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El futuro de la psicología comunitaria en Panamá.

Conferencia por: Jesús A. López, magister en psicología social


Congreso Psicolatina 2022, Universidad Latina de Panamá
25 de junio de 2022, sede central de la Universidad Latina de Panamá

Para comprender mejor la psicología comunitaria como rama de la psicología es importante


poder visualizar algunos detalles importantes que no deben ser pasados por alto. Sobre lo cual
volveré a referirme.

Lo primero que debemos mirar, como siempre debe suceder, al menos desde mi perspectiva y
experiencia personal y profesional, es acerca del origen y aplicaciones de dicha rama. Sobre la
que, haciendo un paréntesis, se discute si es una especialidad o rama autónoma dentro de la
psicología o es un derivado de la psicología social. No es fácil dilucidar tal dilema, aunque el
primer impulso va en dirección a que la consideremos como una subespecialidad de la
psicología social.
Sin embargo, no es tan simple porque en 1966 se efectuó un congreso en la ciudad de
Swampscott, Massachusetts, Estados Unidos, en el que participaron mayormente psicólogos
clínicos de todos los Estados Unidos.

Algo que ha pasado a constituirse en un pasaje histórico interesante de la psicología a nivel


mundial fue que la esencia de una de las principales conclusiones obtenidas en el mencionado
evento fue: “Ha muerto la psicología clínica. Nace una nueva especialidad: la psicología debe
salir de los claustros para volcarse a la sociedad, la comunidad.”

Esto representó un instante determinante en el cambio de enfoques y miradas acerca del papel
que debía jugar la psicología como ciencia social y de la salud, por cuya razón se empieza a
plantear un dilema práctico y otro dilema filosófico, aunque son varios más los dilemas que
existen en función del rol de la psicología comunitaria.

Lo primero es el cuestionarse acerca de hacia dónde debía apuntar la nueva psicología, cuáles
eran los verdaderos problemas del presente de la psicología desde su perspectiva como ciencia
integral humana y su utilidad real, así como situaciones tan simples, pero de mucha
importancia, como el hecho de plantearse si la psicología comunitaria es una especialidad
distinta o no de la psicología social, o bien es una subespecialidad o una aplicación de la
psicología social como ciencia en sí misma.

Creo que esto no es lo más importante, aunque no se puede soslayar el abordaje de estas
cuestiones. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la psicología social es con toda
seguridad una de las especialidades más autónomas que hay dentro de la psicología. ¿Por qué
digo esto?, sencillamente porque se trata de una rama que aparece por otras vías adicionales a
la propia psicología. Aunque también es un derivado temprano del desarrollo de la psicología
en sus primeros años.
Al inicio de todo, el interés de la psicología se centraba en varios puntos importantes: 1.
Ganarse un sitio de respeto en el ámbito de las ciencias; 2. Cimentar su campo de acción; 3.
Plantearse problemas científicos que fueran reconocidos por su validez; 4. Escudriñar la
“mente” humana y 5. Establecer un método veraz para el estudio de los seres humanos. Pues
bien, todo esto se pensaba en función de la individualidad no de la colectividad.

No obstante, tan solo unos 11 años después de los avances de Wilhelm Wundt, en 1890, se
empieza a dar la inquietud sobre los estudios de los seres humanos en tanto que grupos,
colectivos, sociedades y cuáles eran los mejores modelos para explicar la conducta colectiva
nuestra.

No olvidemos que para ese mismo tiempo empezaban a desembarazarse de la filosofía las
llamadas Ciencias Morales, luego Ciencias Sociales, como la sociología, antropología, ciencia
política, demografía, semiología y, claro está, la psicología.

Siempre fue el afán de la psicología poder constituirse como ciencia a la par de aquellas que
gozaban de reconocimiento y prestigio como las ciencias exactas y naturales. Por ello, surgen
los trabajos pioneros de William James (que hace estudios de psicología en un laboratorio de
psicología demostrativa, 4 años antes de la “psicología experimental” de Wundt), Norman
Triplett principalmente, en ambos el interés se manifestaba por la vía del estudio objetivo de la
conducta, pero en un campo bien delimitado, concreto y amplia difusión, desde el principio.

Luego, debemos incluir a Gustave LeBon, con su libro Psicología Social de 1895, al que muchos
consideran como el padre de la psicología social, aunque su campo de acción eran la sociología,
la física, la medicina, que era su auténtica profesión.

Hago este rodeo para poder situar las cosas en su justa dimensión. A grandes rasgos podría
decirse que esto corresponde a una fase inicial que se extiende desde 1875 a 1935; a partir de
este último año incursiona Kurt Lewin, y se le considera como el padre de la psicología social
moderna, más académica y sistemática como ciencia para explicar la conducta humana desde la
implicación colectiva. Mención especial merece Lev Vigotsky, como parte de esta etapa, pero
con él es otra historia.

A partir de allí su desarrollo será vertiginoso y configurará un movimiento mundial de desarrollo


de teorías y producción de evidencias científicas como ninguna otra especialidad, impactando
en otras áreas de la psicología como la propia psicología clínica, la psicología educativa, teorías
del aprendizaje, psicología de la delincuencia, etc., lo que llevó a que el recientemente fallecido
Albert Bandura se inclinara por las explicaciones sociales como parte de los mecanismos de
desarrollo de la personalidad y de la transmisión de comportamientos colectivos hacia lo
individual.

No obstante, como siempre debe ocurrir, la psicología social también divergió hacia
explicaciones cada vez más detalladas y apropiadas al medio que se estaba estudiando; es
cuando nos damos cuenta de que, así como pasa con todas las especialidades psicológicas, en
el ámbito social no era la excepción el hecho de que no hay tantas explicaciones y aplicaciones
universales como se desea.

Así, la psicología social tendrá una visión propia del mundo europeo (con todas sus diferencias
culturales), así como una psicología social del mundo de la América Anglosajona, o de Asia,
Oceanía, África y de América Latina. En esta última región hay muchas otras particularidades
que la distinguen del resto. Por lo que la psicología social ha tenido un desarrollo que la ha
llevado más que en ninguna otra parte del mundo, a dar paso al trabajo comunitario, al
activismo social, militante a veces, de tal manera que la psicología social en nuestra región ha
producido, incluso, mártires sociales como el eminente psicólogo social y jesuita español
Ignacio Martín-Baró, asesinado en el año de 1989 en el campus de la Universidad
Centroamericana “José Simeón Cañas (UCA) de la ciudad de San Salvador, a manos de los
escuadrones de la muerte y miembros del Ejército, inclusive, se ha acusado al presidente
salvadoreño de la época, Alfredo Cristiani de haber sido el propio autor intelectual del
magnicidio.

Por lo tanto, la visión que les puedo ofrecer se basa en mi convicción de que el psicólogo social,
en América Latina, ocupado de menesteres comunitarios tiene una mayor dificultad que el
típico psicólogo social de corte académico, lleno de herramientas teóricas y prácticas muy
poderosas, aunque sin mucho quehacer en el campo de la acción social, por lo que dentro de la
faceta del “activista social” que no recomiendo porque se puede perder mucha objetividad, se
puede convertir en un ser que podría llegar a ser considerado como peligroso, amén de los
radicalismos que nos caracterizan a los latinoamericanos, unos países más que otros, pero es
nuestra esencia.

De esa manera, en nuestra región ha habido grandes psicólogos/as sociales a quienes la fuerza
de la circunstancia los ha derivado hacia ese campo concreto de acción, ya que la psicología
comunitaria hace uso de la investigación orientada a la acción, como principal arma para darle
sentido a los programas comunitarios y las políticas que promueven el bienestar. Se centra en
los individuos en sus contextos sociales, con el fin de prevenir los problemas antes de que estén
lejos.

Por tal situación, los/as psicólogos/as comunitarios/as trabajan para aumentar la capacidad de
las comunidades para hacer frente a problemas fundamentales, y promover el
empoderamiento de las personas marginadas como socios de la investigación. Utilizan métodos
científicos para estudiar cómo se implementan los programas y las políticas, y para evaluar su
impacto. Buscan la transformación real de las personas en lo individual y lo colectivo.

En ese sentido, tenemos que mantener una idea muy clara, no muy halagadora, por cierto, que
nos impulsa a preguntarnos si hay un presente de la psicología comunitaria en Panamá que nos
lleve a concebir un futuro promisorio de la psicología comunitaria.
Tal vez, la más segura respuesta es que no hay presente, eso sin ninguna duda. No vale la
práctica empírica de algunos profesionales de la psicología que trabajan en acciones dentro de
las comunidades, con poblaciones vulneradas, en riesgo, etc.

Trabajar en una ONG, una fundación con base en alguna comunidad no equivale a hacer
psicología comunitaria; lo que les da esa identidad a las acciones necesarias es el uso
consciente y deliberado, por parte del profesional formado de manera sistemática, de las
técnicas, herramientas, concepciones teóricas y metodológicas, así como el uso del método
científico para producir cambios medibles, durables, sostenibles, tanto colectivos como
individuales.

Las herramientas teóricas, metodológicas, los conceptos los ha brindado siempre la psicología
social; por esta razón, la psicología comunitaria puede entenderse como una subdisciplina
dentro de la psicología social, existiendo muchas semejanzas entre ambas especialidades.

Aunque, desde un tiempo para acá se insiste más y más en establecer claras diferencias entre
ambas. En mi concepto, sigue siendo una discusión inconclusa.

Tal vez, la psicología comunitaria tenga una base de desarrollo más concreta, en apariencia,
pero no puede divorciarse de la teoría y la práctica de la psicología social. No obstante, no
quiero convertir el tema en una simple discusión sobre un campo importante de la psicología.

En el caso de la psicología comunitaria, el objeto de estudio son las comunidades, tomando


como base de partida los factores sociales y ambientales, con la finalidad de realizar acciones
encaminadas al mejoramiento de las circunstancias de vida de las personas por medio del
fortalecimiento de su comunidad. La metodología que se aplica casi siempre es la que se
enmarca en el llamado enfoque territorial, participativo, para quienes están involucrados en los
procesos de intervención, intentando generar cambios de largo plazo en los sistemas sociales
en los que esos grupos están insertos.

Sobre el tema, hay otras aristas que me gustaría abordar. Por ejemplo, la necesaria
actualización que se requiere, no solo para los profesionales ya formados y en pleno ejercicio
de la profesión sino también en los planes de estudio para la formación de los estudiantes
desde un plano distinto, con una visual más amplia y cónsona con los tiempos actuales.

Para ello, las universidades donde se imparte la carrera tienen que servir como entes de
difusión no solo de información útil para la formación de los futuros profesionales, por lo que
es hora de entender la psicología actual como un terreno abonado para un profundo cambio de
paradigma: la psicología enfocada en el individuo ya no resulta tan útil como antes. Parece una
idea radical, pero es lo más cierto que podamos concebir en estos tiempos de mayor
conectividad e interdependencia entre las personas.
Todo esto se basa en la idea de que los seres humanos somo producto del medio social; es la
sociedad, con todo su accionar, la que determina mucho de lo que somos, lo que hacemos, lo
que pensamos y actuamos, así como aquello que transmitimos.

Luego entonces, nos “enfermamos” por la influencia directa del medio, nuestras familias, como
país, reflejan mucho de lo que vamos a recibir y transmitir, por medio de los procesos de
socialización, que de acuerdo a los patrones de crianza y de convivencia se refuerzan de manera
cada vez más firme.

Quienes se dedican a la psicología deben tener claro esto: somos producto de la sociedad, por
lo que nuestro accionar debe encaminarse a producir cambios y transformaciones duraderas en
la sociedad y las comunidades que las conforman.

Tiene que ser vista como una necesidad la situación de formar psicólogos/as con mayor
inclinación a un estudio más y más científico de la conducta social; por otra parte, hay
necesidad de poder enfrentar los problemas de la sociedad dándole mayor cobertura a las
personas como comunidad, como sociedad. En el caso que nos ocupa, la

En esta reflexión, se realiza un abordaje general de los aportes del psicólogo panameño, Luis
Escovar (sic), de la venezolana Maritza Montero, de la portorriqueña Irma Serrano-García, de
la brasileña Silvia Lane y del español-salvadoreño Ignacio Martín-Baró.

El objetivo no solo es alcanzar un cambio psicológico en las personas, sino generar


transformaciones en las relaciones del individuo con el grupo y este con la sociedad. llevando
este concepto de relaciones a otro "nivel" (Montero; 1984).

La psicología comunitaria ha tenido un amplio desarrollo en América Latina, lo cual tiene sus
raíces en las reflexiones académicas y prácticas de la década del ochenta. Entre sus principales
representantes se encuentra Maritza Montero, Irma Serrano-García, Gerardo Marín e Ignacio
Martín-Baró (S.J.), entre muchos otros. Sus principales referentes son la educación popular, la
investigación acción participante de Orlando Fals Borda, la teología de la liberación, la
sociología militante, la tecnología social de Jacobo Varela, la sociología del desarrollo, el trabajo
comunitario, y las influencias de la psicología social aplicada europea de finales de los setenta.

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