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Me resulta muy complicado hablar de La mujer sin piano, justo ahora que
dejar que la película hable por si misma; eso debería ser lo natural, pero por
que he montado con Pelayo Gutiérrez y Álex F. Capilla en el último mes. Hace
siendo, pero sus protagonistas, los mezcladores, han visto cómo perdían
hacer cine. Hace unos años, cuando no existía el montaje de sonido como
hoy casi todos los concebimos, esta tarea recaía en el montador de imagen,
que no tenía casi pistas; por eso los técnicos de sonido directo (que eran
como los montañeros en los años veinte, escalando los cinco miles sin
esta manera). Hoy, gracias a eso que llaman “revolución tecnológica” (yo creo
que una revolución no significa nada si no viene acompañada de la
mezcla, y casi ninguna producción española prevé ese ocho por ciento
reclaman Walter Murch o Leslie Schatz para poder sacar adelante esta fase
sonido el que me lleva a colocar la cámara: cuando voy a mostrar algo (yo
muestro más que narro) me digo: ¿qué se oye? Hoy, frente a los antiguos
de sonido. Incluso en Francia es cada vez más normal que sea la misma
tradicional, en doce largos días, aunque seguro que si no contase con esta
permite "panear" los ruidos sin que suban los fondos) y con mezcladores
como Patrick Ghislain o Dominique Hanequin, que para mi son los mejores,
tecnológica depende de los cineastas y del uso que sepan darle. Los
materia, del asfalto, de las paredes, justificándola siempre con las verdaderas
farolas. Entonces hicimos unas pruebas con una película normal de 500 ASA.
Filmamos estas luces naranjas para ver hasta donde nos llevaba el
intermediate digital que nos parecía feo vídeo, sin la transparencia, sin el aire
y sin la calidad y belleza de las sombras medias (pese al naranja) que nos
daba a la película. Y, por supuesto, con mucha más verdad ontológica, pues
material, para llegar finalmente a algo que no tiene nada que ver con lo que
se rodó. Por eso toda La mujer sin piano está rodada, revelada y etalonada
plano, crear falsas farolas al borde de plano por arriba, que sugieren la luz
En este momento que el cine esta mutando, me gusta ver La mujer sin piano
dinosarios. Y es que cada vez nos interesan otro tipo de imágenes frente a la
nadie encuentra su identidad a través del las películas, sino a través de los
dado cuenta de que uno de los planos finales de La mujer sin piano, un plano
general de la Glorieta de Atocha con la estación al fondo, y que yo creía que
imagen que rima terriblemente con la imagen de Las azores que abre La
mujer sin piano: Aznar, en un alarde de falta de "diplomacia" (imagen que nos
que le pasa un brazo por el hombro mientras una ráfaga de viento atlántico
Javier Rebollo