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Santayana, George., Tres Poetas Filósofos. Lucrecio, Dante, Goethe, Ed. Tecnos, Madrid, 1995 pp. 63-64
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“Algunos contactos de la Divina Comedia con las obras de San Dionisio el areopagita”, Bravo E. Alejandro,
en Revista Chilena de Literatura, No. 9/10 (Aug. - Dec., 1977), pp. 111-139, Universidad de Chile
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El Símbolismo en la Divina Comedia desde su filosofía Alonso Pérez Jiménez
concepto, en los diálogos socráticos sólo podemos saber qué no son las cosas. Así la razón
sólo puede mostrarnos lo que no es cierto, no lo que es cierto. La máxima «sólo sé que no sé
nada», afirma que lo único que nos es dable saber es lo que no conocemos. El conocimiento
es negativo. El saber que nada es certero tiene implicaciones morales enormes: ¿cómo
podríamos decir que tal o cual acción es correcta o incorrecta si no tenemos algún punto de
referencia para mesurar lo bueno, bello y cierto? Éstas son preguntas esenciales de la filosofía
antigua griega. La teoría –theoros- era una visión global de la realidad, de sus causas
primeras; y un sistema completo de conocimiento sistematizado y jerárquico sobre la
totalidad de las cosas. Así, la única pieza que falta en la máquina de engranes del
conocimiento humano, con la cual, por así decirlo, crearía una máquina que no requiriese de
combustible para funcionar es responder qué es Dios. En efecto Dios tendría que ser aquello
que causa y no es causado, aquello que define sin ser definido, aquello que existe
necesariamente, pues la existencia de los seres individuales depende de otros seres. Dios debe
estar fuera del universo inmediato, pues no puede ser la creación misma. No es sorpresa que
Aristóteles considere entonces la filosofía primera –el estudio de causas primeras, del ser
necesario- como teología, el estudio del Dios. Nicolas de Cusa explica en La Visión de Dios
que a dios se le llama theos debido a que es la visión que entiende todo el universo de cosas
y puede mirar todo en todo momento.
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al cristo. George Santayana expone que el salto entre el pensamiento antiguo sobre el cosmos
y el medieval es el tránsito de un pensamiento naturalista a uno sobrenaturalista. Lo expone
el filósfo con un pasaje del Fedón en el que Sócrates habla sobre la necesidad de indagar el
mundo en un sentido moral, es decir, dejar de considerar los seres y su devenir como una
implicación de causas y efectos materiales, pues esto no explica el mundo en términos
satisfactorios, las explicaciones deben ser en términos morales: es decir, se debe hablar sobre
aquello que es mejor para los seres, aquello a que tienden y que es su estado más perfecto.
Sócrates clarifica ésta idea argumentando que es verdad más absoluta el explicar que su
presencia en la celda en que da su discurso no se debe a que él está compuesto de piel, carne
y huesos, a que su composición le permite hablar y sentarse, sino a que estar en la celda,
hablando sobre el alma es lo que él considera mejor. De éste modo el pensamiento medieval
dirige su mirada a ver en las cosas aquello que implica una verdad ética. El mundo, dice
Santayana, se convierte en un universo de alegorías que muestran la gloria del bien y los
perjuicios del vicio. Es Por esto que Dante explicita que su obra tiene un fin, en el sentido de
propósito, en un comentario que escribe de su obra en una epístola dirigida al Can Grande
della Scala, en la cual adjunta una copia del Paraíso.
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escuchar el logos del espíritu divino que se derrama sobre su creación. Tiene sentido que sea
una alegoría moral la que el mundo ofrece, pues la armonía con el Dios es la mejor vida
práctica a la que aspira el hombre.
“Indecible e inefable, por sobre la inteligencia, por sobre la vida, por sobre la
sustancia”
Por esto Dante afirma que más allá del tema literal de la obra: el estado de las almas después
de la muerte, la Divina Comedia muestra en sentido alegórico, las consecuencias de las
virtudes y los vicios en el actuar humano, en forma de recompensa o castigo. Si el propósito
de la obra de Dante es moralizante es porque la vida práctica virtuosa, que sigue los preceptos
morales del cristianismo, es un camino de hacia la gracia divina. Es decir, una forma de vida
mística. La vida mística es acordar la práctica a la palabra divina. Si el Dios es sobrenatural,
entonces la vida se debe dirigir por encima de las cosas materiales inmediatas, aunque de
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San Agustín., Confesiones, IV, X, 15
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éstas se parta para comprender la belleza divina superior. El fin de la vida mística es la
coincidencia del hombre, limitado en su percepción, con lo absoluto de la divinidad, la
fragmentariedad del devenir del hombre conciliada con la plenitud de lo divino, el elemento
material de la existencia sublevado hacia lo supersubstancial.
Para entender la objetivación de la vida mística en una obra de arte nos podemos apoyar en
Nicolás de Cusa. Para Cusa el arte tiene un sentido laudatorio que busca simbolizar lo
inefable de la divinidad, ofrecer una intuición sobre la esencia primera del mundo. El arte se
ofrece en una forma sensible pero refiere a una realidad suprasensible. Esto en armonía con
la idea de las emanaciones de la divinidad en la creación. La obra de arte imita la naturaleza,
pero la naturaleza para el cusano no es inerte. En su movimiento, la naturaleza es expresión
del motor divino: las cosas se mueven porque buscan una perfección ulterior, las mueve el
amor divino. En el arte está expresada la causa de la naturaleza y su perfección, y la
naturaleza expresa el artificio de su demiurgo en su perfección. Lo representado remite al
objeto material, pero sólo como preámbulo al conocimiento de la esencia divina.
Entonces el acercamiento interpretativo a la obra dantesca será a partir del sentido literal,
desde el cual se deberá aplicar una exégesis en términos morales en tanto que movimiento a
un estado superior o inferior de existencia o perfección. Las imágenes de castigos y torturas
infernales corresponden a la especulación sobre el destino del alma inmortal del hombre en
retribución a sus vicios, lo mismo con el cielo: la recompensa de las virtudes de carácter. En
el Canto número cinco del Infierno, Dante describe el castigo de los pecadores lujuriosos: un
torbellino los contiene en un vaivén infinito y eterno en que chocan unos con otros. La imagen
es inmediatamente temible, pero, usando los parámetros que Dante indica, haciendo una
interpretación moral, se podría comentar sobre el infinito torbellino de placeres y disgustos
que implica la búsqueda enajenada de los placeres finitos. Los placeres finitos que Agustín
menciona sólo otorgan más y más ansiedad: el deseo sólo trae más deseo, pues sólo se desea
lo que no se tiene, esto es el ideal ascético del misticismo. El apego a la finitud de los seres
causa sufrimiento. Desde acá se puede dar el paso necesario para la siguiente interpretación:
el conocimiento del Dios es imposible al hombre debido a la misma indeterminación y
pluralidad del mundo, buscar la permanencia es futil, el desapego a la vida terrenal permite
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comprender cómo todo está ordenado de forma óptima y por lo tanto es bueno, entender el
devenir como correcto implica unidad en el actuar con la providencia, un fin práctico.
Bibliografía
Tres Poetas Filósofos, Lucrecio, Dante, Goethe, Santayana, George, Tecnos, Madrid, 1995
“Algunos contactos de la Divina Comedia con las obras de San Dionisio el areopagita” ,
Bravo E. Alejandro, en Revista Chilena de Literatura, No. 9/10 (Aug. - Dec., 1977), pp. 111-
139, Universidad de Chile