PSIENCIA.

REVISTA LATINOAMERICANA DE CIENCIA PSICOLÓGICA 7(1) 62-66

PSIENCIA. LATIN AMERICAN JOURNAL OF PSYCHOLOGICAL SCIENCE

CONFERENCIAS TRANSVERSALES
TRANSVERSAL LECTURES

PSICOLOGÍA, CIENCIA Y PROFESIÓN EN LAS

CC 2015 · www.psiencia.org
SOCIEDADES NACIONALES DE NUESTRO ESCENARIO
REGIONAL ACTUAL doi: 10.5872/psiencia/7.1.0101

PSYCHOLOGY, SCIENCE AND PROFESSION IN THE NATIONAL SOCIETIES

OF OUR CURRENT REGIONAL SCENE

Enrique Saforcada
enrique.saforcada@gmail.com
Universidad de Buenos Aires

Resumen: La relevancia de la disciplina, las representaciones sociales de su papel en la sociedad y la presen-

cia mental de la misma es muy variable en nuestra región, pero no caben dudas que la psicología ha perdido
relevancia como profesión, quedando bastante restringida a la clínica psicopatológica y la psicoterapia, y
también ha abandonado o no desarrollado campos de aplicación antes muy reconocidos por las sociedades
nacionales, como es, por dar un ejemplo importante, el de la psicología ergonómica y su ciencia básica, la
psicofísica. Poniendo las cosas sobre la base del sentido común, si una sociedad no sabe para qué sirve una
determinada disciplina pues no habrá demanda diversificada de la misma ni podrá desarrollarse en plenitud y
en función de todo su potencial. Imagen en la sociedad, sumada a la amplitud y diversificación de la demanda
de sus prestaciones, forman un sistema interactivo y sinérgico con la calidad de las carreras universitarias de
grado y posgrado, la autoestima profesional, el rigor de su desempeño y la presencia mental de la disciplina
en la sociedad y en los poderes del Estado. Esto también define el escenario laboral de la profesión.

INTRODUCCIÓN tercio del siglo pasado y apoyarnos para el desarro-

Este escrito intenta discurrir sobre el avance de la
ciencia psicológica en Indoafroiberoamérica, tam-
bién para que intercambiemos ideas y reflexiones
con respecto a la psicología pública, o sea, la vin-
culación de esta ciencia con su sociedad y con los
poderes del Estado que la gestionan; finalmente,
para exponer y reflexionar con relación a las prácti-
cas diagnósticas y psicoterapéuticas basadas en la
evidencia, el anhelo que desveló en el siglo pasado
a esa gran figura del campo de la salud que fue
Archibald Cochrane (Chalmers, 2006).
Todo indica que es necesario referirse y discutir
con respecto a un camino que, no siendo de aven-
tura dado que debe respetar los derechos huma-
nos, las necesidades sociales y las del desarrollo
de nuestros países, debe reconocer un punto de
partida, acertado o no, y, fundamentalmente, un
horizonte hacia el cual dirigir los pasos con valor
cívico. Este objetivo involucra el rigor científico y el
mandato, de cumplimiento ineludible, de respetar
esos derechos y de aportar eficaz y eficientemente
al desarrollo humano integral.
Estas reflexiones tienen que abandonar el cami-
no, a mi juicio ya inoperante, de una ciencia liberal
con unidades de análisis individuales. Debemos
tomar en nuestras manos el paradigma sistémico
que revolucionó las ciencias hacia el final del primer
llo de conocimientos y sus aplicación práctica en
unidades de análisis y acción de naturaleza social
compleja, no podemos seguir sosteniendo una psi-
cología de lo individual porque es una concepción
acientífica y marcadamente esterilizante.
El ser humano es radical y absolutamente social.
El cerebro es el único órgano social que poseemos
y del cual depende todo lo humano en las manifes-
taciones que más nos diferencian, para bien y para
mal, de las otras especies animales. Sin sociedad
humana no hay desarrollo cerebral normal.
Tampoco es aceptable mantener el camino de
las afirmaciones basadas en principios de supues-
ta autoridad, que en nuestra región han adquirido
visos de dogma, al punto que para el estudio an-
tropológico cultural de su presencia en algunos de
nuestros países, sobre todo de la cuenca riopla-
tense, se debería apelar a categorías de análisis
propias de los estudios de las religiones o de las
sectas.
A nosotros, profesionales e investigadores de
la psicología, mayoritariamente pertenecientes a la
clase media, no nos gusta que las cosas se pongan
en blanco y negro, somos adictos a los grises, y
si están envueltos en neblina, mejor. Pero el mo-
mento que está viviendo el mundo nos exige aban-
donar estas cómodas posiciones. Un siglo XX de
tremenda violencia y muerte, que hizo pensar que
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el siglo XXI estaría más signado por la compren-
sión y la compasión entre los seres humanos por
sobre los criterios diferenciadores y estigmatizan-
tes, desembocó en un escenario mundial cuajado
de mentiras, de enormes traiciones políticas con-
cretadas por gobiernos elegidos en función de pro-
puestas prosociales y pacifistas que luego han sido
totalmente tergiversadas por acciones antisociales
y belicistas masivas. Solo han tenido y tienen en
cuenta la acumulación de más riqueza por parte de
los enormemente ricos, ese 1% de la humanidad
que usa al 99% restante como insumo descarta-
ble para su grotesca avidez material. Lógicamente,
esta desigual proporción no puede mantenerse en-
tronizando la paz y la avenencia entre los pueblos,
requiere de la guerra, de un miedo universal, del
terrorismo y, por lo tanto, de la maximización de la
brutalidad y la crueldad.
El siglo XXI, con lo generado en sus primeros
diez años o poco más –guerras sin sentido hu-
mano, un empresariado corporativo transnacional
sin el más mínimo freno moral y un entramado
de corporaciones económico-financieras que po-
nen de rodillas a sociedades enteras, sumado a
un posicionamiento político que tergiversando los
principios que hasta el siglo pasado marcaron los
derroteros militares, me refiero a los trazados por el
gran teórico de la guerra que fue el alemán Carl von
Clausewitz, universalmente aceptados, hoy ante-
pone la acción bélica a la interacción diplomática o
política– este siglo XXI, decía, muestra que nos es-
tamos acercando al suicidio de la especie humana.
Dentro de esta atmósfera mundial nuestra re-
gión y sus distintas organizaciones regionales –fun-
damentalmente la UNASUR y la CELAC– muestran
una voluntad de humanización de la vida interna-
cional y nacional como nunca se vio antes, ni en
la región ni fuera de ella. Es con relación a estos
escenarios de paz y progresiva justicia social que
tenemos que pensar ese camino para la psicología,
disciplina que sin lugar a dudas es la más impor-
tante que hoy tiene la humanidad entre sus manos
porque todo, definitivamente todo lo que hoy ocu-
rre en el mundo es producto de la subjetividad y el
comportamiento humanos, desde lo que transcurre
en la Asamblea de las Naciones Unidas hasta las
dinámicas de los ejércitos imperiales de la OTAN,
desde las acciones terroristas nacionales e interna-
cionales de gobiernos y organizaciones hasta las
acciones de la Cruz Roja, la Media Luna Roja y el
Cristal Rojo.
La relevancia de la disciplina, las representacio-
nes sociales de su papel en la sociedad y la presen-
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cia mental de la misma es muy variable en nuestra
región, pero no caben dudas que la psicología ha
perdido relevancia como profesión y como ciencia,
quedando bastante restringida a la clínica psicopa-
tológica y la psicoterapia. También ha abandonado
o no desarrollado campos de aplicación antes muy
reconocidos por las sociedades nacionales, como
es, por dar un ejemplo importante, el de la psicolo-
gía ergonómica y su ciencia básica, la psicofísica.
A su vez, es muy variable la autoestima profe-
sional entre los psicólogos y psicólogas de nues-
tros distintos países. Por lo que he podido obser-
var, la situación de la psicología es muy diferente si
se compara a Paraguay y los países del Río de la
Plata, me refiero a Uruguay y Argentina, con Brasil,
Chile y Colombia.
En el primer conjunto la autoestima y la presen-
cia mental de la profesión es mucho más baja que
en los últimos tres países mencionados. Pero esto
son apreciaciones subjetivas, sería importante ha-
cer estudios rigurosos sobre estos temas porque
darían información valiosa para trabajar tanto en
el rediseño de las carreras universitarias de grado
de esta disciplina como en acciones de difusión de
esta ciencia y la profesión de la misma. Poniendo
las cosas sobre la base del sentido común, si una
sociedad no sabe para qué sirve una determinada
disciplina pues no habrá demanda diversificada de
la misma ni podrá desarrollarse en plenitud y en
función de todo su potencial. Pero hay que tener
muy en cuenta que cuando se desdibuja a la psico-
logía se deslíe el factor humano.
Imagen en la sociedad, sumada a la amplitud
y diversificación de la demanda de sus prestacio-
nes, forman un sistema interactivo y sinérgico con
la calidad de las carreras universitarias de grado y
posgrado, la autoestima profesional, el rigor de su
desempeño y la presencia mental de la disciplina
en la sociedad y en los poderes del Estado. Esto
también define el escenario laboral de la profesión.
En Argentina la situación de la psicología es pre-
ocupante dado que hay una amplia desproporción
entre cantidad de profesionales y cantidad de habi-
tantes –la más alta del mundo–, deficiente forma-
ción universitaria de grado y posgrado, muy escaso
volumen de investigación básica –por lo tanto casi
no contamos con teoría ni desarrollos tecnológicos
propios–, reducidísima diversificación de campos
de aplicación y, prácticamente, carencia de trabajo
clínico en base a evidencia científica.
En Argentina tiene presencia una grave irres-
ponsabilidad del Estado en tanto entrega títulos
universitarios de grado que son habilitantes para
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la práctica clínica, esos títulos y esas prácticas,
en porcentajes próximos al cien por cien, están en
manos de profesionales que bajo ningún concepto
serían habilitados para ejercer esta especialidad en
ningún país europeo, para los cuales la formación
y habilitación correspondiente exige formación de
posgrado, en general, de cuatro años.
Esta situación tiene muchas causas y determi-
nantes, pero no cabe duda que la más prominente
ha sido la inmediata colonización de las carreras
de psicología de las universidades con mayor cau-
dal de alumnos, en su momento fundacional, por el
modelo médico clínico psicoanalítico. Esta línea de
desarrollo se dogmatizó y degradó en forma veloz,
encontrando un campo fértil para hacerlo a partir
de la preeminencia del autoritarismo en la socie-
dad argentina. La dogmatización y la sectarización
psicoanalítica llevó a que se obturara la entrada de
todo otro marco teórico e inclusive de las grandes
columnas de sostén de la psicología mundial, como
es la psicología social –vacío que fue cubierto por la
llamada psicología social Pichón Rivière, que no es
más que una mezcla de teoría de grupos operati-
vos con clínica grupal, una partícula subatómica de
la psicología social académica–, la teoría de grupos
en toda su amplitud, la psicología comunitaria y una
serie de otros campos de desarrollo y aplicación de
la psicología (económica, ambiental, consejería
psicológica o clínica del desarrollo humano normal,
rural, aeroespacial, de la salud, etcétera).
Los médicos psicoanalistas que tenían el hobby
de la psicología, pues carecían totalmente de cono-
cimientos rigurosos de esta ciencia en la amplitud y
profundidad pertinente, instituyeron de forma masi-
va el bajo nivel científico y disciplinar de la psicolo-
gía argentina hasta el día de hoy. Un ejemplo claro
es el libro de José Bleger, “Psicología de la con-
ducta”, publicado por la editorial Paidós en 1963,
reeditado numerosas veces y nuevamente reedita-
do en el corriente año, a partir de lo cual, sabiendo
que una editorial publica lo que se vende en canti-
dad suficiente, es de por sí un buen indicador de la
actual deficiente formación universitaria argentina
en psicología. Para la fecha en que Bleger escribió
este libro, entre otras obras, ya estaban publicados
varios de los textos de Jacob Robert Kantor, que
fue tal vez el más importante teórico de la conducta
humana, y tiempo después comenzó a editarse la
obra de Emilio Ribes Iñesta, en México, y la de Jo-
sep Roca i Balasch, en Barcelona.
Con el tiempo se desató hasta una euforia in-
vestigativa como la que se puede observar hoy en
la Facultad de Psicología de la Universidad de Bue-
nos Aires, pero cuando estos entusiasmos se limi-
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tan, por ejemplo, a la aplicación de cuestionarios
sin ningún respaldo psicométrico o a conversacio-
nes libres que se denominan entrevistas en profun-
didad, realizadas por personas sin formación seria
en metodología de la investigación, que pueden im-
plicar buenas intenciones, pero al ser endebles los
principios se termina generando información seu-
docientífica, lo que se produce son algo así como
peces de colores y ya se sabe que es más la gente
que compra este tipo de adornos que los áridos
resultados de la ciencia, sobre todo cuando estos
conocimientos seudocientíficos están revestidos de
seriedad en base a lenguajes crípticos, apelando a
veces a los vestuarios escénicos de las supuestas
disquisiciones filosóficas.
En líneas generales, a la psicología argentina
que se desarrolló desde 1955 hasta el día de hoy,
estructurando las carreras universitarias de esta
disciplina, se le puede aplicar metafóricamente la
frase escrita por Marcellus Emants en su novela
Una confesión póstuma,:
Bajo las herrumbrosas indecencias de nuestra
vejez yacen los refulgentes errores de nuestra ju-
ventud, y, sin embargo, la mayoría de las personas
viven cegadas por la ilusión de que en su vida hay
una evolución, un progreso. (Emants, 2013 p. 90)
En un país que se encuentra en un proceso de
transformación sociocultural y económico política,
que a su vez afronta su segundo intento de desa-
rrollo nacional con inclusión social, libertad eco-
nómica y soberanía política, lógicamente no tiene
mayor sentido, por ahora, hacer historia y buscar
responsables. A lo que nos debemos abocar es a
pensar las estrategias necesarias para modificar
el rumbo de la formación universitaria de grado
en psicología en correspondencia con las necesi-
dades del desarrollo nacional integral y el respeto
universal irrestricto de los derechos humanos.
En este sentido, el problema se presenta con
particular relieve en los tres países antes señala-
dos –Paraguay, Uruguay y Argentina-, pero sin
dudas también es algo que atañe a la psicología
de todos los países de Indoafroiberoamérica, aún
cuando la disciplina, desde el punto de vista de la
ciencia y del rigor en sus prácticas, en varios de
ellos está en evidentes condiciones de superiori-
dad. No obstante, en estos últimos casos, la dificul-
tad reside en las fracturas entre las necesidades de
las respectivas sociedades nacionales y los perfiles
profesionales que las universidades desarrollan en
sus egresados. En general, las carreras de grado
de psicología le dan la espalda a la sociedad a la
cual le imponen la mirada clínica psicopatológica y
el empleo de unidades de análisis y acción indivi-
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duales en lugar de la normalidad y el uso de unida-
des sociales –familia, vecindario, comunidad, redes
de afecto, etc.–.
Al hablar de integralidad dentro del campo del
desarrollo nacional se hace referencia directa a que
el avance en todos los indicadores de desarrollo
de un país –económicos, científicos, tecnológicos,
productivos, etc.- debe estar siempre asociado a
un avance mayor y universal con relación a la edu-
cación, la cultura y la creatividad entendidas como
componentes básicos y generales de la sociedad y
como expresión plena de los logros de cada ciuda-
dano y ciudadana de acuerdo a sus capacidades
naturales. Lógicamente, esta exigencia ciudadana
implica planificar, promulgar y ejecutar políticas pú-
blicas específicas e incluir, en programas sociales
más amplios –de educación, cultura, etc.–, proyec-
tos o componentes específicos dirigidos al desarro-
llo humano integral.
Tomando un ejemplo y teniendo en cuenta la
importancia que el gobierno argentino le ha otor-
gado a la educación a fin de lograr la escolariza-
ción universal, desde el jardín maternal hasta los
estudios universitarios, se hace evidente que se
debería contemplar políticas que aseguren el neu-
rodesarrollo pleno de todas las criaturas. Pero este
desarrollo depende marcadamente de ciclos de
vida pre-escolares y de entornos familiares. Por
otro lado, la pobreza es uno de los escenarios don-
de suelen presentarse dificultades para lograr esta
vertiente del desarrollo humano, lo cual motiva que
el esfuerzo educativo del país se vea malogrado
con la llegada a las aulas de niños y niñas que fra-
casan en la escuela, que desertan o generan es-
fuerzos e inversiones adicionales para paliar déficit
que podrían haber sido evitados casi sin costos
económicos.
Esta disonancia, entre buenas escuelas y alum-
nado con obstáculos de aprendizaje fácilmente so-
lucionables, muestra a las claras la necesidad de
una política de Estado de promoción del neurode-
sarrollo que asegure el pleno desenvolvimiento del
potencial de cada criatura, lo que llevaría a agregar
un componente importantísimo a las políticas de
educación. Esto implica la aplicación universal de
los avances científico-técnicos vinculados a la neu-
ropsicología comunitaria. Hay que tener presente
que una política de este tipo sería el proyecto más
económico de las áreas de salud y educación, con
una relación costo-beneficio que difícilmente podría
superar cualquier otra.
Pero que uno de nuestros países adopte una
política nacional de esta naturaleza requiere antes
que la psicología sea tomada en serio por la socie-
dad y los poderes del Estado, que sea considerada
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una ciencia indispensable para lograr un desarrollo
nacional integral, a la par de la física, la química, las
nanotecnologías, la matemáticas o cualquier otro
aporte proveniente de las ciencias y las tecnologías
duras.
Por su condición de ciencia del factor humano,
es fundamental en el ámbito de la dinámica políti-
ca de un país, también en el de la comunicación,
la opinión pública, la economía, los problemas de
impacto ambiental de diferentes actividades huma-
nas, los problemas de siniestralidad laboral y del
tránsito, el desempeño humano en dispositivos de
alto riesgo –control cotidiano de plantas de energía
nuclear o sistemas ferroviarios o de aeronavega-
ción–, las relaciones interculturales, los problemas
migratorios, la construcción de ciudadanía, la inte-
racción de la sociedad con la ley y la justicia, la re-
socialización de quienes han infringido gravemente
la ley y las instituciones carcelarias donde cumplen
sus penas.
Se podría seguir enumerando necesitados
aportes de nuestra disciplina al país, pero actuar
en consonancia requiere adoptar una posición de
seriedad en el manejo de esta disciplina, implica el
desarrollo de la psicología como ciencia en todo su
potencial de profundidad y de diversificación de los
campos de aplicación de la misma. Exige encarar
el cambio del paradigma de formación universita-
ria de los profesionales de la psicología. En esto
también están atrasados los países anglosajones
y de Europa continental, trabajan con paradigmas
perimidos, con enfoques reduccionistas y más
abandonando los campos de aplicación que pro-
fundizándolos y diversificándolos en un proceso de
acompañamiento a nuevos escenarios de acción
del factor humano.
En Argentina tenemos grandes deficiencias en
los cuerpos docentes de las facultades y carreras
de psicología, es muy trabajoso encontrar un profe-
sor o profesora de estos currículos que pueda ha-
blar cinco minutos de las funciones superiores del
psiquismo. Es como si el país tuviera profesores de
ingeniería civil que no pudieran hablar de cálculo
de estructuras.
Para finalizar, volviendo a la realidad de nues-
tros países de la región, hay que tener presente que
todo trabajo de aplicación de la psicología, directa
o indirectamente, aporta o impide la construcción y
desarrollo de ciudadanía, aún cuando este concep-
to no esté explicito en los objetivos de los trabajos y
proyectos. Ser ciudadano y ciudadanas, tal como lo
define el diccionario de la RAE, es desempeñarse
como sujeto de derechos políticos e intervenir, ejer-
citándolos, en el gobierno del país.
Un individuo no accede a la ciudadanía, para
ello debe ser una persona o sea un individuo que
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ha alcanzado un desarrollo humano integral que
supone que el paso de individuo a persona se logra
a través de la relación sostenida con otros seres
humanos integrados en estructuras sistémicas pro-
gresivamente inclusivas –familia, escuela, vecin-
dario, lugares de trabajo, redes afectivas, etc.–, tal
como lo planteó Urie Bronfenbrenner (1987) en su
comprensión ecológica del desarrollo humano.
Pero una persona no es solamente un ciudada-
no, dado que este concepto es una categoría políti-
ca de análisis y no todo es político en la vida de las
personas, también tiene presencia en su constitu-
ción aquello que da sentido a la vida –la afectividad,
la creatividad, la solidaridad, la eticidad, la libertad,
etc.–, pero precisamente es lo político en una so-
ciedad lo que hace posible que todas las personas
y familias encuentren o no pleno sentido a la vida.
Como señala Jean-William Lapierre:
“La política no da sentido a la vida; no es más que un con-
junto de instituciones, de reglas, de poderes que hace posi-
ble que vivan juntos sin destruirse entre ellos las personas y
los grupos ‘diferentes’, que buscan dar un sentido a su vida
siguiendo caminos ‘diferentes’, a veces convergentes, a ve-
ces contrarios […] Ser ciudadano no es aborrecer a ninguno
de sus conciudadanos sino respetar a todos, cualquiera que
sean sus diferencias de cultura, de religión, de opinión o de
interés; abreviando, respetar en ellos los derechos del hom-
bre y rechazar todo lo que podría justificar el crimen contra
la humanidad”. (Lapierre, 2003 p. 207)
Apelando a alguien que le era muy cercano, Em-
manuel Mounier, Lapierre comprende que:
“No hay una sociedad, de orden o derecho, que no nazca
de una lucha de fuerzas, que no exprese una relación de
fuerzas, ni viva sostenida por una fuerza (Lapierre, 2003 p.
209). Pero [como también señala Lapierre] un régimen de-
mocrático se paralizaría si la voluntad general del pueblo
debiera ser una voluntad unánime”. (Lapierre, 2003 p. 202)
La interacción entre las fuerzas presentes en la
sociedad se debe resolver en función de las con-
cepciones ciudadanas de las mayorías, respetando
a las minorías pero haciendo valer las de los más
porque la democracia es una cuestión de números
teniendo en cuenta que los números son personas
y familias, ideales y proyectos de vida.
No solo debe prevalecer el rumbo de los más
sino que este camino debe contemplar fuertemen-
te y en forma estructuralmente creciente el bien de
la instancia institucional o numéricamente superior.
Como bien planteó Charles Secondat, Barón de
Montesquieu, que era francés:
Si yo supiera algo que me fuera útil y que fuera perjudicial
a mi familia, lo rechazaría de mi espíritu. Si yo supiera algo
que fuera útil a mi familia y que no lo fuera para mi patria,
intentaría olvidarlo. Si yo supiera algo que fuera útil a mi
patria y que fuera perjudicial a Europa, o bien que fuera útil
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a Europa y perjudicial al género humano, yo lo miraría como
un crimen. (citado en Espinosa Antón, 2014 pp. 8-9; citado
en Lapierre, 2003 p. 210)
Teniendo presente este planteo ético político tal vez
haya que reflexionar amplia y profundamente con
respecto a la relación entre psicología y sociedad.
Al respecto es importante tener en cuenta que nin-
guna persona o entorno social –familia, vecindario,
comunidad, etc.– es una isla, sino que está inmersa
en el conjunto de la sociedad nacional en una rela-
ción de interdependencia imposible de evitar. Por
lo tanto carece de rigor y de lógica pensar que pue-
den lograrse cambios para mejorar las condiciones
de vida de una persona, familia o comunidad si no
se logran para toda la sociedad.
La psicología, como ciencia y práctica rigurosa,
siempre junto a otras disciplinas, está en condicio-
nes de hacer aportes significativos a lo que carac-
teriza la vida humana: un conjunto muy grande de
sistemas abiertos que se subsumen en sistemas
cada vez más amplios interrelacionados sinérgi-
camente hasta llegar a sociedades nacionales y
regionales –también esta idea puede acceder al
ámbito planetario–. Las condiciones de vida y bien-
estar de una persona o de una familia nunca podrá
ser superior al promedio de las del sistema más
amplio e incluyente que la subsume.
Son factores fundamentalmente psicológicos
los que determinan o conforman fenómenos tales
como la calidad de vida y el bienestar. Por razo-
nes de espacio este no es el lugar adecuado para
desarrollar detalladamente esta idea, pero veo con
claridad que es una de las vertientes de las que de-
viene la importancia de la psicología para un país,
una región y el planeta.
REFERENCIAS
Chalmers, I. (2006). Archie Cochrane (1909-1988).
JLL Bulletin: Commentaries on the history of
treatment evaluation. Disponible en: http://
www.jameslindlibrary.org/articles/archie-cochra-
ne-1909-1988/
Bronfenbrenner, U. (1987). La ecología del desa-
rrollo humano. Experimentos en entornos natu-
rales y diseñados. Barcelona: Paidós.
Emants, M. (2013). Una confesión póstuma. Barce-
lona: Sajalín.
Espinosa Antón, F. J. (2014). Los proyectos de paz
y el cosmopolitismo en la Ilustración. Araucaria.
Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y
Humanidades, 16, 5-23.
Lapierre, J-W. (2003). ¿Qué es ser ciudadano? Ma-
drid: Biblioteca Nueva.
(2007). Archibald Cochrane (1909-1988). Revista
chilena de neuro-psiquiatría, 45, 78-79.