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INTELECTUALES Y PUEBLO 315

do en un divorcio igual con la sensibilidad popular, es decir, con su propia


Intelectuales y pueblo sensibilidad. Habria que hacer un día no la historia de las ideas argentinas,
como Ingenieros lo intentó, ni de la literatura argentina, como lo ha hecho
CARLOS ALTAMIRANO Rojas, ni menos aún de las ideas estéticas; habría que iniciar la historia de
la traición y de la deserción de la inteligencia argentina respecto a la vida,
a la tierra, a las masas nacionalistas, gauchas o gringas. Nuestra cultura ha
vivido siempre desasida, desprendida del país; se desliza, se desentiende,
no se arraiga, ni se nutre de las savias nacionales. 3

En la acusación contra las "clases cultas", el juicio de Doll unía pa­


sado y presente -la defección de hoy se enlazaba con una defección his­
tórica-. El reportaje es de 1930 y adquirió con el tiempo la reputación
de manifiesto fundador. No por el eco que despertara por sí solo, sino
buena
El divorcio entre las élites culturales y el pueblo fue, durante porque el nacionalismo haría de él, por intermedio de Julio Irazusta,
tual argent ino. Al principalmente, uno de los textos proféticos de toda una generación.4
parte de este siglo, uno de los temas del debate intelec
cargo -estar sepa­ Es un hecho que había en esas declaraciones el reto más abierto, for­
hombre de letras y al hombre de ideas se les haría ese
de los ma­
rado de su pueblo- y en esa desconexión se identificará uno mulado en los términos de crítico insolente que era el suyo, a lo que ha­
ne ió intacto : �e bía sido, hasta los años veinte, el consenso intelectual respecto del pa-:'
les del país.1 En su paso por el siglo el tema no perma � -
ideas, adqmn ó pe� de las élit':s letra�as en 1� his�oria �acional. La idea �e que "todo e1¡
adaptado a contextos cambiantes, se mezcló con otras .
ria Y se despla ­ pais fuera un d'es1gmo de la mtehgencia, un plan concebido en la men-
infl.e:xiones que no pertenecían a la constelación origina
ra amplia r este plan­ te de los Mitre, de los Sarmiento, los Alberdi", era para Doll sólo una
zó de un punto a otro del campo ideológico. Quisie
, etapas
teo siguiendo, a grandes saltos y con algunas pocas ilustraciones gran falsificación. 5
de ese recorrido. A los ojos de Doll ese consenso lo ilustraban las dos obras que men­
pue-
Las disputas acerca de las relaciones entre los intelectuales Y el cionaba corno ejemplo de aquello que no había que hacer, la Evolución
za) son en todas partes de las ideas argentinas, de José Ingenieros, publicada en 1920 y la Histo­
blo ( con toda la polisemia que esta noción movili
di e­
disputas entre intelectuales. 2 En la Argentina las cosas no f'.ueron � ria de la literatura argentina, de Ricardo Rojas, aparecida en 1922. Pese
apertu ra eviden te, nm­ a todo lo que separaba a esas obras en cuanto al esquema histórico y a
:rentes y si hay que buscar para la querella una
s del ensayi sta Ramón la orientación ideológica, ambas preservaban un núcleo básico: la creen- j
oún comienzo más claro que el de las declaracione
DoH en un reportaje sobre la crítica literaria: cia de que la nación se había constituido en tomo al proyecto y la acción ¡·
de los miembros de la generación de 1837.
Para mí la historia de la inteligencia argentina es una historia de desercio­ Podría observarse, por cierto, que en El diario de Gabriel Quiroga,
nes, de evasiones. Jamás, en país alguno, las clases cultas, viven Y han vivi- de Manuel Gálvez, publicado en 191 O, aparecía ya el esbozo de una ver­
sión de la historia nacional alternativa a la que se había i nstituido como
representación canónica del pasado. Por ejemplo, en la reivindicación

1 Diana Quattrochi-Woisson, para quien la tensión entre una élite cosmopolita


y el pueblo marcó "trágicamente los grandes momentos y fr�cturas de la histori -; ar­
"Argent ine: penples et tourme nts d une Ramón Doll, "Reportaje publicado en la Literatura argentina" (1930), en Ra­
gentina", ofrece una versión de esta tesis en
3

e", en ée des intellect uels, supleme nto del Bu­ mó� Doll, Luganes, el apolítico y otros ensayos, Buenos Aires, Peña Lillo, 1966, p. 154.
intellectualité excentré Histaire campar
lletin de l'Institut d'Hístoire du Temps Present, CERI, 1997.
4
Julioitazusta, "Prólogo. El aporte de Ramón Doll", en Ramón Doll, Acerca de
2 Pierre Bourdieu, "Los usos del 'pueblo'
", en Cosas dichas, Barcelona, Gedisa, una política nacional, Buenos Aires, Difusión, 1939.
5 Ibíd., p. 158.
1988.

l
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CARLOS ALTAMIRANO
- años treinta esta-. El hecho peronista
· La señal más clara de que el ciclo iniciado en los
guir,.
lta al gob"1erno .de
ba ;iaotado provino del peronismo, justamente. Su vue
novela nac10-
l :.Uo de Menem en 1989 no trajo la rehabilitación de la EMILIO DE lPOLA
sino el impulso
::Centrada en el encuentro del caudillo con su pueblo,
Para �mtonces_ la
a la apertura y a la internacionalización económicas.
aJe de los m­
palabra pueblo había prácticamente desaparecido del lengu P º to se
), Y : 1:1-
telectuales (ya no se hablaba del pueblo sino de la so�iedad
aje de los políti cos. En fin, es el pa1sa1e po­
eclipsaría también del lengu
lítico y cultural de estos días de fin de siglo.

Dado que, como es sabido, sobre el peronismo se han dicho todas


las cosas posibles y aun muchas otras, heme aquí en una situa.ción que
me recuerda al Bartleby de Herman Melville: "/ would prefer not to". Me
encontré situado en este atolladero por haber aceptado hace dos años
-mentiroso largo plazo- participar en estas mesas. (De todos modos,
agradezco muy sinceramente la invitación que, para este evento, me for-
.·.."" mulara
i la Universidad de Quilmes.) Luego de algunos vaivenes que omi-
. ' '·1;;;· ne acordaron el tema "la idea peronista", pero, dado el notorio oxí­
moron que comportaba para algunos ese título, lo cambiaron por "el
hecho peronista". Allí el problema era (y es) otro, porque la palabra "he­
cho" (como la palabra "acción") tiene el defecto de poder autoencastrar­
se ad infi.nitum ( un hecho está constituido por otros hechos que están
constituido ... , etc., etc.), pero, como desde que me adjudicaron el tema
todo quedaba a mi criterio, no protesté y decidí decidir por mi cuenta.
Pensé en un primer momento en ofrecer una interpretación del pe·­
ronismo neoalthusseriana redondeada con elementos de Epicuro, dada
mi seguridad a priori de que a nadie se le ocurriria tal cosa, garantizan­
do así, al menos, el carácter novedoso de mi intenrención. Sabía que exis··
tían serias razones para eludir esa tentativa, aunque, como se verá, no
la descarté del todo. De todos modos, me decidí finalmente por presen··
tar simplemente un resumen de lo que el grueso de los investigadores del
peronismo considera hoy -en mi opinión- como adquirido, respecto dei'
origen, de la gestación-irrupción de ese fenómeno (o mejor dicho ''hecho"):
el peronismo. Supuse que al enunciar aquello sobre lo cual creo que he-·
mos llegado a estar de acuerdo iba, aun sin proponérmelo, a generar
grandes desacuerdos. Esto me desalentó algo, pero también ID(� alentó,
al recordar aquello -que no por repetido es menos verdadero-- de que
siempre es bueno fomentar un rico debate. Destaco que para esta sínte­
sis me han ayudado mucho mis recientes relecturas de lo que escribie-

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