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Asignatura: DD091 - Teoría del conflicto. Concepto y análisis del conflicto.

Introducción

Antes de pasar a analizar la investigación sobre la paz, el estudio del conflicto, y el


papel de la psicología en todo ello, es fundamental que abordemos el análisis del
concepto teórico de paz. Esta importancia deviene de dos razones. Por un lado, la
evolución del campo temático de la investigación sobre la paz ha ido de la mano del
desarrollo del concepto de paz y, por otro lado, de la noción de paz que se adopte,
dependerá, en gran medida, el campo de lo que se entiende como investigación sobre
la paz y psicología de la paz.

La paz es un concepto polisémico, con muchas implicaciones en las políticas de acción


que se adoptan, dependiendo de su definición. Desde la versión más simple de paz
como ausencia de violencia, a la versión más aceptada recientemente en las ciencias
sociales de paz como ausencia de violencia e injusticia social, existe un amplio abanico
de definiciones que de una forma u otra conforma la construcción social de la paz, y las
acciones para su consecución que de ellas derivan.

1.1 CONCEPTO JUDEOCRISTIANO OCCIDENTAL DE PAZ

De inicio, podemos afirmar que, tradicionalmente, la paz ha significado simplemente


prevención o cese de la guerra, por lo que se ha definido por referencia, precisamente,
a ese estado opuesto, la guerra. Como bien recuerda Juan Gutiérrez (1991) hace dos
siglos definió Inmanuel Kant en su obra "la Paz Perpetua" la paz como "ausencia de
guerra y de preparación de guerra ofensiva entre Estados". Para él, en el interior de
cada Estado había un orden regido por leyes, y por tanto paz. Para Kant la paz estaba
en la ley en correspondencia con la ley moral. A este concepto de paz como ausencia
de guerra se designa hoy como "paz negativa".

Hace dos siglos definió Inmanuel Kant en su obra "la Paz Perpetua" la paz
como "ausencia de guerra y de preparación de guerra ofensiva entre Estados"

Este concepto de paz propio de la cultura occidental tiene unas raíces que se hunden
profundamente en dos tradiciones culturales diferentes. Si seguimos a Galtung,
podemos considerar que "la paz, se conciba como se conciba, es una característica de
algún "sistema": intrapersonal, interpersonal, intrasocial, intersocial, intraglobal....Es
un concepto aplicado a un sistema; de ahí que necesariamente se vea impregnado de
las tradiciones que rigen esa civilización, la formación de conceptos y la creación de
sistemas" (Galtung, 1985, p. 75). En nuestro caso, el concepto de paz en la cultura
occidental, se halla influenciado, sobre todo, por la tradición griega y por la tradición
romana. (Galtung, 1985):

a) La primera, la Tradición Griega tiende a definir la paz como la "unidad interior frente


a una amenaza exterior", de lo que se deduce que la amenaza exterior fomenta la
unidad interior (el Estado). Surge así, la idea de "nosotros contra ellos", razón de ser de
la defensa armada, cuya misión es la paz en una doble dimensión:

1. Por un lado, la defensa ante el exterior, lo que supone el desarrollo del


armamentismo y el militarismo para la defensa del Estado y

2. Por otro, el mantenimiento del orden y de la paz interior. De esta manera, la paz
sólo es la ausencia de violencia externa e interna, transformándose el Estado en el
elemento definitorio de la noción de paz.

b) La segunda, la Tradición Romana, presente desde el Imperio Romano, define la paz


-en función de un "universalismo que nace y tiene su centro en Occidente"- como "ley
y orden interno", cuyo punto de referencia son, también, los Estados Soberanos.

Así, la filosofía y la teoría política desarrolladas en el "período moderno" -que Galtung


fecha a partir del "Renacimiento Medieval" de la Alta Edad Media-, divide la vida social
en dos mundos: uno el estado donde reina el orden, la ley y la paz; y otro, la sociedad
internacional, donde reina la anarquía y la ley del más fuerte. Esta división determina
el concepto de paz de manera negativa y externa, pues se presenta como períodos de
tiempo, circunstanciales, entre las múltiples guerras -estado normal de una sociedad
internacional sin ley ni orden- que caracterizan la historia del ser humano. Siguiendo
esta concepción, si no existen desórdenes internos en el seno de los estados, la paz
interior se da por hecha, por lo que la paz haría referencia, casi exclusivamente, a la
sociedad internacional: la paz como ausencia de guerra entre los estados.

Es a partir de estas tradiciones greco-romanas de donde surge un concepto negativo


de paz que, como consecuencia de la expansión y conquista de la cultura occidental, es
dominante en el mundo actual. Este concepto limita la paz a un intervalo entre dos
guerras o conflictos, dejando de lado los aspectos positivos de la paz. Por ello,
tradicionalmente, el estudio sobre la paz como disciplina científica ha sido,
principalmente, una investigación sobre la guerra y el conflicto, y sobre los medios
para evitar ambos.

Por ello, tradicionalmente, el estudio sobre la paz como disciplina científica ha


sido, principalmente, una investigación sobre la guerra y el conflicto, y sobre
los medios para evitar ambos

Sin embargo, desde Kant hasta hoy, el concepto de paz se ha ido extendiendo del
plano de las relaciones entre estados a cualquier otro plano de relaciones entre grupos
o personas, e incluso a relaciones con la naturaleza o relaciones con las generaciones
futuras, y paz ha pasado a significar no sólo la ausencia de guerra, sino la ausencia de
violencia.

Violencia no significa únicamente acción violenta directa, por lo que el concepto de paz
incluye hoy más que "no-guerra" y "no-acciones violentas". Han entrado en él otros
rasgos de la no-violencia, como justicia o liberación de la opresión.
Ya en el siglo XVI (Gutiérrez, 1991) Martin Lutero hablaba de "La paz basada en la
justicia" y en el siglo XVIII el mismo Kant rechazaba "la paz de los cementerios",
considerando que una paz asentada en la represión no es una "verdadera paz".
Posteriormente el marxismo y las luchas contra la explotación han actualizado estos
planteamientos. Este concepto de paz verdadera implicando el rechazo a la injusticia y
la opresión ha tenido su marchamo científico al acuñar Johan Galtung el concepto de
"Violencia estructural" (Galtung, 1969). Según Galtung, hay violencia estructural
cuando varios colectivos están dentro de una misma estructura, lo que hace que unos
salgan mejor parados que otros, que a unos beneficia y a otros perjudica. Los
desniveles, el sometimiento, la opresión y la explotación son casos de violencia
estructural.

Esta incorporación al concepto de paz de otros elementos -como justicia, liberación de


opresión- encuentra el rechazo de algunos científicos que dicen que paz es pura paz, y
sólo aceptan la definición negativa, acusando a quienes la amplían de ambiciosos que
quieren extender el campo de su disciplina saltándose el rigor científico (Bobbio,
1979).

Al introducir junto a un valor negativo -no guerra-, otros valores positivos -justicia,
igualdad- nos encontramos con que estamos ante un continuo y no ante una
disyuntiva. Guerra o paz es una disyuntiva clara, pero justicia y opresión puede haber
más o menos; y así entendida, una paz total es algo ideal, una idea reguladora, no es
algo que se realice plenamente.

Pero antes de pasar a exponer las concepciones más recientes de paz, veamos el
desarrollo del concepto de paz en el Siglo XX que ha posibilitado la aparición de las
conceptualizaciones de Johan Galtung y Adam Curle.

Tradicionalmente, el concepto de paz ha tenido tres componentes un sentido de orden


jurídico asociado con la palabra latina pax; un sentido de relaciones sociales éticas,
expresado por la palabra griega eirené; y un sentido de bienestar emanado de la
plenitud espiritual, expresado por la palabra hebrea shalom. Histórica y
etimológicamente estos tres elementos eran faceta distintas de la misma idea; sin
embargo, esta división del contenido de paz nos es útil, ya que refleja la separación
conceptual existente a principios de siglo.

Tradicionalmente, el concepto de paz ha tenido tres componentes un sentido


de orden jurídico asociado con la palabra latina pax; un sentido de relaciones
sociales éticas, expresado por la palabra griega eirené; y un sentido de
bienestar emanado de la plenitud espiritual, expresado por la palabra hebrea
shalom

En el cambio de siglo, la piedad que emana de shalom, se encontraba relegada al


ámbito vocacional de las distintas iglesias y a las comunidades que se autosegregaban
del conjunto de la sociedad, en las cuales se desarrolló el concepto de la no-resistencia
-principio de no participación en la violencia organizada. Institucionalizaron su
concepto de paz repudiando absolutamente la violencia y separándose, por cuestión
de principios, del resto de la sociedad. En consecuencia, aislaron el concepto de paz
como piedad de la ética secular.

Mientras tanto, la noción jurídica de pax como orden impuesto por la autoridad


legítima, se desarrollaba en la ley internacional y adquiría formas diplomáticas tales
como la mediación y el arbitraje. A medida que el concepto de autoridad iba
adquiriendo un significado más amplio y republicano, la noción de paz negociada por
un conjunto de gobernantes se transformaba en la idea de una liga de estados. Se
acomoda el concepto jurídico de paz al sistema estatal moderno de múltiples
soberanías. Defienden el punto de vista de que la paz debe ser un principio organizado
de las relaciones internacionales. Algunos de los logros más destacados los
encontramos en la ley internacional, el arbitraje y las organizaciones internacionales.

¿Y qué es de la eirené, paz basada en las relaciones sociales justas?. Este valor se
encontraba reflejado en la ética cuáquera e impregnaba las distintas asociaciones
pacifistas religiosas que combinaban el fervor religioso con las ideas ilustradas,
liberales. De hecho, compartían la fe en un progreso racional y una evolución basada
en la aplicación de modelos naturalistas a la organización social. Su concepto de paz se
basaba en una filosofía de justicia social defendida por los economistas liberales que
creían que la guerra y la economía de guerra ahogaban la prosperidad, exacerbaban el
malestar social, y frustraban la evolución de unas relaciones sociales armoniosas. En
consecuencia, afirmaban que el libre mercado de bienes e ideas llevaría a una
distribución igualitaria del poder, crearía un nuevo sistema de intercambio, y
eliminaría la amenaza militar.

Con el cambio de siglo, la fragilidad de estas ideas era clara. La realpolitik de Bismark,
el proteccionismo, el colonialismo europeo y americano, y la concentración doméstica
del poder económico, habían erosionado severamente las condiciones que justificaban
la confianza liberal. A pesar de ello, allá por 1914, la noción liberal de paz como una
sociedad abierta y ordenada, estaba bien protegida y arraigada en distintas
organizaciones que pretendía inculcar sus puntos de vista entre el público y la clase
política.

Los líderes de estas organizaciones consideraban la paz como la expresión del orden
internacional y social, considerándolo esencialmente bueno en sí mismo. Según esto,
separaban el valor de la relación social armoniosa de las cuestiones de justicia
presentes ya en aquellos tiempos. Por ello, los líderes de las organizaciones pacifistas
se encontraban separados no sólo de aquellos para los que la paz era una disciplina
religiosa, sino que también de los movimientos socialistas y sindicales en auge, para los
cuales el orden pacífico existente era otra forma de injusticia.

Estos antecedentes del siglo XIX de la reflexión sobre el concepto de paz, fueron
sometidos a la crisis general ocurrida en el siglo XX. La interacción de dichos
antecedentes con distintas corrientes de pensamiento -tales como las ciencias sociales,
la filosofía pragmática, el socialismo, y el evangelio social- y sucesos críticos ocurridos a
principios de siglo, provocó una reflexión crítica de la que han surgido los cimientos
sobre los que se asienta el concepto moderno de paz.
Como consecuencia de la evolución que estamos comentando, comenzó a surgir una
concepción de paz más amplia, según la cual la paz sería una relación entre individuos,
grupos, naciones, o incluso unidades mayores, basada en la cooperación. Veamos, a
continuación, los desarrollos conceptuales más importantes surgidos a lo largo de la
segunda mitad del Siglo XX.

Como consecuencia de la evolución que estamos comentando, comenzó a


surgir una concepción de paz más amplia, según la cual la paz sería una
relación entre individuos, grupos, naciones, o incluso unidades mayores,
basada en la cooperación

1.2 EL ENFOQUE DE JOHAN GALTUNG

Siguiendo a Galtung (1969, 1985), para examinar la idea de paz debemos partir
de tres principios simples:

1. El término "paz" se utiliza para objetivos sociales aceptados, al menos


verbalmente, por muchos, aunque no necesariamente por la mayoría.

2. Estos objetivos sociales pueden ser complejos y difíciles, pero no imposibles


de alcanzar.

3. Consideramos válida la afirmación: la paz es la ausencia de violencia.

Este último principio nos lleva a la cuestión de la definición de paz. El en sí


mismo no es una definición, lo único que pretende es que los términos "paz" y
"violencia" queden vinculados entre sí de tal manera que la paz pueda
considerarse como ausencia de violencia, de tal manera que, a partir de ese
momento, todo se centra en buscar una definición de "violencia".

Los términos "paz" y "violencia" queden vinculados entre sí de tal


manera que la paz pueda considerarse como ausencia de violencia

Digamos como punto de partida, que la violencia está presente cuando los
seres humanos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas,
somáticas y psicológicas, están por debajo de sus realizaciones potenciales.
Así, si una persona moría de tuberculosis en el siglo XVIII, resultaría difícil
considerar el hecho como una violencia, puesto que su muerte era casi
inevitable; pero si muere hoy, a pesar de los recursos médicos que hay en el
mundo, según ésta definición si que existe violencia. La violencia es aquello
que aumenta la distancia entre lo potencial y lo efectivo, y aquello que
obstaculiza el decrecimiento de esa distancia. En otras palabras: cuando lo
potencial es mayor que lo efectivo y ello sea evitable, existe violencia. Cuando
lo efectivo es inevitable, no existe violencia aunque lo efectivo esté situado a
muy bajo nivel. Una esperanza de vida de treinta años, en el período neolítico,
no era una expresión de violencia; pero la misma esperanza de vida en la
actualidad, debería entenderse, según nuestra definición, como violencia.

La violencia es aquello que aumenta la distancia entre lo potencial y


lo efectivo, y aquello que obstaculiza el decrecimiento de esa
distancia

Según Galtung (1985), esta definición de violencia hace referencia a seis


dimensiones importantes de violencia.

La primera de ellas, se refiere a la distinción que debe hacerse entre violencia


física y psicológica. Es una distinción vulgar, pero importante, puesto que la
concepción restringida de violencia se centra únicamente en la violencia física.
Los seres humanos sometidos a violencia física se ven heridos somáticamente,
con la muerte como punto extremo. La violencia psicológica puede abarcar las
mentiras, el lavado de cerebro, las diferentes formas de adoctrinamiento, las
amenazas, etc..., que sirven para disminuir las potencialidades mentales.

La segunda distinción se establece entre el enfoque negativo y la aproximación


positiva de las acciones. Por ejemplo una persona puede verse influida no
solamente si se la castiga cuando hace algo que el que influye considera mal
hecho, sino también si es recompensada por hacer algo que éste considera
correcto. El resultado final puede ser que los seres humanos queden
eficazmente imposibilitados de realizar sus potencialidades. Así, muchos
pensadores (Marcuse, 1953) subrayan que la sociedad de consumo
recompensa ampliamente a aquél que se lanza al consumo, mientras que no
castiga positivamente a aquél que no lo hace.

La tercera distinción que hay que hacer se refiere al objeto: ¿hay o no hay un
objeto que reciba daño?. ¿Podemos hablar de violencia cuando no hay ningún
objeto que reciba daño?. Sería éste un caso de lo que se denomina violencia
truncada. Cuando una persona, un grupo, una nación, despliega unos medios
de violencia física, ya sea arrojando piedras a su alrededor, ya experimentando
armas nucleares, puede no haber violencia en el sentido de que alguien reciba
un golpe o una herida, pero sí hay una amenaza de violencia física y una
amenaza indirecta de violencia mental que puede incluso caracterizarse como
algún tipo de violencia psicológica, habida cuenta de que limita la acción
humana.

La cuarta distinción, y la más importante, se refiere al sujeto: ¿hay o no hay un


sujeto (persona) actuante? De nuevo podemos preguntarnos: ¿se puede hablar
de violencia cuando nadie comete una violencia directa, cuando nadie actúa?.
Esto sería, también, un caso de violencia truncada. Al tipo de violencia en el
que hay un actor que comete la violencia lo llamamos violencia personal o
directa, y llamamos a la violencia en la que no hay tal actor, violencia
estructural o indirecta. En ambos casos puede haber individuos muertos,
golpeados o heridos, en las distintas acepciones de estos términos; pero así
como en el primer caso esas consecuencias pueden ser rastreadas hasta llegar
a personas concretas actuantes, en el segundo caso, por el contrario, esto deja
de tener sentido. Puede no haber en la estructura ninguna persona que dañe
directamente a otra persona. La violencia está edificada dentro de la estructura.
Así, cundo un marido golpea a su mujer, tenemos ante nosotros un caso claro
de violencia personal; pero si un millón de maridos mantienen a un millón de
mujeres en la ignorancia, nos encontraremos con una violencia estructural. En
ocasiones se alude a la violencia estructural como injusticia social.

Al tipo de violencia en el que hay un actor que comete la violencia lo


llamamos violencia personal o directa, y llamamos a la violencia en
la que no hay tal actor, violencia estructural o indirecta

La quinta distinción que debe hacerse es entre la violencia deliberada y la no


deliberada. Esta distinción es importante cuando se trata de dictaminar una
culpa, puesto que el concepto de culpabilidad ha estado más vinculado a la
intención que a la consecuencia. Esta conexión es importante porque pone de
manifiesto una orientación presente en gran parte del pensamiento acerca de la
violencia, la paz, y conceptos emparentados con éstos: a los sistemas éticos
dirigidos contra la violencia deliberada puede escapárseles fácilmente de las
mallas de sus redes la violencia estructural.

En ocasiones se alude a la violencia estructural como injusticia


social

En sexto, y último lugar nos encontramos con la tradicional distinción entre dos
niveles de violencia: la violencia manifiesta y la latente. La violencia manifiesta,
personal o estructural, es observable, aunque no directamente, puesto que la
entidad teórica de la "realización potencial" entra también en el marco. La
violencia latente es algo que no está ahí, pero que puede aparecer fácilmente.
Consideramos que hay violencia latente cuando la situación es tan inestable
que el nivel de realización efectiva no está suficientemente protegido y
disminuye "fácilmente".

Figura 1.1: Tipología de la violencia (Galtung, 1985).

Con la distinción entre violencia personal y violencia estructural como cuestión


básica, la violencia se desdobla, y lo mismo ocurre con la paz concebida como
ausencia de violencia. Una concepción ampliada de la violencia conlleva una
concepción ampliada de la paz. Así como una moneda tiene dos caras,
representando cada una de ellas solamente una faceta de la moneda y no la
moneda entera, también la paz tiene dos caras: ausencia de violencia personal
y ausencia de violencia estructural. Aludiremos a ellas como paz negativa y paz
positiva respectivamente.
Así como una moneda tiene dos caras, representando cada una de
ellas solamente una faceta de la moneda y no la moneda entera,
también la paz tiene dos caras: ausencia de violencia personal y
ausencia de violencia estructural. Aludiremos a ellas como paz
negativa y paz positiva respectivamente

En interés de la brevedad podrían preferirse las formulaciones de "ausencia de


violencia" y "justicia social", empleándose una formulación negativa y otra
positiva. La razón para la utilización de los términos "negativa" y "positiva" es
obvia: la ausencia de violencia personal no conduce a ninguna condición
positivamente definida, mientras que la ausencia de violencia estructural es
aquello a lo que nos hemos referido como justicia social, una condición definida
positivamente. Todo ello significa que la teoría de la paz está íntimamente
conectada no sólo con la teoría del conflicto sino también con la teoría del
desarrollo. Y la investigación sobre la paz, definida como investigación de las
condiciones precisas -pasadas, presentes y futuras- para la realización de la
paz, estará también íntimamente conectada con la investigación del conflicto y
la investigación del desarrollo; siendo la primera, a menudo, más relevante
para la paz negativa, y la segunda más relevante para la paz positiva.

Figura 1.2: Los conceptos ampliados de violencia y paz (Galtung, 1985).

1. 3 EL ENFOQUE DE ADAM CURLE

Adam Curle ha extendido y humanizado aún más el concepto de paz entendido


como "paz positiva". Curle (1978) establece su posición en torno a la existencia
de tres conceptos:

1. Relaciones pacíficas vs relaciones no pacíficas u hostiles.

2. Relaciones equilibradas vs relaciones no equilibradas.

3. Grado de percepción o de conciencia del conflicto.

Las relaciones pacíficas serían aquellas que ponen a individuos o grupos en


condiciones de poder conseguir, juntos, objetivos que no habrían podido
alcanzar por separado, o, por lo menos, en condiciones de no obstaculizarse
mutuamente. Por su parte, las relaciones hostiles serían aquellas en las que las
partes implicadas se dañan recíprocamente, de manera que, de hecho,
consiguen menos de lo que podrían haber hecho independientemente y, de un
modo u otro, perjudican la capacidad del otro para desarrollarse, madurar o
realizarse. De dichas relaciones, una parte sale perjudicada, aunque no suceda
lo mismo con la otra parte, que sí puede sacar ventajas de la interacción
existente.
En contraste con la ausencia de lucha declarada, una relación pacífica debería,
pues, significar -a escala individual- amistad y comprensión, lo suficientemente
amplias como para salvar cualquier diferencia que pudiera surgir. A mayor
escala, las relaciones pacíficas deberían implicar una colaboración armoniosa y
constructiva, una asociación activa, una cooperación planificada, un esfuerzo
inteligente para prever o resolver conflictos en potencia; consiguiéndose, así,
una relación en la que los individuos o grupos interesados, alcanzan juntos
objetivos que no habrían podido alcanzar por separado. Este aspecto de la paz
entraña, en buena medida, lo que Curle denomina desarrollo (Curle, 1971). Si
el desarrollo ha de tener lugar, es decir, si una relación ha de crecer
armónicamente y en sentido eficaz, es axiomático que tiene que haber una
gran dosis de igualdad y reciprocidad. En las relaciones pacíficas no hay
dominio ni imposición. En su lugar brillan la mutua asistencia, el entendimiento
mutuo, la preocupación y el interés solidarios, y la colaboración nacida de dicho
apoyo mutuo (Curle, 1971).

El segundo concepto es el de relaciones equilibradas y desequilibradas. Se


entiende por relación equilibrada aquella en la que se da una división de poder
más o menos igual. No es que sea absolutamente necesario un mismo tipo de
poder, en un conflicto utópico entre un gobierno y una universidad, por ejemplo,
no hay duda de que el gobierno detenta todo el poder convencional, pero la
universidad puede esgrimir muchas y poderosas armas -la indignación moral
internacional, el abandono del territorio por parte de sus intelectuales, la
pérdida de equipos técnicos, etc.- así pues, al establecer un balance es
necesario tener en cuenta en qué medida, en un caso determinado, una de las
partes puede dominar a la otra.

Se entiende por relación equilibrada aquella en la que se da una


división de poder más o menos igual

Inversamente la relación desequilibrada se caracteriza por una asimetría de


poder de las partes. Una de ellas es más poderosa que la otra, y está
capacitada para imponer sus deseos a la otra parte. Hay que tener en cuenta
que las situaciones de desequilibrio no siempre implican explotación. Aunque
un padre puede explotar emocionalmente a un niño (o, de hecho, viceversa), la
relación padre-hijo es, idealmente, una relación que ayuda al niño para que
madure y crezca más fuerte. Lo mismo podría decirse entre organizaciones a
pequeña escala y a gran escala, tales como gobiernos locales y gobiernos
nacionales.

La relación desequilibrada se caracteriza por una asimetría de poder


de las partes

Como ha puesto en evidencia el ejemplo de la relación madre-hijo, debe


tenerse en cuenta que así como no todas las relaciones desequilibradas son
no-pacíficas, puede ocurrir que relaciones equilibradas sean relaciones
hostiles. Puede ocurrir que naciones que se encuentran en guerra entre sí, se
encuentren muy equiparadas en muchos aspectos del conflicto, hecho que
queda demostrado por la gran duración de algunos conflictos y la perennidad
de otros.

Existe un tercer concepto y es el que se refiere al grado de percepción o


de conciencia del conflicto. Hay muchas relaciones no pacíficas en las que las
partes se dan perfecta cuenta de que sus objetivos son dispares; pero hay
otras en que, sin embargo, ello no se ve tan claramente, como, por ejemplo,
entre las poblaciones de los países de la extinta Unión Soviética antes de
conseguir su independencia y entre muchas gentes hoy en día oprimidas e
ignorantes; también, en cierto grado, entre los estudiantes y entre algunos
sectores de la población negra americana, etc. En todos estos casos, apenas si
ha habido conciencia de la existencia de conflicto. No veían claramente que su
pobreza, su carencia de poder, su sumisión o las injusticias que con ellos se
hacían, derivaban directamente de las riquezas, del poder y de la autoridad del
Otro.

Los concepto desarrollados hasta aquí nos dan margen para dibujar los
distintos tipos de relaciones pacíficas y no pacíficas.

Figura 1.3: Relaciones pacíficas y no pacíficas (Curle, 1971).

Existe un tercer concepto y es el que se refiere al grado de


percepción o de conciencia del conflicto

La expansión del concepto de paz no acaba aquí. El que paz sea paz a secas y
también algo más, ha de obedecer a una razón que, de una manera u otra, se
escapa a un planteamiento analítico. La definición de paz que orienta la
investigación por la paz y el movimiento por la paz no es analítica sino que está
inspirada por necesidades humanas, tiene un aire existencial -más que
orientada hacia hechos está orientada hacia valores-. El valor que subyace a la
paz es lo "humano", el "ser" o la "vida". De ahí, puede deducirse, desde luego,
que una definición negativa de paz, por sí sola, está vacía de sentido. Sólo
tiene sentido, sólo es "verdadera paz" si incluye justicia, liberación y todas las
demás dimensiones de la realización humana.

Esto significa que el concepto de paz puede extenderse hasta los límites de la
realización humana, tanto individual como global. De hecho, tanto Curle como
Galtung han formulado este concepto de paz como realización humana (Curle,
1979, p. 12), y en consonancia con este planteamiento, la investigación por la
paz está asumiendo temas como World Order Studies, Cosmología, Ecología,
Desarrollo, etc.

El concepto de paz expuesto hasta ahora se refiere exclusivamente al mundo


de los hechos: estructuras, comportamientos. Tiene, sin embargo, además otra
dimensión subjetiva, psicológica. Sin tratar de definirla aquí científicamente,
puede afirmarse que tal dimensión incluye la conciencia, las percepciones, los
sentimientos, actitudes, concepciones del mundo, etc. Puede llamarse, "la
dimensión cultural", y su importancia es esencial; baste con decir que alrededor
de ella gira la educación por la paz en general y, en particular, la actividad de la
UNESCO en favor de la paz.

El concepto de paz expuesto hasta ahora se refiere exclusivamente


al mundo de los hechos: estructuras, comportamientos. Tiene, sin
embargo, además otra dimensión subjetiva, psicológica

También esta dimensión cultural ha quedado englobada en el concepto de paz.


Así, Adam Curle escribe:

Desarrollé un enfoque (....) que nos capacita para analizar nuestra interacción
en varias dimensiones (....) psicológica, económica, política y, desde luego,
humana". (Curle, 1985, p. )

Galtung (1990) introdujo esta dimensión en el concepto de violencia al definir,


tras la violencia directa y la violencia estructural, la violencia cultural. Según
Galtung, la violencia directa consiste en acto, la violencia estructural en
procesos y la violencia cultural subyace a ambas y no es, ni un acto ni un
proceso, sino algo más duradero y supraindividual, anclado en la conciencia y
memoria social. En esta dimensión cultural, se encuentran las religiones, las
ideologías, los procesos de formación de la identidad, las imágenes del out-
group (exogrupo) y del enemigo. En esta dimensión pueden encontrarse
elementos de violencia en la imagen deshumanizada, amenazadora y
criminalizada del exogrupo como enemigo, en el olvido y desenfoque del
exogrupo o en la concepción del mundo como campo de batalla entre el bien y
el mal.

Es, por otro lado, evidente que en esta dimensión cultural cada elemento de
violencia está emparejado con el correspondiente elemento de paz.

En el siguiente capítulo prestamos atención más detallada a este elemento


cultural de la paz.

CAPITULO 2 : CULTURA DE PAZ

Introducción

La resolución de conflictos, como parte de los estudios por la paz, encuentra su


raíz filosófica y su justificación como pilar fundamental del desarrollo de una
cultura de paz. Básicamente, la cultura de paz no es una cultura libre de
conflictos, sino una cultura en la que los conflictos inevitablemente existen.

2.1 violencia y paz cultural

En un artículo que se puede considerar como la continuación de la introducción


al concepto de violencia estructural, Galtung (1990) va más allá en su definición
de la paz e introduce el concepto ya citado de: "violencia cultural", que es
definida por el autor como los aspectos de la cultura, esfera simbólica de
nuestra existencia -ejemplificada por la religión, la ideología, el lenguaje y el
arte, la ciencia empírica y las ciencias formales (lógica y matemáticas)- que
pueden ser utilizados para justificar o legitimar la violencia, tanto en su forma
estructural como en la directa. La violencia simbólica o cultural no es una
acción como la violencia directa, ni un proceso como la violencia estructural,
sino algo invariable, permanente, manteniéndose igual por largos períodos de
tiempo. La violencia cultural hace que la violencia directa y la estructural
parezcan, e incluso se sientan, como algo correcto o, por lo menos, no malo.

"Violencia cultural", que es definida por el autor como los aspectos


de la cultura, esfera simbólica de nuestra existencia -ejemplificada
por la religión, la ideología, el lenguaje y el arte, la ciencia empírica y
las ciencias formales (lógica y matemáticas)- que pueden ser
utilizados para justificar o legitimar la violencia, tanto en su forma
estructural como en la directa

Si bien en una cultura podemos encontrar ciertos aspectos que sirven para
justificar la violencia estructural o la directa, no estamos en posición de calificar
a esa cultura en su totalidad como pacífica o violenta, sino que sólo podremos
afirmar que "el aspecto A de la cultura C es un ejemplo de violencia cultural"
(Galtung, 1990, p. 291).

Sin embargo, podemos imaginar culturas que poseen no un aspecto, sino un


conjunto de aspectos tan violentos, extendidos y diversos impregnando todo el
espectro cultural, que nos podría llevar a hablar de cultura de violencia, más
que de violencia cultural.

De la misma manera que existe la paz estructural y directa como antónimos de


la violencia estructural y directa, existe la paz cultural. Esta vendría definida por
aspectos de la cultura que sirven para justificar y legitimar la paz estructural y
directa. De manera similar al caso anterior, si encontramos que una cultura
tiene muchos de estos rasgos de paz, podríamos hablar con propiedad, de que
nos encontramos ante una cultura de paz.

Podemos imaginar culturas que poseen no un aspecto, sino un


conjunto de aspectos tan violentos, extendidos y diversos
impregnando todo el espectro cultural, que nos podría llevar a
hablar de cultura de violencia, más que de violencia cultural

Desarrollemos estos conceptos. Profundizando en el concepto de violencia,


anteriormente expuesto, en este contexto, Galtung (1990) entiende la violencia
como un insulto a las necesidades básicas de los seres humanos y, de modo
más general, a la vida, llevando el nivel real de satisfacción de la necesidades
por debajo de la realización potencial. Hay cuatro tipo de necesidades básicas:
necesidades por la supervivencia (negación: muerte, mortalidad), necesidades
para el bienestar (negación: miseria, morbilidad), necesidad de identidad
(negación: alienación), y necesidad de libertad (negación: represión). A estos
cuatro tipos de necesidades se añade un quinto para referirse al resto de la
naturaleza, el "Ecobalance" o equilibrio ecológico, condición fundamental para
la existencia, y factor a tener en cuenta a la hora de definir la paz que sería la
suma de la satisfacción de las cuatro necesidades junto con el equilibrio
ecológico (Galtung, 1990).

La combinación de la distinción anteriormente hecha entre violencia estructural


y directa, y las cuatro categorías de necesidades básicas, nos da una nueva
tipología de la violencia.

Esta nueva tipología define la violencia utilizando la violencia estructural y


directa como supercategorías. En este punto se introduce la violencia cultural
como tercera supercategoría, pudiendo representar la situación gráficamente
como el triángulo de la violencia, donde cada una de las tres violencias ocupan
los distintos vértices. Cuando el triángulo está sobre el vértice estructural-
directa, la imagen evoca la violencia cultural como legitimadora de ambas. Si el
triángulo está sobre el vértice de violencia directa, nos lleva a pensar en la
violencia estructural y cultural como fuentes de la violencia directa. Por
supuesto, el triángulo siempre es un triángulo, pero la imagen que produce es
diferente en sus seis posibles posiciones (figura 2.1)

Figura 2.1: El triángulo de la violencia.

La violencia puede comenzar en cualquiera de los vértices de este triángulo,


siendo fácilmente trasmitida a los otros vértices. Con la violencia estructural
institucionalizada y la violencia cultural internalizada, la violencia directa tiende
también a ser institucionalizada, repetitiva, ritualística.

Debemos comparar este síndrome triangular de la violencia con su


correspondiente síndrome triangular de la paz, en el cual la paz cultural
engendra paz estructural -relaciones igualitarias y simbióticas entre todas las
partes-, y paz directa -comportamientos de amor, amistad y cooperación. Es un
triángulo virtuoso, frente al triángulo vicioso de la violencia, e igualmente
autorreforzante. Este triángulo se obtendría trabajando los tres vértices al
mismo tiempo, sin asumir que un cambio substancial en uno de ellos lleva
automáticamente a un cambio en los otros dos.

Síndrome triangular de la paz, en el cual la paz cultural engendra paz


estructural -relaciones igualitarias y simbióticas entre todas las
partes-, y paz directa -comportamientos de amor, amistad y
cooperación

2.2 cultura de paz

Como dijo Federico Mayor Zaragoza en las V Jornadas Internacionales de


Cultura y Paz de Gernika: "La transición de una cultura de guerra a una cultura
de paz quiere decir transición de las sociedades en las que el poder es garante
de la seguridad a una sociedad que respalda pautas de comportamiento que
tratan los desacuerdos y conflictos sin el recurso a la violencia. Esto significa
una cultura de democracia que alienta y promueve la participación ciudadana,
tanto en cuestiones nacionales, como internacionales; que reemplaza una
autoridad jerárquica dominada por hombres por una igualdad entre hombres y
mujeres en todos los niveles y define al poder como cooperación. Construye la
"paz en las mentes de los hombres" y mujeres enlazando las personas en
redes globales de intereses compartidos y comunidades locales con la
internacional".

Hay quien dice que la causa en que radica la guerra es el conflicto, pero el
conflicto es algo inherente a la vida humana, el resultado de que cada persona
es algo único. En la ausencia del conflicto no habría enmienda alguna a la
injusticia, convicción, ni creatividad. Sin embargo, si se permite que el conflicto
degenere en violencia, se vuelve destructivo. El conflicto nunca puede
resolverse definitivamente por medio de la violencia.

La clave de la cultura de paz es la transformación de la competición en


cooperación, con lo que el conflicto se trata de manera que todos los
involucrados se beneficien. Esto exige la incorporación de las partes en coflicto
y de sus conflictos en el mismo proceso de desarrollo. Resumiendo, cabe decir
que cultura de paz es el tratamiento del conflicto compartiendo el desarrollo.

De manera creciente se reconoce que podemos y debemos transformar los


valores, actitudes y comportamientos de la sociedad para pasar de la cultura de
guerra dominante a una nueva y evolucionada cultura de paz. Esta
transformación requiere la adquisición de nuevos valores, actitudes y
comportamientos, es una tarea que implica profesores, los creadores de
opinión, los líderes políticos, etc.

La clave de la cultura de paz es la transformación de la competición


en cooperación, con lo que el conflicto se trata de manera que todos
los involucrados se beneficien

Aunque sus principios fundamentales son claros, la cultura de paz es un


concepto complejo que está desarrollándose y creciendo en nuestros días,
como resultado de la práctica. La cultura de guerra ha impregnado cada uno de
los aspectos de nuestras vidas, incluso en magnitud que no podemos ni
imaginar. Del mismo modo, una cultura de paz transformará todos los rasgos
del comportamiento humano, tanto a nivel individual como institucional, en
formas que hoy en día son imprevisibles (Adams, 1995).

El movimiento de una cultura por la paz, como un gran río, está alimentado por
distintos riachuelos -diferentes tradiciones, culturas, lenguajes, religiones y
perspectivas políticas-, su objetivo es un mundo en el que dicha diversidad de
culturas vivan unas junto a otras en una atmósfera marcada por el
entendimiento intercultural, la tolerancia, y la solidaridad.
En una cultura de paz, los individuos asumen una identidad global que no
reemplaza otras identidades, sino que se construye sobre ellas -género, familia,
comunidad, grupo étnico, nacionalidad, etc. Y en el caso de existir
contradicciones entre estas identidades, éstas se resuelven de forma no
violenta. Esta cultura rechaza la xenofobia, el racismo, y la designación del otro
como enemigo.

El proceso de una cultura de paz está marcado por la accesibilidad y el flujo


libre de información. El secretismo, las restricciones del flujo de información, y
el uso exclusivo del conocimiento con objeto de conseguir mayores beneficios y
poder, son características que pertenecen a una cultura en la que el otro es
visto como enemigo potencial, o como objetivo de explotación (Adams, 1995).

Finalmente, una cultura de paz no puede ser impuesta desde el exterior. Es un


proceso que surge a partir de las creencias y comportamientos de los
individuos mimos, y se desarrolla de manera diferente en cada país y región,
dependiendo de su historia, cultura y tradición.

Resumiendo, una cultura de paz consiste en unos valores, actitudes,


comportamientos y estilos de vida basados en la no violencia, el respeto a los
derechos humanos, el entendimiento intercultural, la tolerancia y la solidaridad,
el libre acceso y flujo de la información, así como el fortalecimiento y
participación plena de la mujer (Adams, 1995).

Algunos podrían definir la cultura de paz como ausencia de conflicto, pero tal
definición es demasiado pasiva e inconsistente con un mundo rico en
diversidades. En un mundo diverso, el conflicto es y será parte de la vida
misma. En vez de evitar y temer el conflicto, debemos aprender a apreciarlo y
cultivar sus aspectos positivos y no violentos. Los conflictos son inevitables,
necesarios, y pueden tener aspecto beneficiosos, ayudan al desarrollo, a la
identidad, a la reflexión y a la mejora, en general, del individuo y la sociedad.
Pero los beneficios dependen de nuestra habilidad para enfrentarnos a los
conflictos, para resolverlos de manera justa y para prevenir manifestaciones
destructivas y violentas (más adelante veremos la problemática de los cursos
destructivo y constructivo del conflicto).

En lo práctico, el punto clave de una cultura de paz es la


transformación de una competición violenta a una cooperación que
persigue objetivos comunes. Requiere que las partes en conflicto
trabajen juntas a lo largo del proceso

La cultura de paz transforma y, en último término, reemplaza la cultura de


guerra. Sólo puede surgir en entornos dónde la guerra y sus causas han sido
eliminadas, y sus funciones han sido reemplazadas por otras alternativas
positivas.
El primer foro internacional sobre cultura de paz, que tuvo lugar en El Salvador,
entre el 16 y 18 de Febrero de 1994 (First International Forum on the Culture of
Peace), concluye lo siguiente:

a) El objetivo de la cultura de paz es asegurar que los conflictos, inherentes a la


relación humana, sean resueltos de manera no violenta;

b) La paz y los derechos humanos son inseparables y tienen que ver con todo
el mundo;

c) La construcción de una cultura de paz es una tarea multidimensional que


requiere la participación de gente a todos los niveles;

d) Una cultura de paz debería contribuir al fortalecimiento del proceso


democrático;

e) La implantación de un proyecto de cultura de paz requiere una movilización


profunda de la comunicación y de la educación, tanto formal como informal;

f) Una cultura de paz requiere el aprendizaje y uso de técnicas nuevas para el


manejo y resolución pacífica de los conflictos;

g) Una cultura de paz debería ser elaborada dentro de un proceso de desarrollo


humano sostenible, endógeno, e igualitario; no puede ser impuesto desde el
exterior.

2.3 fundamentación psicológica de la cultura de paz

A partir de esta descripción sería prematuro definir la "cultura de paz" de


manera precisa, puesto que su estudio se encuentra tan sólo en sus inicios.
Además, sería poco sensible, culturalmente hablando, prescribir el significado
exacto de "cultura de paz". Diferentes sociedades pueden construir el concepto
y buscar diferentes métodos para implementarlo. El acto de construcción
cultural del significado de "cultura de paz" es en sí mismo parte esencial de la
construcción de la paz, y la paz debe, con seguridad, reflejar diversos valores,
principios y puntos de vista sobre el mundo. La cultura de paz más que ser
rígidamente prescriptiva, es una frase evocativa que incita al diálogo y a la
asociación para construir su significado.

Definir y construir una cultura de paz requiere conocimientos y herramientas


provenientes de muchas disciplinas, la psicología sólo es un elemento más en
el amplio y complejo mosaico cultural. Sin embargo, la dimensión psicológica
es importante ya que una cultura de paz debe incluir patrones integradores de
pensamiento, sentimiento, comportamiento, y relaciones sociales que nutren la
no violencia y la salud individual, social y ecológica (Wessels, M., 1994).

Las culturas de violencia están sostenidas por una infraestructura psicológica


de creencias individuales, normas sociales y valores que enfatizan el uso de la
violencia como medio para alcanzar poder, seguridad, riqueza, prestigio, auto
estima y estima grupal, y dominación social. El poder, en general, es visto en
términos de suma cero, sin prestar atención al poder asociado con la
interdependencia positiva (Boulding, 1989). En lo que se denomina "zonas de
combate del interior de las ciudades" (inner city combat zones) de las naciones
desarrolladas, los niños son socializados en sistemas de discriminación, odio y
violencia. Estos sistemas comprometen la construcción cultural y moldean el
comportamiento social, los valores y las actitudes, tanto en el hogar, como en
la escuela, como en el terreno público (Garbarino, Kostelny y Dubrow, 1991).
Sistemas similares funcionan en regiones rasgadas por la violencia política,
donde los niños son socializados en el odio, en donde la identidad se
construye, con frecuencia, por oposición al "Otro" enemigo, donde la
comunidad sufre divisiones y muchas familias han sido traumatizadas, y donde
la ideología, los modelos, y la presión de los compañeros lleva a los jóvenes a
vivir sus vidas como guerreros, perpetuando, así, el ciclo de la violencia.

Las culturas de violencia están sostenidas por una infraestructura


psicológica de creencias individuales, normas sociales y valores
que enfatizan el uso de la violencia como medio para alcanzar
poder, seguridad, riqueza, prestigio, auto estima y estima grupal, y
dominación social

Para crear una cultura de paz una tarea esencial es reorientar el aprendizaje y
los procesos de socialización que sostienen la infraestructura psicológica de la
violencia. Mientras las culturas de violencia trasmiten el odio, la violencia, y la
opresión de generación en generación, una cultura de paz debería cultivar la
cooperación y la interdependencia; valores de igualdad, diversidad, justicia
social, y salud ecológica; normas, creencias y actitudes que apoyen la
resolución de conflictos no violenta y la reconciliación; y procesos de
compromiso activo de realización espiritual que conduzcan a un cambio social
positivo.

Para enfrentarnos a los desafíos que actualmente tenemos con respecto a la


paz, es necesario desarrollar programas de investigación, educación e
intervención que sean tan sistemáticos y multidimensionales como la violencia
misma. Este apartado intenta perfilar una serie de contribuciones tanto
conceptuales como operacionales que la psicología hace a la cultura de paz.
Somos conscientes, como venimos viendo, que la comprensión del concepto
de paz trasciende cualquier frontera disciplinar, pero, evitando el reduccionismo
psicológico, pretendemos analizar algunos de los puntos que la psicología
puede aportar a otras áreas, como un elemento más del enfoque comprensivo
que necesitamos para construir la paz (Ardila; Boehnke; Deutsch; Frydenberg;
Iritani y Wessells, 1995).

Profundicemos un poco más. Desde un punto de vista psicológico, como ya


hemos mencionado, el conflicto es un rasgo esencial de todos los sistemas
sociales y de las relaciones humanas, y tiene efectos beneficiosos sobre el
cambio social, las relaciones interpersonales y el modo de solucionar los
problemas (Deutsch, 1973, 1994). Conceptualmente, una cultura de paz
debería entenderse no como una utopía libre de conflicto, sino como una
cultura en la cual los individuos, los grupos, y las naciones tienen relaciones
cooperativas y productivas unas con otras, y en donde los conflictos, que
surgen inevitablemente, se maneja de forma constructiva.

Desde una perspectiva psicológica, una de las herramientas esenciales para


resolver los conflictos de manera constructiva y para construir unas relaciones
sociales positivas, es a través de la cooperación y de las metas
supraordenadas compartidas por los grupos en conflicto (Blake y Mouton,
1979; Johnson y Johnson, 1989; Sherif et al. 1961; Sherif y Sherif, 1969;
Worchel, 1986). Aunque, bajo determinadas condiciones, el contacto entre
miembros de los grupos en conflicto puede reducir la hostilidad y el
enfrentamiento, en otras, especialmente en conflictos muy intensos, dicho
contacto puede crear las condiciones para que se produzcan incidentes que
intensifiquen las hostilidades y dejen las cosas peor de lo que estaban (Sherif
et al., 1961; Worchel, 1986). Por el contrario, la colaboración en objetivos
compartidos establece una comunidad de intereses y un sentido de
interdependencia positiva entre los grupos en conflicto, fortaleciendo la opinión
de que trabajar conjuntamente redunda en beneficio de todos (Deutsch, 1994).
Además, la cooperación sirve para romper la distinción entre "nosotros" y "ellos'
y debilita la imágenes de enemigo que conceptúan al otro como diabólico y no
merecedor de confianza.

Aunque los comportamientos específicos de cooperación pueden ser útiles, el


establecimiento de una cultura de paz requiere una transformación de la
orientación motivacional hacia el conflicto pasando de orientaciones
individualistas y competitivas, a otra cooperativa. El trabajo pionero de Morton
Deutsch (1973) estableció que una orientación cooperativa promovía un
sentido de interdependencia positiva, una comunidad de intereses, y
preocupación por el bienestar del otro así como por uno mismo.

La orientación cooperativa es la base para el manejo y resolución constructiva


del conflicto, promoviendo una actitud ganar-ganar, afecto positivo,
comunicación efectiva, mecanismos de solución de problemas, y un
comportamiento negociador.

Mientras que la orientación competitiva ante el conflicto, es una orientación


ganar-perder, que promueve hostilidad mutua, rigidez, sospecha, estereotipos
negativos, uso excesivo de la amenaza y la coerción, problemas en la
comunicación y en los procesos de negociación, y continuos intentos de
dominar al adversario. Esta orientación competitiva, ampliamente compartida
por individuos y grupos, especialmente en contextos sociales caracterizados
por grandes asimetrías de poder, representa la infraestructura psicológica del
desarrollo destructivo de los conflictos y de la cultura de violencia.

El desarrollo de la orientación cooperativa no sólo permite solucionar conflictos


particulares, sino que transforma el modo en el que la gente entiende el
conflicto y responde ante él a largo plazo. La orientación cooperativa
-precisamente debido a esa labor de sostener los procesos de reconstrucción
social y prevención del conflicto- es un elemento fundamental de la
infraestructura psicológica de la cultura de paz (Ardila et al., 1995).
Un tercer aspecto esencial de la fundación de una cultura de paz en la empatía
realista. En situaciones tan diversas como el conflicto árabe-israelí, y el
conflicto racial de los USA, ha habido una falta notable de empatía (Deutsch,
1994; Fisher, 1994; Kelman, 1992; White, 1977). En general, los grupos y las
naciones que están entrampados en conflictos intensos, albergan estereotipos
negativos e imágenes diabólicas del enemigo con respecto al otro (Silverstein,
1989, 1992; Wahlström, 1987; White, 1984). Estos estereotipos e imágenes
incrementan el miedo del adversario, hacen desarrollar una visión monolítica
del otro, pasando por alto su diversidad interna y sus cualidades positivas,
sesgan negativamente las percepciones sobre los motivos del adversario,
facilita un pensamiento simplista y rígido, y, finalmente, aisla las partes en
conflicto, dificultándose la comunicación y las posibilidades de una negociación.

En formas extremas, las imágenes y estereotipos deshumanizadores, dividen el


mundo social en "Buenos-Nosotros" y "Diabólicos-Ellos", haciéndose muy difícil
reconocer los intereses comunes, la interdependencia positiva, o ver la
cooperación como algo más que una recomendación moral o un medio para
perpetuar el status quo injunsto. Incluso en ausencia de imágenes de enemigo
fuertes, el pensamiento etnocéntrico y egocéntrico combinado con ignorancia y
aislamiento social frustra, con frecuencia, la empatía, y, por ende, el manejo
constructivo del conflicto.

Necesitamos de la empatía realista para humanizar al adversario, para


desarrollar una visión de la diversidad, más compleja y diferenciada, que
posibilite que todas las partes en conflicto entiendan el punto de vista que la
otra parte tiene sobre el conflicto, y cuales son los asuntos e intereses
principales en discusión, para aclarar las motivaciones del adversario, y para
establecer la base que permita solucionar los conflictos cooperativamente. En
concreto, en aquellas situaciones de conflicto intenso en las que las partes no
quieren ni hablar, mucho menos cooperar, la empatía es un requisito previo, si
se quiere progresar. Además, muchos conflictos tienen una dimensión cultural,
y la empatía es un proceso esencial a la hora de construir una sensibilidad
cultural que permita una comunicación constructiva (Cohen, 1991; Kimmel,
1994).

Finalmente, aunque podríamos enumerar más características, mencionamos


la teoría de las necesidades humanas como otro elemento esencial de la
fundamentación teórica psicológica de una cultura de paz. La teoría afirma que
una resolución de conflictos verdadera no puede ocurrir hasta que las
necesidades psicológicas básicas -tales como identidad, reconocimiento,
seguridad e igualdad- no hayan sido satisfechas (Azar, 1990; Burton 1990a,
1990b; Rouhana y Kelman, 1994; Tajfel, 1982). La opresión institucionalizada y
las distintas formas de violencia estructural, impiden la satisfacción de estas
necesidades básicas.

Como consecuencia de la guerra fría, el fracaso en la tarea de satisfacer tales


necesidades ha contribuido, en gran medida, a la aparición de fuerzas
negativas etno-nacionalistas, y a muchos conflictos intercomunitarios e
intraestatales. Hoy en día es evidente, por ejemplo, la importancia de tener una
identidad social reconocida y legítima, ya que muchas necesidades humanas
se satisfacen a través de los grupos de identidad. Por ejemplo, a través de la
afiliación a una identidad grupal, ganamos autoestima y adquirimos cierto tipo
de sentido, cuya ausencia puede llevar a la violencia y al nacionalismo
virulento. En otras ocasiones, el fracaso de la satisfacción de las necesidades
básicas de identidad y seguridad dentro de nuestras sociedades y
comunidades, lleva a muchos jóvenes a implicarse en la violencia de distintos
tipos de bandas o a la alienación social (Goldstein, 1991).

Uno de los desafíos más importantes de una cultura de paz es llegar a


satisfacer esas necesidades de identidad social, evitando, al mismo tiempo,
que se dé una oposición entre el "nosotros" y el "ellos", y que se produzca una
minusvaloración del otro, despreciando la diversidad. Una solución a este
problema podría ser la construcción de una nueva identidad positiva común,
mediante, por ejemplo, el incremento de la percepción de las semejanzas entre
los grupos (necesidades similares, etc.), creando identidades superiores, más
inclusivas (la humanidad, p.e.), etc. (Pruitt y Rubin, 1986). Además, se puede
crear un "enemigo" socialmente injusto y común a todos, tales como la pobreza
o la incultura, que lleve al fortalecimiento de la percepción de las necesidades
comunes y de la interdependencia positiva, así como al establecimiento de
bases que permitan las actividades cooperativas que posibiliten afrontar
algunas de las raíces causales del conflicto (Ardila et al., 1995).

Es en este contexto en donde tiene sentido esa frase perteneciente a la


constitución de la UNESCO y que ha sido mal expresado o mal entendida
hasta la fecha: "Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es
en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz". Esta
frase pone en evidencia, en nuestra opinión no que los hombres tienen una
tendencia innata hacia la violencia y la guerra -como en algunas ocasiones se
ha interpretado (Alzate, 1997a)- sino que diferentes factores históricos,
educativos, estructurales, culturales al fin y al cabo, han construido esa cultura
violenta, esa cultura de guerra, ese militarismo en la mente de los hombres, y
es por ese mismo proceso por donde se debe construir la paz.

El hombre no es innatamente ni violento ni pacífico; los conflictos no


evolucionan hacia la destrucción o hacia la cooperación por sí mismos, es la
suma de otros factores la que hace que se manifieste la violencia o la paz, la
destrucción o la cooperación, etc. Como dice Mayor Zaragoza: "Tenemos
también que desarmar la historia. Enseñamos a nuestros hijos la historia del
poder. No la del saber. La de la guerra, no la de la cultura. Historia jalonada de
acontecimientos bélicos, con el fragor de las armas como única banda sonora.
Tendremos, pues, que cambiar. Sí: tenemos que aprender a pagar el precio de
la paz como hemos tenido que pagar el precio de la guerra. Sería necesario
establecer nuevas prioridades" (Sahnoum, 1994).

Capitulo 3 : teorías generales del conflicto

Introducción

Consideramos necesario el desarrollo de una teoría general del conflicto, no


sólo porque nos ayude a explicar, predecir y tratar algunos elementos del
comportamiento humano, sino porque, además, constituye la base para la
comprensión de los conflictos particulares. Evidentemente, antes de cualquier
otro esfuerzo de teorización, es imprescindible aclarar y delimitar a qué nos
estamos refiriendo cuando utilizamos la palabra conflicto.

Dado por sentado el consenso en la conceptualización del conflicto, algunos


autores han alegado que debido a que los diferentes tipos de conflictos ocurren
en diferentes contextos, las teorías generales son inaplicables, y se necesitaría
teorías específicas para cada clase de conflicto, lo cual nos permitiría una
comprensión de los fenómenos relevantes más adecuada que la que nos
permitiría la teoría general (Burrowes, 1996).

Cuando los académicos comenzaron a considerar el conflicto como tema


objeto de investigación por sí mismo, existía muy poca comunicación entre las
diferentes disciplinas relevantes. Los matemáticos y economistas tendían a
entender el conflicto a través de la teoría de los juegos y la teoría de la utilidad.
Los especialistas en ciencia política usaban la lente del poder, mientras que los
sociólogos utilizaban las nociones de grupo y estructura organizacional. Los
psicólogos se basaban en la teoría de la toma de decisiones y en la cognición,
mientras que los académicos de las relaciones internacionales organizaban su
conocimiento del conflicto alrededor del concepto de estado. Es a partir de la
publicación de libros fundamentales en el desarrollo de nuestra disciplina, tales
como The Strategy of Conflict de Schelling (1960), Conflict and Defense de
Boulding (1962), y The Resolution of Conflict de Morton Deutsch (1973),
cuando se hace posible la consideración del conflicto como un proceso similar,
independiente del contexto en el que nos encontremos. En este sentido, uno de
los esfuerzos más notables de los últimos tiempos es el protagonizado por
el Stanford Center on Conflict and Negotiation con la publicación del
libro Barriers to Conflict Resolution (1995) en el que colaboran economistas
como Arrow, Raiffa, Rubinstein, Sebenius y Wilson; especialistas de distintas
ramas del derecho como Dunlop, Gilson, y Mnookin; estudiosos de ciencias
políticas como Elster, Orbell, Parson y Zeckhauser; teóricos de la toma de
decisiones como Dawes; físicos como Panofski; sociólogos como Susskind; y
psicólogos como Bazerman, Kahneman, Neale, Ross y Tversky.

Este énfasis ha tenido una repercusión práctica muy importante puesto que ha
ayudado a que surja una disciplina de estudio del conflicto y la negociación
genuinamente interdisciplinar. A partir de este momento, los profesionales de
distinta formación pueden reunirse para discutir sus puntos de vista sobre
problemas y procesos comunes. La concepción de que los conflictos son
similares, permite el establecimiento de un lenguaje común para describir los
distintos conceptos, que hasta ese momento sólo era comprendidos,
principalmente, dentro de cada una de las disciplinas.

La debilidad de esta perspectiva universalista, sin embargo, es que al buscar


generalidad, puede ignorar las diferencias. Si hay, realmente, diferencias
importantes entre los distintos niveles de complejidad, es conveniente
conocerlas. A continuación exponemos brevemente las teorías generales más
relevantes del conflicto, para continuar exponiendo algunas de las semejanzas
y diferencias entre los distintos tipos de conflicto.
3.1 definición de conflicto

En primer lugar, debemos señalar que la concepción y actitudes existentes en


nuestro entorno en relación al conflicto determinan negativamente nuestro
comportamiento en las situaciones conflictivas. Hasta muy recientemente, tanto
los científicos sociales como la creencia popular consideraban el conflicto como
algo negativo que habría que evitar, algo relacionado con la psicopatología, con
los desórdenes sociales y la guerra. No hay mas que revisar el significado que
da de conflicto el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en
su edición de 1994. La real Academia define el conflicto en su primera acepción
como: "combate, lucha, pelea", en su segunda como: "enfrentamiento armado",
en su tercera como: "apuro, situación desgraciada y de difícil salida", y,
finalmente en cuarto lugar como: "problema, cuestión, materia de discusión".

La real Academia define el conflicto en su primera acepción como:


"combate, lucha, pelea", en su segunda como: "enfrentamiento
armado", en su tercera como: "apuro, situación desgraciada y de
difícil salida", y, finalmente en cuarto lugar como: "problema,
cuestión, materia de discusión"

Hoy en día, sin embargo, consideramos que el conflicto es un rasgo inevitable


de las relaciones sociales. El problema estriba en que todo conflicto puede
adoptar un curso constructivo o destructivo y por lo tanto la cuestión no es tanto
eliminar o prevenir el conflicto sino saber asumir dichas situaciones conflictivas
y enfrentarnos a ellas con los recursos suficientes para que todos los
implicados en dichas situaciones salgamos enriquecidos de ellas. Como diría
Morton Deutsch, uno de los pioneros en el campo de la resolución de
conflictos, el conflicto es como el sexo, un aspecto importante y permanente de
la vida que debería ser disfrutado y que ocurre con un razonable grado de
frecuencia. Como el sexo, siguiendo con la analogía, el conflicto evoca
ansiedad, ansiedad que puede llevar a la represión, evitación del conflicto, a
una resolución prematura, o, por el contrario, a una gratificación plena y
compartida que colabora en la adaptación y desarrollo equilibrado del individuo.

En el trabajo de resolución de conflictos, partimos del principio de que el


conflicto tiene, por lo tanto, muchas funciones y valores positivos. Evita los
estancamientos, estimula el interés y la curiosidad, es la raíz del cambio
personal y social, y ayuda a establecer las identidades tanto personales como
grupales. Asimismo, en un plano más concreto, el conflicto ayuda a aprender
nuevos y mejores modos de responder a los problemas, a construir relaciones
mejores y más duraderas, a conocernos mejor a nosotros mismos y a los
demás. Una vez que el sujeto ha experimentado los beneficios de una
resolución de conflictos positiva, aumenta la probabilidad de que alcancemos
nuevas soluciones positivas en los conflictos futuros. Pero, obviamente, como
hemos dicho antes, el conflicto también puede adoptar derroteros destructivos,
llevarnos a círculos viciosos que perpetuan relaciones antagónicas hostiles,
etc. El punto clave de esta situación se refiere a la siguiente pregunta: ¿qué es
lo que determina que un conflicto adopte un derrotero u otro?. A lo largo de
este capítulo intentaremos dar respuesta a alguna de estas cuestiones.
Antes de continuar presentando la teoría del conflicto, deberíamos comenzar
definiéndolo. Hay distintas formas de definir el conflicto. Ya hemos visto la
definición "tradicional" ofrecida por la Real Academia Española de la Lengua.
De manera similar, el diccionario más usado de lengua inglesa, el Webster,
ofrecía una definición tradicional muy semejante: "pelea, batalla, lucha"
(Webster, 1966), sin embargo, más recientemente, su significado se ha
extendido, incluyendo "desacuerdo intenso u oposición de intereses, ideas,
etc." (Webster, 1983). Así, la definición abarca tanto la confrontación física
como los factores psicológicos en los que se basa.

Dentro de la disciplina de Análisis y Resolución de Conflictos, la definición de


trabajo se acerca bastante a esta última acepción. Veamos, por ejemplo, las
definiciones que dan algunos autores relevantes. Morton Deutsch (Deutsch,
1973) entiende que "un conflicto existe cuando ocurren actividades
incompatibles. Una actividad incompatible impide o interfiere con la ocurrencia
o efectividad de una segunda actividad. Estas actividades pueden tener su
origen en una persona, entre dos o más personas, o entre dos o más grupos".
Boulding (1982) define el conflicto como "una forma de conducta competitiva
entre personas o grupos. Ocurre cuando dos o más personas compiten sobre
objetivos percibidos como incompatibles o realmente incompatibles, o sobre
recursos limitados".

La definición actual del conflicto, tal y como la entendemos dentro de nuestra


disciplina, refleja perfectamente la descripción realizada por Sun Tzu en el Arte
de la Guerra, hace unos 26 siglos:

El conflicto es luz y sombra, peligro y oportunidad, estabilidad y cambio,


fortaleza y debilidad, el impulso para avanzar y el obstáculo que se opone.
Todos los conflictos contienen la semilla de la creación y la destrucción.
(Sun Tzu: "El arte de la guerra", 480-211 a.c.). COMO OPORTUNIDAD

Actualmente, los rasgos definitorios más compartidos en torno al conflicto


vendrían resumidos en la siguiente definición que hacemos nuestra:

"Divergencia percibida de intereses, o una creencia de que las aspiraciones


actuales de las partes no pueden ser alcanzadas simultáneamente"
(Rubin, Pruitt y Hee Kim, 1994).

O, como en la definición de Folger:

"El conflicto es la interacción de personas interdependientes que perciben


objetivos incompatibles e interferencias mutuas en la consecución de esos
objetivos.(Folger, 1997).

En ocasiones, algunos autores distinguen entre los siguientes conceptos.

Diferencias

- Las personas somos diferentes por nacimiento.


- Las diferencias hacen la vida interesante. Imagina que todas las personas
prefiriesen la misma comida, ropa, profesión.

- La diferencia por sí misma no es una causa de conflicto, pero la diferencia


puede ser una fuente de conflicto.

Desacuerdo

- El desacuerdo surge cuando las personas expresan sus preferencias y


prioridades en comparación con las preferencias y prioridades de otras
personas. El desacuerdo puede no tener consecuencias negativas y puede
ocurrir que no haya necesidad de solucionar el desacuerdo.

Problema

- Los problemas surgen cuando los desacuerdos y diferencias tienen alguna


consecuencia para, al menos, una de las partes. Los problemas se pueden
evitar en ocasiones, pero son molestos, costosos o ambos.

- La vida diaria de la gente es una serie de problemas resueltos.

- Los problemas no resueltos tienen el potencial de escalar y entrar en crisis o


de resolverse.

Disputa

- La disputa ocurre cuando una parte reconoce ante la otra las diferencias, el
desacuerdo o el problema.

- La disputa es la parte pública del conflicto.

Conflicto

- En un conflicto las partes perciben que sus interese o necesidades parecen


incompatibles

Violencia

- La violencia aparece en situaciones de escalada del conflicto. Es un tipo de


respuesta al mismo.

- La violencia no solo es física, puede ser emocional o psicológica.

Guerra

- En este punto, la violencia ha escalado hasta convertirse en el método para


ganar en el conflicto.

3.2 la concepción dominante del conflicto.


Según la formulación clásica de Max Weber, una relación social está en
conflicto cuando un actor realiza su voluntad contra la resistencia de otra parte.
Para Coser (1972) un conflicto es una lucha sobre valores, estatus, poder y
recursos "en el cual la intención de los oponentes es neutralizar, herir, o
eliminar a sus rivales". Tal y como indican estas definiciones, y muchas
similares que podríamos citar, la cosmología social dominante sobre el conflicto
lo entiende como algo que ocurre cuando dos o más partes compiten entre
ellas para asegurarse un resultado que es mutuamente excluyente. Además, tal
y como nos sugieren las definiciones de Weber y Coser, hay una clara
tendencia a percibir el conflicto como algo destructivo.

La cosmología social dominante sobre el conflicto lo entiende como


algo que ocurre cuando dos o más partes compiten entre ellas para
asegurarse un resultado que es mutuamente excluyente

A pesar de su aparente variedad, los métodos que se usan en la cosmología


social dominante para afrontar el conflicto, están caracterizados por una serie
de rasgos comunes. Fundamentalmente, comparten la asunción de que existe
una solución -que debe ser encontrada- dentro del marco estructural
prevaleciente. Están diseñados para ocuparse de los síntomas (disputas sobre
intereses a corto plazo), más que con sus causas. Comparten la idea de que el
resultado del conflicto es de estructura ganar-perder por naturaleza, e implica
algún tipo de compromiso. Lo que decide el resultado del conflicto son en
buena medida factores "externos" tales como las normas legales, intervención
de terceras partes, etc. Los procedimientos tradicionales de enfrentarse al
conflicto (negociación, mediación, arbitraje, adjudicación y legislación) están
caracterizados por estos rasgos, y se usan cuando lo que está en juego son
intereses negociables, pero no cuando lo que cuenta son las necesidades
humanas.

A pesar de que esta concepción dominante del conflicto impregna toda la


cultura occidental, hay cada vez más ejemplos, dentro de la más reciente
investigación sobre el conflicto, que nos aportan conocimientos
complementarios muy importantes. En particular, nos interesan las
aportaciones realizadas por el trabajo de John Burton (relaciones
internacionales), Johan Galtung (investigación sobre la paz), y distintos
enfoques dentro de la psicología.

3.3 La teoría del conflicto de Burton

John Burton (1979, 1984, 1987, 1990a, 1990b, 1991) puede ser considerado
como el enlace entre la investigación sobre el conflicto y la Investigación Sobre
la Paz propiamente dicha, ya que se centra en el conflicto, pero no en su
eliminación, sino en su control y resolución, pues estima que el mismo es un
elemento necesario en las relaciones humanas. Este autor ha planteado una
teoría de las necesidades para aplicarla a la Resolución de Conflictos. A su
entender, en primer lugar es necesario clarificar la noción de conflicto.
Burton no se ocupa de los conflictos cotidianos, sino de aquellos por los que los
seres humanos están dispuestos a morir y matar, pues éstos afectan a los
valores fundamentales. Así distingue entre "Conflict Settlement" que designaría
los enfoques tradicionales en torno al conflicto, y "Conflict Resolution" que sería
el enfoque que profundiza en la naturaleza del conflicto y se ocupa de los
conflictos que afectan a los valores fundamentales. Burton opina que está
creándose una nueva ciencia de resolución de conflictos que pone el énfasis en
el análisis de las necesidades humanas -que serían aquellas asociadas al
desarrollo, la identidad y la seguridad- y de los intereses de los implicados en el
conflicto así como en su satisfacción. En línea parecida a la de este autor están
Mitchell (1981), Bercovitch (1984) y Banks (1984).

Burton distingue tres tipos de motivaciones humanas: necesidades, valores, e


intereses. Las necesidades son motivaciones "universales y primordiales, y
quizás genéticas"; son necesarias para el desarrollo de la especie humana, y
serán perseguidas por todos los medios disponibles. Son esenciales para el
desarrollo del individuo como miembro activo y cooperante de la sociedad;
además, son necesarios para la organización y supervivencia de la sociedad
misma. Las necesidades son impulsos fundamentales compartidos por todos
los organismos desarrollados. Ni cambian, como los valores e intereses, ni son
escasos. Los valores son motivaciones que están culturalmente especificadas.
Son las costumbres y creencias peculiares de una cultura particular. En
muchas ocasiones, las necesidades de identidad y seguridad requieren la
defensa de valores, en este sentido, los valores afectan a las necesidades y
pueden ser confundidos. Los intereses son motivaciones que cambian
conforme a las circunstancias, son las aspiraciones sociales, políticas y
económicas de los individuos y grupos de identidad de una sociedad. Se
relacionan, en general, con los roles sociales y los bienes materiales.

Como resultado de su trabajo, Burton sugiere una definición más precisa de las
palabras disputa y conflicto, así como una distinción entre "acuerdo" y
"resolución". Además, añade una nueva dimensión al proceso de manejo del
conflicto introduciendo el concepto de "provención".

De acuerdo con Burton, una disputa es una situación en la que los asuntos de
divergencia son negociables, el compromiso es posible, y no se considera
necesario alterar las instituciones y estructuras. Son rasgos normales y
constructivos de la vida social. Por el contrario, el conflicto está enraizado
profundamente en las necesidades humanas. Implica asuntos que no son
negociables, necesidades humanas sobre las cuales no se puede llegar a
ningún compromiso. Resulta en comportamientos que destruyen -o tienen el
potencial de destrucción- a las personas, propiedades y sistemas. Burton
considera esta distinción entre disputas y conflictos como de vital importancia,
aunque en ocasiones ambas se encuentran relacionadas, como en los casos
en los que las disputas son síntomas de conflictos subyacentes.

Según Burton se llega a una solución acordada, manejamos o suprimimos un


conflicto, a través de mecanismos tales como la negociación, la mediación, la
conciliación o las reglas judiciales. En todas ellas, en las que alguna o todas las
partes pierden algo, el resultado es consecuencia de la aplicación de algún tipo
de norma social o legal. El conflicto, sin embargo, sólo es resuelto cuando el
resultado final satisface completamente las necesidades de todas las partes.
Esto, con frecuencia, requiere de importantes cambios políticos y una
reestructuración del entorno. Sin embargo, hay determinadas áreas de conflicto
-relacionadas con las drogas, violencia juvenil, terrorismo, sistema
internacional, etc.- en las que puede que no haya resolución; en estas
circunstancias, se debe dar la provención. La provención es un enfoque del
conflicto en el que se adoptan los pasos para eliminar sus fuentes (incluidas las
estructurales) y se promueven condiciones en las que el control del
comportamiento sea realizado por relaciones cooperativas y cargadas de valor.

La hipótesis principal de la resolución de conflictos y de la provención, tal y


como lo ve Burton, es que hay un límite para la socialización y manipulación del
individuo, actúe éste bien separadamente o dentro de una comunidad étnica o
nacional mayor. La hipótesis se deriva del hecho de que para que las
instituciones sean estables, y las sociedades se encuentren relativamente
libres de conflictos, deben satisfacer ciertas necesidades humanas.

Resumiendo, de acuerdo con Burton, el pensamiento tradicional lleva a la


creencia de que los conflictos son sólo sobre intereses, y por lo tanto el
individuo puede ser socializado y coaccionado. Sin embargo, tanto la teoría
como la práctica revelan que los conflictos prolongados son sobre necesidades
humanas no negociables. Por lo tanto, es imposible socializar al individuo en
comportamientos que vayan contra esas necesidades, y la resolución de
conflictos depende de la satisfacción de esas necesidades.

Sin embargo, tanto la teoría como la práctica revelan que los


conflictos prolongados son sobre necesidades humanas no
negociables. Por lo tanto, es imposible socializar al individuo en
comportamientos que vayan contra esas necesidades, y la
resolución de conflictos depende de la satisfacción de esas
necesidades

3.4 La teoría del conflicto de Galtung

De acuerdo con Johan Galtung (1969, 1980, 1988, 1989a, 1989b) hay dos tipos
básicos de conflictos. Los conflictos directos que ocurren "sobre valores
claramente articulados entre actores conscientes y planificadores de
estrategias"; y conflictos estructurales que ocurren entre partes "sobre
intereses empotrados en la estructura social -partes que, en cierto sentido,
pueden, incluso, no saber lo que está ocurriendo" (1989b, p. 4).

Para Galtung el "triángulo del conflicto" supone tres elementos (figura 3.1): los
aspectos actitudinales, los aspectos comportamentales, y el conflicto mismo, o
situación de conflicto. El aspecto actitudinal del conflicto puede dividirse en dos
partes: la emotiva y la cognitiva. El rasgo más importante del aspecto cognitivo
es la construcción de las imágenes de Uno-Otro, implicando diferencias
significativas entre ambas imágenes. El aspecto emotivo refuerza el cognitivo
mediante mecanismos que simbolizamos en Yo-amado, Otro-odiado. El
aspecto comportamental del conflicto se construye sobre el actitudinal y lleva a
la polarización comportamental y a la facilidad y disponibilidad de adoptar
comportamientos destructivos. Sin embargo, mientras que las actitudes y
comportamientos se refuerzan mutuamente, constituyen sólo los preliminares
del análisis real del conflicto. El conflicto, la situación de conflicto, según
Galtung es una incompatibilidad que ocurre dentro de un sistema basado en la
persecución de objetivos. Estos objetivos incluyen las necesidades, valores, e
intereses, aunque "los conflictos básicos implican necesidades humanas
básicas" (1989a, p.41).

Figura 3.1: Estructura triádica del conflicto.

Según el punto de vista de Galtung, la resolución del conflicto


depende de la corrección del excesivo gradiente actitudinal Uno-
Otro de ambas partes, corregir los patrones de polarización
comportamental y la maquinaria de destrucción, y eliminar la
incompatibilidad de objetivos

Este último elemento de la resolución de conflictos depende del tratamiento del


conflicto. Hay muchos modos de tratar el conflicto, tanto para resolverlo como
para reprimirlo. El tratamiento del conflicto puede llevar a su resolución a través
de trascenderlo (cambio en la situación o en su definición), del compromiso, la
profundización (añadiendo más asuntos), el ensanchamiento (añadiendo más
partes) o el abandono.

Resumiendo, aunque tanto Burton como Galtung utilizan diferentes


definiciones, y enfatizan diferentes elementos frente a otros, ambos comparten
el punto de vista de que la negación de las necesidades humanas son la causa
central de los conflictos. También concuerdan en que la resolución del conflicto
depende de la satisfacción de las necesidades, y que, en algunos contextos, se
necesitarán cambios estructurales. Sus enfoques, sin embargo, difieren en dos
aspectos importantes. Galtung enfatiza la complejidad de la formación del
conflicto, en concreto, lo relacionado con sus manifestaciones actitudinales y
comportamentales. Finalmente, Burton confían en el enfoque denominado
"solución de problemas" (que no tratamos en esta ocasión) para afrontar el
conflicto. Por su parte Galtung defiende la necesidad de que, en muchas
ocasiones, se use la lucha no violenta para solucionar los conflictos (Galtung,
1980).

3.5 Algunas aportaciones psicológicas a la teoría general del conflicto.

Aunque en los próximos apartados vamos a presentar con más detalle la


perspectiva psicológica del conflicto, aquí comentaremos algunas ideas que los
psicólogos -al margen de sus orientaciones y teorías particulares- han aportado
a la comprensión general del conflicto, en esta línea relativa a las necesidades
humanas que venimos comentando.
El interés por la identificación de las necesidades humanas, como parte del
intento por entender la naturaleza humana, ha sido objetivo continuo de la
psicología a través de su historia. Este objetivo ha sido especificado de
distintas formas en la literatura psicológica -p.e., "instintos", "deseos",
"motivos", "impulsos", etc.- pero sea cual sea su formulación, su importancia,
según Otto Klinberg, es incuestionable, ya que el fracaso en la satisfacción de
las necesidades humanas "llevaría, inevitablemente, a la infelicidad y a la
frustración como mínimo, a veces a la patología física o mental, y en casos
extremos, incluso, a la muerte" (citado en Burrowes, 1996, p. 69).

De acuerdo con la mayoría de los psicólogos que estudian el conflicto, como


por ejemplo Herbert Kelman (1986), los factores psicológicos contribuyen a la
perpetuación y escalada de los conflictos, y no pueden ser separados de las
condiciones objetivas subyacentes. Así, un conflicto político puede ser
solucionado a nivel político por medio de procesos políticos, pero la superación
de la barreras psicológicas presentes ofrece un nuevo terreno que llevará a una
resolución estable.

La investigación psicológica sobre los motivos y comportamientos que llevan o


promueven los conflictos, enfatiza la importancia de las "emociones
irracionales". Según Ralph White (1986), la ciencia política, en general, se ha
centrado en el estudio del poder y la seguridad como objetivos del
comportamiento internacional, y con ello crean un vacío en su pensamiento, ya
que no consideran el estudio de las emociones que se entrometen y
distorsionan un proceso, que por otra parte podría haber sido más racional y
predecible. Entre los motivos promotores de guerra, por ejemplo, White analiza
"el miedo exagerado", el orgullo de macho (macho pride), la cólera, el odio, y la
agresión -"imagen intensamente negativa e impulso de herir como finalidad en
sí misma" (White, 1984, p.128).

Además, la mayor parte de la investigación psicológica sobre el conflicto, como


veremos más adelante, resalta la importancia de la percepción en relación con
estos motivos. De hecho, la investigación sugiere que la distorsión perceptiva
de la otra parte es, prácticamente, automática en las situaciones de conflicto.
Las distorsiones perceptivas pueden ocurrir por distintas razones. Jervis, en su
libro ya clásico Perception and Misperception in International Politics (1976),
realizó una distinción fundamental entre errores motivados inconscientemente
(p.e. imagen diabólica del enemigo, autoimagen moral), y errores debidos a
factores cognitivos no motivados (p.e., creencias preexistentes), que con
frecuencia distorsionan la percepción. También analiza los elementos de
"inatención selectiva" (resistencia, represión, racionalización, proyección, y
compensación), la cual es un proceso por el cual los pensamientos
desagradables e incómodos son eliminados de la conciencia del individuo,
distorsionando de esta manera su visión de la realidad.

Morton Deutsch (1986) analiza la tendencia de la gente a percibir su propio


comportamiento como "más benevolente y legítimo" que el de los otros,
mientras que White (1986) dirige su atención a la inclinación a asumir que los
otros perciben nuestro comportamiento de forma tan favorable como nosotros
lo hacemos. Pruitt y Rubin (1986, 1994) sugieren que las parte en conflicto, por
lo general, reducen su nivel de comunicación, reduciendo así la habilidad para
entenderse mutuamente. Jerome Frank (1967) nos muestra que la falta de
comunicación incrementa la antipatía.

Irving Janis (1972, 1986) ha investigado el fenómeno del "pensamiento de


grupo" (groupthink) -resultado de la presión interna de grupos altamente
cohesionados, hacia la uniformidad -que lleva al deterioro de la eficacia de las
tomas de decisiones, del análisis de la realidad, y de los juicios morales
realizados. De acuerdo con Janis, los ocho síntomas del pensamiento de grupo
incluyen:

1. Una ilusión de invulnerabilidad, compartida por la mayor parte de los


miembros, lo cual crea un excesivo optimismo que lleva a tomar riesgos
excesivos.

2. Creencia incuestionable en la moralidad inherente al grupo, lo que lleva a


que sus miembros ignoren las consecuencias éticas o morales de sus
decisiones.

3. Esfuerzos colectivos de racionalización encaminados a descartar las


advertencias que podrían llevar a los miembros a reconsiderar sus supuestos
antes de comprometerse en una decisión.

4. Visiones estereotipadas de los rivales, e imágenes del otro como demasiado


diabólico como para considerar intentos serios de negociar, o como demasiado
débiles o estúpidos como para poner en peligro los intentos arriesgados de
derrotarles.

5. Autocensura de las desviaciones del consenso aparente del grupo, lo que


refleja la inclinación de cada individuo de minimizar ante sí mismo la
importancia de sus dudas y contrargumentos.

6. Ilusión compartida de unanimidad en los juicios conforme al punto de vista


mayoritario (parcialmente resultado de la autocensura de las desviaciones,
aumentado por el falso supuesto de que silencio significa consenso).

7. Presión directa sobre los miembros que expresan sólidos argumentos contra
cualquier estereotipo, ilusión o compromiso del grupo, dejando claro que este
tipo de desacuerdos es contrario a lo que se espera de un miembro leal.

8. Aparición de autoproclamados guardianes de la pureza de pensamiento


-miembros que protegen al grupo de la información adversa que pueda debilitar
la complacencia compartida sobre la efectividad y moralidad de sus decisiones.

Dadas todas estas distorsiones asociadas al conflicto, cabe preguntarse si hay


alguna posibilidad de que sean corregidas. De acuerdo con White (1982)
la empatía, es el gran corrector de muchas distorsiones. La empatía, a
diferencia de la simpatía, no implica afecto o aprobación, sino que supone una
comprensión realista de los pensamientos y sentimientos de los otros. Sin
embargo, tal y como puntualiza Jervis (1976), dada la dificultad de percibir
adecuadamente la perspectiva del otro, es necesario empatizar con una
variedad de puntos de vista. Además, puntualiza que hay distintas formas de
minimizar las distorsiones, p.e., haciendo los valores y creencias más
explícitos, exponiendo las suposiciones implícitas a mayor escrutinio,
potenciando la formulación y consideración de imágenes alternativas,
sometiendo las perspectivas existentes a la consideración de evaluadores
independientes, e incrementando la conciencia de cómo los procesos de
percepción llevan a cometer errores comunes. Sin ninguna duda, un buen
proceso de resolución de conflictos debe tener en cuenta todas estas
consideraciones.

La empatía, a diferencia de la simpatía, no implica afecto o


aprobación, sino que supone una comprensión realista de los
pensamientos y sentimientos de los otros

Además, Kelman (1986) argumenta que el análisis psicológico indica que la


interacción directa entre las partes en conflicto lleva a cambios en las actitudes
y percepciones, lo que facilita cambios a otros niveles. Según su punto de vista,
los factores psicológicos interactúan con los sociales y políticos, y deben ser
integrados si queremos una teoría comprensiva del conflicto y su resolución.

Consecuentemente, Deutsch (1986) señala que si se quieren crear la


condiciones para un proceso constructivo de resolución de conflictos, se
debería introducir en el conflicto los elementos típicos de un proceso
cooperativo. Estos incluyen la buena comunicación, compartir la información, la
confianza y el respeto mutuo, percepción de las semejanzas en valores y
creencias, aceptación de la legitimidad del otro, y un proceso centrado en el
problema.

De acuerdo con distintos autores (p.e., Rubin y Pruitt, 1986, Rubin, Pruitt y Kim,
1994) hay cinco estrategias de afrontamiento del conflicto (veremos esto con
más detalle en una próxima sección): pasividad, abandono, confrontación,
cesión, y solución de problemas. Está claro que es bastante improbable que la
pasividad, el abandono y la cesión puedan llevar a la resolución de los
conflictos; la evidencia indica que la confrontación -estrategia basada en
"dureza", "enfrentamiento", "competición", "negociación posicional"- no es la
mejor, ya que, aunque parezca ser efectiva, en raras ocasiones lleva a un
resultado estable ya que no se dirige a todos los problemas que están en
juego.

Usando un enfoque diferente, Ury, Brett y Goldberg (1989) señalan que hay
tres elementos presentes en toda disputa: los intereses, los derechos y el
poder. Por ello, distinguen tres métodos principales para resolver los conflictos:
reconciliar los intereses subyacentes de las partes, determinar quién tiene la
razón, y determinar quién es más poderoso. Los procesos de solución de
problemas reflejan el enfoque basado en los intereses, acudir a los juzgados
ejemplifica el enfoque basado en los derechos, e ir a la guerra, a la huelga,
etc., son ejemplo del enfoque basado en el poder. De acuerdo con ellos, el
enfoque basado en los intereses es más reforzado que el basado en los
derechos, y éste que el basado en el poder. Defienden el diseño de "un
sistema de resolución de disputas", que ofrezca procedimientos basados en los
intereses que puedan ser usados siempre que sea posible, y acompañar a la
vez con procedimientos de bajo coste basados en los derechos (p.e., el
arbitraje), y procedimientos de bajo coste basados en el poder (p.e.,
votaciones), que serán usadas cuando los anteriores no sean posibles. Sin
embargo, aunque la investigación psicológica y la evidencia empírica
acumulada desde los años setenta, sugieren con claridad que la estrategia que
se debe elegir en las situaciones de conflicto es la de solución de problemas,
ésta no es suficiente en sí misma. En algunos casos, de acuerdo con Ury et al.,
la estrategia de solución de problemas no se puede poner en práctica a menos
que se haya empleado previamente procedimientos de derecho o poder, para
traer a alguna parte recalcitrante al proceso.

Resumiendo, de acuerdo con las perspectivas analizadas en los tres últimos


apartados, la negación de la satisfacción de las necesidades humanas es la
causa principal de los conflictos prolongados, y los procesos de solución de
problemas encaminados a dar satisfacción a esas necesidades son las vías
vitales para solucionarlos.

CAPITULO 4 : tipología del conflicto

Introducción

El conflicto es un fenómeno social que permea todas las relaciones.


Independientemente de los conflictos intrapsíquicos o intrapersonales,
estudiados por otros profesionales -psicólogos clínicos, cognitivos, psiquiatras,
asesores terapéuticos de todo tipo, etc.-, los conflictos existen en todas las
esferas de nuestra existencia, en el entorno familiar, en el laboral, en las
relaciones que establecemos con nuestros amigos/as, en nuestra vida pública,
entre los grupos y comunidades a las que pertenecemos, etc. Sin embargo,
independientemente de esta diversidad, en el substrato de la teoría del conflicto
se encuentra la asunción de que, a pesar de las diferencias de los conflictos en
esas distintas áreas y niveles, existen muchos elementos comunes, lo que
permite el estudio del conflicto como una entidad única, pero que muestra
distintas facetas en distintas circunstancias.

El conflicto con ser ubicuo, no deja de ser complejo. En muchas ocasiones


afrontamos las situaciones de conflicto de manera equivocada, debido a la
mala comprensión que tenemos de lo que está pasando, y los resultados de
dichos afrontamientos equivocados no son positivos, llegando incluso a escalar
el conflicto. Como dice Jean Paul Lederach, difícilmente podemos resolver un
conflicto si no lo entendemos. El conflicto, en todos sus niveles y ámbitos, es
un fenómeno con muchas capas, en el que se mezclan diferentes aspectos
-relacionales, de valores, de intereses, etc.-, saber analizar esta complejidad es
una habilidad indispensable para el afrontamiento constructivo de los conflictos.

4.1 Niveles del conflicto


El conflicto es ubicuo, está por todas partes, un modo de clasificar el conflicto
es por niveles, habitualmente se distinguen cuatro niveles (Lewicki, Litterer,
Minton y Saunders, 1994):

Conflicto intrapersonal o intrapsíquico. En este nivel el conflicto ocurre


dentro de los individuos. El origen de los conflictos incluye ideas,
pensamientos, emociones, valores, predisposiciones, impulsos, que entran en
colisión unos con otros. Dependiendo del origen del conflicto intrapsíquico, será
un diferente dominio de la psicología quien se ocupe de él: psicología cognitiva,
teoría de la personalidad, psicología clínica, etc. Debido a la importancia que
concedemos a estos aspectos en el resultado final de un conflicto y su
transformación, le dedicaremos una atención especial a los aspectos cognitivos
del conflicto.

Conflicto interpersonal. Este tipo de conflictos ocurre entre las personas


individuales: marido y mujer, jefe y subordinado, hermanos, etc. La mayor parte
de la teoría sobre negociación, mediación, se refiere a la resolución de los
conflictos interpersonales, aunque la mayoría de conocimientos se pueden
aplicar al resto de niveles que mencionamos a continuación.

Conflicto intragrupal. Este tipo de conflicto se da dentro de un pequeño


grupo: dentro de las familias, corporaciones clase, etc. En este nivel
analizamos como el conflicto afecta a la capacidad del grupo para resolver sus
disputas y continuar persiguiendo eficazmente sus objetivos.

Conflicto intergrupal. El último nivel del conflicto es el intergrupal: naciones


en guerra, sindicatos y patronal, etc.; en este nivel el conflicto es muy
complicado debido a la gran cantidad de gente implicada y a las interacciones
entre ellos. Los conflictos pueden darse simultáneamente dentro y entre
grupos.

Como ya hemos comentado, la debilidad de una perspectiva universalista, sin


embargo, estriba en que al buscar generalidad, puede ignorar las diferencias.
Si hay, realmente, diferencias importantes entre los distintos niveles de
complejidad, es conveniente conocerlas. A continuación, siguiendo a Rubin y
Levinger (1995), vamos a comparar los paralelismos, semejanzas y diferencias,
entre el conflicto interpersonal, intergrupal, interorganizacional, e internacional,
tomando como referencia los dos conflictos extremos del continuum: el conflicto
interpersonal y el conflicto internacional.

Como ya hemos comentado, la debilidad de una perspectiva


universalista, sin embargo, estriba en que al buscar generalidad,
puede ignorar las diferencias. Si hay, realmente, diferencias
importantes entre los distintos niveles de complejidad

4.1.1 semejanzas entre el conflicto interpersonal e internacional


A través de los diferentes niveles de análisis, el conflicto tiene cierto número de
características similares; de ellas seis son fundamentales. Todos los conflictos
sociales:

1. Derivan de una divergencia percibida de intereses.

2. Hay un número limitado de estrategias para afrontarlos.

3. Contienen una mezcla de motivos.

4. Pueden terminar o a través del comportamiento, o a través del cambio


actitudinal.

5. Lleva a resultados que van desde lo puramente destructivo hasta lo


puramente constructivo.

6. Surge a partir de una amplia variedad de antecedentes

4.1.1.1 la definición del conflicto

Todos los conflictos sociales implican una percepción de intereses divergentes


-sean o no divergentes en la realidad. Independientemente de si las diferencias
ocurren entre individuos o entre estados, entre grupos o entre organizaciones,
todo conflicto significa cierto grado de incompatibilidad percibida entre las
partes, con respecto a los objetivos o con respecto a los medios utilizados para
alcanzarlos.

Los conflictos pueden derivar de la competición con respecto a recursos


escasos, diferencias en valores o creencias, o diferencias en la relación. Un
marido y una mujer, por ejemplo, pueden estar en desacuerdo sobre como se
ha de usar el coche familiar (recurso), si van a tener hijos o no (valores y
creencias), o hasta qué punto es bueno la excesiva dependencia mutua
(relación). Del mismo modo, dos países vecinos pueden disputar por la pesca
en sus costas (recurso), el deseo de libre mercado entre ellos (valores y
creencias), o el tipo de ayuda que se deben dar en períodos de crisis
(definición de la relación).

Independientemente del nivel de análisis, las partes, con frecuencia, perciben


de manera distorsionada el problema que las enfrenta. Una pareja puede estar
en desacuerdo sobre el procedimiento para pagar sus recibos, cuando el
conflicto lo que realmente está reflejando es su concepción diferente sobre el
significado del dinero y las posesiones en general. Del mismo modo, los
estados de la Comunidad Europea pueden pensar que su diferencia
fundamental es como regular la entrada en la moneda única, cuando el
conflicto es más amplio y se refiere al modo de toma de decisiones dentro de la
Comunidad. En definitiva, el conflicto sobre determinados temas puede estar
oscurecido por problemas en otros niveles, y esto es cierto tanto a nivel
interpersonal, intergrupal, interorganizacional e internacional.

4.1.1.2 Modos de responder ante el conflicto


Cuando existe un conflicto entre dos o más partes -personas, grupos,
organizaciones o estados- hay un número limitado de métodos de enfrentarse a
él (Rubin et al., 1994).

- Dominación. Ocurre cuando una de las partes intenta imponer sus deseos por
medios físicos o psicológicos. En los individuos, puede ocurrir por abuso físico
(padres-hijos) o haciendo sentirse culpable al otro. Entre estados, puede ser el
embargo, bloqueo, o finalmente la guerra.

- Capitulación. Consiste en que una de las partes cede unilateralmente ante la


otra, sean cuales fueren sus demandas o expectativas. Un marido puede
decidir ceder ante la petición de su mujer de pasar sus vacaciones de verano
en la playa, en contra de su deseo de hacerlo en la montaña. Un país como
España puede ceder ante la presión económica americana permitiendo el uso
de bases militares en su territorio. La capitulación puede resultar de la creencia
del que toma decisiones de que tiene pocas opciones, o puede surgir de
motivos mas instrumentales (la creencia de que cediendo hoy, conseguiré que
los demás cedan en otras ocasiones). Hay que tener en cuenta que en las
relaciones interpersonales se puede ceder por amor, lo cual no ocurre nunca
entre estados.

- Retirada. Sucede cuando una parte abandona el conflicto, rehusando seguir


tomando parte de él por más tiempo. Una mujer furiosa puede elegir irse de
casa enojada, y un estado puede decidir romper toda relación con otro (incluido
el reconocimiento diplomático), como por ejemplo España e Israel hace unos
años.

- Inactividad. La inactividad se da cuando una parte no hace nada,


deliberadamente, con la esperanza de que el paso del tiempo mejore la
situación: un niño que silencia un castigo recibido en un arrebato de furia de su
padre, esperando que sea olvidado, o una minoría que desea demorar algunas
decisiones, esperando dejar de ser minoría en un plazo más o menos corto.

- Negociación. Se da cuando dos o más partes interdependientes usan el


sistema de oferta y contraoferta, en la búsqueda de un acuerdo mutuamente
aceptable. Los ejemplos son incontables. Por ejemplo, un marido y una mujer
debatiendo que van a hacer el fin de semana, o los distintos estados de la
Unión Europea resolviendo sus diferencias sobre cupos de pesca.

- Intervención de Terceras Partes. Es el método según el cual un individuo o


grupo, que no es parte del conflicto, interviene para ayudar a las partes a
identificar los problemas y avanzar hacia un acuerdo. Hay abundantes
ejemplos de intervención de terceras partes tanto en las relaciones
interpersonales como en las internacionales, desde la intervención de un
vecino en la disputa de otros dos, hasta la intervención de las Naciones Unidas
en la antigua Yugoslavia.

Resumiendo, hay un número limitado de estrategias para afrontar los conflictos.


Sin embargo, como veremos más adelante, hay diferencias importantes en la
accesibilidad de estas estrategias. Es más fácil que se utilice la retirada en las
relaciones interpersonales que en los conflictos internacionales, mientras que la
inactividad es una estrategia más accesible en las relaciones internacionales
que en las interpersonales.

4.1.1.3 Combinación de motivos subyacentes

Morton Deustch (1960) observó, hace años, que todos los conflictos eran
impulsados por una o más de la tres motivaciones subyacentes: competitiva,
cooperativa e individualista. En su estado más puro, la motivación competitiva
lleva a intentar conseguir lo máximo posible a costa del otro. Es la mentalidad
"yo gano, tú pierdes" que caracteriza las relaciones de suma cero. Por el
contrario, una motivación cooperativa invoca la norma de que todos ganamos;
su objetivo no es sólo hacerlo lo mejor posible, sino de que también el otro
consiga lo máximo que sea posible. Para terminar, una motivación
individualista lleva a tomar decisiones prescindiendo de la otra parte, en la
búsqueda de los propios objetivos. No importa si beneficiamos o perjudicamos
a la otra parte, lo único que importa es que yo obtenga el mejor resultado
posible.

En raras ocasiones, los conflictos, independiente de su nivel de


análisis, son puramente competitivos, cooperativos o
individualistas. Por el contrario, casi siempre son situaciones en las
que se da una combinación de motivaciones, especialmente en
aquellos conflictos caracterizados por la interdependencia

Si dos personas tienen algo que la otra quiere o desea, se necesita que
cooperen, a pesar de que cada una de ellas intente conseguir lo máximo
posible. Puede usar la negociación para conseguir un resultado ventajoso, pero
necesita, simultáneamente, que el otro esté de acuerdo, de lo contrario no
conseguira nada. Lax y Sebenius (1986) definieron la negociación como una
tensión entre crear valor (expandir el pastel de los recursos) y reclamar valor
(dividir el pastel entre los disputantes). Parece lógico que si queremos lograr la
mayor porción de pastel posible, antes intentemos trabajar cooperativamente
para hacer crecer el pastel de los recursos tanto como podamos.

4.1.1.4 Acuerdo versus resolución .

Todo conflicto en cualquier nivel, puede llegar a una de las dos grandes
categorías de solución: acuerdo y resolución. El acuerdo se refiere a un cambio
comportamental, que se da cuando ambas partes encuentran una vía para
llegar a un convenio pero su oposición actitudinal básica permanece,
esencialmente, sin modificarse. La resolución implica tanto un cambio en el
comportamiento como una convergencia en las actitudes subyacentes.

Un cambio en el comportamiento sin cambio actitudinal, ocurre cuando una


parte (normalmente la más débil) se somete a la demanda de la otra, pero se
sigue sintiendo agraviada y coaccionada. Por lo general, estos acuerdos
dependen de la presencia y vigilancia de las partes más poderosas, pero en su
ausencia, o cuando la vigilancia se debilita, resurgen los comportamientos
primitivos. Estos acuerdo, por lo general, no suelen ser muy duraderos.

Por el contrario, la resolución del conflicto implica un cambio actitudinal mutuo


que lleva a las partes a internalizar un nuevo patrón de interacción. El cambio
ocurre no porque la otra parte lo fuerza, sino porque las actitudes de los
disputantes se han modificado. Como consecuencia, es muy difícil que lo que
causó originalmente el conflicto, vuelva a resurgir, y si lo hace se afrontará de
una manera cooperativa, por lo que el cambio comportamental se hará más
duradero.

4.1.1.5 Conflictos destructivos versus conflictos constructivos

Los conflictos se pueden clasificar a lo largo de un continuum que va desde


conflictos totalmente destructivos a conflictos totalmente constructivos. En el
polo destructivo, por ejemplo, están tanto una pelea a disparo limpio entre
miembros de dos pandillas dedicadas al tráfico de droga, cuyo resultado
probable es la herida o la muerte de los disputantes, como una guerra nuclear
entre dos potencias. Los conflictos destructivos llevan al debilitamiento grave
de todas las partes en conflicto.

Pero no todas las consecuencias de los conflictos son destructivas. En los


conflictos constructivos, las relaciones mejoran como consecuencia de haber
confrontado las diferencias existentes. Como resultado de que las partes
expongan sus puntos de vista y sus necesidades básicas, se hace posible
encontrar soluciones que beneficien a ambas partes (Fisher, Ury y Patton,
1991). Esta mejoría puede referirse al resultado inmediato, o a la mejora de las
relaciones a largo plazo, mejorándose la comunicación entre las partes.

Es evidente que el conflicto tiene consecuencias tanto negativas como


positivas en todos los niveles. Los conflictos entre marido y mujer, por ejemplo,
pueden llevar a la construcción de una relación cada vez más fuerte, o, por el
contrario llevar a un deterioro, finalmente irreversible. En la relaciones
internacionales tenemos innumerables ejemplos de conflictos destructivos
(guerras, masacres, etc.), pero también hay ejemplos de que son la base de
acuerdos trascendentes, si no fijémonos en el nacimiento de la Unión Europea,
fruto de la conciencia de interdependencia que surgió como consecuencia de la
Segunda Guerra Mundial.

4.1.1.6 Antecedentes

A la hora de analizar el conflicto, tenemos que ser conscientes de que hay un


amplio número de condiciones antecedentes que predicen, de manera bastante
fiable, la consecuencia. Muchos estudios empíricos han demostrado la
existencia de una larga letanía de variables independientes y sus efectos
(Pruitt, 1981; Pruitt y Carnevale, 1993; Rubin y Brown, 1975; Rubin et al.,
1994). Resumiendo, estos antecedentes que afectan al desarrollo del conflicto,
incluyen variables del contexto físico (lugar, oportunidades de comunicación,
límite de tiempo), del contexto social (número de disputantes, apertura del
conflicto a observadores o terceras partes, aspectos de la relación de los
disputantes, expectativas individuales, consideraciones de personalidad), y
del contexto del problema (número de asuntos en disputa, su secuenciación y
agrupamiento). Se ha estudiado que cada una de estas variables tienen su
influencia en como se maneja el conflicto.

Dos ejemplos conceptuales serán suficientes para ilustrar este punto. En primer
lugar, una de las fuentes más frecuentes de conflicto es la mala construcción
por una parte de las intenciones de la otra. Una acción que A puede ver como
inofensiva e incluso beneficiosa para B, puede ser considerada por ésta como
intromisión, coerción o insulto. P.e., la corrección de un maestro para ayudar a
un estudiante, puede ser interpretada por éste como recriminación y
humillación. El deseo de un país de añadir una cláusula a un tratado para
fortalecerlo, puede ser interpretado por el otro como una obscura maniobra que
algún beneficio reportará al primero.

En segundo lugar, las audiencias u observadores (un testigo en las relaciones


interpersonales o los media en las relaciones internacionales) tienen un efecto
que lleva a las partes a extremar sus posturas y a hacer, por lo tanto, más difícil
el acuerdo.

Hay por lo tanto muchas semejanzas entre los distintos tipos de conflicto:
interpersonales, intergrupales, interorganizacionales e internacionales. Estas
semejanzas son constantes y representan el núcleo del esfuerzo interdisciplinar
que en las últimas décadas defiende la semejanza del proceso del conflicto
independientemente de su nivel. Pero hay también diferencias, menos obvias,
y, por supuesto, menos estudiadas, que constituyen el contenido de la próxima
sección.

4.1.2 Diferencias entre el conflicto interpersonal e internacional.

4.1.2.1 número de partes

Muchos conflictos interpersonales implican dos personas. En las relaciones


internacionales, sin embargo, la situación es más compleja, normalmente hay
más de dos partes. Incluso en las ocasiones en las que sólo hay dos partes,
podemos encontrar fácilmente otros protagonistas que son aliados o
adversarios, y que están interesados en el desarrollo del conflicto. A medida
que el número de partes se incrementa, se hace más difícil alcanzar un
acuerdo, aunque sólo sea por la existencia de más preferencias y expectativas
a coordinar.

Por el contrario, tal y como han encontrado Pruitt (1981) y otros, a medida que
el número de implicados se incrementa (como en las relaciones
internacionales), también lo hace la disponibilidad de recursos adicionales que
las partes adicionales pueden aportar (dinero, nuevas ideas, etc.). La
posibilidad de soluciones que aumenten el tamaño del pastel es mayor.

Además, alcanzar un acuerdo en un conflicto internacional se complica más por


el hecho de que las partes, por lo general, no son homogéneas; en ambas
partes existen halcones y palomas, que se encuentran, asimismo, en conflicto.
El conflicto entre grupos se caracteriza porque sus miembros tienen distinto
tipo de papel y función; el conflicto entre organizaciones se complica, también,
porque sus miembros están jerarquizados según su estatus. Dado esto, ocurre
que como las relaciones internacionales son llevadas a cabo por los grupos y
organizaciones que componen la entidad "estado", todas estas características
hacen que dichas relaciones sean complejas y muy poco homogéneas.

4.1.2.2 Número de problemas

Quizás por que el "estado" es más complejo que el individuo, la arena


internacional contiene más conflictos de los que son posibles en la relación
interpersonal. Al igual de lo que ocurría con el número de partes, mayor
número de problemas significa mayor dificultad, ya que hay más asuntos que
coordinar. Por el contrario, la proliferación de asuntos puede afectar
positivamente, ya que permite que agrupemos distintos asuntos, ofreciendo la
oportunidad de que las partes hagan concesiones en asuntos que les resultan
indiferentes para conseguir concesiones recíprocas en asuntos que les
interesan más (Pruitt, 1981).

4.1.2.3 Salida

Como ya hemos comentado, el abandono es una de las estrategias posibles


ante cualquier tipo de conflicto. A pesar de ello, ya puntualizamos que es más
fácil retirarse en las relaciones interpersonales que en las relaciones
internacionales. Si estás suficientemente enojado y furioso con tu pareja, no
tienes más que irte momentáneamente, o separarte. De tal manera que puedes
llegar a no relacionarte con ella nunca más. Pero, ¿qué significa separarte en
las relaciones internacionales? No hay un lugar a donde los estados puedan
escapar. En los conflictos internacionales, una de las partes puede retirarse
momentáneamente, pero no existe el abandono definitivo.

4.1.2.4 Asimetría de poder

Para que las relaciones interpersonales sean estables es necesario que exista
una cierta igualdad de poder. Si no es así, el más poderoso intentará explotar
al más débil; por su parte, el más débil intentará retirarse de la relación. Con
frecuencia, hay diferencias de poder entre las partes, por ejemplo, entre padres
e hijos, entre profesores y estudiantes, o entre grupos y organizaciones. Sin
embargo, dichas diferencias tienden a disminuir con el tiempo: a medida que
los hijos crecen, los estudiantes van adquiriendo la experiencia de los
profesores, y los grupos y organizaciones se mueven hacia la simetría. En la
mayor parte de las relaciones interpersonales voluntarias (sospechamos que
también en las relaciones intergrupales e interorganizacionales) el poder es
más o menos simétrico, o avanza hacia esa simetría.

En las relaciones internacionales, sin embargo, la simetría es más la excepción


que la regla. Las diferencias son enormes entre Estados Unidos y Granada,
entre Francia y Nepal, etc. La diferencia de recursos es tremendamente
asimétrica; además, los que detentan más poder se comportan de modo que
terminan incrementando su poder, mientras que los otros, menos afortunados,
tienden a verse atrapados en posiciones menos favorables. La consecuencia
de esta asimetría de poder es que el estado más poderoso tiende a imponer
sus deseos sobre los menos poderosos, mientras que estos últimos no tienen
más elección que la de aceptar la imposición, o resistir con lucha armada.

4.1.2.5 Obligación de acatar los acuerdos.

En las relaciones interpersonales, intergrupales e interorganizacionales, hay,


por lo general, una autoridad con poder para asegurar que los conflictos son
resueltos, y permanezcan así. Para ello, las sociedades crean leyes para
preservar la estabilidad interpersonal, y desarrollan instituciones -cortes y
policía, p.e.- para asegurar que los acuerdos no son violados. De manera
similar, los grupos se adhieren a códigos de conducta, y las organizaciones
tienen sanciones para penalizar las desviaciones de los procedimientos
estándar.

En las relaciones internacionales el caso es más complejo. Aunque existen


Cortes de Justicia Internacional, regidas por el derecho internacional, y
tenemos unas Naciones Unidas, establecida para prevenir la guerra y mantener
la paz internacional, en la mayoría de los casos las naciones actúan como les
place. Estados Unidos, por ejemplo, se adhiere a los decretos de las Cortes de
Justicia Internacional cuando quiere, y hace oídos sordos en otras ocasiones.

4.1.2.6 Efectividad de la intervención de terceras partes

En las relaciones internacionales hay pocas oportunidades para la intervención


efectiva de terceras partes, exceptuando la intervención de actores poderoso,
los que están en posición de imponer acuerdos a través de amenazas, o
comprar acuerdos.

En los otros niveles del conflicto, las oportunidades y métodos para intervenir
son mucho mayores. Autores como Bercovitch y Rubin (1992), Kressel y Pruitt
(1989) y fundamentalmente Mitchell (1993), han puesto de manifiesto la
variedad de intervenciones de terceras partes que se pueden usar para
resolver un conflicto. Los individuos, grupos y organizaciones en disputa
pueden llegar a un acuerdo por el simple hecho de que un tercero respetado y
aceptado lo pida; no existe equivalente a esto en las relaciones internacionales.

4.1.2.7 Audiencias .

Los grupos, y en menor medida las organizaciones, pueden conducir sus


problemas con cierto grado de intimidad. Una pareja puede cerrar la puerta de
su habitación y discutir (o abusar) en privado. No hay equivalente en la arena
internacional. Cada acto, bien inmediatamente o potencialmente, ocurre a la
vista de observadores internacionales. Los negociadores internacionales
pueden hablar secretamente, pero tienen que informar a sus superiores, lo cual
produce que las filtraciones comiencen a aparecer. Por desgracia, como
distintas investigaciones han demostrado (Pruitt, 1981), es más probable que
los negociadores se muestren más duros, con posturas más extremas y más
resistentes a las concesiones cuando están presentes audiencias que cuando
negocian en condiciones privadas. Una de las razones de este entrampamiento
psicológico puede ser la tendencia al tomar decisiones de apegarnos
excesivamente a cursos de acción en los que creemos que hemos invertido
gran cantidad de recursos, esfuerzos, etc. (sunk cost). Si se comprometen a
posiciones extremas de intransigencia, los negociadores considerarán que han
invertido demasiado como para cambiar.

4.1.2.8 Representatividad de la negociación

En los conflictos internacionales, por lo general, las partes disputantes se


representan a sí mismas. La situación es muy diferente en los grupos,
organizaciones y naciones; los grupos se relacionan unos con otros a través de
portavoces. Las organizaciones disponen los intercambios de tal manera que
ponen en contacto individuos con nivel comparable en sus respectivas
jerarquías. En las relaciones internacionales, siempre hay representantes.
Incluso los cabezas de estado hablan tanto por otros como por sí mismos. Los
representantes actúan como agentes de sus superiores o de sus
representados, se reúnen con sus homólogos, y, después, hacen
recomendaciones referentes a acuerdos a aquellos ante los que son
responsables.

La introducción de representantes en el proceso de solucionar un conflicto,


cambia las cosas de manera significativa, en comparación con las situaciones
en donde la gente se representa a sí misma (Rubin y Sander, 1988). Esta
circunstancia puede dificultar tanto como facilitar -en el caso de que sea un
representante muy experto- el proceso.

4.1.2.9 Información sobre el otro.

Si dos amigos tienen una pelea, pueden ponerse a solucionarlo en el mismo


lugar y en ese mismo momento. En las relaciones internacionales, sin
embargo, las relaciones tienen lugar a través de una mezcla de grupos y
organizaciones que tienen distintas ideas y objetivos. Como observa Allison
(1971), lo que en relaciones internacionales puede parecer una posición
unitaria mantenida por el otro lado, probablemente es el resultado del choque
de distintas fuerzas y vectores internos. Añadamos a esto las diferencias
culturales que pueden dificultar la comprensión de los movimientos y gestos de
la otra parte. Además, la distancia física y la diferencia horaria dificultan más la
situación. A pesar del enorme desarrollo de las telecomunicaciones, es
prácticamente imposible que los protagonistas de un conflicto internacional lo
afronten en el mismo lugar y en el mismo momento.

El resultado de todo lo anterior es que el conflicto internacional es más


susceptible a la percepción selectiva y a otras formas de distorsión cognitiva,
que los conflictos interpersonales, intergrupales o interorganizacionales. Es
más difícil esclarecer las preferencias, intenciones y expectativas de la otra
parte.

4.1.2.10 Confianza
Si tenemos en cuenta los obstáculos mencionados que caracterizan las
relaciones internacionales, y añadimos la menor fiabilidad que tiene la
información sobre la otra parte, podemos concluir que en los conflictos
internacionales es mucho más difícil establecer relaciones de empatía y
confianza que en las relaciones interpersonales (los conflictos intergrupales e
interorganizacionales se encontrarían en un punto intermedio). De acuerdo con
diferentes estudios realizados en las relaciones cercanas, sabemos que la
relación de confianza interpersonal nace cuando una de las partes percibe que
la otra es predecible, se desarrolla cuando nos damos cuenta de que es de fiar,
luego se desarrolla un apego mutuo que va acompañado de la creencia de que
el otro es sensible a nuestras necesidades (Holmes, 1991; Rempel, Holmes y
Zanna, 1985). La confianza es un proceso individualizado que se desarrolla a
partir de un conjunto de experiencias mutuamente positivas.

Por todo lo dicho, podemos entender como tal experiencia de confianza es


mucho más fácil que se desarrolle en el ámbito interpersonal. Las relaciones
internacionales, por el contrario, están cargadas de informaciones inciertas,
múltiples actores, y la tendencia a mantener al otro haciendo conjeturas con el
objeto de ganar ventaja competitiva. Finalmente, si añadimos a todo esto el
aspecto cultural mencionado anteriormente, podemos entender como es muy
difícil convencer al otro de nuestra propia veracidad.

4.1.2.11 Instituciones y burocracias

A diferencia de los individuos y los grupos, las organizaciones y los estados


tienden a desarrollar poderosas estructuras institucionales -ejércitos, servicios
de inteligencia, etc.- que contribuyen al mantenimiento del conflicto y la
desconfianza. Por ejemplo, se ha conocido últimamente que los servicios de
inteligencia de Estados Unidos inflaban las capacidades defensivas de la Unión
Soviética, a la vez que desmerecían las propias capacidades, con el objeto de
justificar los enormes incrementos del presupuesto militar del ejército
americano durante la guerra fría.

Además, como la historia nos enseña, las instituciones militares se resisten a


perder influencia a pesar de que disminuya su necesidad. No existen
paralelismos a nivel interpersonal.

4.2 La estructura del conflicto

El círculo del conflicto (figura 4.1) señala algunas de las fuentes principales de
conflicto, independientemente del nivel y del marco. El Círculo identifica cinco
causas centrales de conflicto (Moore, 1994):

- Problemas de relaciones entre las personas.

- Problemas de información.

- Intereses realmente incompatibles o percibidos como tales.

- Fuerzas estructurales.
- Problemas de valores.

Figura 4.1: Círculo del conflicto.

Aunque la cita sea un poco larga, veamos como define el propio Moore (1994)
estos cinco diferentes tipos de conflicto:

- "Los conflictos de Relación. Se deben a fuertes emociones negativas,


percepciones falsas o estereotipos, a escasa o falsa comunicación, o a
conductas negativas repetitivas. Estos problemas llevan frecuentemente a lo
que se han llamado conflictos irreales (Coser, 1956) o innecesarios (Moore,
1986), en los que se puede incurrir aún cuando no estén presentes las
condiciones objetivas para un conflicto, tales como recursos limitados u
objetivos mutuamente excluyentes. Problemas de relación, como los
enumerados arriba, muchas veces dan pábulo a discusiones y conducen a una
innecesaria espiral de escalada progresiva del conflicto destructivo.

- Los conflictos de Información. Se dan cuando a las personas les falta la


información necesaria para tomar decisiones correctas, están mal informadas,
difieren sobre qué información es importante, interpretan de modo distinto la
información, o tienen criterios de estimación discrepantes. Algunos conflictos
de información pueden ser innecesarios, como los causados por una
información insuficiente entre las personas en conflicto. Otros conflictos de
información pueden ser auténticos al no ser compatibles la información y/o los
procedimientos empleados por las personas para recoger datos.

- Los conflictos de intereses. Están causados por la competición entre


necesidades incompatibles o percibidas como tales. Los conflictos de intereses
resultan cuando una o más partes creen que para satisfacer sus necesidades,
deben ser sacrificadas las de un oponente. Los conflictos fundamentados en
intereses ocurren acerca de cuestiones sustanciales (dinero, recursos físicos,
tiempo, etc.), de procedimiento (la manera como la disputa debe ser resuelta),
o psicológicos (percepciones de confianza, juego limpio, deseo de
participación, respeto, etc.). Para que se resuelva una disputa fundamentada
en intereses, en cada una de estas tres áreas deben de haberse tenido en
cuenta y/o satisfecho un número significativo de los intereses de cada una de
las partes.

El triángulo de satisfacción aquí abajo ilustra la interdependencia de estas tres


clases de necesidades (figura 4.2). El Triángulo, o un acuerdo, no está
completo de no haber satisfacción en cada uno de los tres lados. Un acuerdo
satisfactorio en lo substancial, pero no satisfactorio en lo procedimental ni en lo
psicológico, puede resultar inadecuado para conseguir un acuerdo final.

Figura 4.2: Triángulo de satisfacción.


- Los conflictos estructurales. Son causados por estructuras opresivas de
relaciones humanas (Galtung, 1975). Estas estructuras están configuradas
muchas veces por fuerzas externas a la gente en conflicto. Escasez de
recursos físicos o autoridad, condicionamientos geográficos (distancia o
proximidad), tiempo (demasiado o demasiado poco), estructuras organizativas,
etc., promueven con frecuencia conductas conflictivas.

- Los conflictos de valores. Son causados por sistemas de creencias


incompatibles o percibidos como incompatibles. Los valores son creencias que
la gente emplea para dar sentido a sus vidas. Los valores explican lo que es
bueno o malo, verdadero o falso, justo o injusto. Valores diferentes no tienen
por qué causar conflicto. Las personas pueden vivir juntas en armonía con
sistemas de valores muy diferentes. Las disputas de valores surgen solamente
cuando unos intentan imponer por la fuerza un conjunto de valores a otros, o
pretenden que tenga vigencia exclusiva un sistema de valores que no admite
creencias divergentes." (Moore, 1994, pp.5-6).

Hace años se viene proponiendo en seminarios y talleres de


resolución/transformación de conflictos y mediación una concepción
tridimensional de las fuentes del conflicto. Esta estructura es necesaria para
comprender la naturaleza del conflicto, paso estrictamente imprescindible para
posteriormente abordar su resolución/transformación. Como dice Juan Pablo
Lederach, no podemos resolver/transformar un conflicto si previamente no lo
entendemos.

Volviendo a las fuentes del conflicto, consideramos que se puede proyectar


gráficamente como una seta. Cuando paseamos por el campo o monte,
dirigimos nuestra mirada sobre toda la superficie de la tierra a nuestro alcance,
rastreando a la búsqueda de su presencia. Cuando detectamos alguna, lo
primero que observamos es su superficie, el sombrero, para después, una vez
al lado de ella, fijarnos en su pie, pues, en ocasiones, ante una apariencia
inofensiva de seta comestible, puede descubrirse, por la presencia de anillos o
bulbos, que en realidad son setas venenosas.

Figura 4.3: Estructura de los Conflictos Familiares.

En el conflicto, lo primero que observamos es su apariencia manifiesta, de qué


parece que va el conflicto. Siguiendo a Moore y Mayer, los conflictos pueden
ser de valores, estructurales, de intereses o recursos, de relaciones, de
información o de comunicación. La comunicación aparece en el sombrero,
porque algunos conflictos pueden tener su origen en una mala comunicación,
atribuciones erróneas, etc. Pero además, está de otro color y en el centro
entrando en contacto con todos los otros conflictos y en la parte superior del
pie, porque, siguiendo la metáfora freudiana sobre los sueños como la via regia
del inconsciente, la comunicación es la via regia del conflicto, ya que,
independientemente de cual sea la causa o raíz del conflicto, es a través de la
comunicación como todos los conflictos escalan e intensifican o caminan hacia
su resolución/transformación.

Debajo de la comunicación, en el pie, encontramos las emociones. No es el


lugar para hablar del rol que juegan las emociones en las situaciones de
conflicto. Baste decir que las emociones, omnipresentes en la vida cotidiana,
en las situaciones de conflicto -donde percibimos amenaza, peligro,
incompatibilidad- adquieren un papel más o menos protagonista, sobre todo las
de tipo negativo o destructivo.

La comunicación es la via regia del conflicto, ya que,


independientemente de cual sea la causa o raíz del conflicto, es a
través de la comunicación como todos los conflictos escalan e
intensifican o caminan hacia su resolución/transformación

Finalmente, en la base del pie, y diría más, en su raíz, encontramos las


necesidades psicológicas. Todo ser humano tiende a dar satisfacción a sus
necesidades psicológicas insatisfechas a través del conflicto.

Como ejemplo, podemos observar como podríamos representar los conflictos


familiares según el parasol del conflicto que proponemos, para observar de una
manera algo más detallada la importancia de distintos factores en las disputas
familiares.

Los conflictos familiares no son sólo sobre elementos tangibles, sino que tienen
una gran importancia los intangibles, que son aquellos que hacen que la familia
sea diferente ante nuestros ojos y los ojos de los demás.

Todos los miembros de la familia tienen muchas necesidades, como por


ejemplo poder, amistad, pertenencia y realización. Los choques sobre estas
necesidades se manifiestan, frecuentemente, en cosas materiales. Dado que
estas motivaciones son las menos obvias, las disputas de este tipo son más
difíciles de resolver. Si la persona no puede expresar su necesidad, el conflicto
es improbable que se resuelva. Incluso si alcanzamos una solución mecánica
sobre lo material, el conflicto a menudo reaparecerá, expresado de alguna otra
manera.

Las disputas familiares afectan las identidades personales y sociales así como
otras necesidades psicológicas, de forma que ningún otro tipo de conflicto lo
hace. Los niveles de implicación en el conflicto así como el impacto de su
resultado son enormes. Los conflictos familiares no implican sólo la identidad
de los disputantes, sino que también tratan de la identidad de los otros
afectados por la disputa, niños, abuelos, y otros familiares. Una disputa familiar
no sólo afecta la identidad de los individuos sino que también lo hace a la
identidad de la familia como sistema interpersonal, económico y social (Taylor,
2002).
Las disputas familiares afectan las identidades personales y
sociales así como otras necesidades psicológicas, de forma que
ningún otro tipo de conflicto lo hace

El autoconcepto, la autoestima, el sentido de integridad personal, descansan,


en gran medida, en el resultado de estos conflictos familiares, y no digamos
nada en el estilo de vida, valores, y las creencias más profundas.

En segundo lugar, todas las personas en conflicto acarrean, como bien saben
los especialistas en mediación familiar, un cierto grado de enfado, ira-cólera, e
indignación. Pero este nivel emocional es mayor en los conflictos familiares que
en otros tipos de disputas. Los conflictos familiares son algunos de los
conflictos más amargos y destructivos debido a la naturaleza autoimplicatoria
de estos conflictos. Por ello, a pesar de que la máxima de Fisher y Ury (1991)
"separa la persona del problema" se ha convertido en el mantra de muchos
mediadores, este consejo no siempre es posible, e incluso deseable en los
casos de conflicto y mediación familiar (Taylor, 2002).

Los conflictos familiares son algunos de los conflictos más amargos


y destructivos debido a la naturaleza autoimplicatoria de estos
conflictos

Hay tres tipos de reacciones emocionales que se encuentran en los conflictos


familiares: 1-enfado, ira-cólera, 2-indignación y 3-hostilidad y comportamiento
agresivo (Taylor, 2002). La ira y la cólera, o el enfado en su versión más suave,
son reacciones emocionales naturales que las personas experimentan cuando
encuentran dificultades (barreras) para conseguir sus objetivos. Esta emoción
tiene diversos niveles de intensidad desde una irritación ligera hasta la rabia.
Niveles medios de intensidad permiten que las personas respondan con todas
sus facultades; pueden discutir, pensar en soluciones y tratar de negociar. A
medida que la intensidad se incrementa disminuye proporcionalmente la
habilidad para responder racionalmente. Además, otra implicación importante
para los conflictos y mediación familiar, es la capacidad que los miembros de
una familia tienen de activar y elevar el arousal fisiológico de los otros
miembros familiares.

Cuando alguien te ha hecho daño físico o mental, o ha manchado tu


reputación, autoconcepto o estatus dentro de un sistema, no sólo se produce el
enfado o cólera, sino que se desarrolla una percepción de injusticia, con lo que
se desarrolla un sentido de indignación. Se ha cuestionado la dignidad,
integridad y personalidad de uno. Incluso en las ocasiones en las que el
conflicto ha sido resuelto completamente, y todas las barreras han sido
eliminadas, lo que sigue susurrando en el oído del que cree (de manera
correcta o equivocada) que ha sido atacado o herido, es la percepción negativa
que se ha expresado sobre uno mismo. Resolver el conflicto puede frenar la
escalada del conflicto, pero la pérdida de la cara y la disminución de la
autopercepción positiva conectadas al conflicto, pueden perdurar
indefinidamente. Esto puede hacer que la resolución emocional del conflicto
sea más difícil (las tres dimensiones de la resolución de conflictos: solución
cognitiva, solución emocional y solución comportamental).

El leifmotif de la injusticia interaccional percibida continúa jugando un papel en


la dinámica interactiva hasta que al menos seamos capaces de hablar del tema
abiertamente y hasta que cierto grado de arrepentimiento, remordimiento o
excusas son ofrecidas o percibidas. No es suficiente resolver el problema y
crear alternativas.

Aunque la hostilidad y agresión son temas específicos y patológicos que


requieren un tratamiento delicado y detallado, aquí hacemos referencia a ese
estado o comportamiento por la relevancia que tiene en el conflicto familiar. El
tópico de cuál es la causa por la que una persona se vuelve hostil, agresiva e
incluso violenta, es importante en muchos campos de la ciencia y preocupación
de muchas disciplinas, sociología, psicología, profesionales de la justicia y el
derecho, y otras áreas que tienen que ver con el conflicto y el poder. En familia,
sabemos que el conflicto familiar puede desencadenar reacciones severas y
puede crear el clima en el cual los hijos aprenden como los adultos usan el
control, el abuso y la violencia.

Mientras que los conflictos familiares engendran enfado, ira-cólera en casi


todas las ocasiones, e indignación en muchos casos, hay pocas ocasiones en
los que la hostilidad y la agresión sean la pauta dominante en las interacciones
entre los miembros de la familia.

Los conflictos de valores son algunos de los más difíciles de resolver dentro del
entorno familiar. Los valores son lo básico de nuestro sistema de creencias, y
por esto, estos desacuerdos son los más difíciles de resolver. Los desafíos a
nuestros valores son desafíos a nosotros mismos. Respondemos con
tenacidad y de un modo defensivo. En los conflictos que están involucrados
diferentes valores, es difícil abandonar viejos patrones y escoger nuevas
respuestas.

Resolver conflictos que implican diferentes valores, no implica,


necesariamente, un reestructuración de los valores de las partes. A menudo el
reconocimiento de que cada uno ve el mundo y la situación inmediata de
diferente manera, ayuda a resolver los problemas más fácilmente. De nuevo, si
un conflicto basado en la diferencia de valores es resuelto exclusivamente al
nivel de recursos o necesidades, reaparecerá en otras ocasiones.

Resolver conflictos que implican diferentes valores, no implica,


necesariamente, un reestructuración de los valores de las partes. A
menudo el reconocimiento de que cada uno ve el mundo y la
situación inmediata de diferente manera, ayuda a resolver los
problemas más fácilmente
4.3 Funciones y disfunciones del conflicto

El punto de vista inicial de la mayor parte de la gente sobre el conflicto es que


es fundamentalmente "malo" o disfuncional. Esta noción tiene dos aspectos: en
primer lugar el conflicto es una indicación de que algo está mal o de que hay un
problema que necesita ser "solucionado", en segundo lugar, el conflicto
produce consecuencias destructivas. Deutsch (1973) y otros (Folger, Poole, y
Stutman, 1993; Hocker y Wilmat, 1985) han estudiado algunos de los
elementos que contribuyen a la imagen destructiva de los conflictos:

1. Procesos competitivos. Las partes compiten unas contra otras porque creen
que sus objetivos son opuestos y, por lo tanto, no pueden ser alcanzados por
ambas partes a la vez. Sin embargo, con frecuencia, los objetivos de las partes
no son opuestos y no es necesaria la competición. Además, como veremos a la
hora de hablar de la escalada del conflicto, los procesos competitivos tienen
una serie de efectos secundarios que llevan a la radicalización del conflicto que
motivó el proceso competitivo.

2. Distorsiones perceptivas y sesgos. A medida que el conflicto se intensifica


las percepciones se distorsionan. La gente tiende a ver las cosas de forma
consistente con la propia perspectiva del conflicto, e interpreta las personas y
sucesos de modo extremo, "conmigo" o "contra mí". Además, el pensamiento
se vuelve estereotipado y sesgado -las partes en conflicto son sensibles a los
sucesos que apoyan su posición, mientras que rechazan de inmediato aquellos
que se sospecha la contradicen-.

3. Emocionalidad. Los conflictos tienden a cargarse emocionalmente a medida


que las partes se van volviendo ansiosas, irritadas, enojadas, furiosas o
frustradas. Las emociones tienden a dominar el pensamiento, mientras que a
medida que el conflicto escala las partes se vuelven más emocionales e
irracionales.

4. Disminución de la comunicación. La comunicación decrece. Las partes


tienden a interrumpir la comunicación con las personas con las que
desacuerdan, y a incrementarla con las que se está de acuerdo. Cuando la
comunicación se da, normalmente va dirigida a derrotar o desprestigiar el punto
de vista contrario, o bien a fortalecer los propios argumentos.

5. Difuminación de los problemas. Los asuntos centrales de la disputa se


difuminan y pierden definición clara. Las generalizaciones abundan. Asuntos
nuevos y no relacionados se suman a la disputa a medida que esta escala,
hasta tal punto que en un momento dado las partes no recuerdan claramente
que es lo que comenzó la disputa.

6. Compromisos rígidos. Las partes se aferran a posiciones. En el transcurso


del conflicto los individuos se comprometen cada vez más con sus puntos de
vista y están menos dispuestos a dar "su brazo a torcer", por miedo a perder la
cara o parecer débil. Los procesos cognitivos se vuelven rígidos y se tiende a
simplificar los asuntos, en vez de verlos en su complejidad y
multidimensionalidad.

7. Exagerar las diferencias, minimizar las similitudes. A medida que las partes
se fijan a los compromisos, y los asuntos se difuminan, tienden a ver sus
posiciones como polarmente opuestas, aunque no lo sean. Se realzan y
enfatizan todos los aspectos que los distinguen y separan, mientras que se
simplifican y minimizan los aspectos comunes compartidos.

8. Escalada del conflicto. Tal como los puntos anteriores sugieren, cada parte
se atrinchera en sus puntos de vista, se vuelve menos tolerante, menos
comunicativo, más defensivo y emocional. Como resultado, las partes intentan
ganar incrementando los recursos y la tenacidad que están dispuestos a utilizar
para conseguirlo. Ambas partes creen que incrementando la presión (recursos,
compromiso, entusiasmo, energía, etc.) el otro capitulará y aceptará la derrota.
Como la mayor parte de los conflictos destructivos nos enseña, ¡nada más lejos
de la realidad!.

Todas estas características son asociadas comunmente al conflicto, pero


realmente no lo son, definen exclusivamente los conflictos destructivos. De
hecho, como muchos autores sugieren, los conflictos pueden ser productivos.

En el modelo que defendemos, el conflicto no es ni positivo ni negativo, ni


destructivo ni productivo, es ambos a la vez. Es el modo en el que nos
enfrentamos a él lo que hará que tome un curso destructivo o productivo. Este
es el objetivo y el leif motiv del libro y de la disciplina que tratamos, no eliminar
el conflicto, sino aprender a manejarlo de tal manera que controlemos los
elementos destructivos y dejemos vía libre a los productivos.

4.4 Análisis del conflicto

El análisis del presente apartado lo realizamos siguiendo el plano del conflicto


desarrollado por Jean Paul Lederach (Lederach, 1989; Lederach y Chupp,
1995).

El conflicto, frecuentemente, suele aparecer como un proceso excesivamente


complejo y difícil de manejar. Pero si nos fijamos, independientemente de su
complejidad, una vez comenzado, un conflicto suele manifestar ciertos rasgos.
En conjunto forman una estructura que lo definen. Esta estructura es
relativamente simple y está compuesta por la interacción de tres elementos:
personas, proceso y problema (figura 4.4). Cualquiera de estos elementos, o
una combinación de ellos, puede ser la causa del conflicto, y en cualquier caso,
siempre estarán presentes en el desarrollo y resultado de una disputa.
Analicemos cada uno de ellos con más detalle.

4.4.1 Las personas


Este elemento de la estructura del conflicto incluye tanto a las personas
implicadas en el conflicto, ¿quién está involucrado?, como a los elementos
psicológicos tales como los sentimientos, emociones, autoestima, percepciones
individuales, y conceptualización del problema y personas, por parte de los
implicados en el conflicto.

La primera tarea al analizar un conflicto sería, pues, el comprender la magnitud


del problema. ¿Quién está involucrado?, ¿qué papel tiene?, ¿cuánta influencia
tiene?. En algunos conflictos interpersonales, sólo habrá dos personas
implicadas, pero en la mayoría de ellos, siempre habrá otras personas que
aunque no estén directamente involucradas, pueden influenciar la dirección y el
resultado del proceso. Por otra parte, la mayor parte de los conflictos sociales
implican la participación de múltiples personas y grupos, incluso si en su origen
sólo hubo problema entre dos.

En segundo lugar, debemos dirigir nuestra mirada hacia los aspectos más
estrictamente psicológicos. Debemos tener en cuenta que cada persona
involucrada en un conflicto tiene valores, intereses, necesidades, y una
perspectiva sobre el problema que motivan y encauzan sus acciones. Además,
su perspectiva se forma de acuerdo a como le afectó lo sucedido; cuando se
explica la propia perspectiva, siempre se mezclan los sentimientos con los
hechos.

Debemos tener en cuenta que cada persona involucrada en un


conflicto tiene valores, intereses, necesidades, y una perspectiva
sobre el problema que motivan y encauzan sus acciones

Teniendo en cuenta lo anterior, al analizar todo conflicto deberíamos tener en


cuenta lo siguiente (Lederach y Chupp, 1995):

a) Identificar los grupos y las personas involucradas.

1. ¿Quiénes están directamente implicados?

2. ¿Quiénes están indirectamente implicados, pero tienen interés o pueden


influenciar el resultado?

3. ¿Qué tipo de liderazgo siguen?

4. ¿Qué bases de influencia y poder tiene cada uno sobre los demás?, ¿es una
relación de iguales o existe la desigualdad?, ¿en qué forma?

5. ¿Existen ahora o pueden existir, coaliciones entre los grupos?, ¿entre


quiénes?, ¿por qué?

b) Percepción del problema.

1. ¿De qué manera perciben el problema?, ¿cómo lo describen?


2. ¿Cómo les ha afectado?

3. ¿Qué sentimientos sobresalen?, ¿en qué nivel de intensidad?

4. ¿Qué soluciones (posturas) sugieren?, ¿qué necesidades e intereses


representan?

5. ¿Cuáles son las diferencias de percepción?

6. ¿De qué manera puede replantearse, para mejorar la percepción?

Si pretendemos intervenir para facilitar la resolución del conflicto, además de


ser conscientes y analizar el papel de este componente (personas) en la
estructura general de la disputa a la que nos estamos enfrentando, deberemos:

1. Promover la comprensión y elicitación de las emociones.

2. Facilitar el reconocimiento de las necesidades humanas, de manera que


esos sentimientos se puedan explicar, justificar y, finalmente, desahogar.

3. Tomarse el tiempo necesario para escuchar, y mostrar respeto por la


dignidad básica de todas las personas como seres humanos.

4. Apoyar, no amenazar, la autoestima.

5. Profundizar en las percepciones y conceptualizaciones de la situación y de


los otros.

6. Ayudar a identificar cómo el comportamiento de los otros, y la situación en


general, les ha afectado

4.4.2 El proceso

El proceso es la manera en que el conflicto se desarrolla y como la gente trata


de resolverlo, para bien o para mal. Pero, fundamentalmente, se refiere al
modo en como se toman las decisiones y como la gente se siente sobre ello.
Con frecuencia pasamos por alto el proceso de toma de decisiones como
causa clave de muchos conflictos; sin embargo, en muchas ocasiones, es
precisamente en este proceso donde surgen los resentimientos, sentimientos
de ser tratado injustamente, y una sensación de indefensión. La gente que se
siente excluida o que percibe que no puede influir sobre decisiones que afectan
su propia vida, cooperará o apoyará dichas decisiones en raras ocasiones.
Probablemente no se opondrá abiertamente a tales decisiones, pero, en
cualquier caso, la relación se verá afectada de modo subrepticio e indirecto.

El proceso es la manera en que el conflicto se desarrolla y como la


gente trata de resolverlo, para bien o para mal. Pero,
fundamentalmente, se refiere al modo en como se toman las
decisiones y como la gente se siente sobre ello
En todo este proceso es importante analizar, también, los medios de
comunicación, así como la dinámica de intensificación (escalada) que
habitualmente se produce. A medida que el conflicto se identifica, la
comunicación suele empeorar, la gente tiende a apoyarse más en su postura y
cada vez menos a escuchar al otro, es corriente que se recurra a estereotipar
al adversario o a insultarle y, finalmente, las personas en conflicto casi siempre
buscan a otros para apoyarse -cuando se tiene un problema con alguien, se
habla de él en lugar de hablar con él-, con lo que se perpetua la mala
información, se crean estereotipos y se forman coaliciones que no llevan a
nada más que a extremar el conflicto y dificultar su resolución. Teniendo en
cuenta todo lo anterior deberíamos analizar (Lederach y Chupp, 1995):

a) La dinámica del conflicto.

1. ¿Qué asunto (o asuntos) lo empezó o causó todo?.

2. Al intensificarse:

- ¿Qué otros problemas se añadieron?.

- ¿Qué grado de polarización existe entre los grupos?.

- ¿Qué actividades han aumentado el conflicto?.

- ¿Cuáles son las influencias moderadoras?.

b) La comunicación.

1. ¿De qué manera se comunican?.

2. ¿Quién habla a quién, cuándo, cuánto y por qué?.

3. ¿Existen alteraciones entorno a la comunicación (estereotipos, mala


información, rumores, etc.).

4. ¿De qué manera podría mejorarse la comunicación?.

El objetivo de nuestros intentos de transformar el conflicto será reforzar a la


gente para que funcionen como iguales, estructurar un proceso de toma de
decisiones que implique a todos los afectados por las decisiones y que les
haga sentirse confortables con dicho proceso, para lo cual deberemos:

1. Poner de manifiesto los patrones de comunicación implicados en el proceso


de toma de decisiones.

2. Descubrir el sentir de la gente en torno al modo de tomar las decisiones.

3. Entender el equilibrio o desequilibrio de poder de la relación.


4. Desarrollar un proceso que parezca justo e incluya a todas las personas
afectadas por las decisiones.

4.4.3 El problema

Hace referencia a las diferencias y asuntos que enfrentan a las personas. Los
problemas pueden ser de distinto tipo, tal y como hemos visto en el círculo del
conflicto: diferentes valores, diferentes puntos de vista sobre como tomar las
decisiones, incompatibilidad de necesidades o intereses, diferencias en torno al
uso y distribución de recursos limitados (tierra, dinero, tiempo), etc.
Frecuentemente, nos referimos a este aspecto como las raíces "reales" que
causan el conflicto, con respecto a las cuales la gente tiende a desarrollar
posiciones a las que se apega.

La comprensión de un conflicto se facilita si distinguimos entre los siguientes


términos: asuntos, intereses, necesidades y posiciones. Los asuntos se refieren
a las distintas áreas de discrepancia o incompatibilidad que se han de tratar
para solucionar el problema, los intereses son los beneficios potenciales por
alcanzar un objetivo particular, es decir, el por qué cada uno de los asuntos
importa a las personas, las necesidades son lo indispensable, lo mínimo
necesario para satisfacer a una persona en cuanto a los sustantivo, lo
psicológico, y al proceso seguido para resolver el problema, las posiciones
hacen referencia a los comportamientos y actitudes concretas adoptados para
resolver el conflicto.

Frecuentemente, nos referimos a este aspecto como las raíces


"reales" que causan el conflicto, con respecto a las cuales la gente
tiende a desarrollar posiciones a las que se apega

En relación a este elemento de la estructura del conflicto deberemos analizarlo


conforme a los siguientes pasos (Lederach y Chupp, 1995):

a) Describir el meollo del conflicto.

1. ¿Cuáles son los intereses, necesidades y valores de cada uno?

2. ¿Qué es lo que le preocupa a cada uno?, ¿qué proponen para resolverlo?

3. ¿Por qué les interesa esta solución en particular?

4. ¿Cuáles son los intereses de cada uno?, ¿quién gana o pierde según las
soluciones propuestas?

5. ¿Cuáles son las necesidades humanas elementales que motivan a cada uno
(seguridad, autoestima, comida, posibilidad de trabajo, etc.?
6. Para que estén satisfechos con un acuerdo: ¿cuáles de estas necesidades
se tomarán en cuenta y deberán figurar en la solución final?

7. ¿Qué diferencia de valores existen y hasta qué punto juegan un papel


importante?

b) Hacer una lista de los puntos concretos para resolver:

1. Problema global: ¿cuáles son los puntos que se deben resolver?

2. ¿La manera de tomar decisiones es un problema?.

c) Análisis de los recursos existentes que pueden regular las diferencias


esenciales:

1. ¿Qué factores limitan las acciones y posturas extremistas de cada uno?

2. ¿Quiénes son las personas que pueden jugar un papel constructivo?

3. ¿Cuáles son los objetivos alcanzables que todos pueden aceptar?

4. ¿Cuáles son los intereses y necesidades que tienen en común o los que no
son mutuamente exclusivos y opuestos?

5. ¿Qué propuestas están dispuestos a hacer?

En el intento de resolver un conflicto deberemos ayudar a identificar cuáles son


las necesidades e intereses subyacentes y evitar centranos en discusiones
sobre soluciones "posicionales", para lo cual nuestros intentos irán dirigidos
hacia:

1. Clarificar las áreas de interés y los problemas específicos, separando las


personas de los problemas.

2. Descubrir las necesidades e intereses básicos subyacentes a los problemas.

3. Identificar los principios y valores comunes.

4.5 Parámetro de los conflictos interpersonales

Para regular el conflicto siempre se parte del mismo punto: comprenderlo


(Lederach, 1989). Difícilmente podremos afrontar la solución de una situación
de conflicto sino entendemos de qué se trata y cómo se ha desarrollado. No
hay dos conflictos interpersonales que sean idénticos, cada uno de ellos está
caracterizado por atributos únicos dependiendo del lugar, las personas y los
problemas implicados. Sin embargo, los conflictos interpersonales, y de hecho,
todos los conflictos humanos, están definidos por características similares. Una
vez que entendemos dichos parámetros, estamos más capacitados para
enfrentarnos a ellos y facilitar una resolución de los conflictos. A continuación
describimos tales parámetros comunes (Cohen, 1995).
Sin embargo, los conflictos interpersonales, y de hecho, todos los
conflictos humanos, están definidos por características similares

4.5.1 Historia

Se entienden mejor los momentos álgidos de los conflictos si los consideramos


como el resultado de una serie de sucesos que lo preceden. Todos los
conflictos interpersonales tienen su historia: comportamientos pasados,
experiencias, conversaciones y percepciones, que tomados en su conjunto
definen el conflicto. Como el argumento de las novelas, los conflictos tienen un
comienzo, un desarrollo e, inevitablemente, un final. Estas historias pueden
haberse desarrollado durante años, días, e incluso horas, pero, raramente,
suceden en un instante. Sin embargo, los observadores externos captan la
existencia de un conflicto cuando éste ha venido ya desarrollándose durante
algún tiempo.

4.5.2 Escalada/ Intensidad

Aunque vamos a dedicar un apartado entero a este proceso, aquí


mencionaremos brevemente que los conflictos interpersonales raramente son
sucesos aislados. Normalmente, los conflictos se desarrollan de manera
semejante a un partido de tenis. Una de las partes actúa, la otra responde,
respuesta que es recibida por la primera parte y que sirve para ser contestada
adecuadamente. Cada reacción de una parte sirve para ayudar a determinar la
reacción de la otra. Como resultado, el nivel de tensión o intensidad de un
conflicto no es estático. La tensión entre las partes escala o desescala durante
el curso del conflicto. Posteriormente analizaremos las características que
llevan a la escalada o desescalada del conflicto.

4.5.3. Necesidades psicológicas

La tercera característica de los conflictos interpersonales se refiere a la vida


interior, individual de cada una de las partes. Concretamente se refiere al grado
en que un conflicto se enreda con la intención de los sujetos de dar satisfacción
a sus necesidades psicológicas y personales. Estas dimensiones internas
pueden influenciar la dinámica de un conflicto interpersonal, tanto como lo que
externamente ocurre entre las partes.

Veamos, todos los individuos, independientemente de su edad, sexo, religión y


tradición cultural, comparten unas necesidades psicológicas básicas que se
esfuerzan en satisfacer. Estas necesidades incluyen la necesidad de sentirse a
salvo y seguro, de ser amado, tener el control de la propia vida, pertenencia,
etc. Satisfacer estas necesidades es tan necesario para la salud psicológica
como el aire, el agua, el alimento, lo son para la salud física (Alzate y
González,1997). Abraham Maslow formuló una jerarquía de valores que
aparece representada en la figura 4.5.
Concretamente se refiere al grado en que un conflicto se enreda con
la intención de los sujetos de dar satisfacción a sus necesidades
psicológicas y personales

Este parámetro ayuda a explicar el porqué la autoestima es una ventaja


poderosa a la hora de resolver conflictos. Las personas con alta autoestima se
sienten fundamentalmente "bien", aceptan sus necesidades psicológicas como
normales y asumen que serán satisfechas; por ello, son capaces de tolerar
mejor períodos de necesidades insatisfechas, sintiéndose menos amenazados
por el comportamiento de los demás y, finalmente, tendiendo a satisfacer esas
necesidades de la manera más directa y prosocial posible. Por el contrario, los
sujetos de baja autoestima, acostumbrados a largos períodos de necesidades
insatisfechas, han aprendido que dicha satisfacción es insegura, por lo que
tienden a conseguirla de forma indirecta, ya que, en el pasado, los métodos
directos han mostrado su ineficacia.

4.5.4 Desencadenantes del conflicto

Un desencadenante de conflicto es un incidente que focaliza y externaliza un


conflicto. Tal y como hemos visto en los puntos anteriores, un conflicto puede
tener unos orígenes intrapersonales complejos, y las partes comparten una
historia de tensiones y malentendidos que se remontan a semanas o incluso
años. Los desencadenantes del conflicto liberan la tensión acumulada y dan
lugar a experiencias, en ocasiones dramáticas, de conflicto. Con frecuencia los
desencadenantes del conflicto no están relacionados con el problema básico
subyacente que es la auténtica causa del conflicto.

Los desencadenantes del conflicto liberan la tensión acumulada y


dan lugar a experiencias, en ocasiones dramáticas, de conflicto

Para ilustrar como funcionan estos desencadenantes, recordemos, por


ejemplo, los disturbios que se produjeron en Los Angeles, California, en 1992,
como consecuencia del veredicto de un jurado sobre el apaleamiento de un
ciudadano de color llamado Rodney King. Dichos disturbios, obviamente,
estaban alimentados por una larga historia de tensiones no resueltas y
necesidades no satisfechas, más que por la propia rabia que el veredicto pudo
producir.

4.5.5 Percepciones

Un factor fundamental que lleva a muchos conflictos interpersonales es la


discrepancia entre la realidad y lo que las partes perciben como real. La causa
de tal discrepancia es debida a que el modo en que percibimos y damos
sentido al mundo, es un proceso complejo y subjetivo. Cotidianamente, nos
enfrentamos a un extraordinario volumen de percepciones, por lo que nos es
imposible confirmar el significado de cada una de nuestras percepciones.
Normalmente, nos conformamos con inferir las intenciones de los otros. Un
elemento que todavía complica más este proceso es el hecho de que el ser
humano no es un receptor neutral de información. Todo lo que el individuo
percibe es filtrado a través de sus creencias, experiencias pasadas, valores,
ideas y prejuicios. Normalmente, las partes en conflicto al observar los mismos
comportamientos, realizan diferentes atribuciones e interpretaciones de ellos.
En general, estas diferencias en percepción son un terreno abonado adecuado
para la aparición de los conflictos interpersonales.

Normalmente, las partes en conflicto al observar los mismos


comportamientos, realizan diferentes atribuciones e
interpretaciones de ellos

4.5.6 El papel de los participantes no implicados

Un último parámetro del conflicto interpersonal es el papel que juegan las


personas que rodean el conflicto pero que no son protagonistas directos de él.
Estas personas a las que podríamos denominar participantes no implicados,
hacen que los conflictos escalen o desescalen, a pesar de que no les afecte a
ellos directamente.

Para entenderlo, en primer lugar, deberíamos considerar la atracción que las


personas sienten hacia los conflictos de los otros. Los conflictos son
impredecibles y de fuerte intensidad emocional, y cuando escalan hasta la
violencia física exhiben un drama humano extraordinario que ejerce una
fascinación casi primitiva. Pero los conflictos no ejercen su fascinación sólo por
el puro espectáculo, sino que, en ocasiones, los conflictos pueden dar
satisfacción a las necesidades psicológicas de aquellos que no están
directamente implicados en ellos. Identificarse con una de las partes en
conflicto puede llevar al individuo a cargar de sentido esa acción,
identificándose con algo que se considera "correcto", y haciéndole sentir que
pertenece a algo.

Desafortunadamente, la influencia de los participantes no implicados lleva en


más ocasiones a la escalada del conflicto que a su contrario. Son frecuentes
los comportamientos del tipo animar, extender rumores, confirmar las
distorsiones, radicalizar, etc. Sin embargo, también se puede ayudar a
desescalar los conflictos interpersonales. Comportamientos que ayudan a la
desescalada son, por ejemplo, hablar con las partes en privado, ayudar a
cambiar las emociones y formular soluciones constructivas, actuar formal o
informalmente como mediadores, etc.

Desafortunadamente, la influencia de los participantes no


implicados lleva en más ocasiones a la escalada del conflicto que a
su contrario

CAPITULO 5: LA DINÁMICA DEL CONFLICTO

INTRODUCCIÓN
La mayor parte de los investigadores coinciden en que el conflicto, en todos los
niveles, tiene una dinámica previsible. Mirando metafóricamente al conflicto,
podríamos describirlo como una obra de teatro que se desarrolla en tres actos
(Rubin, 1993). En el primer acto, el conflicto escala. Se van produciendo una
serie de transformaciones incrementales que, aunque ocurren separadamente
en cada parte, afectan al conflicto en su totalidad, ya que, habitualmente, son
reflejadas por la otra parte. En el segundo acto, el conflicto llega a su clímax, se
produce un estancamiento, el conflicto no escala más, incluso en las
circunstancias en las que todavía no existe voluntad de generar un proceso de
acuerdo. En el tercer acto, se dan los movimientos hacia el acuerdo, las partes
comienzan a desescalar el conflicto.

Obviamente, no todos los conflictos siguen el ciclo completo, unas veces se


solucionan antes que escale, otras no pasan del punto del estancamiento, o
bien, en otras ocasiones, el conflicto se estabiliza por el dominio de una de las
partes, por el abandono de uno de ellos, o, simplemente, por que adoptan un
patrón de inactividad a la espera de tiempos mejores. Veamos, con cierto
detalle, cada una de estas tres fases.

5.1 El ciclo del conflicto

La experiencia de cada uno de nosotros en las situaciones de conflicto parece


que sigue una serie de fases que hacen que perpetuemos el ciclo, que puede
ser positivo o negativo. Examinando el ciclo junto con los estudiantes,
podremos proporcionarles un vocabulario y un mapa que represente la forma
en que el conflicto opera en nuestras vidas.

5.1.1 fases del ciclo

Fase 1: actitudes y creencias

El ciclo empieza por nosotros y por nuestras actitudes y creencias sobre el


conflicto. Como hemos visto, nuestras creencias y actitudes tienen su origen en
diversas fuentes, como por ejemplo:

 Los mensajes que hemos recibido en la infancia sobre los conflictos.


 Los modelos de conducta de padres, profesores y amigos.
 Las actitudes y conductas vistas en los medios de comunicación
(televisión, películas, etc.).
 Nuestras propias experiencias con los conflictos.

Examinemos, por ejemplo, algunas de las actitudes y creencias negativas que


subyacen en el ciclo negativo del conflicto familiar, y que interfieren cuando
tratamos de aprender a pelear en forma constructiva (Rubin y Rubin, 1989).

- Pelear es malo. No sólo es absurdo percibir la pelea como algo


intrínsecamente malo, sino también ignorar el crecimiento y cambio que
encierra. No hay nada esencialmente malo en la pelea, siempre que sea justa y
que no esté motivada por el simple hecho de causar daño. Permite que los
sentimientos ocultos salgan a la superficie sin desgarramientos y que los que
hasta el momento estaban sumergidos sean descubiertos en lo que debería ser
un ambiente seguro: la familia. La pelea no es esencialmente mala, pero es
necesario aprender a distinguir cuándo es útil, saludable y orientada hacia el
crecimiento y cuándo es destructiva y produce sólo mayores peleas y heridas.

- La familia que se pelea habitualmente está enferma y necesita ayuda. Por el
contrario, podemos afirmar que una familia que se pelea habitualmente dentro
de límites razonables, reduciendo el riesgo de ocasionar daños graves, es
saludable y vital y no enferma.

- La pelea familiar puede evitarse. La pelea familiar no sólo no es inevitable


sino que no debería evitarse. Es importante, por supuesto, que aprendamos
dónde, cuándo y cómo intervenir, de modo que lo que podría ser simplemente
un generador de irritación y de heridas pueda convertirse en generador de luz y
crecimiento. Sin embargo, a veces una pelea tienen su propio motivo, que no
podrán frenar -ni deberían hacerlo. Todo el análisis , la reflexión y los mejores
deseos. A veces no es más que una forma de combatir el aburrimiento y la
ansiedad.

- Todas las disputas familiares pueden resolverse mediante un acuerdo.


"Nunca dejes que se ponga el sol sobre tu ira" es una antigua fórmula que se
propone como filosofía orientadora en las disputas familiares. "Antes de irse a
dormir hay que terminar la pelea, darse un beso y hacer las paces". Este es un
abordaje militarista del conflicto familiar, porque cuando los desacuerdos son
graves, sólo puede haber conciliación si uno o más de los contendientes
capitulan respecto de una posición que es elemental para sus sentimientos,
forzados por un adversario de gran vigor, voluntad y temperamento. De ningún
modo esto es un acuerdo

- Una vez que la pelea familiar se resuelve, está definitivamente resuelta.


Algunas personas se sorprenden de que una disputa "resuelta" tiempo atrás,
de pronto aflore bajo una nueva forma, pero tan desagradable como antes.
Pensábamos que habíamos superado eso definitivamente. La vida en familia
no es así. Hay varias razones para la reaparición de esas disputas y conflictos,
algunas de ellas las veremos en la sección posterior (p.e., sentimientos de
indignación que permanecen a pesar de la consecución de acuerdos). Pero en
cualquier caso el contexto familiar es un contexto que perdura en el paso de
tiempo, y a lo largo de ese lapso, todos crecemos, maduramos y cambiamos.
Por ello, es muy difícil fijar las personas y cosas como si fuera con clavos, para
que estén donde las dejamos cuando volvamos a prestarles atención. La
respuesta es la flexibilidad: aprender a vivir haciendo frente a una eterna
ambigüedad; tolerar el cambio que se produce en nosotros y en los demás;
advertir que no existe una única respuesta; considerar el proceso mismo de la
pelea como causa de enriquecimiento y no tratar simplemente de solucionar el
conflicto y enterrarlo.

- Padres e hijos son enemigos declarados. Otra tontería. Las necesidades de


los padres coinciden ampliamente con las de los hijos. A menudo es tarea difícil
en determinadas situaciones encontrar áreas de interés común pero, una vez
localizadas, la atención de la familia debe centrarse en estas áreas que unen
más que en las que dividen

Aunque estas seis interpretaciones erróneas del conflicto son las más
comunes, no son las únicas que podemos encontrar. Probablemente, cada uno
de nosotros ha crecido con su propio bagaje de conocimientos erróneos, ha
hecho generalizaciones a partir de sus propias peculiaridades, y éstos pueden
ser verdaderos obstáculos para encontrar una solución a la pelea, para
aprender de ella y utilizarla como estímulo de cambio y crecimiento.

Nuestras actitudes y creencias afectan a la forma en que


respondemos cuando ocurre un conflicto.

Nuestras actitudes y creencias afectan a la forma en que respondemos cuando


ocurre un conflicto. Por ejemplo, Paula viene de una familia en la que el
conflicto nunca es expresado abiertamente. Incluso en las muchas ocasiones
en las que la tensión proveniente de conflictos se puede sentir en la casa,
todos pretenden que no pasa nada, y nunca se expresan los sentimientos de
cólera y frustración. Estas tensiones causan estrés a todos los miembros de la
familia. Paula termina pensando que el conflicto es negativo, que causa
tensión, incomodidad, y que se debe evitar afrontar directamente los conflictos.

Fase 2: el conflicto

En el siguiente paso del ciclo, el conflicto ocurre. En el ejemplo, Claudia y


Sandra están con un grupo de amigas. Claudia y Sandra se conocen desde
hace algún tiempo y ocasionalmente van a comer juntas. Sandra a menudo
domina las conversaciones, pero Claudia nunca ha puesto objeciones. En esta
ocasión, Claudia empieza a hablar de sus prometedores planes de fin de
semana. Tan pronto como ella empieza a describir sus planes, Sandra
interrumpe y empieza a hablar de sus planes de fin de semana. Claudia se
siente desplazada y desconcertada en frente del grupo, y piensa que no tienen
ningún interés por lo que ella tiene que decir. Claudia está experimentando un
conflicto.

Fase 3: la respuesta

La respuesta es el punto donde empezamos a actuar. Podemos empezar a


gritar, o podemos intentar hablar sobre la situación, o podemos simplemente
abandonar. Con nuestro sistema de actitudes y creencias personal, a menudo
reaccionamos de la misma manera sin importar cual es el conflicto en cuestión.
De este modo, estas reacciones nos pueden decir mucho sobre nosotros
mismos y sobre nuestros patrones en situaciones de conflicto (en el capítulo 2
discutiremos en profundidad la variedad de caminos con los que la gente
responde al conflicto).

En el caso de Claudia y Sandra, la respuesta de Claudia está basada en la


creencia de que la expresión de la cólera o frustración es negativa, y que el
conflicto tiene que ser evitado a toda costa. Ella responde de una manera
silenciosa y enfurruñándose. Sandra percibe el silencio de Claudia y le
pregunta a ver qué le pasa. Sandra contesta que "nada" y se va del grupo
diciendo que tiene que irse. Claudia ha respondido sofocando sus sentimientos
y negando el conflicto.

Fase 4: el resultado

La respuesta llevará siempre al mismo resultado. En este caso, el resultado


para Claudia es continuar con sentimientos de dolor, frustración, y relaciones
tensas, y quizás un sentimiento por su parte de que no es interesante para los
otros (falta de autoestima). Esta consecuencia servirá para reforzar la creencia
de Claudia de que el conflicto es malo y que causa incomodidad y dolor. Esto
tiene por consecuencia que el ciclo se mantenga. En la mayoría de los casos,
el resultado del ciclo del conflicto refuerza nuestro sistema de creencias y lleva
a la perpetuación del mismo patrón.

5.1.2 Cambiando el Patrón

Si queremos aprender del conflicto y cambiar nuestros patrones, necesitamos


cuatro cosas:

 Tomar conciencia
 Buena disposición
 Habilidades
 Apoyo consistente

5.1.2.1 Tomar conciencia

Para romper el patrón que nos mantiene en el conflicto y para resolver el


conflicto de una manera productiva, primero necesitamos tomar conciencia de
las creencias y respuestas que perpetuan nuestra conducta negativa. La
reflexión es un paso vital para lograr esta toma de conciencia. Podemos
preguntarnos a nosotros mismos:

 ¿Cómo respondemos normalmente a las situaciones de conflicto?,


¿Cómo sentimos y reaccionamos?, ¿negamos que haya un conflicto?,
¿asumimos que no hay modo de que las cosas vayan bien?
 ¿Qué puede ayudar a que el conflicto se resuelva de otra manera?.

Las respuestas a estas preguntas pueden llevarnos a nuevas ideas sobre


nuestros sentimientos, reacciones y creencias. Ayudados por este nuevo
entendimiento, podemos empezar a identificar nuevas alternativas de
respuesta al conflicto. Con el nuevo conocimiento de que no tenemos por qué
responder de maneras que prolonguen o empeoren el problema, podemos
volver hacia la otra persona e intentar otra respuesta. Si no es posible,
podemos dar un paso adelante en el conocimiento de nosotros mismos y de
nuestras opciones, sabiendo que, aunque el conflicto es inevitable, no tiene por
qué ser destructivo.

5.1.2.2 Buena disposición


El hecho de tomar conciencia por sí sólo, no es suficiente para cambiar nuestro
patrón habitual de comportamiento ante los conflictos. Semejante cambio
también requiere un compromiso personal -buena voluntad para cambiar, a
niveles diferentes:

 Debemos estar dispuestos a experimentar e intentar nuevos modos de


acercamiento al conflicto.
 Debemos estar dispuestos a examinar y quizás a cambiar partes de
nuestro sistema de creencias, y tomar nota de qué partes de la
estructura no nos sirve en las situaciones de conflicto.
 Debemos estar dispuestos a enfocar el conflicto -y nuestro papel dentro
de él- de un modo completamente diferente.
 Debemos estar abiertos a la crítica constructiva de los otros.

5.1.2.3 Habilidades

Una vez que hemos tomado la decisión de que hacer un cambio es deseable,
debemos aprender las habilidades necesarias requeridas para producir el
cambio. Hay tres habilidades necesarias para la resolución de conflictos:

 La habilidad de mandar un mensaje efectivo, un mensaje en el que se


expresen claramente sentimientos y necesidades.
 La habilidad para escuchar eficazmente.
 La habilidad para escoger el enfoque adecuado en situaciones
diferentes.

La maestría en el uso de las habilidades de escucha y expresión, se ve


determinada, en gran medida, por la escalada o desescalada del conflicto.

5.1.2.4 Apoyo coherente

Cuando enseñamos a los/as estudiantes nuevos modos para manejar los


conflictos, probablemente les estemos pidiendo que cambien conductas
fuertemente arraigadas. Además, estas conductas, con mucha frecuencia,
están reforzadas por la presión de los compañeros y por la influencia
persuasiva de los medios de comunicación. Hasta con la buena voluntad
mencionada, los cambios no sucederán rápida o fácilmente. Por el contrario,
este es un proceso continuo en el que los/as estudiantes necesitarán guía,
consejo y reconocimiento de sus esfuerzos. Necesitarán de la ayuda de los
tutores y la de sus compañeros para observar los efectos positivos y negativos
de sus respuestas. Los profesores deben trabajar constantemente para crear y
mantener contextos, en toda la escuela, que ofrezcan el apoyo -tanto de sus
compañeros como de los adultos-, que los/as estudiantes necesitan para hacer
cambios duraderos.

Figura 5.2: El Ciclo de Conflicto (Gráfico)-Resumen


Nuestras creencias sobre el conflicto provienen de los mensajes que hemos
recibido de nuestros padres, profesores, medios de comunicación y de
nuestras propias experiencias. Estas creencias afectan a cómo reaccionamos
cuando un conflicto ocurre.

Nuestra respuesta es lo que hacemos cuando ocurre el conflicto. Nuestra


respuesta, generalmente, está basada en lo que creemos sobre el conflicto.
¿Qué haces en un conflicto? ¿Puedes añadir algo a la lista superior de
respuestas?

Lo que hagamos en una situación de conflicto (nuestra respuesta) llevará a un


resultado. Los resultados pueden ser negativos o positivos. Si pretendemos
que nada vaya mal, el resultado puede ser sentimientos heridos o el problema
puede ir a peor. Estos son resultados negativos. Si nos ponemos de acuerdo
en hablar sin escapismos sobre el problema, esto puede llevar al resultado
positivo de buenos sentimientos sobre nosotros mismos y la otra persona, y a
una solución del problema. Esto son resultados positivos.

Los resultados de nuestra respuesta al conflicto harán incluso más fuertes


nuestras creencias sobre el conflicto. Esto significa que nuestro ciclo de
conflicto probablemente permanecerá siendo el mismo.

5.2 La dinámica del conflicto

Los conflictos tienen una dinámica previsible. Cuando surgen pueden ser
afrontados de manera constructiva o de manera destructiva. Si el conflicto no
se resuelve en esta primera fase, comienza un proceso de escalada o
intensificación, que puede ser interrumpido en cualquier momento, con
abordajes serios de solución. Pero los conflictos no escalan indefinidamente,
tienen una cierta capacidad de escalada, hasta que llega un momento en el
que el conflicto se estanca. El conflicto permanecerá estancado, con sus
fluctuaciones a la alta o a la baja, hasta que, una vez que las partes asuman su
interdependencia, pueda comenzar un proceso de desescalada.

Los conflictos tienen una dinámica previsible.

5.2.1.1 intensificación o escalada

Como ya se ha explicado, si un conflicto no es convenientemente tratado en


sus primeras fases, el conflicto tiende a escalar, produciéndose una serie de
transformaciones incrementales que hacen que el conflicto se intensifique en
ocasiones hasta el punto en que es muy difícil volver atrás, si no imposible. El
conflicto sería como una goma de caucho que podemos estirar, volviendo ésta,
posteriormente, a su posición inicial; pero si esta flexibilidad es forzada más
allá de un punto crítico, pueden ocurrir dos cosas, o bien la goma se rompe, o
bien se distorsiona no volviendo a su estado inicial y creando una nueva
morfología.
Veamos, a continuación, algunas de estas transformaciones incrementales que
producen la intensificación o escalada del conflicto. No tenemos por qué
encontrarnos con todas ellas en un conflicto particular, pero en cualquier caso
son muy comunes y extendidas (Rubin, 1993; Pruitt y Rubin, 1986; Rubin, Pruitt
y Kim, 1994).

1. En el proceso en el que las partes intentan conseguir el máximo en un


conflicto particular, se suele utilizar una amplia variedad de tácticas y
estrategias. La primera transformación se refiere a la evolución del uso de
tácticas suaves a tácticas duras. Esta transformación puede ocurrir de diversas
formas. Cambio de promesas -"si haces esto, yo haré esto otro en tu
beneficio"- a amenazas -"a menos que hagas esto, tomaré represalias"-, de
intentar persuadir -"hay un buen número de razones para que modifiques tu
comportamiento o punto de vista"- a coacciones, de realizar afirmaciones
construidas contingentemente -"a menos que hagas esto, tomaré medidas"- a
afirmaciones no contingentes -"voy a tomar medidas"-.

Psicológicamente, resulta bastante evidente el porqué esta dinámica del


conflicto facilita el paso de tácticas suaves a tácticas duras y no viceversa, ya
que las partes consideran que se interpretaría como debilidad el hecho de que
después de utilizar la coerción y la intimidación nos desplazáramos a tácticas
más suaves.

2. En la mayoría de los conflictos se da una modificación de los problemas en


disputa a medida que los conflictos se intensifican. Inicialmente, en general, un
conflicto se desencadena alrededor de un sólo problema, sin embargo, a
medida que el tiempo transcurre, se van añadiendo nuevos asuntos, los
problemas proliferan. De una sencilla discusión de pareja que comienza sobre
quién tiene que llenar el depósito de la gasolina, se termina mezclando multitud
de problemas relativos a la distribución del trabajo doméstico.

3. En los procesos de escalada de un conflicto, los problemas específicos


tienden a dejar paso a problemas genéricos, por lo que la relación global entre
las partes se deteriora. Con el paso del tiempo las preocupaciones concretas,
pequeñas, se ven suplantadas por posiciones grandiosas, completamente
comprensivas, que generan una intolerancia general hacia el otro.

Un aspecto particular de esta transformación, es el desplazamiento del


desacuerdo a un antagonismo personal. Pasamos de caracterizar o criticar un
comportamiento concreto, a centrarnos en la persona. Igualmente, diferencias
sobre problemas específicos se trasladan a acusaciones contra la otra persona,
e inferencias sobre su carácter, intenciones y motivos. En vez de centrarnos en
el problema que compartimos, la gente ve a la otra persona como el problema.
Una vez que el conflicto ha escalado hasta este punto, es muy difícil una
marcha atrás.

4. En cuarto lugar se da una transformación motivacional. Para entender este


punto, debemos recordar previamente la distinción realizada por Deutsch
(1973) entre los tres tipos básicos de orientación motivacional ante el conflicto:
orientación cooperativa -la parte tiene un interés positivo tanto en el bienestar
del otro como en el propio; individualista -la parte tiene interés en hacerlo lo
mejor posible para su propio beneficio, mostrándose indiferente por el bienestar
del otro; competitiva -la parte tiene tanto interés en hacerlo mejor que el otro,
como en hacerlo lo mejor posible para su propio beneficio.

Dicho esto, normalmente, en las primeras fases del conflicto se da una


orientación motivacional individualista (Deutsch, 1958), caracterizada por la
búsqueda de los intereses propios independientemente de lo que le ocurra al
otro. Es decir, se busca hacerlo lo mejor posible. A medida que el conflicto se
intensifica, pasamos a una orientación competitiva, en la que nos interesa
vencer al otro. En este punto, para lograr nuestro objetivo, necesitamos
derrotar al otro, que el otro no consiga el suyo. Finalmente, si el conflicto
continúa su escalada, nos preocuparemos cada vez más de hacer daño al otro,
de lograr que no consiga sus objetivos, a pesar de que ello implique que
también nosotros salgamos perjudicados.

5. Una última transformación se refiere al incremento en el número de las


personas implicadas. Un conflicto que comienza entre dos personas
rápidamente crecerá implicando a amigos o familiares. Cuando las partes
perciben su impotencia para conseguir sus objetivos por sí mismos, empiezan
a buscar aliados dispuestos a participar en coaliciones o grupos de apoyo de
las personas implicadas.

Cuando el conflicto se da dentro de un grupo definido, tal como una


congregación, un partido político, o un vecindario, esta transformación se
manifiesta en un cambio en la organización social. A medida que los problemas
se intensifican, se va produciendo una polarización que impulsa a la gente a
posicionarse "con unos o con otros". Es difícil mantenerse en un terreno
neutral. La gente con posible influencia moderadora cada vez tiene menos
repercusión, mientras que las personas más extremistas aparecen como
elementos clave y piezas centrales (Lederach, 1989).

Si un conflicto no es convenientemente tratado en sus primeras


fases, el conflicto tiende a escalar, produciéndose una serie de
transformaciones incrementales que hacen que el conflicto se
intensifique en ocasiones hasta el punto en que es muy difícil volver
atrás, si no imposible.

Resumiendo, en el primer acto de la escalada del conflicto, tenemos una serie


de transformaciones tales como cambio de tácticas blandas a tácticas duras,
proliferación del número de problemas, giro del foco de los problemas a la
personas, una transformación motivacional negativa, y un incremento en el
número de partes implicadas. Pero interesan tanto las transformaciones
enumeradas producidas durante el proceso de intensificación del conflicto,
como la maquinaria, los procesos psicológicos que conducen dichas
transformaciones. A continuación pasamos a estudiar tres de los procesos
psicológicos que nos pueden ayudar a explicar las transformaciones
mencionadas, a saber: la percepción selectiva, las profecías autocumplidas, y
el excesivo apego a los compromisos junto al entrampamiento.
5.2.1.1 La percepción selectiva

En el proceso de intensificación de un conflicto, la gente tiende a seleccionar lo


que quiere ver sobre el adversario e ignorar el resto de la información. De una
manera llana, podríamos ilustrar la percepción selectiva con el ejemplo de la
botella medio llena o medio vacía.

Uno de los trabajos más citados de toda la psicología social, el estudio de


"Robbers Cave" (Sherif y Sherif, 1953; 1969; Sherif et al, 1961), ofrece
evidencia relacionada con este proceso. Pero, antes de mencionar dicha
evidencia, relataremos el citado experimento, dada su importancia y
repercusión en comentarios posteriores.

El estudio, una de las investigaciones más detalladas en cooperación y


competición intergrupal, se desarrolló en un campamento de verano de niños
comprendidos entre los 11 y los 12 años, los cuales no eran conscientes de
que su comportamiento era observado. El experimento se desarrolló en tres
fases. La primera fase se diseñó con el objetivo de producir grupos con normas
grupales y estructuras internas claras, encaminado a potenciar, posteriormente,
problemas intergrupales. Esta fase de formación de grupos duró una semana.
Se inició haciendo viajar a los chicos en autobuses distintos, y alojándolos a su
llegada en cabañas separadas (una por grupo). A continuación se llevaron a
cabo una serie de actividades cooperativas dentro de cada grupo: acampadas
nocturnas, cocinar, transportar canoas por un terreno irregular hasta el lago,
etc. Cada grupo desarrolló unas costumbres y una organización específica. En
la segunda fase del experimento, se produjo tensión y conflicto entre los grupos
mediante la creación de condiciones que conducían a la competición entre
ellos.

Se crearon una serie de situaciones en las que un grupo sólo podía conseguir
sus objetivos a costa del otro grupo -p.e., torneos competitivos con premios
atractivos que sólo podían ser alcanzados por el grupo vencedor. Como
resultado, los miembros de cada grupo desarrollaron actitudes hostiles y
estereotipos desfavorables hacia los miembros del otro grupo. Los conflictos se
manifestaron en frases despectivas, insultos, estallidos de enfrentamiento
físico, incursiones o asaltos a la cabaña del otro grupo, etc. Simultáneamente,
se dio un incremento en la solidaridad y cooperación intragrupal, junto con un
cambio significativo en las relaciones de estatus dentro del grupo, ascendiendo
en la escala los más eficaces en la competición intergrupal. Obviamente, la
armonía y cooperación intragrupal no llevan inevitablemente a la armonía
intergrupal.

En la tercera fase, se consideraron diversos enfoques para reducir el conflicto


intergrupal. Se comparó, por ejemplo, la realización de actividades placenteras
para ambos grupos, pero que no implicaban ningún tipo de interdependencia
entre ellos -ir al cine, comer en el mismo comedor, ver juntos los fuegos
artificiales del 4 de Julio, etc.-, frente a la introducción de metas
superordenadas (superordenate goals), atractivas para los dos grupos, pero
que no pueden ser alcanzadas sin la cooperación del otro grupo. Los
resultados mostraron que los contactos intergrupales, sin la existencia de
metas superordenadas, fueron ineficaces a la hora de reducir el conflicto; de
hecho, en muchas ocasiones, dichos contactos degeneraron en conflicto. Por el
contrario, la necesidad de juntar esfuerzos para conseguir los objetivos
superordenados -reparar el sistema de conducción de agua del campamento,
previamente alterado por los experimentadores, recoger fondos para poder
alquilar una película muy atrayente, trasladar un camión, previamente
inutilizado, que les iba a llevar a realizar una actividad atrayente para todos,
etc.- llevaron poco a poco a que las relaciones entre los grupos pasaran de un
patrón hostil a una interacción amistosa.

Volviendo al proceso de percepción selectiva, los Sherif crearon,


deliberadamente, varios grupos muy cohesionados y les animaron a adoptar un
nombre, una mascota, un color, a realizar deportes grupales competitivos, etc.
Una vez que lograron la cohesión de los grupos, comenzaron a provocar
pequeños conflictos intergrupales. A continuación, propusieron la realización de
un juego en el que los distintos grupos debían de localizar la mayor cantidad de
caramelos, escondidos por diferentes dependencias, y depositarlos en una
jarra. Varios días después de realizado el juego, mostraron a todos los grupos
una fotografía de una jarra con caramelos. A unos grupos se les decía que la
jarra había sido llenada por su equipo, mientras que a otros se les decía que la
jarra había sido llenada por otro equipo. Los grupos tendían a sobreestimar el
número de caramelos que pensaban su grupo había recolectado, y subestimar
el número de caramelos que hipotéticamente había recolectado el otro equipo.

Cooper y Fazio (1979) estudiaron el modo en que la percepción selectiva


colabora en la escalada de los conflictos. Distinguieron tres formas distintas de
percepción selectiva: evaluación selectiva del comportamiento, búsqueda de la
información confirmatoria, y distorsión atribucional.

La evaluación selectiva del comportamiento se refiere al hecho de que un


mismo suceso puede ser juzgado de manera muy diferente dependiendo si la
fuente del suceso es vista como "buena" o "mala" (White, 1984). Para ilustrar
este punto no tenemos más que pensar en el fenómeno de la devaluación
reactiva (Ross y Stillinger, 1991; Stillinger, Epelbaum, Keltner y Ross, 1992;
Ross, 1995). La devaluación reactiva se refiere a la tendencia que muestran los
negociadores de valorar de forma diferente las concesiones, bien provengan de
su propia parte, bien provengan de la otra parte.

La evaluación selectiva del comportamiento se refiere al hecho de


que un mismo suceso puede ser juzgado de manera muy diferente
dependiendo si la fuente del suceso es vista como "buena" o "mala"
(White, 1984).

Para comprobar este hecho, Stillinger et al. (1992) realizaron un experimento


en el que estudiaron la diferente valoración que los sujetos realizaban de una
propuesta de desarme realizada por distintos actores. En enero de 1986
Mikhail Gorbachev había propuesto un ambicioso plan de eliminación de todas
las armas nucleares para el fin del siglo XX. Unas semanas después de que la
prensa hubiera remitido su cobertura informativa, los autores condujeron una
encuesta en una zona comercial de Palo Alto con el objeto de evaluar la
valoración que la gente hacía de la propuesta. A un grupo de personas el
entrevistador atribuyó la propuesta, correctamente, a Mikhail Gorvachev, a un
segundo grupo se atribuyó a Ronald Reagan, y a un tercer grupo se atribuyó a
un grupo desconocido de "analistas estratégicos". Los resultados fueron
bastante impresionantes. Aquellos a quienes la propuesta había sido atribuida
a Gorbachev, consideraban por clara mayoría (56%) que la propuesta favorecía
desproporcionadamente a la antigua Unión Soviética, y solo un pequeño
porcentaje consideraba que favorecía a los Estados Unidos (16%).
Inversamente, el grupo que atribuía la propuesta a Ronald Reagan,
consideraban, también por clara mayoría (60%) que la propuesta favorecía a
los Estados Unidos, mientras que solo un 10% consideró que favorecía a la
Unión Soviética. Finalmente, entre los sujetos que atribuían la propuesta al
grupo de analistas, la respuesta más común (46%) fue la de que beneficiaba
igualmente a las dos partes, mientras que un menor y similar porcentaje
pensaba que favorecía a la Unión Soviética (34%) o a Estados Unidos (20%).

En la búsqueda de la evidencia confirmatoria hay una tendencia de


los implicados en el conflicto a atender selectivamente los aspectos
del comportamiento del otro que confirman nuestras opiniones
previas.

El siguiente aspecto de la percepción selectiva es la búsqueda de la evidencia


confirmatoria. Hay una tendencia de los implicados en el conflicto a atender
selectivamente los aspectos del comportamiento del otro que confirman
nuestras opiniones previas. Aunque los siguientes estudios no han sido
desarrollados directamente en relación con la escalada del conflicto, resultan
suficientemente ilustrativos.

Supongamos que todas las cartas de la figura 5.3 tienen un número por un


lado y una letra por el otro, y alguien te dice: "Si una carta tiene una vocal por
un lado, entonces tiene un número par por el otro". ¿Qué cartas deberías dar la
vuelta para comprobar si es cierta dicha afirmación? (Plous, 1993).

Figura 5.3: Búsqueda de la evidencia confirmatoria

Cuando Wason y Johnson-Laird (1972) presentaron esta cuestión a 128


estudiantes universitarios, encontraron que la respuesta más común era "E y 4"
(59 estudiantes), seguida de "E" (42 estudiantes). En otras palabras, la mayor
parte de los estudiantes eligieron dar la vuelta a las cartas capaces de
confirmar el enunciado. Sólo cinco estudiantes dieron la respuesta correcta: "E
y 7". Si esta respuesta parece sorprendente, pensemos el problema otra vez de
la manera siguiente. La regla que hay que poner a prueba es "si vocal,
entonces número par", o más básicamente "si X , entonces Y". La única forma
de falsear una afirmación condicional es encontrar un ejemplo en donde se dé
"X y no Y" (p.e., vocal y número impar). Así, la única forma de falsear la regla,
son las vocales y los números impares ("E y 7"). Las cartas con consonantes y
números pares, simplemente no son relevantes.

En un terreno más social, Snyder y Cantor (1979) publicaron tres experimentos


sobre el sesgo de confirmación en la percepción social. En el primero de ellos,
todos los sujetos recibían el mismo informe sobre una mujer llamada Jane
-alguien que era extrovertida en determinadas situaciones, e introvertida en
otras. Por ejemplo, Jane era capaz de hablar libremente con extraños mientras
hacía footing, mientras que se mostraba avergonzada y tímida en el
supermercado. Dos días después de haber leído el informe, se pedía a los
sujetos que evaluaran una de las dos proposiciones siguiente: (1) Jane era
apropiada para un trabajo asociado, normalmente, con la extroversión (agente
de ventas inmobiliarias) o (2) Jane era apropiada para un trabajo asociado con
la introversión (investigadora de biblioteca). A unos sujetos se les decía que
Jane estaba solicitando el empleo, mientras que a otros que ya lo había
conseguido. Por simplicidad, nos centramos en los sujetos informados de la
solicitud. A continuación se pedía a los sujetos que hicieran una lista de
hechos, a partir del informe, relevantes para su adaptación al empleo. Snyder y
Cantor encontraron que los sujetos que consideraban a Jane para el puesto de
agente inmobiliario, tendían a enumerar hechos relacionados con su
extroversión como relevantes, mientras que los sujetos que la consideraban
para investigadora de biblioteca tendían, por su parte, a destacar evidencias
relacionadas con su introversión. Dicho de otra forma, en ambas condiciones
los sujetos veían la evidencia confirmatoria como más relevante que la
evidencia no confirmatoria. Además, este sesgo confirmatorio se
correlacionaba con juicios sobre la adecuación de Jane al puesto de trabajo.

La distorsión atribucional se refiere a una de las teorías populares


más generalizadas sobre el comportamiento humano. Nos referimos
a la asunción de que el comportamiento está causado,
fundamentalmente, por las disposiciones del actor, como opuesto a
las características particulares de la situación en las que el actor
responde.

La distorsión atribucional se refiere a una de las teorías populares más


generalizadas sobre el comportamiento humano. Nos referimos a la asunción
de que el comportamiento está causado, fundamentalmente, por las
disposiciones del actor, como opuesto a las características particulares de la
situación en las que el actor responde. Esta tendencia a atribuir el
comportamiento a factores disposicionales -tales como habilidades, rasgos,
motivos- y subestimar la influencia de los factores situacionales, es tan
universal y extendida que llevó a Ross (1977, 1978; Nisbett y Ross, 1980; Ross
y Anderson, 1980; Ross y Nisbett, 1991) a denominarla "error atribucional
fundamental".

Para ilustrar este punto, resulta suficiente, por su claridad, mencionar el


experimento de Jones y Harris (1967), el primero publicado sobre atribución de
actitudes. Jones y Harris presentaron a un grupo de sujetos un ensayo que
había sido escrito o bien por una persona a la que explícitamente le habían
forzado a tomar una posición particular, o bien por una persona que había
"elegido libremente" esa posición. Los resultados indicaron que a pesar de que
los sujetos eran informados expresamente de que el autor había sido forzado a
tomar una posición, tendían a atribuir la posición al autor. Estos hallazgos son
muy sólidos, habiéndose confirmado en diferentes estudios (p.e., Jones, 1979;
Snyder y Jones, 1974).

En un conflicto en plena escalada, la información sobre el otro, que apoya


nuestra hipótesis previa, tiende a ser atribuida a causas disposicionales del
otro, mientras que la información que es discrepante con nuestras hipótesis,
tiende a ser atribuida a causas situacionales. Habitualmente, nos referimos a
este fenómeno con el nombre de distorsión atribucional, y ha sido demostrado
en numerosos estudios experimentales (Hayden y Mischel, 1976; Regan,
Straus y Fazio, 1974), y en estudios sobre parejas casadas con problemas
(Bradbury y Fischam, 1992; Holtzworth-Monroe y Jacobson, 1985).

El efecto neto de la distorsión atribucional en los conflictos en escalada, es que


no hay virtualmente nada que uno pueda hacer para disipar las expectativas
negativas del otro. Si el otro se comporta de manera desagradable, lo tomamos
como indicador verdadero de sus intenciones hostiles y de su disposición
beligerante. Si muestra un comportamiento amistoso, lo interpretamos como
una debilidad temporal.

Como es obvio, una vez que el conflicto estalla, estos tres tipos de selección
perceptiva -evaluación selectiva del comportamiento, búsqueda de la evidencia
confirmatoria y distorsión atribucional- harán que el conflicto escale con
facilidad y sea difícil una marcha atrás.

5.2.1.2La profecía autocumplida

El término de "profecía autocumplida" fue acuñado por Robert Merton en 1948.


En palabras del propio Merton (1948, pp. 195): "La profecía autocumplida es,
en principio, una definición falsa de la situación que evoca un comportamiento
nuevo que hace que la concepción originalmente falsa se haga realidad".

Al hablar de la percepción selectiva, tratábamos exclusivamente con


percepciones. Cuando introducimos el comportamiento en la ecuación,
obtenemos la profecía autocumplida que conecta las actitudes con los
comportamientos.

En 1968, Rosenthal y Jacobson publicaron lo que, probablemente, constituya el


estudio más famoso y mejor llevado a cabo de profecía autocumplida. En su
estudio entregaron a unos profesores una información diagnóstica que decía
que, en el próximo año, un veinte por cien de sus estudiantes iba a
experimentar un crecimiento académico muy notable. Ocho meses después,
esos estudiantes mejoraron significativamente más que el resto de sus
compañeros, conforme a mediciones realizadas de cociente intelectual. Lo más
notable del experimento era que el veinte por ciento de estudiantes con fuerte
expectativas de progreso, había sido elegido al azar. Aparentemente, los
profesores prestaron más atención y reforzaron más a estos estudiantes que a
los demás, lo cual llevó a una mejoría significativamente mejor.

 
"La profecía autocumplida es, en principio, una definición falsa de la
situación que evoca un comportamiento nuevo que hace que la
concepción originalmente falsa se haga realidad".

Un mecanismo de autorreforzamiento similar a la profecía autocumplida, está


implícito en la escalada del conflicto cuando el punto de vista negativo sobre la
otra parte le lleva a uno a comportarse de tal manera que, al sentar mal a la
otra parte, evoca por parte de ésta un comportamiento que confirma nuestra
visión negativa. Esta es una variante de la profecía autocumplida en la
escalada del conflicto, aquella en la que la profecía se cumple porque el otro
hace algo que confirma nuestras peores sospechas.

Sin embargo, hay otra variante del mecanismo, en la que la profecía se cumple
porque la otra parte no hace nada para contradecir las expectativas de uno. En
esta variante, las concepciones previas de una parte son confirmadas por la
ausencia del comportamiento del otro. Imaginémonos la siguiente situación. Te
encuentras en una fiesta cuando súbitamente observas a una persona que
parece reservada y se encuentra sentada aparte del resto de la gente. Tu
hipótesis es que esa persona es poco amistosa, arrogante y engreída. La
verdad es que es muy tímida, pero tú no lo sabes. No le diriges la palabra, y
ella tampoco te la dirige a tí. Cuando termina la velada estás convencido de
que es un auténtico engreído. Esta es quizás, la forma más perniciosa de la
profecía autocumplida, ya que deja a la otra persona completamente fuera del
proceso. Hay muchos ejemplos de este tipo de profecías autocumplidas tanto
en las relaciones interpersonales como en las internacionales. Piensa en
alguno de ellos.

5.2.1.3 Entrampamiento

El último mecanismo, que comentamos, que conduce las transformaciones


producidas en la escalada del conflicto, es el entrampamiento y el apego
excesivo a los compromisos previos. Nos estamos refiriendo a la tendencia de
la gente a encerrarse en un punto de vista particular sobre el otro, y sobre el
asunto en disputa, adhiriéndose a él de manera extrema, y a menudo irracional.

Con el objeto de entender mejor la dinámica del apego a los compromisos y del
entrampamiento en cursos de acción cada vez más intensos, consideremos
dos fenómenos muy conocidos en la literatura de toma de decisiones: el juego
de la subasta del dolar y el efecto del coste invertido.

El juego de la subasta del dolar, fue presentado por primera vez por un


profesor de la Universidad de Yale,Martin Shubik (1971), e investigado en
profundidad por Allan Teger (1980). En una de sus posibles formulaciones dice
de la manera siguiente (Bazerman y Neale, 1992):

"Imagínate que estás en una habitación con otras treinta personas. Alguien en
la tarima de la clase toma un billete de 2000 pts de su bolsillo y dice lo
siguiente. Voy a subastar un billete de 2000 pts, cada uno de vosotros es muy
libre de participar en la subasta o simplemente mirar. Podeís realizar todas las
ofertas que queraís en múltiples de 100 pts., hasta que nadie más puje, en
cuyo momento la persona que haya pujado más alto, pagará el precio de la
puja y se llevará las 2000 pts. La única diferencia entre esta subasta que os
propongo y una tradicional, es que la segunda puja más alta deberá pagar
también el precio de su puja, pero al contrario del primero, no conseguirá nada
a cambio. Por ejemplo, si tu pujas por 500 pts. y otro compañero por 600 pts., y
la subasta se interrumpe, yo pagaré a tu compañero 1400 pts ( 2000 pts menos
el precio de la puja), y tú como segundo pujador más alto pagarías las 500 pts,
sin obtener nada a cambio. ¿Estarías dispuesto a empezar la subasta con 100
pts?.".

Nos estamos refiriendo a la tendencia de la gente a encerrarse en un


punto de vista particular sobre el otro, y sobre el asunto en disputa,
adhiriéndose a él de manera extrema, y a menudo irracional.

Los especialistas han jugado este juego miles de veces, tanto en seminarios,
sesiones de entrenamiento, como en el ámbito universitario, pero el patrón es,
más o menos, siempre el mismo. La subasta empieza muy rápidamente
subiendo el precio de la puja casi inmediatamente a una cantidad entre 1200 y
1600 pts., en este momento, todos menos los dos pujadores más altos,
abandonan la subasta. En este momento, los dos últimos participantes de la
subasta, sienten que están atrapados. Si uno ha ofrecido 1600 pts, y el otro
1700, el pujador de 1600 se encuentra ante una disyuntiva. Puede subir la puja
a 1800 o aceptar una pérdida de 1600. En general, seguir pujando, con la
esperanza de que el otro abandone, parece más atractivo que una pérdida
segura de 1600, por lo que en general, seguiríamos pujando. Cuando las pujas
son 1900 y 2000 pts, la lógica de ofrecer 2100 es muy similar a la de las
decisiones previas, podemos aceptar una pérdida de 1900, o seguir, esperando
reducir las pérdidas. Por supuesto, cuando la barrera supera las 2000 pts, el
resto de compañeros comienzan a reírse y hacer comentarios jocosos.
Obviamente, los pujadores están actuando irracionalmente.

Este juego, que a veces no lo es tanto, puesto que produce tensión, escalando
en ocasiones las pujas a límites que fríamente pueden resultar insospechados
-no es raro encontrar pujas de 25000 y 30000 pts, por un billete de 2000 pts.-,
tiene cuatro reglas sencillas, que mencionamos por si algún lector escéptico
quiere probar el juego con un grupo de amigos:

1. No se permite la comunicación entre los pujadores, mientras la subasta tiene


lugar.
2. La subasta empieza con cien pesetas, debiendo las pujas hacerse en
múltiplos de dicha cantidad.

3. Las pujas no deben exceder las 40.000 pts, con objeto de proteger al pujador
(con estudiantes estos límites deben ser mucho menores).

4. Los dos pujadores más altos deben pagar la puja, aunque el billete de 2000
pts, sólo irá al pujador más alto.

La situación puesta de manifiesto por el juego de la subasta del dólar, ilustra lo


que denominamos escalada irracional del conflicto, que se produce cuando
continuamos con los cursos de acción previamente seleccionados, mucho más
allá de lo que un análisis racional recomendaría. En esta situaciones,
deberíamos reconocer que nuestra inversión de dinero, tiempo, o cualquier otro
recurso, es algo perdido, y que no debe afectar las decisiones que adoptemos
sobre nuestro comportamiento futuro. Nuestro punto de referencia debe ser el
presente, debemos considerar nuestras alternativas evaluando sólo los costes
y beneficio relacionados con el futuro.

Este mecanismo de entrampamiento y apego a los compromisos previos, en el


que los hechos pasados -costes- influyen sobre las decisiones futuras se ha
denominado efecto del coste invertido. Un ejemplo clarificador sobre este
fenómeno podría ser el siguiente (Dawes, 1988):

Tú y un compañero habéis recorrido la mitad del camino a un lugar de


vacaciones, al que vais en una promoción de descuento, y habéis hecho un
depósito no reembolsable de 10.000 pts, para el fin de semana. Tanto tú como
tu compañero no os sentís muy bien físicamente, y con poco estado de ánimo
para las vacaciones. Tu evaluación de la situación es que ambos pasaríais un
fin de semana bastante más agradable en casa. Tu compañero dice de repente
que qué pena que habéis reservado habitación por que estaríais mucho mejor
en casa, pero que no os podéis permitir el lujo de perder 10.000 pts. Estás de
acuerdo. Además, ambos estáis de acuerdo en que es casi imposible que lo
paséis tan bien en vuestro destino como en vuestra propia casa. ¿Qué harías,
seguir o volver?.

Arkes y Blumer (1985) ilustraron el efecto del coste invertido en diez


miniexperimentos diferentes. En uno de ellos, se les entregaba a los sujetos el
siguiente problema:

Como presidente de una compañía aérea, has invertido 1.000 millones de


pesetas del dinero de la compañía en un proyecto de investigación. El
propósito es construir un avión que no pueda ser detectado por el radar
convencional. Cuando el proyecto está al 90% completado, una compañía rival
comienza a anunciar un avión que no puede ser detectado por radar. Además,
parece claro que su avión es más rápido y más económico que el avión que
construye tu compañía. La pregunta es: ¿invertirías el 10% final de los fondos
destinados al proyecto para terminar el avión?.
a) NO-no tiene sentido continuar gastando dinero en el proyecto.

b) SÍ-ya que he invertido 1.000 millones en el proyecto, lo terminaría.

Arkes y Blumer encontraron que el 85% de los sujetos recomendaban terminar


el proyecto, a pesar de que el producto iba a ser inferior a otro avión ya en el
mercado. Sin embargo, cuando se pasó a otro grupo de sujetos una segunda
versión del dilema en la que no se mencionaba la inversión previa, tan sólo el
17% recomendó invertir en el proyecto. Un coste invertido de 1.000 millones
era el responsable de la diferencia.

El mejor modo de evitar caer en el efecto del coste invertido es considerar


exclusivamente las consecuencias futuras de nuestras acciones. Por el
contrario, tener en cuenta el coste invertido viola el primer criterio de la
racionalidad, que las decisiones sólo pueden basarse en las consecuencias
futuras.

Volviendo a las situaciones de conflicto, entendemos que el entrampamiento es


un proceso en el cual las partes, al perseguir sus objetivos a lo largo del
tiempo, emplean más tiempo, energía, dinero, o cualquier otro recurso, de lo
que parece justificable según estándares externos. Estas situaciones que
llevan al entrampamiento tienen unas características definitorias comunes
(Brockner y Rubin, 1985; Rubit, Pruitt y Kim, 1994).

En primer lugar, las partes consideran la utilización de los recursos -bien sea
dinero, tiempo o vidas humanas- tanto como una inversión como un gasto. En
el juego de la subasta del billete de 2000 pesetas, por ejemplo, los pujadores
consideran su oferta tanto como una inversión que les va acercando a
conseguir su objetivo de conseguir el billete de 2000 pts, como un gasto que no
podemos recuperar, sobre todo si nuestra puja resulta ser la segunda. Como
consecuencia uno se siente atrapado entre dos fuerzas opuestas, el deseo de
proteger la inversión y el impulso de evitar las pérdidas.

En las situaciones de conflicto, entendemos que el entrampamiento


es un proceso en el cual las partes, al perseguir sus objetivos a lo
largo del tiempo, emplean más tiempo, energía, dinero, o cualquier
otro recurso, de lo que parece justificable según estándares
externos.

Finalmente, de las dos posibles decisiones que en último término podemos


adoptar -compromiso absoluto con el curso de la acción o abandono- las
circunstancias favorecen el primero de ellos. Las presiones que nos llevan a
persistir -salvar la cara, sobreconfianza en nuestras fuerzas, deseo de alcanzar
el premio, etc.- son superiores a las fuerzas que nos llevan a refrenarnos y
abandonar.

5.2.2. Estancamiento
En un punto determinado en el proceso de escalada de un conflicto, las partes
simplemente se quedan sin munición. El conflicto alcanza un punto máximo de
intensidad a partir del cual es difícil que las cosas vayan a peor. Sólo pueden
permanecer en donde están o, posiblemente, mejorar. En este punto de
estancamiento, las partes se encuentran en un punto de transición entre la
determinación de derrotar al otro -pero sin los recursos suficientes- y el
reconocimiento a regañadientes de que puede ser posible, e incluso deseable,
intentar conseguir nuestro objetivos a través de la colaboración. Esto no
significa que las partes se gusten, pero comienzan a aceptarse mutuamente,
por primera vez, como compañeros y aliados más que simplemente como
adversarios.

Rubin, Pruitt y Kim (1994) consideran que hay, fundamentalmente, cuatro


razones que pueden producir el estancamiento del conflicto: el fracaso de las
tácticas competitivas, el agotamiento de los recursos necesarios, la pérdida de
apoyo social, y la inaceptabilidad de los cortes.

En el pasado, hemos podido utilizar tácticas competitivas con relativo éxito,


pero llegado un momento, estas tácticas pierden su efectividad. Esto puede
ocurrir o bien porque hemos abusado tanto de las amenazas y chantajes que
finalmente dejan de ser creíbles, o bien porque el otro a lo largo del tiempo ha
aprendido a anticipar nuestras tácticas y neutralizarlas antes de que
consigamos obtener el objetivo propuesto.

El segundo aspecto que lleva al estancamiento es el agotamiento de los


recursos. Las partes pueden seguir deseando derrotar al otro, pueden incluso
tener planeado los movimientos hipotéticos que habría que dar, pero
simplemente no pueden hacerlo, se han quedado sin energías, sin recursos.
Los sujetos pueden quedarse sin la energía física y psicológica necesaria para
continuar en la lucha, pueden quedarse sin el dinero suficiente para sostener
los costes financieros, o puede haber transcurrido el tiempo, recurso limitado
en sí mismo, hasta el punto de forzar un estancamiento.

Relacionado con el agotamiento de recursos está el hecho de que las partes se


vean forzadas al estancamiento debido a la falta de apoyo social. Muchas
veces, las partes en conflicto dependen del apoyo de la gente a la que
representan, o que les apoya a la hora de mantener una disputa. Por tanto,
frecuentemente, el conflicto en escalada llega a un estancamiento debido a que
las partes no son capaces de asegurar el apoyo del grupo del que necesitan
para perseverar en el conflicto.

Rubin, Pruitt y Kim (1994) consideran que hay, fundamentalmente,


cuatro razones que pueden producir el estancamiento del conflicto:
el fracaso de las tácticas competitivas, el agotamiento de los
recursos necesarios, la pérdida de apoyo social, y la inaceptabilidad
de los cortes.
Finalmente, en muchas ocasiones, se alcanza el estancamiento cuando las
partes sospechan que el coste será tan alto que debe ser evitado por todos los
medios.

Un mecanismo psicológico relacionado con el proceso de estancamiento es lo


que denominamos salvar la cara. Aunque una persona comprenda en un
momento determinado que es necesario hacer concesiones, no está dispuesta
en ser la primera en realizarlas, lo cual llevará a un estancamiento que durará
hasta que una de las partes, o un tercero, logre desactivar este mecanismo y
comience el mecanismo representado en el tercer acto: la desescalada.

5.2.3 la desescalada

Cuando las dos partes se hacen conscientes de que el conflicto ha alcanzado


un límite intolerable, y de que es deseable que termine lo antes posible, se
enfrentan a un dilema complicado. ¿Qué hacer para salir del estancamiento y
dar solución a la situación?. Las partes son conscientes de que con sus propias
fuerzas no son capaces de conseguir sus objetivos, por otra parte han invertido
demasiado en el conflicto como para dejarlo así como así. ¿Cederemos y
perderemos todo quedando humillados y perdiendo la cara?, o
¿abandonaremos, que es como capitular?. Normalmente, ambas soluciones
son inadmisibles.

Por otra parte, se han dado cuenta de que existe una interdependencia con el
otro, y de que necesita de él para avanzar en la solución del problema.
Estamos en un punto muerto en el que ninguna de las partes puede avanzar.
Todos son conscientes de que se debe empezar a solucionar el problema, de
que dependemos del otro, y de que ambos estamos en la misma situación.
Pero, por otra parte, temen que si se mueven demasiado enérgicamente en la
dirección del acuerdo, pueden perder imagen y parecer débiles. Todo sería
más fácil si el otro empezara también a moverse en la misma dirección. Hay
una serie de estrategias que tanto una parte, las dos partes, o la intervención
de una tercera parte, pueden poner en marcha para facilitar este desbloqueo.

En primer lugar, el incremento del contacto y la comunicación pueden tener


efectos beneficiosos. El modo más adecuado, hasta la fecha, que se ha
encontrado para reducir el prejuicio racial es el que se denomina la hipótesis
del contacto. Poner a la gente en contacto unos con otros es el método más
simple e importante de reducir los prejuicios y estereotipos. Por otra parte, el
aumento de la comunicación puede permitir a las partes explicar mejor sus
acciones y propuesta -de modo que provoca menos reacciones defensivas,
comprender las distintas sensibilidades y motivaciones de cada uno, percatarse
de las distintas perspectivas, asunciones y sesgos del conflicto, etc.- Sin
embargo, distintas investigaciones han mostrado que en conflictos intensos, la
comunicación entre las partes puede llevar a intercambios explosivos, insultos,
etc. Este efecto fue observado, como ya hemos visto, en el experimento de los
Sherif (1969), y en las parejas con relaciones problemáticas (Gottman y
Levenson, 1988; Noller y Fitzpatrick, 1990).
En cualquier caso, para desescalar los conflictos hay que trabajar las
habilidades de comunicación: la escucha activa, leer entre líneas, entender no
sólo lo que se dice, sino lo que se quiere decir, emisión de mensajes claros, sin
ambigüedad, etc.

Otra estrategia posible a utilizar es lo que Rubin (1993) denominó "construcción


de momentos" (building momentun). Esta estrategia es especialmente
importante cuando en un momento de estancamiento ninguna de las partes
quiere ceder, ni dar el primer paso. Un modo de construir momentos que lleven
a la resolución pacífica de los conflictos, es comenzar con problemas de fácil
solución. La mayor parte de los conflictos incluyen un gran número de
problemas; en ese caso, se trata de comenzar con alguno que fuera manejable.
A partir de este momento, se trataría de utilizar positivamente el proceso de
entrampamiento. Una vez que las partes, a partir de trabajar con ese problema
sencillo, se han comprometido con un proceso que pretende superar el
estancamiento y comenzar la desescalada, se trata de mantenerlos
comprometidos y entrampados en ese proceso de desescalada. El proceso
funcionaría más o menos así. Al tratar los problemas sencillos, las partes hacen
pequeñas concesiones -cuanto más pequeñas mejor-; estas concesiones
tienen como objetivo, no debilitar a las partes, si no poner en marcha un
proceso con el que las dos partes se sientan comprometidas. Así, continuando
con este lento proceso de concesiones y contraconcesiones, se llega a un
momento (construcción de momento), en el que las partes sienten que han
invertido demasiado en el proceso de desescalada como para abandonarlo.

En cualquier caso, para desescalar los conflictos hay que trabajar


las habilidades de comunicación: la escucha activa, leer entre
líneas, entender no sólo lo que se dice, sino lo que se quiere decir,
emisión de mensajes claros, sin ambigüedad, etc.

Volviendo al experimento de los Sherif (1969), encontramos una nueva


estrategia: la introducción de metas supraordinales (superordinate goals),
denominada así, porque se trata de la introducción de objetivos comunes a
ambas partes, pero que están más allá de la capacidad individual para
alcanzarlos. En el experimento reseñado, los autores oganizaron un viaje y
prepararon las condiciones de tal manera que el camión que transportaba a los
dos grupos se quedó sin gasolina en un momento determinado. El único modo
de conseguir gasolina, era utilizar una cuerda, atarla al camión, y tirar de él
hasta llegar a una estación de gasolina -no muy lejana-, y proceder a llenar el
depósito. Ninguno de los dos grupos tenía gente suficiente para empujar el
camión por sí mismos, por lo que se necesitaban mutuamente. En definitiva,
introdujeron un objetivo, trascendente al conflicto, que suponía la base para la
cooperación.

Finalmente, aunque la lista no se agota, mencionaremos las iniciativas


conciliatorias unilaterales. Los procedimientos anteriores requieren de algún
tipo de connivencia o colaboración de la otra parte, pero ¿qué ocurre cuando el
conflicto es tan intenso que una parte no quiere saber nada de la otra?
La introducción de metas supraordinales (superordinate goals),
denominada así, porque se trata de la introducción de objetivos
comunes a ambas partes, pero que están más allá de la capacidad
individual para alcanzarlos.

Cuando se da este caso, uno puede hacer concesiones unilaterales, que no


requieren la aprobación del otro, con el objetivo de mostrale que ha llegado el
momento de cooperar y comunicarse. Osgood (1962, 1966), diseñó una
estrategia de iniciativas conciliatorias que puede ser usada en este momento
(graduate and reciprocated iniciatives in tension reduction, GRIT). Este
procedimiento debe seguir unas reglas sumarizadas por Lindskold (1978)
(tomado de Pruitt, Rubin y Kim, 1994):

1. Las iniciativas de las parte deben ser anunciadas con antelación, en un


esfuerzo por reducir la tensión.

2. Cada iniciativa debe ser explicitada como parte de esta serie.

3. Se debe observar el plan anunciado.

4. Se debe invitar al otro a ser recíproco en cada iniciativa.

5. La serie de iniciativas debe continuar durante algún tiempo, incluso aunque


no sean contestadas recíprocamente por el otro.

6. Las iniciativas deben ser claras y de fácil verificación.

7. Las partes deben conservar cierta capacidad de desquite, por si el otro


responde siendo más competitivo.

8. Las partes deben actuar desquitándose si el otro se vuelve más competitivo.

9. Las iniciativas deben ser de distinto tipo, lo único en común será su


naturaleza cooperativa.

10. Premiar al otro si coopera, el nivel del refuerzo debe ir en consonancia con
el nivel de cooperación.

5.3Factores que hacen que los conflictos sean difíciles de manejar .

Greenhalgh (1986) ha sugerido un número de factores que hacen que los


conflictos sean más o menos fáciles de resolver. La tabla 5.1 presenta los más
importantes. Los conflictos con más características en la columna del medio
serán más difíciles de resolver. Los que tienen más características en la
columna de la derecha serán más fáciles de resolver. La lista de Greenhalgh
ofrece un criterio útil para analizar una disputa y determinar la facilidad con que
será resuelto.

DIMENSIÓN DIFÍCIL DE RESOLVER FÁCIL DE


RESOLVER
cuestión divisible,
divisible fácilmente
Problema en cuestión "principios, valores, ética
en pequeñas partes
o unidades
Tamaño de lo que está en Pequeño,
grande, grandes
juego, magnitud de la que consecuencia
consecuencias
se gana o pierde insignificante
Suma positiva,
Interdependencia de las
ambos piensan que
partes, grado en que el suma cero, lo que uno
los dos pueden
resultado de uno determina gana el otro pierde
mejorar
el resultado del otro
conjuntamente
Continuidad de la Relación a largo
Transacción única sin
interacción, ¿trabajarán plazo, interacción
pasado ni futuro
juntos en el futuro? esperada en el futuro
Organizado,
Estructura de las partes, Desorganizado, falta de
cohesionado, fuerte
cohesión sin liderazgo cohesión,
liderazgo
Tercera parte fiable,
Implicación de terceras No disponible tercera parte
de prestigio,
partes neutral
poderosa, disponible
Progreso percibido del Desequilibrado, una parte
conflicto Equilibrado (igual se siente dañada quiere Equilibrado, ambas
ganancia y daño) venganza y recuperación partes sufren igual
desequilibrado (ganancias y mientras la otra quiere daño y ganancia.
daños desiguales). mantener el control
Tabla 5.1. Factores que hacen a los conflictos difíciles de manejar.

5.4 Identidad y conflicto

Existen muchas interacciones conocidas entre identidad, tanto individual como


grupal y su concepto psicológico relacionado de autoestima, y conflicto. Una de
las constataciones más estables en el ámbito de la resolución/transformación
de conflictos es la relación directa entre identidades mal establecidas,
autoestima baja y conflictos destructivos; así como su relación inversa,
identidades bien establecidas, autoestima alta y pocos conflictos destructivos.

Una de las constataciones más estables en el ámbito de la


resolución/transformación de conflictos es la relación directa entre
identidades mal establecidas, autoestima baja y conflictos
destructivos; así como su relación inversa, identidades bien
establecidas, autoestima alta y pocos conflictos destructivos.
5.4.1 Identidad y pertenencia

¿Qué queremos decir cuando hablamos de identidad social?. Siguiendo a P.W.


Black (2004), tal y como lo definimos aquí, el concepto se refiere al uso social
de marcadores culturales para reclamar, conseguir o atribuir pertenencia
grupal. Notemos que, según Black, cada uno de estos verbos en esta definición
simple (reclamar, conseguir o atribuir) apunta hacia diferentes dimensiones de
lo que a veces es conocido como identidad política. Los grupos formados en
base a identidad social, lo que podemos razonablemente llamar grupos de
identidad, son siempre y en todas partes el principal componente de las
batallas políticas. A veces estas batallas escalan a conflictos mutuamente
destructivos. En estas circunstancias, la lealtad a los grupos de identidad se
convierte en el valor máximo.

Estos grupos de identidad pueden ser para unos el nacionalismo o la etnicidad,


para otros la raza, o la religión para algunos creyentes; el distrito urbano (como
en la ciudad de Sevilla), la orientación sexual, el equipo deportivo, etc.

Nuestra perspectiva requiere que distingamos entre las categorías culturales,


categorías basadas en atributos significativos socialmente, de los grupos
sociales formados en base a esas categorías. La altura es un atributo, la gente
baja es una categoría cultual potencial, la "Alianza de los Metro y Medio" es un
grupo social. Dada la dinámica social implicada es importante que evitemos la
confusión entre los términos. Uno sólo necesita pensar en el uso frecuente del
término "comunidad" para reconocer implícitamente cómo cierta categoría
(cualquiera) se usa como grupo social (los vascos están cansados de no ser
escuchados por Madrid, o p.e., la comunidad de los altos está harta de que sus
cabezas choquen con los dinteles) y reconocer la naturaleza escurridiza del
vocabulario en esta área.

Es bastante reconocido que la mayoría de los conflictos más


recalcitrantes, de raíz profunda, fundamentales, se dan entre grupos
de identidad.

Es bastante reconocido que la mayoría de los conflictos más recalcitrantes, de


raíz profunda, fundamentales, se dan entre grupos de identidad. Mucho del
conocimiento popular y académico se basa en este hecho. Términos tales
como etnocentrismo, prejuicio, estereotipo, xenofobia, racismo, etc., que
aparecen tanto en el discurso académico como en el popular, sugieren la
existencia de un amplio aparato descriptivo del papel que juega la identidad
social en el conflicto. Una mirada casual a los conflictos dramáticos que
aparecen en la prensa diaria revela el poderoso poder explicativo que los
medios de comunicación de masa asignan a estos fenómenos relacionados
con la identidad. Además, el factor identidad es tan poderoso que, una vez
invocado, apaga o anula cualquier otro análisis e incluso la curiosidad por estos
fenómenos. Esto es cierto cualquiera sea la etnicidad, el nacionalismo, la
religión o cualquiera de los arriba mencionados.
Sin embargo, está mucho menos reconocido el hecho del papel que el conflicto
juega en generar y sostener la identidad social. En otras palabras, las
identidades sociales de raíz profunda pueden ser tanto producto del conflicto,
como que los conflictos de raíz profunda son producto de identidades sociales
confrontadas. La ceguera tan extendida a este proceso inverso, puede ser fruto
de la asunción de que las identidades sociales son primordiales, asunciones
codificadas en metáforas de sangre y esencia. Este esencialismo es una clara
muestra de la contaminación que sufre la prensa y las ciencias sociales de
parte de la biología y la sociología popular.

En otras palabras, las identidades sociales de raíz profunda pueden


ser tanto producto del conflicto, como que los conflictos de raíz
profunda son producto de identidades sociales confrontadas.

Estas metáforas de sangre o biológicas, tal y como son utilizadas por la prensa,
el pueblo y la academia, permean la ideología de la identidad social,
especialmente la relativa a la raza, nación, etnicidad, y lenguaje. Estas
metáforas tienen como consecuencia enmascarar las bases culturalmente
contingentes de la identidad cultural bajo un barniz de naturalismo,
precisamente porque su estatus metafórico pasa inadvertido. Un buen ejemplo
de este modo de pensar podemos encontrarlo en los comentarios que
Mohammad Khatami, presidente de la República Islámica de Irán, ante 800
residentes en USA: "el nacionalismo no es un trozo de tierra", dijo "está en
vuestra sangre"; o lo que un conocido político vasco dijo: "un gallo es un gallo,
haya nacido en el corral que haya nacido" (Arzallus ante la diáspora vasca en
Argentina).

Siendo cierto, pues, que las dos direcciones entre identidad y conflicto existen,
también es cierto que la identidad por sí misma no lleva al conflicto, de hecho
algún tipo de identidad es un prerrequisito necesario para el amor, la
solidaridad y el altruismo. Es un tipo particular de identidad, la identidad
narcisista, la que lleva al conflicto violento. Las identidades narcisistas están
basadas, por lo general, en algún mito fundacional que describe los orígenes
nobles o divinos del grupo, y que o bien celebra logros gloriosos pasados, o
injusticias antiguas, que impidieron el desarrollo y bienestar del grupo.

Es un tipo particular de identidad, la identidad narcisista, la que


lleva al conflicto violento.

La identidad narcisista generan conflicto de, por lo menos, cuatro formas. En


primer lugar, los mitos fundacionales no son falseables y el desacuerdo con
ello, no puede ser abordado ni con la razón ni con la persuasión. En segundo
lugar, tales mitos son por naturaleza resistentes al compromiso. En tercer lugar,
la autoimagen positiva del grupo narcisista implica una visión negativa del otro
grupo. Para ser mejores, alguien tiene que ser peor. Para finalizar, las
identidades narcisistas se sobrevaloran a ellas mismas e infravaloran a los
otros, negando la relevancia ética de los otros. "Así, cuando surgen los
conflictos de intereses reales o percibidos, las amenazas reales o percibidas
con relación a otro grupo, el individuo humano, que como regla aborrece de la
sangre, reacciona junto con el grupo de modos totalmente al margen de los
estándares éticos que mantiene como individuo, sin ver, por lo general, ninguna
contradicción entre "ser buena persona" y comportarse como adversario feroz a
favor del grupo (sea éste, la nación estado, la comunidad, la secta, el grupo
étnico, etc.).

La violencia individual y la violencia grupal son diferentes por naturaleza. La


violencia individual es una respuesta concreta a características o acciones
personales del otro. Por el contrario, la violencia grupal es impersonal, una
respuesta por razones abstractas. Toscazo (1988) explica: "Los vecinos
individuales reales no son necesariamente queridos, pero son queridos u
odiados por razones concretas, no abstractas. Y, en especial, no son odiados
en masa. Por el contrario, para aplicar la violencia grupal al vecino como
perteneciente a una categoría, debemos borrar la cara individual concreta, la
persona tiene que convertirse en una abstracción" (pg. 68).

La violencia individual y la violencia grupal son diferentes por


naturaleza. La violencia individual es una respuesta concreta a
características o acciones personales del otro. Por el contrario, la
violencia grupal es impersonal, una respuesta por razones
abstractas.

5.4.2 Explicaciones psicológicas

Las relaciones entre minorías y mayorías etnoculturales en sociedades no


homogéneas han sido casi siempre difíciles y con frecuencia conflictivas. Por
consiguiente tales conflictos han sido caracterizados como "intratables" o de
"raíz profunda", debido a la dimensión psicológica que prevalece sobre las
políticas y económicas. Los problemas entre comunidades mayoritarias y
minoritarias que podrían ser tratadas de manera sencilla en el plano de lo
racional, se complica debido a la forma en que los grupos etnoculturales se
perciben a sí mismos y a los "otros" ("el out-group"), y a la percepción de su
propia historia y de las amenazas dirigidas contra su existencia. Este aspecto
de los conflictos intergrupales ha atraído gran atención académica. Aquí
presentamos las teorías teorías psicológicas explicativas que consideramos
más relevantes:

5.4.2.1 teoría realista del conflicto grupal

Esta teoría asegura, básicamente, que debe existir previamente objetivos


incompatibles reales o percibidos que llevan a la competición intergrupal, como
base necesaria para que surjan la hostilidad y las distorsiones perceptivas con
base psicológica.

Esta teoría fue formulada en un inicio por Muzafer Sherif (1966 y Sherif et. Al.,
1988), pionero del estudio de las relaciones intergrupales. La teoría sugiere que
la hostilidad entre grupos surge de objetivos en conflicto reales o percibidos
que generan competición intergrupal. Cuando los grupos se enganchan en
actividades recíprocamente competitivas y frustrantes de naturaleza suma-
cero, cada grupo desarrollará estereotipos negativos y enemistad hacia el otro
grupo (out-group). Esta hipótesis fue validada en la primera fase del famoso
experimento Robbers Cave (Sherif et. Al., 1988) con muchachos en un
campamento de verano (ver Alzate 1998). Experimentos similares confirman
que la competición intergrupal es fuente de hostilidades hacia el out-group no
sólo en niños, sino también en adolescentes y adultos (Tzeng y Jackson,
1994).

La teoría sugiere que la hostilidad entre grupos surge de objetivos


en conflicto reales o percibidos que generan competición
intergrupal.

El trabajo de Sherif también llama la atención sobre la necesidad que siente la


sociedad de alcanzar ciertos grados de cohesión, y la tendencia, como
consecuencia, de que el grupo mayoritario vea al minoritario como una
anomalía, un obstáculo para lograr tal cohesión. Por otro lado, en algunas
ocasiones, ciertos individuos desean pertenecer al grupo dominante y
encuentran cierta resistencia. Ambas situaciones llevan a conflictos
mayoritario-minoritario (la situación se puede asemejar a un juego de muñecas
rusas: el grupo mayoritario a nivel estatal, considera el minoritario como una
anomalía y busca la coherencia, pero el grupo minoritario es a su vez
mayoritario a nivel local, viendo al minoritario -que corresponde con el
mayoritario a nivel estatal- como una anomalía y buscando asimismo la
cohesión). El mismo psicólogo (Sherif, 1953) enfatiza la incongruencia que
ocurre con mucha frecuencia entre el grupo de referencia y el grupo de
pertenencia. Un grupo de referencia es un grupo con el que una persona se
relaciona como miembro o aspira a relacionarse de forma psicológica. Un
grupo de pertenencia, por su parte, es el grupo del cual uno es miembro de
hecho voluntaria o involuntariamente. Con mucha frecuencia, suele ocurrir que
el grupo de pertenencia de un individuo es diferente a su grupo de referencia.
En estos casos, son considerados como problemáticos por los primeros, ya que
se comportan según las normas del segundo. Las lealtades de estos individuos
descansan en sus grupos de referencia, y por lo tanto, son mirados con
desconfianzas por los miembros de su grupo de pertenencia. Este tipo de
incongruencias se observan en casi todos los conflictos entre mayorías y
minorías.

5.4.2.2 Teoría de la identidad social

Tajfel y otros psicólogos sociales europeos han investigado en profundidad los


conflictos intergrupales. Aunque ya hemos resumido esta posición
anteriormente volvemos a esquematizar sus conclusiones en los siguientes
seis puntos.

1. Las raíces del conflicto intergrupal descansan en la necesidad humana


básica de identidad. Categorización social: proceso social básico en el que la
gente se define a sí mismos por la identificación a los grupos a los que
pertenece.
2. Las categorías sociales que crean las diferentes divisiones dentro de las
organizaciones y las sociedades, difieren de caso a caso y a través de la
historia.

3. La comunicación juega un papel importante en la categorización social.

4. Cuando los individuos aceptan las categorías sociales, resulta que, con toda
probabilidad, actuarán con respecto a los miembros del otro grupo en base a
esas atribuciones.

5. El conflicto intergrupal surge de un segundo proceso que se construye sobre


la categorización, la diferenciación grupal. La diferenciación grupal se refiere a
la polarización entre los grupos con la consiguiente estereotipación del otro, lo
que desencadena el conflicto.

6. Una vez los grupos permanecen en conflicto durante un cierto tiempo,


desarrollan ideologías intragrupales con el objeto de justificar sus posiciones.

Taylor y McKirnan (1984) desarrollan la teoría de Tajfel e intentan explicar las


fases a través de las cuales una sociedad rígidamente estratificada con una
minoría que ha aceptado su estatus inferior se transforma en una sociedad
inestable en la que mayoría y minorías compiten y entran en conflicto. Igual que
Tajfel, establecen que la atribución causal y la comparación social son dos
procesos psicosociales que juegan un papel fundamental en esta transición.
Taylor y McKirman identifican cinco fases:

I. Relaciones intergrupales estrictamente estratificadas. La minoría considera


que merece su bajo estatus, que es debido a su responsabilidad, la
comparación social que realizan minimiza su autoestima, llevándoles con
frecuencia a odiarse a sí mismos.

II. Emergencia de la ideología social individualista. El auge de esta ideología es


resultado de procesos sociales, políticos y económicos tales como la
industrialización, urbanización, el desarrollo del capitalismo, la culturización,
modernización, etc..En esta fase las minorías no ven la estructura social como
legítima. La minoría empieza a hacer comparaciones sociales en base a las
habilidades y méritos individuales, y cualquier estratificación no referida a las
habilidades individuales es considerada como inaceptable. Este cambio, por
supuesto, es el comienzo del conflicto intergrupal.

III. Movilidad social. En esta fase, los más dotados y hábiles, los miembros de
la minoría mejor educados, intentan unirse al grupo mayoritario. Tratan de
asimilarse total o parcialmente. Hacen comparaciones sociales en base a
variables individuales, y desarrollan estrategias para ellos mismos y sus
familias, no para todo el grupo. Taylor y Mckirman (1984) sugieren que las
estrategias individuales siempre preceden a la acción colectiva. El grupo
mayoritario, por lo general, tiende a aceptar estas asimilaciones, tanto porque
demuestra su superioridad como porque el animar tales asimilaciones produce
cierta estabilidad a la sociedad. El resto de miembros de la minoría se pacifican
con las expectativas, si trabajan duro, de ascender a la asimilación.
IV. Aumento de conciencia. Algunos de los miembros altamente cualificados de
la minoría, fallan (emocionalmente) en asimilarse completamente, o son
rechazados por la mayoría. Además, los más desfavorecidos de las minorías
son conscientes de que la asimilación es imposible. Entonces, estos miembros
altamente cualificados no asimilados, empiezan a elevar la conciencia del
grupo y a clamar que la estratificación debe cambiar, no a nivel individual, sino
a nivel grupal. La autodeprecación es sustituida por el orgullo y el
etnocentrismo. En estos momentos, la minoría atribuye la responsabilidad de
su bajo estatus a la discriminación por parte del grupo dominante.

V. Relaciones intergrupales competitivas. El aumento de la conciencia es


seguido por acción colectiva: La minoría empieza a luchar contra lo que percibe
injusticia social. Inicialmente argumentan que la división grupal es ilegítima y
obsoleta. Si estos argumentos ideológicos no funcionan, el conflicto puede
permanecer en bajos niveles o escalar. Si escala, el grupo mayoritario puede
recurrir a la violencia y supresión, o puede decidir negociar con el grupo
minoritario para crear normas sociales mutuamente aceptables.

5.4.2.3 Teorías psicoanalíticas /psicodinámicas

Esta aplicación teórica proviene fundamentalmente de los estudios de Vamik


Volkan (1988, 1992, 1994) (también se basan además de Freud y Erikson, en
la teoría de las relaciones objetales). Estas teorías tratan de explicar como las
personas crean imágenes de sí mismos y de los otros. El ego (yo) cuando se
separa del id (ello) adquiere ciertas funciones que tienen que ver con el mundo
exterior (p.e., relaciones del self con los objetos ). Una de estas funciones es la
construcción de imágenes y representaciones de uno mismo, de las otras
personas y de los objetos.

Volkan (1988) y Harris (1993) afirman que la habilidad para construir imágenes
se desarrolla en la infancia en tres estadíos:

I. Los infantes empiezan a diferenciarse del mundo exterior y de las otras


personas. Pero en esta fase no son capaces de distinguir que el placer y el
dolor puede venir de la misma persona/objeto (una madre puede alimentarle y
negarle el alimento), las imágenes formadas por los infantes son
completamente buenas o completamente malas, no son integradas.

II. Los infantes comienzan a integrar estas imágenes opuestas sobre los
objetos y sobre sí mismos (entre el segundo y tercer año). Pero esta
integración nunca es completa: algunas imágenes del self buenas o malas
permanecen no integradas, absolutas y primitivas.

III. Durante la formación del superyo, alguna de estas imágenes no integradas


del self propio y de los padres, se idealizan. A continuación los niños
externalizan estas imágenes idealizadas positivas o negativas en ciertas
personas u objetos del mundo exterior (Ross, 1995).

Volkan argumenta que hay blancos apropiados de externalización


(BAE), determinados por la cultura, o enseñados a los niños por sus padres u
otros adultos. Son BAEs tales como banderas, canciones, comidas especiales,
lugares de culto, iconos religiosos, ciertos animales (Ross, 1995), pero también
personas y grupos de personas (Volkan, 1988). Algunos de estos símbolos son
positivos, otros negativos. Las personas que son BAEs positivos, son vistas
como aliados, amigos, líderes, etc.; las personas que son BAEs negativos son
vistas como enemigos.

Según la teoría, toda persona necesita BAEs para mantener la coherencia


interna, su sentido de identidad, y para diferenciarse de la representación de
los otros. Cuando las personalidades comienzan a cristalizarse en el comienzo
de la adolescencia, también se cristalizan los BAEs. La teoría también intenta
explicar como los individuos adoptan la identidad grupal, y como este proceso
puede contribuir a la emergencia y perpetuación del conflicto intergrupal.
Volkan asegura que en toda cultura hay aproximadamente el mismo número de
BAEs positivos y negativos que son compartidos por todos los niños que
pertenecen a esa cultura. Los BAEs conectan y unen a los niños, y estos al
adoptarlos los fortalecen aún más. Esta conexión a través de los BAEs
contribuye a la cohesión grupal.

Los miembros de un grupo étnico tienen su propia identidad individual. Volkan


asemeja esta identidad a una prenda que pertenece únicamente al individuo
que la viste, y que, entre otras cosas, la protege de los efectos perniciosos del
clima. Pero todos los individuos que pertenecen a un grupo étnico (o a
cualquier grupo básico de identidad) tienen también una identidad grupal. La
identidad grupal es como una gran tienda de campaña que protege a los
individuos "como una madre" (Volkan y Itzkowitz, 1994). Mientras la tienda
permanece fuerte y estable los miembros del grupo viven sus vidas diarias sin
prestarle mucha atención -no sienten la necesidad de probar constantemente
su identidad grupal o étnica. Sin embargo, si la tienda se tambalea o sacude,
los que están bajo ella se sienten colectivamente preocupados e impulsados a
apuntalarla. En estas circunstancias la identidad grupal se impone a la
identidad individual (recordemos el maravilloso libro de Amin
Malouf, Identidades asesinas).

Mientras la tienda permanece fuerte y estable los miembros del


grupo viven sus vidas diarias sin prestarle mucha atención -no
sienten la necesidad de probar constantemente su identidad grupal
o étnica. Sin embargo, si la tienda se tambalea o sacude, los que
están bajo ella se sienten colectivamente preocupados e impulsados
a apuntalarla.

5.3.4 Conclusión

Somos conscientes de que los factores psicológicos en los que se ha centrado


principalmente este capítulo, aunque muy importantes, constituyen sólo un
aspecto de los conflictos basados en identidades sociales o grupales (y dicho
sea de paso de cualquier conflicto). Estos factores psicológicos se relacionan
con otros factores tales como los políticos, económicos, históricos, etc.,
refuerzan esos otros factores y se ven reforzados por ellos. Los estudiosos del
conflicto tendemos a enfatizar las teorías relevantes de la disciplina con la que
estamos más familiarizados y a prestar menor atención a disciplinas que nos
son ajenas. Sin embargo, este apartado ha pretendido aportar al estudio de las
relaciones entre identidad y conflicto una perspectiva psicológica, que
reconocemos ha de ser completada, por perspectivas provenientes de otras
disciplinas.

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