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Luis Ospina no ha muerto

…o sí, vete a saber. Y es que sucede que con algo tan íntimo y de tanta
importancia como es la muerte para Luis (como para su querido Buñuel a quién
aguardaba a la puerta de los hoteles) no podemos, conociéndole como le
conocemos los que le conocemos, dar por cierto que haya dado en suceder.

Nos llegó la noticia de que sí, luego de que no; y los amigos lloraban y reían en
Francia, México, Argentina, Uruguay, Portugal, EEUU o Extremadura; porque
Luis, como algunos minerales lo son de la electricidad, es un potente conductor
del cine y la amistad por el mundo, aunque nunca ha sabido manejar.

Con Luis no hay que estar seguro de nada, como Duchamp o Vila-Matas es
alguien que vive poniendo arte en la vida y vida en el arte, confundiendo(los),
sobre todo confundiendo(nos) para que, en realidad, entendamos mejor: …se
inventó con unos amigos a uno de los artistas más importantes de la historia del
moderno arte colombiano, Pedro Manrique Figueroa, un artista apócrifo y maldito
que hay mucha gente que ha conocido; …presentó un proyecto de película de
largometraje a Proimágenes (organismo encargado de conceder dineros al cine
colombiano) tanto a Documental como a Ficción, a las dos a la vez, con distinto
título, eso sí, adivinen por cual se la concedieron; …como Warhol o Maurizio
Cattelan, manda a conferencias y entrevistas suyas a un actor amigo de un metro
noventa bien parecido; …en 1977 rodó con Carlos Mayolo un auténtico falso
documental, Agarrando pueblo, un film que llegó desde el futuro para inventar el
término pornomiseria, y en donde sigue a una troupe de cineastas vampiros que
se lucran de la miseria en un film para europeos contado en un film de
antropología ficción que deberían ver en todas las escuelas de cine del mundo;
…y antes y también con su amigo Mayolo, como hiciera Cartier-Bresson al
rechazar la real invitación de Georges VI quedándose retratando a la gente que
no pudo pasar a la coronación, los dos cineastas contaron sus Juegos
Panamericanos de Cali desde fuera de los estadios y el cine oficial, con el
pueblo, los desheredados y marginados, con los que siempre ha estado Ospina,
con cámara de cuerda en mano y sonido directo en Oiga y Vea, en 1971.

Para Luis, como para Voltaire, la Historia (también la historia del cine que conoce
tan bien) es una acumulación de imaginativas invenciones, y la mentira, como
para Lenin, un arma revolucionaria; con la historia y la mentira, pero también con
el arte y la política, y sobre todo con el documental y la ficción, ha construido un
corpus que, personalmente, creo que debe ser vista como una incitación al
asesinato, a la revuelta al menos; y es que si ayer Mark Twain formulaba que lo
malo del humor es que nadie se lo tomaba en serio, hoy, se lamentaba Luis hace
poco con una copa de blanco o un tinto (a Luis le da lo mismo el racord, él que
es un gran montador y que hasta una de Bertolucci dio en montar), hoy, cuando
bromeas, vas a la cárcel porque te toman en serio.

A Luis le encantan los juegos de palabras y los paréntesis exprimidos hasta el


infinito, porque ambos suspenden el sentido, ampliándolo: «el cinéma vérité al
servicio del cinéma mentiré». Porque para Luis, como para a la moderna física
cuántica, no hay si y no, sino a la vez sí, no y sí y no, todos a la vez.

Filmar o morir, Luis en Twitter, un poco antes de su (supuesta) muerte.

Luis Alfonso Ospina Garcés, Poncho, es parte de la gran Historia del cine en
Colombia: el Cine Club de Cali, la Revista Ojo al Cine, Andrés Caicedo, Carlos
Mayolo, Caliwood …y Ciudad Solar; pero, en fin, todo esto es (otra) Historia, y
Luis siempre ha bebido en presente, como buen humanista y marxista. Por eso
siempre ha estado a la última: Luis se echó una novia porque tenía una de las
primeras cámaras de vídeo en América, para probarla; y es que el video ha sido
para él, como para Godard y Hanoun, una revelación con un lenguaje propio de
collage posmoderno en donde hacer sin el dolor del cine.
Pero lo más importante para Luis es el amor y la amistad, como para Renoir,
abrazar el arte contemporáneo y a Lina González, que es lo mismo, abrazar la
la rumba y el cine; todo confundido, como en Cali viene provocando desde hace
años en un festival en donde en promiscua disfuncional familia reúne al mejor
cine independiente del mundo. Uno no sabe si Luis se ha pasado la vida
celebrando porque ha podido filmar o si filma para celebrar. La vida, el cine, la
amistad.

(El año pasado Luis Ospina vino a presentar en el Museo Reina Sofía Acto de fe
(Redux), su primera y última película, rodada y montada en 1970 en UCLA y
remontada en 2017 cuando, perdida la copia original, filmada en película
reversible de 16 mm, (re)monta las tomas «malas», para hacernos ver que no
hay nada como el herror para hacerlo mejor).

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