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En fin, nada es seguro, pero faltan datos que nos permitan esclarecer el fundamento de la
distinción, de origen muy antiguo. Lo que sí está claro es que las cosas mancipi eran
consideradas las más importantes y las más preciadas; incluso el mismo Gayo las califica
todavía de res pretiosiores.
El hecho que produce consecuencias jurídicas tanto puede pertenecer al mundo humano como
al mundo de la naturaleza. Se distingue así entre hechos voluntarios y hechos no voluntarios.
+ Hechos no voluntarios
Hechos no voluntarios son los independientes de la voluntad del hombre, como el nacimiento
o la muerte de una persona, el transcurso del tiempo, la caída de un edificio. Mayor
significación e importancia tienen los hechos traídos a la vida por una determinación de la
voluntad, como la aceptación de una herencia, el matrimonio, la ocupación o el abandono de
una cosa.
+ Hechos voluntarios o actos jurídicos
Los hechos voluntarios son llamados propiamente actos jurídicos. Dentro de ellos hay que
distinguir dos típicas categorías: a) el acto ilícito, perseguidor de un fin prohibido por la ley, y
contra el cual ésta reacciona, con miras a restaurar el orden jurídico; b) el negocio jurídico,
acto enderezado al logro de un fin que la norma jurídica reconoce y tutela.
Los juristas romanos no han elaborado una teoría general del negocio jurídico.
La categoría del negocio jurídico está integrada por una amplia variedad de figuras.
Atendiendo a las particulares circunstancias con que las mismas se presentan, se formulan
diferentes clasificaciones. He aquí las principales:
+ Negocios unilaterales y bilaterales
Se llama unilateral al negocio jurídico puesto en existencia por la voluntad de un solo sujeto,
como sucede, v. gr., con el testamento, la aceptación de herencia, la emancipación. Es
bilateral el creado por las voluntades de dos sujetos, en cuanto venidas a concierto, es decir, a
acuerdo –consensus–, como la compraventa, la adopción, el matrimonio.
+ Negocios formales o solemnes y no formales o no solemnes
Se dicen formales o solemnes aquellos negocios respecto de los cuales está prescrita por el
ordenamiento jurídico la observancia de una forma precisa y taxativa. No formales o no
solemnes son los negocios en los que la manifestación de voluntad puede tener lugar de
cualquier modo. En el ámbito del ius civile, todos los negocios están dominados por el
imperativo de la forma. El principio de la libertad formal o, si se quiere, el de la no exigencia
de una forma determinada y rigurosa, encuentra su reconocimiento en las corrientes del ius
honorarium y del ius gentium.
+ Negocios onerosos y gratuitos
En los primeros, el fin práctico que, de modo inmediato, persiguen las partes, se unimisma
con el negocio, dotando a éste de una estructura y de una función uniforme. Así, v. gr., el
negocio "compraventa" es inseparable del fin práctica que se sustancia en el cambio de cosa
por precio.
Este fin práctico, que técnicamente se llama "causa", no aparece en los negocios abstractos.
Tal no significa, sin embargo, que no exista, sino que se prescinde de su inmediata
consideración, habida cuenta de que el acto sirve a varios fines. En la stipulatio, por ejemplo,
se hace una promesa –centum dari spondes? spondeo–, pero no se indica el fin de la misma.
No se dice aquí si la promesa obedece a una donación, a un pago, a una prestación de garantía
a una constitución de dote, etc.
El negocio causal no produce efecto alguno cuando resulte probada la ilicitud del fin o su
propia falta; el negocio abstracto, en iguales circunstancias, es llevado a sus últimas
consecuencias, si bien sea dable neutralizar o paralizar con remedios particulares sus efectos.
+ Negocios "mortis causa" e "inter vivos"
Negocios mortis causa son aquellos que tienen por objeto regular el destino del patrimonio o
de particulares bienes después de la muerte del disponente. De modo contrario, los
negocios inter vivos gozan de eficacia en vida de ambas partes.
32. Explique sobre la Extinción de los Derechos nacidos del Negocio Jurídico.
El negocio se extingue cuando queda cumplidos los efectos del acto generador (las
obligaciones que nacen de él) y cuando se hace imposibles lo establecido que este en su
reglamento. La doctrina de esta misma habla de la extinción de los contratos y de
la extinción de las obligaciones.
La pérdida se diferencia de la extinción en que, cuando su titular transmite a otra persona el
derecho real, se produce la pérdida del derecho real por parte de su antiguo titular, pero no
siempre se extingue (sólo se extinguirá si la pérdida supone el vaciamiento por completo del
objeto del derecho; no puede existir un derecho real sin objeto) para que la pérdida suponga
la extinción es necesaria la pérdida o destrucción total de la cosa. Si la pérdida es parcial, ese
derecho real, sigue existiendo pero con otro titular que lo adquiere.
Cuando un derecho real se extingue, se produce la pérdida del derecho real por parte de su
titular. Es decir, en la pérdida no tiene por qué haber extinción, pero en la extinción hay
pérdida, también, junto a la extinción.