Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción
Hace dos siglos definió Inmanuel Kant en su obra "la Paz Perpetua" la paz
como "ausencia de guerra y de preparación de guerra ofensiva entre Estados"
Este concepto de paz propio de la cultura occidental tiene unas raíces que se hunden
profundamente en dos tradiciones culturales diferentes. Si seguimos a Galtung,
podemos considerar que "la paz, se conciba como se conciba, es una característica de
algún "sistema": intrapersonal, interpersonal, intrasocial, intersocial, intraglobal....Es
un concepto aplicado a un sistema; de ahí que necesariamente se vea impregnado de
las tradiciones que rigen esa civilización, la formación de conceptos y la creación de
sistemas" (Galtung, 1985, p. 75). En nuestro caso, el concepto de paz en la cultura
occidental, se halla influenciado, sobre todo, por la tradición griega y por la tradición
romana. (Galtung, 1985):
2. Por otro, el mantenimiento del orden y de la paz interior. De esta manera, la paz
sólo es la ausencia de violencia externa e interna, transformándose el Estado en el
elemento definitorio de la noción de paz.
Sin embargo, desde Kant hasta hoy, el concepto de paz se ha ido extendiendo del
plano de las relaciones entre estados a cualquier otro plano de relaciones entre grupos
o personas, e incluso a relaciones con la naturaleza o relaciones con las generaciones
futuras, y paz ha pasado a significar no sólo la ausencia de guerra, sino la ausencia de
violencia.
Violencia no significa únicamente acción violenta directa, por lo que el concepto de paz
incluye hoy más que "no-guerra" y "no-acciones violentas". Han entrado en él otros
rasgos de la no-violencia, como justicia o liberación de la opresión.
Ya en el siglo XVI (Gutiérrez, 1991) Martin Lutero hablaba de "La paz basada en la
justicia" y en el siglo XVIII el mismo Kant rechazaba "la paz de los cementerios",
considerando que una paz asentada en la represión no es una "verdadera paz".
Posteriormente el marxismo y las luchas contra la explotación han actualizado estos
planteamientos. Este concepto de paz verdadera implicando el rechazo a la injusticia y
la opresión ha tenido su marchamo científico al acuñar Johan Galtung el concepto de
"Violencia estructural" (Galtung, 1969). Según Galtung, hay violencia estructural
cuando varios colectivos están dentro de una misma estructura, lo que hace que unos
salgan mejor parados que otros, que a unos beneficia y a otros perjudica. Los
desniveles, el sometimiento, la opresión y la explotación son casos de violencia
estructural.
Al introducir junto a un valor negativo -no guerra-, otros valores positivos -justicia,
igualdad- nos encontramos con que estamos ante un continuo y no ante una
disyuntiva. Guerra o paz es una disyuntiva clara, pero justicia y opresión puede haber
más o menos; y así entendida, una paz total es algo ideal, una idea reguladora, no es
algo que se realice plenamente.
Pero antes de pasar a exponer las concepciones más recientes de paz, veamos el
desarrollo del concepto de paz en el Siglo XX que ha posibilitado la aparición de las
conceptualizaciones de Johan Galtung y Adam Curle.
¿Y qué es de la eirené, paz basada en las relaciones sociales justas?. Este valor se
encontraba reflejado en la ética cuáquera e impregnaba las distintas asociaciones
pacifistas religiosas que combinaban el fervor religioso con las ideas ilustradas,
liberales. De hecho, compartían la fe en un progreso racional y una evolución basada
en la aplicación de modelos naturalistas a la organización social. Su concepto de paz se
basaba en una filosofía de justicia social defendida por los economistas liberales que
creían que la guerra y la economía de guerra ahogaban la prosperidad, exacerbaban el
malestar social, y frustraban la evolución de unas relaciones sociales armoniosas. En
consecuencia, afirmaban que el libre mercado de bienes e ideas llevaría a una
distribución igualitaria del poder, crearía un nuevo sistema de intercambio, y
eliminaría la amenaza militar.
Con el cambio de siglo, la fragilidad de estas ideas era clara. La realpolitik de Bismark,
el proteccionismo, el colonialismo europeo y americano, y la concentración doméstica
del poder económico, habían erosionado severamente las condiciones que justificaban
la confianza liberal. A pesar de ello, allá por 1914, la noción liberal de paz como una
sociedad abierta y ordenada, estaba bien protegida y arraigada en distintas
organizaciones que pretendía inculcar sus puntos de vista entre el público y la clase
política.
Los líderes de estas organizaciones consideraban la paz como la expresión del orden
internacional y social, considerándolo esencialmente bueno en sí mismo. Según esto,
separaban el valor de la relación social armoniosa de las cuestiones de justicia
presentes ya en aquellos tiempos. Por ello, los líderes de las organizaciones pacifistas
se encontraban separados no sólo de aquellos para los que la paz era una disciplina
religiosa, sino que también de los movimientos socialistas y sindicales en auge, para los
cuales el orden pacífico existente era otra forma de injusticia.
Estos antecedentes del siglo XIX de la reflexión sobre el concepto de paz, fueron
sometidos a la crisis general ocurrida en el siglo XX. La interacción de dichos
antecedentes con distintas corrientes de pensamiento -tales como las ciencias sociales,
la filosofía pragmática, el socialismo, y el evangelio social- y sucesos críticos ocurridos a
principios de siglo, provocó una reflexión crítica de la que han surgido los cimientos
sobre los que se asienta el concepto moderno de paz.
Como consecuencia de la evolución que estamos comentando, comenzó a surgir una
concepción de paz más amplia, según la cual la paz sería una relación entre individuos,
grupos, naciones, o incluso unidades mayores, basada en la cooperación. Veamos, a
continuación, los desarrollos conceptuales más importantes surgidos a lo largo de la
segunda mitad del Siglo XX.
Siguiendo a Galtung (1969, 1985), para examinar la idea de paz debemos partir
de tres principios simples:
Digamos como punto de partida, que la violencia está presente cuando los
seres humanos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas,
somáticas y psicológicas, están por debajo de sus realizaciones potenciales.
Así, si una persona moría de tuberculosis en el siglo XVIII, resultaría difícil
considerar el hecho como una violencia, puesto que su muerte era casi
inevitable; pero si muere hoy, a pesar de los recursos médicos que hay en el
mundo, según ésta definición si que existe violencia. La violencia es aquello
que aumenta la distancia entre lo potencial y lo efectivo, y aquello que
obstaculiza el decrecimiento de esa distancia. En otras palabras: cuando lo
potencial es mayor que lo efectivo y ello sea evitable, existe violencia. Cuando
lo efectivo es inevitable, no existe violencia aunque lo efectivo esté situado a
muy bajo nivel. Una esperanza de vida de treinta años, en el período neolítico,
no era una expresión de violencia; pero la misma esperanza de vida en la
actualidad, debería entenderse, según nuestra definición, como violencia.
La tercera distinción que hay que hacer se refiere al objeto: ¿hay o no hay un
objeto que reciba daño?. ¿Podemos hablar de violencia cuando no hay ningún
objeto que reciba daño?. Sería éste un caso de lo que se denomina violencia
truncada. Cuando una persona, un grupo, una nación, despliega unos medios
de violencia física, ya sea arrojando piedras a su alrededor, ya experimentando
armas nucleares, puede no haber violencia en el sentido de que alguien reciba
un golpe o una herida, pero sí hay una amenaza de violencia física y una
amenaza indirecta de violencia mental que puede incluso caracterizarse como
algún tipo de violencia psicológica, habida cuenta de que limita la acción
humana.
En sexto, y último lugar nos encontramos con la tradicional distinción entre dos
niveles de violencia: la violencia manifiesta y la latente. La violencia manifiesta,
personal o estructural, es observable, aunque no directamente, puesto que la
entidad teórica de la "realización potencial" entra también en el marco. La
violencia latente es algo que no está ahí, pero que puede aparecer fácilmente.
Consideramos que hay violencia latente cuando la situación es tan inestable
que el nivel de realización efectiva no está suficientemente protegido y
disminuye "fácilmente".
Los concepto desarrollados hasta aquí nos dan margen para dibujar los
distintos tipos de relaciones pacíficas y no pacíficas.
La expansión del concepto de paz no acaba aquí. El que paz sea paz a secas y
también algo más, ha de obedecer a una razón que, de una manera u otra, se
escapa a un planteamiento analítico. La definición de paz que orienta la
investigación por la paz y el movimiento por la paz no es analítica sino que está
inspirada por necesidades humanas, tiene un aire existencial -más que
orientada hacia hechos está orientada hacia valores-. El valor que subyace a la
paz es lo "humano", el "ser" o la "vida". De ahí, puede deducirse, desde luego,
que una definición negativa de paz, por sí sola, está vacía de sentido. Sólo
tiene sentido, sólo es "verdadera paz" si incluye justicia, liberación y todas las
demás dimensiones de la realización humana.
Esto significa que el concepto de paz puede extenderse hasta los límites de la
realización humana, tanto individual como global. De hecho, tanto Curle como
Galtung han formulado este concepto de paz como realización humana (Curle,
1979, p. 12), y en consonancia con este planteamiento, la investigación por la
paz está asumiendo temas como World Order Studies, Cosmología, Ecología,
Desarrollo, etc.
Desarrollé un enfoque (....) que nos capacita para analizar nuestra interacción
en varias dimensiones (....) psicológica, económica, política y, desde luego,
humana". (Curle, 1985, p. )
Es, por otro lado, evidente que en esta dimensión cultural cada elemento de
violencia está emparejado con el correspondiente elemento de paz.
Introducción
Si bien en una cultura podemos encontrar ciertos aspectos que sirven para
justificar la violencia estructural o la directa, no estamos en posición de calificar
a esa cultura en su totalidad como pacífica o violenta, sino que sólo podremos
afirmar que "el aspecto A de la cultura C es un ejemplo de violencia cultural"
(Galtung, 1990, p. 291).
Hay quien dice que la causa en que radica la guerra es el conflicto, pero el
conflicto es algo inherente a la vida humana, el resultado de que cada persona
es algo único. En la ausencia del conflicto no habría enmienda alguna a la
injusticia, convicción, ni creatividad. Sin embargo, si se permite que el conflicto
degenere en violencia, se vuelve destructivo. El conflicto nunca puede
resolverse definitivamente por medio de la violencia.
El movimiento de una cultura por la paz, como un gran río, está alimentado por
distintos riachuelos -diferentes tradiciones, culturas, lenguajes, religiones y
perspectivas políticas-, su objetivo es un mundo en el que dicha diversidad de
culturas vivan unas junto a otras en una atmósfera marcada por el
entendimiento intercultural, la tolerancia, y la solidaridad.
En una cultura de paz, los individuos asumen una identidad global que no
reemplaza otras identidades, sino que se construye sobre ellas -género, familia,
comunidad, grupo étnico, nacionalidad, etc. Y en el caso de existir
contradicciones entre estas identidades, éstas se resuelven de forma no
violenta. Esta cultura rechaza la xenofobia, el racismo, y la designación del otro
como enemigo.
Algunos podrían definir la cultura de paz como ausencia de conflicto, pero tal
definición es demasiado pasiva e inconsistente con un mundo rico en
diversidades. En un mundo diverso, el conflicto es y será parte de la vida
misma. En vez de evitar y temer el conflicto, debemos aprender a apreciarlo y
cultivar sus aspectos positivos y no violentos. Los conflictos son inevitables,
necesarios, y pueden tener aspecto beneficiosos, ayudan al desarrollo, a la
identidad, a la reflexión y a la mejora, en general, del individuo y la sociedad.
Pero los beneficios dependen de nuestra habilidad para enfrentarnos a los
conflictos, para resolverlos de manera justa y para prevenir manifestaciones
destructivas y violentas (más adelante veremos la problemática de los cursos
destructivo y constructivo del conflicto).
b) La paz y los derechos humanos son inseparables y tienen que ver con todo
el mundo;
Para crear una cultura de paz una tarea esencial es reorientar el aprendizaje y
los procesos de socialización que sostienen la infraestructura psicológica de la
violencia. Mientras las culturas de violencia trasmiten el odio, la violencia, y la
opresión de generación en generación, una cultura de paz debería cultivar la
cooperación y la interdependencia; valores de igualdad, diversidad, justicia
social, y salud ecológica; normas, creencias y actitudes que apoyen la
resolución de conflictos no violenta y la reconciliación; y procesos de
compromiso activo de realización espiritual que conduzcan a un cambio social
positivo.
Introducción
Este énfasis ha tenido una repercusión práctica muy importante puesto que ha
ayudado a que surja una disciplina de estudio del conflicto y la negociación
genuinamente interdisciplinar. A partir de este momento, los profesionales de
distinta formación pueden reunirse para discutir sus puntos de vista sobre
problemas y procesos comunes. La concepción de que los conflictos son
similares, permite el establecimiento de un lenguaje común para describir los
distintos conceptos, que hasta ese momento sólo era comprendidos,
principalmente, dentro de cada una de las disciplinas.
Diferencias
Desacuerdo
Problema
Disputa
- La disputa ocurre cuando una parte reconoce ante la otra las diferencias, el
desacuerdo o el problema.
Conflicto
Violencia
Guerra
John Burton (1979, 1984, 1987, 1990a, 1990b, 1991) puede ser considerado
como el enlace entre la investigación sobre el conflicto y la Investigación Sobre
la Paz propiamente dicha, ya que se centra en el conflicto, pero no en su
eliminación, sino en su control y resolución, pues estima que el mismo es un
elemento necesario en las relaciones humanas. Este autor ha planteado una
teoría de las necesidades para aplicarla a la Resolución de Conflictos. A su
entender, en primer lugar es necesario clarificar la noción de conflicto.
Burton no se ocupa de los conflictos cotidianos, sino de aquellos por los que los
seres humanos están dispuestos a morir y matar, pues éstos afectan a los
valores fundamentales. Así distingue entre "Conflict Settlement" que designaría
los enfoques tradicionales en torno al conflicto, y "Conflict Resolution" que sería
el enfoque que profundiza en la naturaleza del conflicto y se ocupa de los
conflictos que afectan a los valores fundamentales. Burton opina que está
creándose una nueva ciencia de resolución de conflictos que pone el énfasis en
el análisis de las necesidades humanas -que serían aquellas asociadas al
desarrollo, la identidad y la seguridad- y de los intereses de los implicados en el
conflicto así como en su satisfacción. En línea parecida a la de este autor están
Mitchell (1981), Bercovitch (1984) y Banks (1984).
Como resultado de su trabajo, Burton sugiere una definición más precisa de las
palabras disputa y conflicto, así como una distinción entre "acuerdo" y
"resolución". Además, añade una nueva dimensión al proceso de manejo del
conflicto introduciendo el concepto de "provención".
De acuerdo con Burton, una disputa es una situación en la que los asuntos de
divergencia son negociables, el compromiso es posible, y no se considera
necesario alterar las instituciones y estructuras. Son rasgos normales y
constructivos de la vida social. Por el contrario, el conflicto está enraizado
profundamente en las necesidades humanas. Implica asuntos que no son
negociables, necesidades humanas sobre las cuales no se puede llegar a
ningún compromiso. Resulta en comportamientos que destruyen -o tienen el
potencial de destrucción- a las personas, propiedades y sistemas. Burton
considera esta distinción entre disputas y conflictos como de vital importancia,
aunque en ocasiones ambas se encuentran relacionadas, como en los casos
en los que las disputas son síntomas de conflictos subyacentes.
De acuerdo con Johan Galtung (1969, 1980, 1988, 1989a, 1989b) hay dos tipos
básicos de conflictos. Los conflictos directos que ocurren "sobre valores
claramente articulados entre actores conscientes y planificadores de
estrategias"; y conflictos estructurales que ocurren entre partes "sobre
intereses empotrados en la estructura social -partes que, en cierto sentido,
pueden, incluso, no saber lo que está ocurriendo" (1989b, p. 4).
Para Galtung el "triángulo del conflicto" supone tres elementos (figura 3.1): los
aspectos actitudinales, los aspectos comportamentales, y el conflicto mismo, o
situación de conflicto. El aspecto actitudinal del conflicto puede dividirse en dos
partes: la emotiva y la cognitiva. El rasgo más importante del aspecto cognitivo
es la construcción de las imágenes de Uno-Otro, implicando diferencias
significativas entre ambas imágenes. El aspecto emotivo refuerza el cognitivo
mediante mecanismos que simbolizamos en Yo-amado, Otro-odiado. El
aspecto comportamental del conflicto se construye sobre el actitudinal y lleva a
la polarización comportamental y a la facilidad y disponibilidad de adoptar
comportamientos destructivos. Sin embargo, mientras que las actitudes y
comportamientos se refuerzan mutuamente, constituyen sólo los preliminares
del análisis real del conflicto. El conflicto, la situación de conflicto, según
Galtung es una incompatibilidad que ocurre dentro de un sistema basado en la
persecución de objetivos. Estos objetivos incluyen las necesidades, valores, e
intereses, aunque "los conflictos básicos implican necesidades humanas
básicas" (1989a, p.41).
7. Presión directa sobre los miembros que expresan sólidos argumentos contra
cualquier estereotipo, ilusión o compromiso del grupo, dejando claro que este
tipo de desacuerdos es contrario a lo que se espera de un miembro leal.
De acuerdo con distintos autores (p.e., Rubin y Pruitt, 1986, Rubin, Pruitt y Kim,
1994) hay cinco estrategias de afrontamiento del conflicto (veremos esto con
más detalle en una próxima sección): pasividad, abandono, confrontación,
cesión, y solución de problemas. Está claro que es bastante improbable que la
pasividad, el abandono y la cesión puedan llevar a la resolución de los
conflictos; la evidencia indica que la confrontación -estrategia basada en
"dureza", "enfrentamiento", "competición", "negociación posicional"- no es la
mejor, ya que, aunque parezca ser efectiva, en raras ocasiones lleva a un
resultado estable ya que no se dirige a todos los problemas que están en
juego.
Usando un enfoque diferente, Ury, Brett y Goldberg (1989) señalan que hay
tres elementos presentes en toda disputa: los intereses, los derechos y el
poder. Por ello, distinguen tres métodos principales para resolver los conflictos:
reconciliar los intereses subyacentes de las partes, determinar quién tiene la
razón, y determinar quién es más poderoso. Los procesos de solución de
problemas reflejan el enfoque basado en los intereses, acudir a los juzgados
ejemplifica el enfoque basado en los derechos, e ir a la guerra, a la huelga,
etc., son ejemplo del enfoque basado en el poder. De acuerdo con ellos, el
enfoque basado en los intereses es más reforzado que el basado en los
derechos, y éste que el basado en el poder. Defienden el diseño de "un
sistema de resolución de disputas", que ofrezca procedimientos basados en los
intereses que puedan ser usados siempre que sea posible, y acompañar a la
vez con procedimientos de bajo coste basados en los derechos (p.e., el
arbitraje), y procedimientos de bajo coste basados en el poder (p.e.,
votaciones), que serán usadas cuando los anteriores no sean posibles. Sin
embargo, aunque la investigación psicológica y la evidencia empírica
acumulada desde los años setenta, sugieren con claridad que la estrategia que
se debe elegir en las situaciones de conflicto es la de solución de problemas,
ésta no es suficiente en sí misma. En algunos casos, de acuerdo con Ury et al.,
la estrategia de solución de problemas no se puede poner en práctica a menos
que se haya empleado previamente procedimientos de derecho o poder, para
traer a alguna parte recalcitrante al proceso.
Introducción
- Dominación. Ocurre cuando una de las partes intenta imponer sus deseos por
medios físicos o psicológicos. En los individuos, puede ocurrir por abuso físico
(padres-hijos) o haciendo sentirse culpable al otro. Entre estados, puede ser el
embargo, bloqueo, o finalmente la guerra.
Morton Deustch (1960) observó, hace años, que todos los conflictos eran
impulsados por una o más de la tres motivaciones subyacentes: competitiva,
cooperativa e individualista. En su estado más puro, la motivación competitiva
lleva a intentar conseguir lo máximo posible a costa del otro. Es la mentalidad
"yo gano, tú pierdes" que caracteriza las relaciones de suma cero. Por el
contrario, una motivación cooperativa invoca la norma de que todos ganamos;
su objetivo no es sólo hacerlo lo mejor posible, sino de que también el otro
consiga lo máximo que sea posible. Para terminar, una motivación
individualista lleva a tomar decisiones prescindiendo de la otra parte, en la
búsqueda de los propios objetivos. No importa si beneficiamos o perjudicamos
a la otra parte, lo único que importa es que yo obtenga el mejor resultado
posible.
Si dos personas tienen algo que la otra quiere o desea, se necesita que
cooperen, a pesar de que cada una de ellas intente conseguir lo máximo
posible. Puede usar la negociación para conseguir un resultado ventajoso, pero
necesita, simultáneamente, que el otro esté de acuerdo, de lo contrario no
conseguira nada. Lax y Sebenius (1986) definieron la negociación como una
tensión entre crear valor (expandir el pastel de los recursos) y reclamar valor
(dividir el pastel entre los disputantes). Parece lógico que si queremos lograr la
mayor porción de pastel posible, antes intentemos trabajar cooperativamente
para hacer crecer el pastel de los recursos tanto como podamos.
Todo conflicto en cualquier nivel, puede llegar a una de las dos grandes
categorías de solución: acuerdo y resolución. El acuerdo se refiere a un cambio
comportamental, que se da cuando ambas partes encuentran una vía para
llegar a un convenio pero su oposición actitudinal básica permanece,
esencialmente, sin modificarse. La resolución implica tanto un cambio en el
comportamiento como una convergencia en las actitudes subyacentes.
4.1.1.6 Antecedentes
Dos ejemplos conceptuales serán suficientes para ilustrar este punto. En primer
lugar, una de las fuentes más frecuentes de conflicto es la mala construcción
por una parte de las intenciones de la otra. Una acción que A puede ver como
inofensiva e incluso beneficiosa para B, puede ser considerada por ésta como
intromisión, coerción o insulto. P.e., la corrección de un maestro para ayudar a
un estudiante, puede ser interpretada por éste como recriminación y
humillación. El deseo de un país de añadir una cláusula a un tratado para
fortalecerlo, puede ser interpretado por el otro como una obscura maniobra que
algún beneficio reportará al primero.
Hay por lo tanto muchas semejanzas entre los distintos tipos de conflicto:
interpersonales, intergrupales, interorganizacionales e internacionales. Estas
semejanzas son constantes y representan el núcleo del esfuerzo interdisciplinar
que en las últimas décadas defiende la semejanza del proceso del conflicto
independientemente de su nivel. Pero hay también diferencias, menos obvias,
y, por supuesto, menos estudiadas, que constituyen el contenido de la próxima
sección.
Por el contrario, tal y como han encontrado Pruitt (1981) y otros, a medida que
el número de implicados se incrementa (como en las relaciones
internacionales), también lo hace la disponibilidad de recursos adicionales que
las partes adicionales pueden aportar (dinero, nuevas ideas, etc.). La
posibilidad de soluciones que aumenten el tamaño del pastel es mayor.
4.1.2.3 Salida
Para que las relaciones interpersonales sean estables es necesario que exista
una cierta igualdad de poder. Si no es así, el más poderoso intentará explotar
al más débil; por su parte, el más débil intentará retirarse de la relación. Con
frecuencia, hay diferencias de poder entre las partes, por ejemplo, entre padres
e hijos, entre profesores y estudiantes, o entre grupos y organizaciones. Sin
embargo, dichas diferencias tienden a disminuir con el tiempo: a medida que
los hijos crecen, los estudiantes van adquiriendo la experiencia de los
profesores, y los grupos y organizaciones se mueven hacia la simetría. En la
mayor parte de las relaciones interpersonales voluntarias (sospechamos que
también en las relaciones intergrupales e interorganizacionales) el poder es
más o menos simétrico, o avanza hacia esa simetría.
En los otros niveles del conflicto, las oportunidades y métodos para intervenir
son mucho mayores. Autores como Bercovitch y Rubin (1992), Kressel y Pruitt
(1989) y fundamentalmente Mitchell (1993), han puesto de manifiesto la
variedad de intervenciones de terceras partes que se pueden usar para
resolver un conflicto. Los individuos, grupos y organizaciones en disputa
pueden llegar a un acuerdo por el simple hecho de que un tercero respetado y
aceptado lo pida; no existe equivalente a esto en las relaciones internacionales.
4.1.2.7 Audiencias .
4.1.2.10 Confianza
Si tenemos en cuenta los obstáculos mencionados que caracterizan las
relaciones internacionales, y añadimos la menor fiabilidad que tiene la
información sobre la otra parte, podemos concluir que en los conflictos
internacionales es mucho más difícil establecer relaciones de empatía y
confianza que en las relaciones interpersonales (los conflictos intergrupales e
interorganizacionales se encontrarían en un punto intermedio). De acuerdo con
diferentes estudios realizados en las relaciones cercanas, sabemos que la
relación de confianza interpersonal nace cuando una de las partes percibe que
la otra es predecible, se desarrolla cuando nos damos cuenta de que es de fiar,
luego se desarrolla un apego mutuo que va acompañado de la creencia de que
el otro es sensible a nuestras necesidades (Holmes, 1991; Rempel, Holmes y
Zanna, 1985). La confianza es un proceso individualizado que se desarrolla a
partir de un conjunto de experiencias mutuamente positivas.
El círculo del conflicto (figura 4.1) señala algunas de las fuentes principales de
conflicto, independientemente del nivel y del marco. El Círculo identifica cinco
causas centrales de conflicto (Moore, 1994):
- Problemas de información.
- Fuerzas estructurales.
- Problemas de valores.
Aunque la cita sea un poco larga, veamos como define el propio Moore (1994)
estos cinco diferentes tipos de conflicto:
Los conflictos familiares no son sólo sobre elementos tangibles, sino que tienen
una gran importancia los intangibles, que son aquellos que hacen que la familia
sea diferente ante nuestros ojos y los ojos de los demás.
Las disputas familiares afectan las identidades personales y sociales así como
otras necesidades psicológicas, de forma que ningún otro tipo de conflicto lo
hace. Los niveles de implicación en el conflicto así como el impacto de su
resultado son enormes. Los conflictos familiares no implican sólo la identidad
de los disputantes, sino que también tratan de la identidad de los otros
afectados por la disputa, niños, abuelos, y otros familiares. Una disputa familiar
no sólo afecta la identidad de los individuos sino que también lo hace a la
identidad de la familia como sistema interpersonal, económico y social (Taylor,
2002).
Las disputas familiares afectan las identidades personales y
sociales así como otras necesidades psicológicas, de forma que
ningún otro tipo de conflicto lo hace
En segundo lugar, todas las personas en conflicto acarrean, como bien saben
los especialistas en mediación familiar, un cierto grado de enfado, ira-cólera, e
indignación. Pero este nivel emocional es mayor en los conflictos familiares que
en otros tipos de disputas. Los conflictos familiares son algunos de los
conflictos más amargos y destructivos debido a la naturaleza autoimplicatoria
de estos conflictos. Por ello, a pesar de que la máxima de Fisher y Ury (1991)
"separa la persona del problema" se ha convertido en el mantra de muchos
mediadores, este consejo no siempre es posible, e incluso deseable en los
casos de conflicto y mediación familiar (Taylor, 2002).
Los conflictos de valores son algunos de los más difíciles de resolver dentro del
entorno familiar. Los valores son lo básico de nuestro sistema de creencias, y
por esto, estos desacuerdos son los más difíciles de resolver. Los desafíos a
nuestros valores son desafíos a nosotros mismos. Respondemos con
tenacidad y de un modo defensivo. En los conflictos que están involucrados
diferentes valores, es difícil abandonar viejos patrones y escoger nuevas
respuestas.
1. Procesos competitivos. Las partes compiten unas contra otras porque creen
que sus objetivos son opuestos y, por lo tanto, no pueden ser alcanzados por
ambas partes a la vez. Sin embargo, con frecuencia, los objetivos de las partes
no son opuestos y no es necesaria la competición. Además, como veremos a la
hora de hablar de la escalada del conflicto, los procesos competitivos tienen
una serie de efectos secundarios que llevan a la radicalización del conflicto que
motivó el proceso competitivo.
7. Exagerar las diferencias, minimizar las similitudes. A medida que las partes
se fijan a los compromisos, y los asuntos se difuminan, tienden a ver sus
posiciones como polarmente opuestas, aunque no lo sean. Se realzan y
enfatizan todos los aspectos que los distinguen y separan, mientras que se
simplifican y minimizan los aspectos comunes compartidos.
8. Escalada del conflicto. Tal como los puntos anteriores sugieren, cada parte
se atrinchera en sus puntos de vista, se vuelve menos tolerante, menos
comunicativo, más defensivo y emocional. Como resultado, las partes intentan
ganar incrementando los recursos y la tenacidad que están dispuestos a utilizar
para conseguirlo. Ambas partes creen que incrementando la presión (recursos,
compromiso, entusiasmo, energía, etc.) el otro capitulará y aceptará la derrota.
Como la mayor parte de los conflictos destructivos nos enseña, ¡nada más lejos
de la realidad!.
En segundo lugar, debemos dirigir nuestra mirada hacia los aspectos más
estrictamente psicológicos. Debemos tener en cuenta que cada persona
involucrada en un conflicto tiene valores, intereses, necesidades, y una
perspectiva sobre el problema que motivan y encauzan sus acciones. Además,
su perspectiva se forma de acuerdo a como le afectó lo sucedido; cuando se
explica la propia perspectiva, siempre se mezclan los sentimientos con los
hechos.
4. ¿Qué bases de influencia y poder tiene cada uno sobre los demás?, ¿es una
relación de iguales o existe la desigualdad?, ¿en qué forma?
4.4.2 El proceso
2. Al intensificarse:
b) La comunicación.
4.4.3 El problema
Hace referencia a las diferencias y asuntos que enfrentan a las personas. Los
problemas pueden ser de distinto tipo, tal y como hemos visto en el círculo del
conflicto: diferentes valores, diferentes puntos de vista sobre como tomar las
decisiones, incompatibilidad de necesidades o intereses, diferencias en torno al
uso y distribución de recursos limitados (tierra, dinero, tiempo), etc.
Frecuentemente, nos referimos a este aspecto como las raíces "reales" que
causan el conflicto, con respecto a las cuales la gente tiende a desarrollar
posiciones a las que se apega.
4. ¿Cuáles son los intereses de cada uno?, ¿quién gana o pierde según las
soluciones propuestas?
5. ¿Cuáles son las necesidades humanas elementales que motivan a cada uno
(seguridad, autoestima, comida, posibilidad de trabajo, etc.?
6. Para que estén satisfechos con un acuerdo: ¿cuáles de estas necesidades
se tomarán en cuenta y deberán figurar en la solución final?
4. ¿Cuáles son los intereses y necesidades que tienen en común o los que no
son mutuamente exclusivos y opuestos?
4.5.1 Historia
4.5.5 Percepciones
INTRODUCCIÓN
La mayor parte de los investigadores coinciden en que el conflicto, en todos los
niveles, tiene una dinámica previsible. Mirando metafóricamente al conflicto,
podríamos describirlo como una obra de teatro que se desarrolla en tres actos
(Rubin, 1993). En el primer acto, el conflicto escala. Se van produciendo una
serie de transformaciones incrementales que, aunque ocurren separadamente
en cada parte, afectan al conflicto en su totalidad, ya que, habitualmente, son
reflejadas por la otra parte. En el segundo acto, el conflicto llega a su clímax, se
produce un estancamiento, el conflicto no escala más, incluso en las
circunstancias en las que todavía no existe voluntad de generar un proceso de
acuerdo. En el tercer acto, se dan los movimientos hacia el acuerdo, las partes
comienzan a desescalar el conflicto.
- La familia que se pelea habitualmente está enferma y necesita ayuda. Por el
contrario, podemos afirmar que una familia que se pelea habitualmente dentro
de límites razonables, reduciendo el riesgo de ocasionar daños graves, es
saludable y vital y no enferma.
Aunque estas seis interpretaciones erróneas del conflicto son las más
comunes, no son las únicas que podemos encontrar. Probablemente, cada uno
de nosotros ha crecido con su propio bagaje de conocimientos erróneos, ha
hecho generalizaciones a partir de sus propias peculiaridades, y éstos pueden
ser verdaderos obstáculos para encontrar una solución a la pelea, para
aprender de ella y utilizarla como estímulo de cambio y crecimiento.
Fase 2: el conflicto
Fase 3: la respuesta
Fase 4: el resultado
Tomar conciencia
Buena disposición
Habilidades
Apoyo consistente
5.1.2.3 Habilidades
Una vez que hemos tomado la decisión de que hacer un cambio es deseable,
debemos aprender las habilidades necesarias requeridas para producir el
cambio. Hay tres habilidades necesarias para la resolución de conflictos:
Los conflictos tienen una dinámica previsible. Cuando surgen pueden ser
afrontados de manera constructiva o de manera destructiva. Si el conflicto no
se resuelve en esta primera fase, comienza un proceso de escalada o
intensificación, que puede ser interrumpido en cualquier momento, con
abordajes serios de solución. Pero los conflictos no escalan indefinidamente,
tienen una cierta capacidad de escalada, hasta que llega un momento en el
que el conflicto se estanca. El conflicto permanecerá estancado, con sus
fluctuaciones a la alta o a la baja, hasta que, una vez que las partes asuman su
interdependencia, pueda comenzar un proceso de desescalada.
Se crearon una serie de situaciones en las que un grupo sólo podía conseguir
sus objetivos a costa del otro grupo -p.e., torneos competitivos con premios
atractivos que sólo podían ser alcanzados por el grupo vencedor. Como
resultado, los miembros de cada grupo desarrollaron actitudes hostiles y
estereotipos desfavorables hacia los miembros del otro grupo. Los conflictos se
manifestaron en frases despectivas, insultos, estallidos de enfrentamiento
físico, incursiones o asaltos a la cabaña del otro grupo, etc. Simultáneamente,
se dio un incremento en la solidaridad y cooperación intragrupal, junto con un
cambio significativo en las relaciones de estatus dentro del grupo, ascendiendo
en la escala los más eficaces en la competición intergrupal. Obviamente, la
armonía y cooperación intragrupal no llevan inevitablemente a la armonía
intergrupal.
Como es obvio, una vez que el conflicto estalla, estos tres tipos de selección
perceptiva -evaluación selectiva del comportamiento, búsqueda de la evidencia
confirmatoria y distorsión atribucional- harán que el conflicto escale con
facilidad y sea difícil una marcha atrás.
"La profecía autocumplida es, en principio, una definición falsa de la
situación que evoca un comportamiento nuevo que hace que la
concepción originalmente falsa se haga realidad".
Sin embargo, hay otra variante del mecanismo, en la que la profecía se cumple
porque la otra parte no hace nada para contradecir las expectativas de uno. En
esta variante, las concepciones previas de una parte son confirmadas por la
ausencia del comportamiento del otro. Imaginémonos la siguiente situación. Te
encuentras en una fiesta cuando súbitamente observas a una persona que
parece reservada y se encuentra sentada aparte del resto de la gente. Tu
hipótesis es que esa persona es poco amistosa, arrogante y engreída. La
verdad es que es muy tímida, pero tú no lo sabes. No le diriges la palabra, y
ella tampoco te la dirige a tí. Cuando termina la velada estás convencido de
que es un auténtico engreído. Esta es quizás, la forma más perniciosa de la
profecía autocumplida, ya que deja a la otra persona completamente fuera del
proceso. Hay muchos ejemplos de este tipo de profecías autocumplidas tanto
en las relaciones interpersonales como en las internacionales. Piensa en
alguno de ellos.
5.2.1.3 Entrampamiento
Con el objeto de entender mejor la dinámica del apego a los compromisos y del
entrampamiento en cursos de acción cada vez más intensos, consideremos
dos fenómenos muy conocidos en la literatura de toma de decisiones: el juego
de la subasta del dolar y el efecto del coste invertido.
"Imagínate que estás en una habitación con otras treinta personas. Alguien en
la tarima de la clase toma un billete de 2000 pts de su bolsillo y dice lo
siguiente. Voy a subastar un billete de 2000 pts, cada uno de vosotros es muy
libre de participar en la subasta o simplemente mirar. Podeís realizar todas las
ofertas que queraís en múltiples de 100 pts., hasta que nadie más puje, en
cuyo momento la persona que haya pujado más alto, pagará el precio de la
puja y se llevará las 2000 pts. La única diferencia entre esta subasta que os
propongo y una tradicional, es que la segunda puja más alta deberá pagar
también el precio de su puja, pero al contrario del primero, no conseguirá nada
a cambio. Por ejemplo, si tu pujas por 500 pts. y otro compañero por 600 pts., y
la subasta se interrumpe, yo pagaré a tu compañero 1400 pts ( 2000 pts menos
el precio de la puja), y tú como segundo pujador más alto pagarías las 500 pts,
sin obtener nada a cambio. ¿Estarías dispuesto a empezar la subasta con 100
pts?.".
Los especialistas han jugado este juego miles de veces, tanto en seminarios,
sesiones de entrenamiento, como en el ámbito universitario, pero el patrón es,
más o menos, siempre el mismo. La subasta empieza muy rápidamente
subiendo el precio de la puja casi inmediatamente a una cantidad entre 1200 y
1600 pts., en este momento, todos menos los dos pujadores más altos,
abandonan la subasta. En este momento, los dos últimos participantes de la
subasta, sienten que están atrapados. Si uno ha ofrecido 1600 pts, y el otro
1700, el pujador de 1600 se encuentra ante una disyuntiva. Puede subir la puja
a 1800 o aceptar una pérdida de 1600. En general, seguir pujando, con la
esperanza de que el otro abandone, parece más atractivo que una pérdida
segura de 1600, por lo que en general, seguiríamos pujando. Cuando las pujas
son 1900 y 2000 pts, la lógica de ofrecer 2100 es muy similar a la de las
decisiones previas, podemos aceptar una pérdida de 1900, o seguir, esperando
reducir las pérdidas. Por supuesto, cuando la barrera supera las 2000 pts, el
resto de compañeros comienzan a reírse y hacer comentarios jocosos.
Obviamente, los pujadores están actuando irracionalmente.
Este juego, que a veces no lo es tanto, puesto que produce tensión, escalando
en ocasiones las pujas a límites que fríamente pueden resultar insospechados
-no es raro encontrar pujas de 25000 y 30000 pts, por un billete de 2000 pts.-,
tiene cuatro reglas sencillas, que mencionamos por si algún lector escéptico
quiere probar el juego con un grupo de amigos:
3. Las pujas no deben exceder las 40.000 pts, con objeto de proteger al pujador
(con estudiantes estos límites deben ser mucho menores).
4. Los dos pujadores más altos deben pagar la puja, aunque el billete de 2000
pts, sólo irá al pujador más alto.
En primer lugar, las partes consideran la utilización de los recursos -bien sea
dinero, tiempo o vidas humanas- tanto como una inversión como un gasto. En
el juego de la subasta del billete de 2000 pesetas, por ejemplo, los pujadores
consideran su oferta tanto como una inversión que les va acercando a
conseguir su objetivo de conseguir el billete de 2000 pts, como un gasto que no
podemos recuperar, sobre todo si nuestra puja resulta ser la segunda. Como
consecuencia uno se siente atrapado entre dos fuerzas opuestas, el deseo de
proteger la inversión y el impulso de evitar las pérdidas.
5.2.2. Estancamiento
En un punto determinado en el proceso de escalada de un conflicto, las partes
simplemente se quedan sin munición. El conflicto alcanza un punto máximo de
intensidad a partir del cual es difícil que las cosas vayan a peor. Sólo pueden
permanecer en donde están o, posiblemente, mejorar. En este punto de
estancamiento, las partes se encuentran en un punto de transición entre la
determinación de derrotar al otro -pero sin los recursos suficientes- y el
reconocimiento a regañadientes de que puede ser posible, e incluso deseable,
intentar conseguir nuestro objetivos a través de la colaboración. Esto no
significa que las partes se gusten, pero comienzan a aceptarse mutuamente,
por primera vez, como compañeros y aliados más que simplemente como
adversarios.
5.2.3 la desescalada
Por otra parte, se han dado cuenta de que existe una interdependencia con el
otro, y de que necesita de él para avanzar en la solución del problema.
Estamos en un punto muerto en el que ninguna de las partes puede avanzar.
Todos son conscientes de que se debe empezar a solucionar el problema, de
que dependemos del otro, y de que ambos estamos en la misma situación.
Pero, por otra parte, temen que si se mueven demasiado enérgicamente en la
dirección del acuerdo, pueden perder imagen y parecer débiles. Todo sería
más fácil si el otro empezara también a moverse en la misma dirección. Hay
una serie de estrategias que tanto una parte, las dos partes, o la intervención
de una tercera parte, pueden poner en marcha para facilitar este desbloqueo.
10. Premiar al otro si coopera, el nivel del refuerzo debe ir en consonancia con
el nivel de cooperación.
Estas metáforas de sangre o biológicas, tal y como son utilizadas por la prensa,
el pueblo y la academia, permean la ideología de la identidad social,
especialmente la relativa a la raza, nación, etnicidad, y lenguaje. Estas
metáforas tienen como consecuencia enmascarar las bases culturalmente
contingentes de la identidad cultural bajo un barniz de naturalismo,
precisamente porque su estatus metafórico pasa inadvertido. Un buen ejemplo
de este modo de pensar podemos encontrarlo en los comentarios que
Mohammad Khatami, presidente de la República Islámica de Irán, ante 800
residentes en USA: "el nacionalismo no es un trozo de tierra", dijo "está en
vuestra sangre"; o lo que un conocido político vasco dijo: "un gallo es un gallo,
haya nacido en el corral que haya nacido" (Arzallus ante la diáspora vasca en
Argentina).
Siendo cierto, pues, que las dos direcciones entre identidad y conflicto existen,
también es cierto que la identidad por sí misma no lleva al conflicto, de hecho
algún tipo de identidad es un prerrequisito necesario para el amor, la
solidaridad y el altruismo. Es un tipo particular de identidad, la identidad
narcisista, la que lleva al conflicto violento. Las identidades narcisistas están
basadas, por lo general, en algún mito fundacional que describe los orígenes
nobles o divinos del grupo, y que o bien celebra logros gloriosos pasados, o
injusticias antiguas, que impidieron el desarrollo y bienestar del grupo.
Esta teoría fue formulada en un inicio por Muzafer Sherif (1966 y Sherif et. Al.,
1988), pionero del estudio de las relaciones intergrupales. La teoría sugiere que
la hostilidad entre grupos surge de objetivos en conflicto reales o percibidos
que generan competición intergrupal. Cuando los grupos se enganchan en
actividades recíprocamente competitivas y frustrantes de naturaleza suma-
cero, cada grupo desarrollará estereotipos negativos y enemistad hacia el otro
grupo (out-group). Esta hipótesis fue validada en la primera fase del famoso
experimento Robbers Cave (Sherif et. Al., 1988) con muchachos en un
campamento de verano (ver Alzate 1998). Experimentos similares confirman
que la competición intergrupal es fuente de hostilidades hacia el out-group no
sólo en niños, sino también en adolescentes y adultos (Tzeng y Jackson,
1994).
4. Cuando los individuos aceptan las categorías sociales, resulta que, con toda
probabilidad, actuarán con respecto a los miembros del otro grupo en base a
esas atribuciones.
III. Movilidad social. En esta fase, los más dotados y hábiles, los miembros de
la minoría mejor educados, intentan unirse al grupo mayoritario. Tratan de
asimilarse total o parcialmente. Hacen comparaciones sociales en base a
variables individuales, y desarrollan estrategias para ellos mismos y sus
familias, no para todo el grupo. Taylor y Mckirman (1984) sugieren que las
estrategias individuales siempre preceden a la acción colectiva. El grupo
mayoritario, por lo general, tiende a aceptar estas asimilaciones, tanto porque
demuestra su superioridad como porque el animar tales asimilaciones produce
cierta estabilidad a la sociedad. El resto de miembros de la minoría se pacifican
con las expectativas, si trabajan duro, de ascender a la asimilación.
IV. Aumento de conciencia. Algunos de los miembros altamente cualificados de
la minoría, fallan (emocionalmente) en asimilarse completamente, o son
rechazados por la mayoría. Además, los más desfavorecidos de las minorías
son conscientes de que la asimilación es imposible. Entonces, estos miembros
altamente cualificados no asimilados, empiezan a elevar la conciencia del
grupo y a clamar que la estratificación debe cambiar, no a nivel individual, sino
a nivel grupal. La autodeprecación es sustituida por el orgullo y el
etnocentrismo. En estos momentos, la minoría atribuye la responsabilidad de
su bajo estatus a la discriminación por parte del grupo dominante.
Volkan (1988) y Harris (1993) afirman que la habilidad para construir imágenes
se desarrolla en la infancia en tres estadíos:
II. Los infantes comienzan a integrar estas imágenes opuestas sobre los
objetos y sobre sí mismos (entre el segundo y tercer año). Pero esta
integración nunca es completa: algunas imágenes del self buenas o malas
permanecen no integradas, absolutas y primitivas.
5.3.4 Conclusión