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EL TEXTO DE LA BIBLIA
Y LA CRÍTICA TEXTUAL
Este capítulo se ocupa de estudiar el texto de la Biblia desde unos aspectos
concretos: las lenguas, versiones y formas en que fue transmitido, y el modo
en que dicho texto fue transmitiéndose y conformándose (crítica textual), 1
hasta llegar al textus receptus, que es el que reproducen nuestras ediciones
modernas.
B. EL TEXTO DE LA BIBLIA
1
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, Verbo Divino,
Estella 2016, p. 422.
2
M. De Tuya, Introducción a la Biblia, I, o. c., p. 414. Los hebreos desterrados en
Babilonia aprendieron el arameo, y de regreso abandonaron paulatinamente la lengua
hebrea, sustituyéndola por el arameo (Neh 13,24), como se deduce de ciertas palabras y
entre otras, las cuales se escriben linealmente de derecha a izquierda 3. El
hebreo, conocido en la Biblia como la lengua de Canaán (Is 19,18), se
escribía al principio sólo con consonantes. Luego, a partir del siglo VII d.C.,
para evitar el creciente olvido de la exacta pronunciación del texto sagrado,
los masoretas incorporaron un sistema de vocales con la intención de fijar
una tradición de lectura y evitar posibles ambigüedades4.
2.- EL ARAMEO 5. El arameo, lengua popular en tiempos de Jesús,
comenzó a suplantar al hebreo en el habla ordinaria tras la época de exilio 2
en Babilonia (siglo VI a.C.). Luego tras la conquista de Alejandro Magno,
aunque el griego comenzó a desplazar el arameo, éste siguió siendo la
lengua de mayor difusión en el Oriente. En esta lengua literaria fueron
redactados los capítulos arameos Daniel 2,4-7,28 en el año 168 a.C. y
Esdras 4,8-6,18; 7,12-266. El Nuevo Testamento conserva algunas
expresiones arameas como talitha kumi , maranatha, effata, rabboun…
3.- EL GRIEGO. Los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento
están escritos en griego, aunque el original de algunos de ellos era hebreo o
arameo, como es el caso del Sirácida7. El Nuevo Testamento fue redactado
en griego κοινη8 (lengua vulgar del pueblo)9, aunque los λογια (dichos) de
expresiones que encontramos en el Nuevo Testamento (Mt 5,22; 16,17; 27,6; 27,46).
Hablamos de lenguas semíticas para referirnos a las de aquellos pueblos que según la
historia bíblica y la tradición descienden de Sem, el hijo de Noé. Entre ellos incluimos
el acadio, el árabe, el hebreo, el arameo…
3
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 425.
4
Ibíd., p. 425. En realidad ya mucho antes se intentó evitar la ambigüedad en la
lectura ligada a una escritura consonántica con sistema de matres lectionis o ayudas
para la lectura, que consistía en la adición de algunas consonantes dentro o al final de
una palabra para indicar vocal o vocales que podían leerse en la sílaba en cuestión. Por
ejemplo: por ejemplo, sybwtk o escritos (las matres lectionis o consonantes que
engendran la lectura son: w=w (u), y y=y (i). De esta forma podemos leer la palabra:
ketubim.
5
Ibíd., p. 426. En la antigüedad el arameo era conocido con otros nombres, como sirio
o caldeo. El nombre de la lengua viene de la misma Biblia (cf. 2Re 18,26; Is 36,11). Era
la lengua del Imperio asirio, la misma que usarán los imperios que le suceden, el
babilonio y el persa.
6
Ibíd., p. 425.
7
Ibíd., p. 427.
8
Ibíd., p. 428.
9
Cf. H. Köster, Introducción al Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1988, pp. 153-155.
Los autores de los primeros escritos cristianos escribieron casi sin excepción en la
lengua familiar y corriente de su época, es decir, la κοινη (lengua vulgar, común,
popular). El lenguaje del Nuevo Testamento apenas tiene que ver con el griego literario
Jesús y otras partes del Nuevo Testamento se transmitieron originalmente
en arameo. La lengua griega de la versión de los LXX es la κοινη del
período helenístico, en la que se advierte el influjo semítico tanto en la
lexicografía como en la semántica. El griego de los LXX jugó un papel
decisivo en la redacción del Nuevo Testamento y en la primera literatura
cristiana10.
2. LA ESCRITURA BÍBLICA 3
Menos común que la piedra era el uso del metal. Han aparecido, sin
embargo, inscripciones cuneiformes sumerias, acádicas o persas, realizadas
de su tiempo. La carta a los Hebreos está escrita en un griego muy próximo a la koiné
literaria o a la prosa ática. Su autor muestra tener una cierta formación literaria.
Igualmente, el autor del tercer evangelio y del libro de los Hechos de los Apóstoles,
depende más que otros escritores del Nuevo Testamento, de modelos literarios, y conoce
perfectamente la koiné culta o literaria, es decir, la lengua escrita y hablada de los
griegos cultivados. El prólogo a sus dos libros (1,1-4) denota conocimiento de hábitos
literarios. Lucas, en efecto, evita los arameísmos y latinismos, que para el gusto
literario de la época sonaban a barbarismos. Cuando en el texto de Marcos, una de sus
fuentes, aparecen estas expresiones, Lucas las sustituye por la correspondiente palabra
griega. La mayor parte de los escritos neotestamentarios, sin embargo, no sobrepasaron
el nivel de la koiné coloquial. Por ejemplo, Pablo se mueve totalmente dentro del
lenguaje coloquial.
10
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 427.
11
Ibíd., p. 433.
en objetos de oro, plata, cobre. En 1Mac 8,22; 14,18.27.48 se alude a la
escritura en placa de bronce. En Qumrán se encontró el llamado Rollo de
cobre, que describe el lugar donde se ocultaba el supuesto tesoro de la
comunidad esenia.
En lo que respecta al uso de la arcilla, el valle de los ríos Tigris y Éufrates
está formado por tierra de aluvión, lo que hace muy barato y generalizado el
uso de la arcilla para la escritura. La escritura en tablillas, una vez
extendido su uso por todo el Oriente antiguo, se convirtió en el instrumento
4
de correo internacional. Sin embargo, los manuscritos bíblicos se conservan
únicamente en papiro y pergamino. Una excepción podrían ser los rollos de
plata que contienen la bendición arónica (Nm 6,24-26), procedente de los
siglos VII-VI a.C.12
12
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 434.
13
Cf. J. O’Callaghan, Papirología y Papiros bíblicos, Enciclopedia de la Biblia, 854-
870.
14
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 434.
15
Cf. M. De Tuya, Introducción a la Biblia, I, o. c., p. 416.
Testamento también se escribieron en papiro16. Y ello se debió a su bajo
costo de producción17.
16
Cf. J. O’Callaghan, Papirología y Papiros bíblicos, Enciclopedia de la Biblia, 854-
870.
17
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 435.
18
Ibíd. A veces puede ser la misma piel, sometida a un tratamiento especial.
19
Ibíd.
20
Desde el siglo II se inventó en Pérgamo un procedimiento especial para la preparación
de la piel.
21
I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 437.
22
Cf. Ibíd.
de rollo, pero este tenía el inconveniente de que solo podía ser escrito por
una de su cara y era preciso usar las dos manos para poder leerlo. Por ello
se pasó gradualmente al uso del códice, en papiro primero y más tarde en
pergamino. El formato de códice se obtiene superponiendo varias hojas o
pliegues de papiro o pergamino dobladas por mitad y cosida en su parte
central, de modo que se obtienen cuadernillos23. Varios cuadernillos de
cuatro hojas dobles formaban un códice de grosor discrecional y de aspecto
similar al de un libro moderno, con tapas de manera o piel. Las columnas
6
escritas en los códices eran al principio estrechas, por influjo todavía de la
escritura en rollos. Los códices bíblicos más famosos tienen dos columnas
por páginas (el Alejandrino), tres (el Vaticano) o cuatro (el Sinaítico). Con
el tiempo fue habitual la página de una o dos columnas. Los escritores
cristianos adoptaron muy pronto, desde el siglo II, el uso del códice. Los
textos más antiguos del Nuevo Testamento que se han conservado como el
P52 de comienzo del siglo II, tienen forma de códice. Los códices bíblicos
más famosos proceden del siglo IV, cuando este formato había terminado de
desplazar el rollo24. Algunos de ellos abarcaban toda la Biblia en griego,
como lo testimonian los códices Sinaítico y Vaticano25. Así en el ambiente
católico, a partir del siglo IV, surge la noción de Biblia como conjunto de
libro libros que forman un único libro. Por lo que se puede entender
entonces que canon y códice son dos conceptos relacionados en el origen
del cristianismo en el sentido de que uno y otro acogen todos los escritos
sagrados (AT y NT) en un solo libro26.
23
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 439.
24
Ibíd. Se conservó sólo en la liturgia judía.
25
Ibíd.
26
Ibíd., pp. 439-440.
27
Cf. A. Wikenhauser – J. Schmid, Introducción al Nuevo Testamento, o. c., p. 124. Los
códices rescripti o palimpsestos (de παλιν=nuevo; y ζαω=raer; grabado de nuevo) es un
fenómeno que responde a una realidad: el pergamino era un material muy caro; de ahí que
se empezara pronto a borrar códices no indispensables por medio de una esponja, con un
raedor, para copiar otros textos que aún no se poseía.
es el códice de San Efrén28 (Codex Ephraimi Syri Rescriptus ) del siglo IV,
que era originalmente una Biblia completa, cuyo contenido fue borrado y en
su lugar se escribieron los sermones de San Efrén, el sirio. Procedimientos
químicos y fotográficos permiten la lectura del texto raspado, que era con
frecuencia un texto bíblico.
28
Cf. P. W. Skehan – G. W. Textos y Versiones, ο. c., p. 212.
29
M.A. Tábet, Introducción, o. c., p.323. Masora es un sustantivo femenino que viene del
verbo masar (transmitir, enseñar). Significa por tanto tradición o enseñanza
tradicional.
30
Cf. H. Simian-Yofre, Metodología del Antiguo Testamento, Sígueme, Verbo Divino,
Salamanca 2001, pp. 52-54. Los soferim, literalmente contadores, contaban el número de
superior o inferior (masora magna) y al final (masora finalis) de cada libro o
de cada página de un manuscrito. La masora es un conjunto de anotaciones
u observaciones críticas ordenadas a proteger e interpretar el texto hebreo
tradicional31. En cuanto tal ofrece información sobre la frecuencia de un
término, el número de letras, palabras y secciones en el texto de la Torah…
Este tipo de información refleja el cuidado de los masoretas por conservar
con escrupulosa fidelidad el texto que habían recibido de la tradición
anterior. Los masoretas son los continuadores de los antiguos escribas o
8
soferim, que también contaban el número de palabras y señalaban la letra, la
palabra y el versículo centrales del texto de la Torah. La antigüedad del
procedimiento de división del texto en secciones (pisqah) aparece
atestiguada ya en los manuscritos bíblicos de Qumrán y en la versión de los
LXX. El tipo de anotaciones masoréticas es muy variado. Por ejemplo, en
Lv 8,8 se señala la palabra central de la Torah.
3.- VERSIONES DEL TEXTO HEBREO: PLURALISMO TEXTUAL (300
a.C.-70 d.C.)
1.- EL TEXTO MASORÉTICO (=TM). La denominación TM se refiere a un
conjunto de manuscritos de la Biblia hebrea pertenecientes a la familia
textual. Se llama Masorético a causa de la masora (tradición) que, como
hemos visto es un aparato crítico que acompaña el texto consonántico para
asegurar su lectura y comprensión correctas32. Esta masora debió ser
incorporada al texto hebreo entre los siglos VII y IX a.C., aunque las
tradiciones de lectura (vocalización) son mucho más antiguas. Hasta el
descubrimiento de los manuscritos de Qumrán (1947), los testimonios más
palabras y versículos del texto bíblico para velar por la autenticidad del texto en los
manuscritos. Hacían además observaciones sobre algunos textos difíciles para establecer
una relectura exacta y ortodoxa.
31
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 456.
Masora es el nombre que se dio a la colección de instrucciones que tenían la función de
preservar inalterada la disposición tradicional del texto bíblico hebreo. Masora viene
la de la raíz mswrt, que significa transmisión de la tradición de una generación a otra.
En cuanto tal, según la tradición rabínica, la masora constituye el muro que protege el
texto tradicional hebreo. Busca preservar al texto tradicional y al mismo tiempo
interpretarlo. Los Masoretas occidentales distinguen entre masora marginal y masora
final, que consiste en una colección de signos alfabéticos colocados al final de la
Biblia. La masora marginal se divide en masora parva (puesta al lado del texto) y masora
magna (puesta encima del texto).
32
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 448.
antiguos de la Biblia hebrea eran los manuscritos de la tradición masorética,
que son en concreto: el códice de los Profetas de El Cairo (año 896 d.C.),
el códice de Alepo (925 d.C.), el códice de Leningrado (año 1009 d.C.), que
es la base de la edición de la Biblia Hebraica Stuttgartensia (BHS)33. El
texto que contiene estos tres manuscritos es el resultado del trabajo de los
masoretas a partir del siglo VII. Este trabajo partía de un texto
consonántico, sin ningún aparato crítico, que habían recibido de la
tradición. El texto consonántico que los masoretas recibieron y conservaron
9
en sus manuscritos, sin cambios, es lo que recibe el nombre de texto
protomasorético34.
2.- EL PENTATEUCO SAMARITANO (=PSam). El texto del Pentateuco
hebreo de los samaritanos, conservado en escritura paleo-hebrea, conocido
después de 1616, es más amplio que el del TM. Algunas lecturas reflejan la
teología samaritana. Por ejemplo, según esta versión, el lugar elegido por
Yahvé es el monte Garizín, y no Sión en Jerusalén. El Pentateuco
samaritano representa, por tanto, una lectura del texto proto-masorético.
3.- LOS MANUSCRITOS DE QUMRÁN. El hallazgo, a partir de 1947, de
los manuscritos de Qumrán, anteriores en un milenio a los códices
masoréticos permitió descubrir un panorama desconocido hasta entonces. El
Pentateuco samaritano y la versión griega de los LXX eran prácticamente
las dos únicas fuentes de importancia de que se disponía para el estudio
crítico de la Biblia hebrea35.
Los manuscritos de la Cueva 1 en Qumrán produjeron la impresión de una
sorprendente coincidencia entre el texto de estos manuscritos y el TM
posterior. Luego los manuscritos encontrados, sobre todo en la Cueva IV,
revelaron la existencia de textos, que presentaban grandes divergencias
entre sí y respecto al TM. Los manuscritos de Qumrán cubren la totalidad
de los libros del canon hebreo, con la sola excepción del libro de Ester.
Conviene anotar, sin embargo que la inmensa mayoría de estos manuscritos
33
Ibíd., p. 449.
34
Ibíd.
35
Hasta hace medio siglo los tipos textuales bíblicos conocidos se reducían a tres: el
texto hebreo masorético transmitido por la comunidad judía, el texto griego de los LXX,
trasmitido por la comunidad judía de Alejandría y que adoptó el cristianismo naciente, y
el Pentateuco hebreo de los samaritanos. A ello se añade el tipo textual hebreo de
Qumrán descubiertos en 1947.
presentan múltiples casos de corrupción textual. Se trata además de textos
transmitidos por un grupo socio-religioso de los varios que existían por esta
época en el judaísmo, con una tendencia a desarrollar doctrinas propias, en
ocasiones de carácter sectario. El panorama textual ofrecido por los
manuscritos de Qumrán puede resultar, por tanto, parcial y sesgado. Su
importancia radica fundamentalmente en el testimonio que aporta sobre la
existencia de cierto pluralismo textual en la época del paso del siglo I a.C.
al I d.C.
10
4.- VERSIONES ARAMEAS. Durante la época persa, los judíos adoptaron
la lengua aramea. Ello obligó a disponer de traducciones arameas de la
Biblia. Estas traducciones, que reciben el nombre de targumim, eran en un
principio versiones orales, de carácter parafrástico, que acompañaban la
lectura sinagogal del texto hebreo (Neh 8,8). Al ser puestas más tarde por
escrito y al hacerse más compleja su paráfrasis, pasaron a tener un uso
extra-sinagogal y a adquirir un carácter literario más acentuado. Está
sobradamente atestiguada la existencia de tales versiones y su utilización
en la lectura sinagogal por la época del Nuevo Testamento. Característica
común de estas versiones es la tendencia a la paráfrasis. Insertan relatos
más o menos breves, de carácter midráshico y puntos de doctrina
relacionados con el texto traducido. En las referencias a Dios tienden a
eludir los antropomorfismos, aunque no de modo absolutamente sistemático,
y a evitar en general toda referencia directa a Dios. Se sirven para ello de
términos sustitutorios, como el de Memrá (la Palabra). Practican la
exegesis deráshica (drs) para extraer el sentido recóndito o explicar las
dificultades de un texto.
La diáspora judía había perdido la lengua hebrea y necesitaba poder leer las
Escritura en la lengua que ellos utilizaban. Hacia mediados del siglo III a.C.
en Alejandría de Egipto se realiza la traducción del Pentateuco al griego37.
La traducción de los otros libros más tarde (siglo II).
36
La Septuaginta constituye un instrumento de primer orden para el conocimiento del
pluralismo textual y por eso ocupa hoy, junto con Qumrán, el primer plano del debate
sobre la historia del texto bíblico.
37 P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 51.
La versión de los LXX constituye el primer ejemplo de traducción de todo
un cuerpo de literatura sagrada, jurídica, histórica y poética de un pueblo y
de una lengua del mundo cultural semítico a la lengua de la cultura clásica
griega. Constituye por otra parte, junto con los manuscritos del Mar
Muerto, la fuente de datos más rica e importante para el estudio crítico del
texto de la Biblia hebrea, así como para el estudio de las ideas y de la
exégesis del judaísmo alejandrino y palestino. La versión de los LXX recibe
11
un valor añadido por el hecho de que los primeros cristianos y los autores
de los escritos neotestamentarios encontraron en esta versión un arsenal de
términos y conceptos para expresar la nueva fe cristiana. Constituye por
ello el puente de unión entre los dos Testamentos, tal como se refleja en las
citas que el Nuevo Testamento hace del Antiguo38.
38
Justamente, los judíos terminaron abandonando la Septuaginta también por hecho de que
ésta es aceptada como Biblia oficial por los seguidores de Jesús, los cuales, aunque
comenzaron como una secta judía, romperán con los judíos y se convertirán en una nueva
religión. Fue precisamente el cristianismo quien se encargó copiarla y de transmitirla.
Pero no fueron los textos los que dividieron a judíos y cristianos, pues, como se ha
dicho, el cristianismo es la única religión que nace con un libro en su cuna, la Biblia
hebrea, traducida al griego, sino las distintas interpretaciones o lecturas que hicieron
de ellos.
39
Cf. J. González Echegaray – J. Asurmendi – F. García Martínez – L. Alonso Schökel –
J.M. Sánchez Caro – J. Trebolle Barrera, La Biblia en su entorno, o. c., p. 476. Según
la noticia legendaria contenida en la carta de Aristeas, a solicitud del rey, fueron
enviados desde Jerusalén por el sumo sacerdote Eleazar 72 ancianos, 6 por cada tribu de
Israel, con el encargo de traducir la Torah hebrea para la biblioteca de Alejandría.
40
Cf. P. W. Skehan – G. W. MacRae – R. E. Brown, Textos y Versiones, o. c., p. 182.
Cuando fue escrito el libro del Eclesiástico, antes del año 100 a.C. (algunos piensan
hacia el año 180; otros hacia el 150, ο hacia el 116…) ya circulaba la máxima parte
del Antiguo Testamento en griego según la traducción llamada de los LXX.
Alejandría41. De ahí el número setenta y dos, que terminó por simplificarse
en setenta y dio nombre a la traducción (LXX=Septuaginta). Esta
información, un tanto legendaria42, quizá quiera poner de manifiesto la
necesidad que tenía la comunidad judía de Alejandría de disponer de una
traducción griega de la Torah para el uso litúrgico y jurídico. Naturalmente,
el móvil principal de la traducción estaría en la iniciativa real, pero
confluirían otras motivaciones, como la lucha por el prestigio cultural por
parte de los judíos43, que constituían una minoría étnica que se esforzaba 12
por abrirse paso en el competitivo mundo helenístico. El resultado final es
que esta traducción terminó suplantando la Biblia hebrea en la comunidad
judía de la diáspora egipcia.
45
Ibíd., p. 19. La Septuaginta nació como Biblia del judaísmo helenístico en Alejandría.
Pero luego comenzó a ser revisada para adaptarla al nuevo texto hebreo que el judaísmo
rabínico de corte fariseo terminó por imponer a finales del siglo I d.C. A medida en que
se fue extendiendo este texto hebreo estandarizado, la Septuaginta será vista con mayor
recelo por parte de los judíos y terminará por ser suplantada en los ambientes judíos
por nuevas traducciones más literales, como la de Aquila del siglo II d.C.
46
Cf. P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 52.
47
Ibíd.
48
Cf. P. W. Skehan – G. W. MacRae – R. E. Brown, Textos y Versiones, o. c., p. 190.
Juan Crisóstomo. Las características del texto son: adiciones introducidas
en el texto griego para adecuarlo al hebreo, duplicados de lectura en los
que una lectura de la antigua Septuaginta y otra hexaplar aparecen
yuxtapuestas… El objetivo era siempre el mismo: adecuar el texto de los
LXX al tipo de texto hebreo que se iba haciendo oficial en los círculos
rabínicos y que fue establecido definitivamente a finales del siglo I d.C. y
comienzos del II. Con ello se pretendía detener las controversias entre
judíos y cristianos. Un pasaje muy aludido en dicha controversia era el de Is
14
7,14 (cf. Mt 1,23). Los LXX traducen el término hebreo almah (muchacha,
joven), por παρθενος (virgen), en lugar del más apropiado νεανις (joven)49.
Los judíos rechazaban esta traducción, en la que los cristianos veían una
profecía del nacimiento virginal de Cristo.
3.- Símaco. Símaco fue tal vez un samaritano convertido al judaísmo o un
ebionita50. Llevó a cabo, hacia el 170 d.C., una traducción del texto de los
LXX a la vez fiel y literaria51.
4.- Aquila. Prosélito judío del Ponto y discípulo de R. Aqiba, llevó a cabo
hacia el 140 d.C., una versión extremadamente literal del hebreo, realizada
conforme a los métodos de interpretación rabínica. En realidad, más que una
traducción de nuevo cuño es en gran medida una recensión o revisión
sistemática de los LXX. El texto hebreo de que se sirvió Aquila para su
revisión de los LXX era ya el hebreo proto-masorético, cuyo texto
consonántico había quedado establecido pocos años antes.
5.- Teodoción. Era un prosélito judío de Éfeso. Su texto tuvo y tiene gran
importancia. Gozó de tal difusión que terminó sustituyendo el de los LXX en
gran parte de los manuscritos. Orígenes lo utilizó en sus Hexaplas para
cubrir las lagunas del texto de los LXX52. El texto teodociónico de Daniel se
49
Cf. M. A. Tábet – B, Marconcini – G. Boggio, Introducción al Antiguo Testamento. II
Libros proféticos, Ediciones Palabra, Madrid 2008, p. 135.
50
Cf. M.A. Tábet, Introducción, o. c., p. 361. Los ebionitas formaban una secta judeo-
cristiana que se separó del cristianismo primitivo después del año 70. Su doctrina
cristológica era adopcionista, negando que Cristo fuese Hijo de Dios: habría sido
constituido Hijo adoptivo de Dios en el momento del Bautismo. Además, tenía un modo
propio de interpretar la Torah, rechazando los sacrificios como añadidura o
falsificaciones y aceptando solo el testimonio de algunos de los profetas.
51
Ibíd. La traducción de Símaco buscaba probablemente aclarar las oscuridades de la
traducción de Aquila, mirando, por tanto, más a la fidelidad conceptual que la literal,
con una cierta elegancia de forma.
52
Cf. M.A. Tábet, Introducción, o. c., p., 189.
convirtió en el texto de uso ordinario. El hecho de que numerosas citas del
Antiguo Testamento griego contenidas en el Nuevo reproduzcan el texto de
Teodoción encontró una explicación satisfactoria después del
descubrimiento de los manuscritos de Mar Muerto. Así, el Apocalipsis cita
el libro de Daniel conforme al texto de Teodoción y al de los LXX. Ello
significa que también existió un texto teodociónico anterior a Teodoción.
6.- Las Hexaplas de Orígenes. En el año 245 d.C. completó Orígenes una
obra de enormes proporciones, en la que hacía gala de un sentido crítico 15
muy avanzado para su época. Recogió y dispuso el texto hebreo conocido en
su tiempo en seis columnas. De ahí el nombre Hexaplas: Comprende: el
texto hebreo (c. I), transcripción de este mismo texto en caracteres griegos
(c. II), el texto de la versión de Aquila (c. III); el texto de Símaco (c. IV), el
texto de los LXX (c. V) y el texto de Teodoción (c. VI). La columna más
importante es la quinta, que corresponde al propio texto de los LXX.
55
Cf. P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 53.
56
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 540.
57
Cf. P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 54. De
esta versión sólo se conservan algunos fragmentos breves en citas de los Padres latinos,
en textos de Orígenes...
58
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 541.
Algunos especialistas prefieren hablar de Vetera Latina (antiguas versiones latinas),
dividiendo la versión latina en familias: africana, hispana, ítala y galicana.
Orígenes. Ello supone que su texto es muy antiguo y que goza, por tanto,
de un considerable valor crítico.
b) LA VULGATA . La tradición textual de la Vetus, por la divergencia entre
sus manuscritos generaba problemas serios de lectura. Razón por la que el
papa San Dámaso encomendó a su secretario Jerónimo hacer una revisión de
esta traducción59. Desde el siglo XVI se da el nombre de Vulgata a esta
traducción llevada a cabo por San Jerónimo, publicada entre los años 390 y
404. Un texto acompañado de introducciones y comentarios. Llegó a ser la 17
versión divulgada y oficial de la Iglesia latina. El texto de la versión antigua
(Vetus Latina), muy extendido ya por entonces, aunque de estilo tosco,
había caído en un estado de corrupción irritante. San Jerónimo, nacido no
antes del año 347, recibió su formación en las mejores escuelas exegéticas
del Oriente griego y aprendió el hebreo con rabinos judíos. Pasó en Belén la
parte última de su vida (385-420). En Cesarea pudo consultar las famosas
Hexaplas de Orígenes. Jerónimo inició su trabajo sobre los textos hebreos
con la versión de los libros de Samuel-Reyes y probablemente con la de los
libros proféticos. Por lo que se refiere al Nuevo Testamento, comenzó su
trabajo con la versión de los evangelios. Jerónimo no respetó plenamente su
doble propósito de no alterar el texto de la Vetus Latina más allá de lo
exigido por el griego y de mantener en su traducción el carácter tradicional
de la lengua de la Vetus Latina. La traducción o versión de las cartas,
Hechos y el Apocalipsis parece ser obra de un discípulo suyo, Rufino el
sirio, quien siguió de un modo más sistemático los principios de su maestro
hasta completar la obra en Roma en el año 405.
59
Ibíd., p. 542.
declaró la Vulgata como la versión auténtica de la Iglesia latina 60, sin que
ello significara el olvido de la natural referencia a los originales griego y
hebreo. Medio siglo más tarde, en 1592, culminaron los esfuerzos de edición
de un texto oficial con la Vulgata Sixto-Clementina.
60
Cf. P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 54.
filoxeniana del Antiguo Testamento se basa sobre un texto más arcaico que
el de la Peshitta, revisado conforme al griego antioqueno.
D) LA VERSIÓN SIRO-PALESTINENSE. La versión siro-palestinense es
independiente de las demás versiones siríacas. Su lengua es el dialecto
arameo occidental hablado por los cristianos de Palestina. Se conservan
fragmentos de esta versión en leccionarios, sobre todo del texto de Salmos.
Las primeras indicaciones sobre los orígenes de la traducción se encuentran
en referencias de San Jerónimo a la liturgia celebrada en Belén. La versión 19
siro-palestinense del Nuevo Testamento es, entre las versiones siríacas, las
más próxima al tipo textual bizantino.
E) LA VERSIÓN SIRO-HEXAPLAR DEL ANTIGUO TESTAMENTO. La
versión siro-hexaplar fue realizada por Pablo, obispo de Tella
(Mesopotamia), con anterioridad al 619 en Alejandría. Traduce muy
literalmente el texto hexaplar de Orígenes. Conserva en los márgenes
numerosas lecturas de las tres columnas (Aquila, Símaco y Teodoción), así
como de la quinta y sexta en el Salterio. Posee por ello un gran valor en
orden a la reconstrucción del texto hexaplar y del griego antiguo del libro
de Daniel.
F) LA VERSIÓN DE JACOBO DE EDESA. La versión de Jacobo de Edesa
constituye el último ejemplo de la intensa actividad desplegada por los
cristianos de habla siríaca en la traducción de la Biblia. Se conservan
fragmentos correspondientes a Samuel-Reyes, libros traducidos en el 705.
Esta versión se proponía mejorar la calidad literaria de la versión siro-
hexaplar en relación con la Peshitta.
B. LA CRÍTICA TEXTUAL
El objetivo de la crítica textual consiste en establecer el texto bíblico más
antiguo atestiguado por tradición manuscrita. La crítica textual tiene como
ámbito de estudio el proceso de transmisión del texto a partir del momento
de su edición primera. Corresponde a la crítica literaria estudiar el proceso
anterior de formación de los escritos bíblicos y establecer la autoría y época
de los mismos.
Dos hechos dan origen a los estudios de crítica textual del Antiguo y del
Nuevo Testamento: 1) los autógrafos u originales de los autores bíblicos no
han llegado hasta nosotros; 2) los manuscritos conservados presentan toda
clase de variantes, errores, lagunas, glosas y cambios, producidos a lo
largo de los siglos en el continuo proceso de copia de dichos manuscritos.
Entre los originales de los autores y las copias más antiguas conocidas
median unos mil quinientos años por lo que se refiere al Antiguo
Testamento y sólo un par de siglos por lo que atañe al Nuevo Testamento.
Para la crítica textual hay que tomar en cuenta otra cosa: la historia del
texto bíblico pone en evidencia dos realidades: 1) el judaísmo se muestra
preocupado por guardar con todo escrúpulo el texto hebreo del Antiguo
Testamento; 2) el cristianismo, en cambio, se muestra preocupado por
22
hacer llegar el texto de la Biblia a los diferentes pueblos y lenguas de las
iglesias locales.
64
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 441.
65
Cf. P. W. Skehan – G. W. MacRae – R. E. Brown, Textos y Versiones, o. c., pp.142-150.
66
Cf. Guijarro Aporto, Los cuatro evangelios, Sígueme, Salamanca 2012, p. 27.
67
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 440.
68
Ibíd.
69
Ibíd., p. 558. El descubrimiento de este papiro provocó gran sorpresa, por cuanto
algunos exégetas consideraban que el cuarto evangelio había que situarlo en el siglo II.
Contiene probablemente los cuatro evangelios más los Hechos, como P4570.
Del evangelio de Juan se conservan los primeros 15 capítulos.
Por lo que respecta al tipo de escritura, los manuscritos cristianos del
Antiguo y Nuevo Testamento se dividen en unciales (mayúsculos) y
cursivos (minúsculos). Los mayúsculos y en escritura continua empiezan a
aparecer a partir del siglo IV; los minúsculos con palabras separadas
comienzan a aparecer en el siglo IX71.
2.- MANUSCRITOS EN CARACTERES UNCIALES 72. Se denominan 25
unciales los manuscritos escritos en pergamino con un tipo de letra
derivado de las mayúsculas utilizadas en las inscripciones. Desde el siglo
III73 y el siglo IV, cuando empezarán a imponerse, hasta el IX a.C., los
caracteres unciales fueron los únicos utilizados en los manuscritos del
Nuevo Testamento. Los unciales del Nuevo Testamento son designados con
números arábigos precedidos de un 0. Algunos son conocidos también por
las letras latinas, griegas o hebreas, con las que eran designados en un
principio (01=a; 02=A; 03=B... A causa de su antigüedad fueron
considerados como la fuente más importante para el estudio crítico del
Nuevo Testamento. Los manuscritos unciales más importantes son los
siguientes:
1.- 03=B. CÓDICE VATICANO. Se encuentra en la Biblioteca Vaticana
desde 1475. Viene de comienzos del siglo IV. Representa una cuidadísima
edición de toda la Biblia en griego, con excepción de los libros de los
Macabeos. Es el único códice completo del Antiguo Testamento griego que
testimonia el orden cristiano de los libros: Pentateuco, Libros históricos,
Sapienciales y Profetas. Con 920 hojas.
2.- 01=a. CÓDICE SINAÍTICO (S), escrito en la primera mitad del siglo IV
y descubierto en el monasterio de Santa Catalina del Sinaí. Se conserva en
el museo británico (Londres). Contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento
además de la Carta de Bernabé y el Pastor de Hermas. Se ha perdido casi
todo el Pentateuco y los Libros históricos. Es uno de los testimonios más
70
Ibíd., p. 540.
71
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 443.
72
Cf. A. Wikenhauser – J. Schmid, Introducción al Nuevo Testamento, o. c., p. 126.
Textos unciales es una denominación reciente y puramente convencional, que se basa en
unas palabras de San Jerónimo, quien se refiere a las letras que pesan una onza .
73
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 441.
importantes del texto del Nuevo Testamento. Su texto es, por lo general,
alejandrino, aunque con elementos occidentales.
3.- 02=A. CÓDICE ALEJANDRINO. Se encuentra en el Museo Británico y
viene de comienzos del siglo V. Contenía la Biblia griega en su totalidad. En
los evangelios es el testimonio más antiguo del texto bizantino. Es el mejor
testimonio existente del texto del Apocalipsis.
4.- 04 = C. CODEX EPHRAIMI SYRI RESCRIPTUS O CÓDICE
PALIMPSESTO de san Efrén (conservado en Paris), de comienzos del siglo 26
V. El palimpsesto procede del siglo XII. Contenía toda la Biblia, pero del
texto del Antiguo Testamento se conserva únicamente el correspondiente a
los libros de Job, Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría, Eclesiástico y Cantar
de los Cantares, y del Nuevo Testamento se conserva parte de todos los
libros, excepto de 2Tes y 2Jn. Contiene 209 hojas. Su texto, reconstruido
concuerda por lo general con el texto bizantino.
5.- 05=D. CODEX BEZAE. Se encuentra en Cambridge. Es el códice
bilingüe greco-latino más antiguo conservado. Procede del siglo V.
Contiene los evangelios y Hechos, los primeros en el orden llamado
occidental: Mt-Jn-Lc-Mc. Tenía unas 510 hojas. El libro de los Hechos
es una décima parte más amplio que el de la restante tradición manuscrita.
3.- MANUSCRITOS EN CARACTERES MINÚSCULOS 74. Se denominan
minúsculos los manuscritos escritos en caracteres cursivos o minúsculos. Se
extienden desde siglo IX hasta la época de la invención de la imprenta. Los
minúsculos más antiguos están escritos con mayor cuidado. Se conocen hoy
2,792 manuscritos minúsculos. Se le designa con un número arábigo. Su
valor crítico depende en gran medida del tipo textual que reproducen.
4.- LECCIONARIOS 75. La liturgia cristiana seleccionó desde muy pronto
pasajes de los evangelios y del resto del Nuevo Testamento, con la sola
excepción del Apocalipsis, para su lectura en la liturgia de cada día del año
y, en particular, de los domingos. Se han conservado y catalogado unos
2,193 manuscritos de leccionarios. Ninguno de ellos es anterior al siglo
IX76. Se trata, por otra parte, de textos seleccionados.
74
Cf. M.A. Tábet, Introducción, o. c., pp. 336-339.
75
Cf. I. Carbajosa – J. González – F. Varo, La Biblia en su entorno, o. c., p. 339.
76
Ibíd., p. 443.
5.- CITAS PATRÍSTICAS. Además de los manuscritos bíblicos y de las
versiones, las citas del Nuevo Testamento recogidas en comentarios,
sermones, y otros escritos de los Padres ofrecen un material tan abundante
que abarca prácticamente la totalidad del Nuevo Testamento. La
importancia de las citas patrísticas radica en el hecho de que el texto en
ellas citado es con frecuencia más antiguo que el de la mayor parte de los
manuscritos bíblicos conservados. Muchas de ellas tienen un valor relativo
porque también los Padres citaban el texto de memoria. 27
Los manuscritos del Nuevo Testamento se clasifican en grupos, tipos o
familias textuales según la forma de texto que ofrecen.
1.- El tipo alejandrino o neutral es considerado generalmente como el más
fidedigno y el mejor.
2.- El tipo occidental fue designado así por ser el texto de base de
testimonios occidentales como la Vetus Latina, citas de los Padres latinos…
Se trata de la forma más antigua conocida del texto del Nuevo Testamento.
El texto occidental de Hechos es notablemente más amplio que el que
ofrece la tradición textual alejandrina77.
3.- El tipo bizantino o koiné es el texto más atestiguado en los manuscritos
minúsculos y pasó, a través de la edición de Erasmo, al textus receptus.
4.- El tipo cesariense se descubrió más tarde que los anteriores. Posee un
número reducido de lecturas propias y muestra afinidades con el alejandrino
y el occidental.
Los cambios que se han operado en la transmisión del texto del Nuevo
Testamento pueden clasificarse entre: 1) accidentales (errores gramaticales,
por audición…); 2) corrupción por armonización. Por ejemplo: El texto
breve del padrenuestro según Lc 11,2-4 se encuentra en muchos
manuscritos en una forma reelaborada sobre la base del texto más amplio y
77
Cf. Guijarro Aporto, S., Los cuatro evangelios, Sígueme, Salamanca 2012, pp. 406-407.
conocido de Mt 6,9-13; 3) adición de elementos diversos. Por ejemplo: La
forma más antigua de Gal 6,17, conservada por P46, B, A…: llevo en mi
cuerpo la marca de Jesús, aparece en muchos manuscritos ampliada de
diversas formas: … del Señor Jesús - … de Jesús el Cristo - … de nuestro
Señor Jesucristo; 4) fusión de lectura. Por ejemplo: en Hch 20,28, las dos
lecturas alternativas, iglesia del Señor e iglesia de Dios, aparecen
fusionadas en la lectura iglesia del Señor y Dios ; 5) Por motivos doctrinales .
Por ejemplo: los mejores representantes del texto alejandrino, occidental y 28
cesariense, conservan la frase de Mt 24,36//Mc 13,32, acerca de aquel día
y hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo… ; por el
contrario, la mayoría de los manuscritos, entre ellos los del texto bizantino,
suprimen las palabras ni el Hijo, por la dificultad doctrinal que entrañan. De
igual manera: en Lc 23,32, la mayor parte de los manuscritos tratan de
evitar que Jesús pudiera ser considerado como uno más de los criminales
que le acompañaban en la cruz, tal como podía desprenderse de la lectura
más antigua, atestiguada por P75 a B…: También otros criminales, dos, con
él eran conducidos para ser crucificados . Con un simple cambio en el orden
de las palabras, aquellos manuscritos leen: También otros dos, criminales,
eran conducidos…
78
Cf. M.A. Tábet, Introducción, o. c., pp. 396-398.