”, según
rante esos días... (p. 317). ñado desde nuestros reque- de construir las grandes civi- rutina electoral de la demo- Francisco García Calderón. Los
A partir de allí, el explo- rimientos y en el que no se lizaciones prehispánicas, so- cracia representativa, la cual Andes, y los indios, siguen siendo ese
rador histórico pierde el sacrifique inútilmente a las brevivir cuatro siglos, des- iba engullendo a Izquierda “otro” (p. 239), que provocaba cari-
rumbo y así, en los años pos- generaciones. El mito que bordarse hacia las ciudades Unida. Buscaban una última ño en algunos mistis (p. 237) y mie-
do en otros (p. 239).
teriores al gobierno velas- reclamaba Mariátegui” (p. y –siempre en proceso de línea de defensa contra la des- 7
MARIÁTEGUI, José Carlos. El
quista, solo puede exhibir 364). Se anima a reconocer transformación– “asomarse esperanza y el terror, y así,
hombre y el mito, en: El alma ma-
dos ejemplos concretos de que la cultura andina se ha li- vigorosa” al siglo XXI.6 en el sur del país, marcharon tinal y otras estaciones del hom-
la utopía andina. Ambos per- berado del gueto feudal-co- ¿El marxismo –ojo, un “bajo las banderas de la uto- bre de hoy, Obras completas,
versos. Y es el propio autor lonial en el que la concebía producto de Occidente– pía andina”. Pero hacía tiem- tomo 3, 2da. edición, Lima: Amauta,
quien lo admite. El primero, aprisionada: “Lo andino... ha aporta la razón? “Qué in- po que la historia corría por 1959, p. 22.
a partir de su visita a Chiquián dejado de ser sinónimo ex- comprensión –decía Mariá- otros carriles y el intento de 8
Op. Cit. p. 18.

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C omo Jorge Basadre,
Flores Galindo enten-
dió el Perú también a través
Alberto Flores Galindo sía, en la revolución y en el
amor veo actuantes los mis-
mos imperativos esenciales:

LA URGENCIA
de las obras de la imagina- la falta de resignación, la es-
ción y del lenguaje: a nadie peranza a pesar de toda pre-
que lo conociera y lo apre- visión razonable contraria”.

DEL TIEMPO
ciara le pareció raro que, des- Un ethos radical y un pathos
pués de Buscando un inca, se romántico alientan en esas
propusiera escribir una bio- palabras, que exaltan el com-
grafía de José María Argue- promiso intenso y la pasión
das, de la que lamentable- creadora como modelos de
mente quedan solo unas pá- Peter Elmore vida y conducta. Se entiende
ginas preliminares. Ya en un así que la agonía no se con-
libro temprano, Apogeo y cri- ciba como crepúsculo y fin
sis de la república aristocrática, Perspicaz y prolífico, Alberto Flores Galindo sintió la urgencia del presente de la existencia, sino –al
hay observaciones inteligen- modo de Miguel de Una-
tes sobre, por ejemplo, los
al ejercer su vocación de historiador. Las cuestiones que animan sus pesquisas muno y José Carlos Mariá-
escritores de nuestro moder- no son las que solicitan al académico con alma de anticuario, sino las que tegui– como lucha frontal y
nismo, cuyo tedio existencial preocupan al intelectual comprometido con su época: se cuentan, entre ellas, profunda: agon significa com-
no se entiende solo como un el nexo entre la nación y el estado –que está en el centro de libros como bate. Ese combate contra la
homenaje derivativo al spleen muerte tenía, para un intelec-
de Charles Baudelaire y los Apogeo y crisis de la república aristocrática1, el libro que escribió tual secular e izquierdista de
decadentes franceses, sino al alimón con Manuel Burga–, la relación de la cultura andina con las los años 60, un sesgo exis-
como un síntoma del males- prácticas y el imaginario del cambio social –como en Buscando un tencialista. En la obra de Al-
tar que la pax oligárquica en- berto Flores Galindo no son
gendraba entre los peruanos
inca2 y el modo en que el pensamiento radical ha procurado intervenir insólitas las alusiones y refe-
de imaginación más inquieta en la realidad histórica peruana –que es, ejemplar y dramáticamente, rencias a Jean Paul Sartre,
y contestataria. Al mismo el asunto de La agonía de Mariátegui3. que fue el faro intelectual de
tiempo, no se deja de apun- esa generación y de la prece-
tar que en esos años las re- dente; también a Albert
vistas literarias –y, en térmi- portancia que siempre asigna- La observación del his- fe de Emilio Adolfo West- Camus, a quien la izquierda
nos más amplios, las publi- ba a la cultura y la poesía. La toriador sobre Mariátegui no phalen –el gran poeta de Las solió mirar con suspicacia y
caciones periodísticas y cul- literatura era un medio de co- se le podría aplicar estricta- ínsulas extrañas5 y Abolición de hasta con hostilidad, deja su
turales– se multiplicaron en- nocimiento tan importante mente a él mismo, pero es la muerte6, surrealista como impronta en la fisonomía
como la economía y la socio-
tre 1895 y 1919, señalando evidente que Flores Galindo César Moro y simpatizante moral del historiador y, de
logía. En alguna medida –
así que el ánimo crepuscular como ha sugerido Washing-
estaba abierto a estímulos y del trotskysmo en sus años hecho, me parece revelador
y la rebeldía frustrada de los ton Delgado—incluso más fuentes que no eran los ha- de juventud– abre La agonía que en Tiempo de plagas7 –la
intelectuales no impedía que importante: de allí que el en- bituales entre los científicos de Mariátegui y es, sin duda, excelente recopilación de los
en la realidad se detectasen sayo más importante haya sido sociales y los estudiosos de casi una declaración de prin- artículos periodísticos de Flo-
ya signos de renovación y el dedicado al proceso de la li- la que él mismo llamaba “ge- cipios y valores del propio res Galindo– se reconozca
cambio. Como Jorge Basa- teratura.4 neración del 68”. Un epígra- Flores Galindo: “En la poe- desde el título mismo esa
dre y Raúl Porras Barre- presencia.
nechea, Flores Galindo fue A diferencia de Basadre,
un historiador que no buscó a quien debemos un ensayo
en la literatura y en quienes la esclarecedor sobre la obra y
practican una confirmación
MARIO VARGAS LLOSA la figura de José María
de datos aportados por la Eguren, Flores Galindo no
estadística o la economía; por
el contrario, los textos litera-
rios y la formación del cam-
A unque la primera edición de Buscando un inca: identidad y utopía en los
Andes, de Alberto Flores Galindo (1949-1990), apareció en 1986,
17años después de la muerte de Arguedas, es imprescindible tener en cuenta
po intelectual le parecieron este libro en cualquier estudio sobre la utopía arcaica, pues constituye algo 1
FLORES GALINDO Alberto
cruciales para entender cabal- así como un balance y liquidación de la utopía indigenista que encontró el y Manuel BURGA. Apogeo y cri-
mente los procesos históri- autor en Los ríos profundos, el mayor exponente (a su criterio) de la literatura sis de la república aristocrática:
cos. El marxismo de Flores en el Perú. En él, su autor, un historiador, sociólogo, periodista y militante oligarquía y comunismo en el
Galindo no fue de la varie- de izquierda tempranamente desaparecido, trazó una sugestiva aunque des- Perú 1895-1931. Lima: Rikchay
igual descripción de las desapariciones y reapariciones de la visión utópica Perú, 1979.
dad dogmática y vulgar, sino
del incario a lo largo de la historia peruana.
2
FLORES GALINDO, Alberto.
de la cepa del de Antonio Buscando un inca: identidad y
Gramsci y José Carlos Ma- Su descripción de la utopía andina es simpática pero crítica, hecha desde
utopía en los Andes. La Habana:
riátegui. lo que pretende ser la objetividad histórica y la perspectiva de una ideología
Casa de las Américas, 1986.
A propósito de las in- marxista mansa, o, más bien, amansada por la influencia de las mejores lectu- 3
FLORES GALINDO, Alberto.
fluencias que animaron el ras marxistas como la de Antonio Gramsci; o de intelectuales europeos La agonía de Mariátegui: la polé-
pensamiento y la sensibili- heterodoxos como el italiano Carlo Ginzburg y el francés Michel Foucault. mica con el Komintern. Lima:
dad de Mariátegui escribió, Su lectura está focalizada en las rebeliones y movimientos religiosos campe- DESCO, 1980.
precisamente, Flores Galin- sinos de índole milenarista en los Andes desde los primeros tiempos de la 4
Op. cit. p. 101.
do: conquista, en el siglo XVI, hasta las asonadas y tentativas revolucionarias del 5
WESTPHALEN, Emilio Adol-
presente, con escarceos en pos de huellas de la utopía en la iconografía colo- fo. Las ínsulas extrañas. Lima:
El surrealismo y el sicoanálisis Cía. Impresiones y publicidad, 1933.
formaron parte del lado cos-
nial, el folclore y la artesanía, los archivos judiciales y la literatura. 6
WESTPHALEN, Emilio Adol-
mopolita de Mariátegui y ade- fo. Abolición de la muerte. Lima:
más lo preservaron de cual- La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenímo.
Perú Actual, 1935.
quier tentación economicista. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1996. 7
FLORES GALINDO, Alberto.
Ambas aficiones no se enten- Tiempo de plagas. Lima: El Ca-
derían si olvidamos esa im- ballo Rojo Ediciones, 1988.

LIBROS & ARTES


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frecuentó la crítica literaria. nizan las luchas campesinas
Es una lástima, porque era argumentando que estas tie-
un lector agudo y diestro. nen como objetivo no la re-
Eso, me parece, se nota en cuperación de tierras comu-
la fuerza de su estilo, que elu- nales, sino el retorno del inca.
de el lastre de la jerga espe- Por otro lado, ¿cabría iden-
cializada y, con ágil sintaxis, tificar la huella de la utopía
desarrolla sus argumentos en andina en movimientos po-
sucesiones de frases breves, pulares y radicales que, sin
pero íntimamente enlazadas. creer en la vuelta del inca,
El ritmo intenso y dinámico reivindican el pasado preco-
de su prosa sugiere las ope- lombino y la cultura popu-
raciones de una inteligencia lar peruana? En la lectura de
que descubre con avidez y Flores Galindo, el indige-
revela con precisión: acaso nismo de los años 20 y el
donde mejor se muestra la socialismo de Mariátegui sos-
índole de su escritura es, por tienen una relación diaéctica
eso, en las frases casi epigra- con la utopía andina, a la que
máticas con las cuales, en incorporarían dentro de un
ocasiones, sella y resume sus discurso antiimperialista, na-
argumentos. Un ejemplo, cionalista y secular. Para ima-
extraído de Buscando un inca, ginar la nación peruana, su-
puede ilustrar cómo proce- Flores Galindo con la promoción 1957 del Colegio La Salle. giere con cautela Flores
de el ensayista: Galindo, la utopía andina
Ídolos milagrosos, árboles en puede ser una fuente de imá-
los que se quiere ver el rostro go, las exclusiones étnicas y ron por fundirse en una es- “la utopía andina es los pro- genes válidas y poderosas. Al
del mesías, santos y predica- las fricciones de clase que peranza que, en tiempos de yectos (en plural) que preten- mismo tiempo, el flujo de la
dores, son fenómenos que hacen de la Lima del XVIII crisis, inspiró la acción y dían enfrentar esta realidad”. argumentación y el peso de
encuentran audiencia en las una ciudad fragmentada, in- moldeó la identidad de Así, la vuelta del inca puede la evidencia indican, sobre
barriadas de Lima. Mario
ternamente disociada y sin hombres y mujeres oprimi- cobrar formas y perfiles muy todo en los últimos capítu-
Vargas Llosa se trasladó al Bra-
sil para encontrar una rebelión capacidad de engendrar pro- dos por el orden colonial y, distintos aun para quienes lu- los de Buscando un inca, que el
mesiánica enfrentada contra su yectos colectivos, invitan al luego, por el racismo repu- chan juntos contra el mismo imaginario popular andino y
tiempo. No era necesario via- lector a pensar en la Lima blicano. La mirada histórica enemigo. Como otros cura- la violencia político-social en
jar tan lejos. El Consejero –el moderna y, sobre todo, a re- del escritor impide que lo cas del siglo XVIII, Tupac los Andes no se explican re-
personaje que recorre las llanu- flexionar sobre el vínculo de andino se congele en una Amaru II leyó con fervor curriendo a la imagen del
ras del sureste brasileño—ha- la capital con la nación pe- suerte de esencia atemporal los Comentarios reales; a dife- cuerpo resurrecto del inca.
bitaba en realidad entre noso- ruana. y telúrica: de hecho, uno de rencia de la mayoría de los “El desafío consiste en
tros. Ese pasado era presente La misma brújula que los mayores aciertos del li- nobles indígenas que John crear nuevas ideas y nuevos
en el Perú8. guió a los indigenistas y a bro radica en mostrar la ín- Rowe incluye en el «movi- mitos” (1993-1997: t. III: p.
La persistencia del pasa- José Carlos Mariátegui ori- dole versátil y transculturada miento nacional inca» del 374) escribe, en los convul-
do en el presente es, por cier- enta a Flores Galindo en su de la cultura andina que tem- penúltimo siglo colonial, sos años 80, Alberto Flores
to, una idea recurrente y no búsqueda del centro y el eje pranamente acoge y recrea Tupac Amaru concibió una Galindo. Esa es tarea de
pocas veces explícita en la de lo nacional. Los Andes construcciones occidentales restauración del incario en la ideólogos y –en el sentido
obra de Alberto Flores Ga- son, en la tradición radical como la utopía –a la que cual el inca rey gobernaría más estricto y pleno de la
lindo. Buscando un inca, que peruana, la columna vertebral Tomás Moro dio su forma sobre todos los nacidos en palabra–de poetas. Puede
recorre desde varias calas del Perú. Su libro más am- moderna en el Renacimien- los Andes; esa versión letra- parecer curioso hallarla en el
ensayísticas los avatares de lo bicioso –y, también, el más to– o el milenarismo –esa da y de élite de la utopía libro de uno de los mejores
que Flores Galindo llamó ensayístico y narrativo– es, en poderosa visión profética de andina contrasta con la de sus historiadores peruanos de
“utopía andina”, la presenta cierto modo, la biografía y un futuro de igualdad y jus- seguidores indígenas, de ca- nuestro tiempo, pero es que
de un modo que es tan elo- el itinerario de una idea (o, ticia que, en la Edad Media, rácter oral y mítico, en la cual para él los casilleros discipli-
cuente como polémico. Sin mejor, de una visión): la uto- concibió el fraile calabrés se vierte en un molde narios y la rigidez –ese an-
embargo, la puede uno en- pía andina. En su forma más Joachim de Fiore. La utopía milenarista el deseo de aca- tónimo del rigor académico-
contrar en lugares menos nítida y cabal, esa utopía con- andina, en tanto horizonte bar no solo con el aparato no existían. En todo caso, el
obvios, como en Aristocracia siste en el deseo colectivo de retrospectivo, habría servido colonial español, sino con reto a la imaginación y la inte-
y plebe 9, que al estudiar la reconstruir la sociedad pe- como impugnación de un todos los que habían opri- ligencia que planteaba en el
Lima del siglo XVIII presen- ruana a imagen y semejanza presente de dominación so- mido a los indígenas. Como capítulo final de su último li-
ta una sociedad urbana a la de un modelo ideal o mítico bre las poblaciones nativas y señala el propio Flores bro sigue, sin duda, vigente.
vez heterogénea y autorita- que se encarna en la imagen como alternativa autóctona Galindo: “En la revolución
ria, en la cual la coexistencia de la sociedad incaica, enten- a la explotación colonial. Su tupamarista convivían dos
de grupos étnicos y sociales dida como un reino ordena- manifestación más importan- fuerzas que terminaron en-
diversos no se resuelve en la do y justo. Diestramente, te en el terreno social y polí- contradas. El proyecto na-
síntesis y el encuentro, sino en Flores Galindo expone el tico se halla en la rebelión de cional de la aristocracia indí-
una tensión que es a veces modo en el que movimien- Tupac Amaru II en 1780, gena y el proyecto de clase 8
FLORES GALINDO, Alberto.
sorda y a veces estentórea. tos nativistas –pero no que fue el movimiento de (o etnia) que emergía con la Obras completas. Lima: Sur,
Flores Galindo no quiere proincaicos– como el Taqui mayor alcance y repercusión práctica de los rebeldes” 1993-1997, p. 72.
Onqoy y la memoria de la entre los varios que configu- (1993-1997: t. III: p. 137).
9
FLORES GALINDO, Alberto.
hacer una de esas fenome-
Aristocracia y plebe: Lima 1760-
nologías de lo limeño que muerte de Tupac Amaru I – ran la Gran Rebelión de ¿Cuánta vigencia tuvo la
1830 (estructura de las clases y
entretenían a los criollistas (y registrada en la escritura por 1780-1782 en el Perú y el visión de un retorno al Ta- sociedad colonial). Lima: Mosca
que, por afán de contesta- los Comentarios reales, de Inca Alto Perú. Escribe Flores huantinsuyo ya en el siglo Azul, 1984.
ción, Sebastián Salazar Bondy Garcilaso, y en la imaginación Galindo que, ante la frag- XX? Flores Galindo hace 10
SALAZAR BONDY, Sebas-
invierte simétricamente en su popular por relatos míticos, mentación y la dispersión que notar, por ejemplo, que en tián. Lima la horrible. Lima:
Lima la horrible10). Sin embar- como el de Inkarri– acaba- marcan la vida de los Andes, 1923 los terratenientes sata- Populibros Peruanos, 1964.

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Y a en el siglo VIII a. C.
el poeta Hesíodo reco-
gía la tradición mitológica
LA UTOPÍA ANDINA do de la conquista e incluso
avanzada la propia época
colonial, núcleos importan-
que consideraba que ante-
riomente a esa época hubo
otras cuatro progresivamen-
te menos perfectas, la más
EN DEBATE tes de españoles, principal-
mente letrados y clérigos,
estuvieron convencidos de
las bondades naturales del
antigua de las cuales fue la incario. En la búsqueda mis-
Edad de Oro, en la que los Marco Martos ma de El Dorado de tantos
hombres vivían como dio- aventureros, perdularios y
ses, sin penas en el corazón, garduños, como Lope de
alejados y liberados del tra- Alberto Flores Galindo escribió varios libros y entre los lectores, Aguirre, estuvo presente el
bajo y del dolor. Un día la ideal utópico.
diosa Pandora abrió su caja como ocurre con otros escritores de fuste, no existe unanimidad sobre cuál Desde otra perspectiva,
repleta de males y estos inun- es el libro que mejor lo representa. Lo que no puede dudarse es que su la conquista española cortó
daron la tierra. De la Edad texto Buscado un inca: identidad y utopía en los Andes, del que una civilización de reciente
de Oro se pasó a la de Plata, estructuración. Fue con
y sucesivamente a la de Co-
hubo dos ediciones en los años ochenta y una más que acaba de aparecer1, Pachacutec que se había or-
bre, a la de los Héroes y a la es el ensayo más polémico de cuantos escribió y que tiene como otro ganizado el estado inca y la
de Hierro. ingrediente atractivo, casi treinta años después de haber sido guerra civil entre Huáscar y
Este arquetipo de la Atahualpa interrumpió un
escrito, la galanura de una prosa que cualquier
Edad de Oro tiñe las llama- proceso de integración que
das utopías. La utopía refle- lector puede disfrutar con fruición. recién empezaba a lograrse.
ja las aspiraciones de quien Cada uno de los poblado-
la escribe. Es una idealización res del antiguo imperio y sus
que, convertida en programa relación con el mundo es na fue toda la tradición utó- lización española en el anti- hijos y sus nietos y los nietos
de algo que no se pudo lle- humana. Entonces se puede pica que consideraba a los te- guo paraíso peruano, donde de sus nietos podían
var a cabo, merece más bien cambiar amor por amor. rritorios del Nuevo Mundo antes “no había hombre la- ucrónicamente imaginar que
el nombre específico de Entonces se puede cambiar como pertenecientes a una drón, vicioso, holgazán, mu- el pasado trunco, la época de
ucronía y, vista como nece- confianza solamente por sociedad en estado natural sin jer adúltera ni gente mala” y los incas, podía volver.
sidad, es sueño que compen- confianza”. Pero nada de eso los males de la civilización donde “todos los aprove- El regreso del inca, en el
sa desdichas actuales, eva- sucede, el hombre interca- europea. El paraíso terrenal, chamientos eran comunes y fondo la vieja idea circular de
sión imaginativa, pero tam- mbia dinero, y el dinero es la versión cristiana de la Uto- cada cual tenía su hacienda la historia, alimentó muchas
bién propuesta ideal de so- para Marx la aptitud, el ge- pía griega, podía localizarse, con casas sin llaves por no rebeliones, como la de Juan
ciedad, de sistema de vida, nio o la capacidad alienada y se le comparó a numero- existir el hurto”. Parecidas Santos Atahualpa en 1742 o
de autorrealización, motiva- de la humanidad. sos lugares en el Perú, en frases podemos encontrar en la de Túpac Amaru en 1780.
ción de deseos y acciones. California y en los más apar- la Historia natural y moral de Sin duda un elemento impor-
La palabra utopía en VERTIENTES DE tados andurriales. las Indias del misionero José tante para la idealización del
griego significa “ningún lu- LA UTOPÍA ANDINA En 1582 Mancio Sierra de Acosta, publicada en pasado incaico fue la exac-
gar”, fue utilizada a partir de Una poderosa motiva- de Leguízano escribía a Feli- 1590, y en muchos otros cro- ción generalizada de los es-
una frase de Platón en la que ción para los conquistadores pe II pesaroso de haber co- nistas de Indias. pañoles contra los indígenas
sostiene que su República no europeos de América Lati- laborado a establecer la civi- Durante el primer perio- y mestizos.
estaba en ninguna parte de Manuel Burga3 ha escri-
la tierra. Su popularidad la to que la utopía andina como
debemos al canciller inglés programa de reconstrucción
Thomas Moro (1474-1535), de la sociedad indígena fue
quien visualizó una isla llama- hasta el siglo XVIII un pro-
da Utopía donde reinara la yecto aristocrático conduci-
justicia y el bienestar. Los ciu- do conscientemente por las
dadanos de esa mentada isla noblezas derrotadas del siglo
podían dormir ocho horas, XVI y que esta utopía admi-
dedicar diez horas al ocio y te dos vertientes, la de las
seis al trabajo. El intercam- noblezas indígenas derrota-
bio de productos entre la ciu- das con Túpac Amaru en
dad y el campo y la entrega 1781 y la utopía campesina,
de esos bienes a los almace- libre de influencias ideológi-
nes impedían la pobreza y sus cas de las noblezas andinas
derivados, el robo, la acumu- en el siglo XIX. Si Garcilaso
lación, etc. De este modo los quiso elogiar al mismo nivel
metales y las piedras precio- al español y a lo indio, Burga
sas se convertían en bienes recuerda que visto desde
innecesarios. El propio Moro ahora Guamán Poma es más
consideraba que ante esa re-
pública utópica debemos
conformarnos con soñar 1
FLORES GALINDO, Al-
porque es inútil toda espe- berto. Buscando un inca: iden-
ranza. tidad y utopía en los Andes.
Como lo ha recordado La Habana: Casa de las Amé-
George Steiner2, en la con- ricas, 1986.
cepción de Carlos Marx 2
STEINER, George. Nostagia
existen elementos utópicos del absoluto. Madrid: Siruela,
claramente perceptibles. “Su- 2001.
pongamos –dice Marx– que Alberto Flores Galindo, 1986. 3
En El Caballo Rojo. Lima,
el hombre es hombre y su 12.8.1983

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mestizo que Garcilaso y en- Pero así es la historia, no está

AFG con Maruja Martínez en Chucuito, Instituto de Pastoral Andina, 1967.


carna –simbólicamente agre- escrita por querubines sino
gamos– al Perú nuevo del por hombres con determi-
tiempo contemporáneo. “Un nados sentimientos y puntos
cronista indio, mal dibujante de vista. La objetividad ab-
y peor escritor, pero en el soluta no existe, los aconte-
fondo muy coherente, irreve- cimientos nos conciernen,
rente con el colonialismo, res- nos involucran, nos obligan
petuoso del cristianismo y a definirnos.
amante del mundo andino”. En otro texto 4 Flores
Galindo ha dicho que desde
ALBERTO FLORES 1947 han predominado los
GALINDO Y LA mestizos en las ciudades más
UTOPÍA ANDINA grandes del país (que crecen
Desde finales de los años a costa del campo), quienes,
setenta del pasado siglo y en sin embargo, permanecen
toda la década del ochenta ignorados. Es en ese sector
asistimos a rebrotes univer- donde debe buscarse la res-
sitarios de la utopía andina puesta sobre si es posible o
que en su mayor parte se li- no la utopía.
mitaban al campo literario En el terreno de la polí-
interpretando la labrada poe- tica, como puede colegirse
sía escrita en quechua y la de la lectura del propio li-
vehemente prosa ternurosa bro de Flores Galindo, apa-
de José María Arguedas. Es- recen rasgos utópicos, casi
tos estudiosos en su mayor estudiosos de la utopía ron escenario del Taqui dos de la antigüedad euro- sin excepción, en todo el es-
parte eran académicos, in- andina como Manuel Burga Onkoy. Supo que al igual pea, se propuso al mismo pectro, desde agrupaciones
vestigadores, profesores de parece ser la preocupación que el siglo XVII la violencia tiempo responder a los re- conservadoras como Ac-
historia, de antropología y de aquel por insertar la his- quería recubrirse bajo el velo querimientos de la sociedad ción Popular, en el Apra,
de disciplinas afines, muchos toria con el presente, con la de lo incomprensible. Hizo que le tocó vivir. Su propó- desde luego, hasta grupos
de ellos con rigurosa forma- política. El propio Flores entonces lo que debía hacer: sito fue, y ciertamente que lo como Sendero Luminoso o
ción en universidades nacio- Galindo sostuvo que los his- recurrir a ese elemento verte- logró, convertirse en un in- el MRTA, que están fuera
nales, norteamericanas y eu- toriadores no pueden ni de- bral del razonamiento histó- telectual orgánico de las cla- del sistema, siempre como
ropeas. Pero Alberto Flores ben prescindir del presente. rico que es el método crítico, ses populares, usando la elementos concomitantes,
Galindo se diferencia radi- Alberto Flores Galindo cotejar las fuentes, ponderar terminología de Antonio no decisivos.
calmente de todos ellos por- fue muy consciente de que su veracidad, reconstruir los Gramsci. Sin duda, aquello De otro lado, histórica-
que su preocupación por el no podía escribir sobre la acontecimientos, establecer que escribió en sus últimos mente, todas las utopías han
tema de la utopía andina vie- utopía andina sin tratar de la una cronología y, al final, no años fue su prosa más arries- marchado a contrapelo de lo
ne tanto de una comproba- violencia que en esos mo- soslayar el juicio moral. gada, aquella que desde la que se llama la civilización. A
ción empírica de la vigencia mentos convulsionaba a la Flores Galindo, como historia se introduce en la juicio nuestro, no hay razo-
del mito, cuanto de un región de Ayacucho en los Moisés Finley y Pierre Vidal, política y gana pasión con el nes para pensar que ocurra
voluntarismo de reimplan- mismos territorios que fue- dos historiadores preocupa- riesgo de perder objetividad. de diverso modo con la lla-
tación de los ideales utópi- mada utopía andina, salvo
cos. Esta línea de trabajo que creamos en la circula-
puede advertirse en Buscando ridad de la historia.
un inca: identidad y utopía en los
Andes, libro que tiene vasos
NOSTALGIA DEL TIEMPO COLOFÓN
comunicantes con sus inves- La utopía no es otra cosa
n sus apuntes, escritos a vuela pluma, decía César Vallejo que la
tigaciones anteriores donde
ha subrayado la presencia de
factores irracionales en la his-
E vida contemporánea con el telégrafo y el teléfono ha eliminado
toda forma de nostalgia, pero nos queda una, la del tiempo. Puedo
que una demanda de perfec-
ción, un exigir al hombre lo
que no es, que abrace a sus
toria, por eso cuando ha es- agregar que la única nostalgia posible es la del tiempo pasado, pero no antagonistas y los considere
crito sobre José Carlos Ma- la del tiempo mismo, sino la de gente que hemos querido y con la que hermanos, una búsqueda ab-
riátegui ha puesto hincapié en soluta de justicia social y de
hemos pasado momentos gratos. Me parece que fue ayer cuando con-
su relación con Georges igualdad económica. Está
Sorel. Por la misma razón versaba con Alberto Flores Galindo. enraizada en la existencia mis-
en sus trabajos de prosa tan Vi por primera vez a Tito, como le decíamos familiarmente, en la ma del hombre, está en las
grata, rápida y nerviosa, en casa de Samuel Adrianzén. Este, sin andarse por las ramas, me dijo palabras de Moisés, de Jesús
sus ensayos, en el sentido que era el historiador que el Perú esperaba después de Basadre, Vargas y de Marx y está, como sos-
prístino del término, con una Ugarte, Macera y Araníbar. Y no se equivocaba mi amigo, medio brujo tiene Steiner5, en las bocas de
simpatía que le es imposible resultó, y por eso desde ese momento le creo todo lo que me cuenta. los que vagan errantes y des-
ocultar, desafía a milenaristas Solo más tarde percibí algo: Alberto Flores Galindo era mi vecino, preciados, de vagabundos lo-
y mesiánicos, rebeldes primi- cuaces, a quienes Dios ha
apenas vivíamos a una cuadra de distancia y nos hicimos amigos de
tivos en la terminología de creado incurablemente enfer-
Hobsbawm, quienes al lan- verdad, íbamos de paseo al campo o a la playa, visitábamos a Pablo mos de recuerdo y de futu-
zarse contra fuerzas superio- Macera o a José Ignacio López Soria, editamos una revista con José ro.
res inevitablemente terminan Watanabe, Lorenzo Osores y Oscar Peña. Bebíamos vino o agua, en
por ser descalabrados. Por la buena y en la mala. Fue una persona buena, una de las mejores que
una vez, la historia no la es- he conocido. El día que murió recordé una oración cristiana, esa que
criben los vencedores. Flo- nos susurra que vivimos en un valle de lágrimas. 4
En El Caballo Rojo. Lima,
res Galindo blande la pluma 28.9. 1983.
a favor de los vencidos. 5
George Steiner. Errata. El
Marco Martos.
La diferencia sustancial examen de una vida. Madrid:
de Flores Galindo con otros Siruela, 2001.

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Alberto Flores Galindo,
CAMBIAR EL MUNDO, CAMBIAR LA VIDA
Nelson Manrique
I Al escribir sobre un intelectual desaparecido, más aún si se se hacía crecientemente do-
minante, que condenaba a
trata de un amigo querido, existe la tentación hagiográfica: construirle una
N uestra memoria con-
tribuye a ello. Los per-
files de los hechos con el
efigie a la usanza de los santos medievales, siempre correctos, en posesión de
la verdad. Convertirlo en el profeta de los nuevos tiempos, el pensamiento
Sendero, calificándolo de “te-
rrorista”, para cerrar con eso
el debate, aun antes de ini-
tiempo tienden a hacerse bo- justo, sin contradicciones, de quien, de seguir vivo, podría dar ciarlo. Flores Galindo sostu-
rrosos. Lo que en algún mo- vo siempre que Sendero
mento pudo ser materia de respuesta a todas las interrogantes que nos acosan. Luminoso era un resultado
arduas controversias termi- orgánico de la sociedad pe-
na convertido en una evoca- las fuerzas realistas. El ejem- lista de las organizaciones de vergadura nacional, y agudi- ruana, no un fenómeno
ción amable. Los enunciados plo podría multiplicarse in- izquierda y conté 53. Solo zar la crisis hasta el punto de exógeno, como una infec-
que entonces tenían una acep- definidamente. Naturalmen- una, el PC(U), recusaba la hacer imperativo el pregun- ción, que atacaba al Perú.
ción determinada, serán lue- te, puede aducirse que esa era violencia, mientras que todas tarse por la viabilidad del Formamos parte de un co-
go leídos desde las nuevas una “guerra justa”, lo cual las demás consideraban que Perú como nación. Esto úl- lectivo que creía que era ne-
circunstancias, se buscarán parece evidente retrospecti- era necesaria una revolución timo marcó el estado de áni- cesario entender a Sendero.
respuestas a problemas que vamente, no así en el mo- y que su camino era la lucha mo de toda una generación. No se trataba de compartir
entonces ni siquiera eran mento en que sucedieron las armada. Entonces, parecía Cuando se publicó Bus- sus posiciones, sino de com-
planteados (piénsese en el cosas, cuando, como ha re- imposible realizar las trans- cando un inca: identidad y utopía prender por qué una frac-
mundo unipolar, la hegemo- cordado Basadre, los criollos formaciones que el Perú ne- en los Andes, Alberto Flores ción de la sociedad peruana
nía neoliberal y el fin del veían este conflicto como cesitaba sin tomar el poder Galindo fue acusado de con- terminaba identificándose
antiimperialismo, como era una guerra civil en la que por la violencia. Sendero ciliar con Sendero. Hubo in- con él. Era una posición
pensado hasta los ochenta, podían optar igualmente por Luminoso, una pequeña or- cluso quienes insinuaban una complicada porque dadas las
por ejemplo). Tratar de sos- uno u otro bando. ganización de carácter regio- concertación con el atrocidades cometidas por
layar aquellos temas (como nal en sus inicios, pudo cre- senderismo. Lo que en reali- Sendero era difícil para mu-
el socialismo) en los cuales las II cer a lo largo de la década dad existía era la negativa a chos aceptar que los sen-
posiciones de Alberto Flo- El año 1973 elaboré una del ochenta, adquirir una en- plegarse a una posición, que deristas también tenían dere-
res Galindo no encajan con chos (ese ha sido un gran
el sentido común, hoy do- problema que han debido
minante, sería eliminar las afrontar los defensores de los
contradicciones y construir derechos humanos), y que
un pensamiento monolítico, una sociedad no podía re-
en otras palabras. nunciar a defenderlos sin
Un tema incómodo desnaturalizar definitivamen-
cuando se trata de juzgar el te su razón de ser.
derrotero político de la ge-
neración del 68 es el de la III
violencia. La traumática ex- Ruggiero Romano –un
periencia de la guerra inter- importante historiador italia-
na con su secuela de destruc- no, gran amigo y maestro de
ción y barbarie ha “vacuna- Tito– brinda un testimonio
do” a la sociedad peruana revelador acerca de la “ten-
contra ella. La conclusión, sión moral” que atraviesa las
que ahora es de sentido co- páginas de Buscando un inca:
mún, es que toda violencia, Puedo ofrecer un testimonio.
lejos de solucionar los pro- En junio de 1986 estuve en
blemas, solo contribuye a Lima pocos días después de
agudizarlos. Desde esta po- que los militares habían ma-
sición, resulta incomprensi- sacrado en la cárcel a algunos
centenares de guerrilleros de
ble que toda una generación
Sendero Luminoso. Tito (así
creyera que ella era un cami- llamaré a Alberto Flores
no válido y necesario. Aun Galindo) había venido a reco-
más, esta posición, llevada a germe al aeropuerto para con-
sus últimas consecuencias, ducirme a la ciudad en su
termina en callejones lógicos, Volkswagen. Su mujer, Ceci-
sin salida. Igualmente incon- lia, estaba con él Yo estaba sen-
gruente es declarar que toda tado detrás. Después de un
violencia es negativa, pero al momento, mientras él guiaba,
mismo tiempo rendir culto me entrega un periódico en el
cual había escrito un artículo
a los héroes fundadores de
(que es la fuente esencial de los
la patria, quienes desplegaron datos del ensayo final en este
una guerra sin cuartel –por Alberto Flores Galindo en Sacsahuamán, 1976 libro, La guerra silenciosa). Lo
momentos bárbara– contra leí, o mejor, lo recorrí. La de-

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Página 9
nuncia era tanto más violenta “Este es un libro que parte
cuanto fría, glacial. Cargada de del marxismo para internar-
odio, ira, furor: pero todo con- se en el mundo interior (y dia-
tenido bajo un discurso rigu- logar con el psicoanálisis),
roso. Bastante para enloque-
ocuparse de invenciones, es-
cer a los oficiales del ejército
peruano. Mi reacción fue la si-
pacios imaginarios, mitos y
guiente: ‘Tito, ¿recuerdas que tie- sueños. Nada de esto impi-
nes mujer y dos hijos y que ‘éstos’ de que sea un libro en el que
un buen día te harán desaparecer?’. subyace, ininterrumpidamen-
Ni siquiera me respondió. te, un discurso político” (Bus-
Confieso que tuve vergüenza cando un inca).
de mis palabras.
Inclusive los textos apa-
El texto de Romano ilus- rentemente más alejados de
tra bien algo que suele olvi- la situación contemporánea
darse cuando se habla de esa (como podrían ser los capí-
época y es que, en el perío- tulos dedicados a las etapas
do de la violencia política, colonial y de conquista) es-
asumir un compromiso has- tán atravesados por esa ur-
ta sus últimas consecuencias gencia política, porque no
significaba correr riesgos que, debe olvidarse que las imá-
por cierto, iban más allá de genes históricas que se cons-

Alberto Flores Galindo y Antonio Cisneros, 1988.


poner en juego el prestigio truyen tienen el poder
intelectual. Suele olvidarse performativo de modelar la
que los adversarios de la realidad. Se trata de ese ca-
“guerra silenciosa” (la expre- rácter autorreflexivo de las
sión es de Tito) jugaban a ciencias sociales sobre el cual
polarizar la sociedad perua- –refiriéndose a la sociología–
na, y eso suponía acallar las ha llamado la atención
voces de los no dispuestos a Anthony Giddens.
alinearse. De allí, la preocu-
Pensar el futuro en los
pación de R. Romano, quien
años ochenta en el Perú era
una y otra vez insistía en que
muy distinto a imaginarlo
debíamos salir del país antes
desde una sociedad que vi-
de ser víctimas de alguno de
viera un período de estabili-
los bandos en pugna.
dad relativa. Era necesario,
Tito no tomaba a la li-
además, pensarlo concilian-
gera esta situación. Uno de
do las tradiciones de un país
los motivos para organizar IV de Tito ha sido recordada toma de posición debía ha-
muy viejo, donde una amplia
la red de amigos de Sur en Tito era enérgico en la también por Alberto Adrian- cerse con la escasa informa-
fracción de la población, los
el exterior fue crear una in- defensa de sus posiciones y zén –uno de sus más gran- ción con la que entonces se
campesinos indígenas, vivían
fraestructura que pudiera veía las cosas desde una pers- des amigos– evocando las disponía. Es bueno recordar
otras tradiciones, otra cultu-
apoyar a quienes lo necesita- pectiva radical, que lo apar- intensas discusiones que los que solo al iniciarse el siglo
ra, otras maneras de vivir la
ran, si la situación evolucio- taba de la mirada socialde- enfrentaron, poco antes de XXI el país pudo saber que
política y la vida. Para Tito,
naba, como entonces pare- mócrata. Algo que reme- que a Tito se le declarara el el número de bajas de la gue-
eso suponía fusionar el so-
cía lo más probable, hacia un moraba R. Romano en la cáncer que acabó con su vida, rra no era de diez mil, como
cialismo con las tradiciones
cierre de la coyuntura mar- semblanza ya citada era: sobre qué debía hacer la iz- se creía a fines de los ochen-
andinas. Y en la gestación de
cado por una sangrienta sa- “A primera vista Alberto Flo- quierda en esa coyuntura. ta, ni de veinticinco mil,
res Galindo daba la impre- su idea del socialismo jugó
lida autoritaria. ¿Era esta una Tito acusaba a Beto de “re- como se creyó después, sino
sión de ser una persona ‘fácil’, un papel muy importante su
aprensión sin fundamento? formista” y este retrucaba de cerca de setenta mil pe-
con pocos problemas, con- aproximación a Cuba.
Entonces ignorábamos –se calificándolo de “radical” ruanos muertos. Sus armas
supo durante la siguiente dé- tento por el solo hecho de vi-
(creo que más probable es para emprender esa tarea En diciembre de 1985,
vir. Era quizás su extraordi- como parte de una amplia
cada– que a fines de los años naria risa de tono agudo lo que
que lo llamara “ultra”). eran, por una parte, los co-
ochenta un grupo de oficia- Pensar en el porvenir en nocimientos sobre el país, delegación viajamos a La
engañaba. De hecho, su es- Habana, invitados a un con-
les del ejército había redac- pontaneidad era sólo aparen- esas condiciones no era un ganados a través de un ar-
tado un proyecto (después ejercicio intelectual, de con- duo y tenaz trabajo de inves- greso de intelectuales latinoa-
te. En realidad Alberto Flores
conocido como el “Libro frontación de citas, teorías y tigación desplegado durante mericanos. Nuestro interés
Galindo era un ‘duro’, bue-
Blanco”) que contemplaba no, generoso, de buen carác- autores. Suponía, ante todo, dos décadas, y, de otra, la particular era conocer la so-
un golpe militar, con cente- ter, pero un ‘duro’, Su com- tomar posición sobre pro- experiencia, todo esto pro- ciedad cubana sin interme-
nares de miles de muertos, promiso político era total y en blemas acuciantes en un país cesado desde un tenso senti- diaciones, y, a lo largo de la
para pacificar el país, e im- eso militaba con un coraje donde diariamente morían do de urgencia. El mismo semana del evento visitamos
pedir un posible acceso de poco común”. decenas de personas víctimas que le hizo escribir en el todo lo que nos fue posible:
la izquierda al poder por la La “dureza” ideológica de la violencia política. Esa postfacio de su obra mayor: fábricas, escuelas, sindicatos,
vía electoral, en 1990. Este hospitales, universidades,
proyecto fue implementado parques, etc. Terminada la
en parte por Alberto Fuji-
“Pensar el futuro en los años ochenta en el Perú era muy distinto estadía oficial, a pesar de que
mori y Vladimiro Montesi- a imaginarlo desde una sociedad que viviera un período de estabilidad a Tito no le gustaba estar
mucho tiempo fuera de casa,
nos, a lo largo de la siguiente relativa. Era necesario, además, pensarlo conciliando las tradiciones de logré persuadirlo de perma-
década, no fue pues necesa-
rio el golpe ni la intervención
un país muy viejo, donde una amplia fracción de la población, los necer una semana más, para
del ejército, ya que Izquierda campesinos indígenas, vivían otras tradiciones, otra cultura, hacernos una mejor idea de
Unida se pulverizó por lo que sucedía en la isla so-
otras maneras de vivir la política y la vida.” cialista. Ese fue el inicio de
mano propia.

LIBROS & ARTES


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una entrañable relación con Se desmariconizará lo El término “romanticis-
Cuba y su gente y la expe- mariconizado por el comercio, mo” no le espantaba porque
también en la literatura, en la
riencia está recogida en su
medicina, en la música, hasta
no estaba particularmente TITO FLORES, PERIODISTA
texto “El socialismo a la preocupado de que lo con-
vuelta de la esquina”1, don-
en el modo como la mujer se
sideraran insuficientemente Antonio Cisneros
acerca al macho. Pruebas de
de expresaba su entusiasmo eso, de lo renovado, de lo
científico. Él no veía el ro-
por los logros de la pequeña
isla del Caribe. No ignoraba
los problemas que Cuba
desenvilecido encontré en
Cuba. Pero lo intocado por la
vanidad y el lucro está como el
manticismo como un movi-
miento antimoderno sino
como la propuesta de una
A lberto Flores Galindo fue uno de los his-
toriadores más notables en un país don-
de, cosa es sabida, había ya una estirpe de nota-
confrontaba. No callaba, sol, en algunas fiestas de los modernidad alternativa. Algo bles. Preocupado por el estudio (y no el co-
tampoco, sus críticas al mo- pueblos andinos del Perú3. que se encuentra también en pyright) del pensamiento a menudo novedoso
delo cubano. Pero creyó ver En los tiempos que co- Mariátegui cuando, en la in- de José Carlos Mariátegui. Entusiasmado por
en esta experiencia –sobre la rren, puede parecer extraño troducción a su novela Sieg- los enrevesados avatares de la llamada utopía
cual anotó, a pesar de su evi- que Tito se adhiriera no solo fried y el profesor Canella, rei- andina. Su obra es un ejemplo de ojo zahorí y
dente entusiasmo, que “no a la experiencia cubana, sino vindica al arte y la intuición lucidez. Polémico a menudo y a veces arbitra-
hay isla feliz”– un ejemplo que también reivindicara las como vías válidas de cono- rio. Heredero de una letrada tradición de nues-
útil de lo que podría hacerse ideas del Che Guevara. cimiento, más allá de la ra- tra historia (los textos de Raúl Porras
en un país en revolución. Como el médico que devino cionalidad, a la que la mo- Barrenechea, Pablo Macera o José de la Riva
Tito encontró un formi- en guerrillero, Tito creía que, dernidad dominante ha con- Agüero muestran, a todas luces, un trato salu-
dable interlocutor en Fernan- más allá de solucionar los sagrado como la vía exclusi- dable y familiar con la literatura). Flores
do Martínez, el ex director problemas del hambre y la va al conocimiento. Existía Galindo, a diferencia de los más en las ciencias
de Pensamiento crítico, la revis- miseria, se trataba de cons- en él una indisimulable sim- sociales, fue un hombre de escritura. Bagaje
ta teórica cubana de la pri- truir un nuevo tipo de hu- patía por los portadores de que no es tan solo una cuestión de gusto y cla-
mera década de la revolu- manidad: opciones políticas derrota- ridad sino, y sobre todo, de tonos que matizan
ción. Una revista ejemplar El socialismo, para [el Che] das, como los populistas ru- y libran al lector de la retórica, la jerga de la
por su calidad y su apertura, Guevara, era algo muy diferen- sos y los anarquistas catala-
tribu, el gran lugar común.
que fue finalmente cerrada a te que el atajo para llegar don- nes de la guerra civil espa-
Tito Flores cobró fama como historiador
fines de la década del sesen- de están los países desarrolla- ñola, sobre los que escribió
desde temprano y ahora es un ilustre conocido.
ta debido a la presión de los dos. Por eso era un problema George Orwell en su Home-
moral antes que teórico. Pero Sin embargo, la inmensa mayoría de sus alum-
soviéticos, muy preocupa- naje a Cataluña, un texto que
en el que se partía no de impe- nos, lectores y curiosos tienen, a su manera, al-
dos por la heterodoxia de le entusiasmaba.
rativos categóricos sino de ne- guna parcela de su imagen. Investigador, pro-
los cubanos. Se trataba, finalmente, de
No eran los logros so- cesidades inmediatas.
un socialismo construido fesor, promotor. Utópico, agudo socialista,
ciales, en alimentación, salud, El socialismo en que pen- desde las masas, como crea- monacal. Yo poseo, también mi versión pro-
educación, lo que más atraía saba Alberto Flores Galindo doras de su destino. Los pia. Amigo mío de casi un par de décadas,
a Tito, a pesar de que cons- tenía una raigambre andina, obreros anarquistas de prin- cómplice de ciencia varia y chifladura. Y aun-
tataba que en estos rubros pero él era consciente de que cipios del siglo XX eran para que, dada su sobriedad natural, no honramos
Cuba (algo que se mantiene esto debía ser resultado de él la demostración de la ca- propiamente el vino y la cerveza, vivimos, sin
aun hoy) solo podía compa- una opción política, porque pacidad de las clases popu- embargo, jornadas delirantes y apacibles en los
rarse con los países desarro- las culturas andinas no tenían lares de crear una cultura pro- predios del periodismo cultural. Imprescindi-
llados. Le interesaba más de por sí garantizada la sub- pia, sobre la cual edificar una ble fue en las añoradas revistas (por mí al me-
bien la capacidad de los pro- sistencia, y tenían que hacer alternativa política original. nos) El Caballo Rojo y 30 días. Ayuda fiel, aunque
cesos revolucionarios de frente a enemigos cada vez Tito reconocía el papel que distante, en los semanarios El búho y Sí. Amén
cambiar algo más profundo, más poderosos: podían jugar los intelectua- de colaborador en publicaciones de peso pe-
El capitalismo no necesita de
la cotidianidad de la vida de les, pero llamaba al mismo sado y artífice de Márgenes, publicación de Sur.
ese mundo andino, lo ignora.
la gente, la mirada que unos Se propone desaparecerlo. So- tiempo a pensar el quehacer Flores Galindo fue, a pesar de su aureola aca-
dispensan a otros. bre todo ahora que tenemos intelectual de otra manera. démica, un periodista cabal.
En esas calles de La Ha- nuevamente un discurso libe- Como admirablemente lo En las buenas y en las malas, estuvo siem-
bana no se encuentran la va- ral, repetitivo y dirigido con- sintetizó Antonio Cisneros pre llano (casi siempre) a escribir en las medi-
riedad de detergentes que en tra las formas de organización en el prólogo que redactó a das fijas, los plazos perentorios (a veces
una ciudad norteamericana o tradicionales. Dispone de ins- su libro de crónicas perio- despiadados) y en lengua castellana. De eso se
europea, pero se descubre trumentos y posibilidades dísticas: “Espada entre la pena trata el periodismo. Además de ver y conocer
otra dimensión de la liber- que antes no tenía. y la esperanza. La viva reflexión es cosa, en su momento, de dar fe. Testimonio
tad que, desde luego, tiene (...) Esto ha sucedido en otros sobre el Perú, sus fieras circuns-
lugares, pero aquí no es inevi- oportuno que incomoda al sofista puntilloso y
poco que ver con detergen- tancias (que por desgracia son acomoda al corriente lector. Verdad es que lo
table destruirlo.
tes y todo lo que los acom- (...) Un camino diferente para sus permanencias) otorga co- veloz y lo inmediato suelen tener su costo. Con
paña –avisos, publicidad, un país de otras dimensio- razón a los ensayos de este certeza, no dan alas para ingresar a la inmorta-
propaganda–. No hay, a pe- nes y con otra tradición his- Tiempo de plagas”. lidad. En general, los periodistas, cual anóni-
sar de la tradición machista tórica. Los modelos de socie- mos infantes de batalla, se hallan resignados a
y de que el colonialismo duró dad no se trasplantan. Este
que el escrito, atinado y febril en su momento,
hasta 1898, la agresividad es un terreno en el que toda
importación es un fracaso y solo sirva para envolver pescado al otro día.
sexual que se observa en
donde la creatividad resulta Salvo gloriosas excepciones. Entre las que se
Lima. Las relaciones entre los
ineludible. ¿Romanticismo? 1
FLORES GALINDO, Al- cuenta buena parte de la labor de Tito perio-
muchachos y las muchachas
Es cierto, pero este no es un
berto. Tiempo de plagas. dista. Es cuestión de releer, con calma y pausa,
–incluidos los escolares– son
término necesariamente ne- sus notas de ocasión y sus artículos. Textos que,
directas.2 Lima: El Caballo Rojo Edicio-
gativo. Convicciones como alguna vez, cumplieron su austero cometido
Es un razonamiento pa- estas permiten esperar, como nes, 1988.
recido al de José María Ar- 2
Op. Cit. periódico y puntual y, sin embargo, a pesar de
lo diría el mismo Arguedas
guedas en El zorro de arriba y 3
ARGUEDAS, José María. los tiempos y los tiempos, conservan plenamen-
en un poema de esos años,
el zorro de abajo, quien pensó que ‘el mundo será el hom- El zorro de arriba y el zorro te su vigencia. Y eso es conmovedor.
en la construcción de una bre, el hombre el mundo, de abajo. Lima: Editorial Ho-
nueva sociedad, donde: todo a su medida’. rizonte, 1983, p. 22.

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E n el mismo pasaje, el
poeta subraya también
que este aspecto lo aleja de
Alberto Flores Galindo por la calidad de la escritura.
En forma diferente represen-
tan, en la tradición historio-

APUNTES SOBRE
la práctica corriente de los gráfica peruana, una valla for-
científicos sociales. Es a par- midable contra la degrada-
tir de esta originalidad que ción estilística promovida por

EL ESTILO
quiero emprender un primer la irrupción de las jerigonzas
análisis de la prosa de Flores típicas de las ciencias sociales
Galindo. Ella vive y se estruc- en las últimas décadas.
tura en una tensión perma-
nente entre la urgencia de los II
hechos y la necesidad de or-
Antonio Melis Flores Galindo se inscri-
ganizarlos con la fuerza del be claramente en esta tradi-
estilo. ción, pero desde sus comien-
Frente a una obra como la de Alberto Flores Galindo, zos lo hace con una perso-
I impresionante por su calidad científica y su dimensión, sobre todo nalidad literaria original.
Otros, con mayor auto- relacionada con la breve vida de su autor, un discurso sobre el estilo puede Desde los primeros trabajos
ridad y competencia, habla- se asoma una visión de la ta-
parecer reduccionista, o por lo menos secundario. Pero creo que vale la pena
rán sobre sus aportes como rea del historiador donde el
historiador. Es evidente que intentar esta aproximación para destacar, en primer lugar, un rasgo tratamiento científico se une
nos encontramos frente a un importante de su personalidad de investigador. Como dijo con gran acierto al arte del narrador.
estudioso completo, que no Antonio Cisneros, prologando una recopilación de escritos periodísticos Se advierte asimismo la
ignora ninguna dimensión exigencia de superar toda
del quehacer historiográfico.
de nuestro autor, Flores Galindo “es hombre de escritura”1. abstracción, reivindicando la
La apertura hacia la literatu- presencia decisiva del factor
ra, en un sentido muy am- humano en la historia. Pero
plio, no es algo adjetivo, sino una práctica sino además de un caso especial dentro del con- diálogo continuo con el el hombre de Flores Galin-
una forma de expansión y determinado discurso, que texto de una atención cons- maestro conflictivo Ruggie- do es un hombre integral, en
proyección a partir de una justifica y que, a la vez, propo- tante al nivel lingüístico y sus ro Romano. En el caso de carne y hueso, con su vida
base firme de conocimien- ne todo un proyecto autorita- implicaciones ideológicas. Basadre, el retrato que el pro- cotidiana, sus sentimientos y
rio (1998: 21). Cuando Flores Galindo pio Flores Galindo ha traza-
tos. Una de sus manifestacio- sus fantasías. En el libro ya
nes es el empleo de referen- En esta palabra “discur- emprende su trabajo de in- do de él en Allpanchis4 pare- mencionado sobre los mine-
cias literarias en sus escritos. so” se cifra toda una pers- vestigador, se encuentra no ce un espejo de sus propias ros de la Cerro de Pasco, un
La técnica de utilización de pectiva cultural y metodo- solo frente a modelos meto- aspiraciones e ideales. Sobre trabajo de historia económi-
textos de creación refleja una lógica. En toda su obra el dológicos, sino también fren- todo resulta significativa su ca y social, se pregunta:
actitud singular del autor. No autor emplea el análisis de te a modelos estilísticos. Los insistencia en la continua re- “Pero, por encima de lo que
se trata de meros adornos de los diferentes tipos de discur- puntos de referencia están novación metodológica de se dice, de las imágenes,
la trama historiográfica. Flo- so como un elemento funda- representados, sobre todo, Basadre. ¿quiénes son realmente esos
res Galindo injerta orgánica- mental de su interpretación. por autores como Jorge Pero la misma referen- hombres?” (1983: 4). Y más
mente la cita literaria en su Un ejemplo típico lo encon- Basadre y Pablo Macera. No cia a los nombres de Basadre adelante reafirma esta exi-
elaboración conceptual. tramos en la antología faltan, por supuesto, referen- y Macera nos remite a una gencia de superar toda visión
La literatura ofrece al his- mariateguiana Invitación a la cias significativas, desde el manera de concebir el traba- estrechamente economicista:
toriador y al comentarista vida heroica: “La llegada de los punto de vista teórico, a gran- jo historiográfico no ajena de Nos va a interesar no sólo el
político argumentos y suge- provincianos a la capital sub- des historiadores no perua- preocupaciones literarias. Se grado de explotación econó-
rencias para su análisis. Pero vierte el discurso oligárquico, nos, como “la seducción de trata, en ambos casos, no mica a que estuvieron someti-
esto no implica, de ninguna funda otro lenguaje y otro lo inacabado” 3 que se en- solamente de investigadores dos, sino también sus relacio-
nes sociales, su vida cotidiana,
manera, una subordinación estilo de encarar los proble- cuentra en el “Prólogo” a la abiertos a la experiencia lite-
sus canciones, sus sentimien-
del hecho literario o una uti- mas peruanos”2. segunda edición de Los mi- raria, sino de autores cons-
lización instrumental. En El discurso literario es un neros de la Cerro de Pasco y el tantemente preocupados
otras palabras, no se encuen- 1
CISNEROS, Antonio. “Tito Flo-
tra en él ninguna forma de res Galindo”, en GALINDO FLO-
sociologismo vulgar. Las RES, Alberto. Tiempo de plagas.
obras literarias no se consi- TESTIMONIO / DEBORAH POOLE Lima: El Caballo Rojo Ediciones,
deran como mero testimo- 1988, p.9.
nio, a partir de una teoría del
2
FLORES GALINDO, Alberto.
reflejo más o menos procla-
mada. Forman parte, en
C omo antropóloga que inició su trabajo de campo en los Andes a me-
diados de la década de los setenta, la tarea de escribir sobre la influen-
cia de Alberto Flores Galindo me resulta, por decir lo menos, abrumadora.
“Presentación” en MARIÁTE-
GUI, José Carlos. Invitación a la
vida heroica. Lima: Instituto de
cambio, de un continuum, de En primer lugar, porque evaluar la influencia de un autor es como tratar de Apoyo Agrario, 1989, p. 22
una totalidad, iluminando imaginar cómo sería el mundo sin sus trabajos. ¿Cómo pues imaginar el 3
GALINDO FLORES, Alberto.
resquicios ocultos de la rea- estudio de historias y economías regionales como Arequipa y el Sur andino Los mineros de la Cerro de Pasco
lidad por su calidad de es- sin el primer libro que me mostró la relevancia de la historia regional para un 1900-1930. Segunda edición. Lima:
critura. Pontificia Universidad Católica,
entendimiento etnográfico de las percepciones campesinas de economía
Hay una palabra clave 1983, p. 3.
regional y espacio religioso? ¿Cómo imaginar mis posteriores campos de 4
GALINDO FLORES, Alberto.
que aclara esta actitud. En su
estudio –violencia, gamonalismo e indigenismo– sin los acuciosos, y sobre “Jorge Basadre o la voluntad de per-
“Introducción” al ya nom-
todo sugerentes, trabajos de Flores Galindo sobre Mariátegui, Túpac Amaru sistir”, En: Allpanchis, Cusco, vol.
brado Tiempo de plagas, Flo-
y la República Aristocrática? Finalmente, ¿cómo imaginar la utópica posibi- XIV, No 16, 1980, pp. 3-8 (sobre
res Galindo sugiere una ob-
lidad de lograr algún día la largamente esperada integración de antropología Basadre, véase también, del mismo
servación preciosa acerca de autor, “La terca apuesta por el sí”,
la violencia: e historia sin el trabajo del único historiador peruano que tomó seriamente
En: El Caballo Rojo, Lima, N°
la cultura como una fuerza histórica y política? 60, 5 de julio de 1981, publicado tam-
Pero lo que interesa subrayar
ahora es cómo en el caso de la bién en Tiempo de plagas, Op.
violencia, no se trata sólo de Cit., pp. 123-128).

LIBROS & ARTES


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tos, etc. La condición minera, Inmóvil y pasivo. Singular y
como cualquier otra situación abstracto (1986: 6).
de clase, es la resultante de una
combinación específica de la
En otros casos, hay un
totalidad social (1983: 7).
uso muy eficaz del asíndeton,
Es esa misma actitud, que confiere un ritmo rápi-
abierta a la dimensión de lo do y apremiante a la prosa:
(…) Mariátegui acabó elabo-
imaginario, que lo llevará a
rando una manera específica
escribir, en Buscando un inca, –peruana, indoamericana, an-
el capítulo sobre “Los sue- dina– de pensar a Marx (…)
ños de Gabriel Aguila”. (1980: 12).
Un aspecto notable de su Mariátegui quiso recusar una
relación con los textos lite- acepción convencional que
rarios es el empleo de los identificaba a esta palabra con
mismos como fuentes para la acción inmediata, el cau-
los epígrafes de sus libros. En dillismo, la escena oficial (1989:
una nota de Cecilia Rivera de 14).
Flores que precede a la se- Por lo que se refiere a la
gunda edición de Aristocra- anáfora, el ejemplo más no-
cia y plebe en Lima, con el nue- table se encuentra en esta re-
vo título La ciudad sumergida5, petición de la palabra clave
se señala entre las modifica- agonía, siempre en posición
ciones introducidas por el inicial: “Agonía significa tam-
autor la incorporación de un bién afán polémico (…)
nuevo epígrafe. Así aparecen Agonía es sinónimo de con-
juntos dos poetas, Martín flicto interior (…) Agonía es
Adán y Jorge Eduardo Alberto Flores Galindo y Tomás Escajadillo en el Salón de Grados de la UNMSM, 1989.
pasión, fe, elan. Agonía se
Eielson. Se trata de dos au- confunde finalmente con esa
tores muy distantes de cual- ria” (1980: 7), establecen un III de este proceso se encuentra esperanza (…)” (1980:14).
quier vinculación con la pro- contrapunto con la definición En la “Introducción” a en la “Presentación” de la an- La utilización de la me-
blemática socio-política. mariateguiana y unamuniana La agonía de Mariátegui, Flo- tología mariateguiana. En su táfora es sobria, pero siem-
Esto, por lo menos, dentro de “agonía”. Otra variante de res Galindo le dedica su fino escritura predominan neta- pre acertada y punzante:
de una visión esquemática y este procedimiento se en- análisis al término agonía mente las frases cortas, a ve- Abandonar el territorio apaci-
parcelada de la cultura. Pero cuentra en la antología ya (1983: 13). Pero también en ces formadas solamente por ble de las ideas desencarnadas
Flores Galindo, siguiendo en nombrada, Invitación a la vida otros pasajes de su obra de dos palabras. Es una forma (1986: 6).
esto la huella de Mariátegui, heroica, cuyas secciones están historiador se empeña en ese de expresión que elimina La aristocracia colonial (…) fue
sabe escuchar a los poetas. precedidas por citas del pro- tipo de vivisección lingüísti- todo adorno inútil, y pone un edificio liso, sin resque-
brajaduras importantes, a pe-
Sabe percibir la verdad pro- pio Mariátegui, que en su ca. En la tercera edición del en primer plano la elocuen-
sar de todas las convulsiones
funda presente en sus sím- conjunto forman un itinera- mismo libro, por ejemplo, cia de los datos y los hechos sociales de esos años. Por eso,
bolos. En este caso, la cita de rio ejemplar de lectura. subraya la elaboración de un concretos. Su misma progre- como los edificios poco flexi-
Martín Adán tiene una vin- La cita de Mariátegui, lenguaje propio por parte del sión señala una ampliación bles ante los movimientos
culación cronológica con el por otra parte, señala otra ca- pensador: “mito, feudalidad, constante del conocimiento. sísmicos, terminó al final de
tema del libro, con su alusión racterística del estilo de Flo- socialismo civilización, épo- Se acerca también al es- un derrumbe catastrófico.
al siglo XVIII. Pero el ele- res Galindo. A partir de una ca, decadencia, heroísmo”7. tilo mariateguiano la tenden- El marxismo de Mariá-
mento significativo es la re- identificación profunda con Al fondo de esta actitud cia de Flores Galindo a em- tegui, al igual que su ejercicio
ferencia del poeta al carácter el tema de sus investigacio- común existe la exigencia de pezar sus trabajos sin preám- del periodismo, se emplaza-
«bonito» de ese siglo. Parece nes, el autor asume rasgos evitar toda ambigüedad, bulos, in medias res. Es otra ba en la calle, lejos de cual-
casi una irrupción irreveren- estilísticos de su personaje pero se manifiesta también manera de proporcionarles
te dentro de un trabajo preferido. Se podría demos- la voluntad de remontarse a el aspecto narrativo del tra-
historiográfico. Por eso mis- trar, a través de un registro los significados originarios, bajo historiográfico. Unos 5
FLORES GALINDO, Alberto.
mo introduce una nota aé- sistemático que aquí no vie- encubiertos por un proceso pocos ejemplos pueden acla-
La ciudad sumergida: aristocra-
rea, que alivia todo posible ne al caso, la adquisición por de debilitamiento. Es la com- rar esta técnica de exordio: cia y plebe en Lima, 1760-1830.
academicismo. La cita de parte de Flores Galindo de probación, a nivel lingüísti- En los años iniciales de la Re- Segunda Edición. Lima: Horizon-
Eielson, en cambio, se injer- algunas peculiaridades de la co, de la relación dinámica es- pública nuestro país podía te, 1991.
ta dentro de una visión de la prosa mariateguiana. tablecida con la tradición. provocar desconcierto y asom- 6
MARIÁTEGUI, José Carlos.
estratificación temporal, que Una de ellas, presente jus- Como decía Mariátegui en bro a cualquier europeo.9 “Esquema de una explicación de
Decía el historiador Jorge Chaplin”, en El alma matinal y
corresponde perfectamente tamente en la cita de Mariá- un ensayo memorable, hay
Basadre que la toma de con- otras estaciones del hombre de
al trabajo auténtico del his- tegui aludida arriba, es la pre- que arrebatarles la tradición ciencia acerca del indio ha sido
toriador. Pero introduce una ocupación semántica. En a los tradicionalistas8. La re- hoy. Séptima edición. Lima: Biblio-
el aporte más significativo de teca Amauta, 1981, p. 68.
nota profundamente emo- ambos autores es permanen- construcción del significado la intelectualidad peruana en 7
FLORES GALINDO, Alberto.
cional frente a representacio- te el afán de aclarar el signi- originario de las palabras for- este siglo (1986: 5). La agonía de Mariátegui. Tercera
nes puramente objetivas de ficado de las palabras em- ma parte de este proceso de Su prosa se caracteriza edición. Lima: Instituto de Apoyo
esta tarea. pleadas, remontándose a su reapropiación. también por un empleo pe- Agrario, 1989, p. 11.
Otro gran poeta, otro etimología. Piénsese, en el Otro aspecto estilístico culiar de la adjetivación. Fre- 8
MARIÁTEGUI, José Carlos.
intérprete del Perú profun- caso de Mariátegui, además que revela la relación crecien- cuente es la presencia de una “Heterodoxia de la tradición”, En:
do, Emilio Adolfo Westpha- del epígrafe apenas citado, en te con la obra de Mariátegui pareja de adjetivos: Peruanicemos el Perú. Lima:
len, aparece en el umbral de un conocido trabajo sobre es de tipo sintáctico. A lo lar- Bibliotaca Amauta, 1970, pp. 117-
(…) la transformación sustan- 120.
La agonía de Mariátegui. Los Chaplin donde escribe: go del tiempo, desde los pri- cial del Perú sería el resultado
“imperativos esenciales” que afir- “Chaplin es un verdadero meros trabajos hasta los más
9
FLORES GALINDO, Alberto.
de una tarea prolongada y si- “El militarismo y la dominación bri-
ma, “la falta de resignación, tipo de élite, para todos los recientes, se puede observar lenciosa (…) único medio para tánica”, En: Nueva historia ge-
la esperanza a pesar de toda que no olvidamos que élite una reducción progresiva de desplegar una oposición radi- neral del Perú. Segunda edición.
previsión razonable contra- quiere decir electa”6. los períodos. La culminación cal y consecuente (1980: 18). Lima: Mosca Azul, 1979, 107.

LIBROS & ARTES


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quier recinto oficial, en me- después, el autor vuelve al
dio de las multitudes. empleo acostumbrado,
(1989:15)
“A propósito de la crisis del siglo XVIII, las preguntas problemático, de la interro-
se suceden sin pausa. ‘¿crisis? ¿dónde? ¿desde cuándo? ¿para gación: “¿Cómo evitar la
IV quiénes? Nuevas preguntas que parecen confundir reproducción de las prác-
Dentro de la evolución ticas de la sociedad que se
en el tiempo de la prosa de todavía más nuestro derrotero’ ”. quiere abolir y en cuyo seno
Flores Galindo, quizás haya ha surgido el partido?”
un rasgo que se mantiene En una nota sobre la de la sociedad colonial: elíptica: “¿Opciones?” (1989: (1989:18).
constante. Desde sus prime- imagen desalentadora de una “Pero, cuestión previa, ¿la 11). La “Introducción” ana-
ras investigaciones hasta las sociedad sin salida, propor- sociedad colonial puede ser La soledad final de lizada ocupa solamente diez
últimas páginas, hay un con- cionada en Aristocracia y ple- pensada como una sociedad Mariátegui, después de la páginas. Resulta por eso muy
tinuo recurso a la interroga- be, escribe: “¿Se podría ge- de clases?”10. batalla con el APRA y con la significativa la presencia de
ción con función estilística. neralizar, a todo el orden co- Se podría seguir larga- Komintern, propone una este procedimiento tan insis-
En su aporte a la nueva his- lonial, esta conclusión?” mente con estas muestras, confrontación con otros per- tente, sobre todo si se consi-
toria general del Perú, des- (1986: 13). que se extienden a los artícu- sonajes: “¿Cuántos como él dera que se trata de la terce-
pués de haber reconstruido En el mismo libro, ha- los reunidos en Tiempo de pla- en los años 20?” (1989:13). ra edición del libro. Después
la trayectoria de la Confede- blando de la presencia del gas y a las mismas reseñas de Y una vez más, consta- de tantos años de trabajo, lo
ración Peruano-Boliviana, se tema incaico en la cultura po- libros. Quiero terminar este tada la capacidad de Mariá- que se exhibe no son certi-
pregunta: “¿Por qué fracasó pular, se pregunta: “¿Simple registro muy parcial y pura- tegui de no perder nunca la dumbres, sino dudas fecun-
la Confederación?” (1979: retórica? ¿Elaboraciones mente indicativo con un bre- esperanza: “¿Por qué?” das.
113). ideológicas, en la acepción ve examen de la “Introduc- (1989:13). En la nota ya citada arri-
Y el procedimiento se más despectiva de este tér- ción” escrita para la tercera Cuando cita el pasaje de ba que precede a la segunda
repite, ya no como mero sus- mino? ¿Mistificaciones de in- edición de La agonía de Mariátegui donde se expre- edición de Aristocracia y plebe,
tento retórico de la argu- telectuales tras los pasos de Mariátegui. Desde las prime- sa la voluntad de fundar el Cecilia Rivera señala otro de
mentación. A lo largo de Valcárcel?” (1991: 16). ras líneas, frente a la exigen- socialismo peruano en la tra- los cambios que el autor
toda su trayectoria, se afir- Y más adelante, después cia de encontrar explicacio- dición comunitaria, emerge pudo realizar en su texto. Me
ma cada vez más como la de una cita de Arguedas, nes para el carácter excepcio- otro problema: “¿Un socia- parece sumamente sugeren-
síntesis de su actitud hacia la propone este problema de nal de la trayectoria del per- lismo campesino?” (1989:16). te la transformación en inte-
investigación. interpretación: “¿Es esta una sonaje, surgen las preguntas Dentro de las interro- rrogante del título de un ca-
En el libro sobre los mi- descripción de la realidad cortantes: “¿Cuáles? ¿Dón- gantes retóricas puede colo- pítulo, “¿Una sociedad sin
neros, por ejemplo, las inte- andina o la expresión de los de?” (1989:9). carse el sucesivo, de eviden- alternativa?”. En esta elec-
rrogantes fundamentales se sentimientos que anidan en Más adelante, después de te entonación polémica: “En- ción, no creo que sea arbi-
refieren a la definición clasista un mestizo?” (1991: 21-22). haber sintetizado el descubri- tonces ¿cómo recurrir a una trario leer una síntesis de su
de esta categoría de trabaja- Algunas interrogantes miento por Mariátegui de la autor como Mariátegui para actitud hacia la vida y hacia
dores: vuelven a plantearse a lo lar- articulación compleja de la avalar prácticas reformis- la investigación. No existen
¿Hasta qué punto esto era cier- go de su itinerario, como el “escena contemporánea”, tas?” (1989:17). verdades absolutas: más im-
to? ¿Qué tan formados esta- que se refiere a la definición aparece otra interrogante Pero, inmediatamente portante que las presuntas
ban los mineros como clase? respuestas definitivas es la ca-
(1983:6). pacidad de plantearse nue-
¿Hasta qué punto estos hom-
vos problemas, pero siem-
bres serían transformados en
verdaderos proletarios? (…)
pre animados por la espe-
¿Qué tan fuerte fue esa resis- ranza. Aquí está la lección
tencia en el centro? (1983: 33). profunda de estilo que Al-
En el libro sobre Mariá- berto Flores Galindo nos
tegui las preguntas identifican consigna, tanto en el trabajo
el drama de los militantes como en la vida.
peruanos: “¿era posible per-
sistir en la revolución fuera de Este artículo apareció por prime-
la Internacional? ¿se podía lu- ra vez en la revista Márgenes,
char por el socialismo sin ser año IV, N° 8, diciembre de
comunista? ¿un revoluciona- 1999.
rio podía oponerse a la
Komintern?” (1980: 35).
En el trabajo sobre el si-
glo XVIII se plantea nueva-
mente el problema de la de-
terminación en términos de
clase: “¿Qué reglas resultaron
de las relaciones entre estos
personajes? ¿Pueden ser ra-
zonados en términos de una
sociedad de clases? ¿Cuáles
serían esas clases?” (1991: 20).
A propósito de la crisis
del siglo XVIII, las pregun- 10
FLORES GALINDO, Alber-
tas se suceden sin pausa. to. Independencia y clases socia-
“¿crisis? ¿dónde? ¿desde les, en FLORES GALINDO, Al-
cuándo? ¿para quiénes? Nue- berto (Compilador). Independen-
vas preguntas que parecen Alberto Flores Galindo con José Ignacio López Soria (de espaldas), 1988. cia y revolución (1780- 1840). T.
confundir todavía más nues- I. Lima: Instituto Nacional de Cul-
tro derrotero” (1991: 27). tura, 1978, p. 125.

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EL AMARU-TEJA
Pablo Macera

El Amaru, el más viejo de los dioses andinos, se mantiene hoy oculto-visible sobre las casas de la sierra
peruana. Estos amarutejas descubiertos recientemente tienen sus raíces en los cultos chavines vinculados al régimen
de las aguas y las cosechas. El nombre de Amaru (traducido como sierpe / dragón) designa a diferentes personajes
y situaciones históricas, míticas y plástico-narrativas. Todas reunidas por un núcleo conceptual común de tipo
religioso que podría tener también derivaciones políticas milenaristas y mesiánicas.

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U no de los antecedentes del Amaru sería el propio felino Chavín con su boca fuertemente
arremangada, que en verdad representa el hocico de los vampiros reimplantado en la plástica Nueva ascensión d
popular del siglo XX como boca de cerdo. De lo Chavín también procederían las serpientes y la
circulación de las aguas. Posteriormente le fueron adscritas otras significaciones. Los Incas inclu-
yeron al Amaru entre sus armas heráldicas. No en las “armas propias” sino en las que Guamán
Poma llamó “segundas armas”. Tanto así, que los incas se proclamaban a sí mismos “Otorongo
Amaru Inga”.
Hubo luego por lo menos tres Amarus históricos. Primero, el hijo de Pachacutec antecesor
EL AMAR
de Tupac Inca Yupanqui. Luego, el primer Tupac Amaru decapitado por el virrey Toledo a fines
del siglo XVI y por último, el segundo Túpac Amaru descuartizado por los españoles en el siglo dían de la cultura invasora. Fue así como el Amaru
XVIII. Parecería que el nombre Amaru no solo designaba a una persona históricamente concreta huayco, lluvia, agua circulante) tomó para sí algunos
sino también, además, a una determinada función histórico-mitológica eventualmente asumida embestida occidental. Apareció entonces un nuevo
por esa persona en forma total o parcial. El primero de los Amarus incas tuvo el privilegio de keros) que no puede confundirse con los abundantes
convocar las lluvias en medio de la sequía y parece haber hecho un feliz trueque al entregar el ca popular andina colonial y republicana.
poder político supremo a cambio de un territorio institucionalizado en el Antisuyo. A este pro- Los Amaru-toros, además de la melena del león (
fundo núcleo prehispánico se vincularon luego significaciones secretamente elegidas que proce- tes desde antes de Chavín, vinculados a la astronom

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zonas andinas. La colocación de los Amaru en la cumbrera de los techos responde bien a la
de un dios andino técnica andina de convertir la ostentación en una forma de ocultar lo evidente. Nadie podía
sospechar que figuras colocadas a la vista de todos representaran a un dios que en sí mismo
desafiaba a la religión colonial instituida. Estos Amarus tejas procedentes del sur peruano

RU-TEJA revinculan todos los elementos ya mencionados de sierpes, felinos, falcónidas y vampiros, y han
sido elaborados de modo que las aguas de lluvia recirculen por la totalidad del cuerpo exhibido.
De este modo, en los meses de lluvia, con su cuerpo húmedo cubierto de líquenes y caracoles, el
Amaru cumplía su vieja promesa de garantizar protección total al universo andino.
Las tejas que soportan al Amaru tienen un largo que varía entre 45 y 46 cm. con un arco de 29 y
u prehispánico (en parte otorongo, sierpe, vampiro, boca de 23. El Amaru mismo está colocado en su parte central con un largo aproximado de 36 cm.
de los elementos del toro y del león, emblemas de la y un alto entre 25 x 27. Tanto las figuras como las tejas presentan una perforación en su parte media
o producto plástico en cerámica o madera (toros- destinada al parecer a que fueran atravesadas por un fierro que las sostuviera al techo. La arcilla ha
s toros de versión naturalista frecuentes en la cerámi- sido quemada a horno abierto cuyos desgrasantes parecen ser piedras pulverizadas. No tienen engobe.
En las cavidades de los ojos el artista ha incrustado vidrios.
(que son sierpes), incorporan los círculos, ya presen-
mía y al calendario de frutos y enfermedades en las Pablo Macera

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Colección Privada

Fotografías:
Herman Schwarz

Seminario de Historia Rural Andina

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR


DE SAN MARCOS

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Los miembros de la generación a la que perteneció Alberto Flores Galindo se sintieron convocados a realizar
grandes hazañas. El aliento utópico barría el mundo. En el Perú, en el campo de la ciencia, el arte y la política, la expectativa
era la misma: eliminar ese lastre de injusticia que detenía el encuentro de nuestro país con ese futuro que lo aguardaba. El modelo al
que teníamos que aspirar era el militante, ese alguien que da todo sin pedir nada a cambio. No obstante, toda esta impronta
heroica ocultaba realidades de las que solo muy paulatinamente empezamos a tomar conciencia. Hoy en día estas realidades han
llegado a ser tan abrumadoras que las mismas ideas de héroe y hazaña nos parecen ficciones retóricas o patéticas mentiras.

El deber del héroe

LA HAZAÑA DE
ALBERTO FLORES GALINDO
Gonzalo Portocarrero1

E n efecto, nuestra gene-


ración fue descubrien-
do que tras la figura del mi-
su carta de despedida se lla-
ma “reencontremos la di-
mensión utópica” es porque
cuentro entre el socialismo y
el mundo andino, en la que
pusiera tantas esperanzas,
identidad y utopía en los andes2.
Alberto Flores Galindo lo-
gró un paso decisivo al ha-
ayer no es necesariamente lo
que escribo hoy ni lo que
podré pensar mañana. No
litante estaban escondidos era consciente del declive, parece hoy fuera de lo posi- cer visible la negada tradición obstante, aún cuando el diá-
deseos de protagonismo pero al mismo tiempo de la ble. No obstante, ni el andina. Su hazaña contribu- logo se mantenga, en las pá-
personal. Deseos legítimos y necesidad del aliento utópi- inacabamiento, ni las creen- yó a abrir un horizonte de ginas que siguen trato de hil-
absurdamente negados pero co. Hacia el final de sus días cias ilusas, quitan valor a lo esperanza para la sociedad vanar algunas ideas en torno
cuyo incontenible desborde llegó a la convicción de que que fue su aporte fundamen- peruana. a cómo logró realizar esa
terminó por erosionar la los ideales eran necesarios tal: poner en evidencia que Para quien escribe estas hazaña que es ciertamente un
confianza en una comunidad para dar sentido a la vida tras la fragmentación apa- líneas, Alberto Flores Galin- ejemplo para todos.
creyente, con una misión y pero que tampoco se trata- rente de la sociedad peruana do es una presencia viva.
una moral. De pronto lo ba de martirizarse por ellos. existe un vínculo potente Algo así como un fantasma II
único que existía eran indivi- Los seres humanos somos pero inadvertido. Se trata de que no cesa de interpe- Desde el inicio de su tra-
duos cada uno con su juego fines y no medios. Ahora lo andino, de una matriz cul- lar(me). El diálogo que ten- yectoria intelectual, Alberto
propio. También fuimos bien, en muchos aspectos su tural viva, en permanente go con él nunca terminará. Flores Galindo destacó por
descubriendo, sobre todo reflexión quedó inconclusa y recreación. Entonces, a ras- Entonces, no puedo aspirar su creatividad y resistencia a
entre aquellos que no toma- algunos de sus planteamien- trear sus orígenes, sus resis- a encerrarlo en un concepto. los muchos dogmatismos
ron el éxito por asalto, que tos son hoy inactuales. En tencias y cambios, dedicó su Mis ideas sobre él y su obra del momento: los inicios de
la figura del militante escon- particular la idea de un en- obra cumbre Buscando un inca: van cambiando. Lo que dije la década del 70. Para pro-
día otra realidad no menos fundizar en este aspecto es
sombría: una voluntad de necesario aclarar algunas
sacrificio que era una nega- ideas en torno a la creativi-
ción de la vida. Es decir, la dad, pues existe la disposi-
tentación del fanatismo, de ción de ver en ella algo pu-
convertirse en instrumento ramente mágico. En princi-
de una causa, de ganar un pio, ser creativo es ser capaz
sentido exaltado de sí a cos- de producir algo nuevo que
ta de renunciar a la propia permite dar un significado a
humanidad, a los afectos y informaciones disgregadas, a
placeres que hacen la vida hechos oscurecidos por los
buena y cálida, dentro de lo intereses o por los consen-
posible, desde luego. sos mayoritarios. La creati-
Entonces vino la des- vidad habilita a hacer algo sin
composición. No obstante, reglas, a salirse de las recetas,
los ideales de comunidad y a desarrollar intuiciones que
realización de hazañas no han se anuncian débilmente
desaparecido del todo. En- como inquietudes, pues es-
tre la gente que sintió estos
llamados, la figura de Alber-
to Flores Galindo es un re-
ferente necesario, pues él lo-
1
El autor quiere agradecer a Rafael
gró realizar una gran proeza Tapia y a Claudia Bielich por cuanto
en diálogo con ellos ha aclarado las
intelectual. Eso sí, en un equi-
ideas de este texto.
librio difícil, luchando con- 2
FLORES GALINDO, Alberto.
tra los propios apetitos de Buscando un inca: identidad y
protagonismo personal y En Cuba: Alberto Flores Galindo, Sinesio López, Antonio Cisneros y Alberto Durant; 1987. utopía en los andes. La Habana:
contra la tentación suicida. Si Casa de las Américas, 1986.

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tán neutralizadas por las sim- como disgregado”. De la
plificaciones. Las actitudes misma manera, la disparidad
fundantes de la perspectiva de las narrativas de Palma,
de Alberto Flores Galindo imposibles de ser totalizadas
fueron, precisamente, pensar en un gran fresco, testimo-
a contracorriente y tratar de nian la debilidad de los vín-
ir más lejos. Esta posición culos colectivos. La ciudad
implica una ruptura con el de Lima solo podía produ-
espíritu gregario y, sobre cir historias fragmentarias.
todo, una sensibilidad para No una novela, pero sí na-
registrar “lo disonante”, para rrativas breves.
descubrir nuevos horizontes La intuición se asocia
para comprender la realidad. con la imaginación y el arte,
En la base de la actitud con la captación simbólica
creativa está un instinto de del mundo. Mientras tanto,
ruptura, a la vez que un an- la razón discursiva suele ser
claje denso, sensorial, en el referida como “desensoriali-
mundo; se trata de ese vín- zada”, abstracta. No obstan-
culo intenso con las cosas te, habría que insistir en que
que nos permite adentrarnos la diferencia no fuera imagi-
en sus entrañas. Ser creativo nada como oposición, pues
es un ejercicio de coraje, una en la realidad una no puede
capacidad para autorizarse a funcionar sin la otra. De cual-
sí mismo, una apuesta a ser quier manera, Alberto Flo-
libre. res Galindo poseía ambas
El pensamiento se ejer- capacidades, de modo que
ce sobre fenómenos previa- el rigor lógico y la informa-
mente identificados; distin- ción histórica se apoyaban en
gue y separa, asimila y reúne. una capacidad intuitiva que
Todo eso, en un diálogo in- le hacía posible elaborar
terior a través del cual un ar- “cuadros”, hilvanamientos
gumento va cobrando for- de hipótesis, a la vez funda-
ma. No obstante, la activi- dos y sugerentes. Estos “cua-
dad de pensar no puede des- dros” funcionaban como
ligarse de la escucha y la in- anticipaciones que orientaban
tuición, a las que podemos su búsqueda de informa-
razonar, respectivamente, ción. Para volver al caso de
como espera atenta y como la sociedad limeña de las vís-
salto o impulso imaginativo. peras de la independencia,
Se trata de aguardar para Alberto Flores Galindo ela-
apoderarse de lo que apenas bora la imagen de una “so-
se insinúa. La escucha y la in- ciedad sin alternativas”, de-
tuición son facultades ligadas masiado fragmentada como
a la sensibilidad, a la inscrip- para poder generar un pro-
ción de nuestro ser en el yecto colectivo.
mundo, a la corporalidad. A Pero la capacidad artís-
través de sus epifanías mis- tica de Alberto Flores Galin-
teriosas, cristalizadas en me- do no está solamente en el
táforas, la intuición seleccio- Ilustración de Lorenzo Osores.
na los factores que tendrán
que ser puestos en relación y
3
La referencia a Rugendas proviene
de una conversación personal. Pan-
nos da, paralelamente, una siempre necesaria una ima- se ignoraran mutuamente4. una sociedad atomizada, in-
cho Fierro y Ricardo Palma están
prefiguración de sus co- gen totalizadora, una suerte Pensó estar frente a un testi- capaz de actuar sobre sí mis- expresamente citados en FLORES
nexiones. Todo ello repre- de clave interpretativa, ase- monio plástico de la debili- ma, “sin alternativa”. De ahí GALINDO, Alberto. Aristocra-
senta la materia prima del quible solo mediante la intui- dad de los vínculos en la so- que los limeños estuvieran cia y plebe: Lima, 1760-1830
pensamiento abstracto. Di- ción. Alberto Flores Galindo ciedad limeña. Una sociedad tan divididos y que no fuera (Estructura de clases y sociedad
gamos que la intuición salta, creyó ver en los cuadros de donde los individuos no es- posible ningún tipo de ac- colonial). Lima: Mosca Azul,
capta paralelismos ilumina- Juan Mauricio Rugendas3, las tán entretejidos en colectivi- ción en la coyuntura de la 1984.
dores entre realidades disí- acuarelas de Pancho Fierro dades, pues el ideal colonial Independencia.
4
Inclusive, en esta línea sugerida por
miles. y las Tradiciones de Ricardo de la jerarquización fractura En las acuarelas de Pan- Alberto Flores Galindo se podría ir
un paso más allá, ya que en el mundo
Alberto Flores Galindo Palma las fuentes donde po- la socialidad, dificultando, cho Fierro y en las Tradicio-
atomizado que retrata Rugendas
trabajó largamente el siglo dría identificarse dicha clave. entonces, cualquier acción nes de Ricardo Palma encon- hay, sin embargo, un vínculo que re-
XVIII. Le interesaba, espe- En efecto, en las pintu- colectiva. Las gradaciones de tró una confirmación de esta salta. Se trata de la conversación
cialmente, comprender el ras de Rugendas sobre el fortuna y de color de piel se hipótesis. En las láminas de entre un sacerdote y una tapada.
funcionamiento de la socie- mercado o la Plaza de Ar- vuelven tan significativas que Pancho Fierro halló una ga- Podríamos pensar, entonces, que el
dad limeña. Como buen his- mas de Lima es visible una resulta una sociedad domi- lería de retratos individuales, lazo que estabiliza a la sociedad co-
toriador, acumuló una gran gran profusión y abigarra- nada por la heterogeneidad pero no de tipos sociales, lonial limeña es el que se teje entre la
erudición sobre el periodo. miento de gentes. Pero en y la violencia. Los de arriba, pues cada uno de estos retra- Iglesia y el género femenino. Este
No obstante, para que la ri- este denso panorama le lla- la aristocracia, y los de aba- tos representa una singulari- lazo entre el poder simbólico y la su-
queza de los datos adquiera mó la atención el hecho de jo, la plebe: todos desconfían dad, de manera que el con- misión devota es el que aporta la poca
autoridad vigente en la sociedad colo-
una significación definida es que los personajes retratados de todos. Se trata, pues, de junto es “tan heterogéneo
nial.

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rapto totalizador que le per- esta perspectiva, la nobleza
mite trascender la mera eru- e ineficiencia –aparente– de
dición; está también en la ele- la acción acrecientan su be-
gancia, en la fluidez y la lleza seductora. El héroe nos
musicalidad de su prosa. Al- compromete con el futuro,
berto Flores Galindo era un solo así su sacrificio no ha-
magnífico escritor. Su escri- brá sido en vano. El deslum-
tura, con razón, ha sido cali- bramiento estético que pro-
ficada como “ágil y nervio- duce la figura del héroe nos
sa” (Marco Martos). En obliga a seguir sus pasos. La
efecto, trata de ir al punto de misma persona que se deci-
la manera más precisa y di- da a ser héroe deriva su fuer-
recta posible. Evita esas di- za del deseo de encarnar una
vagaciones que debilitan el imagen tan entrañable a la
impulso y rompen la con- colectividad. Asumiendo este
centración. Su discursividad llamado, Alberto Flores
es, pues, afilada. En la lectu- Galindo se imponía la obli-
ra de sus trabajos, la vista se gación de imaginar una na-
desliza sin resistencias porque rrativa épica para lo que sen-
la melodía interna se sostie- tía como una situación trági-
ne, casi no hay quiebres de ca. Es necesario decir que
ritmo, las frases son cortas y este desgarramiento no es
contundentes. Ellas se enca- solo suyo, sino que resulta
denan para integrar argu- sintomático de la sensibilidad
mentos persuasivos. No obs- peruana. Una sensibilidad
tante, a veces el ritmo se al- atrapada entre la promesa, el
tera. Una oración precedida deseo de ser nación, y la rea-
por un “pero” o un “sin lidad del egoísmo, el odio y
embargo” introduce nueva la fragmentación. En todo
información, un matiz en lo caso, Alberto Flores Galindo
que parecía ya un cuadro ce- Ilustración de Lorenzo Osores. quiso suturar esta herida pos-
rrado. La complejidad no se tulando la vigencia de la
pierde. En este sentido, se “utopía andina”, de una vir-
puede decir que la escritura volver sobre su estudio acer- tes la indignación y la con- berto Flores Galindo hizo tualidad o fantasma que
de Alberto Flores Galindo ca de la sociedad colonial. vocatoria a actuar. No obs- del optimismo una actitud acompaña la historia perua-
logra evitar la embriaguez En efecto, la imagen de una tante, de alguna manera, exis- dogmática? ¿Logró real- na desde la invasión españo-
trivializante de una música ya sociedad anudada, sin capa- tía una profunda escisión en mente integrar su visión lú- la. La utopía andina es la idea-
dada. Se detiene antes de caer cidad de agencia sobre sí, es su ánimo. Como buen pe- cida, y a menudo desencan- lización del Imperio Incaico
en el estereotipo. Los cam- plenamente contemporá- ruano tendía a una visión trá- tada con el voto por el sí, al y de lo nativo imaginados
bios de ritmo evitan la sim- nea. gica y pesimista de la reali- que siempre convocó? ¿No como alternativas plausibles
plificación. Ellos anuncian a la desvertebración colonial.
una frase que matiza, que El espectro de los incas po-
rompe y trasciende. “Alberto Flores Galindo era un magnífico escritor. Su escritura, con día ser la fuerza que repara-
Ahora bien, cabe pre- razón, ha sido calificada como “ágil y nerviosa” (Marco Martos). ra a una sociedad tan carga-
guntarse: ¿de dónde prove- En efecto, trata de ir al punto de la manera más precisa y directa da de odios, tan “sin alter-
nía esa facilidad expresiva, nativa” como es el Perú. La
esa contundente capacidad posible. Evita esas divagaciones que debilitan el impulso y rompen utopía fue una creación
de convencer? Sin pretender la concentración. Su discursividad es, pues, afilada.” esperanzadora de los venci-
una respuesta acabada me dos pero también fue
parece importante señalar el dad. El optimismo, la “terca esperaba acaso demasiado retomada por otros contin-
constante frecuentamiento III apuesta por el sí”, era algo de tan poco? ¿No había un gentes sociales.
de la literatura y, quién sabe, No se podría entender la que se imponía como una culto romántico-platónico a Esta es la distancia que
sobre todo, el deseo de co- perspectiva de Alberto Flo- obligación; el deber de no lo imposible? ¿Un espíritu media entre sus dos grandes
municar, de llegar a públicos res Galindo si no se explicitan dejarse llevar por la volátil que no se quiere rendir al es- libros: Aristocracia y plebe, ter-
más amplios. Finalmente, la sus raíces éticas. Alberto Flo- marea de la opinión, la apues- cepticismo que lo habita? minado en 1982, y Buscando
voluntad de lograr una gran res Galindo se pensaba en ta a convertirse en un profe- Sea como fuere, el des- un inca, cuya versión definiti-
hazaña. En realidad, Alber- términos de un “intelectual ta de la posibilidad. La in- garramiento entre el culto a va es de 1988. Mientras que
to Flores Galindo era un lec- comprometido”; es decir, transigente denuncia de la la esperanza, entendido la idea de “sociedad sin al-
tor voraz. Iba y venía entre como una persona que bus- injusticia, la solidaridad con como imperativo moral, y el ternativa” domina el primer
la historia, la literatura, el psi- ca la verdad en la medida en los de abajo, tenía en Alber- escepticismo, que se deriva texto, lo propio ocurre con
coanálisis, la filosofía y la teo- que esta es útil a la liberación to Flores Galindo una hon- de la propia inteligencia de la idea de un mito unifica-
ría social. Le interesaban de la vida. Y el principal obs- da raíz cristiana. Sin embar- las cosas, intenta ser conju- dor en el segundo. Y es que
muchas perspectivas. Pero táculo era la injusticia y sus go, su vocación profética y rado mediante una suerte de a partir de 1983, año en que
todas ellas deberían ser úti- múltiples rostros: la explota- su apuesta por la utopía pro- apuesta por lo absoluto. Una se intensifica la violencia po-
les para entender la historia ción, la violencia, el desco- venían de la tradición mar- aspiración decidida que no se lítica, Alberto Flores Galin-
peruana; entendida a su vez nocimiento del otro, la inca- xista y de su culto a lo insu- detiene en las carencias sino do se dispara a la búsqueda
como “historia contemporá- pacidad para una reparado- rrecto y popular, como tam- que salta hacia la fe y el futu- de aquello que podría dar
nea”, es decir como el estu- ra acción colectiva. Como bién de su confianza en el ro. Hablamos de la “invita- consistencia a la quebranta-
dio del pasado que tiene vi- razonaba desde la posibili- poder de la razón para cons- ción a la vida heroica”, plan- da sociedad peruana. La idea
gencia en el presente. Esta dad y la esperanza, en sus truir un mundo de justicia. teamiento que él recogiera de la fue elaborando a partir de
observación me permite textos eran siempre recurren- ¿Podría decirse que Al- José Carlos Mariátegui. En pistas que encontró en las

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obras de Mariátegui y, sobre la perspectiva de generar un zaban a ser el centro demo- la negación colonial y repu- manifestaciones de solidari-
todo, Arguedas. Igualmente amplio consenso. Pero Al- gráfico del Perú moderno? blicana. dad de las que fue objeto. Vi-
importantes fueron las intui- berto Flores Galindo no le IV Cuando se planteaba la sitas constantes de sus ami-
ciones de Pablo Macera y el daba importancia a estos La elaboración de la uto- contemporaneidad de la uto- gos, colectas económicas
diálogo con Manuel Burga. ensayos desde el poder. Para pía andina implicó mucha an- pía y los derroteros de lo para ayudarlo a solventar los
Por no mencionar a muchos él, la utopía andina tenía que siedad y sacrificios. Alberto andino, lo asaltó una enfer- crecidos gastos de su enfer-
otros historiadores y antro- venir de los mismos campe- Flores Galindo se había im- medad fatal. En el último medad, homenajes y recono-
pólogos con los que entró en sinos y sus descendientes. Su puesto como deber imagi- año de su vida no pudo re- cimientos públicos. La cali-
interlocución. No obstante, transformación en una retó- nar la unidad del Perú, el tomar su labor intelectual, dez de la gente lo abrumó.
fue Alberto Flores Galindo rica desde el Estado desna- reordenamiento de ese mun- pero sí reflexionó con inten- Esta situación lo llevó a ma-
quien logró hacer visible esa turalizaba su capacidad de do colonial desvertebrado y sidad sobre la vida. Y com- tizar mucho de lo que había
gran creencia unificadora convocatoria. La nación de- sin alternativa. En la línea partió tanto sus inquietudes pensado con anterioridad.
que, tomando formas diver- bería construirse desde aba- abierta por Mariátegui y como sus respuestas insufi- Más importante que las ideas,
sas, permanece en la socie- jo. Hacia el fin de su vida se Arguedas, identificó en lo cientes pero compromete- son los hombres y mujeres
dad peruana desde la época planteó el tema de quiénes andino el elemento cimen- doras. Todo ello en su carta de carne y hueso. De la mis-
colonial. son los herederos y continua- tador de la nueva nacionali- de despedida: Reencontremos la ma manera, los afectos son
En efecto, la alta valora- dores de la utopía andina. ¿La dad. Su aporte fue identifi- dimensión utópica.5 tan o más valiosos que la
ción de lo nativo, en especial izquierda legal, el radicalismo car los derroteros que habían En realidad, Alberto propia razón. Si la vida tiene
de lo incaico, está presente, de Sendero Luminoso o permitido a lo andino resis- Flores Galindo quedó muy sentido y merece la pena de
desde al menos el siglo esos migrantes que comen- tir, abrirse paso en medio de sorprendido por las diversas ser vivida, es porque estamos
XVIII, en las formas más acompañados. De esta for-
disímiles y en los sectores ma se entiende el último pá-
sociales más distintos. En rrafo de su carta de despe-
muchas rebeliones indígenas dida.
de carácter milenarista el TESTIMONIO / RUGGIERO ROMANO Muchas gracias a todos los
Imperio de los Incas repre- amigos y desde luego, sobre
sentó un horizonte definiti- todo, a quienes discrepan con-
vo. El futuro era la vuelta a migo. Siempre mi estilo agre-
reo conocer un poco el Perú, en este país he tenido el placer y el honor
ese pasado de esplendor que,
a la manera de lo que acon-
C de encontrarme con dos grandes figuras: Pablo Macera y José María
Arguedas. El primero ha representado (y representa todavía) aquello que he
sivo, pero que no anula el cari-
ño y el agradecimiento con to-
tece en el ciclo mítico de dos ustedes, más aún con
Inkarrí, nunca había termina- bautizado «la mala conciencia del Perú» en cuanto ha tenido el coraje de denunciar quienes más he discutido. Dis-
do de morir. La sensación de los vicios, las injusticias, la hipocresía de su país con una fuerza y una violencia crepar es otra manera de
fortaleza del pasado y la ex- difícilmente imaginables. (“El Perú es un burdel”). José María Arguedas ha sido aproximarnos: y, desde luego,
pectativa de un (nuevo) inca (y no lo es más) “La conciencia profunda” del Perú. También en Arguedas encon- cuando acudieron a ayudarme
han sido conjugadas en fór- tramos la misma rabia que en Macera, pero esta es casi filtrada de la constante no les interesó saber qué posi-
mulas políticas muy diferen- ción tenía en la cultura o en la
preocupación lingüística. Ahora bien, confieso que la lectura de este libro (hace
tes. En todo caso, el orgullo política. Un abrazo, ¡qué bue-
casi cinco años) me ha permitido releer con una luz más intensa los escritos de
en torno al imperio, a lo nos amigos!
andino y la afirmación de su Pablo Macera y los de José María Arguedas. Quiero decir que –aun teniendo ¿Hasta qué punto Alber-
actualidad ha sido una pre- en cuenta las limitaciones indicadas anteriormente– este libro tiene una gran to Flores Galindo no repara
sencia permanente, pero in- fuerza de evocación histórica que permite ver, entender mejor, la ira y las en las fronteras entre amis-
suficientemente verbalizada rabias de Pablo Macera y de José María Arguedas. Hay más: creo incluso que tad y admiración? La pre-
en la historia del país. Corres- las últimas páginas (aquellas “contemporáneas”, para entendernos) de Alberto gunta puede parecer válida
pondió a Alberto Flores Flores Galindo se alinean más que dignamente con Las furias y las penas de por cuanto su hazaña pro-
Galindo el gran mérito de dujo una enorme simpatía
Pablo Macera o con los “Diarios” de José María Arguedas, en El zorro de
poner en evidencia esa reali- entre sus muchos lectores
dad muda pero sólida que arriba y el zorro de abajo. Pero hay otro factor que da unidad a este libro. Sé de que, aunque no pensaran
es, precisamente, lo andino. manera pertinente que este no ha sido escrito porque el autor un buen día como él, no podían dejar de
Un elemento que inadverti- decidió escribirlo: este libro ha venido al mundo casi como el producto obli- deslumbrarse por su fuerza
damente articuló la disgrega- gado del trabajo que Alberto Flores Galindo venía desarrollando como histo- argumentativa y moral, por
da sociedad peruana. La riador. la riqueza de su imaginación.
visibilización de este princi- Si no temiese aburrir al lector podría indicarle cómo detrás de cada capí- No obstante, a un nivel más
pio oculto de unidad fue, cier- tulo o grupo de páginas se encuentran libros enteros o artículos eruditos de decisivo, lo verdaderamente
tamente, una gran hazaña; importante es que tanto ad-
Alberto Flores Galindo. Es esta erudición la que permite a las páginas de
como decirles a los peces que miradores como amigos nos
viven en el agua. El suyo fue Buscando un inca ser totalmente livianas, de una estructura tan ligera, que da la sentimos profundamente
un trabajo de arqueología impresión de un trabajo sumamente fácil, allí donde, por el contrario, ha exis- identificados con él, en espe-
mental que permitió hacer ver tido trabajo y sudor. cial cuando ya estaba de cara
el fundamento oculto de la Líneas arriba he hablado sobre tensión moral, y quiero regresar sobre este a la muerte. Alberto Flores
vida social peruana. aspecto. A primera vista, Alberto Flores Galindo daba la impresión de ser una Galindo no era solo su per-
Desde luego que la ma- persona “fácil”, con pocos problemas, contento por el solo hecho de vivir. sona, era ya un mito vivien-
nera en que se ha integrado Era quizás su extraordinaria risa de tono agudo lo que engañaba. De hecho, su te, una esperanza a la que no
lo andino en las diferentes queríamos dejar partir.
espontaneidad era sólo aparente. En realidad, Alberto Flores Galindo era un
propuestas políticas ha varia-
do radicalmente. Lo andino «duro», bueno, generoso, de buen carácter, pero un “duro”. Su compromiso
fue también apropiado des- político era total y en eso militaba con un coraje poco común.
de lo criollo. Leguía, Belaún-
5
FLORES GALINDO, Alberto.
de, Velasco, Toledo, son Revista Márgenes. Año IV, 1991 N° 8. “Reencontremos la dimensión utópi-
ejemplos de este tratar de ca”. En Socialismo y participación,
Lima, Sur, N° 50, jun. 1990, pp.
usar la legitimidad andina en
83-94.

LIBROS & ARTES


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LOS SUPUESTOS DE LA
INDAGACIÓN Intelectuales, sociedad e identidad en el Perú contra clase transportadas a
los andes llevan a la contra-
posición entre mistis e indios.

E l primer supuesto es no
considerar a Arguedas
como el indio, el intérprete LOS ÚLTIMOS AÑOS
Ahí también se podría ras-
trear –como lo ha sugerido
un autor chileno–, la influen-
del mundo indígena, el au- cia de algunos relatos de
téntico representante. Este es
un estereotipo propalado
por Mario Vargas Llosa, en
DE ARGUEDAS César Vallejo que impactaron
particularmente a Arguedas6.
Lo cierto es que con unas u
particular en el prólogo a una otras fuentes estos dos mun-
de las ediciones de Los ríos Alberto Flores Galindo dos están retratados como
profundos1. Pero es un estereo- absolutamente contrapues-
tipo al cual el propio tos, sin ninguna posibilidad
Arguedas dio cabida, y que Me voy a referir a los últimos años de José María Arguedas. En de conciliación y con la vio-
ha llevado incluso a que un realidad, más que a Arguedas como tal, a la relación entre intelectuales, lencia como única forma de
autor polaco llegue a decir relación entre mistis e indios.
sociedad e identidad en el Perú. Para pensar esta relación creo que Arguedas
que Arguedas aprendió en Pero hay un problema
realidad el castellano recién puede ser un caso particularmente ejemplar. Esta aproximación será que aparece en estos prime-
después de ingresar a la Uni- básicamente histórica y referida a las ideas, la ideología que ros relatos: ¿cómo puede
versidad de San Marcos, lo subyace en los textos de Arguedas. cambiar este mundo? Lo
que es un disparate total. Es que se ansía, lo que se desea,
el estereotipo más repetido a través de algunos persona-
y lo dejo de lado. No voy a TRAYECTORIA DE publican bajo el título de maniqueo que se retrata allí4, jes, es que este mundo cam-
hablar de Arguedas como “el ARGUEDAS Agua. Allí se trata de resumir más que con las concepcio- bie. Que se produzca un gran
indiecito”. Bajo estos tres supuestos el mundo de la sierra del nes de mundo andino en el incendio en estas praderas
Por el contrario –este me referiré a la trayectoria de Perú como un mundo en el sentido indígena, puro, de la andinas. Que no haya más
sería el segundo supuesto– Arguedas. Todo esto para que existen básicamente dos palabra, tiene que ver con el principales, que no haya más
voy a hablar de un autor que desembocar en sus últimos tipos de personajes: indios y cristianismo popular que de- mistis. Sin embargo, es una
tiene una obra bastante com- años y en El zorro de arriba y mistis. Indios y mistis están bió difundirse en los pueblos invocación que no parece
pleja. No es un autor ele- el zorro de abajo3. Y para, a en un enfrentamiento per- donde Arguedas pasó su in- encontrar un verdadero sus-
mental o primitivo. Por más partir de los Zorros, elaborar manente. Entre ellos no hay fancia. Un cristianismo de tento. Es un mundo tan je-
que se presente como abso- dos o tres hipótesis alrede- más comunicación que la vio- imágenes apocalípticas y con- rárquico, tan brutalmente di-
lutamente espontáneo, ha re- dor de la relación entre inte- lencia. Un indio no podrá ser trapuestas5.
flexionado sobre sus proble- lectuales, sociedad y proble- nunca un misti, y un misti Es un discurso que tam-
mas bastante más de lo que ma de identidad en el Perú. solo es capaz de despreciar bién tiene que ver con las
él mismo supone o sugie- En los primeros textos permanentemente a los in- imágenes y las propuestas 1
ARGUEDAS, José María. Los
re. Ha leído bastante más de Arguedas resulta absolu- dios. Es un mundo dual de que en los años 30 elabora- ríos profundos. Tercera edición.
de lo que deja traslucir. Esta tamente transparente una contraposiciones radicales. ron los comunistas sobre la Buenos Aires: Losada, 1972.
particularidad es quizás un imagen dual de la sociedad Un mundo casi maniqueo. revolución en general y so- 2
CORNEJO POLAR, Antonio.
buen pretexto para que al- peruana. Me refiero básica- Entrando en el terreno bre la sociedad peruana en Los universos narrativos de José
guien de las ciencias socia- mente a los cuentos que se de las hipótesis, el mundo particular. Las ideas de clase María Arguedas. Buenos Aires:
Losada, 1973.
les se introduzca en su obra. 3
ARGUEDAS, José María. El
No solo es la obra de un
zorro de arriba y el zorro de aba-
narrador; es también la jo. Buenos Aires: Losada, 1971.
obra de un poeta. Y no 4
Se podría abundar en una serie de
solo es una obra de ficción, detalles que aparecen en estos prime-
es también la obra de un ros relatos.
antropólogo, de un folclo- 5
En el debate que siguió a la exposi-
rista, de un hombre que ha ción de Alberto Flores Galindo, ante
recopilado testimonios ora- la pregunta de uno de los participan-
les del mundo andino. Es la tes abundó en esta dualidad: “Estilo
obra de una persona que ha cielo e infierno: o se es uno o se es
publicado documentos de otro, no se puede ser las dos cosas a la
vez. Hay que terminar con esto de
excepcional importancia,
una manera decisiva, draconiana. Se-
como Dioses y hombres de
parar la cizaña de la paja y echar la
Huarochirí, por ejemplo. No cizaña al fuego. Hay que acabar con
es, pues, solo una obra “li- los ‘principales’, desaparecerlos. Esto
teraria”; abarca diversidad va a tener un efecto purificador, por-
de campos. Lamentable- que los mistis encarnan el mal, propa-
mente, muchos de los que lan el mal por todo el mundo.
se han ocupado de la obra Hay que purificar. La idea de la revo-
de Arguedas han descuida- lución es encarnada allí como purifi-
do o no han prestado el cación, como salvación. Las huellas
mismo interés a estas otras de un discurso cristiano son más que
facetas. evidentes. Cuando Arguedas fue niño
El tercer supuesto es que el maestro todavía no había desplaza-
se trata de una obra de una do al cura. Pero esto no pasa de ser
una hipótesis. Habría que indagar qué
terrible coherencia, donde
se enseñaba en los colegios.”
desde el principio se aspiró 6
MUÑOZ, Silverio. José María
a dar una imagen de la tota- Arguedas. El mito de la salva-
lidad del Perú2. ción por la cultura. Lima: Edito-
Javier Mariátegui, Julio Portocarrero, Alberto Flores Galindo y Víctor Carranza, 1988.
rial Horizonte, 1987.

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ferenciado, que la posibilidad sible al desafío de estos alum-
de cambio no existe, no se nos radicales que viven el
avizora por ningún lado. impacto de la revolución
En una segunda etapa cubana. Son también los
estas imágenes van a ser re- años del encuentro con la
emplazadas por otras que etnohistoria y los de la ela-
hablan más bien de la posi- boración de Los Zorros.
bilidad del encuentro entre Quisiera utilizar esta no-
dos culturas. Los mundos vela para subrayar algunos
separados de los mistis y de rasgos en torno a la relación
los indios podrían hallar al- entre intelectuales, sociedad
gunas posibilidades de re- e identidad. Un primer ras-
conciliación o de encuentro. go, siguiendo este desarrollo
A partir de 1941, con la un tanto esquemático, es que
publicación de Yawar Fiesta, en esa novela no existe un
sus artículos sobre folklore personaje central, como en
que se publican en Buenos el caso de Los ríos profundos.
Aires, su descubrimiento de Existen varios personajes,
la antropología, su interés como Cecilio Ramírez o
por los estudios antropoló- Esteban de la Cruz o Don
gicos, Arguedas pone el Diego, que hablan constan-
acento ya no en el conflicto temente en la novela. Ade-
social entre mistis e indios, más hablan de igual a igual
sino más bien en el conflicto con los dominadores: con
cultural. Así aparece, por los dueños de la fábrica de
ejemplo, en el caso de Yawar harina de pescado, con los
Fiesta. Esto lo lleva también empresarios o con los curas.
a plasmar aquella idea que E incluso los ponen en aprie-
sirve de título para el libro tos, en retirada, ante desafíos
de un autor chileno: la idea Alberto Flores Galindo, en Chosica con Manuel Burga y Cecilia Rivera, 1982. y preguntas que estos perso-
de la salvación por la cultu- najes no pueden resolver,
ra7. Se trata de que podría como ocurre en la conver-
haber una salida si se lograra En realidad, la separa- mienza a avizorarse con más tica ferozmente la política sación entre Cecilio Ramírez
recuperar la cultura andina. ción no es tan nítida, forma claridad en Los ríos profundos, cultural del Estado y conclu- y el cura Cardoso. Ya no hay
Ir tras los mitos andinos, al parte de dilemas y conflic- a través de las chicheras, y se ye más o menos que, respec- el silencio o el hablar a es-
igual que el muchacho que en tos interiores muy fuertes, hace evidente años después to de la cultura, no se puede condidas de los personajes
ese cuento, Orovilca, en las que incluso podrían resu- en la última parte de Todas esperar absolutamente nada de Agua.
dunas de Ica, se va tras la ima- mirse en las repetidas metá- las sangres, donde surge la del Estado en el Perú, cual- No trataré sobre la cues-
gen mítica de la sirena. Hay foras del puente y el río. Hay imagen de esta suerte de ríos quiera que sea la clase social tión del lenguaje –central en
ahí también una profunda ocasiones en que insiste en las subterráneos que hacen tem- o el partido político que esté esta novela–, del cual se han
ambivalencia porque, al ir imágenes del puente. Ar- blar el mundo y que lo van a en el poder. Termina así ocupado Alberto Escobar y
tras los mitos andinos, ese mu- guedas se presenta a sí mis- cambiar. Pero este río sub- echando al tacho lo que du- luego Aníbal Quijano, en una
chacho encuentra la muerte. mo como una suerte de terráneo tiene algunas cargas rante muchos años había reseña al texto de Escobar8.
Interesa referirse a este puente entre el mundo indio más bien de tipo apocalípti- sido su proyecto de trabajo Lo que me interesa subrayar
pasaje simplemente para su- y el mundo español, entre el co, incluso algún sabor a en la administración pública. es que son un conjunto de
brayar que comienza a esbo- mundo occidental y el mun- milenarismo, o una tenden- Termina dejando a un lado personajes, no hay uno que
zarse la idea de que la cultu- do andino. En otras ocasio- cia o corriente de ese estilo. la idea de que a través del sea central. Este conjunto de
ra de los dominados podría nes, Arguedas parece simpa- Viene después un tercer Estado podría rescatarse la personajes hablan. Hablan un
explicarse a los dominado- tizar más bien con la imagen momento, un momento fi- cultura andina o podrían tra- español muy particular, lle-
res; de que podría mostrár- del río, con esta imagen del nal que es importante subra- zarse o construirse puentes no de términos quechuas y
seles la riqueza de ese mun- Yawar Mayu y del río que yar: la ruptura de Arguedas entre el lado occidental y el con una construcción muy
do. De esa manera tal vez irrumpe y arrasa con todo. con los medios intelectuales, lado andino del Perú. peculiar. Hablan su propio
pudieran suprimirse las mu- Es decir, o la posibilidad de en particular con los grupos Son los años de radica- español, pero lo hablan en
rallas que separan a unos de conciliación, de encuentro de que ahora calificaríamos de lización –en 1965-68– de voz alta, sin temor, sin tarta-
otros. Es también en esos mundos, o la posibilidad de derecha, a los cuales había ciertos sectores juveniles en mudear. Hablan de igual a
años que Arguedas viaja a la ruptura, de la quiebra, del estado muy vinculado. Y la sociedad peruana. Algu- igual, por ejemplo, con un
México y queda impresiona- cambio radical de estos mun- además con los medios ofi- nos de estos jóvenes serán hombre de otra cultura apa-
do por el Estado mexicano dos. La posibilidad del en- ciales, lo que se expresa en sus alumnos en la Universi- rentemente superior como
y por la conexión entre Es- cuentro aparece más clara; su renuncia al Museo Nacio- dad Agraria, donde encuen- sería Cardoso. El diálogo
tado y cultura. Vislumbra una mientras la posibilidad de la nal de Historia en 1966 y tra un cierto refugio al renun- con Cardoso no es el de al-
posibilidad que luego forma ruptura no se vislumbra con después en su jubilación. Es- ciar a la administración pú- guien que habla de abajo para
parte de su trayectoria vital: la suficiente claridad. Co- cribe un artículo donde cri- blica. Es particularmente sen- arriba, sino el de alguien que
la de utilizar los aparatos del está hablando al mismo ni-
estado para promover una vel.
política cultural que permita
cambiar las cosas, rescatar la “A partir de 1941, con la publicación de Yawar Fiesta, sus artí- 7
Ibíd.
cultura andina y a su vez eli- culos sobre folklore que se publican en Buenos Aires, su descubri- 8
ESCOBAR, Alberto. Arguedas
minar el abismal conflicto
entre la cultura andina y la miento de la antropología, su interés por los estudios antropológicos, y la utopía de la lengua. Lima:
Instituto de Estudios Peruanos,
cultura occidental. Sin em- Arguedas pone el acento ya no en el conflicto social entre mistis e 1984; QUÍJANO, Aníbal: “Argue-
bargo, con esto no superaba
ni dejaba de lado las preocu-
indios, sino más bien en el conflicto cultural.” das: la sonora banda de la sociedad”,
en Hueso Húmero N° 19, oct.-
paciones anteriores. dic., 1984, pp. 157-162.

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¿Por qué hablan de igual corporados a este mundo de suerte de río subterráneo que na. Los hispanistas ponían el personajes tiene su propia
a igual? ¿cómo consiguieron seres humanos concretos a los vayan a liberar. Si ellos se centro en la tradición occi- definición, su propia identi-
hacerlo? Lo hacen porque través de un personaje como van a liberar es porque sa- dental. Por ejemplo, la idea dad, su propia experiencia.
antes de hablar han camina- Don Diego. El mito termi- ben caminar. de la hispanidad era transpa- El nuevo mundo en Chim-
do; son caminantes, perso- na encontrándose con la his- Otro rasgo de esta obra rente en Riva Agüero en bote no los ha disuelto, no
nas que vinieron de otros si- toria, pero para disolverse en es la discusión sobre el so- 1939. Y la idea de que exis- los ha uniformizado, no los
tios del Perú. Desembocaron la historia. Ya no son perso- cialismo y sobre cómo este tiera una tradición occiden- ha volcado a todos en el
en Chimbote, pero previa- nas que estén dominadas por debe implicar en el Perú un tal que fuera el centro del mismo patrón. A pesar de
mente habían recorrido una el mito: son personas que encuentro entre lo tradicio- Perú era evidente no solo en toda la miseria del capitalis-
serie de pueblos y lugares del controlan ese mundo mítico. nal y lo moderno. Esto es lo Riva Agüero, sino también mo, de la industrialización, de
Perú. Lo que los define –hay Habría que relacionar esto más claro y explícito y no ir‚ en otros personajes como la fábrica de harina de pes-
dos o tres frases claves refe- con el poema de Arguedas más allá de esta mención, Fernando Belaúnde. En la cado, de la siderúrgica, estos
ridas a esta idea de caminar– a Vietnam, cuando él dice aunque no podría pasarse vertiente opuesta, los hombres no han sido uni-
es lo que puede significar que el hombre es Dios y Dios por alto el entusiasmo que indigenistas ponían este cen- formizados, no han sido
caminar como medio de es el hombre. No se trata trasunta por la experiencia tro en lo que para ellos era la convertidos en productos de
construir una identidad. Es- exactamente de un ateísmo, cubana. columna vertebral del Perú: una serie Han logrado con-
tos hombres son migrantes pero es dejar de lado cual- Más bien quisiera subra- la tradición indígena o la tra- servar su identidad. Lo que
que dejaron atrás su pueblo quier posibilidad de un dis- yar la ruptura que Los zorros dición andina. Esta manera se sugiere, justamente, es la
de origen. Pero en ellos no curso de tipo mesiánico. Es- implican con ciertos para- central, o dual en todo caso vigencia de esta pluralidad, de
se ha producido una ruptu- tos hombres no confían ya digmas clásicos de razona- de pensar el Perú –indios y esta diversidad.
ra total o radical; han con- en que va a venir un mesías miento de la sociedad perua- españoles, indios y occiden- Habría que despejar si
servado algunos rasgos an- que los va a salvar. Cecilio na. Es evidente que en tales– ya no existe en Los esta interpretación no es una
teriores, uno de los cuales es Ramírez no cree que las co- Arguedas hay una ruptura Zorros, ya no existe en el invención de lectores con-
la solidaridad. Son migrantes sas vayan a cambiar porque con el hispanismo, pero en Arguedas de entonces. Es temporáneos. Aquí he reco-
que han sufrido una ruptura, venga un gran hombre, un esta obra también hay una reemplazada –y esto ya ha gido cosas que se me han
pero que también han con- personaje excepcional, que lo ruptura con la manera de sido subrayado por varios ocurrido o que se le han ocu-
servado elementos de su salve. No son hombres que razonar que tenían los analistas de la obra de rrido a otros. Pero habría
propio mundo y que cami- confíen ya más en ideas indigenistas. Arguedas– por una imagen que preguntarse si esta lectu-
nando, recorriendo pueblos, milenaristas: no va a haber Tanto hispanistas como plural: no se trata de una na- ra tiene base o, por el con-
y llegando a Chimbote, han una gran idea que esté por indigenistas buscaban un cen- ción sino de varias naciones. trario, es absolutamente
ido construyendo una iden- encima de su historia, una tro para la sociedad perua- Cada uno de los diversos anacrónica.
tidad. Esta identidad es por En el supuesto de que
una parte individual –tienen no sea una lectura anacrónica
nombres propios, su propia y disparatada, lo que intere-
manera de expresarse, sus sa preguntarse es en qué
propios problemas– pero medida esta trayectoria inte-
también tiene una dimensión lectual fue colectiva o indivi-
colectiva. Son los habitantes dual. En muchos aspectos
de Chimbote. Estos hom- fue, al parecer, más una tra-
bres solo confían en ellos yectoria individual y solitaria
mismos y ya no creen en los que una trayectoria compar-
curas, por ejemplo. tida con muchos personajes
Hay una lectura de esta de su generación. Es más, el
novela que me parece erró- entronque de Arguedas con
nea, a la que la teología de la ciertos creadores del mundo
liberación invita a través de popular habría sido más im-
Gustavo Gutiérrez y Javier portante que el que tuvo con
Trigo9. Creo que en la nove- algunos intelectuales como
la Arguedas es profunda- Francisco Miró Quesada.
mente crítico de la teología Pero eso llevaría a otro pro-
de la liberación. Quizás no blema: por ejemplo los
Arguedas, pero un persona- danzantes de tijeras, el mun-
je como Cecilio Ramírez no do de los coliseos o el de los
tiene mucha confianza en los clubes de migrantes. En todo
curas que encarnan la teolo- caso, en términos del mun-
gía de la liberación, como do estrictamente intelectual
Cardoso. Estos personajes parece ser más una aventura
no confían en lo que los cu- solitaria que una aventura
ras puedan decir, ni aun en colectiva.
En Roma con sus hijos Miguel y Carlos, 1987.

los curas más radicales; con- De ser así, la pregunta si-


fían en sí mismos, en que guiente sería ¿cómo surgie-
ellos pueden caminar y en ron estas ideas en Arguedas?
que saben pisar bien, en que ¿por qué se le ocurrieron es-
saben pisar fuerte la tierra tas cosas que ahora nos pue-
sobre la que se levantan. De den parecer tan contempo-
igual manera tampoco son ráneas? ¿por qué en 1968-69
personajes que estén domi-
nados por el mundo mítico
prehispánico, porque los dos 8
GUTIÉRREZ, Gustavo. “Entre
zorros que están en el origen las calandrias”, en Páginas N°100,
del relato, y que primero apa- Lima, diciembre de 1989; TRIGO,
recen como personajes Pedro. Arguedas: mito, historia y
míticos, terminan siendo in- religión. Lima: CEP, 1982.

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se le ocurrieron estas cosas? nismos de imposición y de
Esto significaría preguntarse expansión del mundo occi-
por la relación o la ruptura dental son los mecanismos
entre Arguedas y su tiempo. ERIC HOBSBAWM también de expansión del
En otras palabras, por el hu- capitalismo. Con la diferen-
mus histórico en el que apa- cia de que en el siglo XX, la
recen estas ideas: ¿cuál es la
temperatura, el ambiente en
L os indios de América Latina desde la conquista española han
tenido un profundo sentido de la diferencia étnica entre los blan-
cos y los mestizos, especialmente porque esta diferencia era reforza-
cultura andina y en general
todas las culturas tradiciona-
el que fueron formuladas? da e institucionalizada por el sistema colonial español, consistente en les del Perú, las culturas no
Hay por lo menos cua- dividir la población en castas raciales. Sin embargo, no sé de ningún occidentales, parecen estar
tro cosas a subrayar. La pri- caso, hasta ahora, en que esto haya dado origen a un movimiento condenadas irremediable-
mera y la más evidente tiene nacionalista. Raramente ha inspirado siquiera sentimientos panindios mente a desaparecer, como
que ver con los desafíos po- entre los indios, en contraposición a los intelectuales indígenas. está ocurriendo paralela-
líticos en los que estas ideas La principal excepción, que confirma el análisis presente del ca- mente en otros lugares de
aparecen. La cuestión más pítulo, es el recuerdo del imperio inca en el Perú, que ha inspirado América Latina o en otros
importante sería la de la re- tantos mitos como movimientos (localizados) que pretenden su res- continentes. El desafío de la
volución cubana y lo que ella tauración. Véase la antología Ideología mesiánica del mundo andino, de modernización que acarrea el
significa para los jóvenes es- Juan M. Ossio, Lima, 1973, y Alberto Flores Galindo, Buscando un capitalismo es bastante ma-
tudiantes universitarios de inca: identidad y utopía de los Andes, La Habana 1986. Sin embargo, yor que el desafío que Occi-
esa época. Desde luego, hu- parece claro, a juzgar por el excelente tratamiento que hace Flores de dente acarreó bajo la forma
mus histórico a veces se con- los movimientos indios y sus partidarios, (a) que los movimientos de la sociedad española, o
funde con humus personal, bajo la forma de las relacio-
indios contra los mistis eran esencialmente sociales, (b) que no tenían
historia se mezcla con bio- nes serviles o feudales que los
implicaciones «nacionales», aunque solo fuera porque hasta después
grafía. Así, en segundo lugar, españoles quisieron traer a
de la segunda guerra mundial los propios indios de los Andes no
habría que tener en cuenta estos territorios.
sabían que estaban viviendo en el Perú, y (c) que los intelectuales
todas las profundas tensio- El hecho de ser un hom-
indigenistas del período no sabían virtualmente de los indios.
nes y cambios de los últimos bre ubicado en las fronteras
años de la vida de Arguedas: culturales hizo que Arguedas
Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona: Editorial Crítica, 1991.
su divorcio, la nueva aventura fuera particularmente sensi-
sentimental, lo que esto va a ble a este conflicto. Y el he-
significar en la sociedad perua- cho de percibirlo fue lo que
na de entonces. Casarse con le permitió fructificar este
una mujer menor que él, que humus histórico en el que se
como agravante era chilena y gido en el arenal, de la nada pondrían el humus histórico plo. Es un hombre que está encontraba, como produc-
bastante independiente, era un y en muy poco tiempo. Es en el que aparecen las re- entre dos mundos: el mun- to de los cambios que la so-
desafío difícil de sobrellevar. la ciudad de la migración flexiones de Arguedas: la do indio y el de los mistis, el ciedad peruana estaba expe-
Pero más allá de estas por excelencia, donde uno migración y la aparición de andino y el occidental, el Perú rimentando: los fenómenos
contingencias personales hay puede encontrar también este la barriada, y el descubri- y Europa. Esa ubicación de la migración y la aparición
otros dos hechos que me nuevo universo que es el de miento de este medio. Aho- puede tener, como en el caso de este hecho nuevo que es
parece importante subrayar. la barriada. ra, ¿qué hace que este humus de Arguedas, graves costos la barriada.
El primero es la migración, Aquí, quizá habría que histórico pueda ser fructífe- sicológicos y personales, Tanto desde una pers-
el cambio profundo que va recordar que esta discusión ro? Estas cosas pueden exis- pero también el estar ubica- pectiva histórica de larga du-
a implicar en la sociedad pe- acerca de la modernidad es tir, pero uno no se da cuen- do en una zona fronteriza, ración como de su mediata
ruana el crecimiento de su una discusión muy referida ta, no las ve, de hecho –si es entre dos lenguas, entre dos biografía, podría ser útil ra-
población, que recién co- al universo urbano. En cierto lo que estoy pensan- culturas, otorga una visibili- zonar el conflicto cultural en
mienza a alcanzar los niveles Baudelaire, por ejemplo, la do– muchos no vieron estas dad mayor que la de las per- el Perú utilizando la noción
que había tenido en los tiem- relación entre modernidad y cosas. Entonces, ¿por qué sí sonas que están ubicadas a de Gramsci de encrucijadas
pos prehispánicos. En un ciudad es muy evidente. Aquí hubo alguien que las vio y las uno u otro lado. Esta visibi- históricas, de los momentos
cálculo conservador, el Perú aparece un nuevo tipo de percibió? ¿Por qué eso fue un lidad mayor se vio alentada y los lugares donde se en-
en los tiempos prehispánicos ciudad, donde la gran ma- motivo para organizar una o sostenida en el hecho de cuentran y confrontan diver-
habría tenido entre seis y yoría de sus habitantes vive reflexión sobre estos temas? que este hombre de fronte- sas tradiciones, y la creativi-
ocho millones de habitantes. en barriadas. Y si se revisan En otras palabras, se trata de ra se encuentra en esa situa- dad y posibilidad de amplia-
Solo después de los años las páginas de El zorro de arri- preguntarse por la visibilidad. ción en un momento en el ción de horizontes que las
cuarenta se acerca a esta me- ba y el zorro de abajo, son fre- Tiene que ver directamente que la sociedad peruana co- encrucijadas históricas abren.
dida. Pero quizá más impor- cuentes las descripciones de con el hecho de que mienza a estar atravesada por Arguedas fue una persona
tante que el aspecto cuanti- la vida en las calles, del abi- Arguedas era un intelectual, un conflicto mayor: el con- que se encontró en una de
tativo es el aspecto cualitati- garramiento en ellas recor- pero además un intelectual flicto entre el mundo occi- esas encrucijadas históricas,
vo mismo, el cambio, el tras- dándonos ciertas imágenes mestizo. Y como tal, un hom- dental y el mundo andino, los que la vivió con una intensi-
lado de esa población de los de Dostoievsky en relación bre ubicado en la frontera desafíos de la modernización dad personal excepcional,
Andes hacia la costa. Este a San Peterburgo por ejem- entre el mundo indio y el y la modernidad. Y en me- hasta que estos conflictos
hecho, que afectará a gran plo. La vida en las calles, el mundo de los mistis, entre dio de ese conflicto Argue- contribuyeron a su suicidio.
parte de los peruanos es un abigarramiento, la miseria, el mundo andino y el mun- das elabora El zorro de arriba Pero el costo personal dio
enlace importante, y forma por un lado; pero sobre do occidental, entre el Perú y el zorro de abajo. El conflicto como resultado una obra
parte del humus histórico en todo el hecho de cómo la y Europa. Arguedas es un en el siglo XX es similar al que excepcional que abrió la po-
el que se producen las re- miseria, la pobreza y la in- hombre que ha estado en las sociedades andinas so- sibilidad de pensar de otra
flexiones de Arguedas. mundicia de una ciudad Europa, que ha leído litera- portaron desde fines del si- manera la sociedad perua-
La migración produce como Chimbote no logran tura europea; viaja a Estados glo XVI hasta inicios del siglo na, mientras, en otros terre-
un nuevo tipo de ciudad: la destruir a estos personajes. Unidos por esa época, y has- XVII: el choque con Occiden- nos, las ciencias sociales per-
barriada. Y la barriada por Así, dejando de lado ta hace referencias en algún te. Con la única diferencia – manecían en otros esque-
excelencia es Chimbote, que cuestiones personales o de- texto bastante anterior, a un sustancial e importante– que mas.
es casi solo una barriada: el safíos políticos como el de autor no necesariamente tan en el siglo XX el mundo oc-
casco urbano es pequeñísi- la revolución cubana, hay dos difundido en el Perú como cidental está confundido con (Conferencia en Jauja. Agosto
mo, es una ciudad que ha sur- elementos centrales que com- Edmund Husserl, por ejem- el capitalismo. Y los meca- 1988)

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U no de los aspectos más
novedosos de Aristo-
cracia y plebe fue el esfuerzo
ARISTOCRACIA estos sectores marginales un
rol protagónico en la histo-
ria de su sociedad. ¿Cómo
del autor por iluminar los as-
pectos cotidianos de la es-
tructura de clases en la Lima
Y PLEBE caracterizaba Flores Galindo
a la plebe colonial? Algunos
términos aparecen con fre-
colonial. Con pocas excep- cuencia en su relato: hetero-
ciones, la historia social pe- geneidad, fragmentación,
ruana seguía atada al viejo Carlos Aguirre inestabilidad, violencia coti-
esquema marxista/ redu- diana. “Los plebeyos, nos
ccionista según el cual las dice, se definían porque, en
formas de conducta de las Uno de los trabajos mejor logrados y más leídos de una sociedad que pretendía
colectividades humanas de- acatar una rigurosa estratifi-
rivan de su posición estruc- Alberto Flores Galindo fue sin duda Aristocracia y plebe,1 un cación social, sus miembros
tural de clase: campesinos y libro que replanteó la discusión sobre la independencia del Perú sobre la carecían de ocupaciones y
obreros, por ejemplo, eran base de una exploración de la estructura de clases de la sociedad colonial. oficios permanentes”. La
estudiados como trabajado- Su punto de partida fue la observación de que Lima, a diferencia del sur plebe poseía una naturaleza
res y huelguistas, pero casi esencialmente “volátil”. Aun-
nunca como padres de fa- andino, no produjo un movimiento social popular y anticolonial de envergadura. que Flores Galindo se resis-
milia, vecinos, amigos o En busca de una explicación a dicha ausencia, Flores Galindo se impuso la te a denominarles “margina-
jaraneros. Desde sus prime- tarea de desmontar las estructuras de dominación de la sociedad colonial y les”, los veía como grupos
ros trabajos –recordemos que vivían “al margen de la
trató de entender las dinámicas sociales detrás de la aparente pasividad
por ejemplo su libro Los mi- cultura.” Para ellos, añadió,
neros de la Cerro de Pasco 2– política de los grupos subalternos. “no hubo ilustración”: no
Flores Galindo introdujo en conocían a Jean-Jacques
el Perú una problemática Rousseau, ni habían oído ha-
que resultaba tributaria de los to a la compleja realidad so- que ofreció una perspectiva hart, Francis Bowser, Emi- blar del Mercurio Peruano. Por
trabajos del historiador in- cial de Lima a través del aná- más novedosa, creativa y fe- lio Harth-Terré, y otros), otro lado, se trataba de un
glés Edward Palmer Thom- lisis de los dos grupos que él cunda que su análisis de la pero ninguno había intenta- conglomerado social, labo-
pson, pero que también se identificaba como centrales aristocracia. Pocos estudios do reconstruir un perfil co- ral y étnicamente heterogé-
nutría de otras fuentes teó- en la estructura de clases de habían analizado, antes de lectivo de ese grupo hetero- neo. Estas clases populares
ricas como Antonio Gramsci ese tiempo: la aristocracia co- este libro, a la plebe colonial. géneo que los contemporá- urbanas, dice el autor, fue-
y Raymond Williams: ¿cómo lonial y la plebe urbana. Existían algunos pocos tra- neos llamaban, despectiva- ron “prolíficas en biografías,
combinar en el análisis –y en Por razones de espacio bajos sobre esclavos y arte- mente, “la plebe”. Uno de pero imposibilitadas de
la propia definición de la ca- quiero concentrarme en su sanos urbanos (recordemos los méritos iniciales del libro resumirse en una sola.” En
tegoría de “clase”– las con- análisis de la plebe colonial, los aportes de James Lock- fue precisamente otorgar a algún momento incluso pa-
diciones estructurales de la rece lamentar la falta de un
sociedad y las formas sub- símbolo popular-nacional
jetivas en que dichas condi- equivalente al roto, al gaucho,
ciones son experimentadas? o al llanero que represente a
Una clase social, decía Flo- las clases populares limeñas.
res Galindo –y pueden Heterogeneidad y frag-
advertirse aquí los ecos de mentación serían entonces
las posturas thompsonia- los signos distintivos de la
nas–: plebe, pero también lo era
es una realidad en movimien- el uso coditiano de la violen-
to, que no puede estudiarse cia, incluyendo la violencia
en abstracto o a priori, y que, interétnica. Los plebeyos
en función de las circunstan- agotaban sus energías en una
cias que vive, soporta o gene- serie de enfrentamientos que
ra, pasa por diversos estadios: reproducían, en lugar de
períodos de formación, de cuestionar, los modos que la
hegemonía sobre una socie- aristocracia y el estado colo-
dad, de disgregación y ocaso. niales usaban para ejercer la
En cualquiera de estos mo- dominación. Esta sucesión
mentos, resultan indesliga- interminable de enfrenta-
bles las relaciones económi- mientos hizo virtualmente
cas de la cultura y la mentali- imposible la emergencia de
dad que cohesionan a los un proyecto cohesionador
hombres.
Implícita en su perspec-
tiva teórica estaba también
una idea que Thompson 1
FLORES GALINDO, Alberto.
mismo se encargaría de en- Aristocracia y plebe: Lima 1760-
fatizar: clase es básicamente 1830 (Estructura de clases y so-
una categoría relacional, que ciedad colonial). Lima: Mosca
se desarrolla necesariamen- Azul, 1984.
te en relación a (y general-
2
FLORES GALINDO, Alberto.
mente en conflicto con) otros Los mineros de la Cerro de Pasco
grupos sociales. Aristocracia y AFG, Sabandía, Arequipa, 1976. 1900-1930: un intento de carac-
terización socialy política. Lima:
plebe buscaba un acercamien-
PUCP, 1974.

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que les permitiera desafiar el Así, la plebe terminó impri-
poder de la aristocracia co- miendo su sello al conjunto
lonial. MÁS ALLÁ DE LA CIUDAD LETRADA / de la sociedad.
Los enfrentamientos, dice el Quizás valga la pena no-
autor, recorren toda la vida co- SILVIA SPITTA tar cómo la visión de Flores
tidiana, desde el mercado de
trabajo hasta las diversiones.
Pero no puede surgir –salvo
E n La ciudad sumergida, Flores Galindo nos devela un mundo caótico,
peligroso, dominado por bandas urbanas, una ciudad donde rige el miedo
Galindo sobre la plebe del
siglo XVIII ofrecía ciertas
semejanzas con las imágenes
en 1821 y de manera muy efí- en general y el miedo al otro en particular. Leer este texto, truncado por la que muchos tenían sobre la
mera– un movimiento social muerte temprana del autor, nos lleva a reconocer nuestras ciudades de hoy Lima de comienzos de los
que articule esos intereses y a darnos cuenta de que poco a poco han cambiado; en fin, a darnos años 80, cuando el libro es-
múltiples, no porque exista cuenta de que la crítica que Salazar Bondy hizo de la “arcadia colonial” es taba siendo escrito. Si recor-
una subordinación a la aristo- más acertada que nunca. Como concluye Flores Galindo, la violencia era damos que en el Perú de esos
cracia, sino porque los conflic- generalizada en la colonia. No hay mejor símbolo de esto que el hecho de años –marcados por la vio-
tos en el interior de esas ‘clases que el pan de cada día era producido en las panaderías por numerosos lencia senderista y la repre-
populares’ son demasiado in- prisioneros encadenados al trabajo. La violencia no entra en el pan de cada sión estatal– se utilizaban ca-
tensos: los esclavos divididos día sino que se llega a infiltrar a la vida familiar, “otro terreno de confron- tegorías como “anomia”
entre bozales y criollos, enfren- tación” donde numerosos divorcios son solicitados en las cortes. (137) para describir un proceso de
tados ambos sectores a los in- (…) De esta manera vemos que el proceso de lo que algunos están «desintegración» de la socie-
dios, y todos disputando con llamando, con cierta nostalgia, la “pérdida” del letrado de la ciudad, o la dad y el estado peruanos, se
la plebe la escasa oferta de tra- “toma” de la ciudad por los emigrantes, es más una dinámica que data resaltaba el aumento de la
bajo. desde la colonia. Pues mientras los unos se afanan en aferrarse a la letra delincuencia y la margina-
En este contexto, sostie- como modelo ordenador, los otros, desde siempre, han contestado ese lidad, se repetían sucesos vio-
ne Flores Galindo, la violen- poder no solo a través de la letra misma sino también desplegando una lentos como los motines
cia desde abajo se disuelve multitud de estrategias diferentes. carcelarios, y el movimiento
en estos innumerables en- sindical organizado y los par-
frentamientos cotidianos en “Prefacio”, en: SPITTA, Silvia y Boris MUÑOZ. Más allá de la ciudad letra- tidos políticos empezaban a
lugar de usarse para atacar a da. Crónicas y espacios urbanos. Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura mostrar los síntomas de una
los enemigos de clase: ape- Iberoamericana, 2003. aguda crisis de representa-
nas queda espacio para so- ción, no debería sorprender-
luciones individuales como nos encontrar ecos de esa
el bandolerismo, el suicidio, realidad en la manera como
o la delincuencia. les dentro de la constitución de la dominación colonial. alguna manera, el carácter Flores Galindo retrataba la
Los rasgos de inestabili- de una clase. La falta de di- Pero curiosamente, a pesar fragmentado e inestable que sociedad limeña de fines de
dad y fragmentación, que cho proyecto, más aún, im- de eso, la plebe sobrevivió, se le atribuye a la plebe ter- la colonia.
Flores Galindo atribuye a la pidió que la plebe ejerciera a diferencia de la aristocra- minó siendo también el sig- La interpretación del au-
plebe, condicionaron las re- una influencia decisiva en el cia, que fue virtualmente des- no más notorio del país en tor sobre las clases popula-
laciones entre ella y los gru- proceso que condujo al fin truida en ese proceso. Y, de la etapa posindependentista. res urbanas coloniales tuvo
pos dominantes. Según su in- el mérito de ensamblar los
terpretación, la imagen de aspectos económicos, cultu-
una plebe inorgánica y frag- rales, sociales, étnicos, y de-
mentada ayuda a explicar mográficos de su experien-
por qué el ejercicio de la do- cia vital. En otras palabras,
minación a través del “con- evitó cualquier aproximación
senso” fue imposible y más reduccionista o unilateral. Su
bien se recurría, de manera explicación, es cierto, enfatiza
central, a la violencia, no ne- las “ausencias” –de proyec-
cesariamente la violencia del tos colectivos, de mecanis-
estado, sino aquella ejercida mos de integración, etc.–
de manera privada por los pero esto es de alguna ma-
poderosos. Las imágenes de nera congruente con la for-
violencia horizontal y verti- ma “negativa” de su pregun-
cal atraviesan el libro de una ta inicial (“¿Por qué no hubo
manera central. Parecería que una revuelta social en la Lima
en la Lima de postrimerías de fines del XVIII?”). Pero,
de la colonia la violencia a aunque seguimos básicamen-
todo nivel hubiera encontra- te persuadidos por su retra-
do su reino. Los subtítulos to de la plebe como una en-
de algunos capítulos del li- tidad colectiva multifacética,
bro así lo ilustran: “Violen- inestable, heterogénea, frag-
cia de todos los días”, “La mentada, y, generalmente, re-
ciudad como cárcel”, “Vivir sistente a los intentos desde
separados”, “Sevicia”. arriba (los cuales el autor
Una consecuencia de es- debió precisar mejor) por
tos rasgos definitorios de la controlarla y domesticarla,
plebe es que, a fin de cuen- también creemos que es po-
tas, no llegó a constituir una sible encontrar puntos débi-
clase social, careció de un les o que necesitan refinarse
proyecto colectivo y de una en su argumentación, algu-
Alberto Flores Galindo con su esposa en Ccatca, Cusco, 1976.
alternativa social, que son asu- nos de las cuales, de hecho,
midos como rasgos centra- fueron advertidos en las dis-

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cusiones posteriores a la pu- del XVIII, han cuestionado signadas por la violencia, un sobre el cual ha llamado la conformación como clase y
blicación del libro. Mencio- la imagen casi exclusiva de tema que el historiador Au- atención el historiador la no emergencia de un mo-
nemos rápidamente algunos tensión y violencia que ofre- gusto Ruiz Zevallos ha Michael Scardaville para el vimiento social organizado,
de ellos. Por un lado, Flores cía Flores Galindo de las re- enfatizado en su provocador caso de Mexico: la impor- les atribuye una falta de
Galindo no analizó a los gru- laciones sociales al interior de ensayo Buscando un centro3. tancia del sistema judicial “conciencia social”. “La
pos “intermedios” de la la plebe. Un breve paralelo con el como árbitro del conflicto fragmentación ocupacional –
Lima colonial que no perte- En parte, esto tiene que caso de Mexico podría ayu- social. Es significativo que nos dice– bloquea la emer-
necían ni a la aristocracia ni a ver con las fuentes que Flo- dar a ilustrar este punto en Flores Galindo concentrara gencia de una conciencia de
la plebe, a pesar de que era res Galindo privilegió (juicios relación al tema de Aristocra- su atención en los aspectos grupo a pesar de la miseria y
ciertamente conciente de su criminales y eclesiásticos) cia y plebe. En su importante más represivos del aparato la explotación”. Estudios
existencia. Por ejemplo, cuan- pero también con su propia artículo “Islas en medio de judicial –cárceles, castigos, posteriores revelan que cier-
do discute el suicidio del es- opción teórica: el conflicto la tormenta”, el historiador ejecuciones públicas– pero tas formas de cultura políti-
clavo aguador Antonio, afir- (latente o abierto) como norteamericano Eric Van ignorara casi por completo ca urbana pudieron desarro-
ma que este poseía una con- esencia de las relaciones hu- Young se planteó una cues- la función de la ley como llarse, que los grupos plebe-
ciencia social “opaca” que lo manas en sociedades funda- tión muy parecida a la de moderadora del conflicto yos no eran totalmente igno-
llevó a tomar una salida des- das en la explotación y la in- Flores Galindo: ¿porqué no social. Una explicación de las rantes de lo que pasaba a su
esperada e individual. Dicha justicia. Flores Galindo hizo hubo en la ciudad de Mé- razones por las cuales los alrededor, y que ciertas for-
opacidad resultaba del hecho del conflicto y las formas de xico una revuelta social de grupos populares no se plan- mas de crítica social pueden
de que, entre el amo y el es- violencia social y política un envergadura como las que tearon la alternativa “revolu- ser identificadas en algunas
clavo, había “toda una red de eje común a toda su obra hubo en las zonas rurales de cionaria” debería incorporar de sus manifestaciones cul-
intermediarios [que] se inter- histórica y ensayística –así, Nueva España? Van Young en el análisis las relaciones turales. Que un esclavo lime-
ponía para que estos perso- estudió las rebeliones, los pasa revista a una serie de entre las clases populares y ño no planteara la desapari-
najes contrapuestos y anta- conflictos laborales, las gue- factores: la creciente presen- la justicia estatal. Un estudio ción de la esclavitud, por
gónicos no alcanzaran a rrillas, la represión y la gue- cia de migrantes en la ciudad, del rol de la ley y el litigio den- ejemplo, no revela necesaria-
visualizarse con nitidez”. Más rra sucia, los movimientos la inestabilidad ocupacional, tro de las negociaciones entre mente una “conciencia opa-
aun, en esa red, conforma- revolucionarios. Y aunque la fragmentación étnica y cul- los grupos poderosos y los ca”. Una relectura de algu-
da por “profesionales, arte- esto no implica necesaria- tural, y otros. También pres- sectores subalternos nos ayu- nas de sus fuentes a la luz de
sanos, pequeños comercian- mente un error de perspec- ta atención a otros ingredien- daría a entender mejor las di- ciertos desarrollos recientes
tes, dueños de pulperías y tiva (después de todo, el con- tes, en particular, a ciertas námicas de hegemonía cultu- en la historia política y cultu-
chinganas, arrieros, panade- flicto es inherente a la natu- formas de paternalismo y ral y política en este período. ral podría arrojar nuevas lu-
ros, burócratas, la aristocra- raleza de las sociedades hu- clientelismo que acercaban a Finalmente, queremos ces sobre las formas de con-
cia encontraba una barrera y manas), sí creemos que sus los grupos populares y las llamar la atención sobre lo ciencia política de los grupos
una protección frente al en- explicaciones deben ser con- élites. Pero incluso esta que podríamos llamar el “pe- plebeyos de la Lima del
crespado universo social ur- frontadas con estudios que aproximación de Van Young simismo” de Flores Galindo XVIII. Algunas pistas se
bano”. Si revisamos el argu- tomen en cuenta otras for- deja de lado otro elemento respecto a las clases popula- pueden hallar en los traba-
mento de Flores Galindo mas de interacción social que central, que también está au- res limeñas de fines de la jos de Juan Carlos Esten-
sobre la ausencia de un pro- no necesariamente estaban sente en Aristocracia y plebe, y colonia. Al explicar su no ssoro sobre la plebe ilustra-
yecto popular colectivo, y da, de Charles Walker so-
reparamos en que parte de bre el impacto del terremo-
esa ausencia se debe a esta to de 1746 sobre las clases
“conciencia opaca” que, a su sociales de Lima, y de
vez, es producto de estas re- Mónica Ricketts sobre el
des de intermediación, po- teatro a comienzos del
demos concluir que un exa- XIX.
men de estos grupos y redes Como todo gran libro,
echaría muchas luces sobre Aristocracia y plebe renovó el
los procesos de formación debate sobre importantes
y conflicto de clase en las problemas históricos y
postrimerías de la colonia. dejó abiertas varias interro-
Por tanto, un esquema binario gantes para futuras investi-
como el que este libro ofre- gaciones. Poco más de vein-
ció tendría hoy que ser so- te años después de su pu-
metido a importantes revi- blicación, releerlo nos per-
siones. mite disfrutar de nuevo de
Por otro lado, el autor la magnífica prosa de Flo-
prestó muy poca atención a res Galindo y de su mirada
las manifestaciones sociales aguda y crítica sobre el pa-
que podríamos llamar sado, que él siempre enten-
“integradoras”: familia, ma- dió como indesligable del
trimonio, compadrazgo, re- compromiso intelectual y
des de solidaridad étnica o político con los problemas
regional, religión, y otras. His- del presente.
toriadores como Paul Goo-
tenberg, Steve Stern, y
Christine Hünefeldt llamaron
la atención sobre esto en el
debate en la Revista Andina en 3
RUIZ ZEVALLOS, Augusto.
1984, y estudios posteriores Buscando un centro: la crisis de
como el de Jesús Cosamalón la modernidad y el discurso his-
Alberto Flores Galindo, durante la sustentación de su tesis: Los mineros de la tórico del Perú. Lima: Universidad
sobre los matrimonios Cerro de Pasco, con Heraclio Bonilla, Raúl Zamalloa y Franklin Pease. Federico Villarreal: Editorial Uni-
interétnicos en Lima a fines
versitaria, 1998.

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H UTOPÍA Y
asta ayer, el pensamien- de la praxis proliferan la per-
to utópico, ateniéndo- plejidad, que se traduce en no
se al procedimiento teleoló- saber a qué atenerse; el utili-
gico, consistía esencialmente tarismo, que nos invita a la
en proyectar hacia el futuro
las promesas anunciadas,
pero no cumplidas, de los
ACTUALIDAD reconciliación con el orden
existente; los fanatismos y
fundamentalismos, que pre-
discursos de la modernidad. dican la vuelta a principios
Se hablaba, así, del “reino de rígidos e indiscutibles; y los
la libertad” (perspectiva so- José Ignacio López Soria relativismos, que piensan que
cialista) o del “paraíso del todo está igualmente cerca
bienestar” (perspectiva ca- de Dios o debidamente fun-
pitalista) para dar forma con- En los tiempos que corren, sembrados de utilitarismo dado. A mi entender, de es-
ceptual, simbólica, política y y de reconciliación con la realidad, de debilitamiento de los tas actitudes, la única históri-
existencial a las aspiraciones co-filosóficamente rica en
utópicas. El pensamiento discursos de emancipación y de perplejidad ideológica, de insatisfacción posibilidades es la perpleji-
utópico tenía, de alguna ma- por las promesas no cumplidas del proyecto moderno y de toma dad porque entiende las tra-
nera, el camino allanado. Le de la palabra por las diversidades, es casi una diciones (epistemológicas,
bastaba con atenerse a las axiológicas, simbólicas, po-
osadía salir por los fueros de la utopía.
vigencias fundamentales del líticas, etc.) no como man-
proyecto moderno (libertad, datos a los que haya que ate-
solidaridad, equidad, justicia, viene de Platón, reconoce Babeuf, Robert Owen), con- lización, la virtualización de nerse sino como mensajes
bienestar) y explorar, con como utópico aquel pensa- junto de teorías y doctrinas la realidad, la liberación de que nos vienen del pasado y,
honestidad intelectual y com- miento que critica el orden que proponen una radical las diferencias y la ineludible por tanto, está abierta a la
promiso ético, vías para su existente y describe una so- transformación y un reorde- necesidad de teoría. No voy posibilidad de repensar tan-
realización. ciedad perfecta en todos los namiento de la sociedad que a desarrollar aquí estas carac- to los procedimientos como
En la actualidad, como sentidos, una sociedad hu- se basan en principios socia- terísticas de la actualidad, los fundamentos del pensar,
veremos enseguida, las cosas mana ideal. Como primeras listas pero que, al decir del pero diré algo sobre cada el valorar, el representar sim-
se nos han complicado. Me manifestaciones del pensa- “socialismo científico”, no una de ellas. bólicamente y el hacer. Me
pregunto si tiene aún senti- miento utópico, las historias asumen científicamente las La complejidad se nos ha atrevería a decir que la per-
do proponerse pensar utópi- de la filosofía mencionan leyes y fuerzas motrices del vuelto enorme: fuera de me- plejidad es, para la actuali-
camente y cuáles son hoy los Ciudad del Sol de Tomasso desarrollo social. dida. En el ámbito de la rea- dad, lo que el “admirarse”
caminos para hacerlo. Estoy Campanella1, Utopía de To- lidad, ella se manifiesta en la fuera para los antiguos y la
seguro de que al responder más Moro2 y Nueva Atlántida SOBRE LA multiplicación y el abigarra- “duda metódica” para los
afirmativamente a la prime- de Francis Bacon3, propues- ACTUALIDAD miento de las variables que modernos, es decir una espe-
ra parte de esta interrogante tas situadas históricamente Para los fines del presente la componen. En el ámbito cie de estado de ánimo inicial
nos incorporamos a una tra- todas ellas en los albores de ensayo, destaco de la actuali- del conocimiento, la comple- desde el que es posible ima-
dición que nos viene de anti- la modernidad. Los siglos dad los siguientes aspectos: jidad deriva de la diversidad ginar una nueva primavera
guo, y que tuvo cultores de siguientes fueron ricos en la enorme complejidad, el de la información que tene- para el pensamiento.
primera línea en pensadores expresiones utópicas. Entre carácter no cumplido de las mos sobre la realidad, y de la En el ámbito de la prác-
como Alberto Flores Galin- ellas sobresale el llamado promesas del proyecto mo- inadecuación de las catego- tica, es evidente que los dis-
do, Antonio Cornejo Polar “socialismo utópico” (Henri derno, el desborde de las di- rías conceptuales de que dis- cursos modernos no han cumplido
y últimamente Juan Abu- de Saint Simon, Charles mensiones institucionales de ponemos para pensarla. En su promesa de universalización
gattás, para recordar solo las Fourier, Francois Noel la modernidad, la globa- el dominio de las actitudes y de la libertad, la equidad, la
ausencias más recientes. solidaridad y el bienestar. Por
Me dedicaré aquí a re- otra parte, su promesa de
flexionar sobre la segunda racionalidad emancipatoria,
parte de dicha pregunta, los la cual se orientaba, primige-
caminos para pensar hoy niamente, a crear una sociedad
utópicamente, con la mani- inteligible, transparente y en
fiesta intención de continuar la que la razón se erigiese en
el debate, que los citados tribunal supremo para arti-
pensadores dejaron instalado cular las relaciones entre igua-
en nuestra agenda intelectual, les, en base a consensos y
ética y política. contratos realizados en con-
textos libres de violencia, ha
SOBRE EL CONCEPTO devenido en una racionalidad
DE UTOPÍA instrumental que promueve
Aunque no sea sino para el egoísmo individual y co-
reiterar nociones conocidas, lectivo, el afán de lucro, la
conviene recordar que el tér- justificación de los medios
mino “utopía” significa por los fines, el cálculo inte-
etimológicamente “no lu-
gar” (del griego ou no y topos
lugar). 1
CAMPANELLA, Tomasso.
Se entiende como utopía Ciudad del sol. Buenos Aires:
un plan, un proyecto, una Losada, 1953.
doctrina o un sistema que 2
MORO, Tomás. Utopía. Bar-
parece irrealizable en el mo- celona: Bosch, 1997.
mento de su formulación. 3
BACON, Francis. Nueva
La filosofía occidental, Congreso por el V Centenario del descubrimiento de América, . Barcelona, 1992. Atlántida. Buenos Aires: Losada,
recogiendo una tradición que 1941.

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resado, la explotación del ción de las tendencias de la
otro, entendido como me- actualidad. El pensamiento
dio y no como fin, y la so- crítico y propositivo explo-
bre apropiación de bienes y ra nuevas perspectivas teóri-
servicios. cas, investiga las raíces y no
Es sabido que la moder- únicamente las manifestacio-
nidad cuajó en instituciones, de las nes de las patologías, analiza
cuales las más importantes de manera crítica las tenden-
son el mercado capitalista, cias de la actualidad y piensa
como forma privilegiada de (conocimiento) y se com-
intercambio; la escuela, como promete con (voluntad y ac-
sistema de producción y di- ción) un orden social que, a
fusión de conocimientos y partir de la potenciación de
provisión de competencias lo mejor de la actualidad,
para el trabajo; la empresa y facilite y promueva la reali-
la red industrial, como for- zación de la posibilidad hu-
ma de producción de bienes mana para todos y cada uno
y servicios y reproducción de de los hombres y sus
la sociedad; la democracia entornos existenciales.
representativa, como instru- Alberto Flores Galindo con Felipe Portocarrero, Carlos Tejada, Este pensamiento es utó-
mento para la gestion Aldo Panfichi y Carlos Franco, 1976. pico no solo porque piensa
macrosocial; el ejército per- una sociedad buena sino
manente y el sistema policial para el desarrollo humano toma de la palabra por par- mentos del conocimiento, o porque la imagina no como
y judicial, para el uso legal de (satisfacción y enriquecimien- te de las minorías (culturales, de la “perplejidad” que se un lugar al que hay que lle-
la violencia; la ciudad, como to de las necesidades, comu- lingüísticas, étnicas) y en la atreve a mantener una rela- gar, diseñado y previsto por
lugar preferido de pobla- nicación integral, solidaridad exigencia de que sean reco- ción solo electiva y no algún discurso englobante
miento; los medios de co- internacional, multiplicidad nocidas y tenidas en cuenta mandatoria con sus propias (sagrado o secularizado), es
municación social, para la in- de voces y de nociones de en su particularidad. La libe- tradiciones. Pero la teoría decir la ve como un camino
formación y el debate públi- vida buena, posibilidad de ración de las diferencias trasciende el momento de la que hay que construir
co; la sociedad de clases, etc. apropiación de la experien- apunta, además, a la reduc- admiración, de la duda y de dialógicamente, en un diálo-
Y todo ello en el marco del cia humana, etc.). Como todo ción de las autodenominadas la perplejidad para arriesgar- go en el que participan los
estado-nación como forma proceso de trascendencia his- universalidades a la condi- se a la proposición de cate- individuos, pero también las
por antonomasia de organi- tórica, la globalización es un ción de particularidades para gorías conceptuales y co- colectividades.
zación social, pero también arma de varios filos. Lo cier- que, así, sea posible un ver- nexiones que nos permitan La exploración teórica co-
como sustrato de la mienza guardando distancia
autopercepción, la percep- con los discursos englo-
ción, la valoración, la legiti-
El camino actual de la utopía pasa, como en bantes y particularizando sus
mación, la representación los viejos tiempos, por el pensamiento crítico y propositivo. fundamentos y sus vigencias,
simbólica, la acción social y El pensamiento que es solo crítico se centra en la denuncia, y asumiendo electiva y no
la vida cotidiana. preceptivamente nuestras
El actual remecimiento suponiendo que basta con corregir las patologías (orden propias tradiciones episte-
del estado-nación está existente) para restablecer el orden de existencia mológicas. Por otro lado,
desdibujando el perfil tradi- (deber-ser) y dando por supuesto que ese orden como línea propositiva, se
cional (nacional) de las di- acerca a la ontología débil
mensiones institucionales de de existencia nos es conocido. para despojar al ser de las
la modernidad, obligándo- propiedades duras que le
nos a todos a pensar la con- to es que para enfrentar sus dadero diálogo intercultural. saber a qué atenerlos en los atribuyó la ontología tradi-
vivencia en términos nuevos. amenazas y aprovechar dig- También esta tendencia con- dominios de la objetividad, cional. En los predios de la
Contribuyen a ese remeci- namente sus potencialidades tribuye a debilitar la estruc- la legitimidad, la representa- antropología se inclina por la
miento, tanto la globalización para el desarrollo humano se tura tradicional del estado- ción simbólica y la práctica intersubjetividad para equili-
como la virtualización de la necesita pensar y actuar nación y sus afanes homoge- individual y social. brar el dominio absoluto, que
realidad y la liberación de las globalmente. neizadores para dar paso a desde la modernidad se atri-
diferencias. La virtualización de la reali- una forma de organización LA UTOPÍA DESDE buye al sujeto individual; y
La globalización puede ser dad contribuye, entre otras macrosocial en la que sea NUESTRO TIEMPO afirma la invencibilidad de la
entendida como un conjun- cosas, a la desterrito- posible el encuentro enrique- El camino actual de la pertenencia y la insu-
to de tendencias que nos lle- rialización de la vida huma- cedor de las diversidades. utopía pasa, como en los vie- perabilidad de las diversida-
van cada vez más a tener el na en muchas de sus mani- La necesidad de la teoría se jos tiempos, por el pensa- des. La epistemología entien-
globo como marco obliga- festaciones y, por tanto, faci- ha hecho hoy ineludible para miento crítico y propositivo. de la verdad como apertu-
do de referencia para: i) en- lita el camino para el desa- orientarnos en un mundo El pensamiento que es solo ra, la hermenéutica como
frentar los grandes riesgos y rrollo de lealtades, afinida- atravesado, entre otras, por crítico se centra en la denun- método y el diálogo como
amenazas de la actualidad des, opciones éticas, formas las tendencias arriba mencio- cia, suponiendo que basta camino hacia la verdad. Par-
(dominación universal, de vida, estructuras jurídicas, nadas. Entendemos aquí teo- con corregir las patologías ticulariza la llamada “histo-
unipolaridad, catástrofe nu- ofertas formativas, etc., las ría como una forma de la (orden existente) para resta- ria universal” y la reduce al
clear, calentamiento global, cuales frecuentemente trans- praxis humana que nace de blecer el orden de existencia encuentro de diversidades.
terrorismo, narcotráfico, ex- cienden los límites físicos, la “admiración” que nos em- (deber-ser) y dando por su- Finalmente, se acerca electi-
clusión, manipulación ge- perceptivos, axiológicos y barga cuando advertimos puesto que ese orden de exis- vamente a las propias tradicio-
nética, etc.); ii) rediseñar los simbólicos de las sociedades que aquello que creíamos sa- tencia nos es conocido. El nes, leyéndolas como mensa-
subsistemas sociales y las for- contenidas en los estados- ber es en el fondo descono- pensamiento solo prospec- jes que nos vienen del pasado
mas de la convivencia; y iii) y nación. cido, o de la “duda metódi- tivo imagina el futuro como y que, al revivirlas, dan conti-
aprovechar racional y digna- Finalmente, pero no en ca” que se atreve a poner en extensión del orden existen- nuidad y densidad históricas a
mente las posibilidades que último lugar, la liberación de las cuestión no solo los proce- te, buscando el potencia- nuestra autopercepción y per-
dichas tendencias ofrecen diferencias se traduce en la dimientos sino los funda- miento y una mejor articula- cepción del futuro.

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El pensamiento crítico y lismos, fundamentalismos, cedora de supuestos paraí-
propositivo, además de relativismos y nacionalismos sos perdidos en el pasado, es
identificar las patologías de nues- cerrados que proliferan por más bien una manera de
tro tiempo (pobreza, exclusión, doquier. Pero ven también transitar por el presente, que
inseguridad, opacidad de en la actualidad un polo de se apropia de las tradiciones,
perspectivas, etc; incumpli- esperanza en la liberación de pero mantiene hacia ellas una
miento de las promesas de las diferencias (con su doble actitud electiva; que no se
equidad, libertad, justicia, vertiente de reconocimiento avergüenza de afirmar las
solidaridad, bienestar, racio- de la diversidad y particula- pertenencias, pero despoján-
nalidad; socialidad no rización de las universalida- dolas de sus rigideces; que
inclusiva: falta de solidarida- des); en la posibilidad de trata de poner al alcance de
des profundas, de lealtades apropiación de la experien- todos el horizonte de expec-
permanentes, de vinculacio- cia humana (por mayor dis- tativas que anunció y no
nes perdurables, de identida- ponibilidad de informacio- cumplió el proyecto moder-
des abiertas al diálogo, etc.) nes, mensajes y nociones de no; que se atreve, con temor
pone su explicación no solo vida buena; debilitamiento y temblor, pero decidida-
en las desviaciones en la rea- de la percepción estado-na- mente, a desafiar a los dio-
lización de la promesa, sino cional; actitud electiva con ses que los poderes y con-
en la defectuosidad de la for- respecto a las tradiciones, trapoderes de la modernidad
mulación de la promesa y del etc.); en la posibilidad real tardía intentan instalar en las
diseño de la sociedad bue- para no solo satisfacer sino conciencias y en las estruc-
na, y duda de que baste con desarrollar las necesidades; en turas y relaciones sociales;
reformular la promesa y el desmoronamiento de las que apuesta por un trato
rediseñar la sociedad en cla- rigideces, seguridades y op- amigable y responsable con
ve moderna para enfrentar timismos epistemológicos y el entorno natural sin sa-
esas patologías. axiológicos; en la considera- cralizarlo; que reconoce
Al analizar críticamente las ción de la verdad como gozosamente las diferencias
tendencias de la actualidad en- apertura; y en diálogo y las gestiona dialógicamente
cuentra que el polo de las intercultural y el reconoci- para una convivencia enri-
amenazas está habitado por miento gozoso de las diver- quecedora de las diversida-
la globalización coercitiva y sidades. des; que promueve el surgi-

Ilustración de: Juan Acevedo.


homogeneizante que practi- La sociedad buena que el miento de solidaridades
can los poderes (económico, pensamiento crítico y propo- profundas, lealtades perma-
militar, comunicacional, in- sitivo piensa, y con la que se nentes e identidades abier-
formativo, científico-tecno- compromete ética y política- tas al diálogo; que facilita la
lógico, etc. ), los contra-po- mente, no es una meta sino apropiación de la riqueza
deres (terrorismo, narcotrá- un camino, no es un objeti- humana y la participación
fico, corrupción organizada, vo proyectado en el futuro, digna en el concierto univer-
etc.), y por los tradiciona- ni una añoranza embelle- sal.

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